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Biblio 3W
REVISTA BIBLIOGRÁFICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES
Universidad de Barcelona
ISSN: 1138-9796. Depósito Legal: B. 21.742-98
Vol. VI, nº 328, 27 de noviembre de 2001

JIMÉNEZ DE LA ESPADA Y PICASSO: DE CÓMO UN NATURALISTA Y UN ARTISTA
EDITARON E ILUSTRARON UN LIBRO DE VIAJES MEDIEVAL POR LAS
CANARIAS Y EL CONTINENTE AFRICANO

Leoncio López-Ocón
Instituto de Historia-CSIC
XIV Coloquio de Historia Canario-Americana
Casa de Colón. Las Palmas 16/20 de octubre 2000 (1)


Palabras clave: historiografía/ viajeros medievales/ Libro del Conosçimento/ Canarias

Key words: historiography/ Middle Age travelers/ Libro del Conosçimento/ Canarian Islands


El renovado interés por el Libro del Conosçimiento gracias a la edición facsimilar del manuscrito Z de la Bayerische Staatsbibliothek de Munich

En 1999 un equipo formado por Mª Jesús Lacarra, Mª del Carmen Lacarra Ducay y Alberto Montaner ha editado una pequeña joya de la historia artística, heráldica, literaria y científica española (2). Se trata de un nuevo y precioso manuscrito del Libro del conosçimiento - el manuscrito Z- que desde 1981 se encontraba en la Bayerische Staatsbibliothek de Munich.

Esta obra está estrechamente vinculada a la historia de las Canarias (3). Su singularidad y aparente verosimilitud contribuyeron a que los cronistas de la expedición de Juan de Béthencourt recurrieran a él, considerándolo una fuente rigurosa. La relación exhaustiva de las islas que aparece en la obra no es comparable con ningún otro mapa de la época y permite sospechar que su autor conociese el archipiélago o que dispusiera de información de primera mano.

El Libro del conosçimiento alcanzó gran popularidad en la Castilla bajomedieval. Como prueba de ese éxito disponíamos de tres manuscritos hasta tiempos recientes, conocidos desde el siglo XIX gracias a la cuidadosa edición que hiciera en 1877 de esa singular obra su redescubridor el naturalista historiador Marcos Jiménez de la Espada.

Ciertamente como subraya María Jesús Lacarra (1999a: 6) el manuscrito Z que ella edita supera en interés artístico, heráldico y crítico a los que se conocían hasta ahora. Pero ello no impide que volvamos a las circunstancias en las que editó Espada el Libro del conosçimiento, analicemos algunas características de su edición, y prestemos atención al proceso de circulación y recepción de una obra medieval en los tiempos contemporáneos.

En el marco de esa recepción se dará cuenta de una peculiar edición de una parte de esa obra hecha en Paris en 1959 gracias a la colaboración del poeta editor Iliazd con su amigo Picasso. Esa bellísima edición, debido a su corta tirada -solo se publicaron 50 ejemplares, de los que ninguno se encuentra en bibliotecas españolas según mis búsquedas durante el año 2000- no ha sido tomada en consideración por la historiografía española.

Así pues el objetivo de este texto es doble: determinar qué queda de interés en la historiografía actual del esfuerzo erudito que hiciera Espada en el seno de la Sociedad Geográfica de Madrid por dar a conocer uno de los cuatro textos medievales más significativos sobre literatura de viajes escritos en lengua castellana (ese corpus estaría formado además del Libro del conosçimiento por la Embajada a Tamorlán, el Libro del infante don Pedrode Portugal y el Tratado de las andanças e viajes de Pero Tafur); y ofrecer materiales para profundizar en el proceso de circulación y recepción de una obra medieval desde que fijó en ella su aguda mirada su primer editor - Jiménez de la Espada- hasta que llegó a presencia de Picasso.

El encuentro de Jiménez de la Espada con un viajero medieval en la década de 1870

Significativamente, de los cuatro textos medievales castellanos relacionados con la literatura de viajes dos de ellos fueron editados por Jiménez de la Espada, quien, impulsado por el zeitgeist de su época, volvió su mirada como otros románticos a la Edad Media (4). Fue precisamente la edición de los viajes de Pero Tafur, realizada en 1874 , la que le llevó a editar tres años después el Libro del conosçimiento de todos los reynos et tierras et señoríos que son por el mundo et de las señales et armas que han cada tierra et señorio por sy et de los reyes et señores que los proveen, escrito por un franciscano español a mediados del siglo XIV. En efecto, fue en el prólogo a su edición de las Andanças e Viajes de Pero Tafur cuando Espada dio cuenta a sus lectores que había hallado otra "interesante relación de un viaje hecho hacia la mitad del siglo XIV", que "conocía tres ejemplares" y que "la tenía estudiada, anotada y esperando la ocasión de salir a luz" (5).

Entre tanto Espada, que estaba editando simultáneamente su gran trabajo como integrante de la Comisión Científica del Pacífico -es decir su estudio sobre anfibios americanos, que le dio renombre en los círculos herpetológicos (6)- sufrió duras críticas de Morel-Fatio. Este hispanista francés le reprochó ignorancia sobre diversos aspectos de la literatura medieval, y le recomendó que se familiarizase mejor con los conocimientos de la geografía histórica. Se generó entonces una controversia (7) que espoleó a Espada. Tras la filípica de Morel-Fatio ese naturalista, cuya mirada se estaba reorientando por esos años hacia el campo del conocimiento histórico, se dedicó con ahínco a perfeccionar sus conocimientos sobre la geografía medieval, avanzar en su erudición de bibliófilo y conocer mejor la historia crítica del viaje del autor del Libro del conosçimiento. Espada se sumergió a fondo en el estudio de esa obra, y gracias al apoyo decisivo de la Sociedad Geográfica de Madrid, muy interesada en aquel momento por los viajes de exploración en Africa, editó en 1877 ese Libro del conosçimiento.

En las páginas siguientes voy a intentar mostrar una serie de logros y limitaciones que rodearon a esa edición, ciñéndome a tres cuestiones que prueban el olfato de ese "venator sapientae" decimonónico, cuya edición del Libro del conosçimiento le sirvió para madurar como historiador, y para proveerse del utillaje de la "bonne méthode" del positivismo historiográfico, que trasladó en las dos décadas siguientes a la edición de Crónicas de Indias, o al estudio de relevantes documentos geográfico-estadísticos como la famosa serie de Relaciones Geográficas de Indias que él editó en cuatro volúmenes concernientes al virreinato del Perú.

La primera cuestión se refiere a cómo Espada se empeñó en destacar el papel que cumplió el Libro del conosçimiento en la exploración atlántica protagonizada por los países ibéricos en la baja Edad Media en contra de la opinión de relevantes historiadores de su época; la segunda dará cuenta de cómo dio pistas sobre la existencia de un cuarto códice que se ha podido localizar y editar sólo recientemente; y la tercera concierne al hecho de cómo todavía hay enigmas por resolver en el conocimiento de esa obra medieval

El valor de una obra

Cuando Espada tomó la decisión de publicar el Libro del conosçimiento asumió un riesgo considerable. Consideraba que ese texto era una verdadera curiosidad bibliográfica y un documento inestimable para la historia de la Geografía, pues en esa obra se resumían los progresos existentes sobre el conocimiento de la tierra a mediados del siglo XIV, que en su opinión "eran vulgares en España" (Jiménez de la Espada, 1877: IX).

Y, sin embargo, la opinión de diversos eruditos aludidos por Morel-Fatio en la controversia mencionada líneas atrás disentía de las afirmaciones de Espada. Entre esas autoridades se encontraban anotadores y comentadores de la obra Le Canarien, - escrita por Fray Pedro Bontier y el Padre Juan le Verrier, capellanes y cronistas de las conquistas de Juan de Bethencourt-, como el británico Major, quien hizo en 1872 una nueva edición del relato de las aventuras canarias de Bethencourt (8). Este editor -que era el custodio de los mapas del Museo Británico- se pronunció tajantemente sobre el valor historiográfico del Libro del conosçimiento, cuya autoría se atribuía a un franciscano castellano del siglo XIV: "Esta historia del fraile mendicante es una confusa compilación de las tradiciones geográficas de aquel periodo", y más adelante, tras citar un pasaje del geógrafo Edrisi, mal comprendido por el autor del Libro del conosçimiento, señalaba: "El lector hallará meramente en el lenguaje del franciscano un rechauffé de la confusa geografía de Edrisi; debiendo no perder de vista los tropezones del buen fraile, en punto a sus referencias al Eufrates, para juzgar si son fundados los recelos de los cronistas (Bontier y Le Verrier), en cuanto al crédito que su veracidad merece" (Jiménez de la Espada, 1877, prólogo: V-VI).

Ahora bien Espada no se arredró ante esas prevenciones, y arguyó en su polémica con Morel-Fatio, y en la introducción a su edición del Libro del conosçimiento, que tal relación de viaje no debía de ser tan despreciable cuando quien había sido presidente de la Sociedad Geográfica de Francia, Armand d'Avezac-Macaya, la había usado como fuente en su Notice des découvertes faites au moyen-age dans l'Ocean Atlantique, publicada en 1845 (9), para sostener que su autor había doblado el cabo Bojador, y desautorizar las opiniones del geógrafo portugués vizconde de Santarem, quien reclamaba la prioridad de los descubrimientos de los portugueses más allá de ese accidente geográfico, auténtico "finis terrae" para los navegantes europeos del siglo XIV. Apunta además Espada cómo el alemán Peschel en su Geschichte des Zeitalters der Entdeckungen usaba la narración del viaje de ese franciscano anónimo para, entre otras cuestiones, discutir la distancia del cabo de Bojador al río del Oro, es decir Senegal. (Jiménez de la Espada,1877, prólogo: VII y apéndice nº 1: 272-273). Y para defender la veracidad -"leit-motif" fundamental del trabajo de esos defensores de la "bonne méthode" positivista- del relato de ese viajero medieval Espada aduce -(y este es el núcleo de su argumentación)- que cuando:

"Por los años de 1404…Juan de Bethencourt, varón excelente y tan sobrado de buenos propósitos como falto de capacidad y de energía para realizarlos, hubo de concebir el proyecto de explorar las costas del cabo Bojador, y aún de agregarlas a sus dominios,…desease conocer de antemano el estado y gobierno de los habitantes de ese territorio y aquellos de sus puertos que se prestaban a un desembarco y establecimiento seguros, Fray Pedro Bontier y el Padre Juan Le Verrier, capellanes y cronistas del soberano de las Afortunadas, le facilitaron las noticias que hacían al caso, tomándolas de un libro, donde un viajero español y fraile de la Orden de San Francisco las consignaba, especificando los nombres, calidades y pueblos de las comarcas litorales e interiores del continente africano, así como las armas y divisas de los reyes y señores de ellas". (Jiménez de la Espada, 1877, prólogo: III)

Ciertamente Espada reconoció que el anónimo autor de la obra pudo confundir países y ríos, y errar en citas históricas, y también admitió que su relato estaba entreverado de maravillas, fábulas y leyendas, al uso de otras muchas obras medievales. Pero aduce que no por ello había que extremar el rigor crítico con el libro. La obra le merecía crédito por varias razones: había exactitud en datos geográficos y noticias locales, había sido escogida como guía para una proyectada exploración de la costa de Africa, y ofrecía interés tanto su descripción de los países africanos al sur del Atlas como la detallada enumeración que hacía de las islas Canarias, Madeira y Azores, "comprendidas todas ellas bajo los calificativos de Perdidas y de la Caridat (Kalidat o Al Kalidat de los geógrafos arábigos)". (Jiménez de la Espada, 1877, Notas, p. 151). En esta nota nº XLVI - una de las muchas que ilustran su edición, siguiendo los usos de los historiadores positivistas en su edición de fuentes-, expone largamente sus conocimientos cartográficos, y su familiaridad con varios de los mapas europeos en los que se hicieron las primeras representaciones de los archipiélagos atlánticos, en general, y del canario en particular. "Hasta hoy, el mapa florentino (1351) publicado por Baldelli en su edición del Marco Polo, el de los venecianos Francisco y Domingo Pizigani (1367) y el anónimo catalán o mallorquín (1375-1378), copia casi amplificada del veneciano, o procedente, por lo menos, de la misma escuela cartográfica, eran los documentos que más adelantaban la Historia en el conocimiento de dichas islas, sobre todo las Azores, que antes del hallazgo de algunos de esos mapas se creían descubiertos por los portugueses hacia los años de 1433. Nuestro autor no sólo precede a los Pizigani y al cosmógrafo mallorquín en un decenio o dos, sino que cuenta diez islas más que este último, completando el número de las que corresponden a cada uno de aquellos archipiélagos; de lo cual sin violencia se deduce que los barcos genoveses, aragoneses y castellanos debían frecuentarlos ya durante los siglos XIII y XIV. No hablemos de los marroquíes y árabes españoles, uno de cuyos geógrafos, Abu-l-Hassan Naredin Ibn Said, señala ya en 1274 veinticuatro islas Afortunadas al occidente del Magreb, aunque no las nombra.. Por lo que hace al continente africano, los datos son todavía de más novedad e importancia…"((Jiménez de la Espada, 1877, notas, p. 151-152)

La apuesta de Espada por situar el Libro del Conosçimiento a la altura de los grandes libros de viajes medievales como "los de Benjamin de Tudela, Pian de Carpino, Ruisbroëk, Oderico de Friuli y John de Mandeville" (Jiménez de la Espada, 1877: IX) parece haber convencido a los eruditos. La reciente edición de un nuevo códice parecería demostrarlo. Es cierto que los editores de este nuevo códice discrepan en aspectos sustanciales de las consideraciones de Jiménez de la Espada sobre la autoría, la fecha de composición y el carácter del libro, como expondremos más adelante. Pero no cabe duda de que la edición del códice Z hecha en 1999 procede en línea directa del pionero esfuerzo que hiciera ese naturalista historiador del siglo XIX por incorporar ese texto singular al corpus de la literatura castellana medieval. Y en cierta medida así lo reconocen los mismos editores de ese mismo códice Z, como vamos a ver a continuación.

De cómo un cuarto códice se localiza más de cien años después

Uno de los afanes de Jiménez de la Espada, siguiendo los criterios metodológicos del positivismo historiográfico, fue llevar a cabo una edición rigurosa del texto más primigenio. Para alcanzar ese logro los historiadores positivistas ordenaban la sucesión de diversos manuscritos de un mismo texto, y trepaban por una especie de escala de manuscritos, hasta intentar dar con el que había salido de las manos del autor , o se aproximaba más a ese ejemplar original.

Esta fue la estrategia que siguió Espada. Tenía ante sí tres códices que comparó y desentrañó, siguiendo en cierta medida los métodos que por la misma época usaba como "anatomista comparado" para estudiar la forma y la función de los anfibios y mamíferos de sus colecciones de la Comisión Científica del Pacífico. Los tres eran, en su opinión, copias hechas en el último tercio del siglo XV de un texto primitivo y llevaban las armas o señales a que el texto se refería al pie del correspondiente capítulo. Aunque tenían errores de transcripción todos ellos, se inclinó por editar el que él denominó manuscrito S, que aún se conserva en la Biblioteca Nacional de Madrid (Ms. 1997) porque dedujo tras un cotejo prolijo que el códice S. era "el más puro y genuino de los tres", y el que se acercaba "más al primer original y le conserva más homogéneo"(Jiménez de la Espada, 1877, XIII-XIV).

Cuando ya estaban impresas las líneas preliminares de esa edición, Morel-Fatio- antiguo contrincante de Espada, pero con el que por esas fechas ya había forjado una buena amistad al compartir ambos un estilo de pensamiento y la "bonne méthode" positivista,- según se aprecia, por ejemplo, en una carta que le remitiese desde Paris el 3 de setiembre de 1877 (López-Ocón, 1991: 535)- , le puso sobre la pista de un nuevo códice que Espada rastreó con ahínco, pero infructuosamente. Así informa del hecho nuestro autor: "el Sr. Morel-Fatio ha tenido la bondad de indicarme que en los "Progresos de la historia en el reino de Aragón", de Dormer, a la pág. 269 col. 1, núm. 60, se halla citado un Viaje del mundo escrito el año de 1305, que tiene notas de Zurita, al cual perteneció, habiendo pasado después el ms. a la biblioteca del conde de San Clemente. Héme informado de personas muy entendidas en la bibliografía y la historiografía aragonesas, y hasta hoy ninguna me da razón del paradero de aquella biblioteca ni menos del precioso códice anotado por el gran cronista, y que indudablemente es el cuarto ejemplar conocido del Libro del conosçimiento de todos los reinos et señorios que son por el mundo, del cual se tomó equivocadamente como fecha el año del nacimiento de su autor. No pierdo sin embargo la esperanza de que el amable y oportuno aviso del sr. Morel-Fatio produzca en adelante mejores frutos" (Jiménez de la Espada, 1877: 119-120).

Hubo de transcurrir más de un siglo para que esa esperanza fructificase. En 1978 se subastó en la prestigiosa casa Sotheby's de Londres, como "The Property of a Lady" ese manuscrito al que le habían seguido la pista Morel-Fatio y Jiménez de la Espada cien años atrás. Fue adquirido por un librero anticuario londinense al precio de 7.200 libras, y en 1981 lo compró por 12.000 libras la Bayerische Staatsbibliothek de Munich, donde se encuentra en la actualidad, cuidadosamente restaurado (Lacarra y Montaner, 1999: 29). Y en efecto, una de sus recientes editoras la filológa María Jesús Lacarra al reconstruir la trayectoria de este cuarto códice retomó las pistas ofrecidas por los mencionados eruditos del siglo XIX. En su opinión este manuscrito Z "sería una copia tardía realizada en Aragón en el último tercio del siglo XV sobre algún original castellano perdido. Así lo evidencian las características paleográficas y gráficas y la riquísima ornamentación tanto de figuras como de escudos. Entre 1530 y 1580, el manuscrito pasó a manos del célebre cronista aragonés Jerónimo Zurita, cuya firma encontramos en el frontispicio y a cuya mano se deben anotaciones y subrayados. Ignoramos qué ocurrió exactamente con este manuscrito a la muerte del gran historiador, pero podemos asegurar que hacia 1680 figuraba en Zaragoza en la biblioteca del segundo conde de San Clemente. A partir de ese momento carecemos ya de cualquier noticia segura hasta su reaparición en subasta" (Lacarra, 1999a: 6). Más pistas sobre los avatares que ha tenido ese manuscrito Z en su recorrido desde la alacena de Zurita a la Bayerische Staatsbibliothek de Munich nos las ofrecen la misma María Jesús Lacarra, y el también filólogo, y experto en heráldica, Alberto Montaner, en el magnífico análisis codicológico y establecimiento de la tradición que hacen de ese manuscrito Z al editarlo. Sugieren en ese análisis que fue el cambio de los títulos principales y de las residencias de los condes de San Clemente los que pudieron despistar a los eruditos coetáneos de Jiménez de la Espada. Sobre lo que pudo suceder posteriormente se dispone de un indicio ofrecido por la voz consagrada a Zurita en el Espasa. Ahí se dice: "De entre los manuscritos que figuraban en su biblioteca la Diputación provincial de Barcelona adquirió en 1828 [lege 1928] muchos que se consideraban perdidos". Y en efecto en 1928 se inscribió en el libro de registro de manuscritos de la Biblioteca de Cataluña, que dependía en aquel momento de la Diputación de Barcelona, un lote de veintiún manuscritos comprados al librero de Madrid Bernardo Pereira. Casi todos ellos habían sido de los condes de San Clemente -según se aprecia estableciendo el cotejo entre la relación ofrecida por el Espasa y las noticias que proporciona el cronista Dormer en sus adiciones a los Progresos, que mencionara Morel-Fatio. Esto lleva a pensar a Lacarra y Montaner que la biblioteca reunida por el segundo conde de San Clemente no se dispersó hasta 1928. Y que al ponerse en venta pudo muy bien el librero Bernardo Pereira desligar de la colección de ese aristócrata el manuscrito Z dado su valor bibliofílico (Lacarra y Montaner, 1999: 28-29).

Límites de una edición decimonónica

Los recientes editores del códice Z del Libro del conosçimiento parecen objetar las opiniones emitidas por Espada acerca de la supuesta veracidad de sus contenidos y sobre quién y cúando se compuso esa obra medieval. (Lacarra, 1999 b: 80-85).

Así María Jesús Lacarra cuestiona la supuesta condición franciscana del autor, ya que, entre otras razones, no se descubre en el texto alusión alguna a los mendicantes o a sus misiones. La atribución había sido realizada a fines del siglo XIV por los redactores de Le Canarien, los capellanes Pedro Bontier y Juan Le Verrier, que calificaron al castellano autor del Libro del conosçimento como "Frère mendiant", tesis que fue luego repetida por todos los críticos hasta nuestros días, con alguna que otra excepción.

También muestra su desacuerdo con la datación que hiciera Jiménez de la Espada de la obra en torno a 1350 y, basándose en diversos indicios, como la alusión que se hace a la muerte sufrida por el mercader genovés Lanzarotto Malocello en la isla de Lanzarote a manos de sus nativos en torno a 1385, sugiere que la elaboración del texto es más tardía, ubicándola hacia el último cuarto del siglo XIV, inclinándose por la hipótesis de que el anónimo autor redactó el libro hacia 1385 "sirviéndose de un mapa dibujado en torno a 1350, ya que la mayoría de los sincronismos giran hacia mediados de siglo" e incorporando después aquellos sucesos de los que había tenido noticia reciente (Lacarra 1999 b: 84).

Y en cuanto a la supuesta historicidad del relato, defendida vehementente por Jiménez de la Espada, según vimos líneas atrás, Lacarra y Montaner se inclinan más bien por considerar el texto como un libro de armería, al constituir uno de los repertorios de armas de soberanos más ricos del siglo XIV (Montaner, 1999: 43-69), y como obra de un "viajero de gabinete", deudora de algún mapa de la época, hecho por cartógrafos judíos, parecido al atlas portulano, que hicieran hacia 1375 Cresques Abraham y Jafudà Cresques. Esos mapas, como ha subrayado Paul Zumthor ( 1994: 324) eran "relatos", pues en ellos la localización se combinaba con la representación (edificios, animales, plantas, monstruos, etc) y con la historia, ya que las leyendas, de extensión desigual, explicaban tanto la historia antigua, la sagrada como la contemporánea. Lacarra subraya, por ejemplo, que las menciones a la ciudad de Roma no van acompañadas de ninguna alusión a su función en la historia de la Iglesia, ni Santiago de Compostela es considerado como lugar de peregrinación. Mientras que sí se recuerdan en el texto los lugares bíblicos, especialmente del Antiguo Testamento, el paso del mar Rojo o el cautiverio de los judíos. Ahora bien, también reconoce que el Libro del conosçimiento sorprende al lector, como ya enfatizara Jiménez de la Espada, con una descripción bastante exacta de las tierras al sur de la cordillera del Atlas.

Para sostener su tesis de que el autor fue un "viajero de gabinete" Lacarra plantea, quizás en la parte más débil de su argumentación, que ese escritor anónimo "pudo combinar los datos cartográficos con el recuerdo de algún viaje real o, lo que quizás sea más probable, con otra fuente, oral u escrita". Pero al volver a la importancia que concede el Libro del conocimiento a las islas Canarias pareciera que vuelve a dar la razón a quienes, como Jiménez de la Espada, se inclinaban por la existencia de datos veraces en el relato del supuesto "frère mendiant". Expone, en efecto, que la importancia dada a las Canarias en el Libro del conosçimiento concuerda con el interés que suscitó el archipiélago canario en círculos europeos tras su redescubrimiento hacia 1336. Genoveses, portugueses y mallorquines, entre otros, emprendieron diversas expediciones a lo largo de la segunda mitad del siglo XIV, de las que da cuenta la cartografía mallorquina. Razón por la cual no ha de extrañar la gran extensión que en el Atlas de 1375 tiene la leyenda sobre las islas Canarias, en la que se registra la salida de Jaume Ferrer el año 1346 para ir al Río de Oro. Y concluye de esta manera su argumentación: "aunque las rutas narradas por el Libro del conosçimiento no respondan probablemente a una experiencia vivida por su autor, muchos de sus datos son en parte reales. Los que aporta sobre las tierras africanas resultan especialmente sugerentes y los referidos a los archipiélagos de Azores, Canarias y Madeira, sorprendentes por su actualización" ( Lacarra, 1999 b: 82-83). Y aquí habría que añadir que esa riqueza sobre la geografía africana que tiene el Libro del conosçimiento Espada la incrementó en sus notas y apéndices. Así en el apéndice tercero incluyó los capítulos relativos a España y Africa de un tratado general de Geografía escrito en árabe, allá por el siglo XIII, y traducido al castellano, en época no muy posterior, una de cuyas copias, del siglo XV, había consultado en la biblioteca de Palacio. El valor de ese texto lo prueba el hecho de que ha merecido ser reimpreso recientemente en una colección de textos clásicos sobre la geografía histórica y la topografía de Al-Andalus (10) (Sezgin, 1993: 250-262)

Como se aprecia pues por los anteriores comentarios el Libro del conosçimiento sigue planteando numerosos interrogantes, y continúa suscitando un afán de saber más de una obra tan peculiar. Y así al seguir su compleja circulación y recepción durante más de un siglo, desde que lo editase Jiménez de la Espada hasta la reciente edición del manuscrito Z, podemos encontrarnos con hallazgos inesperados. Uno de ellos ha sido toparnos con una edición parcial de ese libro, de un gran valor artístico, hecha en Paris al alimón por el extraordinario editor Iliazd y el genial Picasso. Dar cuenta de las razones y características de esa edición es el objetivo de las próximas líneas, que pretenden desarrollar la primicia que dimos no hace mucho tiempo en un libro homenaje a Jiménez de la Espada (López-Ocón y Pérez-Montes, eds., 2000: 189-191).

De esta manera podemos afirmar que la edición hecha por Espada hace más de un siglo pareciera tener límites en la doble acepción con la que usa esa noción el filósofo Eugenio Trías: en la de aludir a unos muros que cierran un espacio -pues el esfuerzo de ese polígrafo se centró en establecer el contorno del Libro del conosçcimiento mediante la crítica interna y externa de la obra-, y en la de abrir puertas o ventanas hacia fuera (11), pues esa apertura es la que ha permitido que ese texto circulase por redes de comunicación que han traspasado fronteras espaciales y temporales, como vamos a tener la oportunidad de comprobar a continuación.
 

¿Por qué Picasso ilustra una edición del Libro del Conosçimiento en el París de 1959?

En 1959 la editorial Latitud Cuarenta y Uno, -empresa impulsada por el genio del editor y poeta vanguardista ruso-francés, de origen georgiano, Ilia Zdanevitch (1894-1975), más conocido por su seudónimo de Iliazd-, publicó una joya bibliográfica: Le Frère mendiant o Libro del conocimiento. Los viajes en Africa publicados antiguamente por Bergeron Margry y Jiménez de la Espada. El libro está formado por un amplio extracto de la edición que hiciese en 1877 Jiménez de la Espada del Libro del conosçimiento precedido de otro extracto más corto de la obra de Boutier y Le Verrier Histoire de la première découverte et conqueste des Canaries faite dès l'an 1402 par Messire Jehan de Bethencourt, según la versión publicada por Pierre Margry en 1896 (12).

Se hizo una tirada corta de 54 ejemplares, numerados, sobre papel Japón antiguo. La obra es una muestra de la gran perfección que alcanzó en el arte del libro Iliazd, y marca la cumbre de la colaboración entre ese editor-poeta y Picasso, -que se remontaba a 1940-, pues está ilustrada con 22 puntas secas hechas por Picasso, que evocan los paisajes, la vegetación y los hombres del continente africano que el pintor malagueño no había pisado jamás, pero por el que se sentía atraido desde su juventud. La crítica Françoise Womant ha llegado a afirmar que este libro, tan poco conocido, puede ser considerado uno de los más hermosos que se han realizado en nuestra época al sumarse y complementarse las dotes creativas de ambos artistas que impulsan al lector a hacer un hermoso paseo imaginario por tierras africanas:

"La puissance de Picasso, avec une économie de moyens qui ne fait qu'en rendre plus évident le don créateur, va susciter en quelques traits la nature d'un continent, d'un climat, la beauté et l'innocence de la race avant la profanation, la pureté des paysages, l'éclat de la végetation, la liberté de la faune. Et la typographie, si elle s'ouvre pour laisser, à intervalles réguliers, la gravure se déployer en double page, s'organise autour des porteurs d'emblèmes ou de bannières, suscités par Picasso, et épouse par la justification des lignes le mouvement de pavoisement voulu par le peintre. Ainsi s'établit le rythme d'une promenade processionnelle à travers la terre primitive" (13).

Pero ¿qué llevó a Iliazd a impulsar esa edición y embarcar en esa aventura a su amigo Picasso? Dos respuestas podemos considerar para responder a ese interrogante: una de tipo afectivo, otra de orden cognoscitivo.

Iliazd se había casado -el 22 de mayo de 1943- con la princesa nigeriana Ibironke Akinsemoyin. Ese matrimonio le llevó a interesarse por el continente africano en general, y por la civilización yoruba en particular, y a formar una magnífica biblioteca sobre ese continente. En el transcurso de sus búsquedas bibliográficas se encontró con la edición de Jiménez de la Espada del Libro del conosçimiento y se quedó al parecer fascinado con esa obra por razones varias. Le llamó la atención la modernidad y el liberalismo de su autor, llegando a afirmar en su estudio introductorio: "A la luz del pasado el saber del fraile mendicante es admirable y la virtud de sus escritos los actualiza. No predica conquista ni conversión de las tierras de Africa que pobladas de sarracenos o idólatras son muy ricas y abundan de todos los bienes, personificadas por reyes iguales en nobleza a los reyes de Europa y Asia. En cuanto a los negros son gentes de buen entendimiento y de buen seso". De ahí que fuese Iliazd quien señalase que a esa obra había que denominarla como el Libro del conocimiento y de la equidad.

Pero no sólo Iliazd se quedó profundamente impresionado por la descripción que se hacía en ese Libro de la belleza de las tierras africanas y de la bondad de sus habitantes, sino que además este poeta, aficionado a la literatura viajera, y apasionado por la geografía y la arqueología (Le Gris-Bergmann, 1987: 44-46) consideró esa obra como una fuente para el conocimiento geográfico del litoral del Africa ecuatorial: "se podría reconocer en las líneas que consagró el fraile mendicante al reino de Amenuan el territorio habitado por los Akanes, conocido en otro tiempo por Costa del Oro, y transfigurado en República de Ghana en que los portugueses encontraron un siglo más tarde la mina de Ouro y de que son reliquias desterradas los dioses anmines y los hombres minas".

Picasso, de cuya proximidad a Iliazd hay múltiples testimonios como esa fotografía de 1947 de Juan Golfe en la que aparece cortando los cabellos a su amigo en una escena festiva y jovial (Le Gris-Bergmann, 1987: 80), colaboró al parecer en la edición de Le frère mendiant con entusiasmo. Puede entenderse esa cooperación como una empresa franco-española de homenaje al Africa negra y a su civilización (Goeppert et al., 1983: 248), cuyo redescubrimiento por Picasso en 1906 desempeñó un importante papel en su propio desarrollo artístico. El pintor malagueño dispuso en las 2 x 8 láminas proporcionadas por Iliazd una serie de dibujos a la punta seca que evocaban de manera alegre los paisajes, la vegetación y los hombres de ese continente que el no había visitado jamás ( Goeppert et al., 1983: 248). Las 22 puntas secas insertas en las láminas fueron terminadas por Picasso, según mencionara Iliazd en el prefacio de la edición de Le frère mendiant, el 23 de abril de 1958, mientras que las dos puntas secas de la tapa, que representaban una cabeza de toro y un blasón o escudo de Castilla y León se terminaron el 8 de mayo de 1959, pocos días antes de que Iliazd organizase una exposición chez Bignou -del 20 al 29 de mayo- para mostrar los resultados de esa fértil colaboración entre el editor-poeta y el genial pintor. Y allí el público, así como los afortunados lectores que hemos podido acceder a esa joya bibliográfica, pueden observar cómo la disposición escogida por Iliazd crea un ritmo de procesión a través del libro y las desconocidas tierras que muestra. Las 8 dobles páginas en las que el texto se despliega bajo la égida de portadores de banderas se alternan con páginas dobles donde a través de grandes grabados aparecen sucesivamente representaciones alusivas a la naturaleza africana y sus habitantes: aparecen entonces ante nuestros ojos dibujos picassianos relacionados con el desierto, los hombres, el velero, las mujeres, río abajo, los niños, las flores, epígrafes todos ellos dados por Iliazd para avisar al encuadernador del orden en el que había que colocar los grabados.

Conclusiones

En suma esta es la pequeña historia de la compleja circulación de un texto medieval enigmático, en el que desde su concepción original ha habido una interrelación profunda entre conocimientos científicos y expresión artística.

Objeto de una cuidada edición en 1877 en el seno de la Sociedad Geográfica de Madrid por el naturalista historiador Jiménez de la Espada, uno de los grandes polígrafos españoles del siglo XIX, quien ya subrayó las cualidades estéticas de los códices que tuvo ante sí, ha sido reexaminado recientemente por filólogos e historiadores del arte gracias al hallazgo de un nuevo códice Z, el cuarto de los manuscritos que se conservan del Libro del conosçimiento. Y entre los muchos lectores que ha tenido esa peculiar obra a lo largo del siglo XX ha destacado el poeta editor ruso-francés Iliazd. Prendado por el viaje por tierras africanas del que da cuenta ese viajero anónimo se lanzó a un complejo y ambicioso proyecto editorial de dar a conocer extractos de esa obra -a la que denominó Libro del conocimiento y la equidad- junto a otros extractos de Le Canarien, y embarcó en ese proyecto a su amigo y colaborador de aventuras editoriales Pablo Picasso.

Dar a conocer características de esa edición de Le frère mendiant o Libro del conocimiento por Iliazd y Picasso puede abrir nuevas perspectivas en el estudio de la recepción de ese manuscrito medieval que, desde que fue leido por los capellanes de Juan de Bethencourt cuando compusieron Le Canarien, sigue interpelando a los interesados por el conocimiento de las Canarias y el Africa subsahariana.
 

Notas

1. Este texto se inscribe en los proyectos de investigación TEL 98-0845 del Plan Nacional de I+D, DGES PB97-1125 y 06/115/1999

2. Una presentación al gran público de la significación de ese hallazgo se debe a la pluma de María José Pascual "Viajeros anónimos", artículo bellamente ilustrado con algunas de las imágenes de ese códice Z del Libro del conocimiento. Ver Grandes Viajeros. La Aventura de Marco Polo, en National Geographic. España. Edición especial. Sección Expediciones. Viajes científicos españoles por las tierras de Ultramar

3. Ver al respecto, entre otros, los trabajos de Bonnet: 1942 y 1944

4. Más detalles sobre esta cuestión en López-Ocón, 1991: 523 ss, particularmente pp. 524-525

5. Jiménez de la Espada 1874: IX-XIV. Esta edición la hizo Jiménez de la Espada en la prestigiosa Colección de libros españoles raros o curiosos que desde 1869 impulsaran el marqués de la Fuensanta del Valle y José Sancho Rayón.

6. Me refiero a su obra titulada Vertebrados del viaje al Pacífico verificado de 1862 a 1865 por una comisión de naturalistas enviados por el Gobierno español. Batracios, Madrid, Imprenta de Miguel Ginesta, 1875. Una crítica de esa obra debida al líder de la zoología española de aquella época en López-Ocón y Pérez-Montes, eds. (2000): 335-337

7. Se puede seguir en las páginas de la Revue Critique d'Histoire et de Littérature (12 de junio de 1875). Y de la Revista Europea (2 de mayo de 1875, pp. 349-359). Los planteamientos de Espada expuestos en este texto los reprodujo en el folleto Cuestión bibliográfica, Madrid, Imprenta Medina y Navarro, 1875, 39 pp.

8. The Canarien, or, book of the conquest and conversion of the Canarians in the year 1402, by mesire Juan de Bethencourt, etc., translated and edited by Richard Henry Major. London. Printed for the Hakluyt Society. 1872. 8º

9. El título exacto es Notice des découvertes faites au moyen-age dans l'Ocean Atlantique: antérieurement aux grandes explorations portuguaises du quinzième siècle. Existe un ejemplar de esta obra, de X + 86 p. en la biblioteca de la Academia de Ciencias de Madrid. Existe una traducción al castellano, hecha en Barcelona, de la gran obra d'Avezac sobre Historia de las islas de Africa.

10. Los textos que se reproducen en ese volumen publicado por el Instituto de Historia de la ciencia arábigo-islámica de la Universidad Johann Wolfgang Goethe University de Frankfurt am Main son los siguientes: de Jacob Christian Gustav, Des Marockaners Abdulvaheb Temini Fragmente über Spanien. Aus dem Arabischen übersetzt, Rostock, 1801, 27 pp; de Pascual de Gayangos, Memoria sobre la autenticidad de la Crónica denominada del Moro Rasis, Madrid, Memorias de la Real Academia de la Historia, 1852, pp. 1-100; de Josef von Hammer-Purgstall, Über die arabische Geographie von Spanien, Sitzungsberichte der Philosophisch-Historischen Classe der Kaiserlichen Akademie der Wissenschaften (Wien) 14. 1854 (publ. 1855), pp. 363-424; de Reinhart Dozy, Observations géographiques sur quelques anciennes localités de l'Andalousie, Nouvelles Annales des Voyages, de la Géographie, de l'Histoire et de l'Archéologie (Paris), 5ème série, vol. 6. 1860. pp. 148-182 [=Extract of: Recherches sur l'histoire et la littérature de l'Espagne pendant le moyen-âge]; de Reinhart Dozy, Review of Francisco Javier Simonet,Descripción del Reino de Granada bajo la dominación de los Naseritas, sacada de los autores árabes, y seguida del texto inédito de Mohammed ebn Aljathib, Madrid, 1861, en Zeitschrift der Deutschen Morgenländischen Gesellschaft (Leipzig) 16. 1862. pp. 580-600; de Marcos Jiménez de la Espada, ed., El libro del conocimiento de todos los Reinos, Tierras y Señoríos que son por el Mundo, que escribió un franciscano español a mediados del siglo XIV, y ahora se publica por primera vez con notas. Apéndice núm. 3: Los capítulos relativos a España y Africa de un tratado general de Geografía escrito en arábigo, a nuestro juicio allá por el siglo XIII, y vertido al castellano con algunas modificaciones, en época no muy posterior, Boletín de la Sociedad Geográfica de Madrid, vol. 2, 1877, p. 702-714; de Aureliano Fernández-Guerra, Fortalezas del guerrero ben Hafsón, hasta ahora desconocidas, Boletín Histórico (Madrid), vol. I, 1880, pp. 33-37; de Marcus Joseph Müller, Beiträge zur Geschichte der westlichen Araber. I. München 1866. [Texts in Arabic:] p. 1-13: Wettstreit zwischen Málaga und Salé von Ibnulkhatib. pp. 14-41: Reise des Fürsten Abu 'Ihadjdjadj in die östlichen Provinzen von Granada. (Aus Ibnulkhatib's Raihanat ul Kuttâb p. 220 seqq.). p. 45-100: Beschreibung der Städte Andalusiens und des Meriniden-Gebirges in Afrika von Ibnulkhatîb..

11. Eugenio Trías, Ciudad sobre ciudad. Arte, religión y ética en el cambio de milenio. Barcelona, Destino, 2001 y J. A. Rojo, "Eugenio Trías condensa sus ideas en Ciudad sobre ciudad; El País, lunes 29 de octubre de 2001. Sección Cultura.

12. El mismo Iliazd declara el prólogo de su edición de Le Frère mendiant que para el texto de Boutier y Le Verrier había optado por la versión de La Salle publicada por Margry en 1896 en lugar de la versión de Bethencourt publicada por Bergeron en 1630, Major en 1872, o Gravier en 1876, y que lo había cotejado con el manuscrito original del British Museum de Londres y la copia de la Biblioteca Nacional de Paris, y que había conservado el título elegido por Major. Y que respecto al texto anónimo del Libro del conosçimiento se había servido de la única edición madrileña publicada en 1877 por Jiménez de la Espada, "que hemos colacionado con los manuscritos de la Biblioteca Nacional de Madrid habida cuenta de los accidentes de escritura".

13. La rencontre Iliazd-Picasso. Hommage à Iliazd. Musée d'Art Moderne de la Ville de Paris. 1976, página no numerada.

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