Menú principal de Geo Crítica
 
UNIVERSIDAD DE BARCELONA 
ISSN:  0210-0754 
Depósito Legal: B. 9.348-1976 
Año I   Número: 8
Marzo de 1977

INSTITUCIONALIZACION DE LA GEOGRAFIA
Y ESTRATEGIAS DE LA COMUNIDAD CIENTIFICA DE LOS GEOGRAFOS (1)

Horacio Capel


Uno de los rasgos característicos de las ciencias sociales en nuestros días es la conciencia generalizada de crisis y, en particular, la crisis de las divisiones disciplinarias existentes, El caracter insatisfactorio de los límites reconocidos entre las distintas especialidades científicas se pone de manifiesto por los esfuerzos que se realizan dentro de cada disciplina para rebasar dichos límites e incorporar teorías, métodos o puntos de vista procedentes de disciplinas limítrofes, estableciéndose así relaciones que hasta hace poco eran totalmente insospechadas. La evolución reciente de nuestra ciencia tras el descubrimiento del amplio campo de la geografía de la percepción y el comportamiento y el establecimiento de relaciones entre geógrafos y psicólogos constituye un ejemplo de ello, entre los muchos que podrían aducirse.

Es cada vez más evidente que se impone una reorganización de los campos del saber,y de los límites entre las distintas ramas especializadas de la ciencia. Un cierto número de científicos tienden a creer que se hace preciso una liquidación de muchas de las ramas científicas hoy existentes con vistas a una reorganización de los campos disciplinarios, para hacer posible una más libre y más imaginativa reflexión científica en la resolución de problemas concretos planteados.

En una situación como la presente, puede resultar particularmente fructífero el estudio del proceso de institucionalización de las ciencias. Si llegamos a comprender los factores que condujeron a la institucionalización de unas ciencias y al fracaso de los embriones de ciencias que podían facilitar marcos alternativos de desarrollo científico quizás estaríamos en condiciones de comprender su evolución posterior y de poder proceder más fácilmente a una reorganización de los campos del saber.

Desde esta perspectiva nos parece que resulta particularmente interesante una reflexión sobre el proceso de  institucionalización de la geografía y sobre la aparición de la comunidad científica de los geógrafos. Pero el análisis de los orígenes y evolución de esta ciencia y de la historia del pensamiento geográfico no debe hacerse con una intención apologética -como es corriente en las historias de la geografía y, de hecho, en la mayor parte de las historias de las diferentes ciencias- sino que debe realizarse para plantear problemas generales que son relevantes para las distintas ciencias sociales, a las que los geógrafos pueden aportar el conocimiento y experiencia que tienen de su propia ciencia.

El argumento esencial de este trabajo puede resumirse así. a pesar de la antigüedad del término "Geografía", la geografía del siglo XX tiene poco que ver con la del período anterior al siglo XI X. La geografía actual tiene su origen en el proceso de institucionalización que desde mediados del siglo XIX, y tras un periodo de retroceso de esa ciencia, conduce a la aparición de la comunidad científica de los geógrafos, prolongada sin interrupción hasta nuestros días. Los factores que condujeron a la existencia institucionalizada de esta comunidad, están directamente relacionados con la presencia de la geografía en la enseñanza primaria y secundaria en el momento en que los países europeos inician el rápido proceso de difusión de la enseñanza elemental, fue la necesidad de formar profesores de geografía para las escuelas primarias y medias el factor esencial que condujo a la institucionalización de la geografía en la universidad y a la aparición de la comunidad científica de los geógrafos.

La aparición de esta comunidad se realizó contando con apoyos decididos (de los gobiernos, de las Sociedades de Geografía, de algunos científicos) y con oposiciones violentas (de buen número de científicos de otras comunidades). En la lucha por el reconocimiento de SU existencia los miembros de la nueva comunidad (a los que llamaremos geógrafos) tuvieron que esforzarse en mostrar el carácter específico de su ciencia, discutiendo el objeto de la misma y definiendo los límites respecto a las ciencias practicadas por otras comunidades de científicos (geólogos, historiadores, etnólogos, ecólogos, sociólogos, etc.). Mas adelante el crecimiento de la propia comunidad y/o el bloqueo de las carreras docentes tradicionales -como resultado, por ejemplo de la competencia de naturalistas y de historiadores en la enseñanza media- condujo a la búsqueda de nuevas salidas profesionales para los miembros de la comunidad; ello no dejó de incidir en la aparición de nuevas orie ntaciones de la disciplina y de sus correspondientes justificaciones teóricas. Los miembros de la comunidad científica de los geógrafos poseen, Pues. unos intereses y objetivos específicos, e n relación a los cuales han desplegado unas estrategias muy coherentes y permanentes que pueden detectarse en los textos científicos producidos por esta comunidad. Esta comunicación tratará de mostrar algunas de estas estrategias, analizando el proceso de iristitucionalización y los escritos teóricos de algunas comunidades nacionales de geógrafos. Se defiende en ella la necesidad de introducir la perspectiva de la sociología de la ciencia en el estudio de la historia del pensamiento geográfico, como complemento de otros enfoques ya habituales.
 

I. EL OCASO DE UNA CIENCIA

Los textos más específicamente geográficos producidos durante los dos primeros siglos de la edad Moderna eran o bien Geografías y Cosmografías que seguían la concepción ptolomeica y que constituían en esencia una localización de topónimos para uso de navegantes y astrónomos, o bien Geografías descriptivas que contenían narraciones sobre las características de las tierras, sobre las costumbres y la organización social de los diversos países y que respondían al interés y a la curiosidad de un público amplio.

La Geographia Generalis de Varenio (1650) representó, como es sabido, un intento de desarrollar una geografía general que permitiera dar a la geografía la consideración de ciencia, y que facilitara la posterior realización de estudios regionales o especiales. Para Varenio esta geografía general, la que "considera la Tierra en su conjunto", era únicamente física, matemática y astronómica, rnientras que los fenómenos humanos, que según afirmaba, "pertenecen con menos propiedad a la Geografía" entraban en consideración solamente al estudiar las regiones, y aún ello porque, como escribió dicho autor "hay que conceder algo al hábito y la utilidad de los que estudian la Geografía" (Capel, 1974).

Durante la edad Moderna existió con frecuencia un hermanamiento instrumental y práctico entre la Historia y la Geografía, particularmente en su parte corográfica. Geografía y Cronología se consideraban como las columnas básicas de la Historia, en expresión de Ortelius; la tierra era el teatro de la historia, con lo que la Geografía pasaba a ser una ciencia auxiliar de la Historia. Esta unión entre geografía e historia, basada en la tradición y en razones prácticas fue elevada a un nivel teórico por Kant a fines del siglo XVIII al considerar que las dos ciencias se sitúan aparte en el sistema de las ciencias por estudiar fenómenos únicos en el tiempo 0 en el espacio: "La historia y la geografía -escribe Kant-, podrían ser denominadas por así decir, como una descripción, con la diferencia de que la primera es una descripción según el tiempo y la segunda una descripción según el espacio" (Schaefer, 1953).

En los centros de enseñanza superior europeos la relación entre geografía e historia fue íntima hasta bien entrado el siglo XIX y en muchas ocasiones la geografía era considerada como una simple auxiliar de la historia, como lo muestra la existencia de cátedra de Geografía y Cronología en algunas universidades todavía a mediados del siglo XIX. Y en cierta manera es a esta relación a la que se debe la llegada a la geografía de K. Ritter, considerado uno de los padres de la moderna ciencia geográfica. En efecto, cuando la universidad de Berlín, fundada en 1810, llamó a Ritter como profesor de geografía, éste que había sido profesor de historia en Frankfurt en 1819, dudaba todavía entre una y otra ciencia.

Ritter fue desde luego un geógrafo por su actividad profesional universitaria como tal, pero sus intereses se referían tanto a la geografía como a la historia, y fue sin duda en relación con las necesidades de esta ciencia como se produjo su llamada a la universidad.

Un caso muy distinto al de Ritter es el de A. de Humboldt, que difícilmente puede ser considerado un geógrafo en el estricto sentido de la palabra. Sin duda intentó conscientemente crear la ciencia de la Tierra, la Física del Globo, pero en ello se vió influido por la filosofía idealista y por las ideas acerca de la unidad de la naturaleza, dominantes en la Alemania de su juventud. Es esta concepción unitaria la que le condujo a realizar observaciones sobre campos tan diversos (Hall, 1976, 225) y la que, sin duda, está en la base de su viaje a América, que él consideraba como algo más que una expedición científica clásica con instrumentos astronómicos de primer orden. como decía en una carta escrita el mismo día de su embarque para América, "todo esto no es, sin embargo, el objetivo principal de mi viaje Mis ojos deben estar siempre fijados sobre la acción combinada de las fuerzas la influencia de la creación inanimada sobre el mundo animal y vegetal, sobre esta armonia" (carta a von Moll, 5 junio 1799; cit. por Minguet, 1969, 61).

Se trata de una idea que mantendrá a lo largo de toda su vida, y que guía la redacción de obras tan diversas como la Relación histórica del viaje a las regiones equinocciales del Nuevo continente (1818) -en donde afirma que"el gran problema de la Física del mundo es determinar. los lazos eternos que encadenan los fenómenos de la vida a los de la naturaleza inanimada"-, o su gran obra de madurez, el Cosmos. De ahí la variedad y riqueza de sus observaciones, desde el geomagnetismo a la arqueología, y de ahí que su obra pueda ser esgrimida como de hecho lo es, como fundamento de ciencias especializadas muy diversas (botánica, metereología, geofísica...). Humboldt fue sobre todo un naturalista, de riguroso espíritu científico y defensor del método empírico, pero impregnado por la filosofía idealista y las ideas románticas de su época Su obra fue valorada por todos los científicos interesados en las ciencias de la Tierra, y entre los "geógrafos" de la época esencialmente por miembros de sociedades geográficas de formación naturalista (botánicos, geólogos, botánicos.. ) como Murchison o Sommerville.

A pesar de la existencia de la figura de K. Ritter, numerosos testimonios ponen de manifiesto que en toda Europa la Geografía era una ciencia en profunda crisis e incluso en trance de desaparición durante la primera mitad del siglo XIX. Ello ocurría tanto en lo que hace referencia a su status universitario como en su consideración popular.

1. En Alemania los historiadores de la geografía acostumbran a señalar que el decenio que siguió a la muerte de Humboldt fue un decenio de crisis. Así Konrad Kretschmer (1930) ha hablado de que tras la muerte de estos autores en 1859 vino "un período de. paralización":

"no existieron grandes personalidades, ni propiamente hubo escuelas; el séptimo decenio de la centuria forma una laguna en el desarrollo constante de la geografía, vacío interrumpido solamente por algunos descubrimientos sensacionales".
Lo mismo hace Hettner. (1898) y, siguiéndole a él, Hartshorne (1959, 29). Una opinión semejante mantiene Paul Claval (1974), que alude explícitamente a la crisis del decenio 18601870, y C. R. Crone (1970, 32), que ha señalado que "tras la muerte de Ritter el Ímpetu dado por él desapareció gradualmente y por un tiempo.la teoría geográfica recibió escasa atención en Alemania".

2. En Francia durante los dos primeros tercios del siglo XIX la geografía atravesará una profunda crisis, que contrasta con el amplio desarrollo de esta ciencia en los siglos anteriores. Frente a la elevada consideración en que se ‘tenía dicha ciencia durante el siglo XVIII y frente a la conciencia de la utilidad de .la geografía para la navegación y el comercio -traducida en iniciativas como la creación de un Museo de Geografía durante la Revolución. (Broc, 1974)‘. el siglo XIX representa como un "largo purgatorio", y durante él "se asiste a una especie de repliegue de la curiosidad, a una verdadera regresión" (Broc, 1976, 225). Los testimonios sobre esta regresión son amplios y en parte han sido reunidos por. Numa Broc (1976), que insiste en que "en la primera mitad del siglo XIX la geografía no goza de gran consideración" (pág..227), y muestra cómo los más conocidos geógrafos de la época, como Malte Brun o Balbi, los científicos y las autoridades de la instrucción pública consideraban a la geografía como "una ciencia descriptiva", "de hechos y no de especulación", "del dominio exclusivo de la memoria", una ciencia, en fin, "que no debe tratar de remontarse hasta las causas y explicar", porque "aunque esas sean especulaciones de la mayor importancia, salen del dominio de la geografía" (Broc, 1976, 227-228). Tras analizar estos testimonios Broc concluye que para la mayor parte de los autores que cita "la geografía no es una ciencia... sino simplemente una disciplina práctica, apropiada para facilitar al diplomático, al militar, al comerciante informaciones inmediatamente utilizables.

En las escuelas no se la consideraba más que como uno de los ‘dos ojos de la historia’, al lado de la cronología" (Broc, 229). Prueba también de esta escasa consideración es el hecho de en las clasificaciones lógicas de la ciencia desde finales del XVI I I la geografía o bien desaparece o bien se encuentra dividida: "en ninguna parte, escribe Broc, aparece la idea de que lo propio de la geografía podría ser precisamente integrar hechos físicos y hechos políticos" (1976, 230).

En realidad, la geografía se estudiaba generalmente unida a la historia y facilitaba el marco que permitía comprender los acontecimientos históricos y, principalmente, la historia clásica. Así ocurría en los cursos de la única cátedra universitaria de geografía, la que desde 1809 existía en la Sorbona (con el título de Geografía e Historia, hasta 1812) ocupada por historiadores que según el testimonio de L. Dussieux en 1883 se ocupaban "con una solemnidad pedante de la geografía de Homero y de Herodoto" (cit. por Broc, 1976, 225).

En un plano más popular la geografía podía tener un cierto eco a través de la publicación de enciclopedias geográficas y de revistas de información para el gran público. La obra del danés Malte-Brun Précis de Geographie Universelle (1810-1829) constituyó en este sentido durante mucho tiempo la obra  geográfica fundamental. La curiosidad del gran público por los países exóticos se refleja sobre todo en empresas de. periodismo ilustrado como el "Journal des Voyages",creada por Malte-Brun en 1808 y que tuvo una vida irregular (Meynier, 1969),"La Tour du Monde" o la "Lectures géographiques", de títulos bien expresivos.

Las obras de Humboldt y Ritter no tuvieron eco inmediato, a pesar de que el primero vivió durante cierto tiempo en París, publicó muchas de sus investigaciones en francés, mantuvo durante toda su vida un intenso intercambio epistolar con científicos franceses, sobre todo Arago, e influyó en la creación de la Sociedad de Geografía de París (1821). De todas maneras, puede señalarse una obra de intencionalidad comparable a la de Cosmos de Humboldt, el libro de P. F. Eugène Cortambert Physiographie. Description générale de la nature pour servir d'ntroduction aux sciences géographiques ( 1836) en la cual el autor trató de reunir "las nociones generales aisladas en los tratados especiales de astronomía, de geología, de geografía, de botánica, de meteorología". Con ello Cortambert anticipa ideas del Cosmos (Freeman, 1961, 32), aunque en un tono menor, lo que permite a Broc calificar a esa obra de un "Cosmos del pobre" (Broc, 1976, 229).

3. En Gran Bretaña la geografía parece entrar también en una profunda crisis durante la primera mitad del siglo XIX y sobre todo a partir del cuarto decenio. En la universidad de Oxford la geografía había estado presente desde el siglo XVI al XVIII, "pero los cambios en los sistemas de enseñanza de la universidad condujeron al declinar de la geografía en el siglo XIX" (Scargill, 1976, 440). De hecho en la primera mitad del siglo sólo se impartían en un College clases de Geografía matemática, pero para una escasa audiencia, y entre los historiadores,  la geografía recibía apenas un mejor tratamiento. La reorganización de los planes de estudio realizada en 1850 hizo que la geografía fuera nuevamente considerada, en teoría, ya que "se confirmó su antiguo lugar en los  estudios clásicos y se hizo referencia a ella en los reglamentos para las ciencias naturales (en forma de geografía física) y para la historia moderna" (Scargill, 1976, 440). Pero las plazas de profesor no se cubrieron y la geografía siguió sin desarrollarse.

En Londres en 1833 se estableció una cátedra de geografía en el University College, adjudicada al capitán Maconochie, secretario entonces de la Royal Geographical Society. Pero la plaza estuvo ocupada poco tiempo ya que, al marchar su titular al extranjero, quedó vacante por estimar el centro que la geografía "no parece ser considerada todavía como parte de la educación general. Ni aún la reconocida distinción del reciente profesor pudo obtener una numerosa audiencia" (cit. por Crone, 1970, pág. 28).

Durante la primera mitad del siglo el desarrollo de las distintas ramas de las ciencias de la naturaleza fue superior al de la geografía, hasta el punto de que ésta, y en particular la geografía física podía pasar a ser considerada en ocasiones como una parte de alguna de esas disciplinas. Bien significativo es a este respecto el cambio que se produjo en la Brithish Association donde la sección C, originalmente denominada "Geografía y Geología" se convirtió en 1839 en "Geología y Geografía física", aunque posteriormente, en 1851, se creara una sección de Geografía y Etnografía que se prolongó hasta 1878 (Baker, 1948; cit. por Freeman, 1965, 38).

La estrecha relación entre geografía física y geología se pone de manifiesto en la obra de R. I. Murchison (1792.1871), geólogo de reputación internacional y director de los Museos de Geología Práctica, que fue uno de los fundadores de la Royal Geographical Society, y luego su presidente. Durante toda su vida Murchison consideró a la geografía física y a la geología como dos "gemelos científicos inseparables" y mantuvo una idea de la geografía que hoy sería difícilmente compartida por la comunidad de geógrafos, ya que, por un lado, valoraba sobre todo al Cosmos de Humboldt y, por otro, consideraba a Ritter más bien un historiador (Crone, 1970, 30).

La preocupación por establecer relaciones entre los distintos fenómenos, como contemporáneamente realizaba Humboldt en Alemania, aparece explícitamente en la obra de Mary Sommerville (1780-1872), que ha sido considerada como "el primer geógrafo inglés, al publicar el primer texto sobre geografía física escrito en lengua inglesa" (Sanderson, 1974, p. 410). En 1836 publicó una obra sobre la conexión entre las distintas ciencias físicas, y en 1848 su famosa Physical Geography, que fue objeto de siete reediciones hasta 1877. La obra está inspirada en el mismo espíritu que alienta a la de Humboldt, como muestra la frase de Bacon que aparece como lema de ella: "ningún fenómeno natural puede ser estudiado por sí mismo, sino que para ser entendido debe ser considerado en conexión con toda la naturaleza" y como muestra también la definición de geografía física como "la descripción de la tierra, el mar, y el aire, con sus habitantes animales y vegetales, de la distribución de estos seres organizados y las causas de esa distribución", (cit. por Sanderson, 1974). La inclusión del hombre en las obras de geografía física como hace M. Sommerville, era una práctica habitual en la época y perduró ocasionalmente hasta fines del XIX, aunque"no había una concepción clara de lo que debería abarcar una ‘geografía del hombre’, aparte de las "distribuciones" (Dickinson, 1976, pág, 12).

4. La situación de la geogafía en Italia durante la promera mitad del siglo XIX no era tampoco muy brillante. La geografía fue, de hecho, durante esos años una simple ciencia auxiliar de la historia. Hacia finales del siglo, C. Bertacchi alude claramente a este hecho al hablar de

"un tiempo en que la geografía era considerada casi una dependencia de la historia, y no tenía otro valor sino como ilustración de los hechos históricos. Así como la Cronología muestra la distribución de los hechos en el tiempo, la Geografía, que llamaremos más especialmente histórica. muestra su distribución en el espacio. La geografía de antes era toda geografía histórica, que extendida hasta el presente, se ha convertido en geografía política y estadística" (Bertacchi. 1892, 571).
Los nombres que las historias de la geografía italiana acostumbran a citar como principales figuras de esa época (Adriano Balbi, Emanuelle Repetti. Marmochi, De la Luca, Zucagni Orlandini) no eran propiamente geógrafos especializados sino autores que pueden ser citados en las historias de diversas ciencias sociales. Se ha podido afirmar por ello que a mediados del siglo en Italia "la geografía no aparecía bien individualizada como ciencia" (R. Almagià, 1961 , 419), mientras que R. Pracchi (1964, 575) considera que si se examinan las publicaciones geográficas realizadas en ese país entre 1800 y 1890 se observa que "durante la mayor parte del siglo dominó un concepto más bien vago e incierto de la geografía y que las orientaciones personales determinaron propensiones ya hacia la simple descripción, o ya hacia la árida relación, y en todo caso entrelazándose con la historia, con la estadística o con otras disciplinas".

La consideración de la geografía entre los científicos italianos de la época no parece haber sido tampoco muy elevada. Así, aunque en el congreso de científicos italianos celebrado en Milán en 1844 se creó, por influencia de A. Balbi, una sección autónoma para la geografía, esta autonomía "desapareció en los congresos sucesivos, y la geografía fue de nuevo asociada a otras ciencias, sobre todo las de tipo estadístico-histórico o, simplemente, humanístico", siendo esto lo que explica que la ley Casati de 1859 situara a la geografía entre las disciplinas de las facultades de Letras (R. Almagiá, 1961, 420). Todo parece indicar que durante la mayor parte del siglo XIX en Italia la geografía fue en su mayor parte una enseñanza "de letras" poco valorada. Todavía en 1892, C. Bertacchi podía fijarse como objetivo el "quitar a esta ciencia el carácter de ejercicio literario que hasta ahora se le ha dado en la mayor parte de nuestras escuelas", ya que "una geografía como esa no tiene razón de existir" y podía referir el caso de "un conocido personaje que había manifestado bromeando que no creía en la geografía" o el de un político que consideraba a la geografía "entre las inutilidades literarias" (Bertacchi, 1892, 572).

5. La geografía rusa se había forjado durante el siglo XVIII en las expediciones organizadas para el estudio de los recursos de un país inmenso y poco conocido. En este sentido la política expansiva de los zares durante los siglos XVIII y XIX constituyó un factor esencial que condujo a la organización de un plan sistemático de exploración. Precisamente en ese proyecto trabajó durante los últimos años de su vida el gran patriarca de la geografía rusa M. V. Lomonosov, director desde 1758 del Departamento de Geografía de la Academia de Ciencias de S. Petersburgo, y fue según el esquema trazado por él cómo se organizaron las importantes expediciones de la Academia (1768-1774). El Departamento de Geografía de la Academia desempeñó un importante papel en la recogida de información y en la sistematización y elaboración cartográfica hasta el séptimo decenio del siglo XVIII; pero desde esa fecha la creación de organismos especializados (como el servicio del Catastro, los servicios cartográficos del Ejército y Marina), le hicieron perder su importancia, siendo abolido en 1800, al tiempo que se creaban secciones de Ciencias Sociales (Estadística, Economía Política, Historia). La Academia de Ciencia siguió organizando expediciones científicas durante el siglo XIX, las cuales contribuyeron grandemente al conocimiento del territorio ruso y al desarrollo de las ciencias de la tierra, pero en ellas eran científicos más especializados, y no ya los geógrafos, los que desempeñaban el papel esencial.

Desde mediados del siglo la Sociedad Geográfica Rusa fundada en 1845, contribuyó activamente a la organización de expediciones, así como al estudio de cuestiones teóricas, como el estudio de las relaciones hombre-medio (tema del trabajo encargado a K. M. Behr) y al estudio y fijación de la terminología geográfica (Valskaya. 1976, 50). Desempeñó también un papel importante como vehículo de ideas procedentes del exterior, a través de los intercambios y discusiones con otros centros y científicos europeos (Matveyeya, 1976).

A pesar de ello, se ha podido afirmar que durante la primera mitad del siglo XIX  los geógrafos como tales de hecho "no existían" en Rusia (Sukhova, 1967, 64), siendo otros especialistas (geólogos, biólogos, botánicos, etc.) los que realizaban las más importantes contribuciones que hoy se recogen en las historias de la geografía y los que, en particular, estudiaban el problema de las relaciones entre los distintos fenómenos naturales (Sukhova, 1976).

Fueron también estos especialistas naturalistas los que acogieron y utilizaron en primer lugar a partir de 1860 las ideas de Darwin (como antes las de Lyell) y contribuyeron a situar en una nueva perspectiva el estudio de las interdependencias entre los fenómenos que se dan en la superficie terrestre. En particular los biólogos (botánicos y zoólogos) profundizaron en el estudio de la interacción y realizaron también intentos de división espacial botánico-geográfica y zoogeográfica, usando tales términos "cuando no existía tal noción en geografía" (Sukhova, 1976, 64), facilitando el camino para el desarrollo de la obra y de las ideas de otro naturalista, V. V. Dokuchaev, sobre pedología genética.

En cuanto a la geografía humana y económica como tal durante el siglo XIX "no existía" (Gerasimov, 1976, 103), ya que lo que luego se estudiaba en esa rama de la ciencia era estudiado por la estadística -desde 1804 existían en la universidad Departamentos de Geografía y Estadística, según señala Gerasimov (1976, 91)- y hacia finales del siglo por la economía y la economía política. De hecho se ha podido decir que "las descripciones estadístico-militares realizadas por el Estado Mayor fueron quizás lo más próximo a las investigaciones de geografía económica en esa época" (Gerasimov, 1976, 103).

Estos testimonios, y otros que pueden reunirse sobre varios países europeos, parecen coincidir en mostrar la profunda decadencia de la ciencia geográfica durante la primera mitad del siglo XIX. En estos testimonios, con frecuencia la geografía parece una ciencia a punto de desaparecer, carente de interés para los universitarios -excepto para los historiadores-, olvidada o impugnada por muchos científicos y apreciada solamente por el gran público debido a las descripciones de países exóticos que realizaba.

La decadencia de la Geografía es comprensible si tenemos en cuenta que la primera mitad del siglo XIX es un momento en que se están configurando rápidamente una serie de ciencias que profundizan en el estudio de nuestro planeta. Lo que Humboldt llamó la Física del Globo o Teoría de la Tierra iba dando lugar a una serie de ramas científicas especializadas, que comienzan a alcanzar un indudable desarrollo e inician un proceso de institucionalización y profesiorialización. Las transformaciones económicas experimentadas en Europa desde mediados del XVIII, y concretamente la revolución industrial, impulsaron las ciencias de la Tierra en nuevas direcciones y provocaron un desarrollo científico sin precedentes. Mientras que en épocas anteriores el comercio marítimo había impulsado el desarrollo de la ciencia, las exigencias de la industria impulsaron ahora diversas ramas científicas. La utilización de nuevos recursos minerales y la apertura de vías de comunicación terrestres (canales y carreteras, luego ferrocarriles) impulsaron fuertemente el desarrollo de la geología, particularmente intenso en el período 1775-1825, que ha sido considerado corno la "edad heroica" de esa ciencia, y durante el cual la geología comenzó a ver reconocida la consideración de estudio científico especializado y a aparecer la profesión de geólogo (Hall, 1976, 211 y 232).  La publicación de la obra de Lyell Principles of Geology (1830) supuso un paso decisivo en este proceso de desarrollo de la geología; la definición que de ella hizo Lyell afectaba sin duda a la geografía en el sentido de que ocupaba un campo que esta ciencia podía pretender -y luego de hecho pretendió- ocupar la geología es definida como "una ciencia que investiga los cambios sucesivos que han tenido lugar en los reinos orgánico e inorgánico de la naturaleza; inquiere las causas de estos cambios y la influencia que ejercen en la modificación de la superficie y la estructura interna de nuestro planeta" (Lyell, 1930, cit por Hall, 1976, 234). Paralelamente la geofísica comienza a individualizarse respecto a la física y los estudios de geomagnetismo reciben un fuerte impulso como resultado del desarrollo de la navegación marítima y de la introducción de los buques de hierro, desarrollándose al mismo tiempo la cooperación internacional -por ejemplo, la creación de la Unión Magnética de Göttingen, organizada por F. Gauss en 1834, a instancias de A Humboldt- y la profesión de geofísico, al servicio de las redes de observatorios que desde 1840 se crean (Hall, 1976, 252). Los estudios cartográficos se afianzan corno campo científico especializado debido a su interés para la explotación de recursos y la navegación; los trabajos geodésicos reciben con ello un fuerte impulso y la determinación exacta de la gravedad y la curvatura de la tierra se convierte en un problema básico para la correcta elaboración de mapas. Las investigaciones mineralógicas conducen a físicos y geólogos a discutir vivamente el problema de la composición del interior de la tierra (Hall, 1976, 262). La organización de redes nacionales de estaciones meteorológicas da un claro impulso a los estudios de meteorología y climatología, realizados por especialistas que no son geógrafos. Paralelamente botánicos y zoólogos van modificando sus antiguas taxonomías ante la aparición de nuevas ideas que culminarán con la revolución darwiniana. Y una evolución igualmente rápida se da en el campo de las ciencias del hombre.

En esta fase emergente de las ramas científicas especializadas los problemas de la articulación de los distintos  conocimientos dejan de plantearse cuando entran en crisis las concepciones unitarias de la naturaleza de raíz idealista. Ello hace que, como ha señalado Dickinson (siguiendo a G. R. Crone) "el estudio de las formas de la superficie terrestre como un campo integrado quedó dividido entre las varias ciencias que trataban de examinar procesos con referencia a categorías individuales de fenómenos terrestres. El concepto de unidades naturales (Länder) junto con sus habitantes, tal como había sido considerado por Forster y Pallas y desarrollado por Humboldt y Ritter fue olvidado por los científicos" (Dickinson, 1969, 52; Crone, 1951 y 1970, 32). Y son estas circunstancias las que explican la profunda crisis de la geografía durante la primera mitad del siglo XIX. Crisis que, a pesar algunas apariencias en contrario, también aparece confirmada, como veremos, por la evolución de las sociedades de Geografía.
 

II. LA INSTITUCIONALIZAClON DE LA "NUEVA GEOGRAFIA"

Frente al sombrío panorama que presentaba hacia mediados del siglo XIX, la geografía aparece extraordinariamente pujante y expansiva en muchos países cincuenta años después. Es enseñada en gran número de universidades y está presente en todos los programas de educación elemental y secundaria; recibe contribuciones teóricas por parte de una activa comunidad de científicos que edita revistas especializadas y se reúne en congresos nacionales e internacionales, y que tiene conciencia de practicar una "nueva geografía" distinta de aquélla que era practicada por los que dicha comunidad científica considera sus predecesores.

El contraste entre ambas situaciones resulta muy llamativo y suscita preguntas sobre los factores que condujeron a la institucionalización y al desarrollo de una ciencia que solo cincuenta o sesenta años antes era escasamente apreciada, así como sobre la relación de continuidad entre esta "nueva" geografía y la "vieja" ciencia.

La difusión de la enseñanza durante el siglo XIX

El factor esencial que conduce a la institucionalización de la geografía y a la aparición de la comunidad científica de los geógrafos es la presencia de esa ciencia en la enseñanza elemental y secundaria a mediados del siglo XIX. La tradición de enseñar a los niños las nociones elementales acerca de nuestro planeta a través de la "Geografía" y la relación antigua entre Geografía e Historia, contribuyeron probablemente a que la asignatura "Geografía" figurara en los programas de la enseñanza primaria y secundaria, de forma residual y generalmente unida a la historia, en el momento en que comienza el gran proceso de difusión de la enseñanza elemental en toda Europa.

Durante el siglo XIX, una vez superadas las discusiones, frecuentes a finales del siglo XVIII y principios del XIX, sobre la conveniencia de instruir a las "clases inferiores" (véase Cipolla, 1970, 75-85), la educación elemental comenzó un fuerte proceso de difusión en toda Europa, cuyos espectaculares resultados constituyen uno de los más importantes avances sociales de la historia contemporánea. Hacia 1850, la mitad de la población adulta europea no sabía leer (el 60 por ciento si se incluye Rusia), y otro 25 ó 30 por ciento leía mal o no comprendía bien lo que. se leía; cien años más tarde la proporción de analfabetos adultos en Europa se había reducido a menos de una décima parte del total (Cipolla, 1970, 89). En esos cien años ( 1850 1950) el impacto de la revolución industrial se dejó sentir en los países europeos y aumentó la demanda de personas instruidas, incidiendo en la generalización de la enseñanza elemental y en la ampliación de la secundaria.

El crecimiento del número de niños escolarizados fue muy fuerte tanto en términos absolutos como relativos, existiendo un buen número de países europeos que doblaron dicha cifra en la segunda mitad del siglo. Desde la mitad del siglo XIX a 1910 el número de niños escolarizados aumentó en unos 5 millones de niños en Alemania, unos 4 millones en Gran Bretaña, unos 2,5 millones en Francia, e Italia y cerca de 1 millón en España (véase cuadro 1).
 
 

Cuadro 1
Extensión de la enseñanza primarioa y secundaria en diversos países europeos
Número de alumnos (Miles)
Enseñanza Primaria Enseñanza Secundaria
  Alemania Francia   Italia Gran Bretaña   Alemania    Francia Italia Gran Bretaña
1850
-- 
33.322
-- 
2.100
-- 
47,9    
1860
-- 
4.437 (1865) 1.009 (1861)
-- 
-- 
55,9 15,8 (1861)  
1870 4.100 (Prusia) 4.610 (1875) 1.605 3.100
-- 
73,9 (1875) 23,2  
1880
-- 
5.049 2.003 3.274
-- 
86,8 32,5  
1890
-- 
5.594 2.419 4.288
-- 
90,8 63,5  
1900 8.966 5.526 2.708 5.387
-- 
98,7 91,6  
. 10.310 5.665 3.309 6114 1.016 126 164 180,5
                 
Fuente: B.R. MITCHELL: European Historical Statistics, 1750-1950. Londres, The Mac Millan Press, 1975, p. 749-770
Para las cifras en cursiva la fuente es Carlo CIPOLLA: Literacy and development in the West.  Londres, Penguin Books, 1969, tabla nº 12.

Este aumento de la escolarización supuso un incremento paralelo del número de maestros en instituciones públicas y privadas (cuadro 2). Algunos países como Alemania y Francia realizaron en este sentido progresos considerables de forma bien ternprana. En Alemania una ley prohibía ya desde 1839 dar trabajo a niños menores de 9 años que no
hubieran asistido a la escuela al menos durante 3 años (Cipolla, 1970, 702). lo cual incidió grandemente en la creación de escuelas públicas; ello explica que sea en este país (y en Suiza) donde primeramente surgió una amplia preocupación por las cuestiones pedagógicas.
 

Cuadro 2 
Extensión de la enseñanza primaria en diversos países europeos
Número de maestros (en miles)
 
Alemania
Francia
Italia 
Gran Bretaña
1850  
 60 (1837)
   
1860  
109 (1863)
28,2
7,6 (sin Escocia)
1870    
41
16,8
1880  
128
48,3
50,7
1890
120
146
59
86,6
1900
147
158
65
132,9
1910
187
157
72,8
184
Fuente: las mismas que en el cuadro 1 

En Francia se había realizado ya un notable esfuerzo en la instrucción secundaria durante la época napoleónica, aunque sólo en 1833 se estableció la enseñanza elemental obligatoria, a cargo de los municipios y con ayuda del estado; de todas maneras hubo que esperar al impacto de la derrota de 1870 para que se dejara sentir una amplia preocupación por la renovación de los métodos de enseñanza. Otros pequeños países europeos (Suiza, Países Bajos, Suecia) contaban ya con gran número de escuelas públicas y de maestros a mediados del siglo XIX. En Gran Bretaña, en cambio, las condiciones en que se realizaron las transformaciones de la revolución industrial explican que "la educación popular permaneciera estancada (en los primeros decenios del siglo XIX) en tanto que se expandía la economía y aumentaba la riqueza", ya que "la proporción de renta disponible destinada a educación debió de disminuir progresivamente. La riqueza acumulada fue empleada más en contratar crecientes masas de niños en las fábricas que en mandarlos a las escuelas" (CipolIa, 1972, 83). En ese país la instrucción estuvo aún durante mucho tiempo en manos de municipios y parroquias, o de sociedades filantrópicas que implantaron la "enseñanza mutua" de Bell y Lancaster. Sólo desde el cuarto o quinto decenios se tomó amplia conciencia en Gran Bretaña de la necesidad de generalizar la educación con intervención estatal y se inició un esfuerzo sistemático en este sentido. De todas formas, el relativamente tardío desarrollo de la enseñanza elemental en ese país, en comparación con otros países europeos, no dejaría de tener efectos sobre el proceso de institucionalización de determinadas ciencias, y concretamente sobre la geografía.

A lo largo del siglo XIX, el impacto de la obra de Enrico Pestalozzi (1746-1827) contribuyó a difundir por toda Europa la preocupación por la renovación de los métodos pedagógicos y por una enseñanza activa y no verbalista, en la que el niño sustituyera los libros por su experiencia personal. Forma (dibujo y geometría), número (aritmética) y nombre (lengua, vocabulario) eran para Pestalozzi los elementos básicos de la “intuición”  efectiva de las cosas: el estudio de las ciencias, la geometría, las matemáticas, el dibujo y la lengua pasaron a ser enseñanzas básicas en los centros pestalozzianos. Junto a ello, el contacto con la naturaleza, de clara raíz roussoniana y fisiocrática, se convirtió en otro de los principios básicos de la nueva pedagogía que también se vería impulsada en un sentido semejante -aunque acentuando la idea de la profunda unidad de lo real- por la obra de Friedrich .Fröbel (1782.1852), el gran pedagogo del romanticismo alemán (Abbagnano y Visalberghi, 1957, 466-487). Uno y otro autores se encuentran en la base del desarrollo de la Heimatkunde, que tan gran impacto habría de tener en la pedagogía de la geografía.

A las anteriores corrientes se unió desde mediados del siglo la influencia del positivismo en la pedagogía, lo que condujo a una fuerte insistencia en la observación atenta y escrupulosa, en el experimento y, otra vez, en lo concreto, así como a la generalización de métodos que procedían de lo particular a lo general.

La geografía, una de las ciencias que tradicionalmente formaba parte de los programas de enseñanza, no dejó de sufrir el impacto de toda esta renovación pedagógica, transformándose, en la práctica de los profesores más preocupados, en una enseñanza activa, centrada en la observación. Y como ciencia que enseñaba las nociones básicas sobre nuestro planeta estaba en condiciones particularmente favorables para incorporar estas novedades y aplicarlas al estudio del territorio de residencia del niño, como etapa previa para el estudio del conjunto de la Tierra.

Al realizar estas transformaciones en su pedagogía, la geografía estaba reforzando su propia situación en la docencia y se convertía en una materia adecuada para los programas de enseñanza en el mismo momento en que la intervención estatal y la centralización administrativa comenzaba a fijar estos programas  convirtiéndolos en textos legales en la mayor parte de los países europeos. La presencia de la geografía en los programas fue además apoyada en la enseñanza secundaria por la tradicional unión de la geografía y de la historia, y por el interés de los historiadores en dar unos conocimientos del "teatro" en que se desarrollaban los acontecimientos históricos. Y naturalmente también por el interés y el valor didáctico del conocimiento de otros países, conocimiento que  era dado habitualmente a través de la geografía.
 

Geografía y nacionalismo

A pesar de todo -es decir, a pesar de gozar del apoyo de la tradición y a pesar de la renovación de los métodos pedagógicos- la geografía contaba con claros rivales que aspiraban a cumplir en la enseñanza una función semejante a la realizada por esta ciencia.  El desarrollo en Gran Bretaña hacia 1870 de la Physiography por obra de Thomas Huxley, naturalista que había sufrido el impacto de la revolución darwiniana (Stoddart, 1975 a) es un buen ejemplo de la gravedad de esta amenaza. Cabe dentro de lo razonable imaginar que durante el siglo XIX se podía haber producido el desplazamiento de la geografía de la enseñanza primaria y secundaria y’su sustitución por diversas ciencias naturales y sociales. En contra de lo que acostumbra a pensarse, no es ni mucho menos autoevidente el carácter inevitable de la permanencia de la geografía en los programas de enseñanza, tanto más cuanto que, como hemos visto, era en general una ciencia poco estimada por los científicos a lo largo de la primera mitad del siglo XIX e incluso después. Las razones por las que la geografía siguió figurando en los programas, a pesar de la directa amenaza de otras ciencias que no consiguieron introducirse en la enseñanza básica (piénsese en la fisiografía o la ecología, y en ciencias sociales como la economía o, más tarde, la sociología, ciencias todas de fuerte desarrollo y gran prestigio), constituyen en realidad una cuestión a resolver.

Entre estas razones que explican el triunfo de la geografía sobre las disciplinas rivales se encuentra, sin duda, una de gran importancia: la función asignada a la geografía en la conformación del sentimiento de nacionalidad.

El desarrollo de los nacionalismos europeos a lo largo del siglo XIX obedece, como es sabido, a múltiples factores que no es posible detallar aquí (influencia dé la revolución francesa, romanticismo, descontento de los pequeños propietarios agrícolas Y de la naciente clase media, etc.). Es evidente, sin embargo, que en buena parte el nacionalismo corresponde también, sobre todo después de 1848, a los intereses de la ascendente burguesía europea en un momento en que se unifican los mercados nacionales y en que dicha burguesía se embarca en un proceso de desmantelamiento de las estructuras del antiguo régimen y de racionalización y homogeneización de sus respectivos territorios de influencia.

En el desarrollo del sentimiento de nacionalidad, de la idea de patria, el conocimiento de la historia y de la "geografía" del propio país eran sin duda, elementos indispensables. "Sólo se ama lo que se conoce", sería una idea compartida por políticos y pedagogos. Ello explica sufientemente el que ambas ciencias entraran en los programas de enseñanzas básicas con el apoyo decidido del poder, ya que su presencia correspondía a sus propios intereses políticos

La geografía cumplió un papel que -como el de la historia- era absolutamente esencial en la época de aparición de los nacionalismos europeos.Y lo cumplió no sólo a través de la enseñanza, transmitiendo a la población que estaba siendo escolarizada ideas acerca.de la "unidad dentro de la diversidad" del territorio nacional, sino también mediante la realización de obras "científicas" y de divulgación acerca del propio país, obras cuyos sugerentes títulos (como La Patria) dejan a veces poca duda sobre el objetivo perseguido. Cuando en la segunda mitad del siglo los geógrafos empezaron a considerar a su ciencia como una disciplina de las relaciones entre el hombre y el medio, la magnificación de los lazos y dependencias que unían al hombre y al territorio no haría sino reforzar  este papel de la geografía.

Así, la geografía se convirtió de forma creciente a lo largo de la segunda mitad del siglo XIX en una ciencia al servicio de los intereses gubernamentales, al servicio de los intereses de la burguesía nacionalista europea, siendo precisamente esta sumisión la que le dió el apoyo generoso de los sucesivos ministerios de instrucción pública en los diversos países europeos. Aunque con ello la geografía oficial -porque también hubo una geografía marginada- se creara un nuevo grupo de adversarios: el de los partidarios de la supresión de las fronteras y del internacionalismo solidario. Las siguientes palabras del geógrafo Marcel Dubois, pronunciadas en la Sorbona durante la lección inaugural del curso de geografía colonial en 1893, son suficientemente claras al respecto

"Yo sé -decía Dubois en presencia de altos funcionarios franceses- que existe una categoría, felizmente poco numerosa, de historiadores que difícilmente perdonan a la geografía el hecho de que marque un lazo entre el hombre y el suelo, porque esta misma idea de localización, de influencia mutua, es algo vecino a la idea de patria, a la que ellos han declarado la guerra. Sin duda la geografía molesta a su propaganda, porque la quimera de la supresión de las fronteras y de las patrias choca precisamente con la realidad de las causas concretas que mantienen a los grupos de hombres separados. Porque en realidad la geografía tiene la mala, aunque yo preferiría decir la buena, fortuna de obstaculizar el camino de esos enemigos declarados o disimulados de la idea de la patria. Ellos han jurado demostrar que una cierta sociología podría sustituir completamente el papel de la geografía, porque necesitan, para sus combinaciones que no tienen nada que ver con la ciencia, un hombre abstracto, siempre el mismo, sustraido a toda acción de las influencias complejas de la naturaleza. y me agrada oir, de la boca de hombres a los que no se reprocha ordinariamente por sus excesos de ortodoxia religiosa o moral, que la geografía es acusada de no ser más que una escuela de materialismo y de fatalismo" (Dubois, 1893, 129).
Pocas veces pueden leerse palabras tan profundamente clarificadoras del papel que cumplió la ciencia geográfica oficial y de la naturaleza de las oposiciones y polémicas que en ocasiones enfrentó a los geógrafos con científicos sociales de ideología de izquierdas e ideas internacionalistas (lo que, como se sabe, iba frecuentemente -aunque no siempre- unido).

A ello hay que añadir que en la época del imperialismo europeo la geografía cumplió además otra importante función al facilitar’el conocimiento del imperio colonial, en el caso de los estados que lo tenían. El estudio detallado de las colonias era una parte imprescindible y bastante extensa en los cursos dedicados a la "geografía descriptiva universal". Las razones para esta destacada presencia quedan claras si se tiene en cuenta lo que decía Emile Levasseur -el principal impulsor de la reforma de la enseñanza en Francia después de 1870- en la comunicación que presentó al Congreso Geográfico Internacional de Londres en 1895. Al justificar sus ideas sobre la enseñanza de la geografía en los niveles primario y secundario, Levasseur insistía en que

"importa mucho que el alumno tenga un conocimiento preciso, si no detallado. de las colonias, que es preciso que considere como una parte integrante de su país, cuanto más familiarizado se halle con esta idea estará más dispuesto a ir a servir en ellas o a habitarlas sin creerse expatriado" (Levasseur, 1895. cit. por Torres Campos. 1896, 217).
Una vez más la sumisión de la geografía a los intereses de las clases dominantes en la Europa de fin de siglo queda de manifiesto, y en este caso, de forma bien significativa por boca de uno de los artífices esenciales de la institucionalización de la geografía francesa. Y ello explica suficientemente, creemos, el apoyo de los gobiernos a esta ciencia tan poco valorada por otros científicos, y su presencia en todos los programas de enseñanza primaria y secundaria.

Así la geografía tuvo el privilegio de ser una de las ciencias favorecida por la fuerte demanda de profesores que generó el movimiento de escolarización antes señalado. Para formar esos profesores la geografía se institucionalizó en la universidad. Y así nació la  comunidad científica de los geógrafos, para enseñar geografía a los que habían de enseñar geografía.
 

El papel de las sociedades de Geografía

En el proceso de institucionalización de la geografía en la universidad incidieron también, de forma secundaria, otros factores. Conviene volverse ahora hacia ellos. Entre estos factores destacaremos la presión de las sociedades de geografía en favor del reconocimiento de un estatus universitario a la ciencia geográfica. Pero ello no hace sino reforzar la idea de la íntima relación entre la institucionalización de la ciencia geográfica y los intereses de las clases dominantes, ya que el desarrollo de las sociedades geográficas está muy ligado al proceso de expansión del imperialismo europeo.

En efecto, la aparición de estas sociedades sigue el r itmo de las políticas expansivasde los estados europeos. Como un claro antecedente puede considerarse la "African Association for Promoting the Discovery of the Interior Parts of Africa", creada en Londres en 1788. Las primeras fundadas fueron la Société Géographique de Paris (1821) que llevó una vida lánguida hasta la mitad del siglo, la Gesellschaft für Erdkunde de Berlin (1828) y la Roya1 Geographical Society de Londres (1830). que contó en un primer momento con 460 socios (Freeman, 1961., 50). A pesar de estos tempranos comienzos, el número de sociedades geográficas creció lentamente entre la primera fundación de 1821 y 1865, fecha en que sólo existían 16 sociedades. A partir de 1865, sin embargo, su aumento fue espectacular. De año en año se creaban nuevas sociedades en gran número de países: sólo en 1873 aparecieron cinco nuevas; siete en 1876, cuatro al año siguiente y ocho en 1878. En esta última fecha existían ya un total de 50 sociedades. según un estudio realizado aquel año y recogido en el "Boletín de la Sociedad Geográfica de Madrid" (1879, nº 1). El total de miembros de esas 50 sociedades era de 21.263, siendo la de mayor número la Roya1 Geographical Society de Londres con 3.334 socios; la mayor parte sin embargo contaba con una cifra de socios más reducida, inferior a 1000 (cuadro 3).
 

Cuadro 3
Clasificación de las sociedades geográficas existentes en 1878 según el número de sus miembros
Socios
Nº de sociedades
Total socios
Más de 2.000 1 3.334
De 1.000 a 2.000 4 5.420
De 500 a 1.000 10 7.002
De 100 a 500 17 4.759
Hasta 100 socios 18 748
     
Totales 50 21.263
Fuente. Elaborado a partir de los datos del "Boletín de la Sociedad Geográfica de Madrid", 1879. nº 1, págs. 273-276.

Los datos sobre la evolución del número de miembros de algunas sociedades muestran la existencia de un período de crisis, que alcanza su punto máximo en el decenio 1840-1850, y que coincide con la situación de crisis general de la geografía que hemos descrito páginas atrás; es a partir de los años 186-570 cuando en realidad parece aumentar realmente el interés por la geografía. Así la Société de Géographie de Paris, que tenía a poco de su fundación 378 socios (en 1827) experimentó luego un proceso de decadencia que hizo descender el número de sus socios a 100 en 1850, manteniéndose en unos 200 en 1860; a partir de este año, en cambio, el crecimiento se produce de forma  ininterrumpida: 645 socios en 1870, 800 en 1872, 1.150 en 1875 y 1.700 en 1877 (Broc, 1974, 550-551). Una evolución semejante se dió en la Roya1 Geographical Society de Londres, que tras un brillante comienzo decayó de forma sensible, hasta el punto de que durante la década de 1840, coincidiendo con la crisis social y económica británica, parecía estar a punto de disolverse, sólo después de 1851, durante la segunda presidencia de R. I. Murchison, comenzó un verdadero desarrollo, que hizo aumentar el número de sus miembros de 600 a 2.000 hacia 1870 (Crone, 1970, 29-30).

En los años siguientes a 1878 el movimiento de creación de sociedades geográficas continuó entodo el mundo con mayor intensidad, coincidiendo con el periodo de apogeo del imperialismo europeo. Hacia 1885 existían 94 sociedades geográficas (de las cuales 80 europeas) con un total de 50.000 miembros. En 1896 el número de sociedades había ascendido a 107, y de ellas 48 en Francia, 42 en Alemania y 15 en Gran Bretaña (Freeman, 1961, 53). Entre 1890 y 1920 la creación de sociedades geográficas se realizó a un ritmo más lento, aunque en el decenio 1920-30 el movimiento de fundación alcanzó un último momento de esplendor, con la creación de 30 nuevas sociedades (cuadro 4).
 

Cuadro 4
Ritmo de creación de las sociedades geográficas
 
Nº de sociedades fundadas
Período
1820-1829 2
1830-1839 4
1840-1849 2
1850-1859 6
1860-1869 6
1870-1879 34
1880-1889 28
1890-1899 10
1900-1909 11
1910-1919 10
1920-1929 30
1930-1940 2
   
Total 145
Fuentes: Hasta 1878. BEHN, en "Geographisches Jahrbuch", 1878. (Citado en "Boletín Sociedad Geográfica de Madrid", 1879, n.o 1, págs. 273-276). Desde 1879’ E. SPARN. en "Gaea, Boletín de la Sociedad Argentina de Estudios Geográficos", n.o 22 (Citado por J. GAVI RA. 1948).
Observación. Los datos de SPARN se refieren a las sociedades existentes en 1945, lo que explica las diferencias existentes con los de BEHN y FREEMAN.

La curva que refleja el número de sociedades existentes desde 1821 a 1935 posee una clara configuración del tipo curva logística escalonada (figura 1). que tan característica es del crecimiento científico general (Price, 1963; Crane 1972). A un periodo de crecimiento lento, entre 1821 y 1870, suceden dos decenios de crecimiento exponencial en el que el número de sociedades se duplica cada 10 años aproximadamente: en 1869 existían 20 sociedades, en 1877 había 40 y en 1889 su .número había pasado a 80. A él le sigue un nuevo periodo de crecimiento lento en el que la curva se acerca al límite de saturación. Esta fase es interrumpida por un nuevo periodo de crecimiento rápido, que sin embargo no llega a ser tan intenso como el del periodo 1870-1890. Para interpretar esta intensificación en el ritmo de crecimiento deben tenerse en cuenta dos hechos: las sociedades creadas a partir de 1910 aparecen en paises extraeuropeos (11 sociedades del tipo "clásico"); por otro, se trata ahora de asociaciones profesionales (sociedades de geógrafos docentes, de universitarios, de científicos especializados en una rama determinada), y poseen por consiguiente un carácter muy diferente al de las sociedades de geografía del tipo decimonónico o "clásico".

Figura 1
Evolución da/ número de sociedades geográficas 1821-1935.

1) Total da sociedades; 2) Curva resultante si sa suprimen las sociedades de carácter claramente profesional.La mayor parte de estas sociedades nacieron en países europeos, pero también desde el siglo XIX empezaron a organizarse en las nuevas naciones americanas o en los territorios bajo dominio directo de los europeos. Hacia 1935 las 136 sociedades existentes se distribuían de la forma que expresa el cuadro 5.
 

Cuadro 5
Distribución de las sociedades geográficas por continentes, 1935.
Continentes   Nº de sociedades Nº de socios 
     
Europa  91 76.182
América.  25 17.527
Asia 13 4.026
Africa 5 3.959
Oceanía  2 2.018
Total  136 102.712
Fuente. E. SPARN, cit. por J. GAVIRA, 1948. pág 300.

Como motor de este extraordinario crecimiento de las sociedades geográficas en el periodo posterior a 1870 se encuentra, sin duda, el imperialismo europeo. Como dijo Lord Aberdare en 1885: "para los políticos de todas las grandes naciones europeas este ha sido un período de gran interés y ansiedad, relacionado, más o menos, con las cuestiones de vastas reivindicaciones territoriales. Para los geógrafos de interés, aunque menos angustioso, ha sido sólo un poco menos agudo" (cit. por Freeman, 1961, 58).

Los miembros de estas sociedades geográficas eran militares, naturalistas, navegantes, comerciantes, políticos, eclesiásticos...  A título de ejemplo puede citarse que entre los fundadores de la Roya1 Geographical Society de Londres se contaban el Secretario del Almirantazgo, un oficial de la armada especializado en trabajos de hidrografía, el director del Ordnace Survey, el presidente de la Roya1 Astronomical Society, un diplomático, un botánico, un lingüísta, un anticuario y un geólogo (Crone, 1970, 27). Solo a fines del siglo XIX, es decir cuando ya se había institucionalizado la geografía, empezó a tener cierta importancia el número de profesores y de universitarios. Aunque las relaciones entre la comunidad científica de geógrafos, una vez constituida, y las sociedades geográficas fueron, como veremos, en general muy poco cordiales.

Los objetivos de estas sociedades eran mucho más amplios que lo que hoy se entienden por geográficos, e incluían no solo la organización de exploraciones y el fomento del comercio sino también la creación de estaciones meteorológicas, la realización de observaciones astronómicas, los estudios etnográficos.... Para la realización de sus fines, algunas dispusieron de elevados presupuestos procedentes de las cuotas de sus afiliados y muchas gozaron de ayudas económicas estatales directas. Pero el apoyo estatal podía tomar también otros caminos: ayuda para las ediciones, suscripción de organismos oficiales a las revistas, financiación de proyectos concretos, etc. La participación activa de algunos políticos (ministros, senadores...) en las sociedades aseguraba un valioso canal de comunicación para la consecución de estas ayudas. Y el interés de los políticos en la obra de las sociedades era, sin duda, grande porque como decía el lema que encabezaba una revista geográfica: "La Tierra pertenecerá a quien la conozca mejor".

 Las sociedades actuaban a través de la organización de conferencias, mediante la concesión de premios y medallas (grandes medallas a exploradores o premios a libros y a escolares que destacaban en las clases de geografía), mediante la organización de exploraciones o la concesión de ayudas para realizarlas, defendiendo y apoyando la idea de la expansión colonial (aplaudiendo, por ejemplo, todas las campañas de expansión). Eran también un lugar obligado de exposición de los resultados de una expedición por parte de los exploradores. La actividad de las sociedades se reflejaba en las correspondientes publicaciones periódicas (revistas o boletines) y en las series de publicaciones científicas que editaban o patrocinaban.

La idea de contribuir a la expansión de la civilización (europea, claro está) era aceptada por todos y ello era el justificante ideológico de las empresas de exploración que precedían a las de conquista y civilización. Como acertadamente ha escrito Freeman, "la necesidad de difundir la influencia civilizadora sobre las partes del mundo más bárbaras era ampliamente aceptada por la opinión pública en aquellos momentos. Las sociedades geográficas no sólo satisfacían una curiosidad natural sobre los aspectos más salvajes de la naturaleza y la sociedad, sino que también consideraban astutamente las eventuales posibilidades de comercio y expansión colonial" (Freeman, 1961, 51): Pues bien, es de estas sociedades de las que la ciencia geográfica recibió un decidido apoyo en su proceso de institucionalización. En buen número de países europeos las sociedades de geografía presionaron activamente a los gobiernos en favor de la institucionalización universitaria de esa ciencia. Así ocurrió, por ejemplo, en Francia, donde lo. congresos nacionales de sociedades geográficas elevaron repetidamente votos para la implantación de dichos estudios (Broc, 1974). Así también Gran Bretaña, donde tras el informe encargado a John Scott Keltie sobre el estado de la enseñanza de la geografía en
Europa, la Royal Geographical Society ofreció en 1886 ayuda económica a las universidades de Oxford y Cambridge para la creación de plazas de profesores de geografía (Scargill, 1976; Stoddart, 1975, b). Y de forma semejante desempeñaron igualmente papeles decisivos la Societá Geografica Italiana, como veremos más adelante, y la Sociedad Geográfica de Madrid, que desde 1880 elevó repetidos informes al Ministerio de Instrucción Pública sobre la conveniencia de crear cátedras de geografía.



El crecimiento de la comunidad de geógrafos

En relación con los factores que hemos ido señalando, se produjo a lo largo de la segunda mitad del siglo XIX el proceso de institucionalización de la .geografía en la universidad y la aparición de la comunidad científica de los geógrafos. Es aquí, y no en Humboldt ni en Ritter, donde se encuentra el origen de la moderna geografía, ya que es a partir de ese momento cuando existe la posibilidad de producir y reproducir el conocimiento  científico a escala social, lo que no implica necesariamente que esa ciencia producida posea una coherencia interna.

La creación de las cátedras universitarias permite seguir el ritmo de este proceso de institucionalización. Por lo dicho hasta ahora puede esperarse que existirá una correlación estrecha entre el crecimiento de la escolarización básica y la correspondiente demanda de profesores de geografía, y la creación de las cátedras universitarias. Aunque es este un tema que exige mayor investigación los datos disponibles parecen indicar que esta correlación existe.

Así cabe interpretar el temprano desarrollo de la geografía universitaria en Alemania y Suiza en relación con el hecho de que estos países fueran los que primeramente declararon obligatoria la enseñanza elemental y realizaran desde principios del siglo XIX avances importantes en la escolarización de la población. En Francia, el impacto de la derrota de 1870 frente a los alemanes constituyó un auténtico revulsivo que permitió descubrir no sólo la potencia de la industria y del ejército alemán, sino también la potencia de la ciencia y la cultura alemana; la idea que entonces se difundió de que "era el maestro alemán el que había ganado la guerra" (Meynier, 1969, 8) contribuyó a poner en marcha una profunda reforma educativa que, como es sabido, se encuentra en la base del desarrollo de la geografía francesa. Los tres países citados fueron los primeros focos del desarrollo de la geografía moderna y en 1875 existían ya cátedras de esta ciencia en 7 universidades alemanas, 7 francesas y 3 suizas, según se indica en un informe de la Roya1 Geographical Society (Sttoddart, 1975, b).

El decenio que siguió a 1875 vio aparecer un gran número de nuevas cátedras universitarias. Otro informe británico, el de John Scott Keltie en 1886 señala que el número de cátedras existentes en el continente europeo ascendía ya a 45. En aquel momento todavía no existía ninguna cátedra de Geografía en las universidades británicas, lo que quizás pueda interpretarse como una consecuencia del retraso que en dicho país tuvo el proceso de escolarización de la población.

Durante los diez o quince años siguientes se produjo la institucionalización universitaria de la geografía en Gran Bretaña y en Estados Unidos. En este último país, a pesar de la temprana fundación de la American Geographical Society (1851), los verdaderos cimientos de la geografía moderna se pusieron en la década de 1890, coincidiendo con un amplio movimiento de reforma de la enseñanza secundaria (Dickinson, 1976, 184).

La década de 1890 quizás pueda considerarse como la de la mayoría de edad de la comunidad científica de los geógrafos, reflejada en los Congresos Geográficos Internacionales que se celebran. El de Berna (1891) fue el Congreso en el que los profesores de geografía, los auténticos componentes de la comunidad científica de los geógrafos, se encuentran por primera vez en mayoría en un congreso internacional de geografía. En efecto, los asistentes a los primeros congresos de geografía pertenecían a grupos socioprofesionales muy diversos: viajeros y exploradores, cartógrafos, meteorólogos, profesores, periodistas, militares, historiadores... En los primeros momentos la geografía interesaba a grupos sociales muy definidos (militares, políticos, exploradores) y a estudiosos que no habían llegado a estructurar aún sus comunidades científicas institucionalizadas.

Un análisis estadístico realizado por J. J. Dubois (U.G.I., 1972) muestra la variedad de la composición socioprofesional de los participantes (Cuadro 6).
 

Cuadro 6
Categorías socioprofesionales de los participantes en los congresos internacionales de geogafía
(Porcentajes)
Profesores Miembros sociedades geográficas Exploradores Ciencias afines Ingenieros Militares, Diplomáticos, Ministros Comerciantes, Financieros, industriales Varios
22,1   4,2 28,2 8,3 30,8 16,4  
18,2   3,2 13,5 13,8 34,5 17,1  
32,5 28,2   5,6 3,2 15,6   14,3
57,4     5,7 5,7 19,3   51,9
85     7,9 0,6 4,4   1,8
Fuente. Jean Dubois, en U.G.I.. 1972, pág. 50-54.
OBSERVACIONES: Los porcentajes se han calculado sobre el número de participantes cuya profesión se conoce. Hay categorlas de las que sólo se dispone de información en algunos congresos

Los primeros congresos se caracterizaban por la presencia relativamente escasa de los profesores de geografía (enseñanza secundaria y superior) lo que era lógico en aquellos años de todavía débil institucionalización de la ciencia. Políticos y militares constituían la participación más importante de los congresos, junto con comerciantes e industriales y estudiosos dedicados a ciencias afines (cartógrafos, topógrafos, meteorólogos, hidrólogos, estadísticos, historiadores, economistas...); la participación relativa de este último grupo va disminuyendo, sin embargo, por su integración a otras comunidades científicas institucionalizadas o por su conversión en profesionales de la ciencia geográfica (geólogos que se convierten en profesores de geografía etc.). Bajo el epígrafe "Varios" se incluyen profesiones liberales, periodistas, conservadores de museos, archiveros, bibliotecarios; entre ellos se encontraban también los editores (en el congreso de Berna, 1891, 41 personas sobre un total de 293 cuyas profesiones se conocen), lo que muestra el interés que tenían por una ciencia que siempre ha tenido una gran difusión popular (libros de viajes, enciclopedias...) con un mercado creciente en libros de enseñanza por su presencia en los programas de la enseñanza primaria y secundaria.

En cuanto a los profesores de geografía, su peso relativo fue aumentando y llegó a ser mayoritario en 1891. La tendencia continuó, con algunas oscilaciones, en los congresos posteriores en los que la participación de los docentes de geografía fue afirmándose como mayoritaria, llegando a representar el 85 por ciento en el XX congreso celebrado en Londres (1964). Ello no hace sino confirmar, desde otra perspectiva, el carácter casi exclusivamente docente de la comunidad científica de los geógrafos.
 

Estrategias de la comunidad de geógrafos. Hacia un modelo

La institucionalización universitaria de la geografía planteó, ante todo, problemas de reclutamiento de los nuevos profesionales, siendo así que, por definición, los geógrafos no existían. Por ello los profesores universitarios de la nueva ciencia institucionalizada -los que se convertirían en los fundadores y, a veces, "maestros" de la nueva comunidad- fueron llegando desde disciplinas diversas: historiadores, geólogos, etnógrafos, zoólogos, naturalistas... Quizás algunos tuvieran repentinamente la revelación de una nueva y atrayente ciencia a la que valía la pena consagrar sus energías. Otros, sin duda muy numerosos, llegaron a ella tras una cuidadosa valoración de las oportunidades profesionales que ofrecía. El estudio de las motivaciones que influyeron en estas "conversiones" a la Geografía y al ingreso en la comunidad científica de los geógrafos constituye una de las tareas urgentes a emprender.

Una vez dentro de la comunidad, los recién llegados tuvieron interés, en algunos casos, en marcar claras distancias respecto a sus antiguas colegas, resaltando lo que había de distinto en la geografía respecto a las ciencias de las que procedían. Ello explica que, sorprendentemente, algunos de ‘los nuevos profesores de geografía muestren tendencia a insistir en aspectos de la geografía totalmente opuestos a los de su educación de procedencia: etnógrafos o historiadores que se convertían en cultivadores y defensores de la geografía física, geólogos que desarrollan los aspectos humanos de la nueva ciencia, etc.

Otros, en cambio adoptaron una estrategia diferente, tendente a hacer valer los conocimientos de su formación inicial para hacerse un lugar de prestigio en el seno de la comunidad de los geógrafos; aunque ello obligara a difíciles equilibrios, ya que, en todo caso, era preciso justificar la nueva ciencia y resaltar las diferencias entre ella y la suya anterior. En cualquier caso, la comunidad científica de los geógrafos en su conjunto se lanzó, desde el primer momento, a una tarea de autoafirmación de su ciencia tratando, por un lado, de resaltar su excelencia y utilidad y, por otro, de deslindarla de forma inequívoca de disciplinas vecinas con las que en el pasado había mantenido una estrecha relación (como la historia o la geología) o respecto a ciencias también emergentes cuyo objeto era parcialmente semejante (caso, por ejemplo, de la fisiografía o la ecología). En esta tarea de autoafirmación respecto a unos y otros, los geógrafos se vieron llevados a insistir en la posición intermedia de la geografía, en su carácter de disciplina-puente entre las ciencias de la naturaleza y las ciencias sociales. Los problemas que una tal ciencia de encrucijada planteaba tuvieron que ser objeto de discusión  teórica, y dieron lugar a una amplia producción científica que tiende a mostrar -con mayor o menor éxito- la coherencia de la nueva ciencia. Dicha producción científica puede interpretarse como un desarrollo teórico justificador y racionalizador realizado a partir de una situación socioprofesional adquirida y a la que no se entiende renunciar.

Naturalmente, esta producción teórica se desarrolló utilizando ideas científicas y filosóficas que se encuentran en el medio cultural en que se produce. En el momento de la institucionalización de la geografía estas ideas eran las positivistas, como método científico, y el evolucionismo darwiniano. Por ello la geografía se configuró como una ciencia positiva. En aquel momento se crearon también tradiciones (ideas aceptadas sobre el objeto de la geografía y el método de trabajo) que le hicieron conservar este carácter durante varios decenios.

Desde principios del siglo XX la comunidad de los geógrafos aparece, en general, consolidada y reconocida en el seno de la comunidad científica. La tarea principal será entonces la de defender la geografía de otras ciencias competidoras en desarrollo. Es el momento en que adquieren gran virulencia las polémicas de los geógrafos con comunidades de científicos que intentan desvalorizar a la geografía (como los sociólogos o los ecólogos). La lucha con estas comunidades rivales no es una simple cuestión teórica. Es también -quizás sobre todo- una lucha por dominar campos profesionales ventajosos. Cuando los enfrentamientos no conducen a la aniquilación de una de las comunidades, se llega a una situación de respeto de los respectivos campos profesionales de influencia, lo que normalmente genera a continuación una amplia producción científica tendentea deslindar cuidadosamente las ciencias respectivas. Que un determinado diploma capacite para tal o cual profesión puede estar en la base de bizantinas discusiones sobre las sutiles diferencias entre ciencias  vecinas, diferencias que en verdad son muchas veces inexistentes para un observador razonable que no esté afectado por las implicaciones socioprofesionales de la discusión.

La invasión de alguno de los campos socioprofesionales de influencia por una comunidad rival provoca generalmente violentas oposiciones en la comunidad afectada, traducidas en artículos científicos dedicados, de una u otra forma, a este tema. Da también lugar en la comunidad atacada a dos tipos de reacciones: reacciones defensivas, que tratan de desvalorizar a los rivales y mostrar que no están capacitados para la función que pretenden; reacciones ofensivas, que tienden a encontrar nuevas salidas profesionales, aunque ello pueda suponer el inicio de otro enfrentamiento con una nueva comunidad. La polémica que hacia los años 1920-1930 sostuvieron los geógrafos con especialistas en ciencias de la naturaleza a propósito de qué era la geografía y quién debía enseñarla, es un ejemplo del primer tipo de reacción. Mientras que la inclinación hacia la ordenación del territorio y la "geografía aplicada" después de los años 1930 puede ser interpretada como una reacción ofensiva, que conduciría por nuevos caminos a la ciencia geográfica.

Esta pugna constante con disciplinas vecinas genera una preocupación para que la ciencia propia no quede retrasada y desvalorizada ante las demás. Ello lleva a procurar la incorporación de ideas, métodos o teorías procedentes de otras ciencias, sin que a la comunidad científica de los geógrafos parezca importarle el hecho de que las nuevas ideas incorporadas no sean coherentes con concepciones anteriormente mantenidas.

Por último, hay que tener en cuenta que la misma comunidad científica está sometida a violentas tensiones, como resultado de una implacable lucha por los prestigios y -en definitiva- por el poder. Los enfrentamientos entre concepciones científicas diferentes o entre distintos paradigmas pueden ser ocasión para que estas oposiciones salgan a la luz y dan lugar a estrategias defensivas o de rechazo -como las que ha detectado Taylor (1976) a propósito del debate cuantitativo en la geografía británica. La identificación de estas estrategias (estrategias de autoafirmación; de delimitación de campos; de búsqueda de nuevas salidas profesionales; de asimilación de avances de otras ciencias; de lucha por el poder) puede realizarse a partir de una relectura de las producciones teóricas y de las declaraciones de los miembros de la comunidad científica de los geógrafos. El análisis de varias escuelas nacionales permite comprobar la validez del modelo expuesto. Por razones de espacio limitaremos la presente comunicación al caso de la geografía italiana, por tratarse de una escuela nacional menos conocida.
 

Este número y el siguiente constituyen el texto de la comunicación prosentada por el autor al Congreso Internacional de Historia de la Ciencia que se celebró en Edimburgo en agosto de 1977.  La  bibliografía se incluye en el número 9. (http://www.ub.es/geocrit/geo9.htm)



Volver al principio de la página

Volver al menú principal