Biblio 3W. Revista Bibliográfica de Geografia y Ciencias Sociales. Universidad de Barcelona, nº 32, 23 de mayo de 1997.

 
VAZQUEZ VARELA, C. Espacio urbano y segregación social. Procesos y políticas en el casco histórico de Madrid, Tesis doctoral dirigida por el Catedrático de Geografía Humana Manuel Valenzuela Rubio, Madrid: Universidad Autónoma de Madrid, noviembre 1996. 914 pp.


Concepción Camarero Bullón
Universidad Autónoma de Madrid


Esta Tesis doctoral, dirigida por el Prof. Dr. Manuel Valenzuela Rubio, Catedrático de Geografía Humana de la Universidad Autónoma de Madrid, fue defendida en Madrid el 8 de noviembre de 1996 ante un tribunal constituido por los siguientes miembros: Presidente: Dr. Vicente Gozálvez Pérez, Catedrático de Geografía Humana de la Universidad de Alicante; Vocales: Dr. Luis Moya González, Catedrático de Urbanística y Ordenación del Territorio de la Universidad Politécnica de Madrid, Dr. Antonio Moreno Jiménez, Profesor Titular de Geografía Humana de la Universidad Autónoma de Madrid, Drª Eulalia Ruiz Palomeque, Profesora Titular de Geografía Humana de la Universidad Complutense de Madrid, Dr. Javier Callizo Soneiro, Profesor Titular de Geografía Humana, Universidad de Zaragoza.

La autora, Carmen Vázquez Varela, licenciada en Filosofía y Letras (especialidad de Geografía) por la Universidad Autónoma de Madrid, había anticipado ya algunos resultados en diversos trabajos previos sobre los problemas de segregación social en el ámbito delimitado para la investigación, publicados en V Informe sociológico sobre la situación social en España. Sociedad para todos en el año 2000 (1994), Netherlands graduate school of housing and urban research. Proceedings (1993), Urbanismo COAM (1992), The Netherlands Journal of Housing and the Built Environment (1992).

La investigación se estructura en seis grandes capítulos cuyo contenido y planteamiento desgranan lo que pretende ser el hilo argumental de la tesis. El primer capítulo, de signo claramente teórico, resume lo que hasta la fecha han sido las aportaciones más notables realizadas desde el campo de la geografía y otras ciencias afines a la amplia temática de la segregación social en todos sus aspectos desde paradigmas de muy diverso cuño ideológico y nacionalidad, poniendo especial énfasis en la aportación española y en los aspectos que de la misma pudieran ser de mayor relevancia para el estudio de los procesos de segregación dentro de la compleja trama física y socioespacial de los cascos históricos. Los capítulos segundo y tercero se ocupan de las respuestas que, desde instancias oficiales y sociales se han abordado en forma de políticas y programas destinados específicamente a los cascos antiguos. El capítulo segundo se dedica a algunas de las experiencias internacionales y nacionales, mientras el tercero aborda de forma monográfica el caso del casco histórico madrileño. Los capítulos cuarto y quinto constituyen una de las vías de validación de la tesis, puesto que en los mismos se realiza un detallado análisis de la realidad socioeconómica y de la calidad residencial del casco histórico y de los posibles fenómenos de segregación socioespacial existentes, al tiempo que, mediante su evolución temporal, se comprueba la incidencia de las políticas y programas aplicados, el grado de cumplimiento de sus objetivos y los efectos colaterales desencadenados dentro del frágil recinto del casco antiguo madrileño. Como último capítulo, de claro contenido temático, se propone un examen de las políticas de Servicios Sociales, así como de la infraestructura de equipamientos de carácter asistencial que se despliega a través del distrito Centro. La elección de este tipo de equipamientos, frente a la amplia gama existente, y aun siendo conscientes de que es el conjunto de los equipamientos el que define el grado de calidad de vida de un ámbito y el alcance de los posibles fenómenos de segregación a los que el mismo puede verse sometido, tiene su origen en la tesis de que tradicionalmente el distrito Centro no sólo se ha visto aquejado por claros fenómenos de segregación socioespacial ("barrios bajos y altos"), reflejados en abundantes textos literarios y fuentes históricas, sino que el proceso de envejecimiento poblacional, al que se superpone la progresiva concentración de grupos marginales en las zonas más degradadas, reclaman políticas y equipamientos sociales específicos que atiendan las demandas de una población sin recursos, a veces en situación de clara ilegalidad, y cuyo abandono sólo contribuiría a empeorar las posibles situaciones de segregación existentes

El fenómeno de la segregación residencial no es, desde luego, un hecho nuevo dentro de la estructura urbana de nuestras ciudades; sin embargo, en los últimos años, los cambios económicos experimentados han condicionado una reestructuración del mercado laboral que se refleja en una paulatina polarización socioeconómica y espacial de la población. Mientras estos procesos tenían lugar, la política de vivienda y las políticas urbanísticas en general han desarrollado programas de intervención a distintas escalas tratando de reconducir, en función de coyunturas económicas y planteamientos ideológicos dispares, los procesos en curso.

A los problemas generales de las áreas interiores (antigüedad de la edificación, deterioro físico de las estructuras, falta de las condiciones normales de confort, hacinamiento y subempleo) se une el hecho de que estas zonas se convierten en áreas de recepción de inmigrantes, en especial de aquellos que poseen unos rasgos culturales que contrastan con los de la población propia de la ciudad. Son, pues, las áreas que configuran el ghetto de las grandes ciudades.

Pero la cuestión realmente crítica estriba en que todos estos elementos de privación o desventaja no aparecen simplemente asociados entre sí, sino que están estrechamente interrelacionados. La expresión "múltiples carencias" ha venido a convertirse en una forma generalizada de designar esta situación, si bien, el concepto que con ella se pretende expresar no sea el de la simple "multiplicación" o "multiplicidad", sino el de la interrelación funcional que se da entre todos los aspectos desventajosos en cuestión.

El estudio de los fenómenos de gentrificación o recualificación residencial como un nuevo tipo de segregación residencial, cuenta ya con cierta antigüedad dentro del mundo científico anglosajón, donde las investigaciones se iniciaron en la segunda mitad de los años setenta. Durante este período, de algo más de diez años, ha ido apareciendo una abundante producción bibliográfica en la que se han reflejado las distintas corrientes teóricas, que desde diversas disciplinas y escuelas han abordado el problema. Al mismo tiempo, las investigaciones de los autores que se han ocupado del tema han evolucionado desde estudios de carácter descriptivo, pasando por intentos de establecer las causas de los procesos ya sea desde paradigmas radicales o conductistas, hasta las más complejas teorías sobre los comportamientos de la oferta y la demanda dentro de un mercado de economía capitalista.

Desde otra perspectiva, siguiendo el modelo general de gentrificación manejado por los sociólogos alemanes, podríamos decir que, usando la metáfora de "centro y periferia" de Wallerstein y la idea de diferentes niveles de agregación espacial, la gentrificación quedaría definida como un fenómeno de "centralidad multi-dimensional" (Dangschat 1991). La gentrificación aparecería en primer lugar y de forma más intensiva en los países más desarrollados (países centrales), en éstos en las mayores ciudades (los centros de control y decisión) y en éstas en los centros urbanos (los puntos de mayor centralidad geográfica, mayores rentas y mayores desequilibrios de renta, sin olvidar al mismo tiempo el papel de la reestructuración económica y espacial), por último, los mayores esfuerzos en el proceso de gentrificación proceden de los estratos sociales más altos o de las "nuevas élites urbanas".

Los procesos especulativos de finales de los años ochenta, vinculados a un cambio de estrategia en los objetivos del mercado inmobilario, coincidieron, y no de forma casual, con el "redescubrimiento" y puesta en valor de los cascos históricos, avalado por todo un "corpus teórico" de tardía introducción en España en el que se destacaban no sólo las virtudes geoestratégicas y emblemáticas del espacio construido, sino también su papel de tradicional crisol integrador de funciones y residentes. La lectura mercantil de estas teorías se sintetizó en el renovado interés de promotores y agentes inmobiliarios por la renovación de ámbitos e inmuebles de fácil salida entre una clientela de desahogada posición económica. Sin embargo, las peculiaridades del caso español y concretamente del casco antiguo madrileño, con una atípica estructura de la propiedad en la que destacan el peso de los alquileres de renta antigua y una legislación sólo muy recientemente renovada, han supuesto un indudable freno a procesos de expulsión-invasión más próximos al modelo de ciudad americana. Lejos de lo que en un primer momento pudiera pensarse, las cortapisas puestas al mercado no han derivado en una mejora de las condiciones de vida para la población residente ni en la consecución de un relativo equilibrio entre los distintos estratos sociales; por el contrario, las conclusiones que pueden extraerse de los fenómenos observados son las siguientes:

1/ La situación de segregación socioespacial que tradicionalmente ha caracterizado al distrito Centro madrileño (recordemos las ya mencionadas denominaciones de "barrios bajos" y "barrios altos") no sólo no se ha suavizado con el tiempo sino que ha entrado en un proceso de polarización en el que se inscriben los procesos de envejecimiento de la población residente junto a la ocupación de los espacios más degradados por parte de grupos de población en situación más precaria: inmigrantes ilegales, minorías étnicas, grupos marginales, etc. Mientras, los segmentos de población de mayor poder adquisitivo se han instalado en edificios de nueva construcción, renovados o rehabilitados situados en lugares de mayor prestigio, coincidentes con tipologías residenciales de mayor calidad y/o con ámbitos en los que los procesos de rehabilitación e interveción pública han obtenido los mejores resultados en materia de recualificación ambiental y residencial.

2/ Los conocidos como procesos de recualificación social o "gentrificación" han respondido de forma mayoritaria, tal y como afirman los marxistas estructurales, a reajustes en los papeles del capital, las clases sociales, la producción y la oferta. A pesar de que no se pretende negar los cambios en las divisiones sociales y espaciales del trabajo y la concentración del sector servicios en un limitado número de ciudades "post-industriales", como puede ser el caso de Madrid, otorgar el papel principal en la reestructuración socioespacial a los cambios en las pautas de consumo y cultura de una nueva élite parece insuficiente, al menos en el caso de Madrid. Una cultura urbana en la que el mercado y la propiedad juegan un papel determinante y en la que las diversas administraciones públicas controlan un número testimonial, y a todas luces insuficiente, del parque de viviendas, redunda en un mercado claramente opaco e inmovilista, fácil presa de procesos especulativos y difícilmente manejable desde las administraciones públicas a la hora de emprender programas de reestructuración socioespacial y recualificación residencial. La clave de los ambivalentes procesos de degradación/recualificación, tanto en términos físicos como sociales, parece residir, tal y como señalaba Smith, en la relación existente entre el valor del suelo y el valor de los propiedades construidas sobre el mismo. Cuando la depreciación de los inmuebles existentes ha llegado a su punto máximo, la renta capitalizada del solar es inferior a la renta potencial del suelo. Es lo que dicho autor denomina desajuste de renta o "rent gap"; cuando este último es suficientemente importante, ha llegado el momento de proceder a su sustitución o rehabilitación. Así pues, y sin negar el modesto papel de algunos "pioneros" en la tarea de recuperación del casco histórico como lugar de residencia, nos inclinamos a pensar que el traslado al distrito Centro por parte de "jóvenes profesionales urbanos", en su mayoría personas solas o parejas sin niños, ha respondido a la oferta de nuevas tipologías residenciales que los promotores se han encargado de adornar con adecuadas campañas de marketing, en la que abundan calificativos como: zona emblemática, edificio singular, alto standing, entorno monumental, construcción nobiliaria, etcétera.

El volumen de viviendas existente en el distrito Centro madrileño a lo largo de los últimos años no ha experimentado cambios sustanciales, si bien ello no quiere decir, en modo alguno, que la situación haya permanecido estable, sino que los procesos de destrucción, renovación y reestructuración han conseguido equilibrar en términos cuantitativos el parque de viviendas en el área. Estos datos no hacen sino confirmar las tendencias que ya apuntaban a comienzos de los años ochenta. La presencia de usos terciarios, y en áreas concretas los usos específicamente comerciales (entorno de Puerta del Sol-Callao-Gran Vía), han creado las condiciones que aceleran el abandono, si bien este hecho sólo explica una parte del problema. No cabe duda de que la sustitución de vivienda por usos no residenciales juega un papel importante a la hora de explicar la disminución del número de viviendas ocupadas, pero no lo explica todo, ya que las viviendas quedan vacantes a un ritmo mayor que el de su ocupación por nuevos usos; por otra parte, no hay que olvidar tampoco, que, en muchos casos, es el abandono, una vez iniciado, el que crea un espacio vacío que tiende a ser ocupado, muchas veces de forma residual, por usos diversos que encuentran en él un campo abonado para el desarrollo de su actividad. En este capítulo entraría toda la gama de procesos de degradación y pauperización que han hecho de algunas zonas del casco ghettos de la marginación, asociadas para el ciudadano medio con imágenes de delincuencia, droga y prostitución, y aunque en muchos casos, tanto la figura del delicuente como la de la prostituta, no sea de reciente implantación en la zona, ambas se asocian ahora a una situación de inseguridad generalizada, muchas veces acentuada intencionadamente.

Por otra parte, si los procesos de recualificación y reinvasión del centro por parte de clases acomodadas están dejando su huella en el paisaje residencial del casco antiguo, ello no debe hacernos suponer que su difusión afecta por igual al conjunto del distrito. Por el contrario, las zonas estigmatizadas por tipologías de vivienda de peor calidad, cuando no claramente infraviviendas, continúan dando cobijo, mayoritariamente, a poblaciones marginales en razón de su edad, capacidad económica o procedencia. La espiral de degradación en que se ven inmersos ciertos ámbitos del casco, asentamiento tradicional de las clases populares, tiene su origen tanto en las características socioeconómicas de sus residentes como en los perniciosos efectos de una ley de arrendamientos urbanos que congeló las rentas de las viviendas en niveles que hoy se nos antojan irrisorios. A ello se une la desidia de las sucesivas administraciones públicas y la ineficacia, en buena medida por falta de aplicación, de gran parte de los instrumentos legales al servicio de la ordenación urbanística.

Pero, ¿quiénes son los nuevos ocupantes de esos espacios degradados y de incierto futuro? Tal como han puesto de manifiesto investigaciones recientes, los residentes tradicionales, envejecidos y en buena parte empobrecidos, que ocupan las zonas más deterioradas del casco antiguo están siendo testigos de la entrada paulatina de colectivos socialmente marginales dentro de los que el peso de la minorías étnicas y en general de la inmigración legal o ilegal se acrecienta cada vez más.

Si los datos del análisis sincrónico no dejaban de reflejar la tradicional segregación socioespacial existente dentro del casco antiguo madrileño, los resultados del análisis diacrónico, elaborado a partir de los datos comparados de los Padrones Municipales de Habitantes de 1975 y 1986, testimoniaban la incipiente pero progresiva pérdida de peso de las clases medias tradicionales y la tendencia hacia pautas de dualización social que beneficiaban tanto a la base como a la cúspide de la estructura social. Así, mientras los asalariados cualificados fijos y los asalariados no cualificados registraban importantes pérdidas entre 1975-86 en el distrito Centro, tanto las clases altas y medias-altas (directivos y gerentes de empresas y profesionales y técnicos) como los asalariados cualificados eventuales y autónomos experimentaban los mayores crecimientos absolutos y relativos.

En líneas generales, estudios comparados atestiguan que, a pesar de las posibles variaciones locales en el proceso de "gentrificación", el resultado es muy similar en todas las ciudades afectadas. Parece demostrada la existencia de ciertos factores desencadenantes en cuya ausencia el proceso de "reinvasión por parte de las nuevas clases medias urbanas" no tendrá lugar, pero igualmente el conjunto de peculiaridades locales de cada urbe imprimirá al proceso de gentrificación su grado de especificidad. En principio, la degradación/devaluación de la ciudad central se constituye en pre-requisito imprescindible de la "gentrificación"; el hecho de que este abandono (en términos de ausencia de inversión) se haya articulado a través de los procesos de suburbanización de postguerra (como parece ser el caso de ciudades americanas e inglesas) o mediante una salida de efectivos anterior (caso de ciertos barrios de la ciudad de París, como el Marais, o del propio casco antiguo madrileño, cuyo vaciamiento comenzó mucho antes que los procesos de suburbanización del área metropolitana) es secundario. Otro aspecto del fenómeno de abandono y "desinversión" lo constituye el elevado porcentaje de viviendas vacantes que suele esconder una problemática doble: abandonos de "larga duración" y/o elevados beneficios inmobiliarios que involucrarían desalojos y subidas de renta exponenciales. Un tercer factor, de importancia indiscutible, es el papel de la administración como animadora de los procesos de recualificación social, bien sea de forma directa o indirecta, aportando ayuda financiera y aplicando el estatus de "área protegida", con los beneficios que ello conlleve en cada ciudad y país. Todo ello parece sugerir que el proceso de "gentrificación" goza, hasta cierto punto, de apoyo "oficial" y no se trata únicamente de un fenómeno de mercado liderado por la demanda. Los "paisajes de consumo" resultantes parecen menos complejos y diversificados a escala internacional que los propios procesos que los explican, lo que ratifica la opinión de algunos autores de que, a pesar de las indudables diferencias y matices locales, los símbolos de consumo de los segmentos urbanos más acomodados parecen responder a un código global, sólo matizado por pequeñas diferencias contextuales. Por consiguiente, si bien las comparaciones a escala internacional para analizar lo que se ha venido denominando la esfera de la producción o de la oferta son susceptibles de complicarse por lo que hemos denominado diferencias contextuales, la esfera del consumo presenta una homogeneidad sorprendente. No obstante, coincidimos en subrayar, siguiendo la opinión de otros autores, que, a pesar de la aparente uniformidad visual, la estructura de los paisajes y sus códigos culturales resultan ser muy diferentes cuando se comparan experiencias particulares a escala internacional.

Respecto al papel desempeñado por las políticas sociales y la red asistencial, cabe decir que, a pesar de los intentos de reconducir su labor hacia la reintegración social de los beneficiados, la falta de medios económicos y la ausencia de una continuidad en las políticas han limitado su acción al campo de los puramente remedial. Algunos de los últimos experimentos en materia de políticas y programas concertados entre diversas administraciones, como es el caso del IMI, coordinado entre la Comunidad Autónoma de Madrid y el Ayuntamiento de la capital, plantean una reorientación de estas políticas hacia la recualificación de los afectados y su posterior reintegración en el mercado de trabajo; sin embargo, el escaso tiempo de desarrollo del programa impide, por el momento, una valoración fundamentada de sus resultados.

La necesaria coordinación de las políticas económicas, sociales y urbanísticas, que constituyen una condición de la eficacia de la política social, se encuentra todavía muy lejos de satisfacer los mínimos requerimientos de eficacia. La política social es parte fundamental de la capacidad general de adaptación de las ciudades a los cambios de su entorno. Conviene, además, recordar que su función no es exactamente la "distribución igualitaria" de los recursos, lo que nos llevaría al polémico "efecto Mateo", dejando intactas las relaciones de desigualdad, sino la conocida como "discriminación positiva", es decir, primar a aquellos segmentos sociales y ámbitos espaciales más vulnerables y con menor capacidad de acercamiento a las ventajas que esos recursos y políticas sociales pueden ofrecerles. Convendría recordar también, a pesar de las corrientes neoliberales y las posiciones conservadoras tendentes a privatizar la política social, que hoy más que nunca es necesario reafirmar la responsabilidad pública de la misma, puesto que es impensable dejar a merced del mercado la política social, destinada, precisamente, a reducir o transformar las situaciones de precariedad y desigualdad que el mismo genera. La mejora de la calidad de vida y el establecimiento de un nuevo tipo de sociedad, por muy utópico que todo ello pueda parecer, debe ser el principal objetivo de toda política social. El establecimiento de mecanismos de redistribución, a través de los servicios prestados por el Estado, es uno de los primeros objetivos de cualquier política social coherente.

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