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REVISTA BIBLIOGRÁFICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES
(Serie  documental de Geo Crítica)
Universidad de Barcelona 
ISSN: 1138-9796. Depósito Legal: B. 21.742-98 
Vol. IX, nº 542, 25 de octubre de 2004

BUEN, Odón de. Mis memorias (Zuera, 1863 - Toulouse, 1939). Zaragoza: Institución Fernando El Católico (CSIC), 2003. [ISBN: 84-7820-687-6]

Antonio Buj
IES Doctor Puigvert


Palabras clave: memorias, Odón de Buen, historia de la ciencia

Key words: autobiographies, Odón de Buen, history of science


"Escribo estas líneas al cumplir los ochenta años. Persisto en mis ideas librepensadoras de siempre. Desde muy joven he vivido fuera de toda comunión religiosa y en un feliz hogar librepensador os habéis educado. Enterradme civilmente. Si a última hora la pérdida de la razón o cualquier acto de fuerza me arrancara declaraciones contrarias no las respetéis; no representará mi voluntad consciente y libre.

Que mis restos reposen, si es posible, al lado de los de vuestra santa madre. Murió fuera de toda religión positiva y se enterró civilmente. Nuestra religión se cifraba en una gran rectitud de conciencia, en el culto del bien, de la familia, de la ciencia, de la libertad, de la justicia y del trabajo. Hicimos todo el bien que nos fue posible; no hicimos a sabiendas mal a nadie".
 

Estos son dos de los emocionantes párrafos que Odón de Buen escribió el 18 de noviembre de 1943 en su testamento, encabezado con un A mis hijos, cuando yo muera, y que figuran en las memorias de Odón de Buen, publicadas por la Institución Fernando El Católico (Zaragoza, 2003).

La publicación de las memorias de Odón de Buen y del Cos (Zuera, Zaragoza, 1863 - México D. F., 1945) es un acto de reparación moral inexcusable a la memoria de uno de los más importantes científicos españoles del siglo XX. Acto de reparación tardío, es verdad, pues ha tenido que pasar más de un cuarto de siglo de democracia en nuestro país para que se haya producido este acto de justicia[1]. Sin duda, sólo el primero de los muchos que se deberían hacer no sólo con la figura de De Buen sino con la gran cantidad de hombres notables que tuvieron que huir al exilio en 1939[2].

Los vencedores de la guerra civil española encarcelaron a la persona y sepultaron la obra de este científico aragonés. Encerraron a la persona y enterraron la obra de un hombre de pensamiento libre. Odón de Buen fue perseguido con saña. Uno de sus hijos, Sadí de Buen, médico parasitólogo de prestigio internacional, fue fusilado en Sevilla en los inicios de la guerra civil. Toda su familia fue perseguida por ser leal a la causa de la libertad. Su brillante obra fue hostigada con furia para después ser ignorada.

Odón de Buen figura en las enciclopedias como naturalista, político y publicista, y sobre todo como el creador de la oceanografía en España e impulsor de los estudios relacionados con esta actividad científica al máximo rango internacional. Fundó el Instituto Español de Oceanografía y a su ingente obra científica hay que añadir una enorme capacidad de gestión. También tuvo una breve carrera política. Fue concejal en Barcelona y, posteriormente, senador en las legislaturas de 1907 a 1910, militando en las filas republicanas de Nicolás Salmerón[3].

De Buen era hijo de un sastre de Zuera. Becado para estudiar bachillerato en el instituto de Zaragoza, más tarde fue pensionado por el ayuntamiento de su pueblo para seguir estudios universitarios en Zaragoza y Madrid. Terminada su licenciatura en Historia Natural, fue seleccionado para realizar investigaciones científicas a bordo de la fragata Blanca, experiencia que relató en el libro De Kristiania a Tuggurt (1887). Este periplo decidió su vocación oceanográfica. Dos especies de isópodos, recogidos en aquel viaje, fueron clasificados con nombres alusivos a su descubridor: Metopontus Bueni y Porcelio Bueni.

En 1889 obtuvo la cátedra de Zoología y Botánica de la Universidad de Barcelona, que ocupó hasta 1911. Durante la etapa barcelonesa su labor pedagógica fue ingente, al publicar gruesos manuales de consulta concebidos en la línea positivista y explicando los fenómenos naturales con planteamientos evolucionistas; creó la sección de Ciencias Naturales en aquella universidad e introdujo material científico de avanzada modernidad; inició una fecunda colaboración científica con la Estación Científica de Banyuls sur Mer (Francia); y, en 1908 puso en funcionamiento el laboratorio oceanográfico de Porto Pi (Palma de Mallorca) y el de Málaga.

Su participación en campañas internacionales fue frecuente. A partir de 1908 realizó una serie de campañas totalmente españolas a bordo del Averroes y de navíos de la marina de guerra debidamente equipados con instrumentos. Con tales medios trazó cartas de pesca, estudió los fondos del estrecho de Gibraltar, analizó las corrientes y la fauna y flora mediterráneas, corrigió las cartas náuticas, determinó las migraciones de las especies marinas, o bien observó la contaminación por el petróleo. A él se debe la introducción y aclimatación de la Gambusia affinis, pez larvicida de gran importancia para combatir el paludismo. Otro de sus proyectos fue la organización de la explotación mejillonera en el delta del Ebro.

Odón de Buen es considerado uno de los principales introductores del darwinismo en España. Sus manuales escolares, marcados por la teoría evolucionista, fueron perseguidos por la iglesia católica. Debido a esa persecución, De Buen fue apartado momentáneamente de su cátedra en 1895[4]. Esta decisión política generó en Barcelona una serie de disturbios a las puertas de la Universidad que provocaron el cierre de la misma durante dos meses. Nuestro científico reanudó sus clases en el Centro Federal de la ciudad condal hasta que el gobierno de Cánovas, aconsejado por el Capitán General de Cataluña, Valeriano Weyler, le devolvió su plaza. Algunos años más tarde, el poder eclesiástico le relacionó falsamente con la Semana Trágica de Barcelona. En 1911 se trasladó a la Universidad Central de Madrid.

Como publicista, la actividad de De Buen fue temprana, colaborando, bajo el seudónimo de Polemófilo, en Las dominicales del librepensamiento, y fundando con otros correligionarios el periódico El Radical; tradujo las Memorias autobiográficas de Garibaldi y colaboró especialmente en el Boletín de la Escuela Moderna de Ferrer Guardia. Junto a Ramón y Cajal y a otro ilustre aragonés, el doctor Martínez Vargas, integró el comité de honor o patronato de la Escuela Moderna, prestando decidido apoyo a la pedagogía racionalista de Ferrer Guardia. Intervino como conferenciante asiduo y como autor de cinco volúmenes de Ciencias Naturales para uso de dicho centro. En Mis memorias, De Buen escribe que conoció a Ferrer en la exposición de París de 1889 y que sus relaciones "no fueron nunca sino pedagógicas". Dos de sus hijos acudieron a la Escuela Moderna. Sus convicciones educativas se pueden sintetizar en que era, partidario de la enseñanza laica y enemigo irreconciliable de la escuela oficial española, ayuna de un buen plan pedagógico, rutinaria, arcaica en procedimientos, en material, en locales, y con un personal reclutado en una selección al revés, confesional en exceso y deficiente en enseñanzas ciudadanas, fuera de las realidades de este mundo por pensar demasiado en el otro mundo. (p. 95)

De Buen señala asimismo que tampoco le placían las escuelas laicas antirreligiosas o anticlericales, y con planes rutinarios y con medios pobres. Más adelante, señala que,

"Debía huirse de mezclar a los niños en manifestaciones partidistas y de hacerles aprender discursos, artículos o cuentos de memoria; que de las luchas humanas crueles, inspiradas por el egoísmo o por la intransigencia, no se debía ni hablar. Una atmósfera de bondad debía rodear al niño en la escuela, conducir su inteligencia y guiar, educar y fomentar su voluntad  con riendas de seda en vez de emplear cadenas de acero". (p. 95)

Odón de Buen recibió numerosas condecoraciones y títulos honoríficos, e intervino en congresos internacionales que con frecuencia presidió. La guerra civil le sorprendió en Palma de Mallorca, donde sufrió prisión hasta su canje por la hermana y la hija del general Primo de Rivera, amigo suyo desde la niñez, "fiel amigo, casi desde niños", según escribe. Su relación con Primo de Rivera se había establecido en su primera etapa de estudiante en Madrid. Al finalizar la guerra residió en Banyuls sur Mer y posteriormente en Méjico donde murió en 1945. Precisamente, en Banyuls, con setenta y seis años, empezó a escribir las Memorias el 17 de agosto de 1940. En sus primeros párrafos, escritas a mano, se hace algunas preguntas, posiblemente las mismas que los cientos de miles de exiliados españoles se hicieron al huir de su país. De Buen se pregunta por el qué habrá sido de su casa, de sus papeles, sus documentos, sus cuadernos o sus libros.

Sin casa, sin papeles, sin documentos, sin cuadernos, sin libros, pero sobre todo sin su hijo Sadí, se dispone a escribir a mano las 1.177 cuartillas que han estado sesenta años esperando a ser publicadas. El millar largo de cuartillas originales se han convertido en 503 páginas y varias más de anexos fotográficos en la edición que estamos reseñando. Medio millar de páginas llenas de sabiduría y de humanidad, con bastante humor y sin resentimientos a pesar de las trágicas circunstancias. Páginas marcadas por las condiciones en las que fueron escritas, al tener el autor que recurrir casi exclusivamente a su memoria. Y eso, lógicamente, lo paga en términos de ideas repetidas, algunas desconexiones entre textos, y sobre todo en la falta de datación de los interesantes acontecimientos que se narran.

De Buen repasa en sus memorias toda su vida, pintando un magnífico cuadro sobre la historia contemporánea española desde finales del Ochocientos hasta la guerra civil. Empieza por su etapa infantil en Zuera, pueblo según él dominado por el caciquismo y la ignorancia. Recordemos que nació en 1863. Su primer maestro fue un antiguo sargento de artillería. El sistema pedagógico del momento, nos dice De Buen, era deplorable;

"Lecciones de memoria repetidas a coro con un tonillo agudo; un gran mapa de España en un plafón de la sala; cuadros de Historia Sagrada en las paredes, cartapacios llenos de borrones y de mugre; algunas cuartillas que deshojábamos enseguida; tres horas de prisión por la mañana y tres por la tarde". (p. 23)

Don Jorge, el maestro, tomaba la lección formados los alumnos "en fila y con las manos extendidas, la palma hacia arriba". La varita de olivo del maestro se descargaba a cada equivocación. Esos inconvenientes no hicieron mella en Odón de Buen. Excelente estudiante en el instituto de Zaragoza, entró en la universidad en el preparatorio de Medicina, con el propósito de estudiar Ciencias Naturales. Esta carrera sólo era posible hacerla en Madrid, y gracias a una pensión del Ministerio de Fomento para estudiantes pobres pudo desarrollar su vocación naturalista en la capital.

La Universidad española de las décadas finales del Ochocientos no parece que fuera, según los comentarios de nuestro autor, para echar cohetes. La enseñanza de las ciencias naturales era exclusivamente sistemática y memorística. Los zoólogos, excepto el joven catedrático de Entomología, Ignacio Bolívar, "eran una calamidad científicamente". Don Ignacio "explicaba con claridad" y promovía excursiones científicas; de Buen le acompañó en una realizada a Andalucía y al norte de Marruecos. Bolívar se convirtió años después en una de las figuras más importantes de la ciencia española del siglo XX. Por cierto, también se tuvo que exiliar en 1939. Se fue a México con casi noventa años. Otros profesores que despertaron la simpatía de nuestro autor fueron José Macpherson, los hermanos Salvador y Laureano Calderón,  y Augusto González de Linares.

Con la carrera recién terminada, en 1885 tuvo lugar la última gran epidemia de cólera en España. Su padre fue una de las víctimas. Al volver a Madrid, De Buen tuvo la fortuna de poder participar, como se ha dicho más arriba, en la comisión de naturalistas que acompañó al barco llamado Blanca de guarda-marinas de la Armada. Lo que debía ser un viaje alrededor del mundo se convirtió en un viaje por media Europa y el norte de África, pero que le sirvió para orientar su labor científica. Gracias a un segundo viaje con el mismo barco pudo visitar los más importantes museos del centro y norte de Europa. Poco después obtuvo la cátedra de la Universidad de Barcelona. Desde un principio la concibió como un espacio para estudiar la naturaleza "en la naturaleza", es decir, mediante excursiones y viajes. Además de las excursiones por la Península, De Buen describe con especial pasión la realizada a Italia, con ascensión incluida al Vesubio, acompañado de una cincuentena de alumnos.

Según cuenta nuestro autor, la tarea de enseñar en el contexto universitario de aquel entonces no era fácil. La universidad no tenía locales adecuados, ni material de ningún género, ni dinero. En general, Odón de Buen no se muestra muy complaciente con la universidad que le tocó vivir, pues "faltaban medios en la cátedra y en el laboratorio" y "faltaban libros que reflejaran el estado de las ciencias naturales en aquella época". Además, la mayoría de los estudiantes "sólo buscaban apuntes breves para el repaso de última hora". Hay cosas que han cambiado poco desde entonces. Alguno de sus condiscípulos, del que no cita su nombre, era bastante peor. De Buen cuenta que recién llegado a Barcelona a ocupar su cátedra,

"Un día me visitó muy atento un padre jesuita que había sido condiscípulo mío y a quien tenía verdadero afecto. Trató de convencerme con argumentos ruines de que me convirtiera al catolicismo: 'Tienes --me decía-- ante ti una senda amplia, florida, fácil, llena de goces y otra tenebrosa, complicada, cuajada de espinas, que conduce a la perdición, ¿por qué no sigues la primera,  y te obcecas en marchar por la del infierno?'.  Así eran los razonamientos fuertes de un licenciado en Ciencias, con hábitos sacerdotales. Le contesté sin recriminaciones, amistosamente, ante mi esposa que presenciaba la escena asombrada y temerosa. Suplicó de rodillas cogiéndome la mano y cuando vio el pleito perdido, se levantó airado, diciéndome: 'Has de saber que las monjitas piden en sus oraciones que Dios te convierta y, si no, que te inutilice'. (p.62-63)

Por cierto que la Universidad de Barcelona no le defendió en un primer momento, en 1895, cuando una llamada Asociación de Padres de Familia denunció algunas obras de texto de De Buen ante el obispado para que fueran incluidas, como así fue, en el Índice inquisitorial. Las malas lenguas apuntaron a algunos compañeros de institución de semejante bajeza. El decreto de la inclusión fue confirmado por el Papa León XIII. El rector de la Universidad, Julián Casaña, consintió semejante atropello. Algunos de sus profesores eran declarados enemigos de las ideas evolucionistas defendidas por De Buen. Hoy tienen plazas y calles con su nombre en la ciudad de Barcelona. De Odón de Buen no existe nada de nada.

De su etapa como catedrático en la Universidad de Madrid, a cuya cátedra vacante de Geología y Botánica por muerte de su titular, Salvador Calderón, se trasladó en 1911, tiene también De Buen un juicio muy crítico. De los alumnos, escribe que eran "muchachos generalmente muy mal preparados" y que dominaba "el estudiante que no estudia y que logra una carrera apelando a recomendaciones, a subterfugios, a mentidas desgracias, a todo menos a los libros". Los exámenes de fin de curso eran incalificables;

"Sin ortografía, sintaxis ni nada parecido, en unas letras ininteligibles; revelando que llegaban a las aulas universitarias, después de seis años de bachillerato, sin la preparación más elemental de la escuela primaria". (p. 132)

Los alumnos sólidamente preparados eran pocos según nuestro autor. Agréguese a esto,

"que el profesorado, donde seguramente estaba lo más selecto del país, en su gran mayoría se había reclutado tras oposiciones ante tribunales, muchas veces amañados, y mediante ejercicios memoristas para uso y abuso de niños prodigio, de amigos políticos o de contertulios de los oligarcas". (p. 133)

De su etapa de político activo escribe en sus memorias que sus trabajos científicos sufrieron algún retraso, pero en cambio le sirvieron para poder llevar adelante la organización en España de los estudios de oceanografía y biología marina.

"La senaduría me abrió puertas muy altas, me conquistó simpatías entre los próceres de la política, me permitió fuera de España adquirir rápidamente prestigios para mi obra científica; consolidó fuertemente mis relaciones con el Príncipe de Mónaco, que en adelante adquirieron gran intimidad con gran honor para mí y provecho incalculable para la ciencia española". (p. 113)

El príncipe Alberto I de Mónaco fue uno de los fundadores de la oceanografía moderna. De Buen trabó relaciones de amistad con él. El 17 de abril de 1914 se publicó el decreto de creación del Instituto Español de Oceanografía, uno de los mayores logros de Odón de Buen. Esta plataforma le sirvió para realizar numerosas campañas científicas y también para formar en torno a su persona una extensa red de relaciones internacionales. Por ejemplo, formando parte de la Comisión Internacional para la Exploración Científica del Mediterráneo en 1919, de la Unión Internacional de Geodesia y Geofísica, del Consejo Internacional de investigaciones científicas, del Consejo Internacional para la exploración del mar o del Consejo Oceanográfico  Iberoamericano. De todas maneras, ninguna de esas participaciones le procuró mayor satisfacción, escribe, que la presidencia del Primer Congreso Internacional de Oceanografía que se celebró en Sevilla en mayo de 1929. El objetivo de las investigaciones oceanográficas fue siempre para De Buen,

"Estudiar nuestros mares para fundar bajo sólida base las industrias pesqueras; era mi empeño más decidido racionalizar la pesca y poner en manos de los pescadores los medios más seguros de obtener el máximo rendimiento con el menor esfuerzo y con el mínimo riesgo". (p. 389)

Por último, conviene apuntar en esta reseña para una revista básicamente geográfica que Odón de Buen tuvo un gran interés por la Geografía, a la que define en sus memorias como "termómetro de la cultura" y "rama trascendental de las ciencias naturales". Su relación con la disciplina fue intensa. El Discurso inaugural leído en la solemne apertura del curso académico de 1909 a 1910 ante el claustro de la Universidad de Barcelona[5] que le tocó realizar llevó por título "La enseñanza de la geografía en España" y en él denunciaba lo insuficientes y torcidos que andaban los estudios geográficos en España. Después de declararse admirador de Elisée Reclus, proponía, una vez más, la huida del aprendizaje memorístico y el contacto con la naturaleza para renovar la disciplina. En sus memorias da cuenta asimismo de que una de las mayores satisfacciones de su vida profesional había sido el ser nombrado miembro honorario de la Real Sociedad Geográfica de Londres. De Buen fue delegado español en los congresos geográficos de Cambridge (1928), París (1931) y Varsovia (1934).

Después de todo lo aprendido en  Mis memorias, de la vida y obra de Odón de Buen y del Cos, resulta si cabe más hiriente y brutal el calvario al que fue sometido en sus últimos años de vida. Cuando el 17 de julio de 1936 embarcaba para visitar una de sus más importantes creaciones, el Laboratorio oceanográfico balear de Porto Pi, la rebelión militar le llevó a la prisión durante más de un año. Detrás de aquella situación personal suya De Buen vio, escribe en sus memorias, la "intransigencia salvaje" del clero mallorquín. Lo que vino después fue enfermedad, pues De Buen sufría cataratas y una fuerte diabetes, humillación, crueldad, ejecuciones sumarias de compañeros de prisión, aislamiento, prohibiciones, o suciedad; todo estaba infestado de pulgas, ladillas y cucarachas, escribe, y  "el edificio estaba lleno de chinches, hasta la enfermería y la cocina; no era raro el que se ahogaran algunos en los enormes peroles del rancho". En aquel contexto, De Buen todavía tenía humor para llevar a cabo su "cátedra de divulgación científica" con sus compañeros de cárcel, y con los guardias, las monjas y los enfermeros de la misma, sobre temas relacionados con el mar. Finalmente, por ser quien era, vino el canje y más tarde el exilio.

Aunque tarde, el reconocimiento a la obra y figura de Odón de Buen está llegando poco a poco. En este sentido, uno de los hechos más significativos es que la institución que ayudó a crear de manera decisiva, el Instituto Español de Oceanografía, recoge ya el reconocimiento a su persona y a su trabajo (www.ieo.es/biografia_odon.htm). De todas maneras, su figura está esperando una revisión a fondo.
 

Notas
 

[1] Que sepamos, fue Thomas F. Glick uno de los primeros historiadores de la ciencia en apercibirse de la importancia de las Memorias de Odón de Buen. Después de comentar párrafos muy significativos de las mismas, a las que tuvo acceso, menciona que lo hacía con la finalidad de preparar una edición de las mismas. Tal propósito no llegó a realizarse. Véase, Thomas F. Glick. La ciencia contemporánea en las Memorias de Odón de Buen. Actas del V Congreso de la Sociedad Española de Historia de las Ciencias y de las Técnicas, Murcia, 1991, vol I., 229-243.
[2] El libro de Francisco Giral, Ciencia española en el exilio (1939-1989). El exilio de los científicos españoles (Barcelona, 1994), presenta una relación exhaustiva de científicos españoles en el exilio con pertinentes notas sobre sus trabajos.
[3] Parte de los datos biográficos apuntados aquí están sacados de la Gran Enciclopedia Aragonesa, vol. II (Zaragoza, 1980), voz Odón de Buen. El autor es Pascual Boira Bellostas.
[4] Véase Josep Arqués. Cinc estudis històrics sobre la Universitat de Barcelona (1875-1895), Barcelona, Columna, 1985, p. 21-66.

[5] Barcelona, Tipografía La Académica, de Serra Hermanos y Russell, 1909, 45 p.
 

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Ficha bibliográfica
BUJ, A. Buen, Odón de. Mis Memorias (Zuera, 1863-Toulouse, 1939. Biblio 3W, Revista Bibliográfica de Geografía y Ciencias Sociales, Universidad de Barcelona, Vol. IX, nº 541, 25 de octubre de 2004. [http://www.ub.es/geocrit/b3w-542.htm]. [ISSN 1138-9796].

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