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REVISTA BIBLIOGRÁFICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES
Universidad de Barcelona
ISSN: 1138-9796. Depósito Legal: B. 21.742-98
Vol. VII, nº 409 10 de noviembre de 2002

PABLO VILA Y EL EXILIO ESPAÑOL


Francisco Escamilla Vera


 
Pablo Vila y el exilio español (Resumen)

Pablo Vila constituye una de las figuras más destacadas del siglo XX en los campos de la geografía, historia, ciencias sociales y de la educación, tanto en Venezuela como en Cataluña. Fue el fundador del Departamento de Ciencias Sociales del Instituto Pedagógico Nacional, hoy Universidad Pedagógica, en Caracas (Venezuela) y autor de una obra monumental en el campo de la investigación y de la enseñanza. La presente es una breve semblanza biográfica basada en un artículo preparado en 1981 con motivo de la fundación de un Liceo en Caracas que se inauguró con su nombre. También se hace una corta referencia a la labor que realizaron en Venezuela, junto a Pablo Vila, otros exiliados españoles en dicho país.

Palabras clave: Pau Vila, Venezuela, Cataluña.


 
Pablo Vila and the spanish exile (Abstract)

Pablo Vila is one of the more important twentieth Century researchers in the fields of Geography, History, Social Sciences and Education, both in Venezuela and Catalonia. He was founder of the Department of Social Sciences in the National Pedagogical Institute, today Pedagogical University in Caracas (Venezuela), and author of a huge academic work in scientific research and education. This is a short biography based on a paper written in 1981 presented along the inauguration of Liceo (High School) Pablo Vila in Caracas. There is also a short reference to another Spanish exiles in Venezuela.

Key words: Pau Vila, Venezuela, Catalonia.


 
Notas biográficas

Pablo Vila Dinarés nació en Sabadell, provincia de Barcelona, el 29 de junio de 1881 y murió en Barcelona (España) el 15 de agosto de 1980, a los 99 años de edad.

De familia de tejedores, oficio que practicaba una gran parte de su ciudad natal y que el propio Pablo Vila ejerció en su juventud, pasó a la enseñanza, cuando en 1902 entró como maestro en el Ateneo de Badalona. En 1905 creó la "Fundación Horaciana de Enseñanza", de la que fue director durante varios años.

Su primer libro escrito en estos años, Geografía Física y Astronómica, está redactado en forma de diálogo entre un maestro y un niño y se desarrolla describiendo las excursiones que ambos realizan. En dicho libro se pueden observar las influencias pedagógicas de Rousseau, Pestalozzi y Claparede, su gran amor por la naturaleza y su enorme vocación por la docencia.

En 1912 se ganó una beca para completar sus estudios en el Instituto Rousseau de Ginebra (Suiza) donde estuvo pensionado por la Junta de Ampliación de Estudios de Barcelona, hecho que tuvo una gran influencia en su formación, básicamente autodidacta, como la mayoría de los intelectuales de la época.

En 1915 viajó a Bogotá, donde fue director del "Gimnasio Moderno" hasta 1918. Su actuación causó una excelente impresión en los círculos pedagógicos colombianos y no fue por azar que en la hora del exilio, después de la guerra civil española, se radicara de nuevo en Colombia.

Al regreso a su Cataluña natal dirigió varios centros de enseñanza importantes en Barcelona, tales como la "Mútua Escolar Blanquerna". En 1922 realizó un curso de Geografía dictado por el eminente geógrafo Raoul Blanchard, en el Instituto de Geografía Alpina de la Universidad de Grenoble, en Francia, curso que vino a completar su formación geográfica y que vino a consolidar el interés y vocación que siempre había tenido por el estudio del medio geográfico.

En 1923 se encargó de dictar la cátedra de Geografía en la Escuela Normal de Barcelona. Fue asesor de la Editorial Barcino, donde se publicó su primer libro de Geografía regional: La Cerdanya" (1926). Entre 1928 y 1935 se publicaron los 9 tomos de su Resumen de la Geografía de Cataluña, la obra más importante que se había escrito hasta entonces sobre este tema. Presidió durante 4 años el Centro Excursionista de Cataluña. Afirmaba que "la Geografía entra por los pies" y predicaba con el ejemplo. Por encargo del gobierno regional de Cataluña, realizó el estudio de ordenamiento territorial titulado La división territorial de Cataluña, en 1936, que todavía tiene vigencia.

Tuvo que exilarse en 1939, dirigiéndose de nuevo a Colombia, donde fue profesor en la Escuela Normal Superior de Bogotá y donde publicó la Nueva Geografía de Colombia, considerado como el primer libro científico sobre el tema (1945). El gobierno colombiano le otorgó la más alta condecoración, la Cruz de Boyacá, por su labor docente y científica.

En 1946 pasó a Venezuela invitado por el Ministerio de Educación para que fundara y dirigiera el Departamento de Ciencias Sociales (ahora, Departamento de Geografía e Historia) del Instituto Pedagógico de Caracas, mucho antes de fundarse las Escuelas de Geografía de las Universidades.

Su labor, tanto en el campo de la docencia como en el de la investigación geográfica, llegó a su punto culminante, precisamente, en Venezuela. Obtuvo la ciudadanía venezolana, publicó numerosos artículos científicos y pedagógicos, dirigió numerosos cursos, conferencias, trabajos de campo y excursiones (pese a su avanzada edad), y fue el pedagogo que más hizo por la Geografía en Venezuela. Muchos de los geógrafos más destacados en Venezuela a partir de 1946 fueron discípulos de Pablo Vila y continuaron las rutas por él iniciadas en el campo de la Geografía.

Su obra más destacada en el campo de la investigación académica fue la Geografía de Venezuela, que debía tener tres tomos y de la que solamente se publicaron los dos primeros, aunque continuados con otra obra muy importante en 1969, Visiones geohistóricas de Venezuela, una colección de trabajos monográficos que vino a completar el proyecto inicial de su Geografía la cual, todavía hoy, resulta una obra científica de consulta obligada sobre los temas geográficos de Venezuela (y también históricos). El Instituto Panamericano de Geografía e Historia le otorgó la medalla W. W. Atwood, en Buenos Aires, por el va1or de esta obra.

Desde 1964 alternaba el trabajo de investigación entre Venezuela y Barcelona, adonde se dirigía y donde vivía durante la época de buen tiempo. Pasaba el invierno europeo en Venezuela, donde era muy bien recibido y donde vivían su hijo Marco Aurelio Vila, profesor de Geografía de la U.C.V. (Universidad Central de Venezuela) y sus nietos. En Venezuela se dedicaba a la actividad más reconfortante y útil para un hombre de su talla intelectual: investigar y escribir.

Esta emigración anual entre Caracas y Barcelona se mantuvo entre 1964 y 1978, en que por razones de salud, ya no regresó a Venezuela, Sin embargo, se recuperó y siguió trabajando hasta pocos días antes de su muerte, en sus temas favoritos de Geografía Histórica.


La personalidad de don Pablo Vila

Las cualidades más destacadas en la larga carrera científica y docente de Don Pablo Vila fueron la autodisciplina, su espíritu crítico, el afán de búsqueda de la verdad, su gran capacidad de trabajo, el amor por los países donde vivió y su trato amable y sencillo.

No le bastaba el descubrimiento de nuevas rutas en la investigación y en la enseñanza sino que se veía inmediatamente empujado a divulgarlas y a ponerlas en la práctica, haciendo partícipes a los que estaban cerca de él, de ese amor por el estudio de la Geografía y de la Historia y contagiando a todos su pasión por el trabajo disciplinado y su vocación por la docencia.

Consideraba que en la formación de un educador, el contenido de la enseñanza debía privar sobre la metodología. "Para cocinar un pato necesitamos tener el pato y ninguna de las recetas posibles podría prepararse sin él". "No se puede enseñar lo que no se conoce" era otro de sus lemas que parece no tener mucha vigencia en nuestros días.

La simple lectura de la extensa bibliografía de Don Pablo Vila daría pie para la realización de una investigación acerca de la evolución de la enseñanza y de la Geografía en las primeras ocho décadas del siglo XX. Fueron 80 años de una labor fecunda, tanto en el campo de la investigación geográfica e histórica como en el de la enseñanza. "Publicó una veintena de libros, cerca de 250 opúsculos, artículos y comunicaciones, diez semblanzas, varias crónicas sobre Congresos Internacionales de Geografía, más de 20 artículos sobre la problemática social y cerca de un centenar de reseñas de obras" (Revista Terra Nº 5. pp. 145-146).

Su pensamiento amante de la libertad se manifestaba a través de una pedagogía activa y relevante en cuanto a sus contenidos. Fundó y dirigió numerosas escuelas y actuó como maestro y profesor en todos los niveles educativos. Sin embargo, la gran importancia de su labor geográfica, especialmente a partir de 1924, opacó, en cierta forma, su relevancia como pedagogo. Tal vez contribuyó a este hecho el que posteriormente, en Venezuela, siendo el geógrafo más destacado del país durante muchos años y de haber escrito numerosos artículos y libros sobre el tema, jamás dictó la cátedra de Geografía de Venezuela por impedimentos de orden legal (sólo los venezolanos por nacimiento podían dictar las que se consideraban materias patrias, es decir, la Geografía e Historia de Venezuela, limitación que se suprimió en la Constitución actual). Un estudio más detallado de su actuación docente de más de 60 años tal vez lograría poner de manifiesto que su labor pedagógica es equivalente, por lo menos, a su labor como geógrafo.

Recibió numerosas distinciones en varios países, entre ellas, la Cruz de Boyacá en Colombia (que ya se ha señalado), la Cruz de Oro del Ayuntamiento de Barcelona, y el Primer Premio de las Letras Catalanas en 1976. Recibió el Título de Doctor Honoris Causa tanto en la Universidad de Barcelona (España) como en la Universidad Central de Venezuela.

La importancia de Pablo Vila en Venezuela y, especialmente en el Instituto Pedagógico de Caracas no debió ser subestimada. y sin embargo, su deceso en 1980 y el centenario de su nacimiento en 1981 pasaron prácticamente desapercibidos en dicho Instituto. La difícil situación del I.U.P.C. y del sistema educativo en general a partir de 1980, explican en parte este hecho, aunque las verdaderas razones resulten mucho más complejas y hasta más desagradables.

La U.C.V. (Universidad Central de Venezuela) dedicó el número 5 de la revista Terra como homenaje a Don Pablo Vila, en el que se incluyeron varios artículos biográficos acerca de su obra escritos por Antonio Luis Cárdenas y Rubén Carpio Castillo (que habían colaborado inicialmente en la Geografía de Venezuela de Don Pablo), Isbelia Sequera de Segnini y otros, además de una bib1iografía bastante completa (de 32 páginas), preparada por Montserrat Galera, de las obras que escribió en su larga y fecunda vida.

Este breve artículo debería haber sido solamente un punto de partida, un modesto aporte al estudio de la obra de Don Pablo Vila Dinarés que debió haberse ampliado y profundizado en el Departamento de Geografía e Historia del Instituto Pedagógico (actualmente, Universidad Pedagógica), del cual fue fundador. Sin embargo, apenas se quedó en una breve biografía preparada para acompañar una charla divulgativa que dicté en la inauguración del Liceo Pablo Vila en 1981: ni los alumnos ni los profesores sabían quién era Pablo Vila. Sólo recientemente, con algunas investigaciones de Sergio Foghin, editor de la Revista Aula y Ambiente de la Universidad Pedagógica, se ha vuelto a estudiar la vigencia de su obra geográfica.

Pablo Vila representa, a 121 años de su nacimiento, la supervivencia de una serie de valores que trascienden al tiempo y al espacio y que es preciso rescatar en una época tan dinámica como la nuestra en la cual los cambios, desafortunadamente, no son siempre positivos. En el presente año de 2002 se están cumpliendo 100 años del inicio de la labor docente de Don Pablo Vila, y la ocasión sería propicia para hacer una evaluación de esa labor y de contrastarla con la evolución de la educación tanto en Venezuela como en España. Conocí personalmente a Don Pablo Vila y lo visité en su quinta caraqueña de la Alta Florida, adonde fui en varias ocasiones para colaborar con las investigaciones que estaba realizando en la preparación de sus Visiones Geohistóricas de Venezuela. Y en 1978 me propuso dirigir mi tesis doctoral en Barcelona, cosa que me disponía a aceptar cuando, por un error administrativo cometido en el Instituto Pedagógico de Caracas, me vi obligado a regresar a Venezuela.

En mayo de 2000 salió la primera edición del libro Geografía de Venezuela editado por el Fondo Editorial de la Universidad Pedagógica Experimental Libertador, que fue seguida, unos tres meses después, por una segunda edición corregida y ampliada, en la que Duilia Govea de Carpio hacía referencia en el prólogo al hecho de que sus autores, Antonio Luis Cárdenas Colménter, Rubén Carpio Castillo y Francisco Escamilla Vera, venían a continuar y actualizar la labor tan dignamente iniciada por Pablo Vila.

En un trabajo anterior nuestro se hace énfasis en el valor académico de la labor de investigación realizada por Pablo Vila:

"En resumen, el desarrollo que podríamos llamar "explosivo" de las ciencias particulares y el interés por especializarse que tienen muchos científicos debido a dicho crecimiento da origen, en oposición, a una creciente necesidad de las ciencias que, como la Geografía, suelen dar una imagen más integradora del conocimiento científico, cuando éste se refiere a un área o región determinadas. Sin embargo, como se indica en el análisis del Atlas de PEDEVESA (1992), las fallas más evidentes de la obra se presentan, precisamente, en el campo de la Geografía. Y una revisión de la bibliografía como la que se indica en la presente reseña nos haría resaltar la importancia de las obras de Pablo Vila, por la cuidadosa documentación que preparó para fundamentarlas y por el hecho de dar esa rara imagen integradora del espacio, una visión de "síntesis" que se había hecho posible por el previo análisis detallado de la información disponible. Cuando observamos las conclusiones de Pablo Vila sobre la hidrografía del Orinoco y de sus afluentes (por ejemplo, cuando se refiere al río Sipapo, o al trazado de los ríos Mavaca y Siapa, mucho más acertado en la Geografía de Venezuela de Pablo Vila de 1959 que en el propio Atlas de Venezuela en su edición de 1969) y comparamos la información que había obtenido con la que ahora podemos obtener de los satélites, nos damos cuenta en seguida del extraordinario valor de esas conclusiones y de una Geografía "que entra por los pies", como el mismo solía repetir, a pesar de que contaba 65 años cuando llegó a Venezuela para encargarse del recién creado Departamento de Geografía e Historia del Instituto Pedagógico de Caracas, una edad que no fue obstáculo para que continuara trabajando en Venezuela durante 30 años más (alternando este trabajo con el que reanudó en Cataluña en los últimos tiempos de su larga y productiva vida). Y si nos hemos extendido mucho en estas consideraciones es porque en una obra titulada El mundo de los geógrafos (Peña y Sanguin, 1984), no se hace ninguna referencia a su labor, ni en Venezuela, ni en Colombia, ni en Cataluña. Creemos que una obra actualizada y objetiva acerca de la Geografía de la cuenca del Orinoco (o de todo el territorio venezolano) tendría que reconocer, en su justa proporción, el extraordinario valor de la labor geográfica de Pablo Vila" (Rodríguez y Escamilla, 1998).
 
La investigación geográfica e histórica en la época actual

Y ahora, una especulación de cierto interés. ¿Cuál habría sido el incremento del valor de la obra de Don Pablo Vila si hubiera contado con la tecnología de la información que se desarrolló poco después de su muerte?. Probablemente, el valor de su obra de investigación hubiera sido mucho mayor, aunque tal vez a expensas de su labor como docente (en el Pedagógico de Caracas fue profesor, entre otras, de las asignaturas de Geografía Física y Geografía Regional). No olvidemos que sus ideas pedagógicas se basaban en el trato personal, en la interacción mutua entre el profesor y el estudiante pero era el profesor el que, siguiendo una programación bien estructurada, establecía los contenidos y la secuencia lógica de lo que el estudiante debía aprender, cosa que, en los tiempos actuales, resulta mucho más difícil de establecer. Como ya señalaba Franz Pöggeler en 1970: "mientras que anteriormente el saber ofrecido o impuesto al alumno era seleccionado previamente y mantenido dentro de límites relativamente estrechos, la información hace accesible al hombre moderno en una edad relativamente temprana el saber adquirible sin selección previa, sin una preparación ad usum delphini que lo haga inocuo" (Pöggeler, 1970, p. 127). Y lo curioso de esta cita es que procede de un artículo escrito mucho antes del  boom de Internet, por lo que esta opinión tendría ahora mucha mayor validez.

Desde luego, la opinión anterior parece ser una acotación al margen del tema del artículo, con el que, aparentemente, guarda poca relación. Pero sucede que, primero como estudiante (1961 – 1965) y, a partir de 1970, como profesor en el Departamento de Geografía e Historia que fundó Pablo Vila hace 56 años, he venido a ser una especie de testigo activo de la evolución del Instituto Pedagógico Nacional, sobre todo, a partir del momento en el que Don Pablo se fue alejando gradualmente del mismo para dedicarse exclusivamente a la investigación. Y una reflexión en torno a la historia de este Instituto, cuyo papel fue tan esencial en mi formación y en la de miles de docentes más, deja un sabor bastante amargo al comprobar con cierta tristeza lo que fue y lo que es ahora. Es el signo de nuestros tiempos pero, el hecho de que esa especie de devaluación del valor que la docencia tiene, esté ocurriendo no sólo en Venezuela sino en todo el mundo, no resulta, como es lógico, ningún consuelo y tampoco es una explicación. Una institución que tenía entre su personal docente catedráticos de la talla de Pablo Vila, Juan David García Bacca, Pedro Grases, Augusto Pi Sunyer, Ángel Rosenblat, José Royo y Gómez, Antonio Goldbrunner, Ignacio Burk y tantos otros (muchos de ellos, exiliados) se ha venido convirtiendo en una universidad que recoge a los estudiantes de Bachillerato con menor nivel académico los cuales, en su mayor parte, no tienen mucha vocación por la carrera docente (hay que reconocer que también los salarios del personal docente son mucho más bajos en comparación a los que eran hace treinta o cuarenta años). La calidad de la educación que se imparte ha descendido, a pesar de que los planes de estudio se han alargado considerablemente en materias que son, desafortunadamente, repetitivas y de escaso valor formativo. Uno de los motivos de esta situación aparece explicado en un artículo anterior (Escamilla, 1998) y puede resumirse en el hecho de que en el alargamiento de los estudios se suelen tomar más en cuenta los intereses laborales de los docentes que van a dictar las materias nuevas que las necesidades de los propios estudiantes. ¡Y aún nos quejamos del fracaso y del malestar estudiantil cuando un alumno tiene que estar 20 o más años sentado en un pupitre aprendiendo muchas cosas irrelevantes y hasta erróneas a cambio de un título que se ha venido devaluando con el pasar de los años!.

Desde luego, la solución al problema de la crisis educativa se aleja de los extremos: no se encuentra en la tolerancia hacia conductas impropias de una juventud muchas veces desquiciada ni en la aceptación de todo lo que se impone "desde arriba" en nuestro sistema educativo, sobre todo, dentro de la educación pública. Matizando esta última afirmación, podemos decir que no toda la educación que se imparte es buena por el hecho de ser gratuita, como tampoco es buena la televisión que vemos por el hecho de que sea pública (o privada). La educación tampoco es buena por el simple hecho de ser más larga, ni los títulos universitarios suelen tener un nivel homogéneo. El sistema educativo no debe entenderse, en el nivel preuniversitario, como un filtro para el acceso a la educación superior y ésta no debe ser una represa para retrasar la entrada de los ciudadanos en el mercado de trabajo. La solución es mucho más sencilla de lo que parece a simple vista si aplicamos el sentido común. Pero en educación, el problema no está en el diagnóstico sino en la solución: no es el qué sino el cómo. ¿Cómo rescatar el valor que la investigación en el campo de todas y cada una de las ciencias (incluyendo la geografía e historia) tiene en la época actual?. ¿Debemos aceptar que la geografía e historia sean sustituidas por conocimientos erróneos, localistas, poco científicos o esotéricos?. ¿Tienen alguna validez el Calendario Zaragozano en España, el culto a María Leonza en Venezuela o la astrología y la brujería en cualquier país?. Nos quedaríamos asombrados de ver la cantidad de personas que responderían afirmativamente a esta última pregunta. Sin embargo, el tratamiento más amplio de estos problemas queda, evidentemente, fuera de los alcances (mucho más limitados) de este artículo.

Una mirada a lo que está ocurriendo actualmente en el mundo podría servir para fundamentar la idea de que la investigación en el campo de la Geografía y de la Historia tiene hoy en día una importancia fundamental, mucho mayor que cuando Pablo Vila llegó a Venezuela pero, paradójicamente, parece ser una actividad en vías de extinción, como sucede con muchos planes de estudio de geografía en distintas universidades. ¿Una imagen muy pesimista?. Tal vez, pero sinceramente desearía estar equivocado y, desde luego, también me hubiera gustado que las cosas se hubieran desarrollado de otra manera algo más acorde con el modelo educativo que Pablo Vila y otros pedagogos tuvieron el acierto y la sabiduría de diseñar.

Desde luego, una investigación de la evolución de la formación docente en el campo de las Ciencias Sociales en Venezuela (o en otro país) debería partir, a semejanza de lo que el propio Pau Vila realizó en muchos de sus trabajos y conferencias (por ejemplo, Vila, 1953), de un estudio histórico crítico, algo que poca gente desearía que se llevara a cabo ya que pondría de relieve las carencias y deficiencias de la época actual. Todo ello equivale a decir que cuando se trata de investigaciones objetivas (es decir, críticas) de la historia de las instituciones, hay muy pocas de ellas, tanto si se trata de una institución particular como el Pedagógico como si se refiere al sistema educativo en general, que aceptaran gustosamente las críticas (y aún sería mucho más difícil que patrocinaran esas investigaciones) aunque tuvieran una finalidad constructiva como sería la mejora de esas instituciones. Ello reduce considerablemente las posibilidades de la investigación histórica, la cual queda limitada a la que se desarrolla a escala individual por parte de personas que tienen la suerte de poder trabajar por su cuenta, sin muchas preocupaciones por sobrevivir en un mundo tan complejo y con una inversión de valores tan grande como la que existe actualmente. En resumen, en el financiamiento que muchas instituciones hacen a través de programas de Investigación y Desarrollo (I + D, como aparece muchas veces por la manía perezosa de abreviarlo todo), casi todo se dedica al desarrollo y muy poco a la investigación, sobre todo si se trata de una investigación que sea objetiva y no sesgada.
 

 Un enfoque optimista

En el libro ya citado de Cárdenas, Carpio y Escamilla se incluye un comentario en la solapa (del cual soy autor) en el que se puede intuir un enfoque que vendría a descubrir las inmensas posibilidades de nuestros tiempos en el campo de la investigación y que, a pesar de ser bastante largo, se incluye a continuación:

"José Ortega y Gasset, una de las mentes más lúcidas del siglo XX decía, hace más de 60 años, que ya existían demasiados libros. Hoy podríamos decir casi lo contrario: existen muy pocos libros y debemos considerarlos como algo enormemente valioso, precisamente, por su escasez. Desde luego, esta afirmación debe matizarse en el sentido de que cada vez hay menos libros valiosos y dignos de leer y, desafortunadamente, demasiadas obras de astrología, esoterismo o de "recetas" de psicología o tecnología convertidos en "best sellers" por el poder de la publicidad. Y en el nivel universitario, los libros también han venido siendo sustituidos por fotocopias de fotocopias, con lo que se pierde el sentido integral de lo que debe ser un libro. Además, la excesiva frondosidad de los planes de estudio ha significado una verdadera devaluación del conocimiento científico. Pero, a diferencia de épocas muy recientes, el estudiante o el docente dispone actualmente unas enormes posibilidades técnicas de investigación y de trabajo que han eliminado casi por completo los obstáculos físicos de la distancia y del tiempo: hoy en día es posible, en cualquier rincón del planeta, organizar una biblioteca "virtual" en muy poco tiempo y de manera muy económica. Sin embargo, no todos tienen estas posibilidades de investigación, lo que nos lleva de nuevo al valor que tiene el libro impreso, como obra de integración de conocimientos y como punto de partida para comenzar nuevos métodos de descubrimiento del saber que ni siquiera podemos imaginar. Por ello las bondades del presente libro resultan evidentes: es una obra actualizada, completa, de cara al futuro, crítica y, al mismo tiempo, optimista. Está dirigida tanto a estudiantes y profesores como al público en general, las personas que tienen la necesidad de conocer cada vez y mejor su propio país. La experiencia acumulada en la docencia de más de 130 años de los autores permite afirmar que el futuro será mejor si lo iniciamos desde ahora con buen pie".
Como tal vez estas expresiones parezcan algo exagerado y sin fundamento, me permito presentar un pequeño ejemplo, que viene a retomar algo que se señalaba anteriormente: siendo la labor de Don Pablo Vila tan considerable y extensa (en el espacio y en el tiempo), sería posible editarla, práctica y rápidamente, en un disco compacto cuyo coste vendría a ser mucho menor que el que puede tener una simple revista.

El exilio español en Venezuela

El exilio español en Venezuela (en especial, el procedente de Cataluña) realizó una enorme labor científica y educativa por la que la nación entera tiene una deuda cultural impagable, como señala Alexis Márquez Rodríguez en unas notas biográficas sobre Pedro Grases (Márquez, 2002). Por ello me llamó la atención el hecho de que en la exposición sobre el exilio que están presentando la Fundación Pablo Iglesias y el Centro de Arte Reina Sofía en el Parque del Retiro de Madrid, no aparecieran las figuras más relevantes del exilio español en Venezuela, con la excepción de Juan David García Bacca, y ello porque este destacado filósofo y docente tuvo una actuación de cierta importancia también en México. Y me hubiera gustado mucho colaborar con el tema del exilio español en Venezuela, en la exposición del Parque del Retiro, si hubiera tenido la información previa, la posibilidad y la ocasión para ello. Desde luego, entre los países que han colaborado en dicha exposición no se encontraba Venezuela, lo cual podría deberse a que el gobierno venezolano carece de interés en el tema, o bien a que los funcionarios públicos venezolanos se encuentren demasiado involucrados en la crisis del país, que nunca antes había alcanzado proporciones como las que tiene hoy en día.

Aparte de Pablo Vila, entre los ilustres exiliados en Venezuela (la mayoría de ellos, catalanes) se puede citar a:

Augusto Pí i Sunyer, médico y profesor en el Instituto Pedagógico, fundador de los estudios universitarios de microbiología en la Universidad Central de Venezuela.

Pedro Grases, polígrafo, catedrático de lengua española en el Instituto Pedagógico Nacional y en la Universidad de Harvard. Se destacó como docente, ensayista, escritor, en el estudio de la obra realizada por Andrés Bello y en una ingente tarea bibliográfica que sirvió para rescatar numerosas obras que, de otra manera, se hubieran perdido.

José Royo y Gómez, geólogo, fundador de los estudios modernos de Geología, tanto en el Instituto Pedagógico como en la Universidad.

Juan David García Bacca, escritor, filósofo y profesor de Filosofía tanto en el Instituto Pedagógico como en otras universidades venezolanas y de otros países.

Federico Riu, profesor de Filosofía en el Instituto Pedagógico y fundador de los estudios de Lógica en la Universidad Central de Venezuela (fue director de la Escuela en dicha Universidad).

Pedro Bargalló Cervelló, pintor, astrónomo, periodista, escritor, conferencista y primer director – fundador del Planetario Humboldt, donde se encargó durante mucho tiempo de dictar cursos de divulgación científica. En un principio, el Planetario dependía de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas de la Universidad Central de Venezuela, dirigida por otro catalán (Enrique Campderá Maluquer), que probablemente era exiliado también.

Germinal Gracia (escribió numerosos libros y artículos con el seudónimo de Víctor García), escritor y viajero que le dio una vuelta al mundo trabajando en varios países (Japón, China, México) para después dejar en sus libros (Panamá, México y Océano Pacífico; El Japón, hoy; Escarceos sobre China, etc.) constancia de esos viajes a través de una prosa amena y unos puntos de vista muy interesantes.

Como se ha podido ver, los dos últimos exiliados no forman parte del grupo que desarrolló su labor en el Instituto Pedagógico, pero que ejercieron una acción cultural muy interesante, junto con otras personas (José Xena, Juan Verde y muchos otros) a través de una institución muy peculiar fundada a mediados del siglo XX, el Centro Cultural y de Estudios Sociales, que estaba ubicado en una quinta de San Bernardino (derrumbada posteriormente para ampliar el edificio sede de la Electricidad de Caracas) y en la que se disponía de biblioteca y sala de cine, un centro excursionista que yo mismo organicé y que llegó a reunir en muchas ocasiones, 120 personas de todas las edades para realizar excursiones en la Sierra del Ávila y en otras partes del país (antes de que se creara el Parque Nacional del Ávila e incluso de la creación del Centro Excursionista de la Universidad Central en marzo de 1958), sala de conferencias y donde los miembros organizaban viajes turísticos vacacionales por todo el país. También contábamos con un grupo teatral que montó varias obras. Además, se editaba un boletín y se financiaron y promocionaron varias publicaciones entre las que recuerdo una obra de Erich Fromm y otras del capitán Mosqueira Manzo sobre las tortugas del Orinoco. Era una institución altruista ya que, en la práctica, casi todas las actividades eran gratuitas y financiadas por las familias que fundaron el centro. Estas familias catalanas que tuvieron la iniciativa de crear el Centro habían cruzado la frontera de los Pirineos en el invierno de 1939, cuando fueron a parar a un campo de concentración en el sur de Francia y después siguieron juntos al ser recibidos como exiliados en la República Dominicana. La organización de la Biblioteca del Centro fue una obra casi exclusiva de José Xena, que había sido maestro en San Juan de la Maguana (República Dominicana) antes de emigrar a Venezuela en 1946 con las demás familias del grupo inicial.

En esos tiempos, contábamos con la asesoría, en lo que respecta a libros, de Leo Moulines, que estaba al frente de su "Librería Politécnica" de la calle Villaflor de Sabana Grande y muchos de los libros de la Biblioteca del Centro, como de la mía propia, se adquirieron en ella. Esta librería, en la que podían encontrarse libros sumamente valiosos, se convirtió en una caricatura de lo que era cuando cambió de dueño hace unas décadas y terminó por desaparecer poco después.

Germinal Gracia fue ampliando su propia biblioteca particular hasta que alcanzó un tamaño tan grande que se tuvo que dividir entre su casa de Montpellier y su apartamento de Chuao, en Caracas. Había trabajado como empleado de Air France en el área de turismo y como funcionario diplomático de Francia en Marruecos. Por su parte, Pedro Bargalló fundó y dirigió durante muchos años, la Biblioteca del Banco Industrial de Venezuela que todavía existe en la Avenida Universidad de Caracas.

Muchos de los datos del exilio español en Venezuela deberían investigarse y evaluarse en una investigación más amplia y, a la vez, más profunda, que me gustaría emprender algún día, para lo cual dispongo de la oportunidad y de las "herramientas" que se necesitan. Estoy convencido de que en la Biblioteca del Centro se podrían encontrar libros únicos y valiosos que deberían rescatarse y, con ellos, acceder a un fragmento del pasado que muchos se empeñan en ocultar u olvidar y otros, como yo, en conocer mejor. Como compensación, la cola de dos horas y media que tuve que hacer para entrar a la exposición sobre el exilio español en el Retiro, me sirvió para entender que en este último grupo, no estoy solo, ni mucho menos.

La Biblioteca del Centro Cultural y de Estudios Sociales se encuentra actualmente embalada en cajas en el sótano de la casa de Nereida Xena y Fernando Enrech en Eragny sur Oise, cerca de Paris.

Y en este punto podemos retomar la idea ya expresada sobre las ventajas de la tecnología actual aplicada a la investigación científica (y en este caso, bibliográfica). La mayoría de las obras de esa biblioteca (o por lo menos, una gran parte) cabrían en el formado de un disco compacto y ello, en mi opinión, es el fundamento de lo que refería en el libro de Geografía de Venezuela: estamos en una época en que el poder de la tecnología nos permitirá progresar y avanzar por caminos y a ritmos insospechados. Como nos recuerda Edward Yourdon: "hoy en día, el ciudadano medio tiene más capacidad informática en su casa que todo el campus del poderoso Massachussets Institute of Technology en 1974" (Yourdon, 2002). Pero no debemos dormirnos en los laureles: hay que seguir luchando por el progreso científico y en contra de la marejada de mediocridad y de indiferencia de nuestros tiempos y en esa lucha, tenemos que emplear los medios técnicos más avanzados que tengamos a nuestra disposición. Sin embargo, una llamada de atención se impone: el que exista un mundo mejor en el futuro si nos empeñamos en descubrirlo y explorarlo no quiere decir que esa vía sea fácil y que no existan obstáculos en ella. Hay que ser optimistas a la manera de José Luis Sampedro: "otro mundo es posible, otro mundo es seguro" (Sampedro, 2002) pero teniendo en cuenta que un exceso de optimismo tampoco es recomendable.

El camino señalado por Pablo Vila a través de la investigación científica, el estudio, la reflexión, la documentación, la enseñanza y la divulgación constituye un modelo a seguir en una época en la que más bien escasean ese tipo de modelos que tengan plena validez.
 

Bibliografía

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YOURDON, Edward. The Impact of September 11th on Information Technology. Reseña incluida en la Revista Actualidad Económica, agosto 2002, p. 34 – 36.

Hemerografía (Selección)

Diario El Nacional, Caracas: 17 de Agosto de 1980.

Diario Avui. Barcelona: 16 de Agosto de 1980.

Revista Terra Nº 5 (edición especial dedicada a Pablo Vila). Caracas: Universidad Central de Venezuela, 1981.

VILA, Pablo. La Geografía en el Departamento de Ciencias Sociales del Instituto Pedagógico de Caracas. Caracas: Revista Educación, septiembre de 1953.

© Copyright: Francisco Escamilla Vera, 2002.
© Copyright: Biblio 3W, 2002.
 

Ficha bibliográfica

ESCAMILLA VERA, F. Pablo Vila y el exilio español en Venezuela. Biblio 3W, Revista Bibliográfica de Geografía y Ciencias Sociales, Universidad de Barcelona, Vol. VII, nº 409, 10 de noviembre de 2002.  http://www.ub.es/geocrit/b3w-409.htm [ISSN 1138-9796]


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