Biblio 3w. Revista Bibliográfica de Geografía y Ciencias Sociales.
Universidad de Barcelona, nº 57, 1 de enero de 1998.

B. Bennassar (Ed.). Les catastrophes naturelles dans l'Europe médiévale et moderne. Toulouse: Presses Universitaires du Mirail, 1996. 272 p.

Antonio Buj




El historiador Norman J.G. Pounds ha señalado que los europeos de la época preindustrial aspiraban, y rara vez lo conseguían, a una cierta estabilidad material(1). Sus niveles de bienestar estaban constantemente amenazados en dos frentes: por un lado, por las catástrofes naturales, y por otro, por las estructuras sociales y los sistemas económicos que dominaban sus vidas. De este segundo frente, el de las servidumbres que para la vida del común de las gentes significaban las estructuras socioeconómicas feudales, la historiografía se ha ocupado de manera extensa y esclarecedora, en numerosos manuales, lo que nos ahorra cualquier comentario en el breve espacio de esta reseña. Por lo que se refiere a la importancia que las calamidades naturales han tenido en el pasado, las distintas ciencias sociales, en especial la historia y la geografía, han ido integrando, cada vez más, las reflexiones que esos fenómenos han provocado en sus disciplinas. Así, en un paso ciertamente pione-ro, la geografía europea empezó a interesarse por los eventos calamitosos en sus debates sobre el medio natural en el primer cuarto del siglo XX, dentro de la denominada geografía de las calamidades. Su primera concreción epistemológica apareció en el Congreso Internacional de Geografía de El Cairo, en 1925, de la mano del geógrafo suizo Raoul Montandon(2).

Las implicaciones de las calamidades naturales trascendieron pronto el marco de la ciencia geográfica y fueron objeto de una amplia atención. Además de los geógrafos, en la interpretación integradora de estos fenómenos se han interesado los historiado-res, los ecólogos, los economistas, los sociólogos o los psicólo-gos, entre otros, además, lógicamente, de la comunidad política. Prueba de esto último fue la declaración de la presente década, por parte de las Naciones Unidas, como el Decenio Internacional para la Reducción de los Desastres Naturales. El objetivo de este organismo era promover investigaciones y acciones internacionales para reducir las pérdidas de vidas humanas, los daños materiales y los costes económicos y sociales que se producen como conse-cuencia de las calamidades naturales. Entre éstas se incluyeron los terremotos, las inundaciones, los ciclones, las sequías, las erupciones volcánicas y las plagas de langosta.

En ese marco general de sensibilización sobre las calamida-des naturales es en el que hay que incluir la publicación de la obra Les catastrophes naturelles dans l'Europe médiévale et moderne, editada por el hispanista Bartolomé Bennassar, una compilación de ensayos eruditos con el hilo conductor de las calamidades naturales en la Europa preindustrial. La obra recoge las actas de las XV Jornadas internacionales de Historia de la Abadía de Flaran (Valence-sur-Baïse), celebradas en setiembre de 1993 aunque publicadas en 1996. Les catastrophes naturellesincluye un total de trece ensayos, recorriendo ampliamente la geografía europea, con preferencia la mediterránea, y de manera especial Francia, Italia y España. Por temas, el más tratado es el de los terremotos, seguido por las calamidades provocadas por el agua. En todos ellos, tal como señala el prologuista Robert Delort, queda explícita la idea de que las calamidades naturales dependen de lo que este historiador denomina el factor humano, y que desde otras perspectivas historiográficas se ha definido como el carácter social de esos fenómenos naturales. Nos referimos al planteamiento superador del hecho físico en sí de cada evento, variable según la región del planeta, expresado de manera notoria en los trabajos de otro historiador, Eric L. Jones(3).

De los ensayos sobre movimientos sísmicos en Les catas-trophes naturelles, debemos resaltar, en primer lugar, el de Bernard Vincent, miembro de l'École des Hautes Études de París y destacado especialista de la España de los siglos XVI y XVII. En "Les tremblements de terre en Espagne et au Portugal", empieza analizando las dos terribles sacudidas que castigaron a la región de Málaga en 1494 y 1680. El terremoto de ese último año, ocurrido el 9 de octubre, provocó daños considerables en Córdoba, Granada, Jaén, Sevilla y Cádiz. En Málaga murieron más de setenta personas, y sólo 150 casas de las 4.296 de la ciudad no sufrieron daño alguno. Las secuelas del suceso permanecieron largo tiempo y su eco se escuchó en los siglos posteriores. Vincent plantea en su estudio la necesidad de elaborar catálogos rigurosos de los sucesos sísmicos del pasado en la península Ibérica, pues los varios existentes realizados por ingenieros, geofísicos o geólogos son inconsistentes desde el punto de vista de la sistemática. El historiador, señala, debe aportar una contribución indispensable a esos catálogos; la derivada de su familiaridad con la paleografía y su visión crítica de los documentos(4). A continuación, después de indicar que la sismicidad histórica es un terreno particularmente fecundo para el trabajo interdisciplinario, en el que cabe el trabajo de historiadores, geofísicos o geólogos, Vincent escribe que las concepciones fatalistas sobre los terremotos, es decir la creencia de que los sismos eran castigos divinos, fueron dominantes en la Península en las épocas medieval y moderna, y sólo a partir del siglo XVIII es cuando empiezan a superarse los postulados providencialistas(5). Por último, dando ejemplo respecto a la importancia de la catalogación sísmica, Vincent presenta un cuadro estadístico con más de un centenar de terremotos documentados en España y Portugal entre finales del siglo IX y el XVIII.

La sismología histórica italiana está representada en este libro de ensayos por los trabajos de Riccardo Lattuada, Véronique Doutreleau y Viviana Castelli. Queremos reseñar el de Lattuada, "Le Vésuve, Naples et la région à l'époque moderne. Éruption volcanique et tremblements de terre", por su interés metodológico para estudiar los numerosos terremotos que se produjeron en esa región entre finales del siglo XVI y mitad del XIX. La investiga-ción, de carácter interdisciplinario, está siendo dirigida por un equipo del Observatorio Vesuviano, con el profesor Luongo a la cabeza de los aspectos físicos, y por Lattuada en los históricos. Según el ensayo de este último, los terremotos desempeñaron un papel fundamental como catalizadores en la evolución de la estructura urbanística de Nápoles en la época moderna. Aquellos eventos naturales fueron uno de los principales factores de cambio de la historia material, económica, religiosa y cultural de la ciudad. Riccardo Latturada ha concentrado sus investigacio-nes en los documentos financieros conservados en los archivos de los ocho antiguos bancos de la ciudad, todos ellos fundados en la primera mitad del siglo XVI. La información contenida en estas instituciones ha permitido al grupo de Lattuada estudiar no sólo las fuentes literarias sino también comprender los aspectos financieros de la reconstrucción de Nápoles después de los terremotos, y de conocer con una precisión inédita la extensión de los daños sobre la trama urbana de la ciudad. Los documentos bancarios (polizze) detallan con gran precisión todos los movimientos de dinero, incluso los más pequeños. Esta información ha permitido trazar un nuevo mapa, más detallado, de los daños sufridos por la ciudad, donde figuran no sólo las iglesias y los monumentos importantes sino también cada edificio afectado. La segunda fuente utilizada por Lattuada es la constituida por los informes enviados al obispo de Nápoles por los párrocos de los pueblos devastados por los terremotos, información conservada en el Archivo Diocesano de Nápoles.

Además de los terremotos, en Les catastrophes naturelles dans l'Europe médiévale et moderne destacan los ensayos dedicados a las calamidades provocadas por el agua. Stéphane Lebecq, en "L'homme au péril de l'eau dans les plaines littorales des anciens Pays-Bas au début du Moyen Age", analiza de manera especial las inundaciones continentales y marinas en los Países Bajos, documentadas sobre todo a partir de mitad del siglo IX. Lebecq señala que la respuesta de los habitantes de esas regiones para conjurar los efectos de las inundaciones fue la implantación de una verdadera organización de socorros, tal como señalan los Annales d'Egmond para las inundaciones que castigaron la región del Kennemerland, la actual Noord-Holland, en 1170. Otra de las respuestas organizadas de esos pueblos fue la conquista de nuevas tierras al mar para evitar sus inundaciones. Paralelamente, el ensayo de Michel Morineau, "Cataclysmes et calamités naturelles aux Pays-Bas septentrionaux XIe-XVIIIe siècles", señala la extrema vulnerabilidad de esos territorios, especialmente de sus provincias marítimas, debido a su baja altitud, defendidas por dunas y diques. Morineau presenta un cuadro de las grandes inundaciones de origen marino en el norte de los Países Bajos, resultando documentadas más de medio centenar entre el siglo XI y finales del XVIII. Según Michel Morineau, los habitantes de los Países Bajos combatieron las calamidades que les atacaban mediante métodos preventivos, realizando la reconquista de los terrenos perdidos al mar y agrandando sus dominios sobre éste; el balance de ganancias y pérdidas, siglo a siglo -con la excepción del XVI- es claramente positivo para sus habitantes.

Por otro lado, algunas de las reflexiones epistemológicas más interesantes dentro de la obra que reseñamos las encontramos en el ensayo de Christian Desplat, "Pour une histoire des risques naturels dans les Pyrénées occidentales françaises sous l'Ancien Régime". Su autor empieza nombrando las figuras de Vidal de La Blache y R. Dion, para la geografía, y M. Bloch y F. Braudel, para la historiografía francesa, los cuales insistieron en el papel del medio ambiente para entender el devenir social. Desplat enumera también algunos de los seguidores de esos pioneros, en especial de M. Devèze y sus estudios sobre el bosque, E. Leroy-Ladurie y sus trabajos sobre el clima, o al geógrafo N. Broc sobre las montañas. A continuación, en su estudio empírico, referido a los riesgos naturales en los Pirineos occidentales franceses en el Antiguo Régimen, Desplat concluye que a lo largo del siglo XVIII, la percepción de las calamidades, producto del agua, la nieve o el granizo, se racionaliza y se hace laica; lo que hasta esos momentos se imputaba a Dios o al diablo, empieza a achacarse a la naturaleza y a sus leyes físicas. Entre los factores de esa mutación hay que señalar la crisis de la concepción cristiana sobre el mundo, la nueva valoración utilitarista de la naturaleza o los progresos administrativos del Estado para un control sobre los hombres. El setecientos, escribe Desclat, mide, numera y cartografía con un ardor siempre creciente. Un dato fundamental es la aparición de las primeras sociedades de seguros contra aquellas calamidades, es decir, el fin de la sumisión y de la resignación y la búsqueda de soluciones protectoras y preventivas. La revolución mental que se produce en ese período se concreta en la idea de que la naturaleza debe de ser dominada por la voluntad humana.

El ensayo que cierra Les catastrophes naturelles trata sobre otra calamidad natural que afecta directamente a España. Es el estudio de Julián Montemayor, profesor de Historia Moderna en la Universidad de Pau, "Les invasions de sauterelles dans l'Espagne intérieure". Su autor analiza las plagas de langosta entre los siglos XVI y XVIII en el interior peninsular y apunta que durante ese largo periodo emerge progresivamente una concepción más global y más sistemática en la lucha contra la plaga, apoyada en diversas instrucciones legislativas, especialmente en el setecientos, lo que permite combatirla con más efectividad. Montemayor identifica correctamente la especie dañina para nuestra agricultura, el Dociostaurus maroccanus, así como sus áreas de reproducción, de manera especial el Valle de La Serena en Badajoz, el Valle de Alcudia en Ciudad Real, y los Monegros en Aragón(6).

Como conclusión de carácter general, debemos señalar que las calamidades naturales han tenido históricamente, y siguen teniendo, graves implicaciones para el desarrollo social. Su estudio racional se convierte en imprescindible si queremos llevar a cabo la mejor de las políticas para luchar contra sus estragos, la de la prevención. Ésta sólo puede ser fruto de la ciencia y de las acciones racionales que la deben acompañar por parte de los que tienen capacidad ejecutiva. Bienvenidos sean los trabajos que, como el editado por Bartolomé Bennassar, van encaminados en esa justa dirección.

Notas

1. Norman J.G. Pounds. La vida cotidiana: historia de la cultura material. Barcelona: Editorial Crítica, 1992, p. 429.

2. Sobre la geografía de las calamidades, Antonio Buj Buj. Los desastres geográficos y la geografía contemporánea, Estudios Geográficos (en curso de publicación).

3. Eric L. Jones. El milagro europeo. Entorno, economía y geopolítica en la historia de Europa y Asia. Madrid: Alianza Editorial, 1990, p. 66.

4. Estas mismas reflexiones en, Fernando Rodríguez de la Torre. La geografía y la historia de los sismos, Geo Crítica, núm. 97, noviembre 1992, 69 p.

5. Una reflexión crítica sobre los terremotos y la ciencia en España en la época ilustrada en, Horacio Capel. Organicismo, fuego interior y terremotos en la ciencia española del siglo XVIII, Geo Crítica, núm. 27-28, mayo-julio 1980, 95 p.

6. Para el problema de la langosta, Antonio Buj. El Estado y el control de plagas agrícolas. La lucha contra la langosta en la España contemporánea. Madrid: Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, 1996, 348 p.


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