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Biblio 3W. Revista Bibliográfica de Geografía y Ciencias Sociales
Universidad de Barcelona [ISSN 1138-9796] 
Nº 204, 15 de febrero de 2000 

GEOGRAFIA E HISTORIA DEL EJE ATLÁNTICO

Leonor de la Puente Fernández.
PTU Análisis Geográfico Regional. Universidad de Cantabria.


El nombre de Eixo Atlántico procede del pacto suscrito en 1992 por trece ciudades de Galicia y el norte de Portugal(1) -ampliado a dieciocho en 1997- entre las que figuran todas las significativas en población y funciones. El objetivo de los firmantes es fomentar la cooperación para impulsar aquellas actividades comunes de especial raigambre y relevancia económica y social (el turismo basado en su patrimonio histórico, cultural y natural, y la pesca), y reducir, así, las diferencias de desarrollo respecto de las regiones europeas de mayor dinamismo. Un pacto entre ciudades que supera su propio ámbito urbano y municipal, ya que en ellas se reúnen recursos y actores sociales capaces de activar los resortes del desarrollo incorporando otros ámbitos territoriales más o menos próximos. El Eixo Atlántico se convierte, así, en un vasto territorio de nueva creación, diseñado a partir de los límites convencionales y administrativos de las regiones en las que aquellas ciudades se ubican, cuyos fundamentos sociales, políticos, económicos y culturales se presentan en esta obra divididos en dos volúmenes que tratan, respectivamente, la geografía y la historia de este espacio del noroeste peninsular. Y ahí empieza la visión del geógrafo, X.M. Souto, coordinador de los dos libros, quien, lejos de establecer una separación entre ambos discursos disciplinares, nos muestra la enorme relación existente entre los procesos sociales y los territoriales, al destacar el protagonismo y responsabilidad de las voluntades políticas, articuladas alrededor de un proyecto socioeconómico común, en la configuración de una nueva territorialidad, lo cual requiere tanto la construcción de un espacio económico funcional como de una imagen identificativa asumida por la sociedad. Superar las barreras institucionales de los respectivos Estados, y contribuir a la formación de ese nuevo espacio político, económico, social y cultural, es el principal cometido de la obra, en torno al cual se dispone un rico entramado de ideas sugerentes y bien documentadas sobre la regionalización política que invitan tanto al debate ideológico sobre el nacionalismo y los procesos de identificación territorial de un pueblo, como a la reflexión sobre la actualidad, funcionalidad e interés geográfico de la región, aspecto éste en el que se centra en mayor medida el presente comentario.

Las referencias bibiliográficas de los dos libros son la siguientes:

SOUTO GONZÁLEZ, Xosé Manuel (Coord.).  Geografía do Eixo Alântico. Vigo: Eixo Atlântico do Noroeste Peninsular, 1999. 200 p. [Dep.Legal: VG: 499 - 1999]

SOUTO GONZÁLEZ, Xosé Manuel (Coord.). (1999):  A História no Eixo Atlântico. Vigo: Eixo Atlântico do Noroeste Peninsular, 1999. 272 p. [Dep. Legal: VG 727 - 1999]

El libro de geografía se divide en cuatro capítulos. El primero analiza los dos elementos que articulan el territorio y canalizan los flujos de actividad que determinan el grado de convergencia regional en el contexto europeo, esto es, las ciudades y los sistemas de transporte y comunicación, subrayándose, en el caso de las ciudades, el valor histórico y cultural de su patrimonio edificado y monumental, presentado como atractivo turístico de importante potencial económico. El segundo aborda las actividades económicas, entre las que se destaca la pesca y el turismo por su capacidad para generar riqueza y sustentar el proyecto de desarrollo. El tercero se centra en el patrimonio natural, considerado el otro pilar de la promoción turística. El cuarto, finalmente, ofrece una descripción del medio físico y de los valores ambientales.

El libro de historia, dividido también en cuatro capítulos, analiza, en primer lugar, el carácter volitivo e histórico de la construcción del territorio, el protagonismo social en el proceso de construcción del espacio, lo que conduce a un debate sobre el concepto de nación y las bases ideológicas e históricas que lo sustentan; la integración del ámbito de estudio en unidades territoriales de orden superior para explicar la pertinencia de la regionalización refuerza el interés que cobran las variables territoriales en el tratamiento de los temas científico-sociales. Los capítulos segundo y tercero ofrecen un recorrido por los diversos períodos históricos, pero estableciendo una diferenciación entre las etapas con pasado común para ambos territorios, y las que se resuelven siguiendo evoluciones políticas propias y separadas, desde que en el siglo XII comenzó a perfilarse la que hoy constituye la frontera actual. Finalmente se atiende a la evolución de la organización territorial de carácter administrativo, destacando, en la actualidad, el diferente potencial democrático de las instituciones que, como las parroquias, organizan el territorio de abajo a arriba frente a los poderes locales instituidos de arriba abajo; en esta búsqueda de instrumentos para la organización del territorio se valora como útil el análisis de los procesos de apropiación sicológica de un espacio que conducen a la identificación territorial de los pueblos.

Un nuevo espacio regional: la eurorregión.

Como profesora de la asignatura "Teoría y métodos de la Geografía I: evolución del pensamiento geográfico", en la que me preocupo de mostrar a los alumnos la importancia de la reflexión conceptual en la práctica profesional, la valoración social que deben imprimir y exigir a sus estudios y a su título, y la existencia de una ética en todo acto de aplicación o de inhibición de nuestros conocimientos, la obra sobre el territorio del Eixo Atlántico me produce satisfacción, porque constituye una prueba más de que nuestra dedicación a formar geógrafos no es socialmente estéril. Y esta proyección social no se consigue ahora en el ámbito del planeamiento y la ordenación del territorio o en temas medioambientales -que estamos consintiendo en aceptar como únicos reductos de la aplicación del saber geográfico- sino en un campo poco común: el de la ideología, no a través del ejercicio directo en las instituciones políticas, sino en el ámbito de la elaboración de imágenes y la formación y difusión de ideas. Se nos muestra aquí al geógrafo como agente social con intencionalidad política, que asume el papel de colaborar en la construcción de nuevas identidades territoriales que favorezcan el desarrollo del poder soberano de los pueblos y de las bases socioeconómicas que los sustentan. Una toma de posición que nos aleja de aquel que, no hace mucho, justo cuando se iniciaba el debate sobre las autonomías y, por tanto, sobre la regionalización, acudía a la objetividad científica para justificar la asepsia de nuestro conocimiento y la falta de responsabilidad política: "la misión del geógrafo no es 'crear' regiones, sino descubrir y deslindar hasta donde se pueda, las que realmente existen"(2).

En la obra se habla de eurorregión, es decir, se asume la idea de que la construcción de Europa requiere una reformulación de la organización y estructuración interna de su territorio que supere el concepto de país y de Estado y diluya los conflictos, las separaciones, las fuerzas centrífugas que aíslan el territorio y las sociedades -no las singularidades- de la misma manera que en el primer tercio del XIX la división provincial de España supuso una ruptura con el pasado y la formulación de un nuevo marco para la acción política, social y económica de la clase social emergente, e intentos similares de modificar los límites administrativos se argumentaron al finalizar el franquismo para identificar la nueva etapa que comenzaba a abrirse esperanzadamente y en la que el espíritu democrático se sumaba al desarrollo de las fuerzas productivas de una sociedad industrial y urbana. En el último capítulo del libro de historia, otro de los autores, R. Marques, documenta ampliamente las vicisitudes de la territorialidad, la funcionalidad de sus cambios y su vinculación a una clase social definida en función de unos determinados intereses económicos.

Pero además de las razones históricas que explican la movilidad de las fronteras, el geógrafo sabe bien que los fenómenos sociales no se circunscriben a un territorio, y que el análisis a varias escalas ayuda a identificar los factores, las variables, los agentes y los procesos que explican el comportamiento social colectivo y las numerosas conexiones e interactuaciones que se producen entre sociedades que habitan territorios diferentes. No se trata de inventar unas nuevas fronteras, de individualizar un nuevo espacio singular, sino de definir las bases para la construcción de un espacio funcional, operativo al proyecto socioeconómico que lo promueve. El encuadre del Eixo Atlántico en el ámbito del Arco Atlántico y de la Unión Europea, esto es, el análisis a diversas escalas sobre el telón de fondo de la globalización, desvela ese interés por superar lo local y hallar un vínculo, un modelo de comportamiento universal en los procesos regionales, un modelo que, además, exigen los mismos principios que sustentan el citado pacto. Afrontar la construcción de una eurorregión, en estos momentos, tiene sentido histórico, político, social y económico, tiene interés geográfico.

Pero tampoco se aceptan sin más las propuestas transfronterizas que manan de la política regional de la Unión Europea con el fin de legitimar las acciones encaminadas a consolidar lo que se ha dado en llamar la "europa de los mercaderes". Al contrario, el geógrafo pone aquí a disposición de los agentes socioeconómicos una serie de reflexiones que invitan a valorar y a respetar el patrimonio cultural y natural, que llaman la atención sobre los elementos vitales para la estructuración y articulación del territorio, que resaltan la importancia de la organización territorial para la consecución de los fines de desarrollo social que se proponen, y que favorecen el debate, sin misticismos y en un logrado tono coloquial al alcance de cualquier lector, en torno a la cuestión nacional. Es precisamente el tratamiento de este último tema, que se expone en el primer capítulo del libro de historia, el que impide pensar también que, con este acercamiento entre Galicia y el norte de Portugal, se intenta reforzar el sentimiento nacionalista y el movimiento ideológico que propugna la formación de un estado independiente en Galicia, apoyándose en una estrategia de identificación cultural y lingüística con el país vecino al objeto de resaltar las diferencias respecto de España. A favor de ello estaría la elección del idioma utilizado en la obra: según los capítulos y el deseo de sus respectivos autores, independientemente de sus países de origen y Estado de pertenencia, se utiliza indistintamente el portugués o el gallego, aunque no es una obra bilingüe. Sin embargo, me inclino a pensar que son el europeísmo y el nacionalismo los que inspiran estas páginas, y en este sentido la obra parece inscribirse en las tendencias renovadoras del discurso ideológico que el nacionalismo ha comenzado a proyectar en la prensa española, según el cual "la lógica de la integración y la lógica de la 'regionalización' dejaron de ser contradictorias"(3).

Es en el momento de ofrecer la información y de avanzar propuestas cuando la obra muestra sus puntos más débiles, centrados en el libro de geografía. La estructura de sus contenidos no consigue liberarse del esquema regional en el que medio físico, actividades económicas y sistema urbano y de transporte, constituyen las bases para la caracterización, diferenciación y singularización de un espacio. La inversión del orden de aparición no es suficiente, aunque sin duda mantiene un principio de coherencia con la concepción global de la obra y los objetivos señalados, especialmente por su capítulo inicial. La presentación de contenidos ganaría si las propuestas de desarrollo del pacto del Eixo Atlántico se convirtieran en los ejes del discurso. En esta línea, se advierte una total fragmentación de las argumentaciones que deberían de estar encaminadas a diseñar las bases para el impulso de las actividades turísticas; de forma que muchas de las informaciones relativas a la imagen simbólica de las ciudades, elaborada ya sea a través de la recuperación de su pasado histórico, ya a través de las renovaciones urbanas, deberían reunirse con las relativas a la valoración del paisaje y del patrimonio natural, las que se vierten en torno a los programas de desarrollo rural, e incluso las que destacan la inversión, de los otrora emigrantes, en hostelería y construcción, o el incremento del turismo a raíz de la entrada en la UE, para formar un único capítulo que finalizara con una selección de propuestas jerarquizadas de actuación pública y privada.

Por su parte, el tratamiento de las actividades económicas resulta a todas luces insuficiente y poco selectivo: la pesca, uno de los supuestos potenciales de desarrollo, carece de entidad; en el apartado dedicado a la industria se olvida el tono general de la obra para centrarse en la crisis de una comarca cuya supuesta representatividad es dudosa; la enorme importancia económica de la actividad forestal, no sólo en producción, sino por su conexión industrial con la fabricación de pasta de papel y productos madereros, y por las transformaciones paisajísticas que de ella derivan, se queda en unas simples notas, como queda explícito en el subepígrafe; el sector lechero y la actividad ganadera se subestiman, al tiempo que no se valoran las posiciones que están alcanzando las producciones intensivas de flores, las hortofrutícolas y las de granjería; y del sector servicios apenas se llega a reconocer su presencia, echando en falta una valoración de la capacidad de consumo de la población en relación a la proliferación de grandes superficies comerciales en los últimos años, o de la especial atención sanitaria que requiere una población envejecida. El último capítulo, dedicado al medio físico, carece de sentido en la propuesta global de la obra, a no ser que en él se tratara de argumentar acerca de los especiales valores naturales justificativos de la acción de salvaguarda que se propone en el capítulo anterior, y de la capacidad de reclamo turístico que tienen sus espacios protegidos; para mayor infortunio, Galicia y la región norte de Portugal se analizan por separado, lo que llama la atención dado el esfuerzo integrador que preside el resto de los capítulos, y siendo éste, precisamente, el único aspecto en el que las fronteras políticas no pueden incidir en una evolución diferenciada.

Tampoco resulta afortunado el método expositivo utilizado en estos capítulos, pues en ellos domina la descripción sin alicientes, en forma de somera información que, las más de las veces, pierde los objetivos para los cuales se selecciona. Y esto quizás sea el aspecto más negativo del conjunto de la obra, ya que se pierde así toda la intención propositiva y arriesgada que le imprime el coordinador, ofreciendo, con su lectura, una imagen pacata y aburrida de la geografía, lo cual resulta sumamente pernicioso en una obra que pretende llegar a muchos lectores, y en la que los geógrafos están proyectando su manera de hacer las cosas.

La construcción de un espacio regional.

Para que la eurorregión, el nuevo espacio funcional arraigue, nada mejor que promover y difundir su imagen, esto es, darle contenido, significado, y una representación visual; lo que denominan, R. Marques y X.M. Souto, el marketing ("mercadoria") territorial: "Se queremos unha rexión con vitalidade... non basta defender a existencia de pactos políticos, é necesario promover a imaxe desta 'eurorrexión', implementar adecuadas estratexias de mercadoria territorial para que os cidadáns dos dous países pasen a ver o noroeste peninsular como un todo". Efectivamente, la eurorregión que definen las ciudades del Eixo Atlántico no existe aún, es una creación producto de la voluntad de aunar esfuerzos entre agentes socioeconómicos que quieren rentabilizar, reforzar y ampliar las relaciones ya establecidas que han servido de base para concebir la idea; dar conocimiento a un público extenso de la promoción y sustentabilidad de esta operación es uno de los objetivos fundamentales de la obra. Con ello, los autores nos están mostrando, en realidad, el método de apertura de un proceso de reinvención de una identidad territorial. Y esto resulta especialmente novedoso en España, donde, después de haber defendido durante décadas la existencia de unas regiones históricas -y esto lo saben bien los geógrafos- todavía es reciente la consolidación de las aspiraciones de territorialidad a través de la creación de las autonomías. Es decir, después de una etapa ya secular en la que nos hemos impuesto la definición de unos límites, y hemos creído en los beneficios de su estabilidad, iniciamos una nueva fase en la que parece que vamos a tener que acostumbrarnos a ir reajustando las imágenes a las nuevas formas de organización territorial y a replantear nuestra forma de pensar el territorio. Y esto es lo que, en una de sus posibles lecturas, se nos propone en esta obra.

Hace tiempo que los geógrafos sabemos que son las ciudades y los medios de transporte y comunicaciones las claves territoriales para la organización y articulación del sistema socioeconómico, pero pocas veces se insiste en ello cuando se ofrece una visión regionalizada. En esta obra se llama la atención sobre esta forma de pensar el espacio, y por eso, como avanzaba en el punto anterior, el análisis geográfico de la eurorregión no comienza con una presentación de las características fisiográficas inscritas en unos límites, sino con un capítulo dedicado a las ciudades, firmado por el propio coordinador. Haciendo notar, de esta manera, que el pacto, por el mero hecho de haberse establecido entre ciudades, tiene el aval reconocido para ser calificado como empresa con posibilidades de futuro. Es decir, se ofrecen bases argumentales a favor de la pertinencia de la operación. Y ésta es una primera premisa ineludible del proceso de construcción de una región y de una imagen territorial: antes de popularizarla y difundirla hay que diseñar un proyecto, hay que hacerlo creíble, hay que verlo viable, hay que reconocerlo como posible.

En este primer capítulo reside el mayor interés del libro de geografía. En él, las ciudades y los sistemas de comunicación se presentan como claves de la organización del territorio y, por tanto, elementos fundamentales sobre los que hay que actuar para lograr los objetivos de convergencia regional y desarrollo socioeconómico del pacto del Eixo Atlántico. Sin embargo, se hace notar aquí una cierta desconexión entre ese carácter de clave territorial y las funciones económicas que promueven, jerarquizan y diversifican su dinamismo y capacidad de dirección de los cambios territoriales, mezclándose este análisis con una descripción de paisajes y formas urbanas que no ayudan a la identificación de los retos. Quizás por eso, los que se señalan al final no dejan de ser propuestas tímidas que, en ocasiones, no pasan de meros principios que podrían ser aplicados a muchas otras ciudades. En cambio, surgen a lo largo de estas líneas varias ideas de interés, necesitadas de una profundización científica y susceptibles de debates específicos, que habrán de ser tenidas en cuenta por los actores políticos y por las instituciones garantes de la investigación social. Se plantea, por ejemplo, la importancia económica de O Porto en el conjunto de la eurorregión y el papel que han de desempeñar Vigo y A Coruña en la articulación de la misma, así como las otras ciudades de menor dinamismo; "Galicia: capital, Oporto", se podía ver en algunas pintadas recientes que llamaban la atención sobre el intento de control de los bosques gallegos por parte de las papeleras instaladas en el norte de Portugal; en nuestro contexto, la frase nos invita a reflexionar sobre la capacidad regionalizante de ciertas ciudades, o sobre el concepto de región urbana tal como lo planteaba B. Kayser(4), que le llevaba a diferenciar entre las metrópolis regionales y las modalidades polares del crecimiento, debate que no hace mucho fue reanimado por J. Ortega Valcárcel al sugerir distinto significado económico, político y territorial a las ciudades de Bilbao y Santander, en una obra de título expresivo para los propósitos que mueven a este comentario(5). Con ser éste un tema de enorme interés geográfico, no se nos ocultan otras sugerencias de gran relevancia socioterritorial: el carácter atlántico y costero del crecimiento y la divergencia comarcal interna que genera; el predominio de las conexiones transversales en dirección hacia el este y la falta de vías en sentido norte-sur entre las comarcas orientales, lo que dificulta la articulación interna de la eurorregión y pone en duda el alcance territorial del pacto, confirmado en algunos momentos por la segregación de la región de Bragança y noreste de Portugal; el debate entre la potenciación del modelo de concentración espacial de recursos y población o la atención a las áreas menos densamente pobladas; el papel de los puertos marítimos y la coordinación de sus actuaciones en aras a una rentabilización de sus esfuerzos y a una potenciación de sus capacidades, atendiendo a la diversidad de funciones ­pesqueras o comerciales- y a la proyección regional de sus actividades.

El segundo paso para que la población asimile y haga suyo el proyecto del Eixo Atlántico consiste en crear una imagen, una representación gráfica suficientemente expresiva y fácilmente reconocible, que identifique la unión entre significante y significado. Función que desempeña perfectamente la silueta del mapa, dibujada a partir de la reunión de dos territorios que no acostumbramos a individualizar, ni a ver representados si no es con la anexión de los colindantes de ambos Estados; y eso es lo que resulta sorprendente y, por lo mismo, lo que suscita curiosidad, atracción y deseos de interesarse por las razones que llevan a esa particular configuración, ingredientes necesarios para dar pábulo a la idea y que ésta se extienda. J. García Fernández(6), cuando plantea el carácter regional de Castilla y León, subraya el valor de la imagen, difundida a través de los mapas, para el enraizamiento de las ideas que van creando, consolidando y diferenciando las identidades territoriales, esto es, los espacios regionales y los sentimientos nacionalistas. Unas imágenes que se van perfilando también a través de las caracterizaciones que aportan singularidad al conjunto territorial, y esto es lo que, sin duda, se pretende conseguir también mediante el recurso a la separación entre geografía e historia, siguiendo los esquemas más clásicos y quizás más peligrosos del nacionalismo: un territorio singular para un pueblo con un pasado histórico singular. Y esto a pesar de las declaraciones sinceras de R. Marques y X.M. Souto: "Ao entendermos a nación como unha aspiración, como unha valorización sentimental da vida en común, asumimos desde xa, que as ideas que están subxacentes non pasan de construccións humanas que queren unir os grupos sociais en torno a un proxecto común, por veces arduamente arquitectado e exacerbado ao longo do tempo polas clases sociais que se asumen representativas da colectividade territorial e que recorren a miúdo ao pasado (natureza étnica, comuñón de lingua, de relixión, base cultural, etc.) para organizar a súa mensaxe e impor a súa doutrina".

Efectivamente, con ambos libros se ayuda a crear la imagen de esa nueva identidad territorial y a interiorizarla en el inconsciente colectivo de la población a uno y otro lado de la frontera política, no tanto porque se demuestre la existencia de unos flujos y unas relaciones que ya son práctica habitual y constituyen las bases para la creación de la eurorregión, sino, sobre todo, porque se enmarcan estas conexiones en una explicación histórica. De esta forma, todo aquello que los gallegos conocen, aunque nunca se les enseñó, se halla ahora en esta obra, que tiene el valor de dar sentido a ese saber que se ha ido forjando a través de la experiencia acumulada de generaciones en sus relaciones con el país vecino; lo mismo cabría pensar que les sucede a los portugueses del norte. Es decir, se consigue que el conocimiento popular, cotidiano, producto de la experiencia vivida en las múltiples visitas que, por razones diversas, se efectúan al país vecino, adquiera una fundamentación científico-social, construyéndose, de esta forma, la ideología necesaria para hacer que el proyecto socioeconómico y político del Eixo Atlántico adquiera un respaldo popular y cale en la opinión pública. De esta manera se va elaborando la tercera base sobre la que descansa la imagen territorial: ese sentimiento colectivo de pertenencia a un territorio al que P. Vidal de la Blache y, en España, J. Vilá Valentí, acudían para la definición de espacios regionales o comarcales(7), y que las tendencias sicologistas de la geografía humanista reivindican como instrumento de utilidad en las propuestas de planeamiento y ordenación del territorio. Es precisamente esta última la visión del coordinador, y la que explica la presencia, en el último capítulo del libro de historia, de un apartado dedicado a las expresiones culturales de esta interiorización e identificación territorial de los habitantes.

La obra, en fin, es rica en sugerencias y constituye una buena base para aprender a pensar la sociedad en claves territoriales, para remover nuestros esquemas espaciales -que seguramente empiezan a presentar signos inquietantes de estabilidad- para reflexionar sobre la renovación de las bases del análisis regional, como en su momento defendió N. Ortega Cantero(8) frente a quienes simplemente se preocupan de su negación, y para mostrar la capacidad política de los geógrafos cuando se comprometen con la acción y no le temen a los retos de una sociedad dinámica y cambiante.
 

NOTAS

1.  Para mayor información remitimos a la página web: http://www.vigoc.es/eje10.html o a los fax de las tres sedes: Vigo (34.986810178), Porto (351.2.6006665) y Bruselas (32.2.7354678).

2. CASAS TORRES, J.M.La regionalización geográfica de España.  In A.G.E. La región y la geografía española. Valladolid: 1980, p. 163-178.

3. FORO LUZES DE GALIZA. Hespaña. El País, 7.01.2000

4. KAYSER, B. La región en cuanto objeto de estudio de la geografía. In GEORGE, P. Geografía Activa. Barcelona: Ariel, 1967, p. 323-373.

5.  ORTEGA VALCÁRCEL, J. Cantabria como región. In MOURE ROMANILLO, A. y SUÁREZ CORTINA, M. (eds.).  De La Montaña a Cantabria. La construcción de una Comunidad Autónoma.  Santander: Universidad de Cantabria,1995, p. 21-43.

6. GARCÍA FERNANDEZ, J. Castilla (entre la percepción del espacio y la tradición erudita). Madrid: Espasa-Calpe, 1985.

7. VIDAL DE LA BLACHE, P."Las divisiones fundamentales del territorio francés. In  GOMEZ MENDOZA, J. et al.  El pensamiento geográfico. Estudio interpretativo y antología de textos (de Humboldt a las tendencias radicales).1888-1889.  1988.  Por J. Gómez Mendoza, J. Muñoz Jiménez y N. Ortega Cantero. Madrid, Alianza Editorial (2ª ed.), p. 243-249. VILÀ VALENTÍ, J. La comarca com a unitat geogràfica.  In SOLÉ SABARÍS, L. (dir). Geografía de Catalunya. Barcelona: Aedos,1958, vol. II, p. 11-21.

8. ORTEGA CANTERO, N. Geografía y cultura. Madrid: Alianza Editorial, 1987.

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