Biblio 3W
REVISTA BIBLIOGRÁFICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES
Universidad de Barcelona 
ISSN: 1138-9796. Depósito Legal: B. 21.742-98 
Vol. XVIII, nº 1049(03), 15 de noviembre de
2013
[Serie  documental de Geo Crítica. Cuadernos Críticos de Geografía Humana]

 

LA HISTORIA Y EL PATRIMONIO

María Cruz Santos
Presi
denta de SOS Monuments


Paraules clau: patrimoni, història, port

Key words: Heritage, History, Seafront


 

Barcelona no tiene puerto. Esta afirmación tan rotunda solo intenta subrayar la importancia patrimonial que representa el puerto de Barcelona para la ciudad.

Barcelona no tiene puerto natural. El único abrigo, si bien poco seguro, que hay estaba a la derecha de la montaña de Montjuïc y allí parece que llegaban las embarcaciones. La llegada de los romanos supuso el traslado de la zona de desembarco a la derecha de la montaña, hacia el norte, en una localización que debía encontrarse aproximadamente donde en la actualidad se levanta el Parlament de Cataluña. Los temporales fueron acumulando arena y en el siglo XV, la ciudad pide que se construya un dique y así se hace a la altura de un edifico que se levanta en el Pla del Palau y que a lo largo del tiempo ha sido aduana, destino para el que fue construido, Gobierno civil i últimamente Delegación de Gobierno. La actividad en esa nueva localización no duró demasiado porque pronto la interrumpiría la construcción de la nueva muralla y, en ella el Baluard del Migdia, no hace mucho descubierto y actualmente abandonado a su suerte y objeto de la incuria de quienes por allí transitan. El nuevo dique sirvió de barrera a las arenas que siguieron acumulándose y extendiendo el suelo barcelonés hasta el punto de que siglos después pudo surgir un nuevo barrio, el de la Barceloneta.

En el Pla de Palau se fueron reuniendo edificios e instituciones asociadas a las actividades del puerto como La Llotja y la Aduana. Igualmente se construyó el Palau del Governador, donde residía el Capitán General, elemento muy significativo del interés que sobre el puerto tenía la autoridad y el elemento militar en particular[1]. Dicho palacio desapareció en un incendio y con el tiempo fue sustituido por el edificio que existe en la actualidad.

En el siglo XVIII el nuevo rey Felipe V decidió desmantelar lo que hoy conocemos como “Barri de Ribera” y construir en el espacio libre una ciudadela militar para vigilar la ciudad. Fue la consecuencia de la derrota de Catalunya en la Guerra de Sucesión, cuando la Generalitat optó por favorecer los derechos sucesorios del Archiduque Carlos de Austria. La población desalojada pertenecía a los estratos más humildes de la sociedad y casi medio siglo después fueron realojados en un barrio nuevo que cumplía las condiciones de defensa que exigía la autoridad militar pero también convirtió ese espacio en una rareza porque observaba un trazado reticular y regular, a la par que incorporaba elementos de higiene y ventilación que mejoraban la calidad de vida de sus habitantes y que no se hallaban en el resto de la ciudad. Poco antes de la edificación del barrio, se construyó el muelle de pescadores, en 1723 que se remató en 1772 con la instalación del faro o Torre Llanterna. Barrio y muelle quedaron fuera de las murallas que seguían desde el Baluard del Migdia en línea recta en dirección a lo que actualmente, y entonces, son Las Ramblas.

Hasta más que mediado el siglo XIX ese sería el puerto de Barcelona con pocas variaciones. Entre las modificaciones paisajísticas que tuvieron lugar está la plaza de toros de “El Torín”, construida aproximadamente en el espacio que queda detrás de la actual Facultad de Náutica en 1832. Es un lugar emblemático de las revueltas ciudadanas. Allí empezaron los famosos “rebomboris” de 1835 que acabaron en la quema de buen número de edificios religiosos, anticipando lo que sería la Semana Trágica, y muchos otros menores en extensión e intensidad de los que ya queda poca memoria. La derribaron 1846. En 1856 se levantó la fuente todavía en pie del “Geni català” de Francesc Daniel Molina, en honor de José Bernardo de Quirós quien en 1824 tomó las disposiciones necesarias para canalizar el agua de Montcada y traerla a Barcelona. 1856 es el último año del Bienio Progresista. Son años que marcan un punto de inflexión importante en el desarrollo económico y urbanístico de la ciudad, se tirarán las murallas, sobre todo las más odiadas, la Ciudadela de Felipe V desaparecerá y solo se conservarán tres edificios del siglo XVIII. Se construirá un primer ensanche que modificará la trama urbana de la ciudad y se empezará a hablar de un diseño urbanístico más allá de las murallas que diera cabida y alojo al número de ciudadanos, cada vez mayor, y permitiera a Barcelona convertirse en una gran urbe europea, con los años se desarrolló el Plan Cerdá. La instalación de los “Porxos de Xifré” acabó de configurar el espacio tal como lo conocemos hoy en día.

El gran impulso para el desarrollo de los cambios vino de la Exposición Universal de 1888. El centro de la exposición se situó en el actual Parque de la Ciudadela y a su amparo se desarrolló el Paseo de Isabel II, se construyeron hoteles en lo que se llamó el Portal de la Paz y se abrió al mar un frente homogéneo y continuo de edificios del XVIII y del XIX, sólo interrumpida por la Plaza del Duque de Medinaceli, abierta en el solar que había ocupado el convento de San Francisco. Eran edificios militares, que se mantienen con su uso original, comerciales y administrativos ligados en su mayoría a la actividad del puerto.

De finales del siglo XIX son también los primeros planes para construir el puerto que hoy conocemos como Port Vell, pero el auténtico desarrollo no llega hasta principios del siglo XX. Se cierra el acceso al puerto con una valla y se construye una vía ferroviaria que llega hasta las modernas Aduanas y también Estación marítima que corresponde al edificio situado delante de las antiguas Atarazanas. El desarrollo del puerto no mantuvo una relación acompasada con el desarrollo económico e industrial de la ciudad y de Catalunya, diríamos que le fue a la zaga pero una vez que se convierte en un puerto moderno, logrará acumular el suficiente tráfico como para convertirse en uno de los más importantes del Mediterráneo así dieron comienzo las ampliaciones que siempre han sido en dirección al sur. El golpe de gracia al puerto se lo dio la llegada de los contenedores que dejó obsoletas las antiguas instalaciones. Mientras crecían grúas y muelles hacia el sur bajo la montaña de Montjuïc se presentaba el problema de la reutilización de las antiguas instalaciones, un problema similar al que se enfrentaban otras ciudades con muelles históricos y la respuesta fue similar aunque haya diferencias de realización y resultados. El nuevo uso fue convertirlo en un espacio de ocio con la creación de La Marina para albergar embarcaciones de recreo y deportivas al tiempo que se construía sobre el agua un gran centro lúdico comercial que tapaba la línea del horizonte con el razonamiento de que la ciudad se había de abrir al mar. En tierra firme, se quitó la valla que separaba el puerto del Paseo de Isabel II, desaparecieron las aduanas y las garitas de la Guardia Civil y aparecieron, promocionados por el Ayuntamiento, chiringuitos que pocos años después también desaparecieron, pero todo el conjunto se reconvirtió en un espacio ligado a la restauración, coincidiendo con el momento en que se desmantelaban los populares chiringuitos de la playa de la Barceloneta en aplicación de la Ley de Costas.

Simultáneamente, buena parte de las empresas y oficinas ligadas al tráfico marítimo abandonaron el paseo en busca de locales más cercanos a los sitios donde se desarrollaba su actividad y en un momento en el que el desarrollo de las comunicaciones facilitaban su trabajo con independencia del lugar en que se encontraran.

No creemos que se pueda decir que el puerto creó la ciudad, más bien diríamos que la ciudad creó el puerto. En primer lugar la colonia romana de Barcino pero sobre todo podemos pensar en la ciudad medieval. en el Barri de Ribera podemos encontrar todavía casas que conservan la tipología de los comerciantes medievales; hoy, desde luego, su función es muy otra.

Lo que hoy denominamos Ciutat Vella comprende tres núcleos históricos claramente diferenciados: El Barri Gòtic, el Barri de Ribera y El Raval. Son núcleos que pertenecen a diferentes épocas históricas y que han ido evolucionando con el tiempo. El Barri Gòtic es el núcleo más antiguo y el que conserva todavía restos del origen romano de la ciudad, entre otras cosas algo del trazado urbanístico romano. Sin embargo, la parte más importante de la trama corresponde a la etapa medieval. De esa época es el edificio más representativo, la catedral y justamente la catedral es un ejemplo de falso histórico, puesto que su fachada fue construida a finales del siglo XIX. Es solo un ejemplo de la “construcción” de un centro histórico del que no daremos una relación completa pero que se lleva a cabo entre finales del siglo XIX y principios del siglo XX, trasladando edificios situados originalmente en el entramado de callejas que desaparecieron al abrir la Vía Layetana, modificándolos y adaptándolos a una tipología idealizada. Todo ello al servicio de intereses de construcción nacional y también económicos ante la importancia que ya en aquellos años se adivinaba en el turismo como fuente de ingresos[2].

La fortificación que Barcelona hace de las murallas romanas en el siglo V la llevará a convertirse en la principal ciudad de Cataluña, relegando a Tarragona que lo había sido durante toda la etapa romana. Ésta es la razón fundamental por la que es escogida como capital por los godos. Hasta el siglo XIII, casi XIV, la ciudad se mantiene dentro de esos límites mientras al norte iba creciendo un barrio popular y en relación directa con el mar que es el Barri de Ribera. En 1295 ya se amplia la muralla hasta la calle Junqueras, la calle Portaferrisa y el Portal Nou también quedaron dentro del nuevo recinto fortificado, pero la ampliación importante vendría 60 años más tarde cuando la muralla llega hasta el Convento de Santa Clara (aproximadamente donde hoy está el Parque de la Ciudadela). Esto daría lugar a un “primer ensanche” al que algunas familias destacadas se mudaron, sobre todo a la calle Montcada. Pero también esta vía emblemática de la ciudad fue retocada y modificada por el arquitecto Adolf Florensa.

Hacia el sur, La Rambla se constituyó como una barrera durante más tiempo. Parece que desde el siglo XII ya hay constancia de la existencia de un mercado, donde actualmente se levanta el Mercado de la Boqueria. Quizás fuese esa la razón para que empezara a poblarse esa zona, pero sin duda contribuyó mucho el crecimiento demográfico dentro de la muralla. El Raval creció separado de Barcelona por las Ramblas pero en ese conglomerado destacaba una construcción severa y sólida, el Hospital de la Santa Cruz así como el convento del Carmen y el monasterio de Nazaret. Su incorporación al recinto amurallado no se realizó en una sola operación. La muralla irá avanzando hacia el sur hasta que en el siglo XVI parece que acaba la inclusión de nuevas tierras en el conjunto amurallado, aunque las obras de fortificación y las construcciones y mejoras sobre la muralla existente son continuas. El nuevo perímetro incluyó las Atarazanas, las sobrepasó y llegó hasta el monasterio de San Pablo del Campo. Las obras que actualmente se están realizando en el Mercado de San Antonio, han puesto al descubierto el baluarte del mismo nombre y que se extendía hasta la actual calle de Comte de Borrell.

Creemos que el Raval será el núcleo más populoso y popular de los tres. Buena parte de la emigración que empezó a llegar a Barcelona a partir de la segunda mitad del siglo XIX, fue allí a vivir y sus calles guardan la memoria de la revuelta social y de los establecimientos de peor fama de la ciudad. Son los años del Barrio Chino, denominación que hemos dejado de usar pero por la que fue conocido durante muchos años. Antes había conocido los inicios de la protoindustrialización y los solares de sus establecimientos religiosos eran objeto de la codicia de los primeros empresarios textiles. Después muchos marcharon a los pueblos cercanos a Barcelona pero cada nueva oleada de recién llegados se instalaba en sus calles, como también lo han hecho los últimos inmigrantes.

Y entre el Raval y el Barrio Gótico encontramos las Ramblas, una historia aparte, un mundo abigarrado que se ha ido construyendo a golpe de plan urbanístico[3], que en algunos momentos se quiso convertir en un salón al estilo de los Campos Eliseos de París, pero que la ciudadanía de Barcelona siempre desbordó. En La Rambla se situaron toda una serie de edificios emblemáticos, desde el Colegio de los Jesuitas, en la Rambla de los Estudios, a los nobles de rancio abolengo, La Virreina o los nobles de nuevo cuño cuyas espadas fueron los negocios y la sangre ajena, como el Palau Moya. Símbolo de las clases pudientes, allí se instaló el Liceo. Y también establecimientos de lujo en los que se exhibían las novedades más exquisitas. Pero también era la calle del pueblo con las paradas de floristas y la puerta grande por la que entraban quienes llegaban desde el mar. En las Ramblas se hallaba la sede de una de las compañías que más importantes han sido en la economía catalana y española, la Compañía General de Tabacos de Filipinas. Las Ramblas ha sido lugar de estudio, de paseo, de exhibición, de protesta y de venganza (en 1905 los militares de Montjuïc, irritados por un chiste aparecido en la revista satírica el Cu-Cut!, en represalia destrozaron establecimientos y atacaron a los viandantes que salían a su paso durante más de 3 días). Las Ramblas encandilaron y emocionaron a George Orwell, la Duquesa d’Athol y muchos más que vinieron entre 1936 y 1939 a luchar, a colaborar, a poner freno al fascismo.

En Las Ramblas han tenido cabida todas las manifestaciones, todas las protestas y todas las provocaciones, hasta ahora.

El patrimonio

Según la UNESCO y la ONU se reconoce como patrimonio un bien inestimable e irremplazable de las naciones [4]. Esta definición cuando se refiere al patrimonio material arquitectónico se ha entendido, con frecuencia, como algo que hacía referencia a un solo edificio y con un grado de protección a menudo raquítico y limitado a las fachadas.

La declaración de patrimonio se puede dar a diversos niveles, desde el más importante y universal, Declaración de Patrimonio de la Humanidad, a nivel nacional, autonómico o local. Amparándose en este concepto de bien inestimable, el Ayuntamiento elabora un catálogo de edificios a conservar y proteger, si bien con grados distintos de protección, desde la protección de la integridad del monumento que sería la más completa, a la más somera en que la protección se reduciría a la fachada.

Creemos que no es suficiente por varias razones. En primer lugar un edificio es más que su fachada. Importan los espacios que cobija y la forma en que están distribuidos, nos hablan de formas de vida, de sistemas productivos, de niveles de riqueza, de estratificación social con unos matices que se pierden cuando lo único que conservamos es la fachada o cuando su interior se ve tan modificado que resulta imposible reconocer las funciones para las que fue proyectado.

En segundo lugar, cada construcción ha de estar de acuerdo con su vecina, con la que debe dialogar de forma armónica. Solo si tenemos un contexto podemos interpretar un monumento y entenderlo plenamente. Destruir un conjunto alegando su escaso valor artístico es olvidar que está en relación con otros edificios que sí lo tienen y a los que explican y revalorizan.

En tercer lugar, el catálogo de la ciudad de Barcelona creemos que tendría que dejar más claros los criterios por los que se rige. Somos conscientes de que a veces al final valorar o no un bien, depende del gusto particular del individuo, de su sensibilidad y hasta de su historia personal. Pero resulta cuando menos sospechoso, ver cómo edificios catalogados ven disminuido su grado de protección o incluso llega a desaparecer, y al poco tiempo comprobar como son sustituidos por nuevos proyectos mucho más rentables económicamente.

La actitud de Barcelona hacia su zona histórica cambió. Ya a mitad de la época franquista se dieron los primeros pasos en una nueva dirección, los edificios de nueva construcción ya no tenían que mantener la tipología del entorno y se daba entrada a tendencias más innovadoras. El primer ejemplo fue el edificio del Colegio de Arquitectos, obra de Xavier Busquets i Sindreu, situado en la Plaça Nova y que se acabó de construir en 1962. Su inauguración produjo una gran polémica, especialmente por la obra de Picasso que decora su fachada, entre los defensores de mantener la estructura tradicional y quienes defendían que cada generación había construido edificios de acuerdo con el estilo imperante en su momento. Estos últimos mantenían que se había de poner límites a la ciudad histórica o corríamos el peligro de que todo el territorio municipal se convirtiera en histórico. En ese momento ya estaban en construcción las dependencias nuevas del Ayuntamiento en la Plaça Sant Miquel que firmaba Josep M. Subirachs y que igualmente rompía con el entorno por su estilo y altura más tarde rebajada, creando una nota discordante que desequilibra el conjunto de la plaza.

A estas intervenciones se han sucedido muchas más, cada vez más frecuentes y con una intensidad que ha ido variando con los ciclos económicos y siempre han venido justificadas por argumentos no económicos como la necesidad de dignificar el barrio, mejorar la calidad y la higiene de sus vecinos etc. Cada vez la ciudad ha perdido patrimonio. Un ejemplo podría ser la Rambla de El Raval que se abrió al amparo de argumentos similares, justificados además por el estado deplorable de la mayoría del parque de viviendas. La solución pasó por la completa destrucción del entramado de calles que existía, sin que hubiera precedido un estudio serio y minucioso del estado real de los edificios. En muchas ocasiones estos edificios tenían una estructura perfectamente sólida y revelaba el conocimiento del oficio de sus constructores. Mantenerlos hubiera significado mantener otro patrimonio tal vez menos brillante pero no por ello menos sólido[5].

Conocemos de primera mano alguna de las viviendas de El Raval, sabemos de sus deficiencias que han de subsanarse. La conservación no debe estar reñida con la evolución y el devenir histórico. Aparte de reparar deficiencias, hay que realizar mejoras que permitan el acceso de los vecinos a las condiciones de vida actuales de higiene pero también de otras tecnologías de las que se carecía en el pasado. Quizás estas mejoras son irrealizables en algunos casos y sea mejor la demolición y nueva construcción pero, como dice Capel, la obra nueva ha de tener en cuenta el entorno en el que se inscribe para mantener la coherencia del conjunto.

Barcelona, a diferencia de otras ciudades europeas, es tremendamente olvidadiza con su historia de la que apenas queda explicación accesible al viajero o al propio barcelonés que ignora el significado de algunos edificios o lugares. Hablamos de casos como la sede de la Compañía de Tabacos de Filipinas hoy día convertida en hotel, en donde no figura ni una triste placa que lo recuerde; para hallar alguna referencia a su pasado hay que entrar en la página web del establecimiento y allí encontramos unas breves pinceladas. No sabemos cómo eran sus espacios interiores pero sí sabemos que, al menos en la planta baja ya sido sustancialmente modificados a favor de nuevos usos que parecen reclamar, de una forma un tanto gratuita, un mayor contacto visual con el exterior y que además también han sido modificados desde la inauguración del negocio.

Otras veces la memoria existe pero es selectiva. En un contexto, el actual, en que el poder ve con recelo y animadversión toda forma de protesta y de actitud reivindicativa, no debe ser agradable recordar que Barcelona fue un modelo revolucionario para el mundo, aun así algún recuerdo queda como la placa situada en el lugar en que Salvador Seguí, el líder anarcosindicalista más importante de los primeros años del siglo XX, caía muerto en un atentado, pero se olvidan de que junto a él murió su amigo y también sindicalista destacado Francesc Comes, “Peronas”. No obstante el recuerdo es siempre magro. Encontramos monumentos y estatuas dedicados a personas insignes, calles con el nombre de ciudadanos destacados, sin embargo no es posible conocer por qué merecen tal honor, a no ser que el interés personal nos guíe hacia libros u, hoy en día, internet.

El turismo

Antes del siglo XVIII no existía el turismo. Las personas que viajaban lo hacían por necesidad o por afán de aventura, pero no había ese deseo de muchas personas de conocer otros países sin otra justificación que el ocio y la búsqueda de nuevas sensaciones y experiencias. El “descubrimiento” del Mediterráneo y la riqueza de su patrimonio cultural, despierta esta nueva manera de recreo de las clases aristocráticas del norte de Europa, sobre todo de los ingleses, y con el desarrollo del capitalismo financiero, también de las nuevas capas altas de la burguesía ávidas de encontrarse con conjuntos históricos. Las posibilidades económicas de la nueva moda fueron pronto intuidas por autoridades y emprendedores. Casi todas las ciudades se prepararon para mostrar su pasado y, como hemos visto antes, también para falsearlo. La invención de la fotografía y el uso del huecograbado, facilitaron la difusión de las riquezas naturales y artísticas de cada región. 1936 fue un año importante por muchas razones, entre otras porque por primera vez los obreros tuvieron vacaciones pagadas, esto sucedía en Francia. Después de la II Guerra Mundial este derecho se extendió a casi toda Europa junto con el llamado estado del bienestar y el turismo paso a ser una posibilidad de masas. Los desplazamientos estacionales de una gran cantidad de personas se convirtió en un rito, una costumbre que en los últimos años no ha parado de crecer, ahora facilitado por los vuelos “low cost” y las ofertas a veces inverosímiles de las agencias de viaje.

Pensamos que el viaje siempre es bueno y una posibilidad de enriquecimiento personal para quien lo hace. Sin embargo en la actualidad estos desplazamientos están llegando a unas cotas difíciles de asumir por muchas de las ciudades receptoras de ese turismo. Nos gustaría apuntar algunos inconvenientes.

La capacidad de una ciudad y un monumento para soportar visitas es limitada. El deterioro natural se acelera y a veces, por desgracia se provoca por el uso poco adecuado e irrespetuoso o cuando menos frívolo del espacio y el entorno. Los ritmos sociales y económicos se ven alterados y con frecuencia, sacrificados a los que parecen desear los turistas. Paradójicamente, las costumbres y formas de vida que inicialmente habían sido el reclamo para el visitante, acaban desapareciendo. Los incentivos que el turismo da en forma de beneficios más grandes, llevan al abandono de otras actividades. La simple posibilidad de un desarrollo turístico tiene una repercusión inmediata en los precios del suelo y de los inmuebles. Pero más allá de estas consecuencias, repercute también en la vida del vecino tradicional de una zona, en un aumento del precio de la vida en general, desde las consumiciones en restaurantes y cafés hasta los precios de los productos básicos en mercados y tiendas. Per aún hay más. Desparecen los negocios tradicionales que proveían a las necesidades cotidianas y son sustituidos por otros cuya oferta se dirige al turismo. Los productos, en cuya calidad no entraremos, dejan de satisfacer la demanda de los vecinos.

El nuevo Plan de usos de Ciutat Vella y el turismo

No podemos pedir ni desear que la ciudad no cambie, si fuera así conseguiríamos una “ciudad muerta”. La ciudad es un lugar de encuentro cultural, social pero también económico y desde hace ya muchos años, el turismo forma parte de nuestra economía y nuestro paisaje. Pero el nuevo Plan de Usos para Ciutat Vella que proyecta el Ayuntamiento[*], lo consideramos desaforado y poco oportuno.

Es poco oportuno para el patrimonio porque al considerar los edificios más importantes como locales preferentes para instalar hoteles, no tiene en cuenta lo que hemos señalado más arriba respecto a que un edificio histórico tiene valor no solo por su fachada, hay que respetar también los espacios interiores. Estimula también la destrucción de edificaciones no catalogadas, aparentemente en mal estado y que resulta más fácil y cómodo derribar y levantar una nueva construcción que mantener la original. Se pierde así el valor que estas construcciones tienen como contexto de otras más nobles pero que pueden perder su significado si aparecen sólo como islas en un mar de edificios modernos.

Es poco oportuno porque provoca una aumento de los precios del suelo y de los productos de consumo que difícilmente la población histórica puede asumir. Este aumento, además, puede dar origen a prácticas tan poco éticas y hasta delictivas, como es el “mobing” a inquilinos cuyas rentas sean bajas, práctica que además no sería nueva.

Es poco oportuno porque ante el aumento del coste de la vida, la población vacía los espacios tradicionales que quedan reducidos a maquetas o parques temáticos. Al ocurrir esto, se pierde también el entramado social, la memoria compartida y con ello el respeto y la puesta en valor de rincones y lugares cuyo papel en la historia pequeña y cotidiana se pierde para siempre sin que sea reemplazada por nuevas generaciones puesto que el espacio ocupado por el turismo es efímero, en el sentido de que sus proyectos no llegan más allá de unos pocos días, con mucha suerte alguna semana.

El vecindario que marcha se lleva con él un red de negocios familiares y pequeños que a menudo han transmitido el amor y el orgullo por un oficio[6]. Lo que a su vez significa menos diversidad económica o, lo que es lo mismo más dependencia de una sola actividad. En su lugar aparecen comercios homogéneos propiedad de grandes empresas con lo que la oferta disminuye pues la posibilidad del consumidor de escoger se reduce notablemente. Y en todo este proceso se pierde el patrimonio inmaterial de la ciudad, tan importante como el material[7].

Con el nuevo Plan de usos el Ayuntamiento apuesta por un sector concreto que a pesar de su importancia, únicamente representa una parte pequeña de la economía de la ciudad. No somos economistas pero siempre se nos ha aconsejado la diversificación económica como uno de los antídotos ante posibles crisis, porque si una actividad económica pasa por un mal momento, puede ser equilibrada por otra.

Por último, pone en peligro el patrimonio, tanto el material como el inmaterial. Apuesta por un modelo que ya ha demostrado suficientemente su ineficiencia y su peligro: fiar el aumento de los ingresos municipales al aumento de las plusvalías generadas por el sector inmobiliario. Y todo con una actitud servil ante el turismo, especialmente el de alto poder adquisitivo aunque no por ello menos depredador. Olvida al hacerlo que las dificultades económicas actuales están provocadas por un modelo casi idéntico al que propone, donde el afán desmesurado de beneficio no tiene límite. Por eso pedimos acabar con la siguiente cita:

 Séptimo: El Estado garantizará la propiedad legal legítimamente adquirida dentro de los límites que impongan el supremo interés nacional y la protección de los elementos productores. Sin mermar la iniciativa individual impedirá que la acumulación de riquezas pueda conducir a la explotación del ciudadano y al sojuzgamiento de la colectividad desvirtuando la acción controladora del Estado en la vida económica y social.[8]

Un espíritu y una disposición que nos gustaría encontrar en todos nuestros gobernantes cada vez más dispuestos a rendirse ante los argumentos económicos de beneficio a corto plazo y a traicionar su discurso aparentemente social y progresista pero en realidad depredador y egoísta.

Notas                   

1.No creemos que se pueda hablar de ejército propiamente durante la Edad Media, por lo menos no con el contenido que le damos hoy en día.

2. Véase a este propósito  CÓCOLA GANT, Agustín: “El Barrio Gòtico de Barcelona. De símbolo nacional a parque temático” en Scripta Nova; nº 371, 10 agosto 2011. Consultado en internet en junio de 2013.

3.  Véase  Arranz, Manuel:  La Rambla de Barcelona: estudi d’història urbana; Barcelona, 2003

4. Convención para la Protección del Patrimonio Mundial Cultural y Natural de 1972

5. CAPEL, Horacio: El modelo Barcelona: un examen crítico; Barcelona 2009

6. Un ejemplo que podría ilustrar lo que estamos diciendo sería el trabajo de VENTOSA MUÑOZ, Silvia: “El valor patrimonial de los oficios artesanos urbanos. Las corseteras de Barcelona” en Patrimonio Cultural y Museología”, nº 7, 1999

7. Las disposiciones de la Unesco para la conservación y salvaguarda del patrimonio inmaterial se pueden encontrar en CONVENCIÓN PARA LA SALVAGUARDIA DEL PATRIMONIO CULTURAL INMATERIAL, París, 17 de octubre de 2003, MISC/2003/

8.“Declaración del gobierno español, del 30 de abril de 1938 (Los “Trece Puntos”) en AZCÁRATE, Pablo: Mi embajada en Londres durante la guerra civil española, Madrid, 2012. Subrayado nuestro
  El contexto actual es completamente diferente del de 1938 pero pensamos que el espíritu de este párrafo debería ser aplicable en cualquier época y lugar

(*) El Pla d'usos de Ciutat Vella fue aprobado, con posterioridad a la entrega de este artículo, en el pleno municipal del 24 de julio de 2013, con los votos de CiU y PP. (Nota de los editores)

 

© Copyright María Cruz Santos, 2013.
© Copyright Biblio3W, 2013.

Ficha bibliográfica:

SANTOS, María Cruz. La Historia y el Patrimonio . Biblio 3W. Revista Bibliográfica de Geografía y Ciencias Sociales. [En línea]. Barcelona: Universidad de Barcelona, 15 de noviembre de 2013, Vol. XVIII, nº 1049(03). <http://www.ub.es/geocrit/b3w-1049/b3w-1049-03.htm>. [ISSN 1138-9796].


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