Biblio 3W
REVISTA BIBLIOGRÁFICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES
Universidad de Barcelona 
ISSN: 1138-9796. Depósito Legal: B. 21.742-98 
Vol. XVII, nº 976 (7), 20 de mayo de
2012
[Serie  documental de Geo Crítica. Cuadernos Críticos de Geografía Humana]

 

LAS PUERTAS QUE NOS ABRIÓ MANUEL

Miquel Domingo i Clota
Universidad Politécnica de Cataluña
miquel.domingo@upc.edu

Recibido: 12 de abril de 2012. Aceptado: 25 de abril de 2012.


Manuel de Sola-Morales nos ha dejado, nos ha dejado demasiado pronto, pero sus enseñanzas y aportaciones continuarán como acicate para proseguir avanzando en el estudio de la ciudad, abriendo nuevas vías y enfoques de aproximación.

Hablar de Manuel es fácil y difícil a la vez. Fácil, por la cantidad de recuerdos y experiencias acumulados en toda una vida docente compartida en el Departamento de Urbanismo de la Escuela de Arquitectura de Barcelona. Difícil,  por tener que elegir y acotar un tema y por tanto descartar otros muchos de los que ofrece la amplitud de una obra que abarca desde la teoría a la práctica profesional, tantos ámbitos desde la docencia, la investigación, la divulgación, los proyectos. Ahora y aquí, sólo pretendo hacer resaltar, brevemente, de que forma su inagotable interés por investigar y abordar las cosas urbanas[1], partiendo de las realidades más inmediatas, siempre con el objetivo final de proponer proyectos globales o intervenciones parciales, capaces de marcar líneas de crecimiento o rehabilitación urbana, incidió en la renovación de la enseñanza de la urbanística.

No me cabe la menor duda que sus aportaciones teóricas así como su materialización en propuestas, proyectos y realizaciones seguirán siendo, resaltadas y analizadas ampliamente desde múltiples ópticas sin que ninguna de sus múltiples inquietudes reste en el olvido. Por mi parte, en este escrito pretendo limitarme a resaltar algunas de sus aportaciones en el campo docente, no sólo por lo que se refiere a contenidos sino por la forma de abordarlos. De cómo investigación y docencia se imbricaron y retroalimentaron, a partir de sus novedosos -frente a lo que se impartía en la enseñanza del urbanismo a finales de los años sesenta- planteamientos de análisis  y sus correspondientes instrumentos de intervención. Por razones de espacio me limito a citar tres aportaciones que considero paradigmáticas para comprender sus modos de acercarse al conocimiento de la ciudad, destacando aquellos aspectos más relevantes que se reflejarían en  las actividades docentes.

En los primeros años de la década de los setenta, la ciudad se entendía siguiendo, prioritariamente las enseñanzas del racionalismo y cuando aparecían dudas, se echaba mano a la Carta de Atenas como manual de consulta. Así el proceso urbanizador se consideraba como una estructura semi-compleja pero con facilidad para ser descompuesta y permitir analizar y proyectar las diferentes partes integrantes de forma independiente. A la vez se partía del convencimiento que los crecimientos urbanos eran y continuarían siendo imparables, y por tanto la función del buen urbanista debía centrarse en conseguir óptimos crecimientos, sin problemas y que fueran lo más parecido a un barrio plenamente consolidado. Recuerdo las clases, en mis últimos cursos de carrera, dedicadas a las nuevas ciudades inglesas, a los barrios periféricos de las ciudades francesas o a nuestros polígonos de viviendas, mucho más limitados pero con la misma intención: la construcción de viviendas destinadas a los sectores sociales con menor poder adquisitivo, mediante la aplicación de un modelo, que en teoría ofrecía, de forma satisfactoria, crecimientos ordenados, equipamientos y servicios suficientes y una buena conexión con el resto de la ciudad, tanto a nivel de red viaria como de transporte público.

Mientras tanto, sin obedecer a estos patrones,  en nuestro entorno inmediato se estaban construyendo otras periferias, la mayoría de las veces al margen de la ley. En estos casos la red viaria era el resultado de la evolución y complementación de los caminos rurales existentes, los edificios auto-construidos y sin servicios o cuando los había, bajo un régimen inseguro, accidentado y generalmente ilegal. Por añadidura, desprovistos de  equipamientos (educativos y culturales) y de espacios de relación (plazas y  zonas verdes)  eran totalmente inexistentes. Con todas estas carencias, sin dar respuesta a las necesidades mínimas, difícilmente se podían considerar crecimientos compatibles con la ciudad ortodoxa sustentada sobre los principios tardo-racionalistas. En consecuencia estos nuevos crecimientos eran ignoradas desde la academia, no eran ciudad y por tanto no merecían ser objeto de estudio.

Cuando empecé mi actividad docente en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Barcelona (ETSAB), como profesor ayudante de clases prácticas, Manuel ya llevaba algunos cursos impartiendo docencia, y acababa de ganar las oposiciones a catedrático. Tras mi primera experiencia  docente durante el curso 1967-68, en el siguiente pasé a colaborar en la asignatura que impartía Manuel, con un programa totalmente nuevo y de sumo interés.

Cabe recordar, como he comentado ya en otros escritos[2], que a lo largo de la carrera las únicas aportaciones remarcables para mi formación en el área del urbanismo, fueron las del catedrático Manuel Ribas-Piera, el responsable  de que me decantara por este ámbito. El resto de asignaturas se limitaba a simples descripciones históricas, de estándares y de categorizaciones. Las problemáticas reales, las intervenciones o los estudios sectoriales que se realizaban sobre éstas en aquellos tiempos, eran poco conocidas y ni se divulgaban. La separación entre docencia y realidad era una constante que te obligaba a ampliar por tu cuenta, contenidos y referencias.

En contraposición, la asignatura programada por Manuel Solà, con sólo el titulo  “El suburbio: teoría, análisis y actuaciones urbanísticas”, indicaba el  cambio de óptica. Pretendía analizar un conjunto de tramas heterodoxas, situadas en la periferia metropolitana, entre los municipios de Santa Coloma de Gramanet y Badalona. Concretamente los barrios a estudiar eran el Fondo, la Balsa y del Sistrell. Con reducidas diferencias, todos se caracterizaban por la auto-construcción, sin urbanización ni servicios y el único elemento que manifestaba una voluntad de devenir ciudad era la existencia de una partición del suelo con parcelas de superficie reducida, lo presuponía  una compra de dicho suelo, no la mera ocupación.

Interesaba desvelar los criterios seguidos en la división de la propiedad rural para transformarla en periurbana, primeras infraestructuras viarias existentes y su transformación en calles, tamaño de las manzanas, tipos edificatorios, etc…, es decir, conocer los diferentes procesos, motivos y justificaciones de la existencia de este tipo de crecimiento. Se planteaba por primera vez en la Escuela que las zonas consideradas hasta el momento como no ciudad debían de ser analizadas como parte de una totalidad urbana.

Los temas de estudio que se plantearon a los alumnos, no sólo eran suficientemente complejos para mantener su interés a lo largo del curso sino que además exigían su implicación en el trabajo de campo. Entre otros: La estructura de la propiedad del suelo en la formación del suburbio, Tipología de la vivienda, Los estándares urbanísticos del suburbio, Posición geográfica del suburbio: factores de localización, Relaciones funcionales entre el suburbio y la ciudad y...[3]

Con este ejercicio comenzaba una nueva trayectoria docente a partir de una actualizada forma de entender la ciudad, una ciudad que abarcaba todo lo construido aunque partiera de muy diversos procesos y relaciones con resultados muy divergentes. Se despertaba el interés por conocer los orígenes y causas de la existencia de la ciudad heterodoxa, sus razones de ser. A la vez que se iniciaba el estudio de sus elementos, relaciones y las posibles políticas urbanas a aplicar en futuras intervenciones.

De esta manera apareció en las asignaturas de urbanismo, un concepto omnicomprensivo de la ciudad, una ciudad que incluía los barrios considerados hasta entonces como no ciudad, y a la vez que se palpaba la necesidad de continuar una profunda revisión de los conceptos de ciudad, de sus partes y de sus métodos de planeamiento. No cabe duda que Manuel, con esta primera incursión en el suburbio, al abordar las zonas marginales, abrió una puerta a la enseñanza de la urbanística contemporánea en la ETSAB.

Los que compartimos con Manuel la etapa fundacional y de puesta en marcha del Laboratorio de Urbanismo de Barcelona (LUB)[4], con el paso del tiempo hemos sido más conscientes del valor de sus intuiciones para ver y analizar estos espacios de no ciudad, para cuestionar el porqué de su existencia al margen  de  una política oficial de vivienda obrera  y de lo que comportó para nosotros el que nos invitara y estimulase a participar con nuestras aportaciones en su proyecto.

Sin lugar a dudas el estudio sobre Las Formas del crecimiento urbano, en la Comarca de Barcelona[5], se deriva de la metodología y los resultados de este  curso.

La segunda de las investigaciones que quiero citar se llevó a cabo al margen de la docencia, aunque sus resultados revertirían como siempre en ésta. En este caso se trataba de reflexionar sobre los métodos de planeamiento e intervención sobre tejidos urbanos ya construidos.

La aparición de disfunciones urbanas, puestas de manifiesto la mayoría de las veces por reivindicaciones vecinales, exigían procesos de rehabilitación, reforma o restructuración, conceptos aun poco elaborados, pero que en cualquier caso suponían actuar sobre la ciudad construida, una necesidad que se veía como predominante en un futuro próximo.

En este contexto, el LUB decidió participar en el concurso para un Contra- Plan al Plan de la Ribera, que afectaba una gran zona del Poble Nou, extendida a lo largo de la costa,  donde el uso industrial era dominante, complementado con tejidos residenciales de vivienda obrera estructurados como barrios autónomos, ubicada en el antiguo municipio de Sant Marti de Provençals, incorporado a Barcelona a finales del siglo XIX.

Manuel tenía claro que la propia casuística del lugar, con tramas urbanas muy variadas, usos obsoletos y reivindicaciones vecinales que exigían la retirada del Plan Parcial y la permanencia en el lugar de los tejidos residenciales, ofrecía un rico escenario para profundizar en las cuestiones que planteaba la intervención en tramas construidas. El plan de la Ribera se proponía lograr de una vez por todas que Barcelona se abriese al mar, ante la posibilidad de eliminar las trazas ferroviarias y de dar continuidad a las tramas más estratégicas del ensanche por completar, con la implementación de nuevas infraestructuras viarias que garantizarían la desaparición de su marginalidad espacial. Así mismo el Plan establecía un radical cambio de usos, por lo que toda la operación se orientaba a un demoledor proceso especulativo. Ante esta perspectiva las entidades vecinales convocaron un concurso para oponerse al Plan. Para el LUB, la participación en el concurso apareció como inexcusable, desde el ámbito universitario debía afrontarse el problema con una alternativa que incluyera los principios éticos y las esperanzas de una futura sociedad democrática.

El ámbito del concurso ofrecía un marco ideal para plantear preguntas y abordar casuísticas innovadoras en un análisis e interpretación minuciosa del lugar,  elaborar instrumentos de intervención y proponer actuaciones contando con la participación ciudadana.  

En la propuesta presentada al concurso, fruto de estos presupuestos iniciales  se argumentó tras el análisis de las tramas urbanas existentes, sus lógicas de crecimiento y las posibilidades de intervención en cada una de ellas. Se hizo hincapié en el sistema parcelario, usos, tipologías edificatorias, tejidos residenciales, grandes industrias, redes viarias existentes, interrupciones espaciales.  Así como en la valoración de los nuevos solares que aparecerían con el traslado de las grandes y medianas industrias. Se trabajó, potenciando el papel estructurante, a nivel de todo el sector, del Poble Nou, considerando su rambla, el casino La Aliança y cada uno de los elementos de su estructura urbana, para determinar los espacios más idóneos para la ubicación de nuevos usos y para delimitar los futuros corredores de las infraestructuras viarias respetando las preexistencias residenciales.

El reto consistía en determinar cuales debían ser las intervenciones prioritarias, para evitar que las actuales zonas con uso residencial no sufrieran procesos degradantes o movimientos expulsivos.  No era justo que las nuevas intervenciones y mejoras causasen la destrucción de todo el entramado social existente, siendo que sus habitantes habían creado aquella realidad urbana a pesar de que su conexión con el centro del bario eran prácticamente nula y los servicios mínimos, cuando no ilegales.

Las intervenciones en un área tan extensa y de características tan diversas, son complejas de gestionar, por lo que es necesario asegurar que no se produzcan desequilibrios y que sean los propios vecinos quienes puedan asumir su posterior desarrollo. Pretender actuar con la misma intensidad y en el mismo lapso de tiempo es totalmente artificioso y difícil de conseguir por la propia sociedad, cuando se está actuando sobre tejidos urbanos consolidados, desajustados y con problemas urgentes.

Nuestro Contra-Plan proponía la realización de una serie de operaciones estructurantes y de obligatoria construcción a cargo de la administración (cinturón de ronda, intervenciones en la construcción de viviendas protegida, equipamiento a nivel metropolitano, facultad de medicina y hospital clínico,…) y en paralelo otras operaciones, de menor inversión, factibles gracias a los efectos inducidos por las intervenciones públicas. Así con la ubicación del futuro Policlínico metropolitano, se podría inducir la creación de cierto parque de viviendas para estudiantes, jóvenes profesionales, etc… La considerable mejora de la accesibilidad y la emigración de las grandes industrias permitiría ubicar nuevos usos que generasen la atracción de nueva población. Las actuaciones en complejos residenciales tendrían sus efectos inductores sobre la iniciativa privada. También se daba una considerable importancia en reconsiderar la red viaria consiguiendo una mejor conexión con el resto de la ciudad.  Pero más allá de las propuesta del Plan, lo que interesa resaltar aquí es toda el bagaje teórico que se generó en su elaboración como se refleja en la publicación del LUB, Remodelación capitalista o desarrollo urbano en el sector de la Ribera Oriental[6].

Para terminar este breve apunte, creo necesario hacer mención al artículo titulado “Incertes Glòries“, aparecido en el periódico ARA el 28 de febrero del 2012, cuando Manuel nos había ya dejado, dedicado a la problemática de la plaza de la Glorias. El titulo claramente socarrón como le gustaba para entrar en temas de gran calado. 

El lugar destinado a la plaza que tenía, tiene y tendrá el nombre de “Les Glòries Catalanes”, determinada por Cerda como centro de su proyecto de ensanche, es probablemente uno de los espacios de Barcelona, de más difícil resolución, como pone en evidencia la cantidad de propuestas y de semi-soluciones llevadas a la práctica, todas ellas de forma parcial y sin llegar a realizar la totalidad del proyecto. Un espacio donde confluían el trazado ferroviario por superficie y la entrada de la autopista del Maresme con las más importantes vías de la ciudad, Gran Vía, Meridiana y Diagonal, las reservas para la prolongación, entrañaban, una indiscutible dificultad y justifican hasta cierto punto no haber conseguido aun un proyecto adecuado. Aunque también creo que estas peculiaridades han servido de excusa para justificar en algunas ocasiones la falta de voluntad, la inoperancia política o la ineficacia de nuestra profesión para deshacer el nudo de la Plaza.

No cabe duda que las diferentes soluciones propuestas han estado condicionadas por las circunstancias del momento, no es lo mismo la teórica plaza proyectada por Cerda sobre el vacío, que lo que era en la década de los setenta: un espacio por delimitar, fraccionado y lleno de duras infraestructuras viarias, con una pasarela para peatones semejante a una atracción de feria y con el intento de convertirse, también, en un punto disuasorio del transporte privado.

Lo cierto es que la situación actual es muy diferente a las anteriores. Si bien han desaparecido las trazas del ferrocarril (que transcurre subterráneo) y se ha terminado la abertura de la Diagonal, la entrada de la autopista del Maresme requiriere una solución más urbana y queda por ver como se articula la conexión entre unas y otras grandes vías y con los  grandes vacíos de los alrededores, y como revertebrar el tradicional barrio del Clot con la radical transformación de la innovadora apuesta del 22@.

Manuel en su artículo nos plantea una serie de reflexiones sobre el propio lugar y otras destinadas a valorar si la solución debe pasar por una plaza extensa, con edificios representativos, un gran espacio verde en el centro, la autopista escondida mediante túnel, etc…. es decir, el conjunto de tópicos manejados a la hora de proyectar espacios públicos o por el contrario debe buscarse la solución desde otra mirada, reconsiderando los espacios públicos.

Aquí Manuel de nuevo vuelve con sus sugerencias a ¿abrir? una puerta al debate. Dice ni más ni menos que deberíamos reconsiderar la mayoría de planteamientos habituales sobre espacios de relación, zonas verdes, espacios públicos en función del contexto. Resalta la trascendencia de las especificidades del lugar y de su contexto para  proyectar el nuevo  espacio (no me atrevo a llamarle plaza dado que de ancho están previstos los 400 m). Advierte si frente a sus considerables dimensiones, no estaremos proyectando vacíos en lugar de un centro. Pregunta si la ubicación de un Central Park provinciano en lugar de conseguir la soldadura, el entroncamiento y la continuidad urbana no generará el efecto contrario, lo que suceda al este será totalmente desconocido al oeste y lo mismo ocurrirá de norte a sur.

Empezaba el párrafo anterior poniendo entre  interrogantes la palabra abrir, porque en realidad creo que el artículo de Manuel expresa la continuidad de sus reflexiones sobre el carácter del espacio público, a las que ha ido dando vueltas de tuerca, a lo largo y ancho de sus aportaciones teóricas y de su práctica profesional.

Confío que el debate que pueda generarse en torno a las cuestiones planteadas por Manuel contribuya finalmente a la realización de  unas “Glòries” ciertas.

 

Notas

[1] Título del libro publicado por Editorial GG. Barcelona 2008. de Solà-Morales, Manuel. De cosas urbanas. Título original: Amatter of things. Publicado por NAi Publishers, Róterdam.

[2] Miquel Domingo.2006  “Vivències d’un estudiant d’arquitectura dels anys seixanta” en Visions. ETSAB. Miquel Domingo. 2012  De l’entorn urbà al territori. Anar i tornar.  ETSAB. Col·lecció Trajectòries (en premsa).

[3]. Relaciones entre la estructura de la propiedad y la formación del suburbio. Monografía nº7. Departamento de Urbanismo Ediciones de la ETSAB. Barcelona 1971

[4] En un primer momento Antonio Font, Joan Busquets y yo mismo, a los que poco tiempo después se nos añadiría José Luis Gómez Ordoñez. 

[5] De Solà Morales, Manuel, Les Formes del creixement urbà. Edicions UPC. Barcelona 1993

[6] Manuel Solà, Joan Busquets, Miquel Domingo, Antonio Font y José-Luis Gómez Ordoñez.  Remodelación capitalista o desarrollo urbano en el sector de la Ribera Oriental. LUB. Editorial GG. Barcelona 1974.

 

© Copyright Miquel Domingo i Clota, 2012.
© Copyright Biblio 3W, 2012.

 

Ficha bibliográfica:

DOMINGO I CLOTA, Miquel. Las puertas que nos abrió Manuel. Biblio 3W. Revista Bibliográfica de Geografía y Ciencias Sociales. [En línea]. Barcelona: Universidad de Barcelona, 20 de mayo de 2012, Vol. XVII, nº 976 (7). <http://www.ub.es/geocrit/b3w-976/b3w-976-7.htm>. [ISSN 1138-9796].

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