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Biblio 3W. Revista Bibliográfica de Geografía y Ciencias Sociales.
Universidad de Barcelona [ISSN 1138-9796] 
Nº 245, 28 de julio de 2000 

ZUSMAN, Perla Brígida. Tierras para el Rey. Tres fronteras y la construcción colonial del territorio del Río de la Plata (1750-1790). Tesis Doctoral dirigida por la Dra. María Dolors García Ramón, Universitat Autònoma de Barcelona, Bellaterra, mayo de 2000. 458 p.

Horacio Capel



Palabras clave: Frontera/Río de la Plata/Argentina/geografías postcoloniales/geografía histórica

Key Words: Frontiers/Río de la Plata/Argentina/postcolonial geographies/historical geography


El estudio de la fronteras tiene ya una larga tradición en geografía y se ha realizado esencialmente desde la perspectiva de la geografía política y desde la geografía histórica. Es en ésta última en la que se sitúa la autora en esta Tesis que acaba de defenderse, la cual ha sido elaborada en el Departamento de Geografía Humana de la Universidad Autónoma de Barcelona, y cuyo objetivo esencial es el de examinar la continuidad y el impacto de la política colonial de fronteras en la Argentina independiente. El trabajo se inserta también en un programa de investigación que desde hace varios años impulsa en Buenos Aires el profesor Marcelo Escolar sobre historia de la geografía argentina y sobre geografía histórica, el cual ha dado ya lugar a importantes aportaciones (Escolar, 1995, 1998; y Escolar, Quintero y Reboratti, 1994, entre otros).

La Tesis, con un total de 458 páginas, consta de tres partes. La primera está dirigida a la fundamentación teórica de la investigación. La segunda, dedicada a la reestructuración del territorio colonial sudamericano en el marco del reformismo borbónico, examina los proyectos de reorganización de la administración de los territorios hispanoamericanos durante el siglo XVIII y en concreto las razones para la creación del virreinato del Río de la Plata y el establecimiento del sistema de intendencias. Finalmente, la tercera estudia tres fronteras esenciales en la constitución del territorio de este virreinato: las del Chaco, la frontera austral de la Patagonia y la frontera hispano-portuguesa.

La autora, de nacionalidad argentina, retoma en esta Tesis un tema que ha sido ampliamente tratado por los geógrafos de ese país, así como por otros de distintos países iberoamericanos, por razones que tienen que ver esencialmente con el espíritu nacionalista y la construcción de los territorios estatales tras la independencia. Pero lo hace huyendo de los planteamientos tradicionales y situando su investigación en una perspectiva histórica que trata de mostrar que el territorio conformado en el período virreinal "será heredado por las elites involucradas en el proceso de independencia y participará en los imaginarios de las mismas en el proceso de constitución del Estado-nación argentino" (pág. 96).

Adoptando una perspectiva decididamente histórica, la autora muestra que las fronteras se han construido en el marco de las políticas de dominación territorial y social, y que no son algo dado, como en algún momento pudo defenderse desde la geografía, y especialmente cuando en el siglo XVIII, y luego tras las guerras napoleónicas, hubo necesidad de reflexionar sobre las fronteras y buscar algun fundamente para ellas en la orografía o en las condiciones del medio natural. Hoy otra vez, cuando, según la autora, el fin de la guerra fría "ha despojado a las fronteras de su carácter natural y eterno", y cuando -podemos añadir- en el mundo iberoamericano surgen tendencias hacia la cooperacion y la integración, el estudio de la configuración histórica de las fronteras estatales puede contribuir a relativizar unos límites cuya determinación ha dado lugar a tantos conflictos y sufrimientos.

En su investigación Perla Zusman ha consultado fuentes y bibliografía histórica de tipo muy diverso y muestra una gran destreza en la utilización e interpretación de dichos materiales. Su conocimiento de los archivos españoles y argentinos es verdaderamente notable, y en lo que se refiere a la bibliografía creo de gran interés su capacidad para integrar tradiciones historiográficas de un lado y otro del Atlántico, realizadas a veces con preocupaciones y objetivos muy diferentes. Creo que, en conjunto, ha realizado un excelente trabajo, que muestra su magnífica formación como investigadora, la cual ha sido ya demostrada en otras investigaciones previamente realizadas, y de las que damos algunas referencias en la bibliografía complementaria de esta nota.

La geografía histórica y la frontera

El trabajo se sitúa, como ya se ha dicho, en la línea de la geografía histórica. Plantea numerosas preguntas sobre las lógicas espacio-temporales de la frontera, sobre el encuentro y desencuentro del mundo indígena y el colonial, sobre la configuración de los Estados independientes iberoamericanos. En realidad, muchas de las preguntas que los geógrafos se hacen, y que se realizan en la Tesis, han sido ya planteadas y contestadas por los historiadores, pero ofrecen un gran interés para los geógrafos, que se acercan a ellas con una preocupación esencial por las dimensiones espaciales y cartográficas del problema.

Esa decidida perspectiva histórica es justificada por la autora en la primera parte de su Tesis, en la que realiza un análisis de los debates sobre el contenido de la geografía histórica, que han dado lugar a diversas definiciones de ese campo de investigación.

La geografía histórica es el estudio de las geografías del pasado, realizado siempre desde el presente, desde una concepción actual de la geografía. En ese sentido no tiene nada que ver con la historia de la geografía (que estudia las concepciones pasadas de la ciencia), aunque sí puede tenerlo, desde luego, con la teoría geográfica, que permite decidir los marcos más adecuados para el estudio del problema; por ejemplo, elegir entre una geografía histórica neopositivista, preocupada por la aplicación de modelos espaciales al análisis histórico retrospectivo, y otra de carácter historicista, como aquí se hace.

La diferenciación de la geografía histórica respecto a la historia es a veces difícil de realizar. Los debates acerca de ello están sin duda afectados por los intereses corporativos de los geógrafos, que sostienen la legitimidad de ese campo del conocimiento como rama de su disciplina. Puede defenderse que la geografía histórica es historia que presta atención a la dimensión espacial y que incorpora las tradiciones de temas y estudios desarrollados por los geógrafos. Las fuentes son históricas y se tratan históricamente. En realidad, muchas veces solo son geografía en la medida en que lo hacen especialistas que trabajan institucionalmente como geógrafos, o se consideran a sí mismos geógrafos. y por el hecho de que los historiadores no se han ocupado de esos temas. En todo lo demás pertenecen claramente a la historia, como es historia el estudio de las sociedades del pasado. Pero es una historia que se ha de hacer con el conocimiento de los métodos y de los problemas de la geografía, y en donde el "punto de vista" geográfico -resultado de una determinada formación especializada- acaba por afectar a la forma en que se aborda el tema.

En cualquier caso, es evidente que el desarrollo de la geografía histórica constituye un gran enriquecimiento para la ciencia geográfica. Son muchos los geógrafos que han insistido en que la comprensión del presente necesita del pasado, y solo cabe aquí confirmalo otra vez e insistir en la necesidad de mantener la formación histórica de estos especialistas -cosa que los actuales planes de estudio de geografía parecen olvidar.

La aportación que realiza Perla Zusman constituye una contribución destacada a un tema, el de la frontera, que está volviendo a ser debatido en geografía. En las mismas páginas de esta revista se han publicado interesantes debates sobre el mismo (Hevilla, 1998; Escamilla, 1999; Zusman, 1999)) a los que hay que unir diversos artículos publicados en las de la revista Scripta Nova, que abordan el tema desde diferentes perspectivas(1). La investigación que ahora se presenta, de la que la misma autora ha realizado ya algunos avances (Zusman, 1999) y desarrollos (Zusman-Barros, 1999), es muy sugestiva en la reinterpretación del material histórico disponible. Su tesis es que "las prácticas materiales y discursivas respecto de la frontera se producen sobre las prácticas materiales y discursiva del otro. Geografías materiales, discursivas e imaginadas se yuxtaponen en la definición política de la frontera" (pág. 408). También muestra que la construcción de la frontera fue mucho más compleja de lo que algunas visiones, y en concreto la turneriana, han pretendido. Dicha construcción no fue un proceso fácil, ya que había posiciones diferentes en la metrópolis y en América. Un aspecto importante de la aportación que se realiza en esta Tesis es poner de relieve el papel que han tenido los intereses locales en la definición de la frontera. Dicho en sus propias palabras:

"tanto las prácticas metropolitanas como regionales o locales se yuxtaponen y constituyen el lugar de la frontera".

Contradicciones y conflictos se resuelven de una u otra manera según las circuntancias concretas. Resulta muy sugestivo el estudio que hace de la construcción de las tres fronteras de Río de la Plata, con diferentes ritmos de avance y consolidación y con grupos sociales en interacción (funcionarios, comercianetes, elite local, técnicos...). Puede aceptarse su idea de que la frontera es "un lugar donde las prácticas las representaciones espaciales se yuxtaponen, donde las dinámicas se solapan con las de alianza e intercambio, donde según la coyuntura se configuran como un espacio de encuentro y desencuentros". Desde luego, el contacto cultural ha de entenderse "como un elemento de colaboración y conflictos, según la coyuntura".

Más discutible es su idea de que la metodología aplicada o derivada del estudio de la frontera política en el siglo XVIII puede ser de interés para el estudio de los fronteras urbanas. Creo que resulta cuestionable dicha aplicación en el sentido en que lo propone la autora, con referencia a lo que llama las nuevas fronteras urbanas (pág. 22), ya que existen para ello conceptos más válidos elaborados desde la sociología.

Solo en un aspecto concreto puede seguir resultando interesante aplicar esta perpectiva, a saber: en el estudio del efecto frontera (si así podemos llamarlo) que producen en el desarrollo urbano las divisiones administrativas existentes y las nuevas que se están constituyendo: desde las consecuencias de los límites municipales a las que poseen los límites regionales.

A la escala municipal, los límites tienen efectos indudables en la ordenación espacial; por ejemplo, cuando los municipios cercanos a una gran ciudad deciden adoptar medidas fiscales que tratan de atraer la inversión hacia ellos. En el paisaje urbano es a veces nítida y destacada la forma como esos límites municipales, convertidos en una auténtica frontera, se reflejan en la actividad constructiva y que se percibe en la misma raya de delimitación: a veces en el municipio contiguo se permiten edificabilidades que en otro no son posibles o llegan inversiones que huyen desde el municipio principal hacia otros del area metropolitana para beneficarse de exenciones fiscales o ventajas en el precio del suelo.

Algo similiar puede ocurrir entre unidades administrativas regionales, como en el caso de las Comunidades Autónomas en España, que poseen competencias plenas en lo que se refiere a urbanismo. La aplicación de medidas de planeamiento en una de ellas puede dirigir las inversiones hacia las comunidades vecinas más permisivas. Es lo que ocurre en la Comunidad Autónoma de Madrid, de carácter uniprovincial: la normativa existente en ella se evita fácilmente localizando las inversiones industriales o de urbanismo en las Comunidades colindantes, donde el suelo puede ser más barato a la vez que existe una menor presión impositiva.

Frontera y geografías poscoloniales

En la búsqueda de una fundamentación teórica para su investigación la autora presta una gran atención al desarrollo de la llamada geografía poscolonial, desarrollada por algunos autores en sus investigaciones sobre territorios recientemenente descolonizados (India, Pakistán, países africanos...).

Los estudios poscoloniales se han ido conformando como dominio interdisciplinario en la década de los 80, especialmente a partir de una perspectiva crítica del proceso postcolonial desarrollada por Edward Said (1978, 1983, 1992), y rápidamente adoptada por algunos científicos sociales anglosajones postmodernos, incluyendo los geógrafos. En su inicio se trataba de mostrar el papel de la cultura en los proyectos colonialistas, y en concreto el concepto de Oriente como construcción que acompaña y es funcional al imperialismo europeo. Estos estudios conectaron pronto con los de carácter antropológico sobre los llamados grupos subalternos, y con todos los que intentan recuperar la voz de los grupos sociales silenciados, ya sean sociedades colonizadas como mujeres y clases dominadas.

El debate que realiza en la Tesis de Perla Zusman resulta interesante, aunque discutible, y es retomado por ella en las conclusiones de su trabajo. Señala adecuadamente "la complicidad de la construcción occidental de conocimiento con los procesos de dominación económica y política" (pág. 59). Pero también llama la atención sobre la diversidad de las estrategias coloniales y de las estrategias de dominación.

Sin negar el interés de estas aproximaciones, creo que en el contexto posmoderno en que nos encontramos es lícito preguntarse por las funciones ideológicas que tienen las geografías postcoloniales, de gran eco entre muchos científicos sociales de países iberoamericanos.

En parte, estas teorías poscoloniales derivan de las tesis del imperialismo y la dependencia, en una versión desarrollada veinte años más tarde y que tiene un fuerte énfasis cultural. En el caso de los científicos norteamericanos y británicos es muy probable que su aceptación se relacione con la mala conciencia tardía y el descubrimiento de las graves consecuencias de la colonización, un proceso que los anglosajones no han puesto en cuestión casi hasta hoy mismo. En lo que se refiere a los países iberoamericanos, es posible que en su éxito influya el complejo de inferioridad, la búsqueda de nuevos marcos teóricos y la utilización desesperada de explicaciones que tratan de echar la culpa de sus problemas a otros (las potencias coloniales o necoloniales, el imperialismo yanki,) sin asumir sus propias responsabilidades en las situaciones hoy existentes. Y también la "inseguridad" de algunos intelectuales sobre cual es su verdadero país, cuestión a la que de forma muy sentida e inteligente alude incidentalmente la autora.

Es evidente que América es hija de la colonización, y que ese dato es preciso tenerlo en cuenta, como, por otra parte han hecho todos los intelectuales americanos desde el mismo comienzo de la independencia hasta hoy. Pero vale la pena preguntarse hasta qué punto debemos seguir echando responsabilidades al periodo colonial casi doscientos años después de la independencia.

De manera más general, podemos preguntarnos, hasta dónde debemos llegar hacia atrás en la aplicación de las teorías poscoloniales. Al igual que se ha hecho la pregunta de cuándo se deja de ser inmigrante -si a los diez años de instalados en un país, en la segunda generación, en la tercera como sucede en algunos países en que domina el ius sanguinis, o nunca- podemos hacernos también esta otra sobre cuando se deja la situación poscolonial.

En realidad, todos -o casi todos- hemos sido colonias alguna vez. Incluso las metrópolis imperiales como España o Francia lo fueron de Roma. Y el sur de Italia, la Magna Grecia lo fue de las ciudades griegas. Pero dicha situación está tan lejana en el tiempo que a nadie se le ocurre aplicar a esos territorios la teoría de la geografía poscolonial (aunque tal vez podría ser interesante aplicársela a la situación de la Hispania tardorromana o visigótica).

Tampoco se aplican esas teorías poscoloniales -que yo sepa- a Estados Unidos, que dejó de ser colonia en 1776, ni a Canadá, que dejó de serlo mucho más tarde, durante el siglo XX. Pero en cambio los geógrafos iberoamericanos no tienen inconveniente en aplicarla a sus países; lo que no deja de ser curioso, ya que dichos países puede decirse que son naciones modernas independientes antes que Alemania o Italia.

Hay que decir, de todas formas, que lo que hace Perla Zusman en esta Tesis es algo mucho más acotado en el tiempo, y plenamente justificado. Por un lado, se inscribe en los esfuerzos que muchos intelectuales argentinos, e iberoamericanos en general, están haciendo para revisar las historias de la formación estatal fabricadas tras la independencia, y reevaluar la importancia del legado dejado por la acción material y la construcción cultural de la época colonial. Un esfuerzo de revisión que está encontrando muchos más lazos de los que se sospechaban entre la historia de la América hispana independiente y la de la metrópoli, y que permite situar muchas iniciativas científicas o sociales en relación con las del período final de la Ilustración (como por ejemplo, relacionar las expediciones científicas para el estudio de la corografía y la historia natural de los países independientes con las expediciones científicas del imperio hispano) y hallar paralelos muy sugestivos entre la historia de la España del XIX y la historia de los nuevos países. Existe, sin duda, y como dice la autora, una necesidad de recuperar la historia colonial "frente al interés de las elites dirigentes independentistas y formadoras del Estado Nación de borrar dicho pasado de ciertas historias nacionales" (pág. 65). El repudio de la herencia de España era típico del periodo posterior a la independencia; pero si vemos el proceso de emancipación como una guerra civil, se comprueba que lo mismo ocurría en España, entre los liberales progresistas que intentaron modernizar el país, y especialmente entre los intelectuales y político del regenaracionismo de finales del siglo XIX, como muestra, por ejemplo, el conocido lema de Joaquín Costa: "Despensa, escuela y siete llaves al sepulcro del Cid".

La Tesis de Perla Zusman muestra que la herencia imperial hispana puede encontrarse en los procesos políticos, económicos y territoriales vividos por las antiguas provincias americanas del imperio hispano y en los proyectos diseñados tras la independencia. Concretamente, "las mismas acciones de expansión y reconocimiento territorial que los países europeos llevan adelante en la segunda escalada colonial son puestas en práctica por los países americanos en el momento de conformación de sus estados".

Sin duda es así en muchos sentidos. Argentina, Chile y Brasil, al igual que Estados Unidos, son también países imperialistas durante el siglo XIX al igual que los europeos, con la diferencia de que sus expansiones imperiales no se hicieron en ultramar sino en los territorios próximos; solo en Estados Unidos esa expansión ultramarina llegó a producirse, a partir de la conquista de Hawai y luego de Cuba, Puerto Rico y Filipinas. Pero afirmar ese pasado imperialista de algunos países iberoamericanos es algo que no necesita de las geografías postcoloniales para entenderlo. Se trata simplemente de recordar que toda la América hispana y portuguesa -y un siglo más tarde la inglesa, la francesa y la holandesa- son Europa desde el siglo XVI y tienen su destino indisolublemente ligado a la cultura europea desde el mismo comienzo de la modernidad. Y que tras la independencia esa Europa ultramaria tiene una evolución y unos rasgos que coinciden en muchos aspectos con la de España y otros países europeos. Los mismos problemas de la organización del Estado liberal, las mismas cuestiones económicas (por ejemplo, el enfrentamiento entre proteccionismo y librecambismo), las mismas estrategias políticas y sociales (la afirmación del principio de la propiedad privada, la expoliación de las formas tradicionales de tenencia de la tierra, la lucha contra el poder de la iglesia...). Y, naturalmente, los mismos impulsos imperialistas sobre territorios y poblaciones consideradas inferiores, a las que había que someter e incorporar al mercado y a la civilización; como paralelamente hacían España, Inglaterra o Francia en Africa y Rusia en su expansión hacia el Este.

No hay problema en lo que se refiere a estudiar la participación de los intelectuales de las naciones independientes americanas en las diversas formas de imperialismo que se desarrollan, o la complicidad de los discursos producidos por las sociedades geográficas en los proyectos de expansión de Argentina, Chile o Brasil, que eran efectivamente herederos en todo ello de los proyectos de la Corona hispana o portuguesa. La existencia de esos esfuerzos de justificación expansiva permite entender a esos países no solo como actores pasivos de la colonización sino también como agentes activos de la dominación. Más difícil es la utilización de ese campo de estudios postcoloniales para "repensar las problemáticas vigentes hoy en América Latina"

La autora se esfuerza en redescubrir de textos propios de autores iberoamericanos para incorporarlos a la tradición poscolonial. En esa dirección selecciona, un tanto al azar, algunos que pueden ser significativos (O'Gorman, Rama...). Tal vez valdría la pena hacer una exploración sistemática, remontándose incluso al al mismo origen del dominio colonial, cuando en España se plantearon intensos e importantes debates acerca de la legitimidad de la conquista de América y la conveniencia de seguir con la colonización. Hay sin duda toda una tradición progresista en el análisis de la realidad colonial, afectada por problemas morales y éticos que no aparece en otros imperios, al menos con la misma fuerza, y sería oportuno que los geógrafos hispanoamericanos tuvieran un buen conocimiento de la misma, así como sobre la incorporación de las tradiciones indígenas a diversas facetas de la vida intelctual, desde el arte a la medicina.

Para acabar esta nota informativa, creo que la excelente Tesis de Perla Zuman muestra de manera convincente que las fronteras han sido históricamente configuradas y que son estructuras creadas por el poder, que tiende a la dominación y el control. Es sin duda una buena conclusión del trabajo, que se ha de dar ya por bien demostrada. Dicho eso, pienso que los geógrafos iberoamericanos, en este momento en que hay tantos impulsos hacia la integración supranacional, tal vez deberían pasar a otros temas, y constituir grupos para superarlas a través de acuerdos internacionales, de la colaboración y de la explotación conjunta de los recursos, renovando así el espíritu integrador de las grandes figuras de la emancipación americana.

El tribunal que juzgó esta Tesis estuvo constituido por el Dr. Horacio Capel, Catedrático de Geografía Humana de la Universidad de Barcelona, como Presidente, y como Vocales los Drs. Joan Nogué Catedrático de Geografía Humana de la Universdad de Girona, Dr. Rafael Mata, Catedrático de Geografía Humana de la Universidad Autónoma de Madrid, Josep Delgado Catedrático de Historia de América de la Universidad Pompeu Fabray Abel Albet, Profesor Titular de Geografía Humana de la Universidad Autónoma de Barcelona. Concedió al trabajo la calificación de Sobresaliente cum laude por unanimidad.

Notas

1. Me refiero a las comunicaciones presentadas a las secciones "La frontera como lugar de conflicto?" del I Coloquio Internacional de Geocrítica, cuyas Actas fueron publicadas en el número 45 de Scripta Nova (http://www.ub.es/geocrit/sn-45.htm) y las de "La frontera como lugar de innovación?", del II Coloquio Internacional de Geocrítica, publicadas en el nº 69 de Scripta Nova (http://www.ub.es/geocrit/sn-69.htm).
 

Bibliografía complementaria

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