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X Coloquio Internacional de Geocrítica

DIEZ AÑOS DE CAMBIOS EN EL MUNDO, EN LA GEOGRAFÍA Y EN LAS CIENCIAS SOCIALES, 1999-2008

Barcelona, 26 - 30 de mayo de 2008
Universidad de Barcelona

industria y ciudad: LAS VIEJAS FÁBRICAS EN LOS PROCESOS URBANOS

Paz Benito del Pozo
Universidad de León
mpbenp@unileon.es

Industria y ciudad: las viejas fábricas en los procesos urbanos (Resumen)

Las relaciones industria-ciudad han experimentado un profundo cambio tras los procesos de reestructuración de las industrias maduras o tradicionales, que desaparecen de las áreas urbanas centrales aunque algunas dejan ruinas y edificios abandonados que adquieren la categoría, en ciertos casos, de monumento y bien de interés cultural. Además, las viejas fábricas son un recurso valioso en las estrategias urbanas y en el planeamiento urbano. Así se trata de demostrar tomando como ejemplo la ciudad de León.

Palabras clave: patrimonio industrial, renovación urbana, conservación del patrimonio

Industry and city: the old factories in urban processes (Abstract)

The relations industry - city have experienced a deep change after the processes of restructuring of the mature or traditional industries, which disappear of the urban central areas, but they leave ruins and left buildings that acquire the category, in certain cases, of monument and good of cultural interest. In addition, the old factories are a valuable resource in the urban strategies and in the urban planning. This way it is a question of demonstrating taking León's city as an example.

Key words: industrial patrimony, urban renovation, conservation of the patrimony

En el contexto de los estudios que analizan las transformaciones de la ciudad industrial, los procesos de desindustrialización en áreas urbanas y la puesta en valor del patrimonio industrial, este trabajo indaga en las claves del fenómeno en una ciudad media, León, a su vez tipificada como de débil y tardía industrialización, pero con una herencia industrial cuyo destino participa de una tendencia generalizada a otros muchos espacios urbanos y que reutiliza los edificios y recintos industriales abandonados con nuevos usos y los transforma, con frecuencia, en emblema de la modernidad, en la expresión material y funcional de la ciudad del futuro, lo que no deja de resultar paradójico si pensamos que se trata, nada menos, que del legado del industrialismo, una etapa que llenó de fábricas la ciudad y proyectó una imagen negativa de los paisajes industriales, asociados con lugares insalubres, conflictivos, caóticos y sin atractivo alguno [1].

Asimismo, el urbanismo de esa etapa dejó una fuerte impronta en las tramas urbanas y el plano de la ciudad, al generar espacios en los que la presencia de las fábricas era una constante y un elemento definitorio de lo urbano; un paisaje de fábricas que envolvía los cascos históricos y los ensanches y se entremezclaba con los arrabales, conviviendo el espacio fabril con poblados obreros y zonas de autoconstrucción y generando una subciudad que con el tiempo habrá de fundirse con las áreas centrales y forzar, desde finales de los años de 1990, un proceso de recualificación de barrios centrales y áreas suburbanas, observable en todas las ciudades contemporáneas, no importa su tamaño.

 En el caso concreto que nos ocupa, aunque, en efecto, la industrialización histórica ha tenido una limitada importancia en la morfología y la estructura productiva de la ciudad de León, algunos vestigios materiales de la misma constituyen un legado valioso y un recurso de notable interés para la ciudad actual, inmersa en un proceso de terciarización, expansión y renovación urbanística que exige nuevos espacios para dar contenido y proyección a la creciente demanda social de equipamientos públicos de calidad y de actividades relacionadas con el ocio, la recreación y la cultura en general. En este contexto, las ruinas industriales cobran un protagonismo y un valor inéditos en las estrategias urbanas leonesas, pasando de ser un factor de marginalidad y degradación a constituir elementos clave en la recualificación y modernización de la ciudad.

Para demostrar la hipótesis planteada se analizan actuaciones públicas que tienen como protagonistas a tres viejas fábricas abandonadas, con una actividad original adscrita a ramas industriales con cierto peso en la economía leonesa: la industria agroalimentaria y la industria química, que dieron en el siglo XIX y principios del XX impulso económico a la ciudad y su alfoz, generando un importante volumen de empleo y contribuyendo tanto a la formación de la clase obrera como al arraigo de una mentalidad burguesa y el fomento de una idea de progreso fundada en los valores del capitalismo industrial y la cultura urbana, vigentes hasta la crisis de los años ochenta del pasado siglo XX y el nacimiento del postmodernismo.

Las fábricas “Papelera Leonesa”, “Azucarera Santa Elvira” y “Fábrica de Araú” se han seleccionado atendiendo a aspectos tales como su importancia urbanística, su dimensión paisajística y su papel en las nuevas estrategias urbanas, ligadas a un discurso político que incorpora ideas como el respeto a la herencia industrial (no sin la resistencia de ciertos agentes, y no sin la pérdida, ya irreparable, de otros elementos patrimoniales); el aprovechamiento sostenible del patrimonio urbano (lo que implica rehabilitar y dar nuevo uso a las fábricas abandonadas, entre otros); y la mejora de la calidad ambiental de los barrios, tanto centrales como periféricos. Sin olvidar las ideas de eficiencia y crecimiento productivo, que se traducen en la apuesta por actividades que refuerzan la competitividad urbana y trasmiten una imagen singular de la ciudad, que trata de fusionar la memoria del pasado con los emblemas de futuro.

Las fuentes recurridas han dado resultados muy desiguales para los casos estudiados: la documentación y las referencias bibliográficas son escasas, fragmentarias y pobres para la “Papelera Leonesa”, cuyo conocimiento sigue siendo muy débil, aunque se avanza en el mismo. Mejor documentado está el ejemplo de la azucarera “Santa Elvira” y más abundante es la información disponible sobre su devenir y los proyectos de intervención que la afectan; respecto a la fábrica de Araú, la información sobre su historia es limitada, pero a cambio se puede conocer la estrategia y los proyectos públicos para intervenir en su recuperación y uso cultural. El trabajo de campo ha sido decisivo en el empeño de conocer el estado actual de las fábricas y valorar tanto acciones concretas sobre ellas como el impacto de futuras intervenciones, así como para pulsar la opinión de los responsables públicos y los ciudadanos en un proceso que les afecta directamente.

Una intervención pionera: el edificio de la antigua Papelera Leonesa

Uno de los ejemplos que ilustran los primeros esfuerzos por salvar los restos de viejas fábricas abandonadas en espacios antaño marginales o alejados del área central de la ciudad, pero hoy incorporados plenamente a ella en razón del proceso de expansión del suelo urbano residencial, las infraestructuras y los equipamientos públicos, es la centenaria Papelera Leonesa, cuyo origen se remonta al año 1900, cuando por iniciativa de algunos capitalistas foráneos se erigió una fábrica de papel, cartón y pasta en lo que hoy es el barrio del Crucero (sector Oeste de León), pionera en la provincia y con actividad hasta 1907. En esa fecha las instalaciones fabriles fueron parcialmente arrasadas por el fuego y el negocio abandonado por sus promotores, debido a la escasa rentabilidad del mismo.

El emplazamiento y explotación de La Papelera fueron decididos por un influyente grupo de capitalistas y políticos afincados en Madrid, a saber: Álvaro Figueroa y Torres, Fernando Merino (ambos diputados) y Mario Fernández de la Cuevas. Los tres adquieren el solar de la fábrica en 1899, con una superficie de 22.900 metros cuadrados al precio de 12.000 pesetas. A los pocos meses de esta compra los propietarios del terreno constituyen la Sociedad  Anónima Industrial y Mercantil Papelera Leonesa y se construye la fábrica de papel, un complejo integrado por once naves y dos pabellones, y de corta vida productiva como se acaba de señalar.

 

Figura 1. Vista parcial de la antigua Papelera Leonesa, recuperada para usos sociales por el Ayuntamiento de León y rodeada de viviendas
Imagen cedida por Alejandro López, 2007.

 

La elección de los terrenos se basó en tres factores: su precio, ya que no eran terrenos caros, la abundancia de agua de buena calidad y la cercanía de la estación de ferrocarril. La materia prima básica, paja de centeno, procedía de las comarcas leonesas, mientras que el mineral de carbón utilizado como combustible llegaba de las cuencas mineras cercanas, lo que permitía abaratar costes. Esta proximidad a los factores de producción fue importante en la decisión inicial de localizar la fábrica en León, si bien con el paso del tiempo el factor decisivo resulto ser el ferrocarril y, en particular, la conexión directa de la factoría a las vías del tren y muelles de la estación, lo que se materializó en 1921 y permitió llegar sin obstáculos a los mercados regionales y  a los más variados destinos peninsulares (Reguera, 2004, p. 31-32).

El conjunto fabril fue adquirido en 1914 por la sociedad Fomento de la Industria y las Obras Públicas, pasando en 1925 a manos de la Real Compañía Asturiana de Minas, quien a su vez lo trasfirió a la Unión Química Española, SA,  empresa que aprovechó los edificios heredados de La Papelera para iniciar la producción de elaborados químicos. Sin embargo, hay que esperar a 1942 para que el empresario Juan Abelló adquiera y destine las naves y los pabellones al uso por el que los leoneses conocen y recuerdan este conjunto industrial: la fábrica de productos químicos y farmacéuticos Abelló, una actividad cuya presencia en la ciudad no puede desligarse de otra fábrica, la construida en 1949 por la Sociedad Industria Española de Antibióticos, S.A., situada en la entrada sur de León (ibídem).

Tras el declinar de la fábrica y su cierre definitivo en los años de 1970, las construcciones originales fueron pasto de la ruina y el deterioro. En 1989 la calificación urbanística de este espacio propició el derribo de algunas naves originales y parte de los terrenos se destinaron a edificios de viviendas. En este proceso, que amenazó seriamente la supervivencia de la fábrica, se respetó, empero, el patio original de la papelera, la chimenea y cuatro naves situadas en la puerta principal, recuperadas y puestas en valor por una escuela taller de promoción municipal (Figura 1).

Así, con un uso público y como edificio de equipamientos, León salvó uno de los escasos elementos de su paisaje urbano-industrial de principios de siglo, vinculado, como otros de la época, al ferrocarril y a la presencia del río Bernesga, que atraviesa la ciudad en sentido meridiano y ciñe el borde Oeste de la trama urbana, lo que antaño eran los confines industriales y obreros de la ciudad, segregados del espacio central y con limitadas posibilidades de crecimiento ordenado más allá de los recintos fabriles y las barriadas promovidas por las empresas más poderosas.

La Azucarera “Santa Elvira”: reto para el nuevo urbanismo leonés

La fábrica de azúcar “Santa Elvira” fue instalada en León en 1935 por iniciativa de la Sociedad Industrial Castellana, S.A., constituida en Valladolid en el año 1898, en un momento de expansión del sector en todo el país. Dicha sociedad adquirió a principios de los años 30 del siglo pasado una extensa parcela de terreno (más de 20 hectáreas) en el sector Oeste de la ciudad, salvado el río Bernesga y junto a las vías del ferrocarril del Norte, a la altura de la actual parrilla de vías y estación de Renfe, buscando en esta localización algunas ventajas para la futura factoría, en particular una buena accesibilidad al principal medio del transporte de materias y bienes industriales del momento, el tren. En efecto, el ferrocarril era entonces imprescindible, tanto para el aprovisionamiento de la materia prima básica, la remolacha en este caso, como para dar salida comercial a los productos elaborados o finales, el azúcar y algunos derivados.

 


Figura 2. Vista de conjunto de los edificios que componen la Azucarera “Santa Elvira” de León
Es apreciable su avanzado estado de ruina, fruto del abandono y el saqueo del interior de los edificios (Archivo de la autora, 2001)

 

Los terrenos destinados a la nueva fábrica de azúcar se situaban en la zona industrial por excelencia de la ciudad, donde algunas empresas tradicionales venían desarrollando su actividad y donde era posible disponer de suelo en abundancia y a buen precio, en contacto con los barrios obreros del entorno (el barrio de la Estación y el barrio de El Crucero), amén de situados a relativa distancia de la ciudad consolidada (casco antiguo, arrabales y Ensanche), un factor éste último que garantizaba el desarrollo sin estorbos mutuos de la ciudad y su industria, separadas por dos barreras físicas de gran relevancia urbanística: el río y las vías del ferrocarril (Figura 2).

En una apretada síntesis del proceso de implantación y desarrollo de las actividades de la Azucarera “San Elvira”, encaminada a poner de manifiesto la importancia de esta factoría en la vida económica y social de la ciudad, habría que destacar los siguientes hitos: la construcción de la fábrica data de 1933 y su puesta en marcha acontece dos años más tarde, en enero de 1935, incorporando maquinaria procedente de la Azucarera de La Rasa (Soria), establecimiento que había sido adquirido por la Sociedad Industrial Castellana, que opta por cerrar las instalaciones sorianas y concentrar la producción en León, según las pautas de un proceso de concentración y modernización común a todo el sector en esos años ( Ebro, 1986).

La “Santa Elvira” se creó con los estándares de una factoría de tamaño medio, con una capacidad de molturación de 700 Tm/día. Durante el año 1945 en los terrenos de la Azucarera se instaló una destilería de alcohol, también con maquinaria procedente de otra fábrica, en este caso la destilería de la Azucarera del Genil (Granada), que será productiva hasta 1980. Entre los años 60 y 70 la capacidad de producción del conjunto de la factoría leonesa irá en aumento: de las 1.200 Tm/día en 1960 se llegó a las 3.000 Tm/día en 1970, volumen que siguió creciendo hasta un máximo de 3.600 Tm/día en los años finales de la fábrica, clausurada en 1992. La mano de obra empleada alcanzó los 200 trabajadores fijos en 1980, cifra que se elevaba de forma sustancial durante los períodos de campaña debido a la incorporación de los denominados trabajadores discontinuos, dedicados a las tareas no mecanizadas durante años como la carga y descarga de la remolacha y su almacenamiento.

En el momento del cierre de la “Santa Elvira”, justificado como consecuencia de un necesario proceso de concentración de la producción en la más moderna fábrica de La Bañeza, la nómina era de 88 trabajadores fijos y 230 discontinuos cuya situación laboral fue negociada entre el comité de empresa y los sindicatos, que pactaron jubilaciones anticipadas, traslados a otras fábricas  del  Grupo Ebro e indemnizaciones por despido (Ebro, 1986).

En el amplio lapso de tiempo antes contemplado se produjeron cambios importantes en la titularidad de la empresa propietaria de la Azucarera: así en 1967 Ebro, Compañía de Azúcares y Alcoholes, S.A. adquirió el 95% del capital de la Sociedad Industrial Castellana y en 1991 la citada empresa Ebro se fusionó con la Compañía de Industrias Agrícolas, S.A. con el objetivo de hacer más rentable la producción de azúcares. Nace así la primera empresa española del sector, denominada Ebro Agrícolas, S.A. Este hecho precipitó, sin duda, el cierre de la “Santa Elvira”, ya amenazada desde la reestructuración del sector como consecuencia del ingreso de España en la Comunidad Europea y que habrá de suponer también la clausura de la fábrica de Veguilla de Órbigo, lo que dejará a la provincia de León con la azucarera de La Bañeza, único vestigio vivo de una actividad ampliamente extendida años atrás.

En otro orden, la conciencia social sobre el valor de la herencia industrial, muy débil entre los leoneses, se fue acrecentando en la última década, hasta el punto de que los responsables del gobierno de la ciudad solicitaron en junio de 2002 un informe al Departamento de Geografía de la Universidad de León sobre el valor patrimonial de la azucarera. Nuestra respuesta fue la siguiente:

“Existen sobrados argumentos a favor de la protección y conservación de la azucarera “Santa Elvira” de León, propiedad de Grupo Ebro, la mayoría de los cuales podrían articularse en torno a  la premisa de que se trata de un conjunto edificado de indudable valor patrimonial en el sentido que la UNESCO entiende y aplica el concepto de bien cultural, en el sentido que sobre el mismo se pronuncia la Conferencia Europea de Ministros responsable de Patrimonio Cultural, y en el sentido que un número cada vez mayor de comunidades autónomas de nuestro país entienden y protegen dicho patrimonio.

En efecto, los restos materiales de la industria y, en general, el conjunto del legado arquitectónico, técnico y mecánico de la Revolución Industrial es merecedor desde 1978 del reconocimiento expreso de la UNESCO, que amplió sus criterios sobre el patrimonio cultural para dar cabida a otras manifestaciones, entre ellas los bienes industriales heredados del siglo XIX y la primera mitad del siglo XX. No obstante, los primeros signos de interés por el patrimonio industrial son algo anteriores y coinciden con el cierre en Europa a partir de los años 60 de los complejos siderúrgicos, las minas y las fábricas textiles. Fue entonces cuando se empezó a plantear la cuestión del futuro de esas y similares construcciones hasta llegar a la conclusión de que muchos de esos sitios tenían un valor universal que justificaba su consideración como monumento, como obras maestras de la técnica, la ingeniería y la arquitectura.  Hasta tal punto esto es así que 25 sitios industriales figuran hoy en la Lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO.

Por su parte, las Organizaciones Europeas de Patrimonio Industrial considerando la Recomendación R (90) 20 de la Conferencia Europea de Ministros responsable de Patrimonio Cultural han hecho un llamamiento reciente para promover la conciencia y la valoración del patrimonio industrial y técnico entre los ciudadanos, las autoridades y las instituciones públicas europeas, proponiendo la declaración de 2002 Año Europeo del Patrimonio Industrial y Técnico. El objetivo es salvar el patrimonio industrial amenazado o en peligro, otorgándole el tratamiento que le corresponde en razón de su importancia histórico-técnica y como parte del bagaje cultural que nos permite comprender el desarrollo económico y social de nuestros países, regiones y ciudades.

Asimismo, en España son cada día más las comunidades autónomas que se suman a este movimiento para recuperar y salvar de la ruina y la destrucción a los nuevos monumentos culturales que son las viejas fábricas, las minas abandonadas o las herrumbrosas vías de ferrocarril y sus edificios anejos. Cataluña, el País Vasco, Andalucía o Asturias tienen inventarios y catálogos en los que aparecen censados y protegidos numerosos vestigios de su pasado industrial.

En el contexto que se acaba de describir cobra pleno sentido y oportunidad la defensa de la Azucarera “Santa Elvira” de León, una de las escasas muestras de arquitectura industrial de calidad con que cuenta la ciudad. Se trata de un conjunto de edificios con una volumetría y estética que lo emparentan con los modelos decimonónicos de estilo racionalista-constructivista. Fechados en el primer tercio del siglo XX (1931-1934) las naves, oficinas, almacenes y viviendas de la Azucarera dan testimonio de una actividad –la producción de azúcar de remolacha-, de un estilo de vida y de trabajo – el industrial, el obrero-, y de una etapa del desarrollo de la ciudad que ya forman parte de la historia y la identidad de los leoneses.

Además, es innegable que la Azucarera da carácter al paisaje urbano de León, es una seña de identidad que lo particulariza como pocas y junto a la rehabilitada fábrica de Abelló mantiene vivo el recuerdo de la industria tradicional urbana. Y esto refuerza su valor cultural y su carácter de bien patrimonial que debe protegerse, por respeto al pasado y por sensibilidad con el futuro.

El Departamento de Geografía de la Universidad de León realizó con los alumnos de doctorado del curso 2000-2001 un trabajo que cataloga y valora los distintos edificios que integran la Azucarera. El estudio se enfocó desde la perspectiva de que no sólo hay que proteger el patrimonio industrial, sino también idear fórmulas que lo pongan en valor, lo que equivale a hacer de este patrimonio cultural un recurso eficaz para el desarrollo y progreso de los territorios. La conclusión de dicha experiencia fue que la Azucarera “Santa Elvira” es patrimonio de todos los leoneses, un bien de interés social y que, por tanto, tiene que ser protegida, como lo están la Azucarera de Vitoria, declarada desde 1991 Bien Clasificado por el Gobierno vasco, la fábrica “El Sucre” en Vic, conservada y rehabilitada por el Gobierno catalán, o la azucarera de Pravia, protegida por el Principado de Asturias, entre otras”.

En definitiva, la Azucarera “Santa Elvira” de León debía ser protegida y puesta en valor para beneficio de la ciudad, por respeto a la memoria de su pasado industrial y por un sentido elemental de conservación y aprovechamiento de un conjunto edificado singular y con fuerte impronta en el paisaje urbano.

Los terrenos de la fábrica adquirieron, tras el cierre de las instalaciones en el año 1992, la situación urbanística de Suelo Urbanizable No Programado, convirtiéndose además en una pieza clave de la planificación urbanística de León, tal y como se refleja en el Plan General de Ordenación Urbana vigente.  En efecto, el paralelo crecimiento de la ciudad en torno al recinto de la azucarera propició que la fábrica, una vez finalizado su ciclo de vida productivo y abandonadas sus instalaciones, apareciera como un obstáculo al desarrollo urbanístico del sector Oeste de León, necesitado de profundas reformas y nuevos usos y funcionalidades urbanas: desde más suelo residencial y de calidad hasta espacios públicos y equipamientos de todo tipo, además de la adecuación de las infraestructuras viarias. Pero también había que resolver el futuro de la azucarera, con algunos edificios de notable interés patrimonial incluidos en el Catálogo de Bienes y Elementos Protegidos del Ayuntamiento de León (edificio central de oficinas, alcoholera, silos…).

La falta de sensibilidad hacia el patrimonio industrial impidió durante más de una década que se interviniera para evitar el deterioro y ruina de la fábrica, en espera de que las expectativas urbanísticas crecieran y se pudieran recalificar y edificar los terrenos industriales baldíos. La ciudad y sus distintos agentes sociales parecían resignados a una más que probable desaparición de la azucarera, cuyo deterioro era evidente en el año 2001 y, en consecuencia, apenas se alzaban voces para llamar la atención sobre su valor patrimonial y la singularidad que la fábrica aportaba al paisaje urbano, así como su potencial como recurso para servir de base una nueva oferta de equipamiento urbano de calidad.

Sin embargo, en el año 2004 un cambio de signo político en el Gobierno de la ciudad y el compromiso añadido de los poderes regionales de apoyar la conservación del patrimonio industrial, expresado en el Plan PAHIS 2004-2012, hicieron posible un acuerdo fundamental entre los agentes implicados en el destino de la vieja azucarera: el Ayuntamiento de León se hizo con la propiedad de los principales edificios de la fábrica y firmó un convenio con los propietarios de los terrenos -la sociedad Agelco y las inmobiliarias Vallehermoso y Río Vena- según el cual el desarrollo urbanístico del área se llevaría a efecto respetando la fábrica de azúcar, a la que se le asigna un nuevo uso: servir como Palacio de Congresos y Recinto Ferial. En los terrenos libres de edificios el citado convenio contempla la construcción de 600 viviendas y  añade un tercer proyecto, la integración del ferrocarril.

A partir de este acuerdo, todas las acciones de política urbanística apuntan a una recualificación y transformación profunda del sector Oeste de León, con la vieja fábrica como nuevo foco de centralidad. Ya existe un ambicioso proyecto del arquitecto francés Dominique Perrault  que plantea respetar los edificios fabriles y resuelve su entorno con un espacio público que revitaliza los barrios industrial y ferroviario, a la vez que vincula el futuro Palacio de Congresos a los grandes equipamientos de las inmediaciones: juzgados, parque de bomberos, estación de autobuses, polideportivo y campo de fútbol. Este amplio espacio urbano renovado se conecta con el centro de la ciudad mediante el emblemático puente de Guzmán (vid. Diario de León, 27-01-2006 y el folleto divulgativo Alta velocidad y Ciudad. El Plan regional como nuevo modelo urbanístico. Exposición del 15 de junio al 15 de julio de 2006, León, 11 p.).

Una solución que busca el equilibrio entre conservar un elemento patrimonial singular y de alto valor simbólico, y responder a la acuciante necesidad de regenerar la trama urbana en un sector degradado que puede acoger nuevos usos residenciales y los más diversos equipamientos colectivos, con un tratamiento ambiental y de entorno que se asocia, en el marco del nuevo urbanismo, a la idea de calidad de vida y, como no, a estrategias de marketing urbano.

La solución para la fábrica de azúcar se beneficiará, a su vez, de la segunda gran intervención en el Oeste de León: la construcción de la estación del tren de alta velocidad, que conlleva la eliminación física o visual, según los casos, de las vías de tren heredadas del siglo XIX. Los redactores del proyecto argumentan sobre la eliminación de las vías o su soterramiento del modo siguiente: “el sistema ferroviario se convierte en León, al igual que en muchas otras ciudades, en una frontera física que condiciona, restringe y dificulta el normal y ordenado crecimiento urbano, incidiendo en la habitabilidad de las zonas de borde de la infraestructura. Los principales problemas que supone el trazado de ferrocarril son: el establecimiento de una barrera física, tanto para el crecimiento como para la movilidad urbana; la ocupación de grandes áreas centrales de suelo, configurando vacíos urbanos no integrados en la estructura de la ciudad; la disgregación social de ambas márgenes; la desestructuración de la malla urbana; y la ubicación del tejido industrial y auxiliar que, junto con las actividades ferroviarias, desvirtúa la calidad medioambiental de la zona” (vid. Alta velocidad y Ciudad. El Plan regional como nuevo modelo urbanístico. Exposición del 15 de junio al 15 de julio de 2006, León).

El proyecto contempla acciones como: modificar la rasante ferroviaria, deprimiendo el nuevo haz de vías de la estación; soterrar la travesía en la zona de la avenida Doctor Fleming, para suprimir el paso a nivel y facilitar la conexión de la trama urbana; trasladar talleres y naves a nuevos emplazamientos; y construir un edificio de doble uso, comercial y estación de viajeros. Las vías se cubren con un parque urbano y la intermodalidad se resuelve uniendo al nuevo edificio la actual estación de autobuses. El conjunto se remata con un hotel en torre y una pasarela que comunica, por encima del río Bernesga, con la calle Lancia. Al norte y al sur de la nueva estación se crean dos desarrollos residenciales: un par de manzanas semicerradas al norte y dos series de bloques aislados al sur. Según el proyecto, la ciudad crece sobre un sector de centralidad nuevo y refuerza su especialización terciaria; la trama se densifica y moderniza; y la imagen urbana mejora sustancialmente. En suma, se añaden elementos de competitividad urbana necesarios para que León destaque en el mapa regional de ciudades.

La ejecución de la actuación descrita se sustenta en el Convenio firmado el 6 de noviembre de 2002 entre el Ministerio de Fomento, La Junta de Castilla y León, el Ayuntamiento de León y el Ayuntamiento de San Andrés del Rabanedo (BOE 129/2003 de 30 de mayo de 2003). La coordinación entre administraciones se trata de garantizar a través de la Sociedad Pública “León Alta Velocidad 2003, S.A.”, constituida el 10 de enero de 2003. Su capital social está compuesto por: Ministerio de Fomento, 50%; Junta de Castilla y León, 20%; Ayuntamiento de León, 15% y Ayuntamiento de San Andrés del Rabanedo, 15%. Hasta el momento se encuentran redactados y aprobados el Estudio Informativo (julio de 2004); la Declaración de Impacto Ambiental (junio de 2004) y el documento Enlace Sur (mayo de 2006).

En definitiva, esta intervención conjunta en los terrenos ferroviarios y en la vieja azucarera representa, además de una oportunidad de renovación urbana, la apuesta por un nuevo modelo urbanístico en la zona Sur-Oeste de la ciudad, así como una nueva estrategia de relación de la industria (la herencia industrial, en este caso), y del propio ferrocarril, con el territorio y con la ciudad de la que forman parte, tanto en sentido estructural y funcional como morfológico.

Un proyecto de rehabilitación en el alfoz: el conjunto cultural de Araú

Según el reciente análisis de J.A. Balboa (2006) sobre el patrimonio industrial de León, la fábrica de embutidos Araú de Trobajo del Camino es “un hermoso edificio modernista cuyo estado de conservación se ha ido deteriorando de forma alarmante en los últimos veinte años, hasta que las protestas ciudadanas han obligado al Ayuntamiento de San Andrés del Rabanedo a intervenir, adquiriendo en 1998 el edificio (Balboa, 2006, p. 178). En primera instancia se redactó un proyecto de restauración a cargo del arquitecto Manuel Alonso Velasco, con un presupuesto de 682 millones de pesetas que finalmente no se llevó a ejecutar. En el año 2006 el Ayuntamiento firmó un convenio con el Ministerio de Vivienda por el cual éste financiaría el 80% del coste de las obras de rehabilitación, estimado ahora en unos cinco millones de euros.

La vieja fábrica, que acusa un lamentable estado de abandono, fue fundada en 1845 por Adriano Alcorta. A principios del siglo XX le sucedió al frente del negocio su sobrino Eusebio Araú González, que logró consolidar la fama de los productos de la empresa familiar y extender el mercado de los mismos a toda la península, incluso exportar a América un embutido especial en latas de manteca. En esta etapa se construyen el matadero y un laboratorio. En 1935 fallece don Eusebio y la actividad es continuada por su viuda, Sira Sampedro Manrique, que abrió un despacho comercial en la calle Ordoño II, nº 27. Mariano Suárez Gutiérrez le sucederá en el puesto y José González Morán lo regenta en la actualidad, pero trasladando la fábrica a Valverde de la Virgen (Diario de León, 25-5-2006; 27-5-2007 y 29-11-2007).

El conjunto fabril de Araú está reconocido como de interés urbano y patrimonial y será rehabilitado según el proyecto de la empresa madrileña ALF Arquitectos Asociados, que ha diseñado un edificio vanguardista para complementar a la antigua factoría. La estructura del edificio original está inspirada en la arquitectura industrial anglosajona, pero se construyó con los materiales propios de la zona, esto es, tapial, adobe y cantos de río, añadiendo ladrillo en la planta alta. Según el proyecto de intervención, el complejo cultural Araú contará con un auditorio para 300 personas, el primero que tendrá el municipio, alojado en el edificio de nueva planta, que los arquitectos han semisoterrado para evitar un gran volumen sobre rasante y respetar el entorno, ya que Araú forma parte del Camino de Santiago. En la planta semisótano habrá un archivo y las instalaciones comunes y servicios asociados al auditorio. En la planta baja se ubican una sala de exposiciones y la futura Oficina Municipal de Turismo, con especial atención a la Ruta Jacobea. En la primera y segunda plantas están previstas una biblioteca, salas de lectura y mediateca. El complejo albergará, asimismo, la Escuela Municipal de Música.

Las expectativas creadas por esta intervención son elevadas en un municipio de 30.000 habitantes que confía en crear en torno a esta factoría cultural nuevos puestos de trabajo y, sobre todo, impulsar el desarrollo local y urbano. Prueba de la sensibilidad social hacia este edificio y su destino futuro es la cumplida cuenta que de su evolución ha dado la prensa local. El Diario de León informaba en su edición de 25 de mayo de 2006 de la cronología del proceso que lleva a la adjudicación en 2006 del proyecto comentado a la empresa madrileña: en 1996 la Diputación de León aconsejó la rehabilitación integral del inmueble; en 1998 se firma el convenio por el que el Consistorio se hace con la propiedad de la fábrica; en 1999 Urbanismo aprueba las normas urbanísticas que desbloquean la recalificación; en 2000 el Gobierno central aprueba una subvención de un millón de euros dentro del 1% de Cultura, dinero que no llegó; en 2001 se anuncia que las obras comenzarán ese año con un coste de 4,2 millones de euros aportados por Fomento, Junta y Ayuntamiento; en 2002 Fomento no convoca el concurso previo para elaborar el proyecto y el Ayuntamiento procede a demoler la nave que flanquea el lado Sur tras su derrumbe parcial; en 2003 no se avanza; en 2005 el Ministerio de Vivienda convoca el concurso de ideas y en 2006 se adjudica, por fin, el proyecto. El último paso hacia la rehabilitación se ha dado en mayo de 2007 y consiste en las obras de consolidación del edificio por parte de la empresa Begar.

De llevarse acabo este proyecto, no sólo San Andrés conservaría su mayor y mejor edificio industrial histórico, sino que, desde el punto de vista urbano, se recualifica un espacio degradado, se crean nuevos equipamientos culturales y sociales y se brinda a la población la oportunidad de disponer de una dotación atractiva para el visitante, lo que puede redundar en mayores oportunidades de empleo y negocio ligados a la terciarización del núcleo urbano.

Conclusiones

La ciudad contemporánea aplica estrategias de recuperación y puesta en valor de su herencia industrial. Esto se traduce en la rehabilitación de antiguas fábricas para usos y contenidos acordes con las necesidades de los ciudadanos en términos de equipamientos culturales, espacios de ocio y recreo, lugares para el encuentro social, etcétera. Pero la conciencia sobre el valor intrínseco de los vestigios de la industrialización histórica y su potencial como recurso ha tardado en arraigar y dar frutos. En consecuencia, durante años se han despreciado y destruido muchos elementos del patrimonio industrial urbano; o se ha dado un destino indigno a algunos de ellos. Los poderes públicos son los que deben asumir el reto de conservar, proteger y poner en valor estos recursos (edificios y suelos industriales) que forman parte de la memoria colectiva de la ciudad y son un elemento destacado del paisaje urbano y un testimonio vivo de la historia de la técnica y del trabajo.

La ciudad de León, pese a su modesto patrimonio industrial, en los últimos años ha empezado a dar una respuesta satisfactoria al desafío urbanístico que representa intervenir y otorgar nuevo uso a los conjuntos fabriles más representativos de la industria tradicional, como es la azucarera Santa Elvira, el recinto industrial abandonado más notable de la ciudad. La contrapartida a este esfuerzo estratégico es una ciudad con una imagen renovada y una funcionalidad terciaria reforzada con nuevos focos de centralidad, con un plus de sostenibilidad (reciclaje de viejos edificios fabriles y saneamiento ambiental de espacios urbanos degradados) y con un componente cultural añadido, pues las viejas fábricas son, sin duda, un patrimonio cultural en alza.

 

Notas

[1] Esta aportación se inscribe en los resultados del proyecto de investigación financiado por la Junta de Castilla y León, clave LEO61A05, titulado Patrimonio Industrial y desarrollo territorial en Castilla y León. Investigadora Principal: Dra. Paz Benito del Pozo, Departamento de Geografía y Geología de la Universidad de León.

 

Bibliografía

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