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Biblio 3W
REVISTA BIBLIOGRÁFICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES
(Serie  documental de Geo Crítica)
Universidad de Barcelona
ISSN: 1138-9796. Depósito Legal: B. 21.742-98
Vol. IX, nº 519, 30 de junio de 2004

BUISSERET, David: La revolución cartográfica en Europa, 1400-1800. La representación de los nuevos mundos en la Europa del Renacimiento, Barcelona, Paidós Orígenes, 2004, pp. 255. [ISBN 84-493-1565-4]

Pablo Cisneros Álvarez

Becario de Investigación de la Universitat de València


Palabras clave: cartografía, artes gráficas, Renacimiento

Key words: cartography, graphic arts, Rennaissance


El estudio que nos proponemos reseñar condensa en un único volumen un análisis detallado de un periodo realmente amplio, el comprendido desde 1400, a las puertas del Renacimiento cultural, hasta 1800. Cuatrocientos años en los que el arte, la forma de vida y, por supuesto, la cartografía, han evolucionado de manera considerable. En este sentido, hemos de tener en cuenta que en torno a 1400, fecha en la que se centra el inicio del presente estudio, apenas había mapas en Europa y fue, a partir de 1650, cuando nos encontramos con lo que podemos llamar una explosión cartográfica que, sin duda, modificará el rumbo de la historia europea. Por todo ello, este libro resulta de interés elevado porque constata que Europa consiguió superar a países que le aventajaban en el campo cartográfico, como China y Japón, para ponerse al frente de la tarea de la realización de mapas cada vez más precisos[1].

El recorrido analítico que hace Buisseret -profesor de Historia en la Universidad de Texas, en Arlington, y antiguo director del Smith Centre para la historia de la cartografía en la Newberry Library -lo cual es totalmente lógico, ya que parte, en la introducción,  de la cartografía medieval. En esta introducción el autor examina aspectos como los Mappaemundi o las mapas del mundo, con clara referencia a los llamados T-O[2], como por ejemplo el incluido en las Etimologiae de Isidoro de Sevilla, también hace referencia en este preámbulo a los mapas regionales, estampas y mapas judiciales, tampoco se olvida de los portulanos, para terminar este primer capítulo introductorio con los planos a gran escala de ciudades y edificios -uno de los más representativos de este período es, sin duda,  el que se ha conservado de la abadía de Saint Gall, c. 820-.

Tras este breve análisis de la cartografía en la Edad Media, se pasa a estudiar en el capítulo primero -La influencia de la Grecia y la Roma Antigua- que, como sabemos, fue especialmente poderosa en la imaginación de las gentes de Europa de los siglos XV y XVI. Esta herencia llegó al hombre moderno por medio del influjo directo de la obra de cartógrafos tan destacados como Ptolomeo pero también, y no se debe olvidar esto, por mediación de textos que trataban aspectos referentes a la cartografía, como por ejemplo, los de Herodoto, Estrabón, Anaximandro de Mileto, Hecateo, Vitruvio, Plinio El Viejo, Plutarco, o el tratado militar de Vegetius, en el que se hace una alusión clara a la cartografía y a su utilización en el mismo campo de batalla, como prueba de ello, citamos el texto en el que se hace eco de esta función estratégica de la cartografía:

"Un general debe ser cuidadoso y diligente al tomar las precauciones necesarias para impedir una sorpresa en la marcha [...]. En primer lugar, debe tener una descripción exacta del país que es escenario de la guerra en la que deben estar correctamente anotadas las distancias entre los lugares, la naturaleza de los caminos, las rutas más cortas, los caminos secundarios, las montañas y los ríos. Se nos dice que los generales más grandes llevaban sus precauciones en la cabeza hasta el punto de que, no satisfechos con la simple descripción del país en que se encontraban, hacían que se realizasen planos en el lugar, para poder regular visualmente sus marchas con la mayor seguridad".

Evidentemente, estos textos clásicos son muy importantes para estudiar las muchas referencias que se pueden atisbar en la obra de los hombres modernos. Sin duda, capítulo a parte, necesita la obra de Claudius Ptolomeo que tiene un epígrafe independiente. Como idea básica de este apartado hemos de saber que la importancia de Ptolomeo «radica en la asombrosa originalidad de dos de los elementos examinados en sus dos primeros libros: la idea de elaborar un mapa del mundo basado en la latitud y la longitud, y la posibilidad de adoptar proyecciones diferentes para representar mejor una tierra redonda sobre el papel». Este capítulo del libro concluye con dos epígrafes: Lectores del Renacimiento y textos clásicos y Arqueólogos y cartógrafos del Renacimiento.

El siguiente capítulo, titulado Los orígenes pictóricos de parte de la cartografía europea, 1420-1650, cuyo planteamiento nos parece realmente extraordinario, estudia un período que es clave, precisamente para tratar el aspecto de la representación pictórica del territorio. A pesar de que aquí se desarrolla teniendo en cuenta la cartografía pictórica de Europa, nos centraremos en el caso hispano, ya que es el que tenemos más cerca, remitiendo al presente capitulo para conocer el fenómeno en el resto de Europa.

Este tema ha sido tratado en algunas monografías[3] y, en este texto, intentaremos dar una visión breve del mismo con el fin de intentar esclarecer ciertos aspectos motivados por esa simbiosis que es el territorio y la pintura. Para ello recurrimos a las vistas españolas de Wijngaerde, comprendidas entre 1561 y 1571. En ellas se están representando el territorio, en este caso urbano. Esta representación, de origen claramente pictórico, como el propio artista reconoció sentirse, tiene tras de sí un fondo de ciencia legitimado por las divisiones ptolomaicas puestas ya en boga por aquellos tiempos. En este sentido, hemos de recordar que la obra de Ptolomeo, traducida al latín en 1410 separaba la corografía, cuyo fin era describir los menores detalles de los lugares, de la geografía, como una representación gráfica de todo el mundo conocido junto con los fenómenos contenidos en él. De esta forma, establecía que la corografía requiere un artista, y nadie la representa debidamente si no un artista y, por otro lado, apuntaba que la geografía necesitaba de alguien formado en los principios de la geometría y las matemáticas. Por tanto estaba introduciendo a los artistas dentro de la ciencia de la geografía, algo que sin duda, levantó opiniones enfrentadas.

Por tanto, es imprescindible la presencia de este artículo en una monografía que pretende ser tan amplia en el contenido y de esta manera, creo que es un tema que requiere ser analizado profundamente en libros de este calibre.

En el capítulo 3, La cartografía entre las elites europeas gobernantes, 1450-1650, Buisseret se encarga de dar unas referencias a las producciones cartográficas en los distintos países europeos durante la Edad Moderna, de este modo, se centra en el Papado, la República veneciana, el Reino de Nápoles, el Ducado de Florencia, el Reino de Portugal y el Ducado de Borgoña, el sacro Imperio Romano Germánico, el Reino de Francia, el Reino de Inglaterra, el Reino de Suecia y la importancia de Felipe II y España, donde se analizan figuras tan claves para la cartografía española del XVI como Pedro Esquivel, el mismo Wijngaerde, o el ambiente geográfico que se respiraba en torno al Escorial y Felipe II.[4]

Los portulanos carecían de cualquier sistema de localización por coordenadas matemáticas, que no se pudo combinar con el sistema mundial de latitudes y longitudes establecido por el citado Ptolomeo. Esta combinación se produjo precisamente durante el siglo XV y es la que, entre otros puntos, se pretende investigar en el capítulo 4, titulado La cartografía en la expansión de Europa, 1400-1700. Resulta interesante ver cómo fueron los primeros mapas y dibujos que se emprendieron con motivo del descubrimiento del Nuevo Mundo, así como todas las obras cartográficas realizadas en distintos países respecto a territorios de ultramar.

El fin de este libro es realmente amplio. Continuamente, a lo largo de los capítulos, abarca temas que son imprescindibles en una obra tan ambiciosa como esta pero que, por diversos motivos, no suelen aparecer en otras monografías referentes al mismo tema. Esto precisamente es lo que ocurre en el capítulo 5 en el que se analizan, siguiendo el título del  mismo, Los mapas trazados durante la revolución militar; 1500-1800. En este capítulo se acerca a investigar aspectos tales como el crecimiento del tamaño de los ejércitos y el desarrollo de la cartografía topográfica,  la aparición de la artillería y desarrollo de un nuevo estilo de fortificaciones, la aparición de nuevos especialistas militares: los ingenieros, o la cartografía de los movimientos tácticos de ejércitos y flotas, entre otros. Es de sumo interés el estudio de la aparición de las armas de fuego y la pólvora ya que condiciona de manera destacada e indiscutible la concepción de los proyectos defensivos durante la Edad Moderna. Evidentemente, las murallas en el siglo XVI ya no tienen que defenderse de las armas que lo hacían las antiguas, y ya obsoletas, murallas medievales, como por ejemplo las hachas, las mazas de hierro o los arietes. Se pasa de la fuerza muscular humana para lanzar objetos a la tremenda potencia que ofrecen las armas de fuego. Las armas con las que se enfrenta el hombre de la Edad Moderna causan un mayor daño en el sistema defensivo y esto obliga a hacer una reestructuración de las antiguas fortificaciones y a investigar y divulgar nuevos sistemas defensivos. Con todo esto, no cabe duda, que la cartografía militar contribuye a conocer los avances en este tipo de fortificación ya abaluartada.

Otro aspecto reseñable en este capítulo es el tratamiento y el estudio que se hace de los ingenieros. Los ingenieros y los arquitectos a mediados del siglo XVI todavía no tenían una frontera definida que separase claramente sus respectivos trabajos. El ingeniero, en este tiempo, funde la figura del arquitecto vitruviano con la experiencia de la guerra y un saber especializado en la construcción de fortalezas, pero no deja de latir en su autoevaluación, y en la que los demás tienen de él, la definición vitruviana del arquitecto ideal. La separación de la arquitectura y la ingeniería de la fortificación fue paulatina, y se aprecia no sólo en la práctica de la profesión, sino también en los libros, que fueron dando a conocer a través de la imprenta los avances de esa ciencia.[5] Hemos de tener en cuenta que los ingenieros eran muy apreciados en el siglo XVI pues, además de su indiscutible status social, poseían un conocimiento admirable, estando entre ellos, el saber representar el territorio.

El sexto y último de los capítulos, llamado La cartografía del campo y la ciudad en las nuevas economías, 1570-1800,  comienza analizando los mapas de propiedades, entrometiéndose en las particularidades y ejemplos de cada país, como por ejemplo, Inglaterra, Los Países Bajos, Alemania, Italia, España, Francia, finalizando con los del Nuevo Mundo. La segunda parte de este último capítulo, se centra en el estudio de las vistas y planos de las ciudades, estableciendo apartados según la percepción y punto de vista empleado para ejecutarlas. Así, y a pesar de las diferentes divisiones que se han dado al respecto, Buisseret establece perfiles, perspectivas a vista de pájaro e imágenes planimétricas. El presente capítulo sexto concluye  con Colecciones de vistas de ciudades y La naturaleza de las vistas de las ciudades, donde trata de forma muy superficial el tema de las vistas según su capacidad de aproximación con la realidad urbana, ya sean tipo urbs o tipo communitas.[6]

El libro tiene como colofón un epílogo titulado Conclusión: El uso acelerado de los mapas. En este último texto, el autor  se encarga de tratar aspectos muy interesantes como por ejemplo, las mapas teológicos, las primeras vistas aéreas, la cartografía en el siglo XX o las cartas electrónicas de navegación, donde hace mención al acceso de los militares de las imágenes por vía satélite, poniendo como paradigma la Guerra del Golfo, donde se demuestra lo lejos que se está hoy en día de la primera cartografía con fines militares que el autor estudió en el capítulo 5.

En definitiva, podemos decir de esta obra que es un libro imprescindible. Teniendo en cuenta la amplitud de fechas en las que se inserta el estudio - 400 años- investiga aspectos que no se tratan en otras obras sobre cartografía, a pesar de su importancia y vinculación con el tema; ya sean, por poner unos ejemplos muy claros, las vistas de ciudades, o el trabajo desempañado por los ingenieros. Por tanto, estamos delante de una obra muy destacada en el análisis de la cartografía europea comprendida entre el 1400 y el 1800.
 

Notas

 
[1] Inicialmente, dicha obra fue publicada en el 2003 por la Oxford University Press con el título original The Mapmakers´ Quest. Depicting New Wolds in Renaissance Europe.
 
[2] Para ampliar lo expuesto en este libro, recomendamos la consulta de THROWER, Norman J.W. Mapas y civilización. Historia de la cartografía en su contexto cultural y social.  Barcelona: Ediciones del Serbal, 2002.
 
[3]  KAGAN, Richard L.: Imágenes urbanas del mundo hispánico: 1493-1780.  Madrid:  El Viso, 1998 y véase también El Atlas del Rey Planeta. «La descripción de España y de las costas y puertos de sus reinos», de Pedro Texeira (1634). Madrid: Editorial Nerea,  2002.
 
[4] Sobre el estudio de la geografía en tiempos de Felipe II,  KAGAN, Richard L.  Felipe II y los geógrafos. In KAGAN, R. Ciudades del siglo de oro. Las vistas españolas de Antón Van den Wyngaerde. Madrid: el Viso, 1986.
 
[5] CÁMARA MUÑOZ, Alicia: Fortificación y ciudad en tiempos de Felipe II, Madrid: Editorial Nerea, 1998, p. 85.
 
[6] Este tema ha sido ampliamente tratado por KAGAN en Imágenes urbanas del mundo hispánico..., 1998.

 
 

© Copyright: Pablo Cisneros Alvarez, 2004

© Copyright: Biblio 3W, 2004.
 
Ficha bibliográfica
 
CISNEROS ALVAREZ, P.  Buisseret, David: La revolución cartográfica en Europa, 1400-1800. Biblio 3W, Revista Bibliográfica de Geografía y Ciencias Sociales, Universidad de Barcelona, Vol. IX, nº 519, 30 de junio de 2004. [http://www.ub.es/geocrit/b3w-519.htm]. [ISSN 1138-9796].

 
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