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UNIVERSIDAD DE BARCELONA
ISSN:  0210-0754
Depósito Legal: B. 9.348-1976
Año III.   Número: 16
Julio de 1978

SOCIEDAD, ECONOMÍA Y ESTRUCTURA GEOGRÁFICA EN IBEROAMÉRICA

Arthur S. Morris


Nota sobre el autor y sobre este número

Arthur S. Morris es profesor (Lecturer) del Departamento de Geografía de la Universidad de Glasgow. Nacido en 1936, obtuvo la licenciatura en la Universidad de Oxford, el Master en la de Maryland (EEUU) y el doctorado en la de Wisconsin, Madison, EEUU, con una tesis sobre The internal differentiation of a type area: the Central Business District, dirigida por el Prof. Robert N. Taaffe. Ha desempeñado tareas docentes en universidades de Estados Unidos, Venezuela y Gran Bretaña.

Entre sus publicaciones se cuentan algunas notas sobre problemas metodológicos:

- An alternotive viewpoint on areal data and correlation Analysis, "Professional Geographer", Washington, vol. 18, nº 2, marzo 1966, págs. 92-93.

- Un modelo de difusión, "Síntesis Geográfica", Universidad Central de Venezuela, Caracas, vol. 1, nº 2, 1977, págs. 1-10.

Ha realizado también diversos trabajos sobre la geografía rusa:

- The use of the term "syrt" in Russian physical geography, "The Geographical Review", Nueva York, vol. 57, nº 1, 1967, págs. 117-119.

- Mikhail Lomosonov ond the study of Londforms, "Transactions. Institute of British Geographers", Londres, nº 41, 1967, págs. 59-64.

- The Journey beyond three Seas, "Geographical ]ournal", Londres, vol. 133, nº 4, 1967, págs. 502-508.

- Agriculture and the emergence of the Volga-Oka Region in Medieval Russia, "Annals of the Association of American Geographers", vol. 67, 1971, págs. 697-710.

Pero su principal campo de actividad se centra en la geografía de los países iberoamericanos, sobre los que ha realizado las siguientes publicaciones:

- Development of the irrigation economy of Mendoza, Argentina, "Annals of the Ass. Am. Geog.", vol. 59, n.o 1,1969, págs. 97-115.

- The measurement of manufacturing in the industrialised areas of Argentina and New South Wales, (en colaboración con C. F. tieller) "Transactions Institute of British Geographers", nº 47,1969, págs. 131-151.

- The regional problem in Argentine Economic Development, "Geography", Sheffield, vol. 57, nº 4, 1972, págs. 289-306.

- Dairying in Argentina, "Revista Geográfica", nº 76, 1972, págs. 103-120.

- Factors Changes in the Argentine Pampas Farm Economy, "Oxford Agrarian Studies", vol. 111, págs. 1-18.

- Regional Disparities and Policy in modern Argentine, University of Glasgow, Institute of Latin American Studies, Occasional Paper, nº 16, 1975.

- The failure of small farmer settlement in Buenos Aires Province, Revista Geográfica", nº 85, nov. 1977, págs. 63-77.

- South America, Londres, Hodder and Stoughton, 1978.

- Regional Development and River Bassins, The Colorado River, Argentine, "Scottish Geographical Magazine", 1978 (en publicación).

- Alternative models of urban development. Illustrations from Caracas, "Urban Studies", 1978 (en publicación).

El trabajo que publicamos en "Geo-Crítica" acerca de Sociedad; economía y estructura geográfica de Iberoomérica, ofrece el interés de presentar una visión de conjunto de un geógrafo anglosajón especializado en cuestiones americanas y formado en la geografía cuantitativa. Con su publicación deseamos contribuir al desarrollo de una línea de reflexión sobre la geografía iberoamericana, a la que lamentablemente los geógrafos españoles –con pocas excepciones– no han prestado la atención que merece. Por otra parte, el interés de los problemas del desarrollo hace oportuno difundir textos de apoyo que permitan a los estudiantes españoles una discusión en profundidad sobre este importante tema. El punto de vista que en este número se defiende puede considerarse como una aproximación clásica en el campo de la geografía anglosajona, y esperamos podrá ser complementado más adelante con otras aportaciones que presenten puntos de vista alternativos, como los que se han desarrollado a partir de la rica polémica sobre las tesis de A. Gunder Frank.


SOCIEDAD, ECONOMÍA Y ESTRUCTURA GEOGRÁFICA EN IBEROAMÉRICA

La historia reciente de la geografía ha tendido hacia una precisión en la medida de fenómenos, de sus distribuciones y tendencias, sin avances correspondientes en los conceptos filosóficos. Se presenta en este trabajo un concepto sencillo de relaciones generales, entre procesos económicos, sociales y políticos, y patrones geográficos. Algunos de sus elementos han sido tratados aisladamente, desde el punto de vista de otras ciencias sociales, pero aquí se trata de proporcionar un esquema general de estas relaciones con un enfoque geográfico.

Dentro de cada sociedad, encima de un nivel de organización social básico, primitivo, existe el impulso para intercambiar. Sin embargo, el intercambio no implica necesariamente el tipo de organización que conocemos como "economía de mercado". Se pueden identificar tres tipos de intercambio, con sus variantes, y con su correspondiente representación geográfica. Estos tres tipos son: la reciprocidad, la redistribución, y el mercado. La forma económica y geográfica de la reciprocidad es homogénea, la redistribución es concentrada o centralizada, y el mercado presenta formas jerarquizadas, o sea, algo intermedio entre los extremos de homogeneidad y centralización.

Se había pensado vincular estas ideas a un concepto de desarrollo económico, viendo cada etapa de desarrollo como un reflejo del sistema dominante de intercambio. Pero como en la mayor parte de la historia no hay un verdadero desarrollo, se ha cambiado un poco el enfoque para estudiar la diferenciación.

Es necesario, ante todo, definir los términos básicos que usaremos: desarrollo es el aumento de producción per capita o sea un aumento de producción en relación con el número de individuos en la comunidad. Diferenciación es la formación de diferencias en el nivel de vida entre grupos o áreas, sin la implicación de un avance general. Se considera crecimiento el aumento de producción global en la región o país. En este trabajo se trata de describir con ejemplos, la economía redistributiva antigua y la de Iberoamérica colonial y neo-colonial, realizando al final unas propuestas acerca del desarrollo regional en su aplicación a Iberoamérica y al mundo subdesarrollado.
 

LOS SISTEMAS DE INTERCAMBIO

En las explicaciones del desarrollo de un sistema capitalista moderno la idea más aceptada es que el mercado surge como respuesta a una necesidad humana de cada sociedad organizada. Los aumentos de producción dejan excedentes, especialmente de los bienes más fáciles de producir, y en lugar de destruir o descartar éstos, se intercambian con algún otro grupo que tiene otro tipo de excedentes. Se supone, al mismo tiempo, que existe mutuamente una demanda para los excedentes, el origen de la cual es difícil de determinar en sociedades ya autosuficientes. Para el intercambio se utiliza un mercado en donde se juntan vendedores y compradores para hacer el intercambio físico y para fijar el precio.

Se pueden expresar dudas acerca de estas ideas en dos aspectos por lo menos. Primero, los orígenes de la "oferta" y de la "demanda" son oscuros. No es indispensable que se produzcan excedentes en una economía primitiva. Como dijo Pearson (1957) "la economía no tiene excedente". En una sociedad primitiva, existe una balanza estática entre lo que se produce y lo que se consume. Si hay excedentes temporales de una cosecha, se consume más o se realiza menos trabajo el año siguiente. No existe ninguna ventaja en producir excedentes permanentes dentro de una sociedad cerrada que no quiere vincularse al mundo externo. Las ideas de Pearson se escribieron antes de la llegada de ideas comportamentistas a las ciencias sociales, pero también aparecen, por ejemplo, en los trabajos anteriores de A. V. Chayanov sobre el agricultor ruso de principios del siglo; Chayanov vio la producción, sobre todo, como función del máximo beneficio, no como función de la productividad del suelo (Smith, 1966).

En segundo lugar, la idea clásica de un mercado abierto tampoco es necesaria para que funcione el intercambio. Polanyi (1957) ha introducido una clasificación de operaciones de intercambio en la que hay tres tipos básicos; el intercambio por reciprocidad; la redistribución; y el mecanismo del mercado.

La reciprocidad

En el primer sistema, la sociedad, sea familia extendida, tribu y otro grupo pequeño y relacionado por vínculos de sangre, establece una serie de obligaciones de cada individuo hacia los otros miembros del grupo. Así, un hombre puede tener la obligación de cultivar el terreno de un pariente, el derecho de cosechar la fruta de determinado árbol en otro terreno, o la obligación de pagar en animales por la mujer con quién se casa. Otros hombres y mujeres tendrán otras obligaciones y derechos, componiendo así un sistema completo de intercambio económico institucionalizado. En tal sistema la sociedad determina completamente el intercambio y balanza de la economía, y esta última no es una fuerza independiente, ni se puede estudiar como tal.

Fig. 1. Distribución de aldeas anglosajonas en el sur de Inglaterra. Utilizando polígonos Thiessen se descubre un patrón homogéneo de asentamientos, con los lugares habitados en el centro y los cementerios en los límites (Fuente: C. j. Arnold, 1977).

Geográficamente, la expresión de tal sistema es una distribución homogénea, que no tiene grandes diferencias porque no tiene centros de mercadeo, ni centros de administración más que local, y como todo el intercambio es local, no tiene la posibilidad de acumulación de riqueza en una parte del sistema. La distribución sería típicamente como la de los pueblos anglosajones de la Europa del noroeste, por ejemplo Inglaterra (Figura 1). Ejemplos de estas distribuciones regulares se podrían recoger de muchas partes de Europa, aunque la apariencia actual ha cambiado, ya que encima de la distribución básica hay sistemas de ciudades en forma jerárquica. La única diferencia importante en esta homogeneidad entre los primitivos se daría cuando los recursos naturales se encuentran en distribuciones que no son homogéneas.

La redistribución

Cuando la sociedad adquiere mayor organización, cuando los lazos de sangre son reemplazados por rangos formales, existe la posibilidad de una centralización y adquisición de bienes por una figura (rey, príncipe, o emperador) que es central y omnipotente en la sociedad. Si la sociedad es muy pequeña en tamaño económico o geográfico, los resultados visibles no difieren mucho de los que hemos anotado para las sociedades primitivas. Pero este tipo de sociedad tiende a crecer en tamaño, y la centralización correspondiente es mayor en sus efectos. El jefe adquiere parte de la producción en forma de tributo, impuesto o regalo forzado, y después la distribuye según sus propios criterios. Obviamente, en muchos casos la mayor parte del tributo no se redistribuye, y éste queda en forma de inversiones fijas, monumentos, templos, palacios y castillos, o se gasta en lujos. En lugar de sistema de redistribución, estos casos se denominarían mejor "sistemas de acumulación centralizada". En sociedades con una economía redistributiva, complejas y grandes, pueden existir mercados, dinero y mercaderes, pero en forma local y secundaria.

La estructura geográfica de la redistribución incluye, evidentemente, elementos de gran centralización, como por ejemplo una capital de gran tamaño y gran riqueza. Además tendría líneas centrípetas hacia esta capital o metrópoli, orientando la concentración del tributo y la distribución desde el centro. Entre dos imperios u otras unidades redistributivas, las líneas de comercio exterior tendrían una forma muy especial, concentrándose en una o dos líneas principales (Figura 2).
 



 
 

Fig. 2. Estructura geográfica de los sistemas principales.

El mercado

El tercer tipo de sistema de intercambio es el que conocemos, en alguna de sus formas, mejor que las otras; el sistema de mercado. Se puede decir que, aunque muy bien conocido y difundido ahora, este método de intercambio es históricamente el menos importante. Hemos visto que los primitivos no utilizan mercados excepto en forma secundaria y periférica, como tampoco los usaban los imperios antiguos con su economía redistributiva, y es de anotar que en los tiempos modernos, los países de gran parte del mundo, en general los del bloque comunista, emplean otras fuerzas para asignar recursos, operando un sistema básicamente redistributivo.

No parece necesaria una explicación de la estructura geográfica o económica correspondiente al sistema de intercambio por mercados. Sus parámetros esenciales –demanda y oferta, fijación de un precio entre vendedores y compradores, principios de competencia pura y de un Homo Economicus, con información completa y decisiones totalmente racionales desde un punto de vista estrictamente económico– se utilizan en cualquier texto de economía. El aspecto geográfico de tal modelo está dado por Christaller, en lo que se refire a la distribución de asentamientos humanos para actividades del sector servicios; por Weber o Lösch, para la localización de manufacturas; o por von Thünen para indicar el uso de la tierra en una zona agrícola.

En efecto, aunque existen muchas dificultades prácticas en la interpretación del modelo de mercado, algunos modelos sencillos de equilibrio parcial pueden dar una buena aproximación al mundo visible. En ellos se utilizan unos pocos factores: el costo de transporte, la rentabilidad relativa de un tipo de actividad respecto a otro, el umbral en tamaño o área para poseer un mercado suficiente. Esto es posible porque, en contraste con los otros dos tipos de intercambio, éste tiene una estructura económica independiente, que no está regida por un integumento social, y por eso se puede estudiar; según leyes económicas puras, no empezando con lo social o lo político. El diagrama (Figura 2) revela los aspectos más destacados de los sistemas geográficos correspondientes. Ninguna medida única puede expresar cuantitativamente toda la información dada, aunque las medidas de vecino más próximo, la regla rango-tamaño, y otras similares, indicarían aspectos parciales del modelo.
 

EL SISTEMA REDISTRIBUTIVO

No se pretende aquí dar una visión completa de la sociedad o historia de un imperio antiguo, arquetipo de un sistema redistributivo, ni una presentación completa de sus fuerzas económicas; solamente se van a presentar algunas características destacadas y conocidas de la estructura económica social que tienen representación geográfica. Es de suponer que la falta de datos fehacientes sobre la mayoría de las economías antiguas nos hace presentar un cuadro incompleto, y especialmente vacío en cuanto a estadísticas indicando las cantidades y volúmenes del intercambio.
 

El imperio otomano

En varios aspectos el imperio turco de los Otomanos, es un ejemplo típico de la redistribución. Este imperio, iniciado en el siglo XIII y en vigor hasta el siglo XVII cuando empezó a retroceder frente a los nuevos poderes europeos, estaba altamente centralizado en una capital, Estambul, y en el personaje del Sultán. Este recibía tributo de todas partes del imperio, y después repartía los ingresos en varias formas. El sistema interno de recolección de impuestos está descrito por Inalcik (1973), que muestra la variedad de formas y niveles de imposición, especialmente la presión sobre la clase laboral rural, puesto que los nobles y militares no pagaban impuestos sobre sus ingresos (Shaw, 1976, p. 158). La retención de gran parte de la tierra como propiedad real, timar, mantenida temporalmente por sus vasallos, facilitaba la extracción de tributo del campo (Shaw, p. 60). Tal sistema debía ser una fuerza para la diferenciación, en favor de las ciudades y en contra del campo y del campesinado. En cambio, no producía desarrollo, porque el capital que se amontonaba en Estambul no se invertía en empresas productivas, ni podía invertirse según las normas sociales de este imperio. La mayor parte de los impuestos lo eran en forma de productos, y secundariamente en dinero o labor, pero existía también la esclavitud de la población cristiana, que tenía la obligación de enviar jóvenes una vez cada siete años, para servicios en Estambul, incluso para entrenamiento como burócratas de la administración central. Solamente los superávits locales, en forma de especie, difíciles de transportar y que no era lógico ni práctico llevar al centro metropolitano, se recogían de otra forma. Con éstos se mantenía un soldado del ejército profesional, un caballero, con su caballo, sin la necesidad de pagarle un salario.

Si el sistema de recolección de tributo se extendía sobre todas las provincias en forma más o menos regular, la redistribución era mucho más limitada y especializada, porque los gastos principales eran los del Sultán y su corte en Estambul, y se dedicaban a la construcción de templos y palacios o castillos, además de la manutención de la fuerza central militar y de toda la burocracia. Una gran parte se invertía no en empresas productivas sino en gastos de lujo personal: ropa, decoraciones orientales, joyas, cuadros. Una forma conocida de inversión que tenía cierto aspecto redistributivo, era el sistema de fundaciones, los vakif (pl. ekvaf) que podían ser puentes, hospitales, hostales, escuelas, que se daban a un sirviente del Sultán y generalmente a sus descendientes, para su manutención. El sirviente cuidaba el vakif para el Sultán, y en cambio recibía todas las tarifas de los que usaban los servicios del hostal, escuela o institución. Por supuesto que la redistribución aquí es muy limitada, pero el efecto indirecto a través de la manutención de servicios públicos es de consideración. Los Otomanos apreciaban la necesidad de un buen sistema de educación y de transporte terrestre. Redistribuciones más famosas se hacían como gestos espectaculares, como la donación anual a la Meca y a Medina, en reconocimiento de su función como centros espirituales de Islam.

El comercio exterior. Al igual que el sistema interno, las transacciones del imperio otómano con el exterior muestran un alto índice de centralización. Aunque había una serie de mercados en todas las villas regionales importantes, realizando el comercio en especias y textiles del Oriente, granos, textiles y manufacturas del Oeste, gran parte de este comercio era simplemente de tránsito, porque Turquía se situaba estratégicamente en el camino entre el Este y el Oeste hasta el descubrimiento de las vías marítimas alrededor de África.

El comercio para el Imperio mismo se centralizaba en Estambul, y se conducía de una forma bien definida y distinta de la moderna. En lugar de una serie de mercados dentro y afuera del país, y en lugar de la interpenetración de los sistemas de intercambio extranjeros y locales, había una separación general y las transacciones se hacían sobre o cerca de las fronteras. Hacia el norte el límite era la costa norte del Mar Negro. Aquí había puertos y mercados pequeños, que reunían el producto de Moscovia y lo concentraban en Caffa, puerto donde se congregaban mercaderes de los dos lados, pero donde también se transferían productos de jefe a jefe, del Jan de Crimea o del Zar de Rusia al Sultán de Turquía. Entre los productos figuraban esclavos, sal, miel, ámbar, trigo, oro de Rusia, textiles, especias, frutas secas de Turquía. De importancia para la corte eran el 10 por ciento del caviar producido en la boca del río Don antes de 1490, reservado para el Sultán; la sal, también monopolizada en gran parte por el Jan de Crimea como productor y el Sultán como recipendario, y mandado en la cantidad de 1000-1200 toneladas anualmente.

Por el lado Oeste, también había un centro principal sobre la frontera. En Ragusa, después Dubrovnik, existía este tipo de centro internacional para intercambios comerciales. Se situaba sobre el límite del imperio, en la costa del Adriático donde las provincias balkánicas encontraban la influencia de Venecia y las otras ciudades mercantiles italianas. Pertenecía nominalmente a Hungría desde 1358, pero en realidad tenía independencia (Carter 1972, p. 171). Después pasó al imperio otomano directamente, pero aún así conservó su aspecto internacional. La base del éxito de Ragusa era el comercio exterior, y su fortuna variaba con este comercio. Había manufacturas, especialmente de textiles, desde el siglo XIV, pero el comercio internacional era la base permanente. La existencia sin molestias de ciudades tan ricas, pequeñas, y próximas a grandes imperios terrestres, parece paradójico, pero tenemos que recordar que Ragusa presentaba ventajas para el comercio, porque los comerciantes, con sus ideas nuevas y peligrosas, se detenían allí sin entrar al Imperio y por lo tanto se evitaba el peligro de influencia extranjera. Además, una ciudad tan pequeña no presentaba ninguna amenaza, sin territorio, sin poder militar, aparte de sus defensas urbanas. Ragusa perdió importancia cuando decayó el imperio, o sea en el siglo XVIII. También influyeron la apertura de varios otros puertos por los turcos, y la competencia de ingleses y holandeses (Carter, op. cit. Cap. 10).

Podemos anotar aquí cierta diferencia respecto al modelo redistributivo, en el hecho de que existían mercados y dinero. Pero el concepto básico de un comercio controlado y dirigido, a través de centros específicos, sigue en pie. Existían otros puertos antes del siglo XVIII, pero el imperio, controlando todo comercio, podía también controlar sus líneas geográficas, utilizando sólo un puerto principal. Es un sistema adoptado después por España en su propio imperio americano, como también fue adoptado por los imperios del Oriente Medio preclásico, de la India, del Oeste de África y de Meso-América (Polanyi, 1957).

Las ciudades. Obviamente, con un sistema comercial tan centralizado, debe haber muchos elementos e índices de centralización. La gran mayoría no se puede medir, pero existe en cambio un índice general de centralización económica: el tamaño y el crecimiento de la metrópoli, Estambul. Esta ciudad alcanzó un tamaño mucho más grande que cualquier otra ciudad del imperio, y por un tiempo fue probablemente la más grande del mundo. El cuadro muestra la relación de las principales ciudades otomanas.
 
 



Fuente A. O. M. BARKAN: Essai sur les donnees statistiques de registres de recensement dons /'empire ottoman aux XVe et XVle siècles, "Journal of Econ. and Social History of the Orient", Vol. 1, part 1, 1964, págs. 10-35.
Fuente B. Tertius CHANDLER y Gerald FOX: 3000 Years of Urbon Growth, New York and London, Academic Press, 1974.
 
 


Fig. 3. Distribución rango-tamaño de las ciudades otomanas hacia 1600. B 1600 (según Chandler y Fox) C 1570-1580 (según Bärkan)


En un sistema de ciudades como el moderno de Norte América o países del Norte de Europa, hay una clara relación jerárquica urbana que refleja la jerarquía de funciones y organización del espacio. Tal jerarquía formaría un cuadro escalonado en un gráfico rango-tamaño, pero modificaciones aleatorias, o una serie de factores de muy pequeña importancia individual, (de hecho lo mismo que aleatorio) produce el diagrama de pendiente regular rango-tamaño (línea A en Figura 3). No es una línea recta, sino convexa hacia el origen pero la utilización de un gráfico logarítmico nos da una línea recta según la fórmula rango-tamaño o sea Pi = Pc/r, donde la población de una ciudad i equivale a la población de la capital Pc dividida por el rango r. Cuando la forma de la línea no es como la indicada en línea A, ello resulta de interés como muestra de un sistema urbano, y por ende un sistema económico, distinto al nuestro. En particular, se han notado variedades que mostrarían etapas económicas o sistemas distintos. Berry y Horton (1970) relacionan la emergencia de la línea recta rango-tamaño con el desarrollo de una complejidad económica y política en la vida de una nación. Pero este resultado no es muy definido porque los mismos autores demuestran una falta general de relación entre la conformación rango-tamaño, y el nivel de desarrollo económico.

Vapñarsky (en Hardoy, 1975 Cap. 10) interpreta de otra forma las desviaciones de la relación rango-tamaño. Para este autor dichas desviaciones pueden resultar de: 1) un sistema cerrado pero no unificado internamente (aquí Vapñarsky no explica el efecto específico de la falta de unidad interna sobre el gráfico); 2) un sistema no cerrado, donde una ciudad crece como centro del comercio con el exterior, y se produce el caso de ciudad con alta primacía.

Lo que vemos en el sistema de ciudades otomanas, según la tabla y el gráfico, es un sistema con alta primacía, por el solo efecto de la ciudad de Estambul. Las otras ciudades se conforman bien a una línea recta que empezaría entre 100.000 y 200.000 habitantes, según confiemos más en los datos de Barkan, sacados de los censos oficiales, o en los datos de Chandler y Fox, basados en diversos tipos de información. No es necesario estudiar en detalle la fiabilidad de los datos, porque el aspecto general es el mismo para los dos cálculos.

El resultado se puede interpretar, en parte, con las ideas de Vapñarsky, como representación de un sistema abierto, pero solamente a través de la ciudad metrópoli. Sin embargo, es necesario adelantarse un poco en la explicación, porque un sistema abierto podría tener varias ciudades con vínculos exteriores. El caso de los otomanos es un caso especial, con un vínculo básico, Estambul. Es preciso realizar la explicación en términos de organización. El sistema social de un imperio determina un sistema de población urbana y de economía, del tipo indicado en la tabla. Otros sistemas abiertos, por lo menos, podrían prescindir de ciudades gigantes como Estambul para su comercio exterior, y se puede anotar el caso de países como Gran Bretaña moderna, con comercio exterior muy extenso, pero sin alta primacía.

Meso-América

Para muchos imperios antiguos es difícil conseguir datos fehacientes sobre el tamaño de las ciudades, y eso ocurre en los de Meso-América, incluyendo en este término el área de los estados modernos de México, Guatemala, Honduras y el territorio de Belize. En esta área existían dos focos de civilización compleja, el de los maya en Guatemala-Yucatán, y el de los olmecas, de Teotihuacán y de los aztecas, en México central. Se ha discutido mucho si estas civilizaciones eran urbanas, si tenían forma de imperio, si eran en fin civilizaciones, y parte del argumento en contra está basado en la falta de base económica para ser considerados imperios o ciudades. Morley (1956, p. 426), autoridad sobre los maya, indica que no tenían varios elementos de la civilización; Rivet (1960, p.46) dice que no tenían un imperio; Coe (1964, p.88) que no tenían ciudades verdaderas. Mathewson (1977, pp. 203-15) muestra la carencia de una base económica para una verdadera civilización capaz de sostener ciudades y extender su influencia y poder sobre una gran área. Existen indicaciones de irrigación y obras de drenaje, que permitirían una agricultura intensiva en el Valle de México así como también en el área maya.

Cualquiera que fuera la organización exacta de estas civilizaciones, representan bien el modelo redistributivo en su comercio exterior. Este funcionaba con el tributo recibido de las diversas partes del imperio, generalmente en especie, y se mandaba, no a mercados abiertos sino a lugares cerca de los límites entre imperio e imperio (Fig. 4). El mapa muestra las regiones del intercambio en las costas bajas, bien regadas, y de fácil acceso por mar y tierra, en el golfo de México, la bahía de Chetumal, el golfo de Honduras, y la provincia periférica de Xoconusco. En estas regiones, que podemos denominar puertos de comercio (ports of trade) siguiendo Chapman (1957), se intercambiaban en los siglos inmediatamente anteriores a Cortés, en especie, sin la ayuda de dinero, los productos de las dos procedencias: esclavos, textiles, piedras preciosas de México; plumas finas, cacao, otras piedras, de los mayas. Una clase o casta de mercaderes, semi-noble, se encargaba del comercio por el lado azteca, mientras que por el de los Maya, un grupo especial, los Putun Maya (Mathewson, p. 210), se encargaba del comercio de toda el área Maya con el exterior. Como en el caso otomano, era un comercio dirigido, entre reyes, localizado en puntos geográficos designados a propósito, en lugares neutrales, donde no existía el peligro de permitir la entrada de extranjeros en el dominio de uno, ni la necesidad de mandar sus mercaderes a un país donde se encontrarían en peligro.


Fig. 4. El intercambio entre mayas y aztecas y los "puertos de comercio". (Fuente: Polanyi, Arensberg y Pearson, 1957, pág. 18).

Dentro de los imperios, el sistema de comercio estaba organizado a través de mercados abiertos. Los relatos de los conquistadores, las narraciones de la vida colonial, los mercados abiertos de hoy, son testimonios de la actividad de estos mercados libres. Existían para las necesidades de la vida local o regional, y vendían básicamente alimentos, útiles de trabajo y ropa igual que en la actualidad. Tal sistema podía subsistir independiente del comercio con el extranjero, basado en otros artículos para otros grupos sociales, y de otra manera.

Algunos autores han propuesto aplicar más atrás, el concepto de "puerto de comercio", identificando en Teotihuacán, y hasta en el imperio Olmeca del primer milenio antes de J.C., una economía redistributiva (Coe 1965; Flannery 1969; Parsons and Price, 1971). Puede que sea así, pero el caso azteca-maya es suficientemente ilustrativo y mejor documentado que los imperios más antiguos de Mesoamérica.

Tenemos todavía pocos datos que indiquen el tamaño de las ciudades en los imperios azteca y maya. A falta de datos estadísticos, los restos arqueológicos no bastan para indicar el tamaño de población, porque parece que la mayoría de los habitantes vivían en estructuras muy primitivas y temporales. De todos modos, la historia nos indica que en el momento de la conquista, los aztecas no habían organizado aún un imperio muy jerarquizado, porque dominaron después de un largo periodo sin control central, empezando a construir su imperio solamente 200 años antes de la llegada de los españoles. Tampoco en el área maya, estaban las ciudades organizadas aparentemente según jerarquías bien definidas, y también aquí faltaba el periodo largo de desarrollo del control central. No es que el control central faltara, pero sus efectos en términos de acumulación central de poder y riqueza no se habían dejado sentir todavía. En el caso maya no se puede decir que tuvieran una historia demasiado corta, pero esta historia había estado dividida entre un periodo centrado en la montaña, y un periodo posterior con su centro en la región de Yucatán.
 

EL SISTEMA REDISTRIBUTIVO. EL IMPERIO AMERICANO DE ESPAÑA

En principio, puede suponerse que el concepto de imperio, y con más razón la forma práctica de organizar un territorio extenso extra-nacional, habría cambiado en la época moderna. Así el imperio hispánico en América sería un agrupamiento más flexible, más autónomo, menos centralizado, que los imperios antiguos, y su economía tendría las instituciones modernas de mercado. A pesar de ello, las semejanzas con el pasado son notables, y podemos detectar muchos procesos análogos a los que representan los imperios clásicos, con estructuras geográficas correspondientes.

El comercio

En los países andinos de la América pre-colombina existía una red de mercados internos que constituían la función principal de muchas ciudades indias, como anotamos antes. Estas ciudades y estructuras de comercio continuaron en buena parte durante el periodo colonial sin grandes modificaciones (Gibson 1969). El sistema de comercio exterior era otra cosa. Su organización se basó –desde el inicio de la colonia pero formalmente desde 1561 hasta el siglo XVIII– en las flotas de galeones que salían de Sevilla, centro único del tráfico con América, donde se daban licencias para comerciar a un grupo privilegiado de mercaderes en la Casa de Contratación.

Lo que hay que destacar aquí es que todo el comercio con América se canalizaba por muy pocos puertos por el lado americano. La flota iba en convoy hasta las Pequeñas Antillas, Dominica o Guadalupe, donde descansaba y después una parte salía para Veracruz, el puerto de México, con destacamentos para Puerto Rico, Honduras, Guatemala y Cuba. Un segundo grupo salía de las Antillas para Tierra Firme, para los pequeños puertos de la isla Margarita, La Guaira, La Vela de Coro y Río Hacha. La tercera parte de la flota navegaba hasta Cartagena y Portobelo, donde encontraba las cargas de la flota del Mar del Sur, que venían desde Lima-Callao hasta Panamá desde donde las mercaderías eran llevadas por porteadores hasta Portobelo. Al regreso, la flota se congregaba a principios de marzo en La Habana, para salir unida y bajo escolta hacia la metropoli (Gondra 1936, pp. 370-4; Hardoy y Aranovich 1969, p. 79).

A cambio del importante flujo de oro y plata y, en menor escala, de azúcar, cacao, algodón y textiles, había escasa redistribución desde España misma. Se puede mencionar en forma de dinero los salarios de los funcionarios de virreinatos, audiencias y capitanías general, sus gastos de administración, y el mantenimiento del ejército. En algunos casos, se enviaba un subsidio directo a un lugar que podía ser un campamento militar sin ninguna otra función. En el norte, el situado para el fuerte de San Agustín en Florida, en un lugar sin base económica sin indios para proveer alimentos ni mano de obra. En el sur, las tierras fronterizas de Patagonia tenían fortines y las Malvinas un destacamento que se ocupaba temporalmente. Pero las inversiones para el desarrollo de las industrias, la agricultura o la infraestructura económica regional eran ajenas al espíritu colonial.

Aparte de las remesas oficiales, lo que compraba América eran productos finos de Europa, para un mercado siempre reducido y de rápida saturación. Básicamente llegaban de España ropa y textiles, mas una serie de artículos de consumo para la población europea: harina, pescado salado, vidrios, espejos, cuchillos y quicallería en general, alambre, acero, hojalata, espadas, sables, loza, papel, plomo, pólvora. Villalobos (1968) muestra que estos productos tuvieron un mercado muy pequeño, siempre saturado tras la llegada de un barco grande o dos. Así, en el caso de las mercaderías para Lima, que pasaban por Portobelo, no hubo ninguna feria y ninguna flota desde España, entre 1697 y 1707, porque los franceses, admitidos desde la llegada al trono español de Felipe V, proveyeron a las plazas de Santiago y Lima en abundancia con unos pocos barcos que llegaron por el Cabo de Hornos. La feria de 1708 encontró pocos mercaderes de Lima, porque el mercado estaba todavía saturado. Después de la Guerra de Sucesión, Inglaterra asumió el carácter de proveedor para toda América, y ninguna flota se mandó a Portobelo desde 1707 hasta 1722, otra vez por falta de mercados. Esta historia se puede repetir ad infinitum durante el periodo colonial. Efectivamente, las mercaderías de contrabando eran más que suficientes y el sistema de flotas de España era un anacronismo que había que desmantelar. La última flota para Portobelo fue la del año 1726.

En general el sistema conducía a un alto grado de centralización de la economía. La concentración del comercio favorecía puntos como El Callao-Lima, Panamá-Portobelo, La Habana, Veracruz, con sus regiones de abastecimiento. Aparte de los puertos, también tuvieron su propio crecimiento los hinterland que abastecían a la población urbana con alimentos y materias primas.

Fuera de estos "polos de crecimiento", puertos como el de Buenos Aires tenían que vivir de un comercio puramente local, o del comercio clandestino de contrabando. Este último hay que reconocer que fue bastante importante y creció durante el periodo, especialmente con la mayor libertad dada por el sistema de navíos de registro en 1740 y por el libre comercio desde 1788. Pero éste era ya un periodo de transición.
 

Economía dual

Se trataba, pues, de un sistema de extracción de bienes para Europa pagando muy poco por los recursos, y de pocas remesas para América por la falta de mercado. Se puede explicar, en parte, como un intercambio desigual, por utilizar la terminología de la escuela de la dependencia. España estableció el precio de la plata, y también el de sus propias exportaciones. No es efectivamente una transacción de mercado, en el que el precio se fija libremente. El precio de la plata vino dado por las condiciones de trabajo forzado de los indios mineros, lo que situaba el costo de mano de obra en poco más que gastos de comida y utensilios; a ello había que sumar los materiales para las minas y en transporte. En conjunto, el sistema permitía buenos beneficios para los mineros europeos y un bajo precio en el mercado, aún cuando la corona absorbía un 20 por ciento del valor de la plata.

El otro lado de la moneda es que la falta de dinero en el pago a los indios, dejó a éstos en un sistema de autosuficiencia, sin capacidad para comprar productos del exterior. Aún en el caso de que entraran de contrabando mercaderías baratas de Europa, como ocurrió a lo largo del siglo XVIII, había siempre dificultades para colocar la mercadería. Así, un proceso de diferenciación había producido un pequeño sector dependiente de productos europeos, pero la gran masa de población quedaba fuera del mercado, era

auto-suficiente. Lo que otros han llamado un intercambio desigual no era exactamente eso, sino un intercambio parcial entre dos regiones, Europa y América, como productores, pero entre Europa y una porción de la población americana, como consumidores.
 
 


Fig. 5. El intercambio parcial.

No es el propósito de este artículo entrar en detalles sobre los orígenes de la separación en América entre consumidores y no-consumidores de productos europeos. Pero conviene señalar que aparte del trabajo forzado y sin renumeración, las condiciones generales de servidumbre de la población de color, el monopolio de grandes extensiones de buena tierra, de minas y de manufacturas por parte de los europeos, y la falta de un mecanismo redistributivo, garantizaban la división en dos grupos: los dependientes de Europa y los autosuficientes.

Estas condiciones son claras y han sido objeto de muchos comentarios. Sin embargo, se puede mencionar el desarrollo reciente de una divergencia entre los que designan la economía colonial como capitalista y los que la ven como feudal. Desde luego, no cabe duda de que en la producción existían vínculos de la colonia con la metrópoli, vínculos de tipo capitalista. Por otro lado, en el consumo existe una situación de auto-suficiencia entre gran parte de la población. Por eso sería una excesiva simplificación designar la economía como "capitalista" o "feudal". Tiene, de hecho, aspectos de los dos, como ha ocurrido en la mayoría de los países en los últimos siglos.

¿En qué se diferenciaba tal sistema de los practicados por los otomanos o los mesoamericanos? En primer lugar, éste era un sistema para el comercio dentro de un imperio, no para el comercio exterior. Efectivamente, a los extranjeros les era prohibido traficar con las Américas, y de ahí la organización de los convoys, la designación de sólo unos puertos habilitados para el comercio con España, con el fin de vigilar y mantener el monopolio. El sistema hispánico no necesitaba "puertos de comercio", centros neutrales para el intercambio con colonias. Pero geográficamente, la concentración del comercio es igualmente alta; en los dos casos al ser un comercio dirigido existía la posibilidad de concentrar el comercio, y por distintas razones se decidió concentrarlo.

En segundo lugar, está la cuestión de mercados y la valoración de los productos de los dos lados. Aparentemente, los españoles tenían un sistema más moderno que los imperios antiguos porque utilizaban dinero. Sin embargo, hay analogías con los imperios antiguos porque no existía un mercado abierto donde el precio se determinara por oferta y demanda: los mercaderes de Sevilla, actuando en concierto, constituyeron un sistema monopolista y monopsonista, como únicos vendedores y compradores en el comercio exterior. Bajo estas condiciones, la utilización de dinero no es un aspecto esencial. De todos modos, la parte que se destinaba para el rey no entraba en el mercado, y los oficiales de la Real Hacienda sacaban el quinto real sobre el valor de toda la producción de la minería; al igual que hacían los portugueses en el Brasil.

En tercer lugar, los intereses especializados y limitados de los europeos, daban lugar a una producción mal balanceada. El crecimiento de la producción era un fenómeno que se dió, solamente en algunas ramas de la economía. Primero el oro de los pocos depósitos aluviales y después la plata, fueron los polos de crecimiento sectorial y espacial, drenando recursos humanos y físicos de otras partes. En este aspecto podemos estudiar ahora algunos detalles.

Desarrollo y diferenciación

Es difícil hablar de un desarrollo económico durante el periodo 1500-1800 en Iberoamérica. Algunas regiones entraron en un sistema de producción moderna, con aplicación de maquinarias, y uso de capital para inversiones productivas en las plantaciones y en algunas actividades urbanas; pero son pocas y de poca incidencia en el nivel de vida general. Hemos definido el desarrollo como un aumento en producción y consumo per cápita, así que el descenso de población entre los indios de América en el siglo XVI, al igual que el descenso producido en Europa por la peste bubónica en el siglo XIV, sería la causa de un aumento del nivel general de vida. Pero las condiciones eran distintas. En América la producción, igual que la población, bajó a niveles claramente inferiores a los anteriores. Los sistemas de riego en Perú se deterioraron, y la organización de la agricultura sufrió mucho la falta de mano de obra producida por las nuevas enfermedades y por los trabajos forzados en las ciudades y minas. Es probable que el nivel general del campesino no creciera en ningún aspecto importante antes de la llegada del transporte moderno y rápido, que supuso la posibilidad de llevar productos a los mercados urbanos, el acceso a los servicios urbanos, y el contacto con el exterior. Esta llegada corresponde, en general, al periodo posterior a la independencia.

Diferenciación Disyuntiva. Si no se produjo un desarrollo económico, es lógico preguntar cuál era el resultado del proceso de centralización y especialización del esfuerzo ibérico en América. Un aspecto es la diferenciación que podemos llamar disyuntiva, entre las partes afectadas por la colonización y las no afectadas. En África, las diferencias se produjeron entre una franja costera (costa de Guinea, Costa de Angola, Cabo de Buena Esperanza, costa de Mozambique) en comunicación con el exterior, y un interior desconocido, salvaje. La franja era delgada porque la relación con el exterior, antes del siglo XIX, era solamente comercial, no incluyendo ninguna forma de colonización. Solamente en las entradas de árabes o africanos de tribus costeras en busca de esclavos, se realizaban contactos del interior con el mundo europeo-americano. La costa se organizaba alrededor de pequeños puertos, los puntos de contacto, y se especializaba en la producción de bienes para el trueque. El interior vivía al nivel primitivo.

En forma parecida, aunque no tan extrema, había en América la disyuntiva entre costa civilizada, europeizada, e interior pre-colombino. Como el proyecto de los españoles, al igual que el de otros poderes europeos que traficaban con África, no era esencialmente colonizar sino hacer trueque, no ocupaban el territorio americano en forma directa, no colonizaron tierras agrícolas. Se establecieron en las ciudades, centros de poder desde donde podían llevar adelante la empresa colonial. Y para ésto era suficiente ocupar ciudades dentro de zonas bien pobladas o con recursos mineros accesibles. Otros lugares no los tentaban. No hay información suficientemente detallada para construir un mapa del área fuera de la influencia europea, pero debe haber incluido, en el siglo XVII, más de la mitad de sudamérica, entre el altiplano andino y la franja costera brasileña.

Diferenciación Dependiente. Otra forma completamente distinta de diferenciación es la que procede de los vínculos entre los centros de actividad económica moderna y las áreas circundantes, los hinterlands. Dentro de sudamérica el caso más notorio sería Potosí; que reclamaba servicios de regiones cercanas y lejanas. Los alimentos para los mineros llegaban del Oriente, de la región fértil de Cochabamba; las maderas para soportes en la mina, de la misma zona, de los valles; las mulas para el trabajo, los caballos, la carne seca y el ganado, del Noroeste de Argentina, de los centros de Tucumán, Salta y Jujuy, y como último punto de origen, de la Pampa Húmeda, de Córdoba y del litoral de Buenos Aires y Santa Fé. La mano de obra venía en muy pequeña proporción directamente de los alrededores de Potosí, que se sitúa sobre el altiplano boliviano a una altitud de 4000 metros y en un clima frío y seco, donde vivían pocos indios. Por eso se traían indios de otras partes del Alto Perú (Bolivia) a realizar un trabajo forzado de varios meses en la mina; por supuesto, la costumbre de hacer trabajos forzados existente en el Imperio Incaico (la mita), facilitaba la organización a los españoles.

De esta forma, se diferenciaban grandes áreas por su especialización en un tipo de producción, y en general se diferenciaban como pobres regiones proveedoras de un rico centro consumidor, Potosí, la ciudad Imperial de Potosí, según denominación dada oficialmente por el rey Carlos V (Hanke 1956). En menor escala, Zacatecas, después del descubrimiento inicial de plata en 1548, Durango y Guanajuato se desarrollaron también como polos de atracción en el siglo XVI (Hardoy y Aranovich, p. 29).

Se supone, aunque el caso no ha sido tratado en detalle, que existieron hinterlands alrededor de otros centros mineros, como también en relación con las plantaciones de las regiones tropicales, y las ciudades administrativas principales. Un caso brasileño sería Bahía, que creció especialmente después de 1550, cuando fue designada oficialmente como astillero real para la flota Portuguesa (Lapa 1968); si se añade su función como centro administrativo de Brasil y puerto principal del imperio portugués durante la mayor parte del periodo colonial, se comprende que fuera ciudad de gran importancia, que también tuvo una amplia área de influencia, como por ejemplo en maderas (Lapa, p. 38). Bahía fue centro de una región productora de maderas para la construcción naval, que alcanzaba hasta Amazonas, Para y Maranhao en el norte; Pernambuco en el Nordeste; Ilhéus en el sur, este último actuando también como astillero. Estas maderas servían para las construcciones nuevas, para reparación de buques dañados, y para las remesas a Lisboa, al astillero oficial de esa ciudad. Otras exportaciones de Bahía fueron el azúcar y el tabaco, cultivados en el Reconcavo o traídos desde otros lugares cerca de la costa o de los ríos navegables. Como centro de importación atraía, oficialmente o como contrabando, a los buques de la carrera de India, que allí compraban y revendían sus mercaderías (especias, textiles, canela, porcelana), a las otras capitanías e incluso hasta el Río de la Plata, desde donde se podrían distribuir a Chile o Perú.

En los dos casos tratados, Bahía y Potosí, existían también vínculos de dependencia respecto al centro metropolitano, España o Portugal, formándose así una cadena de dependencia entre el lugar de producción inicial y centro consumidor final. Desde Potosí, recuas de mulas transportaban la plata, incluido el quinto real, a La Paz y después a Lima y El Callao, donde se embarcaba en la flota del Mar del Sur. Desde Bahía el vínculo fue más directo, de un puerto americano, Bahía, a otro puerto europeo, Lisboa. En los dos casos, se puede hablar de una relación dependiente, porque los términos del intercambio se determinaban del lado europeo; bien directamente, como en las ferias de Portobelo donde los mercaderes españoles ponían los precios a un nivel suficiente para absorber toda la plata en oferta; o bien indirectamente, como a través de los varios impuestos que sufría todo el comercio americano.

La jerarquía urbana

Otro aspecto interesante es la comparación de la jerarquía urbana del nuevo mundo con la de otras situaciones. En el caso otomano, había una alta primacía de un centro en el imperio, Estambul. Sería razonable suponer aquí algo similar, aunque la metrópoli no se ubicó en este caso en América, sino en España. Se observa en efecto, un grado moderado de primacía, dentro de cada Audiencia, con las capitales del Virreinato, México y Lima, que poseen los más altos índices de primacía. Solamente en audiencias como la de Charcas, en 1580, y en Nueva Galicia, regiones muy extensas fronterizas sin una red organizada de servicios, se obtienen gráficos rango-tamaño de pendiente más suave que lo "normal"*. También en Bogotá, audiencia efectivamente dividida en varias partes por las cordilleras, falta una pendiente abrupta, porqué existen diversas economías y sistemas urbanos semi-independientes. En otras partes, la jerarquización es fuerte. Por supuesto ésto no es una indicación exacta porque el grupo de vecinos españoles, utilizado como dato indicador del tamaño de las ciudades, supone una parte pequeña de la población, aunque representativa. Lo que sí indica bien es la jerarquización, no de la población entera sino de las funciones administrativas y económicas relacionadas con el imperio.

Sería posible mostrar también las muchas modificaciones sufridas por la jerarquía urbana durante los cambios del siglo XVIII, cuando se dieron mayores libertades comerciales, abriendo puertos al comercio con España, y se agilizó la administración con nuevos virreinatos en Colombia y La Plata. Pero no es el propósito dar aquí una historia económica completa del periodo.
 

EL PERIODO NEO-COLONIAL EN IBEROAMÉRICA

Después de la independencia de la América española, en 1825, no hubo grandes cambios durante varias décadas, y las colonias pasaron un periodo de involución económica, aislados entre sí y del mundo exterior. Solamente después de 1850 aumentó considerablemente el volumen de las manufacturas inglesas y empezaron las exportaciones del café brasileño y del trigo y la lana pampeanas. El cobre de Perú y Chile, el estaño de Bolivia tardaron hasta fines del siglo. Pero se habían dado cambios en el sistema económico, cambios fundamentales que podemos señalar en sus aspectos generales y geográficos.

La economía de mercado

En lugar de un sistema redistributivo con adornos del sistema de mercado, aparece ahora un sistema que podemos llamar claramente de mercado. En lugar de la toma de decisiones dentro de una organización social, la economía aparece como sistema relativamente autónomo, muchas veces porque las decisiones básicas no se toman dentro del país que será afectado sino en otro país capitalista inversor. En lugar de un poblamiento europeo solo en los lugares urbanos, o en los densamente poblados por indios donde podía obtenerse una vida relativamente fácil, existe ahora un interés en poblar cualquier zona apta para la producción agrícola, minera, forestal o industrial. En lugar del interés exclusivo por la producción primaria, surgen nuevos intereses en las manufacturas, o en los servicios comerciales.

Se puede criticar este punto de vista inmediatamente con la afirmación de que Inglaterra simplemente reemplazó a España o a Portugal, pero en realidad los cambios no son tan sencillos. Inglaterra no podía dictar directamente órdenes sobre la posibilidad de utilizar un puerto u otro, prohibir manufacturas, establecer ciudades o virreinatos dentro de las flamantes repúblicas. Inglaterra era, en efecto, el poder más fuerte de Europa, pero tenía que competir con otros poderes y con las fuerzas económicas propias de cada república americana; y a fines de siglo, con un poder nuevo, los Estados Unidos. Aparte de la falta de poder administrativo y legislativo, Inglaterra no tenía el mismo espíritu ni intereses comerciales que España. Para el nuevo poder, Sudamérica era solamente una parte periférica de un sistema económico muy grande, y que valorizaba por los productos en que tenía una ventaja comparativa dentro de ese sistema. En lugar del oro o la plata tenían ahora valor el trigo, la carne o la lana. En los trópicos, en lugar del azúcar o del algodón, que se podía producir en cualquier parte, el café se estableció en Colombia, Brasil y Centro-América; las maderas finas de varios árboles se explotaron para las fábricas de muebles de Gran Bretaña; se comenzó a extraer goma de otros árboles en el Amazonas para nuevas industrias europeas.

Procesos de diferenciación

En relación con el periodo colonial es de suponer que en el siglo XIX se notaría una mayor diferenciación dependiente, menor diferenciación disyuntiva. Amplias regiones olvidadas, como las Pampas en Argentina y Uruguay, Patagonia y Tierra del Fuego, Sur y Norte de Chile, o la selva Amazónica, entraron en un sistema de producción para los mercados mundiales. Y en efecto, la entrada de estas regiones se puede considerar generalmente como una disminución de diferencias, entre tribus primitivas y hombres modernos. En Patagonia y La Pampa Húmeda se eliminaron los indios por completo, haciendo tabla rasa para una nueva colonización. En el sur y norte de Chile se abrieron zonas de muy reducida población indígena, y se establecieron tipos de actividad totalmente desconocidos: agricultura comercial en el sur; minería en gran escala en el norte. La ocupación de la selva para la extracción de látex de goma en el Oriente de Bolivia, en Perú y en Brasil, fue más temporal, pero también vinculó en el siglo XIX una región enorme al mundo exterior, a través de Manaus y Belén.

Diferenciación disyuntiva. Transportes terrestres y grupos humanos

Paradójicamente, la vinculación de nuevas áreas, hecho técnicamente posible por las nuevas vías de hierro y motores a vapor, produjo también una desvinculación de otras partes. El ferrocarril es selectivo. El gran capital necesario para establecer una línea no se podía invertir en cualquier parte con rendimientos positivos, porque la línea requería una alta densidad de carga por kilómetro construido. Así por ejemplo, el área vinculada por ferrocarril en el Brasil era en realidad una serie de cortas líneas desde la costa al interior, y sus zonas afluyentes inmediatas. Más allá de estas cortas líneas, el interior quedaba sin vinculaciones; una frontera a conquistar en el siglo siguiente, y todavía hoy sin conquistar por completo.

En Perú, es conocida la distinta orientación de la Costa y la Sierra. Los primeros pasos de la vinculación moderna dependían de las ganancias por exportación de salitre y guano, y se invirtieron en la vinculación de ciertas zonas, incluyendo por supuesto el ferrocarril Central que alcanza la Sierra en La Oroya, pero también en el desarrollo de la producción de algodón y azúcar en la Costa (Slater, 1975). Estos dos productos eran para los mercados exteriores, no interiores, vinculando así la Costa al extranjero, separándola, por consiguiente, de la Sierra. Una parte de la Sierra, el sur, se vinculó hacia fuera con otro ferrocarril que llegó a Puno desde Arequipa y Matarani, una línea para exportación de lana. En el norte de la Costa, los campos de petróleo del departamento de Piura también se vincularon al exterior, y pasaron a manos de la compañía internacional, I.P.C., en 1921. El otro mineral era el cobre, y se exportó de Cerro de Pasco desde los años 1900.

La vertebración de la economía de la Costa fue impulsada durante los años 20 y 30; bajo Leguia y Benavides, cuando se construyó la Carretera Panamericana, una vía de más de 2.000 km. que vinculó lo que era un archipiélago de islas de producción capitalista, al centro y al exterior. Mientras tanto, en el interior de la Sierra, en las partes no vinculadas a las nuevas vías de comunicación, persistía una economía tradicional de las comunidades indígenas, basada en la cooperación entre los miembros del grupo y en la responsabilidad colectiva para el bienestar de la comunidad.

Se ha criticado la idea de "economía dual" como caracterización de los países subdesarrollados (Brookfield, 1975, pp. 53-84) pero no se puede negar que existen dos grupos en términos socio-económicos. En efecto, lo que se ha criticado son las tentativas de dar explicaciones estrictamente económicas a la dualidad, pero no la existencia comprobada de esa dualidad. El proceso de diferenciación disyuntiva se puede considerar como una explicación en términos más amplios, socio-económicos, de la economía dual. Griffin (1969) critica también la economía dual, pero basa su comentario en que el campesinado iberoamericano está explotado por las clases terratenientes o por los industriales en los salarios demasiado bajos y en los precios pagados por productos. Pero esto ya no es diferenciación disyuntiva, sino dependencia. En realidad, los dos procesos pueden co-existir; una comunidad andina puede tener una economía auto-suficiente, pero algunos de sus miembros pueden ser empleados también en haciendas o plantaciones, o pueden emigrar a la ciudad en busca de trabajo. No hay ninguna contradicción entre los dos procesos.

La nueva geografía de producción y consumo

Los cambios en la vinculación –que antes era hacia España y Portugal, y ahora hacia las potencias norte-europeas– supusieron cambios en la geografía económica y extensión del terreno utilizado. Un buen ejemplo es el de Argentina, donde la frontera se extendió desde una línea paralela al río de la Plata y a una distancia de 100-30 km. en el año 1775, hasta el río Salado en la época de Independencia, y siguió rápidamente hacia el Sur de la Pampa, para alcanzar después toda la Patagonia en los años 1880. Buenos Aires mismo, que era poco más que un pueblo en la fecha inicial, era ya una gran ciudad para fines del proceso.

La expansión de la Pampa Húmeda demuestra también los factores dominantes. Primero, se terminó con la canalización de comercio a través de Lima, dando licencia progresivamente a Buenos Aires en el siglo XVIII para el comercio de esclavos, y después para el comercio en general. En segundo lugar, había nuevas técnicas y nuevos mercados que podían utilizar la Pampa. En la época colonial, Argentina era una región remota para la producción de trigo o lana. Ahora, en el siglo XIX, el mercado de estos productos era mucho mis grande, un mercado de fábricas mecanizadas para la lana, un mercado de población urbano-industrial para el trigo. Por supuesto, se necesitaban nuevas técnicas para poder transportar los productos, y el ferrocarril era imprescindible para el desarrollo de la zona cerealista, de trigo y maíz. Para el ganado no era tan importante el transporte en tierra, porque los animales podían caminar solos a los puertos; pero hacía falta refrigeración en los buques, conocimientos de la producción de forrajes nutritivos para el ganado, formas de poner cercos a las estancias, cuidados para el mejoramiento del tipo de ganado, es decir una serie de técnicas que se tenían que adoptar de golpe y que, a su vez, exigían un cambio de actitud de los estancieros hacia una explotación más racional de la tierra.

Un modelo de la evolución de transporte, e implícitamente de la economía en general, en un país colonial, es el de Taaffe, Morrill y Gould (1963), que tiene la forma mostrada en la Fig. 6. En los casos concretos de la Iberoamérica del siglo XIX la tendencia es, por lo menos durante un tiempo, al revés de lo especificado por este modelo. En lugar de una serie de puertos pequeños, que se hacen la competencia entre sí para terminar con la eliminación de muchos; hay en nuestra región, un aumento de puertos y líneas de transporte, en conexión con las nuevas zonas de producción. Aparte de Buenos Aires, Santa Fé es un puerto de importancia; Rosario se establece como puerto terminal de una línea de ferrocarril; Bahía Blanca crece como puerto del sur de la provincia, con muchos otros puertos de cierto auge, antes de un periodo de concentración bajo la influencia centralizadora de Buenos Aires.

Fig. 6. Modelo de desarrollo del transporte, según Taaffe, Morrill y Gould. (1963, pág. 504).

En Perú, en lugar del puerto único de El Callao, se establecen una serie de puertos pequeños para la producción de la zona azucarera en el norte; para las zonas algodoneras a lo largo de la costa; para el petróleo en el lejano norte. Estos puertos desaparecen o van en decadencia sólo cuando les alcanza la ruta costera con sus vínculos a El Callao; cuando la economía regional se vincula a la nacional.

Otro ejemplo que se puede dar es el de Venezuela, para el cual Travieso (1975) muestra en una serie de mapas la evolución de la economía espacial durante la colonia y hasta 1875. Alrededor de 1600, había cuatro puertos de importancia; Maracaibo, Coro, Borburata, y La Guaira. Hacia 1800 se habían agregado Angostura (Ciudad Bolívar), Cumaná, Barcelona, sirviendo así prácticamente toda la costa venezolana. Pero en 1873 se habían reducido éstos con la caída de los puertos orientales; al tener el cacao de Cumaná poco mercado y al estar la ganadería mermada por las guerras civiles, quedaron solamente Maracaibo, Puerto Cabello y La Guaira. Con el advenimiento del petróleo, serían los dos puertos de La Guaira y Maracaibo que monopolizarían el comercio con el exterior.

Economía del dinero. Geografía de la producción y el consumo

Desde un punto de vista geográfico hay otros efectos expansivos en el desarrollo de una economía de mercado. Efectivamente, podrían ahora separarse las zonas de producción y consumo dentro de un país. El caso de Chile es ilustrativo. Aquí, como en las otras repúblicas, hubo escaso desarrollo antes de 1850. Después de esa fecha, obtuvo una importancia creciente la minería del salitre en el norte. Primero se enviaba como lastre a Gran Bretaña en buques mercantes ingleses; después se extendió el comercio cuando se dieron cuenta de la propiedad fertilizante del mineral, alcanzando la industria la zona al norte del paralelo 25, al interior de los puertos de Antofagasta e Iquique. Esta zona quedó sin embargo como zona minera, de reducido nivel en su civilización. Las ganancias de las empresas privadas o bien salían fuera, en el caso de las empresas inglesas, o bien se invertían en Santiago, en el caso de empresas privadas chilenas, y del Estado chileno después de la nacionalización de la industria. De la especialización en zonas de producción y consumo, nacen los problemas que afectan hasta hoy estas áreas, especialmente a la región Gran Norte, donde la minería decayó después de la primera década de este siglo en competencia con otras fuentes de fertilizantes, dejando un saldo de infraestructura sin uso y ninguna base económica para reemplazar al salitre. Otra gran industria, la del cobre, ha tenido una de sus localizaciones más importantes en la mina de Chuquicamata, también en el Norte Grande, pero en este caso, los beneficios de la industria han sido extraídos del país –con excepción de los impuestos, utilizados por el gobierno central pero no en inversiones para la región–.

Otro ejemplo del mismo fenómeno sería la industria del petróleo en Venezuela. Inicialmente, la ubicación esencial de esta industria era en los bordes del lago de Maracaibo y la misma ciudad de Maracaibo. En los años 1920, sin embargo, el centro administrativo de la industria se movió del lago hacia Caracas, donde se estableció permanentemente. La riqueza del petróleo que quedaba en el país, se invertía en gran parte en la capital, en construcción de oficinas y viviendas, en el comercio, en las empresas subsidiarias del petróleo. Así también en este país se dió la especialización en región de consumo y región de producción, los dos con sus problemas propios. Aquí, como en Chile, fue posible la disociación entre los dos porque existía una economía que utilizaba mercados y dinero. El petróleo se exportaba del puerto de Maracaibo, o de las instalaciones en la península de Paraguana, o de la isla de Aruba, pero no era necesario hacer intercambio en estos puertos con otros productos importados. Las importaciones venían, y notoriamente todavía vienen, en su mayoría, al puerto importador de La Guaira, que en cambio tiene muy pocos bienes para la exportación.

El siglo veinte y la industrialización

En algunos países se dió en el siglo XIX una primera fase de industrialización. Esta fue la fase de los frigoríficos, de los silos de grano en los puertos mayores de Argentina y Uruguay, una fase de industrias relacionadas con la tradicional exportación de materias primas. Se ha extendido en este siglo con refinerías de petróleo en Venezuela, con la actividad de concentración de minerales en varios países.

Una fase más extensiva, que afectó prácticamente a todos los países, es la de sustitución de importaciones. Ante la creciente demanda interna de bienes de consumo, y con una oferta defectuosa del mundo industrial en tiempos de la Primera y Segunda Guerra Mundial, muchos países vieron nacer unas industrias precarias basadas en técnicas sencillas y trabajando con un capital muy limitado para el mercado final consumidor. Entre estas industrias destaca la de textiles. Otras industrias se establecen por necesidad económica, porque sus productos son del tipo que "gana peso" en el proceso industrial, o son productos de mucho bulto, perecederos y costosos de transportar: es el caso de las industrias de bebidas gaseosas, basadas en la agregación de agua a un jarabe concentrado; bebidas alcohólicas; panaderías industriales, productos de lechería, muebles.

Diferenciación disyuntiva y dependiente

Una tendencia espacial que ahora se dibuja es la de integración a nivel nacional, la cual produce una diferenciación dependiente dentro de cada república, especialmente cuando se mejora el sistema de transporte y comunicaciones al mismo tiempo que el sistema de producción industrial. Por un lado, la industria tiende a concentrarse en una región, la metropolitana, para estar cerca de su mercado. Por otro, el sistema de transporte contribuye a traer migrantes del campo a la ciudad, donde también se invierte el capital ahorrado en el campo, incrementando así las diferencias entre los dos. Las diferencias de riqueza per cápita entre campo y ciudad son grandes pero disminuyen cuando el flujo de migrantes es tan grande que sobrepasa las posibilidades inmediatas de absorción de la ciudad.

El proceso deja la mayor parte de las industrias nacionales en el área metropolitana: en Buenos Aires, las tres cuartas partes de la manufactura argentina; en Montevideo, en La Paz, o en Caracas, casi toda la manufactura nacional. Los procesos disyuntivos son todavía importantes, sin embargo. Es fácil confundir la gran migración de población a la capital con una dependencia completa. Pero este flujo deja el sistema de economía tradicional intacta en los países andinos, porque la migración representa el exceso de población. Tenemos así que considerar en el mundo moderno iberoamericano regiones parcialmente desvinculadas, autosuficientes.

Aparte de los restos de sociedades autárquicas, tradicionales, hay restos del sistema redistributivo colonial. Bajo este concepto podemos entender en parte la macrocefalia de muchos países, con su alta centralización, no solamente económica o demográfica, sino también en la toma de decisiones en uno o dos centros principales. Ya se ha dicho que la industria está altamente concentrada, pero se puede comprobar, con estadísticas, que las actividades administrativas son todavía más concentradas en varios aspectos, aunque la constitución y estructura formal de federalismo existen en casi todos los países.
 

MODELOS DEL PROCESO ESPACIAL Y POLÍTICAS DE DESARROLLO

Basado en los flujos de migración y de bienes, Friedmann (1966) propone un modelo del proceso espacial de desarrollo dentro de un país subdesarrollado incluido en el mundo capitalista. Venezuela tiene una división, según él, en la forma de von Thunen, en círculos o zonas alrededor de la capital Caracas. La primera zona sería la metrópoli misma, que tiene ciertos atributos económicos sociales como son: crecimiento rápido de industrias e infraestructuras; buen acceso a la información económica, mercados del exterior, población con nivel de educación relativamente alto y buena capacidad técnica; población también relativamente joven, por ser en parte los jóvenes los que han emigrado del campo a la ciudad. Una zona contigua a ésta sería la de transformación hacia arriba (Fig. 7) donde también hay inmigrantes nuevos, nuevas industrias, una economía en auge, y se dejan sentir los efectos de la expansión económica alrededor de la capital.


Fig. 7. El modelo de desarrollo espacial de Friedmann.

Más allá de esta zona, hay otras de transformación hacia abajo. Están demasiado lejos para recibir el efecto de la inmigración y en cambio, pierden mucha gente joven y capacitada que se va a Caracas. Aparte del flujo de población, hay un flujo de capital en la misma dirección, empobreciendo las regiones ya pobres. En Venezuela, esta zona abarcaría los Andes, el Noroeste, el Noreste, y parcialmente los Llanos orientales. Son regiones de problemas, donde la industria o la agricultura moderna encuentran pocos incentivos para instalarse.

Todavía más afuera, existe otro tipo de región, la frontera de recursos; una denominación que, desde luego, es una admisión de ignorancia. Se supone que el sentido de esta regionalización se justifica porque sus posibles recursos para el resto del país involucran cierto tipo de desarrollo.

Es necesario ahora apuntar que los problemas de cada región son distintos entre sí pero también de los problemas del mundo desarrollado. Esto es importante porque existe una tendencia a utilizar las soluciones de los países occidentales para los países subdesarrollados, soluciones que por lo general no son efectivas. En lugar del problema de una región especializada en crisis, (una región minera, por ejemplo, con paisaje destruido, gran población de desempleados, conocimientos buenos pero especializados de los obreros, infraestructura de caminos y líneas de energía intactas aunque mal orientadas para la situación contemporánea) hay una región que no tiene especialización ni concentración económica, y no sufre cuando la especialización decae. El problema es, en efecto, más serio, porque afecta a cada rincón de la región: se trata de la falta general de los elementos de una economía moderna, y de la iniciativa, voluntad, y estructura social adecuada para implantar esta economía nueva.

Una regionalización alternativa

Admitiendo que el modelo de Friedmann es interesante, se puede criticar sin embargo en varios aspectos. Ante todo, es un modelo quizás válido para Venezuela, pero con validez limitada para otros países, donde los problemas son otros. En particular, en Venezuela falta el problema de una gran población indígena con su sociedad distinta a la del país en general. La población indígena y primitiva que existe en Venezuela, vive en regiones remotas de La Guayana o del Delta, o en las montañas fronterizas; con sociedad y economía desvinculada, pero con un número reducido de individuos. En el resto del país, aparte de una región limitada dentro de los Andes venezolanos, los indígenas y negros se han mezclado con los europeos, no solamente en la raza, sino también social y económicamente.

En otros países sudamericanos, por ejemplo en los países andinos, hay grandes regiones con cultura civilizada pero no europea; para esas naciones el fenómeno más significativo de estas regiones no es su relación con la economía nacional, es su cultura diferente, con una economía determinada por esa sociedad. En Perú, por ejemplo, podríamos inventar otro sistema de regionalización, distinto del de Friedmann en varios aspectos, aunque aceptando su caracterización del centro; regiones metropolitana, de mercado, tradicional, y primitiva. La región metropolitana en Perú es la de Lima-Callao y alrededores. La de economía de mercado sería sobretodo la de los valles pequeños de la Costa de Perú, con sus agriculturas especializadas en el monocultivo de algodón, azúcar, o en otros cultivos; y su economía de petróleo en el departamento de Piura. Este tipo de región tiene sus propios problemas pero no son importantes para detallar aquí porque son los problemas comunes a toda economía capitalista. Incluyen el problema del monocultivo, y el de estructura y control en la industria, de que hablaremos después.

Un tercer tipo de región que puede identificarse en Perú es la de economía tradicional; es la Sierra, con sus miles de comunidades indígenas, sus minifundios, su alta densidad de población y sus problemas de emigración a la ciudad de los más instruidos de la comunidad. Para Friedmann, sería la región de transformación hacia abajo, pero en realidad es una región estática, que se mantiene más o menos en un equilibrio, aunque presionado por la fuerzas del mundo capitalista, que absorbe sus tierras, que absorbe también sus jóvenes. Las mejorías en la medicina permiten una emigración sin pérdida de población absoluta. Para este tipo de región los problemas son muy grandes y además muy generalizados, incluyendo todos los aspectos de la vida social y económica. Se distingue como tipo, no exactamente porque tengan una distinta relación a la capital –la relación es muy limitada y se expresa principalmente en la migración– sino porque su sociedad es distinta, y en las economías pre-modernas la economía no es autónoma, sino una función de la sociedad.

Fuera de estos tipos, existe la región que Friedmann denominara frontera de recursos. Pero también se puede considerar de otra forma, como región de economía primitiva, porque tiene una población de primitivos, y es un problema a considerar si estas poblaciones pueden conservar su propia economía y sociedad dentro de tales regiones. El problema no sería el de vincular estas tierras fronterizas a la metrópoli, cómo colonizarlas, sino cómo utilizar la región para el hombre moderno sin destruir la vida del hombre primitivo. En Perú, el tipo está representado por la Selva y la Montaña, con sus recursos de agua, tierra y árboles, pero también con sus grupos de pueblos indios, poco conocidos y de número ignorado. Regiones equivalentes existen en otras partes de Iberoamérica con la posible excepción del Caribe y del Cono Sur.

Este esquema sería mucho más aplicable a los países andinos que el de Friedmann, y es, un tema que merece una investigación seria, el de determinar hasta qué punto países aparentemente más avanzados, como México o Chile, tienen todavía regiones donde una economía redistributiva o de reciprocidad, domina sobre la economía de mercado. En muchos casos se podría encontrar una situación intermedia, en la que la antigua organización social ha desaparecido pero quedan aún situaciones económicas de autoabastecimiento.

Estrategias de desarrollo

Conviene presentar ahora algunas ideas sobre el tipo de estrategia para el desarrollo de los distintos tipos de regiones socioeconómicas teniendo como meta la eliminación de las diferencias interregionales. La discusión se centra sobre todo en tres aspectos: la política nacional hacia las regiones y hacia el desarrollo local; las alternativas entre desarrollo balanceado y desarrollo desequilibrado o concentrado; y los problemas de industrialización.
 

Una política nacional para las regiones. Los efectos de la entrada de una nación en un camino de modernización son altamente centralizadores. Un centro metropolitano tiende a dirigir el desarrollo económico por sí solo, experimentando en primer lugar los efectos de cualquier impulso desde el exterior (como nuevas técnicas o industrias) y produciendo un desequilibrio grande entre el centro pujante y progresivo, y la periferia aislada, o en depresión. Esta es la tendencia normal en una economía capitalista dominante, que crece desde un foco principal sobre un terreno vacío u ocupado por otros tipos de economía que no pueden competir, porque la competencia les es ajena.

Una parte de cualquier plan de desarrollo nacional tiene que orientarse entonces, hacia la prevención de estas tendencias, sobre todo si sus efectos negativos sobre las regiones más bien contrapesan las ventajas ganadas por el centro. Es imposible, en efecto, medir exactamente las desventajas regionales y las ventajas del centro, porque la medida es compleja y distinta para cada individuo. Pero como principio general tenemos que admitir que cualquier desventaja para las regiones podría causar mucha hambre, mucha pobreza, porque son regiones que se encuentran ya a un nivel mínimo de subsistencia. Así pues desde que empieza a crecer la concentración de riqueza central, es importante contrabalancearla con medidas económicas o sociales. Se deben, pues introducir medidas para ayudar a las regiones, antes de implementar planes para la integración nacional con la capital: cuanto mayor sea la diferencia entre la región y la capital, mayor tiempo de ayuda regional previa a la integración se necesitará.

a) En materia de transportes, que constituye un sector clave para tales planes, se deben construir caminos locales o regionales, antes que la red nacional de larga distancia. Así, en lugar de una política de tipo brasileño, que busca la integración de toda la nación mediante rutas, una política más limitada, de caminos finca-mercado, o mercado local-mercado regional. No se trata solamente de la construcción de caminos, sino también de la agilización del proceso comercial que permita a los agricultores colocar sus productos en mercados regionales sin la intervención, tan común ahora, de intermediarios que reciben la mayor parte del precio pagado por el consumidor final.

Un sistema regional de este tipo podría fortalecer el centro regional como centro verdadero de su propio mundo económico, sin la dominancia de la capital nacional. Pero también fortalece a cada productor por la reducción de costos para su producto, y la presentación de un mercado local seguro. Otra ventaja de este modo de enfocar el problema del desarrollo local es que tiende a prevenir una situación inestable de monocultivo. Si los vínculos son regionales, se necesitará una gran variedad de productos regionales, y se evitará así el producto único que va al mercado nacional o exterior.

b) El sistema de comunicaciones e información debe también primar el nivel regional. Esto se refiere a la radio, la televisión, los periódicos, y al sistema de educación. Si queremos prevenir la migración masiva hacia afuera, hay que presentar información, no sobre las ventajas de la vida capitalina, sino sobre la vida común, diaria, dentro de la región. Las grandes migraciones afectan a gentes con información sobre la gran ciudad, o sobre la ciudad regional; mientras algunos emigran por pasos, desde la pequeña ciudad a la gran ciudad, otros van directamente. En los dos casos, hay información que conduce a la migración y son los mejor informados los que se van. La regionalización de la información, que no es desde luego un lavado de cerebro, puede ayudar a contrarrestar la migración extra-regional.

c) Una economía descentralizada y regional supone, desde luego, una administración regional con verdadera fuerza y campo de acción. Las unidades para tal administración ya existen en Iberoamérica, en el excelente sistema de provincias y estados regionales. En muchas partes se ha temido la posibilidad de excesiva libertad local, por razones políticas, pero evidentemente la centralización administrativa es todavía demasiado fuerte, en gran parte como herencia de los tiempos coloniales, cuando todo era centralizado en la economía redistributiva dirigida por Europa.

Para el observador del desarrollo regional puede parecer que el poder regional constituye un gran error, y que este poder ha contribuido a la falta de éxito en varias empresas económicas. Así se podría interpretar el caso del CVC (Corporación del Valle del Cauca), una especie de TVA dentro de Sudamérica. Esta corporación fundada en 1954 perdió su dinámica a través de los años, hasta el punto de retener solamente las funciones de control del río y producción de electricidad. Pero si esta organización ha fallado, es porqué la entidad regional ha sido combatida por varias fuerzas, incluyendo las provincias vecinas, los terratenientes locales y el gobierno nacional; el fracaso no ha sido interno a la organización. En el conocido caso de la agencia para el Nordeste de Brasil, SUDENE, ha habido algunos errores internos de funcionamiento, pero la agencia ha sido debilitada, como en el CVC, por el gobierno central, que absorbió la toma de decisiones en los años 1970.

d) Hay que estimular a la industria, pero no de la forma practicada hasta ahora, que favorece básicamente a las grandes empresas transnacionales, sino dirigido a las empresas que producen para el mercado local, a pequeña escala y con empresarios locales. Los créditos, rebajas de impuesto, y otros incentivos, que ahora se dan a cualquier industria, se podrían reservar a las industrias estrictamente locales, que utilizan materias primas locales y producen para el mercado local.

Estas medidas para el estímulo de la región no son nada nuevas; entran en cualquier esquema de desarrollo nacional. Pero es un reconocimiento del proceso de dependencia de la capital el ponerlas en primer lugar. La meta sería la de desarrollar la región hasta tal punto que, cuando se empieza la integración nacional, sean minimizadas las fuerzas centrípetas, especialmente la migración selectiva.

Estrategia regional: desarrollo equilibrado o concentrado. En los países subdesarrollados, una región problema no es equivalente a una región problema de Europa o Norte América. En estos dos últimos casos, las regiones problema suelen serio por su especialización en un tipo de economía que deja de tener éxito, por cambios del mercado mundial o por agotamiento del recurso local. Ejemplos dentro de la minería son los yacimientos de carbón de Gran Bretaña, Francia o Bélgica. Teniendo alta densidad de población y buena infraestructura industrial, necesitan empleos alternativos para una población ya acostumbrada a la vida industrial moderna. Por eso las políticas regionales basadas en la provisión de empleo y eliminación de desempleo, han tenido cierto éxito. Lo mismo ocurre en el caso de las regiones industriales que han conocido la decadencia de su industria principal. Un caso sería la región textil de Lancashire, donde la industria de algodón estuvo concentrada: la estrategia ha sido, y es, la de buscar otras fuentes de empleo para la población regional.

En cambio, dentro de un país como Brasil o México, no existen regiones de la época "palaeoinsdustrial", para utilizar la terminología de Lewis Mumford. No había industrias en la época colonial ni en el siglo pasado, aparte de las del tipo casero, que no presenta en sí un problema porque no tiene capital invertido en la producción, ni en la infraestructura, y la población no depende solamente de esa industria. Si existen algunas minas viejas, de varias épocas, la incidencia de éstas como problema es mínima. En Bolivia hay posiblemente una región problema minera, la del estaño, que se situó después de la época de la plata como fuente de riqueza nacional. Pero tampoco es un problema de la magnitud de los casos europeos; la población minera es aquí más móvil, solucionando el problema local (pero no el problema nacional) con emigración fuera de los centros mineros. El caso chileno del Norte Grande tampoco es una región problema porque nunca tuvo gran población. La infraestructura fue la mínima y la población emigró hacia Santiago cuando la industria de salitre se hundió.

Lo que existe en las regiones-problema de Iberoamérica es algo más serio, una sociedad entera que vive pobremente, que no tiene especialización, que no tiene un foco económico de su pobreza. Además, no tiene la infraestructura de caminos, ferrocarriles, ciudades, servicios públicos, ni tampoco las instituciones del mundo modernizado, como son escuelas, universidades, estructura financiera, bancos, agencias de crédito; que no tiene gente especializada en las muchas profesiones necesarias para un desarrollo general.

Por eso se necesita una estrategia más amplia que la de Norteamérica o Europa. En el mundo anglo-sajón se ha propugnado a veces un desarrollo equilibrado, el sistema del Big Push defendido por Rosenstein-Rodan (Agarwala & Singh, 1963) y después por Nurkse (Mountjoy, 1971). Después estas ideas pasaron de moda cuando Hirschman (1958) y otros demostraron la utilidad de un desarrollo no balanceado, forzando el desarrollo de un sector-motriz que estimulara a los otros y permitiera, a la vez, conservar los recursos financieros. F. Perroux mostró después que el desarrollo puede ser generado por un "polo de desarrollo", una industria innovadora, dinámica, y creciente, con efectos de vinculación hacia otras industrias. Esas ideas se aplicaron espacial mente, para crear polos de desarrollo dentro de un país (Francia, España y otros).

Este tipo de solución ha tenido éxito –y aún relativo– donde existe toda la infraestructura humana y física, y donde es sólo la composición industrial lo que es defectuoso. El énfasis en una industria puede dar buenos resultados en estos casos, porque las condiciones para las otras industrias están dadas. Así la creación en Clermont- Ferrand, de una industria de neumáticos para vehículos, trajo consigo la posibilidad de nacimiento de pequeñas industrias de servicio, porque la actitud empresarial ya existe entre la gente del lugar.

En Iberoamérica tal programa no ha dado resultado. Haría falta, no sólo establecer la industria motriz, sino también todas las auxiliares. Por ejemplo, se puede proponer la industria de construcción de automóviles como motriz pues es una industria que posee crecimiento, tecnología avanzada, relación con muchas otras industrias (eléctrica, fundición de metales, ingeniería de metales ligeros, industria plástica, pinturas, neumáticos). Sin embargo, aunque la industria de automóviles se ha establecido en muchos países iberoamericanos, en pocos casos ha dado los resultados esperados. La falta de una tradición de entrepreneur, la falta de mano de obra especializada, la falta de infraestructura, son aparentemente los elementos deficientes.

En realidad el vacío es más profundo. Hace falta educar a un pueblo para producir técnicos, haría falta mostrar éxito en la región para atraer capital financiero, créditos; haría falta generar las condiciones sociales dentro de las cuales emergen los empresarios. En lo físico, hace falta toda una infraestructura de caminos, y fuentes de energía. Es interesante constatar que las regiones europeas más reacias a la estrategia moderna tipo concentrado, anglo-sajón y francés, han sido las regiones del Sur de Europa donde se presentan condiciones más cercanas a las del mundo subdesarrollado, un complejo grande de condiciones desventajosas, y no solamente problemas de un sector.

Las críticas principales a una estrategia que no es concentrada, que es balanceada en el estilo de Rosenstein-Rodan, son las siguientes. Primero: ningún sector alcanza una técnica muy moderna y avanzada, competitiva en el mundo exterior; todos emplean unidades demasiado pequeñas, y tecnología vieja; en tales circunstancias no hay una atracción psicológica para la gente más educada del país en ninguna industria local. Segundo: un desarrollo general y de todos los sectores al mismo tiempo, es demasiado costoso, no solamente en términos de dinero y materiales, sino también en personal, y no existe personal competente en todas las áreas de acción para llevar tal estrategia a un plano práctico.

En contestación se puede avanzar la idea de una concentración espacial, pero no sectorial. Reduciendo los costos en esta forma, se podría invertir en las regiones seleccionadas, de forma suficiente para adquirir maquinaria moderna y competitiva, para estimular la agricultura y convertirla en competitiva, solucionar los problemas de minifundismo, de tenencia de la tierra, de la falta de infraestructura, y al mismo tiempo contribuir a solucionar los problemas urbanos de la región. Por ejemplo, en la Argentina se podría restringir la acción regional a unas provincias del norte-noroeste, donde hay mayor necesidad por la densa población y su pobreza. Un índice de la necesidad se puede encontrar en el producto de dos factores: el tamaño de la población y el déficit de ingresos per cápita (Morris 1975). Dentro de estas provincias se podría impulsar la vida económica en varias formas. En la agricultura, desarrollar varios cultivos para reemplazar la caña de azúcar, en crisis en Tucumán desde hace diez años. En la industria, utilizar la caña para fábricas de dulces, alcohol, papel de bagazo, etc., y desarrollar otras industrias ligeras, utilizando en lo posible la tecnología intermedia, con grandes insumos de labor y no de capital, para reducir el desempleo. En las otras provincias: desarrollo de varios cultivos como algodón, con su apropiada infraestructura de ríos controlados, regadío, cooperativas de agricultores para producción, crédito y comercialización. Y además las grandes obras como los diques para la hidroelectricidad sobre el Paraná o el Bermejo, las líneas de ferrocarril o los caminos que crucen el Chaco, las industrias basadas en los depósitos de petróleo de Salta o del procedente de Bolivia.

Esto no es una política de polos de desarrollo, donde se implanta una industria sola, y se espera su influencia sobre otras industrias ligadas y sobre el crecimiento de la economía local. Es algo mucho más amplio, que tiene en común con la política de polos de desarrollo solamente la concentración dentro de una región. No vemos, en cambio, una concentración sectorial ni conveniente ni necesaria. Recomendaciones similares aparecen en una obra, no muy conocida, de Lloyd Rodwin (Rodwin 1961). De todos modos, parece que nadie ha seguido una política sobre estas líneas, ni ha visto su aplicabilidad especial para los países del mundo subdesarrollado. Se puede notar también, que esta estrategia se ajusta bien a la idea avanzada ya, de promover el desarrollo regional antes que la vinculación a la nación. Un plan de desarrollo regional para el Norte Argentino podría iniciar el desarrollo local antes que nuevos vínculos al centro en Buenos Aires, y de esta forma se podría evitar el problema de emigración selectiva hacia la capital.

Problemas de las regiones de economía tradicional

En la regionalización sugerida antes, existen regiones metropolitanas, regiones de economía de mercado, regiones de economía tradicional, y regiones de economía primitiva. Para este autor, las de economía tradicional son las más importantes, porque representan gran concentración o volumen de población; en los países iberoamericanos representan la mayoría de la población; y son en general de gran pobreza. No es el propósito decir que los problemas de los grupos primitivos sean menores, pero son poblaciones pequeñas en la mayoría de los países, muy pequeñas en relación con los grupos que tienen una economía tradicional.

En las áreas de economía tradicional, pueden subsistir elementos de redistribución o de reciprocidad, realidades que no hay que encarar en Europa. En Perú, en la Sierra fuera del radio inmediato de influencia comercial, sobrevive la tradición pre-Incaica de la minga, cooperación entre los individuos de la comunidad para las faenas más importantes del año, como la cosecha anual, el mantenimiento o construcción del sistema de riego o avenamiento, la construcción de casas para los recién casados. Esta cooperación corresponde a una organización comunal todavía vigente. En México, hasta este siglo, existía una organización comunal similar en los calpullis. En tales casos, se supone que no es de interés nacional dejar la región separada o establecer un régimen totalmente distinto al de otras regiones. Entran en juego cuestiones de conveniencia política y la posibilidad de que un regionalismo se convierta en nacionalismo local, aunque tenemos que admitir que el nacionalismo se puede alimentar también en la falta de progreso local. De todos modos, lo importante es la cronología de los elementos de desarrollo; los esfuerzos locales y regionales vendrían primero, seguidos por la vinculación general a la sociedad y economía nacional. Esto no es una cronología absoluta, no se puede medir en años; dependerá más bien de los fondos de cada gobierno, y del grado de diferenciación existente.

Bases de un plan para las economías tradicionales. Dentro de la región tradicional, existen formas de utilizar y adaptar el cooperativismo tradicional para introducir de forma gradual los elementos de la economía de mercado. En Perú, tal política fue recomendada por Castro Pozo al gobierno peruano en 1933 (Castro Pozo, 1973), aunque no aceptado en ese momento. Muchas ideas de ese plan han aparecido después en las medidas adoptadas por el actual gobierno en su plan de reforma agraria. Elementos del plan sugerido por Castro Pozo son: 1) el establecimiento de cooperativas agrícolas o ganaderas para cada una de las comunidades existentes, que se estima ascendían a más de 1500 en el año 1935; 2) creación de cooperativas especiales, dentro del ayllu, para consumo, crédito, producción, así como de cooperativas de segundo grado, a nivel de departamento; 3) establecimiento de una estructura de escuelas bajo la misma organización de comunidad (Castro Pozo, pp. 213-28).

Si aceptamos que en las sociedades premodernas la economía no es autónoma sino insertada en la sociedad, dirigida por ésta, es lógico suponer que la política regional tiene que empezar con medidas sociales, porque los cambios económicos resultarían de la re-orientación social, no de medidas económica aisladas. Las ideas de Castro Pozo indican un camino para esta re-orientación, utilizando la estructura existente para introducir nuevas ideas. Una prioridad general, antes de todo esfuerzo económico, debería darse al mejoramiento de la educación y a la educación técnica en la agricultura, artes prácticas y en la organización cívica. Es importante reconocer que, aunque existen ya escuelas en toda Iberoamérica, por lo menos al nivel primario, la asistencia es muchas veces deficiente; el profesorado limitado en conocimientos porque no se pueden atraer a los mejores profesores a zonas aisladas y pobres. Se debe pensar en establecer créditos para los campesinos que mandan sus hijos a la escuela, porque los padres no piensan en la ventaja de mandarlos sino en el costo en horas de trabajo perdidos en la escuela; o en créditos y salarios más elevados para los profesores que irán a tales regiones.

Otra medida general consiste en el cambio progresivo de las instituciones regionales, como el iniciado en Perú y en México. Existen muchas dificultades en el funcionamiento práctico de la cooperativa, o del ejido en México, básicamente por la competencia de los agricultores capitalistas, y de toda la economía capitalista. Sin embargo, esto no supone la inutilidad de la idea. Más bien, habría que vigilar con cuidado el funcionamiento del ejido o de la cooperativa, asegurando que funcione en la forma prevista. Además, si se siguiera una estrategia de desarrollo integral, dentro de regiones seleccionadas (la concentración espacial, pero no sectorial ya recomendada), sería mucho más fácil controlar el desarrollo cooperativista, sin la competencia y mezcla con formas capitalistas que existen en México o Perú, donde el cambio de la reforma agraria ha alcanzado a casi todo el país.

Problemas en las regiones de economía de mercado

Aún en las regiones donde existe una economía de mercado, puede haber grandes diferencias de su estructura con las economías equivalentes del Oeste. Podemos a título de ejemplo centrar la atención en un sector, el de manufacturas. Mientras una estrategia de polos de desarrollo o de industrialización en general, puede obtener buenos beneficios en una región de un país desarrollado, utilizando los vínculos de industria a industria en sentido vertical, de etapa a etapa en los procesos, no ocurre lo mismo en los países subdesarrollados. En un país desarrollado, hay un vínculo entre las industrias de hilar algodón, las de tejer, y las otras industrias de terminación del textil. Las materias se mueven entre una y otra; los dueños son a veces los mismos; el capital está invertido en todas las etapas en empresas multi-funcionales. En los países subdesarrollados, por el contrario, la propiedad industrial es más dispersa, y los vínculos, cuando existen, pueden ser entre industrias al mismo nivel (integración horizontal) o entre industrias que nada tienen en común aparte de su dueño. Aunque la estadística para revelar esta estructura no ha sido compilada, es posible dar un ejemplo, en la Argentina, con el caso de la empresa SIAM-di Tella.

Di Tella fue hijo de un inmigrante italiano que a principios de siglo se estableció en Buenos Aires. Empezó a trabajar en industria mediante la construcción de maquinarias para preparar la masa para panificación, una industria nueva impulsada por nueva leyes que tendían a mejor la sanidad en este proceso. También vió una oportunidad en la manufactura y venta de bombas de gasolina, otra industria nueva, y en las dos operaciones tuvo éxito. Se extendió a varias otras ramas de la industria, en general industrias para el consumidor final, a escala pequeña y con técnica limitada. Se beneficiaba del movimiento de sustitución de importaciones. En los años 1940 y 50, se estableció en la manufactura de heladeras y obtuvo una concesión para ensamblaje de automóviles. El crecimiento de esta empresa se hizo siempre en busca de nuevas posibilidades para el capital (Cochran y Reina, 1962), y por eso muchas veces incluía empresas sin relación técnica. Otro factor que explica el tipo de estructura industrial, o más bien la falta de estructura industrial en SIAM di Tella, era la falta de conocimientos técnicos y de ingenieros especializados, que impulsaba al empresario a buscar industrias de técnica sencilla, o que se podía construir bajo un sistema de concesiones. La vinculación vertical hubiera traído los problemas técnicos de nuevas industrias de alta tecnología. Finalmente, un factor externo que estimuló este tipo de desarrollo industrial desvinculado, era la política de poner impuestos a la importación de bienes terminados, mientras que las partes y materias primas podían entrar libremente; esto proporciona una industria sin vínculos verticales a sus fuentes de materias. Por supuesto este tipo de estructura no ha sido mejorada en los últimos años por la entrada de empresas extranjeras, que han establecido fábricas de ensamblaje de partes producidas afuera. Aquí los vínculos son fuertes, porque son partes hechas a propósito dentro de una empresa, pero son vínculos extra-regionales y extra-nacionales.

Sin datos cuantitativos no se puede determinar la extensión de este tipo de estructura industrial dentro o fuera de Argentina, pero los factores mencionados (importancia del capital, falta de conocimiento técnico, tarifas selectivas sobre artículos terminados importados) son comunes a toda Iberoamérica por lo que se pueden esperar grandes similitudes en todas las repúblicas.

Admitiendo la existencia general de esta estructura industrial, sería desventajoso practicar las políticas de desarrollo industrial practicadas en el Oeste. Una política de polos de desarrollo, o cualquier otra política basada en implantación de una industria clave, como la industria motriz, que tendría sus efectos multiplicadores sobre toda una serie de otras industrias, está condenada al fracaso, porque faltan las vinculaciones a otras industrias que existen en los países desarrollados. Es interesante notar aquí que se ha criticado la concentración del esfuerzo de desarrollo en una industria o un sector, en las condiciones del mundo subdesarrollado, con la importancia del factor social y la falta de todos los elementos de la vida industrial moderna. He aquí otra razón más, pues tal política no puede funcionar bien incluso donde existen industrias de manufactura cuando estas industrias están desconectadas entre sí. Como proposición positiva puede afirmarse que, sería ventajoso incluir en el plan regional incentivos para el desarrollo de un complejo industrial integrado técnicamente, y no determinado solamente por la existencia de capital disponible.
 

CONCLUSIONES

El presente trabajo ha tratado de mostrar que las estructuras espaciales, a escala nacional y regional, tienen una lógica general histórica. Las interpretaciones de localización realizadas por los geógrafos, en términos de condiciones físicas, tienen su validez, pero no son suficientes. Tampoco son satisfactorias las interpretaciones realizadas completamente en términos económicos, por los economistas-geógrafos alemanes del siglo pasado. El determinismo, sea geográfico-físico, o económico en el estilo marxista, es demasiado restrictivo para una comprensión de la complejidad geográfica.

En este trabajo hemos establecido relaciones de la estructura espacial de Iberoamérica con las condiciones políticas y sociales, no en contradicción con factores físicos o económicos, sino operando en conjunto. En particular, establecimos que las estructuras económicas son, en los tiempos pre-modernos, una función de la sociedad; la sociedad capitalista produce un tipo de estructura, la sociedad redistributiva o recíproca otras estructuras.

En términos más prácticos, hemos visto que la planificación del desarrollo en los tiempos modernos no ha tenido éxito por la falta de reconocimiento de las diferencias existentes con la sociedad y por consiguiente de necesidades para el desarrollo, entre las regiones del mundo desarrollado y las del mundo subdesarrollado. El tema general aquí ha sido el insistir en la necesidad de impulsar un desarrollo regional o local, en todos los aspectos de la vida, pero poniendo especial énfasis en los factores sociales, dentro de las regiones dominadas por una economía tradicional. Para concentrar los esfuerzos limitados de un gobierno central, se concentra en el sentido regional, pero no se concentra sobre un sector único; la concentración sectorial ha sido un error (en los países donde se ha ensayado), por haberse inspirado en las necesidades de los países avanzados.

Se ha evitado una discusión de la cuestión de eficiencia contra equidad. Básicamente, un programa de desarrollo concentrado en el centro, produce mayor eficiencia, aunque menor equidad entre regiones. Un programa bien balanceado entre regiones disminuye la eficiencia para promover la equidad interregional.

No hay una respuesta final a esta disyuntiva. Se podría proponer que las ideas aquí propuestas, de desarrollo concentrado regionalmente, proveen una mejor equidad solamente cuando se eligen las regiones más pobres para la acción, y solamente cuando las diferencias entre ricos y pobres son mayores entre regiones que entre grupos socio-económicos. Cuando las últimas son más grandes, el indicado sería un programa sectorial, no regional. Pero esto omite una relación importante: las diferencias enormes en las grandes ciudades entre rico y pobre son, en parte, función de la inmigración de campesinos a la capital de las regiones pobres rurales. Las diferencias locales se vinculan a un gran proceso interregional, que se trata de eliminar o disminuir. En cuanto a la eficiencia, no es suficiente estudiar la situación común, de desarrollo concentrado, en términos solamente económicos. La gran concentración en las capitales iberoamericanas tiene efectos sociales contraproducentes que pueden poner en peligro la estabilidad política. Además, si la estructura concentrada produce mayor eficiencia, los mecanismos de redistribución de riqueza son más deficientes en los países subdesarrollados, por lo que las regiones atrasadas no pueden esperar beneficios de esta eficiencia.
 

Nota

* Los gráficos correspondientes se han hecho de acuerdo con los datos de Hardoy y Aranovich (op. cit., 1969), utilizando solamente el número de vecinos, medida necesariamente parcial e incompleta.
 

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