Biblio 3W
REVISTA BIBLIOGRÁFICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES
(Serie  documental de Geo Crítica)
Universidad de Barcelona 
ISSN: 1138-9796. Depósito Legal: B. 21.742-98 
Vol. XIV, nº 819, 15 de abril de 2009


BARCELONA: CONSTRUCCIONES, DESTRUCCIONES Y RESPONSABILIDADES

Un capítulo censurado de la obra Destrucción y construcción del territorio, de Aurora Fernández Polanco, Magdalena Mora y Cristina Peñamarín (Editorial Complutense, 2008)



Horacio Capel

Universidad de Barcelona


Palabras clave: Territorio, construcción del territorio, territorialización, Barcelona, urbanismo

Key Words: territory, building of territory, territorialization, Barcelona, urbanism


Comentario introductorio del autor

El presente texto fue escrito, a petición de las editoras, como un capítulo para la obra Destrucción y construcción del territorio, que coordinan Aurora Fernández Polanco, Magdalena Mora y Cristina Peñamarín, profesoras de los Departamentos de Arte Contemporáneo y de Teoría de la Información en la Universidad Complutense; la última, además, Directora General de la Editorial Complutense, que edita los cuatro volúmenes. Es una obra en gran formato, con ilustraciones y en papel couché, que trata, como se dice en la publicidad editorial, “de desplazar las fronteras de lo consabido y proponer un marco plural, y quizá excéntrico, que a cada lector le pueda sugerir una síntesis particular”.

El volumen I, estaba ya publicado en el momento de redactar este capítulo, y tiene la siguiente referencia bibliográfica:

FERNÁNDEZ POLANCO, Aurora,  Magdalena MORA y Cristina PEÑAMARÍN (Eds.). Destrucción y construcción del territorio.  Memoria de lugares españoles. 1, Galicia y Madrid. Proyectos visuales de Mireia Sentís y Rogelio López Cuenca, Madrid: Editorial Complutense, 2008. 125 p. [ISBN: 978-84-7491-5; Depósito legal: M-28012-2008]

El texto fue entregado en septiembre de 2008. Las editoras (en carta de 9 octubre de 2008) lo valoraron muy positivamente, y afirmaron que las críticas les habían sido muy útiles, y que contribuirían a mejorar los siguientes volúmenes así como a reconsiderar el proyecto general. Proponían que se suprimieran las dos primeras páginas del capítulo.

Ante mi negativa, propusieron (22 de octubre) que querían realizar comentarios críticos y aclaraciones en los volúmenes que se estaban preparando, lo que me pareció aceptable, e incluso oportuno, en una obra colectiva como la que coordinaban, con la posibilidad de iniciar un debate sobre las cuestiones tratadas.

Más adelante reconsideraron su posición y rechazaron publicar el capítulo; una carta del 26 de octubre señalaba: “es una marcha atrás respecto a lo que habíamos hablado, pero así son las cosas”.

Me ha parecido oportuno publicar completo el texto que yo escribí, sin considerar por ahora en detalle las cartas intercambiadas en relación con este asunto. Seguramente el episodio puede tener algún interés desde el punto de vista de los debates sobre la Teoría de la Información (la que hoy, tal vez, se explica y la que debería explicarse, la que hoy domina y la que será necesario construir). Pero, además de ello, creo que en la actual situación del urbanismo y de las transformaciones espaciales en nuestro país es interesante conocer el trasfondo de las publicaciones “críticas” que se realizan. Como un material para la historia del debate urbanístico y territorial.



BARCELONA: CONSTRUCCIONES, DESTRUCCIONES Y RESPONSABILIDADES

(Texto completo del capítulo no aceptado)

Las coordinadoras de este proyecto tienen, sin duda, imaginación para generar ideas interesantes, así como capacidad para obtener recursos, incluso en una situación de crisis económica, y para gestionar un proyecto que parece sugestivo. Más inquietudes pueden tenerse, sin embargo, sobre la metodología utilizada o sobre los objetivos que se persiguen (además de yuxtaponer a académicos y artistas, lo que no es seguro que dé siempre resultados interesantes).

Como ciudadanos seguramente sentimos “malestar ante el grave deterioro del territorio que se produce en demasiados lugares de este país”. En cambio, podemos dudar que no se tenga conciencia de ello o que dicho deterioro posea “escasa repercusión en la opinión pública”.  Existe información suficiente en la prensa diaria sobre el tema; otra cosa es que se quiera conocer y se acepte reflexionar sobre ello, sobre sus causas y sobre las responsabilidades. Mayores dificultades ofrece el objetivo de hacer una “visualización artística de este deterioro”, conociendo la superficialidad de la visión de algunos artistas, que parecen tener problemas para entender la complejidad de la realidad que perciben.

Por lo que se observa en el volumen primero, ya publicado, los artistas seleccionados son esencialmente fotógrafos y escritores. Con fotografías y relatos sin duda excelentes. Pero, más allá de ello, podemos preguntarnos si la imagen fotográfica y la narración literaria reflejan verdaderamente la realidad o si dan una visión sesgada y parcial de la misma.

La cámara mira desde abajo, como la mirada humana. Y como ésta, es también superficial e incompleta, seleccionando la imagen y componiendo el paisaje.  Hay que recordar que existen otras miradas posibles. Por ejemplo, la vertical desde el avión, desde el satélite, a alturas  (es decir a escalas) distintas, y con ángulos de observación igualmente variados, que permiten ver el relieve y la edificación en perspectiva. También son posibles fotografías en falso color, en infrarrojos o con radar, que hacen posible observar con otros ojos, a través de cámaras especiales que facilitan percibir rasgos no apreciables a simple vista.

La imagen fotográfica expresa algo sobre los territorios, pero tal vez mucho más sobre el observador, y permite preguntarse sobre las categorías conceptuales que  utiliza para fijar en una foto lo que previamente ha seleccionado.  Muestran un itinerario concreto, y una mirada subjetiva plena de cultura, de prejuicios, de tradiciones, de lecturas, y de ignorancias; que llena de significados implícitos esas imágenes. Significados que son al mismo tiempo ambiguos.

Al igual que ocurre con la imagen de Google Earth (véase, por ejemplo, en la revista electrónica Aracne, de la Universidad de Barcelona, los artículos nº 100 y 101), estas fotografías tienen significados muy diversos y son incomprensibles si no se interpretan explícitamente, de acuerdo con un marco teórico.

Los ejemplos de las fotografías ya publicadas en el volumen I de esta obra pueden dar lugar a una reflexión sobre esa ambigüedad de las imágenes. Tanto las de Galicia como las de Madrid podrían interpretarse, con pies adecuados, de manera muy diversa. Por ejemplo, las de la capital pueden ser presentadas como imágenes de un territorio dinámico, en progreso y desarrollo, como muestran: la intensa actividad constructiva, los nuevos equipamientos del golf y los buzones llenos de información, la construcción en plena naturaleza (que está aparentemente en vías de convertirse en un jardín o de ver nacer nuevos edificios); un territorio socialmente diverso, de gran valor humano, y con actos colectivos que facilitan la integración (el arroz comunitario). Pero esas mismas fotos podrían igualmente utilizarse para ilustrar que nos encontramos ante un espacio caótico, sometido a la especulación inmobiliaria, con la naturaleza destruida o gravemente transformada, con fuertes conflictos sociales y con riesgo de pérdida de la identidad (por la presencia de nombres extranjeros en las calles o de inmigrantes de otras culturas).

De manera similar podríamos reflexionar sobre el relato parcial de los literatos. Sin duda, a veces perciben rasgos que los mismos científicos sociales son incapaces de ver. Pero también pueden dar una imagen sesgada y eminentemente subjetiva de la realidad, cuyos rasgos seleccionados se pueden entender por la misma historia y las circunstancias del escritor.

Especialmente grave es que en descripciones de ese tipo, o en una obra como ésta, no se aborde directamente, o muy poco, la cuestión de las responsabilidades de los desastres urbanísticos (o de las soluciones satisfactorias): podría tratarse de la acción de agentes privados (personas físicas o jurídicas) o de la administración pública (local, autonómica o estatal); podría cuestionarse si son resultado del marco legislativo, del sistema económico (el capitalismo en general, o el neoliberalismo), si constituyen simples manifestaciones del mal (y de la bondad) en la tierra o si son consecuencia de complicidades que se extienden también ampliamente a las clases medias y populares. El territorio que se construye y destruye tiene una dimensión social que está inscrita en él y unos agentes que lo producen y que deben identificarse de manera clara.

En todo caso, se me pide que reflexione sobre Barcelona y que señale casos “de buena gestión de territorio y otros en que haya resultado un deterioro importante del mismo en cualquiera o en varios de sus aspectos”. De este modo -se advierte- “se evita centrarse solo en la denuncia para, en su lugar, combinar un análisis y visualización de los problemas y errores más serios respecto al territorio, con el de los logros y aciertos que permiten ver posibilidades de desarrollo bien gestionado”. En la encuesta realizada y en las respuestas se habla de aspectos físicos, ambientales, paisajísticos, urbanísticos. No se alude para nada a cuestiones sociales: la ley de arrendamientos, el acoso inmobiliario, la discriminación social, el hacinamiento, los equipamientos sanitarios y sociales, la responsabilidad de técnicos y políticos concretos.

Veremos qué da de si la obra gráfica y los relatos de los artistas seleccionados para éste y para los restantes volúmenes. Y pasemos a responder al problema que se plantea.

Ante todo, y para una visión general, podemos remitir al Anuari Territorial de Catalunya, que se publica desde hace varios años por la Societat Catalana de Ordenació del Territori (SCOT) y que presenta y analiza anualmente unos dos centenares de casos concretos de transformaciones y proyectos sobre el territorio, de planificación y gestión territorial, con las voces y las posiciones de los agentes que intervienen.

El examen de dichos anuarios, y de otras obras similares que existen, muestra rápidamente que la enumeración de las intervenciones territoriales positivas y negativas pueden extenderse a varias docenas de casos de gran impacto territorial, en todos los cuales es posible mostrar ejemplos positivos y negativos: desde la construcción de polígonos de viviendas, de equipamientos de ocio o de centrales generadoras de energía, hasta vertederos, desaladoras, plantas de tratamiento de residuos e incineradoras.

Es evidente que se necesita una actitud crítica ante dichas intervenciones y que, como ya muchos propugnan, es preciso desarrollar una cultura del territorio, que permita una toma de posición informada acerca de los procesos de territorialización, de las transformaciones y conflictos. Pero también resulta claro que las situaciones son complejas. Hay una justificación técnica o política, unos agentes y actores que intervienen (públicos y privados), unos documentos de planeamiento que tienen un valor técnico y retórico (a veces simple justificación de decisiones previamente tomadas), unas intervenciones que se pueden expresar a través de decisiones de planeamiento y requieren financiación, unas oposiciones y conflictos, unas tomas de posición que se van modificando en la negociación entre las diferentes demandas enfrentadas.

Con mucha frecuencia las actuaciones públicas tienen aciertos y errores. Y el análisis que se puede hacer de las mismas depende, en parte, del objetivo. En un panorama de carácter general como el de este libro, que tiene en cuenta todos los territorios y ciudades españolas, podemos empezar señalando que desde las elecciones municipales democráticas de 1979 los aciertos de los políticos municipales barceloneses han sido muchos, que las soluciones satisfactorias que han dado es posible que sean mayores que los errores que han cometido, sobre todo en relación con lo que sucede en otros lugares, y que el balance general puede considerarse positivo. Un análisis comparativo con otras grandes ciudades españolas sería, seguramente, de gran interés.

En el caso de Barcelona se ha de empezar por señalar los numerosos aciertos en las intervenciones territoriales. En conjunto, y gracias a la administración de ayuntamientos de izquierdas, la ciudad es más habitable y mucho más atractiva que otras de tamaño equivalente, lo que explica la buena imagen internacional que posee. Tiene seguramente la mayor densidad de instalaciones culturales sostenidas con fondos municipales. Aunque la inversión pública estatal es comparativamente menor que en Madrid, y no han crecido suficientemente las del gobierno de la Comunidad Autónoma, existen un buen número de equipamientos públicos municipales y provinciales sostenidos por estas administraciones. También ha sido tradicionalmente, y seguramente sigue siendo hoy, una ciudad donde ha habido la mayor cifra de iniciativas privadas, de eso que ahora se llama la sociedad civil, para la mejora de los espacios colectivos.

Como refleja la encuesta realizada sobre Barcelona en esta misma obra, el Ayuntamiento ha tenido aciertos que son expresión de una política municipal que puede calificarse de progresista. En efecto, así hay que interpretar los esfuerzos para realojar en el mismo barrio a los afectados por actuaciones urbanísticas, la preocupación por convertir espacios privados al uso público, la recuperación de los interiores de manzanas del Ensanche, la creación de jardines, los intentos de limitar el uso de automóviles privados ensanchando las aceras y disminuyendo el área de circulación, las áreas verdes para estacionar en la vecindad, y tantas otras medidas que podrían citarse (y que el Ayuntamiento difunde de forma propagandística, como por ejemplo en la edición de La Barcelona que viene, junio 2008, y en otras muchas publicaciones, seguramente excesivas y demasiado costosas).

Lo casos positivos que se citan en la encuesta realizada son a veces consecuencia de un planeamiento acertado de los técnicos y los políticos municipales. La rehabilitación de patios de manzana del Ensanche Cerdá es un ejemplo claro de una magnífica decisión urbanística municipal (al igual que la disminución de la altura de los edificios en el Eixample, no siempre cumplida) que trata de ampliar los espacios públicos en un área densamente poblada. Resultados positivos han tenido asimismo las inversiones de mejora de espacios tradicionales, especialmente áreas populares, o la potenciación del transporte público.

Pero también ha habido muchos errores, entre los cuales están los que se identifican en la encuesta, y otros más que han sido repetidamente señalados en la misma ciudad. Por ejemplo, en obras dedicadas a cuestionar el llamado “modelo Barcelona”. Con la bibliografía existente el lector puede ampliar fácilmente los ejemplos de esos errores, de mala gestión del territorio y del espacio urbano barcelonés.

Debemos ahora intentar pasar de la anécdota a la categoría, como postulaba un conocido filósofo y escritor novecentista catalán.

El primero de los problemas que se suscitan en algunas de las respuestas a la encuesta realizada es la destrucción del medio “natural” (o no urbanizado) que circunda a Barcelona y a las ciudades en general. Concretamente se refieren a él, las alusiones a la urbanización progresiva de la montaña de Collserola, el desvío del Llobregat y degradación del Delta, la artificialización del litoral y la construcción del golf de Torrebonica. Podríamos añadir otras; entre ellas una especialmente relevante como es la ocupación progresiva de la montaña de Montjuic.

Todas las grandes ciudades se han desarrollado sobre medios previamente no urbanizados, es decir agrícolas o naturales. ‘Natural’ es una expresión coloquial, ya que nada de lo que rodea a una gran ciudad en el mundo actual lo es verdaderamente, sino resultado de las actuaciones humanas milenarias sobre el medio ambiente. Tanto Barcelona como Madrid y otras muchas ciudades se levantan en espacios de antigua ocupación del suelo por el hombre e intensa y larga transformación, en espacios de vieja actividad agraria, en paisajes de gran riqueza y diversidad, poco transformados hasta los años 1950, con un rico y diverso potencial ecológico, afectado hoy por un crecimiento disperso de baja densidad y que repite una y otra vez las mismas tipologías (lo que ha llevado a un geógrafo barcelonés, Francesc Muñoz, a hablar de “urbanalización”), que fragmenta el territorio y el paisaje.

Sin duda, al igual que en otras áreas metropolitanas hay que cuestionar la ruptura de la ciudad compacta tradicional, la ocupación de espacios agrícolas de alto rendimiento y de espacios naturales protegidos, que no se respetan, la baja densidad de población en las urbanizaciones periféricas, la escasa dotación de servicios, la ocupación de espacios públicos, las carencias de equipamientos comerciales tradicionales, sustituidos por superficies comerciales extensas, así como la insuficiencia del transporte público en ciertas áreas, con la necesidad de utilizar el automóvil privado, y los altos costes energéticos que todo ello provoca.

Durante mucho tiempo algunos de esos procesos se han visto como algo positivo por una buena parte de la población, lo que debe llevar a considerar los mecanismos de propaganda y publicidad que son consustanciales en la sociedad capitalista, que estimulan el consumo desenfrenado de artículos y de espacios. La cuestión general que se plantea es la de hasta dónde se puede seguir destruyendo el medio natural y, en relación con ella, la de qué mecanismos tenemos, en el marco del actual sistema económico, social y político, para tratar de paralizar ese proceso de extensión, si es que se considera necesario para el bienestar de los ciudadanos.

Respecto a los equipamientos nocivos, se ha hablado repetidamente de la actitud “en mi patio no”. Ocurre lo mismo con otras intervenciones beneficiosas para el bien común, pero que afectan a nuestros propios intereses. Seguramente es positiva la protección y ampliación de los espacios naturales que están siendo perdidos por la extensión de la urbanización; pero, generalmente, cuando se trata de proteger o ampliar mediante expropiaciones, el proceso se realiza a costa de los más pobres, pocas veces a costa de los ricos. La densidad es mucho menor y la vegetación más amplia en Pedralbes (al igual que en los barrios del Noroeste de Madrid), pero nunca se plantea en ellos la posibilidad de expropiar para extender las zonas verdes; en cambio se pretende derribar el barrio popular de casitas bajas de La Satalía, situado en la falda de Monjuic, alegando que eso es conveniente para la ampliación del espacio libre en dicha montaña (que, al mismo tiempo, está siendo urbanizada en otros sectores).

En todo caso, tal vez valga la pena recordar que se ha avanzado mucho en la protección del medio natural. Es muy posible que en Cataluña los espacios protegidos por la normativa estatal, autonómica y municipal rebasen ampliamente el 60 por ciento del total del territorio catalán, desde luego con figuras de protección de valor y fuerza diferentes. Pero tal vez baste ese dato para aceptar que no son normas lo que se necesitan, sino cumplimento de las mismas y conciencia cívica de su importancia; por la administración pública y por los ciudadanos en general.

Otra cuestión suscitada en las respuestas remite a los problemas del transporte y la circulación en la ciudad, que siguen siendo grandes a pesar de los avances que se han realizado (en especial, es importante la crítica al proyecto del Cuarto Cinturón), y que plantean la necesidad de apoyar todavía más el transporte público. También se citan como casos negativos las grandes actuaciones urbanísticas (como la Zona Forum y Diagonal Mar). En lo que se refiere a ellas, sin duda tienen que ver con un urbanismo mal entendido, e insuficientemente participativo. Al igual que se puede decir de la incapacidad de los urbanistas para lograr espacios de representación cívica. El caso de la Plaza de las Gloria es emblemático, pero no único. Ideado por Cerdá para centro de la nueva ciudad, se ha convertido en un nodo de circulación y los edificios que se construyen en torno a ella no se relacionan con la plaza. Pero no es el único caso. El Parque Central de Poblenou, construido en el cruce de la Diagonal y Pere IV y diseñado por el reputado arquitecto Jean Nouvel, es otro ejemplo de una decisión urbanística mal adoptada y de un diseño equivocado.

También se alude en las respuestas a la conservación del patrimonio histórico edificado, y en el caso concreto de Barcelona del patrimonio histórico industrial.

Existe en Barcelona un Catálogo del Patrimonio Arquitectónico con 4.000 edificios, lo que sin duda es mucho, y especialmente mucho más de lo que hay en otras ciudades españolas. Aun así es insuficiente, por falta de criterios (por ejemplo hay carencias en lo que se refiere al patrimonio industrial o a la vivienda popular, entre otros), con desigualdades en los niveles de protección (que a veces solo exige una conservación parcial o autoriza intervenciones muy agresivas y que desvirtúan el elemento catalogado), con carencias respecto a los entornos de los edificios que tienen alto grado de protección. Y, lo que es más grave, a pesar del Catálogo con cierta facilidad se descatalogan elementos protegidos.

Entre otras, pueden ser criticadas las actuaciones en el centro histórico de Barcelona. Hace tiempo que se realiza esa crítica, y hay muchas publicaciones sobre ello, fácilmente localizables y asequibles. Como, por ejemplo, el Cataleg de la Destrucció del Patrimoni Arquitectónic del Centre Históric de Barcelona (1999) o los trabajos de Martín Checa y de Mercedes Tatjer (en Scripta Nova, nº  270-140, y 270-141). El Forat de la Vergonya, citado en la encuesta, es un caso importante, pero no el único. Son numerosos los ejemplos de edificios de valor histórico patrimonial que han sido destruidos o desfigurados.

En cuanto al patrimonio histórico industrial es también mucho lo que se ha arrasado, no solo en el Poblenou, que se cita en la encuesta, sino igualmente en el centro y en otros barrios. Existen cuidadosos estudios que pueden servir para la memoria de ello. Los problemas son varios. Ante todo, era mucho lo que existía, sin duda superior a lo que había en cualquier otra ciudad española. Pero sobre todo, ni los políticos, ni los técnicos ni los ciudadanos tienen siempre una conciencia clara de su valor y de la necesidad de conservarlo. Especialmente grave es el caso de los arquitectos, los técnicos que asesoran a los políticos en cuestiones de edificación y patrimonio histórico. Han sido muy escasas las voces de esos profesionales que se han alzado en defensa del mismo en Barcelona (al igual que  en otras ciudades). Pueden contarse con los dedos de la mano los que han hecho oír su voz públicamente contra las destrucciones. Pero lo que es más grave, ninguna institución de estos técnicos lo ha hecho colectivamente, con su opinión autorizada.

En Barcelona han sido los movimientos ciudadanos, las asociaciones de vecinos, y profesionales e intelectuales de diversa adscripción los que han luchado para defender el patrimonio histórico industrial. Puede decirse que una buena parte de los equipamientos conseguidos desde los años 1980 se deben a la movilización y la presión de los movimientos ciudadanos. Que en algunos casos han tenido un éxito clamoroso, al convertir en iconos determinados edificios; como la fábrica de Can Ricart, que se ha conseguido salvar parcialmente. Y que, más allá de estos logros, han contribuido a poner en primer término la cuestión fundamental de la forma como se debe elaborar el urbanismo: a partir del diálogo y con una mayor y eficaz participación de los ciudadanos.

El problema del patrimonio histórico industrial no es solo estético, histórico y arquitectónico. Es también de continuidad de tradiciones industriales, de pequeños talleres que se mantenían en esos edificios, de enraizamiento, identidad y memoria histórica, de utilidad de dicho patrimonio para necesidades actuales, y de asiento en el pasado para conseguir un verdadero impulso hacia la innovación. Los estudios del Grupo de Patrimonio del Forum de la Ribera del Besós lo ponen claramente de manifiesto (por ejemplo los artículos publicados en Biblio 3W, especialmente los nº 580, 581 y 598).

Hacer un inventario de los casos de buena gestión y de las situaciones de deterioro del paisaje (y de las condiciones de vida de la ciudad) es, seguramente, un paso importante. Pero más allá de ello es necesario hablar de las “posibilidades de un desarrollo bien gestionado”. Lo cual supone opciones políticas, económicas, ciudadanas, ideas compartidas sobre lo que debe hacerse.

El panorama destacado en este capítulo intenta dar una imagen de luces y sombras. Pero pretende también señalar vías para el futuro. La conciencia ciudadana es fundamental; pero ella solo no basta. Las medidas de protección (de los espacios naturales, del patrimonio arquitectónico, del patrimonio histórico y cultural) requieren medios: legales, políticos y económicos. Los primeros significan normas urbanísticas adecuadas y voluntad de hacerlas cumplir. A ello se une la necesidad de recursos. Lo que representa, probablemente, más impuestos. En una situación en que la mayor parte de la sociedad clama por su rebaja, es importante saber si estamos dispuestos a pagarlos en beneficio de una ciudad más habitable y con mayores servicios públicos.

¿Qué modelo tenemos de la ciudad nueva? Los ideales de la ciudad tradicional que conocemos parecen afectar a las identificaciones de rasgos negativos. Es claro que el paisaje construido debe respetarse, y conservarse, y que la ciudad existente ha de ser respetada. También puede ser mejorada; especialmente si tenemos en cuenta la opinión de conocidos urbanistas que afirman (como hace el arquitecto barcelonés Oriol Bohigas) que el 80 por ciento de lo que se construye es de mala calidad. Lo que debe cuestionarse es la libertad del arquitecto en el tratamiento de los espacios urbanos ya existentes, especialmente si se trata de espacios anteriores a 1900, o incluso a 1950.

Pero cuestionar la forma como se actúa en la ciudad existente no significa que haya que construir siempre de la misma manera, ni que se deba construir al estilo tradicional en los espacios que se urbanizan de nuevo. A los arquitectos y a los ingenieros hay que pedirles que la ciudad que construyen sea verdaderamente actual, diseñada para el futuro aunque conservando los valores que lo urbano implica (diversidad social, complejidad, convivencia, espacio público abierto, intercambio, urbanidad y otros). No que reproduzcan la ciudad que han conocido y la banalicen, sino que imaginen formas nuevas y las apliquen donde es posible: en los nuevos espacios que se urbanizan. El Movimiento Moderno, a veces hoy someramente cuestionado, representó un avance fundamental en la reflexión sobre la nueva ciudad, y permitió construir viviendas mejores, más saludables y económicas para las clases populares. Sin duda los avances de los últimos ochenta años exigen, y permiten introducir nuevas perspectivas, desarrollando las innovaciones que entonces se aceptaron y siendo más sensibles a las singularidades de cada lugar. Pero en los espacios rústicos que se urbanizan de nuevo ha de construirse una arquitectura actual, que incorpore los avances técnicos, sin caer en alardes irresponsables, por lo innecesarios y costosos. En todo caso, a técnicos y políticos hay que pedirles diálogo con los ciudadanos, y que tengan en cuenta que la construcción de la nueva ciudad y la reforma de la existente, no es solo un problema arquitectónico y urbanístico, sino ante todo social y político; que consideren las condiciones del acceso a la vivienda, los estándares, la armonía con la naturaleza, el transporte público, el ahorro energético y todas las circunstancias que pueden hacer de la ciudad un espacio abierto de encuentro y de convivencia.


[Edición electrónica del texto realizada por Miriam-Hermi Zaar]


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Ficha bibliográfica:

CAPEL, Horacio. Barcelona: Construcciones, destrucciones y responsabilidades. Un capítulo censurado de la obra Destrucción y construcción del territorio, de Aurora Fernández Polanco, Magdalena Mora y Cristina Peñamarín (Editorial Complutense, 2008). Biblio 3W, Revista Bibliográfica de Geografía y Ciencias Sociales, Universidad de Barcelona, Vol. XIII, nº 819, 15 de abril de 2009. <http://www.ub.es/geocrit/b3w-819.htm>. [ISSN 1138-9796].


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