Biblio 3W
REVISTA BIBLIOGRÁFICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES
Universidad de Barcelona 
ISSN: 1138-9796. Depósito Legal: B. 21.742-98 
Vol. XVII, nº 984, 15 de julio de
2012
[Serie  documental de Geo Crítica. Cuadernos Críticos de Geografía Humana]

 

GOMÀ, Daniel. Historia de Afganistán. De los orígenes del Estado afgano a la caída del régimen talibán. Barcelona: Universidad de Barcelona, col. Historia perspectiva, 2011. 331 p. [ISBN: 978-84-475-3484-5]


Mercedes Arroyo

Universidad de Barcelona


Recibido: 20 de febrero de 2012. Aceptado: 15 de marzo de 2012.



Palabras clave
: Afganistán, construcción del Estado, luchas interétnicas, fundamentalismo

Key words: Afghanistan, constructing the State, inter-ethnic struggles, fundamentalism



De Afganistán, país cuya historia cuenta con varios siglos de antigüedad, sólo tenemos conocimiento de su existencia a partir de las esporádicas y en general dramáticas noticias que ofrecen los medios de información. Con este notable libro, Daniel Gomà ha llevado a cabo una importante labor de recopilación de fuentes que permite entender e interpretar la realidad de dicho país. A partir de su lectura, asistimos a la creación de un Estado que, por las múltiples causas que el autor explica de manera detallada, se encuentra inmerso, todavía, en un proceso político difícilmente predecible.

Daniel Gomà es investigador de la Universidad de Barcelona, doctor en esta disciplina y ha efectuado estancias de estudios en la Universidad de Columbia (Estados Unidos) y en el Instituto de Estudios Políticos de París. Este minucioso y documentado trabajo muestra su profundo conocimiento de las espinosas relaciones –tribales e ideológicas, así como internacionales- que se suceden en un área que, para muchos, es todavía hoy desconocida. Hemos de saludar la publicación de este libro como una importante aportación a la historia de Afganistán desde diferentes puntos de vista, además de los que hemos enumerado.

Su lectura detenida supone, también, obtener informaciones puntuales sobre una realidad lejana –y no sólo desde el punto de vista geográfico- y ampliar los conocimientos sobre “un Estado joven pero un país viejo”, lo cual se explica por su historia, que se remonta bastantes siglos atrás. Desde las primeras páginas, Gomà nos advierte que la gestación de este país como unidad política no es todavía una realidad y que, para comprender el actual Afganistán, sea necesario conocer su historia en períodos anteriores. Afganistán es el país centroasiático de características más complejas, en parte derivadas de su posición geográfica, y, como señala el autor, ‘ensombrecido’ por poderosos vecinos -Irán, India, China y Rusia-  de los que, sin duda, ha recibido influencias culturales.

El libro está estructurado en doce capítulos -que siguen un riguroso orden cronológico- en los que un útil párrafo inicial en cada uno de ellos permite al lector situarse en el contexto que será explicado con todo detalle en las páginas siguientes. Asimismo, es destacable la inclusión de mapas a distintas escalas que dan la medida de la complejidad y las dificultades que se sucedieron para la creación del Estado afgano.

 Un “mosaico de pueblos”

Es importante recordar que el Afganistán moderno fue el producto de la unificación de territorios dependientes de tres imperios, el uzbeco, la Persia safaví y la India de los mogoles. La procedencia de dichos territorios, segregados de esos imperios, explica la diversidad de etnias que a principios del siglo XVIII, con vacilaciones y retrocesos, fueron configurando el país. Los orígenes modernos de Afganistán estuvieron marcados por las relaciones no siempre amistosas entre un ‘mosaico de pueblos’ en el que Gomà identifica estructuras políticas -tribales, de clanes y de etnias- entre las que prácticamente la única característica unificadora era el predominio de la religión musulmana. El Islam constituye todavía hoy, como señala el autor, “un sistema de valores y proporciona un código de normas y (…) aporta una identidad cultural”, lo cual, en un país formado por una importante diversidad de etnias, es el elemento imprescindible para infundir en la población civil el sentido de pertenencia.

Esa es la razón de que los dos primeros capítulos del libro sitúen en ese contexto las bases de la explicación que se iniciará con la fundación –tortuosa y difícil- del Estado afgano. Esa primera época se distingue por la pluralidad étnica y la ausencia de unidad interna política y social que, salvo épocas concretas, todavía es en la actualidad su rasgo distintivo y que explica la diversidad lingüística y cultural presentes en el país. Una característica de esta época es la de las luchas por el poder entre las élites dominantes de diferentes etnias -entre las que la etnia pastún se perfila como dominante numérica y políticamente- cuyas principales características describe el autor de manera pormenorizada. Esa diversidad explica que el concepto de ‘nación’ sea una construcción ideológica ajena a la sociedad y, en consecuencia, que el Estado sea percibido como algo externo a la vida de la población, mientras que el Islam es considerado como el elemento común por encima de las relaciones políticas.

El período monárquico

Desde principios del siglo XIX, el Estado afgano se fue consolidando por la acción reformista de sucesivos monarcas de la etnia pastún -a los que no faltó oposición desde las capas más tradicionalistas del país- mediante ciertas reformas políticas y administrativas cuya intención era la de modernizar definitivamente el país. Toda esa época –que el autor examina en los capítulos 3 a 6- está marcada por la necesidad de integrar Afganistán en la modernidad y consolidar el poder del Estado. La creación de una élite a base de integrantes de la familia real, por una parte y, por otra, mediante la incorporación de algunos miembros de familias procedentes de otros grupos étnicos, tenía como objetivo principal desarticular posibles intentos secesionistas y acabar con la independencia y el poder económico de ciertas tribus. Los primeros cincuenta años del período monárquico se caracterizan por la sucesión de los mandatos de tres soberanos cuyo objetivo principal sería la unificación del país y la consolidación de un poder absoluto.

En sus relaciones internacionales, el ‘reino afgano’ se mantuvo en un difícil equilibrio. Debía evitar intentos anexionistas por parte de países fronterizos para lo que se impulsó una política de ‘imperialismo interno’, consistente en forzar asentamientos de poblaciones pastunes por todo el país. Paralelamente, sin embargo, se produjeron algunos conatos de rebelión procedentes del poder religioso, prontamente sofocados mediante el expeditivo sistema de hacerle depender de las asignaciones económicas otorgadas por el Gobierno. En esa época, la presencia de Gran Bretaña en la región fue evidente. El control de la política exterior de Afganistán estaba desde tiempo atrás determinado por el virrey de la India, por lo que las  relaciones con el Imperio Británico constituían una pesada losa sobre la situación interna del país.

En esa época, Afganistán, se encontró supeditado a lo que el autor denomina “el Gran Juego” que se entabló entre los dos grandes imperios europeos con intereses en la región, Rusia y Gran Bretaña. Ambos iniciaron la expansión de sus respectivos ámbitos de influencia en Asia Central y el subcontinente indio respectivamente. Y en ese “juego” Afganistán se encontraría involucrado en un conflicto con Gran Bretaña a través de tres guerras (1839-42; 1878-81 y 1919) cuyas consecuencias  el autor explica detenidamente.

Ese período de consolidación de la monarquía finalizó con un número importante de reformas, entre las que el autor destaca la abolición de la esclavitud, la promulgación de la primera Constitución y la creación de un consejo de ministros, así como la reforma del ejército que deberían de acelerar el paso del país hacia la modernidad. Ciertas medidas, como la creación de infraestructuras de comunicación, asegurarían, también, el control de las provincias más alejadas así como la creación de un incipiente tejido comercial. También se entraría en el ámbito de la educación y en el estatus de la mujer, lo cual sería desmantelado en épocas posteriores.

El peso de las estructuras religiosas ejercería su influencia, a pesar de los intentos de modernización. Como señala el autor, la política de reformas “refleja más bien el deseo de modernizar el Estado [a base de] debilitar el poder del estamento religioso”. La reacción tradicionalista no se haría esperar; sin embargo, la influencia británica fue decisiva ante una situación que podía desestabilizar el país. Se iniciaba, así un período de treinta años en que se irían poniendo las bases para un desarrollo económico, político y social que tendría su culminación con el proceso democrático iniciado en los años 1960.

El autor analiza la acción de los siguientes monarcas afganos y los cambios sociales a que dieron lugar. Es interesante la relación de las reformas introducidas en esos años: desde la proclamación de la nueva Constitución de que se dotó el país en 1964, hasta el desarrollo de un sistema público de educación y la reforma del estatus de la mujer mediante la abolición de la obligación de ésta a permanecer recluida en el domicilio familiar. Creemos no equivocarnos si  afirmamos que, como había sucedido en períodos anteriores, lo que se perseguía era debilitar el poder de los religiosos y equilibrar el poder territorial y político entre las diferentes etnias, lo cual, como se observará, constituyó una constante hasta épocas recientes y que se explicará detenidamente más adelante. Antes nos ocuparemos del periodo desde 1973 hasta la década 1979-89 en que se desarrolló la guerra civil  (capítulos 7 y 8).


El régimen republicano, la invasión de la Unión Soviética y el ascenso del poder talibán

Entre 1973 y 1979, Afganistán experimentó numerosos cambios, más rápidos y profundos que en épocas anteriores. En esos seis años, el país pasó de experimentar una cierta apertura política y económica a un régimen autoritario marcado por el auge del nacionalismo pastún y la entrada de los ‘consejeros soviéticos’ en la vida política de Afganistán, lo que supuso un conjunto de reformas que afectarían a “las más profundas tradiciones de la sociedad afgana” (p. 184). Ello sería llevado a cabo por medio de la educación obligatoria y laica; la redistribución de la tierra y la liberación de la mujer de la dominación patriarcal. Creemos que, tal como sucedería en los inicios de la Revolución Industrial europea, todo ello debería favorecer la transición de la sociedad afgana desde una sociedad feudal a la modernidad; pero a diferencia de Europa, en Afganistan se pasaría sin solución de continuidad desde el régimen feudal a una sociedad marxista.

Se ha de subrayar que la política de alfabetización llevada a cabo por la presencia soviética mermaba sin duda el peso de las autoridades religiosas y de grupos conservadores, sobre todo en el campo, con lo que el choque de culturas estaba garantizado. Esa época estaría marcada por enfrentamientos continuos de carácter étnico, situación que desembocaría, finalmente, y ante la gradual pérdida de control por parte de la Unión Soviética, en la invasión de Afganistán, en 1979, y en la creación de un régimen comunista. El país pasaría a constituirse en una república soviética a todos los efectos; los servicios públicos y sociales, así como el sistema educativo, seguirían los modelos soviéticos y las políticas de infraestructuras serían sufragadas con dinero soviético.

Para islamistas y tradicionalistas y, por encima de las diferencias ideológicas latentes en la sociedad afgana, todo lo soviético se transformó en el enemigo común. Surgieron, en consecuencia, numerosos grupos resistentes, desarrollados, dirigidos y financiados desde el exterior del país. Frente a la idea mantenida generalmente sobre la unidad de la resistencia afgana de ese período, Gomà señala que la constante fue –precisamente- la desunión entre los grupos guerrilleros, de los cuales, los más fuertes y numerosos se propusieron absorber los menores y menos organizados con el objetivo de extender su área de influencia territorial.

A mediados de la década de 1980, los soviéticos se vieron obligados a retirarse después de costosas inversiones y terminar así con la sangría humana y económica que suponía su presencia en Afganistán. A ello no fue ajeno el cambio de dirección en la cúpula soviética.  La guerra que hasta entonces se había considerado de liberación nacional, se transformó seguidamente en un conflicto interno, conflicto que se resolvería con el acceso al poder de los talibanes (capítulos 9 y 10).

El interés de estos dos capítulos radica, entre otras cuestiones, en la caracterización de los grupos que desarrollarían una guerra civil continuada a partir de la marcha de la Unión Soviética del país. El autor reflexiona sobre los factores políticos, sociales y culturales que persistían a pesar de la ocupación. No fue una simple lucha entre dos ideologías –marxismo e islamismo- sino que “escondía al mismo tiempo un conflicto de ámbito local en el que intervinieron potencias regionales (Pakistán e Irán) y mundiales (Estados Unidos y la Unión Soviética)”.

La clave del movimiento talibán es, según el autor, la constatación de la necesidad de terminar de una vez un conflicto bélico interminable con una estrategia claramente nacionalista y de corte religioso. Muchos de sus dirigentes habían luchado con anterioridad contra la Unión Soviética al lado de grupos fundamentalistas; la mayoría de ellos habían sido educados en las madrazas y formaban, por tanto, parte del estamento religioso, conservador y tradicionalista. De hecho, los talibanes fueron considerados favorablemente por una población harta de guerra civil y de la arbitrariedad de muyahidines y señores de la guerra. El objetivo de sus dirigentes era el restablecimiento de la unidad del país, la centralización del Estado y la instauración de un sistema fundamentalista islámico.

Como en épocas anteriores, el islamismo debería constituirse en el elemento aglutinador de la sociedad. Es interesante el hecho de que el triunfo del poder talibán supuso un enfrentamiento importante entre clases religiosas y rurales por un lado y burguesía y élites urbanas por otro (p. 254) debido esencialmente a los fundamentos ideológicos que sustentaba el nuevo régimen y que el autor analiza cuidadosamente. Ciertamente, un descenso en el grado de cultura de los talibanes fue seguido por el incremento de la intransigencia en todos los órdenes de la vida cotidiana, que el autor atribuye a una formación religiosa limitada, inferior a la de los inicios del movimiento talibán. Como llamativo ejemplo, el autor presenta el contraste entre el régimen comunista y el talibán en el tratamiento del avance social de la mujer.


El cambio de siglo y la escalada de la violencia

Los dos últimos capítulos del libro examinan el papel desempeñado por Afganistán en el contexto internacional en la década de 1990 y sus relaciones con sus países vecinos. El intervencionismo pakistaní, puesto que desde los años de la guerra civil había dado acogida a grupos guerrilleros;  la compleja situación de Irán debido a sus simpatías por el movimiento talibán, así como la preocupación de Rusia por controlar el auge de éste.

No se debe olvidar, por otro lado, que Afganistán comparte 75 kilómetros de frontera con China, en una región especialmente delicada debido a las etnias asentadas en esa franja y cercanas ideológicamente al Islam radical. Por otro lado, India, país al que no convenía una posible alianza de Afganistán con Pakistán, por su bien conocida historia de mutuos enfrentamientos.  Por su parte, el mundo árabe –con excepción de Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos por cuestiones ideológicas- no mostraron simpatía por el régimen talibán. En su mayoría fue considerado un movimiento fundamentalista cuya expansión convenía controlar.

Entre la preocupación por la deriva del islamismo y el interés por los recursos naturales del país, Afganistán volvería a encontrarse en los años finales del siglo XX en el centro de nuevos conflictos internacionales, por el hecho de que el país contase con reservas importantes de petróleo y gas natural, desconocidas hasta entonces.

Ya no se trataba, como en el siglo XIX de obtener el control político del país por parte de las grandes potencias de la época, como en el “Gran Juego”; sino del control económico mediante la explotación de los recursos naturales. El juego de intereses establecido en la zona por las grandes potencias –Estados Unidos y Rusia y en menor medida por India- se explica por el trazado de las redes de petróleo y de gas, lo que da pie al autor para afirmar con conocimiento de causa que para todos los países involucrados la cuestión esencial era terminar con la situación de violencia generalizada del país, puesto que amenazaba el desarrollo económico de la región. “No importaba el tipo de régimen que hubiera en el país” mientras sus gobernantes no interfiriesen en la política de sus vecinos ni en la economía de éstos y de las grandes potencias.

Entretanto, si, en nombre de la ortodoxia islámica, se violaban sistemáticamente los derechos humanos, se podía considerar un asunto interno. Todo ello se puso en evidencia claramente con los atentados de septiembre de 2001, que constituyó “el cénit” del fanatismo talibán. La reflexión de Gomà se orienta en este punto a explicar los antecedentes ideológicos y los vínculos de los organizadores del ataque a la Torres Gemelas por un lado y por el otro, a mostrar las relaciones entre los países involucrados –de la zona y de fuera de ella- en la ofensiva desencadenada por Estados Unidos y el Reino Unido.


Las condiciones para la reconstrucción de Afganistán

En el capítulo final de su trabajo, el autor incluye algunas reflexiones sobre las condiciones que deberían hacer salir el país finalmente de una situación que perjudica la convivencia interna y externa. Entre ellas, anotamos la necesidad de cooperación internacional, que permita al país avanzar por su propia cuenta: se debe garantizar los derechos individuales y la igualdad de la población de acuerdo, si se quiere, con los principios de un Islam –se entiende que moderado e inspirado en los principios del Corán-, que ya ha demostrado sobradamente su papel unificador por encima de las facciones tribales, étnicas y políticas; se debería, asimismo,  garantizar la estabilidad del sistema político y asegurar la estabilidad económica, para lo que ciertos países deberán prestar su apoyo.

Un importante cambio a introducir debería estar constituido, según el autor, por la eliminación de la actividad de los ‘señores de la guerra’, sobre todo en el ámbito rural, y, en cambio, se debería dotar al país de unas fuerzas armadas modernas y fuertes. Otro elemento que Gomà considera esencial es lograr la armonía entre las diferentes comunidades, lo cual reconoce de difícil resolución después del poso de violencia dejado por tantos años de guerra. Por último, considera imprescindible la instauración de un sistema verdaderamente democrático –en el que contribuyan todos los grupos étnicos y en el que todos tengan cabida en un espacio común- en el que el Estado pueda recurrir a la fuerza si fuese necesario para imponer su autoridad, al menos, hasta que se consolide una autoridad central.

La reconstrucción del país deberá pasar, asimismo, por la educación y la disminución de la elevadísima tasa de analfabetismo de la población y por una justicia regional sin revanchismo en la que se evite favorecer ciertas regiones por su lealtad política o tribal y castigar las que a lo largo del conflicto se han mostrado hostiles al poder actual. Estas condiciones, entre otras que el autor señala, deben constituir la base de la reconstrucción (¿o, mejor, construcción?) del país; y pronostica que si no se cumplen, se “correrá el riesgo de volver a caer en la anarquía y la violencia. Y el pueblo de Afganistán no se lo merece” 

Nos atrevemos a pronosticar que este libro será de consulta obligatoria para conocer todas las circunstancias –históricas, sociales, étnicas, religiosas y políticas- que han incidido en el proceso inconcluso de la creación del Estado afgano, precisamente por el elevado valor de las informaciones que se ofrecen y por las reflexiones que se incluyen en una síntesis de difícil elaboración que el autor resuelve de manera brillante.

 

© Copyright Mercedes Arroyo, 2012.
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Ficha bibliográfica

ARROYO, Mercedes. Gomà, Daniel. Historia de Afganistán. De los orígenes del Estado afgano a la caída del régimen talibán. Biblio 3W. Revista Bibliográfica de Geografía y Ciencias Sociales. [En línea]. Barcelona: Universidad de Barcelona, 15 de julio de 2012, Vol. XVII, nº 984. <http://www.ub.es/geocrit/b3w-984.htm>. [ISSN 1138-9796].