Biblio 3W. Revista Bibliográfica de Geografía y Ciencias Sociales
Universidad de Barcelona. [ISSN 1138-9796]
Nº 97, 17 de junio de 1998


PRATS, Llorenç. La Catalunya rància. Les condicions de vida materials de les classes populars a la Catalunya de la Restauració segons les topografies mèdiques. Barcelona: Altafulla, 1996. 244 p.

Joan Ràfols Casamada


Existen vías diversas para la aproximación a la realidad histórica de los pueblos y sociedades en lo que se refiere a su manera de ser, de obrar y de vivir, en definitiva a su patrimonio cultural. Una de ellas, quizás tradicionalmente la más seguida, es la del acercamiento a la obra de los juristas y de los folcloristas. Esta es la vía, especialmente la de los folcloristas, que siguen muchos de los antropólogos sociales estudiosos de estos temas, pero siguiéndola se corre el grave peligro de caer en la visión idílica de las clases populares, imagen tópica que nos ha legado el folclorismo, a la que muchos estamos ya más o menos habituados e insensibilizados. Según se nos explica en la introducción del libro que ahora reseñamos, los que siguen esta vía mayoritaria, tienen una visión sesgada a causa del

"carácter ficticio de la imagen de la tradición popular elaborada por los folcloristas (que adquiere la condición de mito en la medida en que se postula su esencialidad, pasando, por consiguiente, a ser una de las fuentes inmutables, [que en el caso concreto que ahora estudiamos resulta ser el] de la Cataluña rural, paternalista y solariega y de sus valores asociados) que no se deriva tanto de la distorsión de los materiales recopilados (aunque a veces sí se deba a esto) como de la selección hecha"(p. 8).

Para paliar estos defectos, Llorenç Prats, el autor, ha escogido otra de las posibles vías para la elaboración de La Cataluña rància, la del estudio y análisis de las topografías médicas, muy abundantes durante el período seleccionado, y muy ricas, desde el punto de vista etnográfico, en toda clase de datos e informaciones.

Llorenç Prats es profesor en el Departamento de Antropología Social e Historia de América y África de la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad de Barcelona, y se dedica desde hace años a la recuperación crítica de las fuentes para el estudio de las formas de vida populares en la Cataluña contemporánea y en la conceptualización y valoración del patrimonio cultural en relación con los procesos de construcción de la identidad del pueblo y del desarrollo turístico. Su interés por estos temas le llevó a publicar, con anterioridad al que ahora comentamos, otros libros: Feixes i obradors (Barcelona: Rosa Sensat, 1981), El mite de la tradició popular (Barcelona: Edicions 62, 1988) y con posterioridad, otro más: Antropología y patrimonio (Barcelona: Ariel, 1997). Es precisamente su análisis crítico de la obra de los folcloristas catalanes lo que ha dado lugar a la publicación del libro objeto de esta reseña. La imagen de los folcloristas era, como ya se ha dicho, ruralista, y en cierto modo paternalista, tradicionalista e incluso fundamentalista (es lo que en la lengua catalana en que se ha escrito el libro se denomina pairalisme, que es concepto de difícil traducción, pero que engloba lo dicho y mucho más). Esta imagen fue la que dió origen a las bases románticas del nacionalismo catalán de finales del siglo XIX, que históricamente genera un consenso social que llega, más o menos evolucionado, hasta nuestros días.

Para contrastar esta imagen, el autor creyó que sería conveniente presentar otra nueva imagen sobre la misma sociedad y la misma época, que hubiese sido elaborada desde un punto de vista diametralmente opuesto, y que es la que se podía encontrar en las topografías médicas. Basándose en ellas, el "libro no trata de las condiciones de vida materiales de los ricos ni de los poderosos, básicamente porque las topografías médicas no lo hacen, y es que las condiciones de vida de estas clases sociales no debían despertar demasiadas preocupaciones entre los médicos higienistas"(p. 8) autores de las topografías. A estos les interesaban cuestiones muy distintas de las que interesaban a los folcloristas y que obedecían no tanto a una cierta visión política, nacionalista y patriótica de Cataluña y de la catalanidad sino a una intención reformista. Médicos y folcloristas hablan de un mismo pueblo y de una misma época, pero unos hablan de una vida bucólica, y los otros de miseria y suciedad.

El libro se estructura en una introducción, a la que corresponden las citas y algunos de los comentarios anteriores, y cuatro partes, que estudiaremos una a una, y quisiéramos hacerlo con cierto detalle, aunque como es obvio por razones de espacio, nos tengamos que limitar a menudo a una simple visión general. El texto se completa con un apéndice con la relación de las topografías médicas utilizadas y estudiadas, que suman un total de 54. Asimismo se incluye la obligada lista de referencias bibliográficas, que alcanzan las 69 entre libros y artículos. Especial atención merecen también las notas a pie de página, 130 en total, generalmente extensas y con contenidos complementarios muy interesantes e ilustrativos. A todo ello se le ha de añadir el imprescindible índice general de capítulos ­como "Sumari" es como consta-- y en este apartado de los índices lo que el reseñador sí encuentra a faltar es un índice analítico, que no existe, y que tan útil podría resultar en la búsqueda --o recuperación-- de temas concretos y puntuales.

Por lo que se refiere al ámbito territorial, los límites se corresponden con los del histórico Principado de Cataluña, que en la actualidad son los de la Comunidad Autónoma de Cataluña, sin que haya inclusiones de otros pueblos o ciudades de habla catalana, bien fueran de España o de los estados fronterizos de Andorra o Francia. Ello no obstante, en opinión del reseñador, el estudio trasciende de los límites geográficos impuestos, y lo que se dice para Cataluña es perfectamente extrapolable a otros lugares con igual o parecido desarrollo económico y cultural. En relación al ámbito temporal, el autor escogió este espacio de tiempo, conocido como la Restauración, que empieza en 1874, año de la recuperación del trono de España por parte de los Borbones, y finaliza en 1931, año de proclamación de la segunda República Española, por razones muy concretas de orden cuantitativo. Lo que aduce el autor en este sentido es que éste es el período de mayor densidad global en la producción de topografías médicas en Cataluña, y asimismo en la obra de los folcloristas, cosa nada desdeñable si se pretende comparar ambas visiones.

La primera de las cuatro partes --"L'higienisme i les topografies mèdiques"-- continúa teniendo un cierto carácter introductorio y en ella se tratan cuestiones que podríamos calificar de metodológicas. El primero de sus apartados --entendemos que se han de considerar como capítulos, aunque no conste explícitamente así en la ordenación del libro-- se dedica a "L'Higienisme" y en él se hace un breve repaso a lo que fue y significó el higienismo en su momento. Para el autor,

"el higienismo es una tradición científica y una corriente del pensamiento social que postula e indaga las relaciones entre las condiciones medioambientales y sociales y las causas de morbilidad y mortalidad de las colectividades humanas, y propone, en consecuencia, medidas reformistas de medicina preventiva y políticas de salud pública que, lógicamente, implican muchos ámbitos de la actividad pública y privada, desde el urbanismo hasta la alimentación o la sexualidad."(p.19)

En realidad, el siglo XIX fue el siglo del higienismo por excelencia. Sin embargo, su éxito y su prestigio tenían raíces profundas y muy antiguas, de cuando, en la Grecia clásica, Hipócrates se dedicaba a estudiar Los aires, las aguas y los lugares. En el siglo XVIII ya se daba por sentado que la miseria del pueblo era la madre de las enfermedades, contra las que tenían que luchar las administraciones públicas y las clases acomodadas, porque si bien las epidemias se iniciaban en los ambientes más pobres, después no sabían de fronteras sociales. Además, la convicción en el incremento de la rentabilidad económica de las industrias y empresas que se podía conseguir mejorando el nivel de la salud pública, por lo que significaba de ahorro en horas de trabajo perdidas por enfermedad o por la muerte prematura de obreros y obreras adiestrados en su oficio, fueron argumentos claros a favor de la implantación de los criterios y recomendaciones de la nueva --y vieja, a la vez-- ciencia del higienismo.

La aparición en las últimas décadas del siglo XIX del nuevo paradigma microbiano de Pasteur y Koch, que explicaba la enfermedad como consecuencia del parasitismo de ciertos microbios patógenos, constituyó realmente una verdadera revolución en el campo de la medicina. "En la historia moderna de las ciencias, pocas disciplinas científicas han tenido un éxito tan claro, rápido y resonante como la microbiología médica" (URTEAGA, L. vid. ref. posterior. p. 31). Se podía pensar que la nueva ciencia iba a acabar con el higienismo, y en cierto modo fue así, pero no del todo. Como decía Virchow, "el bacilo de la tuberculosis no era exactamente la tuberculosis"(p. 23). "Lo cierto es que --según palabras de Llorenç Prats--, bien fuera por méritos propios o por las insuficiencias de la bacteriología, el higienismo no desapareció, si bien se transformó profundamente para dar lugar, después de unos años de profunda crisis, al desarrollo de una nueva medicina social, mucho más específica y especializada."(p. 24).

El capítulo siguiente, segundo de la primera parte, trata de "Les topografies mèdiques". Según la definición del propio autor,

"las topografías médicas son un género de la literatura higienista que consiste en describir las condiciones medioambientales y sociales de una localidad, o de una zona más amplia, para determinar la incidencia que puedan tener sobre la salud pública, en especial en la etiología de las enfermedades, y que, idealmente, formarían parte de un programa más amplio de geografía médica que permitiera conocer las condiciones de salubridad de todo un territorio." (p. 25)

Las topografías médicas se desarrollan paralelamente a la tradición higienista y siguen las mismas vías de penetración de las ideas higienistas. Empiezan a producirse durante el siglo XVIII y siguen elaborándose hasta los años inmediatamente posteriores a la guerra civil española de 1936-1939, situándose su apogeo entre los años 70 del siglo XIX y el de 1936. El número considerable de topografías médicas producidas durante el período señalado se debe, en parte, a la convocatoria de premios que otorgaban a este tipo de estudios las academias de medicina, como es el caso, por ejemplo, de la prestigiosa academia de la ciudad de Barcelona.

Todas las topografías médicas siguen un plan o programa preestablecido, de los que existían diversos modelos, pero que en el fondo todos eran coincidentes en sus elementos esenciales. Así, después de un prólogo introductorio, se describe la localidad estudiada desde los correspondientes puntos de vista histórico y geográfico, tratándose en este segundo enfoque la geología, el clima, la hidrografía, la flora y la fauna, completándose todo ello con el estudio urbanístico de los pueblos, villas o ciudades. En una segunda parte se estudia la demografía de la población, incluyendo los aspectos psicosociales y socioculturales más relevantes, que son todos ellos aspectos de los que más interesaron al autor como fuente de datos para su estudio. En la tercera parte se analizan la morbilidad y la mortalidad y sus causas, que en verdad constituyen los auténticos objetos de los trabajos. Acaban las topografías con las pertinentes recomendaciones a los poderes públicos y a los particulares para mejorar el estado higiénico, y consecuentemente, la salubridad de la población o zona estudiada. (p. 27)

Para ampliar lo que hasta ahora se ha comentado en relación a los dos primeros capítulos de la primera parte, es decir, los que tratan en general del higienismo y de las topografías médicas, es muy recomendable consultar el trabajo, citado en repetidas ocasiones en el libro que ahora reseñamos, de URTEAGA, L. Miserias, miasmas y microbios. Las topografías médicas y el estudio del medio ambiente en el siglo XIX. Barcelona: Ediciones de la Universidad de Barcelona, 1980, 52 p. Esta publicación es el número 29 de la serie "Geo Crítica, cuadernos críticos de Geografía Humana" y el lector podrá encontrarla en estas mismas páginas virtuales, en la dirección http://www.ub.es/geocrit/geo-29.htm

El capítulo tercero habla de "Els autors de les topografies mèdiques" y en él se hace un breve repaso a los cuarenta y tres médicos reconocidos como autores de las cincuenta y cuatro topografías estudiadas; algunos autores lo son de más de una topografía, y en cambio de algunas de ellas se desconoce quién pueda serlo. De quince de los cuarenta y tres conocidos, aparte de su nombre poca cosa más se sabe. En conjunto, los autores forman un grupo más definible por su homogeneidad que por su heterogeneidad, aunque es evidente que se presentan distintas tendencias y posicionamientos políticos y religiosos. De todos modos, y en general, predomina un tono moderadamente conservador, propio de personas con capacidad de acceder a la profesión médica y propio de su institucionalización corporativa, que los hizo aliados y defensores naturales del orden social burgués. Así, usualmente, no cuestionan --al menos de manera frontal-- los principios de la moral católica, la propiedad privada, la existencia de clases sociales, ni --salvo en contadas ocasiones-- la autoridad política legalmente establecida.

El capítulo cuarto, y último de la primera parte, se dedica a estudiar las diferencias y las posibles semejanzas en la obra etnográfica de "Metges i folkloristes". De la comparación que hace Llorenç Prats, con vistas a la consecución de sus objetivos predeterminados, entre médicos y folcloristas, los que quedan peor situados son los folcloristas porque

"el marco ideológico y teórico de las monografías folclóricas se fundamenta en la bondad de la tradición en que se han de inspirar todos los progresos legítimos; el marco de las topografías médicas se basa en la bondad de la higiene, hija del progreso, en función de la cual hay que desterrar muchos aspectos de la tradición (p. 41).

Dos caminos divergentes, cada uno con sus sesgos propios, que no podrían conducir a otro resultado que no fuera una mayor distorsión de la realidad, error en el que no se debe caer. Es por estas razones, porqué lo impide --según el autor-- la más elemental precaución científica, que no se puede acudir al recurso de las monografías folcloristas para completar la visión que obtenemos de las topografías médicas.

Las siguientes partes --segunda, tercera y cuarta-- tienen contenidos más concretos y definidos, repasándose en ellas lo que dicen los respectivos autores de los distintos pueblos, ciudades y lugares estudiados. Las citas textuales, escogidas y seleccionadas con mucho acierto, son muy numerosas y extensas, y sin embargo, su lectura se hace tan agradable y ligera que las páginas van pasando rápidas ante los ojos del lector, talmente como si se tratara de las de una novela de intriga y misterio.

La parte segunda, dedicada a "La població" --que aquí debe entenderse en el sentido de pueblo, villa o ciudad-- se divide en tres capítulos, con numerosos apartados y subapartados. Los citamos, traduciéndolos del catalán, para dar una idea general del contenido: 1) Las calles --estado general; trazado y pavimentos; evacuación de aguas residuales, excrementos y basuras; animales domésticos y despojos orgánicos; alumbrado--; 2) La casa --estado general; tipologías; excrementos y basuras; animales domésticos y otras convivencias; higiene de la casa; alumbrado y calefacción; agua potable--; 3) Los cementerios.

La trancripción de unos pocos comentarios de los muchos con que se ilustra el libro valdrán para que el lector pueda formarse idea cabal de los contenidos de las topografías. Así, en 1915, según se dice del pueblo de Tarroja, "los estercoleros se hacen en medio de las calles, donde también en algunas casas desembocan las aguas de fregar []."(p.46). Si bien es cierto que Tarroja era entonces una pequeña población agrícola de secano de poco más de cuatrocientos habitantes --ahora son menos de la mitad-- las cosas no eran mucho mejores en ciertas calles de alguna capital de provincias. Este era el caso de Lérida, que en 1916 tenía unos veinticinco mil habitantes --ahora su población es aproximadamente cinco veces mayor-- y que en alguna calle de su barrio antiguo "es tan miserable y repugnante su aspecto y el abandono de sus vecinos tan grande que, más que una calle secundaria de una capital de provincia, semeja un inmundo aduar africano"(p. 47). Por contra, se comenta que en la misma capital existe "un hermoso parque de recreo con frondosos y artísticos jardines [] de muchas dimensiones y de exuberante y bien cuidada vegetación"(p. 47).

Dejaremos de citar los comentarios recogidos sobre las aguas residuales y la evacuación de excrementos y basuras, porque fácilmente se pueden imaginar las indignadas críticas de los médicos sobre las precarias condiciones existentes en aquellos momentos en que la ausencia de alcantarillados era algo general en las poblaciones, con las escasas excepciones a las que se podría aplicar aquello de que la excepción confirma la regla. Y así siguiendo.

La tercera parte está dedicada al estudio de "La societat". Se divide en cinco capítulos que enumeramos, al igual que en el caso anterior: 1) La gente --raza y carácter; inclinaciones políticas y religiosas; blasfemia y chismorrería; particularidades locales; higiene corporal; indumentaria; limpieza de la ropa; 2) Alimentación --dieta; deficiencias de la dieta de las clases populares; consumo de proteínas animales; otras mejoras e innovaciones; adulteración de los alimentos; otros problemas higiénicos de alimentación; 3) Trabajo --la agricultura; la industria; el trabajo industrial infantil y femenino; otras formas de subsistencia; 4) Educación; 5) El ocio --fiestas y costumbres tradicionales; cafés y tabernas; el baile; el teatro y el cine; los deportes; el veraneo.

También, como en el caso anterior, mencionaremos algunas de las citas recogidas para ilustrar adecuadamente el pensamiento de los autores sobre las cuestiones planteadas. Así, por ejemplo, hablando de la higiene corporal, y más concretamente, de la que practicaban --mejor sería decir que no practicaban-- los agricultores, uno de los autores, en 1889, dice que:

"La limpieza individual en los que se dedican a los trabajos agrícolas está poco menos que olvidada; estamos convencidos de que difícilmente encontraríamos un pueblo dedicado a esta profesión en que se lavaran la cara y manos, por ejemplo, más de una vez a la semana, tan sólo cuando han de afeitarse." (p. 101)

Uno de sus colegas confirma, pocos años después (1901), la poca afición de los agricultores al agua y al jabón:

"los masoveros de los alrededores de Solsona, y aún los de más lejos, durante la época de la siega se olvidan de afeitarse y en un mes no se lavan la camisa, prueba evidente de su desidia y falta de limpieza." (p. 101)

Pero no solamente son hombres los que reciben críticas y acusaciones, porque también las hay para las jóvenes y las mujeres, que por lo visto, allá por el año de 1886, no se preocupaban ni poco ni mucho por su higiene íntima. A esta falta de higiene se le atribuían muchas enfermedades vaginales "debidas a los vestidos cortos y ahuecados que usan las mujeres de este país [se trata de una comarca pirenaica], y, como por otra parte no usan pantalones, ni durante la menstruación resguardan sus partes genitales con el uso de los paños de hilo, el aire frío y húmedo acciona directamente sobre los dichos genitales ocasionando trastornos funcionales en los mismos." (p. 102).

En 1904, otro de los autores viene a decir más o menos lo mismo, aunque con palabras menos duras y más metafóricas y poéticas:

"el bello sexo [...] tiene mucho cuidado en la limpieza exterior del edificio o fachada, y aún algunas veces se da una pequeña mano de polvos a manera de blanqueo en la cara, pero en cuanto a las habitaciones interiores el descuido en general es completo." (p. 102)

Al reseñador le gustaría introducir en la reseña muchas más citas de las que pueden caber, dado lo limitado del espacio disponible, y a veces le resulta imposible resistir la tentación y no incluir alguna más de especial significación, como la que, escrita en 1914, trata del nuevo fenómeno de los cines. El autor se refiere a los cines de Sabadell, populosa ciudad fabril, especializada en la industria textil, con más de treinta mil habitantes en aquellos momentos, y situada a muy pocos quilómetros de Barcelona, la gran capital. Así es como, con evidente disgusto, describe el autor la situación:

"Los cines están siempre llenos []: las madres con sus hijos, por pequeños que éstos sean, y las jóvenes con sus prometidos. Puede decirse que es el espectáculo, si tal se le puede llamar, que más gente atrae desde algunos años acá. Las salas de los cines están siempre llenas. Y no es porque lo que allí se proyecte sea moralizador, instructivo ni educador, que nada de todo eso tiene. Es sencillamente porque su entrada es económica, se ríe un buen rato y se pasan dos horas como si tal cosa. Esto es lo que agrada al público. No se preocupan si lo que se les sirve es higiénico, ni moral, ni nada. Lo que les importa es divertirse." (p. 172)

La cuarta, y última, de las partes del libro se dedica a "La patología social". La integran dos únicos capítulos que, con sus apartados, enumeramos a continuación: 1) Vicios y pasiones --el alcoholismo; tabaquismo y otras drogas; el juego; sexualidad y prostitución; criminalidad y suicidio; 2) El conflicto asistencial --servicio médico y prácticas populares; los errores médicos; maternidad y crianza de los hijos; el embarazo, el parto y el puerperio; puericultura; mortalidad infantil.

De entre los vicios y pasiones, lo que más merece las críticas de los médicos autores de las topografías médicas es el alcoholismo, que por lo visto, y aunque con excepciones --reales o quizás imaginarias-- se extendía por doquier. Hablando de determinado lugar, el autor dice que "el alcoholismo es una de las vergüenzas de este pueblo [] el alcoholismo domínalo todo, y el mayor contingente dalo el sexo femenino" (p. 183). Según nos explica otro de los autores, no son sólo los adultos sanos los que beben en demasía: "al niño de teta, para que medre, le dan vino, al enfermo y convaleciente, antes que el reglamentario caldo, vino, [] y es tanto lo que se bebe que miran con desdén al jornalero que por su dicha sea aguado" (p. 185).

El juego, otro de los vicios anatemizados sin excepción, estaba, por lo visto, muy extendido en los medios rurales:

"La pasión desenfrenada del juego se apodera de la mayoría, y, desde el hombre ilustrado al párvulo que huelga en la escuela, se entregan con igual frenesí a la maleante pasión de los naipes. Se juega en los casinos, en las tabernas, en las casas particulares, debajo de los árboles, y no faltan [] casas de campo donde se reúnen los jugadores empedernidos, agricultores que pierden en una noche el fruto de sus cosechas, usureros desalmados, tahúres y camorristas que, después de haber labrado la ruina de muchas personas del país, tienden el lazo a los forasteros" (p. 189).

Por lo que se refiere a la sexualidad y la prostitución, los autores se muestran muy cautos en sus juicios, y en general se tiende a afirmar la moralidad imperante en sus respectivas poblaciones. Si acaso, los males vienen por culpa de los de fuera del grupo, en especial de los provenientes de las grandes ciudades. Algo parecido ocurre con la criminalidad, y en el caso de los suicidios, que evidentemente existen y en proporciones considerables, casi siempre son atribuibles a situaciones más o menos temporales de alienación mental.

El capítulo segundo parece algo así como un memorándum de agravios y quejas de los médicos, por lo poco que cobran, por lo mucho que tienen que trabajar y por lo poco considerados que están. Y por encima de todo ello, tienen que soportar los errores médicos, expresión con que se conocía entre ellos las prácticas de curanderos y curanderas, y la aplicación de viejas consejas populares, cosas todas ellas que por lo visto estaban muy difundidas en aquellas épocas. Especial mención se hace de todas las malas prácticas que se aplicaban en los partos, durante el puerperio y en las primeras etapas de la vida de los recién nacidos, de las cuales se da una buena muestra en las citas del libro. Su lectura resulta poco menos que espeluznante, y debemos considerar que nuestras generaciones actuales son muy afortunadas por no tener que sufrir aquellas prácticas que con tanto ahínco y tenacidad combatían los médicos de las topografías, a quienes debemos, con toda seguridad, gran parte de nuestro bienestar sanitario actual.

A modo de colofón, se ha de hacer constar que Llorenç Prats, el autor, ha sabido cumplir con creces los objetivos que se había propuesto. Su libro es de lectura absolutamente recomendable para aquellos --como el reseñador, interesado en cuestiones alimentarias-- que estudian y tratan temas afines a los enunciados, pero también para aquellos que puedan sentir una simple curiosidad por saber como vivían sus antepasados de la Restauración. No olvidemos que "el hoy procede del ayer, y el mañana surge del hoy" (LE GOFF, J. In MONTANARI, M. El hambre y la abundancia. Barcelona: Crítica, 1993. p. 7) y que "como mejor conozcamos nuestro pasado, menos seremos sus esclavos" (HALKIN, L-E. Citado por RÀFOLS, J. "La producció de llet: un futur incert?". Quaderns Agraris, nº 21, dic. 1997. p. 72).

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