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REVISTA BIBLIOGRÁFICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES
(Serie  documental de Geo Crítica)
Universidad de Barcelona 
ISSN: 1138-9796. Depósito Legal: B. 21.742-98 
Vol. X, nº 597, 25 de julio de 2005

ARRANZ HERRERO, Manuel. La Rambla de Barcelona. Estudi d’història urbana. Barcelona: Rafael Dalmau Editor, 2003, 128 p. [ISBN: 84-232-0657-2]


Gerard Jori García

Universidad de Barcelona


Palabras clave: la Rambla, historia urbana, urbanismo barroco

Key words: la Rambla, urban history, baroque urbanism


Manuel Arranz Herrero (Barcelona, 1946-1990) fue profesor de Ciencias Económicas entre 1970 y 1982 y archivero municipal de Esplugues de Llobregat entre 1985 y 1990. Dedicó parte de sus esfuerzos a la investigación histórica sobre el patrimonio artístico de Barcelona, resultando obras como El Parc de la Ciutadella(1984), El Palau Marc (1987), Mestres d’obres i fusters, La Construcció a Barcelona en el segle XVIII (1991)yLa Menestralia a Barcelona al segle XVIII. Els gremis de la construcció (2001).

Esta reseña tiene por objeto analizar La Rambla de Barcelona. Estudi d’història urbana, un trabajo escrito por Manuel Arranz en 1980 que había quedado inédito, y que ha sido recientemente publicado gracias a la voluntad de la familia y de Juan Fuguet, coautor del libro sobre el palacio Marc. La obra abarca exhaustivamente la evolución histórica del paseo de la Rambla de Barcelona desde la construcción de la muralla de Jaime I en el siglo XIII, haciendo especial hincapié en los diversos proyectos urbanísticos realizados en los siglos XVIII y XIX. El estudio de Arranz concluye con los proyectos y realizaciones llevadas a cabo entre 1901 y 1975 por lo que el libro incluye un epílogo realizado por José María Huertas Claveria -con quien Arranz trabajó en el Archivo Histórico del Poble Nou- que prosigue la evolución del paseo de la Rambla hasta los albores del siglo XXI.

La reseña se estructurará en dos apartados. En el primero se indicarán sucintamente los principales contenidos del libro siguiendo el mismo orden cronológico empleado por Manuel Arranz en su investigación. A continuación, señalaremos las cuestiones del texto que nos parecen más relevantes desde la perspectiva de la morfología urbana.

Contenido de la obra

En el primer capítulo Manuel Arranz aborda las vicisitudes urbanas ocurridas entre los siglos XIII y XVIII en los terrenos que posteriormente acabarán albergando el paseo de la Rambla. El autor inicia así su investigación con la construcción de la segunda muralla de Barcelona, emprendida hacia 1260 bajo el reinado de Jaime I, cuyo trazado coincidía con el actual paseo. A partir del siglo XV los diversos sectores de la Rambla ya fueron adquiriendo su peculiaridad. Así, el tramo medio comenzó a acoger actividades comerciales consideradas como molestas en otros ámbitos de la ciudad; el tramo alto sirvió para alojar, entre los siglos XVI y XVII, edificios destinados a la enseñanza (el Estudio General, el colegio de Cordelles y el colegio de Betlem de la Compañía de Jesús); simultáneamente, el lado occidental del paseo fue ocupado por conventos y noviciados de las nuevas órdenes religiosas; en la parte baja, delante del portal de Trentaclaus, se construyó el primer teatro estable de la ciudad; y, finalmente, en el tramo comprendido entre la Portaferrissa y la puerta de la Boqueria el Consell de Cent instaló una fundición de cañones.

A principios del setecientos, con la llegada del Archiduque Carlos a la ciudad de Barcelona, se acometieron los primeros intentos para convertir la Rambla en un paseo público. En particular, Manuel Arranz destaca que hacia 1703 el Consell de Cent emprendió un ambicioso proyecto para llevar agua a la parte alta del paseo con el objeto de regar los árboles y llenar las fuentes que se habían instalado para su uso público. Para ello se aprovecharon algunos tramos del viejo acueducto romano que partía del Clot.

Tras la Guerra de Sucesión (1701-1715) la Rambla, al igual que otros sectores de la Ciudad Condal, fue objeto de un intenso proceso de militarización a cargo de los ingenieros militares de Felipe de Anjou. Así, el Estudio General emplazado en la parte alta y los astilleros en la baja fueron convertidos en cuarteles militares, y la antigua fundición de cañones fue reformada y ampliada.

En 1776 el Capitán General Marqués de la Mina, la máxima autoridad gubernativa de Cataluña, tuvo la iniciativa de convertir la Rambla en un paseo. El proyecto motivó un sinfín de enfrentamientos entre las autoridades municipales y militares ya que estas últimas ignoraron desde el principio los criterios del ayuntamiento y las competencias históricas que éste detentaba sobre los terrenos de la Rambla. Manuel Arranz sostiene que la actuación de las autoridades militares obedeció a la voluntad de los ministros ilustrados de recuperar la confianza de la población catalana mediante la dinamización de su economía y el embellecimiento y modernización de sus ciudades sobre la base de los modelos urbanísticos renacentistas y barrocos.

En 1768 el ingeniero militar Pedro Martín Cermeño presentó un proyecto de paseo en el que se encontraban representados los rasgos más significativos del urbanismo barroco: amplitud y rectitud, arbolado, formas y alturas homogéneas, etc. La realización de las obras no se inició hasta 1772, pues hubo de dirimirse un contencioso que enfrentó a militares y ayuntamiento por la cuestión del reglamento de edificación. En 1773, una vez comenzadas las obras, se decidió modificar el proyecto inicial tras producirse el llamado Avalot de les Quintes, una revuelta popular ocurrida en mayo como consecuencia del establecimiento del sistema de reclutamiento de quintas por sorteo. La modificación afectaba en concreto a la parte baja de la Rambla con la reconversión de parte de los astilleros en baluarte y con el traslado de la vieja fundición de cañones a su interior ya que ésta entorpecía la alineación del paseo en su tramo medio. En 1774 se inició el derribo de la vieja muralla en el Pla de Santa Mònica, la parte baja del paseo, así como la construcción de los primeros edificios según la normativa prevista por Cermeño en su proyecto. Un año después comenzó la construcción del palacio Marc, uno de los edificios más emblemáticos de la Rambla emplazado en el tramo inferior.

En los años siguientes, tras la destrucción de la muralla en el sector medio de la Rambla, entre la Portaferrissa y la puerta de la Boqueria, se emprendió la urbanización del tramo central del paseo con la construcción de nuevas edificaciones. Por el lado occidental un nuevo enfrentamiento ocurrido entre las autoridades municipales y militares determinó que no se siguieran algunas de las disposiciones del proyecto de Cermeño, dando como resultado el todavía hoy perceptible estrangulamiento de la Rambla entre la iglesia de Betlem y el palacio Moja. Por el lado oriental, entre las calles del Carme y de l’Hospital, la presencia del palacio de la Virreina recientemente inaugurado y del convento de Sant Josep determinó el mantenimiento de la antigua alineación. El tramo central del paseo fue consagrándose espontáneamente como espacio dedicado al comercio de alimentos, de modo que cuando la calzada central del tramo fue definitivamente habilitada como paseo las autoridades decidieron hacer compatibles ambas funciones reservando las mañanas para el mercado y las tardes para el paseo.

Hacia los inicios del decenio de 1780, se llevaron a cabo diversas actuaciones con el objetivo de urbanizar el Raval. Manuel Arranz destaca particularmente la apertura de la calle Nou de la Rambla, acaecida con gran celeridad entre 1785 y 1788 por el esplendido dinamismo económico de la Barcelona de aquellos años. Prueba de ello es que en esta nueva vía se construyeron gran cantidad de nuevos edificios de cuatro o más pisos que, en muchos casos, albergaban fábricas de indianas u otras industrias en su interior. En esos mismo años finales del ochocientos la Rambla, y sobre todo su tramo inferior, fue convirtiéndose en el eje central de la ciudad en detrimento del Born. Así, en un corto lapso de tiempo el sector se llenó de nuevos establecimientos frecuentados por la burguesía barcelonesa en donde se debatían las cuestiones más diversas.

A finales del siglo XVIII la triplicidad del paseo de la Rambla era ya muy manifiesta, con marcados contrastes entre los tres sectores: el inferior se convirtió en el escenario y escaparate de la incipiente burguesía barcelonesa con el teatro de las Comedias como centro neurálgico; el central acabó consagrándose como una importante área de mercado; y el superior se mantuvo como un sector marginal de la ciudad, sobre todo tras la expulsión de los jesuitas de su colegio de Betlem, la conversión de éste en seminario episcopal y el traslado de la Academia de las Ciencias y las Artes al antiguo colegio de Cordelles. De hecho, esta diferenciación tripartita tan notoria de los sectores de la Rambla condicionó sobremanera el plan de reforma inspirado en el proyecto inicial de Cermeño y llevado a cabo durante la primera mitad del siglo XIX. Según los dietarios del barón de Maldà, dicho plan ignoraba el tramo superior o Rambla dels Estudis y dividía los dos tramos restantes en tres partes articuladas por dos plazas ubicadas en el Pla de les Comèdies y en el Pla de la Boqueria. Para estos sectores se decidió convertir la calzada central, utilizada hasta el momento por el transporte rodado, en un salón elevado y cerrado con balaustradas. No obstante, las obras sólo se concluyeron en la parte inferior, quedando las otras dos a medio hacer.

La evolución del paseo de la Rambla en el siglo XIX está marcada por los vaivenes políticos resultantes de la sucesión de gobiernos liberales y conservadores. Los déficits en espacio público de los sectores de la Rambla y el Raval, y la ingente cantidad de suelo que ocupaban las órdenes religiosas en estos ámbitos determinaron que las leyes desamortizadoras promovidas por los gobernantes liberales fueran acogidas con gran entusiasmo por las autoridades municipales. En concreto, el ayuntamiento consideró prioritaria la adquisición del convento de los capuchinos, en la parte de levante, y de los carmelitas, en la de poniente. Para el primero se propuso una gran plaza porticada que sería atravesada por la Rambla y que pasaría a simbolizar los principios del estado liberal. Sin embargo, la vuelta al absolutismo en 1823 tras el trienio liberal hizo desestimar la propuesta, llevándose a cabo entonces el proyecto alternativo consistente en la apertura de la calle Fernando VII y de la plaza de Sant Jaume. Finalmente, tras la desamortización definitiva de 1835 se construyó en los terrenos del convento de los capuchinos la plaza Real, y en los del convento de los carmelitas la plaza de Sant Josep, permitiendo esta última la alineación según el proyecto de Cermeño de los edificios comprendidos entre las calles del Carme y de l’Hospital, a excepción del palacio de la Virreina.

Otras dos realizaciones igualmente destacables de mediados del ochocientos fueron la apertura de las puertas de Isabel II, en el extremo superior del paseo, y de la Pau, en el inferior. Según Manuel Arranz, estas dos modestas obras potenciaron el carácter de eje circulatorio de la Rambla, anunciando así una de las funciones principales que el paseo ha acabado desempeñando: la de ser una vía de comunicación entre el ensanche y el puerto a través del casco antiguo. De hecho, en 1863 un grupo de ediles progresistas encabezados por Ildefonso Cerdá propuso la conversión de la Rambla en un bulevar destinado a erigirse en una gran vía de circulación. No obstante, a raíz de la oposición generalizada de la prensa el proyecto acabó paralizándose.

En 1854 se destruyó definitivamente la muralla de tierra y en 1882 la de mar. Ello posibilitó la creación del paseo de Colón y de la plaza de la Pau. Otro acontecimiento clave ocurrido a finales de la centuria fue la enajenación por parte del ministerio de la Guerra de los astilleros e instalaciones militares que poseía en el casco antiguo de Barcelona.

Entre 1900 y 1975 la Rambla fue objeto de una fuerte degradación física acompañada de una pérdida progresiva de funciones. Los proyectos encaminados a monumentalizar y convertir los dos extremos del paseo en áreas de negocios han sido muy numerosos, aunque raras veces se han materializado. Por lo que respecta al tramo inferior, los astilleros fueron convertidos tras la Guerra Civil en el Museo Marítimo, la Diputación Provincial llevó a cabo la construcción de la Comandancia Marítima y en 1965, siendo alcalde José María de Porcioles, se levantó un rascacielos en la avenida de les Drassanes. En lo que al tramo superior se refiere, Manuel Arranz esgrime que la mayor parte de los proyectos no se han consumado a causa de la creciente revalorización del casco antiguo. Así, la única realización verdaderamente  significativa ha consistido en el ensanchamiento del sector comprendido entre Betlem y el palacio Moja mediante la apertura de los llamados “porches de Comillas”. Por último, a modo de epílogo, José María Huertas describe el proceso de terciarización al que ha sido sometido el paseo de la Rambla en el último cuarto del siglo XX, vinculado fundamentalmente al aumento del turismo en este ámbito de la ciudad.

Aportación de la obra

La Rambla de Barcelona. Estudi d’història urbana es una obra cuyo objeto de estudio radica en la forma física de la Rambla, uno de los paseos más emblemáticos de la ciudad de Barcelona. En consecuencia, este trabajo de Manuel Arranz se puede inscribir dentro de la tradición de estudios que versan sobre la morfología de calles concretas. Siguiendo a Joan Vilagrasa en su artículo El estudio de la morfología urbana: una aproximación[1], el conocido trabajo de Manuel de Terán sobre las calles de Alcalá y de Toledo de Madrid (1961) constituye un hito en el análisis morfológico urbano español. En éste la comprensión del espacio interno de la ciudad mediante el planteamiento de la relación entre la forma y la función se erige en el principal objetivo de estudio. Manuel Arranz recoge precisamente esta tradición en su aprehensión de la forma urbana de la Rambla ya que en su obra atiende a los procesos sociales y a las estrategias de los agentes urbanos para ofrecer una visión dinámica y sistemática de la morfología del paseo.

En el libro cobra una especial importancia todo aquello que se refiere a la labor llevada a cabo por los ingenieros militares llegados a Barcelona con la Nueva Planta. De hecho, se puede afirmar siguiendo a Robert Hughes[2] que la Rambla, junto conla Barceloneta, constituye el gran triunfo de la racionalización militar en la Barcelona ocupada del setecientos, en el sentido que la línea recta llevaba implícito el mensaje de supremacía del ejército pues facilitaba sobremanera sus necesidades de movilidad, así como las cargas de artillería y de caballería. La localización de equipamientos militares en la Rambla da asimismo testimonio del control social que ejerció el estamento militar en la Barcelona del XVIII. La incidencia de los ingenieros militares también se dejó sentir con la introducción en España de diseños arquitectónicos de fuerte raigambre racional y de formas tendentes a la severidad. Como ha señalado Javier Hernando, el sentido racionalista de la arquitectura ingenieril sería adoptado a finales de la centuria por arquitectos de la talla de Juan de Villanueva[3]. No obstante, este es un aspecto que Manuel Arranz aborda con escaso detenimiento.

En relación con la cuestión militar también cabe destacar los conflictos jurisdiccionales que surgieron tras el derribo de la muralla de Jaime I entre las autoridades militares y municipales. Aquí nos interesa subrayar en particular que las dificultades suscitadas con motivo de la creación del paseo de la Rambla anunciaban los problemas que se plantearían a una escala más amplia tras la destrucción generalizada de las murallas que tuvo lugar en España en el siglo XIX. Según Horacio Capel dichos problemas tuvieron una doble dimensión: la de la pertenencia del espacio ocupado por las murallas y la del destino de éste[4]. Como se desprende de la lectura del libro de Manuel Arranz los dos tipos de conflictos de jurisdicciones ya se habían esbozado en Barcelona un siglo antes.

La relación entre la morfología de la Rambla y los condicionantes físicos y topográficos es examinada por Manuel Arranz con escasa profundidad. En efecto, el planteamiento metodológico del autor no otorga al emplazamiento el valor de elemento inicial de análisis tan característico de las monografías de morfología urbana. En lengua árabe rambla significa “lecho de río” y se ha demostrado que la vía original se correspondía con la cárcava terraplenada del torrente occidental dela Ciudad Condal, llamado el Cagalell, el cual se convirtió en un foso defensivo al construirse la segunda muralla de Barcelona. De hecho, se ha apuntado que los diferentes nombres que recibe la Rambla (de Santa Mònica, dels Caputxins, de Sant Josep y dels Estudis) sugieren que la labor de terraplenar el torrente fue gradual.

Un aspecto interesante del libro es comprobar cómo la función de mercado ha persistido en el tramo medio de la Rambla durante cientos de años. En efecto, desde principios del siglo XIII, en el área donde hoy se alza el mercado de la Boquería, había habido un mercado al aire libre de carne y otros productos. Éste se emplazaba a poca distancia de la muralla medieval, lógica ubicación para el encuentro de los compradores de la ciudad y los vendedores que traían sus productos del campo circundante. Pero cuando el espacio comprendido entre las murallas antigua y nueva se urbanizó, el mercado no se trasladó al nuevo borde de la ciudad, lo que hubiera facilitado a los vendedores el transporte de sus productos hacia él, sino que se mantuvo en su emplazamiento original. Posteriormente, los vendedores del mercado de la Boquería se han beneficiado de la popularidad de la Rambla como paseo.

Otro elemento importante de la Rambla son los palacios que se alzan a lo largo del paseo. En concreto, el de la Virreina ilustra muy claramente la persistencia del plano urbano a lo largo del tiempo. Este palacio se construyó en el decenio de 1770 de modo que la línea de calle de su fachada no se ajustaba al plan ideado por Cermeño, y todavía en la actualidad el edificio se encuentra a unos nueve metros de distancia de la alineación que forman las demás fachadas de la Rambla. El edificio, levantado según las pautas del neoclasicismo académico imperante desde mediados del setecientos[5], fue encargado por Manuel de Amat, uno de los primeros personajes que tras haberse enriquecido en América habían regresado a Barcelona y que con el tiempo acabarían siendo conocidos como indianos. Otro palacio localizado en el paseo, el construido por la familia Marc de Reus hacia 1780, da testimonio del auge comercial vitivinícola que Cataluña experimentó durante la segunda mitad del XVIII con el negocio del aguardiente. Según Robert Hughes, el palacio Marc dictó la pauta estilística neoclásica que siguieron las edificaciones nobles que se construyeron en la Rambla durante los años 1780, y que tuvieron en el palacio Moja concluido en 1790 su principal exponente[6].

Por último, cabe señalar que el libro de Manuel Arranz puede ser útil para abordar futuros proyectos de reforma de la Rambla. El autor pone especial énfasis en los distintos proyectos urbanísticos que han tenido por objeto la ordenación de este espacio, destacando sus repercusiones. En este sentido, José María Huertas señala en el epílogo del libro que en los últimos treinta años los arquitectos municipales han mostrado un muy escaso respeto por el patrimonio histórico y artístico que alberga la Rambla y su entorno. Por ejemplo, se pueden citar los casos de la destrucción de una parte de la Casa dels Infants Orfes o de la creación de la plaza dels Àngels para obtener una mayor perspectiva sobre el Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona. La Rambla constituye uno de los ejemplos más notables del urbanismo barroco en España, de modo que la conservación de la esencia de este espacio debería primar sobre la tendencia a la autoexpresión arquitectónica como bien ha destacado Horacio Capel recientemente[7]. De lo contrario nos encontraríamos ante un grave atentado a la memoria histórica.

Notas

[1] Vilagrasa, 1981, p. 12

[2] Hughes, 1992, p. 268

[3] Hernando, 2004, p. 37

[4] Capel, 2002, p. 152

[5] Hernando, 2004, p. 131

[6] Hughes, 1992, p. 273

[7] Capel, 2005, p. 69

 

Bibliografía

ARRANZ, Manuel, GRAU, Ramon i LÓPEZ, Marina. El Parc de la Ciutadella: una visió històrica. Barcelona: Ajuntament de Barcelona i L’Avenç, 1984, 124 p.

ARRANZ, Manuel i FUGUET, Joan. El Palau Marc: els March de Reus i el seu palau a la Rambla de Barcelona. Barcelona: Generalitat de Catalunya. Departament de Cultura, 1987, 213 p.

ARRANZ, Manuel. Mestres d’obres i fusters. La Construcció a Barcelona en el segle XVIII. Barcelona: Col·legi Oficial d’Aparelladors i Arquitectes Tècnics de Barcelona, 1991, 517 p.

ARRANZ, Manuel. La Menestralia de Barcelona al segle XVIII. Els gremis de la construcció. Barcelona: Arxiu Històric de la Ciutat i Proa, 2001, 222 p.

CAPEL, Horacio. La morfología de las ciudades. Vol. I, Sociedad, cultura y paisaje urbano. Barcelona: Ediciones del Serbal, 2002, 544 p.

CAPEL, Horacio. El modelo Barcelona: un examen crítico. Barcelona: Ediciones del Serbal, 2005, 119 p.

HERNANDO, Javier. Arquitectura en España (1770-1900). 2ª ed. Madrid: Ediciones Cátedra, 2004, 540 p.

HUGHES, Robert. Barcelona. 2ª ed. Barcelona: Editorial Anagrama, 1992, 721 p.

VILAGRASA, Joan. El estudio de la morfología urbana: una aproximación. Geo Crítica. Cuadernos Críticos de Geografía Humana, marzo 1991, nº 92, p. 5-45

 
 
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Ficha bibliográfica

JORI GARCÍA, Gerard Arranz Herrero, Manuel. La Rambla de Barcelona. Estudi d'història urbana. Biblio 3W, Revista Bibliográfica de Geografía y Ciencias Sociales, Universidad de Barcelona, Vol. X, nº 597, 25  de julio de 2005. http://www.ub.es/geocrit/b3w-597.htm]. [ISSN 1138-9796].




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