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X Coloquio Internacional de Geocrítica

DIEZ AÑOS DE CAMBIOS EN EL MUNDO, EN LA GEOGRAFÍA Y EN LAS CIENCIAS SOCIALES, 1999-2008

Barcelona, 26 - 30 de mayo de 2008
Universidad de Barcelona

LOS CAMBIOS DEL USO DEL SUELO EN EL NORTE GRANDE ARGENTINO: UNA AGRICULTURA DE CONTRASTES

Verón, Alejandro Victor
Instituto Superior de Estudios Sociales - CONICET/UNT, Tucumán, Argentina
alejandroveron@arnet.com.ar

Hernández, Claudia Margarita
Instituto de Estudios Geográficos - UNT, Tucumán, Argentina
hernand@webmail.filo.unt.edu.ar


Los cambios del uso del suelo en el Norte Grande Argentino: una agricultura de contrastes (Resumen)

A finales de la década de 1990, la estructura productiva del Norte Grande Argentino basada en el aporte de los complejos agroindustriales, la producción a pequeña escala (minifundista, campesina, aborigen) y la empresa forestal del Nordeste, redefinió su tradicional composición tras el auge de la soja, modificación que acentuaría el carácter pampeano de un importante segmento de la agricultura en la región. Las transformaciones, que acusaron un mayor dinamismo en los años siguientes, no se gestaron sobre el vacío; además de la concurrencia de elementos modernos y tradicionales, la situación del campo se caracterizaba por: i) el peso de las agroindustrias en el producto agropecuario; ii) una estructura heterogénea, coexistiendo el mundo de la pequeña agricultura familiar y el minoritario pero pujante sector empresarial; iii) las políticas públicas poco claras y efectivas en materia de desarrollo sostenible y retención de efectivos.

Palabras clave : agricultura, complejo agroindustrial, soja, concentración de tierras


The changes of land use in the Large North of Argentina : agriculture contrasts (Abstract)

At the end of 1990, the production structure of Large North of Argentina based on the contribution of the agro-industrial complex, small-scale production (smallholder, peasant, aboriginal) and the forestry company's Northeast redefined its traditional composition after the boom of soybean, a change that accentuate the character “pampeano” of an important segment of agriculture in the region. The transformations showed a greater dynamism in the following years. The situation of the country is characterized by: i) the weight of agribusiness in the agricultural product; ii) a heterogeneous structure, where coexisting the world of small family farms with thriving business; iii) public policy unclear and effective in sustainable development and retention of troops.

Key words: agriculture, agro-industrial complex, soybean, land concentration


Diversos indicadores señalan que una parte importante de las economías extrapampeanas, a mediados de los años ’90, continúa siendo sostenida por las actividades primarias; si bien cada uno de estos sectores productivos ha tenido una evolución desigual, en la mayoría de las provincias del Norte el producto agropecuario contribuyó con más del 50 por ciento del producto del agregado “actividades productivas” provinciales (Gatto y Cetrángolo, 2003: 25). A comienzos de esta década, la política de desregulación afectó de alguna manera la redistribución de la renta agraria, entendiendo como tal al surgimiento -o reafirmación en algunos casos- de modalidades de producción (agricultura de contrato, pools de siembra, etc.) que subsumía a la pequeña y medina producción no capitalizada al control en las negociaciones por parte del poder de la empresas y las firmas comercializadoras.

Cuando esto sucedía, la estructura productiva regional basada principalmente en el aporte de los complejos agroindustriales, la producción a pequeña escala (minifundista, campesina, aborigen) y la empresa forestal del nordeste, redefinía su tradicional composición tras el auge del cultivo de granos y de la soja en particular, que permitió que la “sojización” se convierta, desde mediados de los ’90 a la actualidad, en el fenómeno con mayor impacto dentro del sector agropecuario en su totalidad.

El importante salto cuantitativo y cualitativo que lograba la producción agroindustrial en los primeros años del siglo XXI completaba el panorama de cambios. Tanto la superficie implantada como los rendimientos por unidad de superficie crecieron. Durante el período 1988-2002, las tierras bajo cultivo en la región aumentaron alrededor de dos millones de hectáreas (incremento del 62 %), destacándose en esa expansión Santiago del Estero, Chaco y Salta, tres de las nueve provincias que conforman la región del Norte Grande Argentino (NGA)[1].

Las transformaciones agrícolas pudieron haber tenido una direccionalidad, sin embargo los efectos en el conjunto de los productores fue dispar. Las mejoras técnicas en el proceso productivo o los buenos precios garantizaban por ejemplo un balance global satisfactorio, no obstante, las ventajas compartidas dejaban de serlo cuando las utilidades demostraban la contracara entre quienes concentraban los recursos y quienes eran continuamente desplazados.

Esta distinción encamina la pregunta de quienes son los que se benefician (o perjudican) y traducen esas ganancias (o pérdidas) incorporando más tierras o absorbiendo otras fincas (o vendiendo/quebrando sus propiedades). En este sentido, el propósito del trabajo supone que analizando los factores que explican las variaciones y la sustitución de los usos del suelo, se pueden identificar las mutaciones que afectaron al agro y, al mismo tiempo, reconocer la situación de los productores que se desprende del retroceso o la expansión de los cultivos y de los tipos sociales agrarios que participan de estas movilidades, algunas convenientes/redituables y otras forzadas. El énfasis estará puesto en el proceso que provocó los mayores cambios, es decir en el ciclo expansivo de la soja de la última década.

Cuestiones metodológicas

Para cuantificar la distribución y variación de los aprovechamientos agrícolas en las provincias del NGA se utilizaron los registros de los censos nacionales agropecuarios de 1988 y 2002, de tal forma de poder comparar la evolución de los usos.

Previamente se determinó que la unidad de análisis se ajustaba a la división departamental (175 en total) y que el procesamiento con los datos sobre superficie implantada iba a trabajarse según ocho grandes masas de cultivos: cereales, industriales, hortalizas-legumbres, oleaginosas, citrus, forestales, frutales y forrajeras.

Después del tratamiento de datos se aplicó un índice que permitió identificar simultáneamente: los usos agrícolas más importantes en función de la extensión de las tierras que ocupan y el grado de especialización/diversificación en cada departamento.

El Índice de Combinación de Weaver (ICW) es un instrumento estadístico que clasifica cualquier tipo de variables y se basa en la comparación de una distribución observada con una serie de distribuciones hipotéticas (método de mínimos cuadrados)[2]. En nuestro caso su cálculo permitió conocer los  principales cultivos según la superficie que cubren (dominancia), la cantidad que predominan (variedad) y el lugar que ocupan respecto al total.

El resultado final fue la confección de cartografía temática (1988 y 2002) con información referida a la cantidad de cultivos que predominan y según la división departamental del NGA. Para visualizar los mapas se utilizó una graduación de colores y sólo se rotularon los grupos de cultivos que encabezan esa dominancia (figuras 1 y 2). 

Figura 1
Distribución espacial de los usos agrícolas en el NGA. Año 1988

Figura 2
Distribución espacial de los usos agrícolas en el NGA. Año 2002

Con respecto a las consecuencias por los cambios en los usos del suelo, sobre todo en lo que hace al reparto de la tierra y atendiendo al proceso de expansión de la frontera, el análisis cuantitativo se apoyó en los datos aportados por:

- Los censos agropecuarios elaborados por el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC) y los informes e investigaciones de oficinas vinculadas al agro como la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Pesca y Alimentos de la Nación (SAGPyA).

- El Centro estadístico de servicios (CES) de la sección Trabajos especiales del INDEC.

El agro en Argentina: ¿una o varias agriculturas?

De acuerdo a las aptitudes agroecológicas y a la demanda de los mercados regional y nacional, algunas provincias del NGA se especializaron en determinados productos y en algún momento de su historia se caracterizaron por su condición de monoproductoras. Este es el caso de Tucumán con la caña de azúcar, del Chaco con el algodón y de Misiones con la yerba mate, producciones típicas que necesitaron del Estado para enfrentar los ciclos de crisis y convertirse, desde sus orígenes, en enclaves productivos de gravitación regional.

A diferencia de la pampa húmeda, las zonas agrícolas del interior estuvieron desde sus inicios vinculadas como proveedoras del mercado nacional sumado a que sus agroindustrias producían más que lo que el mercado demandaba. Las crisis generadas por los excedentes no significaron un dato menor para las economías del Norte que dependían de este rubro y mantenían a millares de pequeños productores que no poseían ni los recursos ni la asistencia para enfrentar la caída de precios y contracción de la actividad.

Distinto del sistema agroalimentario pampeano identificado con la producción cerealera, de oleaginosas e industrias derivadas, aunque tuviera coyunturas desfavorables reposa en general sobre una estructura vertical y horizontal más integrada y homogénea socialmente, con agentes decididamente más capitalizados que pueden, a raíz de estas ventajas, sostenerla.

Al margen de estas distinciones, resurgió con intensidad durante los últimos años un fenómeno común que es el de la expansión de la soja, hecho que ubica a la oleaginosa como principal aprovechamiento agrícola del país[3]. La consecuencia directa de su extraordinario crecimiento fue el debilitamiento de las economías que giraban alrededor de los cultivos que la soja reemplaza. 

Paralelamente a este fenómeno, una serie de esquemas productivos avanzaron en el escenario agrícola de comienzos del siglo XXI; en efecto, la agricultura de contrato, los pools de siembra y el agribusiness se constituyeron en las lógicas dominantes de producción y gestión de las explotaciones agropecuarias. Estas modalidades en las provincias del Norte están alcanzando la magnitud de la de sus pares pampeanas y se han transformado en instrumento de poder del capital concentrado. 

El lugar de la agricultura en la agenda del Estado

La política de reestructuración llevada adelante por el gobierno a fines de los ’80 y comienzos de los '90, impulsó una serie de acciones que reclamaban el logro de ahorros, ajuste fiscal y mayor competitividad: comenzaron a discutirse la eliminación de las barreras aduaneras, las empresas y servicios públicos pasaron a manos privadas y las contrataciones laborales tendieron a flexibilizarse. Estas medidas se enmarcaron en la transición hacia un modelo de acumulación que generó reacciones dispares.

Una de las expresiones de la oposición entre regulación y librecambio se manifestó en la política aplicada al agro. En el ámbito internacional la disputa se debatió entre países -y grupos económicos dentro de éstos- que apoyaban los subsidios y las barreras arancelarias y los que fomentaban que el Estado tome distancia para que sea el mercado quien supervise las producciones e intercambios comerciales. Lo cierto es que en el nuevo orden mundial y bajo el influjo de las políticas neoliberales, el Estado emergió como un instrumento de desarrollo del mercado (Llambí, citado por Giarracca, 1996: 117) permitiendo el reemplazo progresivo de sus funciones tutelar y correctiva por otras que dan impulso y garantizan las reglas del libre mercado.

En nuestro país la tensión terminó resolviéndose a favor de la liberalización del mercado interno. Conforme los lineamientos establecidos por los organismos multilaterales y financieros más influyentes que dieran origen al denominado Consenso de Washington, se dictaminó mediante decreto presidencial la supresión y caducidad de las Juntas reguladoras y toda legislación conexa que reglamentara los sistemas de producción y comercialización agropecuarias.

Cuando se aprueba esta normativa las representaciones gremiales expresaron su malestar sosteniendo que las producciones regionales se verían sujetas al arbitrio de los vaivenes de la economía y a la falta de protección de los pequeños agricultores.

El crecimiento del agro: supuestos y efectos 

Existen opiniones convergentes referidas a que la desregulación de los '90 significó para el campo argentino el achicamiento de los márgenes de ganancia. En realidad esta contracción debe ser interpretada como la profundización de la inequitativa distribución de los recursos. El proceso de concentración de la tierra se ha acentuado[4] y la notable disminución del número de explotaciones agropecuarias (EAPs), en especial las más pequeñas, son claves para entender las desigualdades.

En el país entre 1988 y 2002 las EAPs disminuyeron un 21 por ciento, retracción que tuvo correspondencia a los números de la región del NGA: desaparecieron 5.700 y 15.200 EAPs en las regiones noroeste (NOA) y nordeste (NEA), respectivamente[5]; a nivel nacional los predios con extensiones menores a 500 ha sintieron más el impacto (SAGPyA, s/f). Paradójicamente, la producción agroindustrial logra en los primeros años de 2000 un importante salto cuantitativo y cualitativo en el que crecieron la superficie implantada y los rendimientos por unidad de superficie. 

Para explicar el crecimiento de la actividad agropecuaria se conjugaron diversos factores, entre ellos: las favorables perspectivas de mercado en algunos productos, los adelantos en modificación genética de semillas, el uso cada vez mayor de agroquímicos y la ampliación del parque mecánico (SAGPyA, 2003-b). Pero, y esto es importante, ni todas las regiones o áreas ni todos los cultivos o complejos agroindustriales se identificaron o beneficiaron con el crecimiento generalizado del sector; en este sentido, se mantienen sin respuesta algunos problemas de carácter estructural tales como: i) la relativa vulnerabilidad y retraso de las agriculturas del interior; ii) el aislamiento o exclusión de algunas comunidades rurales indígenas o campesinas; iii) la no retención de efectivos de la estructura productiva.

El conjunto de transformaciones descriptas no se gestaron sobre el vacío. Anteriores al proceso de modernización agrícola y salto tecnológico, a la supresión de las juntas reguladoras y a la hegemonía hacia donde se encaminan los pools de siembra, entre los principales factores de cambio, el campo en la región se caracterizaba por:

a- El peso de las agroindustrias en el producto agropecuario.

b- La concurrencia de elementos modernos y tradicionales que se traduce en la presencia de una estructura heterogénea, coexistiendo el mundo de la pequeña agricultura familiar y el minoritario pero pujante sector empresario.

c- Las políticas públicas poco claras y efectivas en cuanto a propuestas que superen la pobreza rural y el deterioro ambiental.

Los cambios del uso del suelo en la región

Una simple mirada en el transcurso de los ’90 al agro de la región evidencia profundas modificaciones en los usos agrícolas y en la estructura fundiaria.

De su condición de monoproductoras hace décadas atrás a convertirse en territorios pampeanizados, las provincias han evolucionado hacia un esquema cuasi-diversificado (o si se quiere de predominios compartidos) donde los cultivos industriales compiten el espacio (en algunas zonas con desventaja) con las oleaginosas, los cereales, las forrajeras o las especies forestales (figuras 1 y 2). El avance empresarial, por su parte, pudo haber minado las estrategias de subsistencia del campesino o del pequeño agricultor, sin embargo estos grupos sociales continúan representando a la mayoría de los productores que ven en la tierra, además de su valor económico, parte de su historia y de sus costumbres.  

Según el censo agropecuario de 2002 la superficie implantada en la región cubría alrededor de 5, 3 millones de ha, representando el 13 % de la superficie nacional. En el lapso de 14 años se logra un incremento cercano a 2 millones de ha, todo un indicador de las ventajas que supo aprovechar el sector, es decir, mientras parte de las divisas se invertían en tecnología y mejoramiento genético, el paraguas fiscal permitía la continuidad del negocio. En contrapartida, queda abierta la duda de si este crecimiento está en condiciones de evitar o mitigar los costos sociales y ambientales que genera (retomaremos luego esta idea).

Entre los principales cambios se destaca el crecimiento de las tierras cultivadas y que las oleaginosas sean el grupo que más se expandiera (cuadro 1; figura 3).

Cuadro 1
Variación absoluta de la superficie implantada (ha) en las provincias del NGA, según masas de cultivos. Años 1988-2002

Provincia

Oleaginosas

Cereales

Forrajeras

Forestal

Citrus

Frutales

Hort-legum

Industriales

NGA

Santiago

357.476

169.707

151.189

-2.476

662

-115

-16.886

7.192

666.748

Chaco

395.216

95.796

66.593

3.128

77

-80

606

-105.276

456.061

Salta

217.153

59.864

57.900

679

-1.539

-764

-45.099

-19.450

268.743

Corrientes

-2.572

19.300

20.028

160.340

6.713

98

3.389

-18.476

188.821

Catamarca

24.497

16.288

67.554

1.158

1.127

20.403

-649

-5.308

125.070

Tucuman

64.875

88.269

-4.275

-3.066

12.083

925

-7.488

-28.035

123.289

Misiones

-33.475

3.477

32.177

114.692

2.598

-701

372

-3.344

115.797

Jujuy

-427

727

-4.035

-3.253

1.832

1.215

5.667

2.771

4.498

Formosa

6.427

-3.917

45.568

121

451

-1.104

2.622

-46.982

3.186

NGA

1.029.170

449.513

432.700

271.324

24.003

19.876

-57.466

-216.909

1.952.212

Fuente: Censos nacionales agropecuarios, INDEC. Elaboración propia.


Figura 3
Variación absoluta de la superficie implantada en el NGA según masas de cultivos. Años 1988-2002


Fuente: Censos nacionales agropecuarios, INDEC. Elaboración propia.

En mayor o menor grado todas las provincias incrementaron sus hectáreas, con gran magnitud en Santiago del Estero, Chaco y Salta, jurisdicciones donde la soja registró las mayores tasas de crecimiento. Durante el período intercensal las oleaginosas crecieron un 53 por ciento (1 millón de ha), seguida por los cereales, las forrajeras y un poco más atrás las especies forestales, totalmente diferente al caso de las hortalizas-legumbres y de los cultivos industriales, este último con una variación negativa del 22 por ciento que equivale a una merma de 217.000 ha en toda la región.

Resulta llamativo que en las cuatro provincias que alcanzaron los mayores incrementos de la superficie con oleaginosas, a excepción de Santiago, este aumento fuera simultáneo a la reducción del área de cultivos industriales (figura 4), es decir que se podría establecer alguna relación entre el avance y la contracción de uno y otro cultivo. A modo de conjetura, en un contexto de reemplazo de cultivos no sólo intervendrían las inmejorables condiciones de mercado del cultivo en auge, sino que el cultivo sustituido atravesaría una crisis que estaría afectando la permanencia de sus efectivos agrarios.

Figura 4
Variación absoluta (+ o -) de la superficie implantada con oleaginosas e industriales en las provincias del NGA. Años 1988-2002


Fuente: Censos nacionales agropecuarios, INDEC. Elaboración propia. 

Los cambios agrícolas en las realidades provinciales

Con el propósito de conocer la distribución y evolución de los aprovechamientos agrícolas en las provincias del NGA se han analizado y comparado los mapas de usos del suelo (figuras 1 y 2), extrapolando esta información con el resto de los informes y estadísticas consultadas (cuadro 1; figura 4 y 5). Las referencias al proceso de sojización se harán en el siguiente apartado.

Según la distribución espacial los principales usos agrícolas en Misiones son las especies forestales que dominan en los departamentos del Oeste (con tendencia a la especialización agrícola) y la yerba mate y el te que hacen lo propio en los del Este (con una agricultura más diversificada). El crecimiento de la explotación forestal de aproximadamente 115.000 ha, abarcó todo el territorio y aún así los cultivos industriales mantuvieron su primer lugar como uso agrícola en los departamentos del Sur y Este de la provincia.

Existe, sin embargo, una tendencia a que el cultivo de bosques se transforme en la principal actividad, ya que las estadísticas -transcurrida la década del ’90- confirmaron el estancamiento de los cultivos industriales y el crecimiento de los forestales, situando a los primeros en 231.000 ha y a los segundos en 372.000 ha, por lejos la superficie implantada con bosques más amplia de la Argentina. El retraimiento de la agroindustria yerbatera y del té se justifica por la baja en la rentabilidad del sector que condujo a que algunos productores vendieran sus tierras a inversores dedicados a la actividad forestal y al negocio de producción de celulosa. (Consejo Federal de Inversiones).

Mientras el resto de las provincias mantuvieron o redujeron la superficie implantada con tabaco, en Misiones creció de 8.048 a 26.381 ha convirtiendo a la provincia en la primera productora igualando el área cultivada de Jujuy y Salta juntas, que en 1988 eran las primeras en este renglón agrícola (SAGPyA, s/f).   

En el caso de Corrientes, a excepción del sector oeste de la provincia que mantiene un alto grado de diversificación, el resto del territorio ha mostrado una tendencia hacia la especialización agrícola o al predominio de no más de dos cultivos y es aquí donde nuevamente se destaca el grupo de los forestales que aumentaron en 160.300 ha sus tierras, el mayor registro de este cultivo. La superficie de las plantaciones industriales se contrajo un 45 por ciento,  es decir unas 18.500 ha menos.

Si la producción maderera es por lejos la principal actividad en función del área que cubre, los cereales y los cítricos (naranja y mandarina) constituyen los restantes usos en importancia, el primero porque se constata la influencia del núcleo cerealero pampeano y el segundo porque aportan junto a Tucumán el grueso de la producción citrícola de Argentina. 

Con respecto a Formosa la evolución agrícola mostró un esquema diversificado en los departamentos del centro y con menor variedad en los extremos norte y sur. El fuerte retroceso de los cultivos industriales (- 47.000 ha) se contrastó con la expansión de las forrajeras (+ 45.500 ha) modificándose el predominio a favor de éstas. Dicha orientación productiva se explicaría por la escasa rentabilidad del algodón y por la necesidad de contar con pasturas que alimenten el creciente número de cabezas de ganado incorporados la última década en toda la región.

La provincia de Tucumán se caracteriza por una distribución espacial basada en el predominio de la caña de azúcar, sin embargo, el sostenido crecimiento de la soja hizo que las oleaginosas ocuparan la primera posición en algunos departamentos del Sur y del Este, disputando de este modo la hegemonía de la caña y continuando el eje sojero chaqueño-santiagueño. En un segundo nivel, pero no por ello menos importante, las forrajeras (a pesar que disminuyeron) y los cítricos lograron posicionarse en el norte y noroeste, allí por zonas donde crece la ganadería (Tafí del Valle y Trancas, antiguo núcleo tambero) y se localiza el grueso de las fincas limoneras (Tafí Viejo) las mismas que durante 2000 y 2005 aportaron en promedio el 89,3 por ciento de las exportaciones argentinas de limón (EEAOC, 2006: 6).

Los cereales crecieron más que las oleaginosas (88.300 y 64.900 ha cada uno de ellos) y que cualquier otro cultivo, y aunque esa proporción no le alcanzó para ocupar el primer  lugar como uso predominante, sí lo ratificó como el tercer grupo en importancia con una marcada diferencia sobre el resto, destacándose el maíz (grano estival) y el trigo (grano invernal), ambos como complemento de la rotación con soja y fuente de cobertura en las prácticas de siembra directa. Los granos abarcan más el 50 por ciento de la superficie cultivada total y se localizan en el este de la provincia (EEAOC, 2006: 7-8).

De los cuatro grupos de cultivos que contrajeron la superficie implantada, la mayor caída correspondió a los industriales (-28.000 ha) y por ende a los cañaverales (- 20 %), cuyo reparto de la tierra explicaría la desaparición de millares de cañeros chicos, muchos de ellos incluidos en las estadísticas que señalan que el total de EAPs menores a 500 ha se redujo un 41 por ciento durante el período intercensal (SAGPyA, s/f). A diferencia de los casos anteriores, no es que las plantaciones de caña fueron sustituidas por otros cultivos, lo cierto es que decayeron mientras avanzaba la década de 1990 porque desregulada la producción azucarera dejó de haber previsibilidad reportándose al mismo tiempo otros productos más redituables; en este sentido, la retracción de la superficie cañera fue temporal ya que actualmente se recuperó ubicándose aproximadamente en 200.000 ha.

La agricultura catamarqueña durante 1988 estuvo repartida entre distintos cultivos. Hacia 2002 los frutales confirmaron su presencia como primer cultivo en casi todo el territorio, a excepción de los departamentos colindantes con Santiago del Estero donde prevalecen las oleaginosas y las forrajeras. Dentro de las 125.000 ha incorporadas a la provincia (producto del aumento de 52.300 a 177.400 ha), las forrajeras fueron los cultivos que más crecieron, seguidas por las oleaginosas y los frutales. Tanto la producción de olivo como la del nogal se beneficiaron con la Ley de Diferimiento Impositivo, la misma que facilitó el ingreso de empresas que invirtieron en el sector, permitiendo ello no sólo que las plantaciones se extendieran sino que además se proyectara mejorar la cadena de producción industrial, atrasada en algunos casos en comparación con La Rioja (SAGPyA, 2005a: 14-15).

En Jujuy se mantuvo más o menos estable la estructura agrícola. En dirección NW-SE predominaron las forrajeras (norte), las hortalizas-legumbres (centro) y los forestales y los industriales (sur). De forma contraria a lo que sucedió en la generalidad de las provincias del Norte Grande, en la provincia decrecieron las oleaginosas y las forrajeras y aumentaron los principales cultivos, esto es, los industriales y el conjunto de hortalizas-legumbres, ambos participando del 72 por ciento de la superficie implantada total durante 2002. Con respecto a los primeros, cabe recordar que la provincia es la 2º productora de azúcar y de tabaco en el orden nacional. 

La expansión sojera introdujo algunos cambios en la realidad productiva de Salta, a saber: entre 1988 y 2002 las oleaginosas aumentaron del 23 por ciento al 44 por ciento (+ 217.200 ha), en tanto las hortalizas-legumbres disminuyeron del 35 al 16 por ciento en igual período (- 45.100 ha). Esta fuerte caída se explica, sobre todo, por la reducción de la superficie implantada con poroto (de 145.000 a 104.000 ha) que al mismo tiempo sería desplazada por la soja hacia zonas menos productivas (SAGPyA, s/f; SAGPyA, 2005a: 8). La soja se concentra en los departamentos limítrofes al noroeste de Santiago continuando el corredor sojero hacia el norte.

No constituye un dato menor el retroceso del poroto pensando que la provincia aporta casi el 50 por ciento del área cubierta con hortalizas y legumbres de la región norte y que el NOA es el mayor productor de legumbres del país, con Salta contribuyendo con el 70 por ciento de la producción de poroto. El segundo grupo de cultivo que decae son los industriales y ello en razón que el área cañera se contrajo de 23.100 a 5.700 ha, la mayor parte de estas tierras en propiedad del ingenio San Martín de Tabacal. Por último, los departamentos del oeste de Salta se especializan en forrajeras y, dada las limitaciones naturales de la zona, no existen cultivos.

La producción agrícola en el Chaco evolucionó hacia una estructura un poco más diversificada, con una menor participación de los cultivos industriales y una mayor de las oleaginosas, con un claro predominio de la soja en la mayoría de los departamentos. Las forrajeras o los cereales se destacan en el sector sudeste de la provincia en una zona agrícola común con el sur de Formosa y el noroeste de Corrientes. En efecto, existía una marcada orientación monoproductora con base en el algodón, sin embargo durante los ‘90 el paisaje agrícola chaqueño sufriría algunos cambios: la contracción de la superficie algodonera se relacionaría directamente con la ampliación del área sojera y se encuadraría en la disminución de 105.300 ha con industriales.

Por último, en Santiago, para el año 2002 los cultivos predominantes son: las forrajeras que se concentran en el centro-oeste y sur de la provincia[6] y las oleaginosas que se ubican en los departamentos del norte y en los del este, en coincidencia con la mancha sojera del oeste chaqueño. Las oleaginosas aumentaron cerca de 357.500 ha, los cereales 169.700 ha y las forrajeras 151.200 ha, expansión que pondría en evidencia no sólo la disponibilidad de tierras y las vastas extensiones regadas, sino además la falta de una política ambiental que resguarde el monte y el bosque chaqueño cuyo proceso de deterioro lejos de atenuarse en los últimos años se ha intensificado.

Hacia un modelo agrícola excluyente: el proceso de sojización

La expansión de la soja se inició en la segunda mitad de los años ’60 en la región conocida como Umbral al Chaco[7], específicamente en el Este de Tucumán, y se intensificó en la década de 1970 acompañando el avance del poroto en Salta[8].

La magnitud del nuevo boom sojero se refleja claramente en la evolución de la superficie implantada y en la comparación con otros cultivos[9]. En la actualidad el 98 por ciento de la superficie con soja del NGA se localiza en las provincias de Santiago, Chaco, Salta y Tucumán (Verón y Cacecio, 2007, p. 7). La novedad en la incorporación de nuevas tierras radica en la modalidad que adquiere el actual proceso expansivo.

A diferencia de los ciclos expansivos anteriores donde la soja avanzaba sobre las tierras ganadas a los bosques y/o montes, el modelo de los últimos años también se apoyó en la sustitución de otros cultivos; no sólo las tierras ganadas a los ecosistemas naturales aseguran la continuidad del negocio, la necesidad especulativa de los operadores agrícolas arremete ahora contra ciertos usos (Verón y Cacecio, op cit., pp. 6-7). Por otro lado, no es un dato menor que los elevados precios internacionales junto con la incorporación de tecnología, el uso de agroquímicos y el empleo de semillas transgénicas, hayan posibilitado que se obtengan mejores rendimientos hasta incluso en zonas marginales.

Con vista a dimensionar las mutaciones generadas por la sojización haremos alusión a dos casos paradigmáticos en el proceso de expansión: Santiago del Estero y Chaco, las provincias que precisamente comandan el gran crecimiento en la región. De acuerdo a la Dirección de Coordinación de Delegaciones (SAGPyA) el área sojera en la región aumentó 1,6 millones ha en el período de 1996-2005 (317 %), mientras que en aquellas provincias cada una incrementó 590.000 y 520.000 ha en igual período.    

El núcleo sojero en la región norte para continuar ampliando sus tierras tuvo que haber avanzado sobre el bosque nativo y sobre otros cultivos. En Chaco y en Santiago disminuyó la superficie con algodón y esta retracción coincidió con las áreas donde más se extendió la soja (SAGPyA, 2003, p. 10; Verón y Cacecio, op cit.,  p. 9).

Por lo tanto se podría pensar que en ambas provincias el proceso de expansión fue idéntico; sin embargo, se lo considera diferente porque si bien la soja se expandió en ambas provincias con valores cercanos, sólo en Chaco la abrupta caída del algodón se vincula directamente con el avance de la oleaginosa (sustitución) y no en Santiago donde a juzgar por las cifras de un área algodonera que nunca llegó a ser tan importante con en Chaco, la expansión avanzó especialmente sobre el monte y el bosque santiagueño (expansión de frontera).

No serán las EAPs algodoneras más pequeñas las que soporten el impacto por la sustitución, de hecho son los productores medianos quienes más se perjudican: suman 1.400 los algodoneros con fincas entre 50 y 100 ha y casi 2.000 los que con 100-500 ha desaparecieron (cuadro 2). Para tener una idea de la expulsión o de la reconversión de los productores de un cultivo al otro, sabemos por ejemplo que mientras las EAPs algodoneras de 100 a 500 ha perdieron 85.300 ha, la superficie y el número de sojeros se multiplicó en todos lo estratos.

La crisis que afectaría a la agroindustria algodonera no es reciente. Al margen de un mercado fuertemente competitivo, hace años que la falta de inversiones y el endeudamiento generalizado habrían influido negativamente en la marcha de la actividad (Pértile, 2007). La fuerte retracción del algodón obedeció a la caída de precios que influiría en el endeudamiento de los productores, en algunos casos llegando al quebranto de la empresa familiar, y en la desaparición del crédito. De forma simultánea, “la falta de capital operativo y el auge del cultivo de soja […] provocó un abrupto desplazamiento hacia ese cultivo que requería menores erogaciones iniciales y presentaba un esquema de comercialización menos riesgoso (precios a futuro y transparencia de mercado)” (SAGPyA, 2003, p. 10)

Cuadro 2
Variación absoluta de las EAPs y de la superficie implantada con algodón y soja en la provincia de Chaco. Años 1988-2002

Escala de Extensión

EAPs

Sup.

ALGODÓN

SOJA

ALGODÓN

SOJA

Hasta 5

-471

14

-1.297

43

5,1 - 10

-318

12

-1.796

63

10,1 - 50

-1.474

155

-15.243

3.019

50,1 - 100

-1.411

249

-26.721

10.954

100,1 - 500

-1.966

1.003

-85.339

114.602

500,1 - 1000

-84

325

1.159

89.908

1000,1 - 5000

24

217

20.964

135.997

Más de 5000

-1

14

5.715

36.116

Fuente: Centro estadístico de servicios, Trabajos especiales, INDEC.

Con respecto al caso santiagueño está comprobado que existe cierta correspondencia entre el aumento del área cultivada y la superficie deforestada: la primera alcanza 379.000 ha y la segunda asciende a 306.0000 ha, ambos incrementos entre 1998 y 2002[10].

Y esto sucede cuando priman los intereses de las corporaciones o grupos financieros por sobre el derecho de preservación y uso racional de los recursos que tienen las comunidades locales y que muchas veces no es reconocido por las autoridades provinciales[11]. No es casual por ello, directamente asociado con nuevos arrendamientos que en el norte vaya tomando forma la presencia de grupos inversores no siempre ligados al agro que planifican sus negocios de acuerdo a la rentabilidad del producto y a su visión especulativa de lo que pueden y deben capitalizar con el uso de la tierra.

Consideraciones finales

Todos los indicadores en torno a la agricultura del NGA demuestran los beneficios de la modernización tecnológica y de las nuevas lógicas de gestión tendientes a eficientizar el trabajo y el producto final. Sin embargo, es esa dualidad entre lo moderno y lo tradicional la que frena cualquier intento de simbiosis.

El análisis de los procesos (modernización tecnológica, aumento de rindes y beneficio sectorial, avance de la agricultura de contrato, concentración productiva, reconversión y abandono de productores) que acompañaron los cambios de usos del suelo (avance, sustitución y predominio de unos cultivos por otros) intentó develar la múltiple y cada vez más pampeanizada agricultura del NGA donde la simultaneidad del avance de frontera y sustitución de cultivos es el resultado de los intereses del nuevo empresariado o del modelo rentístico de menores costos y mayores ingresos.

Notas

[1] Además de las jurisdicciones mencionadas, el Norte Grande Argentino está integrado por las provincias de Tucumán, Catamarca, Jujuy, Formosa, Misiones y Corrientes. Este territorio cuenta con una diversidad de ambientes naturales y está habitada por alrededor de 7 millones y medio de habitantes, equivalente al 20 % de la población argentina.

[2] Para un mayor detalle consultar Del Canto Fresno (1993).

[3] En el NOA el área sojera pasó de 390.000 ha en 1994/1995 a 1.300.000 ha en 2003/2204 y en el NEA de 80.000 ha en 1995-1996 a 800.000 ha en 2003-2004 (SAGPyA, 2005a: 5; 2005b: 10).

[4] El comentario no alude a la concentración de la propiedad porque los censos cuantifican únicamente las explotaciones agropecuarias. La propiedad en tanto bien inmueble puede contabilizarse a través de un estudio de las telas y registros catastrales.

[5] La estructura del reparto de la tierra en el NGA evolucionó de manera singular: el número de EAPs de menos de 5 ha disminuyó en un 30 % (7.000 EAPs); en asociación con este mismo proceso para el año 2002 hubo un incremento de 250 nuevas EAPs de más de 10.000 ha. Este aumento resultó de la incorporación de 400.000 ha a este rango, pero simultáneamente de la subdivisión de las grandes propiedades. Por último, un sector involucrado en estos cambios fue el de las EAPs de 500 a 2.500 ha que aumentaron considerablemente sus tierras. Aún cuando estos procesos variaron de provincia en provincia, en su conjunto señala el rumbo general de las transformaciones agrarias de la década (Bolsi, 2006, 34).   

[6] Siguiendo un informe actualizado emitido por la SAGPyA (2005a: 20) la provincia concentra el 53 % de las existencias ganaderas bovinas del NOA, todo un indicador de la superficie forrajera. Por otro lado, no hay que perder de vista el significado socioeconómico que tiene la ganadería caprina para muchísimas familias campesinas y para los productores no tradicionales, algunos de éstos incorporados al emprendimiento de producción de leche de cabra.

[7] Recibe el nombre de Umbral al Chaco el espacio comprendido entre las sierras subandinas y la planicie chaqueña y presenta como tal una zona de transición entre las condiciones agroclimáticas semihúmedas del Oeste y las semiáridas del Este o, lo que es igual, entre la selva montana y el bosque chaqueño (Reboratti, 1992; 1996a: 155; Prudkin, citado por Audero y León, 1996: 149).

[8] La ampliación de la frontera encabezada por la soja tuvo las siguientes características durante los años ‘70: i) se ocuparon las nuevas tierras, previo desmonte, en zonas que habían sido utilizadas por la ganadería extensiva y la explotación maderera. Del paisaje de la hacienda y el obraje se pasó a un paisaje agrario dominado por los cultivos comerciales, sin que ello haya implicado una redistribución de la tierra. El precio de la tierra era bajo y coadyuvó el ciclo húmedo que ampliaría desde mediados de los ‘70 el área de secano; ii) se introdujo un paquete tecnológico/productivo sin evaluar el impacto que traería al ecosistema de tierras cálidas del Noroeste. Inercia del Estado en asumir el control de la aplicación de técnicas conservacionistas; iii) sobre la base de una actividad altamente rentable adquiere relevancia el agrobusiness y con ello la racionalidad productiva fue apartando a los pequeños productores. Los capitales de origen nacional y extranjero acompañarían en una segunda fase del ciclo expansivo al capital regional a veces reemplazándolo; asimismo, algunas de las empresas más fuertes, a través de un proceso de integración “hacia atrás”, articularon la fase comercial/exportadora y la producción primaria (Reboratti, 1992; Audero y León, 1996: 148, 153; Reboratti, 1996a: 155-156; Reboratti, 1996b: 161-165).

[9] En el país su área implantada es tres veces superior a la del trigo el segundo cultivo en importancia, seis veces más que el maíz y el girasol y diez veces más que el sorgo, alanzando el récord de 16,1 millones de superficie sembrada (Clarín rural, 04-01-07).

[10] A través de un estudio con base en el uso de sensores remotos y sistemas de información geográfica, un equipo de técnicos dependientes de la Secretaría de Medio Ambiente de la Nación determinaron el volumen aproximado de masa boscosa que perdió el bosque nativo en las regiones ecológicas del parque chaqueño y de la selva tucumano-oranense durante el período 1998-2002, llegando a la conclusión que el principal agente de deforestación continúa siendo la expansión de la frontera agrícola encabezada por la soja. Véase el trabajo “Estimación de la superficie…” elaborado por el organismo en cuestión.

[11] En protesta por la autorización del desmonte de 13.260 ha de bosque nativo en el departamento de Metán (Salta), pobladores de una localidad santiagueña limítrofe hicieron llegar a la autoridades nacionales su disconformidad. Acompañados por representantes del Movimiento Campesino de Santiago del Estero (Mocase) un grupo de mujeres, en nombre de las 300 familias campesinas que viven y dependen en parte de la preservación del bosque, fijaron su posición en contra del permiso otorgado a una empresa procedente de Rosario, Santa Fe (Clarín, 2007).

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Fuentes estadísticas

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* Informe sobre los resultados del Censo Nacional Agropecuario 2002 (s/f).

* Informes de productos regionales (2003). Documentos: Algodón (a) e Insumos y maquinaria agrícola (b).

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SECRETARÍA DE MEDIO AMBIENTE Y DESARROLLO SUSTENTABLE. “Estimación de la superficie de pérdida de bosque nativo y tasa de deforestación en el Norte de Argentina”. Unidad del manejo del sistema de evaluación forestal (UMSEF), Dirección Bosques. En: http://www.ambiente.gov.ar.

ESTACIÓN EXPERIMENTAL AGROINDUSTRIAL OBISPO COLOMBRES (2006). La actividad agrícola y agroindustrial de Tucumán, síntesis últimas campañas. Tucumán: EEAOC.   

DIARIO CLARÍN: 04-01-07 (Sección Rural) y 27-02-07.

Referencia bibliográfica

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