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X Coloquio Internacional de Geocrítica

DIEZ AÑOS DE CAMBIOS EN EL MUNDO, EN LA GEOGRAFÍA Y EN LAS CIENCIAS SOCIALES, 1999-2008

Barcelona, 26 - 30 de mayo de 2008
Universidad de Barcelona

 

 MANIFESTACIONES DE LA POBREZA EN CARTAGENA DE INDIAS (COLOMBIA)

García Martínez, Carmen
Univ. Castilla-La Mancha
carmen.garcia@uclm.es

Panadero Moya, Miguel
Univ. Castilla-La Mancha
miguel.pmoya@uclm.es

De León Herrera, Rina
Univ. Cartagena de Índias
rinadelh@yahoo.com


Manifestaciones de la pobreza en Cartagena de Indias, Colombia (Resumen)

En las últimas décadas los asentamientos informales con población pobre o en extrema pobreza en la ciudad de Cartagena de Indias se han ido extendiendo por muchos lugares, observándose la mayor concentración de estos en las laderas del Cerro de la Popa y en las inmediaciones de la Ciénaga de la Virgen. Uno de estos barrios es el de San Francisco producto de tres invasiones en los años sesenta del siglo pasado. En la comunicación se muestra el resultado de una investigación cualitativa que tiene como referencia el marco social y geográfico percibido por los vecinos de ese barrio. Se contempla el origen del asentamiento, las condiciones de vida de la población residente, su organización socio espacial, y el significado que ha adquirido para sus habitantes como unidad de convivencia.

Palabras clave: Pobreza urbana, Cartagena de Indias, Geografía Urbana, exclusión social, representaciones espaciales.


Manifestations of poverty in Cartagena de Indias, Colombia (Abstract)

During the last decades, poor or extremely poor population settlements have spread out everywhere around the city of Cartagena de Indias. Most of these informal settlements can be found on the hillside of Cerro de la Popa, as well as the areas surrounding Ciénaga de la Virgen. San Francisco, one of these districts, was established as a result of population arriving in three different waves during the sixties, in the last century. This paper shows the results of a qualitative research that has the social and geographical context perceived by its neighbours as reference. The origin of this settlement, life conditions of the local population, its socio-spatial organization and what the district means for its inhabitants as a coexistence unit are all explained in this paper.

Key words: Urban poverty, Cartagena de Indias, Urban Geography, social exclusion, space representations.


La pobreza es la expresión de la carencia de recursos y de satisfacción de necesidades que se consideran básicas en un contexto histórico determinado. En contraste con otros fenómenos sociales de fuertes implicaciones territoriales, la percepción de la pobreza está asociada a un conjunto de valores que varían con el tiempo y con las condiciones geográficas, culturales, políticas y económicas de cada sociedad. La pobreza ha sido estudiada a través del tiempo desde muy diferentes perspectivas. Pocas veces, sin embargo, con una visión integradora; con un abordaje que complemente la lectura de los elementos descriptivos de su expresión en espacios geográficos específicos con el análisis de la percepción de la cotidianeidad por parte de la población pobre, con la identificación de sus respuestas a las precariedades y a los retos que deben solucionar a diario. Este objetivo requiere la aplicación de metodologías que contemplan el uso de técnicas cualitativas y cuantitativas, preferiblemente desde una aproximación multidisciplinar (De León, 2008).

La pobreza como tema de estudio

Estudios de pobreza y contexto social

Que el análisis del fenómeno de la pobreza y de sus diversas manifestaciones tiene una dilatada historia y que ha conocido una gran variedad de enfoques es un dato fácilmente constatable mediante una simple mirada a la extensa bibliografía que ha generado (De Castro, 1972; Santos, 1979; Córdoba y García, 1991; Harvey, 1992; Romero et al, 1992; Sen, 1992; Kliksberg, 1994, por citar sólo algunos trabajos de la segunda mitad del siglo XX). Podemos encontrar testimonios del interés por el tema ya en el siglo XVI tanto en España como en Inglaterra, Francia o Alemania. Sin embargo no será hasta el siglo XX cuando se multiplicarán definitivamente las investigaciones sobre la pobreza, especialmente en ciudades (Vilagrasa, 2000).

Después de la Segunda Guerra Mundial la constatación por parte de los gobiernos del aumento de la población desposeída hizo que se realizasen numerosos estudios para fundamentar la formulación de políticas y planes dedicados a la eliminación de este problema. Desde entonces, buen número de resoluciones emanadas de la Asamblea General de las Naciones Unidas, especialmente durante los últimos quince años, han proclamado la necesidad de afrontar el fenómeno de la pobreza a escala mundial, juzgando sus manifestaciones como un serio obstáculo para el logro de sus objetivos de desarrollo, ahora calificado como sostenible. Entre ellas, la Resolución 47/134 (1992) que definió la extrema pobreza y la exclusión social como una violación a los derechos humanos, o la Resolución 50/107 (1995) por la que se estableció el Decenio de las Naciones Unidas para la erradicación de la pobreza (1997-2006).

Durante el decenio de los noventa, en el debate finisecular en torno al desarrollo a escala internacional, Naciones Unidas convocó una serie de Cumbres Mundiales que incorporaron el principio de la erradicación de la pobreza como uno de sus objetivos básicos. Las más significativas en este sentido fueron la Cumbre sobre Medio Ambiente (Río de Janeiro, 1992), la de Población y Desarrollo (El Cairo, 1994), la Cumbre para el Desarrollo Social (Copenhague, 1995), la Cumbre del Milenio (Nueva York, 2000), y la Cumbre sobre el Desarrollo Sostenible (Johannesburgo, 2003).

Estos documentos señalan, en cuanto a la metodología de análisis y de definición de estrategias para la acción contra la pobreza, que es indispensable propiciar la participación de los más pobres en el proceso de adopción de decisiones en sus comunidades. Sostienen que debe darse a estos grupos vulnerables los medios para contribuir a la elaboración, la aplicación y la evaluación de las políticas que les conciernen, permitiéndoles de esta manera convertirse en partícipes de su desarrollo. También reconocen de forma explícita la existencia de manifestaciones diferenciales de la pobreza, al advertir que es preciso prestar especial atención a los grupos más vulnerables, al sufrimiento de las mujeres, en especial las ancianas y las que son cabeza de familia, y de los niños, que suelen ser los más afectados por la extrema pobreza (ONU, 2003;  PNUD, 1997, 2003, 2005).

Como plantea Milton Santos “la pobreza existe en todas partes pero su definición es relativa a una determinada sociedad… solo un examen del contexto en un momento determinado puede ser de gran ayuda para la construcción de una teoría coherente y capaz de servir como base para la acción” (Santos, 1979, p.10).

Por otra parte, y según un enfoque interpretativo, los seres humanos son únicos, lo que ellos dicen y hacen, su conducta, se deriva del modo en que interpretan su mundo social, de la manera en que perciben y definen la realidad. La realidad que importa es la que los individuos perciben como importante (Díaz y Gómez, 2005; Ibáñez, 1988). Por eso no es posible aproximarse a la comprensión de la pobreza solo desde datos estadísticos, y merece la pena ahondar en la cotidianeidad de la población implicada, sobre todo en aquellos aspectos relacionados con el bienestar y la calidad de vida, tal como los pobres los experimentan.

Dimensiones subjetivas e intersubjetivas de la pobreza

En este artículo se presentan algunos de los resultados de la investigación cualitativa efectuada el barrio de San Francisco de la ciudad de Cartagena de Indias (Colombia). El análisis se centra en la vida cotidiana en este barrio marginal sumido en la pobreza para, a través de este estudio de caso, alcanzar una mayor comprensión del fenómeno a partir de la identificación de las manifestaciones de la pobreza en grupos diferenciados de población. En el diseño de la investigación se ha valorado lo subjetivo e intersubjetivo como espacio de construcción de la vida humana. Se reivindica la vida cotidiana como escenario para la comprensión de la realidad sociocultural, poniendo de relieve el carácter único, multidimensional y dinámico de la misma.

El desarrollo de la investigación comprendió diversas etapas. La información se obtuvo a través de una combinación de técnicas, instrumentos y procedimientos que facilitaron las interacciones con los sujetos objeto de estudio: grupos focales (11 grupos focales en los que participaron 120 personas), entrevistas estructuradas, observación participante, diseño de esbozos de mapa y análisis documental, entre otros; todo ello acompañado de un proceso de trabajo de campo que duró cinco años, en el que participaron investigadores, estudiantes y miembros de la comunidad.

La selección de las personas participantes se hizo a través de un proceso que incluyó entrevistas a líderes y miembros de la comunidad, reuniones con habitantes del barrio y contactos interinstitucionales. La muestra se configuró mediante criterios de pertinencia, para que estuviesen representados los diferentes colectivos de población, (líderes, miembros de organizaciones de base, trabajadores, estudiantes, desempleados, amas de casa…); homogeneidad en cuanto a edad y sexo, conformándose grupos distintos con niños, adolescentes y adultos, tanto varones como mujeres, y un último grupo con personas mayores de ambos sexos; y representatividad espacial, con personas de los diferentes sectores que constituyen el barrio San Francisco.

La investigación se centró en varios ejes: la pobreza como fenómeno vivido; la vida cotidiana de la familia; las características socioeconómicas, culturales y espaciales de la familia pobre, y el barrio como unidad de convivencia, con unas setenta categorías de análisis aproximadamente. A continuación se comentan aspectos referidos a los dos últimas aspectos.

Manifestaciones de la pobreza en Cartagena de Indias

Cartagena de Indias es una histórica ciudad-puerto de origen colonial que conserva en la trama urbana del casco antiguo numerosos testimonios de su prestigioso pasado. El reconocimiento internacional de esos valores culturales la ha situado en la red de ciudades valoradas como Patrimonio de la Humanidad. Es asimismo una ciudad animada por una economía diversificada donde a la notable actividad portuaria de tráfico de mercancías de alcance nacional e internacional, se añade el turismo, la industria de la zona de Mamonal, el comercio y la construcción. En este sentido puede afirmarse que Cartagena de Indias es una ciudad que participa de la red de relaciones económicas que se movilizan en el escenario de la globalización. Sin embargo, en ella se aprecia una problemática de fondo que se manifiesta en el aumento de la pobreza, la desigualdad, y la exclusión entre su población (Alcaldía de Cartagena y Cámara de Comercio, 2005).

En Cartagena de Indias, como en el resto del país, la pobreza y la indigencia por ingresos han crecido en los últimos años, tal como se puede apreciar en la evolución de los indicadores de Línea de Pobreza y Línea de Indigencia (De León, 2008). En el año 2002 la primera afectaba al 75 por ciento de la población, mientras que bajo la Línea de Indigencia, se incluía al 45 por ciento de sus habitantes (una población que no contaba con los ingresos suficientes para satisfacer las necesidades alimenticias fundamentales). Sólo el indicador de Necesidades Básicas Insatisfechas (NBI) ha mejorado como consecuencia de la aplicación de mayores coberturas oficiales en educación y el acceso a los servicios públicos domiciliarios (el porcentaje de personas con NBI pasó del 32 por ciento en 1998, al 25 por ciento en 2002).

El crecimiento demográfico y urbano de la segunda mitad del siglo XX

Durante todo el siglo XX la ciudad experimentó altas tasas de crecimiento anual (en ocasiones por encima del 4,5 por ciento), en gran parte determinadas por las importantes corrientes inmigratorias recibidas, lo que dio lugar a la duplicación de su población cada quince años. El siglo XX se inició con 9.681 habitantes y concluyó con 877.238 personas (DANE, 2003). El incremento poblacional más destacado se registró en el período de 1951-1964. Desde entonces la segunda mitad de la centuria estuvo marcada por una evolución demográfica muy rápida, aunque a final de siglo ya se hace patente una cierta ralentización del rimo de crecimiento.

Para atender a este comportamiento de la dinámica demográfica se incrementaron las actuaciones urbanizadoras por parte de las administraciones públicas y de los promotores privados, a fin de dar respuesta a las crecientes necesidades de vivienda. A pesar de ello se puede afirmar, como en otras ciudades latinoamericanas, que el proceso de urbanización de este periodo se caracteriza por su desarrollo en forma convulsa, desarticulada y dispersa, y por el predominio de asentamientos populares espontáneos desvinculados de los ejes urbanos preexistentes.

Los asentamientos pobres y en extrema pobreza se fueron expandiendo por diferentes zonas de la ciudad. Son producto de sucesivas invasiones; en algunos casos en terrenos del Estado, en otros, en propiedades privadas subutilizadas, o a orillas de los cuerpos de agua que son aterrados con este fin. Los primeros se instalaron al norte del núcleo urbano, a finales del siglo XIX  y principios del siglo XX, y luego a partir de los años treinta se fueron extendiendo por otros lugares, ocupando los bordes de los cenagales, las zonas insalubres e inestables o la periferia, o bien creando enclaves cerca de hitos de la ciudad, en torno a las principales vías de comunicación y en áreas de reserva.

El barrio de San Francisco surge en la década de los sesenta, coincidiendo con el período en el que la ciudad experimentó las mayores tasas de crecimiento de población de su historia. El espacio urbano estaba creciendo desbordándose desde el recinto histórico, alrededor de los humedales del interior, hacia el sureste a orillas de la Ciénaga de la Virgen, al suroeste en torno a la bahía, al norte en el litoral costero del mar Caribe, y en el centro a lo largo de la Avenida Don Pedro de Heredia (el principal eje de comunicación).

La formación del barrio de San Francisco: conflicto urbano y organización comunitaria

El barrio San Francisco está ubicado al nordeste de la ciudad, limitado al este por la autopista del aeropuerto internacional de Cartagena de Indias y al oeste por las laderas del cerro de La Popa. Presenta una topografía variada que comprende zonas llanas y otras de mayor pendiente (faldas de La Popa, que alcanza los 55 metros sobre el nivel del mar), con sectores afectados por inundaciones o por deslizamientos.

La configuración del barrio es el resultado de tres invasiones efectuadas en distintos momentos durante la década de los sesenta. La primera de ellas fue dirigida por un grupo de sindicalistas miembros de Utrabol (Unión de Trabajadores de Bolívar). Unas trescientas familias procedentes de barrios cercanos, de corregimientos de la ciudad y de algunos municipios vecinos, participaron en la ocupación, durante la noche del 6 de febrero de 1963, de unos terrenos desocupados situados en los aledaños del basurero Municipal y junto al aeropuerto; se trababa de un espacio poco apto para residencias permanentes por ser fácilmente inundable.

“Nosotros llegamos aquí, a lo que es hoy el barrio San Francisco porque no teníamos vivienda… vivíamos alquilados… y no teníamos con qué pagar un alquiler. Este terreno estaba baldío” (Elvira Leal).

El sector invadido era denominado por los vecinos como “Amboyede” (término compuesto por los vocablos “ambos” y “yeden”) que según la jerga popular significaba que tanto el sitio como las personas que lo habitaban destilaban olores desagradables por estar cerca del basurero. Allí construyeron ranchos en forma desorganizada con materiales inconsistentes (madera, bolsas de plástico, sábanas y cartones, entre otros).

A los pocos días fueron desalojados violentamente por la policía. Los pobladores respondieron organizando una marcha hacia el centro de la ciudad para dialogar con las autoridades locales y lograr el apoyo de la ciudadanía, y acabaron instalándose en el convento de San Francisco de la ciudad mientras se continuaba negociando una salida con las autoridades locales. Después de siete días fueron trasladados al estadio Pedro de Heredia. Durante los siete meses de permanencia en el estadio se fortaleció la organización comunitaria; se constituyó una Junta provisional de Acción Comunal (para negociar con el Alcalde lo concerniente a la preparación del regreso al barrio) y una Brigada Cívica (para atender los problemas que se presentaban en el interior de las instalaciones deportivas).

Finalmente, el Concejo Municipal de Cartagena autorizó la construcción de la urbanización San Francisco en los terrenos invadidos con anterioridad para acoger en ellos a los colonos instalados en el estadio y a otras familias carentes de recursos. De este modo el proceso urbanizador quedó regularizado. Los lotes para las viviendas tendrían diez metros de frente por veinticinco de fondo, reservándose espacio para la construcción de una iglesia, un puesto de salud, una escuela y un local para la Policía Nacional.

El traslado se materializó el 6 de septiembre de 1963. Acompañados por un grupo de policías y sindicalistas llegaron al barrio 168 familias. Decidieron colectivamente que se llamaría San Francisco, haciendo honor al convento que los acogió. Cada uno de los colonos transportó sus pocos enseres situándose en el lote que previo sorteo le había correspondido. Construyeron en ellos nuevamente chozas con materiales frágiles, y se organizaron en grupos de trabajo para obtener agua y energía a través de las redes disponibles en los barrios cercanos. Enseguida se constituyó formalmente la Junta de Acción Comunal y se legalizó también la Brigada Cívica, como órganos de gobierno. Estos dos grupos de base lideraron por varios años procesos de desarrollo comunitario con la participación activa de los residentes y el apoyo de las autoridades locales.

La segunda invasión, más numerosa, se inició un año después. Un grupo de 665 familias procedentes de varios municipios y veredas del Departamento de Bolívar y zona rural de la ciudad de Cartagena de Indias, invadió otros terrenos contiguos a los ya ocupados, cerca de una poza. Los nuevos pobladores levantaron también sus ranchos utilizando madera, cartón, plásticos y hule. Al igual que sucedió en la primera invasión, las autoridades policiales procedieron a su desalojo, generándose una confrontación entre invasores y policías. Finalmente la negociación de sus líderes con las autoridades concluyó con la autorización para que se instalaran. Las condiciones de vida de las familias de esta segunda invasión eran más precarias, sometidas a frecuentes inundaciones y sin contar con los servicios básicos (energía, agua, accesibilidad…).

“Cuando llegué aquí no había transporte en la vía, sucedían a veces partos en la calle, en las terrazas; a veces cuando querían traer un transporte alumbraban dentro del mismo transporte; como yo soy auxiliar de enfermería, me uní a la Brigada Cívica y cuando sucedía un caso de esos me iban a buscar a veces bajo la lluvia, en las madrugadas metidas uno por los arroyos para ir a amparar a las señoras que ya estaban en el momento de expulsión, incluso llegamos  a recibir bebés en la basura. Me dediqué fue a eso primero, después continué colaborando en cualquier necesidad del barrio como miembro activo de la Junta de Acción Comunal. Aquí me encuentro todavía, ya envejeciendo pero siempre con un poquito de ánimo para ayudar en lo poco que pueda” (Sra. Teresa Bermúdez).

Los invasores de esta etapa constituyeron también su propia Junta de Acción Comunal y su Brigada Cívica y lograron la puesta en funcionamiento de varios servicios (un restaurante escolar, un Puesto de Salud de la Cruz Roja, y una escuela).

Durante los años de 1964 a 1967 continuaron instalándose otras familias en esta misma zona. Se ubicaron desordenadamente en las orillas de un canal (el Caño Juan Angola), y rellenaron la poza con desechos sólidos con el fin de conseguir un suelo un poco más compacto. Los terrenos ocupados por todos estos invasores se denominaron “Segunda Etapa del barrio San Francisco”. Comprende tres sectores: Lomas de San Francisco, en la ladera del cerro de La Popa, y Pista y Poza, estos últimos contiguos a la pista de aterrizaje del aeropuerto internacional de Cartagena de Indias.

La tercera invasión se efectúo entre 1965 y 1966 y en ella participaron familias procedentes de pueblos y ciudades de la Costa Norte. Se establecieron en los terrenos del basurero municipal inmediato, levantando sus ranchos con la misma provisionalidad que en los casos precedentes. A los pocos días de su instalación llovió copiosamente, se inundó la zona y se produjo una epidemia. Entonces la Policía Nacional empezó a derrumbar los ranchos y a quemarlos, entre grandes protestas de los invasores.

“Estábamos metidos en medio de la basura por la necesidad de tener un lugar donde vivir…estando allí nos seguían echando en el frente de nuestras casas la basura de toda la ciudad para que nos fuéramos de este lugar; nosotros regábamos todos los días un líquido que nos daba la Oficina de Salud Pública para recoger las moscas, ¡eso era horrible!... pasamos mucho trabajo en ese aspecto, por la cuestión del mal ambiente; no podíamos quemar la basura porque llegaba toda mojada, a veces con gusanos, animales muertos, pero nosotros permanecíamos firmes, ahí peleando y luchando. Ante eso nos organizamos y empezamos a gestionar el traslado del basurero para otro lado; después de mucha lucha lo conseguimos” (Sra. Lorenza Pérez).

 En estas difíciles condiciones se fueron conformando los sectores que hoy constituyen la “Tercera Etapa del barrio San Francisco”: África (llamado también Machuchal), localizado a orillas del Caño Juan Angola, que está poblado por familias de raza negra dedicadas a la pesca y al comercio de alimentos en el mercado central, y San José, que se encuentra cerca de la pista de aterrizaje del aeropuerto. En este sector, en 1983, un avión provocó un accidente que destrozó los techos de doce viviendas y dejó varios heridos, esto y otros incidentes similares forzaron a la Municipalidad a trasladar a otros barrios a las familias que estaban situadas en zona de alto riesgo.

La vida cotidiana en la pobreza

Aproximarnos al conocimiento de los territorios de la pobreza para tratar de comprenderlos no es tarea fácil; implica el diseño de una estrategia metodológica para emprender esa acción y la definición de algunas variables que orienten la indagación sobre las condiciones de vida de la población. Se expone el resultado de este proceso en el que se identificaron las características y condiciones de vida de los residentes del barrio de San Francisco, así como otros aspectos relacionados con la organización del territorio, y el sentido y significado que tiene como unidad de convivencia para sus habitantes.

Los rasgos de una población vulnerable

San Francisco tiene actualmente 24.000 habitantes. Las características socioeconómicas de esta población fueron analizadas a través de entrevistas estructuradas con distintos grupos representativos del conjunto total. La información obtenida permitió enumerar una serie de rasgos esenciales que definen la vulnerabilidad de este colectivo, referidos a: la escolaridad de la población, la ocupación de los trabajadores, el nivel de ingresos, la distribución del gasto familiar, la atención a la salud, así como el tipo y composición de las familias.

El bajo nivel de escolaridad de sus pobladores se relaciona con la escasa probabilidad de acceder a ocupaciones que permitan obtener ingresos suficientes para el mantenimiento de la familia. El 90 por ciento de las ocupaciones de los trabajadores considerados en la investigación son del nivel inferior (se incluyen aquí estratos ocupacionales relacionados con el peonaje en la  agricultura, el comercio, los servicios personales, así como los obreros y artesanos); el 10 por ciento restante se ubica en el nivel intermedio, es decir son empleados y técnicos. Los ingresos medios mensuales son muy bajos. El 38 por ciento están por debajo de 137 dólares, seguidos por la franja que se sitúa entre esa cantidad y 320 dólares (33 por ciento). Esto configura situaciones en la que en muchas ocasiones los gastos superan a los ingresos; la inestabilidad de estos últimos ocasiona que la población acuda a “vivir del fiao” o sea del préstamo permanente a vecinos, amigos, familiares… Los ingresos se dedican en su mayor parte a la alimentación (el 60 por ciento), gasto seguido por el de educación (15 por ciento, que incluye costos de transporte y materiales), el pago de los servicios públicos (9 por ciento), el mantenimiento de la vivienda y la salud (4 por ciento respectivamente), y el resto para otras necesidades.

En cuanto a salud y seguridad social, solo destacaremos que el 51 por ciento de las personas están completamente desprotegidas con respecto al sistema de seguridad social y tienen que asumir los costos de cualquiera enfermedad.              

En el barrio San Francisco prima la familia extensa (57 por ciento del colectivo contemplado en la investigación) conformada por más de dos grupos familiares, con presencia de dos y tres generaciones por vivienda, que comparten los ingresos para satisfacer las necesidades básicas de sus miembros. Le siguen en orden descendente la familia nuclear (34 por ciento), constituida por el padre, la madre y los hijos, la familia monoparental (7 por ciento), que solo cuenta con un progenitor (en un alto porcentaje la madre es la jefa de hogar) y, en menor proporción, la familia superpuesta, donde conviven hijos de otras uniones de los padres.

El espacio de la pobreza: características de la exclusión ambiental

El barrio posee una baja calidad medioambiental, el equipamiento comunitario resulta insuficiente y se requiere mayor inversión en infraestructuras; faltan espacios de recreación de calidad, y es imprescindible el acondicionamiento de calles y desagües pluviales, así como aumentar la disponibilidad de áreas verdes. Sin embargo tiene una ubicación estratégica, y cuenta con buen servicio de transporte público que lo conecta rápidamente con el centro y el resto de la ciudad, lo que facilita la movilidad de sus habitantes. A pesar de sus características físicas se ha comprobado la fuerte vinculación de los vecinos con su barrio, que ha generado un sentimiento de pertenencia y autoestima.

El suelo del barrio de San Francisco es mayoritariamente de uso residencial (95 por ciento de toda la superficie), aunque en muchos casos en las propias viviendas aparece combinada esta función con algunas actividades que generan ingresos a la familia, como por ejemplo la modistería, los servicios de alimentación, o la venta de hielo, entre otros.

La búsqueda de un techo por las familias pobres es un proyecto de vida interminable. En esta búsqueda apelan a la solidaridad de familiares y amigos. En general acceden a una vivienda a través de diferentes medios: construyendo una pieza o salón en casa de sus progenitores (familias intergeneracionales o extensas); invadiendo terrenos públicos o privados cerca de algún familiar o amigo; comprando terrenos para edificar viviendas ilegales por no contar con dinero para adquirir una vivienda social; o arrendando una habitación en una casa de inquilinato.

Los materiales utilizados en la construcción de estos hogares son indicadores importantes del bajo nivel y las difíciles condiciones de vida. En los techos prima el uso de láminas de eternit (uralita), y sólo en mínima proporción aparece la teja. Las paredes externas e internas están construidas en un 85 por ciento de bloques de hormigón y en un 13 por ciento en madera. En cuanto a los pisos, el 50 por ciento cuenta con una capa de cemento, en algunos casos combinados con tierra y baldosas; el 28 por ciento son totalmente de baldosa (principalmente en las viviendas más consolidadas a las cuales se les han hecho mejoras), y en menor proporción de tierra pisada y tablón.

Con respecto a la organización del espacio interior se pueden distinguir tres modalidades de vivienda, todas de reducidas dimensiones. Las más numerosas (55 por ciento) disponen de sala-comedor, cocina independiente, dos o tres alcobas y baño; pero también están muy extendidas (40 por ciento) otras más pequeñas con sala–comedor–cocina, una o dos alcobas, y baño (en ocasiones está incorporado a la vivienda y en otras es solo una letrina, o bien un baño comunitario, fuera de casa). En menor proporción (5 por ciento)constan solamente de una habitación multiusos, que se constituye a su vez en sala–comedor–cocina y alcoba, esta última separada del resto a través de una cortina, con un baño independiente. Muchas de las viviendas presentan altos niveles de hacinamiento.

Los equipamientos básicos (agua potable, alcantarillado, energía eléctrica) son también muy precarios y desigualmente repartidos. El 83 por ciento de las viviendas cuentan con acueducto; el 11 por ciento de las familias se proveen de agua en pilas públicas y el 6 por ciento compran el agua a vecinos. El 51 por ciento de las viviendas están conectadas legalmente a la red municipal de alcantarillado; el resto tiene una conexión ilegal sin mayores especificaciones técnicas, o no cuenta con el servicio. Finalmente en cuanto a la energía eléctrica el 40 por ciento de las familias acceden ilegalmente a este servicio corriendo riesgos permanentes.

“Nos enganchamos del poste que está en la carretera. Mire ese cable cuando llueve uno no se puede acercar a él porque patea… porque ahí hay cable de toda clase y colocados en todas formas. Uno tiene miedo que sus aparatos se le vayan a quemar".

En San Francisco no existe un correcto trazado de calles debido a la forma espontánea con que se fueron construyendo las viviendas; el 70 por ciento de ellas están sin pavimentar, en regular o mal estado, muy degradadas, con vertidos de aguas negras principalmente en los sectores de Poza, Pista, África y San José. A pesar de sus deficiencias, las calles del barrio son el escenario habitual de relaciones sociales espontáneas y de reconocimiento mutuo.

Aunque se constata que en el barrio existen pocas infraestructuras recreativas y deportivas, sus habitantes conceden gran valor a estos espacios e identifican invariablemente ciertos lugares públicos de encuentro con vecinos o amigos (pequeñas zonas verdes bastante deficientes o incluso algunos lotes baldíos). Sin embargo, también reconocen que algunos de estos lugares se convierten en sitios peligrosos cuando son el marco para reuniones de drogadictos y delincuentes, o escenario de peleas de personas bajo los efectos del alcohol, especialmente los fines de semana.

Dentro del barrio se aprecian diferencias internas que dan lugar a la caracterización de algunos sectores claramente más deprimidos (Pista, Poza, África y San José). En ellos se concentra la población analfabeta y con educación básica incompleta. El promedio de miembros por familia en estos sectores es más alto, y oscila entre 9 y 14 personas. Los ingresos de la población trabajadora son más bajos, aún cuando el número de ocupados por hogar sea mayor. Las viviendas en un alto porcentaje están en regular estado y han sido construidas con materiales precarios. Las paredes son de madera, o a veces en block (cemento), pero rajadas, debido a deslizamientos o a hundimiento del terreno, los techos de zinc o eternit, el piso de tierra pisada, y tienen una o dos alcobas con poca ventilación. Desde el punto de vista ambiental son las zonas más contaminadas (por exposición de excretas, acumulación de aguas residuales, y cercanía a la pista de aterrizaje del aeropuerto de la ciudad).

“San Francisco es un barrio que cuando llueve, uno se llena de barro porque sus calles no están pavimentadas; las calles pasan sucias: basuras, aguas negras y eso trae el mucho mosquito”.

Por el contrario, se dan mejores condiciones de vida en los sectores de la Primera Etapa (y en algunas manzanas de la Segunda y Tercera Etapa) que cuentan con mejor equipamiento y con viviendas mejor construidas y conservadas. Su población presenta unos niveles de escolaridad un poco superiores, y los ingresos de las familias son más altos.

La interpretación del marco espacial y social del barrio de San Francisco

El barrio como ámbito de convivencia se nos ofrece como contenido de conciencia, como imagen del mundo, formada por quienes, como actores o espectadores, son parte de ese mismo mundo. La idea que los individuos tienen del ámbito barrial, la valoración que les merece, las actitudes que en ellos despierta y que orientan su posterior comportamiento forman parte importante de sus vidas.

El barrio como unidad de convivencia: percepciones y sentimientos

La identidad hacia un territorio hace referencia al sentimiento que experimentan los miembros de una colectividad que se reconoce en esa cultura, es llamada también “sentido de pertenencia”. Implica la adhesión a ese espacio social e históricamente construido. Se manifiesta en primer lugar como auto evaluación positiva, pero también puede expresar elementos negativos de auto identificación cuando se expresa todo aquello que disgusta del lugar.

En general se observa un alto sentido de pertenencia en los habitantes de San Francisco; se sienten orgullosos de vivir en el barrio, no les gustaría cambiar de residencia porque consideran que hay más elementos positivos que negativos en la convivencia cotidiana. Esta idea se repite en los distintos grupos de edad. Tanto los niños como los jóvenes declaran que se sienten bien en el barrio porque nacieron y siempre han vivido en él.

"Yo, al barrio lo veo maluquito, pero así me gusta mi barrio, porque aquí fui donde nací, aquí es donde yo tengo que crecer, aquí en este barrio, mi mamá también nació y creció, es donde mi familia está creciendo… el barrio se ve maluco, pero se tiene que componé".

Los adultos reafirman sentirse bien en San Francisco y añaden varias razones entre las que destacan la solidaridad y unión entre los vecinos, su ubicación, la presencia de muchas personas entusiastas, inteligentes y emprendedoras, o la existencia de todos los servicios públicos. Por tanto más que cambiar de barrio insisten en abordar los problemas que hoy los aquejan contando con mayor presencia del Estado.

"Me siento bien en el barrio por la solidaridad que hay entre los vecinos más cercanos… están pendientes de lo que le pasa a uno, nos ayudamos cuando se requiere".

Los mayores expresan su orgullo no solo de vivir en el barrio, sino de haberlo fundado. Para ellos tienen un gran significado todos los esfuerzos que han hecho para ofrecer a sus hijos y nietos un mejor ambiente, y ratifican su deseo de continuar en San Francisco, a pesar de los problemas de violencia y drogadicción que hoy se viven en la comunidad.  

“Me gusta mi barrio porque fui una de las que lo fundé…Cuando vinimos aquí solo trajimos unos palos, unos cartones, una camita, una mesa y hoy es todo un barrio. Lo que hacemos y nos cuesta trabajo, le cogemos bastante amor. Todos somos iguales aquí…”.

La fuerte valoración del barrio no impide que los vecinos reconozcan los conflictos que en él se producen. Como problemáticas comunitarias destacan en orden de prioridad la inseguridad y la violencia (en el contexto barrial y también intrafamiliar), que se refleja en frecuentes atracos, homicidios, vandalismo, pandillismo, robos, maltrato infantil y a la pareja.

“El sector es caótico en cuanto a la inseguridad. Hay muchos muertos por los atracos callejeros, las peleas entre pandillas del barrio y de otros barrios”.

En segundo lugar, y muy relacionado con la cuestión anterior, se identifica la drogadicción en niños, jóvenes y adultos, que se ha incrementado en los últimos años. Otros problemas urgentes de abordar que son citados por los entrevistados son el alcoholismo, la pobreza (como asunto comunitario), o los embarazos a temprana edad situación, muy frecuente en los sectores Pista, Poza y África.

Frente a estas situaciones se señalan algunas alternativas de abordaje. Entre ellas se destacan tres aspectos esenciales: el desarrollo de diversos procesos formativos (especialmente con los jóvenes, pero también para mejorar la cualificación de los trabajadores); la generación de empleo; y la consolidación de procesos de organización y desarrollo de la comunidad.

La representación de la percepción del espacio de la pobreza

Conocer las opiniones que tenían los residentes en San Francisco sobre su barrio permitió ahondar en su entorno vital, identificar sus problemas más inmediatos, y también, en otro sentido, entender el proyecto común de barrio deseado. El estudio del barrio como lugar de convivencia incluyó, además de recabar las opiniones de los vecinos, la interpretación de los esbozos de mapas realizados por los participantes en las reuniones de grupos focales. Se trata de sencillos croquis sobre el lugar que habitan, dibujados de forma espontánea y que incluyen los elementos que acuden a la mente. El proceso refleja la aprehensión que del espacio tiene su autor y proporciona una información valiosa al destacar en él todo aquello que le resulta significativo (García y Fernández, 1987).

Se recopilaron esbozos de mapa de los distintos grupos de edades (aunque casi las tres cuartas partes fueron realizados por niños y jóvenes) y se  clasificaron según su aspecto y detalle. La mayor proporción (43 por ciento) eran dibujos que mostraban zonas concretas del barrio acompañados de elementos de la naturaleza y, curiosamente, también de la vida cotidiana de las familias residentes en él (pictogramas). Se hallaron también esbozos más “formales” de mapas (37 por ciento) en los que se destacaban sendas, hitos, nodos y otros lugares de significación para los informantes. Finalmente otros (20 por ciento de los croquis elaborados), aunque no registraran elementos espaciales propiamente dichos, incorporaban frases expresando sentimientos, deseos o ideales en torno al lugar como espacio de convivencia (mapas simbólicos). La mayor parte de los pictogramas, dos de cada tres, fueron elaborados por los menores de trece años, y tres de cada cuatro esbozos de mapa, los proporcionaron mujeres de diferentes edades.

El análisis de los pictogramas y esbozos de mapas permite ver las diferencias por edades y sexos sobre la interpretación del barrio de cada grupo. En general los niños realizaban dibujos detallados que describían algunos componentes del paisaje de su entorno más cercano (tipos de vivienda, características del suelo, infraestructura comunitaria, espacios de recreación, actividades cotidianas y juegos), y resaltaban elementos idealizados de la naturaleza (nubes, pájaros, mariposas, árboles, flores, y el sol); así como determinados problemas del barrio (las pandillas juveniles, la drogadicción, el riesgo a que están expuestas sus viviendas por las conexiones ilegales a la energía eléctrica…).

“Yo dibujé mi  sector, unos niños jugando fútbol en la calle, las casas conectadas al poste de la luz, porque eso es lo que pasa aquí, casi todos se roban la luz”. (Niño de 12 años).

En cuanto a los jóvenes también muestran el sector de su residencia detallando los espacios de encuentro, las descripciones de las actividades que realizan en los diferentes lugares, las características de los sectores donde viven y las principales problemáticas del barrio (delincuencia, drogadicción…).

“Yo pinté la Terraza El Potentísimo y frente a este sitio dos jóvenes que están peleando y uno tiene un cuchillo para atacar al otro, esta es la calle donde yo vivo cerca de la esquina. También pinté la Terraza del El Wuio, frente a este negocio coloqué a un joven atracando a otro, unos muchachos jugando en la cancha, esta es carretera principal del barrio. Esto es lo que se vive en el barrio. (Joven de 18 años).

Las respuestas del grupo de adultos corresponden mayoritariamente a mujeres. Estas centran también su atención en el área de influencia donde está ubicada su residencia pero muestran una mayor variedad de elementos estructurantes del espacio: sendas, bordes e hitos. Resaltan los sitios que más frecuentan: la iglesia, las tiendas, las farmacias, los colegios, los lugares y actividades de recreación de la familia y las vías de circulación. Las mujeres mayores, con más de 65 años, aportaron una visión más global del barrio, acompañando sus esbozos de mapas con los nombres de los lugares más significativos para ellas, las sendas y los nodos.

En cuanto a lo que hemos llamado los mapas simbólicos o representaciones simbólicas resaltan aspectos positivos del barrio y de su evolución, y van acompañados de frases, algunas relacionadas con el ideal de barrio o el futuro que quisieran para el mismo.

“Pinté dos momentos del barrio, el ayer cuando lo fundamos, que cada uno cogió el lote que quería. Era todo monte, había animales de toda clase… Y el hoy, donde ya tenemos los servicios básicos, todo se ha logrado a base de gestión de nosotros los líderes” (Señora de 65 años).

La interpretación de estos croquis permite señalar los elementos espaciales destacados del barrio. Se identifican las “sendas” más importantes (entre las que claramente destaca la avenida principal del barrio donde desembocan las calles de los diferentes sectores); los “bordes” que establecen la  pista del aeropuerto, el cerro de La Popa y el Caño Juan Angola; o los “hitos” que representan los negocios, los colegios, los espacios deportivos y recreativos… Es significativa la constatación de que la mayor parte de las respuestas sobre los elementos espaciales del barrio se obtengan de los niños y las mujeres, mientras que los varones adultos y mayores parecen encontrar dificultades para hacer este tipo de representaciones.  

Además destaca el fuerte sentido social del barrio. Son constantes, en casi todos los esbozos analizados, las referencias a la vida que anima los lugares representados. Se constata que los rasgos físicos del barrio (calles, viviendas, equipamientos…) quedan en un segundo término puesto que este es, esencialmente, un escenario en el cual se establecen relaciones sociales (es el sitio donde se juega, se pelea, se producen encuentros y desencuentros…). Más que los elementos espaciales tangibles, que a veces, en el caso de los más jóvenes, están bastante idealizados en un entorno tan deficiente, es el entramado de contactos personales que se realizan en el barrio lo que parece le confiere identidad. A ello se une el sentido de pertenencia que se aprecia en los vecinos, aún reconociendo las dificultades de su vida allí. El origen reciente del asentamiento, y su historia, concebida por sus protagonistas como una serie de conquistas ante una situación de conflicto, conseguidas en buena parte gracias a una acción colectiva y a una eficiente organización comunitaria, contribuyen a explicar este contexto.    

Reflexiones finales

Como fenómeno social la pobreza es multidimensional, dinámica, compleja y multicausal. La comprensión de la pobreza como estado personal y colectivo, implica necesariamente la conjunción de las dimensiones objetiva y subjetiva del fenómeno en un contexto específico, a través de métodos cuantitativos y cualitativos de investigación social, que permitan entender la realidad tal como es vivida por la población afectada.

La articulación de métodos cualitativos aplicados a conocer el marco social y geográfico tal como es interpretado por la población del barrio de San Francisco posibilita el acercamiento a su conciencia de pobreza, algo que solo se evalúa a través de las experiencias personales. De esta manera el análisis de la actividad cotidiana de los niños, jóvenes, adultos y mayores, sus percepciones sobre el espacio en el que viven, sus dificultades y estrategias de supervivencia, también ayuda a entender la complejidad del fenómeno de la pobreza, a valorar la vulnerabilidad y el impacto que tiene en la escala personal y comunitaria,  así como a ahondar en el significado y profundidad de sus manifestaciones y sus causas.

Dado que la complejidad de la pobreza exige soluciones integrales que requieren estrategias participativas, es indispensable conocer en profundidad sus particularidades en el tiempo y en el espacio, por cuanto el mundo social, es un mundo en construcción, con significados, símbolos y desafíos para los diferentes grupos de población.

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