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X Coloquio Internacional de Geocrítica

DIEZ AÑOS DE CAMBIOS EN EL MUNDO, EN LA GEOGRAFÍA Y EN LAS CIENCIAS SOCIALES, 1999-2008

Barcelona, 26 - 30 de mayo de 2008
Universidad de Barcelona

TRABAJO RURAL FEMENINO Y MOVILIZACIÓN SOCIAL EN EL NORESTE BRASILEÑO: LA DINÁMICA GEOGRÁFICA DE UNA DÉCADA (1998-2008)

María Franco García
Universidade Federal da Paraíba
mmartillo@gmail.com

Trabajo rural femenino y movilización social en el noreste brasileño: la dinámica geográfica de una década (1998-2008) (Resumen)

En Brasil, las mujeres trabajadoras rurales aumentaron su visibilidad colectiva a través del sindicalismo oficial. El departamento rural de la Central Única de Trabajadores (CUT) y la Confederación de los Trabajadores en la Agricultura (COTANG) fueron las primeras organizaciones en movilizar mujeres bajo las banderas del reconocimiento de los derechos laborales y sociales además de la demanda de acceso a servicios de sanidad, desde mediados de la década de 1980. Fue en el ambiente de socialización política abierto por el Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST) y los sindicatos pro-CUT donde se forjó en el estado de Rio Grande del Sur el Movimiento de Mujeres Campesinas (MMC), inicialmente Movimiento de las Mujeres Trabajadoras Rurales (MMTR). El MMC está vinculado desde marzo de 2004 a la Vía Campesina y es considerado como el movimiento autónomo de mujeres más fuerte y numeroso de todo el país. Un elemento de destaque ha sido su rápido y gran crecimiento en todos los estados de la Federación, en relación al amplio abanico de movimientos sociales que en el campo han surgido en los últimos años.

A inicios de la década de 1990 MMC unió a su lucha por derechos para las trabajadoras rurales la discusión sobre la reproducción social y las relaciones hombre – mujer. Este hecho inaugura una nueva etapa en las organizaciones de mujeres que trabajan y viven en el campo en Brasil.

Nuestro interés en este artículo es identificar el proceso de territorialización de las luchas del MMC en la región Noreste de Brasil, caracterizada por conflictos agrarios históricos y fuerte resistencia campesina a los embates del poder del latifundio y el capital. Buscamos analizar el alcance de las propuestas formuladas hace una década por este movimiento y las diferencias de su dinámica geográfica.  Para ello, este artículo presenta datos referentes al  estado de Paraíba, recorte territorial inicial de nuestra investigación.

Palabras claves: Trabajadoras rurales, movimientos sociales, territorialización, noreste brasileño

Rural women workers and social movements in the northeastern of Brazil (Abstract)

In Brazil, rural women workers increased their collective visibility through the official trade unionism. The rural department of CUT and COTANG were the first organizations to mobilize women to recognize their labour and social rights, and to demand for access to health services, since the mid-1980's. It was in an atmosphere of political socialization opened by the MST and unions pro-CUT which was forged the MMC, initially MMTR, in the state of Rio Grande do Sul. The MMC is linked at Via Campesina and is regarded as the stronger and more numerous independent women movement. Highlights its quick growth in all states of the Federation, in relation to the large number of social movements that have emerged in recent years. At the beginning of the 1990's MMC joined their struggle for rights for rural women workers discussion on reproduction and social relations man - women. This opens a new era in women's organizations who work and live in the countryside in Brazil. Our interest in this paper is to identify the process of territorial struggles of MMC in the NE of Brazil, characterized by strong historical and agrarian conflicts and  peasant resistance. We seek to analyze the scope of the proposals put forward a decade ago by this movement and the differences of their geographical dynamics.

Key words: Rural women workers, social movements, territorial process, northeastern

La Reforma agraria es, desde 1950, una cuestión de la agenda política brasileña. En su trayectoria histórica, la consigna de Reforma Agraria fue incorporada por el Estado como política pública, con aparato legal y judiciario (Novaes, 2002). Al mismo tiempo, como bandera de lucha, la Reforma Agraria continua siendo objeto de demanda y conflicto social. Dentro de esta problemática, entender el significado de la movilización de las mujeres trabajadoras rurales en Brasil hoy en día, demanda atender al proceso histórico-político y geográfico que construyó su identidad.

El camino forjado por los movimientos sociales en el campo brasileño en las últimas tres décadas ha posibilitado la emergencia de organizaciones de mujeres trabajadoras rurales como estrategias de lucha y desarrollo territorial. Algo que varía considerablemente por región y estado. Podemos afirmar que el cambio significativo de des de finales de la década de 1970 a finales de los años 1990 recae en la emergencia de un protagonista político hasta el momento poco común, o poco visible: la mujer rural. Grupos de trabajadoras rurales se articularon en el inicio de la década de 1980 dentro de los movimientos sociales creando comisiones, colectivos, sectores para el desarrollo de proyectos específicos en sus comunidades, como es el caso del Sector de Género del MST. También, y de forma destacada surgió el movimiento autónomo de mujeres trabajadoras rurales, el MMTR, creado en la región Sur del país y considerado como uno de los movimientos sociales más representativos y de importante espacialización en los últimos años.

La emergencia de lo nuevo

La emergencia de movimientos sociales en el campo brasileño en 1980 está íntimamente ligada a la experiencia vivida una década antes. En 1970 y bajo el régimen militar se inició una política inédita de transformación productiva vía gubernamental: la Revolución Agrícola o Revolución Verde. Esta modificó, entre otras cosas, todo el padrón tecnológico, sus características económico-estructurales y la  propia naturaleza de la producción  rural. Podemos afirmar que la emergencia, a finales de los 1970 y principios de los 1980, de un conjunto de movimientos sociales e iniciativas populares fue propiciada por el modelo excluyente de “modernización selectiva”, también conocida por “modernización conservadora” del campo. Este modelo de desarrollo selectivo capitalizó aún más a aquellos productores que disponían de recursos para invertir en la mecanización de sus explotaciones y expulsó un enorme contingente de pequeños productores, agricultores familiares y campesinos expropiados para los suburbios de las grandes ciudades. Además, de acentuar un agresivo proceso de proletarización del campo, como nunca antes había sucedido.

En este contexto la clase trabajadora rural sólo pudo organizarse y construir nuevos atores colectivos con proyectos populares en los años que sucedieron esta política agrícola. Hecho que se tornó una realidad gracias a la transición democrática del país[1] y el apoyo de fundamental importancia de la Iglesia Católica, ligada a la Teoría de la Liberación en su trabajo de base.

No obstante, tanto la demanda por tierra como la movilización organizada en forma de lucha no son fenómenos recientes de la historia brasileña. Son varios los estudios de la cuestión agraria en donde se identifican dos períodos, como hiatos de este proceso: el primero ocurrió entre 1950 y 1960 con las Ligas Camponesas[2] y el segundo, se inicia a partir de 1980 con el surgimiento del MST.

Es este segundo momento el que nos llama la atención en esta reflexión. La razón de este recorte responde a que, si bien que mujeres trabajadoras rurales, destacadamente en el Noreste, se unieron a la lucha organizada liderando en muchas ocasiones las revueltas por tierra, sólo surgirán movimientos autónomos de mujeres campesinas y formas de participación diferenciadas de estas dentro de los movimientos sociales en el campo, a partir de finales de 1970 y durante los años 1980. Momento de la historia política de Brasil en el que resurge la movilización social de base que desafió el orden social vigente.

El MST fue formalmente fundado en este período, exactamente en 1984 (Fernades, 2000) y durante toda la década de 1990 amplió significativamente el número de ocupaciones de propiedades improductivas, presionando al gobierno para la desapropiación de esas áreas y la regularización de nuevos asentamientos de familias sin tierra.

Trabajadores y trabajadoras rurales, junto a los pequeños y pequeñas productoras  comenzaron a unirse también al brazo rural de la Central única de los Trabajadores (CUT) que, de la misma manera,  nació a mediados de 1980, como parte de un nuevo movimiento sindical brasileño.

Asimismo, el Movimiento de los Afectados por los Embalses (MAB) inició la movilización de los afectados por la construcción de hidroeléctricas y la Iglesia Católica reforzó la organización de las comunidades eclesiales de base (CEBs) dentro de las comunidades rurales.

La emergencia de tales movimientos sociales en el campo coincidió con la formación del Partido de los Trabajadores en 1979. El fundamento de estos movimientos inicialmente constituidos en la región Sur del país, fue la identificación con las luchas por la tierra, por la justicia económica y la identificación con luchas más generales de la clase trabajadora (Navarrro, 1996).  Movimientos que se presentaban como claros opositores del Estado y como componentes de un nuevo proceso político donde las clases populares asumirían protagonismo.

La movilización autónoma de mujeres trabajadoras rurales

El movimiento de mujeres trabajadoras rurales surge también en la década de 1980 bajo la sigla MMTR. En su fundación se definió como una organización autónoma de mujeres trabajadoras rurales. El motivo central para su legitimación como movimiento fue la necesidad de reconocimiento y valorización de esas trabajadoras.

En su trayectoria histórica de luchas, que ya tiene más de veinte años, destacan las movilizaciones y campañas por la liberación de la mujer, la sindicalización, documentación rural, participación política y derechos sociales, tales como la baja de maternidad remunerada y la jubilación.

Después de quince años de actuación, en 1995 el MMTR tornó pública la necesidad de articularse con las mujeres trabajadoras rurales que se organizaban dentro de otros movimientos sociales y que luchaban por tierra, Reforma Agraria y condiciones de vida digna para las familias agricultoras. Se crea así la Articulación Nacional de Mujeres Trabajadoras Rurales (ANMTR) que reúne hasta la fecha,  mujeres militantes de la CPT,  MST, Pastoral de la Juventud Rural (PJR),  MAB, movimientos autónomos de mujeres, STRs y del Movimiento de los Pequeños Agricultores (MPA).

Fue entonces, a partir de mediados de la década de 1990, que el MMTR pasa a organizar acciones de lucha conjunta, destacando las movilizaciones a escala estadual y nacional y la  ocupación espacios y organismos públicos, así como propiedades improductivas en forma de campamentos rurales.

Otras formas de acción política en este período fueron los actos públicos de conmemoración de fechas significativas para la historia colectiva de la lucha de las mujeres, y de la clase trabajadora, tales como:  Día Internacional de la mujer trabajadora (8 de marzo);  Día internacional de la lucha por la salud de la mujer (28 de mayo); Día Nacional de la lucha de las mujeres trabajadoras rurales contra la violencia en el campo y por Reforma Agraria (12 de agosto); Día del Grito de los excluidos (7 de setiembre).

Otra consecuencia directa de esta unión fue el acumulo de esfuerzos reunidos para dar continuidad a las reivindicaciones en materia de derechos sociales, salud pública, un nuevo proyecto popular de agricultura, reforma agraria y documentación plena de la mujer en el campo.

La formación político-ideológica continuó siendo uno de los ejes centrales de la organización de estas trabajadoras desarrollando espacios y momentos de capacitación y reflexión dirigidos para las militantes y para la base. Unido a este empeño, el MMTR ha construido a lo largo de estos años materiales didáctico-pedagógicos tales como cuadernos, video-documentarios, panfletos, folletos, posters que son usados como instrumentos de trabajo en la formación de base y para las campañas de luchas.

Según el MMT, la construcción colectiva de las prácticas políticas llevadas a cabo dentro de un movimiento autónomo de mujeres, cuando se asocia a la acción cotidiana de otros movimientos, reafirma la lucha de las trabajadoras en dos dimensiones: género y clase. (MMC, 2008). Con esta lógica, en septiembre de 2003, durante un Curso Nacional para cincuenta mujeres militantes y representantes de movimientos autónomos de catorce estados, se definieron las líneas de actuación del MMTR y se modificó su nombre. A partir de ese momento el MMTR pasó a entenderse como Movimiento de Mujeres Campesinas, MMC[3], y pasó a formar parte de la Vía Campesina[4], organización internacional que desde 1993 es la responsable por gran parte de la movilización y articulación mundial de la lucha campesina.

El MMC de este comienzo de siglo XXI ha redefinido el carácter de su lucha y las reivindicaciones de su agenda política. En su discurso se refuerza el carácter campesino y socialista y sus acciones y jornadas se vuelven hacia intereses de carácter nacional,  como la lucha contra el progreso del agro-negocio y en defensa de la soberanía alimentar,  fundamentada en unidades de producción familiar y áreas de reforma agraria.

El hecho de formar parte de un movimiento mayor y globalizado en la década en la que estamos, ha modificado el carácter más funcional de las demandas específicas que el movimiento de mujeres privilegiaba en décadas anteriores, como las reivindicaciones y necesidades ligadas a la esfera de la reproducción, a saber, aquellas tradicional y naturalmente entendidas como “femeninas”;  los derechos y documentación laboral para la mujer trabajadora asalariada en el campo; y derechos constitucionales como el acceso a la titularidad de la tierra para las beneficiadas por las acciones de reforma agraria.

Podemos hacer un paralelismo entre las banderas de lucha trabadas por el movimiento y la política agrícola y agraria, o el modelo de desarrollo impuesto para el campo brasileño, desde el proceso de democratización de su sociedad. Así, es lugar común referirnos a las décadas de 1970 y 1980 como años en los que la participación femenina en el trabajo asalariado creció espectacularmente, en condiciones de desigualdad salarial, de promoción profesional y de reconocimiento de competencias (Souza-Lobo, 1991).

En el campo ese impacto también se vivió. Pero, sólo fueron las militantes de movimientos sociales autónomos de mujeres que se atuvieron a este hecho. El antiguo MMC en 1980, en pleno apogeo de la proletarización del campo, cuña en su carta de constitución su carácter de clase al definirse, como ya fue colocado, como una organización de mujeres trabajadoras rurales. Pero, lo que se destaca es el motivo que justifica su existencia: la necesidad de reconocimiento y valorización de estas trabajadoras, en sintonía con la situación de infravaloración destacada por Souza-Lobo (1991).

Ya en la década de 1990, los conflictos por tierra en el campo se aceleran y el ritmo de la Reforma Agraria aumenta, especialmente por las acciones del MST, en forma de ocupaciones y campamentos. Cabe destacar que,  la primera vez que los derechos de la mujer a la tierra fueron explícitamente planteados por este movimiento fue en 1996 cuando el Colectivo Nacional de la Mujer del MST se constituyó en cuanto tal.  El movimiento publicó en la época una cartilla[5] donde se recogía, entre otras reivindicaciones, la garantía del título de la tierra a las mujeres y la participación igualitaria de ellas en las asociaciones y cooperativas (MST, 1996). El MMC en este momento ya estaba articulado a otros movimientos sociales, entre ellos el MST, a través de la ANMMTR. En su agenda de lucha se contemplaba entonces la reivindicación del derecho a la tierra para las mujeres en igualdad de condiciones que para los asentados hombres beneficiados por la reforma agraria.

Podemos concluir que, a lo largo de dos décadas de actuación el MMC se ha ido fortaleciendo en dieciocho de los veintisiete[6] estados federales. Dentro de las conquistas más significativas de esta trayectoria, el propio colectivo destaca, su capacidad de organización y construcción de consciencia de lucha de las mujeres trabajadoras rurales y campesinas (MMC, 2008), sean ellas agricultoras, labradoras, arrendatarias de tierras, aparceras, ocupantes, caseras, jornaleras, pescadoras, mariscadoras, quebraderas de coco, asentadas de reforma agraria, pequeñas productoras y sin-tierra. Mujeres que son, en función de la diversidad étnica y territorial de Brasil, indias, negras y descendientes de diversos pueblos colonizadores y migrantes europeos.  Todas ellas representantes de la clase trabajadora en permanente redefinición espacial.

El movimiento de mujeres trabajadoras rurales en el Noreste

La región noreste de Brasil, compuesta por nueve estados de la Federación,  Maranhão, Ceará, Piauí, Rio Grande del Norte, Paraíba, Pernambuco, Sergipe, Alagoas y Bahía, comparada a otras regiones del país, se caracteriza por el alto índice de mujeres responsables por la reproducción de sus familias en la zona rural, o en los términos usados por el censo de población del Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE) por el alto índice de mujeres “jefes de familia”. Llama la atención, referente a este hecho,  el alto índice de beneficiarias de Reforma Agraria en Paraíba y Pernambuco en relación a los de los estados vecinos.

Las investigaciones (Deere, 2002; Capellin, 1989; Miele, 1998; Bassanezi, 1994; Fetape, 1986)  apuntan, entre otros factores relevantes en estas áreas, como es la migración masculina,  para el papel  de los movimientos sociales en ambos estados, asociado a una efectiva participación de las mujeres en ellos, como posible puerta de entrada para la comprensión de tal diferencia regional.

En Paraíba y Pernambuco las primeras reivindicaciones por espacio y voz  tuvieron lugar en la primera mitad de la década de 1980, cuando la cuestión en pauta fue la incorporación de las mujeres a los sindicatos (Cappellin, 1989; Fetape, 1989). En ambos estados se demandó por primera vez el derecho a tierra igual para mujeres y hombres[7].

Asimismo, el  proceso de sindicalización de las mujeres fue significativo ya a lo largo de la década de 1980, siendo sólo en la década de 1990 una realidad en los otros estados de la región. Cabe resaltara que los sindicatos rurales y la CPT lideraron la lucha por la Reforma Agraria en el Nordeste en ese período.

La lucha por el derecho a la tierra de las mujeres fue incorporada al discurso de la CPT a mediados de la década de 1980, siguiendo las directrices marcadas en el primer Congreso Estadual de la Central Única de Trabajadores (CUT) realizado en Paraíba. La política de la CPT en este estado fue la de apoyar la distribución de tierras a mujeres solteras, además de la titulación conjunta de tierras a los matrimonios.

El MST no se estableció en la región hasta finales de 1980 y tan sólo comenzó a organizar ocupaciones de tierra significativas en la segunda mitad de la década de 1990. El MMTR también se territorializó antes en Paraíba y Pernambuco, década de 1980, que en el resto de los estados nordestinos, fortaleciéndose significativamente en los años 1990. Por este motivo, para Deere (2002) el alto índice de mujeres beneficiarias de Reforma Agraria en estos estados antes de 1995 puede ser un reflejo de las políticas y diferentes trayectorias de los sindicatos rurales estaduales, del MMTR y de la CPT.  En otras palabras la simbiosis que existió entre el MMTR y los sindicatos rurales locales ya existentes antes de su formación, contribuyó para el fortalecimiento de las mujeres trabajadoras, que pudieron tomar posición tempranamente y demandar su derecho a tierra.

Según Bassanezzi (1994) en Paraíba el MMTR promovió desde la década de 1980 y  junto a los sindicatos filiados a la CUT, una intensa lucha y movilización para permitir la sindicalización de las trabajadoras rurales en igualdad de condiciones con los trabajadores, no obstante quien se sumó de forma más contundente a esa lucha fueron las mujeres de las áreas en conflicto de tierra y las más pobres. Respecto a la participación de esas mujeres en los sindicatos, para la misma autora, hubo un cierto alejamiento de las cuestiones referentes a los pequeños agricultores en general y especialmente de las mujeres. No obstante, la representación del MMTR por las mujeres no militantes que conocieron su actuación a través de la radio, del propio sindicato o por las movilizaciones promovidas cada Dia 8 de marzo, son positivas, como se recoge en las declaraciones de varias mujeres entrevistadas por Bassanezi en la década de 1990 en el Brejo paraibano:

“(…) creo que es muy bonito el valor de muchas mujeres de hablar en público.
(…) se habla de mucho del derecho de la mujer.
(…) nostras aprendemos alguna cosa y nos distraemos.
(…) admiro aquellas mujeres que están al frente de la comunidad”[8].

En la década de 2000 la necesidad de construir un discurso conexo y único, que pudiese agrupar y fortalecer las voces de las mujeres y su lucha en el campo, marca el movimiento como un todo. Como fue colocado el MMTR pasó a ser en 2003 el MMC. No obstante, el MMTR-NE, es decir, la articulación regional del movimiento de mujeres trabajadoras rurales en el Noreste, no se unificó. La construcción la categoría camponesa y la de trabajadora rural como conceptos centrales de tradiciones distintas en la lucha por representación de las mujeres agricultoras es uno de los motivos que pueden explicar esta recusa (Bordalo, 2006). El MMC y el MMTR representarían tradiciones políticas distintas. Ahora, la cuestión que nos llama la atención es porque eso sucede en el NE? 

Como vimos, hubo en la trayectoria de lucha de los movimientos autónomos de mujeres dos momentos de unificación. En la década de 1990 el realizado a través de la constitución de la ANMTR, que incluyó el MMTR-NE y en la década de 2000 con la formación del MMC, como organización que aglutinaba varios movimientos estaduales alrededor de una forma de acción política y bajo una definición amplia del significado, sentido y representación de ser campesina. El resultado, por tanto, no fue un mero cambio de nombre. El segundo momento de unión significó, por una parte la exclusión del MMTR-NE de una organización que se propuso representar la unión de muchas formas de lucha y por otra reveló la existencia de formas distintas de acción política. Concordamos con Bordalo (2006) cuando afirma que:

“Siendo así, y yendo más allá del discurso del movimiento, al alegar que el cambio de nombre se relaciona a las exigencias de otros movimientos, la construcción y la utilización de la categoría por parte del mismo pueden ser indicativas más de rupturas que de consensos“ (p.10)[9].

El MMTR-NE se forma como tal en 1986 y en la actualidad está presente en toda la región noreste de Brasil. Su sede está en el municipio de Serra Talhada en el estado de Pernambuco.

Otra de las posibles puertas de entrada para el análisis de la movilización de las mujeres trabajadoras en la década de 2000, a partir de la diferencia regional destacada, es la tradición sindical de los dos estados que venimos analizando, Pernambuco y Paraíba, y las formas de representación y papel que las mujeres trabajadoras rurales  construyeron dentro de ellos, en relación a la ausencia de esta filiación en otras regiones. Levantar posibles caminos para la comprensión de este proceso, a la luz de las y re-definiciones de los atores sociales envueltos y la permanencia de los conflictos es nuestro camino de investigación.

Algunas consideraciones

La sólida red de organizaciones de los movimientos sociales creada durante la década de 1980 y consolidada en la de los años 1990, propició las condiciones efectivas para el fomento de nuevos movimientos de mujeres en el espacio agrario brasileño y particularmente en la región NE.  La historia de la movilización de la clase  trabajadora en el campo en Brasil nos muestra, como los sindicatos rurales  ejercieron un papel mucho mayor en la lucha por la Reforma Agraria en el Noreste en relación a otras regiones del país. Si bien, que la composición social del movimiento sindical difiere en función de cada región, en el caso do NE las mujeres sin tierra, las trabajadoras asalariadas, temporales o permanentes, por lo general formaron y forman parte activa y visible de los sindicatos.

Nuestra propuesta fue traer para esta comunicación aspectos importantes de la trayectoria histórica construida por las mujeres que viven y trabajan en el campo, por una representación política efectiva y acorde a sus intereses de clase y género. Las diferencias regionales nos muestran un espacio nada homogéneo plausible de analizar a través de las contradicciones sociales que lo generan. La diversidad es la clave para iniciar el análisis geográfico aquí propuesto.

Esta breve exposición no tiene de hecho pretensiones conclusivas. Su alcance es la llama de atención para algunos temas y cuestiones consideradas importantes para el conocimiento y análisis de los movimientos sociales en el campo brasileño. Sobre todo porque las proposiciones aquí expuestas demandan un cuidadoso trabajo de campo futuro.

 

Notas

[1] En 1985 se celebran las ¡Directas Ya!. Movimiento de reivindicación por elecciones para la presidencia de la República.

[2] Las Ligas Camponesas fueron asociaciones de trabajadores rurales creadas inicialmente en el estado de Pernambuco y posteriormente en Paraíba, Rio de Janeiro, Goiás y otras regiones de Brasil, que ejercieron una intensa actividad en el período que va de 1955 hasta la caída del Presidente de la República ,João Goulart, por el golpe de estado de los militares en 1964.

[3] A partir de este momento en el texto nos referiremos al MMTR como MMC.

[4] En Brasil siete organizaciones componen la Vía Campesina: MST, MMC, MPA, MAB, PJR, CPT y la Federación de los Estudiantes de Agronomía de Brasil (FEAB).

[5]  A questão da mulher no MST (1996)

[6] Incluyendo el Distrito Federal de Brasilia.

[7] La Constitución Federal brasileña de 1988 reconoce explícitamente los derechos de las mujeres a la tierra. De acuerdo con el artículo 189, que regula la distribución de tierras por Reforma Agraria, las parcelas serán atribuidas “al hombre o a la mujer, o a ambos, independientemente del estado civil”. La Constitución también pone fin a las prerrogativas de los maridos como “jefes de familia” estableciendo la doble “jefatura” de la casa. (art, 226, CFEMEA). De esta manera la tierra distribuida por la Reforma Agraria debe ser concedida y debe estar bajo la titularidad de los cónyuges conjuntamente, o bien de las parejas de hecho que hayan sido reconocidas como beneficiarias de la reforma agraria. La conquista de la igualdad entre los hombres y las mujeres a los derechos de la tierra, alcanzada en la Constitución de 1988, fue el resultado de las demandas de las mujeres del campo, organizadas a través de los sindicatos (Sindicatos de Trabajadores Rurales – STRs)  y del movimiento autónomo de las mujeres (MMTR).

[8] Traducción libre de la autora.

[9]  Traducción libre de la autora.

 

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