Biblio 3W. Revista Bibliográfica de Geografía y Ciencias Sociales
Universidad de Barcelona [ISSN 1138-9796]
Nº 76, 22 de marzo de 1998

Paolo Perulli: Atlas metropolitano. El cambio social en las grandes ciudades. Ed.: Alianza Editorial. Colec.: Alianza Universidad, nº 834. Madrid, 1995. 134 páginas.

Antonio Algaba


El sociólogo italiano Paolo Perulli nos ofrece en esta obra una visión de la dinámica social de las áreas metropolítanas en las últimas décadas, comprendiendo su análisis un período temporal que se inicia con la crisis urbana de los años 70 y que llega hasta la actual 'recentralización'. La característica principal del estudio de Perulli es su intento de huir de las teorías económicas de la ciudad predominantes en estos últimos años; así, resta protagonismo a todo el movimiento ideológico basado en las denominadas 'nuevas política urbanas', que ha conducido a los centros urbanos a la 'gentrificación' de la mano de unos planes de renovación escasamente cuidadosos con el equilibrio social. Perulli nos ofrece un análisis de la metrópoli basado en el paulatino proceso de crisis de la ciudadanía y en la polarización del mercado de trabajo.

Este "Atlas Metropolitano", que en realidad no es un atlas en el sentido geográfico del término, está dividido en cinco capítulos: el primero de ellos está dedicado al actual significado del concepto de ciudadanía, el segundo al estudio del mercado de trabajo metropolitano, el tercero a la ciudad como red, y los dos últimos a la ciudad norteamericana y a la ciudad europea respectivamente. La obra, que por su brevedad algunas veces no puede profundizar tanto como cabría esperar, va perdiendo fuerza conforme pasan los capítulos. Así, si los análisis de la acepción actual de la ciudadanía y del mercado de trabajo metropolitano son absolutamente recomendables por constituir una defensa de la igualdad social en base a conceptos económicos, la comparación de las dinámicas de la ciudad norteamericana respecto a la europea no sobrepasa las generalidades ya conocidas.

Para el autor la ciudad es actualmente la intersección de distintas 'poblaciones', residentes, pendulares, usuarios ocasionales, usuarios de la ciudad. Dicho de otra forma: hay quien vive en la ciudad, quien trabaja en la ciudad, o trabaja en ella sin vivir allí, quien gravita en torno a su órbita, o quien busca en ella una nueva colocación. Ante esta nueva situación, ¿dónde puede colocarse hoy la ciudadanía? y ¿quién debe pagar sus costes?; ¿puede justificarse el cobro de un peaje de acceso a las ciudades como algunos alcaldes han propuesto?

Perulli defiende que el concepto de ciudadanía ha entrado en crisis, que el significado de este término se debe adecuar a la nueva dinámica del sistema económico postindustrial y a la ciudad que éste genera. Y empieza su obra distinguiendo entre burgueses, que son aquellos que trabajan o impulsan el crecimiento económico de la ciudad y ciudadanos que son todos los que poseen y defienden los derechos ciudadanos de igualdad social históricamente instaurados. Para el autor, en la polis clásica se logró el desarrollo de la ciudadanía como concepto social, pero la moderna sociedad de consumo encarna la victoria de la vertiente económica, la victoria del animal laborans, convirtiendo la ciudad en el habitat del homo oeconomicus. En esta línea algunos autores vienen considerando que se está debilitando el caracter público y político de la ciudad; entre ellos H. P. Bahrdt que ya en 1966 consideraba que "la población de la gran ciudad industrial está constituida predominantemente por hombres, que en realidad son habitantes de la ciudad, pero no ciudadanos". En la actualidad, formar parte de la ciudad significa ser a la vez trabajador y ciudadano: productor de riqueza y titular de derechos. Pero la economía de la ciudad ha separado estos dos aspectos tanto como el mercado de trabajo ha segmentado las profesiones y creado una polarización social insuperable. La tesis central de Perulli se resume en sus propias palabras del siguiente modo: "asistimos pues a la paradoja de que, mientras crece la prosperidad y a pesar de la constante expansión del gasto público, la ciudad parece restringir el área de ciudadanía. Es decir, parece estar produciéndose un irrefrenable proceso de "inclusión mediante exclusión" por el que todos los ciudadanos son iguales ante la ley, pero no todos son ciudadanos" (pag. 30).

Para el autor el inicio de la actual polarización social en el interior de las ciudades comienza con el desplazamiento hacia las áreas suburbanas del crecimiento metropolitano, proceso que se remonta a los años 1930 en EE.UU. y se generaliza en europa durante la década de los 50, y que en ambos casos fue ampliamente incentivado y subvencionado desde el sector público. No obstante, las ayudas a la vivienda no beneficiaron a los sectores más desfavorecidos, sino que privilegiaron a las categorías de renta media, destinatarios del 80 por 100 de la nueva construcción privada localizada en estas ciudades de nueva creación. Paralelamente, el centro metropolitano fue ocupado por los servicios más sensibles a la centralidad y la aglomeración, lo que comportó el crecimiento de su valor. En este proceso tanto los puestos de trabajo estables como las capas sociales de renta media abandonaron el centro; permaneciendo en él los servicios más valorados de tipo 'postindustrial' (comercio, distribución, servicios del sector competitivo) y junto a ellos los puestos de trabajo mal pagados e inseguros propios de estos sectores y la población de menor nivel de renta. De este modo, para Perulli los habitantes de los barrios residenciales consumen a bajo coste los servicios sociales y comunitarios del centro, mientras que el 'uso cotididano' del centro lo padecen su habitantes fijos, sobre los que también recae la financiación de las crecientes inversiones públicas para hacer frente a la congestión urbana. De esta dinámica se deriva un empobrecimiento relativo creciente para aquellos que permanecen en el centro metropolitano y, sobre todo, una insostenible sobrecarga sobre las finanzas públicas que llevó a la crisis fiscal de los años 70, la cual ha representado quizás la toma de conciencia más brusca del problema del gobierno y de la ciudadanía en las grandes ciudades. La respuesta a esta crisis fueron los movimientos llamados de 'renovación urbana', caracterizados por políticas públicas de revitalización del centro a través de la atracción de empresas y clases de renta media-alta. Un movimiento que en la opinión del autor ha fracasado, porque si bien ha conseguido la 'gentrificación' de los centros históricos y la recuperación de las rentas inmobiliarias de estos sectores, no ha creado suficientes nuevos empleos ni ha incrementado la base imponible urbana lo suficiente como para contrarrestar el efecto sobre el incremento del coste del nivel de vida que tienen que soportar los habitantes tradicionales de estos barrios.

La recuperación de la crisis urbana, la renovación del centro, produce una fuerte descriminación social, debido a que el objetivo principal es elevar el nivel competitivo de la propia metrópoli en una escala global. El dinero público se utiliza para atraer actividades y profesionales de élite, lo que encarece la urbe, olvidando los objetivos de reequilibrio social. En este contexto la actuación pública conlleva la polarización de la ciudad, a través del mecanismo denominado competencia posicional, por el que cuanto más predominan los empleos bien retribuidos en un área menos fácil se hace la vida a los que trabajan en empleos de bajos salarios.

La otra aportación esencial de este Atlas metropolitano es su estudio del mercado de trabajo urbano. Perulli ve superado el modelo dual del mercado laboral. Durante la vigencia de este sistema en la época de desarrollo económico de postguerra el mercado de trabajo se caracterizó por la exitencia de un alto porcentaje de trabajo rígido ocupado por trabajadores estables y un trabajo flexible peor remunerado, cíclico, pero abundante que ocupaba a jovenes y mujeres. Pero esa época de bonanza económica y casi pleno empleo finalizó. Desde la crisis económica de los 70, el mercado laboral tiende a flexibilizar el empleo (incluso en la empresa pública y la administración), y cada vez existen menos empleos rígidos, pues las reconversiones los ponen en peligro. Este proceso de flexibilización ha generado un sistema no dual sino caleidoscópico donde lo realmente importante no es la categoría profesional del empleo, sino el grado de rigidez del puesto de trabajo, única característica que garantiza el futuro al individuo. Además el crecimiento de las expectativas durante la época de bienestar ha provocado que cada vez menos personas acepten cualquier trabajo.

La empresa se ha adaptado al sistema de producción postfordista flexibilizándose y deslocalizándose hasta generar la denominada 'empresa red', caracterizada por una organización reticular y flexible donde una constelación de microunidades gestionadas por una o varias 'agencias estratégicas' tienen mayor capacidad para gestionar los nuevos mercados de trabajo cíclico que se adaptan a las nuevas necesidades del mercado.

El mercado de trabajo metropolitano actual se caracteriza por el constante aumento de los denominados trabajos de entrada, empleos precarios, temporales, por horas, colaboraciones que ocupan tanto a jovenes sin estudios, a mujeres, a desempleados, a estudiantes o a recien titulados; pero que ningún individuo considera como meta laboral. También se han multiplicado los denominados trabajos periféricos apoyados en la terciarización de la economía, los cuales se caracterizan por exigir una baja preparación y especialización, duras condiciones labrales, largos horarios, baja protección social; que para algunas personas son una meta y para otras un tránsito. En cambio las condiciones actuales han enrarecido los trabajos centrales o rigidos debido a la desindustrialización de los centros (o como en el caso de Londres también de las periferias) y que eran el objetivo de la gran mayoría de la población. La deslocalización del sistema empresarial postfordista impulsa también el desarrollo de la empresa-individuo o el autoemplo, donde muchas veces el nivel de autoexplotación es muy elevado. En el otro lado de la balanza, se ha incrementado el número de profesionales o directivos, que han reconquistado los centros urbanos o las antiguas áreas industriales generando las denominadas "comunidades 24 horas": zonas mixtas que albergan oficinas, residencias de lujo, consumo y ocio, que impiden el desarrollo de las comunidades socialmente equilibradas.

El autor también se aproxima al mercado de trabajo metropolitano no desde una perspectiva macroeconómica, sino desde la micropreferencias individuales. En esta línea observa que en la ciudad contemporánea se incrementan los contactos del individuo, el número de círculos con que se interrelaciona. Pero el recorrido del sujeto en el mercado de trabajo sigue condicionado por las indicaciones grupales, las preferencias laborales que se aprenden, la relación mediatizada por las estrategias de la familia y las imágenes colectivas como conjunto de convicciones que organizan hechos y posibilidades. En el actual mercado laboral los ciclos de alternancia entre distintas actividades se aceleran, pero incluyen cada vez más las etapas de inactividad forzosa y busqueda de empleo. En definitiva, el ya emplado tienen un mayor número de probabilidades de encontrar trabajo para otros miembros de su familia; por lo que en la actualidad, el acceso al empleo supone una nueva polarización de la sociedad, que queda dividida entre las unidades familiares que tienen cada vez un mayor número de trabajos y las que tienen cada día menos.

En el capítulo dedicado a la ciudad red, Perulli expone que las nuevas tecnologías y las redes de información generadas gracias a ellas posibilitan por primera vez la desdensificación de la ciudad y la deslocalización de la creación y la innovación hasta ahora patrimonio exclusivo de la metrópoli. Circuntancia que explica el hecho de que durante las últimas décadas las ciudades medias hayan crecido más que las grandes debido a una serie de factores: su posición como centros de distribución regional, la descentralización administrativa, la capacidad de los entes locales para potenciar su desarrollo tecnológico y su atractivo locacional y la oferta de una mayor calidad de vida. Además, la otrora 'ubicación marginal' ha perdido su peso debido a las nuevas tecnologías de la comunicación y a una posición más accesible facilitada por las nuevas infraestructuras. No obstante, las grandes ciudades siguen poseyendo las ventajas comparativas y las funciones estratégicas.

En los dos últimos capítulos de este libro, el autor realiza una aproximación comparativa a la dinámica actual entre la ciudad norteamericana y la ciudad europea. Para el autor, la mejor 'mezcla social' existente en las ciudades europea es una de sus ventajas comparativas ante las metrópolis americanas, aunque ésta debe ser cuidada continuamente primando los esfuerzos en la educación para impedir que se incremente la masa de marginados del sistema que cercan los alrededores de la ciudadanía. Así, para Perulli aunque la ciudad norteamericana fue lider durante el periodo fordista, debido a su mayor capacidad para aplicar mejor y más rápido las innovaciones a la producción de gran consumo, dejando para el resto de paises la compra de su tecnología, y además, hoy en día, todavía las compañías norteamericanas dominan los sectores estratégicos, la ciudad europea está más capacitada para resurgir de la crisis urbana. El autor justifica su opinión en que la polarización social en las ciudades americanas es una realidad mientras que en las ciudades europeas sólo una amenza, y en que además Europa está más preparada para adaptarse a la descentralización por poseer una histórica red urbana de pequeñas ciudades. También, la mayor movilidad laboral americana que niveló los mercados de trabajo durante la época fordista se ha transformado en una desventaja. En Europa la crisis no impuso mayor movilidad laboral, lo que si bien supuso claras diferencias regionales en los niveles de paro, provocó que la solución a la crisis se propiciase en el ámbito local (opuesto a lo 'global') donde las élites urbanas y las administraciones locales han desempeñado un papel determinante. Han sido la base de su éxito los planes de desarrollo, los programas de localización y, sobre todo, la asociación de lo público y lo privado en sociedades mixtas para la renovación urbana, la reconversión industrial, la creación de nuevos servicios a las empresas, la defensa de la base industrial o la lucha contra la especialización a base de subvenciones a la pequeña y mediana empresa. Las ciudades más intervenidas han salido de la crisis mientras áreas dejadas a la suerte del laisser-faire como Londres han fracasado.

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