Biblio 3W. Revista Bibliográfica de Geografía y Ciencias Sociales
Universidad de Barcelona [ISSN 1138-9796]
Nº 123, 9 de noviembre de 1998

¡EL MUNDO VA BIEN! EL MUNDO, ¿VA BIEN? A MUCHOS, MUJERES Y HOMBRES, SUS COSAS NO LES VAN (TAN) BIEN

PNUD. Informe sobre desarrollo humano 1998. Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo Humano. Madrid: Mundi Prensa, 1998, 228 págs.

Alberto Luis Gómez
(Asklepios)


La formación de una ciudadanía comprometida con problemas actuales socialmente relevantes exige, entre otras cosas, la preparación de actividades para el aula usando como soporte herramientas que vehiculen el mejor conocimiento disponible en torno a la cuestión que nos preocupe. Justamente por ello, y de cara a explorar sus potencialidades educativas, M. Ascensión Maqueda comentaba en otro número de con-Ciencia Social el contenido de nueve obras de gran interés, muchas de las cuales apoyaban parcialmente sus razonamientos en trabajos patrocinados por diversas organizaciones internacionales. Asunto del que, como pueden comprobar nuestros lectores, se ocupa en estas mismas páginas J. Manuel Ruiz Varona coordinando una pequeña sección y dando entrada en su panorámica a diversos materiales y fuentes que pueden ser usados por cualquier enseñante comprometido con los problemas de su tiempo. Entre estas últimas destacan los informes sobre desarrollo humano(1) tanto por su enfoque básico como por el rigor y la amplitud con la que se abordan en ellos los diversos temas anuales(2).

La aparición del noveno Informe patrocinado por el PNUD, cuya monografía se dedica al consumo para el desarrollo humano, fue anunciada el pasado mes de octubre con grandes titulares en la prensa resaltándose dos cuestiones: la buena posición de España, undécima sobre un total de 174, en el índice de desarrollo humano (IDH) y la creciente desigualdad en el reparto de bienes, ya que 225 multimillonarios (hace dos años eran 358) acumulan una riqueza equivalente al 47% de la población mundial más pobre: 2.500 millones. Una entradilla tan sugeridora prometía el descubrimiento de otras cuestiones relevantes, y, debido a ello, nos pareció oportuno hacer una lectura de dicha obra con idéntica finalidad a la perseguida en las reseñas incluidas en el número anterior de este Anuario.

Desde una óptica personal, la fuente que nos ocupa podría estructurarse internamente en dos grandes bloques: uno discursivo, articulado internamente en varios capítulos, y otro a modo de anexos metodológico-documentales en los que se recoge muy variada información. A nuestro entender, cada uno de estos bloques pudieran subdividirse en partes. En el caso de los cinco capítulos se detectan claramente dos. En la primera -sinopsis y capítulo 1- se incluye un resumen global del contenido de la obra y el estado de la cuestión en lo que al desarrollo humano (DH) se refiere. En la segunda, el equipo redactor aborda el tema del año a lo largo de cuatro capítulos: conceptual -en el segundo-, rasgos e impactos -tercero/cuarto- y prospectivamente en el quinto, presentándose un programa de acción que reconduzca el consumo de modo que, en su impacto sobre el DH, primen los aspectos positivos sobre los negativos y las incertidumbres. Algo muy similar acontece con los anexos ya que entre el contenido incluido a lo largo las páginas 118-228 puede igualmente subdividirse en dos apartados: la presentación de 48 cuadros que reflejan diferentes vías de entrada al DH y un conjunto de especificaciones de naturaleza muy diversa: notas técnicas sobre el cálculo de los índices, fuentes, definiciones, clave de los indicadores y agrupaciones de países en función de diferentes criterios.

A partir de un entendimiento del DH como un proceso mediante el cual las personas amplían sus capacidades básicas de un modo tal que no se lesionen los derechos de otras ni los de las generaciones futuras, en la sintética presentación inicial sobre el consumo mundial se ponen de relieve dos aspectos fundamentales: su extraordinario ritmo de crecimiento a lo largo de la centuria actual y lo particular de una tendencia que choca con la acepción de DH defendida en esta obra. El aumento del consumo se ha realizado de un modo extraordinariamente desigual -social y espacialmente- y, además, este crecimiento ha utilizado intensivamente recursos naturales de todo tipo destruyendo de modo irreversible buena parte de los ecosistemas. La primacía del vebleniano consumo conspicuo sobre otros de carácter social y solidario ha tenido efectos disgregadores, reforzando fenómenos de exclusión, de pobreza y de desigualdad. Para cambiar esta tendencia se ofrece (págs. 8-13) un programa para la acción encaminado a la consecución de cinco objetivos usando una estrategia que se apoya en siete puntos en concordancia con esa acepción amplia del DH entendido como proceso globalizador encaminado a que las personas puedan ampliar sus capacidades básicas. Aunque el DH no pueda medirse completamente, "... porque muchas dimensiones del desarrollo humano no son cuantificables ..." (pág. 14), el IDH denota lo alcanzado en un país respecto a tres de ellas que son altamente significativas: la longevidad (medida a través de la esperanza de vida al nacer), los conocimientos (alfabetización de adultos y matriculación primaria, secundaria y terciaria combinadas) y el nivel decente de vida (PIB real cápita ajustado en paridades de poder adquisitivo en dólares, PPA 1995). Junto al IDH, que refleja el logro genérico del desarrollo humano (su valor máximo es uno; este año encabeza la lista Canadá con 0,960), existen igualmente otros de interés: el índice de la pobreza humana en países en desarrollo (IPH-1) y en los países industrializados (IPH-2), introducido por primera vez en el informe de este año); el índice de desarrollo relativo al género (IDG, similar al IDH, pero que refleja la desigualdad de logro de las capacidades básicas del ser humano entre hombres y mujeres) y el índice de potenciación de género (IPG, indica hasta qué punto las mujeres pueden participar igualitariamente en la vida económica y en la política de su país).

Como ya se dijo, en el capítulo 1 se hace un balance sobre el estado del DH. Junto a la ascendente preocupación por este tema, pues existen ya más de cien países que han elaborado sus informes nacionales sobre DH, el IDH de este año revela tanto luces como sombras. Por un lado (págs. 19-25) hay avances generalizados en la salud (que mejora), en los conocimientos (que se difunden) y en la participación popular (que se amplía); junto a ello, y en otra dirección más preocupante, se señalan problemas en el amplio campo de la seguridad humana (alimentaria, violencia en general y, en especial, la que tiene lugar "... en el hogar -una plaga universal con frecuencia oculta- (que) provoca sufrimiento físico y mental persistente, perturba la vida de las mujeres y obstaculiza su crecimiento personal y su participación en la sociedad. ..." (pág. 25). Pese a los indudables progresos, en el informe se enfatiza en la persistencia -y hasta en el agravamiento- de una pobreza entendida como denegación de oportunidades y de opciones básicas del DH. Su medición se realiza a través de dos índices: el IPH-1, que, para los países en desarrollo, destaca la privación de los tres elementos esenciales que se manejan en el IDH, y el IPH-2, que mide la pobreza humana en los países industrializados. La gravedad de este último fenómeno sirve para poner de relieve la necesidad de entender multidimensionalmente la pobreza humana, recomendándose que la vigilen "... en todas sus dimensiones, no sólo el ingreso y el desempleo, sino además la falta de capacidad básica, como salud y alfabetización, factores importantes para decidir si una persona queda incluida en la vida de la comunidad o excluida de ella." (pág. 29) Los apabullantes ejemplos que resaltan la persistencia de multitud de disparidades (ricos/pobres, mujeres/hombres, rural/urbano o entre miembros de diferentes grupos étnicos) pueden consultarse en una gran variedad de cuadros, tablas y gráficas incluidos a lo largo de las páginas 29-34.

Tras la síntesis citada, en los capítulos 2, 3 y 4 se analizan cuestiones relacionadas con el consumo desde la perspectiva del DH.

Inicialmente (capitulo 2), se hacen referencia a diversas acepciones del consumo (desde la de T. Veblen hasta la formulada por Amartya Sen) que adquieren sentido en el marco de conceptualizaciones sociales más amplias. El consumo de bienes exige poder optar y, para ello, han de superarse diversas constricciones relacionadas con el nivel de ingresos, con la disponibilidad de infraestructuras esenciales, con la falta de tiempo (especialmente en el caso de las mujeres, págs. 41/2)((3)), con la información (aspecto clave para tomar conciencia de ciertas situaciones), con barreras sociales de clase, de género (citándose aquí la brutalidad del caso afgano, pág. 42), de casta o etnia y las relativas a decisiones discriminatorias adoptadas en el hogar. Aunque se reconocen abiertamente los vínculos positivos que tiene el consumo sobre el DH, no por ello dejan de apuntarse efectos opuestos que abarcan campos como el de la contaminación, las enfermedades originadas por sobrealimentación de un alto porcentaje de la población que habita en los países industriales. Junto a estos impactos sobre el consumidor, se hace también referencia a las consecuencias negativas sobre otras personas por conducto de la sobreexplotación del medio ambiente o por la acentuación de fenómenos de desigualdad y exclusión social.

El título del capítulo 3 -"El consumo en una aldea global: desigual y desequilibrado"- pone de relieve los rasgos dominantes del consumo así como sus consecuencias más importantes para el DH. Es cierto que no puede negarse su enorme aumento durante el último cuarto de siglo, pero no lo es menos que ello se ha hecho empeorando, manteniendo o creando gravísimos problemas relacionados con la distribución del consumo (1/5 de la población ha sido excluida), el enorme deterioro del medio ambiente, la generación de fuertes bolsas de pobreza estructural y la desprotección de los consumidores frente a los impactos de aplicaciones tecnológicas en campos tan diversos como el de la alimentación, la publicidad o el derecho a la intimidad.

Durante la última década se han alzado muchas e importantes voces apuntando los peligros que conlleva para la humanidad la degradación ambiental originada precisamente por los altísimos niveles de consumo, pero -y precisamente de ello se ocupa el capítulo 4-, no se ha insistido suficiente en algo básico: la desigualdad de los efectos del daño ambiental sobre los seres humanos. A lo largo de una veintena de páginas se ejemplifica lo siguiente: a) Que este daño afecta en mayor medida a los pobres, pues son ellos los que sufren más directamente las consecuencias de la contaminación del aire, las del agua, las de la degradación del suelo, los efectos de la deforestación ... b) Que los problemas ambientales a escala internacional son padecidos por los habitantes de los países pobres, a pesar de que -como es el caso de del agotamiento de la capa de ozono- sean partícipes en mucha menor medida en las causas que los originan.

Finalizados ya tanto el análisis el como diagnóstico, en el capítulo 5 se ofrece un programa para la acción orientado hacia la consecución para toda la humanidad de una meta básica: el DH. Tras diferenciar la tendencia del destino y defender claramente la historicidad de este último y, por tanto, la posibilidad que tienen los seres humanos de cambiar la primera, en el informe (véase el recuadro 5.1, págs. 88-89) se expone la necesidad de reorientar las pautas del consumo de modo tal que se obtengan efectos positivos en ámbitos como el de la energía, el agua, el transporte, la atención a la salud y la vivienda. Los avances en esta dirección se realizarán en el marco de un plan que incluye varios puntos entre los que destacamos los siguientes: elevación del nivel de conciencia mediante una mejora de los procesos formativos, en contextos formales e informales, presentándose múltiples ejemplos entre los que destacan el del café (recuadro 5.2, pág. 90) en el contexto de medidas que pretenden fomentar en los ciudadanos compras socialmente responsables en la línea apuntada en una publicación recientemente editada por SETEM Hego-Haizea con la colaboración de Hegoa (Gesualdi, 1998); adopción de medidas que garanticen un consumo mínimo para todos; corrección de distorsiones originadas por el mercado, eliminando subsidios negativos e implantando ecoimpuestos; elaboración de las correspondientes disposiciones legislativas y refuerzo de la cooperación internacional. Avanzar en esta dirección exige mucho (y coordinado) esfuerzo a cinco grupos de actores sociales: individuos/hogares, organizaciones de la comunidad y ONGs, productores del sector privado, gobiernos -locales, regionales y nacionales- y las instituciones internacionales.

Junto a la utilidad que tienen las ideas expuestas hasta el momento para todos los interesados en la mejora de su práctica profesional en una línea fedicariana, ha de resaltarse la extraordinaria importancia del material incluido en los anexos: en primer lugar por la cantidad de información que contienen los 48 cuadros (págs. 118-213) y, en segundo lugar, por la variedad de aspectos que se han usado para la elaboración de los indicadores. Junto a ello, y de cara a un trabajo posterior, poseen igualmente un alto interés la relación de fuentes primarias manejadas (págs. 214-215) y -si bien a otro nivel- el apartado terminológico (216-221), pues su contenido ayuda a una mejor comprensión del informe en su totalidad.

A la vista del contenido de las páginas que llevamos escritas, comprenderán muy bien quienes nos lean la imposibilidad de entrar en detalle en la multitud de estímulos que provoca la lectura de un informe en el que, junto a un discurso comprometido y matizado, se incluye una plétora de recursos gráficos muy valiosos pues están realizados con gran rigor analítico y muy bien articulados con el texto escrito. Tal y como lo avanzó Sutcliffe (1993), en el meollo del asunto está la polémica en torno a la definición del desarrollo y a cómo pudiera medirse el mismo de modo más atinado. Frente los informes anuales elaborados por el Banco Mundial desde hace casi treinta años y que tienen como indicador central al PNB/per cápita, los estudios del PNUD partieron de una concepción multidimensional del desarrollo. Entre otras cosas, y a lo largo de estos años, ello ha originado la construcción de varios indicadores sintéticos (IDH, IPH-1, IPH-2, IDG y IDPG) mediante los que se pretende aprehender aspectos que reflejarían cómo los seres humanos han ampliado (o empeorado) sus capacidades básicas en esferas fundamentales de la vida humana. La potencialidad analítico-educativa de esta orientación es enorme, ya que, sin dejar de reconocer aspectos positivos vinculados al auge -en este caso- del consumo, no pasa por alto la injusticia de un modo de vida que no garantiza ese mínimo decente (hay países africanos en los que la esperanza de vida se está reduciendo a pasos agigantados como resultado de los impactos provocados por determinadas políticas, epidemias y hambrunas) en cuestiones básicas para una gran parte de la población mundial; por si fuera poco, al primarse lo cuantitativo sobre lo cualitativo-distributivo y el consumo ostentoso sobre otro de orientación solidaria, se está poniendo en peligro la supervivencia de nuestro planeta y los derechos básicos de las generaciones futuras.

Esta gran idea-fuerza se rastrea en variadísimas facetas. Así, por ejemplo, los interesados por las conexiones existentes entre el DH, el consumo y la alimentación, detectan tanto luces como negras sombras: la mejora global de la esperanza de vida coexiste con cifras preocupantes en lo que la malnutrición infantil se refiere (véase también para más detalle la publicación de la Unicef, 1998); las crisis alimentarias (cuadro 14, págs. 160-61) están lejos de haber sido superadas y los recientes problemas en áreas como Asia oriental hacen más vulnerables a grandes masas de población; si bien no puede negarse la mejora de la dieta en su conjunto, tampoco dejan de ser evidentes la existencia de grupos poblacionales subalimentados y las desigualdades existentes en la composición interna de la misma (macro y micronutrientes); no se olvida que el crecimiento del consumo ha sido gigantesco, pero las disparidades (gráfico 3.1, pág. 48) son enormes; estas insuficiencias existen tanto en los países en desarrollo como, y de ello se habla mucho menos, en los Estados Unidos (treinta millones de sus ciudadanos pasan hambre) y hasta en el mismo Canadá donde "... 2,5 millones de personas (el 9% de la población) recibieron asistencia alimentaria en 1994." (pág. 51); como no podía ser menos en una obra que mide el DH a través de los índices ya señalados, se plantean en ella las desigualdades de género relacionadas con la alimentación y el consumo (pág. 61); y, también, los problemas de salud originados por una «dieta opulenta» que, según se indicaba en la prensa española a finales del pasado mes de octubre, parece haberse implantado ya en España originando, junto a otras consecuencias, un auge sorprendente de personas con sobrepeso (más de 12 millones, el 40,8% de la población adulta); a todo lo indicado pudiéramos añadir cuestiones relacionadas con los perversos efectos de los gastos en publicidad (véase en el cuadro 3.4 de la página 64 la increiblemente destacada posición ocupada por Colombia), el deteriorio del medio ambiente, la esquilmación de recursos tan importantes como los pesqueros y su conexión con el empobrecimiento cualitativo de la dieta de personas modestas en muchos países ... .

¡El mundo va bien!, exclaman jubilosos los amantes de las macrocifras. El mundo ¿va bien?, se preguntan angustiadas muchísimas personas cuando los medios de comunicación -junto al desayuno, la comida o la cena y antes o después del inevitable evento deportivo-, les enfrentan a alguna de las múltiples catástrofes (seguramente, lejanas) que han acontecido hace escasas horas, minutos o segundos. Afortunadamente, junto a unos y otros crecen día a día el número de aquellos para quienes -pensando globalmente para actuar localmente como se aconseja en el informe del PNUD- el mundo, España (Navarro, 1998) y hasta Cantabria -donde hay casi cien mil personas que se encuentran en situación de pobreza, según un trabajo hecho para Caritas por la Fundación Foessa, Edis (1995)- no va (tan) bien como se dice muchas veces con demasiada alegría.

¿Qué hacer?, dirán nuestras lectoras y lectores. El problema es complejo, puesto que su solución exige esfuerzo y tiempo tanto fuera como dentro del aula. De todos modos, para empezar, y dado que en los inicios de este Anuario se nos avisa de la inminente singladura hacia Icaria, quizá nos quede todavía tiempo para meter el libro comentado en nuestro equipaje. Debe de haber escaso hueco en unos (compartidos) camarotes de la nave que, además, habrán de dar cabida a otras muchas cosas. No debemos preocuparnos demasiado por ello, pues hasta la más pesada carga se percibe ligera si el viaje se hace ilusionadamente.


NOTAS

1. Publicados anualmente desde 1990 por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). Hasta hoy han aparecido nueve informes que cuyo contenido refleja exclusivamente la opinión de los correspondientes equipos del PNUD (en el caso que nos ocupa el coordinador principal ha sido R. Jolly) y la de los paneles de consultores.

2. Concepto y medición del desarrollo humano (1990), Financiación del desarrollo humano (1991), Dimensiones globales del desarrollo humano (1992), Participación popular (1993), Nuevas dimensiones del desarrollo humano (1994), El género y el desarrollo humano (1995), Crecimiento económico y desarrollo humano (1996) y Desarrollo humano para erradicar la pobreza (1997).

3. Sobre este tema, véanse un trabajo relativamente reciente (Álvaro, 1996), el clásico estudio dirigido por Durán (1988) y, por supuesto, el informe del Pnud (1995).

Bibliografía complementaria

ÁLVARO PAGE, M. Los usos del tiempo como indicadores de la discriminación entre géneros. Madrid: Ministerio de Asuntos Sociales, Instituto de la Mujer, 1996, 320 págs.

EDIS. Las condiciones de vida de la población pobre de Cantabria. Madrid: Fundación Foessa, 1995, 253 págs.

GESUALDI, F. Geografía del supermercado mundial. Trabajo, comercio y consumo en el mundo de las multinacionales. Traducido por Francisco Goñi Zubiría. Centro Nuovo Modello di Svilupo. Pamplona: SETEM Hego-Haizea (1ª ed. italiana, 1996), 1998, 147 págs.

DURÁN, Mª A. (Dir.) De puertas adentro. Madrid: Ministerio de Cultura, Instituto de la Mujer, 1988, 469 págs.

NAVARRO, V. "España no va tan bien", El País, 18.05, 1998, págs. 13-14.

PNUD Informe sobre desarrollo humano 1995. Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo Humano. Madrid: Mundi-Prensa, 1995, 255 págs.

SUTCLIFFE, B. Desarrollo humano: una valoración crítica del concepto y del índice. Bilbao: Hegoa, 1993, 51 págs (Cuadernos de Trabajo de Hegoa, nº 11)

UNICEF Estado mundial de la infancia 1998. S. l., UNICEF, 1998, 131 págs.

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