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Biblio 3W
REVISTA BIBLIOGRÁFICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES
(Serie  documental de Geo Crítica)
Universidad de Barcelona
ISSN: 1138-9796. Depósito Legal: B. 21.742-98
Vol. VIII, nº 478, 10 de diciembre de 2003

KIGMAN GARCÉS, Eduardo.  Discurso y relaciones de poder en el Quito de la primera mitad del siglo XX. Tesis para optar al título de Doctor en Antropología Social y Cultural, dirigida por el Dr. Joan Josep Pujadas. Tarragona: Universitat Rovira i Virgili (Programa de Doctorado en Antropología Urbana del Departamento de Antropología, Filosofía y Trabajo Social), 2003. 494 p.

Horacio Capel

Universidad de Barcelona


Palabras clave: antropología urbana, geografía urbana, teoría del discurso, poder y espacio, ciudades iberoamericanas, modernidad, Ecuador

Key words: urban anthropology, Urban geography, theory of discourse, power and space, latinamerican towns, modernity, Ecuador


Eduardo Kigman Garcés ha realizado una Tesis Doctoral para optar al título de Doctor en Antropología Social y Cultural, la cual ha sido dirigida por el Dr. Joan Josep Pujadas Muñoz y elaborada en el marco del Programa de Doctorado en Antropología Urbana del Departamento de Antropología, Filosofía y Trabajo Social de la Universitat Rovira i Virgili de Tarragona[1].

Resulta muy atractiva, sin duda, una Tesis sobre las relaciones de poder en Quito en la primera mitad del siglo XX, especialmente porque ya desde las primeras líneas de la misma el autor define el objetivo de su trabajo de una manera a la vez clarificadora e incitante:

"Esta Tesis está dirigida -escribe- a estudiar las relaciones de poder en Quito en el tránsito de la ciudad señorial a la 'primera modernidad' o 'modernidad periférica'. Se trata de un 'momento inaugural' en el que se intentó asumir una 'modernidad' y una 'cultura nacional', sin renunciar, por eso, a los 'privilegios coloniales'".

Una declaración que plantea numerosas inquietudes al lector, y, entre otras, éstas: si es cierto que la llamada ciudad señorial, que uno podría, de entrada, interpretar como feudal, se prolonga hasta comienzos del siglo XX, lo que pone en cuestión la eficacia de la organización del Estado liberal en los años del XIX que siguen a la independencia; qué se entiende por "modernidad" y todavía más, que significa eso de "modernidad periférica", y qué quiere decir que se mantienen los "privilegios coloniales" en un país independiente, y si con ello se está aludiendo a lo que Tulio Halperin Donghi ha calificado en un conocido libro como el "régimen necolonial" implantado en América latina a partir de mediados del XIX y cuya madurez se alcanzaría entre 1880 y 1930.

Las líneas iniciales de la Tesis nos sitúan asimismo ante una investigación histórica que trata de analizar "los patrones de funcionamiento social en los Andes", lo que significa, por tanto, "una perspectiva histórica guiada por preguntas del presente". Algo que resulta muy sugestivo en una investigación de carácter antropológico, especialmente por el hecho de que con mucha frecuencia los antropólogos han mostrado hacia la historia una gran insensibilidad, que ha tenido a veces consecuencias negativas en sus investigaciones.

La Tesis se sitúa en un marco temporal concreto, el de Quito entre finales del siglo XIX y las primeras décadas del XX, un momento calificado de transición (aunque según como se mire, todos los momentos lo son), y trata de combinar una microfísica del poder, que parte de las ideas de Foucault, y una perspectiva más amplia, que pone énfasis en el contexto y en las mallas de relaciones o significados.

El texto se inicia con tres capítulos generales e introductorios en los que se sitúan las transformaciones de Quito en el tránsito entre lo que el autor llama la "ciudad señorial" y la "ciudad de la primera modernidad". En ellos se presentan esos dos tipos de ciudades en el marco de los cambios políticos y económicos del Ecuador del siglo XIX. Dichos cambios se van realizando a lo largo de una evolución que está relativamente bien definida desde el punto de vista político y económico, a saber: 1) el proceso de independencia y la formación de la Gran Colombia (1808-1830); 2) la primera fase republicana de Ecuador independiente (1830-1859); 3) el periodo de la presidencia de García Moreno o periodo Garciano (1859-1875); 4) el periodo "Progresista" (1875-1895); 5) la Revolución Liberal (1895-1912); 6) la fase de auge y crisis de la producción cacaotera y dominio de la oligarquía plutocrática (1912-1925); y 7) la crisis y las transformaciones sociales que se producen entre 1925 y 1947. Una periodización que habría resultado interesante comparar con las de otros países iberoamericanos (y desde luego, también con España), para lo que ya disponemos de propuestas muy sugestivas, como la del citado Tulio Halperin Donghi en su conocida Historia contemporánea de América Latina.

Los cambios que se producen en los años que estudia Kingman Garcés son caracterizados así por él mismo:

"Hacia los años objeto de esta investigación se dio un giro importante en la cotidianeidad de los habitantes de Quito, como resultado de la ampliación de las relaciones de mercado, la creciente secularización de la vida social, el desarrollo de la urbanización y la ampliación de los medios de transporte, las comunicaciones y el sistema escolar. No obstante, continuaron operando gran parte de los patrones clasificatorios tradicionales, organizando la vida de los grupos y de los individuos a partir de oposiciones binarias: las que separaban los hombres de las mujeres, los blancos de los indios, la aristocracia de la plebe, lo urbano de lo rural, lo central de lo periférico, lo propio de lo ajeno. Estos códigos condicionaron las formas como los individuos, las clases, los géneros, se relacionaron entre sí y construyeron sus identidades, y el uso que hicieron de los espacios. Quito vivió un proceso de diferenciación social y espacial, que se expresó, entre otras cosas, en un  'recelo de clase', y que llevó a romper con las reglas de convivencia propias de la ciudad estamental. La forma como fue percibido ese proceso condujo a las elites a desarrollar diversas estrategias de representación así como mecanismos prácticos de distinción y diferenciación social que de una u otra manera marcaron las formas de funcionamiento de la cultura política" (pág. 28).

La parte dedicada a presentar el proceso de modernización de la ciudad de Quito a fines del siglo XIX y comienzos del XX (capítulo 3), presta especial atención al impacto de la llegada del ferrocarril en la vida económica de la ciudad y en el desarrollo urbano, a las nuevas formas de estructuración social que empiezan a cambiar en la ciudad señorial y aristocrática, y a la diferenciación de los oficios y su localización en el espacio urbano.

Los capítulos siguientes ponen énfasis en los dispositivos modernos de gestión de la ciudad, y concretamente en las reformas higiénicas y la planificación (capítulo 4); en los dispositivos de asistencia social y para pobres, desde la caridad a la beneficencia y el comienzo de la seguridad social (capítulo 5); y en el ejercicio de las prácticas hospitalarias, con el análisis en profundidad del hospital del San Juan de Dios (capítulo 6). La investigación acaba con unas reflexiones finales y se completa con unos apéndices estadísticos sobre los cambios en la población y en las actividades económicas de Quito en el periodo estudiado.

La Tesis de Eduardo Kingman es una investigación de gran valor, al que no hay nada que objetar desde el punto de vista académico. Está muy bien planteada en términos teóricos, muy bien apoyada en fuentes primarias (que incluyen material de archivo y entrevistas) y secundarias, y utiliza una bibliografía amplia y pertinente. Puede ser calificada, sin duda, de excelente.

De todas maneras, pueden surgir en relación con este trabajo problemas que tienen un alcance más general y que se refieren a los estereotipos aceptados por parte de los científicos sociales de los países iberoamericanos acerca de su situación colonial y de las transformaciones que se han realizado a partir de la independencia, unos estereotipos que acaban afectando a toda su visión del desarrollo en los dos últimos siglos. Con el ánimo de entrar en el debate de las aportaciones que se hacen en la Tesis voy a decir algo sobre ello, precisamente por el interés que suscita un trabajo tan sobresaliente como éste y las amplias implicaciones que posee.
 

La ciudad andina y la ciudad europea

Algunas preguntas que se hacen en la Tesis pueden plantear dudas en cuanto a su formulación precisa. Por ejemplo, las que se hacen a partir de la constatación de que cuando las elites ecuatorianas miraban a Europa pensaban en ciudades, lo que lleva al problema de qué es una ciudad. El autor escribe que:

"La ciudad constituye, de acuerdo a Weber, un modelo propio de Occidente. Como modelo responde a un proceso de racionalización creciente de la vida social. Las preguntas que cabe hacer, entonces, son las siguientes: ¿En qué medida ese modelo podía ser aplicable a ciudades donde se reproducían relaciones coloniales y postocoloniales como las nuestras? ¿A partir de qué parámetros se podía medir la racionalidad política y cultural de esas ciudades?".

 Lo que está implícito en esas preguntas aparece más tarde con referencia a una idea de ciudad que se identifica de forma restrictiva con la "ciudad industrial" y que parece reflejar una idea no muy ajustada de la forma como se desarrolló el proceso de cambio desde el Antiguo Régimen al régimen liberal en la Europa del siglo XIX y comienzos del XX; un proceso que en algunas ciudades se hizo de forma paralela a una fase de industrialización, pero en otras se realizó manteniendo las funciones terciarias.

El autor escribe acerca de esos cambios lo siguiente:

"La modernidad, tal como se la concibió en los Andes, y de manera específica en Ecuador, no constituía un proyecto aplicable de manera homogénea al conjunto de sectores sociales. Si bien en esos años asistimos a una ampliación y mejoramiento de los medios de transporte, fundamentalmente gracias al ferrocarril y a una renovación del ambiente de las ciudades, la modernización, y menos aún la modernidad, no llegó de manera igual a todas partes. La mayoría de la población conservaba aún elementos de sus culturas locales y aunque se había generado un mercado interno, seguía teniendo peso un tipo de economía doméstica de auto-subsistencia y una economía simbólica basada en el intercambio de dones. El mercado en el cual participaban de manera activa muchos grupos indígenas no era incompatible con la reproducción de formas sociales y culturales premodernas. Todo esto estaba relacionado con la imposibilidad del propio Estado para incorporar al conjunto de sectores sociales a la ciudadanía, dadas sus bases patriarcales, y a la existencia de profundas fronteras étnicas de raíz colonial sobre las cuales, de manera paradójica, el propio proyecto nacional se levantaba. Recordemos, por ejemplo, que la mayoría de la población era analfabeta, a la vez que estaba escasamente secularizada, de modo que no participaba de buena parte de los imaginarios a partir de los cuales se intentaba construir la sociedad nacional.

Las propias elites no eran completamente modernas y en muchos aspectos su modernidad se reducía a signos exteriores. En el caso de Quito, en concreto, los señores de la ciudad eran, al mismo tiempo, señores de la tierra, de modo que su paso a la modernidad fue, hasta los años treinta y cincuenta (del siglo XX), resultado del incremento de las rentas hecendatarias y el desarrollo del capital comercial y bancario, antes que de una incursión en la industria o un desarrollo manufacturero. Se trataba de una modernidad incipiente, a la vez que excluyente, que se expresaba sobre todo en el consumo y en la secularización de los gustos y costumbres. Se trataba, en todo caso, de una "modernización tradicional" en la que se seguían reproduciendo muchos elementos de la sociedad de Antiguo Régimen, tanto en términos sociales, como culturales y morales" (pág. 15-17)

Si suprimimos de esta cita las alusiones a los indígenas (porque normalmente se aplica este término a sociedades no europeas, olvidando que 'indígena' es, como dice el Diccionario de la RAE, el "originario del país de que se trata", y que, por tanto, todos los nativos de España o de Francia son igualmente indígenas), es probable que muchos especialistas en historia contemporánea europea aceptarían que ese texto describe el desarrollo del proceso de modernización de muchas regiones y ciudades del continente europeo durante el siglo XIX y hasta la primera guerra mundial. De hecho, el desarrollo industrial afectó esencialmente a unas regiones y ciudades determinadas, y no se extendió a todas las europeas.

De manera similar, podrían aceptarse también en Europa caracterizaciones como las que se hacen en la Tesis y que resaltan que en las ciudades ecuatorianas "la modernización de las instituciones se dio en un contexto en el que seguía funcionando una sociedad tradicional, estamental y jerárquica (....); la modernidad urbana era, en gran medida, una construcción imaginaria que permitía mantener la decencia en el contexto de una ciudad de provincia" (pág. 19). Como puede ser compartida la afirmación de que la ciudad considerada por las elites y parcialmente aceptada por otros estratos de la sociedad, era una ciudad "habitada por figuras decentes e indecentes"; no hay más que recordar, en ese sentido, el amplio uso que estos conceptos de decencia e indecencia tuvieron en las ciudades europeas del siglo XIX, y las descalificaciones que se hicieron de los grupos populares, visibles en los tratados de urbanidad y de buenas costumbres que se publicaron en ese siglo y todavía hasta los años 1930 en los países europeos.

De forma similar, la idea de que "la ciudad como "locus de la modernidad, en oposición a la rusticidad del mundo rural, es asumida como tal en las primeras décadas del siglo XX" (pág. 20), podría afirmarse igualmente de la situación europea en el mismo periodo. También podríamos reconocer en Europa la dualidad social que se observa en la ciudad ecuatoriana, reflejada en el hecho de que en ella "existían dos ciudades, con parámetros urbanísticos, sociales y culturales distintos: la ciudad moderna y la ciudad resultado de la anomia, o, si se quiere, de la degradación de las relaciones y de los ambientes, formada por gentes venidas de ninguna parte"; para comprobar la validez de eso mismo en ellas, bastará con recordar los estudios de los primeros sociólogos europeos del siglo XIX como Booth o Le Play, las descripciones que se hicieron de grandes urbes como Nueva York por autores como Jacob Riis, el autor de How the Other Half Lives (1890), o las descripciones de tantos higienistas y antropólogos sobre ciudades europeas de fines del XIX.

Tanto en los centros urbanos más pujantes de los países que primeramente realizaron la Revolución industrial, como en los de áreas donde ésta se produjo más tardíamente, se puede poner énfasis en las continuidades o en el cambio y en lo nuevo. Sin duda los procesos de cambio se desarrollan lentamente, y con ritmo diverso de unas áreas a otras. Pero puede formularse la hipótesis de que los cambios fueron en lo esencial similares a un lado y otro del Océano, es decir en la vieja Europa y en la Europa ultraatlántica, que incluye a toda la América hispana, portuguesa, inglesa y francesa.

Muchas de las relaciones económicas que se describen eran también similares a las que se encuentran en Europa; por ejemplo los mercados regionales de los productos agrícolas (pág. 65), las relaciones estrechas entre ciudad y campo, la integración de muchas poblaciones campesinas en el mundo de relaciones urbanas. Las diferencias que en la Tesis se señalan entre Quito y Guayaquil tienen asimismo un paralelo en diversos países europeos, entre ciudades capitales y otras con grupos de poder mucho más dinámicos, "de carácter mercantil y financiero, interesados en el control del Estado y en extender su dominio a todo el territorio nacional", como se describe a los grupos de la oligarquía guayaquileña (pág. 18).

Había, sin embargo en Ecuador y otros países americanos del norte y del sur, algún aspecto específico que tiene que ver con un pasado en el que las relaciones sociales se habían visto afectadas por el sometimiento de poblaciones indígenas a partir de la colonización española, portuguesa o inglesa, y por el mantenimiento de formas de esclavitud (en Estados Unidos hasta mediados de siglo y hasta algo más tarde en países como Brasil y Cuba).  El fracaso del intento de crear un orden civil no feudal y relativamente igualitario que intentaron en las Indias españolas las Leyes Nuevas de 1542, dio lugar a una situación que todavía estaba presente después de la independencia. Algo que, en lo que se refiere a Ecuador, aparece reflejado en este párrafo:

"Uno de los problemas básicos que se planteaba la sociedad republicana era como hacer compatibles el proceso de invención de una nación con los requerimientos de sujeción y administración de las poblaciones indígenas. Tanto el tributo de indios como el sistema de trabajo subsidiario marcaban una desigualdad de base entre los ecuatorianos que se expresaba en las relaciones sociales" (pág. 57)

La posibilidad de que "en la vida cotidiana todos podían hacer de los indios lo que querían" (pág. 96) -en el caso de que esa afirmación corresponda a la realidad en Ecuador- nos sitúan, desde luego, ante algo diferente a lo que ocurría en la Europa del siglo XIX. En todo caso, convendría no olvidar que esos indígenas ecuatorianos de que habla no eran esclavos, y que, por el contrario, la esclavitud perduró durante varias décadas en Estados Unidos después de la independencia; es decir, que mucho más que eso podría decirse también de la población negra norteamericana -por no citar ahora a los propios indígenas del centro y oeste de Estados Unidos- y, sin embargo, los científicos sociales de los países iberoamericanos olvidan sorprendentemente ese hecho en sus estudios de historia social. La comparación sistemática que realizan con las áreas dinámicas de los países europeos más avanzados les lleva así, con frecuencia, a concluir en una inferioridad y marginalidad de sus propios países, cayendo así en un complejo que contribuye a afirmar ese mismo sentimiento de inferioridad y marginalidad.

Es probable que resulte excesiva la afirmación que hace el autor de que "con la independencia no se modificaron las relaciones coloniales" (pág. 58). Es imposible que la guerra civil que condujo a la emancipación de Ecuador y de otros países de la América hispana no produjera cambios trascendentales respecto a la situación del Antiguo Régimen; como ocurrió en España con las Cortes de Cádiz y la constitución de 1812, a pesar del retroceso que luego supuso el intento de restauración de la monarquía absoluta y del Antiguo Régimen durante el reinado de Fernando VII; retroceso que en parte tambien pudo producirse en América hispana debido al hecho de que los líderes de la independencia no siempre fueron representantes de los sectores liberales más progresistas. En todo caso, la abolición de derechos jurisdiccionales en los señoríos y la difusión de nuevas formas económicas, del trabajo asalariado y de nuevas correlaciones de fuerza implicaron, tanto en España como en los países independientes de América, cambios de gran trascendencia.

Es indudable que con la independencia se produjo momentáneamente, en el caso de Ecuador, una debilitación del Estado, un reforzamiento de los poderes locales y una cierta privatización del poder. Es decir, que, al igual que en España (afectada durante casi una década por la guerra civil carlista), el régimen liberal se tuvo que implantar con grandes difultades. En Ecuador los municipios cumplieron un papel importante en la organización del nuevo Estado (y, tanto allí como en muchos países, en el mismo inicio del proceso emancipador), y el conflicto y las negociaciones entre unos y otro fueron constantes. Sin duda, en eso hay diferencias importantes respecto a lo que ocurrió en Europa, aunque no hay que olvidar que en muchos países de este continente la implantación del régimen liberal supuso que los ayuntamientos se convirtieran en el último escalón de la organización estatal.

En todo caso, en Ecuador la acción de los cabildos estaba también relacionada con la administración de poblaciones indígenas cercanas a la ciudad, utilizando para ello a las propias poblaciones indígenas. La distinción entre ciudadanos y campesinos (que también se daba en Europa) iba allí reforzada por la distinción entre blanco y mestizo, por un lado, e indígena por otro, y por la cercanía de una situación en la que la esclavitud había estado presente.

La lectura de la Tesis hace aparecer una y otra vez preguntas y dudas sobre lo que es general europeo y lo que es específicamente hispanoamericano y herencia de una situación colonial peculiar, o lo que, más aún, es específicamente andino. En algún caso, si sustituimos 'indígenas' por 'campesinos', lo que se describe en la Tesis puede reconocerse también en las ciudades europeas. En otros casos vemos que no es así, como cuando se hacen alusiones a la permanencia de formas de trabajo campesino que parecen derivar de la mita (pág. 71), o trabajo forzado indígena. En todo caso, que "los sectores populares mantuvieran fuertes vínculos con  el agro ya sea directamente o a través de redes de parentesco y mestizaje" (pág. 96) no es tampoco específico de Ecuador, como tantos estudios de redes urbanas europeas han puesto de manifiesto.

La descripción de la ciudad de Quito nos conduce a un paisaje urbano que tiene mucho que ver con la ciudad europea del siglo XIX, especialmente en ciudades medias y pequeñas. Podemos citar algunas. Los aguadores, que en las ciudades pequeñas españolas pudieron perdurar hasta los años 1950, como yo los he visto de niño todavía en Lorca. Las acciones misionales, que se dieron en contextos diversos de recristianización como ocurrió en la Francia y la España de fines del XIX, en el momento de las Restauraciones que siguieron a los periodos revolucionarios de 1870, así como en el Canadá francés, entre otros países; o todavía de nuevo en la España franquista de los años 1940 y 1950. Las sirvientas de casas urbanas (llamadas en Ecuador huasicamas) y las muchachas que eran entregadas para que fueran criadas y sirvieran en casas acomodadas (pág. 194) eran similares a los "criados" o "criadas" en las ciudades españolas; la interpretación de esa situación en términos no económicos y con alusiones a la violencia simbólica (pág. 196) es, de todas formas, algo que resulta poco claro o que necesita de mayores datos.

La descripción de la vida cotidiana de Quito en el siglo XIX y comienzos del XX, realizada a partir del testimonio de viajeros y del análisis de guías urbanas, resulta viva y atractiva, y muestra, otra vez, situaciones que pueden resultar familiares también en numerosas ciudades europeas. Desde luego al lector le gustaría saber más de la composición del concejo muncipal, de la estructura de la propiedad, de las bases económicas de las elites quiteñas y de otros muchos aspectos importantes, pero hay que reconocer que lo que se aporta ya es mucho y permite plantear interesantes perspectivas de trabajo para el futuro.

Hace bien el autor en llamar la atención sobre visiones distorsionadas que los viajeros podían tener de las ciudades que visitaban; por ejemplo, al destacar la suciedad e insalubridad de Quito, olvidando las que existían en muchas ciudades europeas del XIX y comienzos del XX. Por otra parte, conviene recordar que si los indios eran percibidos y representados como exóticos, de manera parecida eran vistos los campesinos europeos del XIX por los viajeros urbanos, tanto románticos como positivistas.

La crítica que se hace de la ciudad ecuatoriana y el cuestionamiento que realiza de que sea realmente la huella de Europa en América resulta sugestiva, pero los argumentos que se proporcionan (por ejemplo "otros barrios, o mejor aun otras formas de vivir e incorporarse, e incluso de asumir otras culturas, expresión de carácter complejo de nuestras repúblicas", pág. 95) deben ser clarificados.

Las formas de distinción de la elite son objeto de un interesante apartado del capítulo 2 titulado "El orgullo aristocrático". Conviene advertir, de todas formas, que la mayor parte, si no todas, son muy parecidas en diferentes contextos urbanos, al menos de la Europa meridional. Y convendría también hacer comparaciones con lo que ocurre en otros países, para ver con claridad los rasgos comunes y las diferencias.

Muchas cosas son similares a la evolución de ciudades españolas. Los procesos de desvinculación de mayorazgos, de desamortización de bienes eclesiásticos,  la desamortización de tierras municipales o la expropiación de tierras comunales indígenas, que se producen a partir de la independencia, son semejantes en muchos aspectos a lo que sucede en España.

Los conceptos de modernización marginal, de subdesarrollo y otros ampliamente utilizados por científicos sociales de países iberoamericanos han permitido, sin duda, descubrir aspectos poco visibles de aquella realidad, como en algún momento también de la realidad española; pero es posible que, a veces, puedan ser también ocultadores de otros aspectos, y lleven a ver especificidades donde hay sobre todo similitudes y desarrollos paralelos. Las mismas consecuencias negativas pueden tener hoy día la utilización acrítica por parte de antropólogos y otros científicos sociales de teorías o especulaciones teóricas  elaboradas en ámbitos que no tienen nada que ver con el mundo hispano. Por ejemplo, las construcciones teóricas sobre clases subalternas elaboradas por autores anglosajones con referencia a la India y aplicadas con excesivo mimetismo al mundo iberoamericano.

Donde el autor ve diferencias y especificidades el lector europeo puede percibir numerosas similitudes, a veces con ciertos desfases, pero muchas con sorprendentes coincidencias temporales.

Es interesante observar, por ejemplo, la creación de barrios de viviendas populares, que empieza a materializarse en Ecuador a partir de 1908 con proyectos para barrios obreros o para trabajadores, impulsados por el concejo municipal (pág. 176), lo cual se produce de forma contemporánea a lo que ocurre en Europa y en otros países iberoamericanos como Chile (como ha mostrado Rodrigo Hidalgo Dattwyler en su Tesis Doctoral) o Argentina. También es temprana la intervención de entidades financieras, como la Caja de Pensiones, que inició la construcción de 'ciudadelas' en la parte norte de la ciudad de Quito, en áreas que iban adquiriendo prestigio (pág. 180). Y los procesos de parcelación periférica, que pueden compararse con los que se produjeron casi al mismo tiempo en ciudades de Europa y Estados Unidos.

La distinción entre "lo mejor de la ciudad" y "la clase obrera" que se da en 1910 en Quito (pág. 120) aparece igualmente en Europa. También en Europa las denuncias de la plebe ebria son comunes, y de manera similar las cruzadas contra el consumo de bebidas alcohólicas (pág. 128) eran percibidas como parte de la acción civilizadora. Lo mismo la literatura moralizante para las clases populares. En cuanto al tranvía, la pauta de utilización que se da en Quito - donde era usado por las clases privilegiadas y no por las clases populares, ya que las tarifas resultaban altas, y la gente pobre iba a pie (pág. 192)- es similar a la que se produce en muchas ciudades europeas, y concretamente en Barcelona hasta los años 1920, como han puesto de manifiesto diversos estudios.

La descripción de la pervivencia de algunos aspectos del sistema de relaciones sociales del Quito del Antiguo Régimen todavía en el siglo XIX es luminosa y se expresa de forma admirable en observaciones sobre las "relaciones personalizadas donde el recelo de las clases aun no se había generalizado: el barroco andino era permisivo, sin ser ajeno a la conformación de un orden social y de unas jerarquías" (pág. 152). De todas maneras los juicios negativos que a veces se hacen sobre la forma de relación social de Quito en el siglo XIX con trato directo patriarcal y diferentes formas latentes o explícitas de subordinación tal vez debieran compararse con las relaciones sociales en el mundo anglosajón, tanto en la metrópoli como en las Nuevas Inglaterras. Sería de gran utilidad que los investigadores sociales de los países iberoamericanos se decidieran finalmente a acometer (sin complejos de inferioridad) estudios comparativos sobre esas cuestiones.

También es excelente el apartado sobre la vida cotidiana en el siglo XIX y el dedicado a la descripción de los valores aristocráticos, con las pautas de conducta y estrategias familiares que han podido hacer sentir su influencia hasta buena parte del siglo XX.

Parecen, en cambio, discutibles o merecen mayor justificación, afirmaciones como las que se hacen con referencia a la segunda mitad del siglo XVIII, "cuando América fue abandonada a su suerte dando paso a la constitución de un tipo de sociedad barroca -en el sentido americano- (...). Un proceso complejo e inacabado de generación de formas culturales barrocas parte de las cuales eran resultado de la incorporación del mundo europeo al mundo americano antes que lo contrario" (pág. 88-89)

 

Higienismo y formas de control

Si todo lo que se ha señalado anteriormente es válido, entonces sería posible diseñar programas de investigación que partan de la hipótesis de que los procesos que han sido bien estudiados en ciudades europeas pueden detectarse también en las ciudades iberoamericanas, y viceversa. Estudios ya realizados muestran la utilidad de esta perspectiva (por ejemplo, los de Rodrigo Hidalgo o Paulo R. Soares.). En el caso del higienismo, que es el objeto del capítulo 4, podría partirse de la idea de que esa corriente tuvo que desarrollarse también tempranamente al igual que en las ciudades españolas y europeas en general; y que, por tanto, sería necesario revisar y matizar la hipótesis con que se abre el citado capítulo en el sentido de que "el higienismo no pasó de constituir una tendencia coherente de acción social sino en las primeras décadas del siglo pasado y más específicamente en los años treinta" (pág. 222).

Probablemente para analizar la historia del higienismo en Quito debería partirse del siglo XVIII. Es bastante improbable que los debates y las reformas que en ese sentido se realizaron en Lima o Santa Fe de Bogotá a fines del Setecientos no fueran conocidas en la capital de la Audiencia de Quito, y que, en particular, la obra de José Hipólito Unanue no tuviera un eco, por lejano que fuera, en esta ciudad. Los estudios ya existentes sobre historia de la medicina y de historia de la ciencia en general en Perú y Colombia (por ejemplo, los de Marcos Cueto o Emilio Quevedo, por citar algunos) y los que ya se han realizado en Ecuador (por ejemplo, por Eduardo Estrella sobre Eugenio Espejo) pueden ser de interés para situar adecuadamente esta historia del higienismo, que estoy seguro permitirá descubrir autores y propuestas tempranas de gran interés. Es difícil pensar que la tradición de las topografías médicas (brillantemente estudiada en España por Luis Urteaga) y que las iniciativas higienistas que tan presentes estuvieron en los círculos médicos de las ciudades españolas (como ha mostrado Rafael Alcaide y otros) no hayan tenido ninguna representación en Ecuador durante todo el siglo XIX.

Las dudas que el autor expresa sobre el temprano surgimiento de corrientes y debates higienistas en Quito, y en Ecuador en general, seguramente serán resueltas en el futuro con una adecuada incursión en los archivos de la facultad de Medicina de Quito y en las revistas ecuatorianas, si es que no lo han sido ya. Mientras tanto, podemos sospechar que el crecimiento de la población en Quito y Guayaquil, aunque fuera limitado, y los problemas de salud que se conocieron en esas y otras ciudades, no dejarían de generar inquietudes en ese sentido, aunque solo fuera por el conocimiento de los debates que se producían en otros lugares. Tanto más cuanto que en Quito se dio un proceso de densificación de la población del centro de la ciudad a partir de los años 1880, al que se alude en el capítulo 3, y que en Guayaquil se planteaban problemas médicos que era necesario resolver para facilitar los intercambios mercantiles.

Seguramente es esa tradición de debates higienistas lo que explica que en Quito, además, el cabildo se interesara a fines del siglo XIX por las enfermedades infecciosas y la mejora de las condiciones sanitarias de la población y de los establecimientos públicos (pág. 235). Algo similar a lo que ocurría en ciudades españolas del mismo período, y ha sido bien estudiado por los historiadores de la medicina.

También debería revisarse lo que se dice sobre el desarrollo de la ciencia de policía, que tiene raíces que han sido bien estudiadas en diversos trabajos de Pedro Fraile, y en particular en La otra ciudad del Rey. Las ordenanzas urbanas establecen sistemas de policía similares a los de las ciudades españolas. El proceso de organización incipiente en Quito de un cuerpo de policías y celadores en el siglo XIX (pág. 229) debería ser también objeto de mayor atención.

La relación entre la higiene corporal y la higiene del espíritu y entre el discurso de la higiene física y el de la higiene moral eran también habituales en Europa a fines del siglo XIX, como puede verse en el caso de Barcelona. Similares mecanismos de control de pobres y enfermos a los que se pusieron en práctica en Quito pueden encontrarse en ciudades europeas, incluso ciudades industrializadas como Barcelona. A las investigaciones que ya se han realizado en Quito habría que añadir otras sobre higiene de las clases populares (lavaderos públicos y baños).

El autor insiste una y otra vez en la  importancia de los comportamientos racistas. Por ejemplo: "no cabe duda de que los requerimientos profesionales de los primeros médicos que se orientaron por el higienismo se enmarcaron dentro de un contexto en el que las prácticas racistas dominaban la escena urbana" (pág. 244). No seré yo quien me atreva a negar tal cosa sin conocer bien la realidad quiteña. Pero tengo la impresión de que comportamientos profesionales similares pueden encontrarse en las ciudades europeas dentro de un contexto de en el que los "indígenas" son simplemente las clases populares. Y no digamos en los Estados Unidos actuales donde, como conozco por testimonios directos, lo primero que el médico le pregunta a una embarazada es por la raza del padre.

En todo caso, tanto el capítulo dedicado al higienismo como los que se dedican a estudio delos mecanismos de asistencia social a los pobres y a las prácticas hospitalarias, los saberes médicos y la policía, con el ejemplo del hospital de San Juan de Dios son aportaciones de gran valor en la Tesis, y nos permiten avanzar en el conocimiento de las prácticas sociales y de control de la población. El manejo de las fuentes se realiza, aquí como en toda la Tesis, con una gran solvencia y muestra, otra vez, la pericia investigadora del autor.
 

La ecuatorianeidad

Los autores ecuatorianos, incluso los más críticos, no cuestionan, naturalmente, la existencia de Ecuador. Más bien ponen énfasis en los problemas y en las insuficiencias de la construcción nacional. En esa misma línea el autor insiste en las dificultades e insuficiencias de la construcción de la nación ecuatoriana, lo que relaciona con problemas económicos y políticos. Sin embargo, visto desde afuera todo ese proceso aparece, en realidad, como algo extraordinario. No deja de ser sorprendente que los patricios y empresarios de Guayaquil, los aristócratas de Quito, y los hacendados de la sierra se pusieran de acuerdo en la construcción de una entidad política nacional que se llamó Ecuador a partir de 1830, a pesar de las diferencias de intereses económicos, de relaciones sociales, regionales y clientelares, de concepciones diferentes sobre las políticas económicas (proteccionismo de los obrajes serranos frente a librecambismo defendido por los comerciantes de Guayaquil), de organización del Estado (centralismo frente a federalismo).

Sin duda la estructura política del periodo hispano virreinal y las solidaridades regionales procedentes de esa época fueron decisivas. Nada estaba dado, y se construyó a partir de 1830. Porqué ocurrió es algo que debe ser debatido huyendo de los estereotipos de la historiografía nacional surgida de la independencia y que acepta ésta, sin cuestionar la misma existencia de la ecuatorianeidad. Que en relativamente poco tiempo el aparato estatal impusiera la unidad nacional y la creación de un sentimiento patriótico de ecuatorianeidad en las condiciones físicas tan difíciles y diversas que existen en Ecuador es asombroso y admirable.

Sin duda, como se señala en la Tesis, muchas veces el sentimiento de pertenencia a la comunidad local era más intenso que el que vinculaba al Ecuador independiente de la Gran Colombia solo a partir de 1830. Pero a lo largo del siglo XIX se fueron poniendo a punto diversas y poderosas estrategias de integración. La construcción de la nación, señala el autor, se hizo apoyándose estrategias retóricas de integración, desde desfiles a actos cívicos, y en símbolos religiosos especialmente durante la presidencia de García Moreno (1859-1875), que puso énfasis en la idea del pueblo ecuatoriano como una comunidad de católicos. Los procesos de creación de ciudadanía fueron intensos y con mecanismos semejantes a los europeos en lo que se refiere a la importancia de la alfabetización y la cultura. Como ha escrito el autor, "los indígenas quedaban excluidos de la ciudadanía no por su condición, ya que formaban parte del 'pueblo cristiano' sino por su falta de instrucción" (pág. 53). Eso mismo ocurría en los países europeos, donde la escuela junto al ejército, los correos, la construcción de caminos, o el telégrafo fueron asimismo factores esenciales de integración.

En todo caso, el éxito del proyecto liberal en Ecuador (y, más atrás, de la estructura cultural hispana en América) se observa hoy cotidianamente en España con solo observar el comportamiento de los inmigrantes ecuatorianos que trabajan en este país, mucho más educados en general que los mismos españoles.

Sin duda el análisis antropológico sobre los mecanismos simbólicos y clientelares de relación son importantes. Pero más lo es, me parece, el estudio concreto de las formas como se fue implantando el aparato estatal, desde los ayuntamientos, la policía y el sistema judicial hasta los correos y los maestros de escuela.

La construcción de Ecuador se hizo por un régimen liberal, aunque con las limitaciones que se dieron también en otros países hispanoamericanos debido al insuficiente triunfo de éste y la necesidad de transacciones con los partidarios del Antiguo Régimen. La guerra civil que se libró en España entre partidarios del antiguo y del nuevo régimen (en las llamadas guerras carlistas) se libró también en los países americanos, aunque en ellos se vio enmascarada por las luchas de la independencia. La nueva situación política supuso el triunfo de las tesis liberales, pero desgraciadamente éstas tuvieron que ser a veces puestas en prácticas por libertadores y grupos oligárquicos que tenían claras simpatías por el Antiguo Régimen.

En todo caso, la Tesis de Eduardo Kigman Garcés está llena de sugerentes observaciones. Como esa de que "la patria se confundía con la historia de las elites", y era difícil establecer una demarcación neta entre la esfera pública y la privada (pág. 129). Los capítulos en los que se realiza un análisis en profundidad de las transformaciones referentes a cuestiones de ornato y salubridad y sobre de instituciones específicas de control son brillantes y clarificadoras, y abren también nuevas perspectivas de investigación para el futuro.

En definitiva, estamos antes un trabajo importante sobre la construcción de Ecuador, sobre la evolución de Quito, y sobre las relaciones de poder que aseguraron la dominación pero, al mismo tiempo, las transformación y el paso de una sociedad del Antiguo Régimen a la modernidad. A partir de su formación antropológica, el diálogo que el autor ha mantenido con otros marcos teóricos y otras metodologías le ha permitido adoptar una perspectiva integradora que ha dado un resultado brillante en esta investigación.
 

Notas
 

[1] El acto público de lectura y defensa de la Tesis se celebró en la Universitat Rovira Virgili de Tarragona el día 26 de noviembre de 3003 ante un tribunal presidido por el Dr. Horacio Capel Sáez, Catedrático de Geografía Humana de la Universidad de Barcelona, y, como vocales, los Drs. Josep Maria Comellas, Catedrático de Antropología Social de la Universidad Rovira i Virgili, de Tarragona, Josepa Cucó, Catedrático de Antropología Social de la Universidad de Valencia, Pedro Fraile Pérez de Mendiguren, Catedrático de Geografía Humana de la Universidad de Lleida, y Montserrat Ventura Oller, Profesora Titular de Antropología Social de la Universidad Autónoma de Barcelona.Obtuvo la calificación de Sobresaliente cum laude.
 
 
© Copyright: Horacio Capel, 2003
© Copyright: Biblio 3W, 2003.
 
Ficha bibliográfica
CAPEL, H. KIGMAN GARCÉS, Eduardo Discurso y relaciones de poder en el Quito de la primera mitad del siglo XX.  Biblio 3W, Revista Bibliográfica de Geografía y Ciencias Sociales, Universidad de Barcelona, Vol. VIII, nº 478, 10 de diciembre de 2003. [http://www.ub.es/geocrit/b3w-478.htm]. [ISSN 1138-9796].

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