Biblio 3W
REVISTA BIBLIOGRÁFICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES
(Serie documental de Geo Crítica)
Universidad de Barcelona 
ISSN: 1138-9796. 
Depósito Legal: B. 21.742-98
Vol. XII, nº 733, 5 de julio de 2007

URTEAGA, Luis. Vigilia colonial. Cartógrafos militares españoles en Marruecos (1882-1912). Barcelona: Edicions Bellaterra, 2006. 262 p.
[ISBN: 84-7290-339-7]

José Luis Villanova
Càtedra de Geografia i Pensament Territorial
Universidad de Girona


Palabras clave: cartografía histórica, colonialismo español, Marruecos.

Key words: historical cartography, Spanish colonialism, Morocco.


Fuera de nuestro país, los trabajos sobre las relaciones establecidas entre el colonialismo y la geografía, han experimentado un auge considerable en las últimas décadas; hasta tal punto que este florecimiento ha ido configurando un área estable de investigación especializada en el interior de la geografía.[1]

En el extranjero, durante la segunda mitad de la década de 1970 empezaron a analizarse de forma crítica las relaciones entre el colonialismo y la geografía.[2] Sin embargo, en España, no es hasta diez años más tarde cuando aparecen los primeros trabajos centrados específicamente en este tema,[3] y habrá que esperar a la década siguiente para que diversos geógrafos se ocupen regularmente del asunto. La mayor parte de estos trabajos, que tienen continuidad a partir del año 2000 y que se centran especialmente en el análisis de las relaciones entre la geografía y el colonialismo español en el Noroeste de África -fundamentalmente en Marruecos-, se pueden agrupar en cinco grandes bloques: el papel de la geografía y de las sociedades geográficas en el impulso del colonialismo español, la producción geográfica y cartográfica sobre los territorios coloniales, la planificación y la intervención territorial, la literatura de viajes y las relaciones entre orientalismo, colonialismo y género.[4]

Vigilia colonial se encuadra en el segundo de estos bloques. Como señala Horacio Capel, en su “Prólogo”, la génesis de la obra se encuentra en el programa de investigación, desarrollado desde 1990 por el propio Luis Urteaga, junto a Francesc Nadal –ambos de la Universidad de Barcelona- y José Ignacio Muro –de la Universidad Rovira i Virgili-, sobre la historia de la cartografía española contemporánea, pero que también abarca cuestiones referidas a la historia de la geografía, la historia de la ciencia y la historia social y política, y que ha dado lugar a resultados muy interesantes. Un programa que, por otra parte, “constituye todo un hito, ya que supone la incorporación explícita del estudio de la cartografía a la historia de los proyectos políticos y de la ocupación del territorio”, y en el que entre sus líneas de estudio se encuentra la historia de la cartografía militar contemporánea; “una parcela esencial de la ciencia española, con implicaciones para los objetivos y las decisiones políticas” (p. 9). La trayectoria y los trabajos de este equipo ya han sido analizados por Capel en 2005,[5] pero la actividad investigadora del equipo continúa a buen ritmo, como ponen de manifiesto el artículo “La documentación cartográfica de la contribución de inmuebles, cultivo y ganadería: el caso de la provincia de Barcelona (1845-1895)” y el volumen El territori dels geòmetres. Cartografia parcel.lària dels municipis de la província de Barcelona (1845-1895) –firmados por los tres componentes del equipo-;[6] los artículos “El atlas parcelario de Llívia (Cataluña) de 1849”, de Francesc Nadal, y “El mapa del norte de Marruecos a escala 1:500.000 y la Conferencia de Algeciras de 1906”, de Luis Urteaga –en el que su autor desarrolla uno de los temas que se abordan en el capítulo 8 de Vigilia colonial-,[7] o la exposición 1936-1939. Els mapes en la guerra civil espanyola, en el Institut Cartogràfic de Catalunya, del 24 de enero al 30 de marzo de 2007; la primera de estas características en España y en la que se mostraron, por primera vez, mapas, croquis y fotografías aéreas elaborados por los dos bandos. Carmen Montaner, del Institut Cartogràfic de Catalunya, Francesc Nadal y Luis Urteaga fueron los comisarios de la misma.[8]

Vigilia colonial analiza la actividad cartográfica de la Comisión de Estado Mayor en Marruecos en el periodo comprendido entre 1882 –año en que son nombrados los primeros miembros de la Comisión y víspera de la Conferencia de Berlín (1884-1885), en la que se fijaron las normas del reparto de África entre catorce estados europeos- y 1912, año en que se establecieron las fronteras del Protectorado español en Marruecos.

El establecimiento de los protectorados francés y español en Marruecos supuso la culminación del acoso que el imperialismo europeo había sometido al Imperio jerifiano y que se enmarcaba en el proceso de reparto de África entre las potencias europeas.  La declaración de los protectorados estuvo precedida de un largo periodo de penetración comercial, cultural y política en el que comerciantes, misioneros, diplomáticos, naturalistas, militares, etc. elaboraron un corpus de conocimiento geográfico sobre Marruecos que legitimó la acción imperial y que, posteriormente, sirvió de soporte a la práctica colonial. El volumen analiza la actividad desarrollada en Marruecos por unos de esos agentes del imperialismo, los cartógrafos militares de la Comisión de Marruecos.

La obra se estructura en nueve capítulos ordenados cronológicamente. En el primero, se analizan la organización de la Comisión de Estado Mayor en Marruecos –en la que influyeron el desconocimiento geográfico del país, como quedó puesto de manifiesto durante la guerra de Tetuán (1859-1860) y, seguramente, la ocupación francesa de Túnez (1881), que provocó cierta preocupación en el Gobierno español-, se identifican sus dos primeros componentes –el teniente coronel Ramón Jáudenes y el capitán Eduardo Álvarez Ardanuy, quien sería el hilo conductor de la Comisión hasta su jubilación en 1909-, y se expone la vaga agenda de trabajo que se les asignó: reunir los datos necesarios para formar un “Mapa militar del Imperio marroquí” –del que no se precisaba su escala-, redactar una memoria política-militar del país –que debía incluir una descripción con la organización civil y militar del Imperio, sus recursos, la división político-administrativa y un análisis del “estado de opinión respecto a España” y de la influencia otras naciones en el gobierno marroquí-, formar itinerarios topográficos de las principales vías de comunicación a escala 1:20.000 y recoger datos precisos para formar planos o croquis de las poblaciones más importantes y de las posiciones militares. Asimismo, se describen los primeros croquis urbanos que realizaron en 1882 (Marraquech, Mazagán y Mogador) y se expone la dependencia funcional de la Comisión. Ésta dependía jerárquicamente del Depósito de la Guerra, pero debía pedir autorización a la legación diplomática de España en Tánger antes de iniciar los viajes o los trabajos de campo. Esta doble dependencia provocaría no pocos roces y malentendidos, consecuencia de las diferentes percepciones y objetivos sobre la política española respecto a Marruecos que existían en los ministerios de la Guerra y de Estado.[9]

En el segundo, se analiza el desfase existente entre las expectativas del Depósito de la Guerra y la compleja realidad del trabajo de campo, y se describen la técnica de levantamiento elegida en cada caso, los instrumentos utilizados, las difíciles condiciones en que trabajaban los miembros de la Comisión y los resultados de las actividades desarrolladas entre 1882 y 1884 en el triángulo Tánger-Ceuta-Tetuán y en la región del Garb, entre Tánger y el río Sebú. El viaje por esta región también fue aprovechado por los miembros de la Comisión para elaborar croquis urbanos de Arcila, Larache y Alcazarquivir a escala 1:5.000; escala que sería la más utilizada por la Comisión en este tipo de trabajos.

El capítulo tercero puede considerarse un paréntesis en la exposición de los trabajos de la Comisión, pues se centra en analizar las reclamaciones españolas y los intentos de demarcación de Santa Cruz de Mar Pequeña y la proclamación de los derechos de España sobre el litoral sahariano, así como la función política que estos asuntos desempeñaban en las relaciones con Marruecos y en la pugna del imperialismo europeo sobre África. Como señala Urteaga, estos dos actos de afirmación imperial constituyen un contrapunto de la discreta labor de los cartógrafos militares, y su examen resulta extraordinariamente acertado para poder enmarcar los trabajos de la Comisión en la ofensiva imperialista europea, que influyó decisivamente en la formación del lobby africanista español. Por otra parte, también es necesario añadir que, en 1883, Jáudenes fue designado para formar parte de la comisión que debía reconocer la costa de la región del Sus e investigar el posible emplazamiento de Santa Cruz de Mar Pequeña; viaje que aprovechó para elaborar cuatro croquis y un mapa de la faja costera comprendida entre el cabo Guer y cabo Juby.

Los capítulos cuarto y quinto examinan los trabajos cartográficos realizados entre 1884 y 1893 en el triángulo Tánger-Larache-Alcazarquivir, Ceuta y parte de la cabila de Anyera, y la región del Garb; los planos urbanos realizados en aquellos años (Tánger, Mehdia, Rabat, Salé Tetuán, Fez, Mequínez y Marrakech) –a los que se dedica una especial atención-; y la reorganización y el reforzamiento de la Comisión de Marruecos, que llegó a contar con un núcleo estable de media docena de componentes, cuando se intensificaba la carrera colonial después de la Conferencia de Berlín.

En los dos capítulos siguientes, junto a la descripción de los trabajos de reconocimiento del río Sebú (1891), los intentos de cartografiar el territorio yeblí entre Alcazarseguer y Xauen (1891-1893) –intentos infructuosos por las negativas de las autoridades marroquíes a permitir el desplazamiento y la escasa colaboración de la Legación española en Tánger, que alegaba la situación conflictiva de la región-, y los trabajos de reconocimiento de puertos meridionales de Marruecos (Casablanca, Mazagán y Mogador) (1895-1896), también se analiza el cambio de planes del Depósito de la Guerra a consecuencia de la crisis de Melilla en 1893 y sus primeros resultados cartográficos. A raíz de esta crisis, el Depósito de la Guerra encomendó a la Comisión un plan de operaciones para la ocupación de una zona del noroeste de Marruecos, probablemente porque consideraba más favorable para las operaciones militares este terreno que el del Rif oriental. Hasta el momento, la Comisión había elaborado mapas a escala 1:100.000 con la intención de formar el  “Mapa militar del Imperio marroquí”; pero dichos croquis, al carecer de representación orográfica, “no permitían planificar operaciones ofensivas” (p. 156). Por ello, los miembros de la Comisión decidieron formar un mapa del Imperio a escala 1:50.000, con representación del relieve por curvas de nivel equidistantes veinte metros. Como comenta Horacio Capel en el “Prólogo”, llama la atención el desmesurado proyecto de iniciar el levantamiento del mapa topográfico de Marruecos a escala 1:50.000 –aunque se limitase a una parte del Imperio-, sin estar acabado el correspondiente mapa de España –cuyos trabajos se habían iniciado en 1853, pero no finalizaron hasta 1968- y debiendo realizarse los trabajos de campo en muy difíciles condiciones y con muy escasos medios técnicos. Además, una obra como ésta “no tenía precedentes entre las ejecutadas por el Estado Mayor” (p. 156).

En el octavo capítulo, Urteaga presenta la actividad desarrollada por la Comisión entre 1898 y 1909. La “Crisis del 98”, iniciada con las insurrecciones de Cuba y Filipinas en 1895 y 1896, provocó el debilitamiento de España en el terreno internacional y, a partir de entonces, debió ir a remolque de las potencias europeas; Francia y Gran Bretaña, especialmente. Estos hechos desbarataron la estrategia seguida hasta la fecha y provocaron la reducción del número de miembros de la Comisión, que continuaría trabajando regularmente pero de forma más ralentizada. A raíz de la declaración franco-británica de 1904, la Comisión recibió el encargo de formar un mapa del norte de Marruecos a escala 1:500.000, que debía servir como documento de apoyo en las negociaciones de España con Francia respecto al futuro del Imperio y como resumen de los trabajos efectuados hasta el momento, mostrando todo lo que faltaba por hacer. Tras el convenio hispano-francés del mismo año, que concretaba las aspiraciones de España en Marruecos que Francia aceptaba, el mapa fue publicado; hecho que supuso “el primer reconocimiento público de las actividades desarrolladas en Marruecos por la Comisión […], que hasta entonces se habían mantenido en secreto” (p. 195). Posteriormente, entre 1906 y 1908, la Comisión centró la mayor parte de sus trabajos en la actualización y la elaboración de planimetría urbana –a una escala más detallada, 1:2.000- de las ciudades en las que se organizaría la fuerza de policía acordada en la Conferencia de Algeciras.

El capítulo noveno pone de manifiesto las limitaciones del esfuerzo de información realizado hasta 1909, pues faltaban los mapas de la región oriental del Rif; los más necesarios, como pondría de manifiesto el conflicto armado de aquel año. En 1905, el capitán Cándido Lobera, ya había advertido que, tras “cinco siglos” de presencia en el norte de Marruecos, “de las kábilas de Guelaya fronterizas a Melilla, como de las demás del Rif, tenemos muy escasos datos […] nada conocemos con exactitud más allá de los límites” de Melilla.[10] El desastre del Barranco del Lobo provocó el traslado de los miembros de la Comisión a Melilla, donde fueron colocados a las órdenes del jefe del Ejército de Operaciones para realizar un croquis de aquellos territorios; trabajo de debieron realizar en pleno conflicto y sin conocer el terreno. La cartografía de reconocimiento daba paso a la cartografía de campaña. Allí coincidirían con una sección del Servicio del Servicio de Aerostación Militar y una compañía de la Brigada Topográfica de Ingenieros, que habían sido destinadas a Melilla y de las que también se describen sus trabajos. En octubre de 1909, la Comisión fue reorganizada y recibió el nombre de Comisión Topográfica de Marruecos (sección de Melilla); el año siguiente se constituiría la sección de Ceuta. Finalizado el conflicto, la Comisión realizó un plano general de los territorios ocupados en el Rif, el primer mapa preciso del Rif Oriental. Para llevar a cabo dicha tarea, vio ampliada su composición con nuevos miembros. Por último, durante la campaña del Kert (1911-1912), formaron diversos documentos cartográficos del teatro de operaciones y dos planos de Melilla. El convenio hispano-francés 27-11-192 puso fin a la “vigilia colonial” al establecer el Protectorado y abría una nueva etapa de los trabajos cartográficos de España en Marruecos. El capítulo concluye con un resumen de la trayectoria posterior de los cartógrafos militares que habían formado parte de la Comisión en diferentes periodos. Muchos de ellos continuaron en Marruecos, realizando tareas similares en las nuevas Comisión de Límites de Marruecos y Comisión Geográfica de Marruecos o destinados en la Alta Comisaría o en las oficinas de Asuntos Indígenas.

Respecto al aparato gráfico -absolutamente imprescindible en este tipo de trabajos-, el libro contiene 45 muy interesantes reproducciones a color de los trabajos efectuados por la Comisión de Marruecos (mapas completos, croquis de ciudades, itinerarios o detalles u hojas de los mismos, y una panorámica de Tánger), acompañadas del título original de cada documento, escala, autores, fecha y algunas breves explicaciones técnicas. También se ofrecen otras tres reproducciones de trabajos cartográficos de la época que, aunque no fueron elaborados por la Comisión, sirven de referencia a algunos aspectos comentados en el texto. Junto a estos documentos históricos, también se presentan tres mapas elaborados por el autor, y diseñados gráficamente por José Ignacio Muro, en los que se recogen el área cartografiada entre 1882 y 1890 para la elaboración del mapa de Marruecos a escala 1:100.000, la zona de protectorado sobre las costas del Sahara proclamada por el Gobierno español en 1884, y el área comprendida por los trabajos del Croquis de Marruecos a escala 1:50.000.

En los apartados referidos a informaciones de carácter documental y bibliográfico se incluyen unas “Fuentes archivísticas” con detallada descripción para la localización de los documentos citados en los diferentes archivos consultados -el Archivo General Militar de Segovia y el Centro Geográfico del Ejército, especialmente-, una completa bibliografía, y dos listados de “Documentación cartográfica” con una detallada descripción técnica de la “Cartografía manuscrita” elaborada por la Comisión de Marruecos y de “Cartografía impresa” que se publicó a partir de aquellos trabajos. Ambas listas contienen las referencias archivísticas necesarias para su localización en el Centro Geográfico del Ejército y en el Arxiu de la Cambra Comerç, Indústria i Navegació de Barcelona. La obra se completa con un anexo con las instrucciones dictadas a los oficiales comisionados para “el estudio militar del Imperio de Marruecos” en 1882 –único documento escrito que reguló las actividades de la Comisión durante 25 años y que recoge los objetivos de la misma, el procedimiento de trabajo y su dependencia funcional- y un muy útil “Índice onomástico”.

En resumen, Vigilia colonial examina los mapas formados sobre el terreno por los miembros de la Comisión de Marruecos, los informes reservados de los cartógrafos a Madrid –qué se pretendía hacer y qué se hizo- y la biografía de sus autores. Pero también aborda el trabajo cotidiano –las técnicas y los instrumentos utilizados, las dificultades- y el examen de las vicisitudes geopolíticas en las que se movía la acción exterior española durante aquellas tres décadas, en el marco de la evolución del imperialismo europeo. Si bien el énfasis del trabajo se centra en los mapas –en gran parte inéditos fuera de los ambientes militares y que pueden ser considerados “los primeros documentos geográficos precisos sobre el territorio marroquí” (p. 22)-, Vigilia colonial no sólo constituye “una aportación de gran trascendencia en el campo de la historia de la geografía y la cartografía”, sino también en los ámbitos “de la historia de la ciencia en general y de la historia política española”, como señala Horacio Capel en el “Prólogo” (p. 11). Y en esta variedad temática, que permite diferentes lecturas, radica otra de las virtudes de esta obra.

Vigilia colonial constituye un riguroso trabajo al que pocas objeciones pueden plantearse; especialmente respecto a los temas centrales que analiza. Únicamente puede ponerse algún reparo a alguna ausencia en cuestiones accesorias. Por ejemplo, hubiese sido deseable incluir alguna pequeña información biográfica de Felipe Ovilo, médico militar asignado a la Comisión de Marruecos en 1892,[11] como se hace con Cesáreo Fernández Duro o Emilio Bonelli Hernando -quienes no fueron miembros de la Comisión-, o alguna referencia bibliográfica relacionada, directa o indirectamente, con el objeto de la obra.[12] Asimismo, pueden matizarse –o complementarse- algunos comentarios sobre el papel de las sociedades geográficas españolas en los asuntos coloniales africanos.

Sobre este asunto, Urteaga muestra cómo los miembros de la Comisión de Marruecos desempeñaron diversas funciones más allá de las estrictamente cartográficas (participación en misiones diplomáticas ante el sultán, información sobre el estado de las fuerzas de la mehala imperial, ofrecimiento de consejos al Estado Mayor y al Gobierno sobre la política a seguir en relación a Ifni, participación como asesores en la Conferencia de Algeciras, trazado de planes de operaciones para una posible ocupación del norte del Imperio) y destaca su contribución en el acceso al conocimiento geográfico del Marruecos pre-colonial y en la formulación de la política colonial. En este sentido, aprovecha la ocasión para proponer una revisión del importante papel que se ha concedido a las sociedades geográficas españolas en estos asuntos pues, si bien “actuaron como caja de resonancia de los debates sobre imperio y colonia, y contribuyeron a difundir un determinado discurso colonial. Es más dudosa, no obstante, su relevancia en asuntos decisivos, como la formulación de la política colonial o la elaboración del conocimiento geográfico sobre los espacios coloniales” (p. 237). Para reforzar esta idea añade que ninguno de los miembros de la Comisión “puso los pies en la Sociedad Geográfica de Madrid, ni la corporación tuvo puntual noticia de sus actividades” (p. 237). Probablemente ninguno de los componentes de la Comisión visitara la sede de la Sociedad Geográfica o fuera miembro de la misma, pero no podemos olvidar que, por ejemplo, Ángel Álvarez de Araujo, jefe del Depósito de la Guerra, y Luis de Castro y Díaz, jefe del Depósito Topográfico de Ingenieros Militares, fueron vocales de su primera Junta directiva.[13] Tampoco podemos olvidar que las actividades de la Comisión se realizaron secretamente hasta 1905 –cuando se publicó, por primera vez, un mapa del norte de Marruecos que tenía como base el dibujado el año anterior por la Comisión-, por lo que no debe sorprender excesivamente que la Sociedad Geográfica no se hiciera eco de ellas.

 Bien es cierto que la Sociedad Geográfica apenas realizó aportaciones materiales concretas respecto al conocimiento geográfico del Marruecos pre-colonial –sus escasos recursos económicos le impidieron, por ejemplo, llevar a cabo expediciones geográficas-[14] y apenas influyó en la formulación de la política colonial española pues, en realidad, sólo “constituyó uno de los más importantes grupos de presión colonialista” –de propaganda colonial, que no de acción colonial-, y los resultados de esta política en Marruecos fueron escasos, “debido a la coyuntura internacional y a la situación interna del país [España]”.[15] Sin embargo, tampoco puede pasarse por alto que los Ministerios de Estado y de Ultramar se suscribieron al Boletín de la Sociedad Geográfica de Madrid a partir de 1887 por la cantidad de 2.500 y 2000 pesetas anuales, respectivamente[16] –medidas que suponían un reconocimiento y un apoyo a las actividades de la Sociedad-, o que la opinión de la Sociedad fue solicitada por varias dependencias oficiales en diversas ocasiones. Por ejemplo, tras la Conferencia de Algeciras, el Ministerio de Fomento le remitió el “Cuestionario sobre posible desarrollo de nuestro comercio con Marruecos” para que realizara un informe.[17] Este ministerio también le encomendó otro informe acerca de las medidas para impulsar las comunicaciones marítimas entre Marruecos y España y la Dirección General de Obras Públicas otro sobre las posibles actuaciones a realizar en Ceuta, Melilla y Marruecos.[18]

Pero estas matizaciones, a un tema secundario en el conjunto de la obra, no empañan el valor de este excelente trabajo, que junto al artículo “El mapa topográfico del Protectorado en su contexto político e institucional (1923-1940)” -realizado por Luis Urteaga, Francesc Nadal y José Ignacio Muro-,[19] constituye una aportación de extraordinario valor sobre la cartografía colonial española en Marruecos. Sería deseable que estas investigaciones tuvieran continuidad con otras referidas a otros trabajos llevados a cabo por diferentes dependencias oficiales durante el Protectorado (la Comisión mixta hispano-francesa encargada de establecer la delimitación exacta de las dos zonas de protectorado,[20] el Servicio de Intervenciones, etc.), con objeto de ir completando la historia de aquella cartografía colonial.

Notas

[1] Véanse BELL, BUTLIN y HEFFERNAN, 1995; NOGUÉ FONT et alii., 1996; TURCO, 1996.

[2] Véanse, por ejemplo, HUDSON, 1977, p. 12-19 o NACIRI, 1979.

[3] Véanse LLORENTE PINTO, 1987 y 1988.

[4] Una amplia selección de los mismos se encuentra citada en VILLANOVA, 2004a.

[5] Véase CAPEL, 2005.

[6]Véase NADAL, URTEAGA y MURO, 2005 y 2006. El volumen ha sido reseñado por Joan Capdevila en esta misma publicación. Véase CAPDEVILA i SUBIRANA, 2006.

[7] Véanse NADAL, 2006 y URTEAGA, 2006. Ambos textos son aportaciones presentadas en el VIII Coloquio Internacional de Geocrítica (Ciudad de México, 22 a 26 de mayo de 2006).

[8] Con motivo de la exposición se editó un interesante catálogo de la misma, que contiene capítulos de los tres comisarios y de Felipe Fernández, de la Universidad de Oviedo. Véase MUNS i CABOT, 2007.

[9] Entre 1912 y 1924, la dirección de la política colonial española en Marruecos también fue compartida por los Ministerios de la Guerra y de Estado. Esta doble adscripción también generó numerosos problemas. A partir de 1924, la Presidencia del Consejo de Ministros asumió la dirección de la política en el Protectorado. Véase VILLANOVA, 2004b.

[10] LOBERA GIRELA, 1905, p. 32.

[11]Felipe Ovilo Canales fue médico militar de la Legación de España en Tánger y miembro del Consejo Sanitario de Marruecos, organizó y dirigió la Escuela de Medicina y el Dispensario de Tánger, acompañó a las embajadas de José Diosdado a Rabat (1887) y del general Martínez Campos a Marrakech (1894) y colaboró activamente para incrementar la influencia española en Marruecos durante el periodo pre-colonial. Véanse, por ejemplo, LÓPEZ GARCÍA y RAMÍREZ, 2002 y MARTÍNEZ ANTONIO, 2005.

[12] Véanse, por ejemplo, VILAR, 1994; BRAVO NIETO, 1996; VILAR, 2002; y VILAR RAMÍREZ y VILAR, 2002.

[13] RODRÍGUEZ ESTEBAN, 1996, p. 143.

[14] RODRÍGUEZ ESTEBAN, 1996, p.182-183.

[15] VILLANOVA, 1999, p. 184. Hace años, Horacio Capel ya la había considerado el “alma” de las campañas pro-colonialistas. CAPEL, 1981, p. 193.

[16] RODRÍGUEZ ESTEBAN, 1996, p. 180.

[17] REAL SOCIEDAD GEOGRÁFICA, 1905-1906a. El informe fue insertado a la cabeza de la Memoria que Manuel García Prieto, ministro de Fomento, presentó al Consejo de Ministros sobre estas cuestiones, el 20 de septiembre de 1906. Véase VERA, 1907.

[18] REAL SOCIEDAD GEOGRÁFICA, 1905-1906b y 1905-1906c.

[19] NADAL, URTEAGA y MURO, 2000. 

[20] Los problemas de la delimitación fronteriza nunca acabaron de solucionarse. A modo de ejemplo, puede señalarse que, en 1952, todavía existían discusiones respecto a algunas áreas de la cabila de Beni Buiahi. Véase Archivo General de la Administración del Estado, Caja M-2.660.

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Ficha bibliográfica

VILLANOVA, J. L. Urteaga, Luis. Vigilia colonial. Cartógrafos militares españoles en Marruecos (1882-1912). Biblio 3W Revista Bibliográfica de Geografía y Ciencias Sociales, Universidad de Barcelona, Vol.XII, nº 733, 5 de julio de 2007. [http://www.ub.es/geocrit/b3w-733.htm]. [ISSN 1138-9796].


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