Biblio 3W. Revista Bibliográfica de Geografía y Ciencias Sociales
Universidad de Barcelona [ISSN 1138-9796] 
Nº 171, 28 de septiembre de 1999 

ALGUNAS ACLARACIONES A LA RESEÑA DEL PROFESOR HORACIO CAPEL SOBRE “CORANOMIA. LOS UNIVERSALES DE LA URBANISTICA”

Javier García Bellido 



 En relación con la detallada, encomiástica y extensa reseña que de mi tesis doctoral “Coranomía. Los universales de la urbanística. Estudios sobre las estructuras generativas en las ciencias del territorio” acaba de escribir el profesor Horacio Capel y que se ha publicado en el nº 168 de Biblio 3W del 9 de septiembre de 1999 –al mismísimo día siguiente de que la defendiera (mostrando el ejemplar dinamismo de un servicio modélico)– desearía aclarar o explicarme mejor en torno a algunos extremos que, creo, no he sabido escribir con suficiente transparencia.

No puedo, en primerísimo lugar, sino estar profundamente agradecido al admirado profesor Capel, a quien –como le reconocía ya desde mi primer libro Para comprender la ciudad (Madrid: Nuestra Cultura, 1979)– no he dejado de leer, seguir, citar y valorar. Por ello le propuse como miembro del tribunal de doctorado, siendo para mí un verdadero honor
contar con sus siempre intelectualmente valiosas aportaciones críticas a mi trabajo. Y, en segundo lugar, si admito agradecido todos sus comentarios elogiosos, por principio de la misma lógica hermenéutica, debo aceptar y agradecer también sus interpretaciones críticas, estando pues a las maduras y a las duras; si su crítica implicase discrepar de lo que yo quiero decir, entraríamos en un debate de fondo; pero cuando estoy conforme con la crítica que hace a lo que él interpreta que yo digo implícitamente, se infiere que el fallo comunicativo ha de estar en mi manera de expresar lo que quiero decir y no en la suya de interpretar lo que parece que digo.

Evidentemente no voy a autocitarme en otros párrafos hilvanados de los que se puede extraer otra interpretación más acorde con lo que yo quería decir, entre otras razones de peso porque sólo cinco o diez personas podrían confrontarlo, dada la escasez de ejemplares disponibles de la tesis completa. No obstante, el esqueleto central de la discusión disciplinar sobre los contornos de la Coranomía a que el profesor Capel se refiere ya lo publiqué hace cinco años y puede consultarse en la revista
Ciudad y Territorio nº 100-101: 265-91, otoño 1994.

Tan sólo y brevemente deseo esclarecer los dos puntos centrales de las críticas metaurbanísticas formuladas por Capel a esa parte de mi tesis, sin perjuicio de que, cuando publique el trabajo pueda incorporar la reelaboración y desarrollo adecuados de los puntos que han dado lugar a tales malentendidos.

1. Sobre la delimitación de la Urbanística y la Geografía y la necesidad de la Coranomía

Las referencias que se hacen al “urbanismo” o a la “urbanística” y a la geografía humana actuales en el capítulo 1º de la tesis son expresamente difusas y entremezcladas precisamente para marcar la necesidad de su correcta delimitación recíproca como disciplinas nucleares del estudio del espacio, cosa que intento justificar y desarrollar expresamente a lo largo de todo el capítulo 2º. Así y en general en el cap. 1º designo con “urbanística” una extensión semántica que incluye al “urbanismo” en su acepción hispano-francesa (urbanisme = urbanismo + ordenación territorial, i.e. acción práctica, planeamiento, incl. el planning inglés y la Planologie holandesa, germánica y escandinava) y a la geografía humana (teorías y análisis urbanos del espacio humano): de ahí la apariencia de “pretensión imperialista“ que acusa Capel cuando intento identificar ese conjunto de disciplinas del espacio
denominándolas a todas como Urbanística grosso modo.

En el Cap. 2º, en cambio, intento delimitar el núcleo disciplinar por el que “podría“ (futuro deseable, hipótesis del modelo disciplinar) discriminarse mejor cada una de ellas, partiendo de un hecho generalizado en todos los países: el estatuto de ciencia básica y aplicada que ha adquirido la geografía humana (estudiada en las universidades) es deslindable del mero estatuto de disciplina técnica que posee el urbanismo práctico o el planeamiento (estudiado en las politécnicas). Precisamente esa adscripción convencional y extendida del status actual de disciplinas teórica y práctica que se adjudica a cada una de ellas la utilizo para proponer que consideremos la geografía y la urbanística como las dos “ciencias básicas“ que, junto con la ecología, configuren la transdisciplina de la Coranomía en tanto que ciencia básica.

En el plano teóricamente inferior de las “disciplinas aplicadas” en la coranomía propongo que se incluyan las que ya lo son de hecho en todas partes: derecho urbanístico, economía urbana-regional y geometría (ingeniería y arquitectura), relegando a su nivel de diseño creativo, proyectual y propositivo más netamente técnico-artístico al que restrinjo al urbanismo, senso stricto, haciéndolo equivalente al planeamiento (planning, planology), capaz de crear productos idiográficos de aplicación y consumo singular, es decir, los planes concretos territoriales, urbanos, ecológicos, integrales o sectoriales, etc.

Así propongo en resumen que la coranomía básica (geografía humana, ecología y urbanística) reflexionan, estudian y proponen ensayos o pruebas instrumentadas mediante la coranomía aplicada (economía, derecho, geometría o diseño físico), la cual elabora, mediante sus respectivas tecnologías coranómicas de planificación urbanística, territorial, ambiental, especial, etc., sus correspondientes pruebas bajo la forma de proyectos y planes concretos que han de ejecutarse o guiar la transformación de la realidad.

Gran parte de la confusión que suscito puede surgir al no dejar suficientemente reiterada la diferencia que marco entre la Urbanística (en el nivel de las ciencias básicas) y el Urbanismo y la Ordenación territorial (en el nivel no ya de las ciencias aplicadas sino de las tecnologías instrumentales); intento hecho para discriminar esos dos niveles también en el urbanisme francés, en la urbanistica italiana y en el Städtebau alemán. Por ello no se pueden cruzar citas indistintamente del capítulo 1º al 2º, ya que los mismos significantes tienen diferentes significados y denotan referentes distintos, no siendo por ende ni iguales ni equivalentes.

Pero parece ser que, más que la propia propuesta virtual de la Coranomía en abstracto y como ente meta, supra o  transdisciplinar, es esta adscripción directa al “urbanismo” (técnico-aplicado) de la función de elaborar (firmar, dirigir, encargar) proyectos singulares en cada lugar (planes), lo que el profesor Capel interpreta como si yo, subconscientemente (porque no lo escribo en ningún sitio) con esta simple denominación de “urbanismo“ (o, en su caso de “urbanística”) estuviera pareciendo que establezco una adscripción directa de dicha función, estudios, enseñanza y titulación de la Coranomía básica y aplicada exclusivamente a las Escuelas de Arquitectos e Ingenieros. Cosa que además —según desarrolla— me beneficiaría por la “fuerza académica“ y “posición académica influyente“ que poseo para imponer esta transdisciplina desde mi situación privilegiada en un “complejo de Olimpo“ análogo al parsoniano… ¡Nada más remoto y alejado de mi debilísima posición académica!. Tema que enlaza necesariamente con el segundo aspecto suscitado por el profesor Capel sobre la dimensión social y corporativista de la práctica profesional.

Por eso, frente a la sorpresa de Capel porque -segun dice- con la proposición de la coranomía “invalido de un plumazo varios siglos de tradición que afirman que la geografía es la ciencia del espacio terrestre”, tan sólo apostillarle que, bien al contrario, la coranomía incorporaría en la formación de expertos en la práctica profesional precisamente a los geógrafos, hasta ahora marginados de esa técnica política (en España y en otros varios países europeos, mas no en todos), al superarse con ella la compartimentación corporativista actual y precisarse “planificadores coranomistas” ya no exclusivamente “arquitectos urbanistas”. ¿Cómo articular la formación y selección curricular de coranomistas en el contexto de mi propuesta disciplinar?

2. Sobre la perspectiva sociológico-corprativista de la práctica disciplinar

 Este aspecto fundamental de la pragmática de una disciplina desde el que es contemplada en su efectivo contexto ideológico y sociológico no lo he abordado, en absoluto, en mi trabajo (como reconoce el propio Capel) de modo consciente, dada la extraordinaria diversidad y variabilidad de modelos educativos universitarios que hay entre los diferentes países y la inevitable casuística y localismo ideológico, político y cultural en que todo ello se baña, haciendo de este importante debate un imposible campo de acuerdo y confluencia general-universal. En otros lugares ya he escrito -aunque no publicado-  algo sobre la enseñanza del urbanismo (IEAL, UCIIIM), mas no sobre la coranomía, es cierto. Reconozcamos que entrar en ello podría llevarnos demasiado lejos para situarlo en la formación de técnicos expertos especializados o generalistas, en su título académico en un libre mercado o en un sistema dirigido y garantista, en el ciclo o grado de estudios adecuados, etc., etc., cuya dependencia de los sistemas educativos nacionales es total (típico debate idiográfico de imposible universalización nomológica) [cfr. per alia: Unity is Strength in Planning Education, AESOP-Papers nº 1, 1988; Towards a European Core
Curriculum in Planning Education, AESOP-Papers, nº 6, 1990, etc.]

Baste identificar por ahora que el debate suscitado por el profesor Capel -precisamente porque yo lo soslayaba en mi tesis- trataría de delimitar el título y  perfil adecuados en el contexto corporativista español del especialista planificador territorial (planner) en tanto que director de un equipo necesariamente pluridisciplinar y, por ende en un sistema dirigista como el español actual, para ser el único oficial y académicamente legitimado para producir/firmar planes urbanos o territoriales de necesaria aprobación  y homologación públicas.

Delimitación del perfil de un tal director o planner como único titulado competente que, creo yo, ha de hacerse en  dos planos diacrónicos, uno historicista para entender su estatus presente y otro para proponer su revisión:

(a) Plano histórico del corporativismo profesional y su práctica política, sobre lo que ha sido y es ahora el monopolio de los
arquitectos e ingenieros de obras  públicas o civiles y la marginación de otras titulaciones universitarias y politécnicas, sobre lo que estoy en pleno acuerdo con el profesor Capel. Proceso histórico de acaparamiento que es perfectamente explicable como el de designación de los técnicos al servicio de la legitimación del ejercicio del poder (siempre he dicho que los urbanistas somos los mamporreros del poder): las ciudades, las calles y las urbanizaciones privadas son artefactos cuyo poderoso promotor (rey, presidente, alcalde o empresario privado) necesita de un técnico especializado que legitime y ponga en práctica sus ideas elaborando el proyecto y dirijiendo las obras para su ejecución. Para ello se constituyen entre finales del XVIII y mediados del XIX los cuerpos especiales de ingenieros estatales de obras públicas al servicio del poder, lo que suscita el aún vivo conflicto entre los jóvenes ingenieros progresistas y los vetustos arquitectos conservadores atrincherados en la Academia de Bellas Artes (ver el excelente libro de BONET, MIRANDA & LORENZO sobre La polémica ingenieros-arquitectos en
España, siglo XIX.  Madrid: Turner y CICCP, 1985);  Su única lógica interna debe situarse en que bajo el absolutismo los
artistas y técnicos (i.e. los arquitectos e ingenieros) asumían el encargo real para ejecutar las obras de embellecimiento urbano, porque se partía de la ingenuidad de que la ciudad era un escenario con casas y calles cuya construcción la diseñan y dirigen los titulados arquitectos e ingenieros civiles (por eso en el XIX al actual urbanismo o planning se le llamaba en todas las lenguas “arte de construcción de las ciudades” o “arte cívico”); aunque estos técnico-artistas no tuvieran ni idea de las causas ni procesos profundos de lo que arreglaban (o estropeaban), ni mucho menos sepieran nada de economía espacial, ni
derecho civil y administrativo, sociología, geografía, etc. y tendieran a reducir todos los problemas espaciales al diseño formal de alineaciones de las avenidas, plazas y manzanas de casas (no olvidar el “city beautiful movement” finisecular americano).
 Y esto sigue igual ahora (no sólo en España), ya que estos mismos titulados son los que impiden la constitución de la especialidad, licenciatura o título universitario de urbanista fuera de sus escuelas técnicas, al que deberían poder converger los otros especialistas surgidos de otras sedes universitarias. Romper este monopolio técnico-artístico de la dirección de un plan urbano-territorial como si fuese sólo la de un proyecto de obra de ingeniería y arquitectura es la tarea titánica que queda por emprender para abrir las bases de la formación de directores de planes de urbanismo. Máxime cuando al frente de una moderna empresa de consultoría técnica cualquiera -que sí es competente para contratar y elaborar un plan de urbanismo- puede no haber ningún arquitecto o ingeniero directivo y, sin embargo, contar con un equipo de una docena de profesionales de múltiples disciplinas en igualdad de condiciones. La rémora histórica es patente y es mucho más una cuestión de sostenellos y no enmendallos tales orígenes caducos que de racionalidad educativa o técnica de nuestra época.

(b) Plano del deber ser, ideal futuro en que se quiere situar la coranomía precisamente superando este corporativismo monopolista. Toda la tesis está fundamentada en la potenciación de la teorización reflexiva y nomotética sobre el espacio por encima y antes que la mera práctica técnico-artística idiográfica del planeamiento urbanístico o de la realización de proyectos de obras. Por lo que la metáfora irónica de comparar al crítico de cine (geógrafo) con el cineasta (urbanista, planificador) es cabalmente decirle al sistema que es preciso bajar las pretensiones de los técnicos-artistas de la creación y la producción
descontextualizada y elevar la posición de los más teóricos reflexivos sobre el contexto determinante. Justamente lo que defiende Capel. El titulado que sea que dirija la pelicula será llamado director, cineasta o conductor y se diferenciará perfectamente en sus roles materiales (no formales o académicos) del que sea llamado, tenga el titulo que tenga, actor, guionista, atrezzista, cameraman, doble, stunt-man o crítico de arte. La división y especialización técnica del trabajo y de sus
respectivas responsabilidades sigue siendo fundamental tanto en el cine como en la coranomía. Por eso propongo que tan necesario es un arquitecto o un historiador urbanista como un geógrafo, un ecólogo, un sociólogo, un economista o un abogado para elaborar una plan urbano o territorial, sólo que en diferentes fases y momentos del proceso y con diferentes y complementarios cometidos en el seno de un equipo transdisciplinar que denominaremos de coranomistas (para que no sea sólo ni de urbanistas, ni arquitectos, ni geógrafos, ni abogados, ni ecólogos, ni sociólogos, …)

Cosa que eso es completamente diferente de quien “deba ser” el único titulado competente para ser el director-firmante de dicho planeamiento en un sistema de responsabilidades técnicas públicamente controladas. El perfil del coranomista director de un plan, sería como el del urbanista o planner en otros países (un especialista diplomado de segundo o tercer ciclo universitario) que procediera de cualquier carrera donde en su primer ciclo hubiera estudiado disciplinas sociopolíticas y jurídicas o económicas y alguna politécnica y que fuera un titulado competente (no necesariamente el único exclusivo) para dirigir planes o ser contratado por los Ayuntamientos para sus servicios internos como tal director.

Como cuando se trata de ser compositor o director de orquesta: es evidente que cualquier flautista o percusionista puede llegar a serlo, pero, por principio de especialización funcional, conviene que director de una orquesta pública o estatal lo sea quien haya cursado los estudios y prácticas necesarias para desarrollar tal especialidad generalista de dirección o composición sinfónica.

Los holandeses diferenciaban cuatro fases para elaborar un plan: (i) la “Planology” (investigación) desarrollada por planologistas como disciplina ad hoc; (ii) el diseño de la política urbana con el plan físico-espacial (diseño) llevado por arquitectos paisajistas o diseñadores urbanos; (iii) la ordenación normativa reguladora (políticas de objetivos, policy) dirigida por los juristas y letrados; y la ejecución o control del plan (implementación) llevada por los técnicos municipales.

Mi posición, pues, al respecto está muy clara. Como ninguna de las licenciaturas actuales en ningún país europeo (que no posea la de planner o urbanista propiamente dicho de un segundo o tercer ciclo universitario) reune toda la formación necesaria para entender y poder abordar –como un verdadero director de orquesta o compositor que conozca un poco de la instrumentación de todo la orquesta– los múltiples matices integrados y escondidos en el conjunto de problemas complejos, como son los de la coranomía y la “planificación espacial de la sociedad”, en lugar de seguir como hasta ahora -donde exclusivamente tienen capacitación técnica académica dos carreras (arquitectos o ingenieros, aunque no sean urbanistas!)-, debe reestructurarse la formación de especialistas coranomistas directores de equipos multidisciplinares, cabiendo solamente una de las dos soluciones alternativas siguientes:

i) O bien se insuflan/incorporan más conocimientos técnicos de dirección de orquesta a algunas o varias de las titulaciones existentes hasta ahora marginadas de estas lides (como economistas, geógrafos humanos, sociólogos urbanos, juristas administrativos, ecólogos, ingenieros de montes o agrónomos, bellas artes, etc.), forzando la eventual preparación de todos ellos para poder dirigir planes territoriales o urbanos y que así, al ser muchos y diversos, compitan entre ellos para lograr un encargo (lo que es ruinoso para el conjunto social que dilapida esfuerzos, recursos y curricula en varios lugares dispersos de
dispares probabilidades de éxito). La libre concurrencia es la clave de la evolución, es cierto, pero no siempre el que sobrevive es el mejor o más apto en ese medio, en contra de Darwin, sino el más oportunamente situado en la contingencia idónea para no ser arrasado y que encima pueda reproducirse más rapidamente (o el que sea más listillo y medrante y acceda antes al Boletin Oficial del Estado o el que mejor impida que otros lo hagan, que es igual!).

ii) O bien se eleva el tiro y nos olvidamos de la conflictualidad actual con las titulaciones técnicas y político humanísticas -todas ellas demasiado llenas de materias especializadas en su campo y muy ajenas a la coranomía en sí- para proponer una nueva supra o transdisciplina y su eventual nueva titulación y especialidades internas, como sería la coranomía. Podría ser estudiada en un segundo ciclo de licenciatura o/y un tercer ciclo de postgrado universitario que formase coranomistas, nutriéndose de los diplomados o licenciados de otras carreras actuales (geografía humana, sociología, ecología, economía, derecho urbano y
medioambiental, arquitectura, ingeniería, etc.) y reuniendo a sus diplomados o licenciados interesados para formarles en ese tercer ciclo en la dirección de equipos transdisciplinares. Y así, como en la especialización postgrado de dirección de empresas, se tendría un compositor o director que supiera cómo suenan todos y cada uno de los instrumentos, cada uno de ellos situado en su sitio de la sala. Es decir, un equipo multidisciplinar dirigido por un director transdisciplinar coranomista.
 Eso sí, desde el momento en que saliese esta especialidad de coranomistas y para evitar la competencia desleal de los meros
aprovechados del título (como el absurdo clamoroso –que le da toda la razón a Capel sobre el acaparamiento desvergonzado de competencias in totum– de que un arquitecto o un ingeniero que hayan hecho la especialidad de construcción o estructuras tenga igual legitimidad curricular y título oficial para dirigir un plan urbanístico que el arquitecto que se ha especializado en urbanismo), debe proponerse la supresión del título exclusivo de urbanista o planificador a los arquitectos e ingenieros que por su cara bonita la ostentan hasta ahora; salvo que se integrasen en los estudios de un tercer ciclo de postgrado en dicha especialidad coranómica, y no dándoselo sino al que haya estudiado esta licenciatura específica de planificador, ordenador
espacial o coranomista. Ese es el enfoque integrador por el que deberemos luchar todos los urbanistas o coranomistas juntos y nunca unos contra otros, para remover de sus privilegios decimonónicos a los técnicos-proyectistas de las escuelas especiales.

Luego, en el seno de esta carrera de coranomista deberá haber especialidades en planificación regional, protección rural, urbana, cascos históricos, ecología física, sostenibilidad integral, gestión ambiental, planeamiento turístico, transporte y tráfico urbano, etc., etc., que la coranomía abarca un campo disciplinar demasiado complejo por su propia naturaleza transdisciplinar. Esto es exactamente lo que he tratado de decir a lo largo de todas las 1200 páginas de mi tesis doctoral. La Coranomia, la normación u ordenación del espacio territorial es una cosa muy seria para dejarla sólamente en manos de meros arquitectos, ingenieros, geógrafos, economistas o abogados: es preciso bastante más.

Esta dimensión corporativa de la coranomía que aquí y ahora sugiero (no en mi tesis) debería ser entendida, pues, en absoluto como una operación interesada de conducir su enseñanza desde o hacia las Escuelas de arquitectos para satisfacer mi “complejo de Olimpo”, ya que no sólo no soy profesor ni tengo nada que ver con la enseñanza en ninguna Escuela Técnica Superior de Arquitectura, sino que tampoco poseo la “fuerza académica” mínima necesaria ni "el poderoso control social por parte de un claustro sobre los estudiantes" para poder imponer su docencia como medio de selección endogámica de alumnos o titulados que llegaran a agradecerme el tener un empleo, como Parsons hiciera y tantos otros siguen haciendo. En mi caso sólo los esporádicos alumnos de los master de urbanismo que imparto y que son todos ya postgraduados muy a salvo de
mi nulo poder académico serían las víctimas de mi poderoso control social.

El restallido de las palabras y de las ideas que éstas encierran son las únicas armas que debieran utilizarse en la vida académica y científica, lejos de los corporativismos y análogas ideologías espúrias.

Este debate no debe rehuirse, en absoluto, mas requiere otra tribuna mucho más tensa, agresiva y pragmática que no la exposicion teórica cientificamente sosegada que he querido transmitir en mi investigación sobre la coranomía.

Sobre las otras críticas benévolas que me hace Capel en su extensa reseña, mejor dejarlas para otro foro, dada la desmedida extensión de esta aclaración.

Para toda duda, queja, apoyo o consulta de otros geógrafos o de quien pueda estar interesado en este debate, estoy personalmente en el emilio: <garcibelli@nexo.es>

Gracias al profesor Capel por la oportunidad brindada de mejorar la comprensión de lo que confusamente haya podido escribir.
 

©Copyright Javier García-Bellido 1999
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