Biblio 3W
REVISTA BIBLIOGRÁFICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES
(Serie documental de Geo Crítica)
Universidad de Barcelona 
ISSN: 1138-9796. 
Depósito Legal: B. 21.742-98 
Vol. XII, nº 766,15 de diciembre de 2007

EL ESCENARIO TURÍSTICO: IMÁGENES Y PAISAJES EN UN DESTINO TURÍSTICO-INMOBILIARIO


José María Valcuende del Río
Departamento de Ciencias Sociales
Universidad Pablo de Olavide
jmvalrio@upo.es

José Luis Fernández Sánchez (fotografía)
avifernandez@hotmail.com


El escenario turístico: imágenes y paisajes en un destino turístico-inmobiliario (Resumen)

La creación de nuevos destinos turísticos costeros, directamente vinculados al desarrollo del sector inmobiliario, exige una transformación total del territorio, reformulado en función del mercado. Esta transformación es vivida de forma diversa por las poblaciones locales, por los agentes que participan en la conformación de los destinos y por los propios turistas. En este artículo nos interesa, primero, analizar la construcción del objeto turístico a través de una serie de imágenes virtuales que acaban teniendo una plasmación real en el espacio. Segundo, aproximarnos a las lecturas sociales, a veces contradictorias, generadas a partir de una ocupación intensiva del territorio, que modifica radicalmente sus usos. Para analizar estos hechos hemos seleccionado un estudio de caso, lo que nos permite desarrollar una visión en profundidad en relación a todos los grupos que intervienen en el diseño y uso del destino turístico.

 Palabras clave: destino turístico, representaciones ambientales, sociedades locales, turismo.


Touristic scenaries: images and landscapes in a real state-touristic destination (Abstract)

The creation of new coast destinations, directly linked to the development of real state economy sector, calls for deep changes in the territory planning, to accomplish the market demands. This transformation is experienced very differently by local population, travel agencies, and by the tourists themselves. This article is addressed to analyze the construction of the “tourist object” through which virtual images becomes real. A second aim is to study the social perspectives, sometimes contradictories, generated from an intensive occupation that produces deep changes in territory meaning. We have been conducted a case analysis in Western Andalusia to develop a close view of that phenomena in relation to the different agents in the design and use of a tourist destination.

 Key words: tourist destination, environmental representations, local societies, tourism.


Partiendo de los métodos y técnicas antropológicos (observación directa y entrevistas en profundidad) plantearemos el análisis de la construcción del objeto turístico[1] . Compartimos los planteamientos de Geertz, C. (1992), cuando señala la importancia de la descripción densa a la hora de crear un discurso interpretativo, como instrumento para comprender la realidad. Esta perspectiva holística, nos permite desarrollar una visión en la que interrelacionar los discursos y prácticas de los diferentes agentes que participan de la construcción del destino turístico: empresarios, técnicos, políticos, sociedad local, turistas... El turismo, de esta forma, es entendido no sólo como una actividad económica, es también una acción comunicativa (Ruiz y Hernández, 2007) relacional, que tiene una clara plasmación territorial. Tal y como señala Nogués. (2003:29) “la comprensión del hecho etnográfico en contextos turísticos, subraya la cualidad constructiva del turismo, invita a reflexionar sobre su naturaleza discursiva, y a abordarlo desde el plano de los significados”.

Aproximarnos a la construcción del destino/objeto turístico desde el plano de los significados nos permite entender los valores asociados a nuevos espacios diseñados para el consumo, pero también a las diversas relaciones que se establecen entre los seres humanos y el medio. El turismo de enclave nos interesa aquí no sólo como una actividad, es importante en cuanto que refleja toda una serie de valores asociados a la modernidad tardía (Augé, 1998). Todos, en buena medida interpretamos el espacio y el tiempo desde una óptica turística (Maccanell, 1999). Una visión a partir del cual el ser humano se disocia de un espacio, convertido en objeto de consumo al servicio de un cliente. Sin embargo, la perspectiva turística convive con otras lógicas en función de las vinculaciones culturales, económicas, políticas y también emocionales con el propio espacio. En la práctica en un mismo espacio pueden convivir diversas lógicas, es decir, diferentes procesos de reapropiación territorial (Godelier,1994) y resignificación paisajística (Valcuende, 2003).

Tal y como señala Cantero (2004) no existe paisaje al margen del individuo. Desde las visiones, que han sido definidas como subjetivistas, se han buscado las representaciones paisajísticas en los modelos sociales interiorizados por los individuos (Mela, Belloni y Davico, 1998). El paisaje, desde esta interpretación, es pura representación, otra cosa es el espacio, entendido como realidad material construida y el territorio, entendido como proceso de apropiación, con los que está profundamente relacionado, aunque conviene separarlo a efectos de análisis (Valcuende, 2004). Como también conviene separar a nivel analítico las imágenes conformadas desde distintas instancias (Mercado, Estado…) con la resignificación de dichas imágenes por parte de los diferentes actores locales, que participan de forma directa o indirecta en la construcción del objeto turístico.

La visión que defendemos es diferente a algunos planteamientos que se han aproximado a la comprensión del paisaje a través de una suma de elementos objetivos y objetivables. Desde estos últimos, en la práctica, que no en la teoría, la diferencia entre espacio, territorio y paisaje es secundaria. Al fin y al cabo se entiende el paisaje como un epifenómeno derivado de la realidad “material” del propio espacio, o en el mejor de los casos como una intersección entre una realidad objetiva y subjetiva. El problema que presentan estas perspectivas es que al final remiten a una suma de elementos que son clasificados y agrupados, con el fin de analizar las representaciones que subyacen a los mismos. De esta forma el analista del paisaje se convierte, a su vez, en creador de paisaje, en función de factores variables: geomorfológicos, ecológicos, etc.

Tal y como ha definido Ojeda (2005) nos encontramos con diversas tipologías de paisajes (identitarios, connotativos, científicos, institucionales, comunes). En el caso de estudio seleccionado es precisamente el paisaje modal el que marca la pauta en la construcción del territorio. La imagen del destino turístico-inmobiliario responde a la visión de una clase media, que progresivamente va adquiriendo mayor peso en la conformación de los espacios y territorios. Sin embargo, la propuesta de este autor es difusa en tanto que actualmente los paisajes modales tienen también un carácter identitario. Por un lado, para una parte de las sociedades locales, que han ido asumiendo la lógica del mercado, por otro lado, para los propios turistas, que viven el paisaje modal como una realidad cotidiana. No podemos olvidar que el turismo no es una actividad que “aterriza” en una zona determinada. Pero si la lógica modal e identitaria se confunden a principios del siglo XXI, también se produce cierta relación con algunas imágenes que formarían parte de los paisajes científicos. De hecho, los nuevos destinos turísticos, también los inmobiliarios, son ofertados precisamente a partir de la imagen ¿científica? de marca de la sostenibilidad. Efectivamente el predominio de “lo urbanita”, “lo clorofílico”, “lo mediático” (Ojeda, 2005) subsumen y recrean otro tipo de visiones, incluida la científica, pero también la institucional, que frena determinado tipo de actividades consideradas perjudiciales para el medio, al mismo tiempo que se incentivan otro tipo de actividades pensadas desde y para el mundo “urbanita” (Coca y Quintero, 2006).

Sin embargo, las imágenes a partir de las cuales se recrea el espacio y el territorio no son los paisajes. Nos interesa analizar precisamente la vinculación que se produce entre las imágenes propuestas de los destinos turísticos y la resignificación paisajística de las mismas. Partimos de que la creación de una buena parte de los destinos turístico-inmobiliarios responde más a las imágenes globales de los compradores, que a las características concretas del espacio, en el que estos se desarrollan. Este tipo de imágenes son resignificadas desde una desigual participación de los diferentes actores en la conformación y disfrute de los escenarios turísticos, en general, y de los turístico-inmobiliarios en particular.

Si entendemos el turismo como una lógica a partir de la cuál el espacio se convierte en objeto de consumo, el análisis de la actividad turística adquiere significación no en tanto a la propia actividad en sí, sino al sistema de relaciones a partir del cual se plasma una visión global en un territorio concreto, en la que participan de forma desigual autóctonos y foráneos, usuarios y empresarios, intermediarios y políticos, etc. Desde las propias sociedades locales se reproduce la lógica turística, en el momento en que se piensa el espacio como una realidad que debe ser reconstruida con el fin de situar en el mercado: actividades (fiestas, rituales, festivales, etc.), espacios o un conjunto de ambos. ¿Pero donde están los límites de esa reconstrucción? ¿Hasta qué punto las imágenes propuestas para la venta en el mercado turístico son asumidas por toda la población? ¿Cuáles son las características de las imágenes ofertadas y en que medida el escenario local es importante en estos destinos turístico-inmobiliarios?...

En las páginas siguientes analizaremos la conformación de las imágenes de un destino turístico tardío, representativo de un modelo que se ha extendido por una buena parte de las costas españolas. Este modelo se basa en la edificación de grandes urbanizaciones, gestionadas por empresas privadas, que recrean totalmente el medio en función de las demandas del mercado. De esta forma asistimos a la creación de auténticos enclaves diseñados en función de las necesidades de los usuarios puntuales o temporales (que acceden a estos espacios para usar la infraestructura turística), y de los usuarios residenciales, que se plantean vivir largas temporadas o bien invertir en la compra de pisos. No pretendemos, por tanto, explicar el mantenimiento o reproducción de imágenes paisajísticas partiendo de las propias características “objetivas” del espacio, por el contrario pretendemos demostrar cómo en este sector específico del turismo es la imagen conformada desde el mercado la que acaba por determinar los procesos de reapropiación territorial, que no la significación paisajística; ésta última debe ser analizada desde las experiencias concretas de los diferentes colectivos que interactúan en estos espacios, incluidos los turistas.

Pero antes de seguir conviene que contextualicemos brevemente el caso seleccionado por su representatividad en relación a los destinos turísticos recientes. Los cuales, bajo nuevas formas, reproducen algunas de las características del desarrollo turístico de los años sesenta, adquiriendo una expansión notable en zonas hasta hace poco tiempo escasamente urbanizadas (Valcuende, 2006).


Breve caracterizacion de Isla Canela

Isla Canela se sitúa en el extremo sur del término municipal de Ayamonte. Sus límites vienen definidos al oeste por la desembocadura del río Guadiana, al sur por el Atlántico, al norte por el Caño de Canela y al este por el río Carreras. En esta zona se sitúan tres núcleos de población claramente definidos: Punta del Moral, Barriada Canela, y el poblamiento disperso de la isla. La conformación de estos núcleos de población se comprende fundamentalmente a partir de dos hechos. El primero, el desarrollo pesquero que experimenta toda la zona occidental andaluza desde el siglo XVIII (Fourmeau, 1983) y, el segundo, la repoblación campesina que se produce en esta zona a partir del siglo XIX (Sánchez, 1987).

La evolución de la isla en las últimas décadas ha venido marcada precisamente por la evolución del sector turístico-inmobiliario. Las transformaciones experimentadas en esta zona han sido realmente importantes, desde el punto de vista social, económico y ecológico. De ser un espacio históricamente marginado en el contexto local (Valcuende, 1998), se ha convertido en una pieza clave para el crecimiento económico de Ayamonte. Esta localidad, que históricamente ha vivido de la industria conservera, la pesca y el comercio (aprovechando su posición estratégica en relación a la frontera), ha encontrado en el turismo y en el sector inmobiliario dos actividades centrales en su actual estrategia económica, que está modificando sustancialmente tanto a la cabecera del término municipal, como al término municipal en su conjunto, donde en estos momentos se realizan dos grandes proyectos turísticos. En el norte, junto al río Guadiana, Costa Esuri (una urbanización, que según las previsiones realizadas, duplicaría la población ayamontina), y, en el sur, las urbanizaciones que se extienden por toda la zona costera en Isla Canela. Éstas últimas nos servirán precisamente de base para analizar la construcción del escenario turístico.


Detrás del escenario: la sociedad local ante el destino turístico

Desde los años sesenta se inició un proceso, que a pesar de los retrasos, iba a suponer una modificación radical de la Isla. El poblamiento disperso, que se encontraba en el punto de mira de las urbanizaciones, comienza a ser incómodo.

“Llegaron en coches que andaban por la arena, convocaron a los campesinos, traían mesas portátiles, televisor-video a baterías, repartían tabaco del que fuman los turistas. Antes de la proyección, un orador conocido de los campesinos por manejar el yugo y las flechas, tomó la palabra y contó un cuento sobre las comodidades del asfalto. “Aquí viven ustedes como bichos entre retamas, animales y yerbajos”. Algunos campesinos agacharon la cabeza avergonzados por lo poco que significaba la tierra para los señores gobernantes. “Nosotros pensando en vuestro porvenir estamos dispuestos a cambiar la tierra por una casa en la ciudad”. Una voz bronca susurró y nuestros hijos al paro o… Las autoridades civilizadas se olvidaban que a la Isla había llegado la radio.” (Orta, 1992:28)

Las diferentes empresas que intentaron urbanizar la Isla encontraron en algunos sectores de la misma una clara oposición al proyecto urbanizador (Valcuende, JMª. 1998). De hecho, los campesinos jugarán un papel especialmente activo en una primera etapa. Pese a los fracasos de las distintas empresas que se hacen cargo del proyecto turístico, éste será infrenable. Una buena parte de la población local ayamontina, y de sus representantes políticos, había apostado por una actividad que venía a suplir la crisis de algunos de sus sectores económicos: la isla debe ser urbanizada. Una propuesta que pasa a ser una realidad innegable a partir de la década de los años ochenta y noventa del siglo XX.

Desde el poder político municipal ha existido una preocupación por rentabilizar este espacio “olvidado”. Esa rentabilización ha llevado a seleccionar algunos elementos considerados representativos y a desechar otros considerados poco significativos. De este forma se fue reduciendo la retama; los lugares de sociabilidad de los pescadores se vieron acotados a las poblaciones marineras; el espacio circundante dejó de ser suyo, y los viejos patios, pozos y calderas, testigos mudos del pasado pesquero, se destruyeron o simplemente se dejaron caer. Sólo los “monumentos”, una tumba romana y una torre vigía, son los dos testimonios del pasado que han sido integrados en un nuevo paisaje reinventado para los inversionistas y turistas. Un escenario donde no hay cabida para el patrimonio etnológico, exponente de una forma de vida, que la población local asocia a las duras condiciones del pasado, y que por tanto es incompatible con la nueva imagen de modernidad, que se recrea en las imágenes modales, configuradas por el mercado, a partir de las cuales se resignifican  determinados referentes identitarios locales, listos para la venta.

El turismo ha conllevado un proceso contradictorio en el que se pone de manifiesto la distinta significación del espacio para los diferentes actores locales. La isla ha sido el espacio cotidiano para algunos de ellos, para otros un espacio inhóspito que era necesario “desarrollar”. Estas dos situaciones explican las formas diversas de percibir los cambios, los mecanismos de resistencia o asunción de los discursos dominantes, las pugnas por el propio espacio y las representaciones paisajísticas del mismo. En las entrevistas realizadas durante nuestra investigación nos hemos encontrado afirmaciones como las siguientes:

"Hace mucho tiempo que no voy por Barriada Canela. Me gustaría irme de aquí a un sitio más tranquilo, este mes de Agosto Ayamonte ha sido insoportable. (Vecina de Ayamonte, nacida en Barriada Canela)

La Punta ya no es la Punta. (Vecina de Ayamonte, nacida en Punta del Moral)

Lo que estás haciendo estará muy bien pero a mí no me gusta. (Vecina de Punta del Moral)"

Estas opiniones hacen referencia a una Isla que existe porque existe la memoria de aquellos que la recuerdan y que la viven.  Los tres testimonios evidencian las dificultades para anclar la memoria al paisaje de la niñez y de la juventud, pero también las dificultades para reconocerse en un espacio profundamente transformado, representado en las postales turísticas. Las imágenes propuestas por el mercado son percibidas de esta forma como una agresión al paisaje identitario, al espacio cotidiano de interacción, en algunos casos recreado desde la distancia, en otros vivido desde la proximidad. Es interesante como esta percepción de “agresión” es asumida incluso por alguno de los habitantes de la Isla, que han pasado a tener una fuente complementaria de ingresos en la actividad turística.

Pero las opiniones anteriores no son las únicas, ni son mayoritarias. Las visiones sobre el espacio están marcadas por la intensidad de las relaciones que hemos mantenido con el mismo y por toda una serie de imágenes que interiorizamos en función de nuestra clase social o de nuestra posición territorial. La mayor parte de la población ayamontina ha vivido el proceso de crecimiento de Canela como una oportunidad para que su localidad se sume a la larga lista de pueblos costeros que están explotando sus recursos. Esto no es extraño sobre todo si tenemos en cuenta que una parte significativa de la población local ha vivido al margen de la Isla. De hecho, el proceso de “desarrollo” turístico fue frenado mientras resistió una parte de la población campesina, aunque esto no era suficiente sin un apoyo decidido de la población de la cabecera del término municipal, que pasó a percibir a los campesinos que se oponían al proyecto como “el problema”, que impedía el desarrollo de la localidad.

Paradójicamente el proceso de urbanización de la Isla, y la mejora en las comunicaciones, ha contribuido a que para una parte de los ayamontinos las playas de su localidad comiencen a ser percibidas como “sus playas”. Por otro lado, la urbanización de la Isla ha generado numerosos puestos de trabajo tanto en la construcción como en el sector servicios asociado al sector turístico. A medida que el proceso de crecimiento turístico se ha ido consolidando también se ha producido una mejora de algunas de las zonas de Ayamonte, especialmente su centro urbano: se han restaurado edificios emblemáticos, se ha construido un puerto deportivo, se han mejorado las instalaciones del zoológico, se ha creado un nuevo campo de fútbol, se han erigido numerosas estatuas, etc. La vieja Puerta de España se refleja en nuevos lemas publicitarios, como el de Ayamonte Ciudad Saludable o Ayamonte Ciudad Sostenible, con los que se pone de manifiesto, siguiendo este tipo de discursos, el supuesto desarrollo equilibrado con el que se están acometiendo estas importantes transformaciones.   

La progresiva importancia de estos enclaves turísticos desde el punto de vista económico, social y político se manifiesta en los discursos de las sociedades locales, entendidas como realidades diversas, en las que distintos grupos pugnan por el poder político. No es extraño que en los lugares donde se crean estos enclaves, su mayor o menor idoneidad forme parte central de la arena política. Las urbanizaciones de Punta del Moral y Canela son sólo una parte de un proyecto mucho más amplio de expansión urbanística que afecta al propio casco de la cabecera municipal, y también a una nueva urbanización construida a unos cinco kilómetros junto al río Guadiana, en este caso pensada fundamentalmente para compradores noreuropeos (Costa Esuri). Los discursos sobre la sostenibilidad o insostenibilidad del modelo de desarrollo turístico-urbanístico que antes se centraban en los complejos turísticos de la Isla ya forman parte de una visión global, que va mucho más allá de esta zona concreta.

La ciudad de Ayamonte lucirá a partir de ahora el distintivo de Ciudad Sostenible concedido por la Federación de Usuarios y Consumidores Independientes como reconocimiento a su limpieza y a la preocupación medioambiental por lograr la sostenibilidad del municipio. Artículo Publicado en Guadianet. (www.guadinet.com/index). Fecha de consulta: septiembre de 2006

La sostenibilidad, se entiende desde valores estéticos. Ayamonte, es sostenible porque es limpia. Este testimonio es realmente interesante y lo es porque nos muestra hasta qué punto las transformaciones socioambientales, que siguen determinados parámetros, rápidamente son asumidas como sostenibles. El que visite hoy Isla Canela verá efectivamente las praderas verdes de los campos de golf, palmeras, pinos y césped antes de llegar a la playa. Verá, a su vez,  edificaciones que mantienen ciertos criterios estéticos, puertos deportivos y toda una serie de servicios para los turistas y visitantes en una isla parcialmente privatizada. La Isla está dentro de los criterios populares de la sostenibilidad, en tanto que se ajusta a los valores de “asepsia” asociados a determinadas clases sociales. Esa imagen de “cuidado” y limpieza se reproduce en el propio casco urbano, en las zonas más visitadas. La sostenibilidad, de este modo, es entendida como parte de un escaparate cuidado, lo que hay detrás del escaparate es otra cosa. Pero si estos son los discursos de los que legitiman este tipo de crecimiento urbanístico, los discursos contrarios al mismo, defendidos por algunos de los grupos políticos locales, determinadas asociaciones y grupos ecologistas, inciden precisamente en el carácter insostenible del modelo:

La Asociación para la Protección del Patrimonio Histórico y Paisajístico de Ayamonte (Almacal) considera "vergonzoso" que al Ayuntamiento de Ayamonte se le haya otorgado hace unos días el distintivo de "Ciudad Sostenible y respetuosa con el Medio Ambiente", por lo que tiene previsto remitir "numerosas pruebas" a la Federación de Usuarios y Consumidores (…) "para que conozca con objetividad el trato especulativo e irrespetuoso del equipo de gobierno ayamontino hacia los valores naturales e históricos".

Según informó en un comunicado la asociación Almacal, en la actualidad se investigan varias irregularidades, entre ellas "un presunto delito de falsedad documental en relación a un informe que se remitió desde la delegación provincial de Medio Ambiente" en relación a una especie botánica protegida (Picris willkommii) en la Rodadera. (Andalucía 24 horas. Versión Digital 26/04/2006 <www.andalucia24horas.com>. Fecha de consulta: septiembre de 2006).

¿Cómo justificar que Ayamonte no es una ciudad sostenible? Al fin y al cabo hay más puestos de trabajo,  el centro urbano está cuidado, las calles limpias, y se están construyendo núcleos residenciales de calidad. Pues precisamente intentando demostrar que este crecimiento está afectando a especies protegidas. Una preocupación importante para la administración autonómica y central, que han dedicado notables esfuerzos a la protección de especies y espacios emblemáticos, mostrando una cierta despreocupación por las zonas no protegidas. Un buen ejemplo que pone de manifiesto como la lógica paternalista que señala Palsson (1996) funciona en la práctica como una parte más de la lógica orientalista, es decir, la “protección” ambiental justifica en último término la sobre explotación de zonas no clasificadas como “naturales”. En el propio casco urbano de Ayamonte, en la zona más alta, se ha iniciado también la construcción de varias viviendas, que estarían destruyendo una especie botánica protegida: la Picris Wilommii. Dicha especie ¿es o no es importante? Desde las argumentaciones favorables a la construcción se argumenta que la planta puede ser descatalogada en cualquier momento, y que su profusión es tal que podría impedir seguir construyendo en muchas zonas de Ayamonte. Desde los argumentos contrarios se insiste en la importancia de una especie catalogada. El debate de la sostenibilidad o no de una concepción urbanística se lleva al terreno científico, la palabra sagrada a partir de la cual se dará la bendición o se promulgará la excomunión. Los nuevos mitos de la modernidad, moldeables según quienes financien los estudios de impacto ambiental. Pero en Isla Canela no había picris, sólo había gente, mala o buena suerte: que siga la construcción.


Los sueños en venta

Crear un objeto o destino turístico implica actualmente construir imágenes que lo hagan atrayente, deseable, asequible… La publicidad de esta forma crea el destino incluso antes de ser construido. Toda una serie de representaciones son activadas en función de los potenciales usuarios. No es casual que esta publicidad reproduzca un espacio ideal pensado para el comprador ideal. La empresa constructora (Pryconsa), que gestiona Isla Canela se anuncia en sus informes de gestión como una constructora de sueños. ¿Pero quiénes son los soñadores que pueden acceder a estas propiedades? ¿Qué tipo de sueños son ofertados?

Figuras 1, 2 y 3

 


Numerosas vallas publicitarias de grandes dimensiones en la propia urbanización ponen de manifiesto las características de los potenciales usuarios, bajo el lema “Te vas a Enamorar” (figuras 1-2-3)  y “Vas a Volver”. Los carteles que hacen referencia al primer lema son los siguientes: una embarcación deportiva, un bloque de viviendas, una pelota de golf en un primer plano, y la siguiente imagen (figura 4) que directamente hace referencia a los “enamorados” de ellos mismos y del paisaje, que se manifiesta como una continuidad necesaria de ese amor.                                 

Figura 4

 

La imagen de ese enamoramiento propuesta por una constructora no es la de dos personas mayores, que responderían al prototipo de turista alemán o británico: él calvo, con bermudas en tonos crudos, camisa corta de color más intenso con la que cubre una barriga cervecera, calzado deportivo, calcetines hasta la rodilla y gorra americana; ella con camiseta de tirantes, gafas y pantalón corto en tonos rosas… Tampoco es la dos muchachitos de veinte años, independientemente de la “tribu urbana” a la que pertenezcan. Por supuesto no es la imagen de dos mujeres o dos hombres abrazados (por el momento). La imagen es la que es y es. La madurez suficiente para tener una buena cartera sin que todavía se pierda la belleza. Los personajes parecen flotar en la imagen, no existen problemas para aceptar la propuesta, es sólo querer el mejor lugar para él, para ella, para nosotros. La pesadez de la hipoteca no parece preocupar a los protagonistas. ¿Qué precio tiene el paraíso? ¿Y el amor?.... siga la flecha.

Evidentemente este tipo de publicidad no puede ser arriesgada, se trata de manifestar el sueño dentro de los estándares que se presuponen a los compradores, en este caso en masculino. El papel activo del hombre aparece claro en la imagen propuesta, como también aparece en la asociación de los deportes reproducidos en otros carteles, que hasta hoy mantienen una clara identificación sexuada. Sin embargo, y no por casualidad, sólo nos encontramos con la imagen de una mujer solitaria en la publicidad. Nuevamente la representación de la juventud despreocupada que se ofrece, seguramente, a gente no tan joven, y que nos invita a volver (figura 5).

 Figura 5

Las características que definen la publicidad responden claramente a la tipología de turistas que nos han descrito los propios empresarios en las entrevistas. Un turismo de carácter familiar, con cierto poder adquisitivo; un turista próximo a eso que se define como “de calidad”. Pese a esta caracterización general encontramos algunas diferencias entre tres tipos de turistas. Los primeros son los potenciales compradores de los apartamentos. La potenciación de este tipo de turismo tiene que ver con la mejora sustancial de las vías de comunicación que unen Ayamonte con Sevilla o Faro (localidades que a su vez poseen aeropuertos) a través de autopistas, un fenómeno extensivo a otras poblaciones costeras onubenses, que se están convirtiendo en el “recambio” de algunas playas, que en estos momentos se encuentran prácticamente saturadas. 

El segundo tipo de turismo es el que hace uso de los hoteles de las grandes cadenas asentadas en Isla Canela, compuesto, fuera de de temporada, por un público mayoritariamente extranjero, sobre todo alemanes y británicos, aumentando el turismo nacional en temporada alta. Las redes de comercialización de las grandes cadenas hoteleras como Riu o Barceló sitúan el producto ayamontino en el norte de Europa. Según nos indicaba el director de uno de los hoteles más importantes de la zona, aproximadamente un sesenta por ciento de esta clientela hace la vida prácticamente en el hotel, situado junto a la playa. El hotel oferta una comida de carácter internacional, actividades lúdicas, se pueden contratar excursiones a otras zonas, etc. Para el que quiera no es necesario salir del hotel a no ser, claro está, para ir a la playa.

La diferencia fundamental entre el turista de hotel y el turista que compra un piso en las urbanizaciones, es que para el primero el destino tiene un carácter temporal. Su información sobre el mismo es mucho menor, en cuanto que busca un lugar cerca del mar, con buen clima y una equilibrada relación calidad-precio (es decir, busca destinos potencialmente intercambiables). Al fin y al cabo, sus desplazamientos están fuertemente condicionados por la capacidad de las cadenas hoteleras de colocar su producto en el mercado. A su vez, las actividades realizadas en el propio destino suelen ser organizadas, por lo que la vinculación con la población local es reducida. Por otro lado, los turistas residenciales tienen mayor información sobre el lugar elegido, entre otras cosas porque el verano y otros periodos de descanso se combinan con la inversión. Este tipo de turismo nos aproxima a un fenómeno nuevo, que tiene que ver con la creación de espacios complementarios a los contextos urbanos. El turista vive normalmente en la ciudad y descansa en otro contexto, que es entendido como una continuidad de su espacio cotidiano: en la concepción de las viviendas, en los servicios, incluso en las redes de relaciones. El destino se conecta de forma directa con otros contextos temporales y espaciales alejados del propio contexto local.

Un tercer grupo de turistas estaría formado por aquellos que han acudido a la zona habitualmente, pero al margen de las nuevas urbanizaciones. Este tipo de turistas mantiene una relación más estrecha con la población local. Una relación que se traduce en imágenes, a veces de colaboración y a veces conflictivas. El estereotipo creado en relación “al sevillano”, que sería generalizable a otras zonas turísticas, pone de manifiesto el nivel de influencia de la capital andaluza en estas zonas costeras, pero también evidencia unos niveles de relación mucho más estrechos que los que se producen con aquellos englobados bajo la categoría genérica de “turistas”.

Los turistas, como señalábamos anteriormente, buscan un sueño, un espacio virtual, que se hace real precisamente a partir de su virtualidad ¿En qué consiste? Básicamente en ofertar todos los mundos posibles. Un mito importante para el turista y también para el sector empresarial:

“P- ¿En qué medida las actividades culturales de Ayamonte ayudan a consolidar el turismo?

R- Ese tipo de actividades ayuda a consolidar la imagen, a dar algo más a ese elenco de posibilidades que se puede tener aquí. Y es lo que decíamos al principio: no es que yo sea un sibarita de la música y porque haya un festival de música yo vaya a ese destino, pero me transmite, tengo esa opción, luego ya veremos si la cojo o no. (…) Luego vengo y no salgo del apartamento o del hotel en toda la semana… Muy bien, pero he estado en un sitio que es cojonudo. (…)Te quiero decir con esto que vendes la sensación de tener un abanico de posibilidades, luego de ese abanico utilizas una o dos o no utilizas ninguna”. (Gerente, empresa de alquiler de apartamentos).

Independientemente de nuestra vida real lo fundamental es tener la sensación de que, volviendo a los lemas publicitarios, te vas a enamorar o de que todo está al alcance de la mano. En función de que un destino turístico oferte más posibilidades  adquiere un valor añadido, hace que el turismo de sol y playa parezca otra cosa. Sin embargo, a fuerza de intentar distinguir los destinos turísticos, éstos tienden a reproducir características estandarizadas, al fin y al cabo el territorio se diseña en función de una representación, un paisaje homogeneizado en el imaginario compartido de la clase media. Una imagen que valora las potencialidades del consumo como un requisito necesario del destino. Esto puede evidenciarse en los establecimientos centrales de estas urbanizaciones donde se desarrolla una buena parte de la sociabilidad de los turistas. En el centro comercial se puede degustar la comida francesa, italiana, australiana (figura 6), junto a “la típica” comida española: la paella, y al mismo tiempo ver los partidos del Liverpool. Los rótulos en español e inglés, cuando no exclusivamente en inglés, nos indican el tipo de usuario que utiliza este tipo de espacios, o por lo menos el que marca las pautas en el diseño del propio objeto turístico.

Figura 6

  

El objeto turístico en el mercado

No todos los destinos turísticos tienen las mismas características. Para Judd (2003) los destinos urbanos pese a los mecanismos de control permiten ciertos márgenes intermedios, zonas fronterizas, en las que es posible el contacto entre turistas y no turistas. Al fin y al cabo las realidades urbanas son pre-existentes al destino turístico. Éste tiene una gran influencia en el propio contexto urbano, sin embargo, en la mayor parte de los casos, la realidad virtual del turismo se ve obligada a confrontarse con otras realidades más o menos agradables, incluso inesperadas. A diferencia de este tipo de destinos en el caso que ahora nos ocupa, todo ha sido conformado por y para turistas. Esto obliga a “expropiar” a la población pre-existente, expulsar a la población “molesta” y/o limitar las actividades que sean consideradas perjudiciales al desarrollo turístico. Los actores activos del territorio deben pasar a ser agentes pasivos, de tal forma que el pescador, el campesino, el mariscador dejen de ser personas para transformarse en personajes, a ser posible, típicos; dejen de tener historia para tener tradiciones, folclore, y en definitiva pasen a ser el fondo de un escenario, que requiere precisamente de una singularización, que encubre una forma de apropiación y gestión estandarizada de un territorio construido no para ciudadanos sino para clientes. Esto obliga a una reformulación del papel de las sociedades locales, pero también a una reformulación de un espacio que debe ser transformado, en función de cinco características: naturalidad, orden, comodidad, seguridad y singularidad. Veamos estas características más detenidamente.

La naturalidad

Para vender los nuevos destinos turísticos de “calidad” y “sostenibles” no basta el sol y la playa. Gozar de un destino natural (al igual que sucede con los de carácter “cultural”) forma parte de la imagen de marca con la que se revalorizan los modelos de crecimiento turístico, que continúan reproduciendo los peores defectos del crecimiento de los años sesenta. El problema que se nos plantea aquí no es menor: ¿qué imagen tiene el turista de la naturaleza?

Para responder tenemos que hacer referencia a algunas pre-concepciones que van más allá de la categoría de turista, para posteriormente entrar en las especificidades de lo que éste resalta de una naturaleza que puede ser disfrutada, es decir, comprada. La visión de un espacio natural es fundamentalmente la de un espacio verde. Aunque sea una obviedad no está de más recordar que la naturaleza es todo, no existe nada que no sea natural. Tampoco está de más señalar que la naturaleza transformada es aquella “no verde”, pero que la mayor parte de los territorios “naturales” mediterráneos son espacios antropizados. Es decir, es imposible entender la naturaleza sin la acción humana, no encontraríamos ni un solo espacio natural en esta área sin comprender la acción del ser humano (probablemente en ningún contexto). En todo caso, la idea de “verde” como ámbito natural sigue fuertemente arraigada, hasta el punto de que si éste no existe es necesario crearlo, es decir, construir una naturaleza que parezca más natural en función de determinados criterios estéticos.

Los nuevos paisajes turísticos a diferencia de otros paisajes “naturales” requieren de una sobre explotación de los recursos (tanto de la tierra como el agua), pero requieren de un elemento más: la reproducción de un imaginario que ha estereotipado los destinos costeros a partir de una sincrética recreación de “lo caribeño”. De esta forma se conforman destinos con un cierto carácter ecléctico que acaban convirtiendo en verdad un paisaje imaginario, en el que se fusionan las palmeras, con el césped, los jardines (figura 7). Una representación ideal que se fundamenta en una selección de elementos, a partir de la que se eliminan ciertos aspectos “naturales” y se potencian otros.  Los destinos turísticos tienen que cumplir unos requisitos de calidad, esto se traduce en un proceso de necesaria homogeneización en función de las demandas del mercado.                                

Figura 7
                                  

Poco importa que la naturaleza recreada tenga o no que ver con el medio en el que ésta se encuentra, lo fundamental es que responda a la idea preconcebida por el turista, a partir de la cual el destino se aproxime a un lema habitualmente utilizado para su venta: un paraíso natural. El paraíso remite a la idea de espacio imaginario, lo cual implica dos cosas. La primera es que esa naturaleza sea cómoda y accesible, parafraseando la novela de Foster, que hace referencia a otro tipo de turismo distinto: tener una habitación con vistas. La segunda, eliminar algunos elementos naturales que son “desnaturalizados”, en cuanto que pueden romper la armonía del paraíso.

Uno de los aspectos fundamentales a la hora de entender la jerarquía en el precio de los apartamentos de las urbanizaciones de Isla Canela, y probablemente de todas las urbanizaciones del mundo, son precisamente las vistas; la posibilidad de disfrutar de la naturaleza desde el propio apartamento, ya sea por su proximidad a uno de los espacios “naturales” por excelencia de los escenarios turísticos: el campo de golf; ya sea por su proximidad al altar máximo de este tipo de turismo: la playa. En uno de los anuncios en internet de la empresa constructora de Isla Canela se puede ver de forma interactiva las vistas que el comprador puede tener desde uno de los pisos que se encuentran en primera línea de playa. Una visión en la que no existe ninguna interferencia entre el piso y el mar (figura 8). La propia disposición de las construcciones realizadas, y de las que se siguen realizando, evidencia la importancia de construir lo más próximo a la playa, al fin y al cabo garantizar vistas significa garantizar precio.

Figura 8

Es significativo cómo esa obsesión por disfrutar de la naturaleza implica precisamente su destrucción o por lo menos su profunda transformación. Porque efectivamente el turista no quiere vivir en… quiere disfrutar de…. Lo cual obliga, como no podría ser de otra forma, a construir naturaleza a la carta (figuras 9-10), pero sobre todo a fijar la naturaleza que se ha ofertado en el mercado y que alguien ha decidido comprar.  Nada puede romper esa imagen idílica ni siquiera la naturaleza real, a riesgo de poner en peligro el propio destino turístico. La naturaleza debe ser puesta en su lugar, eso significa fumigar para matar los mosquitos, limpiar las algas que perjudican el baño, acabar o controlar las plagas de medusas, destruir las dunas que puedan perjudicar las construcciones, impedir el avance del mar, regenerar la arena en las zonas donde su ausencia pueda dificultar el baño, regar el césped introducido y un largo etcétera.

Figuras 9 y 10


Orden y comodidad

Los elementos considerados naturales lo son en cuanto que están asociados a una finalidad social, ya sea productiva ya sea estética. En el turismo la finalidad estética adquiere un carácter productivo (a diferencia de otras actividades donde lo productivo adquiere unas características estéticas). La estética de este tipo de destinos tiene que ver con los compradores de sueños, que requieren de un hecho básico: cada elemento tiene que estar en su lugar de forma accesible y ordenada  Como en un gran hipermercado el comprador debe saber en qué estantería se encuentra cada producto.

La nueva naturaleza que se nos presenta es: regular, geométrica, cómoda… La naturaleza no puede penetrar en el espacio urbanizado, que la transforma en suciedad. Entre las urbanizaciones y las playas está el paseo marítimo, posteriormente una zona sembrada de césped, de donde salen los caminos marcados para las playas, y a ambos lados de los caminos un espacio residual de retama (la naturaleza originaria). Este orden y geometría se manifiesta también en las propias playas.

En otras zonas costeras nos encontramos con parcelas de playa que se gestionan para poner sombrillas, y nadie más puede situarse en la zona acotada con su propia sombrilla, e incluso se han desarrollado determinadas tipologías “playeras” que marcan sus diferentes usos y/o usuarios: playas para gays, playas para nudistas, playas para “textiles”, playas familiares… En el caso analizado, sin llegar a estos extremos, nos encontramos con una tendencia a esta reglamentación: espacio para pesca, para bañistas, para kite surf, para embarcaciones (figuras 11-12-13-14)….  Si algo caracteriza a la sobremodernidad es precisamente la tendencia a la individuación, lo que se refleja en la fragmentación y segregación de los espacios. Un hecho que transciende los propios ámbitos turísticos para formar parte de una nueva concepción espacial (Dammert, 1996).

Figuras 11, 12, 13 y 14

  

El espacio en estos destinos turísticos es racionalizado y geometrizado, no sólo en relación a lo que el turista entiende como naturaleza, también en la recreación de los espacios urbanos, en los que predomina la funcionalidad: grandes avenidas, rotondas, paseos marítimos, centros comerciales. Zonas para comprar, para mirar, para pasear (figura 15)… En estos destinos turísticos todo está planificado, no puede haber lugar para la sorpresa, lo imprevisto… no debería haber lugar para el desorden, independientemente de que en temporada alta la masificación acabe sobrepasando las características ideales del escenario.

Figura 15

El espacio “común” en estas zonas es fundamental, pero igual o más importante es el interior de las urbanizaciones y de los propios pisos y apartamentos. La expansión de las urbanizaciones privadas es un síntoma de la progresiva debilidad de los espacios públicos, que dejan de serlo para convertirse en espacios compartidos, gestionados por empresas privadas. En estos mundos privados se tiende a primar la exclusividad, reproduciendo los esquemas de vida urbanos.

Seguridad

Las urbanizaciones creadas para los turistas se conforman como islotes aislados del mundo en el que se encuentran. Con ello no queremos decir que no influyan en las sociedades locales, ni a la inversa. Sin embargo, su concepción y diseño responden a la idea de un ámbito exclusivo y a veces excluyente. No es extraño que progresivamente el gueto turístico adquiera importancia en muchos de los países pobres, en los que el turista no debe asomarse a la otra cara de la realidad (la extensión del Todo Incluido es significativa en este sentido), pero no solamente, porque la idea de seguridad también empieza a ser fundamental en países ricos. El turista como fuente de ingresos se ha convertido en una preocupación tanto para los empresarios como para los políticos, éste debe ser cuidado, protegido y en ocasiones aislado. Un aislamiento que facilita su seguridad y de paso la canalización y rentabilización de su consumo.

“El Ayuntamiento (…) instalará una red de cámaras en el complejo turístico de Isla Canela, para poner en marcha un sistema de vigilancia integral que incorporará un circuito cerrado de cámaras de vídeo vigilancia y una mayor presencia de policial(…) El nuevo sistema se adoptará en la zona turística para conseguir, en palabras del alcalde socialista Rafael González, que 'a cualquier hora del día o de la noche sea posible a través de circuito cerrado de televisión realizar un seguimiento y vigilancia de cualquier zona de la isla'.

Esta iniciativa estará activa en toda la superficie de la isla, desde el acceso del puente de Canela hasta las playas, con especial énfasis en las zonas habitadas. Las cámaras servirán también para controlar los ataques al mobiliario urbano y otras actividades ilegales que pudieran desarrollarse en la isla.

A juicio del alcalde, este incremento de seguridad, que ya existe en otras zonas turísticas, es una demanda reiterada de los vecinos de la zona y 'va a llevar aparejado un incremento de presencia policial, pero no podemos dejar en el olvido las nuevas tecnologías, que también pueden prestar un servicio de gran interés' ”. (Artículo publicado en Terra actualidad <http://actualidad.terra.es> Fecha de consulta: 20 de Septiembre de 2006).

¿Por qué esta protección especial de los espacios turísticos? ¿De quién se quiere proteger a los turistas? El mensaje es claro, no sólo es necesario que los turistas vivan en espacios creados en función suya, que estos espacios se encuentren segregados de los pueblos de los nativos,  también lo es dar la sensación que estos lugares son seguros, un mundo al margen del mundo.

Los antiguos colonizadores británicos, un poco más al norte, en la Cuenca Minera de Río Tinto, crearon en el siglo XIX un barrio vigilado para el staff de la empresa, rodeado por un muro, desde donde se regían los destinos de la comarca minera, en un sistema claramente colonial. Actualmente en otros contextos las cámaras de seguridad sustituyen a los obsoletos muros, pero no para proteger a los gestores del espacio. Son estos gestores los que protegen su fuente de ingresos, para que nada estropee a sus clientes unas idílicas vacaciones, para que su vida funcione de forma paralela a la vida local.

La realidad circundante a estas urbanizaciones aparece próxima y lejana a un tiempo. Muchos de los alemanes y británicos no saben español, como tampoco saben alemán o inglés los nativos. Al aislamiento urbano se suma un aislamiento comunicativo. La comunicación entre turistas y anfitriones tiene una clara finalidad instrumental: acceder a unos servicios determinados. La adecuación del destino exige también la adecuación de los trabajadores, que progresivamente deben adaptarse al idioma y a las costumbres de los que tienen el dinero. Lejos de la visión de que el turista debe adaptarse al destino, un hecho fundamental dentro de lo que se entiende como “sostenibilidad”, lo que se hace es readaptar el destino al turista. Éste no requiere conocer, simplemente tener dinero, el resto está organizado.

Tipismo y exotismo

La conformación de los nuevos destinos turísticos reproduce unas características estandarizadas, un aspecto que está reñido con la necesidad de “distinción”.  La distinción de este destino se realiza en base a dos criterios. El primero tiene que ver con la recreación de la imagen “de lo andaluz” (Herán,1983), el segundo con las propias características de los espacios locales pre-existentes al destino.

La imagen de Andalucía como referente turístico es antigua. Al fin y al cabo muchos de los referentes que han caracterizado a esta comunidad autónoma han servido para vender la imagen de “lo español” (Lacomba, 2000). Esta idea se plasma no sólo en los discursos a través de los cuales se vende el destino, también se pone de manifiesto en algunos elementos arquitectónicos tanto de esta zona turística como de otras muchas que reproducen características similares.


Figuras 16, 17 y 18


La arquitectura conformada para el turista adquiere un carácter ecléctico (¿neo-neo regionalismo?) en el que se combinan diversos elementos, confundiéndose la imagen de una supuesta arquitectura andaluza con una selección de elementos “árabes” (figuras 16-17-18), la imagen más exótica posible se evidencia tanto en el exterior de los edificios como en la decoración interna de alguno de los hoteles. El color tierra, los blancos y azules, los azulejos… tienden a conformar una arquitectura que se ajusta a la imagen preconcebida e idealizada que supuestamente tienen los turistas. 

El segundo elemento distintivo tiene que ver con los asentamientos locales, en este caso Ayamonte y con la población que se encuentra junto a la urbanización, Punta del Moral. Esta localidad se presenta en los discursos publicitarios como una población “típica” (figura 19). La vinculación de los turistas con este núcleo de población es puramente instrumental, básicamente los turistas se aproximan a la Punta del Moral para comer los platos “típicos”, y como mucho los extranjeros para dar un pequeño paseo y realizar algunas fotografías del pueblo de pescadores y de sus embarcaciones.

                       
Figura 19

Pero el tipismo para los turistas no es una construcción totalmente foránea. Al fin y al cabo muchos de esos elementos considerados típicos o folclóricos han sido seleccionados por la propia sociedad local. El turismo genera un sistema de relaciones que obliga a las sociedades locales a emitir una serie de mensajes y discursos para ofertar un producto. Al mismo tiempo el turista interpreta, traduce y crea sus propios discursos sobre la sociedad receptora, bien es verdad que muchas veces a través de los filtros de los intermediarios turísticos. Al valorar el turista determinados elementos contribuye a que la sociedad local valore también algunos aspectos de su sociedad y su cultura, lo mismo sucede de forma inversa. Sin embargo, en el turismo de enclave este proceso comunicativo se ve reducido al máximo. La sociedad local no deja de ser el fondo del escenario real conformado por la propia urbanización; la visibilización del nativo puede generar y, de hecho, genera problemas. Veamos algunos ejemplos.

Son habituales las quejas de los turistas que ocupan algunos de los hoteles en relación al ruido de los barcos pesqueros de la población próxima de Punta del Moral. Una cosa es la imagen idílica del pescador y otra muy distinta aproximarnos a la realidad cotidiana del pescador, que irrumpe “bruscamente” en nuestro tiempo de descanso. Algunos de estos pescadores arreglaban tradicionalmente sus redes en las proximidades de una de las urbanizaciones, hoy ya no pueden seguir ocupando su espacio, “no es estético”. Durante mucho tiempo los habitantes de Punta del Moral reclamaron un puerto para amarrar sus barcos, nunca consiguieron esta reivindicación (figura 20), hoy los turistas sí tienen un magnifico puerto deportivo para sus barcos recreativos (figura 21). 

           
Figuras 20 y 21

Los turistas no buscan la imagen real de los anfitriones, seleccionan elementos más o menos atractivos, pero desde luego nada puede estropear un espacio y un tiempo creados para descansar y consumir. Las imágenes de los otros son disecadas o en algunos casos patrimonializadas, precisamente para no encontrarnos con una verdadera imagen, que a veces resulta incómoda (Valcuende, 2003). En el momento en que se crea una estatua a la mujer del pescador es posiblemente porque éste como tal está dejando de existir a favor de una nueva realidad (figura 22), que lo reclama precisamente como objeto de consumo.

Figura 22

Conclusiones y reflexión final

El análisis de las representaciones paisajísticas parte habitualmente de las características del propio espacio. El caso analizado propone un recorrido inverso. A partir de imágenes preconcebidas el espacio local es conformado. El diseño y planificación territorial se ajustan a los cánones de un modelo, que procura responder a las necesidades de los compradores de tiempo y de espacio, pero también a las necesidades de los vendedores. Es precisamente la planificación de esos tiempos y espacios en la que trabajan las empresas inmobiliarias y de servicios, los hosteleros, los políticos, los técnicos… Aunque cada uno desde una perspectiva diferente, todos son necesarios para construir el objeto turístico. 

Las imágenes turísticas se retroalimentan de “los materiales” proporcionados por una parte de la sociedad local, que tiene la capacidad de patrimonializar lugares o actos, o bien de promover iniciativas culturales, que serán un valor añadido al producto turístico. Pero en este tipo de turismo el espacio local es secundario, la creación de un “buen” producto debe pensar en las imágenes del consumidor y adecuar el espacio a dichas imágenes. 

Sin embargo, las imágenes proporcionadas a estos turistas no son necesariamente paisajes. Es decir, los turistas comparten una imagen global pero vivencian el territorio de forma diferente. Veamos un ejemplo. En los límites de la playa de Punta del Moral, en el espigón, aparece una pintada (figura 23)  que señala lo siguiente: "Buenas Olas David!!!" y junto a ella otra que señala: "No te olvidamos". La pintada ha sido colgada en un blog en internet donde se puede leer: "Paseando por Punta del Moral, pintado en el espigón me encontré con este mensaje. No pude encontrar más referencias sobre a quién va dedicado o porque motivo, aunque supongo que será en honor de alguien que ya no puede coger las olas en este mundo. Me pareció sorprendente. Aquí os lo dejo" (en el blog se incluye una foto de la pintada). Hay una respuesta a este mensaje firmada por “surfista” que dice: "seria de un nota ke murio n l mar o algo asi" (sic). Y Tommi que le responde: "eso mismo pienso yo". Poco tiempo después aparece el siguiente mensaje: "En vacaciones iré a ver esta curiosidad, estoy en Isla Antilla. Hace tiempo que no voy a pescar por allí; no lo he visto nunca..."

Figura 23

 

El turismo construye nuevos paisajes incluso sobre las imágenes simplificadas de la publicidad, un hecho que tiene que ver con las vivencias de los turistas en el territorio. Sin embargo, estas vivencias aparecen descontextualizadas de la sociedad local. El espacio a medida que es territorializado va incorporando lecturas, no necesariamente acumulativas. No es difícil deducir que los paisajes de la gente que conocieron a David son muy diferentes de los que vivió el que escribió en el blog o incluso de los turistas que habitúan a hacerse fotografías sobre el espigón sin reparar en la pintada. Estos diferentes paisajes se hacen evidentes también para la población local.

Para una parte de la sociedad local, la urbanización de la Isla ha contribuido a que habiten un territorio que hasta entonces apenas era frecuentado por la sociedad local. Para los campesinos el territorio de la Isla ha sido su espacio vital. Cada una de las fincas iba asociada a familias concretas, que mantuvieron una importante tradición oral, que ha pervivido durante generaciones anclada a un espacio concreto. Esto nos ayuda a explicar los mecanismos de resistencia de algunos de ellos, entre otros, la minoría que se resiste a vender sus tierras, porque su vida, anclada a un medio concreto, no puede traducirse a un valor monetario.

El análisis del turismo debe implicar precisamente el juego de relaciones que se plasma entre diferentes sectores sociales, y en las consecuencias de una radical transformación del espacio. Las urbanizaciones que se están construyendo estas últimas décadas lejos de representar nuevas formas de turismo, constituyen simplemente una ampliación del mercado en relación a los destinos consolidados, en los que se sigue manifestando una absoluta despreocupación por los problemas socioambientales.

El discurso de la sostenibilidad ha sido una imagen de marca fundamental que ha contribuido a poner en valor nuevos destinos poco sustentables. El mercado acaba por acaparar conceptos e ideas que precisamente contribuyen a reproducir un sistema que plasma claramente las desigualdades a nivel territorial. Y es que para un análisis realmente eficaz en los estudios territoriales debemos analizar de forma previa las imágenes que conforman un sentido común, que progresivamente está siendo moldeado por la noción de consumo. Un hecho que se plasma en las representaciones de una naturaleza servida para la compra y venta.

Notas

[1] Este trabajo forma parte del proyecto I+D: Recreaciones medioambientales en relación al turismo cultural y de naturaleza en Andalucía financiado por el Ministerio de Educación y Ciencia (SEJ-2004/SOCI-06161). En dicho proyecto se están analizando diferentes destinos turísticos presentados de una u otra forma como alternativas al modelo implementando en las costas andaluzas desde los años sesenta.


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©José María Valcuende del Río, 2007
© Biblio3W, 2007

Ficha bibliográfica:

VALCUENDE DEL RÍO, José María. El escenario turístico: imágenes y paisajes en un destino turístico-inmobiliario. Biblio 3W, Revista Bibliográfica de Geografía y Ciencias Sociales , Universidad de Barcelona, Vol. XII, nº 766, 15 de diciembre de 2007. <http://www.ub.es/geocrit/b3w-766.htm>. [ISSN 1138-9796].


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