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Biblio 3W
REVISTA BIBLIOGRÁFICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES
Universidad de Barcelona
ISSN: 1138-9796. Depósito Legal: B. 21.742-98
Vol. VIII, nº 459, 5 de septiembre de 2003

LA GEOGRAFÍA Y LOS DOS COLOQUIOS SOBRE LA INCIDENCIA DEL HOMBRE EN LA FAZ DE LA TIERRA

Horacio Capel

Universidad de Barcelona


 
Palabras clave: coloquios geográficos, epistemología, problemas ambientales, Man's role in changing the face of the Earth.

Key words: geographical meetings, epistemology, environmental problems, Man's role in changing the face of the Earth.


El Coloquio celebrado en Princeton en 1955 con el título Man's Role in Changing the Face of the Earth constituyó un hito importante en el estudio sobre el papel del hombre en la transformación de la superficie terrestre. Tres décadas más tarde otro simposio celebrado en la Clark University en 1987 tendría objetivos similares y se dedicaría a The Earth as Transformed by Human Action. Ambos coloquios tuvieron un carácter decididamente interdisciplinario, pero fueron organizados por geógrafos, y deben situarse en el contexto de la evolución de la ciencia geográfica, y en particular de la norteamericana, durante el siglo XX. Las razones disciplinarias y el nicho institucional en que se realizaron tienen interés para entender su génesis y sus consecuencias.

Tenemos noticias, a través de Jacques Grinewald, de la celebración de otro Simposium internacional con el título Man' Role in Changing the Global Environment, celebrado en Venecia en octubre de 1985, y editado por Angelo A. Orio y Daniel Botkin, pero no hemos podido consultarlo. En los años 1980 y 90 han sido también numerosos las publicaciones científicas en cuyo título se alude al impacto del hombre sobre la superficie terrestre. En una amplia bibliografía elaborada por el mismo Grinewald sobre "Idées et préocupations sur le rôle de l'espece humaine dans la Biosphère", pueden encontrarse más de dos docenas de citas en cuyo título aparece esa expresión.

En 2002 José Manuel Naredo lanzó una convocatoria para celebrar un nuevo coloquio internacional sobre este mismo tema, tomando como punto de partida el simposio celebrado en Princeton en 1955, en el que habría existido "un análisis equilibrado de la incidencia del hombre sobre la Tierra, la cual comprende desde los recursos y el territorio hasta los residuos y las alteraciones del clima". Ese plateamiento integrado, considera Naredo, "subsistió hasa que en los años ochenta se fue desplazando la atención desde los recursos hacia los residuos y desde el territorio hacia el clima". Las consecuencias de ello han sido grandes y han contribuido a enmascarar los problemas fundamentales. En sus propias palabras:

"Este desplazamieno no es ajeno al hecho de que el abaratamiento del petróleo y las materias primas y el reforzamiento de la capacidad de compra sobre el mundo de los países ricos observado desde entonces, propició su desaforado consumo de recursos y multiplicó en ellos los residuos, haciendo de la contaminación y las alteraciones climáticas el principal problema de estos países. La exportación de este planteamiento doméstico de los ricos ha generado una esquizofrenia digna de mención; mucha preocupación por los residuos y muy poca por los bajos precios y el elevado consumo de los recursos que los generan".

El seminario internacional convocado por José Manuel Naredo se celebró en Lanzarote durante los días 6 al 9 de mayo de 2003, con un programa en el que estaban presentes ecólogos, físicos, economistas, geógrafos, geólogos e ingenieros. Este artículo fue redactado como parte de mi intervención en dicho coloquio y tuvo como objetivo contextualizar los dos coloquios interdisciplinarios celebrados en 1955 y 1987 para interpretarlos en el marco del desarrollo de la geografía. Otro texto que preparé igualmente para esa ocasión se ha publicado en esta misma revista con el título "El drama de los bienes comunes. La necesidad de un programa de investigación" (Biblio 3W, nº 458 <http://www.ub.es/geocrit/b3w-458.htm>). En cuanto a la comunicación principal redactada para el Coloquio, se publicará en las actas del mismo con el título "La incidencia del hombre en la faz de la Tierra. De la ecología a la ecología política o, simplemente, a la política" (Capel, en publicación).
 

Las bases del Coloquio de 1955

A lo largo del siglo XX la geografía ha sido una ciencia que se ha desarrollado en relación con dos problemas-clave diferenciados, que a veces han convivido pacíficamente y otras han estado en conflicto y con riesgo de ruptura disciplinaria: el corológico, que algunos interpretan como corológico-espacial, y el ecológico. El primero es el de la diferenciación del espacio en la superficie terrestre, y podríamos defender que es específico de la geografía desde sus mismos orígenes en la época griega; el segundo pone énfasis en la relación entre el hombre y el medio ambiente, y se convirtió en un problema clave de la geografía a partir del siglo XIX, coincidiendo con el desarrollo de la biología darwinista y el nacimiento de la ecología [1] .

La tradición medioambiental tiene sin duda prestigiosos precedentes. Ante todo, de manera general, en el proyecto humboldtiano de constituir una física del globo; y, en el caso norteamericano, en la obra de George Perkins Marsh Man and nature, or physical geography as modified by human action (1864) [2] . Pero, más concretamente, en Estados Unidos se desarrolló a partir del magisterio de William Morris Davis en la Universidad de Harvard y de la influencia de Friedrich Ratzel a finales del siglo XIX y primeras décadas del XX. Las obras de E. C. Semple Influences of geographic environment on the basis of Ratzel's system of anthropogeography (1911) y de E. Huntington Civilization and climate (1915) son dos claros exponentes de la misma.

En 1923 el geógrafo Harlan H. Barrows, presidente de la Association of American Geographers, defendió que la geografía debería ser considerada una ecología humana, y no una ciencia que estudiara los fenómenos bajo la dimensión espacial o desde la perspectiva de las asociaciones espaciales. En lugar de esto último, debían estudiarse las relaciones del hombre y el medio desde el punto de vista de los ajustes y respuestas del hombre al medio y del control de éste por el hombre[3].

Sin duda, ese proyecto entraba en competencia con el que por los mismos años impulsaba en la Universidad de Chicago el magisterio de Robert Park en el nicho institucional de una sociología de base positivista y organicista; pero ambos se desarrollaron autónomamente en marcos institucionales diferenciados, aunque con una fuerte interacción mutua [4] .

Desde los años 1920 y 1930 en la universidad de California en Berkeley el magisterio de Carl O. Sauer fue desarrollando también una poderosa línea de geografía cultural, de raíz germana y en íntimo contacto con los antropólogos, la cual puso énfasis en el estudio de la formación de los paisajes que existen en la superficie de la Tierra, prestando atención al papel del medio ambiente físico en el desarrollo de la cultura, y a los elementos de la cultura material que dan carácter a un área y permiten la utilización de sus recursos.

Durante los años 1930 y 40 la escuela de Berkeley de geografía cultural se desarrolló con gran fuerza y dio lugar a notables producciones. La transformación de la faz de la Tierra por la acción humana se convirtió en el tema esencial, con estudios sobre prácticas culturales, sobre difusión, y sobre creación de paisajes culturales.

La incorporación de Clarence C. Glacken a dicho grupo californiano enriqueció todavía más a esta escuela aportándole una perspectiva muy rigurosa de historia de las ideas, y una década más tarde daría lugar a una monumental síntesis histórica sobre las relaciones entre naturaleza y cultura en el pensamiento occidental desde la Antigüedad hasta finales del siglo XVIII [5] .

Ese es el contexto en el que se realizó el Coloquio Man's role in changing the face of the Earth, organizado en Princeton en 1955 y en cuya organización tuvo un papel fundamental Carl O. Sauer ayudado por los copresidentes Marston Bates y Lewis Mumford. Ese Coloquio es, sin duda, una expresión de las preocupaciones y los temas de investigación abordados por la escuela de geografía cultural de Berkeley desde los años 1920 [6] . El protagonismo de los geógrafos fue esencial, tanto en la inspiración como en el desarrollo, ya que de un total de 70 participantes, 22 eran de esta disciplina, siendo el grupo siguiente en número el de los biólogos (incluyendo aquí edafólogos, botánicos, zoólogos y ecólogos) aunque había también una amplia representación de otras disciplinas (antropólogos, sociólogos, economistas, historiadores, planificadores, urbanistas, geoquímicos y gestores diversos) [7] . En la reunión se presentaron más de 50 comunicaciones, agrupadas en tres grandes partes, y finalizó con unas conclusiones de los tres copresidentes, y con un homenaje a Sauer. La publicación de los trabajos dio lugar a una obra monumental que constituye un hito importante en los estudios sobre este problema.

El Coloquio se organizó en cierta manera con el modelo del libro de Marsh, y se situaba explícitamente bajo su égida. Es importante señalar que toda la primera parte, bastante amplia, se dedicó a la evolución histórica, y prestó atención a la posesión de la Tierra por el hombre y a las transformaciones desde la antigüedad. La segunda, orientada a los procesos, estudió los efectos de la acción humana sobre las aguas, la tierra, los elementos climáticos, el suelo y las comunidades bióticas, así como la ecología de los residuos y la demanda industrial y urbana sobre el territorio. La tercera parte se dedicó a una prospectiva que debatía el futuro teniendo en cuenta el crecimiento de la población, el uso de la energía y el consumo de materias primas.

En el coloquio los participantes no fueron elegidos por su vinculación a una disciplina científica, sino por su valor individual, y se procuró que hubiera, como acabamos de ver, una buena presencia de científicos de las ciencias humanas así como de cultivadores de las ciencias de la naturaleza, todos los cuales mostraron una fina sensibilidad humanística. Temas como la responsabilidad de los científicos, la capacidad de la ciencia para resolver los problemas importantes de la Humanidad, el temor ante las implicaciones del desarrollo científico y la necesidad de erradicar la guerra como forma de resolver los conflictos humanos estuvieron presentes en la reunión. Dicho en las palabras del biólogo Marston Bates, uno de los copresidentes: "pensar que no podemos resolver el problema de como evitar matarnos unos a otros a una escala masiva, cuando hemos resuelto el problema de volar alrededor del globo, parece un pesimismo fatal" [8] .

El Coloquio se había iniciado con una interesante introducción sobre "nuestro mundo desde el aire: conflicto y adaptación", que realizó E. A. Gutkind, un arquitecto e ingeniero que luego sería conocido por una importante historia urbana. Sin duda la visión de la superficie de la Tierra desde el aire -que se había tenido ya con las primeras elevaciones de los globos Montgolfier a finales del siglo XVIII- y la posibilidad de utilizar miles de fotografías tomadas desde aviones supuso una auténtica revolución en la percepción y el estudio de la superficie terrestre. Desde los años 1930 los geógrafos fueron conscientes de lo que eso representaba y algunos se lanzaron a la utilización de esa nueva fuente de conocimiento y estudio [9] . El mismo año en que se celebró el Coloquio Man's Role se inició la publicación en Francia de un Atlas aèrien dirigido por Pierre Deffontaine y la hija de Jean Brunhes (que firmaba con el nombre de Mariel Jean-Brunhes Delamarre), una obra que, como indicaban sus autores, permitía un mejor examen de las estructuras comarcales, el estudio de la evolución espacial de los paisajes, y una visión sintética del espacio terrestre así como de la actividad el hombre sobre la Tierra. Esto último era especialmente importante ya que, como escribieron, "el avión revela el lugar del hombre, pero muestra, sobre todo, la prueba de su presencia, su marca, su esfuerzo" [10] .

La visión desde el avión permitía un cambio total del punto de vista, "un panorama totalmente nuevo como el que podía dar el paso por otro planeta"; lo que exigía disponer de nuevos métodos de trabajo para estudiar la superficie con otra perspectiva, conectando la fotografía aérea, la cartografía general y específica existente, y los reconocimientos del terreno. El atlas citado incluía fotos muy bien seleccionadas, localizadas y orientadas siempre sobre una cartografía básica elaborada por Jacques Bertin, y con comentarios muy elocuentes que utilizaban la rica bibliografía geográfica regional francesa disponible ya en ese momento. Se abría con ello un camino extraordinariamente fructífero para el estudio geográfico, que muy poco después tendría otro salto cualitativo cuando a partir del lanzamiento del Sputnik soviético en 1957, y sobre todo en los años 1960 y 70, se pudo ya disponer de fotografías de la Tierra obtenidas desde satélites artificiales.
 

Los cambios en la geografía

En el mismo momento en que se celebró el Coloquio de 1955 la geografía norteamericana estaba experimentando una profunda transformación, que tendría pleno impacto en la década siguiente. En parte, dicho cambio estuvo también relacionada con el lanzamiento del Sputnik, que causó una gran conmoción en los Estados Unidos, comprometidos en una carrera armamentística con la Unión Soviética, y condujo a apoyar nuevos métodos de investigación y de enseñanza, que beneficiaron grandemente a la geografía.

La publicación en 1953 del trabajo de Fred K. Schaefer sobre el "excepcionalismo en la geografía" [11] puede ser considerado un hito en la crítica de las concepciones  historicistas que estaban en la base de la geografía cultural -y de la geografía regional- y en la revindicación de una concepción neopositivista de la ciencia, que en geografía dio lugar a una corriente teorética y cuantitativa. Aunque, como veremos, muchas líneas anteriores de pensamiento se mantuvieron, es cierto que la toma del poder académico por los cuantitativos fue innegable y los conflictos académicos afectaron a la escuela. El incendio de la biblioteca de Berkeley en 1968 y la depresión de Glacken, que había pasado a ser director del Departamento de Geografía de esa Universidad, son dos buenos símbolos de lo que ocurrió[12].

Se produce en este momento una cierta reformulación de los problemas-clave de la geografía, y se pone énfasis en el espacio y en las distribuciones espaciales, a la vez que la tradición ecológica se reformula en términos de la teoría de los sistemas, como hicieron explícitamente diversos autores [13] . Entre ellos Edward Ackerman, que en 1963 no dudó en considerar que el problema clave de la geografía es "nada menos que la comprensión del enorme sistema de interacción que comprende toda la humanidad y su medio ambiente natural sobre la superficie terrestre" [14] . Una formulación que fue aceptada por la sección de investigación de la Academia de Ciencias de Estados Unidos, la cual -en el contexto de la conmoción causada por el lanzamiento del Sputnik- creó una comisión de geografía y, tras evaluar los métodos nuevos y más prometedores para el desarrollo de esta ciencia, señaló esa línea como una de las más interesantes [15] .

A pesar del ambiente crecientemente neopositivista y cuantitativo, la tradición de la geografía cultural continuó realizando productos de gran calidad, y una rama, la ecología cultural, siguió prestando atención a las relaciones hombre-medio en una perspectiva histórica o actual. Trabajos como el de Ph. L. Wagner The human use of the Earth: an examination of the interaction betwen man and his physical environment (1960) pueden ser un buen exponente de esa línea, que tuvo otras muchas y excelentes muestras durante los años 1960, incluyendo trabajos del propio Sauer  [16] . Las áreas culturales, los orígenes culturales, la distribución de tipos culturales y la ecología cultural era los problemas fundamentales abordados por esa escuela  [17] . En muchos aspectos coincidía con el desarrollo de la escuela francesa, con obras como las que realizó Max Sorre en los años 1940 y 50, en especial Les fondements de la géographie humaine (1947-48) y luego L'homme sur la Terre (1962). Esas obras introdujeron una nueva perspectiva en el estudio del impacto de la acción humana sobre la faz de la Tierra, que al mismo tiempo era estudiada desde la perspectiva de "la puesta en valor del planeta"  [18] .

En la geografía de los años 1970 la línea de trabajo sobre las relaciones hombre-medio no solo no se interrumpió sino que se enriqueció con nuevos enfoques [19]. En Estados Unidos la tradición de la geografía como ecología humana, que había defendido Barrows, se desarrollaba con gran fuerza e incorporó nuevos temas. A través de discípulos suyos como Gilbert F. White y de otros geógrafos se prolongaría y enriquecería con estudios medioambientales sobre las avenidas fluviales, gestión de recursos hídricos, geografía de los recursos, geografía de los riesgos y catástrofes naturales, interés por los ajustes humanos ante las condiciones del medio, estudios agrícolas, gestión y usos del suelo rural, así como con la incorporación de nuevas metodologías  [20] . Otros geógrafos buscaron también caminos renovadores, y exploraron incluso la aplicación de la teoría de juegos a las relaciones hombre-naturaleza, como hizo Peter Gould en un conocido trabajo  [21] .

Un hecho de gran trascendencia sería la incorporación del concepto de sistema, que se hizo general a comienzos de los años 1960, desde la geomorfología [22]hasta los estudios urbanos  [23] , y a otros campos de la geografía. Lo que en primer lugar interesaba de esta aplicación era el funcionamiento de los sistemas como estructuras organizadas a partir de los flujos y de la entrada de energía, y que podían subdividirse o integrarse en otras estructuras superiores, lo cual tenía aplicaciones tanto para sistemas fluviales como para sistemas de transporte de mercancías  [24] , sistemas urbanos o a la migración campo-ciudad  [25] . La teoría de los sistemas se convirtió en aquellos años en algo muy popular en determinadas escuelas geográficas.

Un tipo específico de sistema interesaría de formar especial en aquellos años, el  ecosistema, ampliamente usado e incluso adaptado a la disciplina por geógrafos de todo el mundo. La utilización del concepto de ecosistema se convirtió en una aspiración de muchos geógrafos a comienzos de los años 1960, al igual que hemos visto que ocurría en la sociología de Chicago. Estudios sobre el valor de la obra de Darwin para la geografía  [26] , sobre los organismos y los ecosistemas como modelos geográficos  [27] , sobre la adaptación geográfica del concepto de ecosistema y su conversión en geosistema son típicos de la disciplina durante aquellos años. Las obras de geografía incorporaron ampliamente y de forma directa trabajos de ecólogos que planteaban el problema de las relaciones hombre-medio utilizando el concepto de ecosistema  [28] . Los geógrafos físicos, y en particular los biogeógrafos, encontraron grandes beneficios de la utilización del concepto de ecosistema. Pero también los dedicados a geografía humana consideraron oportuno explorar esa perspectiva, y se embarcaron en el estudio del "ecosistema humano"[29], o aplicaron el concepto a espacios concretos, desde la escala comarcal a la urbana  [30] . En general, puede decirse que para los geógrafos que utilizaron el concepto de ecosistema la integración de los datos naturales y humanos planteó también grandes dificultades que han intentado resolverse de varias formas, una de las cuales es la incorporación explícita de la dimensión histórica. Es el caso del programa de investigación de Georges Bretrand; si en un primer momento consideró que había un umbral epistemológico entre lo natural y lo humano  [31] , más tarde iría incorporando crecientemente la actividad humana a sus estudios hasta pretender la creación de una ciencia diagonal  [32] , un proyecto que no dejaba de poseer sus riesgos, como agudamente señalaría Ramón Grau [33].

También se presentaron alternativas para organizar la enseñanza de la geografía en el nivel secundario a partir del concepto de geosistema, derivado del ecosistema, tal como se hizo en Nueva Zelanda. Para los autores de dicha propuesta un geosistema es una modificación geográfica del ecosistema, incorporando las actividades económicas, la percepción y la toma de decisiones, con la ventaja de que puede ser aplicado desde la escala local a la global. Como podía esperarse, las mismas exageraciones que realizaban los ecólogos eran efectuadas también por los geógrafos, ya que no dudaron en entender el geosistema como un grupo de fenómenos naturales y culturales unidos en interacción mutua para formar una unidad completa, considerando que sus principales componentes eran las fuentes de energía (como el sol, el petróleo, la energía animal), los elementos naturales (plantas, suelo, agua..), los elementos culturales (población, explotaciones agrícolas, ciudades...), las conexiones (alimentos, mensajes, emigrantes...) y las dimensiones espacio y tiempo [34].

Pero para los más lúcidos la pretensión explícita de abordar con el concepto de ecosistema el estudio de las interacciones entre el hombre y el medio ambiente daba lugar a problemas similares a los que ya hemos tenido ocasión de señalar. A veces fueron los geógrafos físicos los que dudaron de que el enfoque sistémico resultara apropiado para el estudio de los problemas humanos, debido a la capacidad de elección y la libertad que tienen los hombres. Significativamente, algunos de los geógrafos que más habían trabajado con la teoría de sistemas en el campo de la geografía física fueron los que más llamaron la atención sobre las limitaciones del concepto de ecosistema para el estudio geográfico. Entre ellos Richard J. Chorley no dejaría de advertir que el medio "se está convirtiendo, cada día más, en algo dominado por el hombre -o, incluso, creado por el hombre", y que el modelo ecológico puede fracasar "porque atribuye al hombre un papel demasiado subordinado e ineficaz". Su punto de vista queda reflejado en estas lúcidas palabras:

"A pesar de lo que se pueda dar a entender en sentido contrario, resulta claramente ilusoria la idea de que los flujos de inversión de capital, de población de información tecnológica, de energía generada, de agua y otros semejantes, junto con las restricciones y coacciones que aparecen implicadas en las políticas de interés y en los mecanismos de gestación de las decisiones del grupo, puedan ser reducidos a unidades comparables hasta el punto de poderse estructurar en relaciones energéticas similares a las que se dan en los ecosistemas. La geografía humana no es una simple extensión de la biogeografía; las cosas han ido ya demasiado lejos para que así sea &ndash;si es que alguna vez pudo ser así. Incluso el Paraíso tuvo su empresario. La relación del hombre con la naturaleza, cada vez más, va siendo de dominación y control, por mucho que lo deploren los amantes de la vida natural"  [35]

Mayores problemas planteaba la incorporación del concepto de ecosistema y la utilización de conceptos de ecología animal en antropología, y la pretensión de "considerar los componentes humanos y no humanos dentro del mismo marco conceptual"  [36] . Sin duda algunos antropólogos encontraron también atractivo poner énfasis en los procesos de interacción y retroacción y en los mecanismos de regulación que mantienen el equilibrio social y ambiental. Desde luego, puede resultar sugestivo el estudio de los efectos de la religión sobre los ecosistemas locales; pero no deja de plantear dificultades la consideración de los rituales como un mecanismo homeostático para regular variables ambientales y sociales, como pretendió Roy A. Rappaport  [37] . En todo caso, geógrafos y antropólogos coincidieron por aquellos años en esos enfoques y se enfrentaron al mismo tiempo a similares dificultades  [38] . Para unos y otros se abrían también otras vías de trabajo en relación con el tema de las relaciones entre hombre y ambiente.

A partir de los años 1960 el tema de los ajustes humanos a los riesgos naturales adquirió una especial importancia para los geógrafos, ya que enlazó rápidamente con las investigaciones sobre percepción del medio, las imágenes espaciales y el comportamiento geográfico  [39] , una línea de investigación que tendría un espectacular desarrollo y un profundo impacto en geografía durante las décadas siguientes.

La tradición de la ecología cultural, además de seguir siendo cultivada por los discípulos directos e indirectos de Sauer  [40] , encontró nuevos impulsos  [41]. Los temas de ecología cultura y adaptación cultural interesaron otra vez ampliamente a los geógrafos  [42] .

Desde mediados de los años 1970, y de forma creciente, la geografía postpositivista o postmoderna conocería una renovación de la influencia de los planteamientos historicistas. Al mismo tiempo, los problemas ambientales estaban pasando a tener eco cada vez mayor en la opinión pública. No es extraño que los geógrafos continuaran las líneas de reflexión anteriores, enriquecidas ahora por los nuevos enfoques; los geógrafos no podían abandonar esos temas en el momento en que había una conciencia pública creciente sobre ellos. Por todo ello la geografía siguió prestando atención a la incidencia del hombre sobre la faz de la Tierra, a la vez que incorporaba también nuevos métodos de análisis espacial a través del uso de los SIG.

En los años 1980 se multiplicaron las obras geográficas sobre el impacto de la actividad humana sobre los procesos ambientales. Entre los autores norteamericanos, la alusión a la obra de George Perkins Marsh se hizo canónica, ya que se consideró la primera que explícitamente había abordado estudio de la influencia de la actividad humana sobre el medio físico y un modelo para muchas de las obras que le siguieron; la otra referencia ineludible era el coloquio de 1955, convertido ya en un hito de gran significación  [43] . El estudio del impacto del hombre sobre los procesos ambientales se centró, unas veces, en los procesos que se relacionaban con los diversos componentes ambientales (atmósfera, hidrosfera, litosfera, edafosfera y biosfera), como se hizo en la obra editada por K. J. Gregory y D. E. Walling; y otras en los efectos de la actividad humana sobre medios específicos (bosques, agricultura, extracción minera, explotaciones marinas y sobre los espacios urbanizados), como se hizo en otros casos  [44] . También empezó a dedicarse atención en aquella década a todo lo relacionado con la gestión ambiental  [45] .

Como resultado de toda esa evolución, se mantuvo la línea de la geografía cultural, aunque crecientemente se fue incorporando a ella una perspectiva global, en especial en lo que se refiere a los factores humanos del cambio global y  una aproximación a este problema desde la ecología política, un campo cultivado asimismo por economistas y politólogos  [46] .

La geografía cultural se fue renovando así con nuevos temas y métodos, pero, en general, sigue reconociendo su deuda o su filiación con la línea de Berkeley. Continuaron interesando las prácticas culturales en el medio ambiente, la creación de paisajes, los fenómenos de difusión, y el uso y mal uso de la Tierra por los hombres  [47] , aceptando ya plenamente que el que el punto de partida es el paisaje natural transformado por milenios de actividad humana.

El campo de la ecología cultural siguió atrayendo a geógrafos de muy diversa formación, algunos de ellos desde la geografía física, como es el caso de Karl W. Butzer, que desde esa rama pasó a la geoarqueología y luego a los problemas ambientales en general. Aunque existen perspectivas diversas -que a veces ponen énfasis en los procesos, otras en las decisiones y en la selección de estrategias alternativas, y otras, finalmente, en el contexto socioeconómico o institucional- los principales problemas abordados pueden resumirse, como ha hecho Butzer, en cinco grandes grupos: los problemas de adaptación y de cambio, los comportamientos económicos en contextos de complejidad sociopolítica, la estratificación étnica y el conflicto en relación con los recursos, la gestión de los ambientes y los problemas del sostenimiento de la productividad, y los temas de crecimiento, decadencia y equilibrio de las sociedades humanas en relación con los ecosistemas humano-ambientales  [48] . Como es fácil de comprender, en este campo de la ecología cultural coinciden -o compiten- geógrafos y antropólogos [49].

El desarrollo de una poderosa rama de ecología cultural a partir de la geografía cultural tuvo un gran impulso por la influencia de un discípulo de Sauer, Marvin Mikesell, que siempre puso en guardia contra el localismo creciente de los geógrafos norteamericanos y el desinterés por una visión mundial de los problemas [50]. Algunos de sus discípulos en la universidad de Chicago han rendido recientemente un homenaje a su magisterio en una obra de geografía cultural que lleva el significativo título de Cultural encounters with environments; en él nuevamente vuelve a aparecer como un problema relevante la experiencia humana de los diversos ambientes y la continua construcción de los mismos  [51] . El interés por el  papel de los grupos sociales en la modificación de los habitats y el esfuerzo humano para controlar y organizar el medio ambiente natural y entender su papel dentro del mismo constituye una de las más sugestivas líneas de investigación en esta escuela.

El mensaje final con el que se cierra la obra es bien expresivo del camino a recorrer, un camino en el que la conducta de la humanidad con el medio físico y humanizado va a configurar el futuro de nuestra especie y en el que la cultura va a desempeñar un papel fundamental para determinar la naturaleza del encuentro [52]. Unas palabras que son confirmadas de forma bien expresiva en el epílogo de la obra por el profesor Philip L. Wagner, el amigo y colega de Mikesell desde el magisterio de Sauer:

"El uso humano de la Tierra ha adquirido nuevas y aciagas dimensiones; las relaciones entre los ambientes y los pueblos han entrado en una fase alarmantemente nueva, verdaderamente global, y no ya regional; y los encuentros culturales con el medio ambiente decidirán casi ciertamente en el futuro el destino de la humanidad"  [53] .

Un planteamiento muy similar al que iban adoptando otros geógrafos disgustados con la evolución hacia una especialización creciente de la geografía y la separación cada vez mayor entre las ramas física y humana de la disciplina. Así lo expresó David Sttoddart, que, precisamente en Berkeley, no dudó en mostrar explícitamente su rechazo hacia una parte de los trabajos geográficos y defender  una geografía volcada hacia cuestiones relevantes del mundo contemporáneo relacionadas con las relaciones hombre-medio y con lo que, expresado por él con el título de un texto de Sauer, podría considerarse como los problemas de "la tierra y la vida" [54].
 

El Coloquio de 1987

En ese contexto de tradiciones académicas e intelectuales y de nuevos desarrollos, el coloquio de 1987 sobre The Earth as Transformed by Human Action. Global and Regional Changes over the Past 300 Years, significó otro hito de importancia. El Coloquio se organizó con ocasión del centenario de la Clark University y fue organizado por Bill Turner II, con la colaboración de otros geógrafos que ya hemos tenido ocasión de citar: Robert W. Kates y Gilbert F. White, junto con el ecólogo William C. Clark. El Coloquio se organizaba 32 años después del de Princeton, un periodo en el que la población del mundo casi se había doblado y en el que, por tanto, los problemas ambientales se habían agravado. La opinión que expresó David Lowenthal sobre la percepción que se tenía de los problemas ambientales en el Coloquio de 1955 insistía en que aunque en esa fecha la amenaza nuclear era muy sentida, en general la consciencia de los riesgos ambientales entonces no era muy grande; por ello cree que la percepción sobre la capacidad del hombre para gestionar los problemas ambientales era, en conjunto optimista -con la excepción de las voces de Sauer, Boulding, Mumford, Darlins y Sears-, aunque también admite que ese optimismo no era representativo ni de los puntos de vista dominantes en Princeton ni, menos, de la opinión social, ya que se percibían bien los problemas que planteaba el crecimiento demográfico y la capacidad tecnológica [55].

Creo que no es esa la impresión de optimismo que se tiene leyendo los textos del Coloquio de Princeton, y que la opinión de Lowenthal y de los organizadores del de 1987 era sesgada, porque estaba afectada por un ambiente mucho más preocupado por el deterioro ambiental [56] , lo que acabó influyendo en la misma concepción del nuevo encuentro. En el momento en que se celebró se había ido difundiendo una opinión más bien pesimista,  a partir de informaciones más amplias y mejor tratadas que tres décadas antes, y existían ya dudas sobre la capacidad de la gestión humana de los problemas ambientales. Eso explica que la visión pesimista sea también bastante general y dominante cuando se leen los trabajos presentados a este Coloquio, y que a algunos incluso les pareciera que la deterioración ambiental había pasado a ser ya irreversible.

El título que se eligió para el Coloquio enlazaba directamente con la obra de George Perkins Marsh, ya que la edición de 1985 de su famoso libro Man and Nature (1864) había llevado como título The Earth as Modified by Human Action [57]. Pero, tal como declaró Kates en un artículo publicado paralelamente, si el simposio de 1955 había seguido en cierta manera los temas abordados por Marsh, poniendo énfasis en las "faces" o paisajes de la Tierra (agua, suelos, comunidades bióticas, más el clima, las ciudades y el nuevo paisaje de los residuos) el nuevo debía tener una estructura diferente, debido a los extraordinarios cambios que se habían producido y a una necesaria ampliación de la escala desde lo local a lo global; en sus propias palabras:

"no podíamos seguir enfocando solo hacia la faz de la Tierra, o hacia los "estados", como habrían dicho los partidarios de los modelos, sino hacia los vínculos entre estados, los flujos esenciales de materiales y energía, de los elementos geoquímicos, que soportan la vida humana. Los modelos y teorías de equilibro simple han sido reemplazados por otros más dinámicos, múltiples o estados estables momentáneos"[58] .

Ese nuevo planteamiento que tiene en cuenta -otra vez en palabras de Kates- la "aparición de una visión interactiva de las relaciones hombres-naturaleza y que pone énfasis en el papel esencial del comportamiento humano y de su adaptación en la transformación de la Tierra", coincidía con los planteamientos de la "nueva ecología" que se había ido desarrollando desde comienzos de los años 1980, también denominada "ecología dinámica". La nueva tendencia significó un cambio importante en el desarrollo de esta ciencia, ya que frente a la idea de estabilidad de los sistemas pone énfasis en la inestabilidad, los desequilibrios y las fluctuaciones caóticas que no pueden ser explicadas satisfactoriamente por los principios basados en el equilibrio, y exige tener en cuenta la capacidad de los organismos no humanos para realizar ajustes y la adaptación evolutiva a las variaciones espacio temporales de los ambientes [59].

El Coloquio de 1987 se organizó en cuatro grandes secciones. La primera dedicada a los cambios de la población en los últimos 300 años, examinaba las cinco grandes fuerzas humanas de cambio en ese período, a saber: la población; la tecnología; las instituciones, la organización y la cultura; la localización de la producción y el consumo; y la urbanización (un capítulo que, por cierto, se añadió tras el coloquio, junto con los dedicados a las zonas costeras, la flora y la ecología humana cultural). La sección prestaba también atención a la historia de las ideas relacionadas con la transformación de la Tierra (en un bello capítulo de David Lowenthal), considerando que éstas pueden ser por sí mismas fuerzas reales o potenciales del cambio ambiental.

La sección segunda se refería a las transformaciones del medio ambiente global, cambios a largo plazo en la biosfera producidos por la acción humana a lo largo de tres siglos, y cambios en los diferentes componentes de la biosfera localizados en la tierra (bosques, suelos, sedimentos), en el agua (cursos fluviales y zonas costeras), los océanos y la atmósfera, la biota (flora y fauna terrestre y marina), y en los elementos químicos (carbono, sulfuro, nitrógeno y fósforo) y la radiación. La tercera estuvo dedicada a doce estudios regionales que ponen de manifiesto las diversas formas de interacción que existen en medios terrestres tan diversos como los tropicales, las montañas, las llanuras y las regiones frías. La cuarta sección, finalmente, trata de entender las transformaciones desde marcos teóricos que explican las acciones humanas en la biosfera, con trabajos que se refieren a los significados (concretamente la inadecuación de las teorías sobre las relaciones entre el hombre y la naturaleza, o las perspectivas del consumo de masas), las relaciones sociales, y, finalmente, las perspectivas del análisis cultural aplicadas a un medio local (con un estudio de K. Butzer sobre una pequeña comunidad en la sierra del Espadán, Valencia).

En los años transcurridos desde el Coloquio de la Clark University la geografía ha seguido evolucionando en relación con muchas de las líneas ya definidas en ese momento. Dos aspectos pueden destacarse, uno la insistencia en la necesidad de realizar una aproximación integrada a los hechos físicos y humanos, y otro el de la ecología cultural.

En esa línea, uno de los organizadores de ese coloquio, Bill Turner II ha reflexionado recientemente sobre la identidad de la geografía y el peligro que para una concepción unitaria de esta ciencia representa el mantenimiento de los problemas clave típicos de la geografía, el corológico-espacial y el que pone énfasis en las relaciones hombre-medio. Estima que la disciplina no sobrevivirá a no ser que privilegie esta última dirección, especialmente en la síntesis excelente a que había llegado la geografía clásica: la de que la substancia del estudio hombre-medio requería un enfoque basado en el lugar concreto[60]. Al mismo tiempo insiste en la necesidad de dedicar el esfuerzo a la resolución de problemas entre los cuales de forma importante los de carácter ambiental, y en especial los que se refieren a la human-environment condition (expresión que él prefiere a la de human-environment relationship) [61].

El debate que ha seguido a ese artículo permite comprobar el acuerdo sobre la trascendencia de la tradición de estudio hombre-medio, aunque con matizaciones que se refieren a la especificidad del enfoque geográfico y la importancia relativa de las dimensiones cultural y medioambiental, a la limitación de las aproximaciones disciplinarias y la necesidad de enfoques cruzados e híbridos, y a la importancia que debe tener el uso de nuevas tecnologías como los SIG en el estudio medio ambiental[62].

A pesar de la división entre geografía física y humana y de la separación de un campo de la geografía regional, la aspiración a la integración sigue viva en geografía. Esa misma idea, en la tradición de Barrows haya sido defendida otra vez en los últimos años [63]. Otros autores han insistido también en la trascendencia de un enfoque histórico. Al mismo tiempo se ha seguido poniendo énfasis en la importancia de la geografía cultural[64]y de la geografía política, e incluso de la geopolítica de los recursos [65].
 

La necesidad de un nuevo planteamiento

El impacto del Coloquio de 1987 ha sido grande en la geografía, paralelamente a una creciente inquietud pública por los problemas ambientales. La década de 1990 ha visto la multiplicación de las obras geográficas dedicadas a estudiar el impacto de la actividad humana sobre el medio natural, la transformación de la Tierra como resultado de dicho impacto, la degradación del territorio, el cambio del planeta, el cambio global [66]. De manera general, el estudio del impacto humano sobre el planeta se concreta en el análisis de los impactos geomorfológicos en la superficie del terreno, en el suelo, en las aguas, en el clima y la atmósfera, así como los impactos biológicos [67]. El mensaje final respecto al futuro es generalmente pesimista, y algunos hablan incluso del suicidio de la especie humana[68].

¿Deberemos conformarnos con ello, o existe alguna posibilidad de modificar el dictamen?. Solo una desplazamiento de la perspectiva lo hará posible. Seguramente no necesitamos de más estudios científicos, aunque sean útiles todos los que se realicen. Lo que se necesita es una nueva actitud que reconozca que no basta simplemente el conocimiento científico. Es decir un desplazamiento desde la geografía, la ecología o la economía hacia la geografía política, la ecología política y la economía política, por citar solo algunas ramas del conocimiento. O, mejor aun, simplemente a la política. Ese será el tema de nuestra próxima intervención.
 

Notas

 
[1] Capel 1981, p. 257-260; y Capel 1983, p. 4-10.
 
[2] El simposium de Princeton sobre Man's role in changing the face of the Earth se inspiró en buena medida en la obra de Marsh, así como en la del geógrafo ruso Alexandre I. Woeikoff (o Voyeikov), tal como se señala explícitamente (Thomas 1956, p. XXVIII y ss). Las ideas e este último autor sobre la influencia del hombre en la Tierra pueden verse en Woeikoff 1902.
 
[3] Barrows 1923.
 
[4] Park ed. 1974; Capel 1987, p. 51-60.
 
[5] Glacken 1967, ed. 1996.
 
[6] Así ha sido reconocido por autores como Peter J. Hugill y Kenneth E. Foote, en Foote 1994, p. 11.
 
[7] Thomas 1956, p. 1153-1155; la clasificación que hizo el editor de la obra señala que el 40 por ciento de los participantes eran del campo de las ciencias de la Tierra, 28 % de las ciencias biológicas, 12 % de las ciencias sociales y 20 % de campos aplicados (administración, planificación urbana, etc.), de diez países, p. XXVI. En la introducción W. Thomas destaca sobre todo la obra de una serie de geógrafos como inspiración del coloquio (p. XXX-XXXVIII).
 
[8] Bates, In Thomas 1956, p. 1140.
 
[9] Por ejemplo Deffontaines 1939 (a, b y c). Más adelante se publicaría también el Atlas aérien du Rhône de A. Cholley y el capitan Seive, y la obra Découverte aérienne du Monde, impulsado por el sociólogo Paul Henry Chombart de Lauwe -que había sido piloto de una escuadrilla aérea- con una selección de fotografías aéreas comentadas de todo el mundo.
 
[10] Deffontaines y Jean-Bruhes Delamarre 1955, vol. I, p. 7-10 ("Nouvelles visions de la Terre par avion").
 
[11] Schaeffer 1953, ed. 1972.
 
[12] Capel 1996.
 
[13] Entre ellos pueden citarse además de Ackerman 1963, David Sttoddart 1967 y otros. Sobre todo ello véase Capel, 1981, cap. XII ("Neopositivismo y geografía cuantitativa"), y en especial, p. 388 y ss.
 
[14] Ackerman 1963, ed. 1976.
 
[15] National Research Council, U.S. Academy of Sciences, The Science of Geography, 1965; Borchert 1973, p. 312.
 
[16] Sauer 1969; la necrológica de este autor en Leighly 1976.
 
[17] Asi se organizaron los artículos seleccionados en la antología de geografía cultural editada por P. Wagner y M. Mikesell 1962. Los temas esenciales de la geografía cultural eran cinco y en varios de ellos la dimensión cultural estaba claramente presente: cultura, áreas culturales, paisjae cultural, historia cultural y ecología cultural.
 
[18] Como se hacía por ejemplo, en la obra Géographie génerale, dirigida por A. Journaux, Pierre Deffontaines y Mariel Jean-Brunhes Delamarre 1966, una buena parte de la cual está dedicada precisamente a la "Mise en valeur de la planète et aménagement des paysages".
 
[19] Aunque tal vez sea cierto que aunque la geografía siguió tratando temas ambientales, cuando en esa década se requirieron de forma cada vez más amplia científicos que trataran estos temas no todos los geógrafos estaban disponibles, por el impacto de la revolución cuantitativa, como pretende Kates 1987, p. 526.
 
[20] Entre las numerosas obras de este autor, White 1942 y White ed. 1961; en castellano puede encontrarse un balance de sus trabajos, realizado por él mismo en White 1975.
 
[21] Gould 1963.
 
[22] Chorley 1962.
 
[23] Berry 1962; un amirada histórica sobre esos estudios en Capel 2003.
 
[24] Borchert 1973.
 
[25] Mabogunje 1970.
 
[26] Stoddart 1966.
 
[27] Stoddart 1967.
 
[28] Como se hace en la obra editada por P. W. English y R. C. Mayfield 1972, que incluye trabajos de Vayda y otros 1961, Geertz 1963 y Roy A. Rappaport 1963; sobre el significado de la obra de estos antropólogos en el desarrollo de su propia ciencia véase Grossman 1977, p. 133.
 
[29] Como por ejemplo H. C. Brookfield 1962 y, de forma más general, 1964.
 
[30] Douglas 1982.
 
[31] Bertrand 1968.
 
[32] Bertrand 1972.
 
[33] Grau 1984.
 
[34] A partir de Haubrich 1982. Una valoración reciente del concepto de ecosistema urbano para la ciencia y la educación, en Berkowitz, Hollweg & Nilon (eds.) 2003
 
[35] Chorley 1973, ed. 1975, trad. de J. Hernández Orozco.
 
[36] Grossman 1977, p. 135.
 
[37] Rappport, R. A. 1968, cit. por Grossman 1977, notas 44 y 78.

[38] Una buena presentación de las mismas y de las coincidencias y divergencias entre unos y otros en Grossman 1977; entre las divergencias, dicho autor considera que mientras desde la antropología se tuvo tendencia a estudiar las adaptaciones al ambiente, desde la geografía se puso sobre todo énfasis en las transformaciones del ambiente, esto último en relación con la tradición paisajística en geografía.

 
[39] Una historia de ello en Capel 1973. Entre los trabajos fundamentales los de White, Burton, Kates y White 1978 etc.
 
[40] La historia de la escuela de Sauer en los años 1960 puede verse en Hugill y Foote 1994.
 
[41] Con los trabajos de H. C. Brookfield y P. Brown (1963), K. W. Butzer,  y otros.
 
[42] Y se incluyeron en antologías como la de English & Mayfield 1972, en las que se reproducen los artículos de J. H. Steward 1955 y de Ph. W. Porter 1965.
 
[43] Un balance de esa historia intelectual en Lowenthal (introducción a la reedición de la obra de Marsh en 1965) y en Gregory & Walling 1987 ("1. Introducción"); estos autores consideran su libro, publicado primeramente en 1980, como una continuación más modesta, que pone énfasis en los desarrollos producidos durante las dos décadas que habían transcurrido desde el Coloquio de 1955.
 
[44] Por ejemplo, con referencia a los espacios urbanos Douglas 1983.
 
[45] Tanto en el mundo occidental, donde la bibliografía es muy abundante, como en el entonces mundo soviético, Matley 1982,
 
[46] Desde 1991 existe en Barcelona una Revista de Ecología Política, dirigida por el economista Joan Martínez Alier, y desde 1994 un Journal of Political Ecology: Case Studies in History and Society, publicado en la Universidad de Arizona por la Political Ecology Society.
 
[47] Como se observa en el libro editado por Foote 1994 con el título Re-readings in cultural geography, que posee una explícita voluntad de continuidad con la antología de Wagner y Mikesell, autores que son invitados a realizar la introducción y el epílogo.

[48] Butzer 1994.

 
[49] Estos últimos hacen remontar el origen de la misma al libro de Julien Steward Theory of Cultural Change (1955) y citan una larga línea de aportaciones desde entonces. Por su parte los geógrafos han constituido en algunos departamentos centros para el estudio de la ecología cultural, y desde 1980 existe dentro de la Associacion of American Geographers un Cultural and Political Ecology Group.
 
[50] Mikesell 1974.
 
[51] Murphy & Johnson 2000.
 
[52] Murphy & Johnson 2000, p. 309; en la introducción los editores presentan su vinculación con la escuela de Sauer y su deuda concreta con el magisterio de Mikesell, p. 1-13.
 
[53] Philip L.  Wagner 2002, p. 311; por cierto, que en ese texto Wagner alude a la trascendencia del Coloquio Man' Role in changing the Face of the Earth organizado por Sauer en 1955 y señala que aunque la obra "lamentablemente inspiró escaso activismo", debe destacarse como un hito en la toma de conciencia de lo que el llama la panantropy, el munfo verdaderamente unificado bajo el dominio global de nuestra especie, convertida definitivamente en ecológicamente dominante.
 
[54] Stoddart 1987; el texto corresponde a una conferencia impartida por él en Berkeley el año anterior..
 
[55] Lowenthal 1990, p. 124-125.
 
[56] Un deterioro creciente, cuidadosamente inventariado por Lowenthal 1990, p. 126 y ss, y que aparece en otras páginas de las comunicaciones.
 
[57] Turner 1990 ("Preface"), p. XI.
 
[58] Kates 1987, p. 529-530.
 
[59] Puede encontrarse una presentación de los principios de la nueva ecología y de las posibilidades de convergencia con la geografía en Zimmerer 1994. Desde fines de los años 1970 el concepto de equilibrio era criticado y readaptado en la teoría antropológica (como se ve en Grossman 1977, p. 136), con consideraciones que tienen que ver con el ambiente de crítica que dio paso a la "nueva ecología".
 
[60] Turner 2002, p. 57.
 
[61] Turner 2002, p. 62. En p. 61 alusión a Stoddar 1987, a Unwin 1992: ninguna disciplina puede pretender que el espacio le pertenece)  Lawton 2001, Sobre Nas y nota 2.
 
[62] Butzer 2002, Kates 2002, Wescoat 2002.
 
[63] Zimmerer 1994.
 
[64] Tras el coloquio de 1987 el mismo Turner ha insistido en la importancia de la ecología cultural (Turner 1989, AAAG, y artículo de 1997 en Ecumene). Una
presentación de la nueva geografía cultural y de las críticas a la escuela de Berkeley en Price & Lewis 1993, que insisten en la necesidad de volver a ella para plantear problemas relevantes y defienden que "cuando la crisis mediambiental global se intensifica, comprender los vínculos históricamente enraizados y culturalmente contingentes que existen entre la Humanidad y el mediambiente natural se hace más &ndash;y no menos- importante".
 
[65] Capel 2002 c.  Una bibliografía de los nuevos campos y perspectivas que están siendo abordados por los geógrafos, en Turner 2002, p. 59-60.
 
[66] A todas estas cuestiones corresponden títulos de una serie de publicaciones aparecidas en los 90 y reseñadas en Goudie 1997, p.XIV-XVI.
 
[67] Son los temas abordados en Goudie 4th ed. 1993 y en la antología de Goudie 1997.
 
[68] Como muestra el artículo seleccionado por Andrew Goudie (1997) para cerrar su antología, el de C. Tickell titulado "The human species: A suicidal success?" (Tickell 1993).

 
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© Copyright: Biblio 3W, 2003.
 

Ficha bibliográfica

CAPEL, H. La geografía y los dos coloquios sobre la incidencia del hombre en la faz de la tierra. Biblio 3W, Revista Bibliográfica de Geografía y Ciencias Sociales, Universidad de Barcelona, Vol. VIII, nº 459, 5 de septiembre de 2003. <http://www.ub.es/geocrit/b3w-459.htm>. [ISSN 1138-9796].


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