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REVISTA BIBLIOGRÁFICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES
Universidad de Barcelona
ISSN: 1138-9796. Depósito Legal: B. 21.742-98
Vol. VII, nº 406, 25 de octubre de 2002

GUTIÉRREZ DE Mac GREGOR, María Teresa; GONZÁLEZ SÁNCHEZ, Jorge. Geohistoria de la Ciudad de México (siglos XIV a XIX). UNAM-Instituto de Geografía, México, 2002, 135 págs. + 58 imágenes. (Temas selectos de Geografía de México I.4.2) [ISBN UNAM 968-36-9857-3]

Héctor Mendoza Vargas
Instituto de Geografía, UNAM


Palabras clave: Ciudad de México, historia de México, geografía urbana

Key words: México City, history of México, urban geography


Esta propuesta se sitúa en dos dimensiones, la Historia y la Geografía. El tiempo y el espacio, en este caso, de la Ciudad de México. La obra tiene el antecedente relevante del trabajo realizado por los autores en el Atlas Nacional de México, donde publicaron la hoja "Crecimiento espacial de las principales ciudades" (UNAM, Vol. I, sección III.3.5, 1990). Allí se puede apreciar por medio de mapas el crecimiento de las tres grandes áreas urbanas del país: Ciudad de México, Monterrey y Guadalajara. En esa hoja, con la ventaja que brinda la larga duración, quedó registrado el aumento espacial de la capital mexicana: de 1,90 kilómetros cuadrados (en 1524) hasta 1.160,92 kilómetros cuadrados (en 1990), con incrementos considerables en el siglo XIX y hacia 1930 y 1940 con el auge de la industrialización. El siguiente paso natural de esa presentación visual es la descripción de forma escrita y con imágenes de ese mismo espacio urbano. La oportunidad se dio con la Colección: Temas Selectos de la Geografía de México, sección de urbanización (I. 4. 2).

Del título de libro, desde luego, destaca el empleo del neologismo "geohistoria". Como se sabe, una propuesta del historiador francés Fernand Braudel (1902 -1985), quien la utilizó para sus investigaciones de tesis sobre el Mediterráneo en la época de Felipe II (1550-1600). Para Braudel, la geohistoria quedaba más asociada al concepto de paisaje, entendido como las "interrelaciones entre los hombres y el medio, con especial atención al impacto de aquéllos en éste y llegó a definirse como un área formada por la asociación distintiva de formas físicas y culturales" (García Martínez, 1998; Braudel, 1997). Es en este sentido que los autores la utilizan para su obra, según consta en la presentación. En cuanto a la nueva palabra, no ha tenido más suerte en el entorno académico de los historiadores, como tampoco se encuentra definida en las obras geográficas habituales, por ejemplo, los diccionarios de la materia, en francés, como el de Roger Brunet: Les mots de la Géographie, dictionnaire critique (RECLUS, Montpellier, 1993) o en inglés como el de Simon Ross: A modern dictionary of Geography (Arnold/Oxford University Press, 2001).

El libro de la Geohistoria de la Ciudad de México, al igual que los mapas urbanos, tienen una larga duración, del siglo XIV al XIX. Una temporalidad que es un verdadero desafío para cualquier investigación sobre el espacio urbano. Los autores han procedido con cautela, pero con entusiasmo para "dar a conocer en forma sencilla, fácil y accesible el desarrollo de la ciudad, la de México" (p. 13). Resaltada como atractiva y especial, debido a su origen en la "intersección de dos potentes culturas: la mexica y la española" (p. 13). La obra se divide en tres partes, según la periodización de la historiografía mexicana, a saber: la época prehispánica, la época colonial y la época independiente. En cada episodio, han seleccionado el fenómeno de las inundaciones como ejemplo de la influencia del medio sobre el sitio, así como la consideración a su condición de asentamiento en una cuenca endorreica, o sea que "no tiene desagüe hacia el mar, pero recibe corrientes temporales o permanentes" (Lugo, 1989:59). El cambio o "transformaciones geográfico-espaciales de la ciudad" de México, se acompaña de indicaciones sobre "la evolución de la vivienda" con ejemplos relevantes de la arquitectura, especialmente del Centro Histórico (p. 15). En seguida, se presenta una breve síntesis de las partes de la obra y, al final, una reflexión de la perspectiva histórica abordada por los autores para el estudio del espacio urbano.
 

México-Tenochtitlán

En la primera parte, México-Tenochtitlán en los siglos XIV a XVI, se examina el origen de la Ciudad de México, en 1325, de acuerdo con fuentes documentales como el Códice Boturini y la llamada Tira de la Peregrinación. El mito de la creación remite a Aztlán como origen de "una larga peregrinación" hasta el arribo a la cuenca endorreica, "con altas montañas boscosas" de más de 3,500 msnm (p. 19). A continuación se indican aspectos esenciales del México antiguo: como la formación de los señoríos, denominados como altepemes por Charles Gibson (1962): Tenochtitlan, Texcoco y Tlacopan; su extensión, la actividad comercial, la religión (una cosmovisión vinculada al entorno natural, de cerros y lagos), la agricultura y la alimentación del pueblo mexica, basada en el maíz (p. 19-34). Tenochtitlan figuraba como un centro comercial de una gran influencia territorial. Respecto a la traza de la antigua ciudad, los autores señalan las calles y plazas abiertas, una característica empleada en los rituales e intercambios de la ciudad. Esta parte termina, con la breve mención de los ritos prehispánicos, por ejemplo, en el Templo Mayor o bien en el cerro de la Estrella, una montaña sagrada al oriente de la ciudad. Entre los mexicas, por supuesto, tales actos religiosos estaban asociados a una geografía ritual que buscaba la sobrevivencia y la legitimidad del grupo en el poder político y social. Según revelan las observaciones astronómicas, los estudios arqueológicos y una renovada antropología.

De las inundaciones de este periodo, los autores mencionan la de 1439 y la de 1468, de acuerdo con las investigaciones de Miguel León-Portilla. La solución fue una tecnología local, la de la albarrada en la parte oriental de la ciudad para "contener las aguas del lago de Texcoco" (p. 56). Esas inundaciones, nos obliga a reflexionar acerca de la decisión de la selección del sitio, rodeado de lagunas y muy próximo a cerros y grandes volcanes. A Alain Musset, por ejemplo, le parece que México-Tenochtitlan es una excepción dentro del contexto urbano de América. Por sus estudios, señala que "los españoles a menudo prefirieron abandonar sus ciudades devastadas [por terremotos, inundaciones o vientos] para instalarse en otra parte, en zonas consideradas menos peligrosas" y afirma: "se cuentan por decenas las ciudades [americanas] que fueron reubicadas con todos sus habitantes a lo largo del periodo colonial" (Musset, 1996a:42; Véase también: Musset, 1996b, 1999).

La localización geográfica de la Ciudad de México, como se ha indicado anteriormente en una cuenca hidrológica cerrada, dio origen a un problema tecnológico de gran escala, al que se enfrentaron diversos virreyes y los más distinguidos talentos novohispanos (Sala, 1994). Los habitantes, sigue Musset, "mejor informados habían entendido que el uso del arado, la conquista agrícola de las pendientes y la amplitud de la tala de árboles tenían una influencia en el régimen de lluvias, la erosión del suelo y las variaciones del nivel de los lagos" (1996:46). La transformación de un "ecosistema lacustre frágil", sin duda, fue evidente con la nueva ciudad y el aumento de la población. Así como la falta de mantenimiento de "las presas y diques prehispánicos, destinados a regular el nivel de las aguas" en la cuenca.
 

El Virreinato

La segunda parte, dedicada a la época Colonial, comienza en 1519 con la nueva ciudad de México. Construida sobre los restos del antiguo patrón de asentamientos indígena (y con sus propios materiales de construcción), la nueva ciudad fue calificada como "majestuosa e imponente", por los primeros cronistas (p. 59). Conviene destacar la atención concedida a los orígenes prehispánicos como el lugar de los espacios sagrados y las "cuatro calzadas hacia los cuatro puntos cardinales" que marcaban límites a los barrios o calpullis. Respecto a la herencia europea renacentista o mediterránea como la traza, destaca el tamaño y orientación oriente-poniente de las manzanas. Una conclusión que sólo las investigaciones del periodo de 1985 a 2000, han revelado de una forma convincente y novedosa, sobre todo a partir de los resultados de la arqueología y de los estudios de la Geografía histórica.

El aspecto de la Ciudad de México, en el siglo XVI, fue impresionante, a medio construir y con grandes problemas que requerían solución, como el suministro del agua por los mismo acueductos prehispánicos, desde las fuentes de Chapultepec. En el centro de la ciudad, las viviendas de los españoles, como "pequeños castillos feudales" con patio central y las habitaciones; pero también otros españoles habitaban casas más modestas, donde albergaron su taller o tienda en los bajos. En la periferia del núcleo inicial, sin mayor orden, la "vivienda indígena" construida con "materiales sencillos" distribuidos en los cuatro grandes barrios, que fueron: Atzacoalco, Cuepopan, Zoquiapan y Moyotlan (p. 68).

En ese entorno urbano, se comenzó a organizar la vida social, principalmente el cuidado de la salud y la nueva educación con la "enseñanza de la lengua española", los oficios, las actividades artísticas (p. 70-73) y la fundación de la Real y Pontifica Universidad de México en 1551 (p. 78). Respecto a las inundaciones, se reconstruyó la albarrada de San Lázaro en 1556, una adaptación de la obra de Nezahualcoyotl, que "suponía en cierto modo extender la reconstrucción de la ciudad antigua hacia el hinterland capitalino, ordenando el territorio de un modo semejante al existente durante el final del periodo prehispánico" (Sala, 1994). José Sala destaca de la construcción de las obras, entre otras la catedral, "el uso no remunerado de la mano de obra indígena de la ciudad y sus alrededores".

Respecto a la ciudad del siglo XVI, destaca la "nueva fisonomía", con el empleo del tezontle y la cantera en numerosos edificios y casonas que aún hoy se pueden distinguir en el llamado Centro Histórico, con calles anchas y un sistema de coches tirados por caballos (p. 81). De acuerdo con las consultas de los autores, la ciudad contaba con 20 mil familias de españoles y cerca de 60 mil indígenas, distribuidos en una jerarquía social. Las actividades económicas quedaron concentradas en el centro de la ciudad, por disposición del Ayuntamiento. Un mismo edificio funcionaba, como se ha indicado, como casa, tienda y taller con varios oficios o especialidades (p. 85). En cuanto a las inundaciones, los autores señalan la de 1607 y el nuevo papel de la ciencia moderna, con los estudios geométricos de Enrico Martínez que propuso "desviar las aguas del río Cuautitlán hacia el río Tula y de allí al río Pánuco hasta el Golfo de México" (p. 87). Los resultados esperados no se consiguieron y, en 1629, nuevas inundaciones afectaron a la ciudad. En 1637, se pensaba mover la capital novohispana hacia una parte alta, pero afectaba demasiado los intereses instalados y no hubo consenso. Otra inundación se registra en 1697 (p. 88-89).

El siglo XVIII fue, para la ciudad de México, una época de cambios notables en la arquitectura urbana, acompañada de la decisión de "fortificar a la Nueva España con una serie de obras para la defensa del territorio". (p. 91). Obras realizadas por los ingenieros militares, de acuerdo con las investigaciones de José Omar Moncada Maya. El auge de la minería, del comercio y de la industria en ese siglo, se reflejó en la "imagen urbana", con grandes palacios para vivienda familiar, algunos de los cuales aún se pueden localizar en el Centro Histórico, como el Palacio de Iturbide, el de los Condes del Valle de Orizaba (conocido como "Los azulejos" sobre la calle de Madero), el de los Condes de Santiago de Calimaya o el de los Condes de Heras (p. 95-97). Respecto a las viviendas de las clases medias, los autores nos advierten de las llamadas "vecindades", algunas de las cuales aún subsisten en el mismo lugar, aunque ocupadas como talleres o bodegas. Del mismo siglo XVIII, los autores se concentran en la obra del virrey segundo conde de Revillagigedo (1789-1794) que llevó a cabo obras como el empedrado de las calles, la limpieza, el alumbrado de la ciudad o la indicación de los nombres de las calles (p. 103-110).

De las inundaciones, la ciudad sufrió con las lluvias de 1707 y 1714. A mediados de siglo, con la de 1764 y, más adelante, con las de 1792 y 1795. El problema no se resolvió de forma satisfactoria, pues "el desbordamiento del lago de Zumpango hacia el sur" era la causa de las inundaciones de la Ciudad de México. Humboldt se percató del problema. En lugar de "aprovechar, dominar y convivir" con el agua, anotaba en su Ensayo Político sobre el Reino de la Nueva España la actitud europea: "En las obras hidráulicas del valle de México no se ha mirado al agua sino como a un enemigo del que es menester defenderse, sea por medio de calzadas, sea por el de canales de desagüe. Hemos probado que este modo de obrar, y sobre todo el sistema europeo de un desagüe artificial, han destruido el germen de la fertilidad de una gran parte del llano de Tenochtitlan" (Humboldt, 1984 [1822]:152). En una clara alusión hacia "la corte de Madrid", Humboldt señalaba que "no ha querido reconocer en el agua de los lagos mexicanos sino un elemento dañino de que era menester librar los contornos de la capital [novohispana]" (Humboldt, 1984 [1822]:153)
 

La época independiente

La época independiente es el último episodio examinado por los autores. Con la nueva vida nacional, muchos retos quedaban abiertos para una solución. La ciudad de México, no era ajena a la nueva época y enfrentaba difíciles condiciones de vivienda, salud pública, orden y policía, así como evitar el deterioro de las calles y los servicios municipales básicos (p. 114). Sin más novedad hasta la segunda mitad del siglo XIX y las nuevas leyes de desamortización y de nacionalización de bienes de la Iglesia. Una medida influyente en la vida de la ciudad capital, pues fue posible una "regulación del uso de los espacios habitacionales y comerciales -según los autores- más eficaz e integral" (p. 114-115). Este cambio de propiedad y su apropiación por parte de una burguesía en ascenso y con una nueva influencia política fue significativo en la "expansión y modernización de la ciudad" (p. 115). Los liberales afectaron sensiblemente la "fisonomía de la Ciudad de México" con la amortización de los bienes del clero católico. Así se abrieron calles, construyeron viviendas y "la segregación social" de la capital se acentúa. Nuevos espacios son ocupados por las familias más ricas que salen del centro para ubicarse sobre el Paseo de la Reforma. En cambio, las clases populares, se establecen en nuevos fraccionamientos sin servicios y mala calidad de los materiales de construcción (adobe) en casas de vecindad (p. 116). En la segunda mitad del siglo XIX, se introducen innovaciones urbanas a la ciudad y su generalización social también, más allá del uso empresarial o comercial, por ejemplo, el telégrafo o el teléfono de la Compañía Telefónica Mexicana. Otras invenciones disponibles eran la iluminación (trementina) y los tranvías, en una densa red que salía del Zócalo hacia las poblaciones alejadas (p. 120-121). El nuevo drenaje de las viviendas otorgaba mayor control y limpieza, por medio de los "grandes colectores". Respecto al gran canal, hasta 1885 actuaron varias "juntas o comisiones especializadas" en el desagüe. Sin embargo, el problema pasó al ámbito de los contratistas en el Porfiriato. Connolly ha demostrado la preferencia por la inglesa S. Pearson & Son para la realización de la obra del desagüe del valle de México, de acuerdo con la visión ideológica y personal del Presidente. Porfirio Díaz idealizaba las "aptitudes de la gran empresa moderna, necesariamente extranjera", en una abierta "desconfianza en las habilidades nacionales" (Connolly, 1997).

¿Qué nos enseña una obra con las características antes mencionadas? ¿Qué nos aporta la visión histórica en los estudios de la ciudad? ¿Qué revela la ciudad bajo este enfoque? La perspectiva seleccionada por los autores invita a la reflexión sobre la misma definición de la ciudad, más allá del dato numérico de la demografía, como una "realidad histórica" (Chueca, 1997:31). Desde esta posición, la ciudad es un "archivo" vivo, la mejor forma para su conocimiento y la posibilidad de considerar el espacio geográfico como un "documento histórico, no menos que [considerar a] la historia [como] un factor esencial en el análisis geográfico" (García Martínez, 1996:152). El libro nos invita a conocer la Ciudad de México, no tanto como "la aglomeración humana más populosa del mundo", sino por su antigüedad. Este enfoque revela una nueva forma del análisis del país que comienza, como sugiere Bernardo García Martínez, por la Ciudad de México (García Martínez, 1996).

Además de esta posible nueva lectura del territorio nacional, el libro brinda una orientación sobre ¿cómo se puede conocer el pasado de esta ciudad? Aunque la respuesta podría remitir a los interesados a los archivos (municipales, eclesiásticos, públicos o privados) o quizá al recuerdo personal, lo cierto es que el archivo es un recinto a veces poco amigable y menos adaptado a la premura de los planes de investigación. El geógrafo integra otra forma de trabajo, privilegia la salida de campo y la ciudad es un excelente espacio para esa modalidad. Y así preguntamos a los autores del libro ¿es posible visitar la ciudad prehispánica,la del Virreinato o la del México independiente? ¿Adónde vamos para encontrar las líneas, el volumen y la estética?. La respuesta exige saber buscar y mirar la ciudad. Ese entrenamiento es posible con la lectura de este libro y la práctica. Los autores han comenzado por el Centro Histórico. Así podemos iniciar nosotros también y dirigir nuestros pasos hacia los restos prehispánicos o la imponente obra virreinal, desde luego,asombrarnos con la arquitectura y el trazo de las calles, más largas en dirección este-oeste.

Para esa visita, el libro nos facilita una serie de imágenes en blanco y negro que son esenciales para la identificación de los edificios, calles, plazas y esculturas urbanas. Se puede elegir la ciudad construida por las "grandes personalidades" (como los condes, virreyes o políticos y empresarios), pero también la otra lectura histórica de la ciudad de los grupos subalternos, la que construye la cultura del pueblo con su propia vida y creencias.En resumen, la obra de María Teresa Gutiérrez de MacGregor y Jorge González, es una invitación para conocer la ciudad con el privilegio que proporciona la variable temporal. Este enfoque, como sugiere Fernando Chueca, es una defensa y antídoto contra la muerte de la ciudad, de lo más antiguo. Cuando se pierden los vestigios con el paso del tiempo o la intervención urbana altera la faz de forma considerable, se pierde la memoria de la ciudad y muere. La ciudad del siglo XVI, del XVII o del XVIII da lugar a otra distinta. Esta es una gran responsabilidad y es el marco donde los autores desean que su obra sea leída.
 

Bibliografía

BRAUDEL, Fernand. (1997). El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época de Felipe II. 4ª. Reimpresión. México: Fondo de Cultura Económica. T, I. 858 p.

CONNOLLY, Priscilla. (1997). El contratista de don Porfirio. Obras públicas, deuda y desarrollo desigual. México: FCE/El Colegio de Michoacán/UAM-Azcapotzalco. 423 p.

CHUECA GOITIA, Fernando. (1997). Breve historia del urbanismo. Madrid: Alianza, 243 p.

GARCÍA MARTÍNEZ, Bernardo. (1998). En busca de la Geografía Histórica, Relaciones. Estudios de Historia y Sociedad. México: El Colegio de Michoacán, Vol. XIX, núm. 75, pp. 25-58.

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MUSSET, Alain (1999). Lo sano y lo malsano en las ciudades españolas de América (siglos XVI-XVII). In GARCÍA MARTÍNEZ, Bernardo (Comp.). Estudios sobre historia y ambiente en América. México: EL Colegio de México/Instituto Panamericano de Geografía e Historia.

SALA CATALÁ, José. (1994). Ciencia y técnica en la metropolización de América. Madrid: Ediciones Doce Calles. 324 p.
 

© Copyright: Héctor Mendoza Vargas, 2002.
© Copyright: Biblio 3W, 2002.
 

Ficha bibliográfica

MENDOZA VARGAS, H. Gutiérrez de Mac Gregor, María Teresa; González Sánchez, Jorge. Geohistoria de la Ciudad de México (siglos XIV a XIX). Biblio 3W, Revista Bibliográfica de Geografía y Ciencias Sociales, Universidad de Barcelona, Vol. VII, nº 406, 25 de octubre de 2002.  http://www.ub.es/geocrit/b3w-406.htm [ISSN 1138-9796]
 


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