Biblio 3W. Revista Bibliográfica de Geografía
y Ciencias Sociales |
Paolo Perulli: Atlas metropolitano. El cambio social en las grandes
ciudades. Ed.: Alianza Editorial. Colec.: Alianza Universidad, nº
834. Madrid, 1995. 134 páginas.
Antonio Algaba
El sociólogo italiano Paolo Perulli nos ofrece en esta obra una
visión de la dinámica social de las áreas metropolítanas
en las últimas décadas, comprendiendo su análisis
un período temporal que se inicia con la crisis urbana de los años
70 y que llega hasta la actual 'recentralización'. La característica
principal del estudio de Perulli es su intento de huir de las teorías
económicas de la ciudad predominantes en estos últimos años;
así, resta protagonismo a todo el movimiento ideológico basado
en las denominadas 'nuevas política urbanas', que ha conducido a
los centros urbanos a la 'gentrificación' de la mano de unos planes
de renovación escasamente cuidadosos con el equilibrio social. Perulli
nos ofrece un análisis de la metrópoli basado en el paulatino
proceso de crisis de la ciudadanía y en la polarización del
mercado de trabajo.
Este "Atlas Metropolitano", que en realidad no es un atlas en
el sentido geográfico del término, está dividido en
cinco capítulos: el primero de ellos está dedicado al actual
significado del concepto de ciudadanía, el segundo al estudio del
mercado de trabajo metropolitano, el tercero a la ciudad como red, y los
dos últimos a la ciudad norteamericana y a la ciudad europea respectivamente.
La obra, que por su brevedad algunas veces no puede profundizar tanto como
cabría esperar, va perdiendo fuerza conforme pasan los capítulos.
Así, si los análisis de la acepción actual de la ciudadanía
y del mercado de trabajo metropolitano son absolutamente recomendables
por constituir una defensa de la igualdad social en base a conceptos económicos,
la comparación de las dinámicas de la ciudad norteamericana
respecto a la europea no sobrepasa las generalidades ya conocidas.
Para el autor la ciudad es actualmente la intersección de distintas
'poblaciones', residentes, pendulares, usuarios ocasionales, usuarios de
la ciudad. Dicho de otra forma: hay quien vive en la ciudad, quien trabaja
en la ciudad, o trabaja en ella sin vivir allí, quien gravita en
torno a su órbita, o quien busca en ella una nueva colocación.
Ante esta nueva situación, ¿dónde puede colocarse
hoy la ciudadanía? y ¿quién debe pagar sus costes?;
¿puede justificarse el cobro de un peaje de acceso a las ciudades
como algunos alcaldes han propuesto?
Perulli defiende que el concepto de ciudadanía ha entrado en crisis,
que el significado de este término se debe adecuar a la nueva dinámica
del sistema económico postindustrial y a la ciudad que éste
genera. Y empieza su obra distinguiendo entre burgueses, que son aquellos
que trabajan o impulsan el crecimiento económico de la ciudad y
ciudadanos que son todos los que poseen y defienden los derechos ciudadanos
de igualdad social históricamente instaurados. Para el autor, en
la polis clásica se logró el desarrollo de la ciudadanía
como concepto social, pero la moderna sociedad de consumo encarna la victoria
de la vertiente económica, la victoria del animal laborans,
convirtiendo la ciudad en el habitat del homo oeconomicus. En esta
línea algunos autores vienen considerando que se está debilitando
el caracter público y político de la ciudad; entre ellos
H. P. Bahrdt que ya en 1966 consideraba que "la población de
la gran ciudad industrial está constituida predominantemente por
hombres, que en realidad son habitantes de la ciudad, pero no ciudadanos".
En la actualidad, formar parte de la ciudad significa ser a la vez trabajador
y ciudadano: productor de riqueza y titular de derechos. Pero la economía
de la ciudad ha separado estos dos aspectos tanto como el mercado de trabajo
ha segmentado las profesiones y creado una polarización social insuperable.
La tesis central de Perulli se resume en sus propias palabras del siguiente
modo: "asistimos pues a la paradoja de que, mientras crece la prosperidad
y a pesar de la constante expansión del gasto público, la
ciudad parece restringir el área de ciudadanía. Es decir,
parece estar produciéndose un irrefrenable proceso de "inclusión
mediante exclusión" por el que todos los ciudadanos son iguales
ante la ley, pero no todos son ciudadanos" (pag. 30).
Para el autor el inicio de la actual polarización social en el interior
de las ciudades comienza con el desplazamiento hacia las áreas suburbanas
del crecimiento metropolitano, proceso que se remonta a los años
1930 en EE.UU. y se generaliza en europa durante la década de los
50, y que en ambos casos fue ampliamente incentivado y subvencionado desde
el sector público. No obstante, las ayudas a la vivienda no beneficiaron
a los sectores más desfavorecidos, sino que privilegiaron a las
categorías de renta media, destinatarios del 80 por 100 de la nueva
construcción privada localizada en estas ciudades de nueva creación.
Paralelamente, el centro metropolitano fue ocupado por los servicios más
sensibles a la centralidad y la aglomeración, lo que comportó
el crecimiento de su valor. En este proceso tanto los puestos de trabajo
estables como las capas sociales de renta media abandonaron el centro;
permaneciendo en él los servicios más valorados de tipo 'postindustrial'
(comercio, distribución, servicios del sector competitivo) y junto
a ellos los puestos de trabajo mal pagados e inseguros propios de estos
sectores y la población de menor nivel de renta. De este modo, para
Perulli los habitantes de los barrios residenciales consumen a bajo coste
los servicios sociales y comunitarios del centro, mientras que el 'uso
cotididano' del centro lo padecen su habitantes fijos, sobre los que también
recae la financiación de las crecientes inversiones públicas
para hacer frente a la congestión urbana. De esta dinámica
se deriva un empobrecimiento relativo creciente para aquellos que permanecen
en el centro metropolitano y, sobre todo, una insostenible sobrecarga sobre
las finanzas públicas que llevó a la crisis fiscal de los
años 70, la cual ha representado quizás la toma de conciencia
más brusca del problema del gobierno y de la ciudadanía en
las grandes ciudades. La respuesta a esta crisis fueron los movimientos
llamados de 'renovación urbana', caracterizados por políticas
públicas de revitalización del centro a través de
la atracción de empresas y clases de renta media-alta. Un movimiento
que en la opinión del autor ha fracasado, porque si bien ha conseguido
la 'gentrificación' de los centros históricos y la recuperación
de las rentas inmobiliarias de estos sectores, no ha creado suficientes
nuevos empleos ni ha incrementado la base imponible urbana lo suficiente
como para contrarrestar el efecto sobre el incremento del coste del nivel
de vida que tienen que soportar los habitantes tradicionales de estos barrios.
La recuperación de la crisis urbana, la renovación del centro,
produce una fuerte descriminación social, debido a que el objetivo
principal es elevar el nivel competitivo de la propia metrópoli
en una escala global. El dinero público se utiliza para atraer actividades
y profesionales de élite, lo que encarece la urbe, olvidando los
objetivos de reequilibrio social. En este contexto la actuación
pública conlleva la polarización de la ciudad, a través
del mecanismo denominado competencia posicional, por el que cuanto más
predominan los empleos bien retribuidos en un área menos fácil
se hace la vida a los que trabajan en empleos de bajos salarios.
La otra aportación esencial de este Atlas metropolitano es
su estudio del mercado de trabajo urbano. Perulli ve superado el modelo
dual del mercado laboral. Durante la vigencia de este sistema en la
época de desarrollo económico de postguerra el mercado de
trabajo se caracterizó por la exitencia de un alto porcentaje de
trabajo rígido ocupado por trabajadores estables y un trabajo
flexible peor remunerado, cíclico, pero abundante que ocupaba
a jovenes y mujeres. Pero esa época de bonanza económica
y casi pleno empleo finalizó. Desde la crisis económica de
los 70, el mercado laboral tiende a flexibilizar el empleo (incluso en
la empresa pública y la administración), y cada vez existen
menos empleos rígidos, pues las reconversiones los ponen en peligro.
Este proceso de flexibilización ha generado un sistema no dual sino
caleidoscópico donde lo realmente importante no es la categoría
profesional del empleo, sino el grado de rigidez del puesto de trabajo,
única característica que garantiza el futuro al individuo.
Además el crecimiento de las expectativas durante la época
de bienestar ha provocado que cada vez menos personas acepten cualquier
trabajo.
La empresa se ha adaptado al sistema de producción postfordista
flexibilizándose y deslocalizándose hasta generar la denominada
'empresa red', caracterizada por una organización reticular y flexible
donde una constelación de microunidades gestionadas por una o varias
'agencias estratégicas' tienen mayor capacidad para gestionar los
nuevos mercados de trabajo cíclico que se adaptan a las nuevas necesidades
del mercado.
El mercado de trabajo metropolitano actual se caracteriza por el constante
aumento de los denominados trabajos de entrada, empleos precarios,
temporales, por horas, colaboraciones que ocupan tanto a jovenes sin estudios,
a mujeres, a desempleados, a estudiantes o a recien titulados; pero que
ningún individuo considera como meta laboral. También se
han multiplicado los denominados trabajos periféricos apoyados
en la terciarización de la economía, los cuales se caracterizan
por exigir una baja preparación y especialización, duras
condiciones labrales, largos horarios, baja protección social; que
para algunas personas son una meta y para otras un tránsito. En
cambio las condiciones actuales han enrarecido los trabajos centrales
o rigidos debido a la desindustrialización de los centros (o
como en el caso de Londres también de las periferias) y que eran
el objetivo de la gran mayoría de la población. La deslocalización
del sistema empresarial postfordista impulsa también el desarrollo
de la empresa-individuo o el autoemplo, donde muchas veces el nivel
de autoexplotación es muy elevado. En el otro lado de la balanza,
se ha incrementado el número de profesionales o directivos, que
han reconquistado los centros urbanos o las antiguas áreas industriales
generando las denominadas "comunidades 24 horas": zonas mixtas
que albergan oficinas, residencias de lujo, consumo y ocio, que impiden
el desarrollo de las comunidades socialmente equilibradas.
El autor también se aproxima al mercado de trabajo metropolitano
no desde una perspectiva macroeconómica, sino desde la micropreferencias
individuales. En esta línea observa que en la ciudad contemporánea
se incrementan los contactos del individuo, el número de círculos
con que se interrelaciona. Pero el recorrido del sujeto en el mercado de
trabajo sigue condicionado por las indicaciones grupales, las preferencias
laborales que se aprenden, la relación mediatizada por las estrategias
de la familia y las imágenes colectivas como conjunto de convicciones
que organizan hechos y posibilidades. En el actual mercado laboral los
ciclos de alternancia entre distintas actividades se aceleran, pero incluyen
cada vez más las etapas de inactividad forzosa y busqueda de empleo.
En definitiva, el ya emplado tienen un mayor número de probabilidades
de encontrar trabajo para otros miembros de su familia; por lo que en la
actualidad, el acceso al empleo supone una nueva polarización de
la sociedad, que queda dividida entre las unidades familiares que tienen
cada vez un mayor número de trabajos y las que tienen cada día
menos.
En el capítulo dedicado a la ciudad red, Perulli expone que
las nuevas tecnologías y las redes de información generadas
gracias a ellas posibilitan por primera vez la desdensificación
de la ciudad y la deslocalización de la creación y la innovación
hasta ahora patrimonio exclusivo de la metrópoli. Circuntancia que
explica el hecho de que durante las últimas décadas las ciudades
medias hayan crecido más que las grandes debido a una serie de factores:
su posición como centros de distribución regional, la descentralización
administrativa, la capacidad de los entes locales para potenciar su desarrollo
tecnológico y su atractivo locacional y la oferta de una mayor calidad
de vida. Además, la otrora 'ubicación marginal' ha perdido
su peso debido a las nuevas tecnologías de la comunicación
y a una posición más accesible facilitada por las nuevas
infraestructuras. No obstante, las grandes ciudades siguen poseyendo las
ventajas comparativas y las funciones estratégicas.
En los dos últimos capítulos de este libro, el autor realiza
una aproximación comparativa a la dinámica actual entre la
ciudad norteamericana y la ciudad europea. Para el autor, la mejor 'mezcla
social' existente en las ciudades europea es una de sus ventajas comparativas
ante las metrópolis americanas, aunque ésta debe ser cuidada
continuamente primando los esfuerzos en la educación para impedir
que se incremente la masa de marginados del sistema que cercan los alrededores
de la ciudadanía. Así, para Perulli aunque la ciudad norteamericana
fue lider durante el periodo fordista, debido a su mayor capacidad para
aplicar mejor y más rápido las innovaciones a la producción
de gran consumo, dejando para el resto de paises la compra de su tecnología,
y además, hoy en día, todavía las compañías
norteamericanas dominan los sectores estratégicos, la ciudad europea
está más capacitada para resurgir de la crisis urbana. El
autor justifica su opinión en que la polarización social
en las ciudades americanas es una realidad mientras que en las ciudades
europeas sólo una amenza, y en que además Europa está
más preparada para adaptarse a la descentralización por poseer
una histórica red urbana de pequeñas ciudades. También,
la mayor movilidad laboral americana que niveló los mercados de
trabajo durante la época fordista se ha transformado en una desventaja.
En Europa la crisis no impuso mayor movilidad laboral, lo que si bien supuso
claras diferencias regionales en los niveles de paro, provocó que
la solución a la crisis se propiciase en el ámbito local
(opuesto a lo 'global') donde las élites urbanas y las administraciones
locales han desempeñado un papel determinante. Han sido la base
de su éxito los planes de desarrollo, los programas de localización
y, sobre todo, la asociación de lo público y lo privado en
sociedades mixtas para la renovación urbana, la reconversión
industrial, la creación de nuevos servicios a las empresas, la defensa
de la base industrial o la lucha contra la especialización a base
de subvenciones a la pequeña y mediana empresa. Las ciudades más
intervenidas han salido de la crisis mientras áreas dejadas a la
suerte del laisser-faire como Londres han fracasado.
© Copyright: Antonio Algaba 1998
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