Biblio 3W. Revista Bibliográfica de Geografía y Ciencias Sociales.
Universidad de Barcelona [ISSN 1138-9796]
Nº 22, 10 de abril de 1997.



SAGARRA i TRIAS, F. Barcelona, ciutat de transició (1848-1868): el projecte urbà a través dels treballs de l’arquitecte Miquel Garriga i Roca. Barcelona: Institut d’Estudis Catalans. Arxius de les seccions de ciències, CXI, 1996. 750p.

Joan-Anton Sánchez de Juan


La reciente publicación de la Tesis Doctoral de Ferran Sagarra i Trias, viene avalada por la concesión del premio Lluís Domenech i Muntaner, del Institut d’Estudis Catalans de Barcelona, en el año 1993. El tiempo transcurrido desde la presentación de la tesis, en 1990, y su publicación garantiza a nuestro entender la maduración de las ideas que en el libro se desarrollan. Lo anteriormente citado, y es especialmente relevante por el alcance de la temática que se expresa en sus páginas.

En efecto, nos encontramos delante de un libro de especial relieve al panorama de la historia urbana española, en general, y barcelonesa en particular. En un contexto, el español, en que el estudio histórico de las formas urbanas, ha venido caracterizado por la observación del ensanche de población como forma generalizada de crecimiento y transformación urbana en el siglo XIX (1). La aportación de Ferran Sagarra i Trias se centra en un aspecto menos conocido de este episodio que tiene en Barcelona su principal escenario.

Explorando en el pasado de la producción del espacio urbano barcelonés, el autor se propone descubrir la lógica interna que acompañó a los proyectos de transformación urbana que compitieron en 1859 con el Proyecto de reforma y ensanche de Barcelona propuesto por el ingeniero Ildefonso Cerdá. Proyecto que sentaría las bases para la articulación de la posterior Ley de Ensanche de poblaciones en la España de 1864. Esto es, se trata de resaltar las condiciones de posibilidad que acompañaron a la construcción de propuestas alternativas de reforma y ensanche para la ciudad de Barcelona, en un periodo de interesante reflexión intelectual, de nivel internacional, que sentó las bases para el nacimiento del urbanismo moderno en Europa.

Todo ello a traves del estudio de la actividad profesional de Miguel Garriga y Roca (1808-1888), arquitecto municipal de Barcelona durante el período investigado. En este punto, es importante señalar que no nos encontramos ante una biografía, ni personal, ni profesional, de este arquitecto; el cual dispone de un estudio de este tipo gracias a la Tesis Doctoral de Gloria Camarero Gómez (2). Sino de un trabajo que utiliza la producción profesional de éste arquitecto como eje vertebrador de este importante episodio para la historia urbana barcelonesa. De este modo, el hilo conductor del estudio es la ingente labor topográfica, de proyección urbana y, en menor medida, arquitectónica llevada a cabo por Garriga y Roca en el contexto de las grandes transformaciones que experimentó Barcelona en la segunda mitad del pasado siglo.

El libro está estructurado en tres partes diferenciadas, cuya periodización se extiende a lo largo de las tres décadas reflejadas en el título: 1840, 1850 i 1860; estrechamente relacionadas con la formación y madurez profesional de Miguel Garriga y Roca. En la primera parte, se relaciona el período formativo de Garriga con los años de toma de conciencia de la urgencia de la intervención urbana en Barcelona por parte de los principales representantes del industrialismo catalán. La segunda parte se centra en la concreción de los instrumentos necesarios para llevar a cabo la transformación urbana, y el papel que Garriga y Roca tuvo en ellos. Esto es, el establecimiento de los proyectos de ensanche liderados por el trabajo de Ildefonso Cerdá. Finalmente, en la tercera parte, el interés recae en constatar las dificultades de articulación de dos visiones contrapuestas de una misma realidad urbana, personificadas en las figuras de Cerdá y Garriga.

A mediados del siglo XIX empezaban a perfilarse y afianzarse numerosas contradicciones en muchas ciudades europeas. En Barcelona la más evidente, por su inmediatez, era la morfológica. El crecimiento urbano de la ciudad había sido condicionado por la cinta amurallada, construida a finales del siglo XV (3), y por la imposibilidad de edificar en el exterior debido a constreñimientos de tipo militar. Como es de suponer, ésta situación dificultaría en gran medida las mejoras y transformaciones urbanas necesarias para la estructuración territorial de una ciudad, que empezaba a contemplar el alcance de la mecanización de la producción industrial.

Este es, pues, el punto de partida de Ferran Sagarra, y en él se empiezan ha detectar las bases de las contradicciones y los conflictos de intereses, que caracterizaron las posteriores intervenciones urbanísticas en Barcelona. A partir de aquí, las divergencias se centraran en torno al papel de ciudad capital o de ciudad preeminentemente industrial que deba desempeñar Barcelona en la articulación y modernización del territorio catalán y del resto del Estado español. Este es el contexto en el que crece profesionalmente Miguel Garriga y Roca. Un contexto en que los arquitectos españoles recibían una formación fuertemente asentada en el neoclasicismo, a la vez que empezaban a debatir la dimensión urbana de las propuestas de los pensadores “utópicos”.

El papel de la Revue Générale de l’Architecture et des Travaux Publics, como instrumento de difusión de las ideas urbanísticas de los discípulos de Fourier y Saint- Simon, es central en este proceso que anima discusiones homólogas en las revistas de arquitectura barcelonesas y españolas de la época (el Boletín Enciclopédico de Nobles Artes y el Boletín Español de Arquitectura). Las páginas de estas revistas contribuyeron, en gran medida, a la articulación de una práctica reflexiva de la arquitectura, así como a la toma de conciencia del papel desempeñado por los arquitectos en las intervenciones de transformación urbana. Este punto es importante para poner en su lugar la ardua polémica que sostuvieron, a mediados del siglo pasado, las corporaciones de arquitectos e ingenieros españoles, y que Sagarra analiza en profundidad como marco general para la que mantuvieron Miguel Garriga y Roca y el ingeniero Ildefonso Cerdá en Barcelona (4).

La demolición de las murallas, paso previo a cualquier intervención en el tejido urbano de la ciudad, fue posible después de interminables procesos administrativos en 1854. La inminente transformación urbana de Barcelona fue percibida por sus clases dirigentes, como la oportunidad para dotar a la ciudad de los elementos de monumentalidad que caracterizaban a las principales capitales europeas del momento. En este debate participaron las principales corporaciones cívicas de la ciudad, mientras se realizaban los trabajos preliminares al establecimiento de un proyecto de ensanche para la ciudad. El levantamiento de un plano topográfico, tanto del exterior (elaborado por Ildefonso Cerdá) como del interior de la ciudad (debido a Miguel Garriga y Roca), era imprescindible para las posteriores intervenciones.

Desde 1854 hasta 1860, año en que se aprobó definitivamente el proyecto de ensanche ortogonal elaborado por Cerdá, el debate en torno al papel que debía tomar el crecimiento de la ciudad sufrió un recrudecimiento que rápidamente fue bautizado como la batalla por el ensanche (5). La idea de la aprobación del proyecto de Cerdá, en el que el gobierno municipal no había intervenido directamente, movió a los miembros de las comisiones encargadas de la promoción del ensanche a activar un concurso público en 1859, donde el Ayuntamiento elegiría el proyecto que finalmente se realizaría. En 1860, después de un choque de competencias en las instancias administrativas, se activó definitivamente el plan Cerdá en detrimento del de Antonio Rovira y Trias aprobado por el Ayuntamiento.

Las bases de esta confrontación se encuentran principalmente en el hecho de que el plano aprobado por el gobierno central para la extensión urbana de la ciudad, omitió varios puntos importantes en la agenda elaborada por el Ayuntamiento de Barcelona. En concreto, la oposición al proyecto de Cerdá, fue organizada en relación con la escasa importancia que éste destinaba a la monumentalidad, y al interés que el ingeniero otorgaba a un crecimiento urbano de carácter “igualitario”, que no permitía una división social del espacio acorde a los intereses de las élites barcelonesas. Analizando los complicados pasajes presentes en esta polémica, Ferran Sagarra i Trias ha subrayado la importancia de la aportación de Miguel Garriga y Roca, y ha sintetizado la polémica en torno al papel desempeñado por el puerto y las redes de transporte, no solamente en la articulación del territorio, sino también en los valores de nueva centralidad presentes en las diferentes propuestas de ensanche.

De este modo, el plano de Antonio Rovira y Trias, sintetizaba los idearios que se habían establecido desde el Ayuntamiento, y a los que Miguel Garriga y Roca había contribuido a pesar de no participar en el certamen por motivos personales. De hecho, la idea de ciudad presente en el plano puede seguirse, como muy bien ha mostrado Ferran Sagarra, en los principales tratados teóricos de la arquitectura del momento. En especial, el Traité d’Architecture del arquitecto francés Léonce Reynaud, responde claramente a la lectura en clave histórica y procesual que, Antonio Rovira y Trias, hizo del crecimiento de la ciudad

Como vemos, la ciudad existente es otro de los elementos importantes dentro de los valores referentes a la centralidad. Desde el principio, la articulación de la “vieja” y de la “nueva” ciudad, había sido uno de los puntos más discutidos en las bases de ensanche elaboradas por el Ayuntamiento de Barcelona. El proyecto de Cerdá, tampoco respondía a las expectativas levantadas por el gobierno municipal, para el que el ensanche de la ciudad era un mecanismo adecuado para llevar a cabo la reforma de la ciudad antigua. El trabajo de levantamiento del plano topográfico del interior de la ciudad por parte de Garriga se convirtió en un elemento clave para un establecimiento efectivo del proyecto de ensanche de Cerdá con la realidad urbana preexistente.

Lo que al autor le interesa resaltar, es el papel que tuvo Barcelona en los años sesenta del siglo pasado, como laboratorio de las primeras síntesis teóricas del urbanismo moderno. La aportación teórica de Ildefonso Cerdá (6), materializada parcialmente en el conocido Ensanche de Barcelona, tuvo que enfrentarse con otro modelo teórico, elaborado coetáneamente, y representado en Barcelona por el trabajo de Antonio Rovira y Trias, y de Miguel Garriga y Roca. Este otro modelo es el promovido en Francia, especialmente en París, por César Daly a través de las páginas de la Revue Générale de l’Architecture, el cual compartía con el tratado de Reynaud una lectura orgánica e historicista del crecimiento de las ciudades. Todos ellos, elementos de gran importancia en los trabajos de estos arquitectos que se enfrentaron a la transformación urbana de Barcelona.

El proyecto de reforma del centro antiguo de la ciudad implícito en el plano topográfico de Garriga y Roca, es leído por Ferran Sagarra como un intento de modificación de las propuestas del ingeniero Ildefonso Cerdá, al menos en lo que se refiere a los valores de nueva centralidad. En este sentido deben entenderse los famosos proyectos de bulevares para Barcelona por los que Miguel Garriga y Roca había sido conocido. El destino final de éstos, y en general, de sus trabajos de reforma de Barcelona se sitúa en ese espacio ambiguo de las alternativas históricas, que cada vez con mayor frecuencia surgen del olvido para mostrarnos que vivimos solamente en uno, de los muchos mundos posibles.

Notas

(1) Al respecto ver el, ya clásico, trabajo de Manuel de Solà-Morales. Los ensanches (I): el ensanche de Barcelona. Barcelona: Laboratorio de Urbanismo, 1978. Una aportación más reciente se encuentra en la Tesis Doctoral de Laurent Coudroy de Lille. L’ensanche de población en Espagne: invention d’une pratique d’aménagement urbain (1840-1890). Paris: Université de Paris X-Nanterre. Ville et Société, 1994.

(2) Ver Gloria Camarero Gómez. Aspectos de la arquitectura en Barcelona durante el siglo XIX: Miguel Garriga i Roca, 1808-1888. Tesis Doctoral. Barcelona: Universitat de Barcelona. Facultat de Geografia i Història, 1989.

(3) Ver la aportación de Albert García i Espuche i Manuel Guàrdia i Bassols. Espai i societat a la Barcelona pre-industrial. Barcelona: Edicions de la Magrana, 1986.

(4) En concreto, ver el trabajo de Antonio Bonet Correa et al. La polémica ingenieros-arquitectos en España. Siglo XIX. Madrid: Colegio de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos. Ed. Turner, 1985.

(5) La complejidad política y social de los términos presentes en este debate, impiden que sean desplegados aquí. Para ello remitimos, entre otras obras, al trabajo de Ramón Grau. “Las batallas por el ensanche” en Ramón Grau et al. Exposición Universal de Barcelona. Libro del centenario (1888-1988). Barcelona: Ajuntament de Barcelona-L’Avenç, 1988.

(6) La labor teórica de Ildefonso Cerdá puede seguirse a través de la edición facsímil de sus obras: Teoría general de la urbanización y aplicación de sus principios y doctrinas a la reforma y ensanche de Barcelona. (3vols.) Madrid: Instituto de Estudios Fiscales, 1968-1971; y Teoría de la construcción de las ciudades. Cerdá y Barcelona. (vol.1) Madrid: Ministerio para las Administraciones Públicas- Ajuntament de Barcelona, 1991.


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