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Biblio 3W. Revista Bibliográfica de Geografía y Ciencias Sociales
Universidad de Barcelona [ISSN 1138-9796] 
Nº 238, 13 de junio de 2000 

SUAREZ JAPON, Juan Manuel. El derribo de las murallas de Cádiz: Crónica de una transformación urbana. Cádiz: Servicio de Publicaciones de la Universidad; Diputación Provincial de Cádiz, 1999. 253 p. [ISBN: 84-7786-900-6]

Marc Lloret Piñol


Palabras clave: Cádiz/ murallas de Cádiz/ urbanismo/ ciudades españolas/ derribo de murallas/ geografía histórica/ instalaciones militares

Key-words: Cádiz/ Cádiz walls/ urbanism/ spanish cities/ down of walls/ historical geography/ militaries spaces


EL libro que aquí reseñamos ha sido escrito por Juan Manuel Suárez Japón, catedrático de Geografía Humana de la Universidad de Cádiz, se refiere al estudio del proceso de derribo de las murallas de Cádiz, durante el período que va desde el último cuarto del siglo XIX hasta el primer cuarto del siglo XX. Está estructurado en dos partes claramente diferenciadas. En la primera parte, previa exposición y justificación del enfoque y la metodología adoptada, el autor realiza una descripción de carácter introductorio a lo que será la aportación fundamental de su trabajo, expuesta en la segunda parte. Dicha descripción se centra en la evolución histórica de la ciudad y sus murallas, desde el siglo XVII hasta el momento en que da comienzo el proceso de derribo de las mismas, en 1906. Se presta una especial atención al Frente fortificado de la Bahía, por constituir el centro de atención del estudio. La segunda parte, constituye el tema central del libro, mostrando el proceso que llevó al derribo de un sector de la muralla, a su justificación, a las reacciones que despertó este hecho en la población y, finalmente, a los objetivos y a los efectos en la morfología y en la estructura de la ciudad, con especial atención a la cuestión de la propiedad de los espacios liberados.

La formación del cinturón fortificado de Cádiz

Cádiz fue rodeándose de murallas tras el asalto inglés de 1596, las cuales, con posteriores modificaciones y ampliaciones, son las que perduraran hasta el momento de su derribo. Este proceso se da gracias al desarrollo de la ciudad propiciado por el comercio con las colonias de América, que otorga un papel destacado al Cádiz de esa época. En este punto se produce una polémica acerca del mejor sistema defensivo con que ha de dotarse la ciudad, centrado en la adopción de una solución basada en construir fuertes en distintos lugares estratégicos, como decidió en 1597 Felipe II, o el cerramiento con murallas de la ciudad.

A partir del siglo XVIII se produce un aumento del interés en la fortificación de la ciudad, con la llegada de los Borbones. Es en este siglo, en 1727 concretamente, cuando se constituye la Real Junta de Fortificaciones, de la que formaban parte el municipio y la Corona, que llevará a cabo la tarea de cerrar la ciudad por los cuatro frentes. En este punto, Suárez Japón hace una precisión sobre esta delimitación, que justifica por las características del propio espacio geográfico donde se asienta la ciudad, y porque aún contando con rasgos comunes, los diferentes frentes presentaron sus propias singularidades en relación con los aspectos formales y estratégicos, derivados de sus usos, militares, económicos o urbanos. Este es un momento en el que las fortificaciones gaditanas adquirieron una gran importancia y prestigio, como demuestra la intervención de los mas cualificados miembros del Cuerpo de Ingenieros Militares. De este modo se configuraron los diferentes frentes, el de Tierra, en el que, inicialmente, Ignacio Sala plantea una serie de reformas, y se lleva a cabo el proyecto de José Barnola, culminado en 1756; el Frente de Poniente, realizado por Ignacio Sala; el sector de Vendabal, que no respondía a necesidades defensivas, sino como protección del mar, según el proyecto de Tomás Muñoz que se terminó en 1791; y finalmente, el Frente de la Bahía, el más importante por su carácter portuario y por sus más directos vínculos con la actividad comercial, donde más activamente participaron los ingenieros militaresIgnacio Sala y Silvestre Abarca. En este frente fue donde se edificaron importante edificios como la Aduana, el Consulado y la Casa de Contratación.

Ya en el siglo XIX se produce una etapa de estancamiento, que contrasta con la dinámica del siglo anterior, motivada por la falta de recursos, por la percepción de que el sistema de fortificaciones ya había sido suficientemente completado durante el Dieciocho y por la dinámica general de progresiva pérdida de importancia de las murallas a partir de la segunda mitad del siglo XIX. En este período es cuando se produjo un cambio de significado y uso de las murallas, convirtiéndose en un paseo urbano, manifestado en los planos y grabados realizados, que pasaron a tener un marcado acento paisajístico, en detrimento de los aspectos más técnicos. Como muestra de este hecho el autor recoge una serie de relatos de viajeros que reflejan este nuevo uso.

A partir de aquí, hasta el final de la primera parte, el estudio se centra en mostrar la dinámica del siglo XIX en las ciudades españolas, a fin de contextualizar el caso de Cádiz para discernir mejor acerca de sus características específicas. En este sentido, se destaca que excepto la voluntad de derribo de las murallas, basada en un deseo de modernización y de superación del pasado, no existió ningún plan de conjunto. Hubo una gran diversidad en los citados procesos de derribo, aunque destaca dos fenómenos, como la industrialización y la resolución de los problemas de la ciudad, que tuvieron gran importancia en relación con los ensanches y las reformas interiores, asociados al derribo de las murallas.

También se alude al caso de las ciudades andaluzas y sus dinámicas, como ámbito más cercano en el que se inserta Cádiz, resaltando singularidades como la escasa presencia de la industrialización, la gran tradición urbana y las corrientes migratorias internas hacia la capitales de provincia. Estas particularidades de las ciudades andaluzas dan lugar a la realización de reformas interiores, dejando de lado las operaciones de ensanche. De este modo, se nos presenta una casuística de las ciudades del ámbito andaluz, destacando el diferente marco temporal en el que se da el proceso de derribo en el caso de Cádiz. Cabe destacar que en toda esta primera parte, el autor, presenta numerosos documentos gráficos sobre la ciudad, relacionados con la exposición que va desarrollando.

En la segunda parte, el estudio va acercándose progresivamente al momento culminante del derribo y sus posteriores consecuencias para la ciudad, mostrándonos ampliamente el sentir general del pueblo a través de la prensa de la época.

Las características del proceso de derribo de las murallas de Cádiz

Esta parte del estudio referida al proceso de derribo lo inicia desde los primeros planteamientos referentes al mismo, allá por la década de 1880, fundamentados en la urbanización de la zona extramuros incluida en las llamadas zonas polémicas, aduciendo necesidades higiénicas, sociales, estéticas, la inutilidad de las fortificaciones y los precedentes de otras ciudades españolas. En este punto, Suárez Japón destaca la contradicción existente entre la vinculación del derribo a la urbanización extramuros en la parte de tierra y la petición de derribo del sector del Frente de la Bahía. En 1893 es cuando se produce la primera petición de derribo de las murallas del sector que va de las Aduanas a las Puertas de Tierra, siendo denegado al siguiente año. Posteriormente se aportan planteamientos diferentes para justificar dicho derribo.

De esta manera se llega a la etapa decisiva para el ansiado derribo de las murallas gaditanas, en el período 1904-1906, con los alcaldes González de Aranburu y, sobre todo, el liberal Cayetano del Toro, llegado a la alcaldía en 1905, y con el Presidente del Consejo de Ministros Segismundo Moret. Estos dos últimos fueron los grandes artífices del derribo, autorizado por R.O. el 13 de febrero de 1906, del sector comprendido entre el baluarte de san Antonio y el de Los Negros. En esta Real Orden se incluían las disposiciones referentes al derribo, disponiendo que los gastos del mismo y la propiedad de los materiales correspondían al Ayuntamiento, pero no la propiedad de los solares liberados, cuestión que quedaba aplazada. Posteriormente, el 26 de febrero se autorizó también la urbanización de la zona extramuros.

El autor, señala que los planteamientos que permitieron la demolición de las murallas se centraron en las cuestiones estéticas y económicas (desarrollo industrial), como muestra el ensanche proyectado, que estaba destinado a la población obrera (barrio de la Reina Victoria). No hay que olvidar el marcado carácter simbólico que había adquirido el deseo de ver desaparecer las murallas, como signo de modernidad y de liberación de un pasado lleno de dificultades económicas y ligado a las restricciones impuestas por el Ramo de la Guerra, mostrando el impulso regeneracionista del nuevo siglo.

Queda también reflejado el abandono de los anteriores planteamientos que vinculaban la necesidad del derribo con la conexión con el nuevo puerto y con la urbanización de la zona extramuros. Estos hechos son los que el autor considera como característicos del caso gaditano. De ahí que Suárez Japón recoja tan profusamente ese sentimiento de exaltación popular a través de la prensa, que culmina con el día previsto para el derribo de la primera piedra, el 3 de marzo, deteniéndose en él para recrear y transmitir el ambiente de alegría que se respiraba. Suárez Japón tampoco deja de lado las pocas voces disonantes, a cargo de los conservadores, que a lo largo del proceso se manifiestan a través de los periódicos. Así como también se vale de la prensa para destacar el afán de protagonismo y de quedar bien con el pueblo gaditano por parte de los dirigentes políticos, jugando en muchos casos a dos bandas en el caso de los políticos de Madrid.

En el capítulo final, el autor hace referencia a los diferentes aspectos relacionados con los derribos, de los cuales estaba encargado el arquitecto Cabrera, destacando la cuestión de la acumulación de los materiales del derribo, con los consiguientes problemas estéticos y de higiene. El autor nos muestra las soluciones adoptadas, para las cuales se creó la Comisión de Murallas, que tampoco solucionó el problema creado por la relativa improvisación con que se acometieron las obras de derribo. Finalmente, el autor acomete la etapa final que sitúa en 1907 y que va hasta el final de la década de 1920, donde trata los acontecimientos de esa época, como los nuevos alcaldes con sus particulares aportaciones a dicho proceso; la petición de nuevos derribos; las nuevas consideraciones acerca de la reutilización de los materiales procedentes del derribo, destacando su uso para la construcción del nuevo puerto, mostrándonos de esta manera que "la modificación de las ciudades se da a partir de la dialéctica entre construcción-destrucción". También aborda en último término, la importante cuestión de la polémica acerca de la propiedad de los terrenos liberados. En este sentido, el autor resalta, sobre todo, la intransigencia del Ministerio de la Guerra y la imposibilidad de entendimiento entre éste y el Ayuntamiento, por la negativa, a ceder, de unos, y de pagar compensaciones por unos terrenos que consideraba suyos por razones históricas, de los otros. En consecuencia, el Ayuntamiento practicó una política de hechos consumados, impulsada por el nuevo e importante alcalde, D. Ramón de Carranza, acometiendo la urbanización del Paseo de Canalejas y de la Plaza de España en los años de 1928 y 1929.

En definitiva, el estudio que aquí hemos reseñado quiere dar cuenta del proceso de derribo de las murallas, en toda su extensión, para ver en que medida el caso de Cádiz ha seguido un modelo similar al de las demás ciudades españolas que acometieron los mismos procesos, generalmente a partir de la segunda mitad del siglo XIX, o si por el contrario, predominan las singularidades del mismo. En referencia a las premisas de las que parte, las cuales explicita en la parte introductoria, cabe destacar el enfoque de estudio morfológico que adopta de Vilagrasa Ibarz (1991), considerando "la forma urbana y los procesos y personas que la modelan". Además, el autor nos propone un estudio, no solo del aspecto morfológico, sino también del contexto histórico y social, teniendo muy en cuenta el sentimiento y la voluntad de la población, para lo cual recurre en todo el libro a la prensa del momento como fuente de investigación. Merece especial mención la gran importancia que Suárez Japón otorga en toda la obra a los distintos personajes que van interviniendo en todo el proceso y, como ya se ha dicho, a la percepción ciudadana al respecto. Como él mismo indica, su estudio se acerca al terreno de la geografía de la percepción, constituyendo de esta manera un trabajo de carácter geográfico-histórico, con un claro acento en el aspecto histórico como se desprende del subtítulo del presente libro, explicitando que se trata de una crónica. También cabe destacar, el énfasis en mostrar las peculiaridades del caso gaditano en este proceso generalizado en toda Europa, aunque el mismo apunta que no pretende caer en los postulados excepcionalistas. En este sentido, creemos oportuno hacer mención de la importancia que da la situación geográfica de Cádiz, que le confiere unas características particulares destacadas en este proceso. Podría decirse, en consecuencia, que el autor no se encuentra en sintonía con concepciones de tipo positivista, sino que más bien se acerca hacia posturas historicistas, que valoran las singularidades locales.

Para concluir, cabe destacar este libro por su valiosa información de un proceso, que a pesar de que ya ha sido ampliamente estudiado, nos acerca al conocimiento de un caso especifico con sus particulares características, con un valor no solamente para los que habitan la ciudad gaditana. Además, como se nos dice su presentación, el autor lo hace con una gran habilidad literaria, que incluso, nos llega a transmitir el mencionado sentimiento de emoción experimentado por la población de Cádiz el día de derribo de la primera piedra. También es necesario mencionar el apreciable material gráfico, sobre todo, en la primera parte de la obra, y la abundante bibliografía citada, tanto la que hace referencia a la ciudad de Cádiz, como a la de carácter más general relacionada con el urbanismo y, en particular, con las cuestiones militares y la de sus ingenieros. Solo se puede lamentar en ésta, la ausencia de la obra de Jaume Aresté, sobre el crecimiento de Tarragona en el siglo XIX, donde se analiza el contexto social y político y el ensanche y derribo de las murallas, que seria una buena aportación, en sí mismo y por su apéndice documental para aquellos que están interesados en estas cuestiones.
 

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