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X Coloquio Internacional de Geocrítica

DIEZ AÑOS DE CAMBIOS EN EL MUNDO, EN LA GEOGRAFÍA Y EN LAS CIENCIAS SOCIALES, 1999-2008

Barcelona, 26 - 30 de mayo de 2008
Universidad de Barcelona

 

VIOLENCIAS EN LAS PERIFERIAS URBANAS FRANCESAS. LOS DISTURBIOS DEL OTOÑO DE 2005

Robert Hérin
Professor (emérito) de geografia
Universidad de Caen (Francia)
robert.herin@unicaen.fr


Violencias en la periferias urbanas francesas. Los disturbios del otoňo del 2005 (Resumen)

A lo largo de los ultimos 25-30 aňos han estallado en numerosas ciudades francesas violencias urbanas a veces revueltas como las del otoňo del 2005, que son la expresión de una crisis grave : paro y pobreza, fracaso escolar, delincuencia, guetización de barrios, marginalizados, ruptura de los lazos sociales ; problemas ligados a la inmigracion, integrismo religioso y comunitarismo etnico ; sentimiento de inseguridad, xenofobia, racismo. Enfrentados a la cuestión de las “banlieues”, los politicos privilegian una politica de represión y de reinstauración del orden publico por las intervenciones de la policia (măs bien los partidos y gobiernos de la Derecha), una politica de lucha en contra de la crisis social, en favor del empleo, de la formación, etc. (măs bien la Izquierda). Pero frentre a la gravidad de la crisis de las ‘banlieues» se imponen ahora politicas sociales ambiciosas disponiendo de medios importantes.

Palabras clave : Francia, banlieue (barrios populares, barriadas, suburbios), violencias urbanas, revueltas urbanas, otoño 2005, crisis social, pauperización, discriminación, marginalización, estigmatización, inmigración, integración, delincuencia, inseguridad, represión, orden público, Politica de la Cuidad.


Les violences dans les banlieues françaises. Les émeutes de l’automne 2005 (Résumé)

Dans de nombreuses villes françaises ont éclaté au cours des 25-30 dernières années des violences urbaines, voire des émeutes telles celles de l’automne 2005, qui sont l’expression d’une crise sociale grave: chômage et pauvreté, échec scolaire, délinquance, ghettoïsation des quartiers, rupture des liens sociaux, problèmes liés à l’immigration: intégrisme religieux et communautarisme ethnique; sentiment d’insécurité, xénophobie, racisme. Confrontées à la question des banlieues, les politiques privilégient le rétablissement de l’ordre public par les interventions policières (plutôt les partis et gouvernements de droite) ou bien à la lutte contre la crise sociale, pour l’emploi, la formation… (plutôt les partis gouvernements de gauche). Mais face à la gravité de la crise des banlieues s’imposent maintenant des politiques sociales de grande portée disposant de moyens importants.

Mots clés: France, banlieue (quartiers, grands ensembles), violences urbaines, émeutes urbaines, automne 2005, crise sociale, paupérisation, discrimination, marginalisation, stigmatisation, immigration, intégration, insécurité, répression, ordre public, Politique de la Ville.


En Francia, a lo largo de los últimos 25 años, han estallado revueltas urbanas que han tenido amplio eco en la opinión pública y que han desatado intervenciones policiales a veces bastante duras; suscitado declaraciones políticas contradictorias e impulsado intervenciones con el objetivo de remediar los problemas que originan estos brotes de violencia.

Para muchos observadores y analistas de la sociedad francesa, estos reiterados episodios de violencia urbana son la expresión de una crisis social grave. Quizá incluso una manifestación de problemas profundos, los cuales, periódicamente y desde los años 70, cuestionan la sociedad francesa actual y se interrogan sobre su futuro. Estimulados con frecuencia por los desafíos que representan estos acontecimientos y presionados por la urgente demanda (real o supuesta) del público, numerosos investigadores tratan de dar interpretaciones más o menos documentadas y argumentadas. También los medios de comunicación multiplican reportajes y artículos para dar cuenta de estos acontecimientos. Por su parte, los políticos se enfrentan con diferente vigor, según sus disciplinas partidarias y sus niveles de responsabilidad, tanto a propósito de los orígenes de la violencia urbana como sobre las políticas para afrontarla [1].

La última gran explosión de violencias urbanas data del otoño de 2005. Al haber pasado más de dos años, existe hoy una cierta perspectiva respecto a aquellos acontecimientos y a los numerosos análisis publicados, tanto “en caliente” cuando estaban ocurriendo como en las semanas y meses siguientes. Trataré aquí de caracterizar el malestar que acreditan aquellos disturbios en las periferias urbanas y de inscribir la crisis social profunda que expresan en las mutaciones de la sociedad francesa de los últimos 40-50 años.

Estos últimos dos años han estado jalonados de apuestas políticas importantes y de citas electorales decisivas. Entre ellos la elección presidencial de mayo del 2007, que ha impulsado a las más altas responsabilidades del Estado al Sr. Nicolás Sarkozy, Ministro del Interior durante los acontecimiento de otoño del 2005. Todo ello invita a reflexionar sobre los contextos y las consecuencias políticas de aquellos hechos y también sobre las medidas adoptadas para intentar remediar la crisis de las periferias urbanas.

Se evocarán en primer lugar, de forma breve, las violencias urbanas del otoño de 2005, para interrogarnos después sobre las causas de la crisis social que subyace a las explosiones de violencia urbana de los últimos 30 años. Por último se evocarán los análisis, las circunstancias y las opciones políticas que condujeron a los responsables políticos del momento a decidir intervenciones de las fuerzas del orden en los barrios afectados.

Tres semanas de revueltas urbanas

Entre el 27 de octubre de 2005 y la mitad de noviembre, situaciones reiteradas de violencia estallan en los barrios calificados de “sensibles” de casi 300 ciudades francesas, con un periodo culminante en los días 5, 6 y 7 de noviembre. A lo largo de este otoño de 2005, Francia ha conocido, sin duda, uno de los periodos de disturbios sociales más graves desde mayo de 1968.

Según el Ministerio del Interior, durante estas tres semanas:

- cerca de 10.000 vehículos particulares se incendiaron intencionadamente (figura 1).

Figura 1
Evolución del número de vehículos particulares que se incendiaron del 28 de octubre al 17 de noviembre de 2005

 

- se dañaron varios centenares de edificios públicos, escuelas y colegios, gimnasios, ayuntamientos, dispensarios, lugares de culto, autobuses, vehículos de bomberos, correos, etc.

- en los momentos culminantes de la crisis se movilizaron 11500 policías y gendarmes, se practicaron 4800 detenciones y cerca de 600 personas fueron encarceladas (según Mucchielli y Le Goaziou, marzo 2006)

Para afrontar la violencia el Presidente de la República, Jacques Chirac, y el primer Ministro, Dominique de Villepin, recurren al toque de queda y decretan el estado de emergencia en todo el territorio, en aplicación de la Ley de 3 de abril de 1955, promulgada durante la guerra de Argelia.

Estas tres semanas de violencia urbana suscitaron también una abundante floración de libros y artículos tanto de prensa como en las revistas científicas, que son testimonio de la importancia de los acontecimientos y también de la urgente necesidad de comprenderlos. Las lecturas que sobre ellos se han hecho tras el otoño de 2005, no son solo diversas sino incluso contradictorias, ya que remiten al lector, necesariamente, a los posicionamientos políticos e ideológicos, tanto de los que intervinieron con actos o palabras durante los hechos como de aquellos que trataron de interpretarlos, con una perspectiva de semanas o meses: nadie puede pretender hoy haber mantenido una neutralidad exquisita en aquellos momentos.

Las violencias del otoño de 2005, como aquellas que las han precedido desde el fin de los años 70, han conseguido proyectar ante la opinión pública desafíos sociales, percibidos de forma más o menos confusa como de primer orden, y respecto a los cuales no se puede permanecer indiferente. Por otra parte, el carácter inédito, incluso irracional de ciertos comportamientos, invita a aventurarse por caminos de interpretación también inéditos, esforzándonos, en la medida de lo posible, en dar pruebas de la mayor prudencia y rigor en el análisis de los acontecimientos.

Las periferias urbanas son el cuadro social y geográfico de las violencias urbanas… pero no hablamos de la periferia tradicional “territoire d’environ une lieue autour d’une ville sur lequel s’étendait le ban, la juridiction de celle-ci…”; actualmente “Territoire qui entoure une ville et qui en est souvent la dépendance” (Dictionnaire Le Robert). No se trata de los barrios formados por viviendas unifamiliares de obreros y de empleados construidos en la primera mitad del siglo XX y, esencialmente, en relación con los servicios ferroviarios de cercanías establecidos desde las principales estaciones de Paris. Tampoco se trata de los barrios acomodados, con frecuencia localizados en los municipios limítrofes con lo mejores sectores de la capital. Nos referimos a las grandes urbanizaciones de hábitat social colectivo, torres y grandes edificios alineados, construidos fuera del centro de la ciudad a partir de alquiler los años 50 y hasta los años 70. Estas vastas cités, o grands ensembles se han convertido en “barrios desfavorecidos”, “difíciles”, en “zonas urbanas sensibles” o ZUS (mapa nº 1). La banlieue adquiere así connotaciones negativas, que habían sido más o menos olvidadas y, en el lenguaje corriente, el quartier (el barrio) tiende a no designar más que a estos sectores urbanos en crisis.

Mapa 1
752 "zones urbaines sensibles" en 2005

La violencia estalla la noche del 27 de octubre, después que dos jóvenes de Clichy-sous-Bois se electrocutaran en un transformador de alta tensión, donde se habían refugiado huyendo de la persecución policial. La violencia se extiende a los barrios sensibles de los municipios vecinos (Montfermeil) y a otros barrios de Seine-Saint-Denis (el “9.3” como se denomina en el lenguaje corriente). Después avanza en otros barrios sensibles de Île-de-France (mapa 2) y en otras ciudades incluso pequeñas y culminan la noche del 6-7 de noviembre, cuando han afectado a unas 300 ciudades (mapa 3).

Mapa 2
Las revueltas urbanas de otoño de 2005 en las ciudades de la región parisina

Mapa 3
Las revueltas urbanas de otoño de 2005 en las ciudades de provincia

Los observadores están de acuerdo en subrayar el papel que los medios de comunicación, con la televisión en cabeza, tuvieron en la propagación de la violencia. Al difundir informaciones respecto a los barrios parisienses del “9.3”, suscitan en un primer momento reacciones en los jóvenes de otros barrios, después de otras ciudades de la aglomeración parisiense y, finalmente de las ciudades de provincias, al tiempo que la violencia disminuía en su hogar de origen. Informados de lo que pasaba en Clichy-sous-Bois, Montfermeil, Aulnay-sous-Bois, Bondy, Chelles, etc., grupos de jóvenes de barrios sensibles más lejanos se unen a la violencia, expresando al mismo tiempo su desasosiego y su deseo de no quedar atrás en la competición que se establece entre barrios con disturbios para aparecer así, a través de los medios de comunicación, en el palmarés de las violencias urbanas, muy en especial mediante sus enfrentamientos con la policía.

A partir del 10 de noviembre la calma se restablece progresivamente. El ministro del Interior, Sr. Sarkozy, anuncia el 17 de noviembre la “vuelta a una situación normal”…tan solo menos de un centenar de automóviles quemados cada noche.

Las violencias han tenido una amplitud desconocida hasta entonces, sin embargo no han afectado a todos los barrios sensibles. Los de Lyon y Marseille, que habían ocupado las crónicas en años anteriores, han permanecido en calma. En las ciudades del Oeste, con la excepción de Rennes, la violencia se ha limitado a algunos contenedores de basura y automóviles incendiados. Para explicar estas excepciones se invoca la buena relación mediante transporte público de los barrios periféricos con el centro urbano, así como la regulación social que ejercen algunas influyentes redes asociativas.

El estallido de violencias urbanas del otoño de 2005 se inscribe en una serie de disturbios ocurridos en los arrabales franceses, que habían comenzado en 1979 en Vaulx-en-Velin en la periferia de Lyón y que, a lo largo de los años siguientes, afectaron, también en la aglomeración lionesa, a Villeurbanne, Venissieux (Les Minguettes), La Duchère y, de nuevo Vaulx-en-Velin ; en la región parisiense (mapa 2), Sartrouville, Le Val-Fourré en Mantes, Melun, Garges-les-Gonesse, Noisy-le-Grand, Nanterre, Dammarie-les-Lys, Tarterêts en Corbeil-Essonnes, Vitry-sur-Seine y Mureaux ; en distintas provincias, Ousse-des-Bois en Pau, la ZUP Valdegour en Nîmes (Departamento de Gard), Les Cités en Avignon, Thonon-les-Bains en Haute-Savoie, el barrio de Neuhof en Strasbourg, etc.

Nuevos episodios de violencia se han producido después de 2005: en la Gare du Nord en marzo de 2007 y en noviembre del mismo aňo en Villiers-le-Bel.

Con una amplitud y una duración inéditas, las situaciones de violencia del otoño de 2005 quizá han sido también de una naturaleza diferente a las precedentes. Avanzar en su análisis nos impulsa a detenernos sobre el vocabulario utilizado para calificarlas. Los periodistas, los autores de artículos en revistas y de libros hablan de “crisis de los suburbios”, de “cólera”, de “revuelta” (s), de “violencia(s) urbana” (s), de “explosiones urbanas”, de “emociones populares” [2] de “motin (es) urbano (s)”, de “levantamiento popular”, de “insurrección”, de “jacqueries urbaines” [3], de “guerrilla” e incluso de “intifada”.

Cada uno de estos términos describe más o menos explícitamente un momento o una característica de los acontecimientos. De la crisis (que es duradera, latente, pero que puede también estallar de forma brutal) se pasa a la cólera, después a las emociones y la revuelta, de allí a la violencia y ésta puede amplificarse en motines que culminen en asonada o motín generalizado, en una insurrección que puede prolongarse de manera variablemente duradera en forma de guerrillas urbanas; sin hablar de la intifada, que se refiere a la vez a las protestas de los Palestinos contra Israel y a la presencia y supuestas intervenciones de grupos islamistas radicales. El concepto de violencia (s) urbana (s) remite “a la jerga policial para designar las violencias cometidas abiertamente por jóvenes agrupados en bandas, más o menos informales y más o menos organizadas” (Lucienne Bui-Trong, 2000), Gérard Mauger (2000), como otros investigadores o periodistas, utiliza el término de motín (en singular, es decir motines generalizados) para subrayar la duración y la amplitud de las violencias urbanas del otoño del 2005 y, sin duda, también y de forma implícita, para destacar la crisis social y política, grave y duradera, que estas violencias han puesto de manifiesto con claridad. Incluso, también, su carácter espontáneo, la ausencia de proyecto político alternativo y de líderes para impulsarlo y proclamarlo, justificando así reticencias a los calificativos de revolución o insurrección…

Las palabras nos llevan a interrogarnos sobre las causas de las violencias y a intentar interpretarlas, comprenderlas realmente.

Una crisis social que puede estallar a la primera chispa

Los disturbios urbanos ocurridos en Francia durante los últimos 30 años, suscitan de forma esquemática dos registros de explicación. Para unos, estos motines tienen sus orígenes en la crisis social que afecta a las periferias urbanas populares. Para otros el registro dominante es la delicuescencia de los comportamientos individuales y de la delincuencia que reina en las ciudades, lo cual legitima las actuaciones de represión en nombre de la vuelta a comportamientos “normales” y al orden público.

La degradación de los barrios

Los barrios donde han estallado las violencias corresponden, en su mayor parte [4], a grandes conjuntos de pisos eninmuebles genralmente en alquiles a precio moderado (HLM) construidos a lo largo de los decenios denominados “Trente Glorieuses”. Se trata de un periodo de fuerte crecimiento económico y de industrialización basada en grandes unidades de producción, que emplean obreros y obreras poco cualificados. El acelerado crecimiento de la población urbana se ve estimulado por intensos flujos de inmigración: italianos, españoles, argelinos, portugueses, turcos… y también por el prolongado babyboom de la posguerra y el éxodo rural relacionado con los cambios agrícolas y la atracción de las ciudades. Las grandes operaciones urbanísticas, que reúnen varios millares de viviendas (las ZUP, las ZAC, las “villes nouvelles”) y la arquitectura de inmuebles en altura y alineados, surge en la periferia de las ciudades como respuesta a la crisis de la vivienda de los años 1950 y 1960, tratando de alojar a los recién llegados a la ciudad, eliminar los islotes de hábitat insalubre y los poblados de chabolas. Las nuevas zonas industriales y sus fábricas, las nuevas promociones urbanísticas y la geometría de sus inmuebles colectivos, concretan las mutaciones radicales de la economía y de la sociedad en Francia.

Los primeros ocupantes, generalmente, han valorado la novedad que para ellos era el confort de los apartamentos, la proximidad de los equipamientos comerciales, de las escuelas y de las instalaciones deportivas. Sin embargo, desde finales de los años 1960, se comienzan a denunciar los retrasos en la dotación de equipamientos y la falta de acondicionamiento de las zonas verdes; la lejanía y el aislamiento de los nuevos barrios, las dificultades de la convivencia en inmuebles colectivos…, en resumen: el fracaso de la utopía de estos nuevos sectores urbanos inspirados en los principios de la Carta de Atenas y las ideas de Le Corbusier.

No cabe duda que numerosas construcciones de estos grandes conjuntos urbanos se han degradado con rapidez, debido a numerosos factores: materiales de calidad mediocre, terminados chapuceros debidos a las prisas en la construcción, falta de mantenimiento, comportamientos asociales de algunos habitantes, promiscuidad y molestias (mala insonorización, degradación de las cajas de escalera, averías en los ascensores cuando existen, grupos de jóvenes ocupando las entradas a los edificios, etc.), abandono de los espacios verdes... Todo ello explica que numerosos barrios de viviendas sociales hayan adquirido una imagen negativa de sectores urbanos repulsivos, habitados por familias relegadas al extrarradio. De esta manera, para algunos arquitectos, responsables políticos o periodistas, los disturbios en estos barrios acusan directamente al urbanismo y la arquitectura que los caracterizan, llegando incluso a imputar la crisis de las periferias urbanas a las concepciones urbanísticas que las caracterizan.

La pauperización

Si la arquitectura funcional de las grandes urbanizaciones del periodo 1955-1975 puede, con toda justicia, suscitar controversias y lecturas antagónicas, la pauperización de estos barrios a partir de los años 1970 es innegable: “el decorado no ha creado la miseria, pero la miseria ha encontrado aquí su decorado” (Roland Castro, Le Monde, 6 de diciembre de 2005). Desde esas fechas, sus condiciones de vida y sus situaciones sociales no han cesado de degradarse.

Las familias que disponen de empleos estables y de renta suficiente, han abandonado los apartamentos en alquiler de estos barrios para acceder a la propiedad de viviendas unifamiliares, ya que se han visto empujadas por la degradación de las condiciones de vida y animadas por los discursos oficiales que incitaban a convertirse en propietarios [5]. Se han beneficiado también de la posibilidad de préstamos con intereses más bajos que en el pasado, y asumibles debido al crecimiento de los salarios en una coyuntura de tasas de inflación relativamente altas.

Al mismo tiempo, la crisis industrial crea paro entre los trabajadores menos cualificados, y el número de familias que subsisten gracias al apoyo determinante de las ayudas sociales no cesa de aumentar. De esta manera las viviendas liberadas por los que acceden a la propiedad se entregan a solicitantes cuyos recursos son cada vez más precarios a medida que pasan los años. Se refuerza así la concentración de las familias socialmente más desposeídas, muchas de ellas de origen extranjero, en los barrios que hoy se denominan como sensibles y están clasificados como prioritarios por los poderes públicos. Pese a que se intenta remediar, a partir de los años ochenta, ésta crisis de las banlieues, no ha cesado de agravarse – sinolvidar sin embargo la pauperización es desigual de unos barrios a otros e incluso en el interior de éstos o de los propios inmuebles.

Las dificultades crecientes de los barrios populares son, por lo tanto, el resultado de la conjunción, por una parte, de la partida de las familias de nivel social medio (las clases medias, como suelen denominarse) que acceden a la propiedad individual, y por otra de la degradación del mercado de trabajo para aquellos que no tienen elección y deben permanecer en las viviendas sociales en alquiler, tipo HLM, cuando pueden acceder a ellas. Esta conjunción es una de las consecuencias mayores de la crisis económica que afecta al modo de producción industrial de los “Trente Glorieuses” y de las mutaciones de todo tipo que de ella derivan y que prefiguran los efectos de la mundialización y la imposición generalizada del capitalismo financiero.

Fracaso escolar y “des-escolarización”

El fracaso escolar de niños y adolescentes es un claro índice de la situación social en las periferias urbanas. Sin embargo no todos los jóvenes de los barrios sensibles se ven afectados por él y muchos superan su periodo escolar (las chicas más que los chicos) y obtienen sus diplomas de nivel medio o superior. Ciertamente no faltan ejemplos de este éxito.

Muy problemática es la “des-escolarización” precoz de muchos adolescentes y el gran número de jóvenes para los cuales la escuela ha sido el escenario de etapas de fracaso, de las que han salido sin competencias reconocidas que puedan hacer valer en el mercado de trabajo. Hay mucho que decir sobre sus relaciones a la escuela, lo que se les ha enseñado allí y los valores que se les debían haber inculcado. Que se vean excluidos, de facto o no, desde los 16 años o incluso antes, del lugar de formación que es la institución escolar, para encontrarse de inmediato sin perspectivas de empleo y de ingresos, desoficiados y sin orientaciones de ningún tipo, explica sus sentimientos de “estar hasta la coronilla” y la exasperación que comparten millares de jóvenes.

La “des-socialización”

Los lazos sociales y las estructuras sociales, que habían cimentado y cohesionado a las ciudades obreras periféricas antiguas y que, hasta cierto punto, se volvieron a tejer y reconstituir en las nuevas banlieues surgidas entre 1955 y 1975, se han visto deshechos. El reagrupamiento de poblaciones que tienen en común la pobreza ha hecho desaparecer la mezcla de categorías socio-profesionales y los intercambios beneficiosos que de ésta pueden surgir. La homogeneización de las condiciones sociales se acompaña, frecuentemente, con la concentración de familias de inmigrantes, contribuyendo a la multiplicación en ciertos barrios de comunidades religiosas y/o étnicas. El repliegue sobre si mismas y las dificultades de relación entre unas y otras contribuye al fraccionamiento social e, incluso, a la emergencia de intolerancias preludio de comportamientos racistas.

Las familias disociadas, por otra parte, son cada vez más numerosas, de manera que la alta proporción de familias monoparentales es uno de los indicadores utilizados para caracterizar y delimitar los barrios “sensibles”. Buen número de niños y adolescentes viven en familias cuyo responsable es una madre, que no cuenta con más recursos que el salario de un empleo precario, incluso, tan solo con las ayudas sociales. La ausencia de padres que han abandonado el domicilio conyugal o la dejadez de otros que se ven desacreditados por el paro o la precariedad de un empleo mal pagado, contribuye a deteriorar las relaciones de autoridad, sea la de los propios padres o la de las instituciones y servicios públicos.

Concluyó la época en la que los partidos políticos de izquierdas, y en primer lugar el Partido Comunista, encuadraban por células y secciones, por la distribución semanal de sus periódicos, por sus fiestas anuales a los habitantes de los barrios, contribuyendo así a mantener un tejido de relaciones y la difusión de un sentimiento, más o menos profundamente anclado y compartido, de pertenencia simultánea a una clase social- la de los obreros- y al espacio de un barrio calificado positivamente de popular.

Se han creado asociaciones, que en ciertos lugares constituyen un tejido denso susceptible de estructurar algún barrio, pero con frecuencia no son capaces de movilizar a las poblaciones más desfavorecidas.

La ruptura de los lazos sociales se ubica así en el corazón de la crisis social de las periferias urbanas.

Sin embargo otras formas y otras estructuras de vida social han aparecido. David Lepoutre (1997), en un estudio dedicado a la Cité des 4 000 en La Courneuve, analiza las relaciones entre los jóvenes, sus apropiaciónes de espacios en el barrio, sus relaciones interpersonales, la formación de bandas, y también su cultura: el hip-hop, el rap, el slam, la break-dance, los tag y los grafitti, etc. Se forman grupos musicales, muchos efímeros pero otros duraderos, algunos hasta llegan a alcanzar una notoriedad que puede llegar a ser de nivel nacional.

La falta de empleo, la carencia de recursos, la disolución de la autoridad sea familiar, escolar, profesional o institucional y las tentaciones de los tráficos ilícitos, contribuyen a la existencia de bandas de jóvenes, chicos de forma muy predominante, que pueden llegar hasta imponer su presencia y su autoridad en algunos barrios y que también pueden, manejando la emoción suscitada por cualquier acontecimiento fortuito, contribuir a las explosiones de violencia o, por el contrario, actuar para que éstas no estallen, evitando así que las fuerzas policiales penetren en el barrio y puedan controlar los tráficos ilegales.

Discriminación, exclusión, marginalización, “guetización”

La exasperación y la desesperanza que estallan en violencia, extraen sus motivaciones en la discriminación de que son víctimas gran número de jóvenes de los barrios: discriminación en la escuela, sentida por ejemplo a través de orientaciones escolares hacia itinerarios escolares desvalorizados y sin grandes perspectivas profesionales; discriminación en la búsqueda de empleo, de vivienda o de actividades recreativas, en función del nombre, de la dirección de residencia, del color de la piel o de la forma de vestirse… Discriminación por parte de la policía: humillación mediante controles de identidad reiterados, racismo en las expresiones de algunos policías e incluso persecuciones y detenciones llenas de brutalidad.

La relación entre grupos de jóvenes y fuerzas del orden y la violencia que alimentan (o justifican) está en el corazón de la cuestión de las banlieues. Estas discriminaciones nutren los sentimientos de exclusión, de marginalización, de estigmatización.

Relegados a un periferia de las ciudades con mal servicio de transporte público, enfrentados a un cúmulo de precariedades y a una pobreza creciente, desprovistos de servicios públicos (Correos, Comisaría de Policía) y abandonados por los médicos del dispensario, las sucursales bancarias y los comercios de uso cotidiano, unos barrios se han convertido en zonas de inseguridad, sectores sin ley donde las fuerzas del orden no van. Lo cotidiano es la violencia contra las personas y los bienes, los robos, las “tournantes”[5]. Allí prosperan los tráficos ilegales (objetos robados, drogas…) mucho más lucrativos que los empleos de nivel modesto que son el destino de muchos adultos que viven en las periferias más deprimidas. Se crean así modos de vida internos del barrio, que ciertamente contribuyen a la supervivencia de la población que los habita, pero también a encerrarse en si misma. De esta manera los términos gueto y “guetización”, que se han utilizado con frecuencia a lo largo de los acontecimientos del otoño de 2005, son absolutamente apropiados para caracterizar ciertos sectores de las periferias urbanas (sin pretender en absoluto generalizar), en los cuales se concentran los problemas sociales y que son el terreno y el teatro de las violencias urbanas que han estallado a lo largo de los últimos decenios.

Restablecer el orden republicano

Tensiones y desafíos políticos

Conviene recordar de antemano algunos acontecimientos destacados por sus consecuencias y su significado.

En 1981 estallan situaciones de violencia en el núcleo de Les Minguettes, en Vénissieux dentro de la aglomeración lionesa. En lo sucesivo Les Minguettes será la ilustración emblemática de la crisis de las periferias, de las divergencias de interpretación y de las opciones políticas que suscitan, al mismo tiempo que uno de los primeros ámbitos de intervención de la “Politique de la Ville”, a la que aludiremos más adelante . La cobertura mediática amplifica notablemente el acontecimiento y su importancia, contribuyendo a la confusión siempre presente entre movimientos de revuelta social y actos de delincuencia.

En los años sucesivos se afirma la presencia del partido político “Front National”. Sus posiciones xenófobas e incluso racistas y sus llamadas a una política de represión sobre los extranjeros, considerados responsables de los problemas de empleo, de vivienda, de formación y de seguridad que conocen cada vez más los franceses “de pura cepa”, consiguen una audiencia que crece de forma continua. Esta audiencia se traduce en los éxitos electorales de la extrema derecha que dirige Jean-Marie Le Pen, pues la cuestión de las banlieues está ahora en el centro de las disputas políticas y electorales. En las elecciones presidenciales de 2002, al término de una campaña electoral dominada por los aspectos relativos a la seguridad ciudadana, Jean-Marie Le Pen consigue la segunda posición en la primera vuelta, superando para sorpresa general a Lionel Jospin, candidato del Partido Socialista.

En el clima de inseguridad que mantienen las violencias urbanas y a los que conceden un amplio eco el conjunto de los medios de comunicación social, las declaraciones de algunos altos responsables políticos hacen subir la tensión. Así, el 22 de junio de 2005, Nicolás Sarkozy entonces ministro de Interior, se desplaza a la Cité des 4000 ( La Courneuve, en el “9.3”) tras la muerte de un niño debido a una bala perdida en un enfrentamiento entre dos bandas rivales. Allí declara querer “limpiar la Cité al Kärcher”[7]. Más tarde, el 25 de octubre, visitando un barrio popular de Argenteuil (en el departamento parisino de Val-de-Oise, el “95”) utiliza los términos de “chusma” y de “gangrena” refiriéndose a los jóvenes del barrio. Juzgados estos términos por muchos como una provocación y difundidas sus declaraciones ampliamente por los medios de comunicación, levantan indignación en numerosos barrios populares y dividen a la opinión pública en puntos de vista cada vez más opuestos.

Algunos días después estallan los primeros disturbios, que pronto se extienden a decenas y, posteriormente, centenas de barrios populares en la región parisiense. Después pasan a las provincias sin que se sepa bien cuales han sido los vectores de esta propagación: ¿los medios de comunicación y la competitividad entre barrios a la que incitan?, ¿las relaciones entre grupos de jóvenes de barrios diferentes?, ¿los teléfonos móviles?...

Para la izquierda, los políticos que así se definen y una parte de la opinión que así se reconoce, el ministro del Interior tiene una innegable responsabilidad en la explosión de la violencia. Sosteniendo a su ministro, la derecha reclama el reforzamiento de las medidas de seguridad. Nicolás Sarkozy, en una entrevista al diario Le Monde de fecha 6-7 de noviembre, declara:

“Francia padece desde hace varios días una llamarada de violencias urbanas. Individuos sinfé ni ley, disparan sin dudarlo con balas reales contra los representantes de la República(la policía), se dedican al pillaje, a saquear y quemar las escuelas…No toleraremos “zonas prohibidas” donde el crimen organizado y los tráficos mafiosos son los dueños y las genteshonradas se ven obligadas a callarse y bajar los ojos. Llevaremos el orden y la autoridad a esos territorios, abandonados desde hace bastante tiempo…La policía es la policía de la República. Asegura el orden de la República. Si ella no lo hace ¿qué orden seimplantaría?, el de las mafias o el de los integristas…”

“Actos de salvajismo y de vandalismo”, “criminales y granujas”, “crimen organizado y actos mafiosos” “individuos sin fe ni ley”, “bandas que aterrorizan los barrios”… quizá demasiadas expresiones para plantear que la cuestión principal (para el ministro Sarkozy, los numerosos representantes políticos elegidos que comparten sus ideas y la opinión pública mayoritaria) es la presencia de delincuencia y de ataques al orden social y que la violencia urbana es un ataque al orden de la República.

Más que a la gravedad de la crisis social, la política de seguridad ante todo, demandada desde la derecha y la extrema derecha e incluso, en ciertos casos, por algunos políticos de izquierda, extrae sus justificación de la inseguridad que reina en las periferias urbanas. No es conveniente cerrar los ojos: numerosos habitantes y actores sociales de las banlieues denuncian la falta de civismo, los delitos, los tráficos de diversos tipos e incluso, en algunos casos, la gran criminalidad. Ello justifica la presencia contínua y las intervenciones de la policía.

Pero lo que puede cuestionarse es, por una parte, el disimulo e incluso la negación de la existencia de una crisis social, de la cual la delincuencia no es, en gran medida, más que una consecuencia. Por otra parte, el mezclar indistintamente criminalidades, violencias urbanas y presencia de comunidades extranjeras numerosas, replegadas en sus culturas y hábitos de vestimenta a la vez influidas por discursos étnicos y/o religiosos. En un último análisis, donde habría que buscar los orígenes de los disturbios sería en la suma de comportamientos individuales: rechazo del trabajo, rechazo de los condicionantes de la escolarización, crisis de la autoridad familiar, falta de civismo y desprecio hacia los demás, predominio de las referencias a la cultura, al modo de vida y a la religión del país extranjero de origen. Todo ello habría transformado a los extrarradios populares en sectores de rechazo a la sociedad francesa, a sus principios, a sus leyes y a sus reglas de comportamiento social.

La cuestión de la inmigración

Se impone la constatación de que las grandes barriadas han concentrado, poco a poco, en cifras absolutas y proporcionalmente, a familias originarias del extranjero. La permanencia de los flujos de inmigración y su ampliación geográfica (argelinos desde hace tiempo, marroquíes y tunecinos después; originarios de los países subsaharianos del antiguo imperio colonial francés, nativos de Las islas Comores, etc.); las políticas de agrupación familiar y la inmigración ilegal, así como la pauperización de los barrios populares, y las prácticas de distribución por los organismos que los gestionan, deliberadas o no, de los inquilinos en los grupos de viviendas tipo HLM , son todos ellos factores que han contribuido a esta concentración, que es muy desigual de un barrio a otro.

Es, con frecuencia, entre las familias de origen extranjero donde la degradación de las condiciones de vida se manifiesta más claramente. Pero se trata en muchos casos de inmigraciones ya antiguas, pues desde los años sesenta han pasado dos o tres generaciones y los hijos y nietos son franceses de nacimiento o de nacionalidad. Lo que plantea esta circunstancia es la gran dificultad de la sociedad francesa para integrar inmigrantes de origen magrebí, subsaharianos e incluso turcos. Por el contrario los inmigrantes anteriores (polacos, italianos, españoles o portugueses – de tradición católica) se han fundido progresivamente en la población nacional.

Es cierto que los jóvenes que han participado en los problemas de los arrabales, en total una minoría de los jóvenes de estos barrios, han sido en buena parte adolescentes con origen extranjero. Pero jóvenes franceses de pura cepa que vivían en estos barrios también han tomado parte en los acontecimientos.

El argumento étnico y religioso

Según ciertos observadores y periodistas, la violencia tuvo como protagonistas a negros y magrebies musulmanes. Sería, por tanto, en cuestion a la vez la inmigración (en particular del Magreb y del África negra) y la influencia del Islam. El filósofo Alain Finkielfraut, en unas declaraciones a la prensa que tuvieron gran eco, se niega a reducir la crisis de las “banlieues” a una cuestión exclusivamente social, compuesta de paro, fracaso escolar, precariedad, desigualdades y discriminaciones:

“La religión no ha actuado como religión (sino) como referencia identitaria, en un país yun periodo donde están en declive los valores de identidad republicana en que se fundamenta la nación francesa...”

Conviene recordar que las organizaciones musulmanas y sus portavoces han condenado la violencia y han intervenido para apaciguar los ánimos. Es criterio generalizado que los disturbios de 2005 no han estado impulsados por ninguna organización, dedicada a desencadenarlos y propagarlos, lo que contradice la declaración del ministro del Interior del 3 de noviembre en i-Télé

Numerosos observadores se han mostrado asombrados por el hecho de que los participantes en las revueltas no hayan expresado ninguna reivindicación politica con el fin de remediar la situación en estas periferias urbanas. La explicación probablemente hay que buscarla en lo súbito de la explosión, en su propagación espontánea, en la juventud de los participantes y en la ausencia de referencias políticas, sin duda también, para muchos de ellos, en sus dificultades para analizar y expresar las causas de su “hartazgo” y su “odio”.

Conclusión

La violencia urbana que ha estallado ocasionalmente en Francia a lo largo de los treinta últimos decenios, plantea desde cualquier perspectiva numerosos interrogantes, los cuales, de más cerca o más lejos, conciernen al conjunto de la sociedad francesa.

Un primer interrogante se plantea a propósito de las dimensiones políticas de la cuestión. Aquí la opinión está profundamente dividida. Ciertos análisis y las intervenciones policiales que éstos legitiman, destacan ante todo la inseguridad y los diversos tipos de delincuencia que reinan en determinados barrios. Las explosiones de violencia, por tanto, serían en cierta manera momentos de paroxismo en los que resulta prioritario restablecer y mantener el orden público. Las medidas destinadas a reducir las dificultades que soportan buen número de habitantes de las “banlieues” harían su aparición después.

La alternativa a la política de represión y de reinstauración del orden, señala más bien hacia las causas profundas y duraderas, insistiendo en la prioridad de instaurar políticas de intervención a medio y largo plazo, destinadas a resolver los problemas de fondo, sin ignorar la necesidad de restablecer el orden y restaurar la seguridad en los barrios.

A partir de los años setenta se han sucedido distintas iniciativas que, a lo largo de los años han constituido “La Politique de la Ville”. Sobre ella se plantea la segunda gran interrogante. Los barrios han sido clasificados como “en dificultades”, “sensibles” o “prioritarios” y se han movilizado de forma conjunta a la Administración del Estado, las colectividades locales, los organismos públicos que gestionan la vivienda social (HLM), y las asociaciones locales.. Las actuaciones se han centrado en la renovación del hábitat, en el empleo y las actividades en los barrios, en las dificultades escolares, la sécuridad de los habitantes y activadades, los problemas de salud, el déficit de actividades culturales, etc.

Diversas leyes sucesivas han definido los principios y trazado las grandes líneas de esta “Política de la Ciudad”, haciendo hincapié a veces en las dificultades sociales (más bien en el caso de gobiernos de izquierda), a veces en el mantenimiento del orden, y la renovación del hábitat y el urbanismo cuando se ha tratado de gobiernos de derechas.

Pero La Política de la Ciudad ha sido criticada con frecuencia y las críticas vienen desde todas partes. Se denuncia la escasez de recursos, la lentitud y el retraso de las intervenciones, las dificultades de los distintos organismos encargados de llevarlas a cabo para superar sus divergencias de intereses…Para algunos observadores y también actores de La Política de la Ciudad, estas insuficiencias o incluso fracasos, tienen su responsabilidad en el clima de crisis que reina en determinados barrios.

El último plan hasta la fecha se hizo público el 8 de febrero pasado por parte del presidente de la República. Bautizado como “Espoir banlieues”, este enésimo plan no cubre las ambiciones del “Plan Marshall para las banlieues” anunciado por el candidato Sarkozy durante la campaña para la elección presidencial de la primavera del 2007.

Tercero y último interrogante, que merecería un desarrollo muy amplio: ¿en que medida la crisis de los barrios urbanos periféricos es específicamente francesa?. Sin necesidad de remontarse a los seis días de disturbios en Los Ángeles (abril de 1992), en el transcurso de los últimos meses disturbios han estallado en numerosas ciudades europeas. En Copenhague o Ámsterdam, por ejemplo, la violencia urbana que se ha manifestado nos tienta a compararla con la experimentada en las ciudades francesas a lo largo de los últimos decenios…

Notas

[1] La comprensión de las violencias urbanas pasa necesariamente por un enfoque global, multivariado y pluridisciplinar; por tanto bastante complejo. Los investigadores suelen tener la modestia de constatar (y decirlo) que las interpretaciones que pueden aportar no agotan la cuestión y que, en consecuencia, sus conclusiones dejan en suspenso numerosos interrogantes, por muy MINUCIOSAS???? y circunspectas que puedan ser. Esta circunstancia debería exigir un alto grado de prudencia tanto a aquellos que las trasladan a los medios de comunicación como a aquellos otros que las utilizan en sus análisis y sus intervenciones políticas.

[2] Término antiguo para designar una “agitación popular motivada por un acontecimiento inquietante, que puede degenerar en disturbios civiles, por extensión estos disturbios en si mismos…” (Dictionaire Le Robert)

[3] El término “jacquerie” se emplea generalmente a propósito de las revueltas bajo el Antiguo Régimen de los campesinos contra sus señores, los “jacques” designaban de forma peyorativa a las poblaciones de campesinos desde sus sublevaciones del siglo XIV.

[4] También a algunos barrios mixtos, donde cohabitan inmuebles de vivienda social y viviendas unifamiliares en régimen de propiedad, con relaciones que pueden ser difíciles entre los dos tipos de población, o incluso a sectores de vivienda unifamiliar degradados donde viven personas con dificultades económicas.

[5] Asi la publicación en 1976 por el Presidente de la Republica Valery Gsicard d’Estaing del libro Démocratie Française (edition Fayard, Paris).

[6] Violaciones colectivas

[7] Marca de una limpiadora a vapor.

 

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