PREMIO INTERNACIONAL GEOCRÍTICA  2002 A   ELÍAS TRABULSE

Acta del Jurado
La trayectoria intelectual y las aportaciones de Elías Trabulse
Currículum vitae de Elías Trabulse
Entrega del Premio Premio Internacional Geocrítica2002 al Prof. Elías Trabulse
Palabras de agradecimiento del galardonado


ACTA DEL JURADO CONCEDIENDO EL PREMIO INTERNACIONAL GEOCRÍTICA AL PROFESOR     ELÍAS TRABULSE

El interés de reconocer públicamente la actividad intelectual y la trayectoria académica y profesional desarrollada por los científicos sociales que poseen una dilatada obra ha motivado la creación del Premio Internacional de Geocrítica, el cual será otorgado anualmente. Deseamos con ello contribuir a la difusión pública de la obra de los científicos galardonados.

El jurado internacional constituido al efecto, integrado por docentes e investigadores de los diversos ámbitos de las ciencias sociales y del que forman parte los miembros directivos de Geocrítica, los componentes del Comité Organizador del IV Coloquio Internacional de Geocrítica y miembros de los Comités de Redacción de las revistas científicas Scripta Nova y Biblio 3W, han decidido otorgar el Primer Premio Internacional de Geocrítica al Dr. Elías Trabulse, en reconocimiento de su labor investigadora en el campo de la historia de la ciencia y, en particular, de la historia de la geografía mexicana, así como del conjunto de los méritos académicos que se reconocen en el informe elaborado sobre su obra. Este premio es también un homenaje a la destacada labor científica de carácter interdisciplinario que ha realizado desde su fundación El Colegio de México, la institución a la que pertenece.

Barcelona 29 de abril de 2002

LA TRAYECTORIA INTELECTUAL Y LAS APORTACIONES DE ELÍAS TRABULSE

 

 
   

La obra de Elías Trabulse destaca hoy como una de las más señaladas en el panorama de la historia de la ciencia, en general, y de la historia de la ciencia iberoamericana, en particular. Su aportación se caracteriza por un claro talante interdisciplinario y por una decidida voluntad de situar críticamente las aportaciones de la ciencia mexicana en la ciencia internacional.

Las investigaciones de Elías Trabulse permiten afirmar de forma clara el valor de una tradición científica que forma parte de la historia de la ciencia y del pensamiento occidental, pero que ha sabido integrar de forma creativa aportaciones de las época prehispánica, en un diálogo que constituye todo un ejemplo de integración y superación..
 

El itinerario personal y la propuesta metodológica

Elías Trabulse ingresó al terreno del historiador luego de cursar estudios universitarios de Química en la Universidad Nacional Autónoma de México (Trabulse, 1965) y de una breve experiencia y aplicaciones en ese campo en el Instituto de Química de la misma universidad (1965-1966). Hacia 1970 dirigió sus pasos hacia El Colegio de México, donde realizó estudios de doctorado en Historia. Su Tesis, publicada en 1974, sintetiza su reflexión en torno al oficio del historiador y, particularmente, sobre la historia de la ciencia mexicana. Todo eso en la fertilidad de esa institución académica, fundada en 1940, con objetivos de investigación y la formación docente de alto nivel.

Cuando Trabulse se abrió camino en la historia de la ciencia, en los años setenta, la obra de Thomas S. Kuhn The Structure of Scientific Revolutions (The University of Chicago Press, 1962) había influido notablemente en la explicación del desarrollo de la ciencia, por medio de los conceptos de revolución científica y de paradigma. Con Kuhn se dio una revolución en la manera de analizar la transformación de los "elementos conceptuales presentes en el lenguaje de la ciencia y los mecanismos sociales que permiten esa ruptura". La nueva visión de Kuhn apostaba por la discontinuidad de la ciencia.

Al igual que Kuhn había migrado de la física y química a la historia de la ciencia, Trabulse siguió una ruta similar, seguramente, tras la lectura del libro de Kuhn donde encontraba una nueva formulación teórica extraordinariamente atractiva del desarrollo científico. Bajo los postulados de Kuhn, preparó su Tesis de doctorado. En el siglo XVII, Trabulse había detectado las "bases definitivas de la ciencia moderna" europea y, en una "extrapolación premeditada", su tesis presentaba el "paradigma científico y el paradigma religioso" europeo y la forma cómo el segundo se apoyaba en el primero en esa centuria, entregando "los postulados de una nueva religión [protestante] con una visión más amplia del cosmos que había quedado oculto en las tinieblas del cristianismo medieval".

Con el azar a su favor, señalaba "el hallazgo fortuito de una serie de documentos" que le permitieron apreciar el "avance de la Nueva España en materia científica desde los primeros decenios del siglo XVII" (Trabulse, 1974). Para él, al lado de las "figuras consagradas" de la ciencia mexicana [Alzate, por ejemplo], surgieron "otros hombres de ciencia que en muchos casos aventajaban a aquéllos", por ejemplo Kino, Sigüenza o Diego Rodríguez. Ante ese panorama, se decidió a dirigir su mirada en dos direcciones: el ambiente científico del seiscientos, tanto mexicano como europeo (Trabulse, 1974).

Su primera dedicación fue enfrentarse a "los impresos (primordialmente matemáticos y astronómicos), como a los manuscritos científicos del siglo XVII". En tal documentación, apreciaba sobre todo a "la astronomía cometaria en relación a cualquier otro tipo de estudios astronómicos", por la combinación de una "visión mítica del cosmos con la nueva visión científica" de ese siglo. El estudio quedaba perfilado en torno a los cometas y su influencia en el mundo, como uno de los capítulos de la historia de la ciencia moderna; en otras palabras, "el tránsito de la astrología judiciaria a la astronomía científica" (Trabulse, 1974). Su estudio pasaba necesariamente de la concepción medieval del cosmos a otra visión mecanicista del universo, vigente en el siglo XVII.

Unos años más tarde, debió arrojar luz sobre lo que llamaba las "perspectivas" de la historia de la ciencia y la tecnología de México (Trabulse, 1982; Trabulse, 1984). Aquella vez, señalaba la existencia de "un conjunto de estudios bibliográficos y biográficos", también de diversos "estudios monográficos" que en conjunto podían encauzar las investigaciones históricas. Las "vías de acceso" que Trabulse anotaba, fueron: 1) El estudio de las interacciones entre las diversas ciencias sobre todo en la época colonial, 2) El análisis de las relaciones, primero, entre la ciencia y la sociedad y, segundo, entre tecnología y sociedad, 3) El estudio de las interacciones entre ciencia, tecnología y economía y 4) El estudio de las interacciones entre ciencias, las técnicas y las humanidades.

Una tarea de tales dimensiones, en buena medida desconocida, requería examinar las "fuentes históricas" y Trabulse señalaba, entre otras, la importancia de éstas: "los textos científicos y técnicos mismos, sean impresos o manuscritos; los documentos de archivo, en particular los pertenecientes a los ramos donde aparece este tipo de información; la correspondencia particular de los científicos, las crónicas históricas, las publicaciones periódicas, los catálogos bibliográficos y diversos tipos de manuales" (Trabulse, 1982; Trabulse, 1984).

Indicada la documentación, en seguida, se adentró en la dificultad de la periodización de la ciencia mexicana, "acotaciones artificiales" basadas específicamente en "hechos o sucesos de la ciencia o los derivados de paradigmas científicos o de innovaciones técnicas". Su propuesta para la división de la historia mexicana, fue: 1521-1580: aclimatación de la ciencia europea medieval y renacentista; 1580-1630: aparición de los primeros textos de ciencias elaborados en México; 1630-1680: cambio en los intereses científicos. 1680-1750; lenta difusión de las teorías modernas; 1750-1810: aceptación paulatina de las nuevas teorías taxonómicas y mecanicistas; 1810-1850: supervivencias ilustradas. 1850-1910: impulso positivista. En esta propuesta, encontramos a la geografía como una de las ciencia a las que Trabulse sigue la pista de forma sistemática y revelaba su permanencia o larga duración en la historia mexicana (Trabulse, 1984).


En este conjunto de ingredientes (teoría, documentación y periodización), añadió el de las "comunidades científicas", definidas por Kuhn como "pequeños grupos que comparten uno o varios paradigmas científicos". Aceptada la categoría, para el caso de México, Trabulse precisaba que "en su seno se gestaron los cambios de mentalidad científica que dan la tónica de cada etapa, por la aceptación o rechazo de una o varias de las nuevas teorías, o sea los nuevos paradigmas que aparecen en el horizonte científico" (Trabulse, 1984). Lo importante, para él, fue que "muchas de ellas desempeñaron sus actividades no sólo en la Ciudad de México, sino también en diversas regiones del país, abordando casi todas las ramas del saber científico. La lista contaba a Puebla, Guanajuato, Querétaro, Guadalajara, Morelia, Oaxaca, Mérida, entre otros núcleos urbanos, todos con montos demográficos importantes a lo largo del periodo virreinal mexicano.

Uno de los aspectos más arduos del tema es la detección precisa del "momento en que un paradigma fue acogido por una de las comunidades científicas mexicanas" contando sólo con la guía de algunos indicios. Con más frecuencia, señalaba Trabulse, se podía encontrar "la asimilación de las nuevas teorías y cómo éstas fueron utilizadas o enriquecidas con aportes originales desprendidos de la propia experiencia" (Trabulse, 1984). Los resultados demostraron la fertilidad de los presupuestos teóricos y académicos. Trabulse, hacia 1988, indicaba los cambios en la indagación histórica:

Agraciadamente aires renovadores se han dejado sentir en la investigación sobre la historia de las ciencias desde hace algunos años en que un sano historicismo puso en entredicho algunas de las tesis históricas del positivismo clásico. Este cuestionamiento ha abarcado desde el método de establecer periodizaciones hasta el interno de las obras. Asimismo ha sabido evaluar tanto los factores internos como los externos que propician el nacimiento, desarrollo expansión y agotamiento de un modelo científico o, de un paradigma (...).

Esta transformación en los estudios historiográficos de la ciencia ha repercutido favorablemente en las investigaciones en torno al desarrollo científico de México, ya que ha puesto el acento en conceptos, hipótesis y estructuras interpretativas nunca antes estudiadas y, por otra parte, nos ha enseñado que la historia de nuestra ciencia forma parte de un todo, de una historia más general y que nuestras deficiencias o nuestros éxitos no son privativos de México sino que los compartimos con otros pueblos aún con los más avanzados. Es estimulante ver cómo se abren los horizontes historiográficos y somos invitados a aportar nuestro grano de arena al desarrollo científico universal. (Trabulse, 1989).

Con los postulados anteriores, Trabulse ha llevado a cabo una obra escrita diversa y amplia en el tiempo. Con aportaciones notables a la historia de la ciencia del siglo XVII, como el estudio dedicado a los manuscritos perdidos de Carlos de Sigüenza y Góngora (Trabulse, 1988) y, con más detalle, a la forma como este sabio "se dedicó a establecer la cronología precisa del México antiguo", suficientemente clara como para "alinearse junto a la de las culturas griega y romana". Esto lo consiguió por el "estudio comparativo de los registros de eclipses de Sol y Luna, así como de cometas observados simultáneamente en el Viejo y el Nuevo Mundo" (Trabulse, 1991a; Trabulse, 1991b).

Su interés se extendió a la personalidad de Juana Inés de la Cruz (Trabulse, 1979; Trabulse, 1995) y de la Ilustración novohispana del siglo XVIII, particularmente la figura de Francisco Xavier Gamboa y la minería de esa época (Trabulse, 1985). Del estudio de la historia del siglo XIX, en concreto, descubre en José María Velasco, no sólo al maestro del dibujo, la pintura de paisaje y la perspectiva, sino a un entusiasta hombre de ciencia de la Sociedad Mexicana de Historia Natural y autor de las ilustraciones científicas de su órgano oficial La Naturaleza. En sus páginas se recogen bellas láminas botánicas o zoológicas que Velasco elaboraba en color o blanco y negro. Trabulse resalta la calidad y precisión de su obra Flora del Valle de México, con 18 láminas (1869) (Trabulse, 1989; Trabulse, 1992).

Otros estudios de Trabulse alcanzan el siglo XX con la valoración de las reflexiones de Alfonso Reyes sobre la historia de la ciencia (Trabulse, 1993) o las de Juan Rulfo (a quien conoció en 1970) sobre el valor de las crónicas coloniales para conocer "la vida, costumbres, mentalidad y hasta el modo de hablar de los mexicanos del pasado" (Trabulse, 1991). Finalmente, como hemos indicado en la parte de la periodización, ha dedicado atención a algunos episodios interesantes de la evolución de la geografía, con indicaciones que pueden extenderse a Europa, que será motivo de un examen con más detalle en las siguientes secciones.
 

El lugar de América Latina en la historia de la ciencia

La región geográfica latinoamericana no podía faltar en la reflexión histórica de Elías Trabulse. Tras los primeros ensayos y ejercicios derivados de su Tesis doctoral, se había percatado de la omisión de los historiadores europeos o estadounidenses que parecían "eludir intencionalmente un tema que apenas, se profundiza en él, resulta de una amplitud y riqueza notables, con acervos bibliográficos considerables" (Trabulse, 1985). E indicaba la visión o la "concepción lineal, progresista y triunfalista, del desarrollo de las ciencias que tendía a descartar cualquier tipo de conocimiento científico carente de una serie de requerimientos: aquéllos propios del empirismo y la cuantificación en su más rígida acepción". Esa situación se ha modificado sustancialmente y "aquellas regiones cuya trayectoria científica se consideraba poco digna de investigación por ser pobre o definitivamente por inexistente" han pasado ya a ser estudiadas con detenimiento.

Para Trabulse, resultaba imperativo "incluir a la ciencia latinoamericana, desde los tiempos prehispánicos hasta la actualidad, en las síntesis historiográficas sobre la ciencia universal, por dos razones: la primera porque sea cual fuera su contenido, existe una historia de la ciencia en Latinoamérica, cuyas aportaciones son dignas de figurar en las distintas etapas del pensamiento científico, y la segunda, porque dicha pretensión está avalada por un rico acervo documental y bibliográfico" (Trabulse, 1985).

Mediante la comparación con otras regiones del mundo, Trabulse dedicaba esfuerzo a afirmar el "camino para incorporar el desarrollo científico latinoamericano a la historia universal" y, sobre todo, dejaba abierta la pregunta sobre "cómo podrían interpretarse las fuentes existentes para lograr ese propósito". Uno de los ejemplos revisados fue el llamado "milagro griego" que, para él, no se explicaba fácilmente si se excluían las corrientes culturales que cruzaban el mundo mediterráneo desde el Atlántico hasta los confines del Indo". De forma particular, "la matemática griega debe mucho a las ciencias de los números, sus propiedades y aplicaciones, perfeccionadas por las civilizaciones de Mesopotamia".

En la Europa del Renacimiento, Trabulse encuentra otro ejemplo comparativo. Tras los descubrimientos geográficos ultramarinos de los siglos XV y XVI, en esa región se dio "la rápida expansión de las ciencias, la nueva concepción relativista y cambiante del cosmos que puso en entredicho la ecumene medieval, y una concepción distinta sobre la relaciones políticas y económicas que afectaron las vidas, las creencias y las costumbres de millones de seres humanos". Y más adelante, precisa el caso de América: "su aparición transforma la idea de la naturaleza propia de las cosmovisiones medievales, a la vez que, al mostrar la superioridad del hombre moderno, sobre sus modelos clásicos, sancionó la creencia inmanente en la perfectibilidad de las ciencias y de las artes" (Trabulse, 1985).

Otro aspecto de la investigación de Trabulse, se concentró en el "efecto que tuvieron los métodos modernos de experimentación científica sobre la expansión de las técnicas, entre 1750 y 1850". En su estudio indicaba que desde "finales del siglo XVIII, tanto en Latinoamérica como en el resto del mundo, la diversificación de las técnicas trae consigo una diversificación de las ciencias". También señaló el surgimiento de la especialización y, sobe todo, de la ciencia como "un instrumento de dominio". (Trabulse, 1985). En resumen, Trabulse encuentra que en, los siglos XVI y XVII, Europa pasó por varios cambios interconectados entre sí, como resultado de su fuerza colonial y comercial. Surgió una visión científica eurocéntrica que prevaleció paulatinamente hasta cambiar las ideas sobre la naturaleza de las demás sociedades.
 

La geografía en un programa de historia de la ciencia

La geografía ha sido una de las actividades científicas a las que ha prestado especial atención en sus estudios. Elías Trabulse se ha concentrado en los mapas, como principal fuente informativa del territorio mexicano desde el siglo XVI, hasta los materiales del siglo XIX. La perspectiva empleada, entre la cartografía general y la particular, le ha permitido la revisión de una amplia variedad de materiales del Archivo General de la Nación, ordenados de acuerdo con algunas actividades de la época, a saber: la propiedad, uso y distribución de la tierra; los caminos; los viajes de reconocimiento; el desagüe del Valle de México; la división eclesiástica; la minería y las ciudades novohispanas. La elaboración ha sido un proceso con dos vertientes simultáneas. La visión de conjunto para todo el territorio del Virreinato y también el enfoque particular, a escalas más grandes, con las diferentes divisiones territoriales y el trazo de caminos.

En la historia de la geografía de México, ha identificado el lugar de los mapas como un "proceso histórico de la Nueva España visto a través de los ojos de sus exploradores, científicos y artistas. En este sentido la historia de la geografía en México es la historia de cómo hemos los mexicanos visto a nuestro país y cómo lo hemos ido configurando ideal y plásticamente, en nuestra mentes y en nuestros mapas" (Trabulse, 1983).

Además de la cartografía, Trabulse ha realizado estudios sobre "los nuevos datos geográficos" del siglo XVI, particularmente de las Ordenanzas (1571) y las Relaciones Geográficas (1577) que, indica, formaban los instrumentos para "la gobernación y justicia" de los dominios de la Corona (Trabulse, 1994). De esa época, también ha examinado, los tratados de Geografía que, en dicho siglo, rompieron la "estructura de la ecumene medieval". De esas obras, cita la de Juan López de Velasco, la de Antonio Vázquez de Espinosa y, de forma especial, la de Nicolás de Cardona. En conjunto, esos autores y otros más, entre 1574 y 1628, dedicaron numerosas páginas al territorio de la Nueva España con información "acerca de las riquezas naturales del país" como la población, los nombres de las ciudades con la posición geográfica y los habitantes.

Respecto a los progresos de la náutica española, Trabulse identificó de forma precisa los adelantos náuticos y de la astronomía de observación, que proporcionaba los datos geográficos para las cartas de navegación. Como parte de esas tareas, también ha estudiado la solución de la determinación de la longitud geográfica, una necesidad para la localización de las ciudades de la América española, con más o menos precisión, según el meridiano de origen. Al revisar los valores numéricos procedentes del siglo XVII, Trabulse admiró la exactitud lograda en la posición de la Ciudad de México, incluso superior a la aportada por Alejandro de Humboldt en 1803 (Trabulse, 1984).

También ha estudiado los tratados de astronomía y cosmografías europeos, en los cuales Trabulse advirtió el desconocimiento que se tenía de "los hombres de ciencia americanos que vivieron en [el siglo XVIII] y en los dos anteriores", así como de sus trabajos, como el ya mencionado cálculo de la posición geográfica de la Ciudad de México (Trabulse, 1984 y 1994).

Por lo anterior, al examinar el conocimiento geográfico en la historia mexicana, Trabulse combina una serie de obras y autores, materiales y épocas de una amplia variedad. Lo mismo de la cosmografía o la náutica española del siglo XVI, que los tratados de Nicolás de Cardona de la primera mitad del siglo XVII. Pero también ha examinado la obra dedicada a la Nueva España por el sabio Alejandro de Humboldt (1803-1804) o el ya mencionado José María Velasco y su pintura de paisaje, como el Valle de México, tal vez, la más admirada. El viaje intelectual e histórico que Trabulse ha realizado se concentra entre dos fronteras plenamente identificadas: del binomio de la ciencia y la religión del siglo XVII, hasta la ciencia y el arte del siglo XIX.
 

La función docente de la obra publicada por Elías Trabulse

Una obra de tal magnitud, documentación y espléndidamente escrita, puede calificarse de monumental y de particular interés para llevar su contenido a los estudiantes mexicanos e iberoamericanos en general, particularmente de los medios universitarios, que muchas veces carecieron de obras con interpretaciones sobre la ciencia mexicana. Durante mucho tiempo, lo más relevante y disponible fue el libro de Eli de Gortari (1918-1991), La ciencia en la historia de México (México: Fondo de Cultura Económica, 1963). Esta obra, examinaba el desenvolvimiento de los trabajos científicos, "ligados inseparablemente a todas las condiciones determinantes de la vida económica, social, política y cultural" de México. Gortari privilegiaba en su obra a "las condiciones sociales" de las investigaciones científicas, al igual "la participación de la ciencia en la transformación social de México". Tal perspectiva se concentraba en las condiciones externas, un enfoque propio de la filosofía marxista, y menos en la naturaleza de la documentación científica.

Unos años más tarde, Trabulse publicaba la espléndida serie La historia de la ciencia en México (Fondo de Cultura Económica, México, 1983-1991), que cambiaba radicalmente el panorama de la historia de la ciencia. La llamada "Introducción" del volumen 1, es un estudio serio que brindaba una nueva perspectiva e interpretación sobre el pasado mexicano, más en la línea trazada por los conceptos de revolución y paradigma científicos de Kuhn, al mismo tiempo que entregaba, a manera de antología moderna, numerosos trabajos científicos mexicanos. Una cuidadosa selección de autores y obras que difícilmente se podían consultar por su rareza y dispersión, de los siglos XVI al XIX. Quedaba abierta la posibilidad de la experiencia histórica y la formulación de problemas científicos mexicanos con una perspectiva temporal de larga duración.

La obra ha sido ampliamente utilizada en cursos universitarios no sólo para historiadores, sino también para los de ingenieros y otros científicos que han encontrado una forma novedosa y más amplia de conocer la complejidad del pasado de cada especialidad. La obra ha pasado las fronteras mexicanas y de forma resumida se ha empleado en el servicio exterior mexicano (Trabulse, 1990). Esta obra de Trabulse, por otra parte, fue acreedora al premio "Juan Pablos" de la Cámara Nacional de la Industria Editorial mexicana (1984), por su alta calidad de impresión y la presentación de alrededor de 600 imágenes científicas que otorgan una lectura "atractiva y estimulante" al lector que puede leer y revisar cada imagen de forma simultánea. Una versión abreviada, en un solo volumen con la Introducción, fue entregada por el Fondo de Cultura Económica para facilitar su consulta a los estudiantes (Trabulse, 1994).
 

Una obra de valor internacional

La obra de Elías Trabulse sobre la historia de la ciencia no está alejada de los problemas actuales del desarrollo científico y social mexicano. Es, al contrario, un trabajo comprometido en el desarrollo científico y tecnológico del México actual y, por extensión, de los países del mundo iberoamericano o latinoamericano. Investigaciones como las que él realiza, y las que efectúan los historiadores de la ciencia de México y de otros países, han permitido descubrir una historia más rica y dinámica de la que se explicaba hasta ahora, así como la originalidad de una tradición científica que, aunque remite al siglo XVI, ha estado plenamente situada en la evolución de la ciencia occidental y ha sido capaz también en muchos casos de incorporar numerosos elementos de la tradición prehispánica, como se ha visto en los mapas o "pinturas" del siglo XVI.

La celebración en Ciudad de México del XXI Congreso Internacional de Historia de la Ciencia, en julio de 2001, ha sido un reconocimiento internacional de la calidad de la investigación que realizan los historiadores de la ciencia de este país, entre ellos de forma destacada Elías Trabulse. En esa ocasión, la majestuosa sala de espectáculos del Palacio de Bellas Artes fue el escenario para la conferencia plenaria que dictó el profesor Trabulse (9 de julio de 2001) sobre "Tradición y ruptura en la ciencia mexicana". Esa vez, indicaba que América no ha sido sólo receptora o transformadora de la ciencia y tecnología europeas, sino que tuvo un lugar de primer nivel en la revolución científica europea que, unos años más tarde, también estuvo presente aquí.

En una apretada síntesis de sus propias reflexiones históricas, Trabulse indicaba el empleo de categorías teóricas, como la de los paradigmas, para estudiar a la ciencia mexicana con una amplia temporalidad, al menos de los últimos cuatrocientos cincuenta años, sin dejar de indicar el contexto universal. Su crítica fue hacia la historiografía tradicional, que calificaba de "pre-científico" al pensamiento del México antiguo por su parecido con el "mito", la "religión" o la "superstición", cuando en realidad forman conceptos esenciales sobre la naturaleza, el espacio, el tiempo y la percepción del mundo, radicalmente diferente a los conceptos occidentales, tan habituados a la lógica del razonamiento científico. Continuaba con la periodización de la ciencia mexicana y su énfasis en el examen atento del lenguaje científico para detectar las creencias científicas o bien la identificación de ciertas comunidades científicas. En resumen, Trabulse señalaba la riqueza y originalidad del pensamiento científico, con la combinación de tradiciones locales y de otras procedentes de las teorías modernas del pensamiento occidental que, en buena parte, permanecen aún desconocidas.

Su concepción de la utilidad de la historia de la ciencia es también interesante. Para él,

la historia de la ciencia no pretende resolver los problemas actuales de la investigación científica, sino sólo señalar que ella constituye una valiosa reserva de experiencia que nos indica que la ciencia de hoy no es la única que ha existido en nuestro país, ni mucho menos la única posible (Trabulse, 1993).

Al mismo tiempo su aproximación ha ido prestando atención crecientemente a las ciencias y las técnicas de la organización y el gobierno del territorio, desde las técnicas, mapas y de la ingeniería, a las construcciones ideológicas o intelectuales en general.

Al concederle el Premio Internacional de Geocrítica 2002 valoramos el conjunto de la trayectoria intelectual de Elías Trabulse, que transcurre desde la química a la historia de las ciencias sociales en un enfoque interdisciplinario que muestra continuamente las profundas imbricaciones que existen entre los distintos campos de la ciencias.
 

Bibliografía citada

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PALABRAS DE AGRADECIMIENTO DEL PROFESOR ELÍAS TRABULSE AL
PRIMER PREMIO INTERNACIONAL DE GEOCRÍTICA

Deseo que estas breves líneas, dictadas a distancia por una ausencia obligada que me impidió estar aquí entre vosotros, sirvan para agradecer al Jurado Internacional que me ha otorgado el Premio Internacional de Geocrítica que se concede por vez primera en ocasión de este IV Coloquio Internacional de Geocrítica. Es sin duda una valiosa distinción que honra a mi país, a la institución en la cual trabajo, El Colegio de México y, muy especialmente, a mí.

Hasta donde sé, no son comunes los premios otorgados a los historiadores de la ciencia. Ciertamente muchos países han instituido premios para sus historiadores y para sus hombres de ciencia, como dos gremios separados y totalmente diferenciados, pero no existen premios para ese ente extraño que amalgama ambas profesiones y que es a la vez historiador y científico. Y esto es perfectamente comprensible ya que en los medios históricos se nos considera científicos y en los ambientes científicos, historiadores; y unos y otros se preguntan ¿dónde trabaja un historiador de la ciencia? ¿en el archivo? ¿en el laboratorio? Sus métodos de trabajo ¿son los de un científico o los de un historiador? De sus trabajos e investigaciones ¿deduce hipótesis y leyes como un científico ó describe hechos particulares, sin buscar relaciones causales, como un historiador? ¿Cómo logra compaginar la amplitud de una teoría científica con la minuciosidad analítica, que busca únicamente el dato escueto y singular, de la historiografía?

Ante todas estas interrogantes es natural que a los ojos del mundo académico, un historiador de la ciencia resulte un personaje un poco extraño, sin embargo creo que esto es debido más que nada al desconocimiento de lo que hace un historiador de la ciencia, de cómo trabaja, de cuáles son sus métodos, y de cómo se preocupa en rescatar la ciencia y la tecnología del pasado. Su método de trabajo es el del historiador que pasa largas horas explorando archivos, bibliotecas, hemerotecas y fototecas; pero también confluyen en esta tarea las técnicas del sociólogo, del economista, del crítico literario, del filósofo y del politólogo. Y junto a esta labor viene la del científico, la de aquel que puede pasar también muchas horas en la mesa del laboratorio analizando y reproduciendo un proceso o una reacción química, o intentando comprender el funcionamiento de un antiguo aparato de medición o una vieja máquina industrial, ya que muchas veces más que historiadores somos arqueólogos de la ciencia que excavamos en sitios insólitos buscando rastros de documentos, técnicas, aparatos, para de ahí pasar a las bibliotecas de esos mal llamados "libros muertos", que son los libros de ciencia del pasado. Esta es la tarea de un historiador que ama la ciencia ó de un científico que ama la historia, como gustéis verlo. Y esta reconquista del pasado comprende también la larga nómina de hombres de ciencia, hoy olvidados, que desaparecieron de la historia al caducar sus obras. Traerlos nuevamente a la vida histórica es un acto mínimo de justicia. Recordarlos hoy aquí, a todos ellos, los conocidos y los olvidados sin importar su nacionalidad, credo o raza es una forma de honrar su memoria, y esa es también la tarea de la historia de la ciencia.

Muchas gracias.

© Copyright Geocrítica, 2002



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