Biblio 3W
REVISTA BIBLIOGRÁFICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES
(Serie documental de Geo Crítica)
Universidad de Barcelona 
ISSN: 1138-9796. 
Depósito Legal: B. 21.742-98 
Vol. XI, nº 693, 15 de diciembre de 2006 

RESPUESTA A UN COMENTARIO DE UN COMENTARIO



José Luis Ramírez
Catedrático de teoría de la acción, adjunto a la Institución de Arquitectura del Paisaje
Universidad Agraria de Suecia


Palabras clave:  retórica, teoría del discurso

Key words: rhetorics, discourse theory


Xosé Manuel Souto hizo en esta página un comentario acerca de una pretendida “reseña” mía a la tesis de Liliana Fracasso. Lo que Souto llama reseña no era ni más ni menos que el texto algo revisado y acortado de mi comentario a dicha tesis, tarea que se me encomendó (sin yo haberlo solicitado) con motivo de la defensa pública de dicha tesis en la Facultad de Geografía.

En Suecia le llamamos “oponente” de tesis a ese comentador de ella que, por definición, ha de ser crítico, haciendo de abogado del diablo, según un viejo y establecido procedimiento dialéctico. Xosé Manuel Souto hace ahora de oponente exagerando “humorísticamente” la negatividad de mi artículo (pues yo no he dicho en ningún sitio que la tesis de Fracasso sea un “fracaso”) y sin tomar en consideración lo que yo había dicho de positivo.

Tengo mis dudas de que Souto haya tenido posibilidad efectiva para leer en detalle la voluminosa tesis de Liliana, pero nadie puede poner en duda que yo hube de hacerlo. Y mi comentario, publicado en Geocrítica por deseo del profesor Capel y no mío, cuyo texto original era incluso anterior a la defensa de la tesis, no tenía otra pretensión que ayudar a la doctoranda a completar y mejorar la tesis en ciertos aspectos. Cosa que además logró en su momento y sigue teniendo efecto, a juzgar por sus reflexiones últimas.

Sería prolijo poner a Souto al corriente de las vicisitudes nada normales del proceso de esa tesis y de mi participación (ni siquiera solicitada por mi) en el tribunal. Pero el problema esencial de lo que Souto llama “reseña”, es que no era en absoluto mi deseo que se publicara.

Envié ese texto, ante la reiterada insistencia del profesor Capel, diciéndole claramente, en carta de la cual conservo copia, que no era mi opinión que debiera publicarse, justamente por la extremada y demasiado resumida complejidad que sólo podían conducir a reacciones como la de Souto. “Ese texto – escribía – habla más de lo que la tesis podría haber sido y no fue, que de lo que es.” Pues sigo éticamente el criterio al que estoy habituado sobre lo que es una tesis doctoral, independientemente de cómo se traten estos asuntos en España. Explicitar suficientemente todos los comentarios a una tesis de ese volumen, no me era posible en un artículo de esa índole. Previendo reacciones como la de Souto, le escribía yo a Capel que “mis comentarios son de un contenido tan denso que, para que obtuvieran un entendimiento claro y completo necesitaría desarrollar mucho más varias de las cuestiones planteadas”. Cosa que, por otra parte, ni tenía sentido suficiente ni me lo permitían otra serie de tareas. No dejó por eso de sorprenderme que el profesor Capel, a pesar de mis dudas y sin más discusión entre nosotros, hiciera que se publicara el texto.

Mi evaluación de la tesis de Liliana planteaba una decena de cuestiones que requerirían cada una de ellas un artículo en sí. Y mi opinión básica era que la doctoranda habría hecho bien en concentrarse en una o dos de las diversas concepciones planteadas, penetrando en ellas más a fondo, en lugar de abrir tantos hilos sin desarrollar ninguno a fondo. Ese era el problema fundamental que yo veía en las más de 700 páginas de la tesis de Liliana. Si además partimos de la base de que la förmación profesional en arquitectura de suyo no da base suficiente a una teoría del diálogo y a una concepción del lenguaje para una tesis doctoral, habría sido más prudente concentrar la investigación en un cauce metodológico bien desarrollado.

Souto no entiende bien qué líneas de investigación sugiero yo en mis planteamientos. Se asombra de que yo diga que la tesis doctoral no llega a ninguna conclusión clara acerca de los dos casos estudiados, ya que esos dos casos muestran que los participantes no llegaron a ninguna conclusión clara. Souto quiere confundir la conclusión de una tesis con la conclusión a que debían llegar los procesos estudiados, que es como confundir el hambre con la comida. La conclusión de la tesis acerca de esos casos estudiados era justamente que no llegaron a ninguna conclusión deseable, pero entonces lo que yo pido a una tesis doctoral es que me explique por qué fue así (es decir a qué se debe) y dónde está el problema, lo cual conduce al planteamiento teórico que yo echaba en falta. Eso es lo que yo quería decir al afirmar que la tesis era, en gran medida, simplemente descriptiva. Sin problematizar los hechos debidamente, con una mera constatación de esos hechos, no hay tesis doctoral digna de ese nombre, aun cuando hoy día abunden las llamadas “tesis” sin tesis.

“Más allá de la tesis y reseña – escribe Souto – lo que me preocupa es cómo se gestiona la participación democrática en la planificación territorial y cuál es el papel de individuos en la construcción de un espacio público”. Tiene gracia. A mí también es justamente eso lo que me interesa, pero lo que no veo es que Souto le haya encontrado respuesta alguna.

Me atribuye Souto no sé que pretensión de autoridad académica que me deja perplejo y muestra más bien su desconocimiento de la persona que trata de caracterizar. Pues si algo cabe atribuirme por los que me conocen, es justamente la carencia de autoritarismo y el combate de un academicismo que se expresa crípticamente. Si Soto no sabe distinguir entre cosa y persona, eso es su problema, no el mío. Y si mi intento de delimitar una serie de conceptos sinónimos,dándoles una denominación unívoca de “tópica” (que él denomina “apariencia de las palabras”) es “expresarse crípticamente”, entonces lo que yo le achaco a él es preferir el río revuelto y la confusión a la claridad exigible en una tesis. Da la impresión de que Souto quiere proteger más bien a la persona que a su obra.

Un elemento importante de mis comentarios viene anexo al concepto de Retórica. Que Souto no ha entendido mi concepción de la Retórica, a pesar de que dice haber leído los artículos contenidos en la página “Scripta Vetera” de Geocrítica (entre otros el artículo “Arte de hablar y arte de decir”) queda claro ya de entrada, en el resumen que presenta su comentario. “¿Es preciso – pregunta Souto – recurrir a la Retórica, o es preciso conocer la intencionalidad e intereses de los agentes sociales que participan en este proceso?”. Mientras Souto no se dé cuenta de que para mi la Retórica es fundamentalmente la ciencia que me ayuda (entre otras cosas) a determinar precisamente la intencionalidad y los intereses, nuestro diálogo será como un diálogo entre sordos. Su concepción de la Retórica parece estar basada en algún manual trasnochado de esos que todavía se ven por ahí. Y, desde luego, quien se deja llevar de la “apariencia de las palabras” (de lo dicho, no del decir) es, sin duda, él y no yo.

Dada esa confusión acerca de lo que supone la comprensión retórica, no es de extrañar que Souto desemboque, como en gran parte también Liliana, en la llamada teoría de la acción comunicativa de Habermas y sus seguidores. No solamente los teóricos hispanos de la planificación, también los nórdicos andan en ese callejón sin salida que está costando millones de euros (o coronas) en apoyar tareas de investigación que no llegan a solución o crítica concreta alguna. Mi relación con Habermas es que yo quiero “haber más”. Habermas habla de un ideal (sin siquiera acudir a cómo se debería lograr), no de una solución

Me había pedido el profesor Capel que comentara el largo y equívoco comentario de Souto en tres páginas, lo cual me parece un poco paradójico. Pues el comentario de Souto, que no afronta en absoluto las cuestiones que planteo sino que insiste en las mismas que yo había puesto en duda, supondría una discusión inacabable, ya que se trata de aclarar cuestiones que algunos ni siquiera ven ni se plantean.

Pero afortunadamente, como he indicado, ya en el resumen con el que inicia su comentario Souto, muestra dónde está la discrepancia: en un equívoco. Como a Souto le preocupan las intenciones y yo no veo muy claras las intenciones de su comentario, lo único viable sería un diálogo abierto cara a cara, en el que fuéramos desentrañando uno a uno los detalles que él arroja en tropel. Arrollar al contrario no es diálogo. Pero revela intenciones.
 
 

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Ficha bibliográfica

RAMÍREZ, J. L. Respuesta a un comentario de un comentario. Biblio 3W, Revista Bibliográfica de Geografía y Ciencias Sociales, Universidad de Barcelona, Vol. XI, nº 693, 15 de diciembre de 2006. <http://www.ub.es/geocrit/b3w-693.htm>. [ISSN 1138-9796].