Biblio 3w. Revista Bibliográfica de Geografía y Ciencias
Sociales. Universidad de Barcelona, nº 64, 14 de febrero de 1998 |
PETRONCELLI, Elvira (coord.): Area mediterranea. Habitat, Urbanistica
e Innovazione Tecnologica. La Tunisia. Napoli: Università degli
Studi di Napoli, 1994. 542 p.
Ricard Grau
Existen territorios, especialmente en el espacio geográfico que
conocemos como mundo mediterráneo, que únicamente podrán
ser estudiados con rigor si se entiende que son el fruto de una miscelánea
de herencias dejadas por las múltiples culturas que, a lo largo
de la historia, se han asentado en ellos y los han configurado tal como
los conocemos hoy. Este es, sin duda, el caso de Túnez, país
por el cual han transitado, con mayor o menor incidencia, todas las grandes
civilizaciones que ha conocido el Mediterráneo y que constituye
el objeto de estudio de la obra que a continuación se analiza.
El Consiglio Nazionale delle Ricerche (CNR),
organismo público italiano dedicado a la investigación científica,
está realizando un proyecto que, bajo el sugestivo nombre de Habitat,
Urbanistica e Innovazione Tecnologica nei Paesi in via di sviluppo dell'area
mediterranea: formazione e ricerca, se propone llevar a cabo estudios
territoriales desde una perspectiva multidisciplinar con la finalidad de
favorecer la cooperación científica y el intercambio de conocimientos
entre los pueblos del Mediterráneo. Un primer fruto de este proyecto
es la obra que tenemos entre manos, centrada en la organización
territorial de Túnez, pero muy particularmente en el análisis
de su sistema urbano, en un intento de individualizar sus debilidades y
potencialidades para facilitar la toma de decisiones en lo referente al
desarrollo del espacio urbano tunecino. Este estudio en particular ha sido
coordinado por la profesora Elvira Petroncelli, investigadora del CNR y
de la Università degli Studi di Napoli "Federico II" (Italia),
encargándose de organizar el trabajo llevado a cabo por tres unidades
distintas, una de Nápoles, otra de Turín y la tercera de
Reggio Calabria, cada una de ellas responsable de estudiar un aspecto del
país. Los investigadores de Nápoles, dirigidos por Loreto
Colombo, profesor de la Facultad de Ingeniería de Nápoles,
se encargan del capítulo segundo de la obra; los de Turín,
encabezados por el profesor Massimo Forti, del Politécnico de Turín,
tienen encomendada la realización del tercer capítulo; finalmente,
los investigadores de Reggio Calabria, bajo las ordenes de Mario Fadda,
profesor del Politécnico de Turín, se encargan del cuarto
y último capítulo.
Una vez leída la obra se ha considerado interesante dividir esta
reseña en dos partes: una primera en la cual se apuntan las principales
ideas contenidas en la obra en su conjunto, y una segunda donde se analiza
más detenidamente uno de sus apartados, aquel que hace referencia
a las características morfológicas y organizativas de la
ciudad islámica, aspecto espléndidamente tratado en esta
investigación y que, por su interés para los geógrafos
en general y para los geógrafos urbanos en particular, bien merece
un comentario específico en esta reseña.
1. Habitat, Urbanistica e Innovazione Tecnologica: un estudio
de Túnez desde la geografía urbana.
La obra se divide en tres partes principales, precedidas de un primer capítulo
introductorio donde la coordinadora apunta las líneas guía
del estudio, a la vez que reflexiona sobre los conceptos de cooperación
e investigación. El segundo capítulo centra su atención
sobre el espacio tunecino en un sentido amplio, analizando su evolución
histórica y su situación actual. El tercero repasa ejemplos
concretos de actuaciones urbanísticas que se han llevado a cabo
en la capital del país, Túnez. El cuarto y último
capítulo, menos relevante que los dos anteriores, teoriza sobre
las posibilidades de introducir las tecnologías de la información
en general y la tecnología SIG en particular para el caso tunecino.
En el primer capítulo de la obra (Habitat, Urbanistica e Innovazione
Tecnologica nei Paesi in via di sviluppo dell'area mediterranea: formazione
e ricerca) Elvira Petroncelli reflexiona sobre las consecuencias de
las diferentes formas de colonialismo que ha conocido la humanidad, todas
ellas caracterizadas por la voluntad del pueblo colonizador de establecer
un sistema de control territorial, político y económico sobre
los espacios colonizados, dejando sobre éstos graves secuelas de
desestructuración a todos los niveles. Ante estas negativas experiencias,
la autora cree necesario asumir un nuevo estilo de colaboración
entre los pueblos, basado en el trabajo conjunto para favorecer puntos
de encuentro. En este sentido apunta la conveniencia de favorecer, no los
modelos de crecimiento ajenos, sino procesos endógenos donde es
imprescindible el conocimiento tanto de los recursos propios de cada región
como de sus limitaciones. La coexistencia en el Mediterráneo de
bloques con matrices culturales diferenciadas, con una ribera septentrional
cristiana y otra meridional musulmana, ha impedido la formación
de un ámbito cultural homogéneo, razón por la cual
en este espacio aparecen exigencias y problemáticas que requieren
un tratamiento diferenciado. Pero, a pesar de todo, Petroncelli considera
que la reciprocidad de intereses económicos y políticos debe
permitir llegar a entendimientos constructivos entre los países
europeos y los del norte de África, con acuerdos intercomunitarios
de desarrollo capaces de favorecer la creación de mercados regionales
que permitan gestionar mejor la complementariedad existente entre ambas
riberas. Es esta voluntad la que guía la investigación llevada
a cabo por estos investigadores italianos, convencidos de la existencia
de fuertes interconexiones entre los distintos pueblos mediterráneos
en lo que se refiere a las diversas problemáticas urbanas y territoriales
que los afectan.
El segundo capítulo (Aree urbane e sistemi metropolitani sulle
coste meridionali del Mediterraneo) forma, junto al tercero, el núcleo
principal de la obra. En este extenso se realiza un exhaustivo análisis
de diversos aspectos relacionados con el territorio tunecino. En primer
lugar se centra la atención en la evolución histórica
del actual territorio tunecino, desde la antigüedad hasta nuestros
días, pero poniendo un especial énfasis en analizar aquellas
intervenciones que han configurado el modelo de asentamientos humanos en
Túnez. Cabe destacar el conjunto de mapas temáticos, realizados
por el propio equipo de trabajo, que acompañan este recorrido histórico
y que son de gran utilidad como complemento del texto escrito, especialmente
en lo que se refiere al origen de los diferentes núcleos de población
que encontramos en Túnez. A continuación los investigadores
se adentran en un análisis plenamente geográfico, caracterizando
el territorio tunecino tanto desde un punto de vista del medio físico
como en su vertiente humana. Por último, realizan un detallado estudio
de los principales rasgos de la ciudad islámica (aspecto que se
analizará con más detenimiento en la segunda parte de esta
reseña) y, a partir de los resultados obtenidos en las investigaciones
precedentes (herencias históricas, limitaciones del medio físico
y características antrópicas), intentan identificar los sistemas
urbanos tunecinos así como establecer una jerarquía entre
las diferentes ciudades del país.
La gran cantidad de pueblos que han pasado por tierras tunecinas a lo largo
de la historia -beréberes, fenicios, griegos, romanos, vándalos,
bizantinos, árabes, españoles, italianos, otomanos, franceses-
introduce una considerable complejidad al estudio demográfico, socioeconómico,
arqueológico, infraestructural y urbanístico-arquitectónico
de Túnez, uno de los principales objetivos de este trabajo.
Muchos autores consideran que el nacimiento de los asentamientos humanos
en el territorio del actual Túnez se encuentra en las ciudades meridionales
de Gafsa, situada en el interior, y de Gabès, en la costa, creadas
en la protohistoria por pastores nómadas beréberes.
Ya a finales del segundo milenio antes de Cristo los fenicios, en
plena conquista del Mediterráneo, pusieron sus ojos en la costa
tunecina y empezaron a construir diversas escalas marítimas en estas
tierras: Utica el año 1101 a.C. y la famosa Cartago después
(814 a.C.). La urbanización fenicia de la costa oriental de Túnez
prosiguió con intensidad entre los siglos VII y V a.C., con importantes
consecuencias para los territorios del interior, que se transformaron en
grandes áreas cerealícolas como consecuencia del estímulo
del tráfico de caravanas desde el interior de África hacia
estos puertos costeros. La expansión de los púnicos, constituidos
como imperio independiente, se vio frenada primero por la emergencia griega
y, sobre todo, posteriormente con la irrupción del imperio romano
que, con su victoria en las guerras púnicas (siglo III a.C.), puso
fin al mayor imperio norteafricano de la historia.
La llegada de los romanos a estas tierras determinó un rápido
aumento de la urbanización en la franja costera y en los territorios
púnicos y nómadas, que se conquistaron militarmente, y importantes
transformaciones para toda el África septentrional, basadas en la
sistemática construcción de infraestructuras viarias y de
construcciones destinadas al aprovechamiento de los recursos hídricos.
La refundación de antiguos núcleos ya existentes y la conquista
de las áreas agrícolas internas y de las tierras del sur
son otros aspectos destacados de este período. La etapa entre los
siglos I y III d.C. fue la más intensa de la colonización
romana del norte de África. La donación de tierras a los
veteranos del ejército y el asentamiento de población beréber
en las colonias, de forma estable y con dedicación a la agricultura,
significó para el norte de África el paso de región
nómada dedicada al comercio caravanero a región dedicada
al cultivo de la tierra y a la exportación de cereales.
Por lo que se refiere a la morfología de las ciudades, éstas
estaban conectadas a la red viaria a través de una vía principal,
el decumanus, alrededor del cual se organizaban ortogonalmente las
vías secundarias. En los territorios del sur, en los márgenes
del desierto, los romanos construyeron, para defender los asentamientos
más meridionales de los ataques de las poblaciones del sur, una
línea fortificada: el limes tripolitanus. Estaba integrada
por un conjunto de torres fortificadas de las cuales todavía quedan
algunos restos en Túnez.
Un nuevo elemento de transformación de los asentamientos tunecinos
fue la introducción en estas tierras, a partir del siglo IV, del
cristianismo, circunstancia que determinó la construcción
de iglesias y basílicas en la mayoría de enclaves de la costa
y en algunos del interior. También en el siglo IV los vándalos,
procedentes de la península Ibérica, hicieron su irrupción
en la costa tunecina, destruyeron un buen número de ciudades romanas.
Sin embargo, su presencia se limitó a las tierras litorales debido
a que la oposición de las tribus beréberes indígenas
impidió su avance hacia el interior.
La presencia vándala en Túnez terminó con la derrota
ante Belisario el año 534, que dio inicio al dominio bizantino
de esta zona de África. A pesar que los bizantinos no pretendían
reconquistar todo el antiguo territorio romano, sí que se propusieron
mantener el control sobre los principales núcleos de población,
razón por la cual refortificaron muchas ciudades romanas. Bizancio
organizó este territorio alrededor de unos pocos puntos fortificados
en la costa septentrional, renunciando a la indómita región
interna controlada por las tribus beréberes. Este hecho provocó
la primera diversificación entre la costa norte de Túnez,
con un fuerte poblamiento, y la región del sur, caracterizada por
pequeños y dispersos núcleos habitados.
Un corte muy significativo en el destino de este territorio en general
y en la organización del territorio en particular fue la llegada
de los árabes, aproximadamente en el año 661. Ya tempranamente
este pueblo empezó la tarea de colonizar las nuevas tierras, como
lo demuestran la fundación en el año 670 de la ciudad interior
de Kairuán (llamada Kairouan en francés), primer asentamiento
árabe de carácter estable en el Magreb, o la refundación
de Túnez en el año 698. Es también en este período
inicial cuando se fortifica la línea de mar con múltiples
ciudadelas amuralladas, muchas de las cuales con el tiempo se convirtieron
en monasterios fortificados (ribats). La escasa fuerza de los árabes
en el mar determinó su preferencia por los asentamientos interiores,
centrando su interés en el comercio caravanero y en la conversión
al Islam de las tribus beréberes.
Solo a partir del siglo X, con la relativa estabilidad conseguida por la
dinastía aglabita, se empezaron a recuperar las antiguas vías
de comunicación romanas del litoral y se emprendió en serio
la urbanización de este sector, donde se construyen múltiples
núcleos urbanos (medinas) alrededor de las antiguas fortalezas.
En el siglo XII las incursiones de tribus árabes nómadas
provenientes de oriente obligaron a la población indígena
del sur a construir una serie de villas fortificadas: son los ksar
de la región de Medenine y Tatouine, construcciones de piedra y
barro, formando varios niveles de nichos individuales llamados gorfas,
destinadas a almacenar cereales y aceite y de las que todavía hoy
quedan ejemplos en el Gran Sur tunecino.
Los siglos XIII y XIV fueron tiempos de florecimiento para este territorio,
basado esencialmente en el intercambio comercial con Europa y la costa
oriental del Mediterráneo. Fue un período de renovación
y crecimiento de las ciudades litorales, que reformaron sus medinas,
vieron crecer nuevas mezquitas y reforzaron sus murallas y puertas, a la
vez que recibieron una importante afluencia de mercaderes cristianos y
hebreos, los cuales en muchas ocasiones acabaron instalándose definitivamente.
Los siglos XV y XVI representan la etapa de mayor influencia española
en estos territorios. La definitiva derrota de la España musulmana
en 1492 conllevó la llegada de un importante flujo de población
andalusí al sector nord-oriental de Túnez, generando un importante
proceso de urbanización y revitalización de todo este sector.
Por otra parte, años más tarde, la voluntad de Carlos V de
extender la frontera de España hasta la ribera sur del Mediterráneo
se manifestó en la construcción de fortificaciones españolas
en la costa norte de Túnez, como por ejemplo en La Goleta y Bizerta.
La presencia española en tierras tunecinas fue breve pues en 1574
los otomanos conquistaron este territorio, dominio que perduró
durante tres siglos. El escaso interés de los turcos por la estructuración
territorial del país dio lugar a que se desarrollaran exclusivamente
los puertos comerciales, acentuándose de esta manera la dualidad
entre la franja costera y los territorios interiores. Ya en el siglo XIX,
la influencia europea en el norte de África determinó un
gran crecimiento urbano y a una importante transformación de las
medinas, que pretendieron adaptarse al modelo urbano occidental.
El inicio del Protectorado francés en Túnez (1881)
representó la introducción de criterios de planificación
guiados por la lógica capitalista, de manera que la ocupación
del territorio por parte de los franceses se hizo en función del
valor agrícola o minero de las tierras. La autorización a
los ciudadanos extranjeros para adquirir tierras, introduciendo la propiedad
privada y, por tanto, modificando el sistema de propiedad ancestral de
la cultura árabe, dio lugar a un proceso de expropiación
por parte de los nuevos dueños del país de las tierras en
manos de la población indígena, la cual se vio forzada a
emigrar hacia las zonas marginales de los ricos valles del norte o hacia
las periferias urbanas, dando de esta manera inicio a uno de los principales
problemas urbanísticos de Túnez: los gourbivilles,
sectores de la ciudad caracterizados por la vivienda espontánea
y construidos al margen de cualquier planificación u ordenación
urbanística.
Por otra parte, algunas ciudades tunecinas padecieron el fenómeno
de la europeización: nació una segunda ciudad, al lado de
las medinas, que duplicó en muchas ocasiones el asentamiento
original. Es la ciudad colonial, caracterizada por las grandes avenidas
y los edificios de desarrollo vertical, con un marcado carácter
funcionalista y construida de espaldas a los antiguos habitantes árabes.
De esta manera la medina, es decir, la vieja ciudad musulmana, quedó
relegada al papel de espacio marginal de la ciudad, sufriendo una inexorable
degradación debido a que fue habitada preferentemente por la población
árabe más desfavorecida, con escasos recursos para su conservación,
así como por emigrantes recién llegados a la ciudad y que,
en muchos casos, ocuparon las viviendas abandonadas por los árabes
ricos que se trasladaron a los barrios europeos, en un proceso de abandono
del centro de la ciudad que se asemeja al padecido por los centros históricos
de las ciudades europeas y norteamericanas.
Con la independencia, conseguida en 1956, aparecieron nuevos problemas
para Túnez y para su gobierno, encabezado por el presidente Bourguiba,
padre de la independencia. Entre los problemas que más han afectado
a la estructura territorial del país, así como también
a su medio natural y humano, cabría destacar los causados por el
turismo. La intervención privada de los circuitos internacionales
del turismo, dentro de los cuales Túnez se ha convertido en un destino
relativamente importante entre los turistas europeos, unida a la falta
de planificación por parte del gobierno tunecino, ha acarreado graves
consecuencias para el país, con una incontrolada proliferación
de infraestructuras turísticas, que en muchos casos han puesto en
peligro el patrimonio natural y cultural de Túnez.
Solo en los últimos años el gobierno tunecino parece haber
tomado conciencia de este problema y ha empezado a actuar en consecuencia,
con una mayor atención hacia el patrimonio natural, el legado arquitectónico
y las diversas realidades sociales locales, comportamiento sin duda alentado
por la de declaración de diversos lugares y monumentos tunecinos
como Patrimonio de la Humanidad por parte de la UNESCO (Cartago, Kairuán,
la Medina de Túnez y otros).
Toda esta evolución histórica se ha desarrollado en un territorio
caracterizado, desde el punto de vista del medio natural, por una
notable variedad de ambientes gracias a su situación geográfica,
a medio camino entre el mundo mediterráneo y el sahariano. De norte
a sur se puede dividir el territorio tunecino en tres regiones naturales.
En primer lugar se encuentra la región septentrional, en
la cual destacan unas precipitaciones relativamente abundantes, la orografía
accidentada y unos recursos hídricos de recorrido preferentemente
superficial. La tradicional intensidad del poblamiento en este sector ha
conllevado una importante deforestación de los montes, la progresiva
degradación de la franja costera, desde antiguo ya mucho más
poblada que el interior, y la sobrexplotación de los recursos hídricos,
que empiezan a ser insuficientes para satisfacer la demanda derivada del
consumo urbano, agrícola y de las actividades ligadas al turismo.
La región central, caracterizada por unas precipitaciones
escasas e irregulares, la fuerte incidencia del viento, un relieve poco
accidentado y unos recursos hídricos en este caso preferentemente
subterráneos, se ve afectada por la aceleración del proceso
de desertificación, con el consiguiente empobrecimiento de los suelos
agrícolas, ya de por si afectados por una grave insuficiencia de
los recursos hídricos. El litoral de esta región también
esta sometido a un progresivo proceso de degradación debido a la
acción antrópica en general y a la explotación turística
en particular.
Por último, la región meridional, invadida en su sector
sudoeste por el Gran Erg Oriental, presenta unas precipitaciones escasísimas
y muy irregulares, una gran incidencia del viento, una elevada aridez y
unos recursos hídricos casi exclusivamente subterráneos y
de difícil acceso pues se encuentran en buena medida en un nivel
freático situado a gran profundidad. Esta región también
padece, y con mayor intensidad, una aceleración del proceso de desertización,
que inclusive está afectando importantes oasis de la región.
Los problemas derivados de la escasez de recursos hídricos son,
en mayor medida que en el resto de Túnez, una constante en esta
parte del país.
La población tunecina, que llegaba a los 7.909.500 habitantes
en 1989, dando como resultado una densidad demográfica de 48,8 habitantes
por km2, en los últimos años está desacelerando
su crecimiento demográfico, el cual ha pasado de un 2,6 % en 1975
a un 2,3 % en 1989, viéndose de esta manera afectada por un ligero
envejecimiento en su conjunto. Esta población se asienta sobre el
territorio siguiendo unas pautas de distribución claramente influenciadas
por los factores ambientales que acabamos de ver. Las condiciones relativamente
favorables para el asentamiento humano en el sector norte del país,
con un clima más benigno, una mayor disponibilidad de agua y, por
lo tanto, unas mejores condiciones para las actividades agrícolas,
determina que sea en este sector donde se encuentran las mayores densidades
de población, densidades que van disminuyendo a medida que se avanza
hacia el sur y hacia el interior del país.
El sistema productivo en estas tierras está basado principalmente
en la agricultura, aunque últimamente esta actividad ha perdido
capacidad productiva por diversos motivos, entre los cuales cabe destacar
el progresivo avance del desierto y el empobrecimiento de suelos tradicionalmente
aptos para el cultivo. En las últimas décadas se está
produciendo un considerable crecimiento de los sectores secundario y terciario,
destacando especialmente las actividades ligadas al turismo que están
desbancando en muchas áreas del país al sector primario,
favoreciendo un proceso de crecimiento y consolidación del fenómeno
urbano.
El gobierno del presidente Bourguiba aplicó, desde la independencia
del país en 1956, una política intervencionista que favoreció
en la mayoría de los casos un desarrollo económico y social
de Túnez. Se pueden identificar tres fases en este proceso de desarrollo.
Inmediatamente después de la independencia se empezaron a poner
las bases para emprender el camino de la renovación del país,
transformando sus estructuras productivas, hasta entonces claramente orientadas
a la producción para la exportación, y realizando un considerable
esfuerzo inversor en la renovación y ampliación de las infraestructuras
de comunicación. En esta primera etapa el papel desempeñado
por el sector público fue preponderante.
En la década de los setenta, en cambio, emergió una nueva
clase aburguesada, paralelamente a una cultura del dinero, que acentuó
los desequilibrios entre las diferentes regiones del país: entre
el norte y el sur, entre la franja costera y el interior. Fue éste
un período en el cual aparecieron con fuerza tanto la iniciativa
privada como los capitales extranjeros.
Ya en la década de los ochenta, el gobierno tunecino volvió
a ocupar un papel protagonista en la vida económica del país,
instaurando una política económica encaminada a reducir las
disparidades entre las distintas regiones, aunque sin duda estos esfuerzos
se vieron entorpezidos por el estricto ajuste estructural impuesto por
el Fondo Monetario Internacional en la segunda mitad de los ochenta.
No cabe duda que todos los factores hasta ahora analizados, es decir, la
herencia dejada por las múltiples civilizaciones que a lo largo
de la historia han pisado tierras tunecinas, los elementos naturales que
caracterizan el territorio, y las pautas de distribución de la población
y de las actividades económicas, tienen una gran importancia a la
hora de entender la actual estructura urbana de Túnez. El
análisis de esta estructura, intentando jerarquizar los centros
urbanos e identificar las áreas-sistema del territorio tunecino,
es el propósito que se han marcado los autores en este tramo final
del segundo capítulo y que se analiza a continuación.
Hasta la fecha, el estudio más reciente de la estructura urbana
tunecina era el realizado por los investigadores J.M. Miossec y P. Signoles,
los cuales analizaron 86 aglomeraciones urbanas con una población
superior a 5.000 habitantes en el año 1975. Las conclusiones de
su estudio las sintetizaron en los siguientes tres puntos:
la supremacía de la capital,
la relativa debilidad de las ciudades medias,
1. y la importancia de las ciudades pequeñas.
Los autores de la obra que nos ocupa fueron más allá en su
análisis y tomaron como referencia todos los municipios tunecinos,
que en 1989 eran 246. De éstos, si se considera como urbano todo
aquel centro de más de 10.000 habitantes, Túnez contaría
con 113 centros urbanos, mientras que 132 podrían ser calificados
de "pseudo-urbanos"; 7 ciudades se sitúan entre los 50.000
y los 100.000 habitantes, mientras que 28 cuentan con más de 20.000
habitantes, 15 de ellas situadas en la costa y las 13 restantes en el interior.
Las seis áreas donde se concentran un mayor número de centros
urbanos son: la área pseudo-metropolitana de Túnez, la conurbación
de Nabeul-Hammamet, la de Susa (Sousse en francés), la área
urbana de Sfax, la de Gabès, y la ciudad policéntrica de
la isla de Jerba.
Por lo que se refiere a la relación entre ciudad e infraestructuras
de transporte, se puede ver como los principales nodos son Túnez
y Sfax, ambas ciudades situadas en la costa oriental. La fuerte bipolaridad
del sistema de asentamientos se manifiesta en otros cuatro nodos de importancia:
dos cercanos a la costa, Gabès y Médenine, y otros dos interiores,
Kairuán y Gafsa. Túnez es, sin duda, el nodo más importante
del país por lo que se refiere a infraestructuras de transporte,
siendo el origen de cuatro de las principales vías de comunicación
terrestre (Grand Parcours) y de cuatro líneas ferroviarias,
albergando además el principal aeropuerto del país. La ciudad
de Kairuán es el principal nodo en el interior, aunque su situación
en la parte nordeste del país, escasamente a 150 km de la capital,
denota un grado de concentración de los principales nodos infraestructurales
que permite afirmar que los esfuerzos estatales por atenuar los desequilibrios
territoriales a través de una organización equilibrada de
las infraestructuras de transporte en buena medida han fracasado.
Teniendo en cuenta factores demográficos, económicos e infraestructurales,
el análisis de la estructura urbana tunecina arroja los siguientes
resultados genéricos:
faltan en la capital Túnez las características básicas que permitan definirla como una autentica área metropolitana.
se está constituyendo otro sector con características próximas a las de una área metropolitana en la ciudad de Susa y sus alrededores.
existen las conurbaciones de Nabeul-Hammamet-Korba, de Moknine-Ksar Hella, de Tajerouine-Jerissa, y de Dahamani-Ksour.
encontramos una ciudad policéntrica en la isla de Jerba, formada por Houmt Souk, Ajm y Midoun en la propia isla, y Jarjis en el continente.
existen dos bipolaridades, una al norte constituida por las ciudades
de Bizerta y Menzel Bourguiba, y otra al sur formada por Tozeur y Nefta.
A partir de estos resultados los autores han creído conveniente
matizar las conclusiones del estudio de Miossec y Signoles con los siguientes
comentarios:
ha habido una reducción de la supremacía de Túnez por el incremento de la importancia de otros centros, tanto litorales como de interior.
se ha producido un fuerte crecimiento del número de ciudades medias, que colaboran en la construcción de un tejido urbano más equilibrado.
se confirma la importancia de las ciudades pequeñas.
Paralelamente, los autores han considerado posible clasificar la estructura
urbana de Túnez en cuatro sub-sistemas:
Nord-oriental, formado por tres áreas-sistema:
Bizerta-Menzel Bourguiba-Mateur
El distrito de Túnez
La conurbación de Nabeul-Hammamet-Korba
Nord-occidental, formado por cuatro polos urbanos:
Tabarka
Beja
Jendouba
Le Kef
Centro-oriental, constituido por un área-sistema, el área
metropolitana policéntrica de Susa, y cuatro polos urbanos:
Monastir
Moknine-Ksar Hellal
Kairuán
Mahdia
Meridional, formado por tres áreas-sistema:
La conurbación de Sfax
La ciudad bipolar de Tozeur-Nefta
La ciudad policéntrica de la isla de Jerba y Jarjis
y dos polos urbanos:
Gabès
Gafsa
A continuación se resumen con un poco más de detenimiento
algunos de estos sectores, siguiendo también en ello las conclusiones
del excelente trabajo que estamos comentando.
El espacio urbano de la capital del país, Túnez, presenta
una estructura urbana que puede ser leída fácilmente a través
de su planimetría. En primer lugar se puede delimitar rápidamente
la antigua ciudad árabo-islámica, la Medina, constituida
por tres unidades distintas: una central, que corresponde al emplazamiento
original de la ciudad, y dos periféricas (r'bat), construidas
posteriormente como ampliación de la primera. La Medina de
Túnez, actualmente catalogada como Patrimonio de la Humanidad por
la UNESCO, fue construida entre los siglos VIII y XVI, aunque en el siglo
XIX sufrió importantes transformaciones.
Yuxtapuesta a la Medina se encuentra la ciudad europea, construida
entre los años 1881 y 1956, período del Protectorado francés
en Túnez. En ella son fácilmente reconocibles la planta ortogonal,
una precisa jerarquía de las calles y los edificios de múltiples
plantas y de marcado carácter funcional.
Los barrios internos y periurbanos de viviendas espontáneas, los
gourbivilles, empiezan a aparecer en los años treinta como
consecuencia del éxodo rural hacia las ciudades provocado por la
colonización, aunque con la independencia el fenómeno no
se detuvo. Estos gourbivilles se caracterizan por la irregularidad
de la trama urbana y por la escasa presencia de infraestructuras y servicios,
casi siempre por debajo de los mínimos recomendables.
Finalmente, se encuentran las partes de la ciudad de reciente expansión,
áreas residenciales con una trama viaria regular, edificios de múltiples
plantas de tipo occidental y amplios espacios con equipamientos públicos.
La conurbación de Nabeul-Hammamet-Korba está situada
en la parte nordeste del país, en la península del cabo Bon,
una de las áreas más típicamente mediterráneas
de Túnez.
La ciudad de Hammamet es un centro turístico-balneario
de primer orden, con una gran dotación en infraestructuras turísticas
organizadas alrededor de la Medina (construida en el siglo XV y
único ejemplo en todo Túnez de medina construida junto
al mar). La Medina de Hammamet ha sufrido importantes transformaciones
en los últimos treinta años, con una reestructuración
de la trama viaria y diversas intervenciones en los edificios. Hasta los
años sesenta la Medina estaba principalmente habitadas por
pescadores y artesanos, que constituían los grupos económicamente
más dinámicos de la ciudad antigua. Pero en los últimos
años la Medina ha sido paulatinamente transformada en centro
turístico para los visitantes occidentales, pasando muchas viviendas
a manos de franceses, alemanes, italianos, etc. Actualmente, las actividades
principales en la Medina de Hammamet son las comerciales y las de
restauración, especialización claramente determinada por
el turismo.
Nabeul es la principal ciudad de la conurbación, constituyendo
junto con su entorno una de las áreas urbanas más equilibradas
de Túnez pues en ella se localizan una amplia gama de actividades
económicas (primarias, secundarias y terciarias), entre las cuales
destaca la cerámica.
Korba es un centro de formación relativamente reciente y
que, por lo tanto, no posee una auténtica Medina. Su proximidad
a Nabeul, centro de gran atractivo para los flujos migratorios internos,
ha determinado un importante crecimiento urbano y demográfico para
Korba.
En el sub-sistema centro-oriental Susa, situado en la costa, y Kairuán,
en el interior, son los principales centros urbanos. Susa es uno
de los asentamientos humanos más antiguos de Túnez, fundado
por los fenicios ya en el siglo VII a.C., y posteriormente convertido en
importante colonia romana (siglo II a.C.). En el siglo VIII, ya bajo dominio
árabe, Susa abre su puerto al mar Mediterráneo y se convierte
en la salida al mar de la ciudad interior de Kairuán. Después
de un período de decadencia, a partir del siglo XVI la ciudad recupera,
bajo control otomano, su papel de gran centro regional, papel que se verá
reforzado durante la etapa del Protectorado con la construcción
de un nuevo puerto y nuevas infraestructuras de transporte.
La ciudad santa de Kairuán, fundada por el general árabe Oqba Ibn Nefii en el año 670, se ha visto afectada en los últimos cincuenta años por un importante crecimiento demográfico. La progresiva degradación de su Medina llevó a la creación, en el año 1977, de la Asociación para la Salvaguarda de la Medina de Kairuán (ASM), encargada de promover actuaciones para su recuperación.
En el sub-sistema meridional la conurbación de Sfax es
el principal centro urbano. Su Medina, a diferencia del patrón
clásico de la ciudad islámica, presenta una planimetría
muy regular, con calles que se cortan ortogonalmente. A principios del
siglo XIX la ciudad se limitaba todavía casi exclusivamente a su
Medina, aunque a mitad de siglo ya empezaron a agregarse grupos
de viviendas. Desde mediados de nuestro siglo la ciudad, debido a su dinamismo
económico, ha conocido un importante flujo migratorio procedente
del campo. Por otra parte, la Medina se ha visto afectada en los
últimos años por un proceso de "soukalización",
es decir, ha visto como se transformaba buena parte del espacio residencial
en espacio económico y comercial, es decir, en zoco (souk
es el nombre que reciben los mercados, tanto en el sentido de actividad
comercial como en el del espacio que ocupan).
En definitiva, resumiendo brevemente lo expuesto en este extenso capítulo,
se puede afirmar que ya desde antiguo el modelo de poblamiento en Túnez
se ha caracterizado por una dicotomía entre la franja costera y
el sector septentrional del país, densamente poblados, y los territorios
interiores y meridionales, caracterizados por un poblamiento disperso y
de baja intensidad. En esta pauta de distribución de la población
desempeñan sin duda un papel importante las limitaciones impuestas
por el medio natural tunecino, benigno en su sector septentrional y por
lo general inhóspito en el sur. Todo ello explica la desequilibrada
estructura urbana tunecina, con una considerable macrocefalia alrededor
de la capital, que constituye el principal sistema urbano del país,
y una excesiva concentración de los centros urbanos de gran tamaño
en el sector septentrional de Túnez.
El tercer capítulo de la obra (La riqualificazione urbana nell'area
di Tunisi) centra su atención en las actuaciones de recuperación
urbana que en los últimos años han tenido lugar en la capital,
Túnez, repasando en primer lugar las políticas de la vivienda
y las actuaciones para la ciudad en general, y posteriormente analizando
los casos concretos de las actuaciones en la Medina, en el barrio
Piccola Sicilia y en la periferia de vivienda espontánea.
En los últimos decenios se ha dado en los países en vías
de desarrollo un crecimiento muy acusado de la población urbana,
fruto del crecimiento demográfico y de la migración procedente
del campo, sin que las intervenciones públicas se hayan adecuado
a la nueva situación. El resultado en muchas ocasiones ha sido la
proliferación de barrios espontáneos en las principales urbes
de estos países, constituidos por barracas construidas a bajo coste
y con escasos recursos. Esta nueva ciudad espontánea carece en la
mayoría de ocasiones de los servicios e infraestructuras más
elementales, como son la pavimentación de las calles, la evacuación
de las aguas residuales, la recogida de basuras, etc. Dotar con posterioridad
a estos espacios con los servicios necesarios es mucho más costoso
que si se hubiera llevado a cabo inicialmente y de forma planificada.
La evolución urbana de la ciudad de Túnez en el último siglo está protagonizada por el gran crecimiento que ha padecido, tanto en su extensión como en el número de habitantes. Hace un siglo Túnez casi se limitaba a su Medina, flanqueada por dos suburbios, R'bat Bab Souika al norte y R'bat Bab Dzira al sur, coincidiendo con las dos puertas principales de la ciudad antigua (bab significa puerta en árabe). La existencia de la muralla era un obstáculo infranqueable para el crecimiento de la ciudad antigua pues sus habitantes tenían expresamente prohibido construir en la zona polémica, el espacio circundante a la muralla. Hasta que no se destruyeron los muros, importante línea de fijación para la expansión de la ciudad, no se dieron las primeras transformaciones significativas en la Medina tunecina.
Otro echo significativo para la ciudad fue la construcción, durante
la etapa del Protectorado francés, de la ciudad colonial, con una
fase de expansión especialmente intensa entre los años 1920
y 1940. A partir de la década de los cincuenta Túnez conoció
un importante crecimiento demográfico, con una importante llegada
de población rural que buscaba en la ciudad el trabajo que ya no
le ofrecía el campo. Esta nueva población se instaló
principalmente en la Medina la cual, una vez perdidas sus funciones
políticas y culturales, ahora concentradas en la nueva ciudad europea,
se convirtió en un ghetto musulmán. Los gourbivilles
tomaron el relevo a la Medina como centro receptor de la migración
rural, circunstancia que permitió aligerar relativamente la presión
sobre la ciudad antigua. 75 años de Protectorado dejaron a Túnez
como una ciudad subdesarrollada, con importantes carencias en materia de
vivienda, de escuelas, de trabajo, y con una miseria urbana generalizada.
La independencia de 1956 representó un golpe de timón para
el destino de todo el país, y la capital no fue una excepción.
Poco a poco se fue dotando de los servicios e infraestructuras que tanto
necesitaba, pero continuaba teniendo problemas con su espacio más
emblemático: la Medina. Muchos musulmanes adinerados abandonaron
la ciudad antigua para instalarse en apartamentos de la ciudad colonial
o en los nuevos barrios residenciales que se construyeron, dejando en la
Medina viviendas vacías que en muchos casos fueron ocupadas
por la nueva población llegada del campo. La Medina dejó
de ser el ghetto musulmán para convertirse en un espacio de segregación
social entre musulmanes.
A partir de 1962 el gobierno tunecino intentó llevar a cabo una
planificación económica y social destinada a fijar a la población
en sus regiones de origen con el fin de contener la presión demográfica
sobre la capital. En el caso concreto de la ciudad de Túnez esta
política tuvo diversos efectos: se limitó el crecimiento
urbano en su forma legal, se intentó frenar la urbanización
espontánea con una política de "desgourbificación",
y se intensificó la actividad industrial y turística. Pero
todo este proceso se vino abajo con el abandono por parte del gobierno,
a partir del año 1969, de la planificación centralizada,
dando carta blanca al liberalismo económico para que conquistara
la ciudad, hecho que conllevó una fuerte especulación sobre
el suelo edificable y una reorientación en el sector de la construcción,
que pasó a actuar siguiendo criterios fijados por el interés
privado.
Un acontecimiento importante, que ayudó a mitigar el impacto de
la entrada de la iniciativa privada en el desarrollo urbano de Túnez,
es la constitución en 1972 del Distrito de Túnez, institución
pública política y administrativa que agrupa a los 19 municipios
del área de Túnez, hasta aquel momento independientes por
lo que se refiere a la gestión de las cuestiones urbanas. En 1976
este nuevo Distrito publicó el Plan Régional d'Aménagement,
documento fundamental para la organización del área de Túnez
y en el cual se fijaron una serie de actuaciones prioritarias, encaminadas
a limitar el crecimiento de Túnez y a reducir la disparidad entre
las diversa zonas de la ciudad. En 1981 esta iniciativa tuvo su reflejo
normativo en el Plan Directeur d'Urbanisme aunque, como veremos
a continuación, los resultados obtenidos hasta la fecha no son los
esperados.
A principios de los ochenta, tras un proceso continuado de crecimiento
durante el último siglo, la ciudad de Túnez había
cambiado de escala tanto económica como espacialmente. Todavía
hoy se trata de una región urbana que roba progresivamente ricos
terrenos a la agricultura y que se ve afectada por una profunda especulación
que supera los límites de la ciudad e invade las áreas periurbanas
y rurales circundantes. Buena parte de la nueva construcción de
vivienda se realiza de forma espontánea, en muchas ocasiones sobre
tierras agrícolas, sin responder a las exigencias de un plan regulador
y sin reglamento de edificación alguno. Algunos años hasta
la mitad de las nuevas construcciones del área de Túnez son
edificadas al margen de cualquier regulación. Por lo que se refiere
al origen geográfico de la población de estos nuevos espacios,
la fuente principal ha dejado de ser la población rural que abandona
el campo, sino que mayoritariamente se trata de población procedente
de barrios populares del propio Túnez, antiguas gourbivilles
o de la Medina, que construyen un segundo cinturón de gourbivilles
alrededor de la ciudad. Estas nuevas áreas de crecimiento espontáneo
en algunas ocasiones están situadas muy periféricas respecto
a la ciudad, pero en otros casos son rápidamente absorbidas por
los barrios en constante crecimiento de los márgenes la ciudad.
Por su parte, la Medina ha padecido un proceso de degradación
ininterrumpido. Muchas de las antiguas viviendas aristocráticas
y burguesas se han transformado en viviendas colectivas, ocupadas por diversas
familias, generalmente recién llegadas a la ciudad procedentes del
campo. Este fenómeno, conocido como "oukalización"
(un oukala es un hostal o casa constituida de múltiples habitáculos
individuales) y que en ocasiones ha llevado a situaciones en que más
de once familias compartían una vivienda en principio pensada para
una sola, ha contribuido a una rápida degradación del patrimonio
inmobiliario y a una excesiva densificación de la ciudad antigua.
La política de la vivienda en la ciudad de Túnez ha
tenido altibajos en los últimos cien años por lo que se refiere
a su efectividad. Durante la etapa del Protectorado francés el espacio
urbano tunecino estaba bajo la autoridad de la Direction des Travaux
Publics, aunque el municipio de Túnez, por su peso demográfico
y económico, contaba con una Direction des Travaux de la Ville
que, a partir de 1890, controló con cierta eficiencia las principales
actuaciones relativas a la vivienda y los servicios de la capital.
En 1930 se estableció un servicio de urbanismo que permitió
aumentar el control sobre el crecimiento urbano, de manera que la ciudad
de Túnez, al tener una gestión centralizada de los servicios
públicos y de las licencias de edificación, pudo asegurar
una buena reglamentación del espacio urbano. Pero hay que tener
en cuenta que en aquellos tiempos las dimensiones de la ciudad eran todavía
relativamente limitadas, siendo los años cincuenta, con un importante
crecimiento demográfico, los que dieron inicio a la etapa de mayor
expansión de la ciudad.
En los años sesenta y setenta, espacios con vivienda pública
de nueva construcción se vieron rápidamente rodeados de viviendas
espontáneas que colapsaron unos servicios pensados para muchos menos
usuarios. La política de la vivienda en estos años iba dirigida
principalmente a la clase media, excluyendo a las clases menos favorecidas
y dejando sin satisfacer buena parte de la demanda de vivienda.
En los últimos años esta política ha prestado mayor
atención a los grupos de menor capacidad adquisitiva, estableciendo
tres principios para el desarrollo urbano:
la "desgourbificación" de la ciudad, demoliendo las viviendas espontáneas,
la construcción de nuevas viviendas sociales,
y la concesión de subvenciones para la adquisición de
estas viviendas.
A pesar de todo, la falta de resultados de esta política ha llevado
al gobierno tunecino a abandonar el programa de "desgourbificación",
optando en su lugar por la recuperación de los barrios espontáneos.
La política de recualificación urbana adoptada por
las autoridades tunecinas en el caso de la ciudad de Túnez se basa
en acciones preventivas y acciones curativas, o de recualificación.
Con las primeras se intenta controlar y racionalizar la nueva urbanización,
dotarla de los servicios e infraestructuras básicas, favorecer los
créditos para la adquisición de viviendas, u ofrecer una
asistencia técnica adecuada. Las segundas persiguen mejorar las
condiciones de vida de la población de los barrios espontáneos,
objetivo que se concreta en acciones como:
asegurar a los habitantes la propiedad del suelo,
crear, en los espacios intersticiales o en la periferia de los barrios, pequeñas parcelas destinadas a realojar familias afectadas por las demoliciones necesarias para oxigenar sectores de la ciudad demasiado densificados,
construir infraestructuras y servicios básicos,
favorecer la autoconstrucción para la mejora o la ampliación
de viviendas ya existentes, concediendo préstamos, asistencia técnica,
etc.
Desde finales de los años setenta las autoridades tunecinas han
llevado a cabo tres grandes proyectos de recualificación; son los
siguientes:
el Segundo Proyecto Urbano, iniciado en 1979 y centrado en dotar de servicios a barrios que se consideraron de recuperación prioritaria,
el Tercer Proyecto Urbano, iniciado el año 1984 con el objetivo de recualificar cuatro barrios espontáneos de distintas ciudades tunecinas y de renovar el barrio de El Hafsia, en la Medina de Túnez,
y el Cuarto Proyecto Urbano, iniciado en 1987 para recualificar una
treintena de barrios espontáneos por todo el país.
La recuperación del barrio de El Hafsia es el ejemplo más
importante de actuación renovadora en la Medina de Túnez.
La ciudad antigua de la capital presenta actualmente una situación
en la cual las dificultades sociales se mezclan con problemas de conservación
del patrimonio monumental, dos aspectos estrechamente ligados debido a
que la configuración de la Medina como un espacio marginal,
habitado mayoritariamente por población sin recursos económicos,
impide la adecuada conservación de los edificios por parte de sus
propietarios.
Este es un problema, sin embargo, que ya se manifestaba en épocas
anteriores, como lo demuestra el intenso debate sobre la necesidad de recualificar
la Medina que se inició a partir de 1968, con propuestas
de reestructuración y recuperación lanzadas por la Asociación
de Salvaguarda de la Medina (ASM), la UNESCO y diversos organismos
tunecinos. Estas inquietudes se materializaron con el inicio, en 1973,
de la recualificación de el barrio de El Hafsia, actuación
que recibió un impulso importante a partir del Tercer Proyecto Urbano
de 1984. Todas las actuaciones que se han llevado a cabo en este barrio,
actuaciones todavía hoy en marcha, han intentado respetar la tipología
de las viviendas tradicionales y la morfología urbana propia de
la Medina.
Otras actuaciones importantes en la ciudad de Túnez son la transformación
del barrio Piccola Sicilia y las diversas actuaciones realizadas en la
periferia espontánea. El barrio de Piccola Sicilia, situado
en la zona portuaria de Túnez, fue construido por mercaderes italianos
en el siglo XVI. Su degradación ha sido constante en las últimas
décadas, circunstancia que originó un importante debate sobre
su recuperación hace ya varios años. A pesar de todo, solo
recientemente las autoridades tunecinas han empezado a aprobar medidas
encaminadas a recuperar este barrio, la mayoría de ellas incluidas
en el Cuarto Proyecto Urbano.
Por lo que se refiere a la recuperación de la periferia espontánea
de la capital, ésta es una cuestión principalmente abordada
por el Tercer Proyecto Urbano, con cuatro componentes principales: renovación,
recuperación, parcelación y asistencia técnica para
la autoconstrucción.
En todas estas actuaciones juega un papel muy importante la Agence de
Réhabilitation et Renovation Urbains (ARRU), institución
pública creada en 1981 y encargada de conducir los diversos Proyectos
Urbanos.
El cuarto capítulo (Tecnologie innovative e organizzacione dell'informazione)
introduce la idea de crear una base de datos informatizada que recoja toda
la información disponible, principalmente la producida a través
del estudio realizado por estos investigadores, sobre los recursos naturales,
culturales y turísticos de Túnez. La finalidad última
de la realización de esta base de datos tendría que ser su
integración en un Sistema de Información Geográfica
(SIG), destinado a mejorar la gestión de estos recursos y a permitir
su rápida localización para evitar actuaciones que pudieran
dañarlos. En un país como Túnez, afectado por un importante
crecimiento urbano, no cabe duda que la información relativa a los
centros urbanos, tanto de su dinámica como de los procesos que en
ellos están teniendo lugar, es indispensable para acometer la tarea
de gestionar adecuadamente el crecimiento del país, en todos los
sentidos, de forma sostenible y respetuosa con el patrimonio tunecino.
2. La ciudad tunecina, una excelente aproximación al urbanismo
islámico
El propósito de esta segunda parte de la reseña del libro
coordinado por Elvira Petroncelli es tratar con más profundidad
el excelente análisis que los investigadores han realizado de la
ciudad tunecina. Las ciudades de Túnez, en su mayoría, son
un buen ejemplo tanto para estudiar las características morfológicas
y organizativas de la ciudad islámica tradicional, como para estudiar
la nueva ciudad surgida en la mayoría de países árabes
bajo la colonización europea y en los últimos lustros por
la influencia de las actividades turísticas.
En muchas ciudades de Túnez, y en general en las de todo el Pequeño
Magreb (Túnez, Marruecos y Argelia), podemos distinguir diferentes
sectores dentro de una misma ciudad:
la medina
la ciudad colonial
la ciudad espontánea
la ciudad turística
Durante el período del Protectorado francés la medina
equivalía al sector árabe de la ciudad, en contraposición
a la parte europea. Actualmente, la acepción más difundida
es la que individualiza solo una parte de la ciudad árabe, entendiendo
la medina como aquella área que constituyó el núcleo
originario de la ciudad.
A primera vista pudiera parecer que la medina está carente
de cualquier tipo de organización racional, como si fuera el resultado
de un proceso de crecimiento anárquico y espontáneo. Muy
al contrario, el análisis que a continuación sigue permitirá
sin duda desechar esta errónea percepción.
En primer lugar, existe una precisa jerarquía entre las calles,
con tres tipos de calles principales:
shari: las únicas que son propiamente calles (entendidas como espacios públicos). Comunican dos puertas de la ciudad (bab) y su trazado pasa siempre por la Mezquita Grande (o Mezquita de los Viernes). Atraviesan la ciudad tanto en sentido longitudinal como transversal, guardando un gran parecido con el cardus y el decumanus de la ciudad romana.
durub: comunican los espacios residenciales con los shari. Son de uso colectivo durante el día y privado durante la noche.
azikka: pasajes privados que comunican con los durub.
Por otra parte, la Mezquita Grande, que alberga la plegaria de los viernes,
la más importante de la semana para los musulmanes, está
situada en el lugar más baricéntrico posible, configurándose
como el centro alrededor del cual gira toda la ciudad. El resto de mezquitas
(donde se realizan las plegarias cotidianas), las escuelas coránicas
(madrasa o medersa) y la zauia (espacio de devoción
popular) completan el cuadro de la estructura religiosa de la ciudad islámica.
En las cercanías de la Mezquita Grande se sitúan las principales
instituciones de la ciudad, como por ejemplo la kasbah (o ribat),
ciudadela fortificada donde se gesta la actividad política, administrativa,
jurídica y militar de la ciudad. El único espacio público
con una cierta consistencia, dimensional y funcional, son los alrededores
de la Mezquita Grande. Es aquí donde se encuentran la mayoría
de los mercados (souk o zoco). Otro espacio público dentro
de las murallas de la ciudad son los cementerios (marabout), pero
cabe señalar que en la ciudad islámica los espacios públicos
son minoritarios, siendo los espacios privados los que ocupan buena parte
de la extensión de la ciudad, especialmente de noche.
Es posible identificar un conjunto de características que se repiten
en la mayoría de medinas tunecinas y que se apuntan a continuación:
es un espacio rodeado de murallas,
se ubica en un terreno llano,
los edificios privados tienen una altura modesta,
los minaretes son los únicos elementos con un desarrollo vertical importante,
las viviendas raramente tienen aperturas hacia la calle; tienen un patio central alrededor del cual se organiza el resto de la casa,
el espacio público es escaso,
hay una ausencia total de espacio verde público y es muy poco
frecuente el privado.
La ciudad del Protectorado representa la expansión, en algunas
ocasiones incluso la duplicación, de la ciudad preexistente con
otra de fundación europea, generalmente construida al abrigo de
las infraestructuras portuarias. Esta nueva ciudad se caracteriza por las
grandes avenidas o bulevares, los amplios espacios públicos y las
calles ortogonales con plazas centrales y arterias diagonales. Por otra
parte, en contraste con la privacidad e impenetrabilidad de la medina,
se configuraban como ciudades abiertas y accesibles.
En Túnez las principales ciudades que se ampliaron durante el Protectorado
fueron Túnez, Bizerta, Susa, Sfax y Gabès. Todas ellas presentan
algunos elementos comunes, que permiten caracterizar a estas ciudades coloniales:
existe una planificación preventiva,
hay un uso de la zonificación,
se yuxtaponen a la ciudad árabe,
se construían siguiendo patrones urbanísticos importados, de espaldas a la tradición urbana autóctona,
generalmente se convertían en el nodo de una red infraestructural
y económica.
Alrededor de la medina y de la ciudad colonial se fue constituyendo,
ya desde los años treinta de este siglo, una ciudad espontánea.
En Túnez éste es un fenómeno que se manifiesta relativamente
poco, en comparación con el resto de países del Magreb o
con las grandes áreas metropolitanas del mundo, debido principalmente
a dos factores: Túnez es un país poco habitado, con ocho
millones de habitantes en un territorio de unos 100.000 km2,
y su población se distribuye sobre el territorio de forma relativamente
equilibrada si exceptuamos las grandes áreas urbanas de Túnez,
Susa y Sfax. Precisamente es en estas ciudades donde más se han
desarrollado estos tipos de asentamientos.
Hasta los años treinta las viviendas tunecinas más usuales
eran las casas unifamiliares tradicionales con patio interior (wust
al-dar), situadas en el centro histórico de la ciudad. En las
zonas periféricas de la ciudad dominaban las casas unifamiliares
aisladas, que constituían una auténtica ciudad-jardín.
Pero, poco a poco, a esta tipología se le fueron añadiendo
viviendas precarias de tipo rural, llamadas houch, realizadas mediante
autoconstrucción, con la participación de toda la familia,
y que dieron lugar a las gourbivilles (en Marruecos llamadas bidonvilles).
Estos nuevos asentamientos espontáneos fueron construidos y habitados
por población rural que todavía hoy emigra hacia los principales
centros urbanos del país. Con el tiempo han llegado a constituir
auténticos barrios, pero faltos de las dotaciones, servicios e infraestructuras
más elementales. Recientemente, las gourbivilles se han visto
ampliadas por nuevos barrios populares, generalmente programados y dotados
de un mínimo de infraestructuras, denominados cités de
récasement.
Los principales elementos que caracterizan a la ciudad espontánea
son:
su localización en suelo urbano sin un estatuto jurídico definido.
la carencia absoluta de planificación, servicios e infraestructuras en el momento de la urbanización; en algunas ocasiones estos elementos se van introduciendo posteriormente.
la realización de las viviendas a través de la autoconstrucción, con materiales reaprovechados y con técnicas de construcción tradicionales.
muchas de las viviendas se realizan sin permiso de construcción.
Otro tipo de ciudad claramente identificable es la ciudad turística,
que se empezó a gestar en Túnez a partir de los años
cincuenta, cuando el país entró de pleno en los circuitos
turísticos internacionales. La relativa estabilidad política
del país, sobretodo en comparación con muchos de sus vecinos
del norte de África, y la progresiva apertura del gobierno al exterior
han favorecido que en los últimos lustros el país se haya
convertido en uno de los principales destinos del turismo europeo.
Diversas ciudades tunecinas sufrieron (y continúan sufriendo) transformaciones
importantes ligadas al impacto producido por el turismo, siguiendo modelos
diferentes que se pueden sintetizar en los siguientes:
el modelo de recuperación cuidadosa llevado a cabo en Sidi Bou Said, en la costa nord-oriental. La modificación del ambiente natural no ha sido excesivamente fuerte y se ha construido conservando el estilo tradicional del lugar.
el modelo de recuperación especulativa que ha sufrido la Medina de Hammamet, con fuertes transformaciones morfológicas y la expansión de segundas residencias en detrimento de la población originaria.
el modelo de "soukalización", es decir, la transformación de buena parte de las medinas en un mercado para los turistas, como ha ocurrido en Túnez o Sfax.
el modelo de construcción de complejos turísticos con cierto respeto por la línea urbanística y arquitectónica local, como por ejemplo los complejos hoteleros de Nefta.
el modelo que adhiere auténticas ciudades turísticas a
algún centro ya existente, como en el caso del puerto turístico
de Monastir o la zona hotelera de Hammamet y Susa.
En general, las ciudades turísticas tunecinas presentan las siguientes
características:
escasa relación con la estructura urbana preexistente.
fuerte desvinculación con el contexto físico y económico.
predominio de la localización en la franja costera.
Estas son, resumidamente, las principales características de la
ciudad tunecina en sus diferentes modalidades, configuradas a lo largo
de la historia por los diferentes grupos humanos que han ido haciendo la
ciudad en función de sus necesidades y/o posibilidades. Salvando
las lógicas particularidades impuestas por el contexto propio de
Túnez, los rasgos aquí descritos pueden servir para comprender
las ciudades de la mayoría de países musulmanes, especialmente
por lo que se refiere a su sector más característico, la
medina.
Ya para finalizar esta reseña, solo comentar que, ante la riqueza
y complejidad de la temática que ha guiado esta investigación,
en el propio marco del CNR italiano ya se está pensando en un nuevo
proyecto de investigación, en esta ocasión titulado Transformazioni
territoriali e innovazione tecnologica nei Paesi in via di sviluppo dell'area
mediterranea. Vista la calidad del presente proyecto será necesario
seguir con atención la evolución de este nuevo trabajo, pensando
en lo útil que podría ser para los lectores disponer de su
reseña en este apartado de la revista Biblio 3W.
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