Biblio 3W
REVISTA BIBLIOGRÁFICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES
Universidad de Barcelona 
ISSN: 1138-9796. Depósito Legal: B. 21.742-98 
Vol. XIX, nº 1085, 5 de agosto de
2014
[Serie  documental de Geo Crítica. Cuadernos Críticos de Geografía Humana]

LOS BAÑOS ÁRABES DE MURCIA, UN BIEN CULTURAL BAJO LA PIQUETA DEL PROGRESO

Joaquín Martínez Pino
C.A. UNED Madrid

Recibido: 10 de abril de 2014; devuelto para correcciones: 12 de mayo de 2014; aceptado: 24 de mayo de 2014


 

Los Baños Árabes de Murcia. Un bien cultural bajo la piqueta del progreso (Resumen)

Este artículo aborda la destrucción de los llamados “Baños Árabes” de Murcia, monumento histórico artístico protegido, a causa de la política municipal de trasformación y desarrollo urbano emprendida tras la Guerra Civil. Partiendo de su contextualización histórica, el objetivo es dar a conocer el trabajo desarrollado al efecto por los organismos responsables de la conservación del monumento. A partir de la documentación histórica compilada, se reconstruye un episodio que permite al historiador analizar las limitaciones y logros de la política y de la administración para la protección del patrimonio del periodo; toda vez que se evidencia el papel relevante de la opinión pública en la conservación y estima de los bienes culturales.

Palabras clave: Murcia, patrimonio cultural, urbanismo, baños árabes.


 

Arab baths in Murcia. Cultural heritage succumbed to progress. (Abstract)

This document deals with the destruction of the Arab Baths in Murcia (a preserved artistic and historic site) as a result of some transformation and development policies. The objetive is to show the work done by the bodies responsible for the conservation of the monument, taking into account the historical contextualization. Given the historical documentation compiled, historians can analyze the limitations and successes of administration policies concerning protection of cultural heritage of the period. At same time, it is also evident the important rol of public opinion in the conservation and appreciation of cultural heritage.

Key words: Murcia, Cultural heritage, urban planning, Arab Baths.


 

«Parece que sobre España ha caído una población desarraigada y nueva, indiferente a todo,
sin conexiones ni línea de continuidad con el pasado. En suma, como una sociedad
extranjera que ocupara una casa que no es la de sus antepasados y que hace almoneda de ella,
con la crueldad de un rapaz apetito económico»[1
]
.

En el año 2009 el proyecto para la construcción de un aparcamiento subterráneo en las inmediaciones del Palacio de San Esteban de Murcia, impulsado por el Ayuntamiento, se vio interrumpido por la aparición, nada sorprendente, del trazado urbano islámico. Dio así comienzo un interesante capítulo de la historia reciente de nuestro patrimonio, en el que sólo a partir de la movilización ciudadana se logró detener la ejecución de la obra y evitar la destrucción del yacimiento, hoy felizmente declarado Bien de Interés Cultural por Decreto 12/2011 de 17 de febrero.

El desarrollo de los acontecimientos puso de manifiesto hasta qué punto es relevante para la conservación del patrimonio que la sociedad considere los bienes culturales como bienes de interés público. Por otra parte, trajo a la memoria el caso, frecuentemente recordado por la prensa y los integrantes de la movilización, de la destrucción de unos antiguos baños árabes con motivo de la construcción de la Gran Vía de Murcia. Un episodio con importantes paralelismos, en el que la opinión pública jugó también un papel relevante, pero que sin embargo acabó convirtiéndose en uno de los más turbios sucesos de la política cultural de esta Comunidad.  

El objetivo de este artículo es dar a conocer las circunstancias que rodearon la destrucción de ese conjunto, los Baños Árabes de Murcia, que había sido declarado Monumento Histórico Artístico por Decreto de 3 de junio de 1931[2]. La Gran Vía de Murcia es el último gran ejemplo de reforma interior en España, heredero de un modelo de intervención en el que los nuevos trazados, rectos y anchos, destruyen las pequeñas calles y las edificaciones menores, que conforman la trama tradicional, para adecuar la ciudad a las nuevas necesidades de la vida moderna. El movimiento higienista contaba con un precedente mítico, la reforma de París según el Plan Haussmann (1852). Así, a caballo entre los siglos XIX y XX, asistimos a la apertura de las grandes vías en España —Granada (1891), Madrid (1910), Barcelona (1908), Valencia (1928) y Murcia (1949)[3]—. En todas habría que lamentar, si no la destrucción de grandes arquitecturas, sí la liquidación de buena parte del trazado histórico. Así ocurrió por ejemplo en Granada, donde la construcción de esta vía supuso la mutilación de la antigua medina musulmana y el derribo de edificios como la llamada Casa de los Infantes o Palacio de Ceti-Meriem[4].

En el caso que nos ocupa, la recuperación de fuentes históricas nos permite poner en valor la relevancia arqueológica y artística de los Baños Árabes. La bibliografía sobre los procesos urbanísticos de Murcia nos brinda un marco de referencia que contextualiza los hechos que posteriormente se recogen. La documentación recuperada de los archivos históricos de la Administración Central nos ofrece, tras un detenido análisis y estudio, la oportunidad de revisar el papel jugado por los órganos encargados de velar por la conservación del patrimonio, a la vez que nos permite reconstruir de manera bastante pormenorizada los acontecimientos vividos. Finalmente, la consulta de la prensa de la época constata el enfrentamiento de intereses en la opinión pública a propósito de la conservación o destrucción de un bien patrimonial.

Los Baños Árabes de Murcia, un monumento objeto de estudio

Los Baños Árabes constituían hasta su desaparición uno de los pocos vestigios de época islámica que se conservaban en la ciudad. Murcia, capital de la Comunidad Autónoma del mismo nombre, fue fundada en el año 825 por el emir de Córdoba Abd-Al-Rahman II como capital de la llamada Cora o Reino de Tudmir, un territorio del sureste peninsular que ocupaba también la actual provincia de Alicante y parte de Albacete. A pesar del esplendor que la ciudad había experimentado durante época medieval, muchos de aquellos otros monumentos recogidos por la literatura —la mezquita mayor, los alcázares, puertas o puentes— habían desaparecido al compás de los tiempos, transformados en ocasiones por las nuevas necesidades de culto y residencia. 

Los Baños Árabes se encontraban en el subterráneo de una modesta casa de vecinos, en el número 15 de la calle Madre de Dios, haciendo esquina con un estrecho callejón. Su existencia era conocida desde antiguo, y son varias las fuentes que nos hablan de su importancia histórica ya en el siglo XIX.

Una de las más relevantes sin lugar a dudas es el Semanario Pintoresco Español, publicación en la que D. Ivo de la Cortina dedicó dos artículos a su estudio, en 1844. En el primero de ellos, publicado el 25 de febrero, el arqueólogo abordaba la descripción del exterior del edificio; y en el segundo, de 3 de marzo, detallaba las dependencias interiores. Todo ello acompañado de las oportunas reflexiones sobre el origen y el papel de los baños para los musulmanes, de datos históricos no exentos de cierta fantasía y de alguna que otra leyenda. Para estos artículos contó con la colaboración del grabador Félix Batanero, que trasladó los dibujos que el propio Ivo había realizado de los Baños (figuras 1 y 2 ).

Figura 1.  Exterior de los Baños Árabes.
Fuente: Ivo de la Cortina / Félix Batanero. Semanario Pintoresco Español, 25 de febrero de 1844, p. 61

 

Figura 2. Interior de los Baños Árabes.
Fuente: Ivo de la Cortina / Félix Batanero. Semanario Pintoresco Español, 3 de marzo de 1844, p. 69

 

En su descripción nos informa que una gradería de quince escalones llevaba a la puerta exterior «que no conserva más que su forma ojival, rodeada de un bordón con filete, y en la parte superior un escudo muy destruido». Pasado el zaguán, nos habla de la riqueza y buen gusto que se advertía en los adornos de algunas puertas, indicando que esas estancias eran las destinadas al reposo antes y después del baño[5]. Del interior, llamaba sobre todo la atención el conjunto que formaban el patio cuadrado central y las estancias que lo rodeaban, del que señalaba: «El perfecto cuadrado de treinta pies de longitud o abertura […] estaba cerrado, según se ve en la parte superior, por una cúpula o bóveda común que apoyaba en los cuatro ángulos rectangulares; pero o fuese que se hundiera, o mejor que conviniese a los actuales moradores […]; lo cierto es que hoy forma un verdadero patio, donde muy erguida crece una higuera en sitio que nunca lo hubiese podido esperar en los buenos tiempos de la casa de baños»[6]. De hecho, es de señalar cierto halo romántico que se entremezcla con el lamento por el estado de conservación del monumento: «¡Pero hoy! Hundidos los techos, abandonados del lujo y de aquellos esplendentes moradores, solo dan albergue a la miseria, recuerdan lo pasado, señalándonos el triste porvenir de todas las cosas terrestres»[7]

De finales de siglo es la referencia, mucho más ajustada a lo que se describe de los Baños en lo sucesivo, que Rodrigo Amador de los Ríos realiza como parte de su trabajo sobre Murcia y Albacete para la colección España, sus monumentos y artes, su naturaleza e historia. En ella nos ofrece además la primera planta del conjunto, en el que se diferencia la sala de acceso, al fondo de la cual se había establecido un horno moderno, una zona intermedia de varias estancias abovedadas y la zona del patio con sus galerías circundantes (figura 3). Sobre esta última zona señalaba que se componía «a cada lado de un arco de herradura, de fábrica de ladrillo, el cual apoya sobre esquinados hombros de mármol negro, sin restos de decoración alguna, sin capiteles y faltos de toda indicación por donde fuera cumplidero rastrear la progenie de la construcción, advirtiéndose todavía los arranques de la bóveda esférica que hubo de cubrir lo que las necesidades actuales han convertido en patio»[8]. Concluía el autor que, por el carácter de la obra, las dimensiones y el tipo de construcción, estos baños no pudieron formar parte del antiguo Alcazar–Kabir, y que se correspondía más con una casa de baños pública construida, seguramente, en el siglo XII. Con todo, el edificio se consideraba digno de estima y merecedor de una mayor atención y conservación, alertando que «los acomodamientos y adulteraciones hacen cada día perder más de su carácter propio, y que al fin desaparecerá no dejando en pos de sí huella ninguna»[9]

Figura 3. Planta de los Baños Árabes de Murcia.
Fuente: Rodrigo Amador de los Ríos

 

Ya en 1907, Manuel González Simancas presentaba al recientemente creado Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes, el esperado Catálogo Monumental de la Provincia de Murcia. Entre los monumentos de época islámica recogidos en la obra se dedicaban varias páginas a la llamada “Casa de baños” (figura 4). Destaca de este trabajo, más allá de la recuperación de algunos documentos históricos medievales y de la detallada descripción que hace de sus espacios y elementos arquitectónicos, el análisis estilístico de sus arcos de herradura. A raíz de este análisis, para el que González Simancas se vale de las investigaciones de Gómez Moreno, se databan los baños entre el año 821 y la primera mitad del siglo X[10].

Figura 4. Fotografía del arco y muro occidental de la zona del patio.
Fuente: Catálogo Monumental de España. Provincia de Murcia, 1905-1907. Vol. III., Fotografía n. 84, p. 38

 

Un nuevo estudio sobre el conjunto es el que realiza Leopoldo Torres Balbás en 1933, publicado en el Boletín del Museo Provincial de Bellas Artes. Bajo el título «Paseos arqueológicos por la España Musulmana», el eminente arquitecto y restaurador hace un recorrido por los principales monumentos musulmanes de la provincia, centrando su atención en los Baños Árabes, en el Castillo de Monteagudo y en el de Santa Catalina del Monte. Un trabajo que, sin duda, se enmarca en su cometido como Arquitecto Conservador de Monumentos de la Zona Sexta, cargo que ocupaba desde su creación en 1929[11] .

Por la descripción que realiza de los Baños sabemos que el inmueble estaba entonces ocupado por un taller de carpintería. Por lo demás, poco añade a lo que ya había sido señalado; si acaso su mención a la probable existencia de un hipocausto bajo el suelo. No obstante, la construcción y la disposición de las salas, similar a la de los numerosos baños que se conservaban, le llevaban a retrasar su construcción nuevamente a los siglos XI o XII[12].

Destaca en este breve repaso la ausencia de noticas sobre estos Baños entre la documentación conservada de la Comisión de Monumentos de Murcia hasta fechas muy cercanas a su demolición. No hemos encontrado, ni en las actas de la corporación ni en las comunicaciones mantenidas con las Reales Academias de la Historia y de Bellas Artes de San Fernando, referencias o alusiones al conjunto desde la creación de este organismo, en 1844, hasta el primer tercio del pasado siglo[13].

Reforma urbana de Murcia. Proyectos y Planes para la modernización de la ciudad

Tal y como ocurría en la mayor parte de nuestro país, hasta mediados del siglo XX las ciudades de la Región de Murcia presentaban una evidente continuidad histórica desde siglos. Hasta la fecha, los cambios se habían sucedido a un ritmo lento, adaptándose a los trazados urbanos antiguos, a las técnicas y materiales tradicionales, y a las escalas y proporciones habituales. Una continuidad que se vio alterada por los efectos de la industrialización, la emigración a las ciudades y las necesidades de nuevos servicios.

Particularmente, el casco urbano de Murcia estaba básicamente formado por el antiguo núcleo islámico y el barrio del Carmen, al otro lado del río, presentando algunas carencias importantes de infraestructuras —fundamentalmente de comunicación, pavimentación y alcantarillado—. Muchos de estos problemas eran de largo recorrido y habían motivado la elaboración de distintos planes para la modernización de la ciudad desde finales del siglo XIX.

En la década de 1890 aparece un primer proyecto de reforma urbana, redactado por Pedro García Faría. El ingeniero y arquitecto, autor del Proyecto de Saneamiento del Subsuelo de Barcelona (1893), tuvo como principal encargo dotar a Murcia de una moderna red de alcantarillado que resolviese los graves problemas de evacuación de aguas sucias de la ciudad. El Plan García Faría no llegó a ser ejecutado, aunque algunas de las soluciones planteadas fueron recogidas en proyectos posteriores. Con todo, uno de sus grandes méritos fue la elaboración de un Plano de Población fielmente levantado.

En los años del cambio de siglo un entusiasta movimiento de renovación urbana se había apoderado ya de las autoridades locales. Fueron fechas en las que se acometió un amplio programa de acondicionamiento de calles, y en las que se continuó con el impulso constructivo que, desde mediados del siglo anterior, estaba transformando la imagen de la ciudad mediante la construcción de muchos de sus edificios más representativos. Acorde con este espíritu comienza a plantearse la expansión de la ciudad por el norte y la intervención en el interior del casco, con la apertura de algunas nuevas calles y la regulación de otras. En este contexto destaca la figura de José Antonio Rodríguez, arquitecto municipal, que en 1920 firma un Proyecto de lineación y ensanche de calles de Murcia en el que sobre todo destacaba la propuesta de una Gran Vía que, de norte a sur, cortaba la ciudad hasta desembocar en el Arenal y el Puente Viejo. En el plano  reproducido (figura 5) podemos observar que el arquitecto centraba el interés en torno a la Plaza Romea, donde confluían varias calles rectas y ensanchadas; entre estas la Gran Vía, que seguía la línea de su fachada lateral.

Figura 5. Fragmento del plano. Proyecto de lineación y ensanche de calles de Murcia.   José Antonio Rodríguez, 14 de febrero de 1920. Fuente: Archivo Municipal de Murcia (AMM), Planero

 

Pocos años más tarde, un ilustre empresario murciano, Bartolomé Bernal Gallego, movilizó y costeó un equipo de ingenieros y arquitectos para desarrollar un plan integral de reforma urbana que ofrecer al Ayuntamiento. Entre sus integrantes destacaban las figuras del ingeniero Jaime Lluch y del arquitecto César Cort —éste último verdadero ideólogo y director del proyecto, en el que trabajó con total libertad e independencia[14]—.

El denominado Plan Cort abordaba los problemas de higiene, de urbanismo y de tráfico con propuestas sobre aguas, alcantarillado, reforma interior, apertura de nuevas calles y construcción de nuevos barrios[15]. Uno de los objetivos fundamentales era acondicionar la ciudad al creciente tráfico rodado y organizar la circulación a través de grandes vías y un gran camino de ronda. Otra novedad que planteaba era la creación de una “fachada representativa” hacia el río, entre el Arenal y el nuevo Puente de Hierro, formada por el Ayuntamiento, el Palacio Episcopal, la Diputación Provincial y el Gobierno Civil[16]. El Plan fue aprobado en octubre de 1926, pero las vicisitudes políticas y financieras hicieron inviable su realización[17]. Interesa en nuestro caso subrayar que el Plan Cort mantenía la apertura de un gran eje norte-sur que, desde la nueva estación ferroviaria de Zaraiche al norte, llegase al Arenal y Puente Viejo pasando junto al Teatro Romea y la iglesia de San Bartolome, siguiendo el mismo trazado que hemos visto en el proyecto de José Antonio Rodríguez.

Durante la posguerra los problemas urbanísticos no hicieron sino acrecentarse, obligando al Ayuntamiento a impulsar un nuevo proyecto de reforma urbana. El acuerdo se concretó en octubre de 1942, encomendándose el trabajo a Gaspar Blein Zaragoza, arquitecto municipal desde 1929. Blein debió comenzar los estudios de forma inmediata, pero no es hasta 1949 cuando se presenta una primera versión de su plan. Sus puntos básicos eran la construcción de un sistema viario a base de grandes rondas de circunvalación y nuevas vías interiores en dirección norte-sur, la creación de una fachada representativa siguiendo lo apuntado en el Plan Cort, la ordenación de volúmenes en las zonas construidas y el planteamiento de nuevos barrios. A pesar de que el nuevo plan fue aprobado en 1950, no estuvo exento de modificaciones y replanteamientos durante esta década y la siguiente.

Sea como fuere, el legado fundamental de Blein iba a ser la apertura de la Gran Vía de Murcia, una obra que desde el inicio constituyó un proyecto en sí mismo y que encarnó todas las contradicciones de una ciudad que aspiraba a modernizarse, a salir de su estancamiento. Como veremos a continuación, su trazado difería del planteado por sus predecesores, situándose más al oeste, pero comunicaba los mismos polos urbanos —al norte, la Plaza Circular, con la estación de Zaraiche; al sur, el Arenal y el Puente Viejo—. Al parecer, un precedente del actual trazado había sido proyectado en 1941 por el también arquitecto municipal Daniel Carbonell. En 1947 este mismo arquitecto firma otro proyecto de Gran Vía ya plenamente coincidente con la planificación de Blein. Finalmente, la aprobación de la obra se produjo en 1949, un año antes que el propio Plan Blein, lo que demuestra por otra parte la importancia que se concedía a esta intervención[18].

De la Gran Vía de Murcia destaca sobre todo la irregularidad de sus dimensiones y trazado. Como vemos en la imagen (figura 6), desde su arranque al norte, el proyecto dibujaba una ligera curva hacia el oeste cuyo objetivo no era otro que reducir el impacto económico y social derivado de las expropiaciones en la zona más comercial y poblada del casco antiguo. Al desplazar el trazado se aprovechaban tres grandes solares de conventos, el de Madre de Dios y el de Reparadoras, ambos desafectados, y el de Capuchinas. La gran contrapartida, como es sabido, eran los Baños Árabes, atravesados directamente por el nuevo proyecto[19].

Figura 6.  Plano Gran Vía. Línea discontinua: primera planificación no realizada. Línea continua: alineaciones vigentes.
Fuente: Rosselló y Cano, 1975, p.169

 

La Gran Vía y el problema de los Baños Árabes. Declaraciones, acciones y opinión pública. Hacia una reconstrucción de los hechos 

El problema de la conservación de los Baños Árabes ocupó a los organismos responsables apenas finalizada la guerra. Así se observa, por ejemplo, en las actas de la Comisión Provincial de Monumentos, reunida por vez primera tras la contienda en diciembre de 1939. En tal fecha se discutía sobre el retomado proyecto de Gran vía, «que arrancando desde el Puente Viejo, ha de pasar por la calle de Madre de Dios hasta la Plaza del Romea», y se acordaba dirigirse al Ayuntamiento instándolo a respetar el monumento «ante el peligro de que la línea afecte al emplazamiento de los restos de los “Baños Árabes”»[20].

La Comisión de Monumentos se refería todavía al trazado primitivo, el que pasaba junto al Teatro Romea. Sin embargo, un informe de 3 abril de 1940, de la Comisaría General del Servicio de Defensa del Patrimonio Artístico Nacional al Director General de Bellas Artes, pone de manifiesto que el trazado Carbonell/Blein ya estaba siendo discutido: «…efectivamente, dicho proyecto significa la forzosa demolición del Monumento Nacional aludido. Forzosa, puesto que al parecer no hay posibilidad de desviación del trazado de la vía, según comunicó el Sr. Alcalde al serle sugerida esta especie de solución».

Más allá del trazado de la vía y de la llamativa, por temprana, negativa del alcalde a estudiar un desvío, destaca en ese informe la postura firme que desde el primer momento mantuvo el Servicio de Defensa del Patrimonio sobre la obligatoriedad de conservar los Baños Árabes: «…debe evitarse por todos los medios posibles se lleve a término la desaparición de los Baños árabes llamados de la Madre de Dios», concluía el escrito. El informe incidía además en dos puntos clave: el primero, que el valor de estos baños debía considerarse teniendo en cuenta los escasos restos monumentales conservados de la época medieval en Murcia; el segundo, que el mal estado en el que se encontraban era inadmisible precisamente a causa de su abandono[21]. Pocos días después la prensa murciana se hacía eco del oficio enviado por el Ministerio y anunciaba que el Proyecto de Gran Vía introduciría las modificaciones necesarias para garantizar la conservación de los Baños Árabes[22].

Teniendo en cuenta el estado de abandono del monumento y las pocas garantías de conservación que existían, el Ministerio de Educación Nacional solicitó al Servicio de Defensa la tasación de la finca con objeto de adquirirla. Dicha tasación fue realizada por D. José Tamés Alarcón, Arquitecto-Ayudante de la 7ª Zona, quien en febrero de 1942 valoraba el inmueble en 69.600 pesetas[23]. La adquisición, que a buen seguro hubiese garantizado la salvación del monumento, nunca llegó a concretarse. Su conservación dependía, por tanto, del estricto cumplimiento de las leyes, del celo de los organismos responsables y de la buena voluntad de la administración local.

Así pues llegamos al año 1949, en que se aprueba el Proyecto Carbonell/Blein, con la cuestión de la conservación de los Baños cerrada en falso. A partir de este momento se suceden toda una serie de acontecimientos que evidencian la prioridad que los poderes locales otorgaron a la apertura de la Gran Vía frente a cualquier otra consideración.

 A ese contexto de euforia modernizadora no era ajena tampoco la Comisión Provincial de Monumentos de Murcia, en cuya actuación se echa en falta una postura mucho más clara. A modo de ejemplo, en mayo de 1949 la Comisión de Monumentos discutía, sin llegar a un acuerdo, si debía «tomar parte en la información abierta pública sobre las obras y reformas urbanas de la futura Gran Vía central que arrancando del Arenal, llegará a la estación de Murcia-Caravaca, pasando sobre o junto los Baños Árabes y otras edificaciones de interés de dicha zona de la ciudad»[24]. Difícilmente encontraremos una situación más propicia para que la Comisión se hubiese pronunciado voluntariamente.

Esta posición de la Comisión Provincial, un tanto indeterminada, hubo de romperse dos años después por iniciativa del Ayuntamiento. El 17 de mayo de 1951 la Comisión se reunía de urgencia para tratar la solicitud, realizada por la Alcaldía, de un informe acerca de la supervivencia o la desaparición de los Baños Árabes. Se trataba a todas luces de una situación comprometida para la corporación, que sabía que la conservación de estos «tan venerables por su antigüedad, como escasos y mutilados restos arquitectónicos, supondría un grave y costoso obstáculo para el comienzo y la regularidad de las obras y trazado de la nueva gran vía con que se quiere mejorar las comunicaciones y ornato de la ciudad». Los miembros asistentes, entre los que se encontraba un representante del Ayuntamiento y el mismo Daniel Carbonell, arquitecto municipal, analizaron el estado de abandono del monumento y sus malas perspectivas de futuro, debido a su juicio a las desproporcionadas cantidades económicas que requeriría su conservación o restauración. Finalmente, «rindiéndose a la evidencia del inevitable peligro de desaparición, natural o violenta», se cree llegar a una solución proponiendo que se salvase al menos su memoria, conservando en el museo una maqueta, fotografías, dibujos y cuanto sirviese «para ilustrar lo que fueron dichos Baños Árabes, que en el lamentabilísimo estado en que se encuentran cada día más, no deberían ser un escollo insuperable e impopular para las obras de ensanche y embellecimiento de la ciudad»[25]. Todas estas reflexiones fueron plasmadas en un informe fechado en septiembre de 1951 y remitido al Ayuntamiento y a la Dirección General de Bellas Artes[26]

 Es en este momento que entra en juego nuevamente la figura de D. José Tamés Alarcón. Según la documentación conservada, a finales de 1951 el Arquitecto-Ayudante de la Zona 7ª visita la ciudad de Murcia y es puesto al tanto de las últimas novedades sobre los planes de construcción de la Gran Vía. Pudo conocer de primera mano el informe elaborado por la Comisión de Monumentos, y contrario, como era, al destino al que parecían abocados los Baños, se entrevistó con el propio Sr. Carbonell para advertirle de la gravedad que entrañaba el derribo de un monumento declarado. Fruto de estas gestiones es el informe que en enero de 1952 remite a la Comisaría del Servicio de Defensa (figura7).

Figura 7.  Plano de los Baños Árabes. Seguramente elaborado por D. José Tamés para su informe de 7 de enero de 1952.
Fuente: Archivo Central del Instituto del Patrimonio Cultural de España (IPCE), Planero, 03-

 

En él se recogen algunos antecedentes que ilustraban un claro cambio de criterio por parte del Ayuntamiento:

«Hace varios años, con motivo del plan de Ordenación de Murcia nos enteramos que el eje de la Gran Vía que se proyectaba pasaba justamente por el centro del edificio y que por lo tanto se preveía su demolición: en vista de lo cual nos pusimos al habla con el arquitecto autor del Plan D. Gaspar Blein que desconocía su condición de Monumento Histórico-Artístico, asegurándonos que lo tendría en cuenta para su conservación.
En efecto en el proyecto de Ordenación de la Ciudad, más tarde redactado se respetaba del edificio la parte correspondiente a los Baños árabes que quedaba en el centro de una plaza o ensanchamiento de la Gran Vía, solución muy afortunada ya que permitía el rescate de los restos de su actual estado, permitiendo por tanto la conservación y exaltación que merecen. Este proyecto de Ordenación de la Ciudad fue aprobado en principio por el Ayuntamiento, a reserva de las reclamaciones reglamentarias, hace varios meses.
En reciente visita efectuada, fui informado por los vecinos de la casa, de que habían sido notificados por el Ayuntamiento para que se preparasen en corto plazo a desalojar el taller y viviendas, ya que había sido adquirida por el Ayuntamiento para proceder a su derribo por afectar al Plan de Reforma Interior.
El día 29 del pasado mes de diciembre me personé en la Oficina Técnica del Ayuntamiento de Murcia, informándome el Arquitecto jefe Sr. Carbonell, de que por acuerdo posterior Municipal, se pensaba en la demolición total de la finca, tras la toma de datos de los Baños para la conservación en moldes de escayola de las partes más interesante, en el Museo provincial; […]»[27].

La solución del ensanche a la que se refiere el escrito había sido efectivamente incorporada al proyecto por Gaspar Blein, como se observa en el siguiente plano fechado en septiembre de 1949 (figura 8). En cualquier caso, la respuesta a ese informe fue un oficio del Director General de Bellas Artes al Alcalde de la ciudad, recordándole la declaración de Monumento Histórico Artístico que pesaba sobre el monumento y haciéndole saber «la necesidad de que los citados baños Árabes sean respetados en toda su integridad en el lugar en que se encuentran enclavados, debiendo tomarse por esa Alcaldía las medidas oportunas a tal fin»[28].

Figura 8. Proyecto de Ordenación Urbana. Gaspar Blein. Septiembre de 1949.
Fuente: AMM, Planero

 

Se imponía de esta forma el criterio de D. José Tamés, no compartido como hemos visto por la Comisión Provincial de Monumentos —para la Comisión su propuesta se ajustaba más a las realidades y posibilidades del momento[29]—. En cambio, sí que contaba con el respaldo de D. Leopoldo Torres Balbás, que en ese mismo año publica un artículo titulado El Baño musulmán de Murcia y su conservación, donde pone de manifiesto su total rechazo a las políticas urbanísticas imperantes y hace un llamamiento a la necesidad de educar en el respeto y estima de nuestro patrimonio. Merece la pena rescatar algunos párrafos:

«Las leyes, perfectas casi siempre, pero incumplidas, no protegen eficazmente las obras artísticas pretéritas cuando las gentes carecen de cultura y sensibilidad suficientes para comprender su valor y apreciar su belleza […]
Generaciones futuras, conocedoras del pasado y educadas en el respeto y el amor de sus restos, no proyectarán el derribo de éstos para transformar la viejas ciudades, con ideal urbano de nuevos ricos, en otras modernas, de anchas avenidas, calles tiradas a cordel y rascacielos».

Y sobre el caso concreto de Murcia, señalaba:

«Pero esa vía, torpemente proyectada cortando un resto monumental único, puede y debe desviarse; no hay razón alguna de interés público que aconseje su trazado recto, como en cualquier ciudad norteamericana. Con un trazado curvo o quebrado ganará en perspectiva y belleza, y, sobre todo, salvará una reliquia del pasado de la ciudad, un recuerdo de su historia»[30].

Pero el debate no se cerró con la orden de la Dirección General, sino que se trasladó a través de la prensa a otro terreno, el de la opinión pública. Operación que, a nuestro juicio, se hizo de forma poco rigurosa y ciertamente interesada, pues se planteó siempre de forma maniquea —Gran Vía sí, Gran Vía no; progreso o conservación…—, obviando en todo momento la posibilidad de conjugar ambos intereses adaptando el proyecto de la forma que hemos visto.

En septiembre de 1952 podían leerse en la prensa murciana opiniones como las que siguen:

«Ahora se pone el grito en el cielo por la amenaza que suponen para unos muros árabes la apertura de la Gran Vía proyectada. Tales muros no revisten  la importancia que revistió el edificio del Contraste [Monumento Nacional derruido en 1933 por su pésimo estado de conservación] […]
Nos hallamos, pues, ante un brote de oposición sistemática que había que combatirlo. Me parece absurdo su planteamiento ¿No fueron a parar en el Museo antiguas esculturas, escudos nobiliarios, columnas, arquitrabes y otros restos de construcciones antiquísimas? ¡Pues que se desmonten las piedras que menciono, y que se abra la Gran Vía sin obstáculos que entorpezcan su ejecución!»[31].
«¡Así podrá extenderse la mirada sin limitaciones como hasta el momento, desde el Puente Viejo a Capuchinas! Buena falta que hace»[32].
«Siempre que se habló de la Gran Vía se desataron las pasiones. Unos siguiendo un criterio respetable, pero a nuestro juicio equivocado, oponiéndose a una reforma que realmente no hace desaparecer ningún edificio urbano de importancia, ni por su contextura ni por su interés arquitectónico; […]»[33].

Parece que la polémica entre detractores y defensores del monumento estuvo presente incluso en los actos feriales de aquellos días, como ocurrió durante el festejo taurino del 7 de septiembre, donde llovieron octavillas en las que con evidente ironía se invitaba a forasteros y turistas a visitar los Baños Árabes (figura 9). Sobre el episodio podía leerse al día siguiente:

«lo que desde luego nadie pudo sospechar, a excepción claro está de los autores del desaguisado, es que entre natural y derechazo iban a llover del cielo unas octavillas clandestinas […]

Un viejo refrán dice que la ropa sucia se lava en casa, y precisamente ayer se hizo lo contrario, pues a plena luz de la tarde septembrina sacamos a relucir no  ropa vieja, sino trapajos, los deshilachados trapajos de un irrespetuoso llamamiento a turistas y forasteros a los cuales no hay por qué mezclarlos en nuestros asuntos o problemas particulares»[34].  

Figura 9. Octavilla invitando a visitar los Baños Árabes de Murcia.
Fuente: IPCE, Archivo Central, AHP. 0028.23

 

Pero fue sobre todo una encuesta publicada en el periódico Murcia Sindical lo que motivó la alarma de la Administración del Estado. Ésta recogía la opinión de destacadas personalidades políticas y culturales a partir de las siguientes preguntas: «¿Cree usted que deben desaparecer los llamados “Baños Árabes” para la apertura de la Gran Vía o no?, y ¿por qué?». Las opiniones allí vertidas, con alguna loable excepción, abogaban en su mayoría por sacrificar los Baños:

«En realidad se trata de una colisión entre el ayer y el mañana de Murcia, en la que debe prevalecer lo más beneficioso para su vida. El valor de la Gran Vía […] es tan enorme que no puede ser desconocido por nadie. El valor histórico y artístico de las ruinas, según el dictamen de la Comisión Provincial de Monumentos, es muy limitado»;
«Creo, sinceramente, que no vale la pena privar a Murcia de esta mejora por tan pequeño obstáculo. Nadie se ocupó hasta ahora de tales baños y hasta muchos desconocían su existencia. Sólo se habló de ellos cuando a intereses particulares convino hacerlo».

Algunas posiciones eran defendidas con sorprendente vehemencia:

«Aunque la Gran Vía fuera un error —que no lo es— y aunque se llevara por delante cosas bastante más importantes que los “Baños Árabes” —que por otro lado no son sino un inmundo depósito de miserias—, ya es hora a los trece años de Liberación que un hombre joven y falangista rija con un sentido nuevo y revolucionario los destinos de esta ciudad y se le permita hacer algo»[35].

Dado el conocido desenlace de los acontecimientos, es inevitable la sensación de que se estaba preparando el ambiente para una intervención unilateral. Así de hecho debió interpretarlo el Servicio de Defensa del Patrimonio y las autoridades ministeriales, como confirman dos telegramas enviados por el Comisario General del Servicio de Defensa al Gobernador Civil de Murcia y al Presidente de la Comisión de Monumentos, respectivamente. En ellos se advertía una vez más la ilegalidad que supondría derribar el monumento sin expresa autorización del Ministerio, y se encomendaba su vigilancia a la Comisión de Monumentos[36].

 Lo que ocurre entre octubre de 1952 y febrero de 1953, es una carrera en toda regla para tratar de salvar los Baños Árabes del destino al que parecían abocados. Por iniciativa del Servicio de Defensa del Patrimonio, y «ante el temor de que se produzca el lamentablemente frecuente “hecho consumado”», se pidió a las Reales Academias de Bellas Artes y de la Historia que elaborasen sendos informes sobre el estado y conservación de los Baños Árabes de Murcia[37].

La primera en pronunciarse fue la Academia de Bellas Artes de San Fernando, que el 16 de diciembre de 1952 aprobaba una ponencia elaborada por D. Manuel Gómez Moreno. En ella se acreditaba la importancia del edifico, que debía conservarse en cualquier caso y que podía ser objeto de una buena restauración, atajando cualquier consideración contraria:

«Su aspecto actual es bochornoso; su abandono, absoluto. Y, sin embargo, la solidez de su construcción lo desafía, manteniéndose en perfecto estado, no obstante las insinuaciones de ruina, que ahora se cotizan en contra por elementos demasiado sospechosos en sus intenciones. […] es fácil, para un arquitecto experimentado en este linaje de investigaciones, el levantar enlucidos, descubrir puertas y rebajar el suelo a su nivel primitivo y abrir paso a locales ahora inaccesibles. Hecho esto, el estudio completo del edificio y su reintegración serán fáciles»[38].

Algo más de tiempo tardó en resolver la Academia de la Historia, cuyo informe, firmado por Angulo Íñiguez, fue aprobado el 13 de febrero de 1953, con lo que la publicación tuvo lugar una vez desaparecido el objeto de estudio. No obstante, algunas de sus reflexiones merecen ser recordadas:

«Está visto que a juzgar por las opiniones de las destacadas personalidades murcianas consultadas, a buena parte de la ciudad le estorba estos Baños Árabes. Hasta se tiene la impresión de que Murcia no podrá ser nunca una gran ciudad si no se sacrifican los Baños, como si ese monumento bien restaurado, limpio y bien tenido no pudiera ser un valor más que contribuyese al interés y atractivo monumental con que sueñan esos murcianos que piden su desaparición. […]

Nada tiene de extraño que a personas profanas, a las que se habla de la importancia arqueológica de un monumento de esta naturaleza, espere quedar deslumbrado ante la riqueza decorativa del mismo, y al no suceder así, sufra una decepción. Este es indudablemente el caso de no pocos de los opinantes en la prensa murciana […]. Más lamentable es que personas que por su formación y por los cargos que ocupan pudieron apreciar esos valores, los hayan menospreciado»[39].     

El criterio de las Academias era consecuente con la experiencia extraída de otros conjuntos similares. A modo de ejemplo, los Baños Árabes de Palma de Mallorca habían sido ya objeto de estudio a finales del siglo XIX por la Academia de la Historia (figura 10). Por otra parte, hay que destacar la legitimidad de la postura defendida por Gómez Moreno quien, al igual que Torres Balbás, contaba con una amplia experiencia en la materia. Curiosamente, a esos mismos protagonistas debemos la conservación de los Baños Árabes de Jaén, declarados Monumento Nacional en 1931 por iniciativa de Gómez Moreno, y restaurados a partir de 1936 bajo la dirección de Torres Balbás.

Figura 10. Planos de los Baños Árabes de la Calle de Serra en Palma de Mallorca.
Expediente con informe de Emilio Pou sobre el estado de conservación del monumento. 1885.
Fuente: Archivo de la Real Academia de la Historia, CAIB/9/7945/14.

 

No existía, por tanto, ningún informe que apoyase la destrucción del monumento. Ni siquiera podían alegarse motivos técnicos. En este sentido cobra relevancia una “nota confidencial” conservada en el Archivo del Instituto del Patrimonio Cultural de España, sin autor ni destinatario, pero que tiene todos los visos de haber sido redactado por el propio Gaspar Blein:

«Al estudiar el trazado de esta vía y viendo que su posición más conveniente cruzaba precisamente por encima de los llamados Baños Árabes, consulté con Iñiguez la conveniencia o no de respetarlos […].
La opinión de Iñiguez fue que efectivamente tienen un valor arqueológico y que si buenamente podían respetarse sin un gran trastorno en el plan de urbanización, valía la pena de hacerlo.
En vista de ello, estudié la posibilidad de provocar un ensanchamiento en la vía que permitiera dejar un pequeño espacio ajardinado central con lo que pudiera evitarse la destrucción total de los escasos restos de los Baños, que desde el punto de vista de las perspectivas de la vía habrá que cuidar mucho para evitar que desentonen y den una sensación de cosa pobre y vieja.
[…] Parece que el motivo de la campaña iniciada en pro de la desaparición de los Baños es el aumento de las expropiaciones que es necesario realizar para el ensanchamiento previsto.
Madrid, 19 de enero de 1953»[40].

Puede que efectivamente se debiese a motivos económicos, o puede incluso que se considerara que la pervivencia de los Baños deslucía el proyecto de Gran Vía y la deseada perspectiva desde el Puente Viejo. Sea como fuere, la documentación consultada ofrece pocas dudas sobre la decidida voluntad del Ayuntamiento de derribar los Baños Árabes. Una voluntad que, como veremos, se justificó en el estado ruinoso del monumento.

Figura 11.  Estado de los Baños Árabes en diciembre de 1952,  tras las demoliciones efectuadas. José Tamés. Plano que acompañaba el informe de 5 de enero de 1953. En rojo se señalan los daños aparecidos tras el derribo y desescombrado de la casa nº 15 y fincas limítrofes
Fuente: IPCE, Archivo Central, Planero, 03-03-02

 

El 5 de enero de 1953 D. José Tamés enviaba un nuevo informe al Servicio de Defensa, evaluando el estado del monumento una vez realizados los derribos de la casa nº 15 y de las fincas vecinas. En él se documenta el deterioro provocado por estas obras acometidas desde el Ayuntamiento. Como podemos observar en la planimetría que le acompañaba (figura 11), los derribos habían ocasionado importantes daños al conjunto, que afectaban sobre todo a las bóvedas del edifico, pero también a algunos muros perimetrales:

«Los derribos para el trazado de la nueva Gran Vía, se acometieron durante el pasado verano […]
Durante nuestras inspecciones en los meses de septiembre, octubre y noviembre pasado, no pudo observarse con certeza el alcance de los daños ocasionados, por no haberse retirado los escombros y llenar estos la mayor parte de los recintos, pero en nuestra última visita se ha podido apreciar con toda claridad el estado en que se encuentran […]
El estado en general de todo ello es muy deficiente, no solo por los daños sufridos con los derribos, sino también por su situación anterior y por la naturaleza de las fábricas ejecutadas con materiales muy pobres, agravado todo ello porque al quedar al descubierto se van descomponiendo y disgregando los morteros y destruyéndose por tanto las fábricas»[41].

Ciertamente, el estado del conjunto debía ser preocupante. Situación que, a tenor de las noticas, se habría visto agudizada entre el 5 y 6 de febrero con algunos derrumbes parciales. Y es aquí que contamos con una serie de  informaciones contradictorias que desembocaron en el derribo del monumento durante la madrugada del 7 de febrero.

Según afirmaba el presidente de la Comisión de Monumentos a la Dirección General de Bellas Artes, el día 5 el Sr. Alcalde había notificado a la Comisión que durante los primeros días de febrero se habían producido una serie de hundimientos que habían requerido incluso establecer un servicio de vigilancia para evitar posibles accidentes. En base a estos hechos, el Ayuntamiento entendía justificada «cualquier medida de urgencia que en cumplimiento de su deber, se viera precisada a tomar para defensa de la seguridad del vecindario». Siguiendo este mismo relato, la Comisión de Monumentos habría visitado el monumento y «comprobado la ruina total del mismo»; por lo que trasladaba a la superioridad la efectiva desaparición del monumento «manifestándole al mismo tiempo, que, a juicio de los componentes de la misma, tanto por la Alcaldía como por los Técnicos Municipales se han venido tomando cuantas medidas estaban a su alcance para evitar la ruina del edificio […] y que, por lo tanto, solo al mal estado de conservación del monumento […] se debe la ruina del mismo determinada, seguramente de manera inmediata por las lluvias de estos últimos días»[42].

Esa fue al menos la versión oficial, la de las últimas lluvias, como recogía la prensa de ese mismo día 7 de febrero.

«Las lluvias de estos últimos días han venido produciendo resquebrajamientos en las ruinas de los baños árabes, hasta el punto de que en el día de ayer se registró el hundimiento de unas bóvedas y de la columna que sostenía los arcos de lo que fue patio central, así como parte de una de las paredes.
Ante la posibilidad de que nuevos derrumbamientos puedan envolver peligro de cualquier índole, esperamos que por la Autoridad se adoptarán las decisiones más oportunas»[43].

Una versión, sin embargo, fuertemente desmentida por algunos murcianos que se dirigieron a la Dirección General:

"Eso que dice de las lluvias es una falsedad, como una casa; pida Vd. a cualquier Servicio Metereológico [sic.] de la zona de Levante los correspondientes datos y verá como aquí no ha llegado el agua tan deseada para nuestros campos. Hemos tenido días nublados, eso sí, pero llover, eso se lo han inventado en el Ayuntamiento los autores o autor de la nota, porque además entra en la redacción [en prensa] la noche del 6 y en la madrugada del 6 al 7 ya comienzan a actuar las brigadas»[44].
«[…] esta mañana hemos visto que algunas de sus habitaciones están hundidas. Quieren echar la culpa a las lluvias, pero toda Murcia sabe que el poco agua que ha caído solamente ha humedecido las calles, que ese hundimiento se debe a órdenes del Alcalde y que los vecinos hemos presenciado esta madrugada como llevaban a cabo esas órdenes»[45].

En cualquier caso, los derrumbes que hubiesen podido provocar las lluvias no bastan para justificar el procedimiento que se siguió. Y es que, como demuestra D. José Tamés pocos días más tarde, habían demasiados indicios que desmontaban la pretendida buena voluntad del consistorio.

El propio Sr. Alcalde confirmó al Arquitecto Ayudante de la Zona 7ª que la decisión del derribo estuvo motivada por la necesidad de garantizar la seguridad pública. Así, «en la madrugada del pasado día 7 se procedió con brigadas de obreros a la demolición de las fábricas existentes, prolongándose su total derribo ininterrumpidamente durante todo el día». Como era lógico, tal celo llamaba la atención de D. José Tamés, sobre todo teniendo en cuenta que:

«por tratarse de un semisótano la mayor parte de los muros sobresalían poco sobre el nivel de las calles, lo que hacía inexistente el peligro para la seguridad pública, con tal de impedir el acceso al interior del recinto; y que, según informes que nos merecen crédito, gran parte de los muros se destruyeron con punteros a golpes de mazos, debido a la dureza que presentaban en algunas zonas».

Por otra parte, era también de lamentar que no se hubiese hecho por conservar los restos de muros y bóvedas que por su disposición y espesor no ofrecían peligro,

«por si pudiese aun dar lugar a su reconstrucción, si no que por el contrario se procedió apresuradamente a consumar su demolición sin retirar, según nuestras noticias, algunos elementos arquitectónicos interesantes […], los cuales han quedado enterrados con los escombros de los muros y bóvedas que se arrojaron en el interior de los recintos, macizándolos […] sin que sea perceptible nada de lo anteriormente existente»[46].

Se constataba, así pues, un delito en toda regla contra el patrimonio histórico, que fue incluso elevado al Ministro de Educación Nacional y al Ministro de Gobernación para la posible adopción de medidas sancionadoras. No en vano, se consideraba lo ocurrido en Murcia «una grave violación de lo legislado […] y un gravísimo precedente» para la conservación de nuestro patrimonio artístico y monumental[47]. Un particular sobre el que, sin embargo, no tenemos notica alguna.

A modo de epílogo

Se alejaba del propósito de este trabajo discutir o polemizar acerca de la necesidad u oportunidad de las transformaciones urbanas acometidas en Murcia. Esta tarea es siempre delicada y requiere de una mirada interdisciplinar. En el caso de la Gran Vía de Murcia, convertida hoy en columna vertebral y comercial de la ciudad, no es difícil encontrar argumentos para felicitarse por la intervención realizada. El tiempo, gran constructor urbano como recuerda Ruiz Sánchez, se ha encargado de integrar la Gran Vía en el sistema un día fracturada por ella, alcanzando una  nueva situación de equilibrio urbano[48].  

Sí que es importante, en cambio, subrayar la deriva histórica en la que se inserta esta empresa. Como se ha señalado, la Gran Vía de Murcia es considerada hoy día el último de los grandes ejemplos clásicos españoles recogidos por la historiografía. En la construcción de las grandes vías confluyen preocupaciones higienistas ante realidades, en ocasiones, de grave deterioro e insalubridad; también razones de ornato y embellecimiento, pero sobre todo un interés por mejorar el sistema circulatorio y representativo mediante transformaciones que, como señala Fernando de Terán, conllevan operaciones de reconversión de rentas de posición en lugares privilegiados de la ciudad[49]. Recientemente, la conmemoración del centenario de la Gran Vía de Madrid ha brindado la oportunidad de revisar este modelo de reforma interior en nuestro país, dando además lugar a exposiciones como Las otras Grandes Vías, que acogió el Ministerio de Vivienda en 2010.

 En relación a los Baños Árabes, la bibliografía existente y, sobre todo, los informes técnicos del Servicio de Defensa del Patrimonio Artístico Nacional y de las Reales Academias de San Fernando y de la Historia, acreditan la relevancia arqueológica del conjunto, continuamente puesta en duda por los poderes y la opinión pública local.

La atención de este artículo se centraba en analizar el papel que jugaron los organismos encargados de la conservación del patrimonio histórico en la destrucción de un conjunto protegido por la declaración de Monumento Histórico Artístico, en un contexto de desarrollo y modernización urbanística. Hemos observado las contradicciones en las que se movía la Comisión Provincial de Monumentos, incapaz de sustraerse a los condicionantes locales en su juicio. Mientras, el trabajo de los responsables adjuntos a la Administración Central denota en todo momento un alto grado de independencia. En todo caso, interesaba desmontar la falacia del patrimonio como freno del progreso, evidenciando las posibilidades que siempre han existido para conjugar ambas aspiraciones. Aspecto que queda demostrado a juzgar por los cambios sufridos en el propio plan de reforma.

Finalmente el desarrollo de los acontecimientos pone de manifiesto que la conciencia patrimonial requiere ante todo unos poderes públicos que la fomenten. Algunas de las opiniones vertidas en la prensa reflejan una acrítica fe en el progreso y una manifiesta incapacidad de entender los bienes culturales, no sólo como objetos a salvaguardar, sino también como elementos de riqueza.

Dicho esto, no me resisto a concluir este trabajo, concebido como una suerte de reconstrucción de los hechos, con el diagnóstico que a propósito de Murcia elaboraba D. Fernando Chueca en su conocida obra La destrucción del legado urbanístico español, en 1977:

«Murcia podría haber sido una de las ciudades más bellas e interesantes de toda nuestra Península si hubiéramos sabido conservarla como se merecía. […]
Pero luego, qué atrocidades se han hecho en Murcia en pocos años, qué desmanes, qué atropellos, qué infamias, qué avenida de José Antonio [Gran Vía], rompiendo la vieja y delicada ciudad con un tajo atroz que nada respeta y que se convirtió en cauce abierto para saciar los apetitos de los especuladores […]
Grado de Deterioro urbanístico: Gravísimo.
Índice: 9»[50].

 

Notas

[1] Chueca Goitia, 1977, p. 66.

[2] Por el señalado Decreto, dieciséis nuevos edificios —trece ubicados en la provincia de Murcia; otros tres situados en la vecina ciudad de Orihuela— entraron a formar parte de los monumentos protegidos por la legislación vigente, sumándose a los únicos hasta entonces declarados, El Contraste y la Capilla de los Vélez.

[3] Se obvia en esta relación, por formar parte de proyectos de ensanche, las Grandes Vías de Bilbao (1876) y de Zaragoza (1925).

[4] Isac Martínez de Carvajal, 2010, p. 126-127.

[5] De la Cortina, «Casa de baños árabes…», 1844, p. 61-62.

[6] De  la Cortina, «Subterráneo de la casa de baños… », 1844, p. 69-70.

[7] De la Cortina,  «Casa de baños árabes ...», 1844, p.61-62.

[8] Amador de los Ríos, 1889, p. 416.

[9] En este sentido, el propio Rodrigo Amador de los Ríos relata cómo, desde su primera visita en 1877, buena parte de la bóveda que se conservaba se había perdido. Amador de los Ríos, 1889, p. 418.

[10] González Simancas, 1905-1907, vol. II. p. 6-14. 

[11] Real Decreto de 26 de julio de 1929, Gaceta de Madrid, n. 209, de 28 de julio de 1929. 

[12] Torres Balbás, 1932-1933.

[13] Sobre la Comisión Provincial de Monumentos de Murcia, véase: Martínez Pino, 2005-2006 y Martínez Pino, 2011.

[14] Un detenido análisis del Plan Cort, junto al resto de reformas urbanas de Murcia, en Rosselló y Cano, 1975.

[15] La mayor parte del proyecto fue publicado por el propio arquitecto pocos años después. Cort, 1932.

[16] Nicolás Gómez, 2003, p. 91-110.

[17] Rosselló y Cano, 1975, p.132-154.

[18] Rosselló y Cano, 1975, p. 167-169.

[19] Rosselló y Cano, 1975, p. 167-169.

[20] Archivo del Museo de Bellas Artes de Murcia (en adelante AMUBAM), Actas de la Comisión Provincial de Monumentos (ACPM). Acta de 17 de diciembre de 1939.

[21] Informe de la Comisaria General de Defensa del Patrimonio Artístico Nacional, 3 de abril de 1940.  Archivo General de la Administración (en adelante, AGA), 65/248-71526/30.

[22] Diario Línea, Murcia, 26 de abril de 1940, p. 6.

[23] Tasación de la casa nº 17 de la calle Madre de Dios en Murcia donde están situados los Baños Árabes. Archivo del Instituto del Patrimonio Cultural de España (en adelante, AIPCE), AHP. 0028.16.

[24] AMUBAM, ACPM. Acta de 17 de diciembre de 1949.

[25] AMUBAM, ACPM. Acta de 17 de mayo de 1951.

[26] El contenido del informe fue incorporado a las actas de la comisión. AMUBAM, ACPM. Acta de 16 de mayo de 1952. 

[27] Informe sobre la situación de los Baños Árabes de Murcia (Monumento Histórico Artístico) en relación con el nuevo Plan de ordenación de la ciudad, ante su posible demolición, 7 de enero de 1952. AIPCE, AHP.0028.23.

[28] Oficio de la Dirección General de Bellas Artes al Sr. Alcalde de Murcia, 24 de enero de 1952. AGA, 65/248-71526/30.

[29] AMUBAM, ACPM. Acta de 10 de mayo de 1952.

[30] Torres Balbás, 1952, p. 433-438.

[31] «Los “Baños Árabes” y la Gran Vía», La verdad de Murcia, Murcia, 4 de septiembre de 1952, p. 4.

[32] «Hacia una Murcia engrandecida y bella», Diario Línea, Murcia, 6 de septiembre de 1952, p. 9.

[33] «Cuando se termine la Feria será abierta la Gran Vía de Murcia», La verdad de Murcia, Murcia, 6 de septiembre de 1952, p. 3.

[34] «Con baños árabes o sin ellos, pero con formalidad», Hoja del Lunes, Murcia, 8 de septiembre de 1952, p. 2.

[35] «Destacadas personalidades murcianas opinan sobre la cuestión de los “Baños Árabes” y la Gran Vía», Murcia Sindical, 7 de septiembre de 1952, p. 1-6.

[36] Telegrama de 11 de septiembre de 1952. Destinatario: Gobernador Civil de Murcia: «Ante campaña prensa para derribo baños Árabes esa capital creo obligado advertir V.E. que por estar declarados Monumentos Nacional precisaría Decreto Autorizando demolición previos informes Academias […]» AIPCE, AHP. 0028.23.

Telegrama de 3 de octubre de 1952. Destinatario: Presidente de la Comisión Provincial de Monumentos: «por Orden Director General comunico a V.. orden vigilancia derribos edificios próximos baños árabes respondiendo esa Comisión integridad de los mismos […]».AIPCE, AHP. 0028.23.

[37] Oficio del Comisario General del Servicio de Defensa del Patrimonio al Director General de Bellas Artes, 4 de octubre de 1952. AGA, 65/248-71526/30.

[38] Gómez Moreno, 1951-1952, p. 513-515.

[39] Angulo Íñiguez, 1953, p. 47-50. 

[40]Nota confidencial sobre los baños árabes de Murcia en relación con el trazado de la Gran Vía. AIPCE, AHP. 0028.23.

[41] Informe sobre el estado actual de los Baños Árabes de Murcia, después de efectuadas las demoliciones de las casas limítrofes para la apertura de la Gran Vía. AIPCE, AHP. 0028.23.

[42] Oficio del Presidente de la Comisión de Monumentos de Murcia al Director General de Bellas Artes. 7 de febrero de 1953. AIPCE, AHP. 0028.23.

[43] «Hundimientos parciales en las ruinas de los baños árabes», La verdad de Murcia, Murcia, 7 de febrero de 1953, p. 2.

[44] Carta anónima de “un murciano” al Director Gral. de Bellas Artes. Sin fecha. AIPCE, AHP. 0028.23.

[45] Carta al Director Gral. de Bellas Artes. 7 de febrero de 1953. AIPCE, AHP. 0028.23.

[46] Informe sobre la demolición de los Baños Árabes de Murcia. 16 de febrero de 1953. AIPCE, AHP. 0028.23.

[47] Oficios de traslado de expedientes de 20 de marzo y 18 de abril de 1953. AIPCE, AHP. 0028.23.

[48] Ruiz Sánchez, 2010, p. 26.

[49] De Terán, 1999, p. 153.

[50] Chueca Goitia, 1977, p. 361-362.

 

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© Copyright: Joaquín Martínez Pino, 2014.
© Copyright: Biblio3W, 2014.

 

Ficha bibliográfica:

MARTÍNEZ PINO, Joaquín. Los Baños Árabes de Murcia, un bien cultural bajo la piqueta del progreso. Biblio 3W. Revista Bibliográfica de Geografía y Ciencias Sociales. [En línea]. Barcelona: Universidad de Barcelona, 5 de agosto de 2014, Vol. XIX, nº 1085 <http://www.ub.es/geocrit/b3w-1085.htm>[ISSN 1138-9796].


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