Biblio 3W
REVISTA BIBLIOGRÁFICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES
(Serie  documental de Geo Crítica)
Universidad de Barcelona 
ISSN: 1138-9796. 
Depósito Legal: B. 21.742-98 
Vol. XII, nº 716, 10 de abril de 2007

EL SACUDÒN TERRITORIAL EN VENEZUELA

Rosa Estaba


Palabras clave: Venezuela, territorio, mapa político

Key words: Venezuela, territoy, political map


"Muchas cosas que hoy son verdad no lo serán mañana”
García Márquez Gabriel. 1990


El Presidente de Venezuela, Hugo Chávez Frías retoma banderas enarboladas en su campaña electoral de 1998 respecto a la estrategia de redefinir el ordenamiento territorial. En el marco de los pregonados cinco motores para impulsar el socialismo del siglo XXI[1], anuncia un “sacudón territorial”, mediante el cual se borraría el mapa de Venezuela, vía decreto-ley habilitante, para reemplazarlo por otro a bosquejar según su formación militar.

A lo largo de estos años y como parte del proceso revolucionario de cambios, se viene preparando el terreno para la puesta en marcha de esta estrategia dirigida a revertir los invalorables logros democratizadores intrínsecos a la más grande reforma del siglo XX venezolano y único camino para avanzar en el anhelado desarrollo nacional y regional: la descentralización, una vieja aspiración de la provincia que con mucho esfuerzo venía conquistando la sociedad venezolana y, sobre todo luego de la reciente y primera elección directa de gobernadores y alcaldes (1989). En efecto, a medida en que se consolida, el actual gobierno acrecienta su injerencia sobre todos los poderes del Estado y la actividad privada; valiéndose del “boom” petrolero y de distorsionados criterios de solidaridad, cooperativismo, colectivismo y cogestión.

La estrategia del sacudòn territorial: de la Constitución Nacional de 1999 a los consejos comunales (2006)

“el Estado debe intervenir poco y compartir su poder con la sociedad civil”
François Graña. 2005


Examinando la estrategia del sacudòn territorial a la luz de los encadenados acontecimientos, encontramos sus antecedentes en la misma Constitución de 1999[2]. En su preámbulo se enuncia la refundación de la República Bolivariana de Venezuela para establecer una sociedad democrática, participativa y protagónica que, en contradicción con sus mismos postulados descentralizadores, ha pasado a ser una nebulosa modalidad que sortea toda intermediación entre el líder y su pueblo y tiende a suplantar, antes que complementar, la participación representativa del “pueblo” -la única posible-

El primer experimento de organización del pueblo en los barrios sin agentes mediadores y tratando de conformar una supuesta cooperación vecinal efectiva, lo constituyen los hoy desaparecidos o disminuidos “círculos bolivarianos”, creados desde 1999 para la divulgación de las ideas bolivarianas dictadas por el propio Presidente desde su programa dominical radio-televisivo “Alo Presidente”. Las “mesas técnicas de agua”, por su parte, han respondido a otra de las erráticas políticas públicas dependiente de un Despacho del Ejecutivo Nacional. Nacen también desde 1999 y teniendo como objetivo incorporar a los vecinos organizados a la generación de alternativas de mejora a sus servicios de agua potable y saneamiento.

Entretanto el Estado experimenta en la participación directa y protagónica, cada vez se hace más se evidente como se dejan de lado las actividades para el bien colectivo en las que tiene que centrarse, como la atención a la gente, los servicios y obras públicas y sociales, y, sobre todo, la seguridad y la infraestructura del país.

Una vez superados los acontecimientos políticos que conmocionaron al país en abril de 2002 y en el mismo marco de la participación directa y protagónica, se emprende el galope hacia la más perjudicial concentración y centralización de poderes en la primera magistratura. En desmedro de los indispensables criterios gerenciales que desde tiempos atrás reclama el Ejecutivo Nacional para su refuerzo, se comienza a quebrantar la separación y contrapesos de poderes imperativos a la democracia, al mismo tiempo que se revierte el incipiente proceso de delegación de muchas de sus funciones a sectores empresariales especializados y a los gobiernos estadales y municipales, o gobernaciones y alcaldías.

Acompañando al excéntrico presidencialismo, presenciamos las primeras e inexplicables intervenciones y expropiaciones de unidades productivas agrícolas e industriales a la par de un desmesurado incremento del número y tamaño de los ministerios y vice-ministerios. La inevitable ineficiencia a los fines de la penetración de los populosos barrios de los más desposeídos, obliga a la creación azarosa de las “misiones” o redes clientelares de servicios que se les adosan a estos despachos, en paralelo y al margen de los gobiernos instituidos que a nivel estadal y municipal luchan por sus destinos. Entre estas múltiples redes, que sin haber logrado una cobertura nacional ya comienzan a ser descalificadas hasta por sus mismos voceros y usuarios[3], destacan la red del mercado de alimentos “MERCAL”, así como las emblemáticas “misiones” creadas para suplir los prácticamente inútiles monstruos del Ministerio de Educación y del Ministerio de Salud y Desarrollo Social.

Asegurado el proceso revolucionario con los triunfos comiciales del Referéndum Revocatorio Presidencial (2004) y de las elecciones parlamentarias (2005), además del control del Ejecutivo y el Legislativo, se advierte la transformación del Poder Judicial por vía de una constituyente y se ponen en la mira los estados y los municipios.

Cuando suponíamos que las “misiones” respondían a medidas provisorias encaminadas a salirle al paso al letargo de los entes del cada día más burocratizado y obeso Poder Central, en abril de 2006 se aprueba la ley que crea los Consejos Comunales. Exhibida como la esencia de la democracia participativa y protagónica y como un experimento audaz que pretende democratizar el poder y democratizar el poder económico[4], esta ajena modalidad de organización del gobierno, en vez de estar sometida a los ministerios, pasa a depender verticalmente de la propia primera magistratura y, probablemente, arrebatándoles atribuciones y recursos financieros a las gobernaciones y alcaldías.

Desde entonces se viene impulsando y promoviendo la fundación aleatoria, desordenada y difusa de un incierto número de conglomerados sociales de familias y ciudadanos que, en áreas geográfica imprecisas, suponen ejercer llanamente la gestión de las políticas y proyectos públicos, para nuestra sorpresa eximidos de los lineamientos contenidos en los respectivos Consejo de Planificación y Coordinación de Políticas Públicas a crear en cada entidad federal y el Consejo Local de Planificación Pública consagrados en los artículos 166 y 182 de la Carta Magna.

La improvisación abarca sus atribuciones, la cuales comprenden desde la planificación hasta la ejecución y el control de presupuestos participativos según sean sus necesidades y aspiraciones, sin alguna preparación de quienes lo integran y sin reflexionar sobre arraigos territoriales y potenciales de capital social propios de las comunidades. ¿Cuál puede ser el futuro de unos consejos comunales que en estas condiciones tienen que cargar con las ineficiencias y responsabilidades del Estado, sin la indispensable visión de conjunto y con una relativamente reducida pero engañosa proporción del enorme ingreso petrolero?

Hasta el presente, como ejemplifican ciertas reseñas del programa radial “Radar de los Barrios”[5], la experiencia muestra manifestaciones de entendimiento y cooperación entre consejos comunales de clase media con los de sus vecinos barrios populares. Muestra “chavistas” críticos de base con activistas opositores de los sectores populares invitando a una rueda de prensa para una plataforma de encuentro dirigida a romper la polarización. Al otro extremo, florecen enfrentamientos de pobres contra pobres en nombre del socialismo, y de pobres revolucionarios y pobres opositores contra burócratas. No menos importante es destacar el llamado urgente de líderes comunitarios a restablecer la relación directa entre Consejos Comunales y los de Planificación de Políticas Públicas a elegir tal como lo prevé la Ley que los creó en el año 2000.

¿Qué es el sacudòn territorial?: La nueva geometría del poder y la explosión del poder comunal (2007)

“¡Que Dios nos agarre confesados!”
Hugo Chávez Frías (2007)[6]


Después de 8 años de consecutivos ensayos y errores, se emprende el segundo sexenio de gestión gubernamental, intentando dominar la sociedad mediante métodos que violentan su racionalidad. Se avanza más allá de las infortunadas medidas de control económico adoptadas (cambio de divisas, precios, etc.), de la intervención de empresas o del pago de fortunas para, invocando su carácter estratégico, estatizar algunas destacadas por sus exitosos desempeños, (electricidad, telefonía, alimentos, medios de comunicación, etc.). Se anuncia la estrategia hacia el socialismo del siglo XXI con la consigna todos los motores a máxima revolución”, entre los cuales, conjuntamente con la reforma constitucional (segundo motor), se encontraba Moral y Luces” o el motor de la educación con valores socialistas que, gracias a la resistencia que todavía ofrece la sociedad civil fue relevada de la Ley Habilitante (primer motor) y es objeto de cierta movilización y discusión.

No es este el caso de los motores cuarto y quinto que fundamentan el sacudòn territorial: la nueva geometría del poder dirigida al reordenamiento socialista de la geopolítica de la nación y que supone culminar en una explosión del poder comunal que materializaría la democracia protagónica, revolucionaria y socialista. (figura 1)

Figura 1

Al igual que la ilusión de ejercer la total hegemonía en la economía y la sociedad en general, el pretendido reemplazo del mapa de Venezuela soslaya nutridas décadas de debate para repetir experiencias fracasadas y que parten de la premisa que erradamente concibe al territorio como soporte, como una figura geométrica vacía de contenido histórico. Se ignoran las concomitantes fuerzas de localización que explican la existencia objetiva y remota de los ámbitos territoriales -entidades federales- que los actores sociales -fuerzas vivas- han venido edificando y haciendo suyos, al calor de nuestra arraigada y civilizadora red urbano-regional, nuestro más importante recurso para el progreso y evolución del país. Ello explica la utópica creación e imposición de dos nuevos mapas: el político y el del sistema federado de ciudades socialistas.

El nuevo mapa político

“La…configuración de las superficies y los limites de cada uno de los componentes de cualquier Estado-Nación -Entidades Federales en Venezuela- varía y se consolida, dependiendo de la forma como históricamente los actores sociales se disputan y reparten los territorios”.
Rosa Estaba (2006, diciembre)


El nuevo mapa político a esbozar desdeñaría gentilicios que han ido madurando en cada una de las entidades federales, durante siglos, independientemente de las migraciones internas y a la par del venezolano. Se actúa en dirección contraria a las nuevas tendencias sostienen que para enfrentar la globalización y revertir el sub desarrollo es primordial considerar la promoción y fructificación del inmenso potencial de la fuerza inherente al sentimiento de propiedad y pertenencia que se forma en aquellos que nacen, crecen, se desarrollan y mueren en un lugar determinado y en la manera de llamarse de "tal" o "cual". Se aspira, por el contrario, mediante la sumatoria voluntarista de territorios con identidad propia –las entidades federales-, inventar ciertas regiones o ejes de desarrollo que serían gobernados por con sendos vice-presidentes territoriales subordinados al Ejecutivo y a designar por éste o, en el mejor de los casos, a través de comicios electorales.

Este despropósito de centralizar y sustituir o subordinar las unidades intermedias de gobierno y de poder político y económico, nos retrotrae a pasadas iniciativas sin éxito y pasmosamente similares entre si, en forma y contenido. El mapa de Venezuela ensayado durante la jefatura de Antonio Guzmán Blanco, el autócrata zamorano-federalista que gobernó a la Venezuela de finales del S XIX (1870-1888), es muy parecido al de las regiones de planificación que nacieron un siglo más tarde, en 1973, durante el tercer quinquenio de la Venezuela democrática representativa para desaparecer sin dejar rastro alguno en 1982, cuando el país comprendió que las únicas regiones reconocibles en Venezuela son las históricamente construidas por los naturales de cada una de las entidades federales. A partir de ese crucial momento, el gobierno nacional instruyó a sus dependencias ministeriales para que, con la única excepción del Ministerio de la Defensa, ajustaran sus mapas político-administrativos al de la República: el de las entidades federales todavía reconocidas en la Carta Magna de 1999. Se imponía una realidad que quizás ya anunciaba ideas que dominarían más tarde, como aquellas de propiedad y pertenencia estadal que explican modalidades de organización de la sociedad civil (cámaras empresariales, banca, sindicatos, organizaciones no gubernamentales), o como otras asociadas a posibilidades de desarrollo y fundamentadas en la cohesión de tejidos socio-territoriales para la construcción de capital social y solidario.

No menos delicada es la estrategia adicional de reducir el número de municipios y parroquias, o de actuar a sus espaldas. A este nivel también se comprometen sentimientos de identidad y en tiempos en los que el mundo y, en particular, las comunidades han comprobado su importancia a los efectos de acercar el poder y la toma de decisiones al ciudadano, inclusive, demandando subsidios en caso de no lograr su autofinanciamiento.

Es preciso recalcar que a los gobiernos municipales junto a los estadales son las instancias donde el desarrollo del espacio nacional se puede mirar transversalmente y en el horizonte que les corresponde administrar. Con la descentralización es como puede ponerse en práctica la administración de lo que sobre temas específicos entregan los ministerios sectoriales fortalecidos y especializados en sus funciones de rectoría, coordinación y contraloría desde una perspectiva nacional.

Más aún, existen numerosas y variadas experiencias de participación ciudadana nunca desarticuladas con la gestión municipal y con reales posibilidades de multiplicar la creatividad local y de incidir en las decisiones de sus autoridades y fiscalizar sus actuaciones y compromisos. por ejemplo, refiriendo a las experiencias de Brasil y España, la Asamblea Mundial de Ciudades y Autoridades Locales (Estambul, Hábitat II, 1996) en su declaración final recomendaba la aplicación de Presupuestos Participativos en el gobierno local y calificaba a este tipo de procesos como una de las mejores prácticas de gestión urbana del mundo[7].

El nuevo mapa del sistema federado de ciudades socialistas.

“La conexión entre las rugosidades -o tiempo pasado en formas espaciales presentes- se encuentra relacionado con las…inercias, las dinámicas como condiciones o determinantes de interacción del conjunto de variables”
Ricardo Menéndez,.2001

En lugar de arar hacia la gobernabilidad y el desarrollo, nos embarcamos en la colosal aventura conducente a armar un nuevo mapa del sistema federado de ciudades socialistas en sustitución del actual sistema urbano-regional. Bajo la égida de un subordinado conjunto de regiones o ejes de desarrollo a configurar desde el poder central, se pretende imponer un sistema que cobraría vida de acuerdo al incierto curso que vaya tomando el desarrollo, asociación, federación y confederación de los consejos comunales, ya sea en ciudades existentes y preferiblemente en territorios donde habría que vencer las mayores adversidades.

Ahora bien, se busca una “explosión del poder comunal” de incierto destino y persistiendo en apoyarnos en el modelo de desarrollo cuya lógica es absolutamente contraria al crecimiento económico y a las fuerzas de dispersión territorial requeridas para la aspirada transformación. Nos referimos al modelo de desarrollo petrolero rentista, centralista y proteccionista a los fines de la creación del mercado interno, llamado de sustitución de importaciones, de desarrollo endógeno o de “economía de puertos”.

En Venezuela, el proceso de sustitución de importaciones terminó agotándose desde la década de los ochenta, luego de la insuficiencia y caída de la renta petrolera. Por su condición rentista, centralista y proteccionista de las importaciones de manufacturas, nos ha eximido de la necesidad de crear y multiplicar unas economías no petroleras robustas y apoyadas en industrias competitivas insertas a la economía global y, a la vez, ha sido el gran obstaculizador de la vieja aspiración de avanzar desde el litoral caribeño hacia la ocupación plena del territorio nacional. Además de la expansión y posterior desbordamiento de Caracas, -capital de la República y sede del poder nacional central- escasamente ha permitido el florecimiento de unas redes de ciudades y poblados, donde destacan algunos focos urbanos de crecimiento-en su mayoría capitales de las Entidades Federales- que poco a poco ganaron capacidad para, más allá de administrar, exportar y competir con los factores centralizados, arrebatarles poder y con mayor fuerza después de 1989 con el despegue de la descentralización.

Para la interpretación de la problemática del territorio nacional no se echa mano de novedosas y exitosas tesis que parten del reconocimiento de la inevitable tendencia mundial hacia la metropolizaciòn y la globalización, para reiterar en dos errores metodológicos. Por un lado, se desconoce la existencia de la más inerte que dinámica estructura territorial de la red urbana encabezada por nuestra principal metrópoli, con raíces civilizadoras tan antiguas como la misma formación de gentilicios y con una armazón en su origen trazada durante los tiempos de conquista y colonización española, y motorizada y signada por la sustitución de importaciones, desde los años cuarenta del siglo XX.

Por otro lado, se insiste en trasladar las paradigmáticas tesis centro-periféricas que terminaron frenando la vía al desarrollo y que sostienen que los países pobres son pobres gracias a su condición de dependencia respecto a unos pocos países ricos que los explotan. ¿Corolario?: se cae en el círculo vicioso que endosa nuestros males a la falta de controles y de protección del mercado interno y, por extensión, a unos aciagos desequilibrios territoriales que, por encima de la explotada, marginada y extensa “periferia pobre”, se expresa en la preeminencia de un “centro rico” donde se reproducen hiper-concentración de habitantes, actividades económicas y problemas ambientales y de marginalidad: la región metropolitana de Caracas y los focos urbanos de crecimiento. En efecto, la respuesta a tales premisas no puede ser otra que acrecentar las causas de las fuerzas territorialmente concentradoras: el centralismo y el proteccionismo con una deformada y acentuada visión bucólica y anti-urbana. Aparte de esparcir esfuerzos y recursos de manera difusa e improductiva a lo largo y ancho del territorio, ello se traduce en el abandono de las obras públicas indispensables a los fines de vigorizar el “centro y su estructurada red”, evitar su colapso y transformarlo en la gran fuerza rectora capaz de guiar los destinos del país y de impulsar su desarrollo en compañía de los gobiernos regionales y locales racionalmente consolidados.

Dos ejemplos medulares e ilustrativos. El Presidente reitera su queja ante el evidente fracaso de quienes lo acompañan en cualquier lugar de su administración, sin imaginar que no es un problema de individuos ni de asignación de recursos, sino una fatalidad de la aplicación de concepciones superadas por la descentralización creadora y facilitadora de oportunidades. De otra parte y sin mencionar cualquiera de los otros focos de crecimiento urbano, nos convencen de que, gracias a su condición de ciudad superpoblada, 4 millones de habitantes convierten a Caracas en una urbe caótica e ingobernable, sin antes compararla con Nueva York, una de las ciudades más pobladas del planeta, ubicada en el corazón de una extensa área metropolitana y que maneja a cabalidad sus 8,3 millones de habitantes, o bien con Bogotá, la capital de un país subdesarrollado en guerra, que con sus 6,5 millones de habitantes brilla por su esplendor.

La estrategia territorial oficial, a partir de sus inicios y de modo análogo a la intentada desde los años 70, ha puesto el acento en las tesis centro-periféricas y en una derivada descentralización desconcentrada y artificiosamente montada en el impulso de tres ejes de desarrollo diametralmente contrapuestos al trazado del densamente poblado sistema que a manera de arco se estructura desde Caracas y los focos urbanos de crecimiento que han podido sobresalir en la provincia. Los dos primeros ejes fueron planificados con sentido norte-sur y a lo largo de las coordenadas extremas de Venezuela: el eje occidental y el eje oriental. Dos ejes que suponían unirse entre si, a través del eje Orinoco-Apure, el cual desde la campaña electoral de 1998 fue exhibido como el “proyecto bandera” a desarrollar en la interiorana y despoblada franja  sureña de Venezuela. (figura 2)

Ante resultados que desde su misma formulación ya se vislumbraban como inviables o factibles en un horizonte muy lejano, ya en 2005 se comienza a hablar del impulso de un nuevo eje de desarrollo. Aparece el eje norte llanero de Venezuela que supone bordear por su flanco meridional a la estructura territorial del sistema urbano que se plantea revertir, pero rompiendo a su vez con los subsistemas urbanos existentes. No obstante la confrontación de las realidades que obligaron a torcer el rumbo de la planificación territorial del actual gobierno, con el sacudòn territorial, el presidente vuelve a poner en el tapete la yerma y ambientalmente frágil franja del eje Orinoco-Apure, presentando, inclusive ideas a evaluar como la creación de una gran ciudad petrolera socialista en las despobladas riberas de inundación del caudaloso río Orinoco.

Figura 2

Es sin duda una lucha contra corrientes. Se niega la apertura a los mercados y la globalización, necesaria y provechosa si se actúa de modo inteligente, aprovechando las bondades de las economías de aglomeración y escudándola en la fomento de las experiencias ganadas en cuanto a descentralización e integración sub-regional para atraer inversiones y multiplicar empleos productivos. Como en el pasado, se sobrestima el músculo financiero conferido por los extraordinarios ingresos petroleros para, de forma más atrevida y atropellada, reeditar concepciones como aquellas que orientaron el faraónico, capitalista de estado y bucólico plan de desarrollo de la Gran Venezuela del primer quinquenio del presidente Carlos Andrés Pérez (1974-1978).

En fin, es demostradamente infundado el andar rumbo a una estrategia de redefinir el ordenamiento territorial parte de premisas dudosas. Más que en el pasado, se sustentaría en una renta petrolera exaltada, en un omnímodo presidencialismo, en una “economía de puertos” extralimitada y, ahora, en la procura de un idealizado sistema federado de ciudades socialistas regido por un substituto poder comunal. Es, además, una oferta que daría la espalda a la estructura de la histórica trama territorial existente y tangencialmente esquivaría el actual sistema urbano-regional y los supuestamente inoperantes gobernadores, alcaldes, juntas parroquiales y hasta a las mismas dependencias desconcentradas del Ejecutivo Nacional. Más injustificado aún sería el experimento de asumir los ingentes costos implícitos en la idea de urbanizar los más remotos territorios del interior.

Es complicado visualizar la propuesta sin abandonar cualquiera de las tesis postuladas y probadas en el desarrollo territorial del mundo moderno. La búsqueda de soluciones en un mundo tan complejo como el que nos toca vivir, se ha transformado en nuevos paradigmas que exponen nuevos conceptos, como por ejemplo: acumulación de economías de aglomeración, desarrollo endógeno globalizado, tejidos socio-territoriales, territorios inteligentes y posibilidades de la globalización para la transformación del sistema de ciudades.

¿Será posible contrariar la historia y las tendencias mundiales?

El territorio…es el resultado de un largo proceso de construcción histórica, en que las distintas sociedades y tiempos han ido dejando su impronta. Sobre un soporte físico…las distintas sociedades crearon estructuras que posibilitaron…(su)…explotación
José Miguel Remolina Seivane s/f

En vez de rastrear las indelebles huellas que deja la historia, y en particular en el territorio, para trazar caminos, presenciamos un laboratorio que puede resultar muy peligroso. Un laboratorio que, a la vez que juega a la demolición de nuestras bases de la democracia, indefectiblemente, se torna cada día en un mayor reproductor de más y más miseria. Pareciera que se toman decisiones sin considerar una previa pesquisa que permita descubrir en nuestro centralizado e improductivo pasado, las causas de la trágica e inevitable incapacidad para encarar los ingentes problemas que nos aquejan. Por ejemplo, la ahora derogada Ley Orgánica para la Planificación y Gestión de la Ordenación del Territorio de 2002 incorpora el concepto de los Planes Regionales de Ordenación del Territorio por encima de los correspondientes a los Estadales y contrariando los regionales-estadales contenidos en la Ley Orgánica para la Ordenación del Territorio de 1983. Aparte de esta re-direccionalidad, vale subrayar que, después de la continuidad que se le venía dando y hasta muy recientemente, ahora se echa de lado la larga, rica y democráticamente participativa experiencia que respalda la internacionalmente novedosa  gran propuesta contenida en el Plan Nacional de Ordenación del Territorio, aprobado en 1997, y más aún en los Elaboración y Actualización de los Planes Estadales de Ordenación Territorial de los 23 estados. Indefiniciones como éstas y como las que refieren a cuáles y cuántos serán los ejes de desarrollo y las regiones, son vaivenes que insinúan una falta de rumbo.

Las tendencias mundiales nos reiteran como el adoptar premisas y modelos comprobadamente superados, inevitablemente, desemboca en controles inicuos y con resultados contrarios a los perseguidos. Más grave aún si la fórmula entremezcla políticas de mercado con sistemas de producción precapitalistas, que en vez de complementar al capitalismo procuran sustituirlo. Se aplican controles de precios y de “acaparamiento” que derivan en más y más inflación, destrucción de empresas y empleos, y desabastecimiento. El control de cambio se traduce en más y más aumento del precio de las divisas y fuga de capitales; el control político y burocrático de las instituciones del Estado, en más y más ineficiencia, corrupción, despilfarro, desempleo abierto y disfrazado; y el control territorial, en más y más derroche de energías y de recursos financieros en planes que mueren, inclusive, antes de nacer. En relación al último asunto, valdría la pena revisar el  cementerio de proyectos que se desviaron de la ruta marcada por la historia en el territorio. Sobran ejemplos. 1. Los abandonados parques industriales que durante los años setenta se extendieron por toda Venezuela y que el presidente Chávez se había propuesto rescatar. 2. La tan esplendorosa como onerosa Ciudad Sucre del precedente gobierno, una obra levantada y abandonada en el despoblado y fronterizo suroeste llanero. 3. Los tan numerosos como estériles proyectos del actual gobierno dirigidos a propiciar una ocupación equilibrada del territorio, en particular, mediante el desarrollo agrícola. Aquí vale mencionar aquellos bajo el modelo de desarrollo endógeno para la generación de empleos, una justa distribución de las riquezas, logrando la participación, solidaridad, organización y capacitación de los productores rurales, tales como los denominados “SARAOS”, “SARAITOS”, “Fundos Zamoranos” y “Zonas Especiales de Desarrollo Sustentable” 4. Las infructuosas inversiones ejecutadas por mucho tiempo en el lejano y desolado Eje Orinoco-Apure, como es el interrumpido y ahora denunciado parque industrial para el cultivo del camarón en el Estado Delta Amacuro. Aquí cabe una pregunta: ¿cuanta riqueza habremos dilapidado y cuánta dejamos de percibir a causa del empeño por construir una Venezuela territorialmente contrapuesta a la que histórica y silenciosamente hemos construido?

Ante tantas dudas y desconciertos, nos asaltan otras cuantas preguntas que provienen de opiniones y vocerìas oficialistas diversas y hasta contradictorias. 1. ¿Seremos testigos de la implementación del modelo revolucionario propuesto por el izquierdista y, a la vez, neo fascista argentino Norberto Ceresole?: líder militar devenido en caudillo o jefe nacional, separación de instituciones civiles intermedias eficaces, comunicación directa del caudillo militar y su pueblo; presencia de un grupo importante de incondicionales que pasan a ser el núcleo del partido cívico-militar, único e intermediario entre el caudillo y la masa; ausencia de ideologizaciones parasitarias preexistentes. 2. Cuando el Presidente propone la alineación en un partido único, nos machaca el carácter armado de la revolución y avanza en la creación de la guardia territorial, de la reserva nacional y de las zonas de defensa integral, ¿estará siguiendo aquella conseja del mismo Ceresole, en cuanto a avanzar en la liquidación de los partidos políticos y en una alianza clave con el estamento militar? 3. La noción de asociaciones, federaciones y confederaciones de consejos comunales, ¿tendrá semejanza con los “soviets”, que, partiendo del centralismo democrático leninista y estalinista, pasaron a ser los órganos de administración de la extinta Unión Soviética, así como el mayor fracaso de experimentación de la historia socioeconómica moderna?. 4. ¿Se tratará de poner en práctica aquello de “dividir para reinar” mediante unas regiones militarizadas al estilo de la impuesta por la dictadura del General Augusto Pinochet en Chile (1973-1990)? 5. ¿Podrán tener éxito unos vicepresidentes territoriales, en tanto que nuevas instancias de gobierno -y poder- entre las regiones y el Ejecutivo Nacional? 6. ¿Permitirán los respetivos ciudadanos, vecinos o “fuerzas vivas” la desaparición de sus estados y municipios, o su sujeción a otros entes territoriales? 7. A pesar del fracaso implícito en la movilización y retorno de los damnificados varguenses a sus terruños, eludiendo el empeño que puso el gobierno en garantizarles destinos en varias ciudades del interior del país, ¿será descabellado pensar que esté planteado equipar las supuestas ciudades socialistas intimando una éxodo de buhoneros y damnificados que empujados por la falta de oportunidades hormiguean en las grandes ciudades? 8. ¿Será ridículo imaginar que alguien se pasee por la idea de emular el radical experimento de colectivización integral ejecutado a finales de los setenta en Camboya por el Khmer-Rouge y Pol Pot, el marxista revolucionario que terminó exterminando a casi 2 millones de compatriotas que se negaron a salir de las ciudades para el campo?

El sacudòn territorial es anti-democrático y pende de una renta petrolera con tendencia deficitaria y generadora de más y más miseria.

“La fortaleza de una nación radica en su identidad”
Simón Bolívar

Definitivamente confiamos en la enseñanza histórica que nos señala cuan imbricada está la noción de democracia en el venezolano. En paralelo a sus gentilicios, se ha imbricado en el inconsciente colectivo desde la presidencia del federalista Juan Crisóstomo Falcón (1863 y 1868) para remontar unas reservas acumuladas tan vastas que, finalmente, supimos y pudimos escoger el camino de la descentralización. Entendimos su importancia a los fines de fortalecer la libertad de pensamiento, la creatividad, la participación y el progreso, en tanto impide el ejercicio autoritario del poder y que las regiones y localidades dependan del poder central. Para el venezolano del siglo XXI, democracia es libertad de propiedad, trabajo, empresa, comercio e industria. También es adosar el poder al habitante en su estado, en su municipio, en su parroquia, en su comunidad. Por otro lado, mientras se distraen a los consejos comunales con proyectos menudos y se evidencian indeseables enfrentamientos, se están creando plataformas de encuentro.

De allí, dos razones que insinúan el destino dudoso del sacudón territorial, aún si se intentara como una gesta con propensión totalitarista y preñada de ideología y de voluntarismo, como abiertamente lo plantea la propuesta de reforma de la Ley de Educación. Sin contabilizar la fuerza que han de tener las posibles cohesiones socio-territoriales existentes en ámbitos comunitarios, parroquiales o municipales, y sin tomar en cuenta el plausible poder ganado por las gobernaciones y los municipios a raíz de la descentralización, el sacudòn territorial atenta contra los principios democratizadores e intereses justicieros inherentes a los zulianos, a los monaguenses, a los neoespartanos, a los guariqueños, a los tachirenses o a cualquier compatriota de Venezuela identificado con su entidad federal. El sacudòn territorial tiene que ser inviable porque es una gesta cuyo éxito pende de una renta petrolera que, como en el pasado, se despilfarra y se usa indebidamente, para volver a tornarse deficitaria y en generadora de más y más miseria. Compartimos el comentario de Javier Biardeau: “Aún existe una identificación entre Estado y aspiraciones populares, pero son visibles los síntomas de distanciamiento entre las políticas públicas y las demandas y aspiraciones cada vez más complejas y politizadas de las clases populares y los sectores medios[8].

Notas

[1] Venezuela, Ministerio de Comunicación e Información, 2007

[2] Venezuela. Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, marzo de 2000

[3] Méndez, 2007

[6] Explíkme, 2007

[7] BLANCO. (2002)

[8] Biardeau. Idem.

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Ficha bibliográfica

ESTABA, R. El sacudón territorial en Venezuela. Biblio 3W Revista Bibliográfica de Geografía y Ciencias Sociales, Universidad de Barcelona, Vol.XII, nº 716, 10  de abril de 2007. [http://www.ub.es/geocrit/b3w-716.htm]. [ISSN 1138-9796].