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X Coloquio Internacional de Geocrítica

DIEZ AÑOS DE CAMBIOS EN EL MUNDO, EN LA GEOGRAFÍA Y EN LAS CIENCIAS SOCIALES, 1999-2008

Barcelona, 26 - 30 de mayo de 2008
Universidad de Barcelona

 

LA PERCEPCIÓN SOCIAL DEL RIESGO, LO CONTINGENTE Y LO INDETERMINADO:
EL CASO DE LOS HURACANES Y SUICIDIOS EN QUINTANA ROO

Eliana Cárdenas Méndez
Universidad de Quintana Roo
eliana@uqroo.mx


La percepción social del riesgo, lo contingente y lo indeterminado: el caso de los huracanes y suicidios en Quintana Roo (Resumen)

Nuestro objetivo  es delimitar y caracterizar la percepción social del riesgo entre los habitantes del Estado de Quintana Roo por eventos naturales, como son los huracanes y la sensación de riesgo  percibidas como efecto de los contrastes en zonas turísticas, entre  el ocio como una reivindicación y una conquista social y los que están en la angustiosa tarea de no hacer nada o de tener un empleo cuyo ingreso no se traduce en la conquista de los espacios mínimos de calidad de vida. Las manifestaciones extremas del medio físico percibidas como riesgosas refuerzan los lazos sociales para reducir lo indeterminado que amenaza la vida; por contraste el suicido está asociado a los procesos de individualización institucionalizada, por la ruptura de los lazos sociales y las paradojas de una colectividad de recíproca individualización, que es reacia a la solidaridad. El trabajo además presenta una vinculación entre los suicidios mayas de la antigüedad y los suicidios actuales.

Palabras clave: huracanes y suicidios en Quintana Roo, percepción social del riesgo, espirales de miedo.


The social perception of risk, the contingent and the undetermined: the case of hurricanes and suicide in Quintana Roo (Abstract)

The purpose of this work is to delimit and to characterize the social perception of risk among Quintana Roo’s inhabitants regarding natural events like hurricanes, and risk sensation or spirals of fear perceived as an effect produced because of contrasts in touristic zones, in which leisure is noticed like a claim and a social conquest for ones, and an afflicted task of doing nothing or having a job whose payment is not being translated in the conquest of minimal spaces of life quality. The extreme manifestations of the physical environment perceived like risky, strengthen the social ties to reduce the indeterminacy that menaces life; in contrast, suicide is associated to the processes of institutionalized individualization, because of the break of social ties and the paradox of a collectivity of reciprocal individualization, that is obstinate to the solidarity needed at the time to face the adversity generated by the social conditions like extreme poverty. This work also presents an entailment between ancient mayan suicide and actual suicide.

Key words: hurricanes and suicides in Quintana Roo, social perception of risk, spirals of fear.


El Estado de Quintana Roo,  es el principal polo turístico de México, es zona de huracanes y el Estado con el mayor  número de suicidios en todo el país. La dificultad aparente de aproximar dos fenómenos de naturaleza tan disímil como son el suicidio y los huracanes, se  zanja desde la perspectiva de la construcción social del  riesgo, como el común denominador de ambos fenómenos. Este trabajo tiene como objetivo delimitar y caracterizar la percepción social del riesgo entre los habitantes del Estado de Quintana Roo por  estos eventos naturales, como son los huracanes y la sensación de riesgo o espirales de miedo, percibidas como efecto de los contrastes en zonas turísticas entre los que advierten el ocio como una reivindicación y una conquista social y los que están en la angustiosa tarea de no hacer nada o de tener un empleo cuyo ingreso no se traduce en la conquista de los espacios mínimos de calidad de vida. Las manifestaciones extremas del medio físico percibidas como riesgosas, refuerzan los lazos sociales para reducir lo indeterminado que amenaza la vida; por contraste, el suicido está asociado a los procesos de individualización institucionalizada, por la ruptura de los lazos sociales y las paradojas de una colectividad de recíproca individualización que es reacia a la solidaridad a la hora de hacer frente a la adversidad generadas por las  condiciones sociales, como la pobreza extrema. Ante los huracanes la percepción del riesgo tiene una dimensión positiva porque en la medida en que  se advierte la adversidad como pasajera y sobre la colectividad sin distinción, genera la reactivación permanente de los vínculos de solidaridad y reciprocidad. En los contextos sociales del suicidio el riesgo está en relación con la incertidumbre y la falta de garantías, así como con el peligro que genera el semejante. El suicidio es una salida individual  que busca poner fin a lo indeterminado perpetuo, a una sensación de riesgo generalizada frente a una amenaza que no es temporal sino permanente. Quizá en esa percepción  de la  indeterminación, de impotencia para revertir los efectos acumulativos y en aumento, de la adversidad, en todos los resquicios de la vida social descansen los móviles principales para la comprensión del aumento del suicidio en las zonas turísticas de Quintana Roo.

Construcción social del riesgo

El riesgo es un constructo que se basa en la determinación de lo que la sociedad considera en cada momento como normal y seguro. El riesgo es la medida, la determinación limitada del azar según la percepción social del riesgo y surge como el dispositivo de racionalización, de cuantificación, de metrización del azar (Beriain 2000:83) Sin embargo, en la medida en que las acciones sociales encaminadas a la resolución de problemas,  tienen como prioridad fundamental la ganancia o los beneficios a cualquier costo, las acciones son a corto plazo y derivan en un encadenamiento y  acumulación de riesgos. Una sociedad que asume el riesgo como probabilidad de que suceda lo improbable de  lo calculado, (o incluso asumiendo el desastre como probabilidad sobre regiones físicas y humanas) no sólo no amplía el rango de seguridad sino que convierte el azar y la incertidumbre en los sellos distintivos de nuestra época.

La conciencia de una naturaleza intervenida por la acción del hombre ligada a los intereses de la sociedad industrial en una relación económica costo-beneficio, permite conclusiones catastróficas como la de que las sociedades actuales son vulnerables y propensas a desastres irreversibles. Estas conclusiones son derivadas evidentemente de la constatación de los efectos contaminantes que producen sobre los ríos y mares los desechos provenientes de las industrias químicas, papeleras, cementeras, siderúrgicas etc. La lluvia ácida efecto de los vertidos gaseosos contaminantes, la perforación de la capa de ozono, el efecto invernadero como peligro ecológico generalizado a nivel planetario, y el calentamiento global, entre muchos otros desastres, permite advertir que el riesgo es un constructo social e histórico resultado de un pensamiento racional e ilustrado que originalmente tenía como propósito reducir la indeterminación, el azar y la fatalidad asumida en las sociedades preindustriales como efecto de la fortuna, decisión de la divinidad o a la acción perversas  de un destino  ineludible.

Sin embargo, este optimismo anclado en la racionalidad científica y tecnológica se encuentra muy lejos de una reducción de la vulnerabilidad y muy por el contrario, la expansión ilimitada del dominio racional ha multiplicado los peligros y el sentimiento de amenaza sobre la naturaleza y por ende sobre nosotros mismos: “Con la pretensión de realización de los fines de la modernidad –libertad, bienestar, progreso- a través de una racionalidad finalística (…) crece a sí mismo la incontrolabilidad de las consecuencias perversas de una modernización que se aleja (justamente) de los principios normativos  de la  modernidad mencionados arriba”(Beriain 2000:86) y que legitimaron e hicieron posible su expansión.

Así, observamos que a las amenazas comunes del medio físico se integran las amenazas construidas socialmente, producto de la intervención intensiva y negativa del hombre sobre su entorno: Estos procesos de construcción social del riesgo inciden en la magnitud, frecuencia y características de los desastres tradicionales provocados por la interacción entre un evento extremo de índole natural o social (los terremotos, maremotos, sequías, huracanes, el carácter endémico de las guerras, epidemias, hambrunas) y sobre un conjunto humano en condiciones críticas y de riesgo preexistente, es decir con una vulnerabilidad históricamente acumulada producto de la construcción social del riesgo en sus múltiples dinámicas. 1

Para los estudiosos, los caminos recorridos han sido largos y en ocasiones tortuosos tratando de construir un aproximado conceptual sobre el riesgo, la vulnerabilidad y el desastre, un campo ciertamente nuevo para muchas disciplinas como la sociología, la antropología, empero advirtiendo que como preocupación ha estado presente en el intercambio de ideas entre autores como Voltaire y Rousseau a propósito del desastre ocasionado por el terremoto que azotó a  Lisboa en el lejano 1775. 2  En las ciencias sociales se pueden apreciar entonces dos principales tendencias generales sobre la temática, la fisicalista (Romero y Maskrey 1993) quienes advierten que el deambular errático para la prevención de los desastres está apuntalado en una percepción animista de la naturaleza, para estos autores los estudiosos habían reemplazado la ira de los dioses por la idea de una naturaleza despiadada que llevaba a cabo acciones punitivas para demostrar su carácter indomeñable a las acciones humanas; Propusieron en respuesta que los desastres habrían podido evitarse con un claro reconocimiento de las leyes y las dinámicas de la naturaleza y operar de acuerdo a esta lógica. La otra perspectiva es la desarrollada por la sociología alemana que afirma que el riesgo es un constructo histórico social, propio de las sociedades posindustriales.

Desde esta última tendencia  los desastres deben entenderse como procesos sociales y no como eventos disruptivos, incontrolables y repentinos de la naturaleza; en otras palabras que la vulnerabilidad es producto de las prácticas sociales y de las condiciones de riesgo acumulado históricamente: “el riesgo construido socialmente y el aumento de la vulnerabilidad deben ser entendidos como desastres en potencia o en vías de realización, los cuales se manifiestan plenamente por efecto de eventos o por el arribo de la sociedad a situación de daño generalizado a la vida de sus integrantes”.

Con esta premisa, los estudiosos han transitado de la idea del desastre natural, al concepto de desastre como proceso social; Ulric Beck (1996) ha señalado que la sociedad actual, la cual ha denominado como “sociedad del riesgo global” a diferencia de las sociedades anteriores,  se caracteriza por planear su futuro más allá de los límites de la seguridad de los individuos y una imposibilidad sin precedentes de calcular la magnitud de los riesgos; el desarrollo científico tecnológico –premisas sobre las que descansan todas las acciones de la sociedad actual- se ha transformado en materia de construcción y riesgos y agente vulnerante de la sociedad y sus ecosistemas en todos los niveles, además, para este mismo autor en la sociedad del riesgo globalizado, los esquemas de seguridad se han invalidado no sólo por la incertidumbre que producen las condiciones en las que se toman las grandes decisiones, sino por el impacto que a nivel de las personas y su modo de vida tiene la disgregación social  que genera la individualización institucionalizada, de ello se desprenden conceptos tales como la biografía del riesgo y la biografía del peligro, que buscan explicar las formas que ha tomado el riesgo en nuestra sociedad.

Así pues, advertir el riesgo como una construcción social, un constructo histórico social propio de la era posindustrial; como consecuencia de los daños producidos por decisiones determinadas -anónimas casi siempre- permite reconocer el carácter de vulnerabilidad que entraña la acumulación de riesgos para personas, comunidades y el hábitat en general. Pero además considerando que vivimos en una sociedad que se des-tablece, sin res-tablecerse observamos que las sociedades ya no están unidas por la tradición sino por una paradójica colectividad de reciprocidad individualizada, que genera procesos de violencia extrema, autoengullimiento social, o propuestas de solución individuales como las  del suicidio, que no por ser individuales son menos, sintomáticas de las contradicciones del sistema.

Este capital conceptual es importante para nosotros que intentamos aproximar dos fenómenos como el de los huracanes y los suicidios en Quintana Roo advirtiendo el riesgo como común denominador. En el primero de los casos la experiencia del riesgo tiene declinaciones positivas en la medida en que refuerza los lazos sociales y la solidaridad, en tanto que la percepción del riesgo en el contexto del suicidio responde a una sensación de riesgo generalizada incalculable y definitivo, resultado, siguiendo a Beck, de una individualización institucionalizada del sujeto solo frente a una circunstancia sobre la que no tiene control, y cuyos esfuerzos por revertirlos aumentan las espirales de miedo.

Las estampas del riesgo en Quintana Roo

La situación geográfica y la condición climática de Quintana Roo hacen propicio el arribo de los huracanes que  provienen de las Antillas menores.4 Por eso  este Estado ha sido escenario de múltiples eventos y en algunos casos  con implicaciones decisivas sobre los destinos y los rumbos sociales y políticos del Estado.

Las crónicas de los conquistadores dejaron constancia de la presencia de estos fenómenos naturales. El conquistador español de Chactemal, Alonso de Dávila al ser sorprendido por un huracán en un viaje que realizaba por tierra  lo describió como “un colosal ensordecedor  con vientos insostenibles que arrasaban toda la vegetación a su paso y hacían crecer la corriente de los ríos que atravesaban”. La fuerza demoledora de los huracanes combinado con el peligro de encallar  o “dar al través” por un golpe en el caso de las embarcaciones explican por qué la zona del litoral del Golfo de México, así como la región del Caribe eran accesos salpicados de dificultades (García de León, 2004) que   tenían como consecuencia el desvió de expediciones que culminaron con el arribo de navegantes españoles a la zona maya; tal fue el caso de la expedición que realizaba Valdivia de cuba a Panamá, zozobraron algunas de sus embarcaciones y fue  arrastrado junto con su tripulación a las costas de Tulúm donde fueron apresados por los mayas. 5

Con una percepción del desastre  basado en posturas morales los habitantes de Chetumal explicaron la llegada del huracán Janet como castigo por acciones impropias, atribuyendo a la naturaleza propiedades punitivas: A raíz de la sobre explotación de la madera y el caucho la región había sido deforestada ampliamente y siendo Payo obispo ruta de huracanes este abuso sobre el ambiente habría de incidir sobre la magnitud y el impacto de los huracanes en la región. Sin embargo no es sino hasta el amanecer del 28 de septiembre de  1955, cuando Chetumal convertida en una ciudad con una importante población desaparece, quedando únicamente tablones y laminas esparcidos alrededor de muchos kilómetros, el huracán Janet con vientos de más de 280km y un diámetro de 800km la devastó hasta sus cimientos dejando, según estimaciones del cronista Herrera Muñoz, más de 300 muertos.

La magnitud del desastre era tal que el gobernante de aquél momento Margarito Ramírez, un cacique de origen Jalisciense,  que manejó con mano dura el territorio durante 15 años, pensó en quemar la ciudad para evitar una epidemia, pero esta decisión fue revocada por la firmeza con la que se opusieron los chetumaleños. Toda esta destrucción sin embargo se convierte en una ironía, Chetumal desaparece para que el resto de México y del mundo conociera su existencia. De las pocas casas que sobrevivieron al paso del huracán a pesar de que fueron arrancadas de su ubicación original por la fuerza del viento, fueron   casas de madera que  aterrizaron sin mayores daños en otro punto de la ciudad. Estas casas  permanecen en la memoria colectiva como  “casas voladoras”. La amenaza anual de huracanes en la ciudad de Chetumal transformó la arquitectura, las casas de madera, de las que solo quedan algunos vestigios como parte del patrimonio cultural local, cedieron su lugar a casas de cemento y rejas para proteger las ventanas de los vientos huracanados.

Desde estos registros son innumerables los huracanes que han azotado esta región, no obstante, no todos han tenido un efecto tan devastador. Los pronósticos auguraban que con la llegada del Mitch, considerado como uno de los huracanes más poderosos y mortales de la era moderna con una velocidad máxima de vientos sostenidos de 290 km por hora,  Chetumal desaparecería con su llegada 6, en el último momento de aquél 22 de octubre de 1998 se desvió y fue Centroamérica 7 la que se convirtió en zona de desastres;  a los chetumaleños les quedó el recuerdo del miedo.

Empero, la gente ha asumido el riesgo de vivir en esta región, quizá un fenómeno  similar a lo que Mary Douglas definió como inmunidad subjetiva, esto es, la tendencia a ignorar o disminuir la importancia a los peligros de baja probabilidad de ocurrencia. La memoria de los eventos ocurridos no ha sido suficiente para entender este tipo de manifestaciones extremas de la naturaleza como altamente probables y con consecuencias desastrosas y menos aún se advierte que las acciones sobre el planeta[1] pueden generar mayores riesgos, en la medida en que puede aumentar la magnitud de los eventos.  Cada año entre los meses de junio a noviembre los habitantes de las diferentes regiones del Estado de Quintana Roo se preparan paulatinamente para hacer frente a los huracanes. Progresivamente conforme avanzan las noticias y se experimenta la dimensión del riesgo las autoridades designan los lugares de refugio y las zonas que podrán ser evacuadas; la gente inicia los preparativos para enfrentar la contingencia con la compra moderada de alimentos. Una serie de provisiones, consistentes en alimentos enlatados, fósforos, agua embotellada, linternas, un radio de pilas, gasolina para los coches, son conocidas como compras de pánico. Sucesivamente la población ubica lugares para el aseguramiento de las pertenencias animales, libros, electrodomésticos, artículos electrónicos, documentos valiosos, fotografías;  unas horas antes del paso del huracán las autoridades empiezan a desalojar, no sin la resistencia de algunos moradores, a los más vulnerables -personas o familias que viven en casas improvisadas, de madera, o cerca del mar- los demás, dependiendo de los recursos, literalmente empacan sus casas en especies de cajones  de madera o sellan puertas y ventanas principalmente con tablones de madera.  Después hay una calma tensa.

En sus casas aseguradas  o en lugares seguros, cada año  los quintanarroenses   esperan sin luz, sin teléfono y algunas veces sin agua pública el paso del huracán. La experiencia del riesgo es vivenciada con un sentimiento de solidaridad, entre autoridades civiles, religiosas, militares, y la población en general; es una experiencia excitante incluso, lo más parecido a la preparación de una fiesta apoteósica donde nadie se queda sin actuar su respectivo rol o papel social. Todos colectivamente se hermanan ante la posibilidad del desastre, que en el fondo confían en que no va a ocurrir o que en todo caso están seguros de que es una crisis pasajera, “los huracanes pasan, sólo da miedo cuando se estacionan por que no sabes cuanto tiempo va a durar” los vecinos se ayudan, la percepción del riesgo unifica, produce vínculos solidarios: “Quintanarroenses -decía reiteradamente el gobernador de este Estado el año pasado-, juntos enfrentaremos la llegada del huracán, estaremos unidos”. La solidaridad se extiende hasta las labores de reconstrucción después del paso del huracán, las pérdidas materiales se lamentan y se lloran juntos y mucho más cuando hay victimas fatales; sin embargo, desde el huracán Janet ciertamente ningún huracán ha tenido la magnitud de desastre. De hecho, paulatinamente se ha creado una cultura del riesgo en la medida en que advierten que los fenómenos naturales no causan ningún daño si hay una mentalidad previsora anclada en el conocimiento de cómo funciona la naturaleza.

Vivir en una zona de huracanes es riesgoso, sin embargo, es percibido como un evento natural que permite resguardarse; actualmente no es un evento abrupto,  hay un cuantum de información que recrean permanentemente los medios de comunicación 8 que reduce la contingencia frente a un evento que se repite año con año y del que existe una alta tasa de probabilidades de que toque suelo quintanarroense, también es cierto que la sociedad ha creado históricamente mecanismos de defensa, y son parte de un capital cultural frente al riesgo y la prevención del desastre. Si bien no se sabe cuál será la magnitud del evento, si se sabe con certeza la temporada en la que llegan, se conocen los derroteros y sus alcances, sus puntos de llegada, la duración que tienen en cada uno de estos lugares hasta el momento en que habrá de tocar el espacio íntimo de la cotidianidad. Quizá de todos los fenómenos naturales los huracanes son anunciados, o denunciados 9 y por lo tanto se reducen los efectos y sus impactos sobre las regiones y sus habitantes. Vivir en una zona de huracanes es percibir el riesgo como  algo familiarmente extraño, que refuerza los lazos sociales,  y se afianza la solidaridad entre el grupo ante el extraño que nos afecta colectivamente. Vivir en una zona de huracanes, desde esta perspectiva, tiene que ver con un cálculo, una decisión calculable cuyos riesgos están minimizados por  la memoria y las respuestas acumuladas para enfrentar lo contingente, un mecanismo para reducir lo indeterminado que pueda afectar la vida.

No es esta percepción la que prevalece entre los habitantes de las zonas miserables y periféricas de Cancún, la ciudad con más suicidios en el país. En este sentido el suicida, no se arriesga, porque la percepción del riesgo genera un estado de alerta que permite a los individuos generar respuestas ante la incertidumbre y las amenazas. Aunque en estos contextos el riesgo es percibido como  generalizado, permanente y de una ubicuidad asombrosa, los individuos están creando y recreando alternativas para poder encarar la precariedad y la adversidad; empero tratándose de individuos atomizados, desarraigados, sin lazos de solidaridad duraderos por el carácter institucionalizado de la individualización, la creación y recreación diaria de la esperanza, se traduce en un aumento de la incertidumbre y la desesperanza. Paradójicamente en esta región, la forma de los suicidios en Quintana Roo, y de manera concreta en Cancún, parecer ser  parte del capital cultural frente al caos y el sentimiento generalizado de un riesgo a perpetuidad.

Hacer el paraíso y se hizo Cancún

En 1988 el huracán Gilberto transforma radicalmente la perspectiva del sueño de los banqueros de convertir a Cancún en una zona turística de bajo impacto, o turismo de élite para transformarse en turismo de masas diseñado para atender principalmente a los vacacionistas jóvenes de Norteamérica. Los sucesivos huracanes que han azotado el norte del Estado, donde se localiza Cancún han provocado pérdidas millonarias para los empresarios de la industria turística, también ha dejado cientos de damnificados pero ciertamente, igual que Chetumal, existe una cultura del riesgo frente a las contingencias ambientales que no representan el mayor problema para los habitantes, que como afirmamos líneas arriba enfrenta colectivamente el fenómeno y reafirma los lazos de solidaridad comunitarios.

Este margen de seguridad alentado por la solidaridad colectiva frente a lo extraño natural, hizo posible  que el huracán Dean, en el 2007, terminara con una cifra cero en decesos humanos, en tanto que en  ese mismo año la cifra de suicidios se elevó considerablemente y reafirmando en cinco años consecutivos a Quintana Roo como el Estado con mayor número de suicidios.

El sentimiento de vulnerabilidad es percibido por los habitantes, migrantes que llegaron en búsqueda de mejores condiciones de vida en los polos turísticos de Cancún y Playa del Carmen, por la falta de certezas y garantías para asegurarse niveles de vida dignos. Predominan la  improbabilidad del orden social justo y la sensación de inseguridad por la ruptura de los lazos sociales; en ese sentido al parecer el suicidio es una elección individual provocada por  individualización institucionalizada,  que busca poner fin al sentimiento de riesgo generalizado por el vivir; en contrapartida con los desastres naturales que se advierten como algo repetitivo pero pasajero, está el sentimiento de riesgo permanente por la adversidad y la austeridad de las condiciones sociales de la existencia (robos, violencia urbana, violaciones, desempleo, precariedad del ingreso, los contrastes entre los grandes hoteles, en los que laboran muchos de ellos, y los cordones de miseria en los que habitan individuos atomizados con un sentimiento profundo de desarraiago y sin lazos sociales y comunitarios). El suicidio es el desenlace individual, una elección que busca acabar con lo indeterminado y caótico de la existencia. En este sentido, el suicido es un alarmante fenómeno social es quizá, la crítica más contundente al orden social.

Ocio y   Turismo

El auge del turismo de masas está íntimamente vinculado con la concepción de ocio propia de las sociedades actuales. En efecto, La preeminencia del sector servicios, entendida como sistema productivo,  característico de la sociedad industrial entraña al ocio como su contraparte y razón de ser. Tal como señala uno de los pioneros de la sociología del ocio, éste es un fenómeno exclusivo de la sociedad industrializada, resultante de la separación entre el tiempo laboral y el tiempo de esparcimiento y al gran poder de compra de las masas, así el ocio ha pasado a ser una esfera significativa de la vida (Dumazedier, 1968)

Así el ocio ha abandonado la esfera de lo sagrado, a la que estuvo confinado en las sociedades antiguas, como lapso complementario del tiempo dedicado a la productividad o  el trabajo  y ha pasado a convertirse en una conquista de las masas, trasmudándose en valor deseado como autosatisfacción o autogratificación y en posibilidad de ejercer el consumo, con un subsiguiente auge de los negocios relacionados con la recreación, y actualmente con el turismo (Laespada-Salazar, 1999:360) En el turista se materializa la acción dedicada al ocio y al esparcimiento, para el turista, el turismo es una actividad de placer, descanso, recreo, para la que requiere servicios y equipamientos.

Los investigadores han reconocido para el estudio y análisis del turismo tres entidades vinculadas: a) un núcleo emisor (lugar donde vive el turista) b) desplazamiento del turista c) un núcleo receptor, lugar donde llega el turista objeto y acción de la industria turística. En esta continuidad de acciones se producen una serie de relaciones entre el turista, sujeto principal de la acción y lo que se llama industria turística, que es el conjunto de infraestructura, servicios y facilidades o equipamientos que organizan comercialmente el sector.

El ejercicio de hacer placentero el tiempo libre del turista está a cargo de los prestadores de servicios para quienes el turismo es un negocio. Cuantos más servicios sean creados para mejorar la experiencia de vacaciones del turista, mayores serán los beneficios económicos de la actividad, lo cual justifica la inversión en muchos países como fuente de generación de recursos. Esta operación requiere entonces de grandes inversiones de capital monetario y capital humano. La industria turística pues, es foco de atracción de inversionistas y de sectores importantes de  poblaciones en busca de empleo.

Cancún es uno de los principales destinos turísticos preferidos en el mundo; Cancún, el paraíso en el Caribe como rezan los anuncios publicitarios, es un núcleo receptor de turistas nacionales e internacionales; es también una ciudad receptora de migrantes, desplazados económicos de los campos y   ciudades  mexicanas y centroamericanas. Un lugar de grandes contrastes sociales, donde, como señalaba una nota periodística, por $6.5 pesos viajas del paraíso al infierno, en alusión a la pobreza, la delincuencia, violencia intrafamiliar, narcomenudeo, prostitución y pederastia y, como si esto fuera poco, escenario de un preocupante aumento de suicidios con  la tasa más alta de todo el país -de enero a octubre del 2007 se registraron 89 suicidios. 10  A Cancún llegan en búsqueda del paraíso caribeño para divertirse, millones de turistas, en tanto que una muy importante cantidad de mexicanos que habitan en  colonias miserables decide abandonarlo, pues nada puede parecerse más al infierno; por ahorcamiento, generalmente aprovechando las sogas de las hamacas se producen el 95% de los suicidios en esta zona maya. 11

En efecto, en la franja de la zona ejidal de Cancún es donde se registra el mayor número de suicidios, es la zona de mayor marginación, problemas sociales y de salud en toda la ciudad. Desde una perspectiva epidemiológica llegó a estimarse según la proyección de casos por semana y la alta incidencia, que al término del 2007 se podría llegar a cien casos, reconociendo que la mayoría de la población sufre de depresión.

Existen dos argumentos en los diagnósticos oficiales sobre las causas del suicidio, uno de carácter social y otro psicológico. El primero establece una relación entre pobreza y suicidios. En un ambiente de marginación, escasez de vivienda,  violencia delincuencial, violencia intrafamiliar, drogas y la falta de espacios de esparcimiento, el individuo se ve hundido en un abismo de desesperanza del cual sólo la muerte puede aliviarlo. Si bien, no es difícil, a simple vista,  compartir la perspectiva de que la marginación provoca estados emocionales que puede ser un elemento de riesgo para que un determinado tipo de sujetos decida quitarse la vida. El problema es que para los diagnósticos oficiales el tema de la pobreza se ha convertido en muletilla monocausal que sirve  para explicar cualquier  tipo de fenómenos como por ejemplo, la drogadicción, niños de la calle, menores infractores, violencia intrafamiliar, delincuencia y violencia urbana en general. Reiterada de esta manera, la pobreza pierde su valor no sólo conceptual, sino que se  vuelve superficial. Además genera estigmas sociales en la medida que aparece como endógena a las comunidades, y a sus habitantes responsables de su precaria condición económica. Los sujetos pobres son además representados como peligrosos pues a la pobreza van asociados, de manera intrínseca, todos los agentes generadores de la turbulencia social. Por lo demás, para lo que aquí nos compete,  el carácter tautológico de las explicaciones no permite comprender las especificidades del aumento del suicidio en un ambiente turístico.

Por su parte,   los diagnósticos médicos, psiquiátricos, aparte de tratar el problema como un asunto individual, propio de sujetos con determinados perfiles psicológicos que los hacen proclives a la autoviolencia 12,  establecen una singular relación de la depresión con el aumento de la temperatura. Este factor ambiental redunda en la disminución de un componente químico a nivel del sistema nervioso central que genera depresión e induce al suicidio, sin embargo, el argumento tendría que sostenerse para todos las áreas calurosas del planeta: En los calores  terribles del norte mexicano o del continente negro, pero en este último lugar el descenso de la población tiene que ver con hambrunas y con el SIDA  y no con suicidios generados por los calores extremos que superarían con creces a los que se alcanza en Quintana Roo. Pero además, la lógica indicaría que los individuos se suicidarían sólo en época de calor, y que dicho problema podría solucionarse con una buena dotación de aires acondicionados. Sin embargo, en Cancún la gente se suicida no sólo en épocas de calor sino también  en los meses de noviembre, enero, o febrero, donde hay un descenso muy notable de la temperatura tropical. No parece entonces esta una razón poderosa que explique la alarma que ha cundido no solo en Cancún sino en el Estado de Quintana Roo, donde las autoridades han decidido enfrentar la situación con carteles que convocan a vivir, y decir no al suicidio.

La ubicuidad del riesgo y los suicidios en Cancún

E. Durkheim es el gran clásico para los estudios del suicidio 13; para este autor los suicidios son fenómenos individuales que responden esencialmente a causas sociales; las tendencias suicidógenas no se originan en el individuo sino en la sociedad. Creemos además que el suicidio tiene que ver, desde la construcción social del riesgo, con una individualización institucionalizada y la percepción de los riesgos, materializadas en las biografías del peligro. Estas se despliegan ante el sentimiento de la ubicuidad de la incertidumbre y conduce a desenlaces fatales; estas provocadas, de alguna manera por el agotamiento de todos los recursos personales para controlar (enamorarse, autoemplearse, o emplearse por sueldos miserables, adscribirse a una religión, hacer una familia etc.) y transformar la adversidad alojada en todos los resquicios de la vida personal. Desde esta perspectiva el suicidio es un problema de naturaleza socio-cultural, propio de la atomización de los individuos, al margen de la solidaridad colectiva y que el Estado debe encarar, como indicador del malestar social en Cancún, recordando que las contradicciones sociales se encarnan y se materializan en las vidas personales, en sujetos reales. ¿Cuáles son las causas del suicidio en Quintana Roo? ¿Qué características tiene Cancún para que haya un aumento tan desproporcionado de autoviolencia, que ha llegado a superar la violencia entre semejantes? 14 El Estado de Quintana Roo, es un estado de migrantes, y concretamente la ciudad de Cancún, que en razón del turismo, creció de manera incontenible desde su creación en los años setenta del siglo pasado. Miles de migrantes llegaron y siguen llegando atraídos por la ilusión del trabajo, de un ingreso que permita mejorar las condiciones de vida. Los migrantes son remitidos de las zonas rurales de Veracruz, Yucatán, Oaxaca, Chiapas, donde prácticamente estaban agotadas las actividades del campo. En esta ciudad los campesinos se convirtieron en plomeros, vendedores ambulantes, taxistas, albañiles, meseros, recamareras, empleados domésticos, jardineros,  prostitutas,  en fin, un ejército que labora en el área de los servicios. Ese flujo migratorio que llegó a trabajar en la infraestructura para el entretenimiento, las vacaciones y el turismo en general se instaló, como ha sucedido con el crecimiento caótico de todas las ciudades en América Latina, en la periferia generando los llamados cordones de miseria o villa miserias, o ciudades perdidas 14. Son desarraigados del campo que trabajan en la construcción de  grandes hoteles, con piscinas enormes, casinos, jacuzzys, discotecas abarrotadas de luz y sonido. Trasladan gente que, teniendo el ocio como derecho, como conquista, viene a la diversión, a comprar, en búsqueda de sexo, drogas y alcohol; en cambio para los migrantes no existe el ocio, existe el tiempo muerto del desempleo, la angustiosa espera de hacer nada, “en lo que cae una chambita”. Tener empleo sin embargo, no es garantía de bienestar; Son cientos de miles los que terminan  una jornada laboral para iniciar un descenso por un tobogán de incertidumbre para llegar a una casucha instalada en un barrio donde vive gente hacinada que malvive con un promedio de 5 dólares diarios y donde no existen los servicios básicos como agua y luz; se trata de asentamientos que albergan migrantes de múltiples tradiciones sociales y culturales que, una vez roto el tejido social y los vínculos comunitarios, compiten y se autoengullen por un pedazo de ciudad del cual extraer el sustento. La relación entre núcleos emisores y núcleos receptores vehiculizada por el turista,  genera mas que impactos económicos, y mucho mas que la frustración por la  desproporción entre aspiraciones y satisfacciones; ante todo activa una sensación de estar cautivo a perpetuidad del conflicto, de la incertidumbre, de la carencia; condenado para siempre en un mundo  donde la reinvención diaria de la esperanza no crea mas que barrotes de frustración a la cárcel estrecha  del espacio social donde está atrapado. Sin embargo, aunque estos estados del miedo a vivir cautivo perennemente de la adversidad y la fatalidad, son percibidos y experimentados individualmente, no hay que olvidar que son sensaciones  socialmente construidas y culturalmente compartidas en virtud del contraste.

Son las personas concretas las que experimentan desazón, miedo, angustia ante la incertidumbre, peligro, sin embargo es la sociedad la que  construye las nociones de bienestar, de satisfacción, de éxito, y esto es muy claro en un ambiente turístico. Sin embargo, por paradójico que resulte no todo está perdido para el suicida, le queda una puerta de emergencia para escapar del caos y el desorden social  que lo conmina al sin sentido; esa cerradura  puede  abrirla con su propia mano. Esa puerta de salida quizá construida  desde tiempos culturales inmemoriales, tiene su antecedente en los suicidios mayas. Esa puerta clausurada por la evangelización es la que, al parecer, se abre de nuevo, para recuperar el sentido del orden y del  significado en un tiempo y espacios mitológicos.

Suicidios en la mitología maya

Las analogías entre la manera en que se llevan a cabo los suicidios actuales en la zona maya en el Estado de Quintana Roo hacen irresistible la comparación con la mitología de los antiguos. El 95% de los suicidios en Cancún se realizan por ahorcamiento, con una cuerda  alrededor del cuello, el sujeto deja caer el peso de su cuerpo y en breve instantes, como diría los católicos, pasa a mejor vida. El ahorcamiento no es sólo la manera más barata de morirse, como afirman algunos indiferentes, sostenidos en la evidencia de que para finiquitar la propia vida  se utilizan elementos cotidianos, las cuerdas de las hamacas atadas a los  ganchos que a su vez sostienen las mismas hamacas. Esta práctica del suicidio por ahorcamiento es propia de la sociedad maya.

Para los antiguos mayas, los guerreros que morían en combate, las víctimas de los sacrificios ofrecidas a los dioses, las mujeres que morían en el parto y los suicidas iban a un lugar, guardando las proporciones, comparable con el paraíso cristiano. Así, los suicidas eran sin duda unos guerreros que ganaban la muerte en la lucha con la vida; Ixtab descendía de las alturas a recoger su espíritu y lo conducía hasta el árbol cósmico para que descansara. La diosa Ixtab en la mitología maya es la diosa del suicidio y se la representa suspendida del cielo o de un árbol, con una cuerda alrededor del cuello, con los ojos cerrados y con síntomas de putrefacción en el rostro. Su rol como divinidad es conocido como guía de almas y consistía en  proteger a los que se suicidaban acompañándolos hasta un lugar seguro para que descansaran. Ixtab  diosa del suicidio y esposa del dios de la muerte, Chamer, es también  la divinidad de la horca. En las tradiciones mayas el suicido era considerado una manera extremadamente honorable de morir,  algunos documentos históricos proponen la teoría de que el culto a Ixtab impulsó a la gente de América Central en los tiempos mayas a suicidarse antes que enfrentarse a la humillación, enfermedad o desgracia, creando una ola de suicidios entre la gente de casta alta.

El aumento de suicidios en las zonas turísticas de Quintana Roo no es sólo una preocupación de la Iglesia, quien la considera un pecado y un estigma apuntalada en la lógica medieval. Este alarmante fenómeno social es no sólo una crítica, quizá la más contundente, al orden social y a sus instituciones, es también un desafío al Estado moderno quien detenta  el monopolio  de la violencia legítima. Empero es importante aclarar que las asociaciones culturales actuales con los tiempos remotos no pueden conducir a la estupidez de postular, desde una perspectiva esencialista de la cultura, que en Quintana Roo la gente se suicida porque es una práctica cultural. Las causas del suicidio tienen sus determinantes en condiciones sociales e históricas. En este sentido lo que es una práctica cultural es la forma y el sentido del suicidio como  puerta de emergencia cuando la sensación de riesgo y amenaza es permanente. Es, a pesar de los siglos de evangelización, asumido como una práctica  en la búsqueda del sentido que confían está en otra parte. Por lo demás en el suicidio entre los mayas se concreta un sincretismo religioso de dos tradiciones religiosas, la postulación de la tierra como un lugar a donde se sufre y la mejor vida en otro lado y una visión del suicidio como un acto honorable propio de los guerreros que pierden la batalla con y por la vida

Conclusión

La sociedad del riesgo comienza cuando falla el sistema de normas sociales para garantizar la seguridad de la sociedad, ante los peligros desencadenados por determinadas acciones humanas. Al no poder calcular al cien por ciento las consecuencias de esas acciones puede decirse que la sociedad transita del riesgo asumido, individual o colectivamente, como elección entre una multiplicidad de opciones, al peligro ocasionado sobre la sociedad y los individuos por la decisión de terceros.

El riesgo de vivir en Quintana Roo en una zona de huracanes que puede acrecentar su magnitud por los efectos ambientales a nivel planetario no deja de ser una elección asumida en el cálculo de la poca probabilidad de que ocurra en el campo vital de la porción de tiempo que nos toca vivir.

La idea del desastre natural es percibida con resonancias naturalistas, la furia de la naturaleza como entidad viviente que cobra vidas humanas de tanto en tanto en un mecanismo de autorregulación. Esta percepción del riesgo ante lo indeterminado, pero familiar, fortalece lazos sociales  echando mano de la ciencia y del repertorio de respuestas acumuladas generacionalmente.

Para el suicida la construcción social del riesgo está anclada no en la conciencia apocalíptica del desastre ecológico sino en la espiral de miedo e incertidumbre, provocados por constructo de riesgo colectivos no achacables a la naturaleza.

Esta dimensión del riesgo está materializada en las biografías del peligro de individuos atomizados donde los riesgos están fuera de control y la seguridad parece inalcanzable. A esta percepción del riesgo en Quintana Roo también se responde apelando al capital cultural, con una respuesta social-mitológica  donde el orden, el sentido y la seguridad están en otra parte.

En resumidas cuentas, un esfuerzo en la comprensión del suicidio, requiere la consideración de las determinantes culturales para la comprensión del sentido del orden y el caos, experienciados individualmente pero compartidos colectivamente, este enfoque podría redundar en políticas de prevención más efectivas; por otro lado, el aumento de los suicidios es un desafío a las instituciones, y una crítica social a la paradoja que significa construir espacios de bienestar para el ocio de los foráneos, propio de las zonas turísticas, dejando en la vulnerabilidad y abandono a los habitantes de las comunidades receptoras que son los que hacen posible con su trabajo el despliegue de la industria turística, sin que por ello mejoren sus propios espacios vitales; muy por el contrario, advertimos un aumento de la sensación de riesgo, incertidumbre y de miedo, para los habitantes de las comunidades receptoras. Habrá que abandonar la perspectiva del suicidio como un problema personal, e individual para advertirlo como, lo señalamos más arriba, el acto más contundente de crítica social.

Notas

1. De acuerdo con Virgina García Acosta, “Los  desastres son procesos resultantes de condiciones criticas preexistentes en las cuales la vulnerabilidad acumulada y la construcción social del riesgo ocupan lugares determinantes en su asociación con una determinada amenaza natural. García Acosta, (2004:129) Revista Desacatos, num. 19, septiembre-diciembre 2005

2. García Acosta Virginia, La construcción social del riesgo, Desacatos, num. 19, septiembre-diciembre 2005

3. Ruiz Guadalajara, Juan Carlos: De la Construcción social del riesgo a la manifestación del desastre, Desacatos, num. 19, septiembre-diciembre, pp. 99-110

4. La palabra "huracán" utilizada en el hemisferio occidental tiene varios orígenes. Los mayas utilizaban el vocablo Hurankén como nombre de un Dios creador, quien, según ellos, esparció su aliento a través de las caóticas aguas del inicio, creando así la Tierra. Científicamente los huracanes son tormentas fuertes que se forman en el mar y suelen provocar vientos con velocidades superiores a 100 km/h. Aunque con frecuencia llegan a ser altamente destructivos, los huracanes forman parte importante del sistema de circulación atmosférica, que provoca el movimiento de calor de las regiones cercanas al Ecuador hacia mayores latitudes

5. Véase García de León Antonio: Contra viento y marea: los piratas en el Golfo de México, Plaza y Janés, México 2004. Fray Diego de Landa,:Relación de las cosas de Yucatán, Editorial Porrúa México 1982.

6. En ese sentido es interesante el recuerdo de los chetumaleños quienes  confesaban que ante la inminencia del desastre en las colonias populares la gente decidió salir a las calles y de rodillas invocaron la clemencia de San Judas Tadeo Santo patrono de esta ciudad.

7. Debido a su lento movimiento entre el 29 de octubre y el 3 de noviembre Mitch dejó cantidades históricas de precipitaciones en Honduras y Nicaragua con informes no oficiales de hasta 1900mm. Las muertes ocasionadas por las catastróficas inundaciones lo hicieron el segundo huracán más mortífero del Atlántico cerca de 11 mil personas murieron y alrededor de 8 mil permanecían desaparecidas a finales de 1998. Las inundaciones causaron daños extremos estimados en 5 mil millones de dólares.

8. No obstante en este sentido es significativa la siguiente experiencia sobre los efectos y de la incidencia de los medios de comunicación en la construcción social del riesgo: la creación de realidades virtuales que tienen mayor impacto que lo que está ocurriendo realmente. Un día después del paso del huracán Dean implementamos talleres para niños cuyas edades oscilaban entre los 4 y los 10 años, en un refugio del poblado de Bacalar. El propósito del taller era permitir que los niños elaboraran y simbolizaran  la experiencia del huracán. Para estos efectos repartimos plumones de colores, cartulinas y papel entre otros utensilios escolares. La orientación es que contaran a través de dibujos, pinturas, escritura cómo habían percibido el fenómeno. Sorpresivamente los niños reportaban la experiencia reproduciendo el icono con el que los noticieros representaban insistentemente el huracán. No podían contar mas que lo que habían visto y escuchado en la televisión. Ante la pregunta ¿y aquí donde estás tú? los chicos se señalaban por fuera del papel. El huracán había ocurrido en la televisión.

9. No sucede lo mismo con los terremotos o los maremotos, o en las inundaciones por el desborde de los ríos, que siempre sorprenden porque no pueden predecirse.

10. El cuadro estadístico de suicidios del INEGI por municipio en el periodo comprendido entre el 2000 y el 2004 dos municipios reúnen el 66.2% de total de suicidios ocurridos en el Estado de Quintana Roo. Benito Juárez 41.1% y Othon P. Blanco 25.1%

11. Según datos oficiales del INEGI   el 87.6% de los casos de suicidios reportados entre el 2000  y el 2006 fue por  estrangulamiento; por envenenamiento el 5.4%, por armas de fuego el 1.8%, por armas blancas 1.8%

12. Se estima que en el mundo cerca del 80% de las personas que cometen suicidios tienen un desorden mental que podría haberse diagnosticado (OPS 2006) Especialmente se ha asociado al suicidio la depresión se piensa que interviene en el 65% de los casos e incluso que el 90% de los casos se relaciona con enfermedades psiquiatritas. Otros trastornos identificados como estados de ánimo o afectivos, como el trastorno bipolar, la esquizofrenia, la ansiedad, las alteraciones de la conducta y la personalidad, la impulsividad y la sensación de desesperanza.

13. La palabra suicidio viene de dos términos del latín: suicidium, formado por Sui de si a si) y cidium (acto de matar, del verbo caedere, cortar y matar) denotando la acción de quitarse la vida. El fenómeno del suicidio abarca la ideación suicida (pensar y desear) El intento suicida (conducta sin resultado de muerte) y el suicidio consumado.

14. El INEGI ha establecido una serie de indicadores para determinar las causas del suicidio en Quintana Roo: Amorosas, económicas, disgustos familiares, enfermedad incurable, enfermedad mental, remordimiento.  Sin embargo, una abrumadora mayoría de éstos está en la categoría de no especificada, especialmente para el año 2002 a partir del cual más del 80% de los suicidios fueron clasificados el rubro de causa no especificada.

15. Según las estadísticas sobre intentos de suicidio y suicidios del INEGI, entre el 2001 y el 2005, la distribución de suicidios por áreas urbanas o rurales no ha sido homogénea en los cinco años de la serie. El años 2000 tuvo el porcentaje de suicidios más alto en áreas rurales, el 38.8%, mientras que el año 2003 alcanzó el valor más alto en áreas urbanas 95.5%.

Las diferencias por sexo son importantes, en el 2004  el 31.3% de los suicidios fueron femeninos, ocurridos en áreas rurales. En contraste en 2003 y 2004 se registró la tasa más alta de suicidios masculinos en áreas urbanas. Para el 2003 no se registró ningún suicidio femenino en áreas rurales.

Bibliografía

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DUMAZEDIER, J., Hacia una civilización del ocio. Barcelona: Estela, 1968.

LAESPEDA, M.T., SALAZAR, L., Los jóvenes españoles 99. Madrid: Fundación Santa María.

LAESPEDA, M.T., SALAZAR, L., Las actividades no formalizadas de los jóvenes, en Elzo, J., Orizo, F. A., Gonzalez-Anleo, J., González, P., La. 1999.

RUIZ GUADALAJARA, Juan Carlos, De la construcción social del miedo a la manifestación del desastre, Desacatos. México: CIESAS, septiembre 2005, nº 19,  p. 110.

COESPO. Informe sobre el suicidio en Quintana Roo, Tomos I y II. Quintana Roo: Redes Investigación para el Desarrollo, Observatorio de violencia social y de género, de Benito Juárez, 2005.

 

Referencia bibliográfica:

CÁRDENAS MÉNDEZ, E.La percepción social del riesgo, lo contingente y lo indeterminado: el caso de los huracanes y suicidios en Quintana Roo. Diez años de cambios en el Mundo, en la Geografía y en las Ciencias Sociales, 1999-2008. Actas del X Coloquio Internacional de Geocrítica, Universidad de Barcelona, 26-30 de mayo de 2008. <http://www.ub.es/geocrit/-xcol/88.htm>

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