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REVISTA BIBLIOGRÁFICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES
(Serie  documental de Geo Crítica)
Universidad de Barcelona
ISSN: 1138-9796. Depósito Legal: B. 21.742-98
Vol. IX, nº 513, 30 de mayo de 2004

MORALIDAD, TRABAJO Y CAPITAL EN LA INDUSTRIA DEL SIGLO XIX.
UN INFORME SOBRE LA ESPAÑA INDUSTRIAL DE BARCELONA EN 1868

Jerónimo Bouza


Moralidad, trabajo y capital en la industria del siglo XIX. Un informe sobre La España Industrial, de Barcelona, en 1868 (Resumen)

Las relaciones entre obreros y patronos constituyeron una de las mayores preocupaciones de la Sociedad Económica Barcelonesa de Amigos del País durante la segunda mitad del siglo XIX. Para profundizar en el conocimiento de esas relaciones, en 1868 se realizó una visita a La España Industrial, quizás la fábrica textil más importante del país. Como resultado de esa visita, la Sociedad elaboró un informe que presentamos en este número.

Palabras clave: La España Industrial, Sociedad Económica, Barcelona siglo XIX


Moral, work and capital in the 19th Century industry. A report on La España Industrial, of Barcelona, in 1868 (Abstract)

Relationships between workers and employers  were one of the most important preoccupations  for the Sociedad Económica Barcelonesa de Amigos del País during last  fifty years of XIX century.  In order to know more about these relationships, the society organized a visit to La España Industrial, probably the most important  textile factory in Spain by 1868. As a result of this visit, the society did a  report which is now presented in this publication.

Key words: La España Industrial, Economic Society, 19th Century Barcelona


El último tercio del siglo XIX fue una época de actividad muy intensa en la Sociedad Económica Barcelonesa de Amigos del País. Había sido fundada esta sociedad en 1821, bajo los mismos criterios que las demás sociedades de Amigos del País, creadas en numerosas ciudades españolas durante el reinado y con el impulso entusiasta de Carlos III. La tardanza en la fundación de la Barcelonesa puede atribuirse a que ya existía en esta ciudad la Junta de Comercio, que, desde 1758, perseguía muy similares objetivos. Estas sociedades, cuyo objetivo último era el fomento de la economía -fomenta enseñando, era el lema de la barcelonesa- dedicaron un esfuerzo generoso al estudio de los problemas económicos y sociales más urgentes, al fomento de la enseñanza y al estímulo de la investigación, mediante convocatorias anuales de premios. En otros aspectos de sus actividades subyacía un espíritu más próximo a la caridad cristiana que al deseo de propagar las luces de la ilustración -premios a la fidelidad laboral, a la virtud materna y filial o al espíritu heroico.

No nos ocuparemos aquí de ese asunto. La Sociedad Económica y los conflictos sociales Nos ceñiremos a la actividad interna de la sociedad. Los estudios y dictámenes eran realizados por comisiones, que podían ser transitorias o permanentes. Los temas de estudio podían responder a preguntas de la Administración pública o a iniciativas internas firmadas al menos por tres socios. En ambos casos, la Junta de Gobierno las trasladaba a una comisión ya existente y competente en el asunto que se trataba, o creaba una específica. Durante todo el siglo XIX encontramos temas recurrentes entre las preocupaciones de los socios. La higiene pública, la vivienda obrera, el desarrollo de la industria y la agricultura, la localización industrial y los transportes, la política fiscal, la formación de los obreros y de las mujeres, la enseñanza y las colonias escolares, son cuestiones que ocuparon muchas horas de discusión y alcanzaron realizaciones muy notables. La finalidad explícita de todas estas tareas era, como podemos leer en numerosos escritos y discursos, la de armonizar intereses para evitar los conflictos entre clases, compaginar los intereses del beneficio empresarial y del trabajo, y mantener el orden social. Para ello pretendían seguir un único camino: la moralidad. Moralizar, según leemos en el dictamen que hoy presentamos, a los obreros, para que se convenciesen de que el industrial no es para ellos un capitalista que les explota, y con su sangre y su sudor levanta su fortuna (...); sino que le deben gratitud, que le son deudores del trabajo merced al cual pueden cubrir las necesidades de la vida; moralizar a los industriales y empresarios, para que comprendiesen que si bien es justo que en sus explotaciones tienen derecho a la ganancia y al lucro, no por ello ha de considerarse al obrero como a un instrumento material para dar movimiento a las máquinas.

La Sociedad Económica, que personificaba la cara humanista y filantrópica de la burguesía ilustrada, prefería la educación al conflicto, la convergencia de intereses a la lucha de clases, y a esa tarea dedicó enormes esfuerzos. Se trataba de educar, de convencer a los obreros de la importancia de colaborar en la prosperidad de la industria, de sacrificarse por ella en caso necesario, puesto que de esa prosperidad dependía su seguridad en el trabajo y su propio bienestar y progreso. Era el sueño de una idílica sociedad paternalista, de capitalistas bienhechores y obreros satisfechos, sumisos y orgullosos de su papel en la sociedad; una especie de estado del bienestar, cuyo precio, empero, no estaban dispuestas a pagar voluntariamente las clases dominantes; asunto sobre el que la propia Sociedad dice, como leemos en el dictamen que nos ocupa al tratar del trabajo infantil, que las mejoras habrán de surgir de iniciativas legislativas, nunca de los propios empresarios. Con motivo de haberse cumplido el vigésimo aniversario de La España Industrial, la Sociedad Económica decidió comprobar por sí misma cómo se desarrollaban esas relaciones entre industriales y obreros en una empresa que, tanto por su tamaño como por su organización, podía ser un modelo para los industriales y obreros catalanes. A tal efecto, se creó una comisión formada por cinco socios que, en enero de 1868, visitó la fábrica.

Los miembros de esa comisión eran Francesc Doménech, que actuaba como presidente, Antoni Bech, Pere Armengol, Agustí Urgellés i de Tovar y Francisco de Paula del Villar y Lozano, que ejercía de secretario. Añadimos unas brevísimas notas biográficas de los miembros más representativos, para lo cual hemos utilizado  la Nómina del personal académico, de la Real Academia de Ciencias y Artes de Barcelona, y  la Gran Enciclopedia Catalana. Francesc Domènech i Maranges (Barcelona, 1820-1904), doctor en Farmacia y en Medicina, era catedrático de Química en la Universidad  y miembro de la Academia de Ciencias de Barcelona, de la que fue presidente en 1860, y en la que publicó más de veinte memorias sobre química y electricidad. Durante la presentación de una de estas memorias, la titulada Apuntes acerca de la aplicación industrial de las corrientes eléctricas, el día 17 de octubre de 1852, hizo ante la Academia un ensayo de la luz eléctrica, que él mismo ya había experimentado -fue el primero en España en instalar alumbrado eléctrico- al encender una lámpara en su farmacia de la calle de la Unión el 25 de agosto de 1852. Notable era también la presencia del ilustre jurista Pere Armengol (Barcelona, 1837-1896), destacado especialista en cuestiones penitenciarias, fundó la Asociación para la Reforma Penitenciaria de España y participó activamente en los congresos de Estocolmo y Roma.

Publicó diversas obras sobre reincidencia, prevención de la delincuencia juvenil y reforma del sistema penitenciario. Urgellès i de Tovar, Barón de Tovar, era presidente de la Comisión permanente de Exposiciones de la Sociedad Económica, y como tal fue el encargado de hacer la memoria de la Exposición General Catalana de 1871, y de la de Barcelona en 1872. Era miembro -honorario, de número o corresponsal- de numerosísimas sociedades de fomento de la economía, todas ellas cuidadosamente consignadas bajo su nombre en sus publicaciones. En la portada de su obra Exposición General Catalana de 1871, dice que, entre otros méritos, fue condecorado con cuarenta medallas y títulos honoríficos por Jurados en concursos públicos como inventor de adelantos agrícolas, químicos e industriales. Fue asimismo fundador y director de la Gaceta Universal de Agricultura, Industria, Artes, Avisos y Noticias. El secretario de la comisión era el arquitecto Francisco de Paula del Villar y Lozano, formado en la Escuela de Arquitectura de Madrid y compañero de carrera de Elías Rogent, a quien permanecería siempre unido por una gran amistad. Natural de Murcia, aceptó provisionalmente una cátedra en Barcelona -fue catedrático de la Escuela de Maestros de Obras-, donde ya se quedaría definitivamente. Fue arquitecto provincial -restauró el Palau de la Generalitat y proyectó carreteras- arquitecto diocesano -restauró la iglesia de Santa Maria del Pi, el claustro de Sant Pere del Camp y la basílica del monasterio de Montserrat, de cuyo ábside es autor-, miembro de la Real Academia de Ciencias y Artes de Barcelona y director de la Escuela de Arquitectura tras la dimisión de Elías Rogent. La visita a La España Industrial causó a tan ilustre comisión una notable impresión; hecho nada insólito, puesto que el espectáculo que ofrecía la fábrica en pleno funcionamiento, organizada según los últimos adelantos técnicos y con casi dos mil trabajadores, había impresionado también a otros visitantes. Citamos, en nota al final, dos entre los muy numerosos testimonios que han dejado constancia de su paso por La España Industrial[1].

 La visita a La España Industrial

Las condiciones de trabajo de los obreros industriales a mediados del siglo XIX alcanzaban límites ciertamente lamentables, como ha sido mostrado con toda suerte de detalles por numerosos autores[2]. La misma Sociedad Económica Barcelonesa se había ocupado repetidamente de las condiciones de vida y trabajo en viviendas obreras y fábricas, convocando incluso algún concurso de memorias sobre esos temas[3]. La visita a La España Industrial se realizaba, pues, con un profundo conocimiento previo de las relaciones entre obreros e industriales. La pregunta que surge de inmediato es por qué se realizó en ese momento y a esa fábrica. Es muy probable que se eligiera La España Industrial por ser el establecimiento en que los obreros trabajaban en una condiciones higiénicas más aceptables.

Las fábricas del interior de la ciudad se habían instalado reutilitzant els edificis conventuals i cases de veïns dels barris de Sant Pere i el Raval[4], hecho éste que obligaba a adaptarse a las características del edificio elegido. Por el contrario, La España Industrial fue cuidadosamente diseñada[5] para el objeto a que estaría dedicada. Las buenas condiciones de trabajo eran un elemento ciertamente favorable para que las relaciones entre patronos y obreros fueran igualmente buenas. Se eligió a La España Industrial porque ahí se esperaba poder mostrar que la concepción que la Sociedad tenía de esas relaciones no era ninguna utopía, sino una realidad cotidiana. Los tiempos en que se realizó la visita eran vistos como cruciales por la Sociedad Económica. Por una parte, había pasado el tiempo de las relaciones amistosas entre burguesía y proletariado para combatir al enemigo común, el Antiguo Régimen; aunque todavía una mayoría de obreros, tras una larga época de bonanza económica, incluso de prosperidad, que finalizó con la crisis de 1866, aceptaban, resignados unos y satisfechos otros, una situación que les permitía sobrevivir, y veían en la prosperidad de la fábrica la posibilidad de su propia supervivencia. Por otra parte, aquel deseo de educar a los trabajadores, del que hablábamos más arriba, para que asumieran, dentro del orden establecido, su papel en el engranaje industrial, tenía mucho que ver con el miedo a que los obreros adquirieran conciencia de su importancia en la producción, o con la sospecha de que esa toma de conciencia se estaba produciendo.

Recordemos que los hechos que comentamos se produjeron en un momento políticamente revolucionario, tan sólo ocho meses antes de la Revolución de Septiembre, que acabó con el reinado de Isabel II y dio inicio al Sexenio revolucionario. Era también el tiempo en que comenzaban a desarrollarse las luchas obreras para conseguir la reducción de jornada, que por entonces era de 12 ó 15 horas; luchas que culminarían en la huelga de febrero de 1873 en demanda de la jornada de 10 horas. Contenido del informe En la introducción del dictamen -apartados 1 a 6- se resumen claramente los puntos esenciales del ideario de la Sociedad en cuanto a las relaciones entre patrones y obreros. Se reconoce la triste situación de explotación en que vivía el proletariado industrial, pero mientras que a los obreros se les recomienda paciencia y que no miren con malos ojos a los patronos, a éstos se les aconseja que exploten menos a los obreros y que hagan esfuerzos para mejorar las condiciones de producción; lo que ya es un reconocimiento implícito de aquel punto de verdad que veían en las reclamaciones obreras. El trabajo infantil -apart. 9-las ofensas a la moral -10-, el seguro de enfermedad -11-, premios y sanciones -12, 13- calidad del trabajo y salarios -14- y fraternidad entre amos y obreros -15-, configuran la descripción positiva de La España Industrial, que merece el reconocimiento de la Sociedad y debe ser felicitada por ello. En los tres apartados siguientes -16, 17, 18-, la comisión propone unas mejoras para que la fábrica siga progresando por el buen camino ya emprendido: una mayor atención y vigilancia de las condiciones sanitarias, especialmente en cuanto a ventilación y limpieza del aire, la instalación de una guardería infantil para los hijos de las obreras y el establecimiento de una caja de ahorros y previsión para las jubilaciones. Eran, sin duda, medidas muy progresistas para la época en que fueron formuladas, y que tardarían aún en hacerse realidad.
 

  DICTAMEN DE LA COMISIÓN ENCARGADA DE GIRAR UNA VISITA A LA ESPAÑA INDUSTRIAL Acerca de la transcripción Dado que en la presentación del informe en esta revista no separa páginas, conservamos, para posibles referencias, la paginación del manuscrito original, insertando, entre corchetes y en negrita, el número correspondiente al comienzo de cada página.

Del mismo modo, mantenemos la numeración original de los apartados que integran el informe.

El manuscrito original es un borrador, en el que se habían efectuado algunas correcciones para presentarlo a la asamblea. Dado que son perfectamente legibles las palabras o frases modificadas, las hemos incluido, tachadas, en esta transcripción, pues pueden proporcionar más datos sobre el sentir de la comisión.

Los subrayados son del original.
El documento se halla depositado en el archivo de la Societat Econòmica Barcelonesa d'Amics del País, Any 1868, Capsa 51.


Dictamen de la Comisión encargada de girar una visita a La España Industrial

Una de las causas que en diferentes ocasiones ha producido conflictos en el orden público y ha aumentado la duración de las crisis industriales, es sin duda las desavenencias y desacuerdos entre amos y obreros: fresca está aún en nosotros la impresión que causó la conflagración de 1854, y todos recordamos con disgusto las manifestaciones que en distintas épocas han tenido lugar por parte de nuestros obreros para justificar las reclamaciones que tenían formuladas contra los dueños de las fábricas y talleres.

No es el objeto ni el ánimo de la Comisión el examinar ni discutir la justicia, la verdad ni las consecuencias de tales conflictos y reclamaciones; bástale consignar ó recordar estos hechos, para sentar aquí como en otras ocasiones lo ha verificado la Sociedad Económica, la importancia y la necesidad que hay de armonizar las relaciones entre amos y obreros, puesto que de esta buena correspondencia han de recibir gran fruto, el trabajo, la industria, el capital del fabricante, la moralidad y bienestar del jornalero.

2 Apdo.  Siempre la [2] falta de acuerdo en estas cuestiones ha dado lugar a graves conflictos que afectando primero tan sólo a la industria, han amenazado luego al orden social y esto ha dado pié a infinitas reclamaciones que no han podido ser atendidas, cual se deseara, porque en estos momentos graves y decisivos se considera con razón que el sosiego y el orden públicos son una necesidad apremiante. Casi siempre empero estos conflictos han tenido en su origen un punto de verdad, pero que luego ha quedado ésta sofocada por la exageración de las reclamaciones.

3 Apdo.  Si el productor ó industrial aporta a la explotación su capital, sus ahorros, sus desvelos, y sus aspiraciones, el obrero contribuye con su salud, con su sudor, con su existencia, con la moralidad de sus hijos y de su familia; el primero solo anhela hacer su negocio, el segundo solo trata de ganar el pan cotidiano; aquél explota su dinero y sus máquinas y así como puede perder cálculos, esperanzas y capital, puede también hacer una respetable fortuna; este si bien puede ganar un jornal que le permita hacer algún ahorro, también puede sufrir un accidente que termine con la mutilación [3] de un brazo ó de una pierna y le constituya en un mendigo y un ser el más desventurado.

4 Apdo.  Quizás a los industriales les parezcan exagerados estos contrastes que la realidad patentiza cada día, porque cifran su esfera de acción en la industria con la esperanza del lucro y para ello llaman el concurso de máquinas, hombres, niños, y todos sus capitales en efectivo. Hay no obstante un terreno que no es el de la especulación ni tampoco el del trabajo material, desde donde se dominan todas las preocupaciones que levanta el amor y el interés propio y desde el cual se ven perfectamente los límites de lo verdadero y de lo exagerado.

5 Apdo.  Vastísimo es el campo que abren estas simples reflexiones: inmenso el espacio que podría llenarse ante su meditación, para corroborar la necesidad que hay así en el orden moral como en el material, de establecer una buena correspondencia entre propietarios fabriles y operarios, y nunca será bastante elogiado cualquier esfuerzo que se haga para realizarlo, ni cualquier ensayo que se practique para inaugurar esta tarea.

6 Apdo.  ¡Ojalá nuestro suelo tan fecundo en hombre de actividad y de genio especulador lo fuese más aun en hombre de miras más [4] elevadas y que así como en nuestra patria hay notables industriales, hubiese también hombres de valor para decir alto, muy alto lo que ciega a unas clases de la Sociedad y lo que mata a las otras, para enseñar con imparcialidad las cualidades de ambas, y pregonar aquellos ardides de que se vale el interés personal para supeditar con razones en apariencia poderosas, a otras clases más ó menos elevadas en la jerarquía social! ¡Ojalá nuestros industriales comprendiesen que si bien es justo que en sus explotaciones tienen derecho a la ganancia y al lucro, no por ello ha de considerarse al obrero como a un instrumento material para dar movimiento a las máquinas; que hay algo más noble y elevado en el ejercicio de esta misma industria, cual es, el ser el medio con que el obrero pueda dar pan a su familia, cumplir los deberes sociales, aplicar su actividad en provecho de todos, en erigirse en protector de este mismo hombre que desde el alba hasta la noche, arriesga su vida y su salud para arrojar una piedrecita más en aquel fondo del cual saca el productor su corriente ganancia! ¿Ojalá nuestros obreros se convenciesen de que el industrial no es [5] para ellos un capitalista que [les explota, y (que como aquellos dicen) con su sangre y su sudor levanta su fortuna] solo se ha propuesto realizar un negocio y hacer productivas sus riquezas; sino que le deben gratitud, que le son deudores del trabajo merced al cual pueden cubrir las necesidades de la vida, que ellos no pueden perder gran capital en el desacierto de una operación, al paso que el productor pierde las sumas acrecentadas a fuerza de sacrificios y privaciones. ¡Pobre industria aquella, en la cual las relaciones entre los productores y los operarios se limitan a las relaciones materiales del trabajo y el salario!.

7 Apdo.  Con estos sentimientos, generales a todos los hombres que viven tan separados de la agitación que se siente en la explotación de una industria, como de las privaciones de la clase jornalera, bajo la impresión de estos sentimientos, la comisión que hoy se dirige a la Sociedad, puso el pié en los vastos edificios de la Sociedad La España Industrial. Allí bajo el calor de los motores, con el atronador ruido de los talleres, ante la actividad que despliegan hombres y maquinas, en presencia de aquella continua transformación de la materia textil, desde los frutos de varias especies del ggosypium arboreum, hasta que se [6] almacenan ricas telas que escarnecen notables telas que remedan la sedería de Lion y los cachemires de Persia y la India, ante aquella multiplicada variedad de maquinas, de útiles, de artefactos, de preparaciones, de talleres, de cuadras, de hombres, mujeres y niños, la comisión anhelaba saber si las relaciones de los seres vivientes operarios que se albergan durante el día en aquellos edificios, tenían por base, por medio, por esperanza y por fin tan solo la materia, ó si allí se había levantado alguna voz, alguna aspiración más grande y más santa, en una palabra, si había otros vínculos que los meros estímulos del trabajo y el jornal.

8 Apdo.  La Comisión enterose del orden de La España Industrial en lo relativo a la distribución de las horas del trabajo, de la colocación de los sexos en las cuadras, edad de ingreso de los niños en los talleres, sistema de emulación y castigo observado en el establecimiento, ofensas a la moral cometidas entre el gran número de personas que concurren a los edificios, consideraciones que merezcan los obreros de parte de los jefes, &.&. y por lo general, en conjunto, la impresión recibida por la Comisión fue tal, que no pudieron menos sus individuos de sentir en su corazón un pláceme por la [7] visita, y emitir un voto de prosperidad por aquel vasto establecimiento.

9.   Asisten a los talleres de La España Industrial, hasta 1.530 operarios, sin contar los 66 dependientes, mayordomos, empleados, &; de cuya cifra hay 16 individuos del sexo masculino hombres y 18 del femenino mujeres que no han cumplido los 10 años, ó sean, 34; de los 1496 restantes hay 124 varones y 411 hembras que cuentan desde 10 a 20 años, sin que con estos ni para los menores de 10 años, se haga alteración alguna de las horas de trabajo de las generales que rigen en el establecimiento, lo cual es verdaderamente sensible, porque es conocido de todos el inconveniente que esto trae, así para el desarrollo físico de esta generación creciente, como para la moralidad de este gran número de jóvenes de diversos sexos que andan mezclados con los adultos, los cuales por el calor que se respira en las cuadras, no llevan más ropa que la indispensable para cubrir la desnudez. Esta observación que es general para todos los talleres de nuestra Península por carecer de una ley reguladora del trabajo de los menores en las manufacturas, no puede ser un cargo especial a La España Industrial ya que esta por sí sola no puede introducir esta necesaria reforma en la distri[8]bución del trabajo, ya también porque seria juzgada de un modo severo por los demás industriales si quisiera erigirse de hecho, en tipo de emulación y adelantos, que han de venir de la esfera oficial y gubernativa del Estado. La Comisión consigna el hecho y lamenta la falta de dicha Ley que está planteado en casi todas las demás Naciones, y que la higiene y la moral están reclamando en alta voz.

10.  Sobre un total de 1500 a 1600 individuos y en el espacio de 20 años que está funcionando La España Industrial, han tenido que deplorar sus jefes hasta 7 ofensas a la moral, a saber, 5 entre solteras y 2 con mujeres casadas separadas de sus esposos: de dichos abusos se han reparado 2 por haberse celebrado el matrimonio, y en 1 solo de estos hechos tuvo complicidad un contramaestre que fue en el acto despedido. La Comisión que conoce los peligros que corre el pudor en los talleres donde concurren confundidos personas de ambos sexos, que sabe que la mayor parte de las ofensas de esta índole dimanan de la presión ejercida por los jefes de sección de industria, sobre las jóvenes que asisten a las cuadras y que sabe cuan ocasionadas son a esta clase de ofensas la intimidad que se crea entre personas que se ven diariamente, con soltura, [9] poco abrigo, y que por falta de instrucción desconocen los peligros y consecuencias de un desliz o de unas relaciones ilícitas, La Comisión comprendió por dicho dato, la vigilancia que se ejerce en este punto en el establecimiento, dato que de otra parte favorece a la moralidad de los obreros que lo frecuentan, y da a conocer que si en los talleres donde están confundidos los dos sexos se consiguiese establecer la separación, tal vez sino de seguro se habría conseguido que en La España Industrial, las jóvenes obreras fuesen tan respetadas como en sus casas, y pudiese tener el orgullo de ver pasar años y más años sin sentir el sinsabor que ha de causar a todo industrial, la noticia de un hecho semejante, cometido por razón de la concurrencia de los culpables en sus talleres.

11.  La Comisión por los informes que ha tomado así de los industriales como de los operarios, congratulase de ver que en La España Industrial existen relaciones de buena correspondencia entre los jefes y los operarios, debidas principalmente al sistema organizado para hacer más llevadera al obrero enfermo su situación y desgracia, y al método observado para premiar al obrero laborioso y aplicado. En caso de en[10]fermedad, el operario conserva la plaza cualquiera que sea la duración de su estado, consideración justa y que no es observada en todas partes, ya que muchos industriales prescinden de la personalidad A ó B del operario por creer que solo les conviene que la maquina no esté sin funcionar. Cuando por un desgraciado accidente un obrero recibe algún daño, La Sociedad satisface los gastos de curación y socorre al herido según su necesidad, realizando así aquella unión sino paternal, protectora al menos de que la Comisión quisiera ver revestidos a los jefes de industria, y he ahí como estos son respetados en La España Industrial, no por el temor de ser despedidos a la más leve falta, sino por la consideración hija de la gratitud, que es grande en nuestros hijos del pueblo y más aun cuando se reciben favores de personas de una más elevada posición.

12.  En La España Industrial, el obrero que se distingue por su laboriosidad, aplicación y buena conducta recibe ya un aumento de jornal, ya el ser colocado en plaza mejor, ó ya para el desempeñar el cargo de contramaestre en los casos de vacante, pudiendo por este medio llegar a ser ma[11]yordomos. A los niños de ambos sexos que demuestran afición al trabajo y observan buena conducta, a medida que van siendo mayores son colocados también como operarios en la sección respectiva, y he ahí como este sistema de emulación y recompensa ha dado bases sólidas al orden y disciplina del establecimiento.

13.  Con respecto al sistema de correcciones, basta decir que el obrero que no enmienda su conducta ó comete nuevas faltas a pesar de las amonestaciones que recibe de los individuos de la Dirección, es despedido después de haber tanteado persuasiones y reflexiones inspiradas por el más desinteresado celo.

14.  La España Industrial, que como a establecimiento fabril ocupa el primer lugar en la industria algodonera de nuestra Península, puede citarse en su conjunto como un modelo para todas las demás por el aseo de los talleres (a los cuales convendría dar empero mayor ventilación) la compostura en los obreros, perfección en el trabajo y como el centro de actividad material donde se han echado las semillas de un orden moral de cosas, que ha de dar así para los jefes como para los [12] operarios óptimos resultados. Atendido el sistema observado en este gran establecimiento (sin que por ello sea decir que merezca pleno asenso por las razones alegadas en cuanto a la edad de algunos operarios) y atendidas las varias secciones de la industria algodonera y a la variedad de ocupaciones que allí se desempeñan, hay familia que trabajando toda ella en La España Industrial, llega a percibir cada semana la suma de 350 reales, cantidad que ha de permitir a estas familias el vivir con ciertas condiciones de salubridad, y alimentación que compensen las fatigas del trabajo y la atmósfera oleosa que se respira en los talleres.

15.  Esta relación armónica entre jefes y operarios y el acierto en el sistema orgánico creado en el establecimiento ha tenido ocasión de manifestarse ya, y de darse a conocer con una lucidez y una fuerza que ha sorprendido a todos los que ignoraban lo que es la vida interior de La España Industrial. Cuando en 1865 el Cólera asiático azotó nuestras poblaciones y dejó sentir en esta ciudad el peso de su saña, recordamos todos que en La España Industrial[13] se levantó un hospital servido por los mismos operarios y en el cual si rivalizaron en celo los mayordomos, contramaestres y obreros de todas clases, demostrose también por parte de la Dirección de la Sociedad el más acendrado cariño a los operarios, diose en testimonio de la Caridad Cristiana que anima a sus jefes y atendiendo a los enfermos mejor que lo hubieran sido en sus propias casas, pudo contenerse el pánico que se inició en los talleres al primer caso ocurrido, combatiose el mal con energía, y se consiguió traspasar sin grandes pérdidas aquel período de pavor, de consternación y de alarma que apoderándose del espíritu infiltraba una enfermedad mortal, si la caridad y la solicitud no corrían presurosas al auxilio del enfermo. El número de atacados fue el de 106, a saber; 27 hombres, 3 niños, 59 mujeres y 17 niñas de cuyas cifras sucumbieron 5 hombres 2 niños 1 mujer y 1 niña, total 9, cifra que aunque dolorosa es notablemente baja atendida la población de La España Industrial y las condiciones en que generalmente viven los obreros. Esta lucha con el mal epidémico, fue ocasión oportuna para manifestarse lo [14] que no había salido a la superficie, esto es el afecto que une a los obreros con los jefes del establecimiento, quienes recibieron inopinadamente poco después de desaparecido el Cólera, un testimonio de gratitud, de adhesión y cariño por parte de todos los operarios, mayordomos y contramaestres de la fábrica. Conserve La España Industrial esta corona tan rica en valor por la gratitud y humildad de los que la han tejido; guárdela con tanto orgullo como las medallas que ha obtenido por la bondad de sus productos, y considere en ella una garantía y una prueba de la unión que se ha formado entre los intereses de la Sociedad y los de los operarios que ella emplea. La Comisión que ha apreciado estos hechos con todo su valor, que presencia la existencia de otras Sociedades fabriles que explotan esta ó aquella industria y hecha a menos en estas los gérmenes morales que se han sembrado en La España Industrial, la Comisión que no puede menos de elogiar en alto grado el celo y el acierto desplegado por la Dirección de La España Industrial y su Junta de Gobierno, ha de exponer a la [15] Económica el anhelo que siente para que estos gérmenes tomen mayor desarrollo y la iniciativa tomada por La España, sea secundada por otros establecimientos que cuentan con elementos poderosos para ello,  y que se acuerden ciertas medidas importantes.

16.  Todos los que hemos entrado en algún taller de alguna importancia, hemos sentido notado que respirábamos una atmósfera oleosa y casi sofocante que nos obligaba a abandonar el taller; la respiración continuada de esta atmósfera, produce enfermedades en la traquea y en los pulmones, da a los obreros el color lívido y enfermizo que les distingue, y por lo mismo, la Comisión debe llamar la atención de la Sociedad sobre este punto; si por razones de mecanismo ó producción es necesario que en los talleres haya una atmósfera húmeda, no se debe tolerar aquel vapor oleoso y grasiento corrompido por el aire que descomponen los que allí respiran, y es preciso que se procure esta atmósfera húmeda pero acuosa por medio de la introducción de conductos que saliendo de la caldera despidan allí el vapor, y purifiquen el aire ya por medio de ventiladores, ya por otros medios que conoce la higiene, modificaciones todas que no han de ser de gran coste, máxime tratándose de la vida y la salud de gran número de personas. [16]

17.  En los grandes centros fabriles donde encuentran colocación centenares de operarios, que apenas tienen tiempo para reparar sus fuerzas, es de toda necesidad una sala-creche, para los niños que amamantan las operarias, ya que estas deben ó abandonarlos a manos extrañas, ó interrumpir su trabajo para acallar de cuando en cuando los llantos del niño, lo cual es causa de que este esté mal cuidado y los jefes de industria se quejen de estas interrupciones.

18.  Para los casos de enfermedad ó inutilidad para el trabajo efecto de la edad, los achaques ó la pérdida de algún miembro por razón de desgracia, las cajas de ahorro ó de previsión son un amparo y un recurso que tienen establecido casi todos los grandes establecimientos del extranjero, y sirven de mayor estimulo para el trabajo y de consuelo el día de una desgracia, para el pobre que no cuenta con más recurso que su jornal, que perdido no proporciona más resultado que la indigencia y el desespero. Se dirá tal vez a la Comisión, que las condiciones de nuestra industria son tan precarias, las crisis tan frecuentes y prolongadas, el interés del capital empleado tan exiguo, y está la fortuna dedicada a la industria, expuesta a tantos vaivenes, que los industriales no pueden atender al planteamiento de estas medidas tan buenas [17] y tan recomendables. Es cierto que hay algo de verdad en estas razones, pero que son 5 ó 6.000 reales consignados cada año en el balance para coadyuvar a la realización de estas mejoras? ¿por 6.000 reales más ó menos de beneficio dejará el industrial de continuar en la explotación de su industria? ¿Esta cifra le retraerá por sí sola de tender la mano a esos hombres que le ayudan a labrar su bienestar sino su fortuna, hombres que el ida en que llegan a la edad madura, son ya casi inválidos para la mayor parte de los trabajos manuables y que han dejado su vigor y su fuerza en los dientes de las maquinas? La industria catalana que ha sobrellevado quebrantos, contrariedades y crisis, no desfallecerá por una cantidad que no ascenderá a muchos miles de reales y merced a la cual se estrecharán las relaciones entre el jefe de industria y el obrero. Los industriales catalanes no deben ser mezquinos en esta parte, porque esta mezquindad quizá es la causa de antipatías, recelos y desacuerdos de todos conocidos: porque el obrero que se ve aislado, sin porvenir el ida de una desgracia ó de una enfermedad, lo mismo le importa que el industrial sea A ó B, que su negocio sea prospero ó no, puesto que no le ligan con aquel más relaciones que las del trabajo y el jornal. Por el contrario, la creación en los gran[18]des talleres de estas instituciones que tienen por base la confraternidad de intereses la mancomunidad de afectos, la caridad, constituyen de cada obrero un defensor de la propiedad y la vida del industrial y al mismo tiempo un estimulo para que la industria en que está ocupado sea cada ida más floreciente y de a su jefe mejores resultados. La Comisión anhela vivamente que la España Industrial aprecie en su valor estas indicaciones, que no ceje en la vía que ha emprendido, que la Dirección y Junta de Gobierno de dicha Sociedad, anime y excite el celo de los socios para que aquella tenga la honra de ser la primera que haya entrado en este orden de medidas morales, como es la primera ya en importancia en la industria algodonera, en la cual ha obtenido ya varios premios. La Comisión desea que La España Industrial vaya adoptando todos aquellos medios que sirvan para crear cierta homogeneidad en los intereses de los operarios y de sus jefes, que entre ambos existan otras relaciones más nobles y generosas que las del trabajo y del jornal, en una palabra, que se procure hacer fructífero y más vigoroso este espíritu que tanto les enalteció en 1865, y que mereció la aprobación y el aplauso de todos los catalanes. Del celo y generosos sentimientos que ani[19]man a la Dirección y Junta de Gobierno de La España Industrial. La Sociedad Económica puede esperar aun mucho, puede confiar sin duda en que en que aquella se pondrá al frente de todos los demás establecimientos, sin jactancia y sin pretensiones, para que los obreros puedan comprender que en el taller se recibe el pan cotidiano, se obtiene un alivio en la enfermedad ó la vejez, que los hijos no quedan abandonados en el modesto hogar, y que los jefes de industria quieren ver en sus operarios algo más que motores de sus maquinas, algo más que eslabones de la cadena de los sucesos industriales que hace girar la rueda de su fortuna.

19.  Felicítese a la España Industrial por su iniciativa, por su orden disciplinario, por su sistema de emulación y de represión, por el espíritu de caridad que abriga en medio de su especulación; pero anímesela a que vaya adelante, a que no quede estacionaria en una senda que puede darle días de gloria. Si nuestra Sociedad premia a los obreros honrados y virtuosos, justo es también que otorgue distinciones a los jefes de establecimientos que son dignos de una demostración como la presente, para que nuestros industriales tomen buena parte en los gérmenes de orden y moralidad de nuestra clase obrera y se aliente y crezca este protectorado de [20] que han de revestirse los jefes de industria. Por las consideraciones hasta aquí expuestas la Comisión opina: 1º. Que se conceda a La España Industrial un diploma ó título de adhesión, por el acierto y celo desplegado por la Dirección y Junta directiva de aquel establecimiento, en procurar la armonía de relaciones morales entre los jefes del establecimiento y los obreros; a fin de que dicha Sociedad pueda hacer constar y tener siempre a la vista, el aplauso que su proceder y su conducta ha merecido de esta Económica. 2º.Que al efecto de que la España Industrial pueda hacer constar esta demostración de la Económica se extienda ex profeso un diploma por la clase de Bellas Artes, en el cual en resumen pueda hacerse constar lo que es objeto de este trabajo; y 3º. Que se excite a la propia Dirección y Junta de Gobierno del propio establecimiento, a que continúe en cuanto sus fuerzas lo permitan, en la senda que ha emprendido realizando aquellas medidas indicadas en el cuerpo de este dictamen (del cual se remita copia al efecto a la expresada dirección) procurando más y más el secundar las aspiraciones de esta Corporación. La [21] Sociedad sin embargo en su superior ilustración resolverá como siempre lo más acertado.

Barcelona, 6 de Febrero de 1868 El Presidente

Fdo) Fco. Doménech

Antonio Bech

Pedro Armengol
Urgelles de Tovar
Franco. De Pª del Villar, secretario

 

Notas

[1] De enero de 1864, es decir, justamente cuatro años antes de la visita de la comisión, tenemos otro testimonio de un viajero de origen gallego y residente en Buenos Aires, Rafael Borrás, que escribió sobre La España Industrial:

 
(...) la muy notable e importante fábrica que se halla en el (pueblo) de Sants, y que con muy justo orgullo puede llamarse el Monumento de la industria española, donde se reasume y condensan todas las operaciones de la fabricación, para ver las cuales según mi ciceroni hace muy pocos años era preciso recorrer cuatro o cinco establecimientos fabriles.

La sociedad España Industrial que así se titula, puede con muy justo motivo envanecerse de dar nombre a la primera fábrica de tejidos y pintados de España.

Cuando yo la visité se hallaban en movimiento los dos mil telares que tiene, y puedo asegurarte que me quedé notablemente sorprendido al contemplar una de las tan importantes producciones de la inteligencia humana, a cuyo poderoso influjo se sujetan multiplicadas operaciones por medio de motores aislados que comunican el movimiento en numerosas direcciones, dando por resultado el hecho positivo de la fabricación perfecta a gusto y capricho de su inventor, y que todos admiramos.

Y si sorprendente es ver lo que hace el ingenio del hombre para dar movimiento a tantas ruedas que allí se ven mover con precisión y exactitud, es también muy agradable y consolador ver allí empleados ganando muy buenos jornales 1.500 ó 2.000 hombres, mujeres y niños cuidando y dirigiendo aquellos telares al parecer tan complicados, y tan fáciles de comprender su marcha desde que se observa su marcha y dirección.

Aquí he visto poner el algodón en rama en la primeras máquinas destinadas para el efecto, y siguiendo de sala en sala, hasta que me lo enseñaron hecho lienzo fino, y después que lo blanquearon y prepararon, lo vi colocar en la máquina para pintarlo, en cuyo estado lo he dejado porque la hora avanzada no me permitía demorarme más tiempo. (Carta fechada en Barcelona el 7 de enero de 1864, dirigida a su hermano, Antonio Borrás)

Antonio Flores, por su parte, en la Crónica del viaje de la Reina, dice: (La España Industrial) no es una fábrica más o menos grande: es una población fabril (...) Y aun esas grandes fábricas inglesas, únicas que pueden competir con la de que ahora nos ocupamos, no presentan en su conjunto la grandiosidad que ésta ofrece a la simple vista.(p. 280).

 
[2] Para una visión sintética de las condiciones de trabajo, puede verse Rule,  1990, cap. 5, para el caso de Inglaterra. Sobre Cataluña, véanse, por ejemplo, Cerdà, 1867, vol. 2; Vicens Vives, J. i LLorens, M., 1991, p. 145 y ss; Izard, 1973, p. 82 y ss.; Fontana, 1975, p. 82 y ss; Gutiérrez Medina (1997), p. 96 y ss.
 

[3] Véanse referencias a estos trabajos en BOUZA, J.,  2003
 

[4] GUTIÉRREZ i MEDINA, 1997, pág. 128
 

[5]Ibid. , pág. 127 y ss.
 

Bibliografía
 

BOUZA, J. Procurar a las clases jornaleras higiénicas y agradables habitaciones. La Sociedad Económica Barcelonesa de Amigos del País y la vivienda obrera. Actas del V Coloquio internacional de Geo Crítica. En Scripta Nova, vol. VII, nº 146 (011). Barcelona, 1 de agosto 2003.

CERDÀ, Ildefonso Teoría general de la urbanización. Madrid: Imprenta Española, 1867.

FLORES, Antonio. Crónica del viaje de Sus Majestades y Altezas Reales a las Islas Baleares, Cataluña y Aragón en 1860. Madrid: M. Rivadeneyra, 1861.

FONTANA, Josep Cambio económico y actitudes políticas en la España del siglo XIX. 2ª ed. Barcelona: Ariel, 1975.

GUTIÉRREZ i MEDINA, Maria Lluïsa La España Industrial 1847-1853. Un model d'innovació tecnològica. Barcelona: Associació/Col·legi d’Enginyers Industrials de Catalunya, 1997.

IZARD, Miquel Industrialización y obrerismo. Barcelona: Ariel, 1973.

LA ESPAÑA INDUSTRIAL Libro del Centenario. Barcelona: I.G. Seix y Barral Hnos., 1947.

RULE, John Clase obrera e industrialización. Barcelona: Crítica, 1990.

URGELLÈS i de TOVAR, Agustí  Exposición General Catalana de 1871. Barcelona: L.Domènech, 1871

VICENS VIVES, J. y LLORENS, M. Industrials i polítics. Barcelona: Vicens Vives, 1991.
 

© Copyright: Jerónimo Bouza, 2004

© Copyright: Biblio 3W, 2004.

Ficha bibliográfica

BOUZA, J.Capital, trabajo y moral en la industria del siglo XIX.  Biblio 3W, Revista Bibliográfica de Geografía y Ciencias Sociales, Universidad de Barcelona, Vol. IX, nº 513, 30 de mayo de 2004. [http://www.ub.es/geocrit/b3w-513.htm]. [ISSN 1138-9796].


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