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Índice de Biblio 3W

 

Biblio 3W
REVISTA BIBLIOGRÁFICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES
Universidad de Barcelona 
ISSN: 1138-9796. Depósito Legal: B. 21.742-98 
Vol. XVIII, nº 1013-2, 15 de febrero de 2013

[Serie  documental de Geo Crítica. Cuadernos Críticos de Geografía Humana]


LA GEOGRAFÍA, INTERNET Y LA BATALLA POR EL ANÁLISIS ESPACIAL EN LA COMUNIDAD DE GEÓGRAFOS ESPAÑOLES
Un comentario al artículo de R. Lois

Horacio Capel
Universidad de Barcelona

Recibido 4 de diciembre 2012 Aceptado: 20 de diciembre 2012


 

  La geografía, Internet y la batalla por el análisis espacial en la comunidad de geógrafos españoles. Un comentario al artículo de R. Lois (Resumen)

  Se hace un comentario, y algunas matizaciones, al artículo de Ruben Lois, el cual se interpreta como un aspecto de la pugna por la intensificación del análisis espacial. Se aborda, en particular la cuestión del uso de Internet en la geografía y se examina lo que se califica como “la batalla del análisis espacial”.

  Palabras clave: Internet, geografía urbana, teoría y método de la geografía, TIC, TiG, sociedad de la información, análisis espacial.  


 Geography, Internet and the battle for the spatial analysis in the Spanish geographical community. A comment to R. Lois´paper (Abstract)

A comment, and some qualifications, are made to Ruben Lois´ paper, which is interpreted as an aspect of the struggle for the intensification of the spatial analysis. It addresses in particular the issue of the use of  Internet in geography and examines what can be called as ‘the battle of spatial analysis’.

Key words: Internet, urban geography, theory and method in geography, ICTs, GIS technologies, information society spatial analysis.



Creo que, por diversas razones y especialmente por el hecho de publicarse en esta revista, debo una explicación a los lectores en relación con el artículo de Rubén Lois. Ya que él ha insistido en hacer pública su crítica, creo que debo yo también hacerlo con mis matizaciones, puntualizaciones y comentarios, para que los lectores tengan elementos que les permitan formar su propio juicio. En todo caso, estimo que las críticas a un autor que ha tenido una larga trayectoria académica se convierten en una cuestión de interés público, y que exigen que se realice también un debate de ese carácter.

No desearía haber tenido que escribir este texto. No recuerdo haber tenido relación con R. Lois más que una vez en mi vida, con ocasión de un acto académico del que no deseo ahora hablar. En este artículo haré brevemente algunas consideraciones aclaratorias a las dudas o críticas que R. Lois plantea sobre mi obra; luego dedicaré el resto del artículo a cuestiones más generales que se suscitan, o pueden suscitarse, en relación con las cuestiones relevantes que plantea su artículo.


Luces y sombras

Ante todo, quiero agradecer a Ruben Lois la amplia atención que ha prestado a mi obra, el esfuerzo que ha realizado, el tiempo que ha dedicado a su lectura. Agradezco también los juicios elogiosos que realiza a una parte de mi trabajo. Ha efectuado, sin duda, una selección, un muestreo que es suficiente para sus objetivos.

El suyo es un comentario que trata de presentarse como equilibrado, con elogios y críticas, luces y sombras. Los elogios son, sin duda, desmedidos, lo que me hace estarle más reconocido. Las críticas, en cambio, son siempre valiosas, en lo que tienen de interés para la realización de un trabajo científico de mayor calidad. Creo que es muy beneficiosa para la ciencia esa actitud de cuestionamiento de la obra realizada por cualquier autor. Las críticas, además, no solo permiten descubrir facetas desconocidas del criticado (incluso a él mismo), sino que también pueden reflejar algunos aspectos sobre las preocupaciones del crítico, es posible que ignoradas o mal percibidas por él.

El argumento general del artículo creo que es algo así como esto: H. Capel hizo contribuciones interesantes y rupturistas en los años 1970; pero luego se adocenó, y no siguió el desarrollo de la geografía actual; su obra “manifiesta contradicciones y lagunas”, y en concreto, en lo que se refiere a las TIC muestra “deficiencias”.

No me alegra, desde luego, la pobre opinión que tiene R. Lois del trabajo que he realizado en los últimos años, sobre todo, porque me he aplicado con laboriosidad y diligencia al mismo. Quiero añadir que no me molestan las críticas a mi propia obra o que alguien señale sus limitaciones e insuficiencias. Nadie las conoce mejor que yo mismo, y soy muy consciente de que mi trabajo es muy limitado en relación con todo lo que se debería hacer. Poco debo decir ante ellas. Desde luego, me habría gustado hacerlo mejor y producir una opinión más favorable a R. Lois.

Espero que, al menos, reconozca que me he dedicado exclusivamente a la universidad, sin tener ninguna veleidad de hacer estudios aplicados que pueden distraer de las funciones docentes e investigadoras, aunque, a veces produzcan beneficios económicos sensibles para sus autores. He intentado cumplir con mis obligaciones como funcionario público, que es lo que en realidad somos los profesores universitarios en las Universidades públicas españolas, pagados por el Ministerio de Educación; y he procurado realizar cuidadosamente las muy estrictas obligaciones laborales que establece el contrato de dedicación exclusiva a la Universidad, que debemos firmar quienes nos acogemos a esa modalidad.

Una selección de las valoraciones que hace a mis trabajos de los años 1980 y posteriores puede ser ésta: R. Lois estima que las contribuciones que he realizado entre 1982 y 1993 “pueden calificarse como poco relevantes e incluso contradictorias con algunos de sus postulados precedentes en teoría de la Geografía”; observa, en general, “una periferización de las temáticas abordadas en su obra, la multiplicación de artículos de contenidos no necesariamente conexos, y el abandono de las cuestiones centrales del análisis y la reflexión geográficas”; y concede gran significado a lo que él considera “la ausencia de un proyecto de integración de todos los estudios particulares en la gran narración de Filosofía y Ciencia”.

Según él, yo habría optado “por un refugio en cuestiones apartadas de las preocupaciones de una Geografía y unas ciencias sociales en España”; y alude finalmente al importante cambio que ha conocido la geografía española a partir de los años 1980, una valoración de la evolución disciplinaria en la que coincido plenamente con él.

Poco tengo que decir a esa percepción que tiene sobre mis trabajos el autor del artículo. Habría deseado no decepcionarle, y me gustaría, desde luego, que no todos los lectores coincidan con su juicio. Tal vez podría explicar la conexión que hay entre los artículos de temáticas diferentes, y lo he hecho ya en alguna ocasión. En todo caso, es interesante conocer las percepciones que otras personas tienen del trabajo que uno realiza. Y desde luego, si la obra de un autor concreto se convierte en un obstáculo epistemológico para el desarrollo de una disciplina, entonces la crítica o las llamadas de atención son especialmente oportunas.

Si la crítica en la ciencia es siempre muy positiva, no sé si lo es tanto el hacer insinuaciones algo malévolas, como yo percibo en el artículo, creo que sin exceso de susceptibilidad. O el hacer interpretaciones a partir de un examen apresurado.

No me reconozco, por ejemplo, en algunas de las lecturas o interpretaciones que hace de mis trabajos. Tal vez no ha tenido tiempo para leerlos con cuidado. Creo, concretamente, por citar un caso, que no tiene razón en lo que se refiere al libro Filosofía y ciencia en la geografía contemporánea cuando afirma que en él asumo “de forma ortodoxa los postulados de Kuhn sobre los paradigmas científicos, los cambios revolucionarios en los mismos y el progreso de las disciplinas académicas (…) aplicándolos a la historia de la Geografía”. Sin embargo, no hay más que leer el capítulo IX de dicha obra (y concretamente las páginas 248-257 de la primera edición de 1981, o las 231-239 de la nueva edición ampliada de 2012) para poder encontrar las razones por las que no consideré oportuno utilizar ni la concepción foucaultiana de las sucesivas epistemes (presentada en Las palabras y las cosas ), ni la concepción de los paradigmas de Kuhn (presentada en La estructura de las revoluciones científicas). Frente a ellas consideré útil explorar la validez de la contraposición entre positivismo e historicismo, que es lo que se desarrolla en los capítulos 10 a 13. No voy a entrar en el análisis de otras interpretaciones un tanto apresuradas que él ha hecho de los diferentes trabajos que ha utilizado, pero creo que es una muestra significativa de la rapidez con que ha realizado las lecturas, tal vez por sus muchas ocupaciones.

Por otra parte, puedo añadir que tampoco era mi intención defender en dicha obra la idea de que Humboldt y Ritter fueran los padres de la Geografía contemporánea, aunque hayan tenido influencia en ella. El mismo título que a la parte dedicada a esos dos autores trataba de mostrarlo: los consideraba “los padres putativos de la Geografía”, utilizando un término ampliamente conocido y aplicado a un carpintero muy famoso que, en realidad, según la leyenda, no era propiamente el padre del santo hijo concebido por su esposa. Según el Diccionario de la Academia, putativo (del verbo latino putare, pensar, considerar, reputar) es alguien que es “reputado o tenido por padre, hermano, etc, no siéndolo”.

Finalmente, con referencia a la escasa relación o incluso la “evidente contradicción” que cree percibir entre lo que se dice en Filosofía y ciencia, y el programa de investigación sobre historia y teoría de la geografía que he tratado de ir desarrollando, tal como yo lo veo, no habría más que leer lo que se dice sobre ello en algunos trabajos que he publicado, para tener una idea de los objetivos. Por ejemplo, en lo que se refiere al programa de investigación en historia de la geografía, es posible que la lectura del artículo titulado  Historia de la ciencia e historia de las disciplinas científicas. Objetivos y bifurcaciones de un programa sobre historia de la geografía, que fue publicado en el número 84 de Geo Crítica. Cuadernos Críticos de Geografía Humana (1989) <http://www.ub.edu/geocrit/geo84c.htm>, le hubiera dado, creo, una perspectiva para considerar los objetivos del mismo, en el periodo anterior al siglo XIX, y para tener una idea sobre el conjunto del programa, que en lo posible, se ha extendido también a la sociología de la ciencia y de las comunidades y corporaciones científicas y técnicas. Que yo haya pasado de unos temas a otros, es sin duda cierto, y tiene que ver con mi interés por diferentes problemas; pero que eso pueda ser calificado como “un proyecto aparentemente unificador y omnisciente sobre nuestra disciplina”, no sé si refleja mala fe o es un elogio poco diestramente expresado.

Debo decir también algo sobre sus juicios sobre los dos primeros volúmenes de la obra La morfología de las ciudades. Agradezco los elogios a este libro, y que declare “el mérito de H. Capel al plantearse un estudio con voluntad totalizadora sobre una cuestión muy relevante para el conocimiento geográfico”. Aprecio asimismo su valoración de que el libro acomete el estudio de la ciudad “desde una perspectiva clásica y bastante ortodoxa”, y que se aborde “desde una concepción muy tradicional de la Geografía”. Lo que me tranquiliza porque, según su juicio, a pesar del aislamiento que cree descubrir en mí y de las críticas que realiza a continuación, eso muestra que él estima que sigo perteneciendo a la comunidad de los geógrafos. Desde luego, lamento haber caído en “imprecisiones conceptuales” y que la obra manifieste “bien a las claras, ciertas debilidades del autor como analista de los espacios urbanos”; o que en algunos aspectos constituya “un acercamiento anticuado y en parte obsoleto en la clasificación propuesta”. Lo que, puedo añadir, es todavía más grave, porque, encima, yo creía que lo estaba haciendo bien, o al menos así he tratado de hacerlo.

También añade algunas críticas, seguramente justificadas. Según Rubén Lois, en esa obra hay algunos defectos (como la falta de unidad, o la desconexión de algún título con sus contenidos); lo considera “un estudio tradicional de morfología urbana”, y lamenta que no haya leído las propuestas que se hacen “en una serie de manuales extranjeros” sobre temas urbanos, así como “la lectura sobrepasada del concepto de paisaje (que en muchas ocasiones se confunde con el de morfología)”; y que, nuevamente, quede la impresión de estar “ante un geógrafo tradicional, poco permeable a las nuevas ideas que se han sucedido en los últimos decenios”. A mi edad, no me molesta que me considere tradicional, como sin duda lo soy para los jóvenes. Solo diré que he hecho lo que he podido. Mi deseo es que, a pesar de esas insuficiencias, la obra sea útil. Tal vez los lectores se vean espoleados a acudir directamente a ella para formarse su propia opinión.

Critica también “el excesivo protagonismo que Capel otorga al jardín en la innovación del diseño urbano; un debate que emprenderemos en otro momento”. Para cuando lo emprenda, le diré que tal vez valga la pena que los geógrafos exploren la historia de la jardinería, ya que estimo que, además de otros valores, fue un campo en el que se experimentaron formas de organización espacial que luego se aplicaron en el espacio urbano y en el territorio. Como sé que le interesa el análisis espacial y la ordenación territorial, es posible que eso le estimule a prestar atención a dicha cuestión. Si lo hace, le sugiero que vea también algunos libros y artículos que tenemos ya publicados en el portal de Geocrítica (sección “Libros electrónicos y colecciones editoriales”) y en las revistas Scripta Nova y Biblio 3W.

Finalmente, en relación con esa obra sobre la morfología de las ciudades, alude asimismo a la escasa calidad de muchas reproducciones de planos y figuras. Aborda aquí un problema complejo, y que a veces no se resuelve de forma adecuada. Estimo que una cosa es un artículo científico (donde es lícito reproducir una figura citando solamente el autor y la fuente), y otra un libro publicado por una editorial y que va a circular comercialmente, con beneficios económicos para los autores. En este último caso, creo que es necesario también tener el permiso explícito de los propietarios de los derechos, lo que hace la gestión de ello algo laboriosa. Esa es la razón por la que en los dos volúmenes que comenta de La morfología de las ciudades no se incluyeron todas las figuras que habrían sido necesarias; a pesar de ello no me parece que sean tan escasas: 37 en el volumen I, y unas cien en el II. Una parte eran fotografías hechas personalmente por mi, y en las restantes figuras se obtuvo explícitamente la autorización de las ilustraciones que poseen derechos de autor (puede verse lo que se dice en el volumen I, página 15), y solo se incluyeron sin necesidad de solicitar el permiso aquellas publicadas en libros antiguos, que ya están exentos de dichos derechos.

No siempre se procede así en los libros que se publican en España. Reproducir una figura sin permiso de los autores y de los propietarios de los derechos, aunque se cite su fuente (a veces de forma inapropiada o equívoca) es algo que no debería aceptarse. Ya que R. Lois ha planteado el tema, señalaré concretamente, que no estoy seguro de que el libro recientemente publicado y coordinado por él sobre Los espacios urbanos. El estudio geográfico de la ciudad y de la urbanización, editado por Biblioteca Nueva, haya cumplido suficientemente con estas exigencias. Tiene más de 60 figuras, algunas, desgraciadamente, mal reproducidas y con escasa legibilidad; pero, sobre todo, en ningún caso se cita el copyright y la concesión de los derechos de reproducción, lo que resulta extraño. Sin aludir en este momento a los problemas planteados por otras figuras de dicho libro, que son numerosos, me limitaré a citar un solo caso. La figura 9 (p. 58 de su libro) se atribuye a Zárate 1991, lo que es incorrecto, porque se trata de una figura que en realidad procede de otra fuente, que no se cita. Puedo añadir que en ella no solo debería haberse indicado que dicha fuente es un trabajo de Roger M. Down publicado en 1970, sino también que la figura que se reproduce está tomada directamente de un artículo mío, sin citarlo; concretamente de la adaptación que yo mismo hice de ella (citando la fuente) en un artículo que se publicó en la Revista de Geografía de la Universidad de Barcelona en 1973 y titulado Percepción del medio y comportamiento geográfico <http://www.raco.cat/index.php/RevistaGeografia/article/viewFile/45873/56665>,  donde adapté la figura original, traduciendo las leyendas al español (la figura reproducida con las adaptaciones que yo realicé puede verse en la página 65 del citado artículo) no hay más que compararla con la que se reproduce en su libro, e identificada como procedente de Zárate 1991, cuya editorial, por lo que yo recuerdo, tampoco pidió ningún permiso.

No puedo dejar de aludir también al número que me dedicó la revista Anthropos, al que él se refiere. Fue publicado inicialmente en 1982, y ampliado y reeditado en 1993. La composición del número, decidida por la revista, vino dada por la continuidad con otros monográficos dedicados a autores concretos en esa serie, todos los cuales tienen idéntica estructura. Más de cien autores de carácter muy variado han sido examinados críticamente en sus páginas. Sospecho que el motivo por el que decidieron, en aquel momento, dedicar un número a mi obra fue la difusión y el impacto que había tenido la serie Geo Crítica. Cuadernos Críticos de Geografía Humana (iniciada en 1976), y los debates a que había dado lugar en la geografía española. En todo caso, el lector podrá acudir a las páginas de ese número de Anthropos y formarse una opinión personal sobre los textos y las fotografías a las que alude R. Lois, así como sobre las “personas próximas” a mi trayectoria, a las que también alude, y sobre la “colección de recensiones (sin asomo de crítica, salvo las dirigidas a otros geógrafos que no siguen la estela del intelectual homenajeado)”; el lector podrá juzgar personalmente a partir de los nombres de los autores de ellas, y de los textos que escribieron.

Es posible que R. Lois tenga razón, y que en mis trabajos “siempre emerge el narrador dispuesto a emitir doctrina, que sólo mira a partir de su obra personal” (lo de la ‘doctrina' volveremos a encontrarlo más adelante, cuando Lois aclare quién debe emitirla). Siempre se aprende del juicio de los demás, aunque confieso que me ha sorprendido la contraposición que hace entre un “Capel útil, necesario en la difusión de nuevas ideas”, y “el profesor que intenta que todo lo relevante gravite sobre él”.

No debo entrar aquí en las otras cuestiones personales, que hasta aquí he abordado, de forma cordial y con simpatía hacia el camino que ha emprendido. Pero, en cambio, creo que debo aludir más ampliamente a algunos temas que suscita en su escrito, referentes a aspectos generales y que tienen, creo, un alcance corporativo e institucional.


El ‘universo de Geocrítica'

Lois alude en el apartado III de su artículo a lo que denomina “el universo Geocrítica”, y a la celebración de los Coloquios Internacionales de Geocrítica. Según él “la creación pionera y rupturista de Geocrítica” se ha transformado en algo muy diferente: “unas reuniones a las que se presentan un elevado número de trabajos, en una amplia gama de temas previamente formulados, con una desigualdad en su rigor científico y temática”. Nuevamente, no alcanza uno bien el sentido de ese comentario desvalorativo. Parece querer mostrar, otra vez, la incoherencia de un programa. Para él en los Coloquios de Geocrítica “se reproduce el modelo denostado de los congresos generales o temáticos de la Geografía que animaban nuestras asociaciones representativas de profesores y profesionales de la disciplina hace años”. Tal vez debería dar algún argumento para apoyar sus afirmaciones, al igual que las otras sobre “las antinomias planteadas” y la creación de otras nuevas “en relación con el funcionamiento de la comunidad académica de la que formamos parte”. No veo en su escrito una apreciación positiva. Solo se señala que en el último Coloquio revisado, el XI, “la dispersión y la masificación avanzan”; es decir, nuevamente, como argumenta repetidamente en su artículo: cada vez peor. Quiero decir, incidentalmente, que pienso que se equivoca: en cada Coloquio Internacional de Geocrítica se aceptan normalmente unas 160 comunicaciones (entre las 300 o 400 que se proponen), el número que pueden ser atendidas por todos los participantes en los días de la reunión, sin sesiones paralelas, a no ser excepcionalmente, para que los trabajos puedan ser escuchados y debatidos por todos; en cuanto a los temas, son siempre concretos y específicos <http://www.ub.edu/geocrit/ciu.htm>, en relación con los problemas que nos preocupan a quienes organizamos dichos Coloquios.

Respecto a los Coloquios, al menos creo que Lois debería recordar, para empezar, que, además de celebrarlos, asumimos todos los costes de ello, ya que estos encuentros no han contado con ninguna subvención económica especial, son de inscripción gratuita y de coste cero para las instituciones organizadoras, y todos los participantes se han arreglado para encontrar ayudas personales o institucionales para sus viajes. No somos ninguna Asociación de Geógrafos que cuente con las cuotas de sus afiliados y con subvenciones oficiales, ni un Colegio Profesional, ni una Academia, ni contamos, como algunos centros de estudios, con subvenciones ni ayudas de gobiernos ideológicamente afines de Comunidades Autónomas, Municipios o Centros Tecnológicos. Tampoco cobramos 100 euros “en concepto de financiación de los costes de edición” de nuestras revistas (como se hace en otras). Sobre otros rasgos de esos Coloquios, la lectura de las Actas o de los números extraordinarios de Scripta Nova tal vez dé a los lectores una idea más precisa para valorar los juicios que se hacen en el artículo. Que en las circunstancias de organización antes citadas, y con nuestro esfuerzo personal hayamos evaluado, debatido y publicado unas 1.200 comunicaciones, tal vez merecería una mejor valoración de la que él hace.

R. Lois no parece estar tampoco muy contento con las revistas Scripta Nova, Biblio 3W y Ar@cne. Les dedica pocas palabras, esencialmente para decir, de pasada que “sin mantener una calidad homogénea”, han sido incluidas en clasificaciones internacionales de impacto. Sobre eso me limitaré, en esta ocasión, a una sola pregunta: ¿cree que las otras revistas de geografía españolas o extranjeras mantienen siempre una calidad homogénea (incluyendo en este análisis a la otra española que está también en el ISI)?

Una y otra vez reitera la mirada benévola al pasado y los defectos del presente. Según él, “la propuesta sugerente de Geo Crítica se ha dividido en tres paralelas”, que reconoce que están “francamente bien considerados en el mundo hispanohablante y en Brasil”, pero que al igual que los Coloquios de Geocrítica, “han sustituido el carácter alternativo e innovador por otro más convencional, con algunas incertidumbres en los sistemas de control de calidad de los artículos publicados en sus números”.

No es el momento de reiterar las razones por las que Geo Crítica. Cuadernos Críticos de Geografía Humana desapareció al llegar al número 100 y las razones por las que surgieron, en su lugar, cuatro series sucesivas: Scripta Vetera, Scripta Nova, Biblio 3W y Ar@cne. Ya lo he hecho en otro momento y es seguro que la capacidad lectora del R. Lois le permitirá descubrirlo.

Más importancia tienen, en cambio, las dudas que expresa sobre las “incertidumbres en los sistemas de control de calidad de los artículos publicados” en las comunicaciones admitidas a los Coloquios de Geocrítica. Está bien que se planteen esas dudas; al igual que deberían suscitarse con referencia a los demás congresos geográficos que se realizan en España y en otros países. En todo caso, la insinuación que hace sobre el sistema de control, seguramente sorprenderá a los centenares y centenares de profesores de España, Portugal y países iberoamericanos que han colaborado en ese difícil y duro trabajo de la evaluación científica. Tal vez si R. Lois puede dedicar un tiempo a leer la veintena de artículos que hemos dedicado a partir de 2001 (el día 31 de diciembre de cada año) a analizar y debatir la marcha de las tres revistas periódicas citadas (Scripta Nova, Biblio 3W, y Ar@cne), y si examina la relación de los evaluadores que han actuado en ellas y en los números extraordinarios de los Coloquios de Geocrítica, podrá encontrar algunas respuestas a sus inquietudes.

Ya que lo ha planteado para los Coloquios de Geocrítica espero que lo haga asimismo de forma explícita sobre otros en los que él mismo ha participado activamente. No creo que sea necesario hacerle aquí un recordatorio de ellos, con subvenciones generosas a las que se unen los recursos obtenidos por la inscripción al congreso, y con sistemas de control que no creo que sean muy distintos de los que utilizamos nosotros.

De pasada, hace también R. Lois una alusión a los Premios Internacionales Geocrítica, que se conceden con ocasión de esos Coloquios, y ahora anualmente. Según Lois en los Coloquios de Geocrítica “el organizador (H. Capel) presenta, concluye y homenajea a algún geógrafo o científico social destacado por su trayectoria (y evidentemente próximo al animador de estos encuentros)”.

He explicado varias veces, con ocasión de los mismos premios, las razones de su concesión <http://www.ub.edu/geocrit/pgc.htm>. Se trata de mostrar ejemplos de trabajo investigador y de magisterio de geógrafos y de científicos sociales de nuestro ámbito cultural y otros próximos. Al menos reconocerá que no se obtiene ningún beneficio de su concesión: el premio es totalmente honorífico, y no cuesta nada a ninguna institución. Nos da mucho trabajo a quienes lo gestionamos, y a quienes lo obtienen, como puede comprobarse si se examina con un poco de cuidado la documentación que acompaña a cada uno de ellos. El premio es más bien un pesado fardo a los premiados, ya que han de pagarse el viaje para recibirlo y preparar una conferencia para la ocasión, que siempre es, como se les pide explícitamente, sobre su propia obra en el contexto de la evolución del pensamiento científico general de su país o del mundo. Confío en que los lectores hayan obtenido algún beneficio leyendo las actas del jurado sobre la trayectoria académica y las aportaciones científicas de los premiados, así como de los discursos de los actos de entrega del premio; y nos gustaría también una valoración positiva de R. Lois sobre todo ello, que esperaremos.

No entiendo bien la descalificación que realiza el R. Lois de este premio. Lo sorprendente es que asociaciones nacionales e instituciones como la Asociación Española de Geógrafos no hayan pensado en hacer algo similar para premiar a geógrafos y científicos sociales ibéricos o iberoamericanos. Hay muchos cuya obra y cuyo magisterio merecerían ser reconocidos públicamente, para ejemplo de los jóvenes y de otros no tan jóvenes. Tal vez sería conveniente que, como he propuesto en alguna ocasión, y reitero ahora, una vez que, después de haber otorgado doce premios, son ya conocidos, la Asociación de Geógrafos Españoles se hiciera heredera de la concesión de este Premio Internacional Geocrítica, lo que aseguraría su continuidad.


La Geografía e Internet

Aprecio también que R. Lois afirme respecto a mí que “el geógrafo urbano muy tradicional de principios de los 2000 conviva con el profesional atento a las posibilidades de Internet, mucho antes que la mayoría de sus colegas”. Me quedo con ese reconocimiento, y me parece natural la crítica que a continuación realiza sobre la escasa entidad de las aportaciones que he realizado. Es posible que les hayan sido útiles a algunos, al menos a los estudiantes, con lo que me daría por satisfecho. He de agradecer nuevamente el reconocimiento que hace de mi trabajo. Y lamento que tenga la impresión de que en lo que escribo emerja siempre “el narrador dispuesto a emitir doctrina [otra vez este término], que sólo mira a partir de su obra personal”; y también que vuelva a hacer un juicio apresurado, cuando alude a “el Capel centrado en sí mismo que ve poco más allá de lo editado por su grupo en Barcelona, por Geocrítica, y por profesionales muy próximos a su trayectoria”; lo que si se consulta la bibliografía de los artículos que cita, se podrá comprobar que no es, en absoluto, cierto (aunque es tanta la bibliografía que se produce que siempre se podrá echar en falta la ausencia de uno u otro autor).

Estima que son seis los trabajos que he escrito relacionados con Internet, y que han sido publicados en las revistas Biblio3W, Ar@cne y Scripta Nova. Alguno de ellos no son propiamente artículos, sino que están pensados como materiales para los estudiantes (por ejemplo, el que se refiere a los campus universitarios); ese es también, en parte, el objetivo de la revista Biblio 3W. Otros son resultados de mi asistencia a un concurso de profesores de Geografía Humana, sobre lo que me pareció interesante presentar públicamente mi opinión, y del debate posterior que se produjo.

El comentario de esos seis artículos le sitúa “frente a la verdadera dimensión de H. Capel como geógrafo y analista de la realidad”. Y a continuación los elogios, que agradezco, y las descalificaciones, que tomo en consideración; en todo caso, no entiendo bien el tiempo y el trabajo que ha dedicado a leer textos que le parecen tan poco valiosos, y que “no discriminan direcciones relevantes de otras más superfluas”. Seguramente lo más sensato hubiera sido que los ignorara y que hiciera él mismo esas tareas que considera necesarias, elaborando los trabajos oportunos dedicados al tema.

Los lectores pueden acudir, otra vez, a los artículos originales que cita, y formarse una idea personal sobre los debates que han existido acerca de las tecnologías de la información y la comunicación, y de las tecnologías de la información geográfica en las revistas de Geocrítica. El primero de ellos, de 2005, tuvo que ver con un concurso de profesores de Geografía Humana, de cuyo tribunal formé parte, tras el cual, como he dicho, me pareció oportuno dar mi opinión, en el sentido que para esa plaza se necesitaban candidatos que mostraran un conocimiento amplio de la materia y mi rechazo a que presentaran solamente programas de TIG.

Una parte de las consideraciones que hace sobre las actividades de los geógrafos españoles, creo que no tienen nada que ver con lo que yo decía en ese artículo y en los otros, como estimo puede comprobarse fácilmente si se lee. Cuando contesté a un artículo lo hice con referencia a un texto que estaba firmado por ocho profesores, y lo consideré –como parece ahora que es– una especie de manifiesto. En ese artículo sus autores preguntaban “¿Son las Tecnologías de Información Geográfica (TIG) parte del núcleo de la Geografía?”. No tengo dudas de que lo sean, pero eso no tiene que ver con las cuestiones que yo planteaba. Desde luego no impartía doctrina (cosa que según Lois está reservada a una Asociación) sino que traté de hacer pública mi propia opinión. Que alguien se moleste por ello, necesita de alguna interpretación psicológica o corporativa. Creo que, en realidad, la clave es que en la geografía española no existe el hábito del debate y molesta cualquier disentimiento con los consensos que algunos establecen, o quieren establecer. Sigo pensando que aunque las TIG formen parte del núcleo duro de la geografía, en los concursos sobre Profesores Titulares de Geografía Humana los candidatos deben mostrar un conocimiento del conjunto de la materia, y no solo de esas tecnología. Si se quiere promocionarlas, como parece oportuno, hay un camino muy fácil: que las asociaciones geográficas promuevan la creación de plazas específicas para ello. Me alegra que estime que los comentarios que yo hacía están llenos de sentido común, y no me parece mal dar la opinión sobre “cómo se deben seleccionar los futuros profesores y qué debemos hacer para conservar la disciplina unida que nos han legado”.

En cuanto a la revista Ar@cne, me alegra asimismo que estime que es “un proyecto editorial necesario”. He hablado de los objetivos de esta revista en varias ocasiones. Creo que, efectivamente, se están publicando en ella trabajos útiles, y desde luego, está abierta a la colaboración de los geógrafos españoles e iberoamericanos; nada nos alegraría más que publicar también trabajos del mismo Lois y de otros expertos, dirigidos al público español e iberoamericano.

Sobre los otros trabajos que analiza, me satisface que los resuma, a su manera, y haga elogios de ellos; no me molesta que hable al mismo tiempo de mis carencias. Hay, desde luego, muchos temas que faltan y que deben ser tratados, y no dudo de que el mismo Lois y otros colegas lo harán, o lo hacen ya, muy bien. Sobre los materiales disponibles en Internet y que son de interés para la ciencia, tratamos de dar noticias de ellos en nuestras revistas. Me alegra que se reconozca su utilidad, sobre todo si recuerdo que en 1996, cuando propuse la creación del portal Geocrítica, un cierto número de geógrafos con los que contacté se negaron a colaborar afirmando que Internet no era apropiado para la difusión del conocimiento científico, y que ésta debía hacerse por otros canales.

La pregunta que hace a continuación sobre los trabajos que he dedicado a las tecnologías de la información, es la siguiente:

“En definitiva, seguimos sin saber si metodológicamente H. Capel ha realizado una investigación exhaustiva, rigurosa, apoyada en criterios científicos serios, o simplemente se han buscado palabras de referencia de forma rápida para añadir este relatorio desigual y desordenado, exceptuando de nuevo el apartado sobre la enseñanza digital de la geografía en España, donde el website de Geocrítica contabiliza 14 referencias, otros sitios de España un total de 7 y de Iberoamérica 24”

Lo cual le conduce a R. Lois a analizar de forma amplia y crítica uno de los trabajos, en el apartado que titula expresivamente “predicando la buena nueva con retraso”.


La geografía en red

En este apartado final realiza un amplio examen del artículo sobre Geografía en red a comienzos del tercer milenio. Le agradezco, otra vez, esa atención, que une a comentarios a veces muy pertinentes a lo que digo. Como siempre me gusta ver las cosas por el lado positivo, me quedo con su juicio de que la nueva, es decir, la noticia o especie que se propaga, es buena, aunque, en este caso, se predique con retraso; me alegra haber ayudado –si ha sucedido- a la labor de los evangelizadores más precoces, y haber sido útil, tal vez, a algunos estudiantes y miembros menos avanzados de la comunidad.

Espero que el resumen que hace no le impida al lector acudir directamente al texto original. El artículo fue publicado, efectivamente, sin notas en el volumen Territorio, paisaje y sostenibilidad. Un mundo cambiante, que fue coordinado y editado por los profesores Félix Pillet, Mª del Carmen Cañizares y Ángel R. Ruiz, de la Universidad de Castilla-La Mancha, y en el que se recogen también otras conferencias pronunciadas en el XXIº Congreso de la AGE; y fue editado con notas en la revista Scripta Nova < http://www.ub.es/geocrit/sn/sn-313.htm>.

Me alegra especialmente que Lois encuentre “numerosos elementos de seriedad en el trabajo”. Y no me extraña nada que, siendo él un auténtico experto en la materia, conociera ya muchas de las ideas que se exponen en ese artículo.

Luego señala dos ausencias importantes. La primera “la no presencia de la Geografía, en una narración que se pretende centrada en el conocimiento científico general”; y la segunda, “la falta del más mínimo atisbo de crítica social”. Las dos afirmaciones me parecen sorprendentes, pero estaré atento a las aportaciones que él mismo realice en ese sentido. Cuando se dedique a la tarea le recomiendo vivamente que considere la posibilidad de consultar varias Tesis Doctorales que he dirigido y codirigido sobre la brecha digital y otros temas del uso social de Internet, y que seguramente le ayudarán en su trabajo.

Me satisface comprobar la eficacia que he tenido en la tarea de construir “durante años una imagen de pensador central”. Lamento haber sido culpable de “ausencia de crítica social”, y de haber olvidado las antiguas denuncias que yo había hecho en los años 1970. Su llamada de atención me ha convencido de que hay muchos aspectos que deberían ser abordados; y desde luego, también “por un Capel que no se aparta apenas del discurso de la buena nueva “. Y tomo nota, para el futuro, de las advertencias que formula sobre las posibilidades que ofrece Internet y los riesgos que, oportunamente, denuncia. Esperaremos asimismo las críticas que hará a los riesgos del progreso técnico en el nuevo milenio y sus análisis acerca del control de las corporaciones multinacionales sobre Internet, así como prestaremos especial atención el trabajo que seguramente está elaborando, a partir de las tesis de David Harvey, sobre el desarrollo y los cambios del capitalismo tardío.

Me alegra asimismo compartir tantos puntos de vista con R. Lois, como los que él señala, y haber hecho, aunque sea parcialmente, un discurso “interesante y muy aprovechable”. En cuanto a la tendencia que parece que tengo a “dictar lección”, espero que lo disculpará como una deformación que es resultado de medio siglo haciéndolo en las aulas universitarias.

En lo que se refiere a las afirmaciones que hago en el texto comentado, me sorprende que las comente críticamente. Algunas de ellas coinciden con otras similares que él mismo ha realizado en algún artículo suyo: por ejemplo las que se refieren al ensimismamiento de los geógrafos españoles, o la pertinencia de los discursos morales; volveré a hablar de ello más adelante.

Tiene toda la razón al afirmar que no soy un especialista en la materia, y nunca he pretendido serlo. Pero eso no significa que los artículos que he publicado sobre ese tema no estén justificados. Como se sabe, los trabajos que los profesores universitarios publicamos pueden tener numerosos estímulos y motivaciones. Unos están relacionados con las investigaciones que se realizan. Otros pueden estar vinculados a la docencia, o derivarse de la necesidad de dar la opinión sobre una cuestión, por razones y a partir de requerimientos diversos.

La valoración que hace del artículo La Geografía en red, me parece que muestran una agresividad sorprendente (e innecesaria), que tal vez derive de su falta de información. Las palabras de R. Lois me obligan a darla, con la confianza de que tal vez le ayude a entender las razones y el enfoque de ese artículo.

En septiembre u octubre de 2008 los organizadores del Congreso de la AGE me pidieron, que diera la conferencia inaugural del XXI Congreso de la Asociación de Geógrafos Españoles, que se había de celebrar en Ciudad Real en octubre de 2009. Por muchas razones, que no es el caso de explicar ahora, no podía negarme a ello. A una pregunta mía, me sugirieron el tema e incluso el título de la conferencia, que yo acepté: “La geografía en red”. Supongo que pensaban que tenía experiencia de ello, a partir de la puesta en marcha del portal Geocrítica y de las revistas que en ella existen.

Cuando tuve que empezar a pensar en la redacción del texto de la conferencia, mi hija Alicia, me entregó un libro que acababa de traducir para la editorial Paidós, que se titula La alquimia de las multitudes. Cómo la Web está cambiando el mundo, y que había sido escrito por Francis Pisani y Dominique Piotet. Lo leí y quedé impresionado, al tomar conciencia del significado y de las consecuencias de la Web 2.0. Eso justifica las dos frases iniciales del artículo citado.

Al reflexionar sobre todo ello, me di cuenta que la geografía era una disciplina científica particularmente afectada por la aparición de la Web 2.0. Por esa razón, me dediqué a buscar información bibliográfica sobre el tema. La que encontré y pude leer es la que ofrezco en el artículo, citando siempre cuidadosamente las fuentes. Pensé que en un texto preparado para una conferencia de 60 minutos podía ser interesante destacar una idea novedosa, como es, desde mi punto de vista, la posibilidad que existe hoy, con las nuevas tecnologías, de realizar una ciencia solidaria y con la colaboración de ciudadanos que no son científicos. Eso es válido para diversas ciencias sociales y, especialmente, para un saber científico que desde su nacimiento se ha enriquecido con las aportaciones de viajeros, diplomáticos, comerciantes, misioneros y otras personas que no tenían necesariamente una formación reglada en geografía. Los mapas en colaboración y otras tecnologías disponibles han abierto nuevas posibilidades, que en otros países se están ya utilizando.

Siguiendo con el artículo de R. Lois, en su comentario se refiere también críticamente a las observaciones que hago en el apartado titulado ‘Formación exigente, solidaridad y compromiso social’. Afirma, concretamente, que después de un discurso “interesante y muy aprovechable y que nos permite ordenar nuestras reflexiones, reaparece Capel intentando dictar una lección”, lo que le lleva a enumerar y fustigar cinco afirmaciones que hago en el artículo.

 

Una vez releídas dichas afirmaciones, junto con sus críticas, creo que puedo reafirmarme en ellas, independientemente del acierto con que estén expresadas y de las eventuales contradicciones que puedan existir. No me parece que un congreso de la Asociación de Geógrafos Españoles sea un lugar inadecuado para debatirlas, y no me extrañaría que los mismos miembros de dicha Asociación reclamen que se discutan estos temas en alguna reunión futura; concretamente: 1) además de los grupos de investigación de la AGE y de los Departamentos universitarios (cuando existen), puede sentirse la necesidad de constituir otros todavía más amplios que aborden tareas colectivas para el conjunto de la comunidad científica; 2) convendría que el trabajo científico en la disciplinas sociales, como la geografía, se relacione de forma clara con los problemas más relevantes que tiene hoy la sociedad; 3) pueden cuestionarse las exigencias de las agencias de evaluación científica, que han generado una obsesión por aumentar las publicaciones, con vistas a la obtención de sexenios y otros méritos; 4) los profesores universitarios, que somos efectivamente unos privilegiados, tenemos probablemente obligaciones muy estrictas, y los trabajos que realizan los estudiantes en su licenciatura podrían servir no solo para formarlos científicamente sino también para discutir problemas que tiene la sociedad, en general y en cada lugar concreto; 5) finalmente, es razonable pensar que los jóvenes (hombres y mujeres) deberían realizar un servicio social obligatorio, en sustitución del anterior servicio militar obligatorio (que, naturalmente no debe existir,  lo que hace irrelevante la alusión al género).

 

Todo eso, y otras consideraciones que hago en el apartado sobre “La comunidad científica de los geógrafos y la investigación en colaboración”, permite entender la parte final del artículo (“Una tarea colectiva de los geógrafos españoles”) a la que asimismo alude Lois: 

 “Después de quince propuestas muy desiguales (o animadas por el entusiasmo que a Capel le ha proporcionado difundir a la Geografía española la buena nueva ), se redacta un breve epígrafe final. En el mismo se recapitula sobre todo lo expuesto y se insiste en favorecer una actitud colaboradora entre los geógrafos, las posibilidades inmensas que abre Internet y las terrae incognitae que todavía quedan por descubrir, y el cambio que en la propiedad intelectual ha generado la difusión universal de informaciones y estudios de todo tipo. Un buen cierre de un trabajo con muchos elementos de interés, pero que se devalúa como argumentador cuando H. Capel se convierte en un autor moralizante y con tendencia a la dispersión”

Imaginé que, en la parte final de una conferencia ante el plenario de la AGE, podía ser adecuado reflexionar sobre las oportunidades que la Web 2.0 ofrece a la geografía, y realizar propuestas concretas; se trata de posibilidades de trabajos colectivos en colaboración que pueden ser realizados fácilmente por los geógrafos españoles, para estimular esas tareas solidarias y en colaboración. Puedo añadir que, además de que la opinión de Lois no es muy favorable, sorprendentemente ni la AGE ni ninguno de los miembros de su junta directiva que asistieron a la conferencia, se han dignado no solo poner en marcha alguna de esas propuestas, sino ni siquiera darse por enterados, a pesar de la amistad, y la cercanía física, que tengo con algunos de ellos.

Respecto a una de esas propuestas, me parece especialmente importante, y la ha explicado en varias ocasiones. No me importa volver a hacerlo, a ver si tiene eco. Creo que deberíamos poner en marcha un periódico digital iberoamericano para difundir nosotros mismos el resultado de nuestro trabajo científico, sin necesidad de la intermediación de los periodistas, que realizan generalmente un excelente trabajo, pero que pueden no ser necesarios par la difusión del conocimiento producido en la universidad y en los centros de investigación.

En el caso de la geografía el interés de esa propuesta me parece grande, por la trascendencia de los temas que abordamos. Todas las personas con las que he hablado han considerado muy oportuna la propuesta. Podríamos ponerla en marcha solamente con las revistas que publicamos en el portal Geocrítica. Estaríamos en condiciones de publicar un número mensual de ese periódico digital con una decena de artículos sobre temas de inteerés. Cito ahora los problemas abordados por los artículos que se han publicado en las revistas de Geocrítica desde el verano de 2012 (hasta 5 de diciembre): la construcción de los Estados nacionales, el ejercicio del poder, las políticas públicas y los obstáculos al desarrollo, la Política Agrícola Común de la Unión Europea y la soberanía alimentaria, la identidad urbana, la diferenciación residencial en las ciudades, la recuperación de los regadíos tradicionales, la evaluación de las revistas españolas de ciencias sociales, el desarrollo local, el Congreso de la Población Española, los conflictos ambientales, la expansión del cultivo del tabaco, la visibilidad de las ciudades españolas en Internet, las políticas públicas y los obstáculos al desarrollo, la organización y la crisis de los Estados liberales, la inmigración marroquí en Andalucía, el desarrollo de una región metropolitana policéntrica en Madrid, el capitalismo balear, los cambios demográficos en China, el desarrollo rural en Brasil, el comercio en las ciudades medias españolas, entre otros. Nadie negará que se trata de temas de interés muy general, y que podrían dar lugar a debates públicos atractivos, como también pienso que podría hacerse.

Si a los artículos publicados en las revistas de Geocrítica uniéramos los del Boletín de la AGE y los de otras revistas geográficas españolas, el número de artículos disponibles se multiplicaría rápidamente. Pero además hemos de contar con las otras revistas geográficas de los países iberoamericanos. Una serie de ellas estarían en condiciones inmediatas de unirse al proyecto: Informaciones Geográficas de la UNAM, Cuadernos de Geografía de la UNAL de Bogotá, Terra Livre, de la USP, y otras más. Si además uniéramos otras revistas de ciencias sociales (de historia, sociología, derecho penal..), dispondríamos de un número suficiente de artículos para publicar, incluso, un número semanal. Luego veríamos qué más se puede hacer.

Creo que ese proyecto es realizable. Tiene numerosos problemas para su puesta en marcha; entre otros éste: no es seguro que los académicos seamos capaces de convertir un trabajo de 30 páginas en un artículo periodístico de 800 o 1.000 palabras. Pero yo tengo confianza en esa capacidad, y además, podemos dar normas precisas para hacerlo, contando con la ayuda de los colegas de las Facultades de Periodismo o de Ciencias de la Comunicación. Pienso que estaríamos en condiciones no solo de difundir noticias, sino también de crearlas, complementando la información que ya producen los periódicos existentes. Y confío en que la AGE, o algunos geógrafos jóvenes españoles e iberoamericanos, estén en condiciones de llevar adelante ese proyecto.

Para ser un artículo de tan escaso interés, lleno según el de banalidades, inconsecuencias, moralización y otros defectos, creo que Lois le ha dedicado demasiado tiempo a La geografía en red. Todo ello llevado por un celo que trata de desmontar lo que él previamente había fabricado como un mito. Un celo moralizador que se expresa con la excusa de una persona concreta, pero que está dirigido al conjunto de la comunidad geográfica española a la que R. Lois desea regenerar, luego veremos cómo. Tal vez, a partir del amplio resumen que hace, algún lector se sentirá, otra vez, animado a leer el artículo comentado, para formarse su propia opinión.  Tomo nota de la amplia bibliografía que me cita sobre el paisaje, y le recomiendo, en contrapartida, que consulte las revistas de Geocrítica donde podrá encontrar numerosos artículos sobre esos temas, algunos realizados por los mismos autores que enumera y me recomienda. En cuanto a los proyectos colectivos que propuse a la comunidad científica en ese artículo –para empezar–, espero que, después del artículo de Lois, alguno de ellos pueda parecer interesante en el futuro a los miembros de la comunidad geográfica española, o incluso a la misma AGE como institución.

¿Porqué ahora?

Quiero agradecer que R. Lois haya enviado su artículo para su publicación en una de las revistas del portal Geocrítica, a pesar de ser yo el director de ellas. Es posible que lo hiciera convencido de que tendrá más difusión que en otras revistas españolas y, tal vez, para tener la seguridad de que yo mismo me enteraba de su contenido, confiando probablemente en mi arrepentimiento y propósito de enmienda.

No se negará que el de R. Lois es un comentario insólito, poco habitual en la geografía española, y en otras. Una pregunta pertinente puede ser ésta: ¿porqué?, y ¿porqué ahora?

La mayor parte de los trabajos que cita se publicaron hace años, y el debate acerca de las TIG a que se refiere en la parte central de su trabajo, tiene también ya su tiempo; en cuanto al último comentado, es de febrero de 2010. Podría haber librado esta batalla hace algún tiempo. ¿Por qué ahora? Sorprende, sobre todo, el momento elegido para hacer este balance crítico. Y no creo que sea especialmente, como alguno ha querido interpretar, porque haya estado esperando a mi jubilación para hacerlo.

La universidad española ha cambiado, afortunadamente, mucho; y está modificando sus prácticas antiguas. Hoy se dice que nos coordinamos con el resto de Europa, hay clases presenciales y semipresenciales, se utiliza ampliamente el Moodle y el correo electrónico para comunicarse con los alumnos sin necesidad de verlos, se dan clases en inglés, se crean campus virtuales… Los cambios en la organización del Doctorado son también importantes: hay Programas (incluso bien calificados como excelentes) donde se aceptan lo que podemos llamar “Tesis Doctorales exprés”, que no son mucho más que las antiguas Tesinas de Licenciatura. Antes, cuando un profesor se jubilaba, especialmente si lo hacía después de cincuenta años de actividad docente e investigadora, se organizaba algún acto de reconocimiento e incluso se llegaban a publicar libros dedicados a él. Ahora se hacen balances críticos, mostrando las luces y las sombras, lo que es un progreso apreciable respecto a un pasado más conformista. No me molesta que me haya tocado a mí ser el primero, seguramente por razones de edad. Además, puede tener incluso consecuencias positivas, si recordamos la broma de un conocido y laureado escritor español que estimaba que es bueno “que hablen de ti aunque sea bien”.

Esperamos los siguientes balances críticos que seguramente está preparando el mismo Lois acerca de diferentes miembros de la comunidad científica, y que haya algunos colegas más que le imiten. Confío también en que, al igual que en este artículo se hace una valoración del que llama ‘universo Geocrítica”, aplique el análisis a asociaciones e instituciones, como la AGE y otras, mostrando los aspectos positivos que tienen –lo que ya vienen haciendo Lois y otros colegas desde hace tiempo– así como, si los hubiera, los problemas e insuficiencias que convenga corregir. Fui miembro de la AGE durante la presidencia del profesor Cabo Alonso, atendiendo a una petición personal suya, y he colaborado con ella en todo lo que me han pedido; tengo, además, un gran aprecio por esta institución así como los mejores deseos para ella, y no dudo de que Lois contribuye sensiblemente a mejorarla.

Es posible que la actitud general que R. Lois mantiene en este artículo esté relacionada, en lo que se refiere personalmente a él, con algún tipo de caracterización psicológica o psicoanalítica, que no es el momento de dilucidar ahora. Parece, en especial, que está muy preocupado con la cuestión de la moral. Varias veces (hasta unas seis) me acusa de moralista. Entiendo su reacción, porque es cierto que los moralistas pueden resultar cargantes; y siento mucho haber caído en ese defecto, como parece. La actitud moralizadora es mucho más criticable cuando, además, existe una contradicción entre lo que se predica y lo que practica, aspecto éste en el que, desde luego, no desearía haber caído. En todo caso, confieso desde ahora mi contrición y mi propósito de enmienda, aunque ya se sabe que con la edad los vicios y los defectos son más difíciles de desarraigar.

Pero aparte de las molestias que causa la actitud moralizante, es posible que tenga algún aspecto positivo. Es evidente que si existiera como defecto capital, el moralizar tendría también una virtud capital contrapuesta: lo que podemos llamar la actitud no moralizante.

Leyendo su artículo creo que se llega fácilmente a la conclusión de que R. Lois es más moralista que yo, y que en todo su escrito hay un claro objetivo moralizador. Incluso da la impresión de que esa actitud le molesta cuando la ejercen otros porque, en realidad, es un papel que desea desempeñar él, y que ha intentado repetidamente realizar.

Moralizar, en efecto, es algo que él mismo ejerce con frecuencia. Por ejemplo, en un artículo que publicó en 2009 y que se titula “La geografía y el análisis territorial en España; argumentos para la reflexión “, publicado en el nº 50 del Boletín de la AGE, 2009. En él, además de otras admoniciones dirigidas a la comunidad de geógrafos españoles, escribe que esta comunidad “mantiene una vida apacible dentro de las aulas universitarias, sometida a sus propias inercias, y, salvando honrosas excepciones, rehuye participar en el debate espacio-territorial del presente, y sigue concentrada en multitud de estudios a escala local y regional”; en su opinión, los geógrafos españoles están “ensimismados en el estudio de lo concreto, con exceso de empirismo y ausencias teóricas importantes”; y añade que la mayoría “elige el espacio concreto de estudio de forma acrítica”. Solo se salvan, “en medio de un panorama bastante pobre, algunas contribuciones recientes presentadas como números monográficos del Boletín de la AGE “que “constituyen ejemplos de buen hacer” (2009, p. 31-32)

Lo mismo hace Lois en el artículo crítico que me ha dedicado: moraliza y presenta un camino para regenerar la geografía y la ciencia; fustiga actitudes retrógradas y poco actualizadas que cree encontrar en otro geógrafo. Pero creo que en su crítica hay algo más. El discurso se dirige al conjunto de la geografía española donde él, y tal vez otros, están librando una pugna corporativa e intelectual que, seguramente, tiene que ver con el control de las NTIG, y con las llamadas Áreas de Conocimiento de la Universidad española, que se crearon en la reforma de 1984, y concretamente con la de Análisis Geográfico Regional.

Eso lo hace, ante todo, desenmascarando a un vetusto miembro de la comunidad geográfica española, convertido antes por él mismo en un mito, y contribuyendo en seguida a derribar ese falso mito. Luego, identificando las incoherencias en que el autor criticado ha caído, el abandono de antiguos propósitos, nunca cumplidos. Finalmente se nota en su crítica un deseo de moralizar al conjunto de la comunidad geográfica española, en relación con el análisis espacial. Desde el punto de vista de la geografía, es lo que podríamos denominar la batalla del análisis espacial y territorial.

En el apartado II de su artículo, sobre la pérdida de referentes, y tras señalar la confusión en que he caído después de la publicación de Filosofia y ciencia en la geografía contemporánea hay una frase que puede tener interés. Según él, tras la publicación de aquel libro “sorprende el énfasis posterior de Capel por analizar la geografía, y otros conocimientos afines, de los siglos XVI al XIX, que poco tienen que ver con nuestra concepción contemporánea del análisis territorial”. Encontramos aquí una frase que me parece importante en la reflexión de Lois, y en ella está, me parece, la clave de una de sus críticas, y es posible que también de todo el artículo.

Si lo que quiere decir es que no me he dedicado al análisis territorial, sin duda tiene razón. Pero no es seguro que yo coincida con la concepción y las estrategias que él y otros han desarrollado sobre ello, a partir de la creación del Área de Análisis Geográfico Regional. La división de la Geografía en tres Áreas de Conocimiento ha tenido, como muchas veces sucede, algunas ventajas y, en este caso, numerosos inconvenientes, que se experimentan en el funcionamiento y en la vida diaria de bastantes Departamentos universitarios españoles. Sería interesante que alguien se dedicara a reflexionar en público (en privado ya se hace, frecuentemente) sobre las estrategias que existieron detrás de la creación de dicha Área, su evolución posterior, los intereses que se han ido desarrollando, las luchas clientelistas, y los problemas ‘epistemológicos' a que ha podido dar lugar (entre ellos, por ejemplo, la cuestión de si la Geografía Agraria de tal región pertenece a la Geografía Humana, por agraria, o a la Regional, por ser de una región –pongamos Andalucía o Galicia).

Varias veces insiste en la misma idea sobre la importancia del análisis espacial, y la grave falta de la dedicación a cuestiones poco relevantes. Según él,

“llama la atención que el Horacio Capel rupturista y propositivo de los 1970 fuese sustituido por otro interesado en cuestiones del pasado de la Geografía sin repercusión práctica en el presente. El autor innovador, comprometido que, siguiendo los postulados de T.S. Kuhn y K, Marx, pretendía forzar una ruptura epistemológica de la etapa anterior se convertía en un erudito estudioso de cuestiones muy secundarias”

Si es así, no creo que haya sido muy grave para la comunidad. Cada uno elige los temas que le parecen más relevantes, en función de lo que se ha hecho y de las capacidades que se tienen. Por otro lado, muchos geógrafos españoles se han dedicado a esas cuestiones que él considera relevantes, con gran beneficio intelectual y, a veces, económico para la geografía y para ellos mismos.

El final de su artículo me parece bien revelador de cuáles son sus objetivos. Afirma explícitamente que el comentario crítico que realiza no se plantea como una confrontación con el autor criticado (excusatio non petita ), “sino como un elemento clave de reflexión sobre lo que somos”. Se sitúa, pues, en el marco de un debate corporativo. Destaca nuevamente que “H. Capel manifiesta limitaciones e incongruencias”; que, a pesar de las aportaciones realizadas anteriormente, “la actitud reglamentista y moralizante del autor, las propias frases y comentarios científicos de dudosa calidad que proliferan a lo largo de su obra deben ser analizadas”, como él hace oportunamente. A continuación añade que “el problema no radica únicamente aquí”, y explica que lo grave no es solo eso, sino la actitud de papanatismo de la comunidad geográfica española; y muestra las graves consecuencias que eso tiene:

“el H. Capel situado en un nivel pretendidamente superior condiciona (casi nadie se ha atrevido a valorar con un mínimo rigor su obra), ha contribuido a que prácticamente ningún estudioso en España se dedique a la teoría de la Geografía y ha generado un papanatismo respecto a su figura que nos retrata como colectivo científico con numerosas carencias”

Tuve que releer la anterior frase para estar seguro de que R. Lois se había atrevido a escribirla, a hacer esa descalificación colectiva de la comunidad de geógrafos españoles. Me temo que esa contundente afirmación de apocamiento colectivo, totalmente injusta, y de la que no es el momento de hablar, va a generar muchos enojos y agravios; parece mostrar, sobre todo, que Lois desconoce, o no valora, los trabajos realizados por relevantes miembros de la comunidad española, que han hecho aportaciones muy destacadas a la teoría geográfica. Pero en todo caso, lo más significativo de dicha frase es que pone de manifiesto que, en realidad, su artículo forma parte de una batalla amplia dirigida a regenerar a la comunidad científica de los geógrafos españoles. Lo que está cuestionando no es solo la obra del geógrafo criticado, sino la actitud acrítica del colectivo español, el no atreverse a cuestionar “en público sus palabras, etc.” sus ideas. Tras lo cual aparece la moraleja final:

“Por lo tanto nuestro colectivo disciplinar debe abrir una reflexión en profundidad asumiendo que renovar continuamente nuestros valores científicos es lo adecuado, que en ciencia no existen científicos al margen de los defectos, que trabajar sobre teoría de la Geografía es tan normal como dedicarse a la urbana, la climatología o la ordenación del territorio, y que en el debate permanente (y democrático) entre nosotros, un debate no exento de críticas a cualquiera, podremos aportar mucho más a una SOCIEDAD QUE DEMANDA DE MANERA CRECIENTE ANALISTAS ESPACIALES Y TERRITORIALES”.

Que el trabajo que yo he realizado durante cierto tiempo no cumpla los objetivos del análisis geográfico, es probable. Pero que eso sea negativo, está por discutir. Cuando sobre todo, no se dice qué es el análisis espacial y territorial’ (algo que, en la geografía internacional ha sido interpretado de maneras muy diferentes), para qué sirve y, sobre todo, a quien sirve. Puede ser que sea esto último lo que necesita debatir la geografía española, y sobre lo que también convenga reflexionar.

No es la primera vez que R. Lois defiende estas posiciones. En los últimos años ha reiterado esa defensa, y en el artículo antes citado, de 2009 (y que él cita explícitamente en la nota 2 de su artículo crítico), al preguntarse lo que ha sido la geografía española recientemente, declara nuevamente que entre los cometidos fundamentales se encuentran “el análisis espacial y territorial”; lo que, según él, ha sido impulsado “de forma decisiva gracias a la existencia de la AGE”, asociación a la que califica de “creadora de doctrina” (!!!).

Lois ha insistido en varias ocasiones en los graves problemas de la geografía española; entre ellos, el mediocre número de alumnos matriculados, el hecho de que “desde los años 1990 se ha pensado mucho más en producir una licenciatura propia para favorecer el crecimiento del número de profesores del Departamento que de realizar campañas de popularización de la disciplina”, y otros. También estima que “la Geografía como ámbito de conocimiento se singulariza mal”, que continúa estando mayoritariamente ubicada en las facultades de Letras, que “la Geografía debe recolocarse en el mapa científico percibido por buena parte de las personas”, que está excesivamente vinculada a la Universidad y a la investigación (todos los textos que se citan proceden del artículo de 2009, p. 25-35),

Entre las ventajas que reconoce se encuentra la existencia de la AGE, la cual organiza un gran número de eventos que plantean “las reivindicaciones corporativas”, y que “aparte de animar las aportaciones originales desde el análisis territorial, refuerza el sentido de pertenencia, la cohesión de la comunidad disciplinaria de origen”.

Ya se ve las cuestiones que le preocupan. Sin duda es muy positivo que exista la AGE, el Colegio de Geógrafos y otras asociaciones geográficas, y que los geógrafos españoles se profesionalicen. Pero seguramente el dinamismo de la disciplina se vea reforzado reforzado también con otras iniciativas que existen, y que contribuyen a acrecentar su visibilidad. Entre las cuales, sin duda, la existencia de lo que él llama “'el universo Geocrítica”, las revistas que en ese portal se publican, y los Coloquios Internacionales de Geografía que, como hemos visto, él desvalora. En el momento en que publicó su artículo de 2009 se habían celebrado ya diez Coloquios, con temas que específicamente abordan cuestiones que le son muy queridas, y se habían publicado más de 1.000 comunicaciones a dichos Coloquios en la revista Scripta Nova, ampliamente accesibles para los lectores. Resulta extraño, por ello, que en dicho artículo, dedicado a mostrar el desarrollo de la geografía española en los últimos decenios, y que desciende a detalles nimios, no aparezca citada ni una vez Geocrítica y las iniciativas que le están asociadas. Una alusión a ello parecería de justicia; y sin embargo, no lo hace. Y en su artículo crítico, enviado para su publicación en una revista de Geocrítica, H. Lois se limita a decir, como hemos visto, que estas revistas tienen un carácter “convencional”, y lanza la insidia de que posee “algunas incertidumbres en los sistemas de control de calidad”, a lo que ya me he referido.

Es probable que necesitemos “analistas espaciales y territoriales”. Pero debemos preguntar: ¿para qué?; y también, de una forma bien clara: ordenación del territorio, ¿para quién? Estoy seguro de que el artículo del R. Lois permitirá reflexionar más sobre estas cuestiones. No dudo de que, una vez iniciada esta cruzada particular que ha emprendido para regenerar la geografía española, dirigirá en el futuro sus dardos críticos también contra otros muchos miembros de la comunidad geográfica. Incluso es probable que se atreva no solo con los de las Áreas de Geografía Humana y de Geografía Física, sino también con sus colegas de Geografía Regional, jubilados y activos, de los que seguramente tendrá asimismo algo que decir, y que él nos descubrirá con su fino espíritu crítico.

Me parece muy importante ese desarrollo del análisis territorial y de la ordenación del territorio en la geografía española. Ya que R. Lois plantea el debate, estimo que la reflexión sobre el análisis espacial y territorial se ha de realizar, ante todo, desde una perspectiva teórica. Pero no basta. Debería ampliarse a las investigaciones concretas que se están realizando con ese nombre, o por los defensores del mismo, y sobre los numerosos informes técnicos que se convierten luego en pretendidos artículos científicos que se publican en las revistas de geografía. La batalla que ha emprendido R. Lois para la regeneración de la geografía española tiene toda mi simpatía y apoyo. Me gustaría colaborar con él en esa tarea, con el mismo talante moralizador que él muestra y que –por lo que he descubierto– ambos compartimos.

Para colaborar modestamente con su batalla, señalo algunos puntos sobre los que seguramente habría que empezar también a reflexionar y a publicar artículos críticos. Como él sabe, en Scripta Nova y en Biblio 3W se han publicado ya un cierto número de trabajos que denuncian la geografía demasiado pragmática y utilitarista, al servicio de grupos dominantes, apoyada por subvenciones de la administración, y sobre todo alejada de las verdaderas necesidades de la sociedad. Yo mismo he hablado de estas cuestiones en alguna ocasión anterior, pero se me permitirá que vuelva a hacerlo nuevamente.

1-Parece muy importante que haya geógrafos profesionales independientes y con el estatuto laboral de autónomos (es decir, no funcionarios de la administración pública ni de las Universidades) que, individualmente o en equipo, firmen contratos con empresas o con instituciones estatales, regionales y locales para realizar trabajos de análisis espacial y de ordenación del territorio, y que cobren las remuneraciones apropiadas por dichos trabajos.

2-En el caso de los profesores universitarios con un contrato de dedicación exclusiva a la Universidad, los trabajos de análisis espacial y de ordenación del territorio, si se realizan, deben formar parte de sus obligaciones docentes e investigadoras.

3-Para los trabajos aplicados que se hacen por profesores, podrían existir servicios universitarios en el seno de los cuales se realicen las prácticas profesionales correspondientes y los estudios aplicados, tal como se hace en otras Facultades; como, por ejemplo, en la Facultad de Medicina donde existe un Hospital Clínico para ello. Los profesores no recibirán, remuneraciones adicionales por esos trabajos cuando son realizados dentro de su dedicación universitaria.

4-Los trabajos de análisis espacial pueden tener implicaciones ideológicas y políticas que se deben explicitar. Ordenación del territorio ¿para qué?, ¿para quién? y ¿en qué condiciones?.

5-Aunque algunos autores de derechas vienen predicando desde hace años el fin de las ideologías, éstas siguen existiendo. Derecha e izquierda poseen planteamientos radicalmente diferentes sobre muchas cuestiones esenciales (desde la escuela pública a los impuestos). Podemos suponer que también ideas distintas sobre como debe hacerse el análisis territorial y la ordenación del territorio. Los profesionales deberían explicitar en esos estudios el modelo de sociedad que poseen.

6-Los geógrafos universitarios deberían poner su saber y sus destrezas no solo al servicio de las empresas, sino también –y sin ánimo de lucro– de los grupos populares que no tienen voz; asociaciones de vecinos, movimientos sociales, cooperativas y otros grupos sociales deberían estar también en el programa de los estudios aplicados

Me extrañaría mucho que la crítica que ha realizado R. Lois fuera un gesto aislado. Más bien parece, como he dicho, el comienzo de una campaña para regenerar la geografía española. En uno de sus artículos sobre la geografía y el análisis territorial en España (2009) R. Lois alude al “proceso de envejecimiento de los protagonistas del gran salto adelante protagonizado por la Geografía entre los 1970 y mediados de los 1990”. Sospecho que, por lo que dice en el artículo que comento, me considera a mí entre esos protagonistas, que sin duda son muchos más. Añade que dicho envejecimiento “justifica una tendencia acrecentada a reafirmar los hábitos, las inercias de investigación, ante un escenario global, estatal y regional donde los cambios espaciales no dejan de sucederse”. Ya pueden vislumbrarse en el horizonte próximo los análisis sobre los otros protagonistas, también envejecidos y adocenados en su trabajo; algunos sin duda son próximos a él, y otros lejanos y, tal vez, integrados asimismo en Asociaciones que él valora. Pero seguramente, en su afán moralizador, no tengo duda de que irá extendiendo dichos análisis a los más jóvenes, e incluso a su propia obra. Si es así, entonces será algo muy útil en la geografía española donde, que yo sepa, eso no se ha hecho hasta ahora. Mas bien el silencio o el elogio desmedido, la alusión personal y no el debate de ideas, es lo corriente.

Lo más importante de estos comentarios críticos que R. Lois ha hecho, es que se hayan realizado, y que inauguren una nueva forma de valorar la actividad de los geógrafos españoles, que seguiremos con atención e interés, y que ayudará a transformar a la disciplina en nuestro país. Desde luego, hemos de reconocer que ha puesto el listón muy alto para él y para otros geógrafos españoles, lo que es muy de agradecer. Sin duda con actitudes como esa la geografía española se va a renovar profundamente, por lo que tendremos que estarle muy reconocidos.


© Copyright Horacio Capel, 2013.
© Copyright Biblio3W, 2013.

 

Ficha bibliográfica:

CAPEL, Horacio.La geografía, Internet y la batalla por el análisis espacial en la comunidad de geógrafos españoles. Un comentario al artículo de R. Lois. Biblio 3W. Revista Bibliográfica de Geografía y Ciencias Sociales. [En línea]. Barcelona: Universidad de Barcelona, 15 de febrero de 2013, Vol. XVIII, nº 1013-2. <http://www.ub.es/geocrit/b3w-1013-2.htm>. [ISSN 1138-9796].


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