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Biblio 3W. Revista Bibliográfica de Geografía y Ciencias Sociales
Universidad de Barcelona [ISSN 1138-9796] 
Nº 232, 18 de mayo de 2000 

REQUES VELASCO, Pedro y RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ, Vicente. Atlas de la población española. Análisis de base municipal. Santander: C.S.I.C. y Universidad de Cantabria, 1998. ISBN 8400-07792-X (C.S.I.C.) ISBN 84-8102-212-8 (Universidad de Cantabria)

Antonio Vicente Muñoz



Palabras clave: población española/ demografía/ atlas de población

Key words: spanish population/ demography/ population atlas



Esta obra viene a ocupar, sin lugar a dudas, un hueco importante en el panorama geo-demográfico español. Se trata de un atlas realizado a escala municipal, lo que permite una visión mucho más ajustada y precisa de la realidad socio-demográfica del país. En otras palabras, contribuye a conocer con mayor detalle el grado de igualdad o desigualdad y homogeneidad o heterogeneidad del territorio español. Asimismo, posibilita la comparación y contrastación de los principales indicadores socio-demográficos y económicos a escala municipal con los datos publicados en otras obras cuyo ámbito territorial de análisis es el provincial o regional.

De los dos autores, Pedro Reques es profesor de geografía en la Universidad de Cantabria, en Santander; Vicente Rodríguez es investigador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas. De entre las obras de Pedro Reques destacan las siguientes: Segovia: emigración rural y crisis demográfica, además de Segovia: dependencia económica, despoblación y desequilibrios territoriales y de Espacio subjetivo y geografía. Orientación teórica y praxis didáctica. Esta última obra ha sido realizada conjuntamente con Josep Vicent Boira y Xosé Manuel Souto. Vicente Rodríguez es autor de un estudio sobre una comarca castellano-manchega, La desamortización de Mendizabal en la Sagra. También puede consultarse de este mismo autor el artículo La geografía cuantitativa en la universidad y en la investigación española, publicado en la revista Geocrítica (nº 49 ) en colaboración con Joaquín Bosque Sendra y José Miguel Santos Preciado.

Realmente destacable es el aspecto visual de la obra. La elección del formato, las escalas y los colores es muy acertada. Sin dejar de ser atractivo visualmente, permite un examen rápido y cómodo de las diferentes variables representadas. En ningún momento se ha subordinado la legibilidad de la información cartografiada a los criterios estéticos. El cuerpo central del atlas lo constituyen el total de cuarenta mapas de base municipal a escala 1:4 000 000, los cuales van siempre acompañados de la correspondiente justificación de la variable escogida, los aspectos metodológicos y, finalmente, la explicación e interpretación de los resultados obtenidos. Dichos resultados son contextualizados en todo momento con la literatura geográfica existente. Además se aporta, y esto no es demasiado frecuente en las publicaciones formato atlas, una bibliografía detallada sobre la variable analizada. El repertorio bibliográfico supera las 100 obras; y sería interesante que los autores hubiesen redactado también una bibliografía completa al final de la obra para no obligar al lector a buscar página a página el material utilizado. Mención aparte merecen los 26 mapas provinciales (de diferentes escalas) y los 24 gráficos de tipo diverso (pirámides de población, diagramas de barras, etc) que vienen a complementar la información ofrecida a escala municipal.

La obra está dividida en seis apartados de extensión desigual: las bases demográfico-territoriales, la dinámica demográfica, los componentes del crecimiento demográfico, la estructura demográfica, la estructura de la población activa y la estructura social. A los anteriores epígrafes se ha adjuntado un completísimo anexo estadístico de los principales indicadores socio-demográficos de los municipios españoles de más de 10 000 habitantes. Aunque la fuente básica utilizada es el Censo de Población y Viviendas de 1991, en determinadas ocasiones se complementa con censos de población anteriores y con el Padrón de Habitantes de 1996.

"Las bases demográfico-territoriales" es el apartado de menor extensión. En él se adjunta el mapa base municipal a escala 1: 4 000 000, que será utilizado a lo largo de toda la obra. El mapa del tamaño demográfico (numero de habitantes) pretende poner de manifiesto los fuertes contrastes, que desde el punto de vista estadístico-administrativo, caracterizan el territorio español. La escala utilizada para clasificar los municipios según su volumen es similar, aunque no idéntico, a la ofrecida en el Anuario Estadístico de España y en el Censo de Población de 1991. Los autores realizan un breve esquema de distribución del contrastado peso demográfico de los municipios españoles. Acompaña al anterior mapa el de densidad de población (número de habitantes por superficie en km2). Se trata de un indicador poco preciso, ya que está muy limitado por el denominador, aunque, como señalan los autores, posibilita las comparaciones interterritoriales. El mapa de densidad no hace sino reproducir la polarización de los efectivos demográficos en torno al litoral, Madrid y algunas ciudades con una importante función regional; observado también a escala provincial e incluso regional. La única objeción que puede realizarse a este primer apartado es la utilización de datos correspondientes a diferentes años para el volumen demográfico (1991) y la densidad de población (1996).

En "La dinámica demográfica" se analiza el crecimiento demográfico municipal intercensal, de la población de derecho, desde el año 1970 hasta 1996. El cálculo se ha realizado a partir de la tasa de crecimiento anual medio acumulativo expresada en tantos por mil (r= Pt+a/Pt)­1/a -1, lo que permite a Reques y Rodríguez arrojar luz acerca de la dinámica espacio-temporal de la población española en los últimos 25 años. Se confirma la secular "desertización" del interior peninsular, el proceso de desconcentración concentrada de la población residente en las áreas metropolitanas del país, así como la emergencia demográfica de determinados municipios del interior (capitales provinciales, centros comarcales importantes, etc). Nuevamente, la oposición centro-periferia se hace patente. Debería haberse estudiado la inclusión de un mapa del cambio demográfico municipal entre 1970 y 1996, a modo de resumen de los diferentes mapas intercensales aportados, y con la finalidad de presentar una perspectiva de la dinámica demográfica a más largo plazo.

La tercera parte se ocupa del movimiento natural de la población. Es decir, de los componentes del crecimiento demográfico. Está dividida en dos partes, una destinada a la fecundidad, y la otra a las migraciones. Quizás la laguna más importante en el atlas sea la no inclusión en el mismo de mapa alguno de mortalidad, sin lugar a dudas una variable capital para entender la evolución socio-demográfica de cualquier territorio. No olvidemos que la población de un espacio aumenta o disminuye como resultado del balance entre nacimientos y defunciones y el saldo entre emigrantes e inmigrantes.

La elección de la fecundidad, en lugar de la natalidad, debe considerarse como acertada, ya que esta no arrastra el peso de la estructura por edades. Se ofrecen un total de tres mapas: uno del número medio de hijos por mujer de 60 y más años (un indicador sintético de fecundidad final). El mapa siguiente se ocupa de la fecundidad intermedia (el número medio de hijos por mujer de entre 30 y 59 años) y, finalmente, el tercer mapa registra el número medio de hijos por mujer de entre 15 y 29 años (podría denominarse la fecundidad inicial).

En cuanto a la fecundidad final, los valores más bajos los encontramos en los municipios catalanes, valencianos, baleáricos, aragoneses y asturianos. En el extremo opuesto se hallan Canarias, el País Vasco y la práctica totalidad de los municipios castellano-leoneses, extremeños y andaluces. La fecundidad intermedia muestra un avance del "neomalthusianismo" (empleando los términos de Reques y Rodríguez) en el norte del país, en relación a la fecundidad final. Finalmente, el mapa del número medio de hijos por mujer de entre 15 y 29 años refleja una elevada fecundidad en el sur peninsular, Galicia y las islas; además de las principales áreas receptoras de inmigración durante los años 60 y 70. No se ha añadido a los mapas de tasas de fecundidad por grupos de edad un mapa de la tasa de fecundidad general (tasa que relaciona el número de nacidos vivos con el número medio de mujeres de 15 a 49 años), que podría dar una visión más global de la fecundidad en España a escala municipal.

Para la medición del proceso migratorio se ha optado por las tasas de autoctonía (el porcentaje de población nacida en la misma provincia), de aloctonía (el porcentaje de población nacida en otra provincia) y de inmigración extranjera (porcentaje de población nacida en el extranjero). La ventaja de la utilización de la tasa de autoctonía es que mide la inexistencia de migraciones interprovinciales, así como los movimientos intraprovinciales. La representación cartográfica de la tasa de aloctonía nos nuestra claramente las áreas receptoras de la inmigración en los años 60 y 70. En resumen, ambas tasas reflejan el grado de importancia que la migración interprovincial tiene en cada municipio. Sería conveniente incluir también un mapa destinado del saldo migratorio o de la tasa bruta de emigración neta. Dichos indicadores, contrariamente a las tasas representadas, sí son indicadores reales de movilidad geográfica.

El cartografiado de las tasas de autoctonía y aloctonía divide al país en tres áreas más o menos delimitadas. Por una parte, las tradicionales aglomeraciones urbano-industriales del país (las áreas metropolitanas de Madrid y Barcelona, además del País Vasco) son las que registran tasas de autoctonía más bajas y tasas de aloctonía más elevadas. Por otra parte, el litoral mediterráneo, hoy la principal área receptora de inmigración en España, también aparece con elevadas tasas de aloctonía (en general superiores al 30 por ciento). El tercer gran bloque lo constituye todo el interior peninsular y la mayor parte de la costa atlántica, que presenta unas tasas de aloctonía bajas; con la excepción de las capitales de provincia y de algunos municipios con una importante especialización de su base económica.

El mapa de la tasa de inmigración extranjera se justifica por el reciente cambio de tendencia en el balance migratorio de nuestro país. La proporción de extranjeros en España no es muy elevada (alrededor de un 1 por ciento) en relación a otros países de Europa Occidental, pero es importante, por su repercusión socio-económica, la creciente polarización de la población inmigrante en torno a las grandes ciudades (Madrid, Barcelona y Valencia, especialmente) y a las zonas turísticas del litoral (las islas, Alicante, Málaga, etc). Asimismo, presentan unas tasas de inmigración extranjera elevadas aquellas áreas que reciben a los hijos de los emigrantes de los años 60 y también, los municipios fronterizos con Portugal, que reciben mano de obra del país vecino.

En el apartado "La estructura demográfica" se analizan las características de la población que influyen y a la vez son influidas por las variables demográficas básicas. El tema de la composición por sexos se aborda en el mapa de relación de masculinidad o sex ratio (el número de hombres por cada 100 mujeres). Al citado mapa le siguen los relativos a la estructura por edades: la proporción de jóvenes y la proporción de viejos. No incluyéndose, inexplicablemente, en cambio, un mapa correspondiente a la proporción de adultos. También se han aportado mapas del índice de vejez, del índice de dependencia, del índice de dependencia corregido, del índice de recambio, de la edad media, del indicador sintético de estructura demográfica y del tipo de estructura demográfica.

La representación cartográfica de la relación de masculinidad ofrece contrastes notables en el territorio nacional. Los municipios de la mitad sur del país tienen una estructura por edades más jóvenes que el resto de España, pero la relación de masculinidad, al contrario de lo que cabría esperar, es inferior a la media española. La explicación a este fenómeno subyace en la mayor emigración masculina como resultado del sistema de herencia y de la estructura de la propiedad agrícola en los años del desarrollismo. Asimismo, en las ciudades, como consecuencia de la concentración de puestos de trabajo en el sector servicios, la relación de masculinidad también presenta unos valores elevados. En cambio, la mitad norte del país, excepto el litoral catalán, el asturiano y las islas Baleares, presenta una relación de masculinidad elevada, como resultado de la preeminencia de la emigración femenina.

La proporción de jóvenes (el porcentaje de población de 0 a 14 años en relación a la población total del país) refleja, al igual que la relación de masculinidad, la dualidad existente entre el norte y el sur peninsular: el primero ostenta unos valores bajos, excepto en las áreas urbano-industriales, las capitales de provincia y algunos municipios con elevado dinamismo económico; mientras que en el segundo ámbito se concentran los porcentajes más elevados de jóvenes, en muchos casos superiores al 22 por ciento. La proporción de viejos (el porcentaje de población mayor mayor de 65 años en relación a la población total del país) constituye el reverso del mapa anterior. Los municipios del norte, sobre todo los situados en las áreas montañosas, son los que registran valores más elevados. Los municipios andaluces y extremeños, además de las áreas inmigratorias de los años 60, son por el contrario, los menos envejecidos. Nuevamente, la reciente historia demográfica del país, más concretamente los grandes movimientos migratorios operados en el interior del país entre 1960 y mediados de los 70, vuelve a ser el factor clave explicativo.

Entre los índices analíticos más utilizados en el análisis demográfico destacan el índice de vejez, el de juventud, el de dependencia y el de recambio. En cuanto a los denominados índices sintéticos, destacan los de edad media y edad mediana. En el caso que nos ocupa se ha optado por incluir el primer tipo de índice, o sea, el de la edad media. En cualquier caso, todos los indicadores cartografiados han sido contextualizados a través de su evolución histórica.

El índice de vejez relaciona el número de ancianos (la población mayor de 65 años) con la población joven (los menores de 15 años) y tiene la ventaja sobre el parámetro del porcentaje de viejos, de polarizar en mayor medida los resultados. Los municipios "viejos" se concentran en el Sistema Ibérico, la Cordillera Cantábrica, los Montes de León, el Sistema Central y buena parte de la provincia de Huesca. Los municipios jóvenes los encontramos en toda la mitad sur peninsular, las islas y los municipios de acogida de las sucesivas oleadas migratorias acontecidas en los años 60 y primera mitad de los 70.

El índice de dependencia (Pt0-14 + Pt > 65 / Pt15-64 * 100), bastante complicado de analizar al incluir los tres grandes grupos de edad en su fórmula, proporciona una idea de la presión que los grupos no activos generan sobre los grupos de edad potencialmente activos de la sociedad. Los autores también han incluido un mapa del índice de dependencia corregido que pondera el peso relativo de jóvenes y viejos. Ambos mapas arrojan resultados similares a los obtenidos en los mapas anteriores.

El índice de recambio (Pt > 75 / Pt < 10 * 100 ) presenta unos valores elevados en aquellos municipios con una elevada fecundidad y un escaso envejecimiento. Se trata de los municipios emisores y receptores de migrantes durante la década de los 60 y 70. Por el contrario, el "desierto humano" del país lo conforman aquellos municipios y comarcas que, literalmente, habían empezado a vaciarse en los años 50 e incluso antes. Evidentemente, este último grupo de municipios se encuentra hoy muy lejos del nivel de reemplazo generacional.

El índice de juventud nos ofrece pistas acerca de la capacidad reproductora de una población, y vuelve a reproducir el modelo territorial norte-sur ya aludido en otra parte: el norte, excepto Barcelona y su hinterland, el País Vasco, la costa occidental gallega y las capitales de provincia, presenta una baja potencialidad poblacional; el sur, y muy especialmente los municipios gaditanos, murcianos, canarios, sevillanos y huelveños, garantizan, en cambio, un potencial demográfico elevado.

La edad media, un indicador sintético que depende única y exclusivamente de la composición de la población, mide el número medio de años de una población; por lo que sirve para caracterizar a un determinado territorio –en este caso los municipios- como "joven" o como "viejo". Reques y Rodríguez hablan de unos municipios "treintones" versus unos municipios "cincuentones". Los primeros son los municipios de la primera corona metropolitana de Madrid y Barcelona, además de la mayor parte de las capitales provinciales, así como también algunas comarcas muy jóvenes del sur peninsular y las islas Canarias. Nuevamente hemos de encontrar a los municipios más "viejos" o "cincuentones" en las áreas montañosas de la mitad norte peninsular.

El mapa del tipo de estructura demográfica constituye una síntesis en la que se indica a nivel municipal cuales son los grupos de edad predominantes en relación a la media española, y que configuran las siete españas demográficas; un conjunto de tipologías extraordinariamente diversas de la estructura por edades del país.

La estructura de la población activa es un tema fundamental en el análisis geo-demográfico por sus implicaciones socio-económicas. Otro tanto puede decirse de disciplinas como la economía o la sociología, profundamente implicadas en el estudio de la población, así como de sus características. En el atlas se analiza precisamente la tasa de actividad, así como la división tripartita horizontal de la actividad económica propuesta por Clark y Fisher. Esto es, la distribución de la población activa desglosada en sector primario, secundario y terciario. Además, se ha optado también por aportar un mapa del subsector de la construcción, acorde con las dificultades clasificatorias que ofrece el mismo. Acertada es también, sin duda, la inclusión de cartografía dedicada al desempleo, un fenómeno acuciante en España desde el año 1973. Cierra este apartado, el de "La estructura de la población activa", un mapa del grado de dependencia de la población de jubilados, retirados y pensionistas con respecto a la población ocupada.

En el subapartado de la tasa de actividad (Pat /Pt * 100) se traza una evolución histórica de la población activa, así como de la correspondiente tasa. La población activa se divide en la población mayor de 16 años que está trabajando, es decir, la población ocupada, y en las personas que no encuentran trabajo pero que desearían tenerlo, es decir, la población parada, desocupada o sin trabajo. A su vez, estos últimos se subclasifican, generalmente, según hayan tenido antes alguna actividad económica, o estén buscando empleo por vez primera. Se observa un incremento numérico de la población activa y un decrecimiento porcentual de la tasa de actividad hasta el año 1981. Entre 1981 y 1991, en cambio, la tasa de actividad pasa de un 34 a un 39,6 por ciento. Siendo esta una cifra muy baja en relación a las economías capitalistas avanzadas, debido sobre todo a la todavía incompleta incorporación de la mujer al mercado laboral (un 53,2 por ciento de tasa de actividad de los hombres frente a un 26,6 por ciento de las mujeres en 1991). Otros factores decisivos en la configuración de la tasa de actividad española serían la reciente crisis industrial, la elevación de la tasa de paro y de la edad de entrada al mercado laboral (por la prolongación de la etapa de escolarización-formación), así como la generalización masiva de las jubilaciones anticipadas.

En general, la tasa de actividad ofrece una gran variedad de contrastes sobre el territorio nacional, influida sobre todo por las desiguales estructuras por edades, la cual está influida a su vez por los trasvases de población que tuvieron lugar en España durante el desarrollismo. Así pues, no es de extrañar que sean las principales áreas industriales del país (los municipios vascos y las áreas metropolitanas de Barcelona, Madrid y Valencia), el sur peninsular y las zonas turísticas las áreas con mayor porcentaje de activos del país. Quedándose la práctica totalidad de municipios del interior del país –con la excepción de las capitales provinciales- con tasas de actividad muy bajas, inferiores al 40 por ciento, y en consonancia con el acelerado proceso de envejecimiento que padecen.

La población activa en el sector primario experimenta una evolución claramente negativa a lo largo de este siglo (un 71,5 por ciento en 1900 y un 10,6 por ciento en 1991), y, muy especialmente, en la década del milagro económico español. Aún así, es todavía hoy muy elevado el porcentaje de municipios españoles en los que la mayor parte de la población trabaja en este sector. Este dato contrasta, sin duda, con la escasa cifra global, apenas un millón y medio de personas, de trabajadores en el primario. Los municipios de la cuenca del Duero, del Sistema Ibérico, Lugo, Orense y toda la mitad sur del país conformarían la España más rural. Como era de esperar, las principales áreas metropolitanas del país, las capitales de provincia y de comarca, los municipios turísticos del litoral mediterráneo y de las islas, así como municipios claramente industriales (Elche, Crevillente, Alcoy, etc) o que poseen una estructura urbana consolidada a la que unen una importante base económica agrícola (Tudela, Calahorra, etc), configuran la España menos rural.

Entre los años 1959 y 1975 se produjo el grueso del crecimiento y de la transnacionalización de la industria española, aunque también antes de la guerra civil los esfuerzos en esta dirección fueron notables. Entre la aprobación del Plan de Estabilización y la crisis económica de mediados de los 70, tiene lugar la mayor concentración de recursos productivos y humanos jamás ensayada antes en España. El resultado es el reforzamiento de las tradicionales áreas industriales (Barcelona, Madrid, País Vasco, comarcas del Alto Vinalopó y Alcoy en el interior alicantino, así como los municipios centrales de Cantabria y Asturias), así como el nacimiento de nuevas áreas industriales entorno al denominado eje del Ebro, Valladolid y Huelva. En el mapa de la población activa en la industria (Pa indt /Pat * 100) pueden contrastarse las áreas citadas, así como la aparición de nuevos núcleos industriales tras el proceso de reconversión industrial, básicamente entorno a las tradicionales áreas industriales, en declive tras la crisis iniciada a mediados de los 70.

El sector servicios, es decir, el sector de actividad cuyo objetivo es la producción de bienes inmateriales, da trabajo en España a más de la mitad de la población activa. Siendo, los años 60, al igual que sucedía con la industria, los de mayor crecimiento del sector. Es necesario tener en cuenta la heterogeneidad de lo que engloba el término sector servicios Así, tenemos municipios terciarizados en base a actividades de escaso valor añadido, sobretodo en las áreas menos desarrolladas del país, que contrastan con aquellos otros municipios especializados en el denominado sector cuaternario. En cualquier caso, en nuestro país son los subsectores de la AA.PP., el comercio, la hostelería y los transportes los que mayor porcentaje de ocupación generan. Y son las grandes áreas metropolitanas, la práctica totalidad del litoral mediterráneo más las islas, y las capitales provinciales las que reúnen el grueso de la población activa en este sector. Estamos pues, ante un sector muy concentrado en torno a un número muy escaso de municipios de gran tamaño demográfico, por lo que no presenta una gran difusión a lo largo del territorio.

Los autores han destinado un subapartado al subsector de la construcción, evitando así la inclusión de dicha actividad en el sector secundario o en el sector terciario. La población activa empleada en este subsector ronda el 11 por ciento, y su evolución está muy condicionada por el desarrollo económico general del país. La mayor parte de los activos se concentran en el amplio entorno de la capital estatal, de Valencia, de Sevilla y en la costa atlántica gallega. Aunque es también importante la proporción de activos en determinados municipios turísticos de la Costa Brava y de la Costa del Sol. Dada la escasa representación del subsector en el territorio nacional, Reques y Rodríguez han optado por destacar, acertadamente, los valores extremos.

Concluye el presente subapartado un mapa de síntesis denominado "sector económico dominante"; un verdadero mosaico que divide a los municipios españoles según el predominio o equilibrio en la distribución de la población activa por sectores económicos. Como ya se ha apuntado anteriormente, es importante aún el número de municipios con predominio del sector primario. Los municipios industriales o de servicios se sitúan entre los anteriores, próximos a las áreas industriales, o a los municipios urbanos y turísticos.

La tasa de paro, el porcentaje de parados en relación a la población activa, es superior a la media nacional (un 18,9 por ciento en 1991) en la mayor parte de los municipios andaluces, extremeños, murcianos, alicantinos y canarios. Asimismo, es también importante el fenómeno del paro en la cornisa cantábrica y en algunos municipios próximos al área metropolitana de Barcelona. Se conforma así nuevamente, un modelo dual de una España con empleo en el norte y una España en desempleo en toda la mitad sur. Los mapas de dependencia de los parados que buscan su primer empleo con respecto a la población ocupada, y de dependencia de los parados que han trabajado antes en relación a la población ocupada, matizan los resultados globales de la tasa de paro. En cualquier caso, nuevamente el sur vuelve a ser el principal protagonista, tanto entre el grupo de parados que buscan su primer empleo como, y sobre todo, entre los parados que han trabajado anteriormente. Asimismo, el declive económico de los municipios que conforman la cornisa cantábrica se hace patente con la elevada proporción de parados en búsqueda de su primer empleo: se sienten aún los efectos negativos de la reconversión industrial iniciada en los años 80.

La dependencia de la población de jubilados, retirados y pensionistas, una porción de la población inactiva, con respecto a la población ocupada, concluye el completísimo apartado destinado al análisis de la estructura de la población activa. Obviamente, este segmento de la población se concentra en los municipios con estructuras por edades más envejecidas; situados la mayor parte de ellos en las áreas montañosas y periféricas, en términos económicos, del país: el Sistema Ibérico, el Sistema Central, los Montes de Toledo y la frontera hispano-portuguesa configuran la España "subsidiada".

El último apartado de la obra, "La estructura social", se ocupa del nivel socio-educativo (el porcentaje de personas de 10 y más años que no saben leer ni escribir o con estudios primarios incompletos, y el porcentaje de titulados superiores) y de la jerarquía ocupacional y la condición socio-económica de la población activa. En base a estos criterios se han establecido un total de 5 clases o estratos, concluyendo el apartado un mapa de síntesis del estrato social dominante.

El analfabetismo funcional, medido a través del porcentaje de personas de 10 y más años que no saben leer ni escribir o con estudios primarios incompletos, proporciona, al igual que el mapa de la tasa de paro, la imagen de una España dividida en dos: la mitad norte con cifras bajas de analfabetismo, frente a la mitad sur, que a pesar de tener una estructura demográfica joven, presenta los índices más elevados de analfabetismo funcional. Excepciones a esta pauta general la constituyen los municipios gallegos, algunas comarcas aragonesas con un elevado porcentaje de población vieja, y las primeras coronas metropolitanas de Barcelona, Madrid y Bilbao, receptoras de población procedente del sur peninsular en los años 60. Es también digno de destacar que en la mitad sur las capitales provinciales presentan cifras de analfabetismo bastante inferiores a las de los municipios de su entorno, con una base económica rural.

Situándonos en el otro extremo de la jerarquía socio-educativa, el porcentaje de titulados superiores, vemos como la fractura de la que hablan Reques y Rodríguez, entre el norte y el sur no es tan evidente. Si bien es cierto que el porcentaje de diplomados y licenciados sobre la población de más de 20 años es más visible en la mitad norte, no lo es menos el hecho que todas las capitales de provincia del sur y de las islas, así como otros municipios, presentan porcentajes elevados –superiores al 6,5 por ciento- de titulados superiores en el año 1991.

Como acertadamente apuntan los autores, "la relación entre estatus o clase social y territorio ha sido un tema postergado, fuera del ámbito urbano y metropolitano," (página 93). Me atrevería a decir más, en el seno de la comunidad científica de los geógrafos es poco menos que insignificante la atención prestada a este asunto, por otra parte fundamental en el conflicto social moderno. Reques y Rodríguez han utilizado las tablas 17 y 18 del sistema SAETA del Censo de Población y Vivienda de 1991, y a partir de 19 condiciones socio-económicas han construido cinco grupos o estatus sociales. A pesar de las buenas intenciones el resultado es, en parte, decepcionante, al incurrir los autores en un error sociológico típico: el de analizar la estructura social del país a partir de su población activa, esto es, apenas poco más del 32 por ciento de sus habitantes (De Miguel, 1998: 271).

Los cinco estatus sociales anteriormente mencionados son los empresarios con asalariados, los empresarios sin asalariados o clases medias patrimoniales, las clases medias superiores o supraordinarias, las clases medias bajas o subordinadas y, finalmente, la clase obrera. El primero de estos epígrafes engloba tanto a los empresarios agrarios como a los no agrarios y tiene un escasísimo peso relativo en el conjunto del país. Las áreas con una mayor presencia, en términos relativos, son los municipios de la Cataluña costera, el Pirineo catalán y aragonés, y provincias como Madrid, Toledo y Valladolid. También es remarcable la presencia de empresarios con asalariados en algunos municipios andaluces y extremeños.

Las clases medias patrimoniales, es decir, los empresarios sin asalariados, configuran lo que muchos sociólogos denominan la vieja clase media. Siendo los principales componentes de este estrato los pequeños y medianos agricultores. La distribución de este grupo se corresponde con la mitad norte del país, excepto en las principales aglomeraciones urbano-industriales. La denominada comúnmente como nueva clase media –las clases medias superiores o supraordinarias de REQUES y RODRÍGUEZ- la hallamos en las áreas de mayor dinamismo económico y de mayor diversificación productiva de la mitad norte de España; ocupando así el hueco que deja la vieja clase media. Es decir, la Región Metropolitana de Barcelona, la costa central asturiana y cántabra, los municipios vasco-navarros y el eje del Ebro. Dicha clase también tiene una importante presencia en el litoral valenciano y en las capitales de provincia del sur de España.

Es discutible la inclusión de las categorías del resto del personal administrativo y comercial, contramaestres y capataces no agrarios y las fuerzas armadas, bajo el epígrafe de clases medias bajas o subordinadas. Máxime si se tiene en cuenta que el estamento militar presenta, en si mismo, una estructura interna de clases fuertemente jerarquizada.Y si a esto le añadimos la manifiesta y creciente precariedad en el ámbito de las tareas administrativas y comerciales, llegamos a la conclusión que la mayor parte de los recursos humanos incluidos en las clases medias funcionales subordinadas deberían de incluirse en el epígrafe de clase obrera. En cualquier caso las áreas con mayor presencia de esta clase son los espacios más dinámicos y desarrollados: la cornisa cantábrica, el litoral central asturiano y cántabro, el País Vasco, el eje del Ebro y el litoral mediterráneo.

La clase obrera es mayoritaria en la práctica totalidad de los municipios andaluces, extremeños, murcianos, albaceteños y de Ciudad-Real, además de en los cabildos canarios. Es cuando menos sorprendente la escasa proporción de clase obrera en la mitad norte del país, y particularmente sospechosa, la escasa presencia en el entorno barcelonés. Estos datos no hacen sino confirmar lo apuntado anteriormente: la mayor parte de los efectivos incluidos bajo el epígrafe de clases medias bajas o subordinadas deberían incluirse en el de la clase obrera. Esto haría aumentar muchísimo el porcentaje de clase obrera en las áreas metropolitanas de Madrid, Bilbao-San Sebastián y, sobre todo de Barcelona.

Concluye la obra el mapa del estrato social dominante, que reproduce, al igual que otras muchas variables, la dualidad existente entre el norte y el sur del país. Las únicas excepciones que escapan a esta tendencia son las capitales de provincia y los grandes centros comarcales de servicios del sur peninsular. Se contraponen así los municipios de estatus medio de la mitad norte a los municipios del sur de estatus bajo. Esta afirmación parece ser particularmente válida para caracterizar la realidad socio-económica del país, a pesar de las objeciones apuntadas referidas a la clasificación de la clase obrera y de la clase media baja o subordinada.

Un anexo estadístico, además de un completísimo CD-ROM, vienen a completar la información de base municipal. El anexo reúne los principales indicadores socio-demográficos (superficie, población, tasa de crecimiento acumulativo medio anual entre 1991 y 1996, densidad, tasas de aloctonía y de autoctonía, etc), representados cartográficamente, de los municipios españoles de más de 10 000 habitantes. El CD-ROM incluye la representación cartográfica adicional de la red de carreteras, así como de la red hidrográfica. Además, permite la localización rápida de los municipios, aportándose para cada uno de ellos todas las variables analizadas a lo largo del atlas de forma agrupada, y también datos adicionales como la latitud, la longitud, la superficie y las coordenadas geográficas UTM. En resumen, la obra supone un ingente esfuerzo intelectual, sin duda madurado durante mucho tiempo, que permite un mayor y mejor conocimiento de la realidad socio-demográfica del país y, muy especialmente, de sus municipios.

Bibliografía