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X Coloquio Internacional de Geocrítica

DIEZ AÑOS DE CAMBIOS EN EL MUNDO, EN LA GEOGRAFÍA Y EN LAS CIENCIAS SOCIALES, 1999-2008

Barcelona, 26 - 30 de mayo de 2008
Universidad de Barcelona


ECONOMÍA, PODER Y RELACIONES DE GÉNERO EN EL PALLARS SOBIRÀ[1]

Meritxell Sucarrat Viola
Departamento de Antropología Social y Cultural,Universitat de Barcelona
merisuvi@yahoo.es

Economía, poder y relaciones de género en el Pallars Sobirà (Resumen)

El análisis actual de las transformaciones económicas y sociales de un valle pirenaico no se puede entender si se obvia la relación entre la estructura de poder y la ideología de género local. En el presente cuando “mujeres de fuera” suben hasta el valle y se casan con vecinos autóctonos la conexión con el mundo exterior es inherente a la experiencia diaria de los vecinos. Por ello estudiar las prácticas de los individuos que componen las casas, analizar cómo idean y realizan sus estrategias abre una vía para comprender los múltiples significados de la conexión del valle con el exterior.

Palabras clave: Pirineo catalán, “mujeres de fuera”, globalización, relaciones de poder.

Abstract

The current analysis of the social and economic transformations in a Pyrenees Catalan valley couldn’t be understood without pay attention to the relationship between the power structure and the local gender ideology. At present when “outside women” go up the valley and get married with native neighbors the connection with the outside is daily lived. In this context to study the practices of people who integrate the households and also analyze how they though new strategies open a way to understand the multiple signifiers that the valley’s connection with the outside has in the present.  

Key-words: Catalan

Pyrenees, “outside women”, globalization, power relations.

Mi objetivo es analizar, a través de casos etnográficos, los procesos sociales y culturales subyacentes a la transformación actual de la estructura económica y social en un valle del Pirineo catalán en la comarca del Pallars Sobirà. Para ello resulta imprescindible identificar los factores que impulsan la conexión del valle con el exterior, cómo influyen en las prácticas diarias, y cómo alteran el significado de las relaciones sociales, y la distribución del poder entre los individuos en relación a las formas culturales dominantes.

Concretamente analizaré la realidad de la ideología local de género a través de las prácticas diarias de los individuos que componen los grupos domésticos. Parto del estudio de las relaciones sociales en el ámbito de la casa por varias razones. En primer lugar porque la casa se concibe como la unidad económica básica que estructura la jerarquía social entre las familias. En segundo lugar porque analizar la composición de las casas comporta analizar la práctica de los matrimonios con “mujeres de fuera” en contraposición a los matrimonios entre población local. Cómo llegan las “mujeres de fuera” hasta el valle, y cómo los vecinos entienden que estas mujeres pueden contribuir a la reproducción social de las casas y del valle en general. En tercer y último lugar porque entiendo que las relaciones familiares son un ámbito privilegiado para explorar cómo la gente experimenta, actúa e impone las diferencias de género y de generación en relación al contexto social y económico del valle.

El estudio de la práctica de las relaciones entre hombres y mujeres refleja procesos sociales complejos que ponen de manifiesto límites estructurales más amplios, pero también la convergencia de estrategias individuales aún cuando en los discursos locales se enfatiza las cualidades de lo que se considera femenino y masculino por encima de otras variables. En este sentido analizar los discursos públicos sobre las relaciones de género en la casa permite sacar a la luz parte del sistema relativamente estable de símbolos y significados que sustentan las prácticas diarias.

El texto consta de dos apartados. En el primero presento las principales características de la transformación económica del valle en la última década del siglo pasado, y la importancia de la industria del turismo en este proceso de cambio. Cómo se genera una demanda estructural de mano de obra femenina que cubren “mujeres de fuera”, y cómo se identifica en el presente el turismo con “el negocio de casa”. En el segundo apartado analizo los discursos locales que hablan de este proceso de transformación. Cómo se aprueba o sanciona el comportamiento de “mujeres de fuera” como parte integrante de los grupos domésticos, y cómo estas mujeres siguen ideando estrategias y prácticas más allá de las convenciones locales.  

El turismo. Trabajar en el negocio de casa

En el presente la industria del turismo y la construcción son los principales motores económicos del Pirineo catalán. Su creciente expansión hay que entenderla en relación a la crisis económica que desde las últimas décadas afecta de manera significativa la agricultura y la ganadería,  pero también a la “nueva” concepción del valle como un destino turístico. El contexto local actual es fruto de políticas económicas globales que a partir de los años 60 promueven el incremento de la actividad turística en áreas de montaña. Período en que se crea la imagen de la montaña como un nuevo espacio de ocio alternativo e inabarcable que el capital utiliza para canalizar sus inversiones y hacerlas más rentables.

Los orígenes de esta transformación se remontan a 1958 cuando se crea la PAC, (Política Agraria Comunitaria), donde se contempla fomentar la visión romántica de la sociedad rural caracterizada por ideales de estabilidad, justicia e igualdad (Gray 2000) Según pasa el tiempo y se implementan las directrices de la PAC la práctica de la agricultura, basada en explotaciones familiares, y la sociedad rural devienen indisociables. En los años 60-70 la relación entre producción material y reproducción moral asociada a las áreas rurales persiste y se fomenta debido a la necesidad que el orden de producción capitalista tiene de evitar el despoblamiento, y asegurar la continuidad de la estructura tradicional productiva (Arqué 1982) De otro modo los recursos que se extraen en la actualidad, en las áreas de montaña los derivados del uso del paisaje, perderían parte de su valor.

Aunque la pluriactividad ha caracterizado tradicionalmente la economía de las áreas de montaña su significado ha cambiado considerablemente desde los años 70. Actualmente en el valle coexisten la ganadería, la construcción y el turismo, junto con la preservación del medio ambiente, especialmente después de la creación en 2003 del PNAP[2] (Parque Natural del Alto Pirineo) resultado del proceso de implantación de medidas estructurales que comportan una mayor dependencia económica de las decisiones que se toman fuera, en los centros administrativos y financieros. La población local considera que el negocio del turismo es la alternativa que abre el valle a nuevas posibilidades económicas, y la única que hoy por hoy puede asegurar la continuidad del patrimonio de las casas. Los vecinos reclaman el derecho a participar y a controlar la práctica del turismo, más aún cuando la mayor parte de las casas tiene deudas contraídas en el momento de hacer del turismo el negocio familiar.

Así pues, el turismo es el  principal motivo de inversión económica. La mayor parte de RCP (casas rurales) son de finales de los años 80 y principios de los 90. A medida que han consolidado una clientela fiel las familias han apostado por ampliar y mejorar las instalaciones turísticas. En el presente dos hoteles y una fonda de mediados del siglo pasado están en pleno proceso de modernización y ampliación. En los negocios turísticos se ocupa prioritariamente la mano de obra familiar. Hasta tres generaciones pueden coincidir trabajando en el negocio de casa. Según explica una vecina autóctona, de 87 años que ha dedicado tres cuartas partes de su vida a trabajar por la casa, y que no salió de la cocina del hotel familiar hasta el día que se jubiló, de lo que se trata es de ir introduciendo en el negocio a todos los miembros de la familia cuando son adolescentes. Dice que lo importante es ofrecer a los clientes un producto de cualidad y aprender que para conseguirlo hace falta dedicación y esfuerzo porqué, según su opinión,  una casa sin familia no es nada.  

El miembro de la familia que acostumbra a ser el “trabajador fijo” del negocio es la “mestressa” (la dueña) de la casa que combina este trabajo con las tareas del hogar. Sus maridos, que acostumbran a trabajar en  la construcción, como guardias en la reserva nacional de caza[3], o como taxistas, las ayudan esporádicamente. En los meses de verano, época de máxima ocupación, quienes trabajan con las mujeres en casa son sus hijos que están disponibles por ser  estudiantes o por tener vacaciones de sus respectivos trabajos en Lleida y Barcelona. Una mujer autóctona de 47 años explica que sus dos hijas adolescentes, que estudian en Barcelona, la ayudan “en casa” durante el verano y los días festivos. Comenta que en una ocasión una sobrina suya le reprochó tener a sus hijas trabajando durante el verano sin dejar que hicieran vacaciones. Ella le contestó que de ninguna manera abusaba de la disponibilidad de sus hijas. Explica que tener dos hijas estudiando fuera supone un gasto familiar considerable y por eso había decidido pagarles un sueldo por su trabajo. Según esta mujer avanzar una cantidad de dinero a sus hijas significa recompensarlas por contribuir al buen funcionamiento del negocio familiar del que ellas también se acabaran beneficiando durante el resto del año.

Esta mujer también explica que cuando era adolescente había trabajado en la fonda de su tía en un pueblo del valle. Explica que aquello no era vida. Cuando la jornada estaba a punto de darse por terminada siempre había algo más que hacer porque se esperaba que la disponibilidad fuera absoluta más aún, como era su caso, si se trabajaba por la familia y se dormía en la misma casa. Esta mujer, dueña de una RCP, afirma que no dejaría que sus hijas trabajasen para otros en la hostelería porque los dueños explotan a la gente. Con el tiempo, a finales de los 90 y en la actualidad, la mano de obra familiar resulta insuficiente para suplir una demanda local cada vez mayor. Los miembros de las familias continúan organizándose para trabajar en la cocina y en la atención directa a los clientes pero faltan manos para limpiar y preparar las habitaciones. Es entonces cuando se recurre, cada vez más, a contratar “mujeres de fuera” para cubrir una demanda estructural.

Ya con anterioridad algunas mujeres se habían desplazado para trabajar. Mujeres cerca de los 75 años de edad cuentan que la primera vez que vinieron al valle desde poblaciones próximas, a mediados del siglo pasado, fue para trabajar de criadas en las casas ricas y en las fondas. Algunas de ellas se casaron con vecinos autóctonos dejando de trabajar para otros para ocuparse de su casa. Entre finales y mediados de los años 80 se contrataron mujeres de comarcas vecinas para la limpieza de habitaciones que los vecinos autóctonos alquilaban en sus casas y en los edificios anexos que entonces se empezaban a construir. Actualmente estas mujeres tienen cerca de 40 años casadas y con hijas preadolescentes rara vez han vuelto a trabajar en la hostelería, y afirman que tampoco quieren que sus hijas lo hagan en el futuro. Más tarde, en los años 90 subieron al valle mujeres de otras comarcas más distantes de la provincia de Lleida[4]. Tienen entre 35 y 40 años, y se las conoce como las “Urgellenques” provengan o no de la comarca del Urgell, y empezaron a trabajar en la hostelería para pagarse los estudios universitarios. Algunas de estas mujeres también se han casado con vecinos autóctonos, y trabajan a diario fuera de casa en la propia profesión. En cambio la hostelería se ha convertido en la principal fuente de ingresos de mujeres que continúan viniendo de fuera, actualmente de Suramérica y de países del Este de Europa. Estas mujeres que llegan a través de convenios entre sus países de origen y la administración catalana suelen regresar a su país cuando finaliza agosto.

A diferencia del caso de la mujer autóctona madre de dos adolescentes, y “mestressa” de una RCP (casa rural) ninguna de las mujeres que desde los años 80 en adelante ha trabajado en el turismo regenta ningún negocio turístico. Si además se considera el conjunto de las situaciones de otras mujeres se puede afirmar que en el valle sólo mujeres autóctonas suelen en primera línea a diario en el turismo, el negocio de casa. Por ello resulta muy interesante analizar cómo se establece la relación entre trabajar en el turismo, ser una mujer autóctona y ser una “mujer de fuera”.

Las diferencias en las prácticas de las mujeres son la respuesta local a diversos factores globales que convergen y afectan a cada mujer, según sus circunstancias. Es así como se definen dinámicas diferentes que  reproducen su identidad como mujeres, y que las distinguen, y refirman su posición dentro de la estructura social local como mujeres autóctonas o “mujeres de fuera”. Desde las últimas décadas hacia aquí trabajar en el turismo se ha ido concibiendo localmente como una opción laboral temporal, agotadora, precaria, y circunstancial realizada básicamente por mujeres especialmente “de fuera”. Así lo constata una vecina no autóctona casada en el valle cuando dice que no quiere volver a trabajar en la hostelería porque los hoteleros abusan de la disponibilidad de la gente. Dice que en un momento de apuro se puede ir corriendo a alguna casa, y encontrar a alguna mujer o a sus hijas que acepten echar una mano por poco dinero.  Con el tiempo, cuando de más lejos ha venido las mujeres contratadas más se ha reafirmado la concepción local de que trabajar en la hostelería cae fuera de las propias expectativas.

Sin embargo, y durante este mismo período el turismo se ha consolidado como el negocio familiar del valle y como la actividad con que se identifica a muchas de las mujeres autóctonas de mediana edad. Las dueñas de su casa. Estas mujeres cuentan en sus prácticas diarias con la aprobación general de los vecinos. Se considera que son mujeres emprendedoras y que miran por la continuidad y el bienestar de la familia. Quedándose en casa abren las puertas al mundo exterior y reciben a turistas. En el ámbito doméstico, ahora privilegiado para las relaciones con “los de fuera” estas mujeres acotan su parcela de poder e idean estrategias para llevar a la práctica sus intereses que, en sentido amplio, coinciden con los de las familias. Así lo explícita una joven cuando dice que de mayor quiere ser como su madre, una mujer decidida que planta cara al futuro. Esta chica se encarga de llevar a su madre hasta la capital de la comarca para que asista a cursillos de formación, y de hacer los encargos que le pide. Mientras su madre insiste que no suele salir de casa porque tiene mucho trabajo. Cuando sale aprovecha para ir al ayuntamiento a hacer papeles[5].

En una ocasión esta misma mujer explicaba que la suerte de las casas dependía del trabajo y la administración económica que hicieran las mujeres. Similar a otras situaciones, el caso de esta mujer muestra como sacar partido a los recursos económicos actuales según el ideal de organización de las relaciones dentro de la casa y la ideología local de género. Pero también de este modo es como es como las mujeres se ven abocadas a reafirmar su posición dentro de la casa. Y eso por dos razones principales. En primer lugar porque el negocio del turismo es una empresa familiar que se realiza puertas adentro de la casa bajo la responsabilidad de su dueña. En segundo lugar porque si se entiende que para administrar bien una casa hay que permanecer en ella, de modo que la idea de casa y ser mujer se definen mutuamente, una mujer difícilmente cumplirá con el ideal si pasa la mayor parte del tiempo fuera de su casa. Queda claro pues que las prácticas diarias de estas mujeres no son el reflejo de decisiones personales sino más bien resultado del desarrollo de nuevos requisitos económicos y sociales (Collier, 1997) Así, aún cuando se reconoce públicamente el esfuerzo de su trabajo, el poder de estas mujeres y su capacidad de decisión sólo es tal en tanto desarrollan las potencialidades de su rol ideal en la práctica (Du Boulay, 1974)

Con esta afirmación no se quiere negar la “realidad” del poder de las mujeres lo que se quiere es mostrar los límites estructurales dentro de los que hay que analiza su práctica. Las palabras de una mujer no autóctona, de 37 años, originaria de Barcelona, casada con un vecino no autóctono, y que vive en el valle desde hace 6 años lo ponen de manifiesto cuando habla de la vida de una mujer autóctona que se dedica al turismo. Dice de ella que siempre está en casa porque es quien se encarga de todo. Afirma que esta mujer parece que solo viva para trabajar, y que le sentaría bien salir con su marido, relacionarse y hacer vacaciones. Esta mujer también cuenta que a su llegada los hoteleros del valle le ofrecieron la posibilidad de trabajar regularmente, pero que ella lo desestimó porque no estaba dispuesta a trabajar durante largas jornadas agotadoras en días festivos cuando podía quedarse en casa con su marido y su hija. Hasta hace un año ha sido “la” alguacil del municipio, trabajo sujeto a la aprobación anual de una subvención de la administración pública. Anteriormente ninguna mujer había trabajado de alguacil pero ella explica que su trabajo le satisfacía porque le permitía moverse de un pueblo a otro, hablar con la gente, y relacionarse. Además podía organizarse la jornada y estar en casa cuando su marido llegaba a casa. Sin embargo, una mujer autóctona explica que esta mujer lo único que hacía era pasearse, hablar demasiado, y “pasar información” de un pueblo a otro. A su parecer le convenía cambiar de comportamiento porque sino, a la larga, el principal perjudicado seria su marido.

Como el caso de esta mujer otros similares evidencian que actualmente el turismo no es la ocupación principal de ninguna “mujer de fuera” que en los últimos años se haya instalado en el valle. No son las dueñas de ningún negocio turístico, y tampoco ven como este trabajo puede ser compatible con su idea de familia. Pero los testimonios de estas mujeres muestran como coexisten prácticas diferentes de las ideas de casa y familia en el nuevo contexto económico del valle. Cómo se redefinen diariamente nuevos espacios para el poder en la calle o en los límites de la propia casa, y cómo la participación de las mujeres en la economía local es básica para entender como se articula actualmente la estructura social y económica. Pero además, y quizás este sea el punto más importante, el conjunto de estrategias que las mujeres ponen en práctica hay que analizarlo dentro de los límites estructurales que definen la nueva realidad económica y social, pues es evidente que ante las nuevas posibilidades económicas el conjunto de mujeres no es intercambiable porque la estructura local de poder no lo permite (Wolf, 1999).

En el contexto del valle donde las opciones personales se identifican con los intereses familiares la estructura de poder es inherente a la jerarquía social determinada por los recursos económicos de las casas. Como se ha visto el turismo no es el negocio familiar en todos los casos. Lo es de las casas que con el tiempo han sido capaces de transformar el patrimonio familiar y reorganizar el sistema de autoridad y las relaciones de poder. Sin embargo, las prácticas de las mujeres muestran su capacidad para hacer entrar en tensión la estructura local y la ideología local de género. En el siguiente apartado se analiza con especial atención la  situación de mujeres “de fuera” que se han casado con vecinos autóctonos herederos del patrimonio familiar, el negocio del turismo. El objetivo es analizar la tensión entre el ideal local de las relaciones intrafamiliares y las prácticas de estas mujeres susceptibles, según los vecinos, de dejar en entredicho la continuidad de las casas.

“A las mujeres salir fuera de casa no les compensa”

            La frase que encabeza este apartado la dijo un hombre autóctono de 38 en una ocasión cuando explicaba las diferencias laborales entre hombres y mujeres en el valle. A su parecer las mujeres prefieren quedarse trabajando en casa a salir fuera a hacer cierto tipo de trabajos que no les compensan por su falta de seguridad. En términos generales se refería al trabajo en la hostelería. Una mujer no autóctona que ha realizado varios trabajos desde su llegada, explica la situación de dos “mujeres de fuera”. Cuenta que en una ocasión fue a casa de una de ellas para informarle de una oferta de trabajo en la comarca, ya que anteriormente esta mujer le había comentado su voluntad de trabajar. Pero al cabo de pocos días se encontró con el marido quien le dijo que a su mujer no le hacia ninguna falta trabajar. Actualmente esta mujer trabaja puntualmente de taxista con su marido cuando él, vecino autóctono y taxista de profesión, no puede asumir todo el trabajo. Sobre el caso de la segunda mujer explica que bien podría buscar algún tipo de trabajo para ayudar a la economía familiar. Explica que en una ocasión esta mujer le contó llorando que su marido le había echado en cara que no trabajase. Según la vecina no autóctona el marido tenía razón, lo que había pasado era que aquel día el marido había llegado a casa después de haber estado en un bar donde se critica a todo el mundo, especialmente a las mujeres.

En una ocasión el dueño de este bar había explicado que si las mujeres del valle quisieran trabajar él las contrataría. Según explica, las mujeres (se refiere a las dos mujeres a las que me acabo de referir) no quieren hacer nada. Cuando en alguna ocasión las ha contratado no han realizado el trabajo como era de esperar, y además han dejado de hablarle. Explica que en verano de 2007 se vió forzado a contratar “mujeres de fuera”, de otros países, para trabajar en su casa. El hijo de este hombre coincide con su padre, y añade que las mujeres lo único que hacen es crear problemas en las familias porque presionan a sus maridos para conseguir lo que quieren. Según este joven las mujeres se encuentran en la parte alta del pueblo donde cuidan los huertos familiares y allí pasan el tiempo criticando. Pero los comentarios sobre el comportamiento real o imaginario de las “mujeres de fuera” también es el centro de las conversaciones entre adolescentes, hijas de mujeres autóctonas. Según cuenta una joven de 14 años hace algún tiempo estas mujeres pasaban las tardes en un bar local jugando a cartas hasta las 8 de la tarde. Explica que esta práctica se tuvo que terminar porque no podía ser que estas mujeres dejaran durante tantas horas sus hijos y sus casas desatendidas. Otros vecinos explican que las reuniones de “mujeres de fuera” en el bar se terminaron después que se encontrara a un anciano, que coincidía cada tarde con ellas, ahorcado a la salida del pueblo. Hay quien dice que a lo mejor este hombre aún estaría vivo si estas mujeres no le hubieran llenado la cabeza con habladurías.

Sólo presento puntualmente los discursos locales entorno la muerte de este hombre con la intención de mostrar una visión de conjunto del contexto local donde impera una determinada ideología de género, y a la que se superpone la distinción social que los vecinos hacen entre “ser del país” y “ser de fuera”. En el presente donde la industria del turismo y la construcción impulsan hacia el valle mano de obra de fuera, turistas, la compra de segundas residencias, y el regreso estacional de emigrantes, la ideología local de género no se pueden entender si se obvia la ubicación de los individuos dentro de estas dos categorías sociales. Pero esta distinción no es estática. El conjunto de factores que intervienen en la identificación y posición de un individuo en la estructura social responden a los intereses locales cambiantes que orientan las prácticas. Los criterios de distinción y pertinencia social que subyacen a las expresiones “ser de fuera” y “ser del país” se recombinan en las prácticas diarias a la vez que se recrea la ideología local de género, sin olvidar que el conjunto de estrategias individuales encuentra sus límites en la recomposición de las relaciones de poder locales. La finalidad es evitar la desorganización social en un contexto en  continúa transformación. El valle hoy en día es el lugar donde se puede oír decir a una mujer autóctona que puede evita cruzar la plaza del pueblo en verano cuando sólo hay “gente de fuera”. Si precisa algún recado manda salir a sus hijas adolescentes, y ella se queda en casa, el mejor sitio donde puede estar.

Dada la importancia local de la casa como unidad económica, y la familia como el principal nivel de organización social que define el sistema ideal de roles, el matrimonio se convierte en la institución que hace al esposo y a la esposa  “igualmente” necesarios, permitiendo un conjunto de prácticas que posibilitan a cada desarrollar su personalidad social de acuerdo con el rol de género ideal (Du Boulay, 1979). De este modo se identifica naturalmente a las mujeres autóctonas con sus prácticas cuando regentan el negocio turístico en sus casas (Harris, 1988) Sin embargo, este ideal entra en tensión cuando “mujeres de fuera” entran en las casas después de casarse con vecinos autóctonos. Su caso merece especial interés porque el estudio de las relaciones intrafamiliares permite analizar cómo la composición actual de los grupos domésticos, y la transformación de las relaciones de poder son interdependientes. (Lamphere, 1983). Una chica “de fuera”, hija de un valle próximo, de 30 años se casó hace 3 con el único hijo de una familia que tiene un bar, una tienda, un camping, y un bloque de cuatro apartamentos. Su suegro dice que no comprende porque su nuera trabaja en una tienda en la capital de la comarca. Explica que durante el noviazgo él construyó el piso para la nueva pareja mientras esta chica ayudaba los veranos en el negocio familiar. Habían convenido con ella que ayudaría en casa cuando se casara. Pero según cuenta su suegro la realidad es muy diferente. Cada verano tiene que contratar “mujeres del extranjero” para trabajar en su casa. El comportamiento de su nuera no le parece justo, y piensa que hace perder el tiempo a su hijo. Sin embargo, un vecino cuenta que esta chica no puede trabajar en casa porque ya tiene suficiente trabajo en la tienda, y porque en septiembre, cuando tiene vacaciones, aprovecha para viajar con las amigas. Una vecina autóctona, en cambio, comenta que esta chica tenia que haber pensado antes de casarse lo que hacia, y no querer hacer su vida aparte. En su opinión una cosa es una pareja que vive sola y hace su vida, y otra muy distinta entrar a formar parte de una familia. Entonces las cosas cambian porque las decisiones no se pueden tomar solo. Esta mujer afirma que ahora parece que la gente no tenga valores.

Otra chica “de fuera”, originaria de la misma comarca, rompió en 2007 su noviazgo con un vecino autóctono, cocinero de profesión en el restaurante familiar, después de 7 años de relación. Esta chica trabajaba de administrativa y los fines de semana ayudaba a su novio en la cocina. En una ocasión había explicado que trabajaba en el negocio de sus suegros porque quería sin recibir dinero a cambio porque así el compromiso era menor. Si un día decidía no ir no iba, aunque eso raramente ocurría porque se había convertido en mano de obra imprescindible. Durante este tiempo sus suegros pagaron los gastos de la construcción del apartamento donde hubiera ido a vivir con su novio. Una tía materna del chico afirma que a esta chica no le gustaba trabajar y que debía haber pensado más en las obligaciones de su marido.

Las prácticas de estas mujeres resultan contradictorias por querer actuar y pensar por si mismas más allá de las convenciones sociales (Collier, 1997) Sin embargo, la situación de las mujeres autóctonas es otra. Ello se debe a que la población local comparte la misma concepción hegemónica del mundo interiorizada y naturalizada en las prácticas diarias (Comaroff y Comaroff, 1991) que premia el trabajo de la mujer que mira “por el bien de la casa”. De este modo, en el contexto actual del valle las mujeres autóctonas desarrollan su ideal trabajando en casa en el negocio familiar, a la vez que son parte activa de los discursos que sancionan el comportamiento de las otras mujeres por su inadecuación a lo que debería ser. La ideología local de género actúa como un sistema articulado de significados, valores, y creencias que provee el esquema organizativo para la producción simbólica colectiva, y que se protege con toda la fuerza del poder de quienes la reclaman como propia (Comaroff y Comaroff, 1991). Quien en el presente hace suya de manera recurrente la ideología local de género es la clase social dominante, los dueños de los negocios turísticos padres y madres de los futuros herederos del patrimonio familiar. Analizar el contexto en el que sus hijos se casan con una “mujer de fuera” permite entender los esfuerzos actuales del grupo social dominante por perpetuar la estructura local de poder.

Una mujer de 30 años, originaria de un pueblo del área metropolitana de Barcelona, subió al valle por primera vez a hacer turismo, y se casó hace 6 años con el único hijo del dueño de un hotel, un bloque de apartamentos, y una antigua fonda en proceso de reforma. Su marido es el cocinero del hotel y ella se encarga del comedor. Limpiar las habitaciones corresponde a “mujeres extranjeras”. Su suegro se ocupa de la compra semanal en el mercado comarcal, y según los turistas, de la reserva de habitaciones, y de cobrar las facturas. Los vecinos explican que esta mujer hace su trabajo con calma. Pero ella dice que prefiere hacer las cosas con tiempo porque trabajar en casa implica las 24 horas del día, en cambio quien trabaja para otro hace sus horas, llega a casa, y puede olvidarse de todo. Cuenta que se organiza para hacer vacaciones con su marido dos veces al año. Sin embargo, la población local explica que siempre se mueve, y que con frecuencia se va a pasar unos días a casa de sus padres, de donde  regresa los fines de semana para trabajar en el hotel. Su marido valora mucho que haya dejado su casa para vivir en el valle porque según él reúne lo que más aprecia en una mujer: mirar por la casa y no fijarse en otros hombres. Esta mujer piensa que en el valle se da mucha importancia a que los hijos se queden en casa, más aún si hay patrimonio. Hay vecinos que afirman que cualquier día esta mujer se marchará para no volver. En febrero de 2008 está mujer pasó cerca de un mes en casa de sus padres, regresó para la campaña turística de Semana Santa, y se volvió a marchar. Una vecina cuenta que conversó con ella y que le contó que allí donde viven sus padres lo tiene todo. Puede ir al gimnasio y a la piscina, y que además si quisiera podría encontrar trabajo y ganar dinero a diferencia del valle donde se pagan unos sueldos ridículos.

La vecina que habló con ella añade que no entiende este comportamiento. Dice que esta mujer lo que debe querer es salir fuera porque de trabajo ya tiene suficiente en casa, que a lo mejor busca trabajo porque quiere tener su rinconcito al margen del negocio familiar, o que incluso se esté replanteando su vida en el valle. Mientras tanto sus suegros han iniciado las reformas de la fonda. La situación de estas mujeres muestra como en el contexto actual del valle la ideología de género se reafirma junto con la idea de local de casa que precisa de la organización de toda la mano de obra familiar disponible para sacar partido a las nuevas oportunidades económicas. Ahora, cuando la conexión del valle con el exterior acentúa una mayor dependencia económica la relación entre los miembros de los grupos domésticos acentúa la mayor necesidad y control de capital coge forma  en la figura del “cap de casa” (dueño de la casa) (Harris, 1988). Sin embargo, como muestra la descripción de la dinámica familiar que viene a continuación, una vez más las prácticas individuales entran en contradicción con los ideales locales.

Un vecino de 40 años, heredero de uno de los mayores patrimonios de la comarca y dueño de apartamentos turísticos, se casó hace 4 años con una “mujer de fuera”, “Urgellenca”, que subió al valle a trabajar en la hostelería para pagarse los estudios universitarios. Su mujer, filóloga de profesión, al poco de estar casada trabajó de administrativa en un ayuntamiento de la zona hasta que encontró trabajo de “lo suyo” en Andorra. Actualmente es funcionaria del gobierno andorrano. Durante la semana trabaja y vive en Andorra, y vuelve a casa los fines de semana donde viven su marido y su suegra viuda. Cuando le preguntan de donde es responde que es de su pueblo aunque se haya casado en el valle. La suegra explica que en la casa habían llegado a vivir hasta 28 personas contando los criados. Su nuera cuenta que el mantenimiento actual de estas casas es una ruina y que mantenerlas en pie requiere todo el trabajo. Dice que su suegro tuvo suerte de casarse con su suegra porque al ser hija de una casa pobre estaba acostumbrada a salir fuera (ir a trabajar al campo) a diferencia de su suegro que no sabía lo que era el trabajo. Desde hace unos años el heredero de la casa ha empezado a vender parte de las tierras familiares en suelo urbanizable a inmobiliarias de la zona para la construcción de bloques de apartamentos turísticos. Desde la primavera de 2007 trabaja en una de las brigadas del PNAP, mientras un jornalero trabaja en el patrimonio familiar. Los vecinos dicen que este hombre se equivoca vendiendo las tierras, y que si todo el mundo hiciera lo mismo el valle acabaría en manos de extraños. Tampoco entienden el comportamiento de su mujer siempre yendo de un lado para otro.

Según cuenta el heredero los problemas en las casas siempre los traen las mujeres. Dice que a una “mujer de fuera” le cuesta acostumbrarse a la vida de la montaña, y puede ser que cualquier día decida volverse a su casa, de allí de donde ha venido. Afirma que una “mujer de fuera” siempre será de fuera. Su mujer le reprocha que no pueda entender lo que es vivir fuera de casa porque nunca ha salido del valle. A su entender los problemas en las casas no los traen las mujeres sino la coincidencia de espacios entre suegra y nuera, y dice que lo mejor es que cada uno haga su vida. Explica que los vecinos son muy envidiosos y que siempre ha intentado aconsejar a su marido, y defender los intereses de la casa. En una ocasión de visita en esta casa apareció un turista, profesor en la universidad, que se alojaba en uno de los apartamentos de la familia. El hombre había ido a la casa del heredero para pedir un encargo a la nuera, posiblemente la persona de la casa que mejor conectaba con él.

Las “mujeres de fuera” con su trabajo aportan capital a las casas imprescindible para su continuidad en el nuevo contexto económico local. Sus prácticas como las de otros miembros de las familias reflejan la adopción de nuevos estilos de vida y patrones de consumo. Pero además junto con su presencia aportan capital simbólico (Bourdieu, 1991) Como muestra el último caso es la “nuera de fuera” quien por su formación y habilidades personales se relaciona preferentemente con la clase de turistas con la que la población local anhela relacionarse por sus supuestos recursos económicos, y es en la continua relación con el exterior donde reside el poder de esta mujer. Sin embargo, como muestra el conjunto de casos, las prácticas de las “mujeres de fuera” en el mundo exterior no son tanto el resultado de elecciones personales como la adecuación a la estructura de poder local que las continúa impulsando hacia fuera.  

Reflexiones finales

En este texto he querido mostrar como las formas culturales dominantes entran en contradicción a través de las transformaciones económicas y sociales que conectan un valle del Pirineo catalán con el exterior. En los discursos locales lo que se sitúa más allá de los límites geográficos del valle se identifica con la expresión “ser de fuera” por oposición a “ser del país”. Sin embargo, hoy más que nunca lo que es de fuera se ha vuelto imprescindible para la continuidad del propio país. No se trata solamente de la experiencia de redes de relaciones amplias sino de la vivencia de lo que “es de fuera”, “lo extraño” como parte integrante e indisociable de la cotidianidad en el territorio. Pero cuando la expresión “ser de fuera” se aplica a una mujer los discursos locales hablan de una experiencia de la realidad aún más compleja, y entra con toda la fuerza la ideología local de género que asigna a cada individuo su sitio natural ante la posible amenaza de pérdida de control sobre el territorio, y del status quo.

El estudio de la transformación del contexto local implica analizar cómo se perpetúa la desigualdad en las relaciones sociales, y cómo naturalizan las identidades en un contexto inmerso en un proceso de reestructuración. En el presente la configuración de la identidad social local ser mujer y “ser de fuera” legitimada en la experiencia diaria de la estructura de poder cobra sentido cuando los vecinos niegan el reconocimiento de las capacidades y el poder real de las prácticas de “sus mujeres de fuera”. 

 

Notas

[1] Esta investigación se ha podido llevar a cabo gracias al apoyo del proyecto subvencionado por el Ministerio de educación y Ciencia, referencia SEJ2004-07593/SOCI.

[2] Desde su creación en verano de 2003 el 95% de la superfície del valle se encuentra dentro del PNAP que afecta mayormente la comarca del Pallars Sobirà y es el más grande de Catalunya con cerca de 70.000 hectáreas.

[3] Este valle está inmerso en la en la reserva nacional de “l'Alt Pirineu i Aran” (Alto Pirineo y Aran).

[4] Dentro de los límites de estas comarcas no se encuentran zonas montañosas. Son las comarcas del “pla“ (el llano) de Lleida. Estas mujeres provienen mayormente de la comarca de la Noguera de transición entre el llano y el relieve montañoso. Sin embargo, los vecinos del valle identifican invariablemente el llano con la comarca de l'Urgell. 

[5] Con la expresión “fer papers” (hacer papeles) los vecinos se refieren a los trámites burocráticos que precisan para obtener las subvenciones económicas de las que depende en general la vida en el valle.

 

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