Biblio 3W. Revista Bibliográfica de Geografía
y Ciencias Sociales. |
LUCCHINI, R. Niño de la calle. Identidad, Sociabilidad,
Droga. Barcelona: Los Libros de la Frontera, 1996. 352 p.
María Clara Llano
La intención del autor de este libro es demostrar la diversidad
de causas, condiciones y formas de vida de los niños de la calle,
categoría social generalizante e imprecisa que no da cuenta de la
complejidad y puede producir manipulación de las estadísticas,
victimización o estigmatización de los niños, simplificación
de los criterios de intervención y asistencia en la calle, definición
de políticas inadecuadas e intervención del Estado en un
sentido represivo.
La investigación se realizó en Río de Janeiro donde
se recogió la información a partir de la observación
y trabajo con los propios niños, y en Montevideo donde, por la existencia
de un marco institucional regular para su atención, se utilizaron
las fichas que tienen los organismos responsables; la tercera fase de la
investigación se desarrolló en México. Sin embargo,
a lo largo del libro encontramos alusiones únicamente a los niños
de Río de Janeiro dejando al lector espectante de cualquier información
o comparación acerca de los niños uruguayos o mexicanos;
o de la utilidad de una u otra fuente de información.
Ricardo Lucchini es profesor de sociología de la Universidad
de Friburgo (Suiza) y ha escrito otro libro y algunos documentos sobre
el tema de los niños de la calle. En el libro Niño de
la Calle,objeto de este comentario, aunque el autor trata de
manera general los factores 'macro y meso sociales' que contribuyen
a la presencia de niños en las calles de las ciudades de América
Latina, el autor advierte que se va a centrar en aspectos 'microscópicos
o psicosociales'.
El libro se inicia con una densa y desordenada reflexión teórica
sobre el deber del investigador, las dimensiones que debe tener en cuenta,
la forma de asociar el sistema de identidad con las estructuras sociales,
la constitución de "el sí del individuo", las maneras
de recentrar el discurso y los actos del individuo en un contexto social
y espacio-temporal, teniendo en cuenta las corrientes de la sociología
interpretativa y la etnometodología. A partir de todo ello el autor
llega a una conclusión que nos parece, resume su opción conceptual:
"hemos optado por un estudio del actor social como creador de sentido
y autor de representaciones. En otras palabras, son las capacidades simbólicas
las que le permiten interactuar con su entorno. Es pues a partir de esta
interacción que el sentido y las representaciones se generan. Las
dificultades que el medio ejerce sobre el niño de la calle no nos
interesan como tales. Lo que nos interesa es lo que el niño realiza
en cuanto a estrategias de supervivencia, de imágenes, de referencias.
Se trata de una perspectiva que es, en sentido estricto, más interaccionista
que fenomenológica." (1)
Así, la crítica que el autor hace de la visión
simplista del niño como víctima, lo lleva a escoger la óptica
del niño como actor y sujeto.
Una conclusión muy interesante de Lucchini -en contraposición
a la visión incompleta y simplista que, según el autor, abordan
la literatura especializada y los medios de comunicación- es que
un niño no se vuelve niño de la calle de la noche a la mañana.
El paso de la casa a la calle - que en general supone transición
- se debe a varios factores que forman un sistema y permiten saber quién
es el niño de la calle y cómo se convierte en tal. Lucchini
destaca los siguientes:
+ Las dificultades familiares.
+ La movilidad espacial de la familia (cambios de residencia).
+ Las características del espacio urbano (distancia entre el domicilio y lugar donde el niño pasa el día, la eficacia y costo del transporte público).
+ Las coacciones de la calle (peligros, posibilidades objetivas de supervivencia, presencia de otros niños).
+ Las iniciativas del niño y el balance que establece de su experiencia en la calle
+ La relación con la calle y la imagen que el niño tiene
de ella no es igual en todas las sociedades, culturas y capas sociales,
"Los niños de la calle provienen de un medio en el que la
calle forma parte integrante de lo cotidiano" por lo cual, afirma
el autor, la presencia prolongada de niños en las calles de barrios
periféricos está legitimada en las metrópolis latinoamericanas.
En primer lugar porque el niño es indispensable para la supervivencia
material de los grupos pobres, en comparación con las sociedades
del norte en las cuales, desde la formación del Estado moderno,
los niños son considerados seres diferentes que hay que proteger
en su desarrollo y definir sus derechos. En segundo lugar, la calle es
parte de la vida cotidiana, está integrada al espacio común,
a diferencia de las clases medias del norte donde la vida familiar se privatiza
y el espacio público se separa tajantemente del espacio privado.
Sin embargo el profesor Lucchini no tiene en cuenta que estas dos circunstancias
están cambiando en los países latinoamericanos -tal vez por
las influencias "del norte"- donde se están creando códigos
de defensa del menor y programas educativos para concientizar la sociedad;
y que además están afectadas por las diferencias sociales
y los contactos interclases pues por ejemplo, los niños de las clases
medias han sido siempre tratados como los del norte.
Aunque los niños hablen de "la calle", comenta
Luchinni, este espacio no es homogéneo, supone diversas calles,
esquinas, plazas, cruces, mercados, estaciones de trenes y autobuses, parques
públicos, solares baldíos y obras en ruina; pero las que
ellos prefieren, por la abundancia de recursos materiales, sociales y simbólicos,
son las calles del centro urbano. Allí es donde el niño comienza
verdaderamente la "carrera de la calle", aunque el aprendizaje
se haya anticipado en las calles de la periferia. Sin embargo, la presencia
de los niños en las calles del centro, no tiene la misma legitimidad
que su presencia en calles barriales, pues las primeras no se integran
en un espacio comunitario.
El abandono del hogar por parte de los niños no es absoluto, ni es una respuesta inmediata a un episodio de violencia familiar, pues es común el regreso periódico a la casa; este abandono se produce de manera progresiva y va unido al aprendizaje de la vida en la calle. Aunque es un fenómeno en el que intervienen diferentes factores que el autor tipifica de diversas maneras, se puede dividir el conjunto de huidas o fugas en dos categorías principales:
El niño que hace un balance entre las ventajas que le reporta la calle y las dificultades que vive en casa (tanto en el caso de niños sujetos a exigencias económicas por parte de sus padres como los que no). Cuando los niños logran una economía que les permita sostenerse a sí mismos, ven en la calle una situación mejor.
Los niños que no han elegido abandonar la casa y son víctimas de la violencia doméstica.y así se presentan ante los demás.
También se pueden distinguir dos tipos de regresos al hogar,
la tentativa de regreso definitivo y el regreso de rutina, que constituyen
el núcleo de la alternancia casa-calle, sin negar la existencia
de pocos niños que no guardan relación con su familia. Sin
embargo afirma Lucchini, todos tienen relación con un adulto emparentado
y muchos encuentran mujeres a quienes acuden en caso de necesidad, a quienes
llaman tías.
Después de estudiar casos particulares en la carrera de niños de la calle destaca algunos factores que aceleran el pasaje del niño a la calle advirtiendo que no tendrá en cuenta en esta tipología, las condiciones de vida familiares (violencia física, ausencia prolongada de los padres, precariedad económica, promiscuidad, exigencias financieras de los padres). Estas son principalmente:
1. Presencia de un tutor que conoce la calle y se la va descubriendo al niño
2. Inserción rápida en un grupo o banda de niños.
3. Inserción rápida en un programa de asistencia a los niños de la calle.
4. Distancia geográfica importante entre la calle y el domicilio familiar.
5. Multiplicación de ocasiones de supervivencia.
6. Identificación progresiva con otros niños de la calle y su modo de vida.
7. Consumo progresivo de inhalantes.
8. Intensidad de satisfacción que el niño obtiene en su
aprendizaje de la vida en la calle.
La partida progresiva hacia la calle así como la alternancia entre
la calle y la casa están asociadas a la construcción del
sistema de identidad del niño, la mayor autonomía, los estímulos
del contexto espacial y social que la periferia no puede proporcionarle.
Cuando estas condiciones se modifican cambia la relación del niño
con la calle y con la familia en su alternancia casa-calle.
"El movimiento de balance entre el polo de la casa y el polo de
la calle afecta la carrera del niño de la calle. Su ritmo está
regulado por las gratificaciones materiales y de identidad que el niño
tiene en la calle, así como por las dificultades que padece."
(2)
El estudio de las estrategias de supervivencia del niño en
la calle permiten entender sus competencias simbólicas y
sociales y demostrar que el niño no está indefenso ante las
dificultades de la calle y que es un actor social que elige y crea oportunidades
que sabe explotar, dice Lucchini. La estrategia se convierte en una línea
de conducta que el niño aplica a los diferentes sucesos a los que
se enfrenta. Cuanto más tengan que ver las estrategias con los recursos
simbólicos del niño, más se emancipa frente a su adversario.
Las estrategias, según el autor, dependen del desarrollo de la racionalidad
-que es limitada y está condicionada culturalmente-; del conocimiento
que el niño tiene del mundo de la calle; del control que ejerce
sobre su emotividad; de sus competencias cognocitivas; de su inserción
social; y de la claridad de sus objetivos. "Algunos niños
de la calle saben crear sistematicamente situaciones de las cuales sacan
provecho. Se trata de niños cuyo sistema de oportunidad está
muy estructurado". En otros casos el sistema de oportunidad está
poco elaborado "y el niño tiende a reaccionar ante el acontecimiento
más que a prevenirlo, a sacarle partido e incluso a provocarlo"
Por ejemplo, para protegerse contra las agresiones nocturnas, los niños
más pequeños y los que son nuevos en la calle utilizan la
estrategia de acudir a la protección policial o la persuasión;
los niños de diferentes edades utilizan otras estrategias como la
negociación, el robo, el falseamiento de la identidad, el camuflaje,
el comportamiento verbal, la visibilidad (que supone buscar que siempre
haya testigos presentes), la ley del silencio, disfrutar de una identidad
protectora (como pasearse con una caja de limpiabotas), o el uso de competencias
simbólicas que dan calidad a la fuerza física. Pero "la
calle y sus dificultades no permiten al niño elegir una estrategia
compleja que combine sus recursos físicos y sus recursos simbólicos"
Las estrategias colectivas de supervivencia llevan a Lucchini a tocar
el tema de la sociabilidad en la calle. "Los niños de la
calle se caracterizan por una gran movilidad espacial y una corta duración
en las relaciones sociales" que pueden ser muy intensas o superficiales(...)
Los condicionantes de espacio, materiales, sociales así como los
afectivos marcan las relaciones del niño de la calle" (3)
A diferencia de otros grupos callejeros como las pandillas juveniles, la
ausencia de un territorio exclusivo que hay que defender, ejerce una influencia
preponderante en las relaciones de los niños entre sí y en
la formación de grupos. Aunque conocen todos los rincones de la
calle y saben como explotar sus recursos, no disponen de medios para privatizarla
más que en refugios nocturnos de pequeñas dimensiones; su
ocupación es temporal y efímera y aunque la presencia de
los niños provoca miedo en los adultos, esto no basta para hablar
de privatización del espacio público.
La ausencia relativa de un territorio colectivo no implica que individualmente
el niño de la calle no desarrolle un sentido del territorio. Pero
ese sentido da lugar a relaciones de intensidad variable las cuales, junto
con la movilidad espacial, el carácter temporal de la presencia
de niños en el centro urbano y el control policial, impiden la formación
de bandas organizadas de niños de la calle en Praca Carioca y sus
alrededores
En lugar de 'pertenecer a una banda' el autor utiliza el concepto de frecuentar
una red, 'near-groups' o grupos de dos; son organizaciones móviles
y cambiantes, en función de actividades y problemas a resolver,
que por su flexibilidad, se adaptan muy bien al medio de la calle; estructuras
ligeras, flexibles y puntuales que permiten la realización de objetivos
específicos. Las redes se caracterizan por una definición
difusa del papel que el individuo debe ejercer, a menos que tenga una tarea
específica en un momento determinado; una cohesion restringida;
carácter transitorio; consenso normativo mínimo; pertenencia
inestable al grupo; objetivos limitados y poco ambiciosos de los miembros
hacia el grupo; ausencia de una jerarquía así como de un
líder indiscutible.
La red también permite la existencia de asociaciones temporales
y poco comprometidas, la formación de subgrupos más homogéneos,
así como el aislamiento del niño ya que es frecuente que
lo niños desaparezcan por un tiempo.
En general el niño se define como niño de la calle, pero
intentando siempre demarcarse frente a los otros niños de la calle,
frente a la categoría general 'niño de la calle'que está
a su vez afectada por el hecho de que la pertenecia al mundo de la calle
es vivida por el niño como algo temporal y a menudo accidental.
Es por el componente espacio-temporal que el niño se define como
niño de la calle, más que por actividades específicas
o por una participación en alguna red o near-group, aunque
estas identidades varían según la edad de los niños,
como veremos más adelante.
El grupo de consumidores habituales de inhalantes de la Praca Carioca en
Río de Janeiro es un caso sui generis de una red con relaciones
más densas, integrada con el fin de buscar y repartir el producto
así como por el uso de un espacio reservado para el consumo colectivo
de la droga, las escaleras del Monasterio, el único territorio apropiado
por un grupo de niños.
"El robo es una actividad que ilustra bien la estrategia colectiva
de supervivencia ya que reside en la colaboración de todos los niños
implicados". Los niños de la calle no roban a cualquier
transeúnte: hacen elecciones que revelan estrategias de oportunidad,
así como consideraciones que no están directamente unidas
a las necesidades de la supervivencia y que conllevan clasificaciones implícitas
de la gente que utiliza la calle, y una complejidad de motivaciones que
empujan a ciertos niños a agredir a algunos adultos.
En el IV capítulo el autor introduce varios conceptos: las representaciones
individuales ligadas a las referencias que a su vez conciernen objetos,
personas, situaciones y sucesos y que son el producto de procesos cognoscitivos
tales como comparación social, atribución y categoría
social. Intenta relacionar estos conceptos con el de habitus de Pierre
Bourdieu pero escoge hablar de 'contornos del habitus' que define
dela siguiente manera: "Esta relación entre el habitus y
el entorno es la base del sentido que el autor da a su vivencia cotidiana.
Así, el análisis de las estrategias y de las formas de sociabilidad,
el estudio de las referencias del niño permite acceder al sentido
que el niño da a su acción. Estas referencias y representaciones
constituyen lo que llamamos el contorno del habitus". (4)
Las razones por las cuales escoge ese extraño concepto parece que
están relacionadas con la información que dispone: "El
análisis de estas imágenes [de personas y de sucesos
que el niño construye y que marcan su existencia] no permite
descubrir los esquemas que constituyen el habitus del niño de la
calle. En cambio permite reconstruir la relación que el niño
mantiene con su entorno. Esta relación corresponde a lo que llamé
los contornos del habitus o la manifestación del habitus."
(5)
En el mismo párrafo el autor introduce otra noción:
la identidad. "Hay que diferenciar entonces entre habitus e identidad.
En efecto, el primero está formado por reglas que permiten a la
segunda tomar forma." De esta manera Lucchini crea una confusión
conceptual que a mi modesto ver, no enriquece el libro pues en la información
y análisis posterior utiliza solamente los conceptos referencia
e identidad, siendo este último el que menos desarrolla conceptualmente.
Tal vez en el primer párrafo del capítulo, el más
sencillo se comprende su orientación conceptual: "Los individuos
no reaccionan solo a una realidad objetiva sino también a la representación
que se crean en el seno de un proceso de interacción social"(6)
Para entender una de las principales referencias identificatorias del
niño, el autor establece las características de la familia
de los barrios pobres. Citando un clásico estudio del antropólogo
Oscar Lewis que introduce la noción de 'cultura de la pobreza',
que por cierto ha sido muy simplificada por otros autores, Lucchini afirma
que sus conclusiones se aplican igualmente al caso brasileño de
los 90: matrilocalidad, ausencia de infancia como período prologando
y protegido, iniciación precoz a la vida sexal, unión libre,
abandono relativamente frecuente de la esposa y los niños, una fuerte
predisposición al autoritarismo, la falta de intimidad, el acento
puesto en la solidaridad familiar, rivalidad entre niños de padres
diferentes y competencia por bienes limitados y por el afecto de la madre.
A pesar de que Lucchini no cree en las generalizaciones y a través
del libro trata de desmitificar la imagen de los niños de la calle
'considerados víctimas de la miseria y la desorganización
familiar', cuando trata los factores 'macrosociales' olvida
sus temores a la estigmatización. La utilización descontextualizada
de las conclusiones de Lewis, basadas en estudios realizados en la década
de los 60 sobre la familia pobre de Mexico D.F,, reproduce la típica
imagen de fabelas y familias pobres caracterizadas por la desorganización
social, idea que muchos estudios han impugnado y desmitificado (John Turner
en Lima o Janice Perlman en Río de Janeiro) (7)
No solamente en el caso de las características de las 'familias
de barrios pobres' como también al hablar de la concepción
de lo público y lo privado, el autor se basa en generalizaciones
que no son producto de su investigación sino de viejas ideas sobre
las clases populares: "Las categorías de público
y privado son ajenas a las condiciones de vida de las capas sociales marginadas
de las que salen los niños de la calle. Son un producto de la modernización
que las sociedades del norte conocen desde la Revolución industrial
y que se han ido afirmando con la formación de la burguesía.
No tienen validez para las capas excluidas del proceso de modernización
y que viven en lo que se puede denominar una densa vecindad".
Es difícil aceptar esta afirmación absoluta para poblaciones
que han vivido décadas de lucha por conseguir una vivienda en propiedad
-un espacio privado con límites muy claros- e interactuar con el
Estado para conseguir servicios públicos para sus barrios; afirmar
que los habitantes de barrios pobres no han vivido el proceso de modernización
de estos países, aunque sea a través de la dominación
y la resistencia, sería olvidar las últimas décadas
vividas en las ciudades latinoamericanas.
Sin embargo, al volver al tema microscópico de las referencias familiares
que el niño maneja el autor vuelve a darnos claves para entender
al niño de la calle.
El niño en general desea volver a ver a su madre que abandonó
la casa y a la vez siente miedo ante el reencuentro. Teniendo en cuenta
las dificultades materiales y familiares, el niño busca justificar
actitudes maternas de rechazo y abandono que le permitan "tener
una imagen de su madre que aumente el valor de sí mismo"(8)
En el relato del niño, los aspectos positivos del comportamiento
materno se alternan con los negativos para construirse una imagen coherente
de su madre que resulta de "las necesidades afectivas e identificatorias
que el niño quiere satisfacer" (9)
El padre es el gran ausente del discurso del niño; cuando existe,
aparece como un ser débil con respecto a la figura femenina, madre,
tía o abuela, alrededor de la cual la familia se organiza y se constituye
en una figura muy importante para el niño. A diferencia de su relato
sobre la madre, en el caso del padrastro el niño hace juicios claros:
es bueno o malo, no hay alternancia.
Para llenar el vacío de identidad dada la fragilidad de las relaciones
familiares, la movilidad espacial de sus miembros y la ausencia de una
escolaridad regular, el niño encuentra un miembro de la familia,
el padrastro, en cuya oposición o victimización de sí
mismo, se puede atribuir un nuevo estatus
Las referencias identificatorias con los hermanos son débiles, las
rupturas y separaciones no sólo conciernen a los padres sino a los
hermanos quienes no llegan a constituir un núcleo solidario y delimitado.
De allí le surge al autor un interrogante: "Sería
importante comprender porqué, bajo idéntidas condiciones
familiares, no todos los hermanos abandonan el domicilio familiar"(10)
. Y esto le da pie para reafirmar su tesis de que el abandono de la
casa por parte del niño no se debe a la violencia familiar (sin
negar que existe) sino a muchos factores -que ya enumeramos y que el autor
clasifica en diversas ocasiones- en los que se incluyen las decisiones
del niño, aunque muchos niños utilicen la violencia familiar
para justificar su huida.
La evolución en la manera de vivir la calle permite al autor hablar
de 'etapas de la carrera del niño de la calle' que pueden
variar entre unos y otros, pero en general se puede hablar de las siguientes
etapas:
El alejamiento progresivo de su casa.
El caracter lúdico de la calle.
La calle vivida desde el punto de vista contestatario y de identidad.
La calle rutina.
El abandono de la calle.
Entre los niños de 9 a 12 años, la calle es vivida entre
dos polos opuestos: el de la protección de los adultos e instituciones
y el de la agresión de la policía, de otros niños,
o de jóvenes o adultos delincuentes que atacan de noche. "En
esta clase de edad la imagen de la calle es poco precisa ya que el niño
no ha elegido sus referentes. Se encuentra en una fase de observación
y de distanciamiento relativo del mundo de la calle."(11)
En la siguiente edad -13 a 15 años- los niños reivindican
su estatus de niños de la calle a través del consumo público
y colectivo de inahalantes, una vestimenta más descuidada y el rechazo
hacia el juicio de los adultos sobre su forma de vida. Se sienten orgullosos
de su independencia, valoran la experiencia adquirida en la calle y se
definen como niños de la calle por sus aptitudes y competencias
para sobrevivir en ella. Sin embargo la adquisición de estas competencias
no garantiza una relación armoniosa con el mundo de la calle, más
aún teniendo en cuenta que los peligros y obstáculos aumentan
con la edad mientras disminuye progresivamente el sentido de la calle como
lugar lúdico. Muchos sienten que la calle no les permite ser reconocidos
como personas, es decir, las condiciones de vida en la calle no son favorables
a la construcción de una identidad; entonces los niños intentan
reivindicar una identidad colectiva cuyo soporte es la red a que pertenecen
y no la categoría general de niños de la calle, identidad
que tiene aspectos de provocación.
Esta etapa se caracteriza por la ambigüedad en su relación
y valoración de la calle. El conflicto identificatorio del niño
se basa en que vive en la calle pero no se identifica completamente con
el mundo de la calle, preserva otras dependencias como la conflictiva relación
que mantiene con su madre.El autor insiste en que el niño de esta
edad es incapaz de expresar un juicio definitivo, unívoco sobre
el mundo de la calle, de decir si es bueno o si es malo. Pero lo que para
el autor es una incapacidad, a mi ver parte de una realidad que él
mismo ha demostrado en su estudio: la calle no es buena ni mala así
como la vida misma: llena de peligros y oportunidades.
La situación de los niños de 16 a 18 años es más
difícil; se mueven entre dos mundos que caracterizan la última
fase de la carrera del niño: el pasado idealizado, que les enseñó
el arte de la superviviencia, y la calle del presente -sin salidas- que
ya no les aporta gratificaciones en el plano de la identidad, donde aumentan
los riesgos y donde el niño ya no ve un futuro.
En el caso de los niños mayores el 'otro-significativo' - lo
que permite a un individuo verse como persona única o como miembro
de un colectivo - no se encuentra ya en la calle y no ha sido reemplazado
todavía. El niño busca un medio para llenar ese vacío
de identidad que lo lleva a querer abandonar la calle. La calle empieza
a ser rutinaria y se vuelve aburrida y el adolescente necesita establecer
una relación amorosa que vaya más allá de la relación
sexual: "si hay suficientes chicas en la calle, éstas no
son de papá y mamá.". Sin embargo el abandono de
la calle no es definitivo, es un proceso que varía según
los niños.
El tema del consumo de drogas ocupa un capítulo entero del libro
de Lucchini, en el cual demuestra que los niños de la calle no son
tóxicodependientes y su forma de consumo es diferente de los drogadictos
de países del norte.
"El consumo de drogas y en particular el de inhalantes, está
muy extendido entre los niños de la calle en Brasil". Fundamentalmente
utilizan el thinner (diluyentes, quitamanchas) y la cola (de zapatero).
Pero este consumo no es la causa de marginalidad de los niños, ni
implica la segregación espacial como en el caso de las escenas de
droga en Europa, pues los niños lo consumen en los lugares céntricos
de la ciudad.
El consumo de inhalantes y en particular el de cola de zapatero no atañe
a una identidad individual o una patología de la personalidad de
los niños de la calle; no se relaciona con una conducta autodestructiva,
afirma Lucchini. Parece mas bien desprenderse de la lógica del control
social y de la regulación social en el grupo de niños: forma
parte de las prácticas utilizadas por los niños cuando quieren
afirmar su identidad colectiva y es también un medio de integración
social en el grupo.
"Sería imprudente subestimar las dimensiones lúdica
y de desafío a los adultos que tiene el consumo colectivo de cola."
(12)
Y como según el autor 'mientras mas importante es la función
lúdico-instrumental del consumo de inhalantes, menos dependiente
es el consumidor', muchos niños son capaces de dejarlo de inmediato.
Es decir, el carácter colectivo y compartido del consumo lúdico
modulan la relación con la droga, y el consumo plurifuncional los
protege de una dependencia importante.
La patologización del niño de la calle se ha basado entonces
en una asociación precipitada entre consumo de inhalantes y toxicodependencia
del niño de la calle. Aunque el autor no excluye la existencia de
tal asociación, la considera un fenómeno transitorio y localizado
en el tiempo. Lo más probable según él deduce, es
que el niño pase por fases de consumo dependiente relativas y reversibles,
ciclos de consumo más duros y otros más blandos
El autor logra su importantísimo objetivo: desestigmatizar la categoría
niño de la calle, valorar las iniciativas y balances que hace el
niño para escoger esta forma de vida, entender -a través
de relatos de vida de algunos niños- la diversidad de situaciones
y estrategias que utilizan, describir y analizar sus originales formas
de organización social, para desestigmatizar la imagen del niño
delincuente, drogadicto y peligroso que hace parte del imaginario colectivo
en las sociedades latinoamericanas.
Pero los intentos reiterativos del autor por categorizar y enumerar de
diversas maneras los motivos, las variables, los factores, las dinámicas,
que según él forman parte de 'sistemas', impiden una lectura
dinámica del libro que le permita lograr su objetivo más
certeramente; a veces por las reiteraciones, otras veces por las superposiciones
o contradicciones en dichas tipologías. Aunque numerosas categorizaciones
se dejaron por fuera en este texto, seguramente nuestro lector tendrá
la misma sensación de sucesivas rupturas y sobreposiciones que tuvo
la autora de esta reseña al leer el innovador libro 'Niño
de la Calle' del profesor Ricardo Lucchini.
Finalmente una pequeña crítica al trabajo de edición
pues el libro padece de muchos errores de ortografía y redacción
que dificultan la lectura lo cual se agrava por la constante advertencia,
en cada cita de pie de página, de que las notas están al
final del capítulo.
BIBLIOGRAFIA COMPLEMENTARIA
BOURDIEU, P. Questions de sociologie. París: Réponses, 1992.
LEWIS, O. Los Hijos de Sánchez. México: Fondo de Cultura Económica, 1961.
LUCCHINI, R. Sociologie de la survie: l'enfant dans la rue. París: Presses Universitaires de France, 1996.
PERLMAN, J. The Myth of Marginality: Urban Poverty and Politics in Rio de Janeiro. Berkley: Universidad de California Press, 1976.
TURNER, J. Lima's Barriadas and Corralones: Suburbus versus Slums. Ekistics, 1965.
UNICEF. La situation des enfants dans le monde. Ginebra, 1992.
Notas
1. Lucchini, 1996: 42
7. PERLMAN, J.. The Myth of Marginality: Urban Poverty and Politics in Rio de Janeiro. Berkeley: Universidad de California Press, 1976. TURNER, J. Lima's Barriadas and Corralones: Suburbus versus Slums. Ekistics, 1965.
12. ibid., pags. 256 a 257
© María Clara Llano
© Biblio 3W 1997
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