Menú principal de Geo Crítica
UNIVERSIDAD DE BARCELONA
ISSN:  0210-0754
Depósito Legal: B. 9.348-1976
Año V.   Número: 25
Enero de 1980

EL GEOGRAFO ESPAÑOL. ¿APRENDIZ DE BRUJO?
ALGUNOS PROBLEMAS DE LA GEOGRAFIA DEL PAISAJE.

Por Alberto Luis Gómez


Nota sobre el autor de este trabajo

Alberto LUIS GOMEZ (Bilbao 1946') finalizó sus estudios de licenciatura en geografía humana en la Universidad de Barcelona. Desde el 1.10.1978 se encuentra como becario del Servicio Académico Alemán de Intercambio (DADD) en el Instituto de Geografía de la Universidad de Bonn. Aquí, y bajo la dirección del Dr. Horacio Capel preparó su tesis de licenciatura (LUIS, 1979) que fué leida el pasado mes de Julio en el departamento de geografía de la Universidad de Barcelona.

Colaborador de la revista Geo-crítíca como responsable del área de lengua alemana fué autor de la introducción y traductor del n.o 14 de esta revista, dedicado al problema de la crisis de la geografía tradicional en Alemania (LUIS, 19,78). J'unto a este número ha sido responsable también de la selección y traducción en la misma revista de los trabajos de RUPPERT-SCHAFFER (1969), WIRTH (1977), BAHRENBERG (1978) y EISEL (1978) que corresponden a Geo-crítíca nº 21, 22, 24 y 26.

Actualmente prepara su tesis doctoral, siendo sus centros de interés los relacionados con la teoría e historia de la geografía, la geografía social y la didáctica de la geografía.


EL GEOGRAFO ESPANOL, ¿APRENDIZ DE BRUJO?
ALGUNOS PROBLEMAS DE LA GEOGRAFIA DEL PAISAJE

Advertencia previa al lector

La preparación como traductor y autor de la introducción de una «Geo-crítica» (LUIS, 1978) Y mi estancia en la R.F.A. como becario del DAAD realizando una tesis de licenciatura (LUIS, 1979), ha servido para despertar mi curiosidad sobre el problema de la crisis de la geografía tradicional y los intentos de superarla por parte de la comunidad de geógrafos. Durante la preparación de la tesis surgieron una serie de problemas a este respecto, que no pude tratar por ser marginales a la misma, aunque fuí preparando material con el fin de estudiarlo posteriormente con más detalle.

En el acto de presentación de la tesina (5.7.79), dos miembros del tribunal plantearon en el turno de críticas una serie de problemas interesantes. Dentro de una valoración global positiva, al profesor J. VILA le pareció, entre otras cosas, que el concepto del paisaje salía «muy mal parado en mi trabajo» (creo repetir sus palabras textuales). La profesora M. BOLOS señaló como colofón de su intervención crítica que la tesina, pese a ser un trabajo importante, tenía un fallo grave: el tratamiento dado en el capítulo segundo (págs. 59-65) a la geografía del paisaje con el que discrepaba totalmente.

De todos es sabido que una lectura de tesina, debido a una serie de factores, no es el momento adecuado para un intercambio fructífero de opiniones. Presuponiendo siempre buena intención en el interlocutor, una falta de entendimiento puede venir o bien porque alguna de las personas no expone claramente el asunto de que se trata, o bien porque, pese a exponerlo c1aramente, lo hace en otro lenguaje desconocido para alguna de ellas; (dado que se presupone siempre buena disposición para aceptar el razonamiento ajeno, no se plantea aquí el pro. blema de que uno cualquiera de los interlocutores «no quiera» entender al otro, o que tampoco quiera admitir como punto de partida que un mismo problema pueda ser planteado en diversos lenguajes que no son «traducibles» entre sí).

En mi opinión, en el caso concreto de la lectura de la tesina que nos ocupa, la falta de entendimiento entre las tres personas discrepantes, es decir, entre el profesor Vilá, la profesora Bolós y el autor de la tesina, hay que atribuirla a que, en su momento, el tesinando no supo argumentar con claridad a lo largo de su exposición los puntos que defendía en lo que respecta al concepto del paisaje, cosa por otra parte lógica en cierto sentido, pues la discusión se centró en un punto marginal al tema de la tesina.

Dada la significación de los críticos, profesores del departamento al que he estado vinculado cuatro años como estudiante, y al que, en un cierto sentido, me siento vinculado todavía debido a relaciones con miembros del mismo, me ha parecido absolutamente necesario efectuar una clarificación más detallada de mis puntos de vista en lo que respecta a la discusión de la tesina, con el fin de lograr a toda costa un entendimiento, no en el sentido de ponerse todos de acuerdo, sino más bien, en el de saber más claramente los posturas que cada uno defiende para lograr una mejor comprensión del objeto de la discusión.

Esto ha sido lo que me ha llevado a preparar el trabajo que sigue a continuación sobre el tema del paisaje y la ciencia geográfica. Los asistentes a la lectura de la tesina saben que el trabajo ya estaba en embrión, puesto que allí se adelantaron una serie de aspectos que aparecen también aquí, si bien más detalladamente.

Con el fín de clarificar posturas, es decir, de explicitarlas mejor, he intentado escoger un texto de la profesora Bolós, pués fué ella la que me puso reparos más graves a la argumentación desarrollada en la tesina respecto a la geografía del paisaje y a su concepto. El texto que me ha parecido más signifícativo, ha sido el de BOLOS (1975), no sólo porque resume muy bien toda una concepción de la geografía, sino también porque su crítica a la tesina se basa en mi opinión, en las ideas expuestas en ese trabajo.

Finalmente, he de decir, que ni el titulo elegido para el encabezamiento del trabajo, metafórico, como tantas cosas en nuestra disciplina, ni el haber tomado como base el texto de la profesora Bolós, significa en absoluto un intento de personalizar la polémica. En primer lugar, porque he escogido este texto por ser, en mi opinión, paradigmático de una concepción de la geografía dominante (aún) en nuestro país. En segundo lugar, porque aparecen también otros autores españoles que comparten tesis similares y son objeto de crítica. En tercer lugar, y, esto es de capital importancia, porque personalizar una polémica no es la manera más adecuada de entenderse con el interlocutor o con los interlocutores, y, ha de quedar claro, que ésta es la única meta que persigue este trabajo, la de lograr un entendimiento con mis críticos,... aunque sea en la discrepancia
 

GEOGRAFIA REGIONAL Y DEL PAISAJE E HISTORICISMO

Es este primer capítulo se trata de resaltar, aunque de una manera muy somera, la relación existente entre la corriente regional y paisajística de la geografía y el pensamiento predominante en las «ciencias del espíritu», en la época de la consolidación de lo que se conoce como corriente posibilista en la geografía (1).

De la misma manera que las «ciencias del espíritu» se afanaron, desde finales del siglo XIX, en fundamentar la peculiaridad del tipo de su explicación frente a las demás ciencias, también la geografía, en concordancia con el espíritu de la época, defendió la tesis -en contraposición a la anterior corriente geográfica «determinista»de que, en lo que respecta a su objeto, no se trata sólo de explicarlo, sino de comprenderlo en un sentido hermenéutico. A este tipo de comprensión, sólo puede llegarse mediante un conocimiento intuitivo o vivencial que no es transmisible.

Regionalismo e historicismo

En un sentido general, se denominan corrientes historicistas a aquellas que hacen particular hincapié en la historicidad de los fenómenos, en su carácter singular. En contraposición a la corriente ilustrada de la historia, en la cual subyacía la idea de un progreso ascendente de la humanidad va a aparecer en Alemania, unida a la figura de Herder, otra idea de la historia totalmente diferente. De lo que se trataría ahora, no sería de la búsqueda de los rasgos generalizadores que pueda tener el pasado, sino de resaltar el carácter peculiar de las colectividades, de las épocas.

Desde el punto de vista epistemológico, el aspecto diferenciador de las explicaciones historicistas en relación con otro tipo de explicaciones cientificas, es su búsqueda del «sentido», de la historia, el cual no puede obtenerse de no existir una relación empatética entre el sujeto y su objeto de estudio.

Diversos autores, entre los que destacan BARTELS (1968, págs. 9-73 y 121-137), HARD (1973, págs. 226-23G) y CLAVAL (1974, págs. 63-91), han señalado el paralelismo entre esta corriente de pensamiento historicista y el regionalismo geográfico. De manera similar al historiador, el cual cree posible la comprensión de todos los vínculos que ligan a una colectividad en una época determinada, el geógrafo regional aspira también a captar la conexión total que une a todos los elementos localizados en un área determinada de la superficie terrestre. Esto es muy importante para él, pués sólo tras haber logrado captar esta conexión está en condiciones de poder alcanzar la meta perseguida: la determinación del «carácter» de la región. Según ésto, aunque el geógrafo se ocupa durante su trabajo con elementos aislados de su objeto de estudio, lo hace únicamente porque éstos forman parte del «todo» o de la «totalidad» regional. Esto nos lleva al problema del holismo y de su relación con la geografía del paisaje que es lo que trataremos a continuación.
 

Holismo, historicismo y geografía del paisaje

Etimológicamente, el término holismo procede del griego y quiere decir «todo», «entero» o «completo». De acuerdo con esta signifícación, han sido consideradas como concepciones holistas aquellas que concebían el objeto de su estudio como una «totalidad», relegando a un segundo plano el que ésta «totalidad» estuviese compuesta por una serie de elementos individuales.

Según sean o no partidarias de la aplicación de los métodos de la física a las ciencias sociales teóricas, POPPER (1973, págs. 31-33) clasifica a las escuelas científicas en «proto-naturalistas» o «positivistas» y en «anti-naturalistas» o «negativistas». Para los historiadores, y. de acuerdo con su punto de partida. los mé., todos de las ciencias naturales no pueden utilizarse como herramientas de trabajo para dar una explicación a los fenómenos sociales. En lugar de utilizar un método de trabajo que proceda a analizar por separado los diversos componentes del objeto de estudio, habría que proceder a estudiarlo «global mente» (Popper lo denomina holísticamente). La razón de este proceder estriba en el tipo de conocimiento diferente al que aspira el holista, el cual se fundamenta en la peculiar consideración de su objeto de estudio como un «todo». Este objeto de estudio «es más que la mera suma total de sus miembros, y también es más que la mera suma total de las relaciones meramente personales que existan en cualquier momento entre cualesquiera de sus miembros». (POPPER, 1973, pág. 31). (2).

En nuestra opinión, este contexto de ideas holístico-historicistas, en auge a finales del pasado siglo, influyó notablemente en el desplazamiento de la corriente «determinista» en la geografía, ayudando a consolidar lo que se denominó posteriormente como enfoque regional.

Dentro de este enfoque, el geógrafo estaba interesado en el estudio de áreas concretas sobre la superficie terrestre. las cuales poseían un determinado «carácter» debido a una particular interacción del hombre con el medio que le rodea. Partiendo de lo fisonómicamente visible en el paisaje, el geógrafo intentaba dar una explicación -en el sentido mencionado al principio de este trabajo- a su peculiar impronta. El objeto de estudio del geógrafo, el paisaje o la región, era considerado como una «totalidad» y, por lo tanto, aquel se veía obligado no sólo a explicarlo, sino también, a comprenderlo hermeneúticamente. Este último aspecto es fundamental, pues sólo mediante esta comprensión podía captarse el «sentido» del paisaje o de la región objeto de estudio. A este conocimiento particular del objeto de estudio del geógrafo se llegaba sólo en la denominada «síntesis» geográfica, siendo ésta la verdadera labor distintiva del trabajo del geógrafo frente al de los demás especialistas que, en el caso de ocuparse del mismo objeto, lo hacían analíticamente.
 

CUATRO TESIS ACERCA DE LA GEOGRAFIA REGIONAL Y DEL PAISAJE

La esquemática introducción del capítulo anterior. nos ha servido para poner de manifiesto las relaciones entre la geografía como ciencia idiográfica y sintética con el historicismo como corriente de pensamiento y, por lo tanto, para resaltar su concordancia con el espíritu de la época.

Hasta hace unos treinta años, la geografía, -como ciencia que asegura poseer un objeto de investigación, a saber: los «paisajes» y las «regiones», que la diferencian de las demás-, ha intentado dar una explicación al problema de las relaciones entre el hombre y la naturaleza a través de lo «concreto», es decir, sin abandonar la fenomenología concreta de su objeto de estudio, y utilizando para ello los conceptos de «región» y de «paisaje».

Para la geografía, que, en nuestra opinión, participa de las tesis de lo que se ha denominado como «realismo conceptual» o «esencialismo», su objeto de estudio es «real», y, a su conocimiento, sólo puede llegarse de una manera particular: a través de un procedimiento inductivo -pues la ciencia empezaría con la observación de la realidad, y, el conocimiento de ésta, es el resultado de una interacción entre el sujeto cognoscente y el objeto conocido, aunque el papel del sujeto en el proceso de conocimiento es el de mero receptor de lo que le diga su «realidad» objeto de estudio-, y a través de la «síntesis» geográfica final en la que se «ensamblan» y «se da vida» a los resultados «parciales» del análisis. El acceso al conocimiento del objeto de estudio sólo puede lograrse mediante la vivencia del mismo, por lo que es imposible transmitírselo a los demás. Este tipo de conocimiento no es, pues, un conocimiento intersubjetivo.

Presentamos a continuación. en forma de breve tesis para la discusión, lo que, en nuestra opinión, constituyó y constituye el núcleo de la concepción geográficoregional y paisajística. A cada tesis le acompañan una serie de citas que la apoyan: unas están tomadas de geógrafos alemanes c1ásicos y nos dan la pauta general de la argumentación. Estas citas proceden de un anexo a la ponencia estudiantil presentada en el congreso alemán de geógrafos celebrado en Kiel el año 1969, y no pudieron publicarse en Geo-crítica, (LUIS, 1978), por razones de espacio. Otras citas quieren señalar hacia el marco concreto de la geografía española, habiendo escogido paradigmáticamente para ello, por su autoridad y magisterio indiscutibles, los trabajos del profesor CASAS TORRES (1957), (1964) y (1971). La claridad con la que este autor expone sus planteamientos, nos servirá más ade. lante para hacer una comparación entre ellos y los de otros geógrafos españoles. con el fin de analizar sus diferencias. (3).

Tesis 1."Los «paisajes» y las «regiones», -los cuales existen desde siempre y están anclados en la realidad misma, es decir, son «reales»,constituyen el objeto específico de la investigación geográfica.

«El, (el paisaje). forma la síntesis de todos los elementos geográficos, la corona de la descripción geográfica (BANSE, 1923, pág. 10).

«Según nuestra concepción, el paisaje es una realidad. Ahora bien, cuando dos científicos delimitan de una manera diferente el mismo paisaje, entonces, las causas de esto no radican en el paisaje, sino en los errores que hayan podido pasarse por alto en su captación». (SCHULTZE, 1955, págs. 294-295).

«Lo que queda como geografía, lo une la idea de paisaje». (SCHMITHUESEN, 1964, pág. 21).

«En la bibliografía alemana se ha impuesto desde hace decenios cada vez más la formulación de que «el paisaje» es el objeto verdadero de la geografía». (NEEF), 1967, pág. 22).

«El objeto propio de su estudio (de la geografía), donde tiene lugar la síntesis, es la región, o como prefieren llamarla los alemanes -con un contenido muy distinto del corriente- el paisaje». (CASAS TORRES, 1964, pág. 9).

«La Geografía (me recordaba el profesor Boesch, citándome a Cholley, en un viaje por el Pirineo de Aragón, hace más de veinte años) es el estudio razonado de la superficie terrestre». Ciencia de la región, dijeron los franceses sesenta años antes de Isard; ciencia del paisaje, desde la época de Passarge». (CASAS TORRES, 1971, pág. 9, cursivas A. L.).

«Por otra parte, como recordaba sagazmente Labasse, la región ya existe, se trata de reconocerla, no de inventarla. Por eso los modelos matemáticos son muchas veces elaboraciones «in vitro» y lo que resulta de ellas en el mejor de los casos son «regiones de tubo de ensayo», que pueden tener de todo menos de geográficas. Son el fruto lógico de quienes trabajan sobre cifras, encerrados entre las cuatro paredes de un despacho, sin contacto con la realidad viva de cada región. (CASAS TORRES, 1971, pág. 9, cursivas A. L.).

«Es cierto que en este momento la confusión de ideas acerca de lo que es o para que sirve la geografía es tal vez mayor que nunca, pero, sin que esto sea cerrar ninguno de los caminos nuevos, que también tan prometedoramente se abren para nuestra ciencia, puede bastar para disipar cualquier duda, recordar las viejas verdades de siempre: la geografia, ciencia de la región y del paisaje, estudio razonado de la superficie terrestre, ciencia de síntesis, ciencia del espacio, de unos espacios concretos e irrepetibles organizados por el hombre en sociedad, asentado sobre ellos, según sus técnicas». (CASAS TORRES, 1971, pág. 10, cursivas A.L.).

Tesis 2.«La especificidad de la geografía como ciencía, está garantízada no sólo por la posesíón de un objeto propio de investigación, sino, también, porque la geografía aspíra a un conocimiento cientifico «total» del mismo. El «paisaje» y la región», son «totalidades».

«La región forma para el geógrafo una totalidad, es decir; un complejo cuyos miembros tienen significación exclusivamente en relación con el todo, y, por ello, sólo pueden considerarse bajo este punto de vista». (LAUTENSACH, 1933, pág. 30).

«El paisaje se asimila a una alfombra: su tejido básico, la naturaleza; su acoplamiento variopinto, la acción humana. Soltemos sus hilos aislados y sus nudos, probemos su material, su desarrollo, su importancia para la alfombra entera; así, de una manera tan sencilla trabajamos nosotros, valorando los resultados regionales de las ciencias auxiliares geográficas. Si, por el contrario intentamos conocer la totalidad de la alfombra con todas las muestras diversas en su surgimiento, en su estructura actual, en su sentido (Sinn) y en su totalidad (Zweck), entonces, trabajamos de una manera propiamente geográfica, paisajística». (CAROL, 1952, pág. 18).

«Ahora bien, todos estos aspectos de las ciudades (la situación, las funciones, la calidad de la población, su dinamismo y su emplazamiento, A. L.) son totalmente del dominio del geógrafo, que es quizás el único capacitado para estudiar y para aprehender la íntima trabazón o unidad que los liga formando la ciudad, recomponiendo en su mente la ciudad viva con todos los elementos que el análisis previo ha puesto sobre su mesa de investigador». (CASAS TORRES, 1957, pág. 264).

«Su misión (la de la geografía, A.L.) es volver a unir en una visión de conjunto, mostrando la íntima relación que existe entre ellos, los múltiples fenómenos que han analizado separadamente las ciencias -desde su punto de vistaauxiliares». (CASAS TORRES, 1964, pág. 8, cursivas A.L.).
 

Tesis 3." La geografía regional y del paisaje pretende comprender todo lo exístente sobre la superficie terrestre en una conexión total. Debido a que no puede realizar esto metódicamente, recurre a una visión íntuitiva del paisaje.

«El conocimiento del paisaje (...) depende de muchos momentos. Pese a que con la mera formación científica se fracasa totalmente, sin embargo, es necesaria como presupuesto para el conocimiento y la diferenciación de las líneas básicas geográficas. Para el conocimiento del paisaje tiene que aparecer una capacidad artística, la capacidad de conocimiento intuitivo, de una comprensión afectiva que se dirija hacia el todo viviente y no hacia la investigación intelectual de las partes aisladas». (BANSE, 1923, pág. 11).

«La descripción de los fenómenos externos, de la imagen del paisaje, sin la aclaración del contenido que determina en última instancia la apariencia externa, es, sin lugar a dudas, a-científica, y significa la renuncia al conocimiento geográfico». (NEEF, 1967, pág. 32).

«Es verdad que el análisis reduce en principio la totalidad, que cambia el complejo en sus partes, pero como la Gestalt no es la suma de sus partes, a partir de esta suma no puede obtenerse de nuevo, sin más, la realidad geográfica». (NEEF), 1967, pág. 45).

«Pero esta síntesis final que es el paisaje geográfico, es también para nuestra ciencia su gran dificultad. Porque a penetrar en la delicada trama de un paisaje solo se llega, tras un largo análisis previo, por un esfuerzo personal de síntesis, y esta síntesis, que surge a veces como una llamarada de luz en la mente del investigador, resulta luego imposible de transmitirla intacta, tal como se ha producido, a los demás». -Pese a nuestros esfuerzos por comunicar esta síntesis intacta a nuestros alumnos», nos sigue diciendo el profesor Casas Torres, la realidad es que éstos «no llegan a comprendernos del todo hasta que se enfrentan por sí mismos con los paisajes y los problemas». (CASAS TORRES, 1971, pág. 9, cursivas, A. L.).

«Esta dificultad de transmitir una síntesis geográfica es también una de las cosas que la hacen más atractiva. La geografía más que ninguna otra ciencia se «recrea» cada vez en la mente de los jóvenes geógrafos, y así, sin dejar de ser la más objetiva de todas las ciencias, tiene sin embargo algo de cada uno de los que la cultivan». (CASAS TORRES, 1971, pág. 9, cursivas, A.L.).
 

Tesis 4.«Pese a que diversas disciplinas se ocupan con el mismo objeto de estudio que la geografía, no llegan a un conocímiento «total» del mismo debido a que lo tratan sistemátícamente. La tarea del geógrafo, es la de «sintetizar» los resultados de éstas ciencias sistemáticas con el fin de captar, por medío de esta síntesís, la «esencia» no transmisible del paisaje o de la región»

«Para el geógrafo, una región es más que la suma de los componentes que puedan obtenerse por un procedimiento analítico en una investigación de las ciencias especializadas». (LAUTENSACH, 1933, pág. 30).

«Las ciencias especializadas se dirigen en su mayoría hacia uno de los elementos del paisaje, (...) la suma de sus conocimientos no da, ni con mucho, una imagen adecuada de la realidad geográfica». (NEEF, 1967, pág. 22).

«y ésta es la misión de los geógrafos: cooperar a ese conocimiento, hacer la síntesis final, la -suma» de todas las ciencias parciales que se ocupan de la ciudad» (CASAS ORRES, 1957, pág. 270, cursiva A.L.).

«La geografía es ciencia de síntesis, localiza siempre -tiene siempre los pies sobre la tierray relaciona también siempre, recomponiendo la unidad vital de lo que previamente despiezó el análisis. En una palabra lo suyo es estar constantemente en contacto con la realidad, por eso a veces, ante ciertos «modelos econométricos», no se puede evitar el escalofrío que producen los experimentos «in vitro» con vísceras vivas». (CASAS TORRES, 1964, pág. 19, cursivas, A. L.).

Actualmente, nos dice Casas Torres, los economistas y matemáticos han «invadido» y «redescubierto. la región. Aunque en su opinión no pueda decirse que «en pura teoría no sea posible tener en cuenta en el análisis de una región todos los elementos, y todas las combinaciones de los mismos que la constituyen» -afirmación que Casas Torres parece poner en boca de los economistas matemáticos, pero que en nuestra opinión, ninguno la aceptaría, pués ellos no aspiran a explicar «toda la realidad, sin embargo, continúa el autor al que seguimos, «es evidente que en la práctica es imposible introducirlos todos en las ecuaciones de un modelo» (CASAS TORRES, 1971, pág. 9, cursivas, A. L.), cosa aceptada a nuestra entender por los «otros» científicos, pués no se lo plantean.
 

NEO-POSITIVISMO, GEOGRAFIA REGIONAL Y DEL PAISAJE, Y «NUEVA GEOGRAFIA»

Como hemos visto anteriormente, la geografía regional y del paisaje, en concordancia con la corriente de, pensamiento historicista dominante en el contexto de su consolidación, aspiraba a un conocimiento científico «total» de su objeto de estudio. La peculiariedad del tipo de su explicación frente a la proporcionada por las ciencias de la naturaleza, la justífícaba la geografía argumentando que su objeto de estudio era una «totalidad», y que, por lo tanto, no podía estudiarse analíticamente.

A continuación, se presenta brevemente la puesta en cuestión de este tipo de explicación. Partiendo de otra visión del mundo y de otro concepto de racionalidad, influenciado a nivel filosófico por la corriente del «positivismo lógico», la «nueva geografía» va a cuestionar la existencia de la geografía regional y paisajística aduciendo su escasa relevancia técnico-social.
 

La puesta en cuestión del tipo de racionalidad holista-historicista

En el trabajo antes mencionado de POPPER (1973, págs. 90-97), este autor resalta la ambigüedad de los holistas a la hora de utilizar el concepto de «un todo». Según su opinión, este concepto se ha empleado en dos sentidos muy diferentes: o bien para designar todas las facetas o propiedades de una cosa, poniendo énfasis en las relaciones existentes entre los elementos que constituyen el «todo», o bien ha servido para designar exclusivamente a una serie de aspectos, precisamente aquellos que daban al «todo» la apariencia externa de ser una estructura organizada.

El problema de los autores holistas radicaría en no haber visto la diferencia cualitativa que existe entre estas dos maneras tan diferentes de considerar al «todo». Animados por el éxito obtenido por los trabajos de la escuela psicológica de la Gestalt, la cual consideraba a su objeto de estudio como un «todo» en sentido restrictivo, los holistas intentaron dar una explicación científica a su objeto de estudio, a pesar de que éste era considerado como un «todo» en el sentido que ha sido mencionado en primer lugar. La aspiración a un tipo de conocimiento científico que no sea selectivo, es inadmisible para Popper, pues «si queremos estudiar una cosa, nos vemos obligados a seleccionar ciertos aspectos de ella». (POPPER, 1973, pág. 91).

Se esté o no de acuerdo con el núcleo de la filosofía poperiana, cosa que en este trabajo no se plantea, hay que reconocer que la consideración peculiar que el holista concede a su objeto de estudio, sea éste la sociedad, el grupo social, o, como veremos más adelante el paisaje, tiene importantes consecuencias metódicas.

Una de las características más importantes del conocimiento científico es la de la intersubjetividad, tanto de sus métodos, como de sus resultados. Esta es una condición que difícilmente pueden cumplir aquellos que parten de posiciones holistas, pues, debido a sus propios postulados de partida, al auténtico conocimiento de su objeto de estudio sólo se llega mediante una relación empatética del sujeto con aquél. La captación de la «esencia», de la «personalidad», del«espíritu» o del «carácter» del objeto de estudio del holista, no se logra mediante la fase de análisis del mismo -la cual vendría a ser la fase de trabajo intersubjetiva del científico holista-, sino que obtiene a través de la «síntesis». A ésta sólo se accede tras haber «valorado» cuidadosamente los resultados «parciales» del análisis. Dado que la síntesis no es deducible del análisis y que, además, es imposible transmitirla a los demás, la actividad científica del holista se convierte en «fantasía», en «fantasía» no controlable intersubjetivamente.

La contradicción interna lógica del holista es la siguiente: si bien es verdad que comienza postulando que su objeto de estudio es una «totalidad» y que, como tal, hay que tratarlo globalmente, no es menos cierto que en la primera fase de su trabajo se ocupa con elementos aislados de la «totalidad», y sin que sepamos cómo pueden pertenecer estos elementos aislados a la «totalidad», ya que el holista no la ha definido previamente. Vemos, pues, que el científico holista es incoherente en su práctica de trabajo con sus planteamientos teóricos. Por esto, y, si no se acepta el que la «totalidad» del holista es universal, no nos extraña que POPPER (1973, pág. 93) nos diga que el método holístico -y nosotros defenderemos después lo mismo para el método geográfico-, es una utopía, pues «necesariamente se queda en un mero programa. Nunca se cita ni un solo ejemplo de descripción científica de una situación social entera concreta». Este desfase, esta incoherencia entre la teoría y la práctica del geógrafo tradicional, va a ser puesto en cuestión por una nueva generación de geógrafos que se apoyan en los principios teóricos de la filosofía poperiana. A continuación, presentamos muy brevemente, un ejemplo alemán de los mismos, con el fin de dejar claro la diferencia cualitativa entre las dos concepciones geográficas. (4).
 

La puesta en cuestión del tipo de racionalidad historicista en la geografía.

Para dar una idea de estas críticas desde la perspectiva alemana, puede servirnos de apoyo la figura de Dietrich Bartels, pues con su trabajo de habilitación a cátedra (BARTELS, 1968), planteó explícitamente el problema de la necesidad de poner en concordancia los fundamentos de la Geographie des Menschen con la teoría analítica de la ciencia.

En el trabajo de este autor que vamos a utilizar aquí (BARTELS, 1975), publicado en alemán en el año 1970 y con la ventaja de estar traducido al castellano, este autor nos presenta un; modelo de racionalidad creciente construido en base a cuatro fases, escalones o aspectos de la realidad: el de la racionalidad instrumental, el de la toma de conciencia de la importancia de los paradigmas que se comparten en la experiencia personal de la realidad, el de la critica metateorética y el de la planificación de la investigación como necesidad. Mediante un breve resumen de los dos primeros escalones de este modelo, se pretende poner de manifiesto la importancia del cambio cualitativo de perspectiva que se operó en la geografía con la aparición de la corriente «cuantitativa» o «teórica». (5).

La racionalidad instrumental. Hoy en día, se admite como válida la tesis de la gran importancia que tuvieron en las ciencias sociales los planteamientos teóricos y los métodos de trabajo utilizados por las ciencias naturales como estimuladores de nuevos enfoques a la hora de abordar los problemas con los que se enfrentaban. Bajo su influencia, fue extendiéndose la idea entre muchos científicos sociales de que, al igual que aquéllas, también las ciencias sociales tenían que aspirar a la búsqueda de un conocimiento de tipo general válido universalmente. La geografía no fue una excepción, pudiéndose ver ya en el artículo de SCHAEFER (1953). la defensa apasionada de que el único ideal posible de cientificidad era el de las ciencias naturales. Como consecuencia de esto, si la geografía quería de verdad convertirse en una ciencia moderna, entonces tenía que abandonar necesariamente sus planteamientos idiográficos y aspirar a un conocimiento nomotético.

Esta revolución anti-idiográfica que fue el movimiento cuantitativo en geografía, se caracterizó en la primera etapa por la defensa de una serie de tesis:

-La aceptación de la posibilidad -y de la necesidadde la aplicación de teorías y métodos de las ciencias de la naturaleza a las ciencias sociales, con lo cual se rompía otra vez el clásico dualismo entre unas y otras ciencias.

-El papel principal de la teoría en la explicación científica, frente al relegamiento de la misma en la geografía tradicional.

-La confianza casi ciega en la objetividad de la ciencia siempre que se cumpliesen una serie de requisitos, entre los cuales se encuentra el de la intersubjetívidad del resultado del conocimiento científico y la posibilidad de una comprensión racional de los métodos que se han seguido para llegar a tales resultados.

Las diferentes formas de entender la teoria en la «vieja» y en la «nueva» geografia. Dentro del objetivo que nos ocupa, es de capital importancia que nos detengamos a analizar la manera tan distinta de entender la teoría en la geografía tradicjonal y en la geografía «teórica» o «cuantitativa». (6)

El trabajo de BARTELS (1975) antes mencionado, señala claramente la importancia de este problema. Para el racionalista instrumental, las teorías son «sistemas de carácter cognoscitivo, amplios y aplicables con generalidad» (página 47) que poseen básicamente dos propiedades: tienen que ser lógicamente coherentes y han de permitir su traducción a un lenguaje operacional.

Frente a esta concepción instrumentalista de la teoría, la cual está orientada hacia la manipulación del mundo exterior, de la realidad, Bartels señala la existencia de otra manera de entender la teoría. Aquí, ésta aparece como la «extensión de los idealizados fundamentos de una interpretación reflexiva del mundo». (1975, págs. 48-49).

Dentro de esta concepción, los geógrafos clásicos, para los cuales «la apariencia externa del mundo es una expresión directamente visible de la unidad subyacente de la naturaleza y el espíritu» (pág. 48), no sólo han intentado buscar la «esencia» del paisaje, sino que, también, han ido articulando estas unidades paisajísticas en lo que se ha denominado como el sistema de la geografía. En él, las diversas unidades del paisaje no sólo se diferenciaban cuantitativamente, sino que también eran distíntas cualitativamente.

La geografía clásica ha intentado asimilar el nuevo planteamiento de la geografía que se fundamentaba teóricamente en la teoría analítica de la ciencia. Sin haber comprendido del todo la diferencja cualitativa de los dos enfoques en lo que se refiere a la teoría del conocimiento, el geógrafo tradicional ha intentado incorporar a su trabajo los aspectos meramente técnicos de la geografía analítica, con la esperanza de poder realizar mejor la «síntesis» tradicional a la que no se renunciaba en absoluto.

El nominalismo metateorético. Bien sea por la creencia en la posibilidad de delimitar c1aramente lo «científico» de lo «no científico», o por la ontologización de la teoría como horizonte total de vida, el geógrafo clásico y el que trabajaba dentro de un contexto teórico neo-positivista en su primera fase, coincidían en un punto: ni uno ni otro se planteaban el problema de la influencia para su actividad científica de las convicciones básicas, de las perspectivas del mundo de que partían.

Esta toma de conciencia da lugar a dos tipos de actitudes que Bartels señala como el relativismo científico y el nominalismo metateorétíco. El relatívista científico, reduce el problema de las diferentes concepciones científicas a un problema de comunicación, por lo cual «deja sin explicar el problema metateorético». El científico relatívista sería un «traductor» que se afana en buscar un «lenguaje» que permita la comunicación entre los miembros de una comunidad con ideas divergentes. Frente a esta postura del relatívismo científico, el nominalismo metateorético «intenta sistematizar varias perspectivas del mundo como puntos de partida» y, en función de ellas, analiza su práctica de investigación intentando mostrar la coherencia que existe entre sus resultados y los presupuestos que los guían. (BARTELS, 1975, pág. 52).
 

CUATRO TESIS ACERCA DE LA NUEVA GEOGRAFIA DEL PAISAJE

A lo largo del capítulo anterior, hemos visto como el tipo de explicación historicista ha sido cuestionado en base a planteamientos que se apoyan en la teoría analítica de la ciencia. Básicamente, nuestra atención se ha dirigido hacia dos puntos: hacia la idea de que pueda aspirarse a un conocimiento científico moderno de un «todo», de una «totalidad» tal y como la geografía tradicional considera a su objeto de estudio; y hacia la manera cualitatívamente diferente de entender el papel de la teoría en la explicación científica por parte de la «vieja., y de la «nueva» geografía.

Por otro lado, nos estamos esforzando en dejar claro a través de la estructuración del trabajo y de las citas seleccionadas, que la geografía regional y del paisaje era concordante con un Zeitgeist particular, el del idealismo filosófico, mientras que la «nueva geografía» parte de otra visión del mundo y está en concordancia con otro Zeitgeist. El mundo exterior, la realidad, se ven a través de nuevas «gafas»: las que corresponden a la corriente filosófíca neo-positivista.

Esto quiere decir que al analizar las causas que han motivado la sustitución del paradigma clásico por el neopositívista en la geografía, no debe fijarse uno exclusivamente en su mayor o menor «científicidad» en abstracto, pues, como muy bien apuntaba EISEL (19701, pág. 17), los enemigos de la geografía regional y del paisaje «no podían romper la inmunización de los defensores mediante la lógica formal o señalando hacia los métodos analítico-empíricos, ya que estos defensores se apoyan explícitamente en un punto de partida irracional» en lo que respecta a la teoría del conocimiento: la necesidad de una capacidad personal individual para poder acceder al auténtico conocimiento de su objeto de estudio.

Por ello, el triunfo de la «nueva geografía» hay que entenderlo dentro del marco más amplio de la nueva función social que ha de cumplir esta ciencia dentro de la sociedad en la que está insertada, si es que quiere seguir sobreviviendo: por una parte, ha de ser capaz de suministrar un tipo de conocimiento que pueda ser aplicable técnicamente, con lo que tenemos ya una diferencia importante con la geografía tradicional. Por la otra, ha de seguir enmascarando la realidad, pero de una manera que sea funcional a un tipo de sociedad muy dife. rente a la que dio origen al surgimiento de la geografía tradicional: una sociedad capitalista altamente desarrollada.

Con el fin de poder adecuarse a estas nuevas exigencias, la «nueva geografía», al reducir la sociedad a naturaleza, rompe con el paradigma tradicional de la disciplina en tanto que es capaz de dar una explicación al problema de las relaciones hombre-medio, abstrayéndose de su fenomenología concreta.

Mediante este reduccionismo de la sociedad a naturaleza abstracta en el caso de la geografía cuantitativa y mediante la eliminación de la naturaleza al incorporarla al individuo como parte de su subjetividad percibida tal y como sucede en la geografía de la percepción, la geografía está ya en condiciones de poder tratar y experimentar formalmente a la sociedad, verificando científicamente la racionalidad del mundo real: la sociedad capitalista.

Una vez vista en los tres primeros capítulos la diferente fundamentación de la geografía clásica y de la geografía analítica, estamos en condiciones de presentar al lector, tomando como paradigma el artículo de Bolós señalado al comienzo de este trabajo, la fundamentación de una nueva concepción de la geografía del paisaje que empieza a difundirse en nuestro país. De manera similar a como se ha presentado en el capítulo segundo de este trabajo, se expondrán en forma de breves tesis para la discusión lo que, en nuestra opinión, constituye lo esencial de esta corriente, para pasar a realizar una valoración personal de la misma en el capítulo quinto y último de este trabajo.

Con el fin de que el lector pudiera tener una referencia que le señalase los puntos básicos de la geografía española, introducimos ya en el capítulo segundo, también como paradigma, una serie de citas de los trabajos de CASAS TORRES (1957), (1964) y (1971). Lo interesante de una comparación de la argumentación de estos dos autores, es su coincidencia pese a que, este último, se encuentra dentro de la corriente de la geografía tradicional y. la primera, propone una ciencia del paisaje nomotética de nuevo cuño.

Tesis 1..: La fundamentación de la geografía como disciplina diferenciada en base al antiguo concepto del paisaje, era errónea. Pese a esto, en el nuevo concepto del paisaje que se propone, éste se entiende también de una manera esencialista -como «realidad»y como objeto exclusivo de la geografia.

Aunque se reconoce la importancia de los estudios del paisaje iniciados por Passarge a comienzos del siglo actual, «en un intento de encontrar un objeto propio para la ciencia geográfica» (Bolós, pág. 93, subrayado A. L.), están bien claras para la profesora Bolós sus insuficiencias. Esto es así, porque «dentro del campo de la geografia tradicional, la palabra paisaje... ha tenido un sentido restringido referido exclusivamente a los aspectos fisonómicos de los diferentes elementos geográficos». No extraña, pues, que apoyándose en VILA (1968) nos diga a continuación que, justamente, estos trabajos han podido ser considerados como «muy geográficos, pero de poca profundidad, exclusivos y limitantes». (BOLOS, 1975. pág. 93, cursivas A. L.).

«A partir de mediados del presente siglo se ha experimentado un renacimiento de los estudios de paisaje gracias a un enfoque totalmente nuevo», en el que habrían in. fluido, según Bolós, ciencias como la ecologíai la geomorfología, la botánica, «así como la aplicación de los conceptos estructuralistas de larga tradición en las ciencias biológicas». (BOLOS, 1975, pág. 94, cursivas A. L.).

«...con la definición de estas realidades que son las unidades complejas espaciales se llega a un objeto exclusivo para esta ciencia...». (BOLOS, 1975, pág. 103, cursivas, A.L.).

Tesis 2..: Al poderse aplicar al complejo geográfico las nociones de estructura y de sistema, la geografia se convierte en una ciencia nomotética.

El estructuralismo, como corriente cultural que «se opone al asociacionismo y al atomismo y concibe a sus objetos de estudio como estructuras formadas por elementos solidarios entre sí o cuyas partes son funciones unas de otras» (pág. 96), ha tenido gran importanc~a en -la nueva idea del paisaje» (págs. 95-96, cursivas A. L.). Al poder aplicar -a toda realidad compleja, y, por consiguiente, al complejo geográfico» la noción de estructura y de sistema utilizada ya con éxito en otros campos, « a partir de aquí se puede llegar fácilmente a la construcción de modelos y al establecimiento de leyes generales, dando a la geografía un carácter muy parecido al de las demás ciencias de la tierra». (BOLOS 1975, pág. 96, cursivas A. L.).

Tesis 3..: Pese a que se pretende haber alcanzado el status de una ciencia nomotética, la nueva ciencia del paisaje quiere seguir fundamentando su especificidad no sólo en la posesión de un objeto caracteristico, sino también, en su aspiración a un conocimiento «total» del su objeto, El nuevo paisaje se entiende también como «totalidad».

«Como fruto de esta larga evolución de las ciencias próximas se ha llegado al nuevo concepto del paisaje global o geográfico» que nos permite «captar la realidad sin disociarla». (pág. 96, cursivas A. L.).

«Como ya hemos indicado más arriba, las unidades de paisaje no son el resultado de la suma de elementos...». (pág. 101, cursivas A. L.).

Tesis 4".: Pese a que diversas disciplinas se ocupan del mismo objeto de estudio que la geografia, no llegan a un conocimiento «total» del mismo, pues lo tratan sistemáticamente, sectorialmente o analiticamente. La geografía es una ciencia de «síntesis», y la tarea del geógrafo es la de «armonizar» los resultados de las ciencias sistemáticas con el fin de captar, en este caso, la «esencia» del paisaje integrado.

En lo que respecta,al paisaje, dice Bolós siguiendo a SORRE (1950, pág. 6), el problema básico es que éste -es un complejo de imágenes que el geógrafo disocia para hacerlo inteligible. Resolviendo esta interconexión, hace desaparecer la unidad del mundo viviente. Se pone en peligro de matar la vida si no se encuentra la forlmi de corregir los abusos del análisis. (BOLOS, pág. 96, cursivas A. L.).

«...las unidades de paisaje no son el resultado de la suma de elementos y, por consiguiente, no podrá utilizarse para su delimitación métodos básicos sectoriales independientes y superpuestos a posteriori». Esto es así para Bolós, porque con ellos «nunca se llegará a precisar los' límites de estas unidades nuevas, distintas, verdaderas estructuras y sistemas que ¡aparecen claramente en el paisaje y que se captan en cualquier fotografía». (BOLOS, 1975, pág. 101, cursivas A. L.).

Aunque en lo que respecta al conocimiento de las estructuras y sistemas formados por las unidades de paisaje no pueda decirse, según Bolós, que «los análisis sectoriales (analíticos, A. L.) no constituyan una poderosa ayuda», sin embargo, el tipo de conocimiento proporcionado por estos enfoques no es suficiente para ella, pues es necesario un trabajo en equipo que estudie a fondo «la diversidad de elementos geográficos». (BOLOS, 1975, pág. 101, cursivas A. L.).

Ahora bien, la composición de este equipo ha de ser algo especial, pues «es tan importante la visión integrada de conjunto que se hace imprescindible la máxima cohesión del mismo», cosa a la que, en opinión de Bolós, «difícilmente los equipos interdisciplinarios podrán llegar a ella». Esto es debido a que «los cultivadores de una ciencia de modo exclusivo no pueden, normalmente, librarse de sus estructuras mentales (!!!, A.L.) y llegar a la selección de los problemas que realmente interesan a la visión integrada del espacio geográfico». (BOLOS, 1975, págs. 101-102, cursivas A. L.).
 

NEO-GEOGRAFIA DEL PAISAJE Y CRISIS DE LA GEOGRAFIA ESPAÑOLA

Mediante la estructuración de todo este trabajo y con su exposición en forma de tesis para la discusión en el capítulo anterior, hemos querido dejar clara la contradicción interna en el nivel de la argumentación racional de la corriente geográfica dentro de la cual se inserta el texto de Bolós. Para ello, nos hemos ayudado con la presentación en el capítulo segundo, como paradigma de la geografía clásica, de una serie de citas de trabajos del profesor Casas Torres en las que puede verse la coherencia interna de su discurso, aunque otra cosa sería si confrontásemos el discurso de este autor y la realidad cotidiana de su trabajo científíco. Según Casas Torres, la razón de la supervivencia de la geografía se basa en la posesión de un objeto específico de investigación en tanto que es tratado de una manera particular, idiográfícamente.

Dado que no se trata aquí de plantear el problema de la validez o no de este tipo de conocimiento para fundamentar un trabajo científico empírico moderno (predictivo), hay que reconocer que si se admite la idea base de que el paisaje es una «totalidad», y que, como tal, un mero conocimiento analítico no es suficiente para darnos el «sentido» del mismo -que es lo que se busca en última instancia-, su texto presenta una coherencia interna, La especificidad de la geografía radicaría en la elaboración de la «síntesis» geográfica, la cual nos proporcionaría un tipo de conocimiento superior al que nos hubieran dado las demás ciencias sistemáticas.

En nuestra opinión, no puede decirse lo mismo de la corriente de pensamiento geográfico representada por el trabajo de Bolós. Esto es así, porque con este trabajo se aspira a dos metas que no son compatibles entre sí: a la conversión de la geografía del paisaje en una ciencia empírica moderna y a la conservación del núcleo básico de los elementos de la geografía tradicional, ya que los defensores de esta corriente saben muy bien que es aquí en donde radica la especificidad de esta ciencia.

El intento que hacen algunos de convertir a la geografía del paisaje en una ciencia que aspire al conocimiento de lo general es desafortunado, pues pasa por alto que esto es incompatible con un concepto esencialista del paisaje como el que proponen y con la pretensión de un conocimiento «total» del objeto de su estudio, en contraposición con el tipo de conocimiento que persiguen las demás ciencias nomotéticas. Si se defiende la tesis de convertir a la geografía del paisaje en una ciencia nomotética, no podemos entender porqué se aspira a un tipo de conocimiento que es metafísico, ya que no es inter-subjetivamente comprobable; y, si se defiende la tesis de que el objeto de la geografía es una «totalidad» y que, como tal, necesita de un tratamiento muy especial, es difícil compaginar esto con el querer convertir a la geografía en una ciencia nomotética. A lo largo de las páginas que siguen planteamos el problema relacionado con la imposibilidad de defender simultáneamente estas dos tesis: la de definir a la geografía como una ciencia que aspira al conocimiento de lo general, y la de la pretensión de hacer esto sin abstraerse de lo concreto del objeto de estudio, con un concepto del paisaje como el propuesto por la profesora Bolós. Como negativo de estas dos tesis, esperamos que quede claro lo siguiente: la imposibilidad de querer hacer de la geografía una ciencia empirica y, a la vez, una ciencia especial.

Tanto los textos que hemos elegido como representativos de la geografía clásica, como el que nos ha servido de prototipo para señalar los puntos básicos de la «nueva» geografía del paisaje que está empezando a ser introducida en España, poseen un carácter metodológico claro. Debido a que todo trabajo de esta clase «se coloca precisamente allí donde promete éxito, a que responde a una situación disciplinaria singular e individualmente interpretada, y a que anticipa una reacción específica de aquellos a los que va dirigido, sin que el autor tenga siquiera que explicar esto y, sin necesitarse incluso que su autor sea particularmente consciente de esto» (HARD, 1977, pág. 139), intentaremos hacer una lectura en paralelo de los dos niveles de argumentación que posee el texto que hemos tomado como paradigma de la «nueva» geografía del paisaje: el nivel racional que, al no haber sido explicitado claramente, habrá que intentar interpretarlo, y el nivel estratégico-institucional, que, pese a no estar tampoco claramente expuesto es, en nuestra opinión, el más importante, ya que su premisa metafísica base, a saber, la de que ha habido, hay y tendrá que haber siempre una geografía diferenciada como ciencia, es la responsable de la contradicción interna de la argumentación racional. En el fondo, toda la argumentación de los defensores de esta corriente geográfica descansa sobre esta premisa que, en el texto que nos ocupa es elevada, no citándola nunca, a categoría de dogma. Para estar de acuerdo con su aportación, hay que tener esa «fe»; si, como en el caso nuestro, no se tiene, las tesis que defiende esta corriente son insostenibles.
 

El proceso de la argumentación racional en la neo-geografía del paisaje.

El problema que se plantea al analizar los textos metodológicos de esta «nueva» geografía del paisaje, es que no sabemos exactamente de qué presupuestos parte debido a la vaguedad con que están formulados. Salvo generalidades que pueden interpretarse de cualquier manera y que, por lo tanto, están inmunizadas contra toda crítica ya que no dicen nada, no aparecen en ellos una explicitación de las «gafas» a través de las cuales se puede llegar al conocimiento de las unidades complejas.

Realismo conceptual, «fórmulas vacias» y geografia tradicional. El problema de la escasa operatividad para el trabajo científico empírico planteado por las conceptualizaciones poco precisas, ha sido tratado por diversos autores. En su famoso trabajo «Sobre la proposición: el todo es más que la suma de las partes», NAGEL (1967, pág. 225) nos dice que «palabras como «totalidad» y «suma», en su uso corriente, son en su mayoría vagas y metafóricas; y hasta que no puedan precisarse sus significados, la valoración de las proposiciones que contienen es imposible frecuentemente».

En el caso de la geografía, este problema ha sido tratado extensamente por G. Hard, tanto en su trabajo de habilitación a cátedra (HARD, 19m, págs. 183190), como en un importante libro (HARD, 1973, págs. 35-43 y 20{),,226). Según este autor, lo específico de los trabajos metodológicos en la geografía tradicional a la hora de querer definir el objeto de ésta, ha sido la utilización de lo que él denomina como «fórmulas vacías». Palabras como «totalidad», «geo-sistema», «conexión total », etc., serían «fórmulas vacías» para un trabajo científico empírico, pues «hasta que no se indiquen las escalas de referencia, las cuales sólo podrían suministrarlas las perspectivas o los criterios de selección, estos conceptos están totalmente vacíos» (pág. 285, corresponde a una nota a pie de página.. recopiladas al final del libro), estribando la razón de esto en que todo concepto, toda conceptualización científica, posee un carácter relacional y selectivo.

Otro aspecto importante que nos dará elementos de juicio para poder ver el «negativo» de la argumentación racional del texto que hemos tomado como paradigma de la «nueva» geografía del paisaje, es el relacionado con lo que hemos denominado las «gafas» con las que el geógrafo ha estado planteándose diversas cuestiones de interés para su disciplina, es decir, problemas relacionados con el objeto, el método y las tareas de la ciencia geográfica.

Lo interesante para nosotros, no es el constatar la preocupación por este tipo de problemas y los intentos de solucionarlos, sino el tener presente que, como ya se ha expuesto en el capítulo segundo y, a diferencia de la «nueva geografía» que parte de posturas nominalistas, la geografía tradicional participa de la corriente de pensamiento que se ha denominado como «esencialista» o «realista». El rasgo distintivo del «esencialista» en lo que a la teoría del conocimiento se refíere, consiste en que confunde procesos de pensamiento y procesos reales, creyendo que ambos son una misma cosa, lo cual concuerda con su punto de partida empirista.

Neo-geografía del paisaje y esencialismo geográfico. Debido a que la «nueva» geografía del paisaje que empieza a difundirse en nuestro país no explicita claramente los presupuestos de sus análisis de la realidad, exponemos a continuación' -como hipótesis y siempre en base al texto que hemos adoptado como paradigma-, lo que creemos que es el núcleo de su argumentación:

1. Esta corriente geográfica parte de una concepción esencialista-idealista de la geografía. Como consecuencia de ello, al objeto de la geografía, el paisaje, es la realidad misma, toda la realidad.

La tarea de la geografía del paisaje integrado es -la definición de estas realidades que son las unidades complejas espaciales...». (BOLOS, 1975, pág. 103, cursivas A. L.).

.Los estudios del paisaje deben dirigirse actualmente óante todo, a problemas de carácter epistemológico y taxonómico, pero éstos necesitan el apoyo de los análisis directos de la realidad». (BOLOS, 1975, pág. 101, cursivas A. L.).

«Aparte de los estudios exclusivamente científicos, en los que el único objeto es el análisis del paisaje por si mismo, existe otro típo de estudios con finalidades de aplicación establecidas de antemano». (BOLOS, 1975, pág. 102, cursivas A. L.).

2. La idea de teoría que posee esta corríente, en el caso de que pueda decirse que exista, es de raíz idealista y, de acuerdo con la base esencialista de que parte, aspira a carptar la cesencia. del objeto de estudio. Esta cesencia» estaría dentro del paisaje, siendo la labor del geógrafo, precisamente, la extracción de la misma mediante un proceso laboríoso, cuya prímera condición, exige una relación empatética del sujeto con el objeto de su estudio.

En nuestra opinión, esto es coherente con la hipótesis avanzada en primer lugar, pues la «nueva» geografía del paisaje cree -al igual que la geografía clásica-, que el proceso de conocimiento es el resultado de la interacción de dos variables: el sujeto, al cual le corresponde un papel pasivo, el objeto al que se aspira a conocer de una manera «total». No se considera a este proceso de conocimiento como compuesto por tres variables: un sujeto A que conoce a un objeto B, pero sólo como algo, en función del marco teórico de la investigación.

3. Como esencialista, la cnueva» geografía del paisaje considera idénticas su visión del mundo y la cesencia» del objeto que va a investigar. Esta cesencia» del paisaje correspondería directamente a la estructura de la realidad.

En el caso del texto que utilizamos como paradigma, la mejor prueba de esto lo constituye el hecho de que, su autora, no haya planteado ni siquiera brevemente los presupuestos de los que parte, pues los considera de una manera absolutizada. Para todos los que se encuadran dentro de esta corriente de pensamiento, esto es coherente con su manera de pensar, pues no hay otros.

La «vacuidad formal de los conceptos de «estructura~ y «sistema~ en la neogeografia del paisaje. Es evidente que la contradicción de las metas a las que aspira esta geografía, explicitadas ya anteriormente, trae como consecuencia que los conceptos que utiliza poseen un grado tal de generalidad, que los inmuniza contra cualquier crítica. Esto puede verse si se analiza el tratamiento dado en el texto que comentamos a los conceptos de «estructura», «sistema» y «paisaje». Dadas las limitaciones de espacio, nos referiremos brevemente aquí a algunos de los problemas que plantea el tratamiento que su autora ha dado a los dos primeros, para ver con un poco más de detalle a continuación su «nuevo» concepto del paisaje.

Al lector interesado por la problemática de los conceptos de «estructura» y de «sistema», le chocará al enfrentarse con la lectura del trabajo que nos ocupa el escaso tratamiento que reciben los mismos (véanse págs. 96, 99 Y 101). Aunque pueda justificarse por la necesaria brevedad del artículo, no deja de ser lamentable que toda la polémica habida en torno al estructuralismo no haya merecido más que una extensión de cuatro líneas escasas. Con citar a Piaget, no es suficiente en absoluto y, las diversas interpretaciones de los dos conceptos en diferentes campos, como por ejemplo, el epistemológico, el metodológico o el filosófico, tampoco han merecido atención.

Pero quedan también otros problemas importantes: ¿cuál es la diferencia entre los dos conceptos? ¿Cómo se crean las nuevas estructuras en el paisaje? ¿Cómo se produce el cambio cualitativo de un sistema a otro? ¿Son también reales las estructuras y los sistemas? Como tenemos la impresión de que en el trabajo que utilizamos como paradigma de la «nueva» geografía del paisaje, tanto el sistema como los elementos del mismo se entienden en un sentido «realista», y no como abstracciones de la realidad en función de una perspectiva determinada, es necesario recalcar la imposibilidad de un enfoque sistemático no selectivo, es decir, que ni aún con el «nuevo» concepto del paisaje-sistema propuesto por Bolós -otra cosa sería si considerásemos el enfoque propuesto por STODDART (1965)-, se puede aspirar a un conocimiento empírico y a la vez global o "total» de la realidad. (A este respecto, véanse, entre otros, HARVEY (1969, pág. 451), HARD (1973, págs. 120-121), QUINTANILLA (1976, pág. 458).)

El «nuevo~ concepto del paisaje: otra fórmula vacia. El problema de la geografía a lo largo de toda su historia, en lo que se refiere a sus intentos por diferenciarse de las demás ciencias en base a la posesión exclusiva de un objeto, el paisaje, ha sido considerado por los geógrafos como un problema de definición. Dada la complejidad de la realidad, los geógrafos han intentado elaborar definiciones igualmente complejas de su objeto de estudio.

A continuación, presentamos una serie de definiciones del concepto del paisaje propuestas por geógrafos clásicos. Estas definiciones han sido seleccionadas de la revista GEO-grafiker, ya mencionada en el segundo capítulo de este

trabajo. Nuestra intención es resaltar con ellas la imposibilidad; de que, con este tipo de definiciones, pueda precisarse algo que sea objeto de trabajo científico empírico moderno debido, precisamente, a su total vacuidad.

El trabajo del texto que tomamos como representatívo de la «nueva» geografía del paisaje que se quiere introducir en España, puede encuadrarse perfectamente dentro de esta tradición, pues, en nuestra opinión, su autora no sólo cree que «con la definición de estas realidades que son las unidades complejas espaciales se llega a un objeto exclusivo para esta ciencia (geográfica, A. L., pág. 103, cursivas A. L.), sino que, como es lógico, ha elegido como definición del paisaje aquella que le parece «la más interesante y compleja» (pág. 96, cursivas A. L.), la del profesor Bertrand, que veremos más adelante. Es por esto por lo que tras las citas clásicas sobre la definición del concepto del paisaje, colocamos la «moderna».

rBajo un paisaje geográfico (...) entendemos una parte de la superficie terrestre que forma una unidad de carácter determinado según su imagen externa y la actuación conjunta de sus fenómenos, así como de sus relaciones situacionales externas o internas y que, en los límites de las fronteras naturales, geográficas, se transforma en paisajes de otro carácter». (TROLL, 1950, pág. 165).

«El geógrafo (...) quiere expresar con el paisaje (...) un área de la superficie terrestre con una fisonomía determinada y con una estructura causal determinada compleja». (SCHULTZE, 1955, pág. 291).

«Sin embargo, un pueblo que se extiende sobre una huerta al borde de una pradera con vacas, regada por un agua de manantial, con campos cultivadosl por hojas y algunos carros en los cerros colindantes, con monte bajo sobre la roca de gres de un valle colgante, con hileras de praderas al fondo y con una fonda en un antiguo molino de tanino en un arroyo rodeado de chopos, ésto, conjuntamente, puede representar ya los rasgos característicos de un paisaje». (SCHMITHUESEN, 1964, pág. 11).

«El paisaje... es la síntesis de la estructura de una parte de la geoesfera de un tamaño relevante geográficamente, en base a un enfoque total como unidad». (SCHMITHUESEN, 1964, pág. 13).

El paisaje es una porción¡ de espacio caracterizado por un tipo de combinación diná. mica, por consiguiente inestable, de elementos geográficos diferenciados -abióticos, bióticos y antrópicosque, actuando dialécticamente unos sobre otros, hacen del paisaje un conjunto geográfico indisociable que evoluciona en bloque tanto bajo el efecto de las interacciones entre los elementos que lo constituyen como bajo el efecto de la dinámica propia de cada uno de estos elementos considerados separadamente». (BERTRAND, 1969, pág. 197; citado según BOLOS, 1975, págs. 96.97).

En la ponencia estudiantil presentada al congreso de geógrafos alemanes celebrado en Kiel el año 1969, la geografía tradicional fue puesta en cuestión en base a dos argumentos: que no cumplía la función que la sociedad esperaba de ella, y que no reunía tampoco una serie de requisitos mínimos de cientificidad. El centro de su crítica fue el intento por parte de la comunidad de geógrafos alemanes, de hacer de su disciplina una ciencia idiográfica y sintética, cuya particularidad se basaba en un concepto globalizador del paisaje.

En nuestro trabajo, LUIS (1979, pág. 63), señalábamos claramente que, con su crítica, los estudiantes alemanes no aspiraban a eliminar de la geografía el concepto del paisaje, sino que aquella crítica, se dirigía exclusivamente contra la concepción «que hace del paisaje el objeto de la ciencia geográfica, ya que esta concepción imposibilita el trabajo cientifico y, por lo tanto, aniquila su futuro». La razón de esta acientificidad radica en la contradicción interna del método sintético, el cual, es empleado por el geógrafo tradicional sin caer en la cuenta de que, pese a no haber definido previamente a la totalidad con la que se ocupa, empieza a trabajar con elementos aislados que, en su opinión, ya forman parte de la misma.

Es este tipo de contradicción interna, si es que se aspira a un conocimiento intersubjetivo, el que, en nuestra opinión, presenta el intento de Bolós de hacer de su «nueva» geografía del paisaje una ciencia que aspire al conocimiento de lo general, y que, simultáneamente, pretenda conocer la «totalidad» del objeto de estudio con el que se ocupa, el paísaje global, al cual le considera como «realidad» (pág. 10(3) Y como «sintético en sí mismo» (pág. 93, cursivas A. L.).

Al. parecer, los defensores de este tipo de razonamiento, no han visto la imposibilidad de compaginar lógicamente la idea de la pertenencia de un elemento aislado a la totalidad antes de conocerla y, no la han visto, por una cosa muy sencilla: porque su punto de partida esencialista-idealista en lo que a la teoría del conocimiento se refíere les impide custionarse una premisa básica del mismo, a saber, las «gafas» mediante las que se ve, se quiera o no, una realidad y no la realidad, o un cierto aspecto de la realidad o del paisaje y no el aspecto de la realidad o del paisaje.

La aceptación de esta premisa como dogma, es una consecuencia clara de la manera de entender la teoría por parte del esencialista-idealista, aspecto éste que señaló ya claramente BARTELS (1975, pág. 48), cuando nos dice que

«para algunas personas y, en nuestra opinión, también para casi la totalidad de la «nueva» geografía del paisaje española, «la experiencia externa del mundo es una expresión directamente visible de la unidad subyacente de la naturaleza y el espíritu».

Esto es de una importancia extraordinaria, si es que no se entiende a la geografía del paisaje como una ciencia pura, contemplativa, en el sentido de las actitudes primera, segunda y tercera que el profesor VILA (1968 b, págs. 51-52), señala como contraposición a las otras dos actitudes, las cuales consideran necesario e imprescindible que la geografía se desarrolle como ciencia aplicada, aunque sea coexistiendo con otras tendencias. Este es un asunto que el trabajo que nos ocupa no deja nada claro, no pudiéndose excluir en absoluto que su interpretación de la «nueva» geografía del paisaje no sea contemplativa y esteticista. Otra cosa no puede desprenderse de la siguiente cita que encontramos en el mismo:

«Aparte de los estudios exclusivamente cientificos, en los que el único objeto es el análisis en mismo, existe otro tipo de estudios con finalidades de aplicación establecidas de antemano». (BOLOS, 1975, pág. 102, cursiva A. L.).

La dicotomía entre la geografía pura como «... un simple juego intelectual. un ejercicio puramente especulativo», (VILA, 1968 b, pág. 43) que sería para Bolós la ciencia sin mácula y a la que parece que se dedica o se debería dedicar el estudio de las «realidades que son las unidades complejas espaciales» (página 103) y la geografía aplicada, cuyos estudios o trabajos no serían «exclusivamente científicos... (ya que partirían, A. L.) con fínalidades de aplicación establecidas de antemano», BOLOS, 1975, pág. 102) no puede ser excluida de la concepción de esta profesora.

Ahora bien, si se parte de una concepción esteticista de la actividad c1entífica y, si se quiere convertir a la vez a la geografía del paisaje en una ciencia nomotética, hay algo que no está claro aún, pues este tipo de concepción científica no puede convertirse jamás en una ciencia nomotética y, una geografía del paisaje de tipo aplicado que se apoye en la concepción esencialista de la profesora Bolós es, en nuestra opinión, inútil. Esto no se debe a que esté peor o mejor fundamentada, sino a que es incapaz de suministrar un conocimiento de tipo predictivo.

La contradicción del trabajo de Bolós, no se agota ni en la bibliografía que cita, pues, si vale para algo todo lo dicho en este trabajo, no se comprende el que esta autora derive linealmente los planteamientos teóricos de BERRV o de BERTALANFFY, es decir, los suyos en última instancia, de los de TROLL, NEEF y SCHMITHUESEN, por citar algunos. Sus enfoques son cualitativamente diferentes y, una concepción como la de la profesora Bolós no debería, en nuestra opinión, apoyarse en ellos para reformar su argumentación. La geografía de BERRY, es otra geografía. (*7*).

Las dificultades del tipo de explicación tradicional en la geografía. La grandeza de los geógrafos clásicos y, con ella, su «miseria», ha sido el empeñarse durante los últimos veinte años en alcanzar una meta que se les alejaba cada vez más rápidamente: la explicación de las relaciones hombre-medio a partir de lo concreto, de la naturaleza concreta y del hombre concreto, o ,dicho de otra manera, el pretender explicar las relaciones entre las transformaciones sociales y los procesos espaciales en las sociedades industriales a través de los conceptos de región y de paisaje, entendiendo este último como sinónimo de naturaleza, tal y como lo hemos señalado más detalladamente en otro lugar (LUIS, 1979, págs. 253-285). (*8*).

Por otra parte, la conciencia de que era -y de que aún es esto- lo que nos diferencia de los demás científicos en nuestros trabajos, no es nueva en nuestro país. Por citar un ejemplo, ya en el año 1968, Vilá lo expresaba de la manera siguiente:

.Posiblemente -en un intento de buscar la peculiaridad de la Geografía- el rasgo más original del geógrafo estriba en la concepción espacial y sintética que de ciertos hechos puede conseguir. Espacial equivale, claro está, a concretamente localizada, abarcando el fenómeno considerado en su extensión y enmarque ambiental; sintético alude a la visión funcional, jerarquizada y única que de los hechos estudiados logra». (VILA, 1968 b, pág. 53, cursivas A. L.).

Un hábito ampliamente extendido entre los geógrafos de nuestro país, ha sido -y es aún hoy en día- el de no tratar, o ser remisos a hacerlo, aquel tipo de problemas que no han sido ya reconocidos como específicamente geográficos, ya que con el debilitamiento de esta máxima pudiera ponerse en peligro la existencia de la geografía como disciplina diferenciada.

Esto es válido, tanto para aquel tipo de trabajos que recopilan bibliografía sobre metodología de nuestra disciplina, y en los que ya desde antaño -por citar solamente un ejemplo-, se ofrece al lector una cuidadosa selección de «obras que tratan de concepto y método de la Geografía como ciencia independiente» (MENSUA, 1956, pág. 92, cursivas A. L.), como para aquellos otros que polemizan con científicos que, geógrafos o no, han osado no respetar lo que la comunidad de geógrafos considera como el «dominio» de la geografía, no siendo raro encontrar en boca de los geógrafos argumentos para rebatir a los demás especialistas que han elegido un tema «geográfico» del tipo de que éstos, o bien no pueden librarse de sus estructuras mentales y, por lo tanto, no pueden tratar un objeto de estudio tan complejo como el de los geógrafos (por ejemplo, BOLOS, 1975, pág. 102), o bien no poseen el tacto suficiente (por ejemplo, MARTINEZ DE PISÓN, 1972, especialmente páginas 529 y 533).

En nuestra opinión, este tipo de argumentación no sólo es insostenible desde cualquier punto de vista, sino que, nos ha causado tantos perjuicios, que ya es hora de desterrarla para siempre. Si hubiésemos tenido un mínimo contacto con otros especialistas, por ejemplo y, en el caso que nos ocupa, con los filósofos de la ciencia, no hubiera sido posible que a lo largo de la historia de nuestra disciplina, los geógrafos de todos los países hayamos creido tantas veces que proponíamos algo verdaderamente nuevo que nos ayudaría a dar una explicación más colJ6istente del objeto de nuestra investigación, cuando lo que hacíamos realmente, eran reformulaciones de definiciones antiguas que no contenían más fuerza explicativa.

Y es aquí, en nuestra opinión, en donde se encuentra el centro de la discusión sobre el «nuevo» concepto del paisaje que propone la profesora Bolós. Su nueva definición es otra fórmula vacía..., por lo menos hasta que no se expliciten los puntos de partida básicos, las perspectivas básicas. En el momento en que se intente abandonar ese grado de vacuidad, se verá como imposible la tarea de dar una explicación científica en el sentido moderno del término, ya que ésta no aspira al conocimiento de la «totalidad» paisajística; si no obstante, se quiere alcanzar una explicación científica de las unidades del paisaje que proporcione un tipo de conocimiento intersubjetivo..., se habrá dejado de hacer geografía en el sentido de la profesora Bolós.

Veamos un poco más detalladamente esta cuestión. El «nuevo» concepto del paisaje se define como una «porción de espacio caracterizado por un tipo de combinación dinámica... de elementos geográficos diferenciados...» (BOLOS, 1975, pág. 96), es decir, que en esta porción del espacio se postula también la existencia de una conexión total entre todos los elementos que componen la unidad espacial compleja.

En nuestra opinión, no hay nada que objetar a este postulado de la existencia de una conexión total entre los elementos de esa área, si al mismo se le da exclusivamente un valor heurístico para la investigación científica, el cual puede servirnos de pauta para alcanzar la explicación del fenómeno que nos ocupe.

Lo que, en nuestra opinión, no han visto los defensores de esta «nueva» geografía del paisaje en nuestro país, ha sido precisamente esto, es decir, que la conexión que postulan para todos los elementos que coexisten en una porción de espacio, no es ningún enunciado empírico, no es ningún enunciado que nos diga algo relevante sobre el objeto que se investiga, sino que es un principio de trabajo multidisciplinario. Debido a esto, no puede servir «para definir las metas de investigación de una ciencia que se caracteriza por su enfoque espacial, sino que, antes de su aplicación, tiene que determinarse qué procesos deben ser investigados». (BAHRENBERG, 1972, pág. 11).

Además, y en último lugar, es necesario desenmascarar la pretensión de los geógrafos de que con su enfoque sintético se accede a un tipo de conocimiento superior del objeto de estudio de la geografía, debido a... nuestra particular estructura mental. El problema de este enfoque, de toda la concepción geográfico-paisajística -',vieja» y «nueva»-, no es el que haga mejor o peor una cosa, sino que nunca hace lo que dice que va a hacer. cosa que pudiera comprobarse muy bien si analizamos lo que se dice en la introducción de las monografías regionales o en los trabajos de estudio del paisaje, y el desarrollo real de los capítulos posteriores.

En lo que respecta a la particular capacidad del geógrafo para captar la sinergía, es decir, "una acción combinada de elementos distintos» (BOLOS, 1975, pág. 94) en un mismo espacio, hay que dejar también claro que este tipo de conocimiento sintético del objeto de estudio de los geógrafos, no es ninguna clase de conocimiento superior al que sólo accede una cierta élite, sino que, tal como nos señala POPPER (1973, pág. 89) «es característico de una edad precientífica.. (9),.
 

El proceso de la argumentación estratégicoinstitucional en la neogeografía del paisaje.

Mientras que en la primera parte de este capítulo quinto hemos expuesto el nivel de la argumentación racional de la «nueva. geografía del paisaje, ejemplificada en el trabajo de Bolós, con la cual se pretendía fijar de nuevo de una manera más consistente la posición de la geografía, del paisaje en nuestro país, presentamos a continuación el otro nivel que posee la misma: el nivel estratégico-institucional. Pese a no estar explicitado en el trabajo de esa autora, creemos que una vez expuesto habremos comprendido mejor el alcance de su propuesta.

La función ideológica de la neo-geografia del paisaje. A lo largo de todo este trabajo, hemos visto cómo tanto la geografía tradicional como la «nueva. geografía del paisaje, han pretendido justificar la supervivencia de nuestra ciencia como disciplina diferenciada en base a dos argumentos: la posesión, desde siempre, de un objeto de investigación específico y, el tratamiento idiográfico del mismo, pues la geografía estaba interesada no sólo en la explicación de su objeto tal y como lo podían hacer las demás ciencias sistemáticas, sino que, también, aspiraba a comprender el «sentido. del mismo.

Esta concepción esencialista-idealista de la geografía, ha cumplido -y cumple aún en nuestro paísuna importante función ideológica para la comunidad de geógrafos, en tanto que inmuniza al objeto de investigación de la geografía frente a las críticas externas, mediante una doble vía que fue señalada certeramente por HARD (1973, pág. 21): «por una parte, apuntando hacia su congruencia con la misma estructura de la realidad y, por la otra, indicando hacia la imposibilidad de captar su especificidad «desde afuera., es decir, mediante leyes y teorías de otros enfoques de investigación En un sentido amplio, los trabajos de los «nuevos. geógrafos del paisaje en nuestro país, hay que encuadrarlos dentro de la serie de aquellos que intentan dar una salida a la crisis de nuestra disciplina, con el fin de reforzar su posición en el marco de las demás ciencias. La crisis de la geografía en nuestro país es consecuencia de la escasa relevancia social de esta disciplina, pues la concepción geográfico-paisajística de la geografía que es la dominante, es estructuralmente incapaz debido~ a su fundamentación teórica, de dar respuesta a las exigencias que la sociedad española actual presenta a las diversas disciplinas. En nuestra opinión, esto es válido tanto para el campo de la enseñanza -en el que la geografía pierde terreno a pasos agigantados, corriendo un peligro real de desaparición del canon escolar salvo que se orier:te hacia la transmisión de metas de aprendizaje, tras la correspondiente reforma y el abandono del enciclopedismo y de las pretensiones de exclusividad-, como para el campo de la planificación, adonde la geografía ha sido antaño muy poco competitiva debido a su carácter enciclopédico (además, no se concebía a la geografía como ciencia aplicada), y adonde ahora lo es menos, pues al revés que otras disciplinas, los contenidos de la geografía universitaria se han modificado escasamente.

Dentro de un Zeitgeist que, en un sentido general, considera que la legitimación de una ciencia proviene sólo de su capacidad para producir un tipo de conocimiento que sea técnico-socialmente relevante, en la década de los años cincuenta se produjeron en diversos países intentos de renovar profundamente la concepción de la geografía tradicional, los cuales se plasmaron en lo que hoy se conoce como «geografía cuantitativa».

A grandes rasgos, estos intentos se caracterizaron por reconocer la necesidad de que la geografía aborde problemas socialmente relevantes y, también, por la defensa de la tesis de que con los planteamientos de la geografía tradicional, es decir, con su ligazón a la fenomenología concreta de los objetos que estudia, era imposible dar una explicación a la problemática espacial de las sociedades industriales, pues, en éstas, no existe ya una conexión directa y regular entre el hombre y el medio, entre las transformaciones espaciales y las causas sociales que las originan. Como consecuencia de ello, la geografía debía abandonar sus planteamientos tradicionales si es que quería suministrar un tipo de conocimiento predictivo, el cual, ayudase a solucionar los graves problemas de estas sociedades industriales relacionados con la ordenación espacial, etc.

Lamentablemente y, en nuestra opinión, este tipo de discusión no ha empezado seriamente en nuestro país. Pese a que pueden señalarse trabajos como los de -por seguir con el mismo autor que hemos tomado antesVILA (1962, página 15, cursivas A. L.), (en el que apunta la existencia de una actitud crítica respecto a la utilización del método didáctico-pedagógico «De lo cercano a lo lejano» en la clase de geografía, pues para algunos, nos dice este autor, la geografía local «...sobrevalora la observación directa y el análisis. Tiende a una actitud en exceso positivista, que conduce a procesos mentales exclusivamente inductivos»), VILA (1971) y VILA (1973) -en los que trata con su habitual eclecticismo los problemas de la «crisis» de la geografía-, que nos muestran que la comunidad de geógrafos españoles se ha dado cuenta perfectamente de las «dificultades» del paradigma de la geografía tradicional, para poder explicar el problema de las relaciones entre los procesos sociales y los procesos espaciales que conllevan, sin embargo, la resistencia de los geógrafos españoles a abandonar lo que consideran como el «enfoque geográfico», a romper con un tipo de discurso que se mueve sólo dentro de los ámbitos de lo que se considera como los límites de nuestra disciplina, les ha impedido la obtención de resultados más fructíferos en sus trabajos. Esto acaba de ser puesto de manifiesto por GRAU (1979, págs. 110t.111), en su trabajo sobre la polémica relacionada con las causas geográficas de la industrialización en Cataluña. En este trabajo, al comentar la importe contribución de VILA (1960!), al respecto, Grau señala algunas dificultades del mismo, precisamente, por la voluntad decidida de Vilá de permanecer en el terreno de la geografía y no querer hacer de «historiador». (10). En nuestra opinión, un planteamiento como el que hace Bolós. no ayuda tampoco a que comience seriamente la gran discusión que necesita la geografía española, si es que ésta quiere salir de su «miseria». Esto es lógico, pues, al aceptar esta autora como dogma básico la incuestionabilidad de la disciplina geográfica en base a que, con ella, se alcanza un tipo de conocimiento que no es logrado por las ciencias sistemáticas, y que, por lo tanto, la geografía ha de existir siempre como disciplina diferenciada, desplaza el terreno de juego de la polémica del nivel de la argumentación racionnal al nivel institucional. La premisa básica de la que parte va a ser considerada por ella como tabú, y, todo ataque, contra la misma es una trasgresión de una norma básica de la comunidad de geógrafos españoles, siendo merecedora de «sanción». El dogma se intentará mantener dentro de la comunidad, mediante la presión social de que dispone toda institución para hacer que sus miembros respeten lo que se considera como las normas básicas del juego. (11).

Esencialismo geográfico y visión acumulativa de la historia de la disciplina.

Finalmente, queremos esbozar otro aspecto importante del trabajo de la profesora Bolós con el que no estamos de acuerdo: su visión de la historia de la disciplina. El rasgo básico del mismo es, de acuerdo con su concepción esencialista-idealista de la geografía, una visión lineal y acumulativa de la historia de la disciplina, pues en nuestra opinión, y. como hemos señalado en los capítulos anteriores, no hay cambio cualitativo entre la fundamentación de la geografía regional y paisajística y la de la que hemos denominado como neo-geografía del paisaje de la profesora Bolós (12).

La historia de la disciplina geográfica parece dividirse en dos fases para la autora que criticamos: la de la geografía tradicional, «no científica» y la de la geografía del paisaje integrado, la cual sería la «científica». La geografía que Bolós llama tradicional se caracterizaría porque sus estudios «han constituido un intento, a través de análisis sectoriales superpuestos, (es decir, no científicos para Bolós, A. L.) de definir unidades espaciales homogéneas». (Bolós 1975, pág. 93), Esta fase estuvo caracterizada según' la autora que criticamos, porque la palabra paisaje «ha tenido un sentido restringido referido exclusivamente a los aspectos fisonómicos de los diferentes elementos geográficos». (pág. 93).

A la base «científica', de la geografía se llega a partir de mediados del presente siglo «gracias a un enfoque totalmente nuevo» que habrían experimentado los estudios de paisaje debido a la introducción en los mismos de los conceptos de estructura y de sistema. A partir de aquí, nos dice Bolós más adelante, «se puede llegar fácilmente a la construcción de modelos, a la formulación de leyes matemáticas y al establecimiento de leyes generales, dando a la Geografía un caráGter muy parecido al de las demás ciencias de la tierra». (Bolós, 1975, págs. 94 y 96).

Si bien es verdad, que muchos geógrafos han considerado a la geografía como la ciencia del paisaje, no lo es menos tampoco que ésto era en un sentido ámplio, y no en un sentido restringido como lo emplea Bolós. Al parecer, según esta autora, habría que subdividir la historia de nuestra disciplina como sigue:

a) geografía tradicional = geografía del paisaje

b) «nueva geografía» = geográfía del paisaje integrado

En nuestra opinión, la profesora Bolós parece pasar por alto un hecho fundamental: que lo que antaño se denominaba como geografía del paisaje, era, en un sentido ámplio, la consecuencia lógica de una manera particular de nuestra disciplina de abordar su objeto de estudio, a través de lo fisonómicamente visible. En este sentido, todas las subdisciplinas de la geografía eran paisajísticas. El trabajo que criticamos no distingue suficientemente entre la geografía del paisaje y I~ geografía del paisaje integrado, dando la impresión como si la última hubiese venido a recoger la herencia de la primera. Nada menos cierto, pues la geografía del paisaje integrado no cubre, ni con mucho, una serie de enfoques que pueden considerarse parte integrante de la geografía tradicional. (13).

La propuesta de la profesora Bolós hay que integrarla dentro de la geografía física, denominándola como enfoque ecológico-paisajístico o ecología del paisaje [Landschaftsoeko/ogie]. Junto con otros enfoques como el geomorfológico, el de la geografía del clima y el de la geografía de la vegetación, forman la rama física de la geografía. (14).

Como por otra parte, la autora que comentamos sabe que existe otra rama en la geografía -de la que parece olvidarse-, la geografía humana, es difícil aceptar sin matizaciones su tesis de que «los estudios del paisaje (tal y como ella los entiende, A.L.) deberían representar por lo menos una parte importante (en la geografía, A. L.»>. (BOLOS, 1975, pág. 103).

Esta pretensión de Bolós, la cual emparenta a la geografía con «las demás ciencias de la tierra» (BOLOS, 1975, pág. 96), no tendría para nosotros ninguna importancia, si no dejase traslucir una opinión bastante extendida entre los geógrafos españoles: la de que sólo existe una geografía a la que, si bien es verdad que se la subdivide en dos ramas, a la hora de la verdad la geografía es la geografía física. En primer lugar, porque, según ellos, suministra los conocimientos de base, y, en segundo lugar, porque se cree desde antaño como veremos a continuación, que es precisamente ese tratamiento de los aspectos físicos en el estudio de su objeto el' que mejor garantiza la supervivencia de la geografia como disciplina diferenciada, pues sólo es realizado por los geógrafos.

La defensa por parte de los geógrafos del estudio de los hechos fisonómicos como objeto de su disciplina, su reffcencia a incluir a la geografía en el campo de las ciencias sociales, y su énfasis en buscar aspectos diferenciadores frente a otras disciplinas -sociología, historia, etc.-, tiene una larga tradición en la historia de nuestra disciplina. Sin tener que recurrir a los clásicos alemanes, p. ej. a O. Schlueter, en España Leoncio URABAYEN (1929, pág. 42, cursivas) consideraba que los únicos hechos a estudiar por nuestra disciplina, eran los «precipitados geográficos». De manera similar a la química, los hechos geográficos eran

«El resultado de reacciones que desarrollándose en un ambiente a semejanza de las químicas en un' líquido, dejan posada la materia que estaba como disuelta, en el campo de acción del medio y del hombre. Esta interacción, va pues, esparciendo sobre IIi corteza terrestre una multitud de obras materiales que pueden considerarse como los precipitados de dicha interacción en la que se encontraban como diluidos». (L. URABAYEN, 1929, pág. 42; citado según ARREGUI, 1977, pág. 41).

Está claro que una interpretación de este tipo, excluye al hombre, al grupo humano o a la sociedad como objeto de nuestra disciplina. Esta idea es defendida por URABAYEN (1929, pág. 43) cuando nos dice un poco más adelante que:

«El hombre en sí mismo no puede ser considerado como un precipitado geográfico, puesto que es uno de sus factores. Son las obras del hombbre en relación con el medio las que constituyen los precipitados geográficos». (URABAYEN, 1929; citado según ARREGUI, 1977, pág. 42).

Estas dos ideas están también claras en otro famoso geógrafo. En una entrevista realizada por la revista Cuadernos de Pedagogía: a Pablo VILA, éste respondía de la siguiente manera a la pregunta sobre la relación existente entre la geografía y las ciencias sociales:

«No. Yo la inclusión de la Geografía como Ciencia Social no la acepto. Para mí las ciencias sociales son las que estudian directamente al hombre y la sociedad, pero no las que estudian al hombre en relación con la tierra. Este planteamiento de las Ciencias Sociales ha tenido consecuencias nefastas: podéis comprobar sino como actualmente a la Geografía no se le da ninguna importancia. En cambio, la tiene, a pesar de las Ciencias Sociales y la Economía. Además, ha faltado empuje para hacer sentir el valor de la Geografía. Esta tiene la ventaja, por encima de otras ciencias de ser una ciencia de sintesis, que se vale de ciencias afines para el estudio del' binomio tierra-hombre, hombre-tierra». (CUADERNOS DE PEDAGOGIA, 1978, pág. 21, cursivas A. L.).

La defensa a ultranza de la especificidad de la geografía' frente a las demás disciplinas, aparece tanto en el caso de URABAYEN (1929, pág, 49) para el que, «la geografía humana, si ha de aspirar a tener existencia propia, debe encontrar su finalidad en sí mísma y no en servir de palafrenero a la Historia» (citado según ARREGUI, 1977, pág. 36, cursivas A. L.), como en TERAN (1964, páginas 457-458), quien, al tratar de las relaciones entre la geografía humana, la sociología y la geografía social, nos dice en este importante trabajo que «la colaboración con la sociología no debe conducir a hacer de la geografía humana una sociología geográfica, sino a afírmar y fundamentar el carácter social de la geografía». (*15*).

Aunque nos hemos extendido un poco con la exposición de estas citas que demuestran la similitud entre la tesis de la geografía «clásica~ y las de la «nueva» geografía del paisaje, no es nuestra intención polemizar sobre el papel que corresponde a cada una de las geografías -la física o la humana-, o a cada una de las perspectivas de investigación en el sentido señalado por Hard. Pese a ello, sí quisiéramos recalcar que la propuesta de Bolós deja totalmente de lado el problema de la geografía humana, cosa por otra parte bastante coh~rente con su filosofía, ya que, aunque su trabajo haya aparecido con el titulo de «Geografía y cíencia del paisaje», debiera haberse presentado con el siguiente encabezamiento: «El enfoque ecológico-paisajistico dentro de la geografía física».
 

EPILOGO

Habíamos señalado al comienzo de este trabajo, que el mismo ha estado motivado por la necesidad de su autor de establecer un diálogo con una manera de entender la geografía, ejemplifícada en un texto que hemos tomado como representativo de una corriente de pensamiento geográfico, con la que no estábamos de acuerdo, pero partiendo de la base de que este diálogo, esta clarifíca. ción de posturas, era también posible desde la -siempre respetuosa- discrepancia. En lo que a nosotros respecta, la preparación de este artículo, al que seguirá otro más detallado y tomando como referencia una muestra más amplia de textos de geógrafos españoles, y en el que estudiaremos el problema de la función social que ha cumplido este tipo de geografía en España, nos ha ayudado a comprender más claramente las insuficiencias de la geografía regional y paisajística, «vieja» y «nueva».

Lo decíamos al comienzo y lo volvemos a repetir aquí: no hemos tratado de echar por los suelos a la concepción clásica de la geografía -no es ésta una manera adecuada para la comprensión de la misma-, como tampoco hemos defendido la tesis de que hay que abandonar el concepto del paisaje. Más bien, nuestra meta ha sido dar luz sobre algunas de sus insuficiencias: su falta de fundamentación teórica, sus contradicciones internas en lo que respecta al método de trabajo, y sobre el desfase existente entre la imagen del mundo con la que está en concordancia -es decir, la que se puede captar, el paradigma clásico de nuestra disciplina- y la realidad actual de la sociedad española.

Sin abandonar el estudio de las relaciones hombre-medio a través de su fenomenología concreta, hemos dicho que es imposible, en una sociedad como la española del momento, dar una explicación al problema de la relación existente entre las estructuras espaciales y los procesos sociales que las conforman. Lo hemos dicho, sabiendo claramente que ha sido precisamente esta ligazón a lo concreto lo que ha constituido -o se ha creido asílo específico del trabajo geográfico, es decir, lo que nos ha servido para defender nuestra independencia como disciplina. En resumen, que sabemos claramente que defendiendo esto, propugnamos el abandono de las tesis que defienden la especificidad -en el sentido tradicionalde nuestro trabajo.

Creemos que la defensa a ultranza de intereses corporativistas, de enfoques especiales, del «tacto» geográfico y de cientos de peculiaridades, nos ha causado ya tantos perjuicios que ya es hora de que lo lancemos por la borda. En nuestra opinión -y esto es una de las cosas que quedaron claras en la primera reunión de estudiantes de geografía celebrada en Barcelona el año 1978-, bajo la palabrería barata de la «magnitud» de la tarea del geógrafo se esconde, en realidad, la incapacidad de éste para poder trabajar con el mismo rigor que el especialista de otras disciplinas..

Pero hay, también, otro aspecto que nos ha movido a plantear esta discrepancia con los geógrafos que defienden la peculiar manera de acceder al conocimiento del objeto geográfico: su imposibilidad de ser valorado intersubjetivamente, es decir, con los métodos de las demás ciencias. Como paradigma de esto, podemos señalar el trabajo de MARTINEZ DE PiSaN (1973). En un comentario de un texto de Azorín, «En la montaña», en el que puede verse claramente la consideración de la naturaleza como paisaje, este autor nos dice:

«¿Cómo es una montaña? Es una imagen lejana que se reposa en el alma. Una substancia. Esa imagen sosegada se guarda y permanece en nosotros». (pág. 424, cursivas origin.).

«Para entender (el paisaje, o la naturaleza, A. L.), hay que introducirse, lo que en las sierras significa subir, madrugar, andar reposado, detenerse entre las cosas para disipar la fatiga, adaptarse, otear y reconsiderar el paisaje en el que, extraños, entramos sin invadir. Esto exige esfuerzo y respeto; es ef mínimo que hay que entregar para adentrarse. Como esto implica una adecuación personal, el hombre de hoy prefiere las cosas que no tienen dentro, y si lo tienen se lo quita». (pág. 428, curso orig.).

«Porque sólo se puede explicar hondamente un paisaje como algo que forma parte de uno mismo». (pág. 431).

Lo importante aquí, no es que se pueda discrepar o no con la fecundidad de este tipo de conocimiento científico del objeto de estudio geográfico. sino su carácter elitista y, que al mismo, sólo puede llegarse mediante un complicado ritual. El geógrafo se autoconsidera como un «brujo» y, el no -iniciado», no puede llegar a la comprensión del objeto de estudio de aquél más que tras un largo camino y siempre en el caso de que se haya tenido una «fé» ciega en el maestro. Toda discrepancia con éste se considera como «sacrílega» y, las explicaciones alternativas que pueda suministrar el no «iniciado», son anatemizadas como no geográficas.

Un ejemplo de este tipo de crítica nos lo proporciona la recensión que MARTINEZ DE PISÓN (1972) hace del trabajo de REYNAUD (1971). Primero se expresa claramente que la obra de Reynaud «es un estudio juvenil» (pág. 527), señalando ya la desconfianza ante este tipo de reflexión teórica realizada por gente joven desconocida, pues «puede parecer más conveniente que las decantaciones teóricas las hagan maestros con largo poso, buen saber y mejor criterio» (página 527, cursivas A. L.).

Más adelante, se explicita la teoría del conocimiento de la que se parte, el empirismo más crudo, pues Martínez de Pisón nos dice que «...en morfologia, quien dice su verdad es siempre el terreno; la dice o la guarda y nosotros sólo la aprehendemos con mayor o menor fortuna» (pág. 533, cursivas A. L.). Finalmente, tras señalar que la geomorfología, como la geografía, necesita revisiones sustanciales, «pero éstas sólo los morfólogos (y Reynaud ha tenido previamente la osadía de declarar que no lo era, A. L.) sabrian dárselas» (pág. 529, cursivas A. L.), .. .se descalifica al contrario por ideólogo, pues «... Ia ciencia, en una palabra, es quien debe dictar el quehacer intelectual. La ideologia está, debe estar, detrás, pero no puede confundirse con aquélla. No debe ser determinante, sino presente» (pág. 537, cursivas A. L.).

La geografía, tal y como la entienden la casi totalidad de geógrafos en nuestro país, es una forma de «brujería». Este tipo de posturas -con una alta carga de irracionalismoson insostenibles desde cualquier punto de vista, nos han llevado a un aislamiento casi total con respecto a las demás ciencias y con respecto a la problemática de la sociedad actual de nuestro país, y, SOn -ademásdirectamente responsables del lamentable estado en el que se encuentra la geografía española.

En nuestra opinión, y, con esto acabamos, la geografía de nuestro país debiera plantearse cuatro cosas:

1. La imposibilidad de seguir defendiendo la especificidad de nuestra disciplina, en base a la posesión de un objeto de investigación propio y de una metodología específica.

2. Hacer realmente en sus trabajos, o, por lo menos intentarlo, lo que dice que va a hacer en los prólogos, y, en el caso de ser imposible, abandonar el prólogo, es decir, la concepción idiográfica de la geografía.

3. Admitir como imprescindible que los trabajos «geográficos» han del ser medidos con patrones científicos interdisciplinarios.

4. Abrir una discusión amplia que permita examinar la situación real de la disciplina, tanto como materia de enseñanza como en el campo de las ciencias aplicadas. Esta discusión nos permitiría ponernos relativamente de acuerdo sobre cuáles son los grandes temas que han de ser trabajados a fondo. Los temas, que serían geográficos sólo por conveniencia, habrían de ser elegidos teniendo en cuenta nuestra tradición disciplinaria y el tipo de necesidades que plantea una sociedad como la española.

Sólo así, en nuestra opinión, podrán sentarse las bases para la superación de la crisis de la geografía española. lo cual no quiere decir que se pueda asegurar su supervivencia. Sólo así, el geógrafo español podrá, podremos, ir eliminando esa sensación de «inferioridad» y de «vergüenza» frente a los demás especialistas a la hora del trabajo en equipo. Porque, pese a lo que muchos afirman, la relevancia de una disciplina ó de un trabajo científico, no está dada por lo que piensen de él o de ella los miembros de esa disciplina o su autor, pese a ser esto importante, sino, más bien, por la opinión que de ella o del trabajo tienen la sociedad y los miembros de las demás disciplinas.
 

Notas

1. A lo largo de este trabajo y, pese a ser dos enfoques distintos, se emplean como sinónimos los términos geográfico-regional y geográfico-paisajístico, pues, metodológicamente, responden al mismo principio: la idea de la captación del «carácter» de un paisaje mediante lo fisonómicamente visible y a través de un proceso empatético entre el sujeto cognoscente y el objeto que se aspira conocer.

2. Popper se refiere a la sociología y a su objeto de estudio la sociedad o los grupos sociales.

3. La ponencia estudiantil de cuyo anexo tomamos las citas (págs. 17-30), se ha convertí do en un clásico de la geografía alemana y va a ser reeditada en una selección de textos sobre la problemática de la geografía regional, STEWIG, R.: Probleme der Laenderkunde, Darmstadt, 1979. En este trabajo sólo hemos tomado una pequeña parte de las citas de dicho anexo. Aprovechamos la ocasión para agradecer a los autores del ~GEO-grafiker» el permiso para la reproducción de las citas.

4. Más ampliamente desarrollado, el tema de este subapartado puede verse en HARD (1973, págs. 96-101).
 

5. Pese a la indudable importancia de los otros dos escalones del modelo de racionalidad creciente, no pueden ser abordados en este trabajo. Véase la nota n.O 8.

6. Nos permitimos no distinguir entre los dos términos, pues, en nuestra opinión, ambas denominaciones apuntan hacia la ruptura cualitativa de sus planteamientos con los de la geografía tradicional.

7. Hay que hacer notar que en el texto de Bolós no se han tenido en cuenta trabajos discrepantes con la concepción clásica de la geografía del paisaje. Entre otros -véase nota 8-, mencionamos los de SZAVA-KOVATS (1960), GERLlNG (1965), SZAVA

KOVATS (1966), BARTELS (1968) y (1973), HARD (1969), (1970) Y (1973) Y el de BAHRENBERG (1972). En lo que respecta a la bibliografía alemana puede decirse que, esta autora, no sólo utiliza material poco actual, sino que, también, adopta los aspectos más conservadores de los autores que maneja.

8. Un ejemplo interesante de la consideración de la naturaleza como paisaje, nos lo proporciona MARTINEZ DE PiSaN (1973); obsérvese la interpretación que este autor hace de la emigración del campesino español hacia zonas urbanas (pág. 430). Desde una perspectiva de izquierdas, críticas a los planteamientos de Bartels y de Hard pueden verse, entre otros, en EISEL (1970), (1973 Y (1978); SCHULTZ (1971); BEK (1973); SCHRAMKE (1975) y STRASSEL (1975).

9. Más ampliamente esta idea en HARD (1973, págs. 101 y ss.).

10. El haber escogido los trabajos de Vilá como ejemplos, no significa que no haya habido trabajos anteriores señalando la contradicción interna de la geografía tradicional. Se trata más bien de llamar la atención sobre los prólogos de ciertos trabajos aparecidos últimamente en nuestro país -entre otros, los de Precedo, Ferrer-Precedo, etcétera-, pues parece desprenderse de ellos que, con las nuevas técnicas, se podrá alcanzar mejor la «síntesisgeográfica.

11. Recordamos a nuestros lectores que este comportamiento, no tiene porque ser consciente.

12. Diferentes enfoques de la historia de la disciplina geográfica pueden verse en HAGGETT (págs. 16-21); HARVEY (1969, págs. 114-116); ABLER-ADAMS-GOULD (1971, págs. 61-89) y HARD (1973, págs. 237-240).

13. A título de información para el lector, presentamos a continuación las diferentes perspectivas de investigación en/la geografia que, para el siglo XX, presenta el trabajo de HARD (1973):1 el enfoque ecológico-paisajístico, el geo-morfológico, el de la geografía de la vegetación y el de la geografía del clima, el geográfico-paisajístico, la geografía social «paisajística», el ecológico-cultural, la geografía de la percepción y el enfoque regional.

14. Gerardo Hard, que fue discípulo de Schmithuesen y de Troll, catedrático de geografía en Osnabrueck y especialista en geografía de la vegetación, trata detalladamente el enfoque ecológico-paisajístico en las págs. 79-95 de su libro aparecido en 1973 y del que prepara ahora una nueva edición muy modifícada.

15. Agradezco a Gurutzi Arregui el haberme permitido utilizar su tesis de licenciatura que, entre otras cosas, tiene el mérito de sacar a la luz el pensamiento de un geógrafo algo olvidado en nuestro país. A lo largo de 1980 GEO-critica espera ofrecer a sus lectores un resumen de dicho trabajo.
 
 

BIBLIOGRAFIA

ABLER, R.; ADAMS, J.; GOULD, P.: Spatial organization. The geographers view of the world, Londres, Prentice Hall, 1971.

ARREGUI AZPEITIA, G.: D. Leoncio Urabayen Geógrafo Social. Facultad de Sociología, Universidad de Deusto, Tesis de licenciatura inédita dirigida por el Dr. J. l. Ruiz Olabuénaga, 1977.

BAHRENBERG, G.: Raeumliche BetrachtÍlngsweise und Fordschungsziele der Geographie, «Geographische Zeitschritf»,  60, 1972, págs. 8-24.

BAHRENBERG, G.: Van der Anthropogeographie zur RegionalforschungEine Zwischenbilanz. En SEDLACEK, P. (Ed.): Zur Situation der deutschen Geographie zehn Jahre nach Kiel Osnabrueck, págs, 59-68 (Osnabruecker Studien zur Geographie Nº 2) 1979. Trad. cast. por A. Luis, en «Geo-Crítica», nº 24, 1979.

BANSE, E.: Lexikon der Geographie, Tomo 11, L-Z, BraunschweigfHamburg, 1923.

BARTELS, D.: Zur wissenchaftstheoretiSi::hen Grundlegung einer Geographie des Menschen, Wiesbaden (=Erdkundliches Wissen, Cuaderno 19), 1969.

BARTELS, D.: Zum Landschaftsbegriff. En PAFFEN, K. (Ed.): Das Wesen der Landschaft, Darmstadt, 1973, págs. 175-201 (=Wege der Forschung, XXXIX).

BARTELS, D.: Entre la teoria y la metateoria. En CHORLEY, R. J. (Ed.): Nuevas tendencias en geografía. Madrid, 1975, págs. 39-67.

BECK, G. (Dir.): Zur Kritik der buergerlichen Industriegeographie, Goettingen (=Geographischen Hochschulmanuskripte, n.O 1), 1973.

BERTRAND, G. (1969): Ecologie de /'espace geographique. Recherches pour une Science du paysage. «C. R. Societé de Biogéographie», 1969, n.o 404-406, págs. 195-204.

BOLOS Y CAPDEVILA, M.: Paisaie y ciencia geográfíca. «Estudios Geográficos», Madrid, vol. 36, nº 138-139, 1975, págs. 93-105. (=Homenaje a D. Manuel de Terán.)

CAROL, H.: Das agrargeographische Betrachtungssystem Ein Beitrag zur landschaftkundfichen Methodik, dargestellt am Beispiel der Karru in Suedafrika, «Geographica Helvetica», 7, 1952.

CASAS TORRES, J. M.: Ciudades, Urbanismo y Geografía. «Estudios Geográficos», Madrid, vol. XVIII, nº 67-68, 1957, págs. 261-271.

CASAS TORRES, J. M.: Las fronteras de la nueva geografía, Zaragoza, 1964.

CASAS TORRES, J. M. (1971): La geografia, ¿una ciencia siempre en crisis?, «Geographica Helvetica», 1971, 26 págs. 9-11. Reproducido en «Didáctica Geográfica», Murcia, 1978.

CLAVAL, P.: Evolución de la geografía humana, Barcelona, 1974 (primera edición en francés en 1964).

CUADERNOS DE PEDAGOGIA: Conversando con Pau Vila, «Cuadernos de Pedagogía», Barcelona, n.O 45, 1975, págs. 19-22.

EISEL, U.: Ueberlengungen zur formalen und pragmatischen Kritik an der Landschaftskunde, «Geografiker», 4, 1970, págs. 9-18.

EISEL, U.: Ueber den Zusammenhang zwischen idealistischer Geschichtsauffassung und geographischer Theorie, Berlín, 1973 (Manuscrito inédito).

EISEL, U. (1978): Paradigmenwechsel? Zur Situation der deutschen Anthropogeographie. En SEDLACEK, P. (Ed.): Zur Situarían der deutchen Geographie zehn Jahre nach Kiel, Osnabrueck, 1979, págs. 45-58. (=Osnabruecker Studien zur Geographie, nº 2, 1979. Se publicará en «Geo-Crítica», nº 26.

GERLlNG, W.: Der Landschaftsbegriff in der Geographie. Kritik einer Methode, Wuerzburg, 1965.

GRAU FERNANDEZ, R.: Les causes geografíques de la industrialització catalana. Notes a l'entorn d'una vella polemica. En Aportacions en homenatge al geógraf Salvador Llobet, Departamento de Geografía, Barcelona, 1979, págs. 103-111.

HAGGETT, P.: Análisis locacional en la geografía humana, Barcelona, 1976 (primera edición inglesa, 1965).

HARD, G.: Die Diffusion der «Idee der Landschaft». Praeliminarien zu einer Geschichte del Landschaftsgeographie, .Erdkunde 23, 1969, págs. 249-264.

HARD, G.: Die «Landschaftdel Sprache und die «Landschaft» der Geographen. Semantische und forschunglogische Studien. Bonn, 1970 (=Colloquium Geographicum Bd. 11).

HARD, G.: Die Geographie. Eine wissenschaftstheoretische Einfuehrung, Berlín/New York,1973.

HARD, G.: Fuer eine konkrete Wissenschaftskritik. Am Beispiel del deutschspraechigen Geographie. En ANDEREGG, J. (Ed.): Wissenschaft und Wirklichkeit. Zur Lage und Aufgabe del Wissenschaften. Goettingen, 1977.

HARVEY, D.: Explanation in Geography. Londres, 1969.

LEUTENSACH, H.: Wesen und Methoden del geographischen Wissenschaft, «Hand. d. Geo. Wissenschaft», Tomo 1, Postdam, 1933.

LUIS, A .(1978): Los cambios recientes en la geografía alemana, «Geo-Crítica»,14. Barcelona, 1978, págs. 5-21.

LUIS, A.: 1968.1978: Ascenso y puesta en cuestión de la concepción geográfico-social de la .escuela de Munich., Universidad de Barcelona, Facultad de Geografía e Historia, Departamento de Geografía, Tesis de licenciatura inédita dirigida por el Doctor Horacio Capel, 1979.

MARTINEZ DE PISÓN, E.: Teoria, ciencia e ideología en la .epistemologia. de A. Reynaud, .Estudios Geográficos», Madrid, 1972, nº 128, págs. 526-537.

MARTINEZ DE PISÓN, E.: Un texto geográfico. «En la montaña», de Azorin. En ALARCOS, E. et. al.: El comentario de textos. Madrid, 1973, págs. 420-435.

MENSUA, S.: Bibliografia sobre metodologia y enseñanza geográfica, «Revista de Educación», Madrid, 1965, nº 47, págs. 92-95.

NAGEL, E.: Ueber die Aussage: «Das Ganze ist mehr aIs die Summe seiner Teile». En TOPITSCH, E.: Logik del Sozialwissenschaften, Koeln/Berlín, 1967, págs. 225-235.

NEEF, E.: Die theoretischen Grundlagen del Landschaftslehre, Gotha/Leipzig, 1967. POPPER, K. R.: La miseria del historicismo, Madrid, 1973.

OUINTANILLA, M. A. (Dir.): Diccionario de filosofía contemporánea. Salamanca, 1976.

REYNAUD, A.: Epistémologie de la Géomorfologie, París, 1971.

RUPPERT, K.; F. SCHAFFER: Zur Konzeption del Sozialgeographie, «Geographische Rundschau  21, 1969, págs. 205-214. Trad. cast. por A. Luis «Geo-Crítica», nº 21, 1979.

SCHAEFER, F. K. (1953): Excepcionalism in Geography, «Annals of the Association of American Geographers», 1953, 43, págs. 226-249. Trad. cast. por H. Capel, Excepcionalismo en geografía, Publicaciones del Departamento de Geografía de la Universidad de Barcelona, Barcelona, 1971.

SCHMITHUESEN, J.: Was ist eine Landschaft?, (Erdkundliches Wissen 9), Wiesbaden, 1964. SCHRAMKE, W.: Zur Paradigmengeschichte del Geographie und ihrer Didaktik. Eine Untersuchung ueber Geltungsanspruch und Identítaetkrise eines Faches, Goettingen (=Geographische Hochschulmanuskripte, nº 2), 1975.

SCHULTZ, H. D.: Versuch einer ideologischen Skizze zum Landschaftskonzept, .GEOgrafiker» 6, 1971, págs. 1-12.

SCHULTZE, J. H.: Begriff und Gliederung geographischer Landschaft, «Forschung U. Fortschritt», 29, 1955.

SORRE, M.: Les fondaments de la Géographie humaine, París, 1943-1952.

STODDART, D. R.: Geography and the Ecological Approach; The Ecosystem as a Geographic Princíple and Method, «Geography», 50, 1965, págs. 242-251.

STRASSEL, J.: Semíotische Aspekte del geographischen Erklaerung. Gedanken zur Fíxíerung eines metatheoretischen Problems in del Geographie. Heidelberg. (=Heidelberger Geographische Arbeiten, nº 44), 1975.

SZAVA-KOVATS, E.: Das Problem del geographischen Landschaft, «Geographica Helvetica» XV, 1960, págs. 39-47.

SZAVA-KOVATS, E.: The present state of landscape theory and its main philosophical problems. «Soviet Geography», 1966, págs. 28-40.

TERAN, M. de (1964): Geografía Humana y Sociología. Geografía Social. «Estudios Geográficos», Madrid, vol. 25, nº 97, págs. 441-466.

TROLL, C.: Die geographische Landschaft und ibre Erforschung, «Studium Generale» 3, Cuadernos 4/5, 1950.

URABA VEN, L.: Geografia Humana de Navarra. La vivienda. Editorial Aramburu, Pamplona,1929.

VILA VALENTI, J.: El origen de la industria catalana moderna, «Estudios Geográficos», número 21. Madrid, 1960, págs. 5-40.

VILA VALENTI, J.: Algunos aspectos de la metodologia actual en la enseñanza de la geografia, «Vida Escolar», nº 35-36, Madrid, 1962, págs. 15-18.

VILA VALENTI, J.: Geografía cientifica y Geografia aplicada, Barcelona, Consejo Superior de Investigaciones Científicas.

VILA VALENTI, J. (1968 b): Algunos puntos de vista de la Geografía aplicada, «Revista de Geografía», 11, Barcelona, págs. 43-55, 1968 (b).

VILA VALENTI, J. (1971): ¿Una nueva Geografía? «Revista de Geografía». Barcelona, V. 1971, págs. 5-38, y VII, 1973, págs. 5-55.

WIRTH, E.: Die deutsche Sozialgeographie in ihrer theoretischen Konzeption und ihrem Verhaeltnis zu Soziologie und Geographie des Menschen, «Geographische Zeitschrift», 65, 1977, págs. 161-187. Trad. cast. por A. Luis, «Geo-Crítica», nº 22, 1979.
 

© Copyright Alberto Luis Gómez 1980.
© Copyright Geocrítica, 1980


 Volver al principio de la página

Volver al menú principal