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X Coloquio Internacional de Geocrítica

DIEZ AÑOS DE CAMBIOS EN EL MUNDO, EN LA GEOGRAFÍA Y EN LAS CIENCIAS SOCIALES, 1999-2008

Barcelona, 26 - 30 de mayo de 2008
Universidad de Barcelona

TRANSFORMACIONES EN GUCIMPRUN, UN AMBITO RURAL PROFUNDO

Jesús Alejandro Soto Velloso
Licenciado en Geografía por la Universidad de Cantabria y Doctorando por la Universidad de Oviedo
jsoto78@hotmail.com


Transformaciones en Gucimprún, un ámbito rural profundo (Resumen)

Las migraciones, para cubrir demandas de mano de obra industrial primero y de servicios urbanos después, están generalizadas desde las áreas rurales de la Cornisa Cantábrica durante el siglo XX. Las pérdidas poblacionales han sido importantes, lo que genera un desacoplamiento productivo y cultural al patrimonio y la debilidad de la actividad vecinal tradicional. Últimamente, las tendencias de vuelta al campo, como respuesta a las condiciones ambientales de las ciudades y a las mayores posibilidades económicas de quienes se incorporan a la vida rural, junto con el rumbo timorato de las políticas primarias y rurales, intensifican los conflictos y las transformaciones.

Lo que se plantea aquí es el estudio de los cambios paisajísticos y de uso que suceden en un espacio rural concreto, el barrio de Gucimprún, situado en el municipio cántabro de Vega de Pas. Se trata de reconocer cómo la coyuntura social y económica de cada momento y lugar estimula, con la interacción territorial, las modificaciones en el propio entorno.

Para ello nos serviremos de una revisión bibliográfica y estadística, de entrevistas a algunos vecinos, de ortofotografías y de fotografías. Descubriremos que el contexto general del agro y las características de las transformaciones evidencian disfuncionalidad y decadencia en un espacio opulento y próspero, hasta la década de los sesenta del siglo XX, en el que van confluyendo los actores, intereses y dinámicas habituales de los medios rurales modernos.

Palabras clave: despoblación, cultura, cambios territoriales


Transformations in Gucimprún, a deep rural field (Abstract)

Migrations for covering job demands in industry first and urban services later are generalized from rural areas in the North of Spain throughout 20th Century. Population loss has been important and causes both a production and cultural heritage upset and the weakness of traditional local activity. Lately, rural return trends, as a response for towns’ environmental conditions and outsiders’ bigger economic possibilities, together with the doubtful direction of agricultural and rural policies, step up new conflicts and transformations.

What we suggest here is the study of landscape and use changes that occur in a concrete rural space, Gucimprún area, located in the municipality of Vega de Pas (Cantabria, España). Our aim is to recognize how social and economical background of every moment and place stimulate, together with territorial linking, alterations in the own environ.

Bibliography and statistical research, interviews to some neighbours, aerial photography and photography are used. We discover how changes characteristics contrast with the agricultural general context. As a result there is a lack of work and decadence over a traditionally opulent and thriving place, where converge the usual actors, interests and dynamics of modern rural areas. 

Key words: population loss, culture, territorial changes


La naturaleza del cambio

El cambio es algo inherente a todos los procesos históricos. El devenir de los tiempos implica un entendimiento de la realidad como proceso o cambio, que comprende un tránsito o muda entre situaciones e implica modificaciones en la apariencia, la condición o el comportamiento. Las consecuencias se aprecian a través de las marcas físicas producidas sobre el espacio, debidas a la sucesión, continuidad y eventual acumulación de acciones humanas y procesos naturales. No obstante es importante mencionar que cualquier cambio es relativo en lo espacial, lo temporal y lo percibido, con las diferentes valoraciones que de él puedan hacerse.

En el caso de las transformaciones en los medios rurales, existe acuerdo en afirmar que en los últimos años aquellas se suceden con una rapidez desconocida (Nuevos Horizontes en el Desarrollo Rural, pp. 12). En el campo los cambios suelen venir desde fuera, inducidos o no por políticas, incorporándose o repercutiendo en el sistema de vida tradicional, prácticamente autárquico. Así, podemos afirmar que el desarrollo de las comunidades alcanzó su límite endógeno en la tradición, con lo que significó de sustentable, en el sentido de posibilidad de continuación dentro de unos límites materiales, demográficos y culturales.

En las últimas décadas algunos espacios rurales se constituyen en sistemas más abiertos y menos integrados, en cuanto a su funcionamiento interno y/o en el seno del modelo territorial más amplio. Tienen sus propias dinámicas, que surgen de las condiciones físicas de cada espacio (con sus potencialidades) y del sentimiento de carencias y  posibilidades (también de satisfacer demandas externas) de los habitantes. Todo esto se enmarca dentro de un sistema socio-económico más amplio y del que el sistema rural forma parte indisoluble (Rodríguez Gutiérrez, 1993).

El artículo que nos ocupa pretende un análisis de los cambios producidos en un medio rural concreto desde mediados del siglo XX hasta la actualidad. Nos centramos en Gucimprún, un barrio ubicado en el municipio de Vega de Pas, en Cantabria. Repasaremos la evolución histórica en la zona y atenderemos a los cambios producidos a través del análisis de ciertas condiciones pasadas de vida y de la percepción territorial y paisajística actual. De este modo comprobamos como los valores que adquieren las sociedades motivan las transformaciones y viceversa. Estas consideraciones pueden también acercarnos al conocimiento de lo que sucederá en el futuro cercano.

La configuración territorial de los montes de Pas y de Vega de Pas

Las primeras fuentes documentales que hacen referencia a los “montes de Pas” se remontan al siglo XI, cuando los Condes de Castilla donan el derecho de pastos al monasterio benedictino de San Salvador de Oña, en Espinosa de los Monteros (Burgos). Se incluyen aquí amplias extensiones de la actual Cantabria, para que los hombres libres de Oña pudieran hacer transitar libremente sus ganados y aprovechar sus recursos. De este modo se configura un enclave de aprovechamiento ganadero basado en el pastoreo semitrashumante. <http://www.ayto-vegadepas.com>

No obstante, el topónimo La Vega parece existir con anterioridad, seguramente referido a lugar de pastos sin asentamientos estables. Parece ser que tras el comienzo de la Reconquista, la orografía y una climatología que desfavorecía la práctica de una agricultura tradicional hicieron que los montes de Pas permanecieran despoblados.

A partir de las concesiones arriba mencionadas se empiezan a colonizar estos valles y montes, en el límite entre la montaña cantábrica y la burgalesa, especialmente entre los siglo XII y principios del XIV, mediante intensa tala y roza. En 1689 la zona pasiega de la vertiente norte de la Cordillera Cantábrica se desvincula de Espinosa, obteniendo el Privilegio de Villazgo y jurisdicción propia, lo que permitirá la constitución de ayuntamientos. Así, el Real Privilegio de Carlos II, fechado en Madrid a 20 de octubre de 1689, exime y saca del Valle de Carriedo a las feligresías de Nuestra Señora de la Vega, San Pedro del Romeral y San Roque de Riomiera, que pasan a considerarse villas.

Entre los siglos XVI y XVIII, debido al incremento demográfico, atestiguado en los padrones, los pasiegos extienden sus pastos, de signo intensivo e individual, por las cabeceras de los valles vecinos. Esto sucede generalmente a través de ocupaciones ilegales que luego se irán regularizando. A finales del siglo XVI se producen los primeros cerramientos en torno a las cabañas. De este siglo data la introducción, precoz con respecto a otras zonas, del maíz.

Según datos aportados por el Catastro del Marqués de Ensenada, a mediados del siglo XVIII aproximadamente el 10 por ciento del territorio pasiego estaba cultivado. Gran parte de la producción será empleada en molinos de autosuficiencia, de uso estacional. Se cuentan más de un centenar a lo largo de los ríos pasiegos, ubicándose aproximadamente un tercio de ellos en territorio de Nuestra Señora de la Vega. Aunque el aislamiento obligara a un especial esfuerzo productivo parece que la superficie cultivada desciende cuando se pagan las deudas contraídas tras la concesión del Villazgo. En este siglo se consolidan los desmontes en la zona, contraproducentes para el medio pero respetados por considerarse necesarios para la supervivencia en un medio hostil. Se efectúan para atender la demanda de madera para traviesas de ferrocarril y la actividad industrial de la región (por ejemplo la de las Reales Fábricas de Artillería de Liérganes y La Cavada, en funcionamiento desde el siglo XVII hasta el XIX). A partir del siglo XX las reforestaciones no serán percibidas como corrección de situaciones pasadas sino como enajenación de superficie de pastoreo (Leal, 1974).

A finales del siglo XIX, la introducción de la vaca holandesa fortaleció y especializó la economía. A partir de ahí se ampliarán los pastos, mejorarán las vías de comunicación y se acelerará el retroceso de las plantaciones de maíz. La construcción de carreteras trajo la sensación local del fin del aislamiento, pero también un sistema comercial que condenó a la población de la zona, forzando la producción, a vivir exclusivamente de la ganadería (Leal, 1974).

El Diccionario de Madoz aporta alguna información de la villa de Vega de Pas para mediados del siglo XIX. Se dice que está situada en unos estrechos valles entre montañas y que cuenta con clima templado. Las enfermedades más comunes son pulmonías y pleuresías. Tiene unas trescientas casas distribuidas en cuatro barrios o grupos principales, llamados Viaña, Yera, Pandillo y Gurueva. El terreno es de mala calidad, pero apropiado para el arbolado. Las aguas potables son buenas. Los productos principales son el maíz y las alubias. Destacan los pastos y la cría de ganados, la caza mayor y menor y la pesca de truchas, anguilas y algunos salmones. La industria reposa sobre los molinos harineros y el comercio consiste en el tráfico de paños, lienzos y otros efectos. Por su parte, el historiador Gregorio Lasaga Larreta se refiere, en 1865, a las célebres ferias de ganado de Nuestra Señora de la Vega, regulares mensuales y extraordinarias.

El actual municipio de Vega de Pas tiene una extensión de 87,5 kilómetros cuadrados. Su capital, Vega de Pas, se encuentra a 358 metros de altitud y a 52 kilómetros de Santander. Las cotas mínima y máxima del término van de los 241 del nivel más bajo del río Pas a los 1.716 metros de la cima del Castro Valnera.

Entre los años 1900 y 2001 la población del municipio se reduce a la mitad. No obstante, no fue hasta la década de los años sesenta cuando se aceleró la emigración. Entre 1900 y 1940 rondaba los 2.066 habitantes (I.N.E. Serie Censo 1900-2001). En 2001 aparecen censados 1.011 habitantes. En 2007 aparecen censados 916, tras un incremento de 7 con respecto al año anterior (I.N.E. Revisiones anuales del Padrón Municipal de Habitantes 1996-2004). La población se distribuye en siete barrios: la Plaza, Candolías y Guzparras, además de los que ya señalara Madoz. En toda la comarca pasiega de Cantabria, 15% de la superficie regional, reside el 3,58 por ciento de la población.

En cuanto al conjunto de municipios de Cantabria, entre 1900 y 2001 hasta 60 de los 102 existentes pierden población censal, pese a que la población total regional pasó de algo más de 250.000 habitantes a algo más de 500.000. En este periodo, las mayores pérdidas se dan hacia el sur del eje imaginario que uniría Villaverde de Trucíos, Miera, Anievas y Herrerías. También se encuentran al sur de este eje Ramales, Selaya, Potes, Campoó de Enmedio y Reinosa, que ganan población (media anual de menos de cinco por mil, excepto Reinosa que va ganando entre un diez y un quince por mil de media anual). Algunos municipios al norte del eje también pierden (seis de los veinte litorales), pero menos de cinco por mil habitantes de media anual. Los máximos éxodos (pérdidas medias superiores al quince por mil anual) se dan en los concejos al sureste de Campoó de Enmedio (extremo sur de Cantabria) y en Tresviso.

El descenso demográfico ocurrido en las áreas mencionadas se produce en paralelo a la reconversión económica de Cantabria, por la que la minería, la industria y la ganadería pasan a un segundo plano. Este último sector acentúa su modernización tras la anexión de España a la Comunidad Económica Europea, con sus exigencias productivas, de mecanización y de adquisición de insumos, la distinción de Cantabria como región excedentaria en leche y carne, la articulación en mercados mayores y la subvención en base a ciertos criterios ambientales o al cese de actividad (Carral Sainz, 2006; Gómez Oviedo, 2006). No obstante, en Vega de Pas sigue predominando el sector primario, con un 44,9 por ciento de la población dedicada a la agricultura y la ganadería. Un 14,6 por ciento de la población se dedica a la construcción, un 10,8 % a la industria y un 30,4 por ciento al sector servicios, <http://es.wikipedia.org/wiki/Vega_de_Pas>. De un total de 1.011 habitantes, 229 residen y trabajan en el municipio mientras que 772 sólo residen. Esto muestra una carencia de puestos de trabajo en el área. La población ocupada de 16 años o más suma 271 personas.

La pirámide de población municipal, por sexos y grupos quinquenales, señala, en el caso de los varones, a un cierto envejecimiento y déficit en los estratos jóvenes. En el caso de las mujeres se aprecia un mayor equilibrio. En cuanto a los hogares según problemas en la vivienda (ficha municipal de Vega de Pas del Instituto Cántabro de Estadística. Capítulo 4. Condiciones de Vida), destacan las malas comunicaciones (20,6% del total) y la falta de servicio o aseo dentro de la vivienda (32,42%). Las quejas sobre las comunicaciones se derivan de la inexistencia de transporte público intermunicipal y de la imposibilidad del acceso rodado a muchas cabañas. La falta de servicio en las viviendas proviene de que los criterios higiénicos y los comportamientos ecológicos han variado desde la época de construcción de las viviendas hasta la actualidad. Hemos de tener en cuenta que el 89,3 por ciento de las 364 viviendas censadas en el municipio en 2006 fueron construidas antes de 1920.

Según el ayuntamiento de Vega de Pas, las expectativas de futuro están depositadas en el sector servicios en general y en el turismo en particular, por lo destacable y singular del entorno. Así, la pérdida de valor económico de la producción primaria ha acelerado la venta de cabañas excedentarias del actual sistema ganadero, que han sido adquiridas por forasteros, que suelen destinarlas a segunda vivienda, reformándolas incorporando comodidades urbanas.

Otros aspectos que arriesgan el legado paisajístico de la zona son el establecimiento de parques eólicos, el proyecto (ya parece que olvidado) de construcción de una presa en el Pas, los planes de desarrollo urbano en la Plaza, el cese del cuidado de las fincas o los incendios. Todo esto va dando lugar a la emergencia de agrupaciones preocupadas por la conservación del patrimonio heredado local. Por ejemplo, la Asociación de Estudios Pasiegos solicitó en 1997 la declaración de la arquitectura tradicional pasiega como Bien de Interés Cultural. Otros grupos se muestran interesados en el Plan Especial de Protección y Ordenación del Territorio Pasiego, encargado en 2007 por el Gobierno regional a la empresa madrileña Ezquiaga. En este caso, las posibilidades de transformación de las cabañas disminuirán según aumente su altitud, que es proporcional a la antigüedad. Sin embargo, la falta de instrumentos de control y de capacitación económica y social de los ayuntamientos de la zona previsiblemente restará eficacia a la hora de regular las intromisiones foráneas. Esto fue lo ocurrido desde la aprobación de la Ley del Suelo de Cantabria 2001, que imponía un estado de congelación para el área pasiega, pero que en la práctica no ha impedido ni impide la transformación desordenada de cierta cantidad de las 10.300 cabañas censadas. Consecuentemente, frente a la extensión de los procesos de degradación e inercia, existe cierto acuerdo en afirmar la necesidad de medidas, no tomadas en el pasado, que protejan y dinamicen la comarca <http://www.diagonalperiodico.net/spip.php?article5416>.

Vega de Pas podría inscribirse, según la clasificación de espacios rurales elaborada por Bernard Kayser, <http://mural.uv.es/pepona/principal.html>, en aquellos de tercera corona periurbana, ya que cuenta con algunos servicios urbanos (sobre todo sucursales bancarias) y se mantiene el valor de los terrenos de cultivo, que se explotan profesionalmente. No obstante, todos sus barrios, incluyendo Gucimprún, podrían entrar en el grupo rural profundo, por la sensación que dan de marginalidad, o de reserva y disponibilidad, la débil productividad y grado de modernización, el empobrecimiento y la ausencia de iniciativa y actividad con respecto a otros ámbitos. Aunque el envejecimiento no es muy acusado, se reflejan aquí las dificultades de las condiciones de vida.

Gucimprún. La percepción del entorno

Gucimprún (o Bucimprún) es un conjunto separado de cabañas, denominado barrio, aunque a efectos administrativos pertenece al agrupamiento principal de Viaña, con el que no está directamente comunicado. Se sitúa hacia el oeste del municipio de Vega de Pas, lindando con el de San Pedro del Romeral. Se encuentra sobre la cota de 440 metros, ocupando una extensión de algo menos de un kilómetro cuadrado y con sus, más o menos, 26 cabañas dispersas a lo largo de la pista que articula el barrio en dirección norte-sur. Gucimprún se asienta en la ladera entre el río Barcelada, que queda hacia el oeste y baja de San Pedro del Romeral y la pista de Cotera, hacia el este y que conduce a Bustaleguín. Enmarcando el barrio al norte y al sur se encuentran el Pinar, a través del cual discurre la pista de subida desde la carretera S-564, y la Cuesta, monte bajo, respectivamente. La cota máxima se encuentra en Cotera, a 595 metros.

Aquí residen permanentemente cuatro personas (tres de ellas, un matrimonio galés con su hijo de corta edad, en una caravana mientras rehabilitan su cabaña), a las que se suman quienes van a trabajar a diario (a cuidar el ganado o a las obras emprendidas) o mudan (con el ganado y enseres) durante algún tiempo. También se suman quienes realizan estancias esporádicas, más o menos prolongadas, por ocio. Entre su patrimonio inmueble cabe destacar, al menos, dos cabañas vividoras, una del siglo XIX, perteneciente a la familia Madrazo, y otra de principios del XX (García Alonso, 1997).

Gucimprún carece de sistema colectivo de aguas y de servicios de entrega de correo y recogida de basura. Por contra, el tendido eléctrico llega, a través de postes, a la mayoría de cabañas. Una sola también cuenta con teléfono. El barrio está atravesado en dirección oeste-este por una línea de media tensión. No existe ningún tipo de mobiliario urbano (farolas ni bancos). Una consecuencia cultural y motivada por la ausencia de servicio de basuras es la existencia de, al menos, dos vertederos incontrolados en el área, además, sobre cursos de agua. De este modo, la población local responde a la llegada de artículos de consumo, con envases que no cree necesario retornar, depositando residuos en vertederos ilegales o arrojándolos directamente en el monte. Otra componente cultural considera la quema del monte como necesaria para la continuidad de la actividad ganadera. La consecuencia es la recurrencia de incendios provocados ilegalmente en el área, algunos de los cuales se descontrolan, llegando a poner en peligro cabañas.

La ausencia de traída de aguas se subsana individualmente por medio de mangueras que cogen de los regatos, para llenar bidones de plástico para el ganado, o la instalación de depósitos de agua, con o sin motor. El resultado es que el bebedero, situado en su centro, queda seco en verano, lo que ha originado protestas de los vecinos al alcalde.

Como ya mencionamos, una de las transformaciones destacables de los últimos años es la conversión de algunas de las cabañas del barrio en viviendas susceptibles de un uso habitual. Para ello se abordan obras, que pueden ser interiores (no afectan al aspecto exterior), exteriores o reconstrucciones integrales. Las reformas interiores pueden incluir el rejunte o revoco de las paredes, el hundimiento del firme de la cuadra, para ganar altura, la impermeabilización del tejado, la construcción de tabiques y la reposición de los materiales deteriorados. Por su parte, las obras exteriores incluyen  la construcción de terrazas, solanas o anejos,  la apertura de más ventanas, o la ampliación de las preexistentes, además de su acristalamiento, y el rejunte de los muros de fuera (figura 1). Las reconstrucciones integrales implican una deconstrucción de la cabaña y la edificación completa, generalmente con nuevas medidas, en planta y altura, y materiales, que se suman a los susceptibles de ser reutilizados del momento pasado (figuras 2 y 3). Una consecuencia de todo esto es el cambio de uso de las cuadras, cuyos propietarios ya no quieren alojar ganado en ellas. Mención especial merece un corte del terreno hecho hacia el final de la pista, para posibilitar la entrada de vehículos en una finca y ganar espacio para un merendero techado, inédito por el acabado en cemento y bloques de hormigón y que incluso puede resultar peligroso por la caída.

Figura 1
Ejemplo de obra exterior poco respetuosa con el aspecto original de una cabaña

Figura 2
Cabaña en mayo de 2004, antes de su reconstrucción integral

Figura 3
Misma cabaña de la figura anterior, diciembre de 2007

En general las reformas se realizan con materiales a estrenar y, en cierto modo, alóctonos. Las maderas, por ejemplo, suelen provenir de pinos plantados en la región y transformados en empresas de municipios cercanos. En ocasiones se reutilizan traviesas de ferrocarril como pretiles (figura 4). La construcción en piedra se abandona, adoptándose los bloques de hormigón para las ampliaciones estructurales. Las juntas de los muros se hacen con cemento y el revestimiento entre la ripia y la lastra, o el aislamiento bajo los nuevos tejados, con chapa, espuma, onduline o poliuretano en vez del rozo usado tradicionalmente. En caso de cambio de las lastras se incorporan otras muy rectangulares, de color bermellón o granate, importadas de la India. Los criterios para estos cambios suelen ser económicos más que estéticos, aunque se pretende un resultado “rústico”. Particularmente, las reformas acometidas en tres cabañas del barrio están consiguiendo un acabado exterior parecido al aspecto tradicional. Al contrario sucede con la obra de la figura 1. No obstante, todo esto contrasta con las realizaciones de otras épocas, más bioconstructivas técnica y materialmente y según cercanía y disponibilidad en la zona de aquello a utilizar.

Figura 4
Detalles de obra exterior

Un residente eventual del barrio y propietario ha instalado en la propia cabaña, a la que no llega el tendido eléctrico, un aerogenerador, con aspas de un metro de diámetro e importado de Inglaterra, y una célula fotovoltaica, cuyas plaquetas de silicio provienen de China. Para ello solicitó una de las subvenciones que el Gobierno de Cantabria otorga para electrificación en edificación aislada del medio rural de propiedad particular a través de energías renovables (Orden GAN/23/2007, de 17 de abril, BOC 26-4-2007). Estas ayudas a la incorporación de energías alternativas, además de relativamente desinformadas, parecen incluso contraproducentes, emanadas como están de un Gobierno regional centrado en la promoción de valores ambientales, producciones artesanas, etc.. A esto se une la carencia de mecanismos de control y de criterios y voluntades claras más allá de la iniciativa inversora privada y la promoción empresarial.

En relación con lo anterior, otro cambio paisajístico importante se deriva de la instalación de aerogeneradores en territorio de Burgos, <http://www.arija.org/es/images/d/de/DB20061125eolicos.pdf>, en los altos entre el puerto de la Magdalena (905 metros) y Cotero (1.497 metros). Estos enormes aparatos, de 2.000 kilovatios de potencia unitaria, son visibles desde Gucimprún en días despejados, encontrándose a unos 7-8 kilómetros del barrio. Esto evidencia un problema, pues aunque los molinos se hallan en Burgos su impacto visual (además de otros impactos ecológicos) se produce a ambos lados del límite autonómico, sin que el gobierno de Cantabria, inmerso en proceso de implantación de parques eólicos en la región, tenga opción o intención de réplica.

Resultados del trabajo práctico

Para la revisión de ortofotografías históricas del área de estudio se visitó la Sección de Cartografía del Servicio de Planificación Territorial y Urbanística de la Dirección General de Ordenación del Territorio y Urbanismo del Gobierno de Cantabria (c/ Bonifaz, Santander). Allí se consultan, de modo libre, la pasada 27, Nº 9, de un vuelo de 1953 y la hoja 84-11, a escala 1:5.000, correspondiente a un vuelo de octubre de 2002 (Consejería de Presidencia, Ordenación del Territorio y Urbanismo).

Lo primero que llama la atención al comparar estas dos tomas es que los caminos que discurren tanto entre las fincas como por el monte y las divisiones entre terrenos aparecen más nítidas en 1953. Esto indica un mayor cuidado de los muros de cierre de parcelas y vías más frecuentadas. También se aprecian unas manchas claras de bordes rectos en algunas fincas, junto a casi la mitad de las cabañas. Se trata de antiguas huertas de autoconsumo (o, según el término frecuente en la zona, hazas, parcelas de tierra labrantía) que, para 2002, se han ido desdibujando, hasta desaparecer por pratificación. Por contra, el trazado de la pista principal del barrio no difiere entre los dos años (tampoco se percibe cambio en su naturaleza) mientras que la pista hacia Cotera no aparece en los años cincuenta. El número de cabañas permanece constante.

En 1953 se observa un mayor número de árboles dentro de las fincas y en sus límites. Para 2002 la cubierta forestal ha aumentado, por crecimiento de ejemplares, aunque aparecen menos árboles dentro de las fincas y los que había en caminos y entre parcelas se confunden por el desarrollo de maleza. Por su parte, el espacio forestal ocupado por el pinar de repoblación aumenta, superponiendose al anterior monte bajo. Otras novedades perceptibles en 2002 incluyen una antena de telefonía móvil situada en un alto al norte del barrio y la línea de media tensión, que aparece en la restitución de la ortofoto pero no llega a apreciarse en ésta, pese a que el encargado de la Sección insiste en que los cables deben aparecer.

Las afirmaciones anteriores se intentan verificar a través de la consulta de fotografía aérea en la cartoteca del Departamento de Geografía de la Universidad de Cantabria. Se examina la correspondiente al vuelo del Instituto Geográfico Nacional de abril de 1985 a las 12:30 horas (H.M.N. 84, Espinosa de los Monteros, hoja 2), a escala 1:30.000. En ella apreciamos que una parte del pinar, hacia la mitad de la pista de subida a Gucimprún, no está aún plantada, o lo está recientemente tras una tala. Hacia el sureste del barrio aparecen varias manchas boscosas en el monte bajo, que posteriormente han desaparecido.

La entrevista a Modesta, habitante histórica y actual del barrio, sobre las cosas que, según ella, han cambiado en Gucimprún, se basa en preguntas abiertas y en dejarla hablar para tratar de entresacar sus percepciones de fondo. Así, comprendemos que tras los años de mayor vaciamiento, la población de la zona siente como algo positivo la paulatina mayor afluencia, la reanudación de actividad y las ventas y arreglos de cabañas. La mujer recuerda que, hacia medidos del siglo XX, ocho o nueve familias vivían todo el año en el barrio. A ellas se sumaban otras que, en diferentes épocas, mudaban con sus ganados (que en verano se soltaban a la cuesta, monte). La consecuencia era una conservación del estado de las cabañas que luego sufrieron el abandono, volviendo ahora algunas a mejorar en aspecto.

En la época de su apogeo demográfico el cartero no subía al barrio ni se recogían basuras (tampoco en Candolías, donde se encuentran ahora los contenedores más cercanos). El bebedero no estaba construido y la gente acudía con calderos a fuentes a coger agua. La luz y el teléfono llegaron hace pocos años, siendo la casa / cabaña de Modesta la única del barrio que cuenta con línea de teléfono fijo. La actual pista era poco más que un sendero que, hará doce años, ensancharon y cementaron, con la consiguiente pérdida para los propietarios de superficie de prado.

Sobre la vegetación, Modesta indica que había un poco menos de bardal antes, en parte porque se provocaban muchos más incendios en el monte (menciona el temor a la guardia civil como explicación al menor número de los producidos en la actualidad). Dice que las fincas estaban mejor cuidadas antes y que no se empleaba alambre para cerrarlas (sólo los muros de piedras). Afirma que ahora hay un número aproximado de árboles, habiendo medrado algunos y habiendo sido cortados otros. Data la plantación del pinar hace 20 o 30 años.

Conclusiones

La cultura pasiega representa uno de los valores patrimoniales más importantes de Cantabria, contando con la cabaña y su entorno como elementos centrales. Su etnografía se considera una de las más originales y esenciales de la Cornisa Cantábrica. No obstante, la solidez del conjunto heredado queda en entredicho a la vista de la propagación de usos y costumbres alóctonas y del modo en que la población se adapta a los nuevos tiempos. Así, se trata de una sociedad que asume su evolución. En caso de que alguno no esté conforme con ella, será el recuerdo de los antiguos, reales o míticos, lo que infunda admiración (Leal, 1974). En general, las novedades son percibidas como síntoma imprescindible, más o menos beneficioso, de la modernidad. Las tendencias incluyen la aceptación de las directrices de la Política Agrícola Común además de las revoluciones del transporte y las comunicaciones, que alteran los comportamientos sociales y contribuyen a poner en contacto aspectos culturales diversos. De este modo se abren posibilidades de desarrollo hacia puestos de trabajo y nuevos centros de consumo, además de difundirse ciertos valores, como los estándares urbanos de calidad de vida. Estos procesos, que pueden ser entendidos también como articulación mercantil, van desliendo las culturas tradicionales hasta hacerlas desaparecer, excepto de cara al turismo, mediatizado por la incorporación de la producción industrial.

Por su parte las distintas administraciones evidencian un desconcierto ante los cambios que se suceden en la escala local, de los que solamente pretenden la asimilación, como freno a la conflictividad social, y la generación de movimiento de capital, que suponga un aumento de la calidad de vida de algunas personas. No parecen capaces de afrontar los retos que plantean las dinámicas mundializadoras, con su influencia en áreas rurales, sino que se esfuerzan por satisfacer las necesidades más mundanas, olvidando significantes como la justicia, la cohesión dentro de la comunidad o el desarrollo y la dinamización de utopías locales, supuestamente realizables en la modernidad.

Tras la devaluación de la producción primaria en origen, los intentos de preservar el acervo tradicional, patrimonio antiguo y estilo de vida que inspiró su realización, chocan con la necesidad de beneficio empresarial y de llegada de turistas, independientemente de las coyunturas económicas y laborales y de la creciente competencia interterritorial. Se ignora la dependencia de combustibles fósiles y la subsiguiente necesidad y posibilidad de producir y consumir alimentos en la escala local.

Las propuestas de los grupos preocupados por el rumbo de los acontecimientos incluyen la configuración de una economía mixta y pluriactiva en la zona, la dinamización de usos, la recuperación de oficios, la creación de empresas de servicios (también primarios y de mantenimiento de fincas) y de pequeñas ganaderías que suministren materias primas a las industrias artesanales de transformación de la zona. También se cree necesaria la apertura de circuitos de comercialización y mercados locales coherentes con lo anterior, además del fortalecimiento de las villas para que vuelvan a ser núcleos de encuentro colectivo.

En cuanto a la conservación de las cabañas, se reivindica que el paisaje sólo podrá pervivir mientras exista interacción entre el hombre y el medio, esto es, mientras aquellas permanezcan habitadas. Por lo tanto, es imprescindible asumir su uso residencial, permitiendo rehabilitaciones que mantengan el espíritu. Para ello se propone que los ayuntamientos dispongan, junto al Plan General de Ordenación Urbana, de un catálogo de tipologías aceptadas y aceptables en las construcciones, los anejos, las parcelas y los accesos (estilos, materiales, techumbres, colgadizos, etc.).

En este artículo hemos tratado de inferir, a través de referencias y la percepción espacial, las condiciones que llevan a determinados aspectos territoriales. A partir de los cambios detectados se valora el interés por la preservación de una componente visual cercana a la tradicional, pese a haber desaparecido la práctica totalidad de valores que la conformaron y haberse integrado la sociedad local residual en dinámicas de consumo occidentales, que alteran anteriores pautas de conducta. Esto ha supuesto un mayor individualismo frente al tradicional sentido comunitario / colectivista. La gente ayudaba a sus vecinos en la confianza de que, en caso de necesidad, éstos responderían de la misma forma a la hora de encarar nuevas construcciones o el mantenimiento de espacios comunes. Sin embargo, no se han encontrado referencias a estos aspectos en las fuentes consultadas.

La evolución prevista convertirá las cabañas en viviendas, temporales o permanentes, según patrones modernos de bienestar. Esto remueve de algún modo su esencia arquitectónica, de uso y su simbología (en cuanto al trabajo, los recursos o las necesidades en épocas pasadas). Otras tendencias apuntan a las posibilidades de la zona como reserva natural, a partir de educación, reforestación, aprovechamiento sostenible de recursos, limpieza y lucha contra incendios.

Se nos dibuja un entorno con ciertas disfuncionalidades (las cabañas se dejan de emplear para guardar hierba y cobijar al ganado, las huertas desaparecen por falta de gente que las cuide, se desaprovechan recursos naturales primarios, se reproduce maleza, etc.) y pérdidas culturales. La entrada gradual de nuevos modos de entender la vida intensifica los conflictos ecología-cultura. Cabe sumar también el poder relativo de la ley y los vacíos legales. El resultado es la sucesión de cambios paisajísticos y de uso (del agroganadero a los futuribles, la especulación inmobiliaria, la inversión en actividades turísticas o en otras que se consideran adecuadas para los medios rurales, etc.) y una situación patrimonial y de las cabañas entre la destrucción y la conservación.

Bibliografía

CARRAL SAINZ, J.M. La cabaña pasiega ante un horizonte de transformación irreversible. Antecedentes económicos y territoriales. Procesos actuales. I Jornadas Medio Ambiente, Patrimonio y Sociedad en la Cuenca del Pas. Torrelavega: Gobierno de Cantabria, 2006, p. 73-77.

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