IX Coloquio Internacional de Geocrítica

 

LOS PROBLEMAS DEL MUNDO ACTUAL.
SOLUCIONES Y ALTERNATIVAS DESDE LA GEOGRAFÍA
Y LAS CIENCIAS SOCIALES

 

Porto Alegre, 28 de mayo  - 1 de junio de 2007.

Universidade Federal do Rio Grande do Sul

 

¿QuÉ hacer frente a los desafÍos metropolitanos

en Santiago de Chile a principios del siglo XXI?

 

Ricardo Rubio González

Universidad Católica Silva Henríquez

rrubio@ucsh.cl

 


 

¿Qué hacer frente a los desafíos metropolitanos en Santiago de Chile a principios del siglo XXI? (Resumen):

En 2002 el 86,6% de la población chilena reside en espacios urbanos (INE, 2002), varios de los cuales se han metropolizado durante los últimos años. En este contexto, Santiago de Chile se caracteriza por el desarrollo de un conjunto de conflictos vinculados a la metropolización, entre los que destacan la segregación socioespacial, las dificultades asociadas a la movilidad diaria de las personas, la contaminación ambiental y la expansión periurbana. Estos conflictos metropolitanos no sólo son problemas de gestión sino también manifestaciones de violencia contra los derechos humanos. Lo paradójico es que tienen desarrollo en una sociedad que valora profundamente la justicia y la solidaridad. Por un lado, este espacio metropolitano es la materialización de la paradoja y, por otro, la solución de estos conflictos es el desafío permanente. Este último aspecto es el tema abordado en este escrito: la naturaleza de las soluciones, sus alcances políticos, los actores involucrados y su expresión territorial.

Palabras clave: Santiago de Chile, áreas metropolitanas latinoamericanas.


What are we to do towards the metropolitan challenges in Santiago of Chile at the beginning of the XXI century? (Abstract)

In 2002, 86.6% of the Chilean population reside in urban spaces (INE, 2002), most of which have been urbanized during the last years. Within this framework, Santiago of Chile is characterized by the development of a set of conflicts tied to urbanization; among those emphasized are the socio-spatial segregation, the difficulties associated to the daily mobility of people, the environmental contamination and the per Urbana expansion. These metropolitan conflicts are not only management problems but also violence manifestations against the human rights. The paradox herein is that there is a developmental plan in a society that deeply values justice and solidarity. On the one hand, this metropolitan space is the materialization of the paradox and, on the other hand, the solution to these conflicts is a permanent challenge. This last aspect is the main subject of this written work: the political nature of the solutions, the scopes, the parties involved and their territorial expression.

Key words: Santiago of Chile, Latin American metropolitan areas.


 

“La metrópoli es un sistema muy descrito y poco entendido”

John W. Dyckman

 

 I.- Rudimentos necesarios para la identificación del problema

La tarea de identificar los desafíos metropolitanos a los que se enfrenta Santiago de Chile a principios del siglo XXI, requiere establecer algunas consideraciones generales a partir de las cuales sea posible organizar la argumentación central de esta comunicación, es decir, lo importante no es sólo identificar problemas sino también proponer soluciones. Esa es la fórmula mediante la cual es posible convertir en desafíos los problemas y es precisamente la invitación (léase, con toda tranquilidad, provocación) que este año ha realizado Geocrítica.

Durante el siglo XX América Latina ha experimentado una definitiva urbanización de sus sociedades. Entre otros aspectos, esto implica que durante ese lapso un importante número de núcleos de poblamiento adoptaron los rasgos de “lo urbano” (Capel, 1985), que una importante cantidad de la población ha decidido residir en ciudades y que la economía es gestionada en gran medida desde estos territorios, altamente hábiles a la hora de concentrar y gestionar el poder (en varias de sus formas).

De acuerdo con datos proporcionados por Rojas (2005), América Latina es una de las regiones del planeta que ostenta los más altos porcentajes de población residiendo en espacios urbanos (75% en el año 2000), muchos de los cuales han experimentado procesos de suburbanización, periurbanización y, en general, procesos de dispersión urbana que han resultado en una fragmentación del área urbana consolidada y la metropolización.

Estos espacios metropolitanos consolidados durante las últimas décadas del siglo XX, han heredado la primacía urbana que la ciudad nuclear que las origina ya ostentaba dentro de los sistemas de ciudades nacionales. Se puede afirmar que el fenómeno de base que facilita la metropolización de estos espacios urbanos es la combinación de los efectos territoriales de la macrocefalia y la dispersión urbanas: no sólo implica mayor concentración demográfica sino también primacía urbana a escala nacional, al tiempo que la extensión territorial de la aglomeración sobrepasa límites que al parecer nunca pudo prever ni el más agudo de los planificadores urbanos. Un total de 49 ciudades de la región ya sobrepasaban el millón de habitantes en el año 2000 “y cuatro de ellas figuraban entre las diez urbes más grandes del mundo (Rojas, 2005).

Al mismo tiempo, estas aglomeraciones metropolitanas han construido una nueva capacidad de posicionarse en el contexto de competitividad interterritorial característico del sistema de relaciones que predomina en el marco de la globalización. Esto se ve favorecido por la capacidad que han tenido de concentrar también el dinamismo económico. Tal como señala Rojas (2005) las áreas metropolitanas latinoamericanas generaban el 80% del crecimiento económico de la región.

Bajo todo punto de vista, la urbanización es una de las transformaciones socioterritoriales más significativas del siglo XX latinoamericano. Y comenzando el siglo XXI, tal vez sea la metropolización (tendencia consolidada ya en la década de 1990 en gran parte de la región) la nueva transformación decisiva. Tal como señalan Soares y Ueda (2005) la “desconcentración metropolitana es sin duda el proceso espacial más importante en el rediseño del territorio”. En este contexto, los desplazamientos diarios adoptan un carácter estratégico en el marco del funcionamiento del espacio metropolitano y la distancia es un valor social que define estatus (los ricos alejan su residencia de la ciudad para seguir viviendo en la ciudad), tal como ocurría con algunas de las ciudades europeas más prósperas ya desde el siglo XI.

Varios autores han sugerido la existencia de una estrecha vinculación entre los procesos de globalización y metropolización (De Mattos, 1999 y 2003; Sassen, 1991 y 2003; Veltz, 1999, entre otros) Esta correlación positiva entre ambos procesos configura un escenario en que las áreas metropolitanas han demostrado ser muy eficaces articulando de manera coherente sistemas complejos de gestión de ventajas muy específicas, localizadas preferentemente en estos espacios. Se trata más bien de una situación novedosa para el contexto de fines del siglo XX, en la que se combinan diversos elementos (políticos, económicos, institucionales, culturales, etc.) con una racionalidad muy sensible a las nuevas lógicas de organización del capital global y de las relaciones geopolíticas. En definitiva, se trata de la generación nuevas economías territoriales (Veltz, 1999), que pueden ser caracterizadas como una buena síntesis del conjunto de ventajas y economías que tradicionalmente se han evaluado en los análisis de los geógrafos económicos. El espacio en que mejor se manifiestan estas economías territoriales son precisamente las áreas metropolitanas y esta dinámica es la que se ha intentado resumir en la figura 1.

 

Figura 1: Economías metropolitanas en el marco de la globalización

Fuente: elaboración propia.

 

Más que ventajas, en el sentido en que habitualmente se han entendido en los análisis económicos, se trata de verdaderas virtudes metropolitanas, dado que se trata de una compleja articulación de ventajas de diversa naturaleza (comparativas, competitivas, estratégicas), las que suman sus efectos positivos a los beneficios conseguidos a través de la consecución de economías de escala, economías de aglomeración y economías institucionales. También podría decirse que estas virtudes metropolitanas son un conjunto de complejas externalidades positivas de las que se benefician tanto las empresas, como las instituciones y la población en general. Esto complejo de factores, le dan buena integridad e importante cohesión sistémica a los territorios metropolitanos. Si se presta atención a la lógica implícita en la figura 4, un aspecto importante es la capacidad de generación de economías y ventajas por parte de los espacios metropolitanos. Sin embargo, la gestión eficaz de dichas ventajas y economías, resulta decisiva en la articulación de sistema metropolitano virtuoso, más que la propia generación de ventajas y economías.

Sin embargo, el conjunto de beneficios obtenidos no es administrado como un bien público ni tampoco como un bien estrictamente privado. Esto se debe a que paralelamente a la consolidación de las áreas metropolitanas, América Latina ha presenciado un fuerte proceso de liberalización de las políticas públicas (especialmente de la política económica) lo que ha traído como consecuencia la privatización tanto de los beneficios del auge económico como del marco socioterritorial en que dichos beneficios se materializan. Esto es especialmente importante para comprender el desarrollo de la metropolización en Chile.

El Estado y, en general, la administración pública ha adoptado un rol subsidiario predominante, lo que ha desprendido de su esfera de responsabilidad gran parte de las dinámicas descritas en estas líneas, a excepción de la necesaria intervención reguladora liberalizadora, una regulación que busca desregular y liberalizar (valgan como ejemplos la Política Económica y la Política Nacional de Desarrollo Urbano chilenas durante las últimas tres décadas del siglo XX). Las empresas y no la ciudadanía adquieren un rol protagónico en las dinámicas metropolitanas.

Visto desde ese punto de vista, en el contexto del desarrollo de procesos de creciente metropolización lo urbano ya no representa un lugar de “hospitalidad y liberación, lo urbano se confunde con espacios que se pliegan ante presiones externas y se inscriben en los flujos” (Mongin, 2006:193). El espacio metropolitano se ha fragmentado y en él se han perfeccionado los mecanismos de segregación socioespacial, haciendo de estos dos de sus rasgos más llamativos. La tendencia a la dispersión, el desarrollo del policentrismo y la presencia de elementos como los grandes centros comerciales (shopping centers o malls) y los barrios cerrados, son algunas evidencias de los efectos o impactos en la escala metropolitana de la globalización. De esta forma, en el caso específico de Santiago de Chile, varios de los espacios públicos de carácter estratégico (como las vías de circulación de escala metropolitana) se han privatizado mediante la concesión de su construcción y explotación comercial a conglomerados empresariales, mientras la calidad de los espacios públicos tradicionales (plazas, parques y áreas verdes en general) se ve mermada por el miedo de los habitantes a usarlos por diversos reparos relacionados con la seguridad (miedo a la delincuencia), la sanidad (miedo a los efectos nocivos de la contaminación e insalubridad de las áreas verdes) o desagrado (deterioro de los espacios en cuestión).

 

II.- El área metropolitana de Santiago de Chile

En este apartado no se hará una descripción minuciosa del área metropolitana de Santiago de Chile. La razón de esto es la necesidad de privilegiar el espacio disponible para la escritura para recibir los pareceres del autor acerca de los desafíos metropolitanos. En definitiva, se ha privilegiado contar con el espacio necesario para responder la pregunta que abre esta comunicación. Sin embargo, obviamente se hace necesario dar algunas claves imprescindibles para comprender la discusión central de estas líneas.

La definitiva metropolización de Santiago de Chile es un buen ejemplo de las formas en que el proceso se ha desarrollado en América Latina, porque posee una serie de rasgos bien conocidos por todos y que singularizan la forma en que se ha producido el cambio de la configuración espacial de varias ciudades que las ha llevado a la categoría de aglomeraciones metropolitanas en los países de la región:

a)      Se metropoliza una ciudad que hace varias décadas ostenta el mayor tamaño demográfico dentro del sistema urbano nacional, con una población que al año 2002 superaba los 4,5 millones de habitantes, lo que representaba casi un tercio de la población total del país.

b)      Se metropoliza la capital de la República, es decir, el domicilio del gobierno central y, además, el fetiche territorial del centralismo administrativo;

a)      Se metropoliza un espacio que concentra el mayor dinamismo económico, el cual se manifiesta, entre otros hechos, en el mayor aporte al PIB nacional, la mayor concentración industrial del país[1], la presencia de la mayoría de las sedes centrales de los grandes grupos económicos (De Mattos, 1999) y la mayor atractividad para la localización de funciones estratégicas dentro de marco de relaciones geoeconómicas de la globalización.

b)      Se metropoliza un espacio urbano que transforma tanto su estructura como sus dinámicas territoriales, debido al desarrollo de procesos de dispersión territorial muy selectivos desde el punto de vista socioespacial (lo que explica en parte la persistencia de la segregación socioespacial y el fortalecimiento de la fragmentación social), configuración de nuevos centros metropolitanos que modifican su estructura interna (policentrismo).

Según De Mattos (2003) las reformas políticas iniciadas en Chile a mediados de la década de 1970, han sido claves en la configuración del espacio metropolitano de Santiago de Chile. La desregulación y la liberalización impactaron las modalidades de gestión urbana, facilitando una dispersión territorial sin descentralización administrativa. Hasta ahora no se conocen ajustes de la administración y gestión públicas chilenas a la escala metropolitana, por lo tanto, Santiago de Chile no cuenta con una institucionalidad metropolitana que piense, administre, gestione y se responsabilice directamente por la metrópolis. En la actualidad, son numerosas y disímiles las instituciones que tienen injerencia en el espacio metropolitano de Santiago de Chile: municipalidades, Gobierno Regional, Ministerios (el de Obras Públicas y el de Vivienda y Urbanismo) y otras instituciones como la Comisión Nacional del Medio Ambiente (CONAMA) y la Secretaría de Transporte (SECTRA).

La brevedad de la descripción, no se corresponde con la complejidad de la situación y cabe pensar que es precisamente en la distancia que hay entre estos dos asuntos donde residen los desafíos.

 

III.- Desafíos metropolitanos en Santiago de Chile a principios del siglo XXI

El Santiago de Chile Metropolitano inicia el siglo XXI como una paradoja territorial ya que, por un lado, es un espacio cada vez más dinámico y competitivo dentro del contexto de la globalización y, por otro, es un espacio cada vez más injusto y despiadado con diversos grupos sociales que no participan directamente de estas dinámicas metropolitanas virtuosas. El más triste ejemplo siempre se encuentra con facilidad en la pobreza y en estas líneas no se hace referencia a ello debido a la voluminosa cantidad de estudios y publicaciones sobre el fenómeno.

Al iniciar el siglo XXI, los desafíos metropolitanos que es posible identificar en Santiago de Chile parecen ser complejos y diversos. Esto es aceptable sólo a condición de que estos desafíos sean vistos como estrictos problemas urbanos, los que deberían ser resueltos sectorialmente o con medidas específicas, reconociendo que se trata de problemas urbanos que han cambiado de escala y se han transformado en problemas metropolitanos. Esta consideración parece profundamente inadecuada, ya que la situación es bien distinta: los problemas de la ciudad no han cambiado sino que definitivamente los problemas son otros.

El argumento que se intenta desarrollar en estas líneas, va en la dirección de reconocer que la consolidación de un espacio metropolitano no implica sólo un cambio de escala de los procesos o fenómenos urbanos. Más bien se trata de un cambio que lleva de una realidad a otra, en la que no sólo las exigencias técnicas, administrativas o políticas son diferentes, sino también la naturaleza de los conflictos es distinta. El crecimiento demográfico y las transformaciones espaciales de Santiago de Chile no han estado paralelamente acompañadas por un desarrollo territorial ni institucional.

El punto de partida de la solución a los problemas no resueltos en el espacio metropolitano de Santiago de Chile, es decir, a los desafíos metropolitanos, es la adecuada identificación de la lógica propia del territorio que se aborda. Es relativamente simple sostener que es necesario tener claridad respecto del problema metropolitano. Pero, ¿cómo y para qué se define el problema metropolitano en el caso específico de Santiago de Chile?.

Entonces, en el caso de Santiago de Chile el primer desafío es de carácter ontológico. No debido a que se trate de un asunto metafísico sino más bien porque es evidente que se ha hecho necesario reflexionar acerca del ser metropolitano y de su trascendencia. Obviamente, esta reflexión exige plantearse en los términos en que tradicionalmente el análisis geográfico lo ha hecho, es decir, sin menospreciar los efectos de componentes territoriales intangibles, ya que muchas veces la planificación urbana parece abocada esencialmente al problema de la materia, sin haberse preguntado previamente acerca de las ideas que inspiran la construcción material. Al parecer, el espacio metropolitano de Santiago de Chile no ha sido bien reflexionado en su conjunto. Dicho de otra forma, se puede afirmar que aún estamos en un momento en que no se han establecido las bases conceptuales que orienten una política metropolitana que sea capaz de orientar líneas de acción metropolitanas. Tal como indica la cita de John W. Dyckman incluida al comienzo, la metrópolis santiaguina es un sistema que ha sido muy descrito pero, al prestar atención a la forma en que se han intentado resolver sus problemas, se hallan evidencias contundentes de que ha sido poco entendido. De alguna manera, lo que se sugiere en este escrito es evaluar la prioridad que le ha sido asignada al territorio (entendido como un producto social que implica materialidad, historia e identidad, entre otros aspectos relevantes) en el diseño del espacio metropolitano.

En esta dirección, el desafío de reconocer tanto las responsabilidades como las capacidades de los actores (institucionales y no institucionales) es quizás uno de los asuntos pendientes. La ciudadanía ha dejado de ser partícipe de la construcción de los espacios cotidianos en que realiza su propia vida y, tal vez como consecuencia de ello, se ha hecho menos responsable del asunto. El reclamo ha dejado de ser ciudadano para convertirse en reclamo de mercado y, como consecuencia, el clientelismo no permite hacer co-responsables a los habitantes de la resolución de sus propios problemas. Por lo demás, las autoridades no han logrado establecer con claridad y eficacia medios de participación efectiva. Existe lo que podría llamarse una participación nominal que permite cumplir con los expedientes oficiales (en la elaboración de los planes reguladores, por ejemplo) o bien, experiencias de participación muy locales de impacto muy restringido y modesto. De alguna manera, se hace necesario revalorar las estrategias exitosas y perfeccionar mediante nuevas demandas institucionales, una participación ciudadana más activa, ya que está más o menos demostrado que Santiago de Chile no se cuenta con un capital organizacional que facilite la participación organizada de la ciudadanía.

La figura del Defensor del Pueblo (bien conocida en la experiencia española) podría replicarse en el caso de Santiago de Chile con relativo éxito en el corto plazo, ya que frente a la impronta que las políticas de corte neoliberal han conseguido dejar en las actitudes y expectativas de los habitantes (clientelismo), esta figura podría resolver algunas de las deficiencias en materia de participación al canalizar inquietudes, propuestas y, sobre todo, demandas o quejas de la ciudadanía.

Sin duda, uno de los desafíos más evidentes y, al mismo tiempo, uno de los más complejos de resolver, sea la reducción de los niveles de segregación socioespacial. Esto tiene varias dimensiones ya que por un lado exige la reducción de la segregación residencial, que entre otros aspectos implica mejorar la calidad de vida de las personas y tiene como requisito mejorar la calidad de la vivienda social (desde varios puntos de vista tales como la materialidad, la localización, la superficie construida, etc.). Además, la mejora de la calidad de la infraestructura y del equipamiento urbanos, que deberían ser concebidos a priori como estructuras que operan a escala metropolitana. En la práctica esto significa reconocer que los problemas tienen su dimensión espacial específica y que en ningún caso se ajustarán a los límites de la división político administrativa vigente en la actualidad. Buen ejemplo de este conflicto territorial en Santiago de Chile es el transporte metropolitano de pasajeros.

En otra dirección, a pesar de la extraordinaria capacidad del Santiago metropolitano de atraer inversión, dinamismo económico y beneficiarse de la economía y de las virtudes metropolitanas que ha consolidado (conviene revisar nuevamente la figura 1), importantes volúmenes de población se ven afectados diariamente por las dificultades propias de la segregación socioespacial, es decir, viven los efectos negativos de la visión que los planificadores han tenido de Santiago de Chile. Y no se trata sólo de los grupos más empobrecidos, ya que afecta también a grupos que ostentan ingresos medios y medios bajos. Tal como indican Hidalgo y Arenas para el caso de la política de vivienda social en Chile, una de sus “debilidades históricas” ha sido “el hecho de que los planificadores las han pensado [las viviendas sociales] sólo para resolver el problema del alojamiento y no el de la integración social y territorial de sus habitantes y sus lugares al resto de la sociedad y de las áreas urbanas en las cuales se ubican [localizan] dichos conjuntos” (Hidalgo y Arenas, 2003:76). Una vez más la recomendación de actuar a partir de consideraciones sistémicas y miradas integrales de la ciudad es la más pertinente.

Igualmente se obliga al Santiago Metropolitano a reducir las diferencias en la distribución del ingreso, a fin de dotar a la población de mejores posibilidades de sobrellevar el estilo de vida metropolitano, marcado por el aumento inevitable de los costos de transporte en el modelo actual. La mejor integración de los sectores público y privado en una nueva institucionalidad podría dar respuestas a este asunto. La experiencia del Bilbao Metropolitano y la Corporación Bilbao Ría 2000, es un buen ejemplo de lo que podría implementarse en Santiago de Chile para resolver problemas específicos de carácter estratégico, tales como el transporte y la gestión de la movilidad metropolitana. De esta forma, se podría garantizar tanto la mejora del acceso a servicios públicos y privados de mejor calidad como la rentabilidad económica de las empresas.

El ajuste de la institucionalidad del Estado y las administraciones públicas a la realidad metropolitana podría remediarse en el corto plazo con la aplicación rigurosa de los principios de “subsidiaridad, complementariedad y solidaridad” territoriales (Arenas, 2006). Sin embargo, en el largo plazo se hace necesario contar con instituciones metropolitanas que hoy no existen, a fin de garantizar la superación de las deficiencias en materia de coordinación y articulación de las instituciones que hoy existen. Lo que Santiago de Chile necesita es una institución que responda a la responsabilidad de gestionar el espacio metropolitano, a fin de garantizar la acción pública coordinada, eficaz y territorialmente coherente.

Finalmente, el problema vuelve al punto de partida, es decir, a la necesidad de concebir un nuevo modo de regulación del espacio metropolitano. En opinión del autor de estas líneas, implementar un nuevo gobierno metropolitano es una prioridad. Esto exige identificar con claridad los costos de soluciones de este tipo, a fin de diseñar presupuestos e identificar fuentes de financiamiento.

En la actualidad, la idea de que el espacio metropolitano de Santiago de Chile es un todo integrado no se verifica en las acciones institucionales. La postergación de las soluciones es la postergación de las personas, ya que los problemas de la ciudad son situaciones que limitan el desarrollo de los individuos, ya que se lesionan principios básicos como la igualdad, la justicia y el derecho. En consecuencia, se pone en juego la protección y el respeto de los derechos fundamentales.

Es preciso insistir en un punto en particular: al sostener que los problemas metropolitanos pendientes son un desafío, se reconoce la tarea pendiente desde una posición marcada por el optimismo. El desafío institucional metropolitano es equivalente al desafío social, ya que se trata de garantizar el respeto de los derechos humanos, a partir de una nueva mirada de la realidad que deja de ser urbana y pasa a ser metropolitana. La trascendencia de esta cuestión es fundamental, ya que sin proyecto claro no habrá acción programada. Igualmente, sin instituciones claras, no habrá compromiso social por parte de los actores, para lo cual se hace necesario establecer un renovado dialogo social.

 

IV. Referencias bibliográficas y fuentes

ARENAS, Federico (2006). Siete claves para discutir acerca de la planificación urbana en Chile. EN: Capel, Horacio e Hidalgo, Rodrigo (Eds.) Construyendo la ciudad del siglo XXI. Retos y perspectivas urbanas en España y Chile. Santiago de Chile. Instituto de Geografía de la Pontificia Universidad Católica de Chile. 382 p. Serie Geolibros.

Banco Central de Chile. Bases de estadísticas económicas en línea. [En línea: http://www.bcentral.cl/].

Capel, Horacio (1985). La definición de lo urbano. Scripta Vetera. [En línea: http://www.ub.es/geocrit/defin.htm]. Reproducido de: Estudios Geográficos, nº 138-139 (número especial de "Homenaje al Profesor Manuel de Terán"), febrero-mayo 1975, p 265-301.

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Hidalgo, R; Trumper, R. y Borsdorf, A. (Eds.). (2005). Transformaciones urbanas y procesos territoriales. Lecturas del nuevo dibujo de la ciudad latinoamericana. Santiago de Chile. Instituto de Geografía Pontificia Universidad Católica de Chile. 325 p. Serie Geolibros.

Hidalgo, Rodrigo y Arenas, Federico (2003). Las políticas de vivienda social y la construcción del espacio urbano en Santiago en las últimas décadas. EN: Arenas, F., Hidalgo, R. y Coll, J. (Eds.). Los nuevos modos de gestión de la metropolización. Santiago de Chile. Instituto de Geografía de la Pontificia Universidad Católica de Chile. 239 p. Serie Geolibros.

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Mongin, Olivier (2006). La condición urbana. La ciudad a la hora de la mundialización. Buenos Aires. Piados. 398 p.

Rojas, Eduardo (2005). Las regiones metropolitanas de América Latina. Problemas de gobierno y desarrollo. EN: Rojas, Eduardo; Cuadrado-Roura, Juan R. y Fernández Güell, José Miguel (Eds.) (2005). Gobernar las metrópolis. Washington D.C. Banco Interamericano de Desarrollo. 555 p.

Rubio, Ricardo (2005). Mercados de trabajo metropolitanos en América Latina: organización socioespacial, desafíos y oportunidades para el siglo XXI. EN: Hidalgo, Rodrigo; Trumper, Ricardo y Borsdorf, Axel (Eds.). Transformaciones urbanas y procesos territoriales. Lecturas del nuevo dibujo de la ciudad latinoamericana. Santiago de Chile. Instituto de Geografía Pontificia Universidad Católica de Chile. 325 p. Serie Geolibros.

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Veltz, Pierre (1999). Mundialización, ciudades y territorios. La economía de archipiélago. Barcelona. Ariel. 254 p.

 

Notas

[1] Desde 1990 la participación de la Región Metropolitana de Santiago en el PIB Nacional no desciende del 40%. En el PIB regional se reconoce el importante efecto de la economía urbana del Santiago Metropolitano (Banco Central, en línea). De acuerdo con datos del INE, el producto industrial regional representa cerca del 50% del producto industrial nacional (INE, en línea).


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