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REVISTA BIBLIOGRÁFICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES
Universidad de Barcelona
ISSN: 1138-9796. Depósito Legal: B. 21.742-98
Vol. VIII, nº 437, 30 de marzo de 2003

EL SÍNDROME DEL CONVERSO. COMENTARIOS SOBRE
EL ANÁLISIS DE LA SITUACIÓN EJIDENSE DE MIKEL AZURMENDI

Nathalie Hadj


Palabras clave: El Ejido, inmigración, conflicto

Key words: El Ejido, migration, conflict


Es ejercicio saludable recurrir a la historia para explicar acontecimientos actuales. No obstante, no siempre este uso se realiza de forma adecuada por lo que sorprende que se pueda utilizar arbitrariamente el pasado para justificar un presente atiborrado de incoherencias. Esto al menos, es lo que se desprende del libro de Mikel Azurmendi Estampas de El Ejido, obra que curiosamente lleva el subtítulo Reportaje sobre la integración del inmigrante y que parece más bien un estudio destinado a racionalizar el rechazo del otro con el fin de asentar los fundamentos de la incapacidad de asimilación del colectivo magrebí, estereotipo tan propagado como el del ejidense racista y que como todos los lugares comunes, no vincula ninguna realidad consolidada por lo que hay que lamentar, antes de proceder a un análisis más detenido del estudio de Azurmendi, que un intelectual se preste a la reproducción de generalidades que no son inocentes y sí, nefastas y perjudiciales.

Cabe destacar en primer lugar, el acierto en la descripción de las vicisitudes vividas por los primeros colonos procedentes de otras provincias andaluzas puesto que a menudo este hecho pasa desapercibido y solo permanece en el imaginario colectivo, la imagen de la opulencia económica de algunos agricultores que no corresponde a la situación de la mayoría de ellos que, como lo señala muy justamente Azurmendi, siguen trabajando y labrando arduamente sus tierras. Es asimismo cierto, que hubo una inmigración primera originaria esencialmente de las Alpujarras que se estableció en las áridas y hostiles tierras de El Ejido en condiciones similares a las que hoy en día sufren los nuevos inmigrantes. Ahora bien, me parece un error omitir que precisamente fue la emigración española,- emigración económica y espita de la economía - la causante del reducido numero de población de la provincia entre 1901 y 1980, y que "la gran hemorragia poblacional queda puesta de manifiesto al constatar que en 1970 uno de cada dos almerienses residía fuera de su provincia[1], Por consiguiente, el fenómeno de los flujos migratorios, en ambos sentidos, emigrados/inmigrados, era de sobras conocido y constituía un rasgo característico de la población almeriense, mucho antes de la llegada de inmigrantes no autóctonos.

Otros antropólogos, que a juicio de Azurmendi, no merecen credibilidad por falta de objetividad pero que gozan de la ventaja de ser oriundo de la región y de conocer de primera mano cuáles son las dificultades y la rudeza del trabajo bajo plástico, como Francisco Checa, ya mencionaron en su momento, la laboriosa trayectoria de los primeros inmigrantes[2] y Mikel Azurmendi no hace más que subrayar un hecho de sobras conocido. No se trata de desmerecer o menospreciar la experiencia vivida por estos primeros inmigrantes, sin embargo de ningún modo ésta puede servir de cohartada para justificar el trato que se otorga en la actualidad a los inmigrantes de la zona de El Ejido. Al contrario, este recurso a la memoria colectiva debería, en cualquier caso,  contribuir a suscitar más empatía y comprensión para quienes han tenido que soportar vivencias similares.
 

El síndrome del converso

Azurmendi establece frecuentemente un paralelismo entre las situaciones del agricultor y del inmigrante, similitud de la que abusa para poner de relieve la capacidad del primero a sufrir condiciones precarias de alojamiento - sin luz ni agua corriente - con el fin de  subrayar tácitamente la ineptitud del segundo a sobrellevar  las mismas condiciones de vida. A través de esta comparación, se consigue dignificar al agricultor en detrimento del inmigrante, contrastando la valentía de uno con la falta de resignación del otro, sin caer en la cuenta de que en El Ejido de hace 30 años, la falta de agua corriente era homogénea y que al umbral del siglo XXI, en la Europa unitaria y "globalizada" no es concebible que existan aún lugares recónditos del poniente almeriense que recuerden a Calcutta y donde la palabra dignidad no tenga cabida.

No se puede medir la mayor o menor capacidad de integración por la vara de la aptitud a vivir sin agua y soportar con estoicismo la precariedad cuanto más si las situaciones personales no son equiparables. El inmigrante alpujarreño a pesar de las vicisitudes materiales gozaba de un entorno familiar aunque este se redujese al meramente nuclear, delegando responsabilidades en cuanto a las labores domésticas en la figura de la mujer, por lo que quedaban cubiertas sus necesidades. Sin embargo, no debemos descuidar el hecho de que el inmigrante magrebí viene sólo y que la sexualidad territorial[3]  inherente al mundo musulmán, que regula la distribución de los espacios entre individuos de sexo opuesto, le perjudica a la hora de transgredir normas, borrar fronteras culturales y entrar en el universo doméstico propio de la mujer. Cabe pues imaginarse, que a condiciones iguales, no hubiese habido una diferencia relevante entre un espacio ocupado por un inmigrante alpujarreño o uno del norte de Africa.

Choca sobremanera, las reiteradas referencias a un pasado - que situamos en una época en la que España no era precisamente tierra de recepción de inmigrantes sino todo lo contrario - en el que El Ejido era un lugar donde reinaba la seguridad y donde : "no se robaba ni se metía nadie con nadie. Por la noche en verano, los cortijos se dejaban con la puerta abierta para dormir al fresco"[4] pero parece ser que Azurmendi no ha podido o querido llegar a ellos. Estos cortijos siguen teniendo las puertas abiertas, de día y de noche, en cada estación del año, simple y llanamente porque muchos de ellos no tienen puertas. Tampoco se roba allí, porque no hay nada que robar y si cuesta entrar a pesar de esta facilidad de acceso es porque a sus habitantes, no les complace poner a la vista su miseria, la insalubridad en la que viven[5] . En la actualidad los cortijos o diseminados son casi exclusivamente residencias de inmigrantes y según Juan Carlos Checa, sólo el 75 por ciento tiene agua corriente, el 15 por ciento tiene agua caliente, el 70 por ciento no dispone de retrete y el 95 por ciento no tiene ni calefacción ni refrigeración alguna[6], hecho que corroboramos por haber visitado muchos de ellos y haber podido constatar in situ que estas condiciones de vida no propician la integración puesto que para expresar una voluntad de asimilación, es menester no percibir el rechazo y la segregación espacial que se promueve desde el ayuntamiento de El Ejido. Tal vez habría que apuntar este hecho como una de las causas por las que los inmigrantes no expresan el deseo de permanecer en esta ciudad una vez conseguida su regularización.

El alojamiento de inmigrantes es uno de los principales problemas a los que debe enfrentarse El Ejido puesto que no se puede aspirar a una presencia normalizada de éstos mientras no se les permita acceder a viviendas dignas. Azurmendi practica la demagogia con maestría cuando justifica la política de destrucción de chabolas llevada a cabo por el alcalde Juan Enciso, en nombre de la dignidad de los inmigrantes[7]. Con esta práctica, se participa a la invisibilidad del inmigrante al que se le obliga a buscar cobijo entre plásticos, donde no moleste al vecindario porque la miseria es indecorosa y contrasta con la imagen de prosperidad de los campos de "oro verde". La guetización, y esto debería saberlo de sobras Azurmendi, alimenta la animosidad y el recelo de quienes se sienten marginados y anula las relaciones interculturales que sin lugar a dudas, y aunque se ponga en tela de juicio, son el antídoto al rechazo y a la generación de sentimientos xenófobos.

El Ejido sufre del síndrome del converso, es decir que padece de esa amnesia que afecta al que por alguna circunstancia, cambia de identidad y rompe drásticamente con su pasado, con sus señas, con sus pautas culturales para amoldarse y fundirse mejor en la nueva identidad que se le propone. En tiempos de la Santa inquisición, los conversos eran los más férreos practicantes del catolicismo precisamente porque debían hacer alarde y poner de manifiesto la veracidad de su conversión so pena de terminar en la hoguera. Esto dio lugar a que ilustres inquisidores como Torquemada, por citar un ejemplo, en su afán de suplir la limpieza de sangre de la que carecían,  fuesen de los más intransigentes y crueles a la hora juzgar y tratar a los que como él, no eran de descendencia católica. El Ejido pues, siglos más tarde, sufre las consecuencias de una conversión social que no religiosa, mal asimilada. Ya sea de la índole que fuere -política, social o religiosa - toda conversión conlleva un exceso de nueva identificación para borrar la procedencia. Los primeros migrantes nacionales ya no son campesinos harapientos, son agricultores pudientes que han cambiado la hoz por las nuevas tecnologías. Muchos de ellos han logrado una posición social envidiable que les impide empatizar con los nuevos inmigrantes tal vez porque les devuelven el reflejo de lo que fueron. Como lo señala  Juan Goytisolo:"Los moros y negros esclavizados en los invernaderos - necesarios dentro de éstos, pero indeseables fuera - avivan los sentimientos egoístas de superioridad y permiten a los ex inmigrantes saborear la escenificación actual del drama de sus propias vidas, representado hoy por actores distintos, como una venganza ejemplar"[8]

 Este fenómeno de rechazo del inmigrante por parte de quien ha compartido la misma experiencia no es propio de El Ejido. En Francia, se observa que la veteranía en la inmigración legitima discursos excluyentes y esta actitud se sustenta en la dificultad que experimentan los inmigrantes en lograr ocupar un espacio público y en obtener el reconocimiento de sus derechos que temen ver mermados por la llegada de nuevos inmigrantes. Existe una jerarquía en la inmigración y sería erróneo ignorarlo. En el caso de El Ejido, esta estratificación social es aún más compleja porque se mezclan inmigrantes autóctonos y extranjeros, veteranos y recién llegados, inmigrantes del Magreb y de países del este, hombres solteros para la agricultura y mujeres solas para el comercio sexual, regulares e irregulares, por lo que se agudizan las manifestaciones de rechazo entre grupos que se perciben entre sí desde la rivalidad en detrimento de la solidaridad esperada en este caso.
 
 

El ámbito escolar, espacio de integración

Las conversiones son nefastas porque truncan al individuo de su historia, de su identidad cultural hasta conducirle a situaciones grotescas que rozan el ridículo, como las que tuvieron lugar durante las últimas elecciones francesas, donde antiguos inmigrantes - o franceses naturalizados - llegaron a apoyar la candidatura del candidato de la extrema derecha, Jean-Marie Le Pen. Por ello, subrayamos nuestro desacuerdo con Azurmendi cuando critica las facilidades que se dan en ciertos colegios de la zona almeriense para la integración del alumnado extranjero, respetando sus diferencias y prácticas. La integración no implica la amputación de valores y diferencias. Es  ingenuo pensar que el hijo de inmigrante, al comer cerdo como los demás, logrará sentirse español. La laicidad no significa que exista un molde único al que deban ceñirse todos. Es un sedimento que conjuga el respeto a las distintas creencias del alumnado, un mosaico compuesto por todas las diferencias en el que cada pieza encaja porque hay espacio y se admite la variedad. Pretender homogeneizar es una utopía y cuanto más en España donde, sin la presencia de inmigrantes, existen y conviven ya de hecho, diferentes culturas.

A nuestro juicio el concepto de laicidad que anhela Azurmendi es equívoco y de sus palabras se desprende la peculiar interpretación que tiene de lo que deben ser las normas de un espacio escolar cuyo alumnado es principalmente plural. Azurmendi entiende que "no han explicado todavía a esos niños musulmanes que nuestra cultura es de las que distinguen el ámbito privado del público, y que el colegio es público, igual para todos y en consecuencia, que debe tener la misma cocina para todos con igual condimento, porque el lugar público de los derechos se vuelve un lugar de obligaciones compartidas"[9].

Entendemos que las prácticas religiosas pertenecen y deben reservarse al espacio privado[10]. No obstante, no nos parece acertadado aspirar a la homogeneización de la alimentación como principio integrador. Si no se le da carne a un vegetariano ¿Por qué se ha de dar cerdo a un niño musulmán? El hecho de que la religión católica no sea restrictiva en cuanto a alimentación se refiere, no significa que haya que exigir de las demás confesiones que se ciñan a este modelo. Las prácticas religiosas y el atuendo no son manifestaciones de una adhesión al  fundamentalismo. Al margen de las connotaciones religiosas, estos hábitos constituyen unas señas de identidad cuyo reconocimiento y respeto son imprescindibles para suscitar una voluntad de integración. No se debe menospreciar el poder asimilador y el valor emancipador del colegio. Por tanto, el hecho de participar a las prohibiciones acaba facilitando el integrismo que aprovecha la brecha de la victimización y la injusticia para captar nuevos miembros[11].

Sería menester pues, definir el modelo de escolaridad pública del país vecino: la laicidad. Y ésta sólo se puede entender como un sistema que rehuye del proselitismo y admite la diversidad de convicciones de cualquier índole que sea y no necesariamente religiosa. La ley del 9 de  diciembre de 1905[12]  y la convención europea de derechos humanos en su artículo 9 del 4 de noviembre de 1950, estipula que el alumno tiene "el derecho de expresar y de manifestar sus creencias religiosas en el interior de establecimientos escolares, dentro del respeto al pluralismo y a la libertad del otro, y sin que ello impida el desarrollo de las actividades de enseñanza, el contenido de los programas y la obligación de asistencia escolar". El modelo republicano francés es integrador porque no obliga a la renuncia del patrimonio cultural de origen, sin embargo no se puede pretender conseguir lo mismo en España mientras la esfera pública sea aconfesional y no laica[13] . En nombre de la igualdad de derechos, se han establecido clases de religión islámica en algunos centros escolares. Sin embargo aunque parezca una paradoja este hecho no es integrador sino más bien todo lo contrario. En España, en materia de educación religiosa, se parte de un principio igualitario erróneo que consiste en admitir la enseñanza del islam para compensar la indiscutible imposición de clases de religión católica. Sin embargo, a nuestro juicio, no se debería autorizar la intervención en los establecimientos públicos de ningún representante religioso sea de la índole que fuere, puesto que la enseñanza impartida es forzosamente arbitraria y subjetiva. Ahora bien, este planteamiento no incide de ningún modo en el respeto a las pautas culturales y por ende religiosas del alumnado, siempre y cuando éstas no impidan el correcto desarrollo del programa escolar[14].

Hemos de lamentar que el análisis de Azurmendi no se haya detenido en las consecuencias que podrían acarrear una ausencia de política de integración en el ámbito escolar ya que - como se ha observado en el país vecino - queda establecida, la relación directa entre el fracaso escolar y la delincuencia juvenil[15]. La implicación personal del alumno en la vida escolar resulta ser un factor mucho más importante que la extracción social o el origen étnico a la hora de adaptarse puesto que de acuerdo con lo que afirma Francois Dubet, "Más que el origen social, lo que comparten los alumnos es una historia escolar, la del fracaso y de la exclusión, y sus actitudes derivan más del colegio que de sus origenes sociales"[16]. Al igual que lo que sucede en relación al alojamiento de inmigrantes donde es obvio que existe una segregación espacial, cabe pensar que los centros de alta concentración de alumnado de procedencia extranjera serán desertados por la población autóctona por considerar que la enseñanza impartida en estos centros será de menor calidad. Si se le añade a esta perspectiva ya de por sí desoladora, el cumplimiento de la ley de calidad que prevee la creación de clases por nivel que agudizarán la marginalización del sector del alumnado más desfavorecido, podríamos considerar que se avecina una situación difícil y similar a la que existe en Francia en los suburbios de los grandes núcleos urbanos.
 
 

Erratas y estereotipos en Estampas de El Ejido

Azurmendi falta a la verdad en varias ocasiones y si su obra tuviese la humildad de presentarse como un relato de opinión muy personal se podrían excusar estas erratas. Sin embargo y puesto que Estampas de El Ejido pretende ser el resultado de una ardua investigación, hemos de lamentar su falta de rigor científico y ponemos en tela de juicio la inocencia de algunos de los errores que comprende la obra. La inmigración resulta ser un tema demasiado puntiagudo, polémico e incluso peligroso en algunos casos, para confundir cifras y minimizar hechos. Sobre todo porque uno no  acostumbra a cuestionar la veracidad de afirmaciones procedentes de personas dichas expertas en la materia y por consiguiente cabe la duda de la intencionalidad de estos inexactitudes.

La labor de desacreditación hacia el colectivo magrebíe, emprendida por Azurmendi, utiliza métodos poco ortodoxos, que rozan con el revisionismo, ofreciendo una versión o interpretación de un episodio histórico, como la guerra del Rif, con el objeto de minimizar lo acaecido. "Solo se lanzaron unas cuantas granadas de mano que fueron lanzadas desde los aviones"[17] le contesta a quien justifica su presencia en España por los estragos del haraj (veneno) sobre su población. Esto no es cierto. No fueron granadas sino verdaderas armas químicas las que se lanzaron sobre la población del Rif en más de una ocasión. El gas mostaza hizo perecer a muchos hombres y su utilización se hizo a sabiendas de que se vulneraba así el tratado de Versalles que prohibía el uso de este material. Por tanto, y de acuerdo con Sebastian Balfour, de la London School of Economics: "La brutalidad de una guerra colonial, como la del Rif[...] tenía una dimensión racista porque los europeos habían renunciado a enfrenatrse entre ellos con esas armas, pero no tenían reparos en utilizarlas contra pueblos supuestamente no civilizados[18]. No es de recibo pues, que se ponga en  entredichos, hechos históricos de esta índole cuyas fuentes están al alcance de todos porque negar el Holocausto o negar el desastre del Rif - aunque no se traten de episodios comparables- nos llevaría a una trivialización de la historia bastante perjudicial.

El segundo error relevante de la obra de Azurmendi radica en los estereotipos que maneja acerca del inmigrante magrebí, lugares comunes que cuajan con gran facilidad en el imaginario colectivo porque existe una predisposición, que nos atrevemos a calificar de histórica, a percibirle de forma negativa. Es de buen tono hoy en día, recusar las acusaciones de comportamientos racistas que se observan en España, alegando que ésta última fue tierra de convivencia pacífica de tres culturas y por tanto históricamente multicultural. Sin embargo, sería menester matizar el mito de la  insuperable y perfecta coexistencia entre judíos, musulmanes y cristianos en primer lugar, porque no fue así y en segundo lugar porque uno no se puede  amparar en la historia como garantía de tolerancia sobre todo cuando esta historia, ha surtido el efecto contrario. A nuestro juicio, los ocho siglos de presencia musulmana en España y de reconquista, la guerra del Rif y luego la  participación de regulares en las tropas franquistas han contribuido a forjar una representación del magrebí atiborrada de prejuicios, aprehensiones y animosidad que perduran en la actualidad y que se hacen evidentes en Estampas de El Ejido.A través de la lectura de la obra de Azurmendi, es fácil llegar a la conclusión de que éste es holgazán, traidor, machista, violento y sucio sin más fuentes que las opiniones siempre subjetivas de quienes emplean a estos inmigrantes e intentan justificar el trato otorgado. No obstante, no queremos entrar en la misma dialéctica puesto que sabemos que son mucho más numerosos los agricultores que como los hermanos Canton, son conscientes de la situación e intentan paliar las carencias de sus empleados extranjeros que los participan en la corroboración de los estereotipos perjudiciales hacia el colectivo magrebí.

Nos parece difícilmente concebible que Azurmendi, que por otra parte hace alarde de imparcialidad, se equivoque sin “premeditación y alevosia” en las cifras del paro extranjero en El Ejido. Nos dice: "me tomo mi tiempo para ir a la oficina de trabajo local a consultar estadísticas y, resulta que es así, de los mil doscientos extracomunitarios parados en El Ejido puede que haya unos mil magrebíes que cobran el paro"[19]. A pesar de consultar fuentes tan fidedignas como los datos del INEM, ese "puede que haya" que Azurmendi utiliza siembra la duda sobre la veracidad de la cifra. Incertidumbre que aumenta cuando más adelante, estos 1200 magrebíes se convierten curiosa y repentinamente, en los mil doscientos marroquíes que cobran el paro[20]  en El Ejido. Se trate de un lapsus freudiano o de un error ciéntifico, el resultado es que una vez más, se contribuye con esta equivocación, a la elaboración de la representación del inmigrante magrebíe, perezoso por antonomasia. Dentro de las simplificaciones terminológicas que utiliza Azurmendi, está la de establecer el amalgama entre inmigrantes y magrebies, y por ende marroquíes, como si no existiese en el levante almeriense más diversidad cultural que ésta. Esta confusión y generalización presenta el peligro de alentar los fantasmas de la invasión inminente por una parte, y por otra, la de negar la especificidad de cada nacionalidad juntando bajo una denominación genérica diversidades, lo que sin duda delata un rechazo hacia la presencia de extranjeros[21].

Azurmendi utiliza frecuentemente un tono paternalista colonial, anacrónico e hiriente en ocasiones. Reitera la imagen de la sombra - entendamos por ello al inmigrante - y del amo, el agricultor, sin el cual el primero no puede lograr llegar a ser un "moro bueno"[22].  "El, sin remedio, se convirtió en túnica, en amigo protegido, en un moro bueno, en sombra: pequeño como el amo, resistente como el amo, listo como el amo, celoso como el amo. Las sandías conocen al amo y conocen a la sombra[...]¿O son sólo uno? No, no lo son; no lo pueden ser jamás porque  la sombra no es un existir autónomo. La sombra está condenada a no existir por sí misma"[23]. Los términos empleados no son inocuos, indican una posesión y establecen una relación de dominio poco acordes con los valores igualitarios y democráticos que caracterizan nuestras sociedades occidentales, según Azurmendi.

No entraremos en el debate estéril de la justificación de los brotes de violencia que tuvieron lugar en El Ejido en febrero de 2000 puesto que a nuestro juicio, ninguna manifestación de esta índole puede gozar de fundamentos racionales. La violencia como respuesta a la violencia no deja de ser una mera aplicación de la ley de talión, vigente aún en algunos países árabes y que extrañamente Azurmendi no parece reprobar a pesar de su procedencia. No obstante, nos resulta difícil por no decir imposible seguir el razonamiento de éste cuando niega cualquier tinte racista en estos acontecimientos[24]  y sin ánimos de descalificarle ni faltar, nos parece que la hazaña emprendida por Azurmendi en este sentido es cuanto menos quijotesca. ¿ Puede toda una población autóctona lanzarse a la calle, quemar viviendas y comercios de extranjeros sin que se pueda ver en ello un atisbo de xenofobia?, ¿surgen estas necesidades visceralmente vindicativas cuando el criminal es español?. Fue una “ratonade” como las que se organizaron en Francia durante y después de la guerra de Argelia pero de mayor magnitud puesto que se trataba de un movimiento colectivo. Juan José Tellez recuerda que "Comenzó la caza del inmigrante con el bloqueo de las carreteras y autovías, agresiones a todo transeúnte de rasgos arábigos que circulara por la zona. Pero el sábado por la noche, el terror se apoderó de toda la zona sin que la policía moviera un dedo para evitarlo. Así, se sucedió el saqueo de al menos dos mezquitas y numerosos locales comerciales, cuatro cafeterías marroquíes destrozadas, una carnicería, tres tiendas de ropa y una de discos, palizas contundentes y quema de vehículos o contenedores. La caravana del odio destruye las  chabolas de la Loma de la Mezquita, en un disparate que se extenderá como un reguero, en las veinticuatro horas siguientes, hacia la Mojonera, Vícar, Roquetas de Mar o el Parador"[25]. ¿Se puede aún después de este relato o de las imágenes retransmitidas en aquel entonces por diferentes medios de comunicación, mantener que no se trató de un brote racista?

Azurmendi puede arremeter contra la prensa y en particular contra su periódico para desviar la atención sobre la verdadera responsabilidad de los hechos, pero la realidad es que El Ejido era antes de febrero 2000 un espacio de desigualdades aberrantes e insanas, de discriminaciones. En resumidas cuentas, un caldo de cultivo propicio para la emergencia de actos violentos. También es cierto que El Ejido no es el único lugar de la península donde acaecen hechos de esta índole pero tal vez allí, se puso en evidencia la irracionalidad de tales actos y la necesidad apremiante de apaciguar la convivencia. El campo almeriense no se puede sustentar sin la mano de obra magrebí y por mucho que se esmeren desde las instituciones en alentar la llegada de jornaleros del este, éstos no lograrán suplirles en el campo almeriense, simple y llanamente porque no soportan las altas temperaturas de los invernaderos.

Por último, sería menester detenernos en una de las principales contradicciones que comprende Estampas de El Ejido y que nos parece reveladora de la amnesia colectiva que parece afectar a parte de la población de este país. Azurmendi hace mucho hincapié en las relaciones constrictivas de solidaridad que establecen los inmigrantes con sus familiares y al retorno ostentoso de éstos durante las vacaciones. Sin embargo, todos estos defectos fueron también atribuibles en su momento a los españoles que a su vez decidieron tentar la suerte en otro país. ¿Eran los españoles diferentes a los inmigrantes actuales?  El segundo gran movimiento de emigración española se produjo en 1958 y fue consecuencia del plan de estabilización de 59-61. Durante este período, salieron de España casi un millón de personas hacia destinos principalmente europeos  como Francia, Alemania, y Suiza. En aquella época, los emigrantes españoles sufrían el mismo rechazo que el que padecen los inmigrantes que hoy se encuentran aquí. A pesar de haber llegado de forma regular, desempeñaban los trabajos más descualificados y con peor remuneración. Sus orígenes europeos y unas referencias culturales comunes no les impedían ser el blanco de comportamientos racistas. La salida de este importante contingente de mano de obra fue uno de los principales elementos que contribuyeron al éxito del plan de estabilización puesto que sin la espita de la inmigración, el paro hubiese aumentado y se hubiese producido un retroceso en las medidas estabilizadoras emprendidas en aquel entonces. No se entiende pues, que aún se mantenga el discurso de que la necesidad de regularización previa, la comunidad de lengua y referencias culturales son elementos esenciales para asentar las bases de una buena integración. Un conocimiento mínimo de la historia conseguiría dar al traste con estos lugares comunes que como bien es sabido, no son suficientes para garantizar la buena acogida de trabajadores extranjeros.

¿Cómo lograr la integración? Azurmendi propone negociar cada valor cultural del inmigrante[26]  sin embargo, no todos los valores de los extranjeros son negociables por retomar el término utilizado porAzurmendi y que no nos parece el adecuado. En primer lugar porque sólo son cuestionables las prácticas que infringan la ley, es decir la ablación de clitoris, la poligamia etc...y en segundo lugar, porque en dicha situación no existe negociación posible al incurrir en delito en caso de comisión de uno de estos actos.

De acuerdo con Manuel Pimentel, nuestro concepto de integración no consiste en una asimilación total y absoluta, sino más bien en "una integración que pase por el respeto a las costumbres ajenas, siempre que no vulneren ninguna de nuestras leyes"[27].  La idea de convertir cada inmigrante a nuestra cultura por ser ésta democrática, nos remite a antiguos dogmas que establecen la supremacía de una cultura sobre otra a pesar de que esta convicción sea precisamente antitética con los principios de igualdad de la democracia. Como lo subraya Umberto Eco, "para el mundo occidental, la llamada responsabilidad del hombre blanco era considerar la civilización occidental y cristiana como la única posible, de aquí el derecho y la misión de convertir a todos aquellos que seguían un modelo cultural diferente"[28].

Este razonamiento desemboca en otra creencia mucho más peligrosa que la anterior, consistente en establecer la certidumbre de que existe un contingente de inmigrantes inintegrables. La historia está plagada de historias de pueblos que en su día también fueron señalados y estigmatizados, como los chinos en Estados Unidos, los irlandeses y los europeos del sur a los que pertenecemos[29]. A pesar de ello y tras haber averiguados que estos miedos carecen de fundamentos, nos empeñamos en apuntar a otra comunidad para desempeñar el papel de chivo expiatorio.

El beneficio de vivir en nuestras sociedades democráticas no sólo debe entenderse como una obligación de acatar nuestras leyes. También debe poder el inmigrante, gozar de los derechos que contempla nuestra Constitución, es decir tener acceso a una vivienda digna, a educación para sus hijos, a la sanidad así como a una protección jurídica y nos tememos que se hace mucho hincapié en las obligaciones de éste en detrimento de sus derechos que se vulneran a menudo sin que por ello se eleve ninguna voz que recrimene esta actitud tan poco democrática.
 

Conclusión

Las numerosas incorrecciones que contiene Estampas de El ejido, la parcialidad que se palpa en las opiniones de entrevistados que parecen seleccionados con el fin de corroborar las opiniones ya definidas del autor, y el constante recurso a lugares comunes sobre el colectivo magrebí consiguen trasladar a un segundo plano algunas verdades que también comprende la obra. El síndrome del converso al que anteriormente aludimos no se ciñe sólo a los habitantes autóctonos de El Ejido. A su modo, España actúa para con sus inmigrantes como una conversa que mira de soslayo a los que como ella han tenido que emprender la aventura de la inmigración. Se esmera y esfuerza con ahínco en elaborar la ley de extranjería más restrictiva de la comunidad europea, obviando el hecho de que por cada inmigrante establecido en España hay dos españoles fuera de ella. Se aplica en el modo de expulsarlos con más facilidad al mismo tiempo que lamenta que una vez regularizados estos extranjeros decidan irse hacia otros países del territorio Schengen. Contradicciones que son la esencia misma del converso.

Azurmendi también ejerce de converso, por su trayectoria política en la que no nos detendremos, y personal puesto que la inmigración ha sido también una etapa de su vida. Tal vez por ello no manifieste empatía hacia la inmigración que se encuentra en España pero al contrario de los   agricultores de El Ejido que se ven reflejados en estos magrebíes, la actitud de Azurmendi parece más bien fruto de la distancia y el desconocimiento...

Azurmendi dice que"nosotros no vemos bien meternos en casa de otro para reivindicar lo que creemos justo"[30]  pues sería de agradecer que recordara que el país vecino lo acogió cuando precisamente él discrepaba con el régimen franquista y que exiliados como él, gozaron de toda libertad para desarrollar actividades políticas[31] e intentar desde fuera mejorar y cambiar lo de dentro. Lo mismo en resumidas cuentas,  que intentan lograr los inmigrantes de España.
 

Notas

[1] CHECA Francisco (Dir). El Ejido: la ciudad-cortijo. Claves socioeconómicas del conflicto étnico. Barcelona: Icaria Antrazyt, 2001,  p. 75.

[2] Checa, Francisco, p.15.

[3] MERNISSI, Fatima. Sexe idéologie islam. Tierce: 1983, p. 155.
 

[4] AZURMENDI, Mikel. Estampas de El Ejido. Un reportaje sobre la integración del inmigrante. Madrid: Taurus, 2001,  p.276.
 
[5] BOUBEKER, Ahmed. Familles de l'intégration.  París: Stock, 1999, p. 99.  "Le bidonville est d'abord un bled mental. Maisons sans fondations pour des gens déracinés, installés dans le vide des contradictions du système politico-administratif. Vivre caché pour que les autres ne sachent pas que leur poubelles regorgent de restes inconnus. Tricher avec la misère".
 
[6] Checa, Francisco, p. 152.
 
[7] Azurmendi, Mikel, p. 270.
 
[8] GOYTISOLO, Juan & NAIR, Sami. El peaje de la vida. Integración o rechazo de la emigración en España. Madrid: Aguilar,  2000, p.184.
 
[9] Azurmendi, Mikel,  p.223.
 
[10] BENGUIGUI, Yamina & PEÑA-RUIZ, Henry. Exigence laïque du respect mutuel. Le Monde Diplomatique, nº 574, enero 2002: "La laïcité n'est pas une volonté d'ignorer, mais souci de laisser aux familles l'élémentaire liberté de donner l'éducation de leur choix, dans la stricte conformité au principe d'égalité, en dehors de l'école".
 
[11 ]Uno de los métodos de reclutamiento ejercido por grupos integristas islámicos consiste en asistir en casos de extrema necesidad : apoyo a alumnos en situación de fracaso escolar, asitencia en cárceles y hospitales. En resumidas cuentas, el procedimiento suele ser percibido como positivo entre otras cosas porque ocupan un espacio desrtado por las instituciones.
 
[12] Circular del 12 de diciembre de 1989 (circular Jospin) in Boletín Oficial nº 46 del 21 de diciembre de 1989.
 
[13] CAPEL Horacio. .Las políticas de atención a las necesidades de los inmigrantes extranjeros de escasos recursos   Scripta Nova. Revista Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales nº117, Universidad de Barcelona, 2002.
 
[14] En lo que concierne el velo, el problema en Francia tomo especial relevancia porque algunas de estas niñas se negaban a asistir a las clases de educación física por rehusar llevar el atuendo reglamentario y en la negativa de algunas de éstas en seguir las clases de biología para evitar el estudio del cuerpo masculino.
 
[15] ROCHE, Sebastián. La délinquance des jeunes. Les 13-19 ans racontent leurs délits.París:  Seuil,  2001, p.129.
 
[16] DUBET,  François. Les Lycéens. París: Seuil, 1991, p.147.
 
[17] Azurmendi, Mikel. Estampas de El Ejido,  p. 162.
 
[18] CEMBRERO, Ignacio. ¿Debe España pedir perdón? El País, 10 de febrero 2002.
 
[19] Azurmendi, Mikel. Estampas de El Ejido, p. 70.
 
[20] Idem, p. 117.
 
[21] GUÉRIF, SOUILAMAS, Nacira. Des "beurettes" aux descendants d'ímmigrants nord-africains. París: Grasset,  2000,  p.32. "Comme le met en lumière Simone Bonnafous (1991), le cycle des nominations signifie l'état des mentalités et des refus face aux migrations. La persistance et la visibilité croissante de celles-ci dans l'espace public n'affaiblit pas la virulence d'une mise à l'index".
 
[22]Azurmendi, Mikel. Estampas de El Ejido. Op, Cit., p. 169
 
[23] Idem.
 
[24] Azurmendi, Mikel. Estampas de El Ejido. Op, Cit., p. 287.
 
[25] TELLEZ, Juan José. Moros en la costa. Madrid: Debate, 2001, p. 235.
 
[26] Azurmendi, Mikel. Estampas de El Ejido,  p. 352.
 
[27]PIMENTEL,  Manuel. Inmigración: algunas preguntas y respuestas. El País, 9 de marzo de 2002.
 
[28]ECO, Umberto. La fuerza de la cultura podrá evitar el choque de civilizaciones.El País, 12 de junio de 2002.
 
[29] ARANGO, Joaquín. Trato igual. El País, 6 de mayo de 2001.
 
[30] Azurmendi, Mikel. Estampas de El Ejido, p. 128.
 
[31] SOLDEVILLA ORIA, Consuelo, El exilio español (1808-1975). Madrid: Arco/libros,  2001, p. 79.
 

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© Copyright: Biblio 3W, 2003.
 

Ficha bibliográfica

HADJ, N. El síndrome del converso.  Comentarios sobre el análisis de la situación ejidense de Mikel Azurmendi. Biblio 3W, Revista  Bibliográfica de Geografía y Ciencias Sociales, Universidad  de Barcelona, Vol. VIII, nº 437, 30 de marzo de 2003. <http://www.ub.es/geocrit/b3w-437.htm> [ISSN 1138-9796]



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