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UNIVERSIDAD DE BARCELONA
ISSN:  0210-0754
Depósito Legal: B. 9.348-1976
Año IX.   Número: 56
Marzo de 1985

GEOGRAFIA Y ARTE APODÉMICA EN EL SIGLO DE LOS VIAJES(*)

Horacio Capel


Sin duda la expresión "siglo de los viajes" aplicada al XVIII puede ser discutida. Otros siglos merecerían con igual propiedad dicho calificativo: el siglo XVI, cuando se producen los grandes viajes y descubrimientos que cambiaron la historia europea y dieron una nueva dimensión a la historia de la Humanidad; el siglo XIX, en que los viajeros románticos se lanzan a recorrer los países exóticos en busca de imágenes pintorescas, al tiempo que políticos, comerciantes, militares y científicos organizan expediciones de exploración en número mucho mayor que el de cualquier otra época anterior(1); el XX, en que nuevos medios de transporte y un indudable aumento del nivel de vida en muchos países ha permitido la aparición del turismo de masas. Pero, a pesar de todo, el siglo XVIII quizás merezca con propiedad ese calificativo, porque probablemente en ningún otro momento han tenido los viajes un papel tan decisivo en el debate cultural y científico dentro del pensamiento europeo.

Seguramente la característica esencial del viajero del setecientos es su preocupación por la fidelidad y su curiosidad universal. Fidelidad que no rehuye el uso de testimonios ajenos, siempre que estén debidamente reseñados: "la máxima constante de un relator fiel que da sus viajes al público -escribe un viajero que recorre España en los primeros años del siglo XVIII- debe ser no decir más que lo que ha visto por sí mismo; y cuando está obligado a referir algo sobre el testimonio de otros, debe citar a aquellos de los que lo ha obtenido(2). La curiosidad, que conduce a intentar recoger las informaciones más diversas. Veamos lo que dice el mismo viajero antes aludido -el padre Jean Babtiste Labat- cuando señala que como buen viajero ha intentado describir todo: los usos, practicas, ceremonias, costumbres de todas clases, y añade:

"Yo no he olvidado lo que he aprendido de la Historia Natural de las Artes y Manufacturas establecidas en el País; así como tampoco su situación, su clima, las enfermedades que son más ordinarias y los remedios que se emplean para curarlas o para preservarse de ellas. He descrito todas las antigüedades que han caído bajo mis ojos, las maneras antiguas y nuevas de los arquitectos, los materiales que se emplean y la manera de servirse de ellos, su calidad, su bondad y sus defectos. He hablado de la Milicia y de las Tropas organizadas, del comercio de tierra y mar, de las galeras, de su fábrica y de sus armamentos; de los bosques, de las piedras, de los metales, de los minerales. Si no he agotado todas estas materias, por lo menos he dejado pocas cosas que desear".(3)

Armado de esa curiosidad universal, el viajero del siglo XVIII dirige su mirada llena de inteligencia hacia el mundo entero. Ante todo, hacia los horizontes lejanos, los espacios poco familiares que se van conociendo lentamente y cuyos paisajes y organización social constituyen un motivo de constante sorpresa y un acicate para la reflexión sobre los grandes problemas intelectuales del siglo: el origen y la evolución de las sociedades; el problema de la unidad del género humano, gravemente cuestionado por la variedad de los pueblos; las "épocas" y revoluciones de la tierra, el equilibrio y la economía de la naturaleza; las razones de la diversidad de creencias religiosas. En esa visión de las tierras lejanas, lo imaginario y lo real podían estar próximos todavía, hasta el punto de que los viajes imaginarios y las antiguas relaciones de viaje -a veces fabulosas- podían estimular aun la ensoñación aventurera en un siglo en que la ciencia interviene cada vez más activamente en la preparación de las expediciones de viajes a tierras lejanas.

En los horizontes familiares, los del continente europeo, el viajero descubría también numerosos motivos de reflexión: las antigüedades y las huellas del pasado clásico; la riqueza o la pobreza de cada región, con los factores que contribuyen a provocarlas; las costumbres y el "carácter" de cada pueblo; el volumen de la población, su distribución y su relación con los recursos; la influencia del clima sobre las leyes; la superstición y las formas de gobierno más o menos despótico. Estos y tantos otros temas esenciales de la Ilustración aparecen una y otra vez, de forma explícita o soterrada en las reflexiones que los viajeros realizan en el "grand tour" de Europa, o en las jornadas de su propio país. El viaje se convierte también en un instrumento de gran valor en la formación de la juventud ilustrada y es por ello objeto de atención preferente por los pedagogos europeos, que dan reglas para su preparación y realización.

De todo ello pretendemos hablar en esta conferencia, en la que aludiremos sucesivamente a los viajes imaginarios y a las antiguas relaciones de viajes; a los viajes de descubrimiento y exploración realizados durante el setecientos, y a su relación con el desarrollo de la geografía; al viaje de España, con particular atención. a las reglas para el viaje de la juventud ilustrada. Por último, finalizaremos con unas consideraciones generales sobre la relación entre la geografía y los viajes.
 

1. Los horizontes lejanos

Los viajes imaginarios

El viaje imaginario tiene generalmente en el XVIII una función muy clara: a través del él se presentan modelos alternativos de organización social y se realiza una decidida crítica de las costumbres y de la sociedad en general.

Las Cartas Persas de Montesquieu o algunas de sus imitaciones, como las Cartas Marruecas de Caldaso, vienen inmediatamente a la memoria y ponen de manifiesto la trascendencia que el tratamiento de estos viajes imaginarios pudo llegar a tener. Pero lo que debe destacarse es que no se trata de ejemplos aislados y excepcionales, sino que forman parte de un género que llegó a tener una gran importancia en el siglo XVIII.

La existencia de este género literario es un resultado del interés por los viajes y por el conocimiento de tierras exóticas, unido a un real desconocimiento de extensas áreas de la superficie terrestre.

El interior de las grandes masas continentales de Asia, América y África era, en gran parte un enigma para los europeos del setecientos, y de esta última apenas si era posible representar en los mapas una limitada franja costera. Un continente entero, Australia, fue hasta bien avanzado el siglo, totalmente ignoto. Toda la superficie situada al sur del paralelo 52, era desconocida y las Tierras incógnitas siguieron figurando durante mucho tiempo en los mapas, constituyendo un motivo de especulación por razones científicas e ideológicas: la naturaleza y longitud de los ríos antárticos, que, según suponía Buffon alimentaban de agua dulce los icebergs; la interpretación de textos bíblicos y de la teorías clásicas sobre la proporción de tierras y mares en nuestro planeta; la localización del paraíso terrenal y el al­cance del diluvio universal; la posible existencia de preadamitas o de hombres que no habían sido salvados por la Redención de Cristo; todo ello eran temas que interesaban de forma más o menos intensa en ese siglo y que podían verse afectados por el conocimiento real de aquellas tierras.

Lo imaginario y lo real podían mezclarse todavía en el siglo XVIII de forma inextricable en el conocimiento geográfico. Los países imaginarios se situaban generalmente en medio de los grandes océanos o en lejanas tierras australes. Aunque también podían estar más cerca, e incluso en algún caso próximos a las costas de España.

Este es el caso de la famosa isla de San Borondón que muchos afirmaban haber avistado en los días claros desde las islas más occidentales de Canarias y que se encontraría a unas 40 leguas de la Palma. En el siglo XVI se habían realizado varías expedi­ciones para descubrirla y todavía en el XVIII era fuerte en el archipiélago la creencia en esta isla, poblada de ciudades y habitada por gigantes. Según relata Morales Padrón, documentos del Archivo de Indias reproducen incluso el dibujo de ella tal como fue vista en 1737(4)

Contra la creencia en esta isla imaginaria y contra otros países imaginarios se elevó la influyente y atenta voz del padre Feíjóo(5), pero todavía en 1772 el presbítero José Viera y Clavíjo se sintió obligado a dedicar todo un largo capítulo de su Historia General de las Islas Canarias a discutir los testimonios históricos existentes sobre su existencia, considerando que "sí en la ciencia geográfica hubo jamás alguna paradoja o problema difícil, ninguno más que éste, porque para defender la afirmativa se hace preciso atropellar osadamente la buena crítica, el juicio y la razón; y para sostener la negativa es necesario abandonar la tradición y la experiencia, probando a muchas personas de experiencia que nunca supieron hacer uso de ella".(6)

En el relato de viajes a tierras lejanas, los lectores del siglo XVIII podían todavía dudar de si la narración correspondía a la realidad o a la ficción. Algunos viajes realizados a principios de ese siglo, como los que efectuaron Leguat y otros protestantes franceses desde Holanda a las Mascareñas supo­nían aventuras fantásticas donde los exótico e imprevisto, tenia una importancia extrema y convertía la crónica en una narración novelada(7). No es extraño que en este ambiente Daniel Defoe pudiera escribir en 1719, su Robinson Crusoe esa obra que tan gran impacto causó en la sensibilidad europea y que inspiró a multitud de escritores de toda Europa durante el siglo siguiente. La utilización que hizo Defoe de los relatos de expediciones a islas lejanas, como la de Dampíer, o la del capitán Wooden Rogers que parece dio origen a la novela, convirtió esta obra en una excitante y verosímil descripción de una lejana isla desierta en la que muchos lectores urbanos europeos comenzaron a situar el paraíso perdido. La narración geográfica de viajes y expediciones fecunda aquí un relato literario que influiría, a su vez, sobre la curiosidad de los europeos y, en cierta manera, sobre la configuración de la imagen de un mundo lejano y exótico, alimentando el ambiente inte­lectual que influyó en las grandes expediciones europeas del siglo XVIII. Cuando, años mas tarde, Rousseau convirtiera el relato de Robinson en el primer libro de lectura del joven Emilio(8) consagró el valor educativo de esta obra maestra de la literatura inglesa.

La literatura satírica encontró pronto en los relatos de viajes a tierras lejanas y exóticas una modalidad que permitía fustigar las costumbres de las sociedades europeas. A imitación de los Viajes de Gulliver de Jonathan Swift surgieron a lo largo del siglo una gran variedad de narraciones en las que el naufragio de unos viajeros dirigía a éstos hacía tierras desconocidas donde observaban formas de vida que exageraban y deformaban las de los europeos.

Este sistema de sátira social mediante el viaje a países ine­xistentes se conoció también en España y tienen un buen ejemplo en los Viajes de Enrique Wanton a las tierras incógnitas australes, y al país de las Monas; en donde se expresan las costumbres, carácter, ciencias y policia de estos extraordinarios habitantes (Alcalá, 1769). Aunque la obra se presentó como traducida del inglés al italiano y de aquí al español, parece que fue escrita en Venecia en el segundo de estos idiomas por el conde Zacaría de Seriman y fue traducida al castellano por el oidor de la Real Cancillería de Granada D. Gutíerre Joaquín Vaca de Guzmán, pu­blicándose en Alcalá en 1769. Ante el éxito del libro, el traduc­tor añadió dos volúmenes a esa sátira que "mezclada de morales documentos ridiculiza los vicios de que todas las naciones abundan". A pesar del origen inglés de la obra, ésta, como se dice en el prólogo, se íntegra en la tradición de la literatura clásica española: "Quevedo en la sátira, Calderón en los enlaces, Cer­vantes en las ficciones, Saavedra en las moralidades y Gracián en las críticas", En el libro dos viajeros, Enrique y Roberto, naufragan en un viaje hacia Bengala y llegan así al país de las Monas, donde viven durante un tiempo que hasta que pueden volver al mundo civilizado. El pretendido autor del viaje confirma con sus andanzas, su creencia en la unidad profunda de las sociedades: "He visto el mundo, lo he observado y lo he conocido; generalmente son las costumbres semejantes en lo esencial, solo varían en el modo"(9).

Parecida intencionalidad política tiene la obra que publicó en Valencia Miguel Serrano Belezar con el títuloDescubrimiento de los Países imaginarios por unos Españoles Andaluces; noticia de su gobierno y policía, de su población, deca­dencia, etc., (1785). Se trata de una historia ficticia en la que se describe el imaginario viaje que con motivo de los disturbios de la Guerra de Sucesión decidió realizar el caballero andaluz D. Lucas Guzmán hacía el Perú, en compañía de sus dos hijos, sobrinas, tres sacerdotes, y otros varios parientes. Hechos a la mar, las tempestades los condujeron hacía mares desconocidos y tras luchar con navíos holandeses y apresar a sus pasajeros, arribaron finalmente a una isla desierta donde se establecieron pacíficamente bajo el gobierno de D. Lucas Guzmán, mez­clándose las familias españolas y las de los prisioneros holan­deses. El relato tiene una, clara intencionalidad moral y política, describiéndose la economía, el sistema de gobierno, la feracidad y la abundancia de las tierras, la felicidad y sencillez de sus habitantes, todo lo cual se dirige a demostrar la felicidad de que goza una República sabiamente gobernada. La llegada a la isla de navegantes portugueses aumentó la población de la colonia que creció en paz y prosperidad, decidiendo entonces D. Lucas Guzmán regresar a España con su familia y algunos otros habitantes. La navegación de regreso conoció nuevas vicisitudes, naufragando en otra isla habitada por una "especie de godos", poco expertos en el uso de armas de fuego. La narración continúa con la historia de ese país imaginario, su población, decadencia, restauración de su República y erección de Monarquía, con otras cuestiones políticas como el establecimiento de enterramientos en las afueras de las poblaciones, los efectos del lujo excesivo y de la mendicidad, la fundación y utilidad de casas de piedad para recoger pobres y otros temas semejantes.(10) Aunque la obra admita varías lecturas, la reseña que del libro se hizo en el "Memorial Literario" en 1786 muestra las limitaciones que había en España para la publicación de esta literatura, ya que considera que el fin del autor "no ha sido otro que el recordar y perpetuar por este medio la gloría que se merecen las sabías y relígíosísímas providencias con que nuestro augusto y Católico Monarca, mediante el celo y pa­triotismo de sus prudentes y justos Ministros, ha dado las más evidentes muestras del tierno y paternal amor con que mira y se interesa en la completa seguridad y bien de sus vasallos".(11)
 

Las relaciones de antiguos viajes

El éxito de los viajes imaginarios está relacionado, induda­blemente, con el interés por el conocimiento de nuevas tierras y pueblos, lo cual dió lugar también a una gran curiosidad por las relaciones de viajes. Lo que queremos descatar ahora es que en el siglo XVIII dicha curiosidad se extendía asimismo, de forma destacada, a las antiguas relaciones de viajes y descubrimientos y que ello tuvo una manifiesta transcendencia editorial y científica. Desde el siglo XVI la necesidad de reunir las relaciones par­ciales que iban elaborando sobre las nuevas tierras descubiertas había hecho aparecer vastas colecciones de viajes, que alcanzaron un gran éxito de venta. Entre 1550 y 1556 Gian Batista Ramusio había publicado ya tres volúmenes de su Delle Navigazione e Viaggi, reuniendo relaciones dispersas e incluso algunos manuscritos inéditos de los viajes que habían realizado los europeos hasta ese momento; su obra tuvo que ser reeditada rápidamente en dos nuevas impresiones sucesivamente ampliadas (1565-1583, 1606). Pero todavía antes de que finalizara el siglo aparecieron otras cuatro colecciones que superaron en amplitud y ambición a la del veneciano. El inglés Richard Hakluyt daba a la imprenta en 1589 su Principal navigations, voyages and dis­coveries of the English nation, made by sea or over land to the most remote and farthest distant quarters of the earth within the corhipass of these 1500 years, en la que reunió cerca de dos centenares de viajes desde los del rey Artur hasta los más recientes; la obra tuvo que ser reeditada en 1598-1600, y con­tinuada posteriormente por Samuel Purchas (1625), que in­trodujo en ella las relaciones de los viajes de españoles y holandeses. Casi al mismo tiempo que la primera edición de Hakluyt, aparecía la vasta obra de Theodore de Bry Collectiones peregrinationum in lndiam orientalem et occidentalem (1590) que, continuada luego por sus hijos, alcanzaría en 1643 los 25 volúmenes, profusamente ilustrados, y que fueron traducidos al alemán poco después. En 1658 el holandés Levinus Holsius comienza la edición de su Samlung von 26 Schiffahrten nach Ost und West-lndien, en un formato más mane­jable que el anterior, que alcanzaría los 69 volúmenes en 1663, y su compatriota el navegante Jan Huyghen Van Linschoten en 1595 da a la imprenta la Navigatio et Itínerarium in Orientalem lndiam, en la que editó un importante número de derroteros españoles y portugueses y que, por ello mismo, fue rápidamente traducida al holandés, inglés, alemán y francés; ya que permitía conocer noticias hasta entonces poco conocidas.(12)

La mayor parte de estas colecciones, y otras que podríamos ci­tar, no solo circularon ampliamente durante todo el siglo XVIII, sino que siguieron usándose todavía en el siglo XVIII, reeditándose en varias ocasiones sus volúmenes. Pero el progreso del conocimiento geográfico y las sucesivas exploraciones que se iban realizando hicieron necesario compilar otras nuevas colecciones de viaje.

La aspiración a formar un repertorio completo de las relaciones de viaje publicadas en las distintas lenguas europeas dió lugar a numerosas empresas editoriales a lo largo del setecientos. Una iniciativa de este tipo se produjo en Gran Bretaña, donde en 1745 Astley comenzó la edición por entregas de una New Collection of Voyages and Travels. El Abate Antoine François Prevost, animado por el ministro de Marina conde de Maurepas y por el canciller D'Aguesseau, fue traduciendo la obra al francés casi simultáneamente, completando la empresa cuando los edi­tores ingleses la interrumpieron en 1748. En 1761, poco antes de la muerte del abate, se alcanzaban los 16 volúmenes, siendo luego continuada la obra por su amigo Meunier de Querlon hasta un total de 20 volúmenes, que cubrían todos los viajes realizados desde el siglo XV al momento de la publicación.(13)

La obra de Prevost no se limita a ser una simple recopilación, sinó que el autor seleccionó y elaboró ampliamente el material para tratar de evitar repeticiones y, sobre todo, para separar cuidadosamente la parte de sucesos y aventuras de cada relato (las "relaciones"), de las enseñanzas que de él pueden extraerse para la historia y la geografía de cada territorio (las "descripciones"), tratando de coordinar y sistematizar en estas últimas las informaciones sobre cada país. Como dice un autor contem­poráneo, los compiladores de esa obra "tuvieron la idea de formar de un golpe y al mismo tiempo que un cuerpo de viajes, un Systema Geographico, y de la Historia Moderna, representando en el todo, con igual orden y extensión, el estado presen­te de las Naciones".(14) La obra tuvo un gran éxito y se publicaron ediciones en París y Holanda. Sin embargo algunos reprocharon al autor su excesiva intervención en la reelaboración de les relatos y la colección fue encontrada pronto "fastidiosa y penosa de leer" por su falta de orden, defectos de estilo y ausencia de criterio en la selección en les materiales publicados. Para les hombres de la segunda mitad del siglo, entre tantas narraciones reunidas allí "no se encuentra ni una postura enérgica, ni un movimiento de sensibilidad; la elocuencia y la filosofía parecen desterradas de esa obra(15). Por ello en 1780 La Harpe abordó la reelaboración de la obra en volúmenes más legibles, dando lugar a una edición condensada en 23 volúmenes en octavo (1780-1786).

Sorprendentemente, en esa enumeración de las grandes colec­ciones de viajes publicadas desde el siglo XVI no aparece nin­guna realizada en España. El desinterés por el tema entre el público español del siglo XVII parece haber sido grande, y ya en 1629 el doctor Juan Rodríguez de León, en el discurse apologético que realizó al Epítome de la Biblioteca Oriental y Occidental Náutica y Geográfica de su hermano Antonio de León Pinole se lamentaba de que "como de las Indias solo se apetece plata y oro, están sus escritores tan olvidados como sus histerias poco vistas, siendo ocupación extranjera lo que deviera ser natural de España, i así de nuestras mismas conquistas saben más las plumas agenas que la curiosidad propia"(16).

En el siglo XVIII la debilidad de la tradición editora de relaciones de viajes intentó superarse realizando un esfuerzo por traducir y poner al alcance del público español algunas de las más importantes relaciones de viajes que iban publicándose en el extranjero.

En la traducción de una de dichas relaciones, el botánico Casimiro de Ortega justifica su celo editor por el hecho de que las re­laciones verídicas de viajes a países remotos gozaban de una gran popularidad, interesando mucho a la curiosidad de las gentes "las noticias y observaciones útiles sobre la Navegación, sobre la Geografía, sobre las costumbres de les pueblos y su método de gobierno, finalmente sobre la abundancia de algunas producciones así naturales como artificiales, y la falta e escasez de otras, de cuyo conocimiento resultan les medios más seguros de establecer con las naciones distantes un comercio estable y ventajoso(17).

Poro, además de esa curiosidad general, interesaban de forma particular aquellas relaciones que de alguna manera afectaban a territorios españoles ultramarinos y a intereses estratégicos del imperio hispano.

Este es el caso, por ejemplo, del estrecho de Magallanes, que empezó a ser frecuentado por navíos extranjeros y que, tras la expedición del almirante Anson al Pacífico en 1740-44, fue motivo de preocupación para los gobernantes españoles. Quizás ello influyera en la traducción de los Viajes del inglés Byron realizada por Casimiro Gómez Ortega en 1769 y que fue acompañada de un interesante mapa del estrecho de Magallanes.(18)

También se acometió la traducción de obras más vastas. En particular la traducción de la colección de Prevost, que fue publicada en España por Miguel Terracina, "aumentada con las Relaciones de los últimos Viajes que se han hecho en este siglo", en 27 volúmenes que fueron apareciendo entre 1763 y 1790. La traducción se hizo a partir de la edición de París, pues la de Holanda, aunque más completa, se consideró "de lectura poco agradable por sus reflexiones demasiado libres", y se le suprimió además toda la parte gráfica, ya que según confiesa el editor, "publicarla con estos adornos es obra mayor que lo que alcanzan mis fuerzas".(19)

La simple traducción de una compilación extranjera como ésta, si por un lado llenaba una demanda cultural, por otro planteaba ciertos problemas y obligaba a numerosas rectificaciones.

Claramente alude a ello el editor español, que al verter la obra de Prevost procuró "endulzar cuantas expresiones podían herir el honor de los Europeos, y especialmente en lo que toca a España, ajustar sus Relaciones a la verdad, algunas veces des- figurada por los celos y poco afecto de las otras Naciones, a las gloriosas empresas de la España".(20)

La última frase citada muestra claramente uno de los defectos fundamentales que para el lector español ten tan esas traducciones: la escasa valoración de la aportación española a la empresa de descubrimiento y exploración de nuevas tierras.

Poro más graves todavía eran otras consecuencias de la débil atención concedida a la publicación de las relaciones de viajes realizadas por los mismos españoles. Con frecuencia, relaciones de Indias e informes sobre los territorios de ultramar estaban sepultados en los archivos por el indudable valor estratégico que pose tan, y cuando éste ya había pasado, olvidados por la incuria administrativa. Esto contribuía al descrédito del país ya que los extranjeros pod tan lanzar interesadas dudas sobre la importancia real de la aportación hispana a esas tareas de descubrimiento geográfico. Mayores eran a veces las consecuencias políticas, ya que manipulando o presentando sesgadamente las relaciones de los viajes y descubrimientos españoles se podían arrojar serias dudas sobre los derechos hispanos en determinados territorios de controvertida soberanía, tales como los bordes septentrional y oriental de las posesiones americanas, donde franceses, portugueses, holandeses e ingleses amenazaban seriamente la integridad del iimperio.

La seriedad de esta amenaza fue percibida claramente por algunos gobernantes y eruditos españoles desde los mismos años iniciales del siglo XVIII, y se tradujo en un decidido esfuerzo por dar a la luz antiguas relaciones de viajes, descubrimiento y conquista, con el fin de mostrar la solidez de los derechos territoriales españoles, y contribuir al mismo tiempo a aumentar el prestigio español.

En 1701 Juan de Villagutierre Soto-Mayor, Relator del Consejo de Indias, al dar a la imprenta su Historia de la Conquista de la Provincia de El Itza dedicó gran atención a los viajes de descubrimiento y proclama que la obra se escribía "por el buen deseo de que el proseguimiento de Gloriosas Facciones executadas por nuestros Españoles, en los dilatados Iimperios de Occidente, no se quede sepuItado en el profundo seno del olvido"; con su obra, pretendió dar a conocer "las prósporas quanto valerosas oporaciones y Proezas que Héroes insignes de estos nuestros Tiempos, a imitación de los del Antiguo, han executado en las Reducciones, conversiones y Conquistas de Tierras y Provincias de Gentes Bárbaras y Gentíles". (21)

El interés por las relaciones de viajes y las observaciones cartográficas como instrumento para asegurar los derechos territoriales españoles fue en los primeros años del siglo, una constante obsesión de Andrés González de Barcia. En su Ensayo para la historia de la Florida, por ejemplo, criticó "la instante porfía de los Estraños, empeñados en disminuir la Florida", que "han conseguido que nuestros modernos, sin estas consideraciones, sigan sus invenciones soñadas, y repetidas en tantos Libros y Mapas, acaso por no hallar otro". El punto de vista de González de Barcia se resume en este texto:

"Los viages de Noruegos, Dinamarqueses, Ingleses, Suecos, Olandeses, Bretones y otros fueron después de aver participado al Mundo los Es pañoles la Noticia del Descubrimiento de las Indias Occidentales, y el Católico deseo de la Propagación del Santo Evangelio; pues apenas acabaron de creerlo, quando embidiosa, y porfiadamente, aquellas Naciones se introdugeron en la Tierra que no les portenecía, arrastradas de su insaciable codicia, acompañada de la Heregía, que no pudieron impedir los Religiosos desvelos y excesivos gastos de nuestros Católicos Monarcas, que ha más de dos siglos que están lidiando poderosamente para extinguirla, posponiendo a la purea de la Religión la conveniencia que suele producir al Estado la multitud de Gente". (22)

El esfuerzo de González de Barcia en la edición y estudio de antiguas crónicas y relaciones de viajes realizados por españoles es realmente impresionante. En 1720 comenzó a trabajar en la reedición de las obras de Inca Garcilaso de la Vega, y entre 1722 y 1723 publicó las tres grandes obras de este autor: La Florida del Ynca (1722); La Historia General del Perú (1722) y la Primera Parte de los comentarios Reales (1723), dedicados respectivamente a la reina, a la Virgen y al rey Felipe V. Como apéndice a la primera de estas obras realizó también un largo estudio, al que hemos aludido ya, bajo el pseudónimo de Gabriel de Cardenas Cano, y que lleva por título Ensayo Cronológico para la Historia General de la Florida (1723), en la que continuó la historia de ese territorio hasta sus días, usando de documentos originales del Archivo de Indias. Paralelamente corrigió y editó también la Primera Parte de los Veinte i un Libros Rituales i Monarchia Indiana (1723) del franciscano Juan de Torquemada añadiéndole índices y comentarios. Entre 1725 y 1730 reeditó la Historia General de los Hechos de los Castellanos en las Islas y Tierrafirme de el Mar Océano de Antonio Herrera, una obra esencial en la bibliografía americanista, y que dedicó también a Felipe V. En 1729 editó el Origen de los Indios del Nuevo Mundo e Indias Occidentales del padre Gregorio García y cuatro años más tarde comenzó la impresión de La Araucana de Alonso de Ercilla, que dedicó nuevamente a Felipe V.

Fue por aquellos años cuando González de Barcia proyectó la realización de dos ambiciosas obras que culminarían su incansable actividad editora. La reedición y puesta al día del Epítome de León Pinelo y .la edición de la primera biblioteca española de historiografía americana.

Con ocasión de la edición de las Décadas de Herrera, González de Barcia se había propuesto aumentar la lista de "los autores impresos y de mano que han escrito cosas particulares de las Indias Occidentales", y fue entonces cuando comenzó a recopilar las referencias para completar el Epítome de la Biblioteca Oriental y Occidental, Náutica y Geográfica que había realizado en 1629 Antonio de Léon Pinelo. El resultado de su esfuerzo fueron los tres volúmenes publicados en 1737 que, aunque llevan el mismo título, y conservan idéntico plan que su antecesora, constituyen una nueva obra por la cantidad de información que poseen: las 300 páginas en cuarto de la edición de 1629 se han convertido aquí en 1300 in folio. El esfuerzo de González de Barcia tenía sin duda un interés apologético, y el mismo autor confiesa que con su obra intentaba borrar "en el concepto de otras (Naciones) el que tienen formado de nuestra poca curiosidad o cuidado en escribir los grandes Hechos, o Doctas fatigas de sus navegantes, Nota que ia dexará de serio, por la noble emulación que desportará en los ánimos de nuestros estudiosos tan loable exercicio". (23)

El mismo objetivo tiene la empresa de editar una vasta recopilación de relaciones de viaje con el título de Historiadores Primitivos de Indias, publicada póstumamente a partir de 1749, y en la que no sólo reunió los materiales sino que realizó también correcciones, ampliaciones y traducciones.(24)

Esta primera biblioteca americana, que pormitía dar a conocer al público en general las fuentes originales de los viajes, conquistas y colonización del Nuevo Mundo, constituye un hito importante en la empresa de valoración. de la obra descubridora de España en América, a la que luego se dedicaron eruditos como Juan Bautista Muñoz,(25) Cristóbal Cladera,(26) o Martín Fernández de Navarrete (27).

La necesidad que sentían los gobernantes españoles y los círculos ilustrados por revalorizar la memoria de la aportación hispana a los descubrimientos geográficos, se unía en ocasiones al deseo de poner al alcance de los marinos antiguas derrotas que mejoraran la relación con las alejadas tierras del iimperio.

Un claro reflejo de ello es la edición que por orden de D. Joaquín Manuel de Villana, Marqués del Real Tesoro, Jefe de Escuadra de la Real Armada y Presidente de la Audiencia y Casa de Contratación de Indias se hizo en 1753 de la Relación del Viage real izado en 161819 por los hermanos Bartolomé y Gonzalo Nodal a los estrechos de Maire y de Magallanes, a la cual añadió las derrotas a la América occidental del teniente de navío Manuel Echevelar. El interés por las derrotas al estrecho de Magallanes va también unido a la intención apologética en la publicación que se hizo en 1768 del Viaje realizado por el Capitán D. Pedro Sarmiento de Gamboa a dichas tierras en 1579 y 1580. Con ello el editor trató de impugnar "algunas especies del prólogo de la Traducción Francesa del Viage Inglés del Comandante Biron, ofensivas al mismo Sarmiento y a otros escritores españoles". De esta obra, conservada en un manuscrito de la Biblioteca Real, solo se había publicado en extracto por Bartolomé Leo nardo de Argensola en su Historia de las Islas Molucas, y el editor decidió dar a luz el texto completo "ya por la utilidad y lustre que de su publicación resulta a la Nación Española, ya por el realce de la gloria que se debe a nuestros Navegantes y Descubridores, y por la que tan justamente corresponde al mismo Pedro Sarmiento de Gamboa". (28)

El interés por recuperar la memoria de los viajes realizados por españoles a tierras lejanas se extendió también a la reedición de obras más antiguas y a tierras que no formaban parte del imperio hispano. Es por ejemplo el caso de la famosa embajada enviada por el rey Enrique 1I de Castilla al rey de P~rsia, y que dió lugar a la relación del embajador Ruy González de Clavijo Historia del Gran Tamerlan e Itinerario y Enarración del Viaje, publicada primeramente por Gonzalo Argote de Molina en Sevilla en 1582, la cual, unida a los comentarios a otra embajada enviada por Felipe III en 1612 escritos por D. García de Silva y Figueroa en 1618, fue publicada en 1782 por el miembro de la Real Academia de la Historia Eugenio de Llaguno Amirola.(29)
 

Los viajes de descubrimiento y exploración.

Si el viaje imaginario era posible, ello se debía, como hemos señalado, a la importancia de las tierras ignotas y de los enigmas geográficos que todavía persistían. Para resolver dichos enigmas y completar los grandes espacios vacíos que aparecían en los mapas de la época, los geógrafos tenían dos caminos, el razonamiento y la exploración.

El primero de ellos consistía en aplicar el espíritu de sistema y especular razon da y críticamente sobre la configuración que deberían tener esas tierras desconocidas. La utilización de antiguas' relaciones de viaje desempeñaba aquí un importante papel, facilitando noticias que, debidamente depuradas, se podían incorporar a la cartografía. Cuando éstas faltaban, la aplicación de determinados principios como los de simetría, continuidad, semejanza, etc. permitían elaborar teorías geográficas sobre la configuración ideal de, las tierras desconocidas. Es lo que hizo el geógrafo francés Buache cuando, aplicando su teoría de las cuencas fluviales delimitadas por alineaciones montañosas, prolongaba las montañas conocidas cercanas a las costas dibujando en sus mapas cordilleras que bordeaban las cuencas de los principales ríos.

Poro desde mediados del siglo ese espíritu de sistema no satisface ya. Hacen falta datos concretos, observaciones reales.

"La geografía es una ciencia de hechos escribió Bougainville; no se puede uno abandonar en su gabinete al espíritu de sistema sin riesgo de los mayores errores, que 'luego a menudo solo se corrigen a costa de los navegantes".(30) Y la geografía positiva pasa a ser una aspiración general de los europeos. Para ello la organización de viajes se convierte en un camino ineludible.

Para geógrafos y políticos la idea de los viajes para descubrir tierras incógnitas apareció como tarea urgente. Los cien tíficos lo consideraron también una de las tareas esenciales de la ciencia a mediados del siglo XVIII.

En una célebre carta sobre el progreso de las ciencias, dirigida por Mauportius al rey de Prusia en 1751, Y difundida en España al año siguiente en la traducción de la Memorias para la Historia de las Bellas Artes (31), el académico francés propone diversos "proyectos útiles al género humano, curiosos para los Eruditos, y en que el estado actual de las ciencias parece asegurarnos el éxito". Entre ellos aparece la idea de fundar un Berlín un Colegio de Ciencias Extranjeras; de sacar utilidad del suplicio de los reos convirtiéndolos en experimentos para la medicina y cirugía; realizar experimentos con los animales; aumentar las observaciones microscópicas; poner en uso espejos ustorios que podrían producir un fuego tan activo como el sol; examinar el origen de los nervios, para operar con ellos y buscar el secreto de los locos; investigar el origen de las lenguas, encerrando a dos o tres niños y criándolos apartados de todo contacto humano. Junto a ellos, y ante todo, aconseja diversas investigaciones de carácter geográfico: descubrir las tierras australes, a las que solo el capitán Lozier se había aproximado hasta los 520; pasar a las Indias por los mares del norte, para lo que aconseja al posible viajero dirigirse derechamente al Polo, donde por razones físicas existirían menos hielos de los que se suponía y un clima más templado; penetrar en el interior de África, continente donde en el pasado habían florecido las artes y las ciencias, y donde podrían abrirse minas "igualmente preciosas al comercio ya la curiosidad de los hombres"; conocer la figura de la tierra por la paralaje de la Luna; y, por último porfeccionar la astronomía mediante diversas observaciones.

En esa misma línea, obras como la Histoire des Navigations aux Terres Australes (1756) del francés De Brosses contribuyeron a desportat la curiosidad por esas Tierras australes y por los "mares del sur", donde se sospechaba que aún quedaban vastas extensiones de tierra de las que ninguna potencia hauía tomado todavía posesión. La riqueza de dichos mares y la posibilidad de crear en sus islas colonias de poblamiento, asf como de encontrar nuevos mercados o fuentes de materias primas constituyen motivos esenciales de las expediciones que se organiza ron durante la segunda mitad del siglo XVIII.

Sin duda los españoles no necesitaron de dichos estímulos para organizar expediciones científicas a las tierras y mares de su vasto imperio ultramarino, como prueba, entre otros ejemplos que podrían citarse, la intervención de científicos como Loeffling en la expedición de Iturriaga al Orinoco en 1751(32) . Poro es cierto que desde mediados de siglo se produce en toda Europa un nuevo impulso en la organización de los viajes de exploración y las diversas potencias marítimas rivalizan en preparar expediciones en las que la preocupación por la observación científica se al fa con un interés más o menos velado por el descubrimiento y la posesión de nuevas tierras. Estas expediciones se benefician ahora de los progresos en la navegación marítima provocadas por los avances en la determinación precisa de la longitud; por el aumento del tonelaje de los navíos, que pueden alcanzar ya hasta 400 o 600 toneladas; y por descubrimientos que pormiten luchar contra el escorbuto y mejorar las condiciones alimenticias y de la vida de las tripulaciones; todo lo cual pormite ampliar considerablemente el tiempo de estancia en el mar y la duración total del viaje.

Con el final de la guerra de los Siete años en 1762 se produce el momento decisivo en esa nueva fase de los viajes marítimos. Las expediciones de Byron (1764-66) y de Wallis y Carteret (1766-68) marcan el inicio de esta nueva etapa cuyos hitos esenciales en la segunda mitad del setecientos están representados por los grandes viajes de los franceses Bougainville 1767-69) y La Porouse (1785), los tres del inglés Cook (1769, 1772, 1776) y el del español Alejandro Malaspina. Se trata en todos estos casos de verdaderas expediciones científicas de patrocinio gubernamental, en las que intervienen a veces varios navíos, con tripulaciones y oficiales escogidos y en los que se integran diferentes especialistas, (astrónomos, naturalistas, botánicos, ingenieros, geógrafos, dibujantes, intérpretes, relojeros, instrumentistas); con un seleccionado instrumental cien tífico para las observaciones astronómicas y físicas, para las herborizaciones y las disecciones; y una biblioteca especializada, que en la expedición de Bougainville alcanza los 1000 volúmenes. De todos estos viajes los de Cook son, sin duda, el hito esencial, y los que por la cuidada organización y la amplitud de sus resultados se convirtieron en el modelo a imitar por los navegantes posteriores, y en particular por los de La Perouse y Malaspina.

Entre los principales objetivos geográficos de estos grandes viajes de la segunda mitad del siglo XV 1II se encuentran varios enigmas que se relacionan de alguna manera con el iimperio hispano. Uno de ellos, el hipotético continente austral, era perseguido por la fe concedida al relato de Quirós. Otro, la naturaleza de la conexión entre Asia y América interesaba profunda mente a los gobernantes españoles, cuyas posesiones se habían ido extendiendo hacia el Norte por la nueva California; el pretendido paso del Noroeste, que desde la bahía de Hudson conectaría con un mar interior norteamericano y a través del estrecho de Fonte con las aguas pacíficas, afectaba también a toda la estrategia de aquellas regiones. En el Océano Pacífico las islas que pudieran descubrirse podían beneficiar o amenazar, según quien fuera su poseedor, la ruta del Galeón de Manila y la comunicación con Filipinas. Y por el Sur, el estrecho de Magallanes y las posibles tierras situadas al mediodía del cabo de Hornos, afectaban también de manera decisiva a uno de los puntos vulnerables del iimperio.

Como hemos visto ya, el estrecho de Magallanes constituía un motivo de preocupación para el gobierno español, que había apoyado la publicación de antiguas navegaciones a esta parte del continente americano. Poro durante mucho tiempo siguieron existiendo errores e imprecisiones en las cartas y descripciones, por lo que en 1785 se organizó una expedición a bordo de la Santa María de /a Cabeza, al mando del capitán de navío Antonio de Córdoba, y poco después otra con los paquebotes Santa Casilda y Santa Eulalia.(33)  En el otro extremo de América, las costas pacíficas norteamericanas y el posible paso hacia el Atlántico interesaban a todas las potencias marítimas. En 1767 apareció en Francia la traducción de la Noticia de California(1757) del jesuita mexicano Miguel Venegas, con el título de Histoire Naturelle et Civile de la California, y el traductor señalaba la importancia de las especulaciones que se hacían sobre la configuración de aquellas tierras y la trascendencia de las noticias que los españoles podían facilitar:

"Es bueno observar que lejos de ser esto una materia de simple especulación hay pocas investigaciones que tengan más vastas consecuencias. En tanto que seres razonables, nos importa a fondo el globo que habitamos; y la curiosidad que todos los hombres exporimentamos en este sentido, no es más que un aguijón de que se sirve la Provindencia para llevarlos a la búsqueda de lo que puede serles útil. Como súbditos de una potencia marítima [Francia] estamos más interesados que los' demás, visto que cada nuevo descubrimiento de esta especie, influye de manera directa o indirecta en nuestro comercio. El descubrimiento en cuestión es tanto más importante para nosotros, porque todas las tentativas que hemos hecho para encontrar un paso al Noroeste no tienen por fin más que descubrir una ruta hacia las Costas de California, que si tuviéramos la felicidad de encontrar. abreviaría considerablemente nuestros viajes a las dos Indias"

El traductor consideraba que el medio más seguro para tener éxito en la empresa de descubrir dicho paso era "hacer uso de lo que se conoce para descubrir lo que se ignora" y que por ello el conocimiento exacto de California, que solo los españoles podían procurar, era esencial para los proyectos franceses. Naturalmente, el gobierno español era plenamente consciente de la importancia del conocimiento y posesión de aquellas tierras pacíficas norteamericanas, sobre todo desde que llegaron noticias de que los rusos podían alcanzar fácilmente América. Desde 1759 el padre Torrubia que realizaba en Roma estudios históricos sobre el poblamiento americano había dado la voz de alarma sobre esta posibilidad.(34).  Eso y la búsqueda del paso, o pasos, hacia el mar interior y hacia la bahía de Hudson, cuya existencia era aceptada por los geógrafos franceses Claude y Guillaume de l’Isle, estimuló la realización desde 1770 de expediciones por tierra y mar hacia aquellos parajes.

El tema del estrecho de Fonte o de Fuca .estuvo también presente entre los objetivos de la expedición de Malaspina, el cual, aunque no creía en su existencia, consideró importante explorar dichas costas. Sin embargo, la expedición de Alejandro Malaspina (1789-1794) tenía objetivos mucho más ambiciosos que éstos a los que acabamos de aludir, ya que se concibió desde el principio como una réplica española a los viajes de Cook y La Porouse.

Tal como fue propuesto, se trataba de hacer una circunnavegación del globo, con un objeto triple: realizar observaciones científicas, construir cartas hidrográficas de las regiones más remotas del iimperio y derroteros seguros para la navegación militar y comercial; e investigar el estado político de América. A diferencia de las expediciones francesas o inglesas, el descubrimiento de nuevas tierras no se consideraba importante, debido a la extensión que alcanzaba ya el iimperio. Más bien lo que se pretendía era profundizar el conocimiento de las posesiones españolas, mejorar sus relaciones con la metrópoli y entre ellas, y mejorar las rutas navales.(35)

No es el propósito de esta conferencia realizar la historia de esas navegaciones ni de otras que se realizaron a lo largo del siglo XVIII. Esta tarea ha sido ya ampliamente realizada.

Tampoco vamos a mencionar las expediciones botánicas, que son objeto de otra conferencia, o los viajes que se realizaron al Mediterráneo Oriental a partir de la década de 1780 (36) Nuestra intención es más bien, por un lado, resaltar que en su génesis existen motivaciones de carácter geográfico; y, por otro, destacar la aportación que realizaron al conocimiento científico general.

Tal como se concibieron desde los años 1760-70, los viajes, además de sus misiones reservadas, tenían el carácter de verdaderas expediciones científicas. En un primer momento los trabajos de este tipo se encomendaron a los mismos oficiales o al médico de a bordo. Así ocurrió en el viaje de la Santa María de la Cabeza donde las observaciones sobre suelo, clima y producciones de las tierras magallánicas fueron hechas por los oficiales Dionisio Alcalá Galiano y Alejandro Bustamente, quines, por sus otras obligaciones científicas y su insuficiente formación naturalista, pidieron ayuda a los cirujanos de la expedición. Los marinos se encargaban sobre todo de los trabajos astronómicos y geodésicos que conducían al levantamiento de las cartas geográficas e hidrográficas y a la elaboración de los derroteros.

Poro desde los años 1770 existía también en España una demanda para que en estas expediciones naúticas se integraran científicos civiles, sobre todo naturalistas, tal como pedía el botánico Casimiro Ortega en la traducción del viaje de Byron(37). Y en la expedición de Malaspina estos científicos no faltaron: en la corbeta Descubierta embarcaron el naturalista teniente Coronel Antonio Pineda y el profesor de pintura José del Pozo; en la Atrevida al botánico Luis Nee, el disecador y pintor botánico José Guido. También participaron parcialmente el naturalista Tadeo Haenke y los profesores de pintura Fernando Brambila, Juan Ravenet y Tomás Suria.

Cada expedición daba normalmente lugar a la publicación de una Relación del viaje y a las correspondientes cartas y derroteros. La parte esencial del viaje se dedicaba a observaciones astronómicas, a levantamientos cartográficos y a porfeccionar los métodos para determinar la latitud y longitud. Poro también se realizaban observaciones referentes al clima, con tablas términas, de vientos y lluvias; al estado de las aguas; a la naturaleza y topografía de las tierras avistadas, con dibujos de sus costas; a la vegetación, fauna, geología, y riquezas minerales; a los pueblos que habitaban las tierras recorridas. Se recogían muestras de especímenes para enviarlas al Gabinete de Historia Natural, se realizaban dibujos de plantas, animales, tipos humanos y paisajes. Por último se redactaban memorias históricas sobre las navegaciones precedentes o sobre la evolución de los pueblos, acudiendo si era posible a los archivos de las poblaciones visitadas. El rechazo de los sistemas especulativos y la exaltación del valor de la observación y del empirismo de lo que algunos llamaban ya los hechos positivos fue una constante en todas las expediciones del último tercio del siglo.
 

II. Los horizontes familiares

El viaje de Europa

La organización de los viajes náuticos que acabamos de mencionar suponía una importante inversión financiera y exigía una cuidadosa preparación y un decidido apoyo gubernamental. Por ello el número de dichas expediciones fue limitado, y se concentran especialmente en los tres últimos decenios del siglo.

Otros viajes eran sin embargo más sencillos de organizar y de realizar, ya que implicaban a pesonas individuales. Algunos de ellos contaban también con apoyo y financiación oficial. Es el caso de los viajes con finalidad diplomática (embajadas, negociaciones, casamientos reales, etc.); o simplemente de información y espionaje, como han sido calificados, por ejemplo los viajes de Jorge Juan a Inglaterra, de Antonio Ulloa por diversos países europeos, de Campomanes a Portugal o de Domingo Badía por el norte de África y Próximo Oriente(38) . Otros, en cambio, se realizaron con financiación y objetivos privados, ya fueran estos comerciales, misionales, científicos, educativos o simplemente turísticos.

Hazard y otros autores han destacado que a partir de esa década final del siglo XV III en que se produce la crisis de la conciencia europea la costumbre de los viajes se generalizó ampliamente. Existen, desde luego, numerosos testimonios contemporáneos que indican que en los últimos años de ese siglo la costumbre de viajar se había difundido ampliamente. sobre todo en los países de Europa central y septentrional, hasta el punto de que, como dice un autor "casi no se estima a un hombre que no ha abandonado nunca su hogar"; se aceptaba que los viajes contribuían a formar el juicio y porfeccionar al hombre, al igual que ocurre "con esas plantas que no pueden dar buenos frutos más que después de haber sido trasplantadas(39). El viaje se fue entendiendo cada vez más como un movimiento a larga distancia. François Deseine escribía a final del XVII, que en el uso ordinario del habla "no se llama viajero más que al que habiendo salido de su patria ha visto otras regiones distintas a su país natal, y ha conversado con gentes cuyo lenguaje, costumbres, y hábitos son diferentes de aquellos entre los cuales' se ha criado".(40)

A mediados del XVIII otro autor consideraba que no podía darse el nombre de sabio al que no había salido de Los rincones de su patria, y se preguntaba:

"¿con qué otro nombre sino de rústico, y del todo bárbaro, llamaremos aquél que no saliendo jamás de la cueva de la Sybila, o del bosque de Dodona, esparce sus respuestas, y oráculos desde la Trípode; y en las demás cosas sea tan ignorante que no sepa si está en México, en la Ethiopía o en la América?" (4l)

y ese mismo autor afirmaba:

"de los genios más sublimes es propio el correr y no cerrar la Patria con los límites de su Tierra y campo, sino ver el theatro del mundo, y visitar en especial las gentes, ver ciudades, Palacios, Universidades, y otras cosas asi maravillosas; de donde vuelvan a la Patria no tan solo mejores, sino también más doctos, más prudentes y más sabios".(42)

El conocimiento de las gentes, el descubrimiento de pueblos diferentes, de nuevas variedades de hombres como decía Bougainville(43) además del de los países y tierra, se valora de forma creciente por el viajero ilustrado que desea formarse en la contemplación de esa diversidad de costumbres y formas de vida. "Ilustrarse sobre la vida del hombre; filosofar con la experiencia por delante: he ahí el motivo del viaje ilustrado" ha escrito Gaspar Gómez de la Serna en un bello artículo que dedicó a los viajeros de la Ilustración (44) ; y efectivamente ese parece ser el objetivo esencial de los más ilustres viajeros que, sin duda, encontraban un serio motivo de reflexión en esa diversidad que parecía contradecir el axioma de la unidad fundamental del género humano.

La costumbre de viajar y el crecimiento del número de viajeros vino facilitado, sin duda, por la mejora de los caminos y de las condiciones de los viajes, que se fue produciendo a lo largo del siglo XVIII. A su vez, provocó una literatura especializada de auxilio al viajero. Nos referimos concretamente a las gu(as de países y ciudades, y a los itinerarios de postas.

Desde el siglo XVII algunas ciudades particularmente atractivas habían comenzado a contar ya con estas guías que informaban a los visitantes sobre la historia y los monumentos de la urbe. Es el caso de Roma, en donde obras como la Roma antica e Moderna de Francini, editada en 1660 podían desempeñar ese papel. Guías de viaje eran también en cierta medida algunas colecciones editoriales que se publicaron en el siglo XVII como la famosa de las "Repúblicas" de Elzevier, que desde 1625 imprimió en Amsterdam y Leyden más de medio centenar de volúmenes sobre países y ciudades de Europa y Asia, además de algunos tratados generales como el De mari libero (1633), H. Gracia y P. Merula y la Geographia Generalis (1650) de Bernhard Varenio.

Pero es en el siglo XVIII cuando este género literario auxiliar conoce un gran desarrollo. El número de guías de ciudades aumentó vertiginosamente, en particular para las ciudades italianas que eran meta obligada de los viajeros de toda Europa: Roma, Venecia, Florencia, Milán, vieron aparecer obras cuyo mismo título indicaba a veces claramente el objetivo que ten ían: Forestiere iluminato en Venezia, de Abrizzi; Roma ricercata nel suo sitio (Roma, 1722) de Martinelli; Roma ampliata o descrizzione della moderna cittá (1725); Descrizzine topográfica e istorica di Roma (1767) de Venuti, etc. Roma, en particular atraía, a viajeros de toda Europa, que dispon ían de guías en sus propias lenguas. Desde el siglo XVII se habían publicado algunas muy valiosas en castellano, como las de Gabriel Díaz Vara (1677) y la de Juan Bautista Vaccondio, reeditada todavía en el siglo XVIII. Poro a ellas se añadieron luego otras muchas: Rome moderne, premiere ville de l'Europe avec toutes ses magnificences et ses delices (Leiden 1713) de François Deseine; Compendio de las cosas más particulares de la Santa Ciudad de Roma... (con) los días de las Postas de Roma para España (Roma, 1769), etc. También aparecieron obras especializadas de carácter más general, destinadas específicamente a los viajeros: Guide du voyageur par Anglaterre et I'Hollande (París, 1786), etc.; y colecciones de bolsillo en las que se ponía al alcance del interesado una noticia más o menos breve de las riquezas monumentales que iba a encontrar en su recorrido, con grabados de los edificios más representativos y pintorescos. De este último tipo es un buen ejemplo la colección que con el título de Las Delices de , fue publicando series de volúmenes sobre los diferentes países europeos (Francia en 3 volúmenes, Gran Bretaña e Irlanda, en 9, España, etc.) y sobre la ciudades más atractivas (Roma antigua y moderna, etc.).

El florecimiento de la literatura de viajes se explica también, en parte, por esta demanda. No solo se trataba de dar al público las observaciones realizadas por el autor, sino también, con gran frecuencia, de guiar al futuro viajero que realizará el mismo itinerario.(45)  Solo así se explica que apareciesen relaciones de pretendidos viajes por países europeos, que no habían sido efectivamente realizados poro que podían ser comercializadas y usadas como guías turísticas.

El viaje de Europa podía tener distintos itinerarios, según la nacionalidad de origen del viajero. Francia eran normalmente visitada como etapa indispensable o bien como objetivo final. Poro la meta ideal era sin duda Italia, pues, como escribió un autor de la época, "entre todos los países en que se puede viajar para la instrucción y para el placer, nó hay ninguno en que se pueda hacer más útilmente que en Italia". (46)  Los españoles que salían lo hacían frecuentemente a ese país, del que se llegaron a editar incluso guías en castellano(47), poro también a Francia, los Países Bajos e Inglaterra. Este último fue el itinerario seguido por uno de los más ilustres viajeros, el Secretario de la Real Academia de San Fernando, Antonio Ponz, y del que nos dejó una excelente relación en su Viaje fuera de España (1785)(48).
 

El viaje de España

Aunque con mayor atractivo que otros países, como Italia, y en situación excéntrica con respecto a la Europa Central y Septentrional, España podía formar parte también del viaje de Europa de los Ilustrados del siglo XVIII. Según escribe un autor de mediados de siglo, el itinerario habitual de los nobles alemanes incluía Francia, Italia, España y regreso(49). Cuando el padre Labat visitó España en 1705-1706 advierte que su relación ha de ser necesariamente verídica pues este país, como Italia, es tan conocido que no se puede pretender engañar a nadie.(50) A pesar de todo, para los viajeros europeos la Península Ibérica frecuentemente gozaba de un atractivo especial, de una cierta fascinación exótica, como Rusia, o Turquía. Algunos acontecimientos políticos contribuyeron también a ponerla en el primer plano de la actualidad, como la guerra de Sucesión que, según explica el editor de una guía sobre nuestro país, hizo surgir en muchos europeos el deseo de conocer el teatro de dicho conflicto bélico(51) y, debido, al cambio de dinastía, atrajo también a numerosos viajeros franceses (funcionarios, diplomáticos, comerciantes, o simples curiosos). Naturalmente, España podía ser también el objetivo de algunos viajeros españoles. Aunque seguramente podría afirmarse que solo de los verdaderamente ilustrados. Ayer como hoy, el español medio desconoce generalmente su propio país, deslumbrado por el brillo de las riquezas extranjeras.

El viajero por España pudo disponer de algunos recursos bibliográficos auxiliares, en cuanto a guías de caminos y postas y guías de carácter más o menos turístico, así como calendarios y guías de forasteros.

Los antiguos repertorios de caminos como el de Pedro Juan Villuga (Medina del Campo, 1546) o el de Alonso de Meneses (Valladolid 1622) habían quedado superados y era preciso realizar otros nuevos, que dieran cuenta no solo de los caminos existentes, sino también de los servicios de postas y correos.

La organización de la Estafeta General del Reino por el decreto de 7 de diciembre de 1716 dió lugar a un primer tipo de publicaciones que informaban sobre los servicios de correos, indicando itinerarios y rutas que podían ser seguidas también por los viajeros. De este tipo es la Descripción general para escribir a todas las ciudades de España, villas y lugares más remotos de ella, reinos y potencias extranjeras, con los días en que llegan y parten los correos de esta Corte y demás Caxas de todo el Reino, compuesta por D. Bias Alonso de Arce, primer Oficial interventor de la Estafeta General y publjcada en Madrid en 1736; o más tarde la Dirección general de cartas, para escribir, a todas las ciudades y villas... (Madrid, 1775) publicada por el también oficial de correos Bernardo Espinalt.

Más directamente útiles a los viajeros eran las guías de itinerarios y carreras de postas. La organización de un servicio de postas públicas en 1723 y la legislación sobre posadas trataba de facilitar el movimiento de viajeros(52), y las primeras guías no tardaron en aparecer, aunque fueran en un principio traducidas del francés con la indicación de los caminos de varios países europeos(53) .

Poro desde mediados del siglo comenzaron a realizarse también en España. La más famosa de todas fue, sin duda, la elaborada por José Matías Escribano: Itinerario Español o Guía de Caminos para ir desde Madrid a todas las ciudades de España, y sus más principales Villas, y Puertos de Mar, y para ir de unas ciudades a otras, ya algunas Cortes de Europa, publicado en 1757 y que conoció cuatro ediciones en los decenios siguientes (2.a edic. en 1760, 3.a 1767, Y 4.a 1775) y fue impreso .también años más tarde sin su nombre(54). Por las mismas fechas se publicó el Itinerario de las carreras de posta de dentro y fuera del Reyno (Madrid, 1761), realizado, de orden superior, por D. Pedro Rodríguez Campomanes, el cual incluía también la legislación fundamental sobre el tema y una noticia de los precios de las postas en diversos países, con su equivalente en moneda española. Campomanes extendería asimismo su actividad a Portugal, dentro del plan de espionaje que le había sido encomendado, publicando una Noticia geográfica del Reyno y Caminos de Portugal (Madrid, 1762). En los años finales del siglo la más famosa fue la que realizó Bernardo Espinalt, convertido en administrador principal de los correos y postas de la ciudad de Valencia, con el título de Gula General de Postas y Travesías de España, para este presente año de 1794. Con un Mapa arreglado a las novedades ocurridas en las carreteras, sus Rutas, leguas que hay de unas Ciudades y Villas a otras,. y Postas nuevamente establecidas, con lo que se ha de observar por los particulares que las corran (Madrid, 1974), la cual siguió publicándose anualmente en los años sucesivos, hasta bien entrado el siglo XIX,(55) y fue impresa luego sin su nombre. Estas obras interesaban, naturalmente, a un público muy diverso, y cubrían una demanda creciente, como demuestra la repetición de ediciones. Por otra parte, algunas incluían rutas especiales, como aquella que añadía los caminos que podían interesar "a los que necesitasen ir a tomar las Aguas" en los balnearios más importantes del país(56). Los cortesanos interesados en acudir a los Reales Sitios tenían asimismo sus guías especializadas a partir del establecimiento de un servicio de postas, el 1 de enero de 1770(57), Y los que se dirigían al extranjero podían contar también con guías específicas(58).

Estos itinerarios incluían indicaciones sobre las distancias existentes entre los pueblos y sobre los servicios de postas y diligencias, así como sobre los lugares donde paraban en Madrid los carruajes, los arrieros y los caleseros. El débil desarrollo de la ciencia geográfica española, y en particular la carencia de buenos mapas, hacía muy inseguras las informaciones sobre las distancias a recorrer. En una guía editada en el séptimo decenio se señala que el autor, a falta de buenos mapas, había procurado averiguar lo más posible sobre distancias y nombre de ventas y lugares "preguntando a los que más frequentan los caminos", y advierte que "aunque unos van (v.g.) por un rumbo y otros por otro, unos ponen tres y otros quatro leguas, es poca la diferencia que se ha hallado en los que he andado" (59).

Normalmente las guías incluían mapas para que los lectores pudieran "instruirse más fácilmente en el conocimiento y Geographia de España", mapas que muchos pretendían nuevos, y que indicaban la división de reinos y provincias, la situación de las principales ciudades y la red de caminos con las distancias. Poro este servicio podía ser también cubierto en la segunda mitad del siglo por los mapas del taller de Tomás López, en particular por las diversas ediciones reducidas de hojas de España que se imprimieron fundamentalmente con esa finalidad(60).

Por último, los visitantes de la Corte y de las grandes ciudades de España y América disponían también en ocasiones de guías urbanas y de los Calendarios y Gulas de Forasteros en Madrid, en los que se informaba de todos aquellos datos sociales que podían series de interés: los nacimientos de los reyes, cardenales y príncipes, los días en que se vestía la corte de gala, los ministros que componían los tribunales y sus domicilios, así como de otros datos diversos referentes a la ciudad, las parroquias, los enfermos tratados en los hospitales, las obras pías, o la organización militar de España (61).

Además de los itinerarios de postas españolas o extranjeras(62), el viajero que recorría España necesitaba también guías que le informaran sobre la riqueza monumental y sobre las costumbres del país, as í como sobre su geografía. La escasez de obras utilizables en este sentido era grande en la España del siglo XVIII, y el viajero que venía de fuera se veía obligado a usar frecuentemente obras extranjeras, como las Delices de l'Espagne et du Portugal (1707), publicada con el nombre de Juan Alvarez de Colmenar, y de la que todavía se hizo otra edición en Amsterdam en 1741, y el Etat present de l'Espagne (1718), del abate Jean de Vayrac. También usaba las relaciones de anteriores viajeros, algunas de las cuales, como el Voyage en Espagne (1722) del abate Delaporte eran totalmente apócrifas y se habían realizado resumiendo diversas fuentes bibliográficas. Con frecuencia, esos viajes daban ocasión a nuevas relaciones en las que como ya destacó Sarrailh hace medio siglo(63) se copiaban desvergonzadamente la obra de los predecesores, repitiendo una y otra vez los tópicos, que se convertían así en estereotipos aceptados por el público europeo. No todos desde luego fueron así, y entre el centenar largo de relatos de viajeros extranjeros que visitaron España entre 1700 y 1808 (64) un cierto número de ellos constituyen valiosas aportaciones que son hoy de gran valor al historiador y pormiten, además, interesantes investigaciones sobre las imágenes i lustradas de este país, y los sesgos y desviaciones respecto a la realidad.

Los viajeros extranjeros que venían a la Península llegaban frecuentemente no sólo con ideas preconcebidas, sino también con la actitud del que visita países fanáticos y atrasados. Para los que procedían de países protestantes y para los enciclopedistas franceses, España y Portugal representaban en Europa ejemplos de países sometidos al despotismo autoritario, a la suporstición y al fanatismo eclesiástico, con sociedades de costumbres atrasadas, que algún viajero calificó de "góticas". Con sus críticas, trataban generalmente de intervenir en la batalla intelectual de sus propios países, más que mostrar una malevolencia particular hacia los pueblos hispanos.

De las relaciones de estos viajeros extranjeros resultan particularmente apreciables las que se efectuaron en el último tercio del siglo, realizadas por autores que en algunos casos residieron largamente en España caso de los diplomáticos Bourgoing y Laborde y que generalmente lanzaron una mirada llena de simpatía hacia las réformas que los ilustrados estaban introduciendo, sin por ello dejar de criticar lúcidamente los grandes problemas pendientes. los viajes de los ingleses W. Dalrymple, (1774) o Joseph Townsend (1786-1787), o los de los franceses Jean François Peyron (1771-73), J. F. de Bourgoing (1777 1795) o, algo más tarde, el de laborde (1800-1808), que utilizó ampliamente las observaciones de Humboldt, se cuentan entre los más interesantes del período posterior a 1770(65).

El apresuramiento, las repeticiones y los juicios poco favorables de los viajeros europeos fueron motivo de acres críticas por los ilustrados españoles durante la segunda mitad del siglo(66). El 'descontento con estas visiones sesga das del país movió incluso a algunos españoles a emprender su propia descripción. Es el caso bien conocido de Antonio Ponz, que a su regreso de una larga temporada de estudios en Italia decidió acometer un largo viaje por España para estudiar críticamente las riquezas artísticas de nuestro país, espoleado para ello por la publicación del viaje a España del italiano Norberto Caimo, con el fin de impugnar algunas afirmaciones que en él se hacían. El viaje con el título de Viage de España, en que se da noticia de las cosas más apreciables y dignas de saber que hay en ella fue publicado a partir de 1772 en 13 tomos en octavo, de los que pronto se hicieron reimpresiones y traducciones. La obra dedica sobre todo atención a las obras artísticas y es un hito importante en la crítica del barroco y en fa difusión del gusto neoclásico en España. Poro su autor, impregnado de una típica mentalidad ilustrada, observa también con cuidado otros muchos aspectos, de carácter económico y social, por lo que su obra se ha convertido en una fuente esencial para el conocimiento de la España del siglo XVIII(67).

El de Ponz es seguramente el ejemplo más acabado de ese viaje de España de los ilustrados, poro no es desde luego el único. Algunos de dichos viajes se realizaron por iniciátiva gubernamental, con el fin de reunir específicamente información histórica, económica o natural. Es el caso del viaje que por orden de Fernando VI realizó el marqués de Valdeflores D. Luis José Velázquez de Velasco con el fin de reunir documentos para una nueva historia de España(68), el que realizó Guillermo Bowles para la elaboración de una nueva historia natural y geografía física de España(69), o el que hizo el colector del Real Gabinete de Historia Natural de Madrid, Juan Guillermo Thalacker desde la Corte a Teruel para realizar observaciones geognósticas(70).

Poro otros muchos se realizaron por pura iniciativa personal y fueron totalmente financiados por sus autores(71). Las bibliotecas y archivos españoles están llenos de manuscritos de diarios y memorias de los viajes realizados por pesonas cultas que llenos de esa curiosidad universal de que antes hablábamos van anotando cuidadosamente todos los aspectos topográficos, históricos, naturales y sociales y económicos que observan en su recorrido. Funcionarios(72), médicos, comerciantes, sacerdotes, eruditos y pesonas de todas condición(73) nos dejaron por iniciativa pesonal valiosas descripciones sobre la España del setecientos en las que se reflejan todos los ideales y aspiraciones de la época y en las que lanzan una lúcida mirada llena de deseos de regeneración y progreso.

En general, el viajero de la Ilustración adopta una actitud indagadora ante lo que observa, trata de captar la realidad, poro raramente se deja llevar por el sentimiento ante el paisaje. Habría de llegar el movimiento prerromántico de los últimos decenios del siglo para que aparezca de forma bien neta una nueva sensibilidad de exaltación y de goze ante la naturaleza. La actitud ante la realidad típica del viajero ilustrado se traduce en la preocupación por la fidelidad, en la búsqueda de la información detallada, en la actitud descriptiva, en la aplicación de las luces de la razón. El viajero romántico, en cambio, dará más importancia a la impresión global, a la sensación e, incluso, a la recreación ideal de un mundo fantástico, alejado de la realidad.
 

El viaje de la juventud ilustrada

A partir del Renacimiento el conocimiento de otras tierras y gentes se había ido convirtiendo en un elemento importante en la formación de las clases dirigentes, empezando por los mismos príncipes reales. Basta recordar el "feliz viaje" del futuro Felipe 11, el del príncipe de Gales a España en 1623, y el que realizó Pedro I de Rusia a principios del siglo XVIII hasta Alemania y Holanda.

Poro a lo largo del siglo XVIII esta costumbre se fue difundiendo ampliamente. Los vástagos de la aristocracia, los hijos de los grandes mercaderes o de los burgueses acomodados, los científicos en formación tenían que realizar en algún momento de su juventud un largo viaje a tierras extranjeras con el fín de completar su educación(74). Los grandes pedagogos europeos, tanto de los países católicos como de los protestantes aconsejaron decididamente este complemento en la formación de los pupilos que aspiraban a posiciones elevadas y que disponían de medios para realizarlos. Los jesuítas y otros pedagogos católicos esgrimieron el ejemplo de la educación griega y de los príncipes para ponderar la utilidad de estos viajes(75). En sus Pensamientos sobre Educación (1693), Locke aconsejó también que los jóvenes nobles culminaran su educación con un largo viaje. En España el valor de los viajes en la formación de la juventud noble había sido ponderado por Saavedra Fajardo en su Idea de un Príncipe políticocristiano (1640) Y luego fue re saltado, entre otros, por el médico Andrés Piquer en su Filosofía moral para la Juventud. Y años más tarde Rousseau recomendaba todavía a Emilio que realizara viajes observando las relaciones físicas, morales y civiles del hombre con sus conciudadanos(76).

La costumbre estableció que estos viajes de jóvenes ricos en formación se hicieran al acabar los estudios, cuando se conseguía la plena madurez del juicio, y que fueran precedidos de una cuidadosa preparación intelectual y social. Los corresponsales o socios comerciales en países extranjeros, las familias nobiliarias de rango equivalente con las que se tenía relación, eran previamente advertidos y acogían e introducían a los jóvenes en el medio extraño al que llegaban. Normalmente el viaje se hacía con un mentor que tenía la responsabilidad de la formación intelectual. Algunas ilustres figuras del pensamiento europeo del XVIII, tuvieron ocasión de salir de su tierra realizando precisamente esta función para los hijos de poderosas e ilustradas familias(77).

Para los miembros de las grandes estirpes nobiliarias el viaje era, desde luego, una ocasión para la relación pesonal y el lucimiento. Como escribe un autor de la época, si "los ingenios de la plebe, y que van besando tierra, buscan el ocio y la sombra", diferente debe ser, en cambio, la actitud de los nobles, "los qua les distinguiéndose de los otros por su virtud, o esplendor de su nacimiento, cuidan también darse a conocer en cualquier País, y hacerse visibles, y anteponerse a las demás clases de hombres, con la gloria, o eminencias del empleo"(78).

Poro estos aspectos sociales en ningún caso pcidían entorpecer los propiamente formativos. Los tratadistas de la época claramente establecen que el viaje había de ser "una visita de las principales partes de Europa, a fin de explorar las costumbres de varias gentes, de aprender las ciencias, artes y lenguas más necesarias, y se adquiera exporiencia de las cosas para vivir bien y felizmente"(79).

Este ambicioso objetivo intelectual exigía una cuidadosa preparación previa, y generó también una literatura especializada que instruía sobre las condiciones más adecuadas para realizar con el máximo fruto el desplazamiento. Como el Itinerario o Método apodémico para la ilustre juventud, elaborado por el benedictino alemán Legipont para los jóvenes que intentaban realizar el viaje de Europa, y que en 1759, ocho años después de su publicación, fue vertido al castellano por el doctor Joaquín Marín, abogado de los Reales Consejos, y valorado por un juicio laudatorio del presbítero Agustín Sales, cronista de la ciudad y reino de Valencia.

La preparación previa incluía necesariamente un conocimiento amplio de las tierras que habían de visitarse, acudiendo si era posible al consejo de pesonas que ya las hubieran recorrido. Porque, como escribía Legipont, cuando el que ha de salir fuera "tiene teóricamente sabidos antes de su partida el genio de las gentes, usos y costumbres, lleva por todas partes el modo de vivir, y tratar, que le podrán sacar de todo género de aprietos y peligros". Por esta razón era absolutamente indispensable el estudio de obras de geografía, itinerarios, historias, costumbres y tratados de economía política. Las obras a consultar "no tan solo han de comprender en sus tablas las gentes, regiones, ciudades, mares, ríos, lagos, estanques y otras cosas semejantes; sino también diversas ceremonias, y costumbres de casi todas las Naciones, y varias naturalezas de hombres, y sobre estos algunos exemplos, y preceptos políticos, naturales, económicos, científicos y que portenecen al comercio"(80). Naturalmente, a ser posible, interesaba conocer también la lengua, leer las descripciones de los lugares a recorrer y, en el. caso de viajeros nobles, se aconsejaba asímismo conocer la genealogía de las grandes familias. Por último, interesaba planificar con cuidado los itinerarios y prever las posadas y postas porque "la desconfianza es padre de la seguridad" y "gobierna vien su camino el que conoce como en un mapa el País, los lugares y descanso"(81).

Durante el recorrido, además de ir acompañado de buenos libros, el viajero debería dedicarse a observar con todo cuidado las costumbres, las artes, la naturaleza de los animales, plantas y minerales, "en una palabra escribe Legipont, debe con ansia escudriñar, e indagar lo que portenece a la Cosmografía, Astronomía, Geografía, Agricultura, Náutica, Política, a las Universidades, a las Letras, las cosas Eclesiásticas e historiales y otras semejantes que instruyan el entendimiento y con su variedad admirable componen y templan el tedio, que tal vez se saca de las cosas serias"(82).  Un viaje así concebido se convertía en un provechoso medio de aprendizaje intelectual. Los autores daban frecuentemente indicaciones precisas sobre el tipo de observaciones que había que realizar, correspondientes a cada campo del saber. Así, acerca de la cosmografía se aconsejaba "averiguar el Orizonte, Meridiano, la longitud y latitud del lugar, la declinación del Polo, la de la Piedra man del Polo del Mundo; ¿baxo qué paraleo está situado el lugar, en qué clima, en qué emisferio, a quántos grados, si hacia el Oriente, Poniente, Mediodia, Septentrion, qual el orto y el ocaso hai de sol, qué principios de crepúsculos, qué fines? etc.". Todo lo cual debía completarse con otras observaciones de carácter específicamente astronómico, a saber: "el horóscopo ascendiente, el medio del Cielo, el Zenith y el Nadir, la Estrella vertical, el Planeta dominante, el signo del Zodiaco, el grado en que recae el lugar, y lo demás que se nota en la Esfera Armilar o celeste".

Las observaciones que debía hacer el joven viajero referentes a geografía entendían este término en el sentido descriptivo que era habitual en la época: "si está el lugar lexos del mar?, si es parte de Continente, o es Isthmo?, si está la Ciudad situada junto a río o a la embocadura de río?, en qué regio, en que Reyno, en qué Ducado, Obispado, Señoría?; hacia que partes del mundo? qua les sean los paises vecinos y comarcanos?; qual sea la división del País?; quales y quántos tributos?, la calidad del camino, las col unas o estatuas de Mercurio, qual Topografía, o que situación particular? etc.". Sin descuidar las observaciones sobre Náutica, acerca de la naturaleza de los ríos y aguas, forma de las costas y de las aguas que se navegan.

El viajero debía estar atento también a todo lo referente a la agricultura y riqueza del territorio, y en concreto "qual el aspecto del País, qué naturaleza de campos, qué tierras, qué minas, qué bosques, qué calidad de terreno, si húmeda, arenosa o, fértil?, por ventura abundante de trigo, vino, azeite, legumbres?, llana acaso, montuosa, seca, húmeda, pantanosa?, si habitada de muchos o desierta?; debe averiguarse también la copia, y naturaleza de diferentes cosas, que allí se encuentran: la qual dad del ayre, temporie del ambiente, bondad o inclemencia del cielo, qué enfermedades padezcan los habitadores, qué modo de comida y bebida, y habitación, qué delicias y lo demás que ocurre en estos lugares".

Debería atender asimismo a los aspectos políticos, tales como las leyes de cada territorio, las costumbres, industria, tecnología, comercio, gobierno local, ceremonias y fiestas; a la vida intelectual, universidades, cultivo de las artes y de las letras, archivos, inscripciones antiguas y reliquias, visitar todos los palacios, templos, cal ¡es, preguntar a los habitantes del pa ís, anotar con diligencia las cosas singulares, visitar a los hombres doctos, acudir a la biblioteca, y conversar con los habitantes 'del país y desarrollar en todo momento un trato cortés y erudito. En resumen, el objetivo deb ía ser "ante todo buscar, visitar, ver, preguntar, juzgar, discurrir, tratar y hablar"(83).
 

III. La geografía y los viajes

Si alguna ciencia estaba íntimamente asociada a los viajes durante el siglo XVIII esta era, sin duda, la geografía, y en particular la geografía descriptiva, la cual faci~itaba un cuadro de la Tierra que ayudaba a la preparación de los via jes, ya que facilitaba informaciones previas sobre los territorios que el viajero iba a recorrer. Poro en muchos casos la geografía pod ía ser un sustitutivo del viaje, pues proporcionaba un cuadro rico y animado de la suporficie terrestre haciendo posible que, sin moverse de su domicilio, el lector recorriera todo los países que deseara. De manera bien clara lo expresa el padre Florez, cuando en el prólogo de su Clave geográfica escribe: "sin salir de tu casa, dentro de tu Museo puedes resarcir esta falta, notan do por los libros geográphicos lo que va a registrar el viajante"; en definitiva, lo que puede hacer ese sedentario lector según el agusti no español es:

"notar el antiguo y moderno nombre de la Región, de la ciudad, del Pueblo, si es cosa averiguable: sus fundadores, ampliadores o restaura dores, los R lOS que la bañan, sus costas, puertos, montes, frondosidad, temporamento, pastos. Qué modo de gobierno en lo antiguo y presente; qué curia qué magistrados, que escuelas para instrucción de jóvenes, qué bibliotecas, qué varones ilustres, qué templos, qué palacios, qué muros o castillos; qué monumentos tiene de antiguedad, qué estátuas, qué pinturas, qué fuentes; y en fin, por lo político, qué costumbres, qué trages, qué comercio, qué artesanos, etc.".

La comparación de esta enumeración con las recomendacio nes sobre las observaciones que debía hacer el viajero en su recorrido dadas, según acabamos de ver, en el Itinerario o Método apodémico para la ilustre juventud, demuestra bien claramente la estrecha relación que existía entre geografía y viajes, y explica que el monje benedictino añadiera a su obra un apéndice con un método para estudiar geografía "en gracia a los que no pueden salir fuera"(84).

Esta valoración de la utilidad de la geografía para los viajes y la idea comunmente aceptada de que éstos eran el fundamento de aquella ciencia constituía un lugar común en las conversaciones cultas del siglo XVIII(85), así como en las obras de carácter general.

La geografía y los viajes se fecundaban, pues, mutuamente en el siglo XVIII, aunque no todos los viajes fueran geográficos y aunque la geografía no consistiera únicamente en viajes.

De las dos tradiciones que desde la antigüedad integran la ciencia geográfica, la descriptiva y la matemática, la primera, que trataba de realizar la descripción de territorios, había de basarse esencialmente en las informaciones facilitadas por los viajeros, tanto si se trataba de los relatos de viajeros contemporáneos como de los transmitidos desde épocas anteriores(86) Unos y otros requerían una crítica rigurosa que pormitiera detectar las contradicciones, sesgos e inexactitudes, y hay que reconocer que los geógrafos de la Ilustración se aplicaron concienzudamente, y con notable éxito, a esa tarea.

Para los geógrafos todo lo que aportara algo a la descripción de un territorio podía tener valor. Esto era válido sobre todo para las noticias de países lejanos, ya que el desconocimiento que normalmente existía de ellos pormitía que todo dato sobre su situación, su topografía, sus habitantes o sus riquezas contribuyera a enriquecer el patrimonio común de la información geográfica. Poro también en las descripciones del continente europeo y en obras de carácter general podían usarse relaciones de viajes realizadas por este continente, incluso de obras con objetivos altamente especializados. El tema de la utilización real de todas estas relaciones por los geógrafos merece un estudio que está aun por hacer, poro por referirnos a la geografía española, no es raro encontrar en las obras de los gran des geógrafos de fines del XVIII y principios del XIX (Tomás López, Antillón y otros) referencia a viajes especializados como los de Ponz o Villanueva, sin contar otros de tipo astronómico, geológico o botánico.

La geografía además de una ciencia descriptiva y por ello ligada a las ciencias de la memoria, como la historia era también una ciencia matemática mixta. Como tal explicaba las propiedades de la Tierra y de sus partes relativas a la cantidad, esto es la figura, situación, dimensiones, movimientos, fenómenos celestes y otras propiedades similares, como reza la definición de Varenio en 1650(87). Esa tradición era todavía potente en geografía, aunque la aparición de ciencias especializadas como la geodesia, la geología, la meteorología o la cartografía iría reduciendo el contenido matemático y físico de la geografía a lo largo de la segunda mitad del XVIII y la primera del siglo siguiente.

Dicha tradición matemática exigía de observaciones astronómicas para determinar con exactitud la posición de los lugares y realizar así una cartografía precisa de la suporficie terrestre. Para ello los viajes eran también necesarios. El número de posiciones científicamente establecidas en que apoyar la cartografía de la Tierra era todavía relativamente reducido en el siglo XVIII. A principio de dicho siglo Guillaume Delisle, primer cartógrafo del rey de Francia solo dispon ía de unas cien posiciones astronómicamente determinadas para la realización del planisferio terrestre; en 1761 d' Anville contaba solo con unos dos centenares; y en 1587-88 el Atlas Encyclopédique de R. Bonne y N. Desmarets supuso un extraordinario avance al construir un atlas universal a partir de 1.540 puntos, pero una buena parte de ellos se habían determinado a partir de la crítica de fuentes diversas (itinerarios, observaciones antiguas, etc.) y no habían sido astronómicamente determinados(88).

Se explica así que la determinación precisa de la posición de un lugar por métodos astronómicos fuera todavía una aportación científica destacada a la geografía. Y por ello tienen tanta importancia las determinaciones que en este sentido hicieron viajeros como Félix de Azara y Alejandro de Humblodt en América o el marino José de Mazarredo en España(89).

De todas maneras, los trabajos para elaborar una cartografía exacta del territorio quedaban, cada vez más, lejos de las posi bilidades de un viajero individual, y exigían la organización de expediciones cient íficas cuidadosamente preparadas y con la participación de amplios equipos humanos y refinados medios técnicos. Algunas de las expediciones náuticas de los decenios finales del siglo, a las que ya hemos aludido, pudieron cumplir este objetivo y realizar, a la vez, observaciones de carácter botánico, geológico, etnográfico o histórico. Poro otras, como la que dirigió el brigadier Vicente Tofiño para la realización de los mapas y derroteros de las costas de España (entre 1784 y 1787), aunque incidentalmente también pudieron realizar otras observaciones al margen de su misión principal, tuvieron objetivos más específicamente geodésicos y cartográficos.

Esa fue la evolución que se produjo, antes o después de manera general en todas las ramas de la ciencia. Las tareas científicas exigieron de forma creciente conocimientos especializados y la evolución de la geografía y la cartografía es precursora, en cierto sentido, de la que se dio luego en otras ramas del saber. El viajero de la Ilustración con su interés y su curiosidad universal, con su espíritu enciclopédico, fue viéndose cada vez más como un aficionado que no estaba ya a la altura de los tiempos y tuvo que dejar paso en el siglo XIX al científico profesional altamente especializado.
 

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LAPORTE, Mr. de: El Viagero Universal, o noticia del mundo antiguo y nuevo. Obra escrita en francés por... y traducida al castellano, corre gido, el original, e ilustrado con notas por D.P.E.P. [Pedro Estala, Pbro], Madrid, Imprenta Real y Fermín Villalpando, 17961801, 39 tomos, y 4 de "Suplemento".

LEGIPONT, Oliver: Itinerario en que se contiene el modo de hacer con utilidad los Viages a Cortes Estrangeras. Con dos Dissertaciones. La primera sobre el modo de ordenar, y componer una Libreria. La segunda sobre el modo de poner en orden un Archivo. Escrito todo en Latin por el P. D. .', de la Orden de San Benito, y traducido en Español por el Doctor Joaquin Marin, En Valencia, por Benito Monfort, Año 1759,304 págs.

LEGUAT, François: Voyage et aventures de François Leguat, et de ses compagnons, en deux Isles desertes des Indes Orientales. Avec la Rélation des choses les plus remar~uables qu'ils ont observées dans l'lsle Maurice, a' Batavia, au Cap de BonneEsporance daris l'lsle Sto Helene et en d'autres endroits de leur Route. Le tout enrichi de Cartes et de Figures. A Londres, Chez David Mortier, 1708, 2 vals.

LEON PINELO, Antonio: Epitome de la Biblioteca Oriental i Occidental, Nautica i Geografica, Madrid, Juan Gonzalez, 1629, 44 hs. + 186 + X II págs.

M. Y E., D. A. [MARQUES Y ESPEJO, D. Antonio ?]: Viaje de un filósofo a Selenópolis, corte desconocida de los habitantes de la Tierra, descrita por él mismo y publicada por , Madrid, Imp. Gómez Fuentenebro y Compañía, 1804 (cit. por Hafter, 1975).

MADRID: Madrid por adentro y el forastero instruido y desengañado. Escrito por un ingenio de esta corte, Madrid, 1742, 64 págs. Nuevas ediciones en 1784 y 1796.

MINGUET e YROL, Pablo: Plan demostrativo o guía de los caminos principales de España... 1759 hoja fol. con un mapa.

MONCADA, Francisco: Expedición de los catalanes y aragoneses contra turcos y griegos, por D. , conde de Osona, Madrid, Imprenta de D. Antonio Sancha, 1772.

MORALES, Ambrosio de: Viage de Ambrosio de Morales por orden del Rey D. Phelipe II a los Reynos de Leon, y Galicia y Principado de As turias. Para reconocer las Reliquias de Santos, Sepulcros Reales, y Libros manuscritos de las Cathedrales y Monasterios. Dala a luz, con notas, con las vida del Autor y con su retrato el Rmo. P. Mro. Fr. Henrique Florez, del Orden del Gran Padre S. Agustín. En Madrid Por Antonio Marin. Año de 1765,224 págs.

MORENO, José: Viage Costantinopla, en el año de 1784, escrito de orden suporior, Madrid, Imprenta Real, 1790, 8 h + 360 + XXX II1 págs.

MUÑOZ, Juan Bautista: Historia del NuevoMundo. Escribíala D. Juan Bautista Muñoz, Tomo 1, En Madrid, Por la Viuda de Ibarra, 1793, 364 págs.

PONZ, Antonio: Viage de España, o Cartas, en que se da noticia de las cosas mas apreciables, y dignas de saberse que hay en ella. Su autor S. Pedro Antonio de la Puente pseudónimo de Antonio Ponz], Madrid, 17721794,8 vols. Viage fuera de España. Por D. ,Secretario de la Real Academia de San Fernando etc. Dedicado al Príncipe Nuestro Señor, Madrid, Por Joachim Ibarra, Impresor de Cámara de S. M. 1785,2 vols.

PREVOST, Abate F.: Historia General de los Viages, o Nueva Colección de todas las Relaciones que se han hecho por Mar y Tierra, y se han publicado hasta aora en diferentes Lenguas de todas las Naciones conocidas: Donde se contiene lo mas notable, útil, y mas cierto de los Paises a donde han penetrado los Viageros, con las costumbres, Religion, usos, Artes, oficios, Ciencias, Comercio y Manufacturas de sus habitantes. Obra traducida del Ingles al Frances por el Abate Antonio Francisco Prevost y al Castellano por Don Miguel Terracina. Aumentada con las Relaciones de los últimos Viages que se han hecho en este siglo. En Madrid: En la Imprenta de Don Juan Antonio Lozano (Otros vols. en la Imprenta de Manuel Gonzalez), 17631790, 27 vols.

RODRIGUEZ CAMPOMANES, Pedro: Itinerario de las carreras de postas de dentro y fuera del Reyno, que contiene también: 1, las leyes y privilegios con que se gobiernan en España las postas desde su establecimiento, 11, y una noticia de las especies corrientes de moneda estrangera reducidas a las de España, con los precios a que se pagan las postas en los varios Payses. De orden de Su Magestad. En Madrid, en la Imprenta de Antonio Pérez de Soto, MDCCLXI (1761),74 + CIV + 312 + 76 págs. 1lám. 7,2 mapa.

Noticia Geográfica del Reyno y Caminos de Portugal. En Madrid, En la oficina de Joachim Ibarra, 1762,226 págs.

QUIROGA, Joseph: Relación diaria que hace al Rey nuestro seflor el P. Joseph Quiroga, de la Compafl¡'a de Jesús, del viaje que hizo de orden de su Majestad á la Costa de los Patagones en el navío San Antonio, mandado por D. Joaquín de Olivares, que salió del Río de la Plata siendo gobernador y capitán general de esta provincia D. Joseph de An dorraegui el aflo '745, "Anuario de la Dirección de Hidrografía", Madrid, 1867, pág. 279 Y ss.

SANCHEZ, Manuel Isidoro: Madrid en la mano. Noticia cierta de las Calles y Plazuelas de esta Coronada Villa de Madrid, sus Parroquias, Conventos, Colegios, Hospitales, Hermitas, los sitios donde cada uno está y las jurisdicciones a que estan sujetas... Madrid, Oficina de Manuel Martin, 1763, 168 págs.

SANCHEZ SOBRINO, Sebastián: Viaje topográfico desde Granada a Lisboa, por Anasthasio Franco y Brebinsaez, [pseudónimo], en carta escrita al Sr. D. Fernando José de Velasco, del Consejo de S. M. en el Supremo de Castilla; fecha en Granada a 15 de enero de 1774, dándole noticias de lo mas notable que advirtió en los pueblos de su tránsito a ida y a vuelta, con una especie de disertación al fin sobre el sitio primitivo de Antequera. Dalo a luz un apasionado de las antiguedades amigo de las artes y de las buenas letras, Granada, En la Imprenta Real s.d. (17931) 206 págs.

SARMIENTO DE GAMBOA, Pedro: Viage al Estrecho de Magallanes, Por el Capitán en los años de 1579 y 1580 Y Noticia de la Expedición que después hizo para poblarle. En Madrid, En la Imprenta de la Gazeta, Año de 1768, LXXXIV + 402 + XXXII págs.

SEMPORE y GUARINOS, Juan: Ensayo de una Biblioteca de los mejores escritores del reynado de Carlos 111. Por D. , Abogado de los Reales Consejos, socio de Mérito de la Real Sociedad Económica de Madrid y Secretario de la Casa y Estados del Excmo. Sr. Marqués de Villena, En Madrid. En la Imprenta Real 17851789,6 vols.

SERIMAN, Conde de: Viages de Enrique Wanton a las Tierras Incognitas Australes, y al Pais de las Monas: En donde se expresan las cos tumbres, carácter, ciencias, V política de estos extraordinarios habitantes. Traducidos del idioma Inglés al Italiano y de éste al Espaflol por Don Joaquin de Guzman y Manrique, etc... Con láminas que demuestran algunos pasages de la Historia. Con Privilegio, Madrid. Se hallará toda la obra en casa de Don Bernardo Alberá, Año de 1781-1785,4 vols. :

SERRANO BELEZAR, Miguel: Descubrimiento de los Países imaginarios por unos Espafloles Andaluces; noticia de su gobierno y policía, de su población, decadencia etc., Traducido al Italiano al Español por D. Miguel Serrano Belezar, Valencia, por Joseph Estevan, Tomo 1,1785.

THALACKER, Juan Guillermo: Observaciones geognosticas que D. Colector del Real Gabinete de Historia Natural de Madrid, hizo en su viage desde esta corte a Teruel, ordenadas por D. Christiano Herrgen, "Anales de Historia Natural", Madrid, vol. 1I págs. 281-314.

TORRUBIA: I Moscoviti nella California, o sia Dimostrazione della Veritá del Passo all'America settentrionale Nouvamente Scoporto dai Russi, e di quello anticamente praticato dallo popolatori, che vi trasmigrarono dall'Asia. Dissertazione StoricoGeografica del Padre F. Giuseppe Torrubia Minore Osservante di S. Francesco, Cronologo di Tutto l'Ordine, e Commissario Generale della Curia Oltramontana, [Roma] 1759; 83 págs. (Separata de Nuova Raccolta d'opuscoli scie tifici e filologici, editado por Angelo CALOGERA, Venecia, S. Occhi, 1760, vol. VII págs. 473-536).

VACCONDIO, Giovani Battista: Las cosas maravillosas de la Santa Ciudad de Roma. En donde se trata de las Yglesias, Estaciones, Reliquias y Cuerpos Santos que ay en ella... [l.a ed. 1627]. En Roma por Roque Bernabó,lmpresor, 1711244págs. Nuevas ediciones en 1720 y 1729.

VARENIO, Bernhard: Geografía general en la que se explican las propie dades generales de la Tierra(1650). Traducción del latín por José María Requejo, Edición y estudio introductorio por Horacio Capelo Barcelona. Ediciones de la Universidad, 1974, 146 págs.

V AYRAC, Jean de: Etat present de l'Espagne, ou I'on voit une Géo graphie Historique du Pays, l'Etablissement de la Monarchie, ses Revolutions, sa Decadance, son Retablissement et les Accroissements. Les Prerogatives de la Couronne. Le rang des Princes, et des Grands, L 'Institution et les fonctions des oficiers de la Maison du Roi, avec un Ceremonial du Palais, La forme du Gouvernement Ecclesiastique, Militaire, Civil et Politiqueo Les Moeurs, les cotumes et les Usages des Espagnols. Le tout extrait des lois Fondamentales du Royaume, des Reglements, des Pragmatiques les plus authentiques et des meilleurs Antheurs. Par Monsieur l' Abbe de Vayrac. Dedie a son Excellence Moinseigneur le Prince de Chelamar. A Paris, Chez Andre Cailleau, Avec Approbation et Privilege du Roy, 1718, 4 vols.

VELAZQUEZ DE VELASCO, Luis Joseph: Noticia del viage de España, hecho de orden del Rey, y de una nueva Historia general de la Nación, desde el tiempo más remoto, hasta el año de 1516. Sacada únicamente de los Escritores y monumentos recogidos en este viage. Por D. En Madrid. En la Oficina de D. Gabriel Ramirez, Año de 1765. VENEGAS, Miguel: Histoire Naturalle et Civile de la Californie, contenant une description exacte de ce Pays, de son sol, de ses Montagnes, Lacs, Rivieres et Mers, de ses Animaux, Vegétaux, Mineraux, et de sa fameuse Pé'cheric des Porles; les Moeuers de ses Habitans, leur Religion, leur bouvernement, et leur façon de vivre avant leur conversion au Chirstianisme; un detail des differens voyages, et Tentatives qu'on a faites por s'y établir et reconnoitre son Golfe et la Côte de la Mer du sud. Enriche de la Corte du Pays et des Mers adjacentes. Traduite de l' Anglois par M. E.. A Paris, Chez Durand, 1767, 3 vols.

VIERA y CLAVIJO, Joseph de: Noticia de la Historia General de las Islas de Canarias. Contiene la Descripción geográfica de todas. Una idea del origen carácter usos y costumbres de sus antiguos habitantes: de los descubrimientos y conquistas que sobre ellas hicieron los Europeos: de su Gobierno Eclesiástico, Político y Militar: Del establecimiento y sucesión de su primera Nobleza: de sus Varones ilustres por dignidades, empleos, armas, letras y santidad; de sus fábricas, producciones naturales y comercio; con los principales sucesos de los últimos siglos. Por D. , Presbytero del mismo Obispado, Madrid, en la Imprenta de Bias Román 1776,4 vols.

Apuntes del diario o itinerario de un viaje a Francia y Ñandes, en com pañía de mi alumno el Excmo. Sr. D. Francisco de Silva y Bazán de la Cueva, Marqués del Viso, primogénito del Excmo. Sr. Marqués de Santa Cruz, de su esposa la Excma. Sra Doña María Leopolda, de los padres de esta señora Excmos. Duques del Infantado y de toda su famalia, comitiva, Santa Cruz de Tenerife, Imprenta y Libreria Isleña, 1849.

VILLAGUTIERRE SOTOMAYOR, Juan de:' Historia de la Conquista de la Provincia de El Itza, Reducción y Progressos de la de El Lacandon, y otras Naciones de Indios Bárbaros, de la Mediación de El Reyno de Guatemala, a las Provincias de Yucatan, en la América Septentrional. Primera parte. Escrivela Don ,Abogado y Relator que ha sido de la Real Chancillería de Valladolid: y ahora Relator en el Real y Supremo Consejo de Indias. Y la dedica al mismo Real y Supremo Consejo. En Madrid. En la Imprenta de Lucas Antonio de Bedmar y Navaez, Año 1701, 32 + 660 págs. + I ndices.

ZAMORA, Francisco: Diario de los viajes hechos en Cataluña de . Seguit de las respota del Corregiment de Barcelona al seu questionari fet por Josep Albert Navarros. Ma~ i Marquet, A cura de Ramón Boi xareu, Barcelona, Curial, 1973,511 págs.
 

 

B) Obras recientes

AGUILAR PIÑAL, Francisco: Relatos de viajes de extranjeros por la España del siglo XVIII. Estudios realizados hasta el presente, "Boletín del Centro de Estudios del siglo XVIII'" Oviedo, Nºs 45,1977, págs. 203-208.

AGUNDEZ FERNANDEZ, Antonio: Viaje a la Serena en 1791 Historia de una comarca extremeña escrita tras los pasos del Magistrado Cubeles, Cáceres, Vda. de García Floriano, 1955, 198 págs. .

BALLESTEROS BERETTA, Antonio: Historia de España y de sus influencia en la Historia Universal, Barcelona, Edit. Labor, 1932, vol. VI.

BERTRAND: Voyageurs allemands en Espagne. Fin du XVllle siecle et debutdeuXIXsiecle, "Bulletin Hispanique", XXII, 1920 págs. 3750.

BONET CORREA, Antonio (Director): Bibliografía de Arquitectura, Ingeniería y Urbanismo en España (14981-880), Madrid, Turner, 1980, 2 vols.

BRANCO CHAVES: Castelo: Os livros de viagens em Purtugal no século XVIII e a sua projecr;ao europeia. Lisboa, Instituto de Cultura Por tuguesa, M.E.I.C., 1977,96 págs.

BROC, Numa: Deus témoignages français sur l'Espagne de la fin du XVllle siecle, en Actes du Ouatre VingtOuatorzieme Congres National des Societés Savantes, Pau 1969. Section d'Histoire Moderne et Contemparaine, Paris Bibliotheque Nationale, 1971, tome 1, págs. 191200.

La Geographe des Philosophes. Géographes et voyageurs franr;ais au XVllle siecle, Paris, Editions Ophrys, 1975,596 págs.

CAPEL, Horacio: Organicismo, fuego interior y terremotos en la ciencia española del siglo XVIII "Geo Crítica", Universidad de Barcelona, núms. 27-28, mayojulio 1980,95 págs.

La Geografía como ciencia matemática mixta. La aportación del círculo jesuítico madrileño en el siglo XV", "Geo Crítica" Universidad de Barcelona, nº 30, noviembre 1980,34 págs.

La geografía en los exámenes públicos y el proceso de diferenciación de la geografía en la enseñanza durante el siglo XV"" "Areas . Revista de Ciencias Sociales" Murcia, vol. 1, 1981, págs. 98-111.

Los diccionarios geográficos de la Ilustración española, "Geo Crítica", Universidad de Barcelona, nº 31, enero 1981, 51 págs.

La geografía española en los Países Bajos a fines del siglo XV", "Tarraco Revista de Geografía" Departamento de Geografía de la Universidad de Barcelona en Tarragona, vol. II,1981, págs. 7-34.

Manuel de Aguirre y la nueva geografía española del siglo XVI", en AGUIRRE, M. de: Indagaciones y reflexiones previas sobre Geografía con algunas noticias introductorias, (1782), Universidad de Barcelona, 1981, págs. 5-78.

Filosofía y ciencia en la geografía contemporánea, Barcelona, Barcanova, 1981, 510 págs.

Geografía y Matemáticas en la España del siglo XVIII, Barcelona, Oikos Tau, 1982,390 págs.

El Epítome. de León Pinelo y la continuidad de la ciencia geográfica española del siglo XVIII, introducción a la Edición facsímil del Epítome, (edición de 1737), Ediciones de la Universidad de Barcelona, 1983,2 vols.

Las ideas sobre la Tierra en la España del siglo XVIII, "Mundo Científico", Barcelona, Ediciones Fontalba nº 22, febrero 1983, págs. 148-154.

FARINELLI, Arturo: Viajes por España y Portugal desde la Edad Media hasta el siglo XIX. Divagaciones bibliográficas, Madrid, 1921,381 págs. (suplemento Madrid 1930).

FERRERAS, Juan Ignacio: Los orígenes de la novela decimonónica (1800-1830), Madrid, Taurus, 1973.

FORESTA, Gaetano: Viaggiatori spagnoli in Italia nel secolo XVIII, "Archivio Storico Siciliano", Palermo, serie 111, vol. XX, 1970, págs. 369-414. IHE.

PUENTE, Joaquin de la: La visión de la realidad española en los viajes de Don Antonio Ponz, Madrid, 1968.

FOULCHEDELBOSO, R.: Bibliographie des voyages en Espagne et en Portugal, Paris, H. Welter Editeur, 1896,349 págs. BNP.

GARCIA MERCADAL, J.: Viajes de extranjeros por España y Portugal, Recopilación, traducción, prólogo y notas, Madrid, Aguilar, 1962, 3 vols.

GOMEl DE LA SERNA, Gaspar: Los viajeros de la Ilustración, "Revista de Archivos Bibliotecas y Museos", Madrid LXIII, 2, 1957, págs. 569-592.

HAFTER, M. l.: Toward a History of Spanish Immaginary Voyages, "Eighteenth Century Studies", vol. VIII, 1975, págs. 265-282.

HALL, D. H.: History of the Earth Sciences during the Scientific and Industrial Revolutions, With special emphasis on the Physical Geosciences, Amsterdam, Elsevier Scientific Pub. Co., 1976,298 págs.

LAMADRID LUSARRETA, Alberto: Guías de forasteros y calendarios mexicanos de los siglos XVIII y XIX, existentes en la Biblioteca Nacional de México, "Boletín del Instituto de Investigaciones Bibliográficas", Mexico nº 6,1971, págs. 9-135.

KELLY, Celsus: Calendar of Documents. Spanish voyages in the South Pacific from Alvaro de Mendaña to Alejandro Malaspina (1567-1794) and the Franciscan Missionary plans for the peoples of the Austral Lands (1617-1634) Compiled from manuscripts and other documents in the Archives and Libraries of Spain, América, Rome, París, London, Sidney etc. Madrid, 1965,470 págs.

LAFUENTE, A. y PESET, J. L.: Polftica científica y espionaje industrial en los viajes de Jorge Juan y Antonio de Ulloa, "Melanges de la Casa Velázquez", Paris, vol. XVII, 1981. págs. 233-262.

LLOBET REVERTER, Salvador: Los viajes de Francisco de Zamora en Cataluña y la Geografía económica del Principado, "Revista de Geografía", Universidad de Barcelona, vol. IV, 1970, nº 1 págs. 81-91.

MORALES HERNANDEl, José Luis: Jorge Juan en Londres, "Revista General de Marina", nº 184, págs. 663-670.

MORALES PADRON, Francisco: Historia de América, en Manual de Historia Universal, Madrid, Espasa Calpe, 1962, vol. V, 798 págs.

MUÑOZ y ROMERO, Tomás: Diccionario Geográficohistórico de los Antiguos Reinos, provincias, ciudades, villas y santuarios de España, Por Don, Catedrático de la Escuela Superior de Diplomática, Madrid, Imprenta y Estereotipia de M. Rivadeneyra 1858,330 págs.

OYARZUN IRAÑA, Javier: Expediciones españolas al estrecho de Magallanes y Tierra de Fuego, Madrid, Ediciones de Cultura Hispánica, 1976,293 págs.

PALAU, Antonio: Manual del Librero Hispanoamericano, Barcelona A. Palau Dulcet, 1948-77, 28 vols.

PARKES, Joan: Travels in England in the Seventeenth Century, Oxford, Clarendon Press (1968) 354 págs. BCC

POREZ DE GUZMAN, Juan: Viajes al interior de África de D. Domingo Badía y Leblich, "Boletín de la Academia de la Historia", Madrid, Tomo LXXIV, febero 1919, págs. 155-164.

QUIROS LINARES, Francisco: Fuentes para la geografía de la circulación en España: algunos libros sobre los caminos españoles de los siglos XVIII y XIX, "Estudios Geográficos", Madrid, vol. XXXIII nº 123, mayo 1971, págs. 353-373.

RAMOS POREZ, Demetrio: El Tratado de Límites de 1750 y la expedición de Iturriaga al Orinoco, Prólogo del Dr. Amando Melón y Ruiz de Gordejuela, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1946,525 págs.

REPARAZ, Gonzalo de: Historia de la geografía de España, en J. GA VIRA (Director): España, La Tierra, el Hombre, el Arte, Barcelona, Editorial ALberto Martín, vol. 1, 1943, págs. 9134.

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SERRERA, Ramón María: José Antonio Villaseñor y Sánchez. Apuntes biobibliográficos, Estudio Preliminar a la edición de J. A. VILLASEÑOR: Suplemento al Theatro Americano, México, UNAM, 1980.

ZARAGOZA RUBIRA, Juan R.: Medicina, ciencia y técnica en la España ilustrada, según el "viaje" de Peyron "Cuadernos de Historia de la Medicina Española". Salamanca VI, 1967, págs. 135-154.
 

NOTAS

* Texto de la intervención del autor en el Seminario sobre "Viajeros en América",organizado por la Universidad Internacional Menéndez Pelayo y celebrado enSevilla los días 17 al 21 de septiembre de 1984.
 

1. Véase sobre ello los datos cuantitativos de expediciones geográficas realizadas en laedad moderna, HALL, 1976, pág.. 155-165.

2. LABAT, 1730, 1, pág.. V.

3. LABAT, 1730, vol. 1, pág.. XVIII.

4. MORALES PADRON, 1962, pág.. 141.

5. FEIJOO: Teatro Crítico, tomo IV, discurso X.

6. Siguiendo a Feijóo y a Dechales, Viera discute si la visión de la isla podía deberse a una nube especular que reflejara la imagen de la tierra vecina, o bien una acumulación de nubes en el horizonte. Eso le permite introducir nociones de óptica tomadas de fuentes diversas, como, por ejemplo, la obra de Huyghens, haciendo uso también del concepto de refracción que, según él "da para todo", y debatir la posibilidad de que se tratara de alguna isla de Cabo Verde, aproximada por ese fenómeno de una forma excepcional. Su prudente conclusión es la de que todas las interpretaciones que puedan hacerse "no serán en el fondo más que unos modos urbanos de contemporizar con los ojos de tantos hombres de bien que creen ver todavía, como por herencia, la isla que vieron sus predece­sores", VIERA CLAVIJO, 17721783, cap. 27.

7. LEGUAT, 1708.

8. ROUSSEAU, Emilio, libro II I, de. 1978, pág.. 199

9. SERIMAN, ed. de 1781, pág. XI. Los datos sobre la procedencia de la obra, que se publicó anónima y ocultando también el traductor su nombre, proceden de SEMPORE y GUARINOS, 1785, vol. VI, pág. 113, y PALAU. De la obra de Seriman se hizo una nueva edición en Madrid en 1831. De manera general sobre la historia de los viajes imaginarios en España, véase HAFTER, 1975.

10.SERRANO BELEZAR, 1785.

11. "Memorial Literario", Madrid, n.° 27, marzo 1786, pág. 385386. Otro viaje imaginario, que no he podido localizar, es el que se narra en la obra de D. A. M. y E. que J. 1. Ferreras (1973) identifica con D. Antonio Marqués y Espejo­ Viaje de un filósofo a Selenópolis (1804).

12. Vease sobre todo ello BROC, 1980, cap. III.

13. Datos sobre esta edicion en PREVOST, 1763 y LA HARPE, 1780, ed. 1825.

14. PREVOST, 1763, Prologo

15. LA HARPE, 1780, ed. 1825, I, XII I.

16. LEON PINELO: Epitome, 1629, Discurso apologetico.

17. BYRON, 1769, Prologo del Traductor.

18. Mapa que no existe ni en la edición inglesa ni en la traducción francesa, BYRON, 1769. La edición española tiene un interés particular por el cuidado que pu so Gómez Ortega en la traducción de palabras técnicas sobre ciencias de la naturaleza, tema para el que se consideraba bien preparado por haber dedicado muchos años a su estudio desde que en 1757 fuera becado por el gobierno para estudiar botánica en Italia.

19. PREVOST, 1763, vol. l. En los últimos años del siglo Pedro Estala, el traductor de Buffon. acometió también la traducción de la obra del abate Joseph de Laporte Le voyageur fran¡;ais (17651795,42 vals.), con el título de El viajero Universal (17961801,42 vols.), introduciendo grandes modificaciones a partir del tomo VIII. Véase LAPORTE, (17951801).

20. PREVOST, 1763, vol. 1, Prólogo de Terracina.

21: VILLAGUTIERRE,1701.

22. GONZALEZ DE BARCIA, 1723.

23. GONZALEZ DE BARCIA: Epítome, 1737.

24. Sobre la figura de A. González de Barcia véase el estudio introductorio que realizamos para la reedici6n del Epítome por Ediciones de la Universidad de Barcelona (CAPEL. 1983).

25. MUÑOZ,1793; ITURRI,1797.

26. CLADERA,1794.

27. La de este autor es, si n duda, la obra de mayor aliento de las que se emprendieron en el siglo XVIII, aunque 'publicara tardíamente, FERNANDEZ DE NAVARRETE, 182537 y 1851

28. SARMIENTO DE GAMBOA, 1768, Prólogo.

29. GONZALEZ DE CLAVIJO, 1782. De alguna manera puede relacionarse tambián con esta preocupación por las antiguas relaciones de viaje y descubrimiento las ediciones de los viajes de El Edrisi, realizada por Josá Antonio Conde, 1799; de las expediciones de catalanes y aragoneses contra turcos y griegos (MONCADA, 1772) o la historia del descubrimiento y conquista de la India Oriental por los portugueses (COMPENDIO, 1773).

30. BOUGAINVILLE,1771,

31. "Memorias para la historia de las B,A,", mayo-junio 1752, pág, 330-336.

32. Véase sobre ella RAMOS, 1946 Y RYOEN, 1957. Véase también, la relación de viajes al Pacífico Sur organizados desde el XVI en KELLY, 1965.

33. Véase RELACION, 1788 y 1793. En 1745, se había realizado ya el viaje a la costa de los patagones del navío San Antonio, mandado por D. Joaquín de Olivares, que dio lugar a la relación del padre José Quiroga S. J. (Véase QU IROGA, 1867). Sobre las expediciones españolas al estrecho de Magallanes y Tierra del Fuego, puede verse OY ARZUN IRAI\IA, 1976.

34. TORRUBIA,1759.

35 Véase sobre todo ello, y sobre los resultados de la expedición, CAPEL, 1982, cap. XI.

36.Véase por ejemplo, MORENO, 1790.

37. BYRON, 1769, pág, 71, nota,

38. Sobre el viaje de Jorge Juan a Inglaterra, véase MORALES HERNANDEZ, 1973, y LAFUENTE y PESET, 1981. El de Campomanes dió lugar a la publicación de una obra geográfica sobre Portugal (RODRIGUEZ CAMPOMANES, 1762). El viaje de Domingo Badía Leblich, bajo el nombre de Ali Bey el Abbassi fue realizado entre 1803 y 1807 Y publicado primero en francés (1814) y luego en castellano (BADIA 1836); sobre dicho viaje vease POREZ DE GUZMAN, 1919.

39. DESEINE, 1699, Prólogo.

40. DESEINE, 1699, Prólogo.

41. LEGIPONT,1759,pág.10-11.
 

42. LEGIPONT,1759,pág.21.

43. BROC, 1975, pág. 192.

44. GOMEZ DE LA SERNA, 1957, pág. 572.

45. Véase por ejemplo, DESEINE, 1699.

46. DESEINE,1699.

47. Véase COMPENDIO,1769.

48. Ponz dedica gran atención a los aspectos artísticos, urbanísticos y culturales, poro alude también frecuentemente a las costumbres y cuestiones económicas. Cuando se encontraba en París apareció el famoso artículo de Masson en la Nueva Enciclopedia, y Ponz se apresuró a redactar una carta apologética en defensa de España, que fue publicada como prólogo al volumen 11. Algunas de las relaciones a Europa de viajeros españoles quedaron inéditas o aparecen incorporadas en obras más generales. El interés de ellas es grande, como prueba su utilización en trabajos recientes, como el de FORESTAL, 1970, dedicado a las relaciones de algunos viajeros españoles a Italia (Viera Clavijo, Juan Andrés, Leandro Fernández Moratín). A comienzos del XIX Nicolas de la Cruz y Bahamonde realizaría otra notable relación de su viaje a Francia e Italia.

49. LEGIPONT, 1759, pág. 26.

50. LABAT, 1730, 1, VI.

51. ALVAREZ DE COLMENAR, 1707.

52. La legislación fue sistematizada en el Tratado legal y político de caminos públicos y possadas (1755) de Tomás Fernández de Mesa.

53. Es el caso de la Guía de caminos para ir y venir por todas las provincias más afamadas de España, Francia, Italia y Alemania, traducida en 1727 por D. Pedro Ponton, "traductor de siete idiomas" y cuya primera edición francesa es de 1705.

54. Véase por ejemplo, la edición de Alcalá, ITINERARIO, 1788.

55. Todavía se publicaba en 1804 y en 1835 fue aún editada por José Freire.

56. ESCRIVANO, 3.a ed. 1767, Prólogo.

57. Véase GUIA,1769.

58. Véase COMPENDIO, Roma 1769.

59. ESCRIVANO,1767.

60. Ejemplos de estos mapas en MINGUET, 1759, y ESCRIVANO, 1767. Sobre los mapas de López, véase CAPEL, 1982, cap. VI.

61. Por ejemplo, en 1763 se publicó una guía de Madrid (SANCHEZ, 1763) y en 1764 otra de Granada (ECHEVARRIA, 176467) reeditada luego en varias ocasiones. Como ejemplo de Calendarios, véase KALENDARIO, 1771. Sobre Barcelona se editaban en 1777 un Calendario Manual, con datos acerca de las instituciones de la ciudad, relación de personalidades y su domicilio, horarios de misas, etc. También existieron en México, como puede verse en SERRERA, 1980, pág. 87-88.

62. Entre estos últimos era muy conocido el de DEFNOS, 1768.

63. SARRAILH, 1934.

64. Véase sobre ello la bibliografía de FOULCHEDELBOSQ, 1896.

65. Estos viajes han sido reproducidos en GARCIA MERCADAL, 1962, vol. 111. Una amplia relación bibliográfica en MUÑOZ ROMERO, 1858; en FOULCHE DEL BOSQUE, 1896, FARINELLI, 1921 Y 1930; BALLESTEROS,1932, vol. VI, pág. 632; y más recientemente AGUILAR PIÑAL, 1977 Y BONET CORREA, 1980. Algunos de los viajes de extranjeros por España han sido usados en estudios de diverso carácter. Véase por ejemplo ZARAGOZA RUBIRA, 1976 o RIBBANS, 1955. Sobre viajeros franceses por España, véase SERRAILH,1934 y BROC, 1971. Sobre viajeros alemanes BERTRAND, 1920. Sobre los viajeros extranjeros que en su recorrido por la Península llegaron a Portugal y sobre las imágenes acerca de ese país, véase BRANCO CHAVES, 1977.

66. En el prólogo de su Viaje fuera de España, A. Ponz critica concretamente los de Norberto Caimo, Clarke, Swinburns, Twiss, Oillon y Peyron.

67. Fue utilizado ampliamente, por ejemplo, por Pierre Vilar en su Cataluña en la España moderna. Véase también PUENTE, 1968.

68. VELAZQUEZ DE VELASCO, 1765. Vale la pena recordar que de alguna ma nera este viaje repite el que efectuó en el siglo XVI Ambrosio de Morales por orden de Felipe II para buscar antigüedades y reliquias, viaje que por cierto reeditó en el siglo XVIII el padre Flórez (MORALES, 1755).

69. BOWLES, 1775.

70. THALACKER, 1800. Para realizar estudios mineralógicos recibieron también el encargo de efectuar un viaje por la Rioja José Vicente Poreda e Ignacio Aguirre y Muniain, que se conserva en manuscrito. Véase REPARAZ, 1943, pág. 100101, nota 62. Este autor alude en dichas páginas a otros viajes manuscritos que se conservan en la Biblioteca Nacional de Madrid.

71. Este es incluso el caso del viaje de Ponz, a pesar de que ya en su época se suscitó una polémica sobre la posible ayuda gubernamental recibida. Véase sobre ello SEMPORE y GUARINOS, 1785, vol. IV, pág. 253, que afirma que "el Señor Ponz empezó a escribir el suyo sin más motivo que el referido (impugnar a Caimo); bien que el Ministerio le ha dado después algunos auxilios, como acostumbra a hacerla con los que trabajan en obras útiles".

72. Como ejemplo podrían citarse los viajes que realizó el alcalde del crimen yoidor de la Audiencia de Cataluña Francisco de Zamora por el Principada entre 1785 y 1790 (Véase ZAMORA, ed. 1973; y LLOBET, 1970), o el que realizó el magistrado Cubeles a la Serena en 1791 (Véase AGUNDEZ FERNANDEZ, 1955).

73. Véase SANCHEZ SOBRINO, 1793; BOSARTE, 1804. CRUZ y BAHAMONDE, 1806-1813.

74. Como ejemplos de viajes de juventud de científicos ilustres pueden citarse los de Gabriel Cramer y los de Alejandro de Humboldt.

75. LEGIPONT,1759, pág. 29.

76. ROUSSEAU, Emilio

77 Baste citar porejemplo el caso de Adam Smith, o el de Ritter; en España el de Viera Clavijo a Francia, acompañando al hijo del Marqués de Santa Cruz y a su mujer la hija del duque del Infantado(véase la publicación póstuma de los Apuntes en VIERA y CLAVIJO, 1846) o el de Cavanilles a Parls.

78. LEGIPONT, 1759, pág. 20.

79. LEGIPONT, 1759, pág. 23.

80. LEGIPONT, 1759, pág. 24-25. El autor recomienda en particular, "además de los modernos cosmógrafos, que tenemos en gran número" las obras de Erasmo Francisci, Missonio, Juan Botero Hilario Pyrckameric y otros autores de obras sobre el modo de viajar".

81. LEGIPONT, 1759, pág. 26.

82. LEGIPONT, 1759, pág. 29, cursivas en el original.

83. LEGIPONT, 1759. Los textos citados se encuentran en las páginas 2835. El autor dedica sendos capítulos a cada uno de los temas que hemos señalado, así como al aprendizaje de las lenguas y a los aspectos sociales.

84. Según explica el traductor español de la obra, el cual omitió dicha parte en la edición castellana "por no contener más que las que vulgarmente corren". En lugar de ello tradujo e incluyó dos disertaciones del mismo autor referentes al arreglo y organización de bibliotecas y archivos, procedentes de las Disertaciones PhilológicaBibliográficas publicadas en 1747.

85. Así por ejemplo, en la contestación que se hizo a Los Eruditos a la Violeta, publicada con el título Justa que en casa de Don Santos Celis tuvieron ciertos Eruditos a la Violeta: y parecer que sobre dicho Papel ha dado el mismo a Don Manuel Noriega, habiéndosele éste pedido con las mayores insistencias desde Sevilla, fechado en Madrid, en noviembre de 1772, en CADALSO, 1782; véase la conversación sobre estos temas en págs. 147-148.

86.Sobre la evolución de la geografía en el siglo XVIII, véase BROC, 1975 y CAPEL,1981 a 1984.

87. Véase VARENIO, 1650, cap. 1, ed. 1974, pág. 134.

88. Véase sobre ello, CAPEL, 1982, págs. 223 y ss.

89. Véase sobre los viajes de este último ANTILLON, 1804, 1, pág. 9; 1824, pág. XXXI; y CAPEL, 1982, pág. 285-286.
 
 

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