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Biblio 3W
REVISTA BIBLIOGRÁFICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES
(Serie documental de Geo Crítica)
Universidad de Barcelona
ISSN: 1138-9796.
Depósito Legal: B. 21.742-98
Vol. XII, nº 759, 10 de noviembre de 2007

LÓPEZ GÓMEZ, Antonio y MANSO PORTO, Carmen, Cartografía del siglo XVIII. Tomás López en la Real Academia de la Historia. Madrid: Real Academia de la Historia, 2006, 586 p. [ISBN 84-95983-79-6]

 

Antonio T. Reguera Rodríguez

Departamento de Geografía

Universidad de León (España)


 

Palabras clave: Academia de la Historia, cartografía, geografía, Tomás López.

 

Key words: Academy of   History, cartography, geography, Tomás López.

 


 

Un interés permanente por la obra de Tomás López

 

Durante casi un siglo se editaron los mapas de Tomás López. Hoy conocemos la razón fundamental de esta continuidad; pero es algo más complejo de explicar el interés que sigue suscitando su obra después del estudio pionero publicado por Gabriel Marcel en 1907. Sin duda se trata de una obra inmensa, continuada durante algunas décadas por sus hijos y herederos; y sobre todo de una obra fácilmente dispersable, que requiere continuados esfuerzos de búsqueda y catalogación. En su momento el mapa suelto debió ser de una gran utilidad social, pero para el estudioso de la cartografía tiene un interés añadido que el Atlas sea la unidad de estudio básica. Además de por la cantidad de mapas  elaborados, el trabajo de T. López habría sido valorado, a través de las ediciones y hoy reconocido por medio de los estudios, por razones cualitativas. Los mapas de T. López representan la imagen de un país que vive los prolegómenos de la crisis terminal del imperio, retratando su historia; y respecto a la metrópoli, no es difícil intuir una geografía de España hecha a base de la sutura de sus reinos y provincias. Hay algo de papel identitario en los mapas de T. López que precede al conocimiento científico que del mismo territorio impulsó el Mapa Topográfico Nacional.

 

De los títulos que exhibe T. López en la firma de sus obras, algunos aluden a su reconocimiento social por vía institucional, como el de “académico”, pero la mención a su condición de “pensionista”, mientras duró su periodo formativo en París, y a la de “geógrafo de los dominios de Su Majestad”, a partir de 1770, reflejan cuando menos un protocolo de adhesión de su trabajo al ideario de una cartografía oficial. Su obra es hija de las limitaciones científicas de una Ilustración, la española, más proclamada que asumida, y referencia, no sin notables advertencias críticas, en periodos de guerras de liberación y de independencia. Aún los constitucionalistas y liberales remitían a los mapas de López cuando debatían si en el fraccionamiento operativo de la España nacional debían primar los criterios históricos o los geográficos. Al final, la división provincial fue una síntesis de ambos, garantía, tal vez, de su perdurabilidad y de la del Estado nación que se construía.

 

El conocimiento que hoy tenemos de la obra de Tomás López se puede clasificar en cuatro apartados. Existen innumerables referencias concretas a su obra propiciadas sobre todo por la utilización ocasional de sus mapas por especialistas y aficionados de muchas disciplinas. En publicaciones relacionadas con el entorno histórico y científico de la época en que vivió se han dedicado capítulos al estudio de su obra, dando a conocer lo fundamental de la misma (Capel, 1982). Las mismas unidades territoriales básicas, reinos, provincias, partidos, que le sirvieron a T. López para organizar el trabajo documental y el levantamiento cartográfico han determinado en décadas recientes el ámbito parcial del estudio y la edición de su obra (Blázquez Garbajosa, 1984, Segura Graíño, ed., 1985, Barrientos Alfageme, 1991 y García González, 1998). Finalmente debemos hacer mención de los estudios monográficos guiados por el objetivo de la comprensión global del autor y de su obra con el apoyo  de amplios fondos documentales. Gabriel Marcel fue el pionero con su trabajo El geógrafo Tomás López y sus obras. Ensayo de biografía y de cartografía, publicado en la Revue Hispanique en 1907 y en castellano un año después (Marcel, 1908). En fechas más recientes aparecerían los trabajos de Felicidad Patier (1992), Carmen Líter (2002) y Agustín Hernando (2005). Debemos incluir también en este grupo las conferencias publicadas en 2004 bajo el título II Centenario de Tomás López. Geógrafo de S. M. Carlos II (1808-2002).

 

La última gran aportación al tema la han realizado Carmen Manso Porto y Antonio López Gómez con la obra que ahora reseñamos, Cartografía del siglo XVIII. Tomás López en la Real Academia de la Historia. Ambos autores se habían ocupado de algunos aspectos concretos de la obra de T. López, como sus métodos de trabajo, inventarios y mapas de algunas regiones o provincias, teniendo por tanto una disposición favorable para reunir los materiales y estudios que componen esta gran obra. Una obra que será de referencia obligada en el futuro en la historia de la cartografía española. Y no limita el significado de la misma la pertenencia de los fondos ordenados a una única institución, la Academia de la Historia, a la que perteneció y para la que trabajó Tomás López; al contrario, nos descubre el desarrollo con detalles de un capítulo importante en el devenir de la Geografía, sobre el que más adelante haremos algunos comentarios.

 

La obra es amplia, con sus contenidos bien organizados y delimitados en grandes bloques o partes cuya autoría se hace explícita, permitiendo así precisar el alcance y la responsabilidad de cada contribución. Esto es importante y no siempre se cumple en publicaciones de autoría compartida.

 

 

El contenido de la obra

 

De las 586 páginas que tiene el libro, aproximadamente la mitad corresponden a un Catálogo, elaborado por Carmen Manso, de los mapas y planos que custodia la Academia, firmados por Tomás López y por sus hijos. En la mayoría de los casos los mapas fueron elaborados por los López, y en ocasiones su trabajo fue sólo de revisión, de grabado o de impresión de mapas de otros autores. En un grupo de mapas, que merece observaciones especiales por su novedad documental, fueron otros autores los que produjeron algo nuevo a partir de la base cartográfica de Tomás López.

 

El Catálogo incluye 365 entradas y registra desde ejemplares de los primeros mapas elaborados por T. López cuando aún era “pensionista” en París, hasta algunas copias de los mismos realizadas hacia 1900. Solamente la presentación de este material sería suficiente para suscitar el interés de geógrafos e historiadores; pero la Academia no se había limitado a fomentar la curiosidad por los mapas dando lugar a la formación de un Archivo cartográfico. Tenía estrategias científicas y planes de trabajo que condujeron a la creación de una Sección geográfica dentro de la misma y a la ordenación de los materiales con ella relacionada, entre los que se incluían los mapas. Se formaron así los denominados Atlas facticios con los ejemplares que por donación o compra llegaban a la Academia. Tomás López, desde su ingreso en la misma en 1776, propuesto por Pedro Rodríguez Campomanes, hasta su muerte en 1802, no sólo fue el principal donante de mapas a la institución, sino que también colaboró activamente en la composición de los citados Atlas.

 

Antonio López Gómez, autor de la Primera Parte del libro, titulada “Los Atlas de Tomás López en la Real Academia de la Historia”, diferencia y estudia seis ejemplares de Atlas facticios que reunían encuadernados grupos de mapas según temáticas. Explica que este trabajo interno realizado por la Academia de la Historia, al igual que hicieron otras instituciones también familiarizadas con la recepción y custodia de mapas, se debía en parte a que Tomás López no llegó a ver cumplido en vida su objetivo de editar un Atlas completo con sus mapas, tan ocupado como estuvo en la publicación y venta de ejemplares sueltos. De los seis, tres llevan por título “Atlas de España”, dos formados con mapas de Tomás López y un tercero que incluye la anotación “Mapas y planos de varios autores”. El cuarto se identifica como “Atlas de las Órdenes Militares” e incluye quince mapas realizados por López por encargo del Real Consejo de las Órdenes. Con el título de “Atlas de América” se agrupan cuarenta mapas de López y de otros autores, incluyendo extranjeros, de la América septentrional y meridional. Se trata de una reunión de mapas diferente al Atlas geográfico de América Septentrional y Meridional, publicado por el propio López en 1758. Y el sexto y último ejemplar es el titulado “Atlas de superficies provinciales de España”, formado por cuarenta y dos láminas fechadas en 1803. Constituye el aporte documental de mayor interés que contiene el Catálogo y la obra en su conjunto. Se trata de algo desconocido en la historia de la cartografía española, y probablemente estas láminas dibujadas a lápiz que hoy custodia la Academia de la Historia sean un ejemplar único. Debemos hacer una reseña particular de la información que sobre este “Atlas” nos proporcionan Antonio López y Carmen Manso.

 

En la descripción catalográfica que hace Carmen Manso de cada una de estas láminas figura el título original de este singular conjunto documental: Planes que han servido para averiguar la superficie de las provincias de España y de sus Islas adyacentes, Madrid 1803. Se especifica asimismo que han sido copiados de los mapas de Tomás López, siendo su autor Juan Polo y Catalina, un oficial del Departamento del Fomento y Balanza que actúa “de orden superior”. De manera más precisa, el trabajo de Juan Polo consistió en aplicar un método de triangulación planimétrica para averiguar con certeza la superficie de cada provincia, previamente delimitada, tomando los contornos de los mapas de T. López. Según el tamaño de cada provincia, su grado de compacidad y su complejidad geográfica, dibujó un número variable de triángulos, desde varias decenas hasta varios cientos: 60 en la provincia de La Rioja y 507 en la de Salamanca, por ejemplo. Cada mapa o plano con su conjunto de triángulos está acompañado de una cuadrícula rectangular con divisiones horizontales y verticales para calcular la escala de la superficie del mapa y en última instancia el área de los triángulos dibujados.

 

Antonio López califica estas operaciones de medida de “labor extraordinaria” a los efectos de precisar la superficie de España realmente desconocida, y las vincula a la propia elaboración del Censo de frutos y manufacturas de 1799, publicado en 1803. Con más precisión, afirma que fueron la base de la conocida tabla de superficies que figura en dicho Censo (p. 91). No cabe duda que estamos ante unas operaciones y un documento de valor excepcional, probablemente original y único, que la Academia de la Historia tuvo la suerte de recibir formando parte del fondo de la Biblioteca del académico Antonio Cabanilles y Centí. Lógicamente los resultados de las operaciones de medida arrastrarían los errores de los mapas de Tomás López, más los acumulados en el propio proceso de triangulación, pero supone un avance notable en los intentos de medida y conocimiento del territorio, a medio camino entre el fracasado proyecto de carta geométrica de mediados del siglo XVIII y la Ley de medición del territorio y el comienzo de los trabajos geodésicos de mediados del siglo XIX.

 

Si el trabajo de Antonio López estudiando los Atlas facticios de la Academia es del mayor interés para la historia de la cartografía en España, la labor de Carmen Manso, indagando en los fondos de la misma institución y siguiendo los movimientos del geógrafo Tomás López, será de obligada referencia para reconstruir la historia de la geografía durante casi un siglo. En un primer plano se nos muestra la figura relevante de un geógrafo y de un cartógrafo que tiene relaciones directas con la cúpula del poder y de la ciencia; pero al mismo tiempo, no es menos importante el escenario en el que actúa, que es la propia Academia de la Historia, institución que acogía a aquellos estudiosos que podían colaborar en sus proyectos geográficos. Y hablar de proyectos geográficos vinculados a la Academia de la Historia abre un sinfín de interrogantes sobre la concepción y desarrollo de la Geografía. Reseñaremos los hechos más significativos que a propósito documenta Carmen Manso, al mismo tiempo que nos permitiremos poner un acento diacrítico en lo geográfico.

 

El estudio de C. Manso, titulado “El geógrafo Tomás López en la Real Academia de la Historia”, comprende las páginas 99 a la 268 del libro, incluyendo un valioso Apéndice documental sobre las relaciones profesionales y académicas de Tomás López. En buena medida se apoya en trabajos publicados o presentados por ella misma en los últimos cinco años. En doce Epígrafes sigue el trabajo profesional de T. López y su vinculación a la Academia, siendo de especial interés el dedicado al proyecto del Diccionario geográfico-histórico de España. Pero de todos se infieren consecuencias de interés para la Geografía.

 

Después de resumir hechos conocidos sobre la formación de T. López, sus estudios, estancias, protectores, primeros mapas publicados, nos queda la impresión de que su obra es un hito sobresaliente en medio de un fracaso. Los mapas de López fueron los mapas posibles después del fracaso del proyecto del Mapa de España planteado por Jorge Juan y Antonio de Ulloa siguiendo el modelo de la carta geométrica de Francia con base geodésica; y después del fracaso de la opción defendida por Ensenada de medida rigurosa de las tierras para lograr un cumplimiento efectivo de los objetivos del Catastro. Pedro Rodríguez Campomanes era plenamente consciente de esta situación cuando en la Introducción al Itinerario Real de Postas de dentro y fuera de España, publicado en 1761, reconoce que no estando “tomados los triángulos para determinar la verdadera situación de los pueblos”, había que conformarse con los “mapas comunes”, como el que le había hecho Tomás López para este Itinerario, de utilidad para seguir la dirección de las carreteras y las distancias entre postas (pp. 102-103). T. López asumió, en consecuencia, la labor de ir publicando los mapas de las provincias, reinos y partidos, con información muy general, superficial e imprecisa, nada preocupante para los intereses de la propiedad señorial y eclesiástica. Ésta tenía mucho más que temer a geodestas y agrimensores que a jueces y fiscales relacionados con la tributación.

 

El título de “geógrafo de los dominios de Su Majestad”, que recibe Tomás López en 1770, oficializaba de alguna manera sus métodos de trabajo y sus mapas; y esta situación se refuerza cuando Campomanes propone en 1776 su entrada en la Academia de la Historia. T. López no sólo fue admitido, sino que promocionó con rapidez, siendo reconocida sin duda su valiosa aportación a la formación del Archivo de Mapas y al gran proyecto estratégico de la Academia, el Diccionario geográfico-histórico de España. Supo además hacer compatible la colaboración con los proyectos geográficos de la Academia y el desarrollo de los propios, como eran el Atlas general de España y una Geografía histórica de España. De ésta sólo publicó los dos primeros volúmenes tras recibir una contundente reconvención por parte de Floridablanca, quien estaba empeñado en un trabajo mucho más riguroso para el conocimiento de la realidad geográfica y estadística de España. Tomás López gozaba de un estatus de “geógrafo oficial”, pero alguien tuvo que hacerle saber que no eran admisibles la banalidad y los errores que trasmitía en su Geografía histórica. En adelante, prestaría más atención a los métodos de una “geografía exacta”.

 

Sobre los métodos de trabajo de López y el conocido Interrogatorio cuya circulación se hace general en los años ochenta, Carmen Manso aporta evidencias de precedentes de gran interés. Desde 1763 documenta la existencia de cartas informativas cursadas por López y utilizadas con variantes en los años setenta. Y antes del Interrogatorio general ensayó con uno particular para elaborar el Mapa del Arzobispado de Toledo por encargo del cardenal Lorenzana.

 

Un capítulo muy destacado del trabajo “oficial” de López se realiza dentro de la Academia, a través de las censuras de obras y mapas. Participa, con la misma libertad con la que otros censores informaron desfavorablemente alguno de los suyos, en la “revisión fronteriza” de mapas, como el de Aragón, de Tomás Fermín de Lezaun, a raíz de una Resolución de Carlos III de 1778 que encomendaba esta tarea de control a la Academia de la Historia.

 

Cuando Tomás López entra en la Academia en el año 1776, el gran proyecto del Diccionario geográfico-histórico de España tiene ya una existencia de más de una década de debates, de problemas y de algunos avances. Fue en realidad el primer gran proyecto científico que asumió la Academia desde su fundación. En torno a este proyecto se pusieron por tanto las bases para crear una Sección Geográfica dentro de la institución, encargada del acopio de materiales, siendo de los más valiosos los procedentes del Catastro y de la copia de la Relaciones Topográficas de El Escorial, y en especial de la colecta de mapas, una vez que los académicos comprobaron la imposibilidad de hacerlos dentro de la institución. La llegada de Tomás López facilitó esta tarea y en particular con sus donaciones, que serían la base de los Atlas facticios que se presentan y estudian en esta obra. También formó parte de una Sala de Geografía, junto con otros destacados geógrafos, como José Cornide y José de Vargas Ponce, que desde 1792 pretendía agilizar los trabajos del Diccionario de voces geográficas, que se consideraba previo al Diccionario geográfico-histórico de España.

 

Pero los trabajos para el Diccionario parecían desbordar a sus promotores y colaboradores. El volumen de materiales, su difícil organización y el cambio de método general para su publicación, del alfabético al de secciones regionales, hacían de cada nueva diligencia un motivo más de retraso; justo lo contrario de lo que se pretendía. Sería interesante indagar si la creación en 1795 por el Príncipe de la Paz de un Gabinete Geográfico en la Secretaría de Estado tuvo algo que ver con la evidente incapacidad de la Sala de Geografía de la Academia de la Historia para cumplir con unas necesidades de información geográfica muy relacionadas con la política de Estado, en el capítulo de guerras y fronteras, y con las reformas promovidas por los ilustrados. Lo cierto es que Manuel Godoy confió a Tomás López la dirección de este nuevo anclaje institucional de la Geografía, alejándole de sus colaboraciones con la Academia y con los trabajos del Diccionario. Además no debemos olvidar que los López, el padre y los hijos que con él trabajaban, eran titulares de un negocio particular de producción de mapas. Carmen Manso hace un seguimiento, en varios Epígrafes, de estos acontecimientos de un triple interés: para la historia de la Academia, de la familia de cartógrafos y de la propia Geografía en su subsistencia institucional.

 

Los hijos de Tomás López garantizan, tras la muerte de su padre en 1802, la continuidad de la producción cartográfica y hacen las ediciones de los Atlas que el padre no pudo culminar en vida. Sin embargo, la publicación en 1802 de los dos primeros tomos de la Sección I del Diccionario, los correspondientes a Navarra y Provincias Vascas, ninguna garantía ofrecía en la continuidad de una obra que había sido ya de difícil concepción y que se presentaba después de cuatro décadas, de gestación imposible. El ambiente convulso de los primeros años del siglo XIX y la propia guerra de los años 1808-1814 agravaban obviamente la situación, pero eran una causa a mayores del definitivo fracaso del proyecto del Diccionario. Fracaso anunciado con muchos años de antelación al año de edición, 1846, de un tercer volumen dedicado a La Rioja y algunos pueblos de la provincia de Burgos. Fue también en estos años, 1844-1846, cuando se reimprimieron por última vez los mapas de López, formando un Atlas de España y Portugal incluido en la obra de Tomás Bertrán Soler, Descripción geográfica, histórica, política y pintoresca. Finalizaba así una etapa de casi un siglo, marcada por el voluntarismo en el desarrollo de la geografía y de la producción cartográfica.

 

 

Valoración

 

Muchas instituciones tratan de llamar la atención y mantener su prestigio social recurriendo a los memoriales y a los recuentos y exhibiciones patrimoniales. El Catálogo de los fondos de un Archivo es un ejemplo que refuerza esta conclusión, en la medida en que satisface las necesidades de los investigadores y les vincula a la institución. La obra que reseñamos es básicamente un Catálogo de mapas custodiados por la Academia de la Historia, una institución con una actitud muy equívoca respecto a la geografía. Por lo tanto, dos cosas se nos ofrecen: un valioso instrumento de apoyo a la investigación y un motivo más de polémica en el curso de las ideas científicas.

 

Dos investigadores, Carmen Manso Porto y Antonio López Gómez, con una amplia experiencia en la indagación y el estudio de fuentes para la reconstrucción de la historia de la geografía y la geografía histórica, han enriquecido con sus trabajos el núcleo de la obra hasta convertirla en un referente en el futuro para las investigaciones de al menos cuatro temáticas. Para la historia de la cartografía en general y de la familia de los López en particular. Para indagar sobre la presencia de la Geografía en la Academia de la Historia. Y para entender el desarrollo de la ciencia en la sociedad española contemporánea de los hechos expuestos. Debemos justificar esta trascendencia con algunos comentarios adicionales.

 

Los historiadores de la cartografía tienen a su disposición un trabajo de extraordinario valor que reúne 365 piezas relacionadas por razones de autoría, de métodos de trabajo en su elaboración y de utilización y custodia institucional. Respecto a los métodos de trabajo de Tomás López, conocemos lo esencial de los mismos, y ello se lo debemos en gran medida a los trabajos precedentes, y en esta obra recordados, de Antonio López Gómez. A Carmen Manso le debemos agradecer algunas novedades de interés respecto al origen y puesta a punto de la técnica del Interrogatorio.

 

La cuestión de la presencia de la Geografía en la Academia de la Historia es tan compleja que solamente su esbozo necesitaría unos medios y un espacio muy diferentes a los de esta reseña. Pero se puede correr algún riesgo en su simplificación. Aparentemente Tomás López y los académicos que trabajaban en la Sección o Sala de Geografía practican una geografía concebida como auxiliar de la historia, haciendo mapas, diccionarios, inventarios de recursos, descripciones, etc., pero un geógrafo se puede preguntar qué cometidos “no territoriales”, además de la cronología, le quedan a la Academia si prescinde de la geografía y de la arqueología. Un planeador de la ciencia podía, en cambio, apreciar el efecto de “nido de cuco”; es decir, los huevos de la geografía incubándose en el nido de la Academia de la Historia. Lo que dicen los historiadores al respecto no lo conocemos. La lectura de los trabajos que integran esta obra nos introduce directamente, sin abstracción posible, en esta polémica. Y sólo de las polémicas surgen las síntesis que denominamos conocimiento.

 

También el estudio en detalle de la obra de Tomás López nos puede proporcionar una perspectiva secular del desarrollo de la ciencia en España. Ya señalamos que su producción cartográfica se asentaba sobre un fracaso: el de los métodos matemáticos rigurosos en la medida y representación del territorio, olvidados tras la caía de Ensenada, o tal vez antes. Fracaso de unos que es compatible con el triunfo de otros. Así el programa geográfico de Tomás López significa la ejecución y triunfo de la geografía que quería Martín Sarmiento; una geografía concebida como reacción al propósito catastral de medir las tierras: descriptiva, superficial, que no rozaba siquiera la cuestión de la propiedad y mucho menos indagaba en sus dimensiones y contenidos. Nada diferente cabía esperar de unos Interrogatorios gestionados por obispos, vicarios y párrocos.

 

El estudio de la obra de Tomás López escapa fácilmente por el camino de los grandes debates, pero también nos deja detalles de interés que reflejan el carácter de geografía posible de una época. La propia formación de Atlas facticios denota la preocupación de las principales instituciones por la cartografía. Y la utilización de la base de sus mapas para producir algo nuevo, como fue el “Atlas de superficies provinciales de España”, de 1803, nos advierte de los pequeños avances que se empezarían a producir en el conocimiento del territorio con el inicio del nuevo siglo.

 

En cuanto fuente de nueva información que caracteriza a toda gran obra, debemos finalmente destacar cuatro bloques que reflejan una buena parte de la amplia contribución de Carmen Manso al conjunto del estudio. Son el Catálogo propiamente dicho (pp. 269-560); un Apéndice documental (pp. 247-268) con una selección de veinte documentos sobre el ejercicio y las relaciones profesionales de Tomás López; una relación de fuentes geográficas, originales o copias, que la Academia logró reunir en torno al gran proyecto del Diccionario geográfico-histórico de España (pp. 201-239), y finalmente una Bibliografía, con más de doscientos títulos (pp. 561-570), imprescindible para la formación de un cuerpo bibliográfico especializado sobre historia de la cartografía en España, del que ya contamos con valiosos avances, como el recopilado por Francesc Nadal y publicado en el libro de Norman J. W. Thrower, Mapas y civilización (2002).

 

 

Bibliografía

 

BARRIENTOS ALFAGEME, Gonzalo. Extremadura por López, año 1798. Mérida: Asamblea de Extremadura, 1991.

 

BLÁZQUEZ GARBAJOSA, Adrián. “Las relaciones topográficas de D. Tomás López. Pueblos de la provincia de Guadalajara (1760-1795), Wad-Al-Hayara, nº 11, 1984, pp. 97-132.

 

CAPEL, Horacio. Geografía y matemáticas en la España del siglo XVIII. Barcelona, Oikos-Tau, 1982.

 

II Centenario de Tomás López, geógrafo de S. M. Carlos II (1802-2002). Madrid: Amigos de la Cartografía de Madrid y Fundación Villa y Corte, 2004.

 

GARCÍA GONZÁLEZ, Miguel José. El Bierzo a finales del siglo XVIII (Según las respuestas al Interrogatorio de Tomás López). Ponferrada: Instituto de Estudios Bercianos, 1998.

 

HERNANDO, Agustín. El Atlas geográfico de España (1804) producido por Tomás López. Madrid: Centro Nacional de Información Geográfica, 2005.

 

LÍTER MAYAYO, Carmen. La obra de Tomás López. Imagen cartográfica del siglo XVIII. Madrid: Biblioteca Nacional, 2002.

 

MARCEL, Gabriel. “El geógrafo Tomás López y sus obras. Ensayo de biografía y cartografía”, Boletín de la Real Sociedad Geográfica, Tomo 50, 1908, pp. 401-453.

 

SEGURA GRAÍÑO, Cristina (ed.). Diccionario geográfico de Tomás López. Almería. Almería: Diputación de Almería, 1985.

 

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Ficha bibliográfica

REGUERA RODRÍGUEZ, A. T. López Gómez, Antonio y Manso Porto, Carmen, Cartografía del siglo XVIII. Tomás López en la Real Academia de la Historia. Biblio 3W Revista Bibliográfica de Geografía y Ciencias Sociales, Universidad de Barcelona, Vol.XII, nº 759, 10 de noviembre de 2007. [http://www.ub.es/geocrit/b3w-759.htm]. [ISSN 1138-9796].


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