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UNIVERSIDAD DE BARCELONA
ISSN:  0210-0754
Depósito Legal: B. 9.348-1976
Año VIII.   Número: 45
Junio de 1983
EL ESTADO ACTUAL DE LA EDAFOLOGIA. UN TRABAJO INEDITO DE HUGUET DEL VILLAR

Edición de Jordi Martí Henneberg


Contenido

Huguet del Villar y la geoedafología
Por Jordi Martí Henneberg

El estado actual de la edafología: la realidad y el ideal
Por Emilio Huguet del Vil lar


Nota sobre este número

Jordi Martí Henneberg nació en Reus en 1959 y es Licenciado en Geografía por la Universidad de Barcelona. En la actualidad prepara su Tesis de Licenciatura sobre la aportación científica de Huguet de Villar.

El texto de Huguet del Villar que publicamos en este número de Geo-Crítica es propiedad del Patrimonio del Estado. como heredero de los bienes de dicho autor. Agradecemos el permiso que se nos concede para esta edición.


HUGET DEL VILLAR y LA GEOEDAFOLOGIA

Por Jordi Martí Henneberg



I. Rasgos más destacados de la personalidad de Emilio Huguet del Villar y primeros compases de su actividad científica

El estudio de la labor científica que Emilio Huguet del Villar (Granollers, Barcelona, 1871, Rabat 1951) desarrolló a lo largo de toda la primera mitad del siglo XX, es preciso que se realice en base a una valoración adecuada de su talante personal: dotado de una curiosidad sin límites, espíritu combativo y afán emprendedor; y todo ello dirigido por un estricto rigor intelectual. Esta estimulante mezcla de cualidades, dio origen a singulares planteamientos científicos, y favoreció el desarrollo de una obra sumamente original.

Por otra parte, y pese a su indudable personalidad, no se puede caer en el simplismo de enjuiciar la actividad de H. del Villar desligada de su circunstancia, ya que es evidente que recibió de forma directa el estimulo de la realidad cultural y sociopolítica de la España de su tiempo, el análisis de la cual le llevaría a trabajar incansablemente para el progreso científico, una de las apremiantes necesidades nacionales, y a oponerse decididamente a los factores que lo obstaculizaban: amiguismo político, rutina en el orden pedagógico, autocomplacencia intelectual, entre otros.

En un estudio más amplio que estamos realizando,(1) exponemos un análisis exhaustivo de la problemática histórico-biográfica que representa el análisis de la producción científica de H. del Villar en relación al ambiente intelectual en que vivió. En el curso de estas páginas, nos proponemos simplemente avanzar algunas indicaciones sobre los principales hitos en la biografía de este prestigioso científico.

Es de destacar en primer lugar que, a sus diecisiete años, Huguet del Villar abandonó Barcelona(2) para trasladarse a América del Sur,(3) donde impartió, durante once de los trece años en que permaneció allí, la enseñanza elemental de Geografía e Historia.(4) Pero una inquietud intelectual que no podía satisfacer en Hispanoamérica, es probable que le impulsara en el año 1900 a volver a Europa, donde se estaban gestando los movimientos científicos de vanguardia.

Una vez en España, entra rápidamente en contacto con los medios intelectuales e incluso deportivos de Madrid,(5) desarrollando durante el primer decenio del siglo XX una intensa actividad en diversas publicaciones periódicas(6) como medio principal de vida, pero también como plataforma para divulgar sus criterios y alternativas en torno a la política de la Restauración. En este sentido, su interés se centró en la reforma educativa española, que según él debía estar orientada por un criterio científico y modernizador(7); y también en la cuestión de Marruecos, en torno a la cual defendió el intervencionismo español en la zona, con el respaldo militar. si fuera preciso, ya que consideraba el NO. de África como la vía natural de expansión económica y cultural de España.

Sin embargo. la actividad periodística era sólo la fachada de la labor intelectual que en realidad Huguet del Villar estaba llevando a cabo durante estos primeros años del siglo. De forma autodidacta, estaba añadiendo a su ya rica cultura humanística. amplios conocimientos científicos en materia de geografía y ciencias de la naturaleza,(8) que se manifestarán progresivamente según las directrices que expondremos en los siguientes apartados.
 

II. Aportaciones de Huguet del Villar al progreso de la ciencia geográfica. Una alternativa al paradigma regional

La labor de H. del Villar en el campo de la geografía se materializó principalmente en dos direcciones: 1) análisis de la historia. teoría y metodología de esta ciencia. y 2) desarrollo de un ambicioso proyecto científico para interpretar las leyes naturales que rigen las relaciones del hombre con el medio terrestre.

A la investigación en geografía. dedicó la mayor parte de su actividad intelectual durante el primer decenio del siglo XX,(9) según se expresa en buena parte de su producción periodística, y principalmente en algunos de sus libros: Las Repúblicas Hispano-Americanas (1906). Geografia General (1909) Y América Sajona (1910); en ellos expresa su concepción de la geografía como ciencia mixta que estudia al hombre en función del medio físico. Inicia, pues, por América su proyecto general y sistemático de analizar esta relación en la superficie terrestre. utilizando el método causal de las ciencias físico-naturales para el estudio del factor medio. y el recurso a la sistematización estadística en el del hombre. Su objetivo, en este plan de estudio, era el de clarificar el nivel de correlación entre las características del medio físico terrestre, y su influencia en las condiciones de vida y actitud económica del hombre; para determinar así unos principios generales. explicativos del movimiento vegetativo y migratorio de las diferentes comunidades humanas.

Sin embargo. si estudiamos globalmente el período en que H. del Villar se dedicó a la investigación en geografía (1900-1921), se observa que, aunque mantuvo sus objetivos generales, su concepción teórica de esta ciencia experimentó una notable evolución.(l0) lo cual se dejó sentir en los métodos de trabajo utilizados. Así, desde una noción inicial de la geografía como la ciencia que estudia. en términos amplios, las relaciones hombre-medio,(11) H. del Villar depuró -al amparo de un amplio conocimiento de la historia del pensamiento geográficoel criterio que, a su entender. debía articular y otorgar cientificidad al desarrollo de aquella idea general de la geografía; se trata del estudio de la localización e interconexión (/ococonexión en su terminología propia) de los fenómenos físicos y humanos en la superficie de la Tierra. En base a este concepto unitario de la geografía, confeccionó la clasificación lógica de la disciplina, de gran importancia, según él, para la división racional y práctica del trabajo entre los geógrafos. Así pues, desde el punto de vista de la localización, Huguet del Villar consideró necesario en primer lugar situar matemáticamente los fenómenos en la superficie de la Tierra (geografía abstracta), para poder estudiar a continuación sus interconexiones (geografía concreta); dentro de esta segunda etapa, era preciso establecer otra subdivisión, ya que del Villar consideraba metodológicamente necesario emprender el estudio de los grandes grupos de fenómenos, englobados en la geomorfología, climatología, biogeografía, geografía social, etc. (geografía analítica o especial) , antes de llegar al objetivo final y sistematizador de todas ellas (en la geografía compleja o síntética). De esta manera quedaba definida la geografía alrededor de un concepto unitario o punto de vista diferenciador, y establecidas las etapas necesarias de su investigación, que evidentemente servirían de base lógica al programa superior de estudios en geografía, que nuestro autor propone en el artículo sobre La definición y divisiones de la Geografía dentro de su concepto unitario actual.

A partir del estudio de la localización como base de la geografía, H. del Villar aceptó también otras divisiones que se derivan de su desarrollo práctico. Así, hacía varias distinciones: 1) entre los estudios que se refieren a toda la extensión de la Tierra (geografía universal) o sólo a una parte (geografía particular); 2) también en base a la amplitud de la síntesis: si es total (geografía general) o se refiere sólo a un orden de fenómenos (geografía especial); 3) asimismo, en cuanto a la duración de la localización, diferencia una geografía monocrónica, si estudia la manifestación puntual de los fenómenos en un momento dado, y geografía policrónica si lo que se investiga es la sucesión en la localización de los fenómenos.

Para valorar adecuadamente las propuestas metodológicas de este ilustre geógrafo, hay que tener en cuenta que durante los dos primeros decenios del siglo XX, la geografía atravesaba el peligro de la pérdida de unidad como ciencia, por la amenaza de la absorción de su campo de estudio por parte de las ciencias físico-naturales por un lado, y las humanas por otro. En el ambiente intelectual europeo, habían surgido a finales del siglo XIX corrientes espiritualistas, que mantenían como principio básico el dualismo metodológico, sustentado en la opinión de que la esencia humana constituye una esfera de realidad diferente a la del mundo material: el hombre es un ser dotado de libertad, y de ello se deduce que puede y debe ser estudiado individualmente.

En geografía, esta concepción del mundo fue asimilada por la escuela regional, que estudiaba consecuentemente a los individuos geográficos: las regiones, como casos únicos e irrepetibles que no es posible reducir a una generalización.

Por su parte, H. del Villar proponía el estudio por separado -aunque bajo el común denominador de la localización del factor humano y del factor geográfico, para lograr el objetivo final de la geografía: aprehensión armónica "global de la realidad sensible en la superficie de la Tierra. De esta manera, la geografía mantendría su unidad gracias a un punto de vista claramente original que, como hemos visto, se centraba en el estudio de las locococonexiones". y desarrollaría su plan de investigación analizando, en primer lugar, lo que a la influencia del factor geográfico se puede atribuir en la vida humana; y una vez despejada esta incógnita, saldría a relucir lo que a la libre acción del hombre se puede atribuir en la realidad social. En consecuencia, H. del Villar aceptaba el dualismo hombre-medio físico, así como el papel del análisis temporal (geografía policrónica) como comprobante de la validez de las leyes generales, y del estudio de áreas específicas en la Tierra (geografía particular) como fundamento de estudios más generales. Integraba, por tanto, los principales fundamentos de la, en aquellos años, dominante escuela regional en geografía, en un único y analítico plan de estudio y, lo que es más importante, con el objetivo -de acuerdo con las tendencias positivistas- de proponer leyes generales explicativas de la vida humana en la Tierra. Con este sutil planteamiento, Huguet del Villar pretendió asimilar los principales logros del paradigma regional -según él inviable, ya que negaba desde un principio la posibilidad de establecer leyes generales sobre el comportamiento humano en la Tierra- a su sistemático programa de estudio.

Estas sugestivas concepciones teóricas de H. del Villar, no quedaron sin embargo en simples elucubraciones mentales, sino que fueron aplica das en el desarrollo de su labor científica(12) Nos referimos principalmente a El valor geográfico de España. Ensayo de Ecética (1921), obra singular y fundamental en la moderna historia del pensamiento geográfico español:(13) Este libro representa la continuación de su proyecto científico para la explicación de la influencia del medio físico en la vida humana, proyecto que, como ya hemos visto, inició entre 1906-1910. El objetivo central del trabajo es explicar «con el necesario fundamento positivo» las causas del subdesarrollo español, que radican a su entender en la pobreza del territorio y la mala gestión de su explotación, y no en los caracteres desfavorables de la raza para el progreso; en este sentido H. del Villar fue un continuador de las preocupaciones de buena parte de los regeneracionistas españoles de finales del siglo XIX, entre los que la figura de Lucas Mallada es bien representativa. Hay también que destacar que introduce en su argumentación el clarificador y original concepto de ecética, que designa a la disciplina geográfica que estudia la capacidad de un territorio de mantener el mayor número de población, en las mejores condiciones posibles, y en el menor espacio; en consecuencia, valor ecético de un medio natural, es su capacidad para dar respuesta a las necesidades económicas de una sociedad, tanto en el ámbito productivo como en el comercial.(14) Esta es la idea fundamental que a su entender sirve para enmarcar el estudio de las migraciones humanas, luchas entre naciones por el territorio y otros hechos geográficos.

En el Ensayo de Ecética, bajo un claro punto de vista universal, inicia la investigación del problema por EE.UU. de Norteamérica, por ser a su entender el país más apropiado para comprobar las hipótesis planteadas: ya que presenta un amplio y variado territorio, homogéneo políticamente, y dotado de estadísticas fiables y actualizadas sobre su realidad demográfica. Gracias a esta sólida base de estudio, Huguet del Villar emprendió un minucioso análisis comparativo de la influencia de los factores físicoeconómicos (factor geográfico) en la localización de la población, llegando incluso a la conclusión de que, en un país, son las áreas mejor dotadas para el comercio las que atraen principalmente a la población, sin dejar por ello de ponderar la influencia de otros factores, como la existencia de recursos energéticos. o los suelos ricos. Seguidamente aplicó esta hipótesis a Europa. Sudamérica y España. donde efectivamente quedaría demostrado su cumplimiento. En resumen, H. del Villar distinguía en la superficie terrestre áreas con diferente valor ecético o riqueza económica; este desequilibrio es el que según él originaba las corrientes económicas y demográficas. sólo perturbadas en su régimen natural por las fronteras políticas.

Aplicando estas premisas a España, llegó a interesantes conclusiones para el conocimiento de nuestra geografía. En primer lugar, demostró que el factor principal de la localización de la población es el de las áreas comerciales; en segundo lugar, que España tenía gran parte de su valor ecético a merced de las potencias extranjeras (riqueza minera, hidráulica, etc.) , situando este problema en el contexto económico internacional; finalmente abonó la idea de que España. por ser un país de emigración debido a su escuálido factor ecético, debía proyectarse hacia otras zonas con capacidad económica más atrayente, y en particular el NO. de Africa. con lo cual justificaba científicamente la acción española en Marruecos(15).

No nos podemos detener más en este punto, pero esperamos que con lo dicho queden apuntados los rasgos más destacados de la contribución de Huguet del Villar a la historia del pensamiento geográfico.
 

III. Ciencias naturales y geografía

Ya hemos indicado anteriormente la inquietud de Huguet del Villar por el estudio de las ciencias de la naturaleza durante el primer decenio del siglo XX, especialmente en el campo de la geomorfología y la botánica. Sus extensos y rigurosos conocimientos científicos, le libraron de la limitación que supone para un intelectual realizar sus investigaciones con una formación excesivamente especializada; los diferentes campos de estudio a los que dedicó su atención, le habían de dar una visión general de los problemas, que se manifestó a lo largo de toda su labor científica.

Pero su creciente dedicación al estudio de las ciencias de la naturaleza, no era tan sólo una cuestión de gusto, sino que estaba perfectamente. de acuerdo con sus concepciones teóricas sobre la ciencia geográfica, que según su criterio debía fundamentarse e iniciarse por el estudio del medio natural (factor geográfico) en que el hombre vive. No se puede, por tanto. desligar ningún aspecto de la labor científica de Huguet del Villar, pues toda ella parte de unos objetivos claros y coherentes; sus amplias y varia. das manifestaciones intelectuales, no son más que el resultado de sus increíbles dotes para el estudio.

A partir de 1915, H. del Villar se adentrará en los intricados y apasionantes caminos de las ciencias naturales, hasta el punto que no tardó en dedicarse exclusivamente a esta actividad. En 1913 ya había abandonado sus compromisos periodísticos, y algunos años más tarde hará lo propio con la investigación en geografía. 1915 es el año de su ingreso en la Real Sociedad Española de Historia Natural, con la que no obstante perderá a partir del año siguiente todo contacto. Alrededor de 1920 es aceptado como socio de la Sociedad Ibérica de Ciencias Naturales, fundando poco tiempo más tarde su Sección de Madrid. En mayo de 1923 fue contratado por la Junta Municipal de Ciencies Naturals de Barcelona, para desempeñar el cargo de Regente de Fitogeografía en el Museu de Ciencies Natura!s, del que será depuesto en 1924.

Durante estos años, se hace difícil adivinar con qué se ganaba el sustento este ilustre científico español.(16) El hecho es que llevó a cabo una intensa labor intelectual, excursiones de trabajo, clasificación de su herbario,(17) relación con botánicos españoles y extranjeros, asistencia a reuniones y congresos internacionales, etc. Todo ello enfocado en definitiva a la realización de su Fitogeografía Sinecológica de la Península Ibérica (que nunca pudo llegar a publicar), en la cual seguía principalmente la orientación del norteamericano F. Clements, cuya concepción global y dinámica de la naturaleza, del Villar introdujo en España con la publicación de la Geobotánica, editada en 1929, pero que sin embargo ya tenía ultimada desde el verano de 1926.(18)

Su extensa formación como naturalista, y la valoración amplia que siempre hizo de las cuestiones que investigaba, le llevaron sin duda a plantearse las relaciones de la vegetación con el suelo en que ésta habita; dos campos de estudio íntimamente relacionados. Ello facilitó el que en 1924 tomara contacto con los principales edafólogos mundiales, con motivo de la Conferencia Internacional de Roma, donde se constituyó la Asociación Internacional de la Ciencia del Suelo, la cual, a partir de 1925, organizaría en diferentes áreas de estudio a esta comunidad científica. H. del Villar sería nombrado en 1929 Presidente de la Subcomisión Mediterránea de dicha Asociación, y recibió en 1926 el encargo de confeccionar el Mapa de Suelos de la Península Ibérica, para lo cual fundó la Sección Española de la Asociación Internacional.

A partir de este momento desarrollaría con ahínco este programa de trabajo, sin perder por ello de vista sus estudios de geobotánica. Hay que destacar el hecho de que H. del Villar, a sus 54 años, empezó a dedicar sus esfuerzos al desarrollo de la ciencia del suelo, convirtiéndose en una figura de primera línea dentro de esta disciplina científica. Por este motivo, sorprende doblemente el que no obtuviera subvención alguna por parte del Estado para desarrollar esta útil labor, caso único entre todos los países agregados a la Asociación Internacional de la Ciencia del Suelo.

Los resultados de las investigaciones de Huguet del Villar en el campo de la edafología pueden concretarse en dos aspectos: elaboración de un método universal de clasificación de los suelos,(19) y realización de mapas de suelos en la cuenca oeste del Mediterráneo, entre los que destaca la edición en 1938 (en Inglaterra) del primer mapa de suelos de la Península Ibérica, a 1/1.500.000(20). Hay que reconocer, en este sentido, que si del Villar pudo desarrollar su labor entre 1927-34, fue gracias al apoyo de Octavio Elorrieta, director del Instituto Forestal, quien además de asegurarle un sueldo fijo en dicho Instituto como especialista en Edafología y Geobotánica, cubría los gastos de sus excursiones, viajes y material de trabajo.(21)
 

IV.El estado actual de la edafología en el contexto de la labor científica de Huguet del Villar

La actividad científica de Huguet del Villar en el exilio, primero en Argelia y posteriormente en el Marruecos francés, constituye un significativo apartado en su biografía, del que vamos a tratar en publicaciones posteriores.

En términos generales, a lo largo de los cincuenta años (1900-1950) que estamos investigando de su carrera científica, sale a relucir una constante: la reivindicación de la ciencia como la libre actividad que debe canalizar los avances del conocimiento humano, y dirigir el progreso de la civilización. Esta postura la mantuvo desde sus primeros artículos en «Revista Contemporánea» y en «Nuevo Mundo», hasta el trabajo que aquí presentamos; y para la defensa de este objetivo, no dudaría en enfrentarse a todo cuanto a su juicio entorpecía el progreso científico: dilaciones políticas, amiguismo corporativo o abulia profesional.

El escrito, hasta hoy inédito, de Emilio Huguet del Villar que recogemos a continuación, constituía con toda probabilidad un último capítulo de su obra, aún inédita, Geo-Edafología (1950). Sin embargo, la numeración independiente en las hojas del manuscrito de ambos trabajos, y el hecho de que poseen un contenido autónomo aunque complementario, nos han decidido a emprender su publicación por separado. Tanto en un caso como en otro hemos respetado su ortografía original (claramente heterodoxa en la utilización de la g y j, y en algunos casos de la h), ya que H. del Villar fue también un estudioso de la filología clásica y moderna, con convicciones propias en este sentido.

En El Estado actual de la Edafologia: la realidad y el Ideal, con su característico estilo rico, vivaz, ordenado y convincente, desarrolla como veremos, una crítica minuciosa en torno la realidad de un área del saber: la edafología, como mejor recurso para reivindicar posteriormente su estado ideal: búsqueda de la verdad por encima de todo.

Sin embargo, existían según él multitud de dificultades que obstruyen la generalización de ros verdaderos avances intelectuales en los centros de enseñanza e investigación, donde la comodidad y abulia de sus responsables contribuye a que la rutina de las prácticas científicas obsoletas sean difícilmente modernizadas. A esta problemática, Huguet del Villar, inventor de expresiones cuando no encuentra solución semántica para expresar un concepto, la bautizó como coefícíente de retraso (dificultades en la generalización de una teoría científica desde su comprobación), con lo cual arremete contra la burocracia apática y el academicismo intransigente. Al llegar a este punto en la lectura del texto de H. del Villar, confiamos en que el lector hará un esfuerzo de reflexión sobre el cumplimiento de esta hipótesis en su respectiva disciplina. A nuestro entender, la idea es válida para enjuiciar la problemática de muchas de nuestras instituciones científicas, y en especial de los programas de estudio de los centros de enseñanza.

El texto que publicamos seguidamente, creemos que constituye un documento de excepcional interés para la realización de la historia de la edafología, que está por hacer tanto en España como a nivel mundial. Hay que tener en cuenta que H. del Villar fue el introductor en España de la ciencia del suelo o pedología, que él llamó edafología. la denominación hoy aceptada en España; y que para la labor que desarrolló en esta disciplina, mantuvo frecuentes contactos con los principales investigadores españoles y mundiales, por lo cual las opiniones que expone en torno al desarrollo de esta ciencia, gozan del mayor crédito.

Considerando como principal objetivo de la edafología. la realización de una clasificación y cartografía de los suelos del globo, H. del Villar propugnó la necesidad de una unidad de criterios para su tipología. Para servir a este ideal, defendido paralelamente por la Asociación Internacional de la Ciencia del Sueño, descalificó, como veremos, las desviaciones observadas en relación a este criterio prioritario, en los que en 1950 eran consideradoslos principales centros mundiales del desarrollo de esta ciencia: la escuela rusa, la Rothamsted inglesa, el Bureau of Soils de EE.UU., y el núcleo de Versailles en Francia.

En este sentido, resume los peligros que acechan al desarrollo mundial de la edafología en cuatro puntos: 1) la tendencia a presentar los resultados del análisis mecánico del suelo en escalas de referencia diferentes; 2) la costumbre entre muchos investigadores de contentarse con el análisis químico global del suelo, sin profundizar en el del extracto clorhídrico; 3) el valor exagerado que se da al análisis de los coloides én la tipología de suelos, a propósito de lo cual alude al Instituto Español de Edafología; y 4) la tendencia, generalizada entre los agrónomos. a seguir sólo parcialmente el riguroso método de trabajo en edafología, propuesto por la Asociación Internacional. Todo ello lo expone, como veremos, con profusión de comentarios y datos técnicos. En definitiva, defendemos el criterio de que la dedicación de H: del Villar a las ciencias de la naturaleza, no representa para él una ruptura en relación a su proyecto amplio de contribución a la ciencia geográfica. Hay que tener presente que creía firmemente en la división lógica de la ciencia, sustentada en el conocimiento de su historia y la clarificación de sus objetivos, a fin de facilitar y dar coherencia a la labor común de los investigadores. De ahí su interés por la tipología y clasificación racional de los suelos, así como por la división de la geografía. en la que la piedra de toque era, como hemos visto, el estudio del medio físico. En este sentido. la dedicación plena de H. del Villar a la geografía botánica a partir de 1915, y a la edafología desde 1924, no nos debe sorprender, ni mucho menos sugerir un talante personal descoordinado o incluso frívolo, La localización reciente de su tratado: Geo-Edafología, nos ha demostrado el criterio geográfico (localización de los fenómenos) que presidía su actividad en ciencia de la naturaleza, ya que allí incluye dos amplios capítulos sobre geografía de los suelos en el mundo, y sigue utilizando antiguos conceptos con claro contenido geográfico, como el de ecética, que, como veremos. aparece también en el texto que seguidamente presentamos.
 

BIBLlOGRAFIA CITADA DE HUGUET DEL VILLAR

Consideraciones sobre las recientes reformas en Filosofia y Letras, -Revista Contemporánea-, Madrid, CXIX, 1900, pág. 347.

Las Repúblicas Hispano-Americanas, Manuales Soler, LXX y LXXI, Barcelona, 1906, 2 vol. Geografia General, Manuales Soler, Barcelona, 1909, 2ª edición, reformada, en Manuales Gallach, Barcelona, 1928.

América Sajona, Manuales Gallach, Barcelona, 1910.

El factor geográfico y el gran problema de España, -Estudio-, Barcelona, 1914, n.O' 16, 17, 18 Y 19.

La definición y divisiones de la Geografía dentro de su concepto unitario actual, -Estudio-, 1915, n.O' 31, 32 Y 33.

El valor geográfico de España. Ensayo de Ecética, Madrid, Sucesores de Rivadeneyra, 1921.

Geobotánica, Barcelona, Ed. Labor, 1929.

Suelos de España. Primera serie de estudios, Madrid, Instituto Forestal de Investigaciones y Experiencias, 1929.

Les sois méditerranéens étudiés en Espagne, 1930, 11 Congres International de la Science du Sol.

Los suelos de la peninsula Luso-lbérica, edición bilingüe, Madrid-Londres, Thomas Murphy and Co., 1937.

Types du sol de /'Afrique du Nord, fasc. 1, Rabat, 1947, fasc. 2, Tunis, 1948.
 

Algunas definiciones sobre los términos científicos utilizados en el texto de Huguet del Villar

ADSORBENTE. Capacidad de un cuerpo para concentrar en su superficie sustancias disueltas.

COLOIDE. Sustancia en estado de fraccionamiento extremadamente fino, con partículas de 10-5 a 10-7 cm. de diámetro, de materia orgánica o inorgánica. Juega un papel importante y al mismo tiempo muy complejo en la química del suelo [F. J. Monkhouse).

HALOIDE. Sal formada por la combinación de un metal con un metaloide.

ILUVIACION. Acumulación a poca profundidad (generalmente en el horizonte B), algunas veces formando una capa dura de material separado del horizonte superior del suelo por lavado. incluyendo coloides, sales y partículas minerales (F. J. M.).

PERFIL. Sección vertical del suelo, desde la superficie hasta la roca madre, que muestra los diferentes horizontes, a menudo de distinto color y configuración, algunas veces con penetraciones de uno en otro, otras con cambios bruscos. Cada tipo de suelo tiene su perfil (F. J. M.).

PODSOL (ruso). Suelo formado bajo condiciones climáticas de bajas temperaturas y pluviosidad abundante, con una vegetación de bosque de coníferas o landas, especialmente a partir de una roca madre arenosa, resultado de un intenso lavado de sales básicas y compuestas de hierro (F. J. M.).

SESQUIOXIDO. Oxido que contiene tres átomos de oxígeno de cada dos del cuerpo que entra en él para formarlo.

TIPO. Cada una de las grandes agrupaciones de clases de suelo.
 



 
 

ESTADO ACTUAL DE LA EDAFOLOGIA: LA REALIDAD Y EL IDEAL

Por Emilio H. del Villar

La heterogeneidad creciente en materia de clasificación y cartografía de suelos, acusa una desorientación y una despreocupación no total y absoluta, pero sí muy extendida, en la ciencia de que nos ocupamos. Las causas de esta desorientación son de dos órdenes: uno psicológico, exterior a la ciencia misma; otro intracientífico, de metódica.
 

[El factor psicológico en el desarrollo de la ciencia  y de la edafologia en particular]

De las causas de orden psicológico sólo nos ocupamos aquí objetivamente. con abstracción de todo personalismo.

La Ciencia del Suelo, por su naturaleza, tiene que suministrar asunto de actividad a colectividades de orden administrativo, sujetas a influencias las más diversas. Pero los innumerables individuos que las componen no pueden ser todos sabios, ni poseer la psicología del investigador. En su inmensa mayoría, son productos pasivos de la enseñanza. Ahora bien, el método de la Ciencia no es la enseñanza, sino el estudio. El estudio busca la verdad, como pasión única. que se superpone a cualquier otro orden de consideraciones. Es un sentimiento totalitario. como los fanatismos. Las gentes que no lo posean, no pueden comprendernos. Los escasísimos individuos en quienes se engendra, son los unicos que crean la ciencia. La enseñanza propaga, mezclados con las verdades vulgarizadas o residuales, los errores y las rutinas, y puede degenerar en pedantería o caciquismo. Los hombres formados exclusivamente por la enseñanza, suelen tener conciencia de su inferioridad, y conservan, en su inmensa mayoría, una veneración ciega hacia sus maestros. 'Imposible aceptar nada en contraposición con lo que oyeron y repitieron a éstos. ni con lo que se profesa, como resultado, en la respectiva matriz profesional.

Estos hombres actúan en organizaciones de trabajo oficial, cuya finalidad no es, las más veces, científica, sino administrativa, utilitaria, más comprensiva para la masa. Su deber es, para ellos, actuar de acuerdo con la enseñanza recibida, la finalidad oficial de su cargo, y las órdenes de sus superiores. Pero las jerarquías de estas organizaciones no pueden basarse exclusivamente en la capacidad ni el espíritu científico; son también resultado, forzosamente, de otros factores ajenos a la vida intelectual, como la organización corporativa, la antigüedad en ella, los sentimientos personales. etc., etc. Si a todo esto se añade (porque a ello se mezclan en efecto) otros caracteres psicológicos que actúan siempre negativamente en toda sociedad humana y que Echegaray tuvo el gran acierto de sintetizar en el título del drama «El poder de la impotencia», se encontrará lógico que, entre el progreso científico y su asimilación oficial, haya siempre un coeficiente de retraso, en este caso muy grande. Estamos hablando del mundo entero no de un país determinado.

Un factor frecuente de este retraso, reviste la apariencia de actividad: la vanidad de crear y trastocar, sin tomarse antes la molestia de estudiar el estado del asunto: tal el número creciente de clasificaciones no justificada por la crítica de las precedentes. Con estas y otras contribuciones no más justificadas, la literatura edafológica se halla infestada de rutinas y disparates, que las revistas acogen con igual amabilidad que los trabajos serios, porque ante todo aspiran a enriquecer sin gastos su biblioteca. Una crítica depuradora, a salvo de preocupaciones económicas y con amplios medios de difusión mundial, es, en nuestros tiempos. una de las más grandes necesidades culturales, lo mismo para esta materia que para otras. La ciencia es el culto de la verdad, e inseparable del sentido moral: quien deja pasar un error, se hace cómplice de un engaño.

Al coeficiente de retraso, tal como lo hemos definido. se debe que Francia no tenga todavía un mapa objetivo de suelos como el que tiene la Península Ibérica desde 1938; y que el Africa del Norte tenga todavía inédita la mayor parte y más importante de su cartografía edafológica. (Actualmente se ocupan del asunto las autoridades agronómicas de Argelia.) Este coeficiente se atenúa hasta anularse cuando coinciden en la misma persona la autoridad y el espíritu científico. Pero esta coincidencia es, en la mayoría de los países, mucho más rara de lo que se cree.(1) A esto se une, para mal de la Geo-Edafología, la confusión que hace el vulgo, incluso el incorporado al trabajo técnico, entre valores científicos y jerarquías oficiales, y entre ciencias diversas o aspectos diversos de una misma.

Siempre en el orden internacional, he aquí para la Ciencia del Suelo, tres centros que este vulgo encuentra cómodo reconocer como fuentes infalibles de la verdad: "Versailles»; la "Rothamsted» en Inglaterra; y el "Bureau of Soils» de la Dirección de Agricultura de los Estados Unidos. Para la ciencia, no hay entidades colectivas de carácter pontifical, y el creer en tales es colocarse fuera del espíritu científico. Para la ciencia sólo cuentan los hechos en cada caso. Nadie pretende negar ni minimizar el volumen y la calidad de los trabajos realizados, desde largos años atrás por esos tres centros en materias que tocan a la agronomía, a la nutrición vegetal o a determinados aspectos de la Edafología y sus aplicaciones. Pero en el caso concreto de la clasificación y geografía de suelos, ni Versailles ni la Rothamsted constituyen autoridad especial, porque son otras materias las que han interesado más a sus directores y colaboradores. ¿Dónde están, si no, las clasificaciones y mapas que el mundo debe a esos dos centros? Personalmente, no guardo sino la mayor simpatía hacia ellos. En compañía de M. Demolon (Versailles) y de Mr. John Russell (Director de la Rothamsted hasta después de 1935) he hecho la exploración edafológica de Europa, desde el Caspio hasta Escocia, y he podido apreciar qué asuntos atraían más su atención.

Inglaterra en conjunto no es tampoco un país muy adecuado para formarse edafólogos. En toda la Gran Bretaña los suelos están, desde muy antiguo, alteradísimos por el hombre, y han pasado desde su desforestación por todas las fases, en gran parte la pratense, que tiende, más que otra alguna, a borrar el tipo originario, uniformizando el perfil. De esto no se exceptúan ni las áreas forestales que se podrían suponer más protegidas por su situación. Los bosques del S. de Escocia habían sido ya casi totalmente destruidos en el siglo XII. En el Norte y en las pendientes altas, los bosques se conservaron mucho más tiempo; pero, a fines del siglo XVIII, la fase industrial moderna (beneficio del hierro y producción intensiva de lana) , acarreó la destrucción de la mayor parte de ellos. Y hasta la segunda década del siglo presente, no se adoptó una política forestal científica. La inmensa mayoría de los bosques actuales son, pues, plantaciones; y, como regla general, de especies distintas de las del bosque primitivo.

A través de esta multiplicada intervención humana, es dificilísimo encontrar perfiles originales, y no menos reconstituirlos, sobre la base de su estado actual y lo que se reconozca de su historia. Semejante material no invita a la tipología de los suelos ni facilita su estudio. A esta dificultad se añade aún, para la edafogénesis, la complicación del doble substrato sobre el que reposan la mayoría de los perfiles, debido a que (como en toda la Europa de alta latitud) a la roca autóctona, se superpone, en la mayor parte del país, la masa de transporte glaciar (Drift.).

Acaso haya influido la difícil diferenciación de los perfiles en la escasez de análisis con que los ingleses se molestan en ilustrarlo. En la Excursión Internacional de 1935, el «Guide Book.. que se nos dio, no contenía para cada perfil de la Inglaterra propia, sino un pequeño número de cifras de análisis. Sólo en Escocia nos facilitaron, para algunos perfiles (pocos), análisis más completo: del extracto clorhídrico y del complejo absorbente. Con tal escasez de datos. los perfiles aparecían aún menos diferenciados de las cifras de análisis, que la prospección.

En la literatura edafológica procedente de Versailles o representativa de su espíritu, se observa que el rigorismo y espíritu científico con que son tratadas muchas materias, hace lugar a una verdadera despreocupación cuando se pasa al tema de la tipología y la cartografía. Así, en la última edición de la dinámica del suelo ni siquiera se nombra el análisis del extracto clorhídrico; y en la pequeña obra de divulgación que le h. seguido (1949) del mismo autor, tampoco. En ésta se encuentran paisajes como los siguientes:

-La pédologie est une science encore jeune.. (p. 72).

El autor de este libro empezó a cultivarla hace un cuarto de siglo,  cuando llevaba ya medio de vida a partir de Dokucháiev, y, por su iniciativa, la Assoc.. Sc. Nat. du Marroc, celebró en 1937, con una sesión especial, su centenario. Mucho más modernos son el automovilismo y la aviación.

«On rencontre des terres noires dans les régions subtropiqueles, dont les conditions de formations sont mal connues. Tel est le Gas des "tirs" de Marroc et des "regurs" de l'lnde (terres a coton), representant des terres noires, qui, par leur teneur de matieres organiques se rapprochent des "tchernozioms"...

En efecto, son suelos mal conocidos; pero según por quién. Suponer desconocido para todo el mundo lo que uno ignora porque no le ha interesado enterarse, es sustituir la cátedra por el rollo. Los lectores de este libro saben, en cambio, perfectamente que la palabra «tirs» se aplica en Marruecos a tipos diferentes y que no todos son negros; que los tirs de gley figuran entre los suelos mejor conocidos del globo, representados por una numerosa colección de perfiles y análisis completos por los métodos internacionales; que los regurs son, en cambio, imperfectamente conocidos; que ni unos ni otros pueden confundirse ni englobarse tipológicamente con el chernodsiom; que éste en sus formas típicas se caracteriza por su elevada proporción de materia orgánica, que en los otros dos tipos es precisamente escasa; que el tirs de gley es un suelo arcilloso hipogénico; y el chernodsiom limoso o fino-arenoso anfigénico; etc., etc.

En otro lugar se asigna al chernodsiom como condición climática 300 a 500 mm. de precipitaciones anuales; y, en contra de ello, el chernodsiom cubre en la Argentína inmensas extensiones bajo lluvias muy superiores.

En la revista sobre el desarrollo de la Edafología en el globo, no cita países como Polonia, Yugoslavia, Bulgaria y Suiza, que se adelantaron a Francia en esta materia, ni al Japón ni a la China, de que hay extensos mapas y  descripciones con cifras de análisis, obra de autores norteamericanos y chinos.

Con tales deficiencias y errores vulgares y rutinarios (cuya lista podríamos largamente aumentar) no creo que quepa acordar a Versailles en materia de Geo-Edafología, la autoridad que ha conquistado en otras. En Francia las hay también en clasificación y cartografía de suelos, pero individuales.

En cuanto al Bureau of Soils de los Estados Unidos, tenemos razones de orden intracientífico, expuestas en el capítulo anterior y antes del final de éste, para discutir su infalibilidad, pero el factor psicológico no deja también de intervenir. En 1937 hemos asistido en Argel a una sesión de la Reunión Mediterránea presidida por la autoridad superior en este centro, y le hemos oído hablar de suelos rojos, costras y otros temas del caso, como si se tratara de temas «nuevos", sin el menor conocimiento de cuanto sobre ellos hemos publicado el que esto suscribe (incluso en inglés en los mismos Estados Unidos, v. Bibl.), y otros autores desde muchos años antes. En las Actas del Congreso de Amsterdam (1950) hemos visto con pena el éxito que parece tener en los Estados Unidos, de donde se contagia a la América Latina, un nuevo neologismo «latosoil», nacido en el mismo centro, no menos bárbaro etimológicamente, pero más estrictamente para un oído latino, que sus hermanos mayores «pedalfer» y «pedosol» de la misma procedencia.

La filología es también una ciencia y además una condición estética. El sentido estético es inseparable del sentido científico, como del sentido moral. Profanar con términos bárbaros el lenguaje científico estético creado por la civilización europea, es mezclar compases de jazz en una sinfonía de Beethoven. Los americanos de idioma latino son los más amenazados por esta invasión, y los llamados a defenderse de ella con mayor energía.

Resultado: ni la Rothamsted, ni Versailles, ni el «Bureau of Soils» de los Estados Unidos tienen por qué ser citados como valores científicos, contra el esfuerzo para hacer de la Geo-Edafología una ciencia universal rigurosa, en vez de un pasatiempo caprichoso o una imposición autoritaria. El valor de las clasificaciones no depende de la conformidad o disconformidad con esos tres centros, u otros análogos, sino de la que ofrezcan con la naturaleza, según manifiesten los hechos. Esto es la Ciencia. Lo demás, podrá ser útil a la Agricultura, a la Administración o a determinadas personas o colectividades; pero no nos interesa absolutamente nada.
 

[El factor intra-científico. Análisis y dífusión de los métodos de la edafología]

Las causas de orden intracientífico, constituyen un tema más agradable. Aquí no se trata de personas, sino de métodos. Y la tarea consiste en aducir hechos y razones en favor de los que cada cual juzgue preferentes para el fin perseguido. Con este espíritu, la oposición de opiniones es una colaboración en la persecución colectiva de la verdad.

El fin perseguido es la clasificación de suelos lo más de acuerdo posible con la naturaleza (como se clasifican los seres vivos y los animales) en vista de su conocimiento tipológico y el de su geografía. Y lo que se trata de aquilatar no es precisamente el método en sí, pues hay métodos adecuados a ciertos estudios, que no lo son para otro, sino su eficacia para la finalidad concreta aquí definida.

Los métodos de prospección y análisis que, en lo que tienen de más fundamental, hemos expuesto detalladamente en los capítulos anteriores, son el resultado del descubrimiento hecho hacia el último cuarto del siglo pasado de la verdadera naturaleza de la entidad suelo por Dokucháiev en Rusia, y ampliado con aplicación al mundo entero por el genio de Glinka; y de pertinaces e inteligentes estudios de laboratorio, perseguidos a través de medió siglo, por un grupo de hombres igualmente geniales en su respectiva especialidad, que, a través de la diferencia de nacionalidades y residencia, se han entendido cordialmente hasta llevar a formas científicamente rigurosas, lo que, en el nombre de análisis, había estado constituyendo en los laboratorios de los servicios agronómicos rutinas convencionales de valor en general empírico, y con frecuencia nulo. Al resultado final de los esfuerzos, la fijación de métodos precisos, se ha llegado en los últimos veinticinco años, y es la obra de la 1ª. Asociación Internacional de la Ciencia del Suelo (1924-50), en el seno de la cual he tenido el honor de tratar con la mayoría de esos creadores de métodos, y aun de obtener la valiosa colaboración de algunos para mi obra de Edafología mediterránea, como hago constar con precisión en ella.

Mi obra mediterránea, en su mayor parte aún inédita (debido al «coeficiente de retraso» de orden psicológico), pero de la que está publicado lo bastante para que pueda juzgarse, es el resultado de la aplicación de esos métodos a esta región del globo; y el libro presenta su exposición con carácter universal, aplicado a los más diferentes tipos de suelos. La claridad con que aparecen destacados los caracteres de cada tipo, y la precisión con que los definen las cifras de análisis, son el documento justificativo de la superioridad de la metódica empleada. No hay ninguna obra donde se llegue a una clasificación tan clara y precisa por métodos diferentes.
 

[Crítíca de los príncípales métodos de clasífícacíón en edafología. Necesídad de una unífícacíón de críterios]

A pesar de todo esto, son muy escasos los países donde, como en Hungría, este conjunto de métodos internacionales se siga fiel e íntegra. mente. En la inmensa mayoría de los libros y opúsculos sobre suelos, los análisis son escasos, fragmentarios o se desvían de los métodos internacionales. La causa principal parece ser de orden psicológico: los métodos internacionales exigen mucho trabajo y personal muy especializado. Hasta en países de activo trabajo edafológico, que se traduce en voluminosa producción impresa, como en Rusia, la parte de análisis suele ser incompleta e insuficiente: en Rusia se da más importancia a la prospección y en ella a la estructura, que a las cifras de análisis. Ya hemos hablado también de la parquedad de los análisis en países como Inglaterra, donde la labor de tipología edáfica está a su vez mucho menos desarrollada. Otra causa que en último término se relaciona también con el orden psicológico, es la rutina. El coeficiente de retraso dificulta la sustitución de los métodos consuetudinarios por las novedades científicas; y de ello los laboratorios franceses han dado ejemplo largo tiempo. Ya hemos visto que en una de las obras que se tiene por más fundamentales en Francia en materia de Ciencia del Suelo, el análisis químico por 8;1 extracto clorhídrico, ni se nombra siquiera.

En el orden objetivo, las desviaciones del tipo internacional de trabajo forman principalmente tres grupos: uno consiste en la persistencia para el análisis mecánico, de escalas distintas de la de Atterberg; otro en la preferencia del análisis químico global al del extracto clorhídrico; otro en acordar a los coloides un lugar exagerado en la metodología tipológica.

La heterogeneidad de las escalas limita a los análisis mecánicos la comparabilidad; y uno de los centros donde este inconveniente persiste es el Bureau of Soils de los Estados Unidos. Esta persistencia no se debe exclusivamente a la rutina, sino a que la escala americana es más detallada; y a que, poner bruscamente la composición mecánica en estado de comparabilidad con la de otros países, significaría romper esa comparabilidad con la enorme labor de análisis realizada desde largo tiempo en el propio país. Este mal tiene un remedio: introducir en la escala americana, además de sus propias divisiones, las de Atterberg. Y este remedio ha empezado por fin a aplicarse, aunque sólo parcialmente. En la escala americana existía ya el límite divisional de -2 mm. para la tierra fina; pero el último era 0,005 mm.; de modo que la fracción más fina, llamada "arcilla», era toda la inferior a ese diámetro, comprendiendo la «arcilla" de Atterberg más una gran parte de la fracción limosa de éste. En 1938 el Centro tomó el buen acuerdo de subdividir la última fracción americana por el límite 2 mm. de Atterberg; de suerte que la fracción inferior americana coincide ahora con la fracción I de Atterberg, que es la más importante a partir del límite superior de 2 mm.

Pero la inmensa documentación oficial edafológica americana, anterior a 1938, y con ella el Gran Atlas de Marbut, responden a la escala antigua, y hay que conocerla para apreciar la significación verdadera de las cifras. Esta escala es la siguiente, con prescindencia de la fracción> 2 mm. o grava:

La mejor manera de apreciar los valores de la escala americana y compararlos con la de la internacional de Atterberg, es introducir en ella las divisiones de ésta por interpolación. El resultado no puede ser exacto porque la granulometría no varía de un modo, uniforme; pero sí muy aproximado puesto que la escala americana es más minuciosa, lo que disminuye fa importancia de cada error. He aquí las tablas de reducción (en que T significa "total"):

Gracias a este expediente, el único posible, hemos podido utilizar, en forma comparable con nuestro método internacional, análisis hechos con la escala americana.

No tiene tan fácil paliativo la persistencia en el uso rutinario del análisis químico global en lugar de adoptar el internacional del extracto clorhídrico. El análisis global trata al suelo como si fuera una roca inerte: hasta utiliza los métodos creados para el análisis de las rocas, como el de Jakob. Empieza, pues, por prescindir de lo más esencial, el concepto de suelo. Lo más monstruoso de este método es el englobe en una sola cifra la arena cuarzosa con la sílice coloide, borrando así totalmente uno de los caracteres más esenciales de los suelos, que es la proporción de esa sílice. La crítica de este método ya ha quedado hecha por sí misma en la parte del capítulo consagrada al análisis químico. Las cifras que el análisis global arroja carecen de valor edafológico, pues no permiten conocer ninguno de los caracteres que más interesan:

La proporción de elemento móvil con relación al inerte, que da la intensidad de la edafogénesis.

Si el suelo es sialférico o haloide.
El total de mili-equivalentes móviles.
La proporción de cada catión y el cociente catiónico.
Las proporciones moleculares sílice/sesquióxidos en el suelo total.
La proporción de sílice coloide total.
El dinamismo de la sílice a través de cada perfil.
La proporción y dinamismo de los demás elementos móviles, entre los cuales tienen importancia especial los carbonatos.
La riqueza potencial en fertilizantes.
La rutina del análisis global va unida a la de considerar el de la fracción coloide como complemento suficiente de él.
Es completamente erróneo el creer que la fracción coloide representa la totalidad del elemento móvil de un suelo; y que el suelo sea un simple compuesto de masa pétrea inerte y masa coloide. La fracción coloide es sólo una etapa de reposo de los elementos movilizados; y los minerales definidos en este estado coloide-cristalino, sólo una parte de esos elementos. El suelo es un compuesto inseparable de fase sólida y fases dispersas en todos los grados, coloide, molecular y iónica o atómica; pero estas fases no son materiales separados e independientes, sino que los elementos pueden pasar de una a otra, incluso desde la fase sólida a las más dispersas. Los mineralogistas y los químicos 'podrán interesarse sólo por los minerales y los coloides del suelo; pero los edafólogos, cuando hablamos del intercambio con la vida vegetal, nos referimos al intercambio del suelo total, fenómeno del que sólo podemos conocer y medir resultados, y éstos con toda precisión; pero en el que se ignora de qué fase o de qué grado de dispersión procede cada molécula, ion o átomo que la planta ha tomado del medio edáfico. Por eso, para conocer el valor potencial de un suelo y precisarlo en cifras, necesitamos un sistema de análisis que nos mida, no sólo la fracción movilizada y en estado de reposo en un momento dado, sino et total de elementos movilizables en respuesta al total de impresiones o ataques que el suelo recibe. Y como este proceso es muy lento y por lo tanto imposible de precisar en cifras en un tiempo breve, lo que se mide es el resultado de ese proceso a través de un largo tiempo. Esta duración está representada por la energía del re activo empleado; y, fijado éste definitivamente, las condiciones resultan iguales, y, por lo tanto, los resultados comparables. Tal es la significación del análisis del extracto clorhídrico. Ante ella el análisis global solo, no dice absolutamente nada; y el análisis de la atracción coloide no da sino una parte de lo que se quiere conocer. Cuando se trata de suelos sialféricos pobres, el resultado del análisis de la fracción coloide es muy parecido al del análisis del extracto clorhídrico; pero cuando se trata de tipos haloides, la diferencia es enorme, pues las grandes proporciones de carbonatos y demás elementos de tal grupo, que caracterizan esos suelos, no aparecen en el análisis de la fracción coloide. Lo mismo ocurre con los fertilizantes. Si todo el elemento móvil del suelo estuviera representdo por la fracción coloide, sería inútil para las cosechas añadir al suelo abonos minerales. Sin embargo, estos elementos que no pertenecen a la fracción coloide, representan un valor de primer orden en el proceso de intercambio. En suma: la composición y dinámica de la fracción coloide es una cosa, y la composición y dinámica del suelo, otra diferente.

Por desgracia, el análisis global es el que se ha venido utilizando en el Bureau of Soils de los Estados Unidos, y el que informa toda la obra tipológica de Marbut. Ello nos ha impedido, casi en absoluto y con gran dolor nuestro, utilizar suelos de ese país en nuestra revista de tipos. El método de análisis químico empleado en esa obra comprende:

1) Disgregar la muestra y tamizarla a 2 mm.

2) Secarla a 110°,
3) Determinar su pérdida por ignición y operar con el resto.
4) Fusión con Na2Co3.
5) Determinación del SiO2 (total) extrayéndolo con ácido fluorhídrico y anotando la diferencia en peso.
6) Determinación del Fe, Al y Ti; del K y del Na (por el método de J. Laurence Smith; etc.).
7) La materia orgánica -se dice en el textoes determinada por combustión, multiplicando el CO2 obtenido por el factor de Van Bemmelen, 0'471. y el agua química o combinada se determina restando la materia orgánica de la pérdida por ignición. Pero, en el curso de la obra, este programa no se ejecuta, y no se dan en ella cifras de materia orgánica, de. jando que la imaginación del lector se las figure vagamente, a través de la cifra de pérdida al fuego.
El resultado del análisis químico se expresa en porcentajes, referidos a la muestra total determinada, de SiO2, TiO2, Fe2O3, AI2O3, MnO, CaO, MgO, K2O. Na2O. P2O5 y SO3; y, calculados aparte. los del N y del CO2 de los carbonatos. De modo que la exposición tiene el aspecto del análisis del extracto clorhídrico; pero la significación de la mayoría de las cifras es muy diferente. Sobre todo, el englobe de la sílice mineral con la coloide. inutiliza la mayor parte del conjunto.

También se hace el análisis de la fracción coloide (e.d. la fracción < 2 µ) seca a 110°; pero sólo en un pequeñísimo número de perfiles, y los resultados no pueden referirse a la muestra total, porque en los análisis mecánicos no se da el porcentaje de la fracción < 2 µ. sino que la fracción más fina es la de la escala americana antigua « 0'005 mm.). Sólo en los rarísimos casos en que se hace el análisis de la fracción coloide, se pueden deducir las relaciones moleculares sílice/sesquióxidos, a que se añade la de bases/alúmina de Harrassowith.

Los métodos de análisis que presiden a esta voluminosa obra, de influencia mundial. y sobre todo en el resto del continente americano. no son, pues, un modelo ni responden a la suma de valores precisos internacionales de que logró dotar a esta ciencia la 1ª Asociación Internacional. Ello es tanto más extraño, cuanto que Marbut fue un miembro activísimo y meritísimo de esta Asociación como presidente de la V Comisión (de clasificación y geografía de los suelos). Es posible que en la obra sobre su país tuviera que adaptarse a métodos previamente impuestos por la necesidad de utilizar un material voluminoso anterior a la elaboración de los métodos modernos. Yo he tenido el honor de colaborar con Marbut en la prospección edafológica de gran parte de Europa y solíamos estar de acuerdo en los problemas que se nos ofrecían. Una vez, cuando explorábamos la zona de loess de los alrededores de Sarátov (1930), se dejó decir: «Lo que usted no sabe es que lo que yo digo en Washington se somete a discusión, y a veces se decide lo contrario». Quizás esté aquí la clave del enigma o de gran parte de él: o sea que la personalidad de Marbut no siempre coincide con la obra del Bureau of Soils.

Personal técnico procedente de este mismo Centro ha extendido la aplicación de sus métodos de análisis a otros países americanos. Hemos estudiado con cariño todos los trabajos de esta índole que han llegado a nuestras manos, para enriquecer con sus datos nuestro archivo. Con tal objeto, hacemos lo posible por armonizar la forma de expresión en vista de la comparabilidad; los datos del análisis físico los disponemos según el sistema seguido en este libro; los porcentajes del análisis mecánico los reducimos, según las tablas indicadas, a los de la escala de Atterberg; y los del análisis de la fracción coloide los reducimos al porcentaje de la muestra total < 2 mm.), para obtener un sistema de cifras próximas a las del extracto clorhídrico. En esta obra figuran ejemplos de ello. Pero con gran sorpresa y sentimiento hemos tropezado con casos, frecuentes, en que los datos de análisis resultan inutilizables. Así en varios puntos hemos podido utilizar (con amplitud de criterio) el trabajo de Miller y Brown sobre suelos de México, publicado por «Soil Science» (XI, 1938). Pero al llegar a los tres perfiles dedicados a la región árida y salina del NW., nos hemos encontrado con uno de esos casos. Los perfiles son: uno de la exterlsa área de solonchak que se extiende de 96'5 a 112'6 km. al S. de Ciudad Juárez; otro de suelo subsalino 78 km. al N. de Torreón; y otro de suelo infrasalino en Agua-Nueva, unos 80'45 km. al N. de Chihuahua. El método de los autores consiste en hacer el análisis global y el de la fracción coloide, separando ésta por centrifugación. La fracción así separada sería, según los autores, del orden de dispersión < 0'3µ. Como este límite es inferior al de la dispersión coloide total, las cifras obtenidas deberían ser inferiores a las de los elementos coloides totales. Pero, por otra parte, los porcentajes de la fracción coloide centrifugada, con relación a la muestra tamizada total, aparecen mucho mayores que los hallados en el análisis mecánico para la fracción más fina, o sea la de < 2 µ. ¿Cómo es posible que una parte de la fracción coloide total sea mayor que la fracción mecánica inferior, de la que los coloides no son más que una parte? Así resulta que, si sobre la base del porcentaje de la fracción coloide total, se refiere la proporción de cada sustancia coloide a la muestra total, las cifras de los coloides llegan al absurdo de superar a las del análisis global. Así aparece en los ejemplos del cuadro 2.°, que se refieren al perfil de Ciudad Juárez.

Durante largo tiempo hemos supuesto que un error nuestro de interpretación nos impedía ver claro. Pero, como no hemos dado con él y la contradicción entre las cifras impresas está a la vista, hemos encontrado que la única solución científica era llamar la atención sobre este caso (como podríamos hacerlo sobre otros análogos) para que, si el error es nuestro, se nos pueda demostrar (lo que celebraríamos), y si, como parece, es ajeno, nos hacemos cómplices de él y servimos la causa de la verdad. Aún podríamos añadir que, tratándose de suelos sódicos, es incomprensible que los autores no hayan añadido, a la cifra total de solubles del análisis físico, las del detalle de éstos; porque ellas y sobre todo las de cloruros y sulfatos, son las que precisarían el grado de salinidad propiamente dicha; y que no hayan hecho además el análisis de complejo adsorbente, único modo de saber si, aparte de horizontes sódicos salinos, los hay también alcalinos y hasta qué grado.

Sobre otro perfil del mismo trabajo, cuya descripción y cifras de análisis hemos traducido fielmente en otro lugar, es éste el de justificar nuestra disidencia en la interpretación tipológica. Es el de suelo rojo tropical de Tamazunchale en el Estado de San Luis Potosí. Los autores lo califican, sin la menor vacilación, de «laterítico». Pero este suelo deriva de roca madre caliza; y no es éste e1 tipo de suelo que da tal tipo de roca. El carácter esencial de los suelos lateríticos es la alta proporción de alúmina respecto de la sílice coloide; y en este caso el cociente molecular SiO2/ AI2O3 fluctúa entre 1 '91 y 1 '93 en los horizontes del caso.

Así, de igual modo que los grandes nombres agronómicos de Versailles y Rothamsted, nada significa en materia de tipología edafológica, el gran nombre del Bureau of Soils: cuya obra tipo lógica es muy voluminosa pero no constituye por sí sola ninguna garantía. Para las mentalidades débiles o simplemente administrativas, es muy cómodo tener autoridades en que apoyarse: para el hombre de ciencia. que discurre por sí mismo, esos centros de gran renombre se convierten en obstáculos. La garantía del trabajo científico no son los grandes centros, sino los grandes métodos, cuya adopción universal es el único modo de poner fin a la desorientación presente.

En los Estados Unidos, aparte del Bureau of Soils hay multitud de centros y de hombres de ciencia, que podrían trabajar por esta causa. Una labor sistemática para expresar en términos de los métodos de análisis internacionales, los caracteres de los diferentes tipos generales «grupos» en el lenguaje estadounidense) de suelos de Norteamérica, sería quizás el mayor servicio que se podría prestar hoya la ciencia de que se trata, en su aspecto mundial; porque trascendería a todos los países a que se ha extendido, unas veces por suerte y otras por desgracia, la influencia de dicho país.
 
 

[Peligros del criterio práctico (la agrologia, el análisis coloidal, y los métodos clásicos en general]

Otro tipo de desviación del rigorismo científico, es el que domina en los centros en que se siente la agronomía y la agrología, pero no la verdadera ciencia del suelo. Es el de reducir el concepto del perfil al del dualismo práctico suelo y subsuelo.

A esta reducción, borrando la obra total de la naturaleza, tiende forzosamente el trabajo agrícola. Y es indiscutible que el labrador tiene necesidad de conocer esa dualidad resultante, para racionalizar su trabajo. Pero la naturaleza no suele ser totalmente anulada por el esfuerzo humano; y el naturalista y el geógrafo sienten la necesidad de reconstituirla con tanto más empeño, cuanto más destruida la encuentran. Es una pasión análoga a la del arqueólogo.

Por lo demás, aun desde el punto de vista práctico, si el hombre ha llegado a destruir todos los horizontes creados en un punto por la edafogénesis, no puede haber destruido los factores edafógenos, que continuarán implacablemente su labor sobre las ruinas de la creación pasada. Si se trata de una zona de proceso hidro-hipogénico, por ejemplo, éste volverá a actuar lo mismo sobre el suelo arruinado o arrasado, que sobre el reconstruido sobre acumulación artificial de materiales.

Lo que en agrología consuetudinaria se designa por «suelo» o «subsuelo», puede corresponder a realidades muy diferentes. Si un perfil sialítico está decapitado por la erosión, la capa llamada «suelo» puede corresponder al horizonte arcilloso B de acumulación de sesquióxidos, a que corresponde el subsuelo en un perfil igual no delimitado. El horizonte A, en cambio, puede aparecer como «subsuelo»,) si el perfil ha sido enterrado por una capa de arena, y ésta es a la que llamará «suelo» el agrólogo. Pero la calidad de cada horizonte no depende del nivel al que el agricultor lo encuentre al labrar y sembrar, sino del proceso genético que labró sus materiales.

Desde luego que infinidad de labradores obtienen cosechas magníficas sin conocimientos conscientes de Geo-Edafología. Pero esta ciencia tiene muchas facetas, y una de ellas es su aspecto ecético. El hombre, directa o indirectamente, vive exclusivamente del suelo. Y la acción del hombre sobre el suelo es, en conjunto, la mayor fuerza erosiva que tiende al fin a destruirlo. La transformación de un perfil en suelo y subsuelo es una etapa que el trabajo inteligente puede hacer durar más y menos tiempo; pero es, con todo, una etapa del proceso destructivo, que empezó por la desnuda. ción del tapiz vegetal, y acabará con la desertización.

El hombre ha vivido largos siglos sin sospechar que el suelo se gasta y se destruye. Recuerdo a un ilustre agrónomo, por lo demás cultísimo y excelentísima persona, que ocupó altos puestos en su carrera, entre ellos el de Director del catastro agrario, que se reía a carcajadas cuando oía hablar de la destrucción del suelo. Cuando sonaban esas alegres carcajadas, nacía ya una literatura, hoy cada vez más voluminosa, sobre la desertización del suelo y la necesidad de su reconstrucción y conservación. Entre ella nos permitimos señalar la obra de Osborn titulada «El pillaje del planeta», donde se pone de relieve con datos concretos cómo, a pesar de las instituciones y presupuestos para la defensa del suelo, la destrucción continúa mientras la población aumenta en proporciones catastróficas sin que tolos los horrores de las guerras modernas y de la lucha por la vida logren atenuarlas.

Ante semejante problema, la necesidad de conocer el suelo en toda su integridad, con todo su pasado y su futuro posible y su evolución en los distintos países a través de la historia, no es desconocida por ninguno de los técnicos a quienes incumbe prestar este gran servicio a la humanidad, como son principalmente los cuerpos de Montes.

El aspecto ecético de la Geo-Edafología podría haber formado un capítulo de este libro; pero habría sido tan largo, que hemos preferido reservarnos el asunto.

La última desviación de los grandes métodos de la Geo-Edafología, es quizá la más peligrosa, porque es de carácter puramente científico, y puede dar a los no competentes la sensación de que la desviación es el camino recto.

Un cierto número de sabios, en distintos países, más mineralogistas y químicos que edafólogos, pretenden resolver los problemas tipológicos más fundamentales de la Ciencia del Suelo por los métodos de la Ciencia de los coloides.

Aquí no se discuten la importancia ni el lugar de la Ciencia de los Coloides, ni sus métodos, ni menos a los autores. Lo que se discute es la eficacia de esos métodos para la solución total de los grandes problemas generales de la clasificación y geografía del suelo.

El Instituto Español de Edafología, que ha hecho el servicio de poner a nuestro país al día en esa rama de la ciencia, antes insuficientemente atendida, nos suministra una excelente base; y para eliminar todo supuesto de selección caprichosa, tomamos en cuenta los dos primeros trabajos del primer tomo de los Anales de ese Instituto (XI-1942) , ambos labor minuciosa de la más alta competencia en la materia.

El primero, de don Lorenzo Vilas López, se titula «Composición y condiciones de formación de las arcillas españolas». Lo que el autor busca principalmente en ellos son las relaciones sílice/sesquióxidos; y el entusiasmo por su especialidad le hace decir (página 120):

«...el estudio de la composición de la arcilla y, más concretamente, la determinación de la relación sílice/sesquióxidos de la misma, es suficiente para caracterizar, en nuestras latitudes, a los diferentes suelos. Por este motivo, consideramos esta conclusión como fundamental en nuestro trabajo, ya que lo hemos hecho como prueba del método, antes de emprender el estudio de la distribución de los suelos de España».

Las muestras estudiadas son 57, que se reducen a 55 si se hace abstracción de la 104 Y la 107, cuyas cifras parecen inverosímiles. De cada perfil se dan de 1 a 3 muestras, abarcando espesores generalmente escasos, y de cada muestra los porcentajes de SiO2, AI2O3, Fe2O3, TiO2, CaO, MgO y CO2 de la fracción coloide, de donde se deducen sus valores moleculares y cocientes. Los resultados se agrupan por provincias o regiones (Galicia, Pirineo) indiferentemente. Se da preferencia al índice SiO2/R2O3, se saca el término medio de los cocientes de cada provincia o región, y se los considera como características regionales de los suelos de cada una, según la síntesis transcrita al final de la primera parte del cuadro XC.

Las conclusiones a que llega sobre tipología de suelos de España las sintetiza el autor con estas palabras:

«Como primera aplicación práctica de este método, podemos considerar la diferencia existente entre las relaciones de los suelos de la zona árida española y en los de la húmeda» (p. 119). «Como avance de la distribución de suelos en España, comprobamos la marcada diferencia entre los de la zona húmeda y los de la seca, lo que sienta una primera división para su estudio» (p. 120). «Le comprueba la influencia decisiva del CaCO3 para variar el valor de la relación dentro de cada área climática, lo que nos obliga a afirmar la necesidad de la subdivisión de los suelos en calizos y no calizos en cada zona de pluviosidad. (p. 120).

Estos hechos son verdad, pero no constituyen una verdad descubierta gracias al método de los coloides. En nuestra primera obra descriptiva publicada por el Instituto Forestal en 1929, con destino a la Reunión Internacional de Danzig, empezamos por dividir el asunto en .Suelos de la España húmeda» y "Suelos de la España seca», y hacemos el lugar aparte que le corresponde a los suelos calizos. Sin embargo, no creemos haber sido los inventores de esta clasificación, sino más bien haberla tomado como punto de partida, por corresponder a conocimientos elementales de dominio público. Ya en nuestra obra "El valor geográfico de España», publicada en 1921, nos apoyamos en la misma antítesis de España húmeda y España seca en el estudio de su vegetación natural y su producción rural. Pero, de todos modos, esta división es geográfica, no edafológica; y por esto en las diferentes formas de nuestra clasificación propiamente dicha no figura como elemento de primer orden, y sólo se utiliza como subdivisión geográfica referida a un tipo objetivo (suelo calizo húmedo, suelo sialítico seco, etc.). En cambio el grupo calizo constituye en nuestro sistema una división de primer orden, con el nombre de Ciclo.

El trabajo que comentamos no nos ha hecho, pues, reconocer nada nuevo, sino que ha confirmado lo que ya conocíamos, y teníamos expresado en forma análoga, como aparece en la segunda parte del cuadro XC, que se compone de 56 muestras.

Aquí surge el problema de si las relaciones sílice/sesquióxidos determinadas en el extracto clorhídrico tienen la misma significación que las determinadas en la fracción coloide. La experiencia dice que las cifras podrán variar; pero que sus cocientes suelen ser más o menos del mismo orden, y, por lo tanto, de igual significación tipológica. La predilección por uno u otro análisis dependerá del punto de vista o de la finalidad perseguida. No se discute, pues, la utilidad del análisis de la fracción coloide strictu sensu, ni el método de análisis seguido. En ambos puntos el trabajo de Vilas como los análogos del mismo o de otros químicos que le han seguido en la labor del I.E.E., han hecho el servicio de enriquecer en datos el análisis edafológico de España.

Si hemos puesto en parangón en el cuadro XC las dos series de determinaciones de corrientes sílice/sesquióxidos en España, ha sido para marcar claramente la diferencia de métodos: 1.° en la selección de las muestras; 2.° en la utilización de las cifras de análisis. Para eliminar el enojoso personalismo, llamaremos método clásico al que nosotros hemos seguido según lo hemos aprendido en el seno de la V Comisión de la Asociación Internacional, y método de los coloides, el que se sigue en el trabajo como en todos los análogos provenientes del mismo Instituto (I.E.E.).

En el método clásico los suelos se estudian perfil por perfil, horizonte por horizonte. Así, cada cociente sílice/sesquióxidos se refiere a un horizonte determinado en un tipo determinado, con lo cual cada cifra tiene un valor tipológico. El estudio debe abarcar la totalidad de los horizontes de un perfil y no limitarse al estudio de los niveles superiores. Estas condiciones se cumplen totalmente en la segunda serie del cuadro XC; Y faltan totalmente en la primera, que carece así de sentido tipológico.

El método clásico no agrupa los perfiles estudiados por divisiones administrativas ni por denominaciones geográficas de gran extensión y contenido heterogéneo (como «Pirineos»), sino por su tipología y en relación con la geografía edafógena. Además, tiene en cuenta las proporciones. Un grupo de muestras tomadas en los alrededores de Puentedeuma no puede dar el tipo de suelo de toda Galicia. Ni, mucho menos, del estudio de seis muestras de cuatro puntos de los alrededores de Sandiniés, puede resultar una característica regional aplicada a todo el Pirineo. Tampoco tiene sentido pretender caracterizar con dos cifras a los suelos de la provincia de Zaragoza, ni con unos cuantos más a la de Navarra, dos provincias que, lejos de constituir una unidad edafológica, ofrecen dentro de sus límites la mayor variedad de suelos: ahúmicos, salíticos, calizos, sádicos (hasta solonchack típico), aluviales, etc.(3)

Para la escuela clásica el término medio es el resultado de un cálculo para determinados fines, pero no la expresión de una realidad. Si la población de una isla se compone de una raza enana primitiva y una gigante invasora, no se dirá ninguna verdad atribuyendo al total el término medio de las estructuras. Desde el momento en -lue los valores de los cocientes SiO2/ AI2O3 y SiO2/R2O3 varían en unas muestras de Galicia entre 0'55 y 5'14 Y entre 0'58 y 2'59, respectivamente, el método clásico no encuentra adecuado que 1 '89 o 1 '29 puedan representar un carácter de los suelos de toda Galicia. y menos si se toman en cuenta los de la segunda serie, que corresponden a perfiles de tipo definido de tres provincias, ya que en ellas el cociente SiO2/ AI2O3 varía de 1'03 a 10'00 Y el otro de 0'75 a 4'65.

En el método clásico, una sola de estas cifras no puede representar ni siquiera un perfil; porque los valores sílice/sesquióxidos varían de unos horizontes a otros y esto es precisamente [o que caracteriza el tipo, sobre todo en los suelos sialféricos. Los horizontes B son suelos de acumulación de sesquióxidos, por lo cual el cociente desciende en ellos, y si no fuera así no habría tales tipos ni horizontes B. Esta realidad puede comprobarse en la segunda serie del cuadro XC, donde los perfiles son de tipo definido. Así el perfil de Lugo, que es el más perfecto, el horizonte superficial (Al) de acumulación humífera, muestra 2'67 como valor de SiO2/ AI2O3; el siguiente 10'00 porque es un horizonte eminentemente aluvial; el siguiente 2'39, porque es de acumulación de sesquióxidos. La naturaleza de un tal perfil es absolutamente imposible de expresar con una sola cifra. En las cifras de la primera serie los horizontes no llevan anotación tipológica; pero rebuscando se encuentran casos análogos: en los perfiles 3, 4, 6 Y 9 de Galicia, por ejemplo.

Cuando se pretende relacionar los cocientes sílice/sesquióxidos con la tipología edáfica en comparación universal, hay que limitar la comparación a un solo y mismo horizonte, el superior, como lo hizo Reifenberg. Pero el horizonte A no es, en muchos tipos, una representación adecuada del perfil. Por eso (y por otras razones expuestas atrás) el cuadro de Reinfenberg tiene muy poco valor.

El método de los coloides tal como se practica en el lEE se lo da, en cambio, muy grande; y así, el autor del trabajo comentado comienza la redacción de sus conclusiones celebrando la «concordancia grande» de sus cifras con las de Reifenberg o, más exactamente, con las cifras que de él copia en la página 15 de su revista. Ahora bien, si ordenamos de mayor a menor las cifras de este cuadro y las de las «características regionales» (p. 117), resulta la siguiente lista para el cociente SiO2/ RI2O3:

1'28 Laterita (Reifenberg)                                                       2'43 Tierra roja y suelos sobre rocas ígneas (Reif.)

1 '29 Galicia (Vilas)                                                                 3'18 Zaragoza (Vilas)


1 '63 Suelos rojos tropicales y subtropicales [Reif.)                  3'42 Alicante (Vilas)

1'98 Suelos pardos (Reif.)                                                       3'62 Desiertos (Reif.)


1 '99 Santander (Vilas)                                                            4 '90 Suelos 104 Y 107 de Alava (Vilas)
2'00 Pirineos (Vilas)

2'80 Navarra (Vilas)


2'11 Alava (Vilas)

Desde luego que los valores alrededor de 2 son muy frecuentes en los suelos sialíticos a que una gran parte de los edafólogos sigue dando el nombre rutinario e impreciso de «pardos», y que estos suelos son muy frecuentes en la España cantábrico-pirenaica. Pero esto es un hecho vulgar, y, puesto que ha sido expresado con precisión, nada se gana con expresarlo ahora en forma imprecisa. Pero, ateniéndose a las cifras, la «tierra roja» de Reifenberg no tendría representación en España. Los suelos negros de Andalucía tampoco aparecen representados, ni el solonchak. Las muestras de Zaragoza y Alicante, que aparecen clasificadas junto a los desiertos, tienen valores elevados, no porque sean de tales provincias, sino porque Ia.s muestras son de suelos calizos, y ése es un carácter de este tipo de suelos. Pero en la lista de Reifenberg no figura el tipo calizo -como tal-. Y que los suelos de Galicia resulten entre las lateritas y los demás suelos rojos y tropicales, si demuestra algo, es que la coincidencia en los valores sílice/sesquióxidos no significa coincidencia tipológica, y que esos cocientes no tienen el carácter tipológico riguroso que se pretende atribuirles.

Las dos listas del cuadro XC demuestran que la relación entre los cocientes sílice/sesquióxidos y la tipología del suelo no es de paralelismo. En ambas listas, aparece que los valores más altos de esos cocientes corresponden a los suelos calcíferos, sobre todo los de nuestro Ciclo Calizo, que son los de acumulación de carbonatos. Los valores más bajos corresponden al Ciclo sialférico, que es el de acumulación de sesquióxidos y máxima lexiviación de sílice coloide. Nuestras listas son exclusivamente de España; pero sabido es que a ese grupo de bajos valores corresponden los suelos lateríticos, de los que esos bajos valores constituyen el carácter esencial, y los suelos podsólicos de las altas y medias latitudes (oxihúmicos y sialíticos). Pero en esos tipos es donde los cocientes varían más dentro de cada perfil; alcanzando el máximo en los horizontes aluviales como en el podsol propiamente dicho, y descendiendo al mínimo en los horizontes aluviales de acumulación de sesquióxidos. Sobre este grupo, lo que se ve en nuestras listas es que ese carácter de valores bajo se va atenuando según los países van siendo más meridionales y más secos.

Pero, dentro de estas leyes generales, cada tipo de suelo no resulta caracterizado por un grupo de valores que excluya a los demás tipos. Así en la lista de Vilas, valores de 2 a 4 para SiO2/ AI2O3 pueden corresponder a suelos oxihúmicos, sialíticos o calizos; y lo mismo valores de 1'45 a 2'59 para SiO2/ R2O3. En la segunda lista, valores entre 2'65 y 6'95 para SiO2/ AI2O3 y entre 2'05 y 3'78 para SiO2/ R2O3 pueden corresponder a suelos oxihúmicos, sialíticos húmedos, xero-sialíticos y calizos; y entre 2'69 y 4'83 para el primer cociente, y entre 2'05 y 2'92 para el segundo, pueden encontrarse en todos esos tipos y en los tirs.

Los valores de los cocientes sílice/sesquióxidos forman parte de los caracteres de un perfil y de un tipo, pero no pueden bastar por sí solos para caracterizarlo.
 

[Comentarios en torno al Instituto Español de Edafologia. Conclusión]

La otra pretensión de la Escuela Coloidal es caracterizar los tipos por los minerales de la fracción coloide. Este punto lo hemos ya tratado suficientemente en el capítulo correspondiente. Por lo cual nos limitamos aquí a citar el trabajo que sobre la materia figura en el primer volumen de los Anales del I.E.E.: Análisis r6ntgenográfico de algunas arcillas españolas, por don Angel Hoyos de Castro, catedrático de la Universidad de Granada. Es un libro de gran valor como mineralogía de los coloides y técnica de su estudio. Pero aquí sólo nos interesa su relación con el problema de la clasificación de los suelos. Ahora bien, cuanto pudiéramos decir sobre ello, se desprende de las conclusiones que formula el mismo autor, en que se dice:

«Resumiendo lo indicado en los cuadros anteriores acerca de los diferentes minerales encontrados en las arcillas investigadas, hallamos que los minerales denominados por antonomasia Minerales de la arcilla, no se presentan, o sólo lo hacen en algún caso.

«Esto puede ser debido a dos causas: la primera, la no existencia de dichos minerales en las arcillas investigadas; segunda, la posibilidad de su identificación».
Con semejante base es evidente que el estudio mineralógico de los coloides no puede ser el método que conduzca por sí solo a la clasificación de los suelos.

 

Notas

Texto de Jordi Martí Henneberg

1. Se trata de mi Tesis de licenciatura: Emilio Huguet del Vil/ar (1871-1951). Vida y activitat cientifica. dirigida por Horacio Capel y que será presentada en el Departamento de Geografía de la Universidad de Barcelona en junio de 1983.

2. Del examen de los registros del Ayuntamiento de Granollers se deduce que la familia Huguet no residía de manera estable en esta ciudad, sino más probablemente en Barcelona, donde su padre, Joaquín Huguet del Villar, ejercía la abogacía. (Fuente: Lluís Tintó, Arxiver Municipal.) Conviene advertir que nuestro autor firmaba, normalmente, H. del Villar.

3. Sabemos que en algún momento tuvo residencia estable en Buenos Aires, por las manifestaciones que en este sentido hace en el capítulo VII de su Geo-Edafo/ogia (en publicación, Ediciones Universidad de Barcelona); pero, por otra parte, es también conocida su afición a viajar por 10s países Ibero-Americanos.

4. «Vida intelectual». Rev. Nuevo Mundo, n.O 822, 1909.

5. En el mismo año de 1900 funda la Sociedad Española de Tiro; aparece en «Revista Contemporánea» su primer artículo, y durante los años siguientes pronuncia frecuentes conferencias en el Ateneo de Madrid.

6. Publicó diversos artículos en «Hojas Selectas», y muy especialmente en «Nuevo Mundo».

7. En este sentido, su pensamiento tiene una clara correspondencia con el ideal progresista y europeizador de la Institución Ubre de Enseñanza. En general, H. del Villar es un firme exponente del regeneracionismo español del primer tercio del siglo XX.

8. Tenemos constancia incluso de sus frecuentes visitas a las bibliotecas del extranjero. a fin de llevar a cabo sus estudios.«Nuevo Mundo», nº 867, 1910.)

9. H. del Villar siempre mantendrá una viva preocupación por los temas geográficos. como lo muestra el material de estudio y los recortes de periódicos que recogió durante los útimos años de su vida, y que hemos encontrado en la parte de su archivo personal que hasta el momento ha sido localizado.

10. Para estudiar el pensamiento geográfico de H. del Villar. es necesario acudir a su artículo: La definición y divisiones de la Geografia dentro de su concepto unitario actual (1915).

11. En este planteamiento se puede apreciar la influencia de F. Ratzel, según se desprende del estudio de la Introducción y últimos capítulos de la Geografia General (1909). Este hecho no es tan trascendental como se ha dicho para la historia del pensamiento geográfico español, puesto que, ya desde finales del siglo XIX. es manifiesto en la Sociedad Geográfica de Madrid (posteriormente Real Soicedad Geográfica) el conocimiento y discusión en torno a la escuela germana de geografía. Posteriormente. del Villar reaccionó contra el método de los tratados clásicos de .Geografía General-, donde. a su entender, se combinaban, heterogéneamente y sin unidad, el estudio de la cartografía.. astronomia, marco físico terrestre y vida humana.

12, Véase en este sentido la 2ª edición de la Geografía General (1928). completamente revisada en relación a su primera edición de 1909.

13, Existe un antecedente a esta obra en la serie de cuatro artículos que H. del Villar publicó en la revista Estudio, de El factor geográfico y el gran problema de España (1914).

14, H. del Villar ya no abandonará nunca este concepto de valor ecético para aludir a la capacidad económica de! territorio. como lo muestra la frecuente utilización que hace de este término en su Geo-Edafología (en publicación).

15. Hay que tener en cuenta que esta obra fue elaborada en el contexto de la 1.' Guerra Mundial, en que las principales naciones europeas combatían por las posesiones coloniales. o lo que es lo mismo, para la tenencia del valor ecético.

16. Además, junto a su familia: Esperanza Maquíbar, su mujer, que estaba enferma por aquellas fechas y moriría a finales de 1925; y un hijo, Fernando, también enfermo, del que las útimas noticias que poseemos son que durante la Guerra Civil estaba internado en el Manicomio de Valencia.

17. Hoy conservado en la Cátedra de Botanica de la Facultad de Farmacia de la Universidad Complutense de Madrid.

18. Lo cual se deduce de la lectura de la colección de cartas de este periodo, dirigidas a Carlos Pau, y que se conservan en el Instituto Botánico de Barcelona.

19. Las fases de la elaboración del método de clasificación de H. del Villar son éstas: 1929, publicaciones de! Instituto Forestal de Investigaciones y Experiencias, Madrid. 1930, 2.° Congreso Int. de la Ciencia del Suelo; 1937, publicar.ión de Los Suelos de la Península Luso-lbérica y en «Soil Research» 1938, Mapa de Suelos de la Peninsula Ibérica; 1947, en Types du Sols de l'Afrique du Nord; 1950, en Geo-Edafología (en publicación), y en el trabajo que aquí presentamos.

20. Publicado poco después sobre el tema; Los Suelos... (1937), es aún hoy en día utilizado, según testimonio personal dado por algunos investigadores.

21. H. del Villar comentaba este hecho en la correspondencia que en 1939 mantenía desde Argel con Josep Cuatrecasas, director del Jardín Botánico de Madrid. En este sentido, se lamenta de haber dejado el cargo en 1932 para ponerse a trabajar para la Generalitat de Catalunya, donde no obtuvo tantas ventajas para llevar a cabo su labor.
 

Texto de Emilio Huguet del Villar

1. Como ejemplos de tal coincidencia en el Mediterráneo Central, me es grato recordar, especialmente, los que siguen: D. Guillermo Ouintanilla, Director de la Estación Central Agronómica de Madrid. acogió y albergó en 1925 mis primeros trabajos por la moderna ciencia del suelo en España. D. Octavio Elorrieta me facilitó desde 1928, en el Instituto Forestal de su fundación, amplios medios para proseguirlos y ampliarlos en la Península y el extranjero. D. Manuel Lorenzo Pardo los favoreció como Director del Instituto de Riegos en 1934-1935. M. Emile Miege, como Director de la «Recherche Agronomique» en Marruecos, favoreció ]as que realicé allí en 1934 y en años posteriores. M. Marcel Barbut, Inspector General de la Agricultura en Argelia, les dispensó igualmente su protección durante mi residencia de 1938 a 1941 en aquel país. Y la dirección actual del INSTITUTO FORESTAL DE MADRID es la que publica este libro. A esto hay que añadir, por lo que hace a España, las creaciones que, para uno u otro aspecto de la Ciencia del Suelo, se han realizado en los últimos años, y de que se trata al final del capítulo.

2. Ver Soil Science, 1949, July.

3. Sin embargo, en el libro Edafología, 1948. ya citado, que expresa fielmente el espíritu del I.E.E., se dice (pág. 293) de la obra que comentamos: «Vilas ha llevado a cabo un estudio amplio de los suelos españoles, basado en aná1isis químicos de arcillas(55 muestras úti1es)». En la misma obra y página se dice de los análisis, de donde extrajo la segunda serie del cuadro XC (56 muestras), que son insuficientes. ¡Incomprensible!
 
 

© Copyright Jordi Martí Henneberg,  1983
© Copyright Geocrítica, 1983


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