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X Coloquio Internacional de Geocrítica

DIEZ AÑOS DE CAMBIOS EN EL MUNDO, EN LA GEOGRAFÍA Y EN LAS CIENCIAS SOCIALES, 1999-2008

Barcelona, 26 - 30 de mayo de 2008
Universidad de Barcelona


LA INEFICIENCIA DEL CAPITALISMO EN EL PROCESO DE CONSTRUCCIÓN Y EXPANSIÓN DE LA CIUDAD. EL CASO DEL PERIURBANO DE BUENOS AIRES

Luis E. Briano
Instituto de Altos Estudios Sociales, Universidad Nacional de General San Martín
luisbriano@yahoo.com.ar

Federico J. Fritzsche
Instituto del Conurbano, Universidad Nacional de General Sarmiento
fritzsch@ungs.edu.ar

La ineficiencia del capitalismo en el proceso de construcción y expansión de la ciudad. El caso del periurbano de Buenos Aires (Resumen):

Los principios y metáforas del pensamiento económico dominante se aferran a la noción de eficiencia en relación a condiciones de mercado perfectas. Recurriremos a su crítica (particularmente a la noción clásica de mano invisible) desde distintas corrientes del pensamiento económico y a una caracterización del proceso histórico de acumulación de capital, para analizar los resultados que estos mecanismos producen en la conformación de la ciudad. En este sentido, la ineficiencia del capitalismo genera desigualdades (e ineficiencias) socio-territoriales que vuelven más complejo el análisis, al incorporarse la dimensión espacial. Para ello, nos referiremos sucintamente el proceso de construcción y expansión urbana en un distrito del periurbano de Buenos Aires, a partir del estudio del papel que desempeñan algunos de sus actores protagónicos: el estado, los desarrolladores inmobiliarios y el capital industrial.

Palabras clave: eficiencia, capitalismo, mano invisible, acumulación de capital, acumulación por desposesión, desarrollo urbano, periurbano.

Capitalism inefficiency in the process of urban construction and expansion. The case of Buenos Aires periurban (Abstract)

The principles and metaphors of the mainstream in economics cling to the notion of efficiency in relation to perfect conditions of market. We will resort to its critic (particularly to the classic notion of invisible hand) from different streams in economics and to a characterization of the historical process of capital accumulation, in order to analyze the results that these mechanisms produce in the conformation of the city. In this sense, capitalism inefficiency generates socio-territorial inequalities (and inefficiencies) that became more complex the analysis, when adding spatial dimension. For it, we will refer briefly to the process of urban construction and expansion in a periurban district of Buenos Aires, according to the study of the role that some main actors play: state, land developers and industrial capital.

Key words: Efficiency, capitalism, invisible hand, capital accumulation, accumulation by disposession, urban development, periurban.

Todo exceso es excremento. El excremento retenido envenena el cuerpo.”

Analogía de Odo.

Ursula K. Le Guin, Los desposeídos

 

El discurso dominante dentro del pensamiento económico persiste e insiste en la recurrencia a ciertos principios, metáforas y supuestos clásicos dentro del debate acerca del crecimiento y el desarrollo económicos. Varios de ellos se aferran a la noción de eficiencia en relación a condiciones de mercado perfectas y mecanismos de autorregulación. Precisamente, en una entrevista reciente, el filósofo André Comte-Sponville afirmaba lo siguiente: “El capitalismo no tiene por qué ser moral o inmoral: le basta con ser eficiente. Y si es eficiente es justamente porque toma a los hombres tal como son. Como seres egoístas” (en La Nación, 20/12/2006).

Este tipo de ideas nos remiten a la metáfora de la mano invisible de Adam Smith.  Para contribuir a este debate, recurriremos a la crítica de esta metáfora clásica desde distintas corrientes del pensamiento económico y a una caracterización del proceso histórico de acumulación de capital, destacando la tendencia del capitalismo a las crisis, las estrategias que se despliegan para contenerla y los resultados económicos y sociales que se producen.

Este análisis nos permitirá eludir el artificio argumentativo según el cual el crecimiento constituye una condición necesaria y previa al desarrollo; para, de esa manera, considerar una cuestión que creemos fundamental para el debate sobre el desarrollo: la distribución equitativa de la riqueza. En este aspecto, el capitalismo se revela notablemente ineficiente desde el punto de vista social (o económico, considerando a la economía como ciencia social).

Es así que relacionaremos estas discusiones con los resultados que estos mecanismos producen en la conformación de la ciudad. En este sentido, la ineficiencia del capitalismo genera desigualdades (e ineficiencias) socio-territoriales que vuelven más complejo el análisis, al incorporarse la dimensión espacial. Para ello, nos referiremos sucintamente el proceso de construcción y expansión urbana en un distrito del periurbano de Buenos Aires, a partir del estudio del papel que desempeñan algunos de sus actores protagónicos: el estado, los desarrolladores inmobiliarios y el capital industrial.

Por último, formularemos algunas reflexiones a modo de conclusión, relacionando la dinámica del periurbano de Buenos Aires con la ineficiencia del capitalismo, la acumulación de capital y las características propias que presentan estos procesos en la periferia.

1. La mano invisible, las externalidades y las críticas a la teoría clásica

La tesis de Comte-Sponville se basa en la dimensión imperceptible que Adam Smith define como mano invisible: “sin duda, por lo general, él (cada individuo) no entiende cómo conseguir el interés público ni sabe cuánto lo está buscando. (...) y dado que conduce esa industria tratando de maximizar el valor de su producto, considera sólo su ganancia y en este caso, tanto como en muchos otros, una mano invisible lo guía a buscar un fin que él no consideraba. A menudo, él, al perseguir su propio interés, favorece la búsqueda del interés de la sociedad de manera mucho más efectiva que si tuviera esa intención. Nunca he visto que se haya alcanzado mucho por parte de los que pretenden buscar el bien público.” (Smith, 1776, en Poma, 2000: 382). Según Alfredo Monza este principio “apunta a una evaluación de los méritos relativos de la forma capitalista de organización social desde el punto de vista de su deseabilidad y de su habilidad para cumplir ciertos cometidos, por oposición a formas alternativas (reales o ideales) de organización comunitaria” (Monza, 2004: 23).

Eficiencia, óptimo paretiano y “óptimo social de producción”[1]

Estas afirmaciones dan lugar a la discusión acerca del carácter eficiente del capitalismo planteado por Comte-Sponville. Dicho enunciado se funda en la solución que brinda la teoría neoclásica al problema de la eficiencia, que implica la solución simultánea de los problemas de eficiencia en la producción y en la distribución. “Toda asignación de los recursos entre industrias y del producto resultante entre consumidores que satisfaga esta condición se denomina ‘eficiente’” (Monza, 2004: 45).

El conjunto de las asignaciones eficientes constituye el “óptimo paretiano” y, paradójicamente, incluye situaciones con niveles de bienestar nulos y muy pequeños para algunos consumidores. La indeterminación introducida por la multiplicidad del óptimo paretiano puede resolverse a parir del Teorema Fundamental de la Economía del Bienestar: en una economía de decisiones de producción y consumo descentralizadas, el libre funcionamiento de los mercados genera un resultado óptimo en el sentido paretiano, siempre que se satisfagan los siguientes supuestos: que exista competencia en los mercados y ausencia de efectos externos, de indivisibilidades y de costos crecientes. Este teorema es la expresión moderna del principio de la mano invisible y constituye el basamento de la doctrina económica liberal. Su validez teórica depende de los supuestos antes mencionados y de otros supuestos específicos que contiene el modelo walrasiano[2].

No obstante, la “eficiencia neoclásica” es alcanzada gracias a la externalización de costos; en otras palabras, la falta de incorporación de gastos a la contabilidad empresarial y la ausencia de estos cargos en los precios finales que paga el consumidor. En este caso, la cantidad de producción que reporta la máxima ganancia empresarial privada, es aquella donde se intersectan las curvas de costo marginal e ingreso marginal (qm; pm) (ver cuadro 1). Sin embargo, este nivel de producción no toma en cuenta las externalidades que produce la empresa y que no aparecen en el mercado. Las conclusiones de la teoría económica neoclásica acerca de la eficiencia de la competencia pura y el libre mercado, se basan explícitamente en la premisa de la ausencia de las externalidades.

Para conocer el “óptimo social de producción” es necesario tomar en cuenta también los costos “externos”, pudiéndose definir los costos sociales como la suma de los costos privados y los costos externos. Por lo tanto, la intersección de las curvas de costos sociales marginales y de ingreso marginal indicará la producción óptima social (q*) que será menor que la producción óptima privada (qm), y el precio óptimo social (p*), qué será mayor al precio de mercado (pm). Cuando se incluyen en los cálculos los costos externos, las cantidades y los precios óptimos respecto del mercado ya no son óptimos desde el punto de vista social (van Hauwermeiren, 1998). “(...) nada podría estar más alejado de la verdad que afirmar que el proceso económico es una cuestión aislada y circular, tal como lo representa el análisis tradicional (...). El proceso económico está cimentado sólidamente en una base material sujeta a determinadas restricciones. En razón de estos obstáculos el proceso económico tiene una evolución unidireccional irrevocable. En el mundo de la economía, sólo el dinero circula en dos direcciones de un sector económico a otro (...). Si se considera esto último parecería que los economistas [neoclásicos] (...) han sucumbido ante el peor fetichismo económico: el monetario” (Gergescu-Roegen, 1971; en van Hauwermeiren, 1998).

 

Cuadro 1
El óptimo social


Fuente: Field (1994), en van Hauwermeiren (1998).

 

Crítica keynesiana

Por otro lado, y opuestamente a Smith y a Comte-Sponville, Poma, citando a Keynes, afirma: “ ‘(...) la conclusión de que los individuos que actúan independientemente para conseguir su ventaja producen el máximo volumen total de riqueza, depende de un conjunto de supuestos irreales: que los procesos productivos y de consumo no sean de ninguna manera de naturaleza orgánica, que exista un grado suficiente de conocimiento previo sobre las condiciones y las necesidades, que existan adecuadas posibilidades para conseguir estos conocimientos’ (Keynes, 1926). La ‘mano invisible’ puede convertir a la ventaja individual en bienestar colectivo sólo si existe un adecuado grado de conocimiento e información. Si esto no existe, dicha distribución ‘natural’ de los recursos no consigue su objetivo ni genera las condiciones y los fundamentos racionales para que se desarrollen intervenciones públicas en economía” (Poma, 2000).

De manera más amplia, en la Teoría General, Keynes (1936) cuestiona sistemáticamente a la teoría económica clásica, cuestionamiento que es aplicable a la teoría neoclásica, ya que se basa en aquélla: “Voy a demostrar que la teoría clásica se pueden aplicar solamente en un caso especial y no de manera general, ya que la situación que supone constituye un caso límite de las posibles posiciones de equilibrio”, (161); “(...) una grave falla que tienen los métodos simbólicos pseudo-matemáticos que se usan para formalizar un sistema de análisis económico, está constituida por el supuesto acerca de la existencia de una estricta independencia entre los factores considerados y que pierden toda su efectividad y autoridad si se abandona esta hipótesis” (465); “Nuestra crítica a la teoría económica clásica, aceptada por la mayoría, consiste no sólo en identificar fallas lógicas en su análisis, sino también en indicar que sus supuestos tácitos nunca o casi nunca están presentes, y que, por lo tanto, no puede solucionar los problemas económicos del mundo real” (Keynes, 1936: 549).

 

El desarrollo del capitalismo, su ineficiencia en la esfera social y la acumulación por desposesión[3]

La acumulación de capital como proceso histórico tiene un carácter dual: por un lado, se presenta como un proceso puramente económico –la reproducción ampliada del capital– que se da en los lugares de producción del plusvalor, entre los capitalistas y los trabajadores asalariados, dentro de los límites del intercambio de mercancías, donde reinan como formas la paz, la propiedad y la igualdad[4]. El otro aspecto de la acumulación de capital se da entre el capital y las formas de producción no capitalistas y capitalistas periféricas, tal como lo plantea Meillasoux (1975) en la aplicación de la teoría de las formaciones precapitalistas a los capitalismos denominados periféricos. Este proceso se desarrolla en la escena mundial, mediante métodos tales como la política colonial, el sistema de empréstitos internacionales, la política de intereses privados, la guerra. En este sentido, Karl Polanyi afirma: “Las organizaciones bancarias nacionales, sin las cuales no podían funcionar las finanzas internacionales, actuaban a menudo como los cómplices de sus respectivos gobiernos, y ningún plan estaba seguro si no aseguraba por adelantado el botín de cada participante. Sin embargo, las finanzas del poder no eran a menudo la víctima sino el beneficiario de la diplomacia del dólar que proveía los huesos de acero al guante de terciopelo de las finanzas. Porque el éxito de los negocios involucraba el uso despiadado de la fuerza en contra de los países más débiles, el soborno a gran escala de las administraciones atrasadas, y el uso de todos los medios clandestinos para la obtención de fines familiares a la selva colonial y semicolonial” (Polanyi, 2004).  Rosa Luxemburg (1912; en Harvey, 2003) sostiene que el comercio entre el capital y las formaciones sociales no capitalistas proporciona la única forma eficaz de estabilizar el sistema. Si esas formaciones sociales o territorios se muestran reacias a comerciar, se les debe obligar por la fuerza de las armas. Además, si pretendieran organizarse como capitalistas, el capital debería impedírselo por el mismo modo enunciado anteriormente (Harvey, 2003). Este mecanismo, característico del período definido por Marx como la “acumulación primitiva u originaria”, ha continuado vigente hasta la actualidad, por lo que Harvey (2003) le asigna el nombre de acumulación por desposesión[5].

La razón de esta dualidad radica, principalmente, en el carácter socioeconómico ineficiente del capitalismo. En este sentido, cuando desciende la productividad marginal del capital; es decir, cuando el crecimiento de la inversión es mayor que el de la producción, este fenómeno denota que el aparato productivo utiliza unas cantidades crecientes de capital por unidad de producto: la producción se convierte en capital “intensiva[6]”. En estas circunstancias, la tasa de beneficio no puede permanecer constante más que si la productividad del trabajo aumenta en proporción; o sea, paralelamente a la productividad del trabajo, la tasa de explotación debe aumentar. Los nuevos equipamientos productivos, cuando son más costosos que los antiguos, no pueden ser tan rentables como éstos más que si permiten reducir el importe de los salarios por unidad de producto. En caso contrario la tasa de beneficio disminuirá.

Si el crecimiento capitalista fuera “extensivo”, podría basarse en el aumento de máquinas y trabajadores, sin que las primeras sustituyan a los segundos, y en el caso de que lo hicieran, las nuevas máquinas podrían tener un rendimiento superior sin que su costo se eleve proporcionalmente. Sería con esta última condición cuando un capitalista sensato decidiría instalarlas: normalmente no se compra una máquina más que si ésta permite reducir el costo de producción unitario y rentabilizar mejor que las antiguas el capital comprometido. No obstante, el desarrollo del capitalismo conduce siempre a situaciones en las que el capital deja de dominar el juego (Gorz, 1982).

Por lo tanto, si bien no es matemáticamente necesario que en el capitalismo se produzcan ni el alza de la composición orgánica del capital ni el descenso de la tasa de beneficio y que, además, cuando la primera se produce, no genera necesariamente el segundo[7]; el análisis histórico del desarrollo capitalista permite constatar que esto efectivamente ocurre, acompañado, como consecuencia, de un aumento absoluto de la población obrera, excesiva para las necesidades medias de explotación del capital y proporcional a la intensidad y extensión de su acumulación[8] (Nun, 2001; Gorz, 1982: 25-26; Harvey, 1982: 195; Pavón, 1976: 28-29).

En efecto, las condiciones que han permitido hacer crecer la economía de acuerdo con su propia lógica interna acaban erosionándose y desapareciendo bajo el efecto del propio crecimiento. En un principio, el capital se ve inducido a adoptar unas decisiones que no resultan adecuadas a su racionalidad normal. Esta fase se ve inevitablemente seguida de un período de crisis[9] en el curso de la cual, gracias a unas importantes mutaciones, el pasado es corregido y se establece la base para un nuevo período de crecimiento (Gorz, 1982).

La tendencia del capitalismo a las crisis

Creemos, siguiendo a Harvey (1990), que la tendencia hacia las crisis recurrentes del capitalismo se debe a tres rasgos estructurales de dicho modo de producción:

1) Para el capitalismo es esencial generar un crecimiento continuo, ya que las ganancias y la acumulación sólo pueden garantizarse por medio de él. Esto implica que debe obtenerlo más allá de las consecuencias sociales, políticas, geopolíticas y ecológicas, convirtiéndose en uno de los pilares ideológicos fundamentales del capitalismo: la idea de que el crecimiento es a la vez inevitable y necesario.

2) El crecimiento depende de la explotación de la fuerza de trabajo en la producción (extracción de plusvalía). Por lo tanto el control de la misma, tanto en la producción como en el mercado laboral, es vital para la perpetuación del capitalismo.

3) El capitalismo es necesariamente dinámico en los niveles tecnológico y organizativo. Esto se debe a que las leyes de la competencia obligan a los capitalistas  a emprender una carrera de innovaciones en su afán de ganancias. Además, dicho dinamismo desempeña también un papel clave en la modificación de la dinámica de la lucha de clases en el ámbito de los mercados laborales y del control sobre la fuerza de trabajo. Más aún, si el control sobre la fuerza de trabajo es fundamental para la producción de beneficios y se convierte en una cuestión más general para el modo de regulación, la innovación tecnológica y organizativa en el sistema regulatorio (como el aparato estatal, los sistemas políticos de incorporación y representación, etc.) se vuelve esencial para la perpetuación del capitalismo.

De acuerdo al análisis de Marx, estas tres condiciones necesarias del modo de producción capitalista son inconsistentes y contradictorias, no existiendo ninguna combinación de ellas que diera lugar a un crecimiento firme y no problemático[10]. Por lo tanto, la dinámica del capitalismo estaría marcada inevitablemente por una tendencia hacia la crisis. La irrupción de períodos de crisis produce periódicas fases de hiperacumulación, en las que la oferta de capital y trabajo ociosos coexisten sin encontrar la manera de concretar un proyecto productivo.

El límite de la reproducción ampliada del capital

Debido, según el argumento marxista, a la inevitabilidad de estos procesos de hiperacumulación, el mantenimiento del modo de producción depende de cómo puede ser contenida, absorbida o manejada dicha tendencia, de manera que no amenace el orden social capitalista. Aquí exponemos las principales opciones que se utilizan para evitar que colapse el sistema[11]:

1) La devaluación y/o destrucción directa de: mercancías, capacidad productiva, dinero (erosión inflacionaria del poder del dinero junto con el creciente incumplimiento de las obligaciones de préstamos), capacidad de la fuerza de trabajo (crecientes niveles de explotación, caída de los salarios reales, desempleo, precarización de la seguridad y las condiciones sanitarias laborales, expectativa de vida más breve, etc.). Como ejemplos de esta opción pueden considerarse la gran depresión (una gran devaluación tanto del capital como de la fuerza de trabajo), de manera semejante y en mayor medida la Segunda Guerra Mundial y numerosos casos de devaluación a partir de 1973. Pero la devaluación tiene un precio político y perjudica a grandes segmentos de la clase capitalista, así como a los trabajadores. Las quiebras descontroladas y la devaluación masiva ponen de manifiesto el aspecto más irracional de la “racionalidad” capitalista de una manera demasiado brutal como para que pueda sostenerse durante mucho tiempo sin producir algún tipo de respuesta revolucionaria (de derecha o de izquierda). Sin embargo, la devaluación controlada por medio de políticas antiinflacionarias administradas constituye una opción muy importante y bastante frecuente para enfrentar la hiperacumulación.

2) La instauración de un control macroeconómico a través de algún sistema de regulación, puede contener por un período considerable el problema de la hiperacumulación. Fue necesaria una gran crisis de hiperacumulación para que se conectara la producción fordista con un modo de regulación keynesiano. Una de las virtudes del régimen keynesiano-fordista fue la constitución de un equilibrio de fuerzas de los mecanismos que originaban la hiperacumulación –el ritmo del cambio tecnológico y organizativo, y la lucha por el control sobre la fuerza de trabajo­­– que permitía mantenerlos bajo cierto control a fin de asegurar el crecimiento constante.

3) La absorción de la hiperacumulación a través de soluciones espacio-temporales. En este caso, para evitar la devaluación hay que encontrar formas rentables de absorber el exceso de capital. La expansión geográfica y la reorganización espacial ofrecen esa posibilidad, acompañadas de dilaciones temporales en las que el exceso de capital se invierte en proyectos a largo plazo que tarden muchos años en devolver su valor a la circulación mediante la actividad productiva que promueven. En este sentido, la expansión geográfica a menudo supone inversiones en infraestructuras materiales y sociales de larga duración (redes de transporte y comunicaciones, educación, investigación, etc.) y, por ende, la producción y la reconfiguración de las relaciones espaciales proporcionan una herramienta útil para mitigar si no resolver, la tendencia del capitalismo a las crisis.

Si bien existe consenso en que la hiperacumulación es la principal responsable de las recurrentes crisis del capitalismo, es necesario, siguiendo a Luxemburg y a Gorz, mencionar también al subconsumo como co-responsable de dichas crisis. Éste se debe, en líneas generales, a la creciente explotación a la que están expuestos los trabajadores, y a que los capitalistas se ven obligados a reinvertir, al menos en parte, en lugar de consumir. En el mundo desarrollado, la escasez general de demanda efectiva impide que se compense el aumento de producción que genera el capitalismo. En el mundo subdesarrollado impide, además, que se desarrolle el aparato productivo, y por consiguiente, la producción.

3. La acumulación de capital como generación de subdesarrollo económico y desigualdad social

Por lo tanto, creemos que, junto con la reproducción ampliada del capital, el violento proceso de acumulación por desposesión[12] al que asistimos genera una concentración económica y desigualdad social crecientes, particularmente en los países periféricos.

En este sentido, consideramos que: “el hambre y la miseria en el mundo subdesarrollado no son el resultado de un ‘retraso[13]’ ni de la insuficiencia de sus fuerzas productivas, sino que resultan de las punciones que los países capitalistas industrializados efectúan sobre sus recursos; y de los obstáculos políticos y sociales (de los que el colonialismo, y posteriormente el neocolonialismo de las multinacionales, son ampliamente responsables) para la utilización de sus propias fuerzas productivas. [Basta con conocer la existencia de enormes masas de desocupados en el mundo subdesarrollado] para situar el problema prioritario: permitir a las poblaciones producir su subsistencia con unos instrumentos inmediatamente productibles y utilizables en el propio lugar y no vender a plazos a sus gobiernos unas fábricas ‘llave en mano’ que ahorran mano de obra, que pagarán unos salarios occidentales a unos técnicos formados en Occidente y darán acceso a una proporción irrisoria de la población activa al salario y al modelo (pero no al nivel) del consumo norteamericano. [Por lo tanto], el hambre y la miseria no se eliminarán por el crecimiento económico de tipo industrialista [concentrado] sino por medio de unas políticas específicas que den a la población [sobre todo a los desocupados y pobres] el más amplio acceso a los medios de autoproducción (principalmente a la tierra) y por tanto a la propia autoproducción[14]” (Gorz, 1982: 18 y 19).

En definitiva, “La ‘riqueza’ de las sociedades de consumo superdesarrolladas de Occidente, en cuanto a que no sea un mero espejismo para la mayor parte de la población, es el resultado de una ola de saqueos y despojos que no tiene paralelo en la historia; sus víctimas son los pueblos del Tercer Mundo por un lado, y por el otro, los hombres y las mujeres del futuro. Por lo tanto, es un tipo de riqueza que produce una escasez inimaginable” (Enzensberger, 1979).

La ineficiencia del capitalismo se manifiesta en las transformaciones territoriales urbanas

Ahora bien, todas estas desigualdades y contradicciones sociales que, a nuestro entender, resultan del carácter ineficiente del capitalismo analizado y caracterizado hasta aquí, presentan ciertas especificidades territoriales que se manifiestan en distintas escalas y a las que cabe prestar atención. En este sentido, a las desigualdades territoriales entre sociedades superdesarrolladas y las crecientemente empobrecidas, para las que generalmente se utiliza la escala nacional e internacional, hay que agregar aquéllas que se producen dentro de los estados nacionales, así como las propias de las ciudades que pueden ser consideradas desde una escala de análisis local, poniéndola en relación con la global.

En otras palabras, el crecimiento de las ciudades y el proceso de metropolización se encuentran en estrecha relación con las características del capitalismo globalizado, de modo que la generación de brechas, desigualdades y contradicciones socio-económicas y territoriales influye en las regiones metropolitanas. Por otra parte, las características de éstas últimas (fragmentación, metropolización difusa y policéntrica en forma de “archipiélagos urbanos”) influyen y condicionan, a su vez, el proceso de globalización y el desarrollo mismo del capitalismo.

En este sentido, las ciudades son a la reproducción de la fuerza de trabajo lo que las empresas al proceso productivo. Lo urbano se caracteriza por el consumo colectivo de bienes y servicios (escuelas, hospitales y transporte, por ejemplo) los cuales son directa o indirectamente producidos o administrados por el estado (Lencioni, 2007). Desde una perspectiva marxista de los estudios urbanos, si bien el estado se ocupó centralmente de crear las condiciones generales para la producción capitalista durante la etapa keynesiano-fordista, lo cual incluía la producción de ciudad (Topalov, 1979; Castells, 1974); podemos afirmar que el estado neoliberal tiene ahora como prioridad sólo garantizar las condiciones óptimas para la acumulación capitalista en la ciudad, cuya producción queda fundamentalmente en manos de los agentes privados.

Aquellos procesos de metropolización y globalización se manifiestan en el periurbano, particular territorio dinámico en donde las contradicciones del capitalismo se presentan de manera más nítida. En este sentido, el periurbano constituye un ámbito en el cual se superponen múltiples lógicas de valorización del espacio (industrial, residencial, comercial, de servicios, agropecuaria). Si recurrimos a la metáfora de la mano invisible y su supuesta eficiencia en la asignación de recursos en la producción de la ciudad, observaremos que este territorio presenta una alta heterogeneidad en los usos del suelo (Capel, 1994), que  representa un complejo territorial desarticulado de lógicas económicas.

El caso del periurbano de Buenos Aires

Para referirnos al complejo periubano (productivo) de Buenos Aires, recurriremos a diversos trabajos referidos a las transformaciones industriales y territoriales en la Región Metropolitana de Buenos Aires (Briano y otros, 2003; Fritzsche y Vio, 2005), por un lado, y, por otro, a las transformaciones del periurbano (Barsky, 2005), con énfasis en Pilar, un distrito que forma parte de este territorio de borde, en la llamada tercera corona metropolitana (Barsky y Vio, 2007; Briano y Fritzsche, 2007b[15]).

El énfasis en Pilar radica en que es un distrito del periurbano en el que las dinámicas antes mencionadas se manifiestan con gran intensidad. Por ejemplo, constituye una sede reciente de una “nueva centralidad urbana” y de casi todas las transformaciones presentes en el resto de la región metropolitana, con su carácter contradictorio, fragmentario y sujeto a las pautas dictadas por el mercado globalizado. Particular relevancia presentan las transformaciones registradas en la actividad industrial, cuyo desarrollo en este distrito se explica fundamentalmente por el desempeño del Parque Industrial Pilar.

Como ya mencionamos en un trabajo anterior, el impulso que adquirió la Región Metropolitana de Buenos Aires está vinculado a la relación entre la valorización de las regiones metropolitanas y los procesos de globalización e integración regional (basado en la inversión extranjera directa hasta 2001-2002 y compartida con inversiones locales después). En este contexto, se ha constituido el eje vial norte como lugar privilegiado para la radicación de las inversiones destinadas a la industria y los nuevos espacios residenciales. Este impulso se sustenta, a su vez, en la transformación del estado keynesiano y del bienestar (con las limitaciones propias de este modelo en la Argentina) en el estado neoliberal característico de este proceso de globalización.

Entre los protagonistas de la expansión de la ciudad, desarrollando el periurbano[16] se destacan los desarrolladores inmobiliarios (residenciales e industriales), quienes valorizan el suelo, “urbanizándolo” a partir de loteos privados y de acuerdo a su interés en maximizar la renta urbana. En este sentido, se constituyen en un instrumento de la mano invisible. Es decir, el interés individual de los agentes del mercado aplicado a la producción de ciudad, contrariamente a la tesis de Adam Smith, da por resultado un espacio urbano caótico, contradictorio, disfuncional e ineficiente, en conclusión, injusto.

De este modo, y como una característica distintiva del periurbano de Buenos Aires, éste está sometido a la presión inmobiliaria residencial e industrial desde el interior de la región metroplitana, por un lado, y a la expansión territorial de la producción agropecuaria (principalmente sojera) desde áreas rurales, por otro. Esta última influencia muy reciente, data principalmente de la década en curso y está motivada por el aumento vertiginoso del precio de los alimentos (y de los cereales, en particular) en el mercado internacional.

A su vez, el capital industrial es otro actor destacado y su interés motivado en la renta urbana fue decisivo en la aparición tanto de nuevos patrones de localización como de nuevas formas de organización industrial. Buscando suelo urbano más barato, bien comunicado y con infraestructura industrial adecuada, el capital industrial se dirige al periurbano donde un tipo especializado de agente inmobiliario que hemos definido como “desarrollador inmobiliario industrial”, se lo brinda. En este sentido, el “parque industrial” ofrece estas condiciones, constituyendo un producto del mercado inmobiliario que los desarrolladores utilizan para maximizar su ganancia.

Como ya hemos mencionado en un trabajo anterior (Briano y Fritzsche, 2007b), el Parque Industrial Pilar constituye el primer exponente y emblema de un nuevo patrón industrial en la organización territorial metropolitana, caracterizado por la acción del capital privado, en un contexto de desregulación y con la gestión pública dedicada a garantizar el desempeño “óptimo” de aquél, característica del estado neoliberal vigente.

Reflexiones finales

La construcción del periurbano está regida por la libertad de acción del capital y los agentes privados que intervienen en el proceso de urbanización (proceso que hemos caracterizado como ineficiente, utilizando la metáfora de la mano invisible), lo que da por resultado una periferia urbana contradictoria y fragmentaria, fruto de la dinámica que Harvey define como acumulación por desposesión, tal como se manifiesta, por ejemplo, en la especulación inmobiliaria a la que están siendo sometidas las tierras del periurbano. Esta dinámica de acumulación por desposesión se manifiesta nítidamente en un país periférico, ilustrado de manera paradigmática en el periurbano de Buenos Aires, donde coexisten nuevas centralidades con espacios segregados y autosegregados que se presentan de un modo desordenado, desarticulado y disfuncional.

Un asentamiento precario de Derqui o Alberti (localidades “periféricas” del Partido del Pilar) antes estaba más lejos de un área céntrica (centro de Buenos Aires) que ahora, que se ha constituido una nueva centralidad en el mismo distrito (Km. 50 del Acceso Norte, ramal Pilar). Este fenómeno implica, entre otras cosas, una exacerbación de la desarticulación territorial (y social) entre los grupos y actores sociales vinculados a los distintos fragmentos urbanos. Es decir, la apropiación a la que hace referencia el concepto de acumulación por desposesión es particularmente visible y flagrante aquí, en una escala local intrametropolitana, donde hay hoteles cinco estrellas, centros de entretenimientos y servicios, countries, barrios y pueblos privados exclusivos y excluyentes (en términos socio-económicos), parques industriales y tecnológicos con plantas e infraestructuras de última generación, todos “artefactos urbanos” vinculados a la red global de acumulación de capital; adyacentes a barrios sin infraestructura ni equipamiento urbanos (o muy precarios), sin calles asfaltadas, sin cloacas ni red de gas, en definitiva, la ciudad de los desposeídos. 

En este sentido, creemos que este proceso de construcción del periurbano puede asimilarse a la solución espacio-temporal para afrontar la crisis de hiperacumulación capitalista, tal como Harvey la revela. Es decir, para evitar la devaluación hay que encontrar formas rentables de absorber el exceso de capital: inversiones de capital a largo plazo que implican una expansión geográfica y reorganización espacial y tardan muchos años en devolver su valor a la circulación mediante la actividad productiva que promueven. Ejemplos de esto los encontramos en la construcción de la autopista, el Parque Industrial Pilar, la infraestructura de comunicaciones y otros servicos que promovieron las transformaciones territoriales del periurbano ya mencionadas.

De esta manera, el carácter ineficiente del capitalismo se revela tanto en la generación de desigualdades sociales (acumulación por desposesión), como en la compleja, conflictiva y contradictoria conformación territorial de la ciudad, tal como se manifiesta en la breve caracterización de Pilar. Aquí hacemos referencia a la conformación y no a la organización territorial de la ciudad (como suele presentarse en algunos trabajos), porque la “mano invisible” del mercado y las necesidades de los actores protagónicos del capitalismo pautan el proceso de producción urbana. El estado desempeña un papel débil y funcional a dichas pautas y necesidades. Por eso, la contigüidad de espacios dedicados a explotaciones ganaderas, agrícolas y hortícolas, parques industriales, urbanizaciones cerradas y uso residencial público del suelo, representan un desafío para la planificación urbana y el ordenamiento territorial, en particular en la escala metropolitana.

 

Notas

[1] Esta sección está basada principalmente en Briano, 2007.

[2] Los supuestos principales introducidos por el modelo walrasiano en la teoría del equilibrio general son los siguientes: a) existencia generalizada de amplia sustitución en el consumo entre todos los bienes y todas las familias; b) existencia generalizada de amplia sustitución en la producción entre todos los recursos y todas las familias; c) los consumidores y productores actúan “racionalmente; y d) existencia de  competencia en los mercados (Monza, 2004). La convexidad de las preferencias y de las tecnologías es un supuesto específico necesario para la existencia del equilibrio general.

[3] Esta sección está basada principalmente en Briano y Fritzsche, 2007a.

[4] El análisis científico ha descubierto “cómo en la acumulación el derecho de propiedad se convierte en apropiación de propiedad ajena, el cambio de mercancías en explotación, la igualdad en dominio de clases” (Luxemburg, 1912; en Harvey, 2003: 111)

[5] “Dado que no parece muy adecuado llamar ‘primitivo' u ‘original' a un proceso que se halla vigente y se está desarrollando en la actualidad, en lo que sigue sustituiré estos términos por el concepto de ‘acumulación por desposesión'” (Harvey, 2003: 116).

[6] La deducción por el Estado de una parte de los beneficios y su redistribución en forma de gastos sociales, subvenciones e inversiones públicas revisten una importancia estratégica muy superior a la redistribución de una parte de los ingresos personales, pues impiden que la masa de beneficios sea mayor que las posibilidades de inversión rentable y que, después de una fase de superinversión, el mercado de capitales se derrumbe, provocando enormes destrucciones de capital por medio de cierres de empresas y aniquilación de inventarios (Gorz, 1982).

[7] Existen demostraciones irrefutables de estas afirmaciones en Attali, 1982 y Harvey, 1982.

[8] El “descenso relativo del capital variable, descenso acelerado con el incremento del capital total y que avanza con mayor rapidez que éste, se revela, de otra parte, invirtiéndose los términos, como un crecimiento absoluto constante de la población obrera, más rápido que el capital variable o el de los medios de ocupación que éste suministra. Pero este crecimiento no es constante, sino relativo: la acumulación capitalista produce constantemente, en proporción a su intensidad y a su extensión, una población obrera excesiva para las necesidades medias de explotación del capital, es decir, una población obrera remanente o sobrante” (Marx, 1867: 533).

[9] Cuando se produce el pleno empleo y existe una relación de fuerzas favorable para los trabajadores, en la que su presión reivindicativa se acentúa y su asiduidad y rendimiento disminuyen, para evitar que se detenga el crecimiento económico es preciso sustituir trabajo por capital. A falta de una mutación tecnológica que disminuya sustancialmente el costo de las máquinas (o sea, la cantidad de capital fijo por unidad de producto), habrá por tanto alza de la composición orgánica del capital. Simultáneamente, no hay, debido a la resistencia obrera, un aumento de la productividad del trabajo suficiente para rentabilizar en las tasas habituales unos equipamientos productivos más costosos, por unidad de producto, que en el pasado. Por lo tanto, el descenso de la tasa de beneficio ya no puede evitarse (Gorz, 1982).

[10] “... la tragedia del capital es que no puede suprimir el trabajo vivo, y por lo tanto, tampoco puede eliminar a la clase trabajadora.” (Antunes, 2001).

[11] El desarrollo que sigue se basa en Harvey, 1990: 200-205; y 2003: 79-80.

[12] “Un examen más detallado de la descripción marxiana de la acumulación primitiva revela un amplio abanico de procesos, que incluyen la mercantilización y privatización de la tierra y la expulsión por la fuerza de las poblaciones campesinas; la conversión de varios tipos de derechos de propiedad (comunal, colectiva, estatal, etc.) en derechos de propiedad privada exclusivos; la supresión del acceso a bienes comunales; la mercantilización de la fuerza de trabajo y la supresión de formas alternativas de producción y consumo; los procesos coloniales, neocoloniales e imperiales de apropiación de bienes (incluidos los recursos naturales); la monetarización del intercambio y los impuestos, en particular sobre la tierra; la trata de esclavos; y la usura, la deuda nacional y más recientemente el sistema de crédito (...). Todas las características de la acumulación primitiva mencionadas por Marx han seguido poderosamente presentes en la geografía histórica del capitalismo hasta el día de hoy. Durante las tres últimas décadas se ha acelerado el desplazamiento de poblaciones campesinas y la formación de un proletariado sin tierra en países como México y la India [también en la Argentina podemos agregar los casos recientes de remate de pueblos en Santiago del Estero]; muchos recursos que antes eran de propiedad comunal, como el agua, están siendo privatizados (con frecuencia bajo la presión del Banco Mundial) y sometidos a la lógica de acumulación capitalista; desaparecen formas de producción y consumo alternativas (indígenas o de pequeña producción); se privatizan industrias nacionalizadas; las granjas familiares se ven desplazadas por las grandes empresas agrícolas; y la esclavitud no ha desaparecido (en particular en el comercio sexual)” (Harvey, 2003: 116-117).

[13] “El discurso del desarrollo económico (..) concibe la historia económica de todos los países como un proceso que sigue un único patrón de desarrollo, como un mismo camino que cada país recorre en un momento diferente y a diferente velocidad” (Hardt y Negri, 2000: 263).

[14] “Gracias a esa políticas específicas el hambre ha sido eliminada en el Kerala (uno de los estados de la Unión India y en Sri Lanka cuyo PNB per cápita es uno de los más bajos del mundo, mientras que aún persiste y se agrava en países en ‘vías de industrialización' diez veces más ricos según nuestros criterios de contabilidad como México o Brasil” (Gorz, 1982: 19. Las comillas son nuestras).

[15] Estos trabajos se encuadran en el proyecto “Aspectos sociales, ambientales y territoriales relacionados con el desarrollo del periurbano productivo en los bordes de la Región Metropolitana de Buenos Aires. Pilar, 1990-2005”, en el Instituto del Conurbano de la Universidad Nacional de General Sarmiento, bajo la dirección de Andrés Barsky.

[16] “El periurbano constituye un ‘territorio de borde' sometido a procesos económicos relacionados con la valorización capitalista del espacio, como consecuencia de la incorporación real o potencial de nuevas tierras a la ciudad” (Barsky, 2005).

 

Bibliografía citada

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Referencia bibliográfica:
Luis E. BRIANO y Federico J. FRITZSCHE. La ineficiencia del capitalismo en el proceso de construcción y expansión de la ciudad. El caso del periurbano de Buenos Aires . Diez años de cambios en el Mundo, en la Geografía y en las Ciencias Sociales, 1999-2008. Actas del X Coloquio Internacional de Geocrítica, Universidad de Barcelona, 26-30 de mayo de 2008. <http://www.ub.es/geocrit/-xcol/298.htm>

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